jueves, 8 de agosto de 2013

Colette Soler. Lo que Lacan dijo de las mujeres. Paidós. (Pág.75-76)


La posición mujer es distinta. Lacan la define de manera opuesta. Ya evoqué la interpretación que hace del deseo femenino, en su texto de 1958, respondiendo a la famosa pregunta de Freud: "¿Qué quiere la mujer?". La respuesta, en resumen, podría formularse así: quiere gozar. No solamente eso goza más, mensaje de Tiresias, sino eso quiere gozar.

Del sujeto histérico no se podría decir : quiere gozar, y, tampoco se podría decir lo contrario. ¿Qué es lo que quiere entonces? . De lo que precede se desprende una fórmula. El histérico, que busca insatisfacer al Otro, apunta a un plus de ser. Se podría decir entonces: una mujer quiere gozar, la histérica quiere ser. Incluso exige ser, ser algo para el Otro, no un objeto de goce sino un objeto precioso que sustente el deseo y el amor. Se puede diseñar el cuadro de los rasgos diferenciales tal como los propone Lacan. Del lado mujer, a la izquierda, la referencia al goce, es decir a un plus; del lado de la histérica, a la derecha, un querer ser. Aún hay que completar el cuadro con las características de la verdad del goce efectivo y precisar ese querer gozar de la mujer.Se acompaña de un querer hacer gozar. El goce que un hombre tiene de una mujer la divide, dice Lacan en "El Atolondradicho". Es decir que el goece del paternaire viene al lugar de la causa del deseo de ella. Distinguimos claramente los dos registros de la oferta de gozar para el Otro que hace la mujer- y que difiere de la oferta de desear de la histérica- y, por otra parte, el goce específico de la mujer. Porque , en efecto, ocurre a menudo que hay mujeres que no quieren ni hacer gozar- aversión primaria de la histérica, bien percibida por Freud- ni gozar, pues el goce no es forzosamente deseable.



miércoles, 7 de agosto de 2013

Más allá del falo



Lacan propone en las fórmulas de la sexuación el goce femenino. Lo cual marca la diferencia entre la histérica, eminentemente fálica y el goce femenino, más allá del falo, comparable al de los místicos, goce adicional, suplementario, sujeto al no-todo. Mientras el goce fálico queda definido como goce del órgano, fuera del cuerpo, goce más bien masturbatorio, autoerótico, para-sexuado.
 Entonces, algunas mujeres sólo gozan en el sentido fálico, goce ligado al significante, a lo simbólico, es decir ligado a la castración, en ésta posición queda detenida la histérica, identificada al hombre, para desde allí abordar el enigma de qué es lo femenino. Algunas sólo obtienen este goce, otras acceden al Otro goce, goce femenino.
En tanto fálica, la mujer ofrece su mascarada al deseo del Otro, hace semblante de objeto, se ofrece allí como falo, ella aceptará encarnar este objeto para ofrecerse a sus delicias, pero no estará toda allí, y si está bien plantada no se lo cree del todo: sabe que no es el objeto, aunque puede jugar a donar lo que no tiene, con mayor razón si interviene el amor, gozando de ser lo que causa el deseo del otro, sin temor de quedar allí atrapada, a condición de que su goce no se agote ahí. Es hacer apariencia de objeto que el fantasma del partenaire le demanda. Hacer apariencia, es jugar a serlo, tentando desde ese lugar, es que ella goza, en posición femenina, pero debe salir de esa escena pues no encarna ese -a- todo el tiempo. No está de más decir que si se queda como a, en tanto objeto, queda atenazada en una suerte de posición masoquista.
El goce femenino es por excelencia el lugar donde se accede a la experiencia de que no hay Otro del Otro, o bien no hay relación sexual. El objeto a y ese goce femenino serán dos modalidades de suplencia de la relación sexual que no hay. Las que no dejarán de dar cuenta de un encuentro imposible.

El cuerpo femenino entonces se ofrece entre el amor y el goce. Podríamos entonces decir que una mujer se sitúa entre el hacer gozar y el ser amada.