jueves, 12 de agosto de 2021

LACAN SEMINARIO 4: LA RELACIÓN DE OBJETO

 

LACAN SEMINARIO 4: LA RELACIÓN DE OBJETO

 

Capítulo XII:

 

del complejo de Edipo Algo interviene desde fuera en cada etapa del “desarrollo”, que reordena retroactivamente lo que se había esbozado en la etapa anterior  el niño no está solo; no está solo ni en suentorno biológico ni en el medio legal, es decir, el orden simbólico. Son las particularidades del orden simbólico las que, por ejemplo, dan el predominio a eseelemento de lo imaginario llamado falo.El final de la fase preedípica y el comienzo del Edipo se trata de que el niño asuma el falocomo  significante,   de   forma   que   haga   de   él  instrumento   del   orden   simbólico  de   losintercambios; se trata de que se enfrente al orden que hará de la función del padre la clavedel drama.El niño está en posición de “señuelo” en la que se ejercita respecto de la madre. El señueloen cuestión es muy manifiesto en las acciones e incluso las actividades que observamos enel niño pequeño, por ejemplo, sus actividades de seducción destinadas a la madre. Cuandose exhibe, se muestra a sí mismo y por sí mismo a la madre, que existe como un tercero. Aesto se añade lo que surge detrás de la madre (el personaje del padre), esbozándose ya todauna trinidad (incluso cuaternidad) intersubjetiva.El Edipo se trata de que el sujeto se encuentre él mismo capturado en esa trampa de formaque se comprometa en el orden existente.La teoría analítica asigna al Edipo una función normativizadora; no basta con que conduzcaal sujeto a una elección objetal, sino que además la elección debe ser heterosexual. Pero nobasta con que el sujeto alcance la heterosexualidad tras el Edipo, sino que el sujeto ha desituarse correctamente con respecto a la función del padre. Éste es el centro de toda laproblemática del Edipo.La niña ha situado el falo en mayor o menor medida, o se ha acercado a él, en el imaginariodonde está inmersa, en el más allá de la madre, mediante el descubrimiento progresivo quehace de la profunda insatisfacción experimentada por la madre en la relación madre-hijo.La cuestión es entonces en su caso el deslizamiento de este falo de lo imaginario a lo real(“nostalgia del falo originario”  empieza a producirse en la pequeña a nivel imaginario, ynos dice que el hijo será el sustituto del falo)Por un lado tenemos lo imaginario, es decir, el deseo del falo en la madre, y por otro ladotenemos al niño, el cual deberá descubrir este más allá, la falta en el objeto materno. Este esuno de los resultados posibles. En el fantasma de la niña, ésta encuentra el pene real allí donde está, más allá, en aquél quepuede darle un hijo, o sea (dice Freud) en el padre (“el don del padre”). El falo sólo tendráque deslizarse de lo imaginario a lo real por una especie de equivalencia. Puede haber“anomalías” posibles en el desarrollo de la sexualidad femenina, pero ahora ya hay fijaciónal padre como portador del pene real, como capaz de dar realmente el hijo (Lacan dice queel Edipo es esencialmente androcéntrico o patrocéntrico, una disimetría que reclama todaclase   de   consideraciones   cuasi   históricas   que   expliquen   este   predominio   en   el   planosociológico, etnográfico; dice que el descubrimiento freudiano muestra a la mujer en unaposición subordinada). El padre es para ella de entrada objeto de su amor. Este objeto deamor se convierte luego en dador del objeto de satisfacción. Sólo hay que esperar para queel padre sea sustituido por alguien que desempeñará exactamente el mismo papel, el papelde un padre, dándole efectivamente un hijo. Esto tiene implicancias en el desarrollo delsuperyó femenino. En la mujer se da una especie de contrapeso entre la renuncia al falo y elpredominio   de   la   relación   narcisista;   Lacan   dice   que   “es   el   ser   más   intolerante   a   lafrustración”.La simple reducción de la situación a la identificación del objeto de amor y el objeto queproporciona la satisfacción   explica  el aspecto  especialmente   fijo, incluso precozmentedetenido, del desarrollo de la mujer con respecto al desarrollo que puede calificarse normal(Lacan nuevamente acusa a Freud de misógino)En el caso del chico, la función del Edipo parece destinada a permitir la identificación delsujeto con su propio sexo, que se produce en la relación ideal, imaginaria, con el padre.Pero no es ésta la verdadera meta del Edipo, sino la situación adecuada del sujeto conrespecto a la función del padre, es decir, que él mismo acceda un día a esa posición tanproblemática y paradójica de ser un padre. Este acceso presenta un montón de dificultades.Toda la  interrogación freudiana se resume a  esto:  ¿Qué  es   ser  un  padre?  Este  es  unproblema para todo neurótico y no neurótico durante su experiencia infantil; es una formade abordar el problema del significante del padre (no olvidar que se trata de que los sujetosacaben convirtiéndose a su vez en padres).*Caso de Juanito: la angustia de Juanito; objeto fetiche y objeto fóbico.Juanito se plantea preguntas acerca de su propio “hacepipí” y también de los hacepipí delos animales, especialmente de los que son más grandes que él. Le plantea estas preguntas ala madre, preguntando si ella tiene uno, a lo que la madre responde afirmativamente (concierta imprudencia, dice Lacan). Juanito da muestras de haber estado cavilando un montónde cosas al respecto. Luego le pregunta al padre, se alegra de haber visto el hacepipí delleón (no del todo por casualidad). Juanito observa que si su madre tiene un hacepipí, estetendría que verse; dice que si lo tuviera, tendría que ser tan grande como el de un caballo.Podemos hablar de una comparación o perecuación. En la perspectiva falicista imaginaria,se trata en efecto de un esfuerzo de perecuación entre una especie de objeto absoluto, el falo, y su puesta a prueba por lo real. No se trata de un todo o nada. Hasta ahora el falo noestaba nunca donde uno lo buscaba, nunca estaba donde uno lo encuentra. Ahora se trata desaber donde está verdaderamente. Hasta ahora el niño era el que simulaba, o jugaba asimular. Ahora se trata de toda la distancia a franquear entre el que simula y el que sabe queexiste una potencia.Lo que se desarrolla en el acto de comparación no nos hace salir del plano imaginario. Eljuego prosigue en el plano del señuelo. El niño se limita a añadir a esta dimensión elmodelo materno, una imagen mayor, pero que sigue siendo homogénea en lo esencial. Laintroducción, perfectamente concebible, de la imagen materna bajo la forma ideal del yo,nos deja en la dialéctica imaginaria, especular, de la relación del sujeto con el otro. Susanción no elimina el vínculo con la primera dialéctica simbólica: la de la presencia o la dela ausencia. No se sale del juego del señuelo. Conviene separar bien la angustia de la fobia. Una viene después de la otra, en auxilio de laprimera; el objeto fóbico viene a cumplir su función sobre el fondo de la angustia. Pero enel plano imaginario, nada permite concebir el salto que puede sacar al niño de su juegotramposo con la madre. La rivalidad casi fraterna con el padre corresponde al esquemaprimero de la entrada en el complejo de Edipo; la agresividad entra en juego en la relaciónespecular, cuyo mecanismo fundamental es siempre o yo o el otro. Por otra parte, la fijaciónde la  madre, convertida en objeto real tras las primeras frustraciones, sigue igual.  Elcomplejo de Edipo rebosa de consecuencias neurotizantes en razón de esta etapa, o másexactamente de la vivencia central de este complejo en el plano imaginario. Por el vínculopermanente del sujeto con aquel primitivo objeto real que es la madre como frustrante, todoobjeto femenino será para él tan solo un objeto desvalorizado, un sustituto, una formaquebrada, refractada, siempre parcial, con respecto al objeto materno. Freud dice que elhecho de que la hostilidad contra el padre pase a un segundo plano puede relacionarse conuna represión; sin embargo, aquí la noción de represión se aplica siempre a una articulaciónparticular de la historia, y no una relación permanente. En el declive del complejo de Edipohay crisis, hay resolución; deja un resultado, que es la formación de algo particular, datadoen el inconsciente, a saber, el superyó.El   niño   ofrece   a   la   madre   el   objeto   imaginario   del   falo,   para   satisfacerlacompletamente, y a modo de señuelo. Ahora bien, el exhibicionismo del niño frente a lamadre sólo puede tener sentido si hacemos intervenir junto a la madre al Otro, de algunaforma el testimonio, el que ve el conjunto de la situación. Para que exista el Edipo, es enese Otro donde debe producirse la presencia de un término que hasta entonces no habíaintervenido. Eso característico de la madre simbólica, da paso ahora a la noción de que enel Otro hay alguien capaz de responder en cualquier circunstancia, y su respuesta es que entodo caso el falo, el verdadero, el pene real, es él quien lo tiene. Se introduce en el ordensimbólico como un elemento real, inverso respecto de la primera posición de la madre,simbolizada en lo real por su presencia y su ausencia. Hasta ahora, el objeto estaba y no estaba a la vez. Éste era el punto de partida del sujeto conrespecto a todo objeto. Pero desde este momento decisivo, el objeto no es ya el objetoimaginario con el que el sujeto puede hacer trampa. Si la castración juega este papelesencial para toda continuación del desarrollo, es porque es necesaria para la asunción delfalo materno como objeto simbólico. Sólo partiendo del hecho de que, en la experienciaedípica esencial, es privado del objeto por quien lo tiene y sabe que lo tiene, el niño puedeconcebir que ese mismo objeto simbólico le será dado algún día. En otros términos, laasunción del propio signo viril, de la heterosexualidad masculina, implica como punto departida la castración. Precisamente porque el macho, a la inversa de la posición femenina,posee perfectamente un apéndice natural, porque detenta el pene como una pertenencia, hade venirle de otro en esta relación con  lo que es real  en lo  simbólico; aquel que esverdaderamente el padre. Y por eso nadie puede decir qué significa en verdad ser padre,salvo que es algo que de entrada forma parte del juego. Sólo el juego jugado con el padre,el juego de gana el que pierde, le permite al niño conquistar la vía por la que se registra enél la primera inscripción de la ley.El sujeto sólo puede entrar en el orden de la ley si, por un instante al menos, ha tenidofrente a él a un partener real, alguien que en el Otro haya aportado efectivamente algo queno sea simplemente llamada y vuelta a llamar (par presencia y ausencia), sino alguien quele responde.El padre simbólico es impensable, no está en ninguna parte. Para que subsista algún padre,el verdadero padre, el único padre, el padre único, ha de haber estado antes de la historia yha de ser el padre muerto. Más aún, ha de ser el padre asesinado. Para, al final y al cabo,prohibirse a ellos mismos lo que se trataba de arrebatarle. Lo mataron sólo para demostrarque   era   imposible   matarlo,   para   la   eternización   de   un   solo   padre   en   el   origen,   paraconservarlo.Este padre mítico no interviene en ningún momento de la dialéctica, salvo por mediacióndel padre real, el cual en un momento cualquiera vendrá a desempeñar su papel y sufunción, permitiendo verificar la relación imaginaria y dándole su nueva dimensión.El fin del complejo de Edipo es correlativo de la instauración de la ley como reprimida enel inconsciente, pero permanente. Solo así hay algo que responde en lo simbólico. La ley noes simplemente aquello en lo que está incluida e implicada la comunidad de los hombres, sebasa también en lo real, bajo la forma de ese núcleo que queda tras el complejo de Edipo,núcleo llamado superyó.Este superyó tiránico, profundamente paradójico y contingente, representa por sí  solo,incluso en los no neuróticos, el significante que marca, imprime, estampa en el hombre elsello de su relación con el significante. Hay en el hombre un significante que señala surelación con el significante, y eso se llama superyó. Incluso hay muchos más, y eso sellama los síntomas. En relación al caso de Juanito, toda la secuencia del juego se desarrolla en la trampa de larelación de Juanito con su madre, que acaba siendo insoportable, angustiosa, intolerable, sinsalida.La perspectiva que aporta Lacan permite situar, en el  plano correspondiente y en susrelaciones recíprocas, el juego imaginario del ideal del yo con respecto a la intervenciónsancionadora   de   la   castración,   gracias   a   la   cual   los   elementos   imaginarios   adquierenestabilidad en lo simbólico, donde se fija su constelación.Si sabemos distinguir el orden de la ley de las armonías imaginarias, incluso de la propiaposición de la relación amorosa, y si es cierto que la castración es la crisis esencial por laque todo sujeto se introduce, se habilita para edipizarse de pleno derecho, concluiremos quees perfectamente natural plantear la fórmula según la cual toda mujer que no esté permitidaestá   prohibida   por   la   ley.   Una   repercusión   clara,   eco   de   esta   fórmula,   es   que   todomatrimonio (no sólo en los neuróticos), lleva con él la castración. La civilización en la quevivimos ha puesto al matrimonio en el lugar más destacado como fruto simbólico delconsentimiento mutuo, es decir, que ha llevado tan lejos la libertad de las uniones, quesiempre está bordeando el incesto.Insistiendo   un   poco   en   la   propia   función   de   las   leyes   primitivas   de   la   alianza   y   elparentesco,   podemos   darnos   cuenta   de   que   toda   conjunción,   sea   cual   sea,   inclusoinstantánea, de la elección individual en el interior de la ley, participa del incesto.Esto nos permite afirmar que si el ideal de la conjunción conyugal es monogámico en lamujer por las razones antes mencionadas, o sea que quiere el falo para ella sola, no ha desorprendernos que el esquema de partida de la relación del niño con la madre tiendasiempre a reproducirse por parte del hombre. Y dado que la unión típica, normativa, legal,está siempre marcada por la castración, tiende a reproducir en él la división (el split) que lehace fundamentalmente bígamo. Más allá de lo que el padre real autoriza en lo que serefiere a la fijación de su elección, más allá de esa elección es donde se encuentra aquello alo que siempre se aspira en el amor, a saber, no el objeto legal, ni el objeto de satisfacción,sino el ser/el objeto aprehendido en lo que le falta.Ya en la relación imaginaria primitiva, en la que el niño se introduce desde entonces y enadelante en aquel más allá de su madre, el sujeto ve, palpa, experimenta, que el ser humanoes un ser privado y un ser desamparado. La propia estructura que nos impone la distinciónentre la experiencia imaginaria y la experiencia simbólica que la normativiza, pero sólo pormediación de la ley, implica que hay muchas cosas que en ningún caso nos permiten hablarde la vida amorosa como si correspondiera simplemente al registro de la relación de objeto,ni siquiera la más ideal, la más motivada por las más profundas afinidades. Esta estructuradeja abierta en lo más profundo de toda vida amorosa una problemática.

 

Capítulo XIII: del complejo de castración La castración es el signo del drama del Edipo; este temor, o esta amenaza, o esta instancia,o ese momento dramático, tiene una incidencia psíquica en el sujeto. Lacan hace surgir lacastración de debajo de la frustración y el juego fálico imaginario con la madre, esquema enel cual interviene el personaje del padre.Ernest Jones introdujo el término de afanisis, que en griego significa desaparición. Segúnsu   perspectiva,   el   temor   de   la   castración   no   puede   depender   del   accidente,   de   lacontingencia de las amenazas (“vendrá alguien a cortarte eso”). Lo que llama la atenciónde los distintos autores es la dificultad que supone integrar en su forma positiva el propiomanejo de la castración, claramente como una amenaza referida al pene, al falo. La afanisis es la desaparición del deseo; es la que sustituye a la castración, es el temor porparte del sujeto de ver extinguirse en él el deseo. El sujeto no sólo está en posición detomar, con respecto a sus primeras relaciones con los objetos, la distancia que le da unafrustración   propiamente   articulada,   sino   también   vincular   con   esta   frustración   laaprehensión de un agotamiento del deseo. Jones articuló toda su génesis del Super-ego (laformación a la que conduce normalmente el complejo de Edipo) alrededor de la noción deprivación, por cuanto ésta suscita el temor a la afanisis. La privación de la que habla Lacan es un término para situar con respecto a la noción decastración. No es posible articular nada sobre la incidencia de la castración sin aislar lanoción de privación como lo que Lacan ha llamado un agujero real. Se trata especialmentedel hecho de que la mujer no tiene pene, está privada de él. La asunción de este hecho tieneuna incidencia constante en la evolución de los casos. La castración toma como base laaprehensión en lo real de la ausencia de pene en la mujer. En la mayor parte de los casoséste es el punto crucial, es para el macho la base en la que se apoya (de forma angustiante)la noción de la privación; hay en efecto una parte de los seres en la humanidad que están“castrados”. Pero están castrados en la subjetividad del sujeto; en lo real, están privados. Lanoción de privación implica la simbolización del objeto en lo real, ya que en lo real, nadaestá  privado   de   nada;   todo   lo   real   se   basta   a      mismo,   es   pleno   por   definición.   Siintroducimos   en   lo   real   la   noción   de   privación,   es   porque   ya   lo   hemos   simbolizadosuficientemente. Indicar que algo no está, es suponer posible su presencia, o sea introduciren lo real el simple orden simbólico. El objeto en cuestión en este caso es el pene. En el momento y al nivel en el que hablamosde privación, es un objeto que se nos presenta en el estado simbólico. En cuanto a lacastración, en la medida en que resulta eficaz, en la medida en que se experimenta y estápresente   en   la   génesis   de   una   neurosis,   se   refiere   a   un   objeto   imaginario.   Ningunacastración  de  las   que   están   en   juego   en   la   incidencia  de   una   neurosis   es   jamás   unacastración real. Sólo entra en juego operando en el sujeto bajo la forma de una acción En la relación originaria del sujeto con la madre, en la etapa calificada preedípica, se puedecaptar la necesidad del fenómeno de castración, que se apodera de aquel objeto imaginariocomo de su instrumento, simboliza una deuda o un castigo simbólico y se inscribe en lacadena simbólica. Detrás de la madre simbólica está el padre simbólico. Por su parte, el padre simbólico esuna necesidad de la construcción simbólica, que sólo podemos situar en un más allá, casi sediría como trascendente, que sólo se alcanza mediante una construcción mítica. El padresimbólico, a fin de cuentas, no está representado en ninguna parte, es el significante del quenunca se puede hablar sin tener presente al mismo tiempo su necesidad y su carácter.En cuanto al padre imaginario, es con él con quien siempre nos encontramos. A él se refieremuy a menudo toda la dialéctica, la de la agresividad, la de la identificación, la de laidealización por la que el sujeto accede a la identificación con el padre. Todo esto seproduce al nivel del padre imaginario. Es el padre terrorífico que reconocemos en el fondode tantas experiencias neuróticas, y no tiene en absoluto, obligatoriamente, relación algunacon el padre real del niño. Vemos intervenir frecuentemente en los fantasmas del niño a unafigura del padre (también de la madre) que sólo tiene una relación extremadamente lejanacon lo que ha estado efectivamente presente en el padre real del niño, únicamente estávinculada   con   la   función   desempeñada   por   el   padre   imaginario   en   un   momento   deldesarrollo.El padre real es algo que el niño muy difícilmente ha captado, debido a la interposición delos fantasmas y la necesidad de la relación simbólica. Todos tenemos dificultades paracaptar lo más real de todo lo que nos rodea, es decir, los seres humanos tales como son.Toda la dificultad, tanto del desarrollo psíquico como de la vida cotidiana, consiste en sabercon quién estamos tratando realmente. Lo mismo ocurre con ese personaje del padre quegeneralmente   puede   considerarse   como   un   elemento   constante   del   entorno   del   niño.Contrariamente a la función normativa que se le pretende otorgar en el drama del Edipo, esal padre real a quien le conferimos la función destacada en el complejo de castración. En lacastración no se trata de fantasmatizarlo todo, como se hizo con las escenas de seducciónprimitiva; la castración siempre está vinculada con la incidencia, con la intervención, delpadre real. También puede estar profundamente marcada o desequilibrada por la ausenciadel padre real. Esta atipia, cuando se da, exige la sustitución del padre real por alguna otracosa, lo que es profundamente neurotizante. Retomando el caso de Juanito, podemos decir que éste, a partir de los cuatro años y medio,hace lo que se llama una fobia, es decir, una neurosis. Su padre (discípulo de Freud), es “unbuen tipo”, “lo mejor que puede haber como padre real”, le inspira a Juanito los mejoressentimientos. Por otra parte, no puede decirse que Juanito esté frustrado de algo; cuenta conlas atenciones de su padre, es objeto de los más tiernos cuidados por parte de su madre, tantiernos que incluso todo se lo permiten (por ejemplo, admite a Juanito cada mañana en el lecho conyugal, incluso contra las expresas reservas del padre y esposo). Se puede decirque el padre está fuera de juego en la situación, pues diga lo que diga él, las cosas siguen sucurso decididamente, mientras la madre no tiene en cuenta las observaciones sugeridas porel personaje del padre. Juanito no está frustrado de nada, no está privado de nada, es “lamar de feliz”. De todos modos, vemos que su madre ha llegado a prohibirle la masturbacióny ha pronunciado las palabras fatales. Pero en este caso no tenemos la impresión de que setrate   de   algo   decisivo   con   respecto   a   la   aparición   de   la   fobia;   el   niño   continúamasturbándose. El niño escucha la amenaza de forma casi conveniente; a posteriori esto leservirá como material para construir lo que necesita, es decir, el complejo de castración.Pero por ahora no se trata de la castración, sino de la fobia, la cual no podemos relacionarladirectamente con la prohibición de la masturbación. Por supuesto, luego lo integrará en elconflicto, que se manifestará en el momento de su fobia, pero no parece en absoluto que setrate de una incidencia traumatizante capaz de explicar su surgimiento. Para abordar el problema de la aparición de la fobia, primero hay que recordar la situaciónfundamental que prevalece en lo referente al falo en la relación preedípica del niño con lamadre.  La madre  es aquí  objeto de amor, objeto deseado  en cuanto su presencia.  Lareacción,   la   sensibilidad   del   niño   ante   la   presencia   de   la   madre,   se   manifiesta   muyprecozmente en su comportamiento. Esta presencia se articula con el par presencia-ausenciaque será el punto de partida.La madre existe como objeto simbólico y como objeto de amor. La madre es de entradamadre simbólica y sólo tras la crisis de la frustración empieza a realizarse, debido a ciertonúmero de choques y particularidades surgidas en las relaciones entre la madre y el niño.La madre objeto de amor puede ser en cualquier momento la madre real en la medida enque frustra ese amor.La   relación   del   niño   con   la   madre   (relación   de   amor)   abre   la   puerta   a   la   “relaciónindiferenciada primordial”. En la primera etapa concreta de relación de amor, fondo sobreel cual tiene o no lugar la satisfacción del niño, se trata de que el niño se incluya a sí mismoen la relación como objeto de amor de la madre. Se trata de que se entere de esto, de queaporta placer a la madre. Ésta es una de las experiencias fundamentales del niño, saber si supresencia gobierna, por poco que sea, la de la presencia que necesita, si él mismo aporta laluz que hace que dicha presencia esté ahí para envolverle, si él le aporta una satisfacción deamor. Es suma, ser amado es fundamental para el niño. Sobre ese fondo se ejerce todo loque se desarrolla entre la madre y él. En la experiencia del niño, se articula poco a pocoalgo que le indica que en presencia de la madre, aun si está por él, no está solo. Alrededorde este punto se articulará toda la dialéctica del progreso de la relación madre-hijo.Una de las experiencias más comunes es que, para empezar, no está solo porque hay otrosniños. Pero hay otro juego que es radical, constante e independiente de las contingencias dela historia, es decir, de la presencia o ausencia del otro niño. Es el hecho de que, en grados distintos en cada sujeto, la madre conserva el penisneid; esto debemos considerarlo comouno de los datos fundamentales de la experiencia analítica y como un término de referenciaconstante en la relación de la madre con el hijo. La experiencia demuestra que no hayforma de articular de otro modo las perversiones, pues no se pueden explicar íntegramentepor la etapa preedípica, aunque de todos modos requieren esa experiencia. En la relacióncon la madre, el niño siente el falo como centro de su deseo, el de ella. Y él mismo se sitúaentonces en distintas posiciones por las cuales se ve llevado a mantener este deseo de lamadre; el niño se presenta a la madre como si él mismo le ofreciera el falo, en posiciones ygrados diversos. Puede identificarse con la madre, identificarse con el falo, identificarsecon la madre como portadora del falo, o presentarse como portador de falo. Hay aquí unalto grado de generalización de la relación imaginaria que Lacan llama tramposa, mediantela cual el niño le asegura a la madre que puede colmarla, no sólo como niño, sino tambiénen cuanto al deseo y en cuanto a lo que le falta. Esta situación es estructurante, pues sólo entorno a ella puede articularse   la   relación   del  fetichista con su objeto  o los casos detravestismo, dejando aparte aquí a la homosexualidad, relacionada con la necesidad delobjeto, del pene real, en el otro.*Caso JuanitoAl comienzo vemos al niño totalmente comprometido en una relación en la que el falojuega un papel evidente. Las notas del padre informan que Juanito está fantaseando el faloconstantemente, preguntándole a su madre sobre la presencia de falo en ella, luego en elpadre, luego en los animales. Sólo se habla del falo; es verdaderamente el eje, el objetocentral de la organización de su mundo. Lo que cambia, es que su pene, el suyo, empieza aconvertirse en algo muy real. Su pene empieza a moverse y el niño empieza a masturbarse.El elemento importante no es tanto que la madre intervenga en este momento, sino que elpene   se   ha   convertido   en   real.   Éste   es   el   dato   bruto   de   la   observación.   Podemospreguntarnos si hay una relación entre este hecho y la angustia que surge en ese momento. Lacan dice que la angustia surge en cada ocasión cuando el sujeto se encuentra, aunque seade forma insensible, despegado de su existencia, cuando se ve a sí mismo a punto de quedarcapturado de nuevo en algo la imagen del otro. La angustia es correlativa del momento desuspensión del sujeto, en un tiempo en el que ya no sabe dónde está, hacia un tiempo en elque va a ser algo en lo que ya nunca podrá reconocerse. Es esto, la angustia.En cuanto a Juanito, se introduce aquí algo que se menea, el pene real, y el niño empieza aver como una trampa lo que durante tanto tiempo para él había sido el paraíso, la felicidad,o sea, aquel juego en el que se es lo que no se es, se es para la madre todo lo que la madrequiere. Todo esto depende, a fin de cuentas, de lo que el niño es realmente para la madre. Hasta aquí el niño se encontraba en el paraíso del señuelo. El niño trataba de deslizarse, deintegrarse en lo que es para el amor de la madre. Pero en cuanto interviene su pulsión, supene real, se evidencia el “despegue”, el niño cae en su propia trampa, engañado por su propio juego, víctima de todas las discordancias, confrontado con la inmensa hiancia quehay entre cumplir con una imagen y tener algo real que ofrecer. El niño fracasa en sustentativas de seducción por tal o cual razón, o por ejemplo, es rechazado por la madre; perolo que juega el papel decisivo es que eso que él puede ofrecer se le antoja como algomiserable. El niño se encuentra entonces frente a esa brecha, queda prisionero, se convierteen   el   blanco,   en   el   elemento   pasivizado   de   un   juego   que   le   deja   a   merced   de   lassignificaciones del Otro. He aquí el dilema.Precisamente en este punto se entronca el origen de la paranoia. En cuanto el juego seconvierte  en serio,  sin dejar  de  ser un  juego  tramposo, el  niño  queda completamentependiente de las indicaciones de su partener. Todas las manifestaciones del partener seconvierten para él en sanciones de su suficiencia o de su insuficiencia. En la medida en quela situación prosigue, es decir, que no interviene el término del padre simbólico, el niño seencuentra en una particularísima situación, a merced de la mirada del Otro, de su ojo. Parael que no es paranoico, la situación literalmente no tiene salida, salvo la salida llamada elcomplejo de castración. El complejo de castración traslada al plano puramente imaginario todo lo que está en juegoen relación con el falo. Precisamente por este motivo conviene que el pene real quede almargen. La intervención del padre introduce aquí el orden simbólico con sus defensas, elreino de la ley, o sea que el asunto ya no está en manos del niño y, al mismo tiempo, serevuelve en otra parte. Con el padre no hay forma de ganar, salvo que se acepte tal cual esel reparto de papeles. El orden simbólico interviene precisamente en el plano imaginario.La castración afecta al falo imaginario pero de algún modo fuera de la pareja real.Pero en el caso de Juanito, no se produce nada parecido. Él está metido en el punto deencuentro entre la pulsión real y el juego imaginario del señuelo, y esto en relación con sumadre. Se produce una regresión; la regresión se produce cuando ya no alcanza a dar lo quehay que dar, y su insuficiencia le produce el más profundo desasosiego. Se produce elmismo cortocircuito con el que se satisface la frustración primitiva, que lleva al niño aapoderarse del seno para dar por cerrada la hiancia abierta frente él, la de ser devorado porla madre. Éste es el primer aspecto que adquiere la fobia (como se ve en el caso de Juanito);todo caballo objeto de fobia es sin duda un caballo que muerde. El tema de la devoraciónsiempre  puede encontrarse por algún lado en la estructura de la fobia. Pero esto quemuerde, eso que devora, no es cualquier cosa; los objetos de la fobia, que son en particularanimales, se distinguen de entrada por ser objetos pertenecientes en su esencia al ordensimbólico (el león, por ejemplo, el lobo, la jirafa). Estos objetos tienen una función muyespecial: la de suplir al significante del padre simbólico. En la etapa inicial, vemos a Juanito dar  rienda suelta  a toda clase de  imaginaciones,extraordinariamente   noveladas,   sobre   sus   relaciones   con   los   niños   que   adopta   comopropios. Es un tema de lo imaginario en el que se muestra muy a sus anchas. Es que así prolonga el juego tramposo con la madre. Y si está a sus anchas, es porque él mismo seinscribe en este juego en una posición que mezcla la identificación con la madre (pues setrata   de   adoptar   niños)   con   todas   las   formas   de   relación   amorosa,   cómodamentedesarrolladas en el plano de la ficción. Este episodio contrasta con lo que ocurre tras lasintervenciones del padre; presionado por el interrogatorio analítico de su padre, más omenos dirigido, Juanito se entrega a una especia de novela fantástica en la que reconstruyela presencia de su hermanita, años antes de que naciera, en una caja, en el coche, encima delos caballos. En suma, pone de manifiesto la gran coherencia entre lo que Lacan llama “laorgía imaginaria” durante el análisis y la intervención del padre real.Si la fobia termina en una “cura satisfactoria” es porque intervino el padre real, que tanpoco   había   intervenido   hasta   entonces.   Pero   cuando   interviene,   todo   lo   que   tendía   acristalizarse en el plano de una especie de real prematuro se relanza en un imaginarioradical; se trata de un imaginario que interviene para reorganizar el mundo simbólico.Para Lacan una cosa es clara: la curación llega cuando se expresa con mayor claridad, enforma de una historia articulada, la castración propiamente dicha. Podemos concluir que lasolución   de   la   fobia   está   vinculada   con   la   constelación   tríada    orgía   imaginaria,intervención del padre real, castración simbólica. El  alumbramiento de  la castración  pone término  a la  fobia y  además muestra,  no  su finalidad, sino qué es lo que suple.

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