jueves, 28 de mayo de 2020

APUNTES DE CLASE DE SIGMUND FREUD PARTE 7

FETICHISMO (1927).


Varones cuya elección de objeto era regida por un fetiche, rara vez lo sienten como síntoma. En general, el fetiche desempeñó el papel de un diagnostico subsidiario. El fetiche no es el sustituto de un pene cualquiera, sino de uno que ha tenido una gran significatividad en la primera infancia, pero se perdió más tarde. Esto es normalmente debería s resignado, pero el fetiche está destinado a preservarlo de su sepultamiento. El fetiche es el sustituto del pene de la mujer en que el varoncito ha creído y al que no quiere renunciar. El proceso: el varoncito rehusó darse por enterado de un hecho de su percepción, que la mujer no posee pene. No, eso no puede ser cierto, pues si la mujer esta castrada, su propia posesión de pene corre peligro, y en contra de ello se revuelve la porción de narcisismo con que la naturaleza, ha dotado justamente de ese órgano. Acaso el adulto vivenciará luego un pánico semejante si se proclama que el trono y el altar peligran, y lo llevara a parecidas consecuencias lógicas. La pieza más antigua de nuestra terminología psicoanalítica, la palabra represión, se refiere ya a ese proceso patológico. Si en este se quiere separar de manera más nítida el destino de la representación del destino del afecto, y reservar el término represión (defensa contra las demandas pulsionales internas) para el afecto desmentida (defensa contra los reclamos de la realidad externa), seria la designación alemana correcta para el destino de la representación. Parece que la percepción permanece y se emprendió una acción muy enérgica para sustentar su desmentida. No es correcto que tras su observación de la mujer el niño haya salvado para sí, incólumne, su creencia en el falo de aquella. La ha conservado, pero también la ha resignado; en el conflicto del deseo contrario se ha llegado a un compromiso como sólo es posible bajo el imperio de las leyes del pensamiento icc. Sí; en lo psíquico la mujer sigue teniendo pene, pero este pene ya no es el mismo que antes era. Algo otro lo ha remplazado; fue designado su sustituto, por así decir, que entonces herada el interés que se había dirigido al primero. Y aún más: ese interés experimenta un extraordinario aumento porque el horror a la castración se ha erigido un monumento recordatorio con la creación de este sustituto. Como stigma indelebile de la represión sobrevenida permanece, además, que no falta en ningún fetichista. Ahora se tiene una visión panorámica de lo que el fetiche rinde y de la vía por la cual se lo mantiene. Perdura como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección contra ella, y le ahorra el fetichista el devenir homosexual, en tanto presta a la mujer aquel carácter por el cual se vuelve soportable como objeto sexual. ¿Por qué algunos se vuelven homosexuales a consecuencia de esa impresión, otros se defienden de ella creando un fetiche y la inmensa mayoría la supera? Cabría esperar que, en sustitución del falo femenino que se echo de menos, se escogiera aquellos órganos u objetos que también en otros casos subrogan al pene en calidad de símbolos. Se detiene como a mitad de camino; acaso se retenga como fetiche la ultima impresión anterior a la traumática, la ominosa. Las prendas inferiores, que tan a menudo se escogen como fetiche, detienen el momento del desvestido, el ultimo en que todavía se pudo considerar fálica a la mujer. Si vuelvo a la descripción del fetichismo, tengo que señalar que ciertamente hay numerosas e importantes pruebas de la li-escindida del fetichista frente al problema de la castración de la mujer. Así un hombre cuyo fetiche consistía en unas bragas intimas, como las que pueden usarse a modo de malla de baño. Esta pieza de vestimenta ocultaba por completo los genitales y la diferencia de los genitales. Según lo demostró el análisis, significa tanto que la mujer esta castrada cuanto que no está castrada, y además permitía la hipótesis de la castración del varón, pues todas esas posibilidades podían esconderse tras las bragas, cuyo primer esbozo en la infancia había sido la hoja de higuera de una estatua. En otros casos, la bi-escisión se muestra en lo que el fetichista hace con su fetiche. Esto acontece, en particular, cuando se ha desarrollado una fuerte identificación padre; el fetichista desempeña entonces el papel del padre, a quien el niño, había atribuido la castración de la mujer. A partir de aquí uno cree comprender, si bien la distancia, la conducta del cortador de trenzas, en quien ha esforzado hacia adelante la necesidad de escenificar la castración que él desconoce. Su acción reúne en sí las dos aseveraciones recíprocamente incociliable: la mujer ha conservado su pene, y el padre ha castrado a la mujer.

EL TOTEMISMO EN LA INFANCIA (1912).
En el banquete totémico, el clan en ocasiones mata y devora crudo a su animal totémico, imitan sus gritos y movimientos como si quisieran destacar la identidad entre él y ellos. Consumada la muerte, el animal es llorado y lamentado. El lamento totémico es compulsivo, arrancando por el miedo a una amenazadora represalia, y su principal propósito es, sacarse de encima la responsabilidad por la muerte. Pero a ese duele sigue el más ruidoso jubilo festivo, el desencadenamiento de todas las pulsiones y la licencia de todas las satisfacciones. Una fiesta es un exceso permitido, más bien obligatorio, la violación solemne de una prohibición. El animal totémico es el sustituto el padre, y con ello armoniza la contradicción de que estuviera prohibido matarlo en cualquier otro caso, y que su matanza se convirtiera en festividad; que se matara al animal y no obstante se lo llorara. La actitud ambivalente de sentimientos que caracterizan todavía hoy al complejo paterno en nuestros niños, y prosigue a menudo en la vida de los adultos, se extendería también al animal totémico, sustituto del padre. Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda paterna. El violento padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la banda de hermano, y ahora, en el acto de la devoración, se consumaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza. Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de indentificarse con él, forzosamente se abrieron paso las mociones tiernas avasalladas entretanto. Aconteció en la forma del arrepentimiento; así nació una coincidencia de culpa que en este caso coincidía con el arrepentimiento sentido en común. El muero se volvió aún más fuerte de lo que fuera en vida; todo esto, tal como seguimos viéndolo hoy en los destinos humanos. Lo que antes él había impedido con su existencia, ellos mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la obediencia de efecto retardado que tan familiar nos resulta por los psicoanálisis. Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del sustituto paterno, el tótem, y renunciando a sus frutos denegándose la mujeres liberadas. Así, desde la conciencia de culpa del hijo varón, ellos crearon los dos tabúes fundamentales del totemismo, que por eso mismo necesariamente coincidieron con los dos deseos reprimidos del complejo de Edipo. La prohibición del incesto, tenía también un poderoso fundamento práctico. La necesidad sexual no una a los varones, sino que provoca desavenencias entre ellos. Por eso a los hermanos, si querían vivir juntos, no les quedo otra alternativa que erigir la prohibición del incesto, con la cual todos al mismo tiempo renunciaban a las mujeres por ellos anheladas y por causas de las cuales, sobre todo, habían eliminado al padre. Al otro tabú, el que amparaba la vida del animal totémico. El sistema totemista era, por así decir, un contrato con el padre, en el cual este ultimo prometía todo cuanto la fantasía infantil tiene derecho a esperar de él: amparo, providencia e indulgencia, a cambio de lo cual uno se obligaba a honrar su vida, esto es, no repetir en él aquella hazaña en virtud de la cual había perecido el padre verdadero. Había también un intento de justificación en el totemismo: Si el padre nos hubiera tratado como el tótem, nunca habríamos caído eln la tentación de darle muerte. La religión del tótem no sólo abarca las exteriorizaciones de arrepentimiento y los infiernos de reconciliación, sino que también sirve para recordar el triunfo sobre el padre. La satisfacción que ello produce hace que introduzca la fiesta conmemorativa del banquete totémico, en la cual se levantan las restricciones de la obediencia de efecto retardado, y convierte en obligatorio renovar el crimen del parricidio en el sacrificio del animal totémico toda vez que lo adquirido en virtud de aquella hazaña, la apropiación de las cualidades del padre, amenaza desparecer a consecuencia de los cambiantes influjos de la vida. Los sentimientos sociales fraternos sobre los cuales descansa la gran subversión conservan a partir de entonces a partir de entonces y por mucho tiempo el influjo más hondo sobre el desarrollo de la sociedad. Se procuran expresión en la santidad de la sangre común, en el realce de la solidaridad entre todo lo vivo que pertenezca al mismo clan. En tanto así los hermanos se aseguran la vida unos a otros, están enunciando que ninguno de ellos puede ser tratado por otro como todos en común trataron al padre. Previenen que puedan repetirse es destino de este. A la prohibición, de matar al tótem se le agrega la prohibición, de matar al hermano. La sociedad descansa ahora en la culpa compartida por el crimen perpetrado en común; la religión, en la cc de culpa y el arrepentimiento consiguiente; la eticidad, en parte en las necesidad objetivas de esta sociedad y, en lo restante, en las expiaciones exigidas por la cc de culpa.
MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER (1920).
I
El principio de placer rige la vida anímica encuentran su expresión también en la hipótesis de que el aparato anímico se afana por mantener lo más baja posible, o al menos constante, la cantidad de excitación presente en él. En el alma existe una fuerte tendencia al principio de placer, pero ciertas otras fuerzas lo contrarían, de suerte que el resultado final no siempre puede corresponder a la tendencia al placer. El principio de placer es propio de un modo de trabajo primario del aparato anímico, desde el comienzo mismo inutilizable, y aun peligro en alto grado, para la autopreservación del organismo en medio de las dificultades del mundo exterior. Bajo el influjo de las pulsiones de autonconservación del yo, es relvado por el principio de realidad, que, sin resignar el propósito de una ganancia final de placer, exige y consigue posponer la satisfacción, renunciar a diversas posibilidades de lograrla y tolerar provisionalmente el displacer en el largo rodeo hacia el placer. Otra fuente de desprendimiento de displacer, surge de los conflictos y escisiones producidos en el aparato anímico mientras el yo recorre su desarrollo hacia organizaciones de superior complejidad. Casi toda la energía que llena al aparato proviene a todas en una misma fase del desarrollo. En el curso de este, acontece repetidamente que ciertas pulsiones o partes de pulsiones se muestran, por sus metas o sus requerimientos, inconciliables con las restantes que pueden conjugarse en la unidad abarcadora del yo. Son segregadas entonces de esa unidad por el proceso de represión; se las tiene en estadios inferiores del desarrollo psíquico y se les corta, en un comienzo, la posibilidad de alcanzar satisfacción. Y si luego consiguen procurarse por ciertos rodeos una satisfacción directa o sustitutiva, este éxito, que normalmente habría sido una posibilidad de placer, es sentido por el yo como displacer. En su mayor parte el displacer que sentimos es un displacer de percepción. Puede tratarse de la percepción del esfuerzo de pulsiones insatisfechas, o de una percepción exterior penosa en sí misma o que excite expectativas displacenteras en el aparato anímico, puede ser conducida luego de manera correcta por el principio de placer o por el de realidad, que lo modifica.
II
El cuadro de las neurosis traumáticas se aproxima al de la histeria por presentar en abundancia síntomas motores similares; pero lo sobrepasa, por lo regular, en sus muy acusados indicios de padecimiento subjetivo. Las neurosis de guerra ni y las neurosis traumáticas. En las primeras, resultó por un lado esclarecedor, aunque por el otro volvió a confundir las cosas, el hecho de que el mismo cuadro patológico sobrevenía en ocasiones sin la cooperación de una violencia mecánica cruda; en la neurosis traumática común se destacaban dos rasgos que podrían tomarse como punto de partida de la reflexión: que el centro de gravedad de la causación parece situarse en el factor de la sorpresa, en el terror, y que un simultáneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de los casos la producción de la neurosis. Terror, miedo, angustia se usan equivocadamente como expresiones sinónimas; se las puede distinguir muy bien en su relación con el peligro. La angustia designa cierto estado como de expectativa frente al peligro y preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido; el miedo requiere un objeto determinado, en presencia del cual uno lo siente; en cambio, se llama terror al estado en que se cae cuando se corre peligro sin estar preparado: destaca el factor sorpresa. No creo que la angustia pueda producir una neurosis traumática; en la angustia hay algo que protege contra el terror y por lo tanto también contra la neurosis de terror. La vida onírica de la neurosis traumática muestra este carácter: reconduce al enfermo una y otra vez, a la situación de su accidente, de la cual despierta con renovado terror. El enfermo está fijado psíquicamente al trauma. Este buen niño exhibía el hábito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de una cama, todos los pequeños objetos que hallaban a su alcance, de modo que no solía ser tarea fácil juntar sus juguetes. Y al hacerlo profería, con expresión de interés y satisfacción, un fuente y prolongado “o-o-o-o”, que, según el juicio coincidente de la madre y de este observador, no era interjección, sino que significaba “fort” (se fue). El niño tenía un carretel de madera atado con un piolín. No se le ocurrió, por ejemplo, arrastrarlo tras sí por el piso para jugar al carrito, sino que con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenía por el piolín, tras la baranda de su cunita con mosquitero; el carretel desaparecía ahí dentro, el niño pronunciaba su significativo “o-o-o-o”, y después, tirando el piolín, volvía sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso “Da” (acá está). La interpretación: su renuncia pulsional de admitir sin protesta la partida de la madre. Se resarcía, digamos, escenificado por si mismo, con los objetos a su alcance, ese desaparecer y regresar. Es imposible que la partida de la madre le resultaba agradable, o aun indiferente. En la vivencia era pasivo, era afectado por ella; ahora se ponía en un papel activo repitiéndola como juego, a pesar de que fue displacentera. Comoquiera que sea, si ene l caso examinado ese esfuerzo repitió en el juego una impresión desagradable, ello se debió únicamente que la repetición iba concetada a una ganacia de placer de otra índole, pero directa. Los niños repiten en el juego todo cuento les ha hecho gran impresión en la vida; de ese modo abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan de la situación.
III
El enfermo puede no recordar todo lo que hay en él de reprimido, acaso justamente lo esencial. Si tal sucede, no quiere convencimiento ninguno sobre la justeza de la construcción que se le comunicó. Más bien se ve forzado a repetir lo reprimido como vivenciar presente, en vez de recordarlo como el médico preferiría en calidad de fragmento del pasado. Esta reproducción que emerge con fidelidad no deseada, tiene siempre por contenido un fragmento de la vida sexual infantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus ramificaciones; y regularmente se juega en el terreno de la trasferencia. Cuando en el tratamiento las cosas se han llevado hasta ese punto, puede decirse que la anterior neurosis ha sido sustituida por una nueva, una neurosis de trasferencia. El médico no puede ahorra al analizado esta fase de la cura; tiene que dejarle revivenciar ciertos fragmentos de su vida olvidada, cuidando que al par que lo hace conserve cierto grado de reflexión en virtud del cual esa realidad aparente pueda individualizarse cada vez como reflejo de un pasado olvidado. Compulsión de repetición es preciso ante todo librarse de un error, a saber, que en la lucha contra las resistencias uno se enfrenta con la resistencia de lo icc. Lo icc, lo reprimido, no ofrece resistencia alguna a los esfuerzos de la cura; y aun no aspira a otra cosa que a irrumpir hasta la cc o hasta descarga. La resistencia en la cura proviene de los mismos estratos y sistemas superiores de la vida psíquica que en su momento llevaron a cabo la represión. Pero, dado que los motivos de las resistencias, y aun estas mismas, son al comienzo icc en la cura. Eliminamos esta oscuridad poniendo en oposición no lo cc y lo icc, sino el yo coherente y lo reprimido. En el interior del yo es mucho lo icc; el núcleo del yo. La resistencia del analizado parte de su yo. ¿Qué relación guarda con el principio de placer la compulsión de repetición, al exteriorización forzosa de lo reprimido? Es claro que, las más de las veces, lo que la compulsión de repetición hace revivenciar no puede menos que provocar displacer al yo, puesto que saca a la luz operaciones de mociones pulsionales reprimidas. Empero, ya hemos considerado esta clase de displacer; no contradice al principio de placer, es displacer: no contradice al principio de placer, es displacer para un sistema y, al mismo tiempo, satisfacción para el otro. Pero el hecho nuevo y, asombroso que ahora debemos describir es que la compulsión de repetición devuelve también vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfactorias, ni siquiera de las mociones pulsionales reprimidas desde entonces. Los neuróticos repiten en la trasferencia todas estas ocasiones indeseadas y estas situaciones afectivas dolorosas, reanimándolas con gran habilidad. Nada de eso pudo procurar placer entonces; se creería que hoy produciría un displacer menor si emergiera como recuerdo o en sueños, en vez de configurarse como vivencia nueva. Se trata, desde luego, de la acción de pulsiones que estaban destinadas a conducir a la satisfacción; pero ya en aquel momento no la produjeron, sino que conllevaron únicamente displacer. Esa experiencia se hizo en vano. Se la repite a pesar de todo; una compulsión esfuerza a ello. Eso mismo que el psa revela en lo fenómenos trasferenciales de los neuróticos puede reencontrarse también en la vida de personas no neuróticas. En estas hace la impresión de un destino que las persiguiera, de un sesgo demoniaco en su vivenciar; y desde el comienzo el psa juzgó que ese destino fatal era autoinducido y estaba determinado por influjos de la temprana infancia. Este eterno retorno de lo igual nos asombra poco cuando se trata de una conducta activa de tales personas y podemos descubrir el rasgo de carácter que permanece igual en ellas, exteriorizándose forzosamente en la repetición de idénticas vivencias. Nos sorprende mucho más los casos en que la persona parece vivenciar pasivamente algo sustraído a su poder, a despecho de lo cual vivenciar una y otra vez la repetición del mismo destino. En la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición que se instaura más allá del principio de placer. En cuanto a los fenómenos de la trasferencia, es evidente que están al servicio de la resistencia del yo, obstinado en la represión; se diría que la compulsión de repetición, que la cura pretendía poner a su servicio, es ganada para el bando del yo, que quiere aferrarse al principio de placer.
IV
La cc es la operación de un sistema particular, al que llama Cc. Puesto que la cc brinda en lo esencial percepciones de excitaciones que vienen del mundo exterior, y sensaciones de placer y displacer que sólo pueden originarse en el interior del aparato anímico, es posible atribuir al sistema P-Cc una posición especial. Tiene que encontrarse en la frontera entre lo exterior y lo interior, estar vuelto hacia el mundo exterior y envolverse a los otros sistemas psíquicos. En el sistema Cc el proceso excitatorio deviene cc, pero no le deja como secuela ninguna huella duradera; se producirían a raíz de la propagación de la excitación a los sistemas internos contiguos, y en estos. La cc surge en remplazo de la huella mnémica. El sistema se singulariza entonces por la particularidad de que en él, a diferencia de lo que ocurre en todos los otros sistemas psíquicos, el proceso de excitación no deja tras sí una alteración permanente de sus elementos, sino que se agota, en el fenómeno de devenir-cc. Ese factor que falta a todos los otros sistemas podría ser la ubicación del sistema Cc, su choque directo con el mundo exterior. En su avance de un elemento al otro la excitación tiene que vencer una resistencia, y justamente la reducción de esta crea la huella permanente de la excitación; podría pensarse entonces que en el sistema Cc ya no subsiste ninguna resistencia de pasaje de esa índole este un elemento y otro. Podríamos conjugar esta imagen con el distingo de Breuer entre energía de investidura ligada y libremente móvil en los elementos de los sistemas psíquicos; los elementos del sistema Cc no conducirían entonces ninguna energía ligada, sino sólo una energía susceptible de libre descarga. Esta partícula de sustancia viva flota en medio de un mundo exterior cargado con las energías más potentes, y sería aniquiladas por la acción estímulos que parten de él si no estuviera provista de una protección antiestímulo, la obtiene del siguiente modo: su superficie más externa deja de tener la estructura propia de la materia viva, se vuelve inorgánica, y en lo sucesivo opera apartando los estímulos, como un envoltorio especial o membrana; hace que ahora las energías del mundo exterior puedan propagarse sólo con una fracción de su intensidad a los estratos contiguos, que permanecieron vivos. Para el organismo vivo, está dotado de una reserva energética propia, y en su interior se despliegan formas particulares de trasformación de la energía: su principal afán tiene que ser, preservarlas del influjo nivelador, y por tanto destructivo, de las energías hipergrandes que laboran fuera. Este estrato cortical sensitivo, que más tarde será el mismo el sistema Cc, recibe también excitaciones desde adentro; la posición del sistema entre el exterior y el interior. Hacia afuera hay una protección antiestímulo, y las magnitudes de excitación accionarán sólo en escala reducida; hacia adentro, aquella es imposible, y las excitaciones de los estratos más profundos se propagan hasta el sistema de manera directa y en medida no reducida, al par que ciertos caracteres de su decurso producen la serie de las sensaciones de placer y displacer. Determinan dos cosas: la primera, la prevalencia de las sensaciones de placer y displacer sobre todos los estímulos externos; la segunda, cierta orientación de la conducta respecto de las excitaciones internas que produzcan una multiplicación de displacer demasiado grande. En efecto se tendera a tratarlas como si no obrasen desde adentro, sino desde afuera, a fin de poder aplicarles el medio defensivo de la protección antiestímulo. Este es el origen de la proyección, a la que le está reservado un papel importante en la causación de procesos patológicos. Llamaremos traumáticas a las exitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protección antiestímulo. El trauma externo provocará perturbación enorme en la economía energética del organismo y pondrá en acción todos los medios de defensa. En un primer momento el principio de placer quedara abolido. Ya no podrá impedirse que el aparato anímico resulte anegado por grandes volúmenes de estímulo; entonces, la tarea planteada es más bien otra: dominar el estímulo, ligar psíquicamente los volúmenes de estímulo que penetraron violentamente a fin de conducirlos después, a su tramitación. De todas partes es movilizada la energía de investidura a fin de crear, en el entorno del punto de intrusión, una investidura energética de nivel correspondiente. Se produce una enorme contrainvestidura a favor de la cual se empobrecen todos los otros sistemas psíquicos. Un sistema de elevada investidura en sí mismos es capaz de recibir nuevos aportes de energía fluyentes y trasmudarlos en investidura ligada psíquicamente. Cuanto más alta sea su energía ligada propia, tanto mayor será también su fuerza ligadora; y a la inversa: cuanto más baja su investidura, tanto menos capacitado estará el sistema para recibir energía afluyente, y más violentas serán las consecuencias de una perforación de la protección antiestímulo como la considerada. Podemos concebir la neurosis traumática común como el resultado de una vasta ruptura de la protección antiestímulo. Así volvería por sus fueron la doctrina del choque, opuesta, en apariencia, a una más tardía y de mayor refinamiento psicológico, que no atribuye valor etiológico a la acción violenta mecánica, sino al terror y al peligro de muerte. Sólo que estos opuestos no son irreconciliables, ni la concepción psa de la neurosis traumática es idéntica a la forma más burda de la teoría del choque. Mientras que esta sitúa la esencia del choque en el deterioro de la estructura molecular o aun histológica de los elementos nerviosos, nosotros buscamos comprender su efecto por la ruptura de la protección antiestímulo del órgano anímico y las tareas que ello plantea. Pero también el terror conserva para nosotros su valor. Tiene por condición la falta del apronte angustiado. Este último conlleva la sobreinvestidura de los sistemas que reciben primero el estímulo. A raíz de esta investidura más baja, pues, los sistemas no están en buena situación para ligar los volúmenes de excitación sobrevienientes, y por eso las consecuencias de la ruptura de la protección antiestímulo se producen tanto más fácilmente. Descubrimos, así, que el apronte angustiado, con su sobreinvestidura de los sistemas recipientes, constituye la última trinchera de la protección antiestímulo. Si en la neurosis traumática los sueños reconducen tan regularmente al enfermo a la situación en que sufrió el accidente, es palmario que no están al servicio del cumplimiento de deseo, cuya producción alucinatoria devino la función de los sueños bajo el imperio del principio de placer. Pero tenemos derecho a suponer que por esta vía contribuye a otra tarea que debe resolverse antes de que el principio de placer pueda inciar su imperio. Estos sueños buscan recuperar el dominio sobre el estímulo por medio de un desarrollo de angustia cuya omisión causo la neurosis traumática. Nos proporcionan así una perspectiva sobre una función del aparato anímico independiente de él y parece más originaria que el propósito de ganar placer y evitar displacer. Los sueños que se presentan en los psa, y obedecen a la compulsión de repetición, que en el análisis apoya en el deseo de convocar lo olvidado y reprimido. Neurosis de guerra podría tratarse de neurosis traumáticas facilitadas por un conflicto en el yo. El hecho citado supra de que las posibilidades de contraer neurosis se reducen cuando el por una herida física deja de resultar incomprensible si se toman en cuenta dos constelación que la investigación psa ha puesto de relieve. La primera, que la conmoción mecánica debe admitirse como una de las fuentes de la excitación sexual y la segunda, que el estado patológico de fiebre y dolores ejerce, mientras dura, un poderoso influjo sobre la distribución de la libido. Entonces, la violencia mecánica del trauma liberaría el quantum de excitación sexual, cuya acción traumática es debida a la falta de apronte angustiado; y, por otra parte, la herida física simultánea ligaría el exceso de excitación al reclamar una sobreinvestidura narcisista del órgano doliente.
V
Las exteriorizaciones de una compulsión de repetición que hemos descrito en las tempranas actividades de la vida anímica infantil, así como en las vivencias de la cura psa, muestran en alto grado un carácter pulsional y, demoníaco. En el caso del juego infantil creemos advertir que el niño repite la vivencia displacentera, además, porque mediante su actividad consigue un dominio sobre la impresión intensa mucho más radical que el que era posible en el vivenciar meramente pasivo. Cada nueva repetición parece perfeccionar ese dominio procurado; pero ni aun la repetición de vivencias placenteras será bastante para el niño, quien se mostrará inflexible exigiendo la identidad de la impresión. Este rasgo de carácter está destinado a desaparecer más tarde. En todos los acasos la novedad será condición del goce. Es palmario que la repetición, el reencuentro de la identidad, constituye por sí misma una fuente de placer. En el analizado, en cambio, resulta claro que su compulsión a repetir en la trasferencia los episodios del periodo infantil de su vida se sitúa, en todos los sentidos, más allá del principio de placer. El enfermo se comporta en esto de una manera completamente infantil, y así no enseña que las huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias del tiempo primordial no subsisten en su interior en el estado ligado, y aun, en cierta medida, son insusceptibles del proceso secundario. A esta condición de no ligadas deben también su capacidad de formar, adhiriéndose a los restos diurnos, una fantasía de deseo que halla figuración en el sueño. Una pulsión seria entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas; sería una suerte de elasticidad orgánica o, si se quiere, la exteriorización de la inercia en la vida cotidiana. Si todas las pulsiones orgánicas son conservadoras, adquiridas históricamente y dirigidas a la regresión, al restablecimiento de lo anterior, tendremos que anotar los éxitos del desarrollo orgánico en la cuenta de influjos externos, perturbadores y desviantes. La meta toda la vida es la muerte; y, restrospectivamente: lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo. En algún momento, por una intervención de fuerzas, se suscitaron en la materia inanimada las propiedades de la vida. La tensión así generada en el material hasta entonces inanimado pugnó después por nivelarse; así nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado. En esa época, a la sustancia viva le resultaba todavía fácil morir. Durante largo tiempo, quizá, la sustancia viva fue recreada siempre de nuevo y murió con facilidad cada vez, hasta que decisivos influjos externos se alteraron. Y dar unos rodeos más y más complicados, antes de alcanzar la meta de la muerte. Son estos rodeos para llegar a la muerte, lo que hoy nos ofrecen el cuadro de los fenómenos vitales. Las pulsiones de autoconservación, de poder y de ser reconocido, caé por tierra; son pulsiones parciales destinadas a asegurar el camino hacia la muerte peculiar del organismo y a alejar otras posibilidades de regreso a lo inorgánico que no sean las inmanentes. El organismo sólo quiere morir a su manera, también estos guardianes de la vida fueron originariamente alabarderos de la muerte. Así se engendra la paradoja de que el organismo vivo lucha con la máxima energía contra influencias que podrían ayudarlo a alcanzar su meta vital por el camino más corto; pero esta conducta es justamente lo característico de un bregar puramente pulsional a diferencia de un bregar inteligente. Las pulsiones que vigilan los destinos de estos organismos elementales que sobrevienen al individuo, cuidan por su segura colocación mientras se encuentran inermes frente a los estímulos del mundo exterior, y provocan su encuentro con las otras células germinales, constituyen el grupo de las pulsiones sexuales. Son conservadores en cuanto espejan estados anteriores de la sustancia viva; pero lo son en medida mayor, pues resultan particularmente resistentes a injerencias externas, y lo son además en otro sentido, pues conservan la vida por lapsos más largos. Son las genuinas pulsiones de vida; dad que contrarían el propósito de las otras pulsiones. Se insinúan una oposición entre aquellas y estas, oposición cuya importancia fue tempranamente discernida por la doctrina de las neurosis. Hay como un ritmo titubeante en la vida de los organismos; uno de oso grupos pulsionales se lanza, impetuoso, hacia adelante, para alcanzar lo más rápido posible la meta final de la vida; el otro, llegado a cierto lugar de este camino, se lanza hacia atrás para volver a retomarlo desde cierto punto y así prolongan la duración del trayecto. La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción; todas las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son insuficientes para cancelar su tensión acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que, en las palabras del poeta, acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante. El camino hacia atrás, hacia la satisfacción plena, en general es obstruido por las resistencias en virtud de las cuales las represiones se mantienen en pie; y entonces no queda más que avanzar por la otra dirección del desarrollo, todavía expedita, en verdad sin perspectivas de clausurar la marcha ni de alcanzar la meta.
VI
Dos tipos de pulsiones las que pueden conducir la vida a la muerte, y las otras, las pulsiones sexuales, que de continuo aspiran a la renovación de la vida y la realizan. Del conjunto de estas indagaciones hemos de extraer dos hechos que parecen ofrecernos un asidero firme. En primer lugar: Si los animalitos, en un momento en que todavía no muestran ningún signo de senectud, pueden fusionarse de a dos, copular, quedan a salvo de envejecer, re rejuvenecen. En segundo lugar. Es probable, que los infusorios sean conducidos a una muerte natural por su propio proceso de vida. Las pulsiones yoicas = pulsiones de muerte, y pulsiones sexuales = pulsiones de vida. Eros procura esforzar las partes de la sustancia viva unas y otras y cohesionarlas; y las pulsiones sexuales aparecieron como parte de Eros vuelta hacia el objeto. Eros actúa desde el comienzo de la vida, como pulsión de vida, entra en oposición con la pulsión de muerte nacida por la animación de lo inorgánico. Las pulsiones de vida tienen como energía la libido y la pulsión de muerte tiene en parte energía de libido. La pulsión de muerte que se exterioriza se transforma en pulsión de destrucción, cuando esta pulsión es introyectada es pulsión de muerte.
VII
Hemos discernido como una de las más tempranas funciones del aparato anímico la de ligar las mociones pulsionales que le llegan, sustituir el proceso primario que gobierna en ellas por el proceso secundario, trasmudar su energía de investidura libremente móvil en investidura predominante quiescente. En el curso de esta trasposición no es posible advertir el desarrollo de displacer, mas no por ello se deroga el principio de placer. La trasposición acontece más bien al servicio del principio de placer; la ligazón es un acto preparatorio que introduce y asegura el imperio del principio de placer. El principio de placer es entonces una tendencia que está al servicio de una función: la de hacer que el aparato anímico quede exento de excitación, o la de mantener en él constante, o en el nivel mínimo posible, el monto de excitación. La ligazón de la moción pulsional seria una función preparatoria destinada a acomodar la excitación para luego tramitarla definitivamente en el placer de descarga. Los procesos no ligados, los procesos primarios, provpcan sensación más intensas en ambos sentidos que los ligados, los del proceso secundario. Los procesos primario son los más tempranos en el tiempo; al comienzo de la vida anímica no hay otros, y podemos inferir que si el principio de placer no actuase ya en ellos, nunca habría podido instaurase para los posteriores. El afán de placer se exterioriza al comienzo de la vida anímica con mayor intensidad que más tarde, pero no tan irrestrictamente; se ve forzado a admitir frecuentes rupturas. Aquello que en el proceso excitatorio hace nacer las sensaciones de placer y displacer tiene que estar presente en el proceso secundario lo mismo que en el primario. Nuestra cc nos trasmite desde adentro no sólo las sensaciones de placer y displacer, sino también las de unas peculiares que su vez, puede ser placentera o displacentera. El principio de placer parece estar directamente al servicio de las pulsiones se muerte; es verdad que tambien monta guardia con relación a los estímulos de afuera, apreciados como peligro por las dos clases de pulsiones, pero muy en particular con relación a los incrementos de estímulo procedentes de adentro, que apuntan a dificultar la tarea de vivir.

PEGAN A UN NIÑO (1919)
I
La representación fantasía “un niño es pegado” es confesada con frecuencia por personas que han actuado al tratamiento analítico a causa de una histeria o de una neurosis obsesiva. A esta fantasía se anudan sentimientos placenteros en virtud de los cuales se la ha reproducido innumerables veces o se la sigue reproduciendo. En el ápice de la situación representada se abre paso casi regularmente una satisfacción onanista, al comienzo por la propia voluntad de la persona, pero luego también con carácter compulsivo y a pesar de su empeño contrario. La confesión de esta fantasia sólo sobrevienen con titubeos; el recuerdo de su primera aparición es inseguro, una inequívoca resistencia sale al paso de su tratamiento analítico, y la vergüenza y el sentimiento de culpa quizá se movilizan.
II
De acuerdo con nuestras actuales intelecciones, una fantasía así, que emerge en la temprana infancia quizás a raíz de ocasiones casuales y que se retiene para la satisfacción autoerótica, sólo se admite ser concebida como un rasgo primario de perversión. Sabemos que una perversión infantil de esta índole no necesariamente dura toda la vida; en efecto, más tarde puede caer bajo represión, ser sustituida por una formación reactiva o ser trasmudada por una sublimación. Pero si estos procesos faltan, la perversión se conserva en la madurez, y siempre que en el adulto hallamos una aberración sexual, tenemos derecho a esperar que la exploración amnésica nos lleve a descubrir en la infancia un suceso fijado de esa naturaleza. Las impresiones fijadoras carecían de toda fuerza traumática. Pero su significatividad podía hallarse en que ofrecían a esos componentes sexuales prematuros y en acecho una ocasión, aunque causal, para adherir a ellas, y cabía prever que la cadena del enlace causal tendría en alguna parte un término provisional. Si ese componente sexual que se separo temprano es el sádico, nos formamos, sobre la base de intelección obtenidas en otro terreno, la expectativa de que su ulterior represión genere una predisposición a la neurosis obsesiva.
III
Es el periodo de la infancia que abarca de los dos a los cuatro o cinco años cuando por primera vez los factores libidinosos congénitos son despertados por las vivencias y ligados a ciertos complejos. Las fantasías de paliza, aquí consideradas, sólo aparecen hacia el fin de ese período o después de él. Las fantasías de paliza su mayor parte cambia más de una vez; su vinculo con la persona fantaseadora, su objeto, contenido y significado. Me permitiré circunscribir mis descripciones a las personas del sexo femenino. La primera fase; el niño azotado, en efecto, nunca es el fantaseador; lo regular es que sea otro niño. La fantasía sádica seguramente no es masoquista; se la llamaría sádica. En cuanto a quiés es, la persona que pega. Una persona adulta indeterminada se vuelve más tarde reconocible de manera clara y univoca como el padre. La fantasía de paliza se formula: “El padre pega a niño”. Dejo traslucir mucho del contenido que luego pesquisaremos si digo, en lugar de ello: “El padre pega al niño que yo odio”. Es cierto que la persona que pega sigue siendo la misma, el padre, pero el niño azotado ha devenido otro; por lo regular es el niño fantaseador mismo, la fantasía se ha teñido de placer en alto grado y se ha llenado con un contenido sustantivo. Entonces, su texto es ahora: “Yo soy azotado por el padre”. Tiene un indudable carácter masoquista. Esta segunda fase, nunca ha tenido una existencia real. En ningún caso es recordada, nunca ha llegado a devenir-conciente. Se trata de una construcción de l análisis. La tercera fase: “Probablemente yo estoy mirando”. La situación originaria simple y monótona, del ser azotado puede experimentar la más diversa variación y adornos, y el azotar mismo puede ser sustituido por castigos y humillaciones de otra índole. La fantasía es ahora la portadora de una excitación intensa inequívocamente sexual, y como tal procura la satisfacción onanista.
IV
Si uno prosigue el análisis a través de esas épocas tempranas en que se sitúa la fantasía de paliza. La niña pequeña está fijada con ternura al padre, quien probablemente lo ha hecho todo para ganar su amor, actitud de odio y competencia hacia la madre, la fantasía de paliza no se anuda a la relación con la madre. Están los otros hijos, se lo desprecia. Se comprende que ser azotado, aunque no haga mucho daño, significa una destitución del amor y una humillación. Ello quiere decir: “El padre no ama a ese otro niño, me ama sólo a mi”. Este es entonces el contenido y el significado de la fantasía de la paliza en su primera fase. No hay fundamento alguno para la conjetura que ya esta primera fase de la fantasía sirva a una excitación que envolviendo a los genitales sepa procurarse descarga en un acto onanista. La fantasía de la época del amor incestuoso había dicho: “El (el padre) me ama sólo a mí, no al otro niño, pues a este le pega”. La conciencia de culpa no sabe hallar castigo más duro que la inversión e este triunfo: “No, no te ama a ti, pues te pega”. Entonces la fantasía de la segunda fase, la de ser uno mismo azotado por el padre, pasaría a ser la expresión directa de la cc de culpa ante la cual ahora sucumbe al amor del padre. Así pues, la fantasía ha devenido masoquista; por lo que yo sé, siempre es así: en todos los casos es la cc de culpa el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo. Pero ciertamente no es este el contenido integro del masoquismo. La cc de culpa no puede haber conquistado sola la liza; la moción de amor tiene que haber tenido su parte de ello. En estos niños se ve particularmente facilitado un retroceso a la organización pregenital sádico-anal de la vida sexual. Cuando la represión afecta la organización genital recién alcanzada, no es la única consecuencia de ello que toda subrogación psíquica del amor incestuoso deviene o permanece inconciente, sino que se agrega esta otra: la organización genital misma experimenta un rebajamiento regresivo. “El padre me ama” se entendía en el sentido genital; por medio de la regresión se muda en “El padre me pega (soy azotado por el padre)”. Este ser-azotado es ahora una conjunción de cc de culpa y erotismo; no es sólo el castigo por la referencia genital prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a partir de esta última fuente recibe la excitación libidinosa que desde ese momento se le adhorirá y hallará descarga en actos onanistas. Ahora bien, sólo esta es la esencia del masoquismo. La fantasía de la segunda fase permanece icc, a consecuencia de la intensidad de la represión. La cc de culpa se habría conformado con la regresión en el caso de los niños; en el caso de las niñas, la cc de culpa se habría calmado mediante la cooperación de ambas. Por lo tanto la fantasía permanece icc y debe ser reconstruida en el análisis. Concebimos como una sustitución así la fantasía de paliza de la tercera fase, su configuración definitiva en que el niño fantaseador sigue apareciendo a lo sumo como espectador, y el padre se conserva en la persona de un maestro u otra autoridad. La fantasía, semejante ahora a la de la primera fase, parece haberse vuelto de nuevo hacia el sadismo. Produce la impresión como si en la fase “El padre pega a otro niño, solo me ama a mí” el acento se hubiera retirado sobre la primera parte después que la segunda sucumbió a la represión. Sólo la forma de esta fantasía es sádica; la satisfacción que se gana con ella es masoquista, su intencionalidad reside en que ha tomado sobre sí la investidura libidinosa de la parte reprimida y, con esta, la cc de culpa que adhiere al contenido. Los niños azotados son casi siempre varoncitos tanto en las fantasías de los varones como en la de las niñas. Cuando se extrañan del amor incestuoso hacia el padre, es fácil que rompan por completo su papel femenino, reanimen su complejo de masculinidad.
V
La perversión ya no se encuentra más aislada en la vida sexual del niño, sino que es acogida dentro de la trama de los procesos de desarrollo familiares para nosotros en su calidad de típicos. Es referida al amor incestuoso de objeto, al complejo de Edipo del niño; surge primero sobre el terreno de este complejo, y luego de ser quebrantado permanece, a menudo solitaria, como secuela de él, como heredera de su carga libidinosa y gravada con la cc de culpa que lleva adherida. La fantasía de la paliza y otras fijaciones perversas análogas sólo serian unos precipitados del complejo de Edipo, por así decir las cicatrices que el proceso deja tras su expiración, del mismo modo como la célebre inferioridad corresponde a una cicatriz narcisista de esa índole. En cuanto a la génesis del masoquismo, el examen de nuestras fantasías de paliza, al comienzo parece corroborarse que el masoquismo no es una exteriorización pulsional primaria, sino que nace por una reversión del sadismo hacia la persona propia, o sea por regresión del objeto al yo. La trasmudación del sadismo al masoquismo parece acontecer por el influjo de la c de culpa que participa en el acto de represión. La represión se exterioriza aquí en tres clases de efectos: vuelve icc el resultado de la organización genital, constriñe a esta última a la regresión hasta el estadio sádico-anal y muda el sadismo en masoquismo pasivo, en cierto sentido de nuevo narcisista. De estos tres resultados, el intermedio es posibilitado por la endeblez de la organización genital, endeblez que damos por supuesta en estos casos; el tercero se produce de manera necesaria porque a la cc de culpa la escandaliza tanto el sadismo como la elección incestuosa de objeto entendida en sentido genital. ¿De dónde viene la cc de culpa? Supimos desde siempre que esa cc de culpa se debía al onanismo de la infancia y no al de la pubertad, y que debía referirse en su mayor parte no al acto onanista, sino a la fantasía que estaba en su base, si bien de manera icc. Es de importancia mayor la segunda fase, icc y masoquista; la fantasía de ser uno mismo azotado por el padre. No sólo porque continua su acción eficaz por mediación de aquella que la sustituye; también se pesquisan efectos suyos sobre el carácter, derivados de manera inmediata de su versión icc. Los seres humanos que llevan en su interior esa fantasía muestran una particular susceptibilidad e irritabilidad hacia personas a quienes pueden insertar en la serie paterna; es fácil que se hagan enfrentar por ellas y así realicen la situación fantaseada, la de ser azotado por el padre, produciéndola en su propio perjuicio y para su sufrimiento.
VI
El varoncito y la niña se diferenciaban en la segunda fase hallada en la niña por el hecho de que podría devenir cc. Pero si por esa razón se quería equiparar a la tercera fase de la niña, subsistía una nueva diferencia, que la persona propia del muchacho no era sustituida por muchas, indeterminadas, ajenas y menos aún por muchas niñas. El análisis de la primera infancia nos proporciona otra vez un sorprendente descubrimiento: la fantasía cc o susceptible de cc, cuyo contenido es ser azotado por la madre, no es primaria. Tiene un estadio previo por lo común icc, “Yo soy azotado por el padre”. La fantasía notoria y cc “Yo soy azotado por la madre” se sitúa en el lugar de la tercera fase de la niña. El ser azotado de la fantasía masculina, es también un ser amado en sentido genital, pero al cual se degrada por vía de regresión. Por ende, la fantasía masculina no rezaba en su origen “Yo soy azotado por el padre”, según supusimos de manera provisional, sino más bien “Yo soy amado por el padre”. Mediante los consabidos procesos ha sido trasmutada en la fantasía cc “Yo soy azotado por la madre”. La fantasía de paliza del varón es entonces desde el comienzo pasiva, nacida de la actitud femenina hacia el padre. Corresponde al complejo de Edipo: en ambos casos la fantasía de paliza deriva de la ligazón incestuosa con el padre. En la niña, la fantasía masoquista icc parte de la postura edípica normal, en el varón, de la trastornada, que toma al padre como objeto de amor. En la niña, la fantasía tiene un grado previo en que la acción de pegar aparece en su significado indiferente y recae sobre una persona a quien se odia por celos; ambos elementos faltan en el varón. En el paso a la fantasía cc que sustituye a la anterior, la niña retiene la persona del padre, y con ella, el sexo de la persona que pega; pero cambia a la persona azotada y s sexo, de suerte que al final un hombre pega a niños varones. El varón cambia persona y sexo del que pega, sustituyendo al padre por la madre, y conserva su propia persona, de suerte que al final el que pega y el que es azotado son de distinto sexo. En la niña, la situación originariamente masoquista es trasmudada por la represión sádica, cuyo carácter sexual está muy borrado; en el varón sigue siendo masoquista y a consecuencia de la diferencia de sexo entre el que pega y el azotado conserva mas semejanza con la fantasía originaria, de intención genital. El varón se sustrae de su homosexualidad reprimiendo y refundiendo la fantasía icc; lo curioso de su posterior fantasía cc es que tiene por contenido una actitud femenina sin elección homosexual de objeto. La niña escapa al reclamo de la vida amorosa, se fantasea varón sin volverse varonilmente activa y ahora sólo presencia como espectadora el acto que sustituye a un acto sexual. Todo lo reprimido y sustituido para la cc se conserva en lo icc y sigue siendo eficaz. No ocurre lo mismo con el efecto de la regresión a un estadio anterior de la organización sexual. Creeríamos, acerca de ella, que modifica también las constelaciones en lo icc, tras la represión, la fantasía de ser amado por el padre, sino la masoquista, de ser azotado por él. La represión ha logrado su propósito sólo muy imperfectamente. El muchacho, que quería huir de la elección homosexual de objeto y no ha mudado su sexo, se siente como mujer en su fantasía cc y dota a las mujeres de ser azotadas con atributos y propiedades masculinos. La niña, que si ha resignado su sexo y en el conjunto ha operado una labor represiva más radical, no se suelta de padre, no osa pegar ella misma, y puesto que ha devenido muchacho, hace que sean muchachos lo azotados. El núcleo de lo icc anímico lo constituye la herencia arcaica del ser humano y de ella sucumbe al proceso represivo todo cuento, debe ser relegado por inconciliable con lo nuevo y perjudicial para él. Las pulsiones sexuales, en virtud de particulares constelaciones que ya han sido puestas de manifiesto muchas veces, son capaces de hacer fracasar el propósito de la represión y conquistarse una subrogación a través de formaciones sustitutivas perturbadoras. Por eso la sexualidad infantil, que sucumbe a la represión, es la principal fuerza pulsional de la formación del síntoma, y por eso la pieza esencial de su contenido, el complejo de Edipo, es el complejo nuclear de la neurosis.

DUELO Y MELANCOLÍA (1917)
Intentaremos ahora echar luz sobre la naturaleza de la melancolía comparándola con un afecto normal: el duelo. El duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada, en muchas personas se observa, el lugar de duelo melancolía. La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo. El duelo muestra los mismos rasgos, excepto uno; falta en él la perturbación del sentimiento de sí. El duelo contiene idéntico talante dolido, la pérdida del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor, el extrañamiento respecto de cualquier trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del muerto. Este angostamiento del yo expresa un entrega incondicional al duelo que nada deja para otros propósitos y otros intereses. El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la exhortación de quitar todo la libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad que produzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo. Lo normal es que prevalezca el acatamiento a la realidad. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido. Una vez cumplido el trabajo del duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido. Para el enfermo la pérdida ocasionada de la melancolía: cuando él sabe a quien perdió, pero no lo que perdió en el él. La melancolía a una pérdida de objeto sustraída de la cc. El melancólico nos muestra todavía algo que falta en el duelo: una rebaja en su sentimiento yoico, un enorme empobrecimiento del yo. En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacio; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo. Describe a su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable; se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo. El melancólico no se comporte en un todo como alguien que hace contrición de arrepentimiento y de autorrepreoches. Le falta la vergüenza en presencia de otros, lo que sería la principal característica de este último estado. Él ha sufrido una pérdida en el objeto; pero sus declaraciones surge una pérdida en su yo. Vemos que una parte del yo se contrapone a la otra, la aprecia críticamente, la toma por objeto. La instancia crítica escindida del yo en este caso podría probar su autonomía también en otras situaciones. Se nos da a conocer es la instancia que usualmente se llama cc moral. Las querellas que el paciente se dirige, llega un momento en que no es posible sustraer la impresión de que las más fuertes de ellas se adecuan muy poco a su propia persona y muchas veces, se ajustan a otra persona a quien el enfermo ama, ha amado a amaría. Hubo una elección de objeto, una ligadura de la libido a una persona determinada; por obra de una afrenta real o un desengaño de parte de la persona amada sobrevino un sacudimiento de ese vínculo de objeto. El resultado no fue la quite de la libido de ese objeto y su desplazamiento a uno nuevo, sino que otro distinto, que para producirse parece requerir varias condiciones. La investidura de objeto resultó poco resistente, fue cancelada, pero la libido libre no se desplazo a otro objeto sino que se retiró sobre el yo. Pero ahí no encontró un uso cualquiera, sino que se sirvió para establecer una identificación del yo con el objeto resignado. De esa manera, la pérdida del objeto hubo de mudarse en una pérdida del yo, y el conflicto entre el yo y la persona amada, en una bipartición entre el yo critico y el yo alterado por identificación. Tiene que haber existido, por un lado, una fuerte fijación en el objeto de amor, y por el otro y en contradicción a ello, una escasa resistencia de la investidura de objeto. Esta contradicción parece exigir que la elección de objeto se haya cumplido sobre una base narcisista, de tal suerte que la investidura de objeto pueda regresar al narcisismo si tropieza con dificultades. La identificación narcisista con el objeto se convierte entonces en el sustituto de la investidura de amor, lo cual trae por resultado que el vínculo de amor no deba resignarse a pesar del conflicto con la persona amada. Un sustituto así del amor de objeto por identificación es un mecanismo importante para las afecciones narcisistas. Corresponde a la regresión desde un tipo de elección de objeto al narcisismo originario. Querría incorporárselo, por la vía de la devoración, de acuerdo con la fase oral o canibálica del desarrollo libidinal. A esa trabazón reconduce la repulsa de los alimentos que se presenta en la forma grave del estado melancólico. Por tanto la melancolía toma prestados una parte de sus caracteres al duelo, y la otra parte de la regresión desde la elección narcisista de objeto hasta el narcisismo. Por un lado, como el duelo, es reacción frente a la pérdida real del objeto de amor, pero además depende de una condición que falta al duelo normal, toda vez que se presenta, en un duelo patológico. La pérdida del objeto de amor es una ocasión privilegiada para que campee y salga a la luz la ambivalencia de los vínculos de amor. Y por eso, cuando preexiste la disposición a la neurosis obsesiva, el conflicto de ambivalencia presta al duelo una conformación patológica y lo compele a exteriorizarse en la forma de unos autorreproches, que uno mismo es culpable de la pérdida del objeto de amor, que la quiso. Si el amor por el objeto se refugia en la identificación narcisista, el odio se ensaña con ese objeto sustituto insultándolo, denigrándolo, haciéndolo sufrir y ganando en este sufrimiento una satisfacción sádica. Suelen lograr los enfermos, por el rodeo de la autopunición, desquitarse de los objetos originarios y martirizar a sus amores por intermedio de su condición de enfermos, tras haberse entregado a la enfermedad a fin de no tener que mostrarles su hostilidad directamente. Así, la investidura de amor del melancólico en relación con su objeto ha experimentado un destino doble; en una parte ha regresado a la identificación, pero, en otra parte, bajo la influencia del conflicto de ambivalencia, fue traslada hacia atrás, hacia la etapa del sadismo más próxima a ese conflicto. El yo sólo puede darse muerte si en virtud del retroceso de la investidura de objeto puede tratarse a sí mismo como un objeto, si le es permitido dirigir contra sí mismo esa hostilidad que recae sobre un objeto y subroga la reacción originaria del yo hacía objetos del mundo exterior. El insomnio de la melancolía es sin duda testimonio de la pertinacia de ese estado, de la imposibilidad de efectuar el recogimiento general de las investiduras que el dormir requiere. El complejo melancólico se comporta como una herida abierta, atrae hacia sí desde todas partes energias de investidura y vacía al yo hasta el empobrecimiento total; es fácil que se muestre resistente contra el deseo de dormir del yo. En la manía el yo tiene que haber vencido a la pérdida de objeto y entonces queda disponible todo el monto de contrainvestidura que el sufrimiento dolido de la melancolía había atraído sobre sí desde el yo y había ligado. Cuando parte, a la búsqueda de nuevas investiduras de objeto, el maniaco nos demuestra su emancipación del objeto que le hacía penar. La representación icc del objeto es abandonada por la libido. Esta representación se apoya en representaciones singulares, y la ejecución de ese quite de libido no puede ser un proceso instantáneo, sino, un proceso lento que avanza poco a poco. Ese carácter, la ejecución pieza por pieza del desasimiento de la libido, es por tanto, adscribible a la melancolía de igual modo que al duelo; probablemente se apoya en las mismas proporciones económicas y sirve a idénticas tendencias. En la melancolía se urde una multitud de batallar parciales de objeto; en ellas se enfrenta el odio y el amor, el primero pugna por desatar la libido del objeto, y el otro por salvar del asalto esa posición libidinal. A estas batallas parciales no podemos situarlas en otro sistema que el icc, el reino de las huellas mnémicas de cosa. El camino normal que atraviesa el Prcc hasta llegar a la cc. Este camino está bloqueado para el trabajo melancólico, quizás a consecuencia de una multiplicidad de causas o de la conjunción de estas. La ambivalencia constitucional pertenece en sí y por sí a lo reprimido, mientras que las vivencias traumáticas con el objeto pueden haber activado otro reprimido. Así, de estas batallas de ambivalencias, todo se sustrae de la cc hasta que sobreviene el desenlace característico de la melancolía. Este consiste, como sabemos, en que la investidura libidinal amenazada abandona finalmente el objeto, pero sólo para retirarse al lugar del yo del cual había partido. De este modo el amor se sustrae de la cancelación por su huida al interior del yo. Tras esta regresión de la libido, el proceso puede devenir cc y se representa ante la cc como un conflicto entre una parte de yo y la instancia crítica.

 

APUNTES DE CLASE DE SIGMUND FREUD PARTE 6

EL PROBLEMA ECONÓMICO DEL MASOQUISMO. (1924)
El principio de Nirvana súbsito de la pulsión de muerte, ha experimentado en el ser vivo una modificación por la cual devino principio de placer. La pulsión de vida, la libido, se conquisto un lugar junto a la pulsión de muerte en la regulación de los procesos vitales. El principio de Nirvana expresa la tendencia de la pulsión de muerte; el principio de placer subroga la exigencia de la libido, y su modificación, el principio de placer el influjo del mundo exterior. No puede rehusarse al principio de placer el título de guardian de la vida.
Es posible distinguir un masoquismo erógeno, uno femenino y uno moral. El masoquismo erógeno, el placer de recibir dolor, se encuentra también en el fundamento de las otras dos formas; han de atribuírseles bases biológicas y constitucionales, y permanece incomprensible si uno no se decide adoptar a ciertos supuestos acerca de las constelaciones que son oscuras. El masoquismo moral es un sentimiento de culpa las mas de las veces icc.
El masoquismo femenino, en el varón nos dan noticias las fantasías de personas masoquistas, o los actos onanistas, o los que figuran para sí solas la satisfacción sexual. Las escenificaciones ejecutadas reales por los perversos masoquistas, ya sean como un fin en sí mismas o sirvan para producir la potencia e iniciar el acto sexual. En ambos casos el contenido manifiesto es el mismo. La interpretación mas inmediata y fácil de obtener es que el masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño. Ponen a la persona en una situación característica de la feminidad, significa ser castrado, ser poseído sexualmente o parir. En el contenido manifiesto de las fantasías masoquistas se expresa también un sentimiento de culpa se supone que la persona afectada ha infringido algo que debe expiarse mediante esos procedimientos dolorosos y maritirizadores. Esto aparece como una racionalización superficial de los contenidos masoquistas, pero detrás se esconde el nexo con la masturbación infantil. El masoquismo femenino se basa enteramente en el masoquismo primario.
En el ser vivo, la libido se enfrenta a la pulsión de muerte; esta, que impera dentro de él, quería desagregarlo y llevar a cada uno de los organismos elementales a la condición de la estabilidad orgánica. la tarea de la libido es volver inocua esta pulsión destructora; la desempeña desviándola en buena parte hacia afuera, dirigiéndola hacia los objetos del mundo exterior. Recibe entonces el nombre de pulsión de destrucción, pulsión de apoderamiento, voluntad de poder. Un sector de esta pulsión es puesto directamente al servicio de la función sexual, donde tiene a su cargo una importante operación. Es el sadismo propiamente dicho. Otro sector no obedece a este traslado hacia afuera, permanece en el interior del organismo y allí es ligado libidinosamente con ayuda de la coexcitación sexual ante; en este sector tenemos que discernir entre masoquismo erógeno, originario. La pulsión de muerte actuante en el interior del organismo es idéntica al masoquismo. Después que su parte principal fue trasladada afuera, en el interior permanece, como su residuo, el genuino masoquismo erógeno (primario), que por una parte ha devenido como componente de la libido y, por otra, sigue teniendo como objeto al ser propio. Así ese masoquismo seria un testigo y un relicto de aquella fase de formación en que aconteció la liga Eros y pulsión de muerte. El sadismo proyectado, vuelto hacia afuera, puede ser introyectado hacia adentro de nuevo, regresando a su situación anterior. En tal caso da por resultado el masoquismo secundario.
El masoquismo moral, afloja su vínculo con la sexualidad. El padecer como tal es lo que importa; no interesa que lo inflija la persona amada o una indiferente. La satisfacción de este sentimiento icc de culpa es quizás el rubro mas fuerte de la ganancia de la enfermedad, compuesta con fuerzas que se revuelven contra la curación y no quiere resignar la condición de enfermo. El yo encuentra su función en conciliar entre si las exigencias de las tres instancias, para esto tiene en el superyó el arquetipo a que puede aspirar. Ese superyó es el subrogado tanto del ello como del mundo exterior. La severidad resulta acrecentada por la desmezcla de pulsiones que acompaña a esa introducción en el yo. Ahora el superyó, la cc moral eficaz dentro de él, puede volverse duro, despiadado hacia el yo a quien tutela. Esas mismas personas siguen ejerciendo una acción eficaz dentro del superyó después que dejaron de ser objetos de las mociones libidinosas del ello, pertenecen al mundo exterior real. El superyó deviene también representante del mundo exterior real, y así, el arquetipo para el querer-alcanzar del yo. Diferencia que media entre esa continuación icc de la moral y el masoquismo moral. En la primera, el acento recae sobre el sadismo acrecentado del superyó, al cual el yo se somete; en la segunda, en cambio sobre el masoquismo del yo, quien pide castigo, sea por parte de superyó, sea de los poderes parentales de afuera. La cc moral y la moral misma nacieron por la superación, la desexualización, del complejo de Edipo; mediante el masoquismo moral, la moral es resexualizada, el complejo de Edipo reanimado, se abre vía para una regresión de la moral al complejo de Edipo. La cc moral crea la tentación de un obrar pecaminoso, que después tiene que ser expiado con os reproches de la cc moral sádica o con el castigo del destino, ese gran poder parental. Para provocar el castigo por parte esta última subrogación de los progenitores, el masoquismo se ve obligado a hacer cosas inapropiadas, a trabajar en contra su propio beneficio, destruir las perspectivas que se le abren en el mundo real y, eventualmente, aniquilar su propia existencia real. La reversión del sadismo hacia la persona propia ocurre a raíz de la sofocación cultural de las pulsiones, en virtud de la cual la persona se abstiene de aplicar en su vida buena parte de sus componentes pulsionales destructivos. La primera renuncia a lo pulsional es arrancada por poderes exteriores, y es ella la que crea la eticidad, que se expresa en la cc moral y reclama nuevas renuncias a lo pulsional. Así, el masoquismo moral pasa a ser el testimonio clásico de la existencia de la mezcla de pulsiones. Su peligrosidad se debe a que desciende de la pulsión de muerte, corresponde a aquel sector de ella que se ha sustraído a su vuelta hacia afuera como pulsión de destrucción. Pero como, por otra parte, tiene el valor psíquico de un componente erótico, ni aun la autodestrucción de la persona puede producirse sin satisfacción libidinosa.

ALGUNOS TIPOS DE CARÁCTER DILUCIDADOS POR EL TRABAJO PSICOANALÍTICO. (1916)
I Las excepciones.
El enfermo sólo debe renunciar a esas satisfacciones de las que infaltablemente se sigue un perjuicio, sólo debe privarse por un tiempo y aprender a trocar esa ganancia inmediata de placer por una más segura. Debe realizar bajo la guía del médico, ese avance desde el principio de placer hasta el principio de realidad. No es lo mismo saber algo dentro de si y oírlo de parte de otro; el médico asume el papel de este otro eficaz; se sirve de la influencia que un ser humano puede ejercer sobre los otros. Si del enfermo se exige así una renuncia provisional a alguna satisfacción placentera, un sacrificio a cambio de una finalidad mejor, se tropieza con individuos que con alguna motivación particular se revuelven contra esa propuesta. Dicen que ha sufrido y se han privado bastante, y que no se someterán mas a ninguna necesidad desagradable pues ellos son excepcionales y piensan seguir siéndolo. Es cosa segura que cada cuál querría presentarse como una excepción y reclamar privilegios sobre los demás. Una peculariedad común a esos pacientes en sus más tempranos destinos de vida: Su neurosis se anudaba a una vivencia o aun sufrimiento que los había afectado en la primera infancia, de los que se sabían inocentes y pudieron estimar como un injusto perjuicio inferido a su persona. Carácter la pretensión de excepcionalidad se enlaza íntimamente con los factores del daño congénito y es motivada por este último. Excepciones, la pretensión de las mujeres de aciertas perrogativas y dispensas de tantas coerciones de la vida descansa en el mismo fundamento. Como la averiguamos por le trabajo analítico, las mujeres se consideraban dañadas en la infancia, cercenadas de un pedazo y humilladas sin su culpa y el encono de tantas hijas contra su madre tiene por raíz última el reproche de haberlas traído al mundo como mujeres y no como varones.
II Los que fracasan cuando triunfan.
Ciertos hombres enferman cuando consiguen el deseo por mucho tiempo perseguido. Parece como si no pudieran soportar su dicha. La contracción de la enfermedad subsigue al cumplimiento del deseo y aniquila el goce. Cuando es removido en la realidad el objeto en que la libido puede hallar su satisfacción, estamos ente una frustración exterior. No es todavía patológica mientras no se le asocie una frustración interior. Esta tiene que partir del yo y disputarle a la libido otros objetos de los que ella ahora quiere apoderarse. Sólo entonces se engendra un conflicto y la posibilidad de contracción de una neurosis. La frustración interior entra en cuenta en todos los casos, sólo que no produce efectos hasta que la frustración exterior real no le haya preparado el terreno. En esos casos en que los hombres enferman con el triunfo, la frustración interior ha producido efectos por si sola, y aun ha surgido únicamente después que la frustración exterior cedió el lugar al cumplimiento del deseo. El estallido del conflicto es dad por un cambio exterior real. El trabajo analítico nos muestra fácilmente que son poderes de la cc moral lo que prohíben a la persona extraer de ese feliz cambio objetivo el provecho largamente esperado. Las fuerzas de la cc moral que llevan a contraer la enfermedad por el triunfo, se entraman de manera intima con el complejo de Edipo, la relación con el padre y con la madre, como quizá lo hace nuestra cc de culpa en general.
III Los que delinquen por conciencia de culpa.
Tales fechorías se consumaban sobre todo porque eran prohibidas y porque a su ejecución iba unido cierto alivio anímico para el malhechor. Este sufría de una acuciante cc de culpa, de origen desconocido, y después de cometer una falta esa presión se aliviaba. La falta provenía de la cc de culpa. Este oscuro sentimiento de culpa brota del complejo de Edipo, es una reacción frente a los dos grandes propósitos delictivos, el de matar al padre y el de tener comercio sexual con la madre. La humanidad ha adquirido su cc moral, que ahora se presenta como un poder anímico heredado, merced a complejo de Edipo. En ciertos niños puede observarse, que se vuelve díscolos para provocar un castigo y, cumplido este, quedan calmos y satisfechos. Una ulterior indagación analítica a menudo nos pone en la pista de sentimiento de culpa que les orden buscar el castigo.

MOISES Y LA RELIGIÓN MOTEISTA.
D. Aplicación
En la vida del género humano ha ocurrido algo como lo que ocurre en la vida del individuo. Que también en aquella hubo procesos de contenido sexual agresivo que dejaron secuelas duraderas, pero las más de las veces cayeron bajo la defensa, fueron olvidados; y más tarde, tras un largo período de latencia, volvieron a adquirir eficacia y crearon fenómenos parecidos a los síntomas por su arquitectura y su tendencia. Una pieza esencial de la construcción es el supuesto de los que los destinos que describieron afectaron a todos los hombres primordiales; por tanto, a todos nuestros antepasados. El padre de la horda, todas las mujeres eran propiedad suya; el destino de los hijos varones, cuando excitaban los celos del padre eran muertos, o castrados, o expulsados. Los hermanos expulsados, avasallaran al padre, se lo comiesen crudo. Atribuimos a estos hombres primordiales las mismas actitudes de sentimiento que podemos comprobar entre los primitivos del presente, nuestros niños, odiaban y reprimían al padre, lo veneraban como arquetipo, y en realidad cada uno de ellos quería ocupar su lugar. El acto canibalico se vuelve entonces inteligible como un intento de asegurar la identificación con él por incorporación de una parte suya. Los hermanos varones lucharon entre sí por la herencia paterna. La intelección de los peligros y de lo infructuoso de estas. Los llevaron finalmente a unirse, a pactar una suerte de contrato social. Nació la primera forma de organización social con renuncia de lo pulsional, reconocimiento de obligaciones mutuas, erección de ciertas instituciones que se declararon inviolables; los comienzos de la moral y el derecho. Se establecieron el tabu del incesto y el mantenimiento de la exogamia. La memoria del padre pervivía en este periodo de la liga de hermanos. Como sustituto del padre hallaron un animal fuerte. En el vinculo con el animal totémico se conservaba la ambivalencia de la relación con el padre. Por un lado, el tótem era considerado el ancestro carnal y el espíritu protector del clan, se lo debía honrar y respetar; por otro lado, se instituyo un día festivo en que le deparaban el destino que había hallado el padre primordial. El totemismo, la primera forma en que manifiesta la religión dentro de la historia humana, desde el comienzo mismo la religión se enlaza con configuraciones sociales y obligaciones morales. Los animales son reemplazados por dioses humanos cuyo origen en el tótem no se oculta. La institución del monoteísmo en el judaísmo y su prosecución en el cristianismo, del animal totémico en dios humano. Imperio universal faraónico fue la ocasión para que aflorara la idea monoteísta, vemos que esta, desprendida de su suelo y trasferida a otro pueblo, es tomada en propiedad por este ultimo tras un largo periodo de latencia, guardaba como su posesión más preciada, y entonces, a su turno, ella mantiene en vida el pueblo regalándole e orgullo de ser elegido. Es la religión del padre primordial, a la que se anuda la esperanza de una recompensa, una distinción. Una creciente cc de culpa se había apoderado del pueblo judío, acaso de todo el universo de cultura de aquel tiempo, como precursora del retorno del contenido reprimido. Hasta que al fin alguien de este pueblo judío halló, en la absolución de culpa de un agitador político-religioso, la ocasión con la cual una religión nueva, la cristiana, se desasió del judaísmo. Pablo, aprhendio esta cc de culpa y la recondujo certeramente a su fuente en el acontecer histórico primordial. La llamo el pecado original, era un crimen contra Dios que sólo se podía expiar mediante la muerte. Ese crimen merecedor de la muerte había sido el asesino del padre primordial después endiosado. Pero no se recordó el asesinato, sino que, en lugar de él, se fantaseo su expiación, y por eso esta fantasía pudo ser saludada como mensaje de redención. Un hijo de Dios se había hecho matar siendo inocente, y así tomaba sobre si la culpa de todos. El redentor no podía ser otro que le principal culpable. La ambivalencia por la cual está gobernado el comportamiento hacia el padre se mostro con claridad en el resultado final de la innovación religiosa. Supuestamente destinada a la reconciliación con el padre-dios, termino en su destronamiento y eliminación. El judaísmo había sido una religión del padre; el cristianismo devino una religión del hijo. El viejo dios-padre se oscureció detrás de Cristo, y Cristo, el hijo, advino a su lugar, en un todo como lo había ansiado cada hijo varón en aquel tiempo primordial. Pablo, el continuador del judaísmo, fue también su destructor. La nueva religión significaba, con referencia a la antigua, la judía, una regresión cultural, como es regla que suceda cuando irrumpe o son admitidas masa de hombres de nivel inferior. Tomo de los pueblos circundantes numerosos ritos simbólicos, restauro a la gran divinidad materna. El cristianismo, referencia al retorno del reprimido, fue un progreso. El destino había aproximado al pueblo judío la gran hazaña y el crimen atroz del tiempo primordial, el parricidio, dándole la ocasión de repetirlo él mismo en la persona de Moisés, una sobresaliente figura paterna. Fue una caso de actuar en lugar de recordar. A la incitación a recordar, que les trajo la enseñanza de Moisés, ellos reaccionaron la desmentida de su acción, permanecieron atascados en el reconocimiento del gran padre y así se bloquearon el acceso al lugar desde donde Pablo anudaría luego la continuación del acontecer histórico primordial. El asesinato de Moisés por su pueblo judío, pasa a ser entonces una pieza indispensable de nuestra convicción, un importante eslabón unitivo entre el proceso olvidado del tiempo primordial y su tardío reafloramiento en la forma de las religiones monoteístas. Es una atractiva conjetura que el arrepentimiento por el asesinato de Moisés diera la impulsión a la fantasía de deseo del Mesías. Quien volvería y traería a su pueblo la redención y el imperio universal prometido. En la resurrección de Cristo hay cierta verdad histórico-vivencial, pues era el padre primordial retornado, de la horda primitiva; glorificado y situado, como hijo, en l lugar del padre. El pobre judío, que con una obstinación consuetudinaria siguió desmintiendo el asesinato del padre. Una y otra vez se le reprochó: Habéis muerto a nuestro Dios. Referido a la historia de la religiones: No queréis admitir haber dado muerte a vuestro Dios. Una agregado debería enunciar: Nosotros, en cambio, hemos hecho lo mismo, pero lo hemos confesado, y desde entonces quedamos sin pecado.

APUNTES DE CLASE DE SIGMUND FREUD PARTE 5

LA REPRESION (1915)
1) La represión no es una mera defensa: La satisfacción de la pulsión sometida a la represión es placentera en sí misma, pero es inconciliable con otras exigencias. Por lo que produce placer en un lugar y displacer en otro. La condición para la represión es que el motivo de displacer cobre un poder mayor que placer de la satisfacción. La represión no es un mero mecanismo de defensa; no pueden engendrarse antes que se haya establecido una diferencia entre lo consiente y lo inconciente, y su esencia consiste en rechazar algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella. Antes de esa etapa de organización del alma los otro destinos de pulsiones, como la mudanza hacia lo contrario y la vuelta hacia la propia persona, tenía a su exclusivo cargo la tarea de la defensa contra las mociones pulsionales.
2) Fases de la represión:
a) Represión primordial, primario o fijación: Consiste en que la agencia representante psíquica de la pulsión se deniega a la admisión en lo conciente. Se establece una fijación; a partir de ese momento la agencia representante persiste inmutable y la pulsión sigue ligada a ella. Esto acontece a consecuencia de las propiedades de los procesos inconcientes.
b) Represión secundaria o propiamente dicha: Recae sobre los retoños psíquicos de la agencia representante reprimida o sobre pensamiento procedentes de alguna parte, han entrado en vinculo con ella. A causa de ese vinculo, tales representaciones experimentan el mismo camino que lo reprimido primordial. Esta represión es un esfuerzo de “dar la caza”. Debe tenerse en cuenta que la atracción que lo reprimido primordial ejerce sobre todo aquello con lo cual puede ponerse en conexión. La tendencia a la represión no alcanzarían si estas fuerzas no cooperasen, si no existiera algo reprimido desde antes, presto a recoger lo repelido por lo conciente (post represión).
Efectos de la represión en la psiconeurosis. La agencia representante de la pulsión se desarrolla con más riqueza y menores inferencias cundo la represión la sustrajo del influjo conciente. Prolifera en las sombras y encuentra formas extremas de expresión que, si le son traducidas al neurótico, no solo tiene que parecerles ajenas, sino que atemorizan provocándole el espejismo de que poseerían una intensidad pulsional extraordinaria y peligrosa. Esta ilusoria intensidad pulsional es el resultado de un despliegue desinhibido en la fantasía y en la sobre estasis producto de una satisfacción denegada. Esta ultima consecuencia se anua a la represión.
c) Retorno de lo reprimido: Pero si ahora volvemos al aspecto contrario, comprobamos que ni siquiera es cierto que la represión mantenga apartados de lo conciente a todos los retoños de lo reprimido primordial. Si estos se han distanciado lo suficiente del representante reprimido, sea por las desfiguraciones que adoptaron o por el numero de eslabones intermedios que se intercalaron, tiene acceso a lo conciente. Es como si la resistencia que lo conciente les opone fuese una función de su distanciamiento respecto de lo originariamente reprimido.
La represión trabaja de manera en alto grao individual; cada uno de los retoños e lo reprimido puede tener su destino particular; un poco más o un poco menos de desfiguración cambian el resultado. La represión también es móvil. Exige un gasto de energía constante; si cejara, peligraría su resultado haciéndose necesario un nuevo acto represivo. Lo reprimido ejerce una presión continua en dirección a lo conciente, a raíz de lo cual el equilibrio tiene que mantenerse por medio de una contrapresión incesante. El mantenimiento de una represión supone, un dispendio continuo de fuerzas, y en términos económicos su cancelación implicaría un ahorro.

3) Represión, pulsión e inconciente
En una moción pulsional reprimida, puede estar inactiva, escasamente investida con energía psíquica y así habilitada para la actividad; su activación pondrá en movimiento los procesos que cierran con la irrupción de la conciencia. En el caso de los retoños no reprimidos inconcientes, es común que permanezcan no reprimidos mientras es representante de una energía baja, aunque es idóneo para generar un conflicto con lo que se encuentra en lo conciente. Cuando la representación deviene chocante se refuerza y el conflicto se hace actual y la activación conlleva a la represión.
Junto a la representación interviene algo que representa a la pulsión y puede experimentar un destino de represión diverso del de la representación. El representante psíquico ha adquirido el nombre de monto de afecto; corresponde a la pulsión en la medida en que se deshizo de la representación y ha encontrado una expresión proporcionada a su cantidad en procesos que devienen registrables para la sensación como afectos.
El destino general de la representación representante de la pulsión difícilmente puede ser otro que; desaparecer de lo conciente si antes fue conciente, o seguir coartada de la conciencia si estaba en vías de devenir conciente. El factor cuantitativo de la agencia representante de pulsión tiene tres destinos posibles: i) la pulsión es sofocada ii) sale a la luz iii) se muda en angustia. Las dos últimas posibilidades nos ponen frente a la tares de discernir como un nuevo destino de la pulsión la trasposición de las energías psiquis de las pulsiones en afectos y, particularmente en angustia.

4) Efectos de la represión – Fracaso de la represión - Consecuencias:
La represión crea por regla general, una formación sustitutiva. La represión deja como secuela, síntomas. No es la represión misma la que crea formaciones sustitutivas y síntomas, sino que estos últimos, en cuanto a indicios de un retorno del reprimido.
-El mecanismo de la represión de hecho no coincide con el de los mecanismo de la formación sustitutiva
-Existen diversos mecanismos de la formación sustitutiva.
-Los mecanismos de la represión tiene al menos algo en común, la sustracción de la investidura energética o libido.
a) Fobia: Se puede definir como una represión fracasada. La represión consistió en eliminar y sustituir la representación, pero el ahorro del displacer no se consiguió. El trabajo e la neurosis no descansa, sino que continua, en un segundo tiempo para alcanzar su meta más importante. Así se llega a la formación de un intento de huida, la fobia en sentido estricto: una cantidad de evitaciones destinadas a excluir el desprendimiento e angustia.
b) Histeria de conversión: Consigue en hacer desaparecer el monto de afecto por completo. El enfermo exhibe hacia sus síntomas, “la bella indiferencia de los histéricos”. Otras veces esta sofocación no se logra por completo, y una dosis de sensaciones penosas se anudan a los síntomas, o no puede evitase un desprendimiento de angustia, que pone en acción el mecanismo de formación de una fobia. El contenido de representación de la agencia representante de la pulsión se ha sustraído de la conciencia; como formación sustitutiva se encuentra una inervación hiperintensa, de naturaleza sensorial motriz, como excitación o como inhibición. El lugar hiperinervado se revela, a una consideración más atenta, como una porción de la agencia representante de la pulsión reprimida que ha atraído hacia si, por condensación, la investidura integra.
La represión histérica puede juzgarse como fracasada, porque se ha vuelto posible mediante formaciones sustitutivas; pero con respecto a finiquitar el monto de afecto, constituye un éxito. El proceso represivo de la histeria de conversión se clausura con la formación de síntoma, y no requiere un segundo tiempo, como ocurre con la histeria de angustia.
c) Neurosis obsesiva: La neurosis obsesiva descansa en la premisa de una regresión por la cual una aspiración sádica remplaza a una aspiración tierna. Este impulso hostil hacia una persona amada es el que cae bajo la represión. El efecto es diverso en una primera fase del trabajo represivo que en una fase posterior. Primero alcanza un éxito pleno: el contenido de la representación es rechazado y se hace desaparecer el afecto. Como formación sustitutiva tenemos una alteración del yo en la forma de escrúpulos de conciencia extremos, lo que no se puede llamar un síntoma propiamente dicho. Divergen la formación sustitutiva y formación de síntoma. La represión ha sustraído una porción de libido, pero a este fin se sirve de la formación reactiva por fortalecimiento de su opuesto. La formación sustitutiva responde al mecanismo de represión, y coincide con esta; el tiempo y el concepto de apartan de la formación del síntoma. La situación de ambivalencia en que se inserto el impulso sádico deba reprimirse en su conjunto.
La ambivalencia en virtud de la cual se había hecho posible la represión (esfuerzo de desalojo) por formación reactiva, es también el lugar en el cual lo reprimido consigue retornar. El afecto desapareció retorna mudado en angustia social, en angustia de conciencia moral; la representación rechazada se reemplaza mediante un sustituto por desplazamiento a lo indiferente.

LO INCONCIENTE
TOPICA Y DINAMICA DE LA REPRESION
1) Metapsicología: cuando se describan procesos psíquicos en los tres sentidos del Icc, dinámico, tópicos y económicos.
2) Proceso de sustracción de libido: Se haya en el supuesto de una contra investidura mediante la cual el sistema Prcc se proteja contra el asedio de la represión Icc.
3) Hay tres sentidos de concepto Icc:
A) El descriptivo: Aquello que voluntariamente puede hacerse conciente. Una representación que no está en la conciencia, pero que puede hacer conciente voluntariamente, debido a que se encuentra en el preconciente.
b) El dinámico: El Icc dinámico esta constitutivo por los representantes reprimido. El icc psicoanalítico es dinámico. Posee dos tipos de representaciones:
a) Representaciones concientes.
b) Representaciones no concientes, pero lo hace eficaz y actual.
Orden post-hipnótica, entran fuerzas en conflicto: * Eficaz *Desconocido por el yo * No puede hacerse conciente. -> Son representaciones reprimidas.
c) El económico: Apela a la formación y la constitución del sueño. Hay representantes reprimidos, cargados por fantasías Icc que están impedidas por la censura en el proceso de regresión. Aspira a perseguir el destino de las magnitudes de excitación y obtener una estimación relativa a ellos.
El Icc es un sistema de relacione entre los elementos, conjunto de huellas representantes reprimidas organizadas unas con otras según leyes de funcionamiento. Entre los representantes reprimidos hay desplazamiento de carga, enlaces y condensación. Por las relaciones podemos entender el significado de un representante reprimido, retornado con el disfraz.

4) Descripción metapsicológica de las neurosis:
a) Histeria de angustia:
-Primera fase: la angustia surge sin que se perciba ante qué. Dentro del Icc existió una moción de amor que demandaba trasponerse al sistema Prcc pero la investidura volcada a ella desde este sistema se la retiro al modo de un intento de huida, y la investidura libidinal Icc de la representación así rechazada fue descargada como angustia. A raíz de una repetición del proceso, se dio un primer paso para domeñar ese desarrollo de angustia. La investidura se volcó a una representación sustitutiva que, a su vez, se entramo a la representación rechazada por una parte, y por otra se sustrajo de la representación por su distanciamiento respecto de aquella y permitió una racionalización del desarrollo de angustia todavía no invivible. La representación sustitutiva juega ahora para el sistema Prcc – Cc el papel de una contrainvestudra, lo asegura contra la emergencia en la conciencia e la representación reprimida. Por otra parte, es el lugar de donde arranca el desprendimiento de afecto, ahora no invivible, y en mayor medida se comporta como si fuese ese lugar de arranque.
-Segunda fase: El proceso de la represión no está todavía concluido; tiene que inhibir el desarrollo de angustia que parte del sustituto. Todo el entorno asociado a la representación sustitutiva es investido con una intensidad particular, puede exhibir una elevada sensibilidad a la excitación. Una excitación en cualquier lugar de es parapetó dará a consecuencia de su enlace con la representación sustitutiva, el envión para un desarrollo de angustia que ahora es aprovechado como señal a fin de inhibir el ulterior avance de este ultimo mediante una renovada huida de la investidura (Prcc). Cuanto más lejos del sustituto temido se dispongan las contrainvestiduras sensibles y alertas, con precisión mayor podrá funcionar este mecanismo destinado a aislar la representación sustitutiva y a coartar nuevas excitaciones de ella. Estas precauciones solo protegen frente a excitaciones que apuntan a la representación sustitutiva desde afuera, jamás contra una moción pulsional que alcanza a la percepción sustitutiva desde su conexión con la representación reprimida. Solo empieza a producir efectos cuando el sustituto ha tomado sobre la subrogación de lo reprimido, nunca puede ser del todo confiable. A raíz de cada acrecimiento de la moción pulsional, la muralla protectora que rodea la representación sustitutiva debe ser trasladada un tramo más allá. El conjunto de esa construcción, establecida de manera análoga e las otras neurosis, lleva el nombre de fobia. La expresión de la huida frente la investidura Cc de la representación sustitutiva son las evitaciones, las renuncias y las prohibiciones que permiten individualizar a la histeria e angustia.
De las consideraciones que se discernieron para la histeria de angustia, una parte vale también para las otras neurosis. En la histeria de conversión, la investidura pulsional de la representación reprimida es traspuesta a la inervación de síntoma. En cuanto a la medida y a las circunstancias en que la representación Icc es drenada mediante esta descarga hacia la inervación, para que pueda desistir de su esfuerzo de asedio contra el sistema Cc El papel de contrainvestidura que parte del sistema Cc (Prcc) es nítido en la histeria de conversión; sale a luz en la formación de síntoma. La contrainvestidura es lo que selecciona aquel fragmento de la agencia representante de la pulsión sobre la cual se permite concentrarse a toda la investidura de esta última. Ese fragmento escogido como síntoma satisface la condición de expresar tanto la meta desiderativa de la moción pulsionales cuanto los afanes defensivos del sistema Cc; así es sobre investido y apoyado desde ambos lados, como sucede en el caso de la representación sustitutiva en la histeria de angustia. De esta situación podemos inferir sin más que el gasto represivo del sistema Cc no necesita ser tan grande como la energía de la investidura del síntoma; la fuerza de la represión de mide por la fuerza de la contranvestidura gastada, y el síntoma no se apoya solo en esta, sino, en la investidura pulsionales condensada en el que le viene del sistema Icc.
c) Neurosis obsesiva: La contrainvestidura del sistema Cc sale al primer plano, organizada como formación reactiva, es ella la que procura la primera represión; y en ella se consuma la irrupción en la representación reprimida. Al predominio de la contrainvestidura y a la falta de una descarga se debe que la obra de la represión aparezca en la histeria de angustia y en la neurosis obsesiva mucho menos lograda que en la histeria de conversión.

LAS PROPIEDADES PARTICULARES DEL SISTEMA INCONCIENTE
El núcleo del Icc consiste en agencias representantes de pulsiones que quieren descargar su investidura; por tanto en mociones de deseo. Estas mociones pulsionales están coordinadas entre sí, están unas junto a las otras sin influirse y no se contradicen entre ellas. Cuando son activadas al mismo tiempo, confluyen en formación de una meta intermedia, un compromiso.
1) Procesos psíquico primario (leyes de funcionamiento del Icc): Por desplazamiento una representación puede entregar a otra todo el otro de su investidura; y por la condensación puede tomar sobre la investidura de muchas otras. Dentro del sistema Icc no existe negación, no existe duda ni certeza. No hay contenidos investidos con mayor o menos intensidad. Los procesos el sistema Icc son atemporales, no están regidos por el tiempo y no se modifican con el trascurso de él. El Icc tmb desconoce la realidad; está sometido al principio de placer, su destino solo depende de la fuerza que posee y de que cumplan la regulación de placer-displacer.
Los procesos del sistema Icc solo se vuelven cognoscibles bajo el soñar y las neurosis, es decir, cuando los procesos del sistema Prcc son trasladados hacia atrás, a un estadio anterior, por obra de una regresión. Por si solos no son cognoscibles, porque en una época temprana se le superpuso el sistema Icc el Prcc, que arrastro el acceso a la Cc La descarga del sistema Icc pasa a la inervación corporal para el desarrollo del afecto, también por esa via el aligeramiento le es diputada por el Prcc.
2) Proceso psíquico secundario: Dentro del sistema Prcc. Al sistema Prcc competen además, el establecimiento de una capacidad de comercio entre los contenidos de las representaciones, de suerte que puedan influirse unas a otras, el ordenamiento temporal de ellas, la introducción de una censura o de varias, el examen e realidad y el principio de realidad. La memoria Cc depende del Prcc; se separan las huellas mnémicas que se fijan vivencias del Icc.
Los procesos del sistema Prcc exhiben una inhibición de la proclividad a la descarga. Cuando el proceso traspasa de unas representaciones a otra, la primera retiene una parte de la investidura y solo una proporción experimenta el desplazamiento. Desplazamiento y condensación como procesos primarios están excluidos y son limitados. Dentro de la vida anímica hay dos estados diversos de energía: uno ligado y otro móvil.

EL COMERCIO ENTRE LOS DOS SISTEMAS.
Entre los retoños de las mociones pulsionales Icc del carácter descriptivo, los hay que reúnen dentro de sí notas contrapuestas. Por una parte presentan una alta organización, están exentos de contradicción, han aprovechado todas las adquisiciones del sistema Cc y se distinguen apenas de las formaciones de este sistema. Son Icc e insupetibles de devenir concientes. Por lo tanto, cualitativamente pertenecen al sistema Prcc, pero, de hecho al Icc.
Los procesos psíquicos se presentan como el reino de lo Prcc Un sector de estos Prcc viene de lo Icc, los retoños y sucumbe a una censura antes que pueda devenir Cc. Otro sector del Prcc es susceptible de conciencia sin censura. Por lo que ahora nos es sugerida una censura entre el Prcc e Cc Por lo que, una nueva censura corresponde a todo paso de un sistema al que le sigue, todo progreso hacia una etapa mas alta de organizaicon psíquica.
En las raíces de la actividad pulsional los sistemas se comunican entre sí de una manera amplia. Una parte de los procesos ahí excitados pasan por el Icc como una etapa preparatoria, y en la Cc alcanzan la conformación psíquica más alta; otra parte es retenida como Icc. Pero el Icc es alcanzado también por las vivencias que provienen de la percepción exterior. Todos los caminos que van dese la percepción hasta el Icc permanecen expeditos, y solo los que regresan de él son sometidos a bloqueo por represión.
El contenido del sistema Prcc proviene, en un parte de la vida pulsional (por mediación del icc) y, de la otra, de percepción.
Una cooperación entre la moción Prcc y una icc, aun reprimida con intensidad, puede producirse en esta situación eventual: que la moción icc pueda operar n el mismo sentido que una aspiración dominante. La represión que cancela para este caso y la actividad reprimida se admite con refuerzo de la que está en la intención del yo. Para esta última, lo icc pasa a ser una constelación acorde del yo, in que lo demás se modifique en su represión.
La raíz de todas las dificultades ha de buscarse en que la condición de conciente, el único carácter de los procesos psíquicos que nos es dado de manera inmediata, no es idónea para distinguir los sistemas. Mucho de lo que participa de las propiedades del sistema Prcc no deviene conciente; y ciertas orientaciones de la atención de este sistema son restrictivas de devenir-conciente. Ni con los sistemas ni con la represión mantiene la conciencia un vínculo simple. No solo lo reprimido psíquicamente permanece ajeno a la conciencia; también una parte de las mociones que gobiernan nuestro yo. Los retoños de los Icc devienen concientes como síntomas, tras desfiguraciones respecto de lo Icc, que conservan caracteres que invitan a la represión. Permaneces Icc formaciones Prcc, que se habían autorizado a devenir Cc Por lo cual se debe establecer una distinción entre Prcc e Icc. Lo Icc es rechazado por la censura en la frontera de los Prcc; sus retoños pueden sortear la censura, crecer dentro del Prcc hasta una intensidad de investidura, pero cuando han rebasado y quiere imponerse en la Cc, se pueden individualizar como retoños del Icc y reprimidos en le censura entre Prcc y Cc. La primera censura funciona contra el Icc; la segunda contra los retoños Prcc de él.
La existencia de la censura entre Prcc y Cc, nos advierte que el devenir Cc, se trata de una sobreinvestidura, un ulterior progreso de la organización psíquica.


NOTA SOBRE EL CONCEPTO DE LO INCONCIENTE PARA EL PSICOANALISIS (1912)
Llamaremos conciente a la representación que está presente en nuestra conciencia y de la que nos percatamos, las representaciones latentes las llamaremos inconcientes.
La vida anímica del paciente histérico rebosa de pensamientos eficientes, pero icc; de ellos provienen los síntomas. Es de hecho el carácter más llamativo de la mente histérica, el estar gobernada por representaciones icc. El mismo predominio de ideas icc eficientes es revelado por el análisis como lo esencial en la psicología de todas las formas de neurosis.
Del análisis de fenómenos neuróticos aprendemos que un pensamiento latente o icc no necesariamente es débil, y que su presencia en la vida anímica admite pruebas indirectas de la mayor fuerza, equivalente a la brindada por la conciencia. Se establece un distingo entre fuerzas icc y latentes. Pensábamos que todo pensamiento latente lo era a consecuencia de su debilidad, y, devenía cc porque cobrara fuerza. Ahora discernimos que hay pensamiento latentes que no deviene cc por más intensos que sean. Se llamara latente a los pensamientos latentes del primer grupo, mientras que se llamara icc para los del segundo grupo, los de las neurosis. El termino icc, no solo designa pensamientos latentes en general, sino, en particular, pensamientos con un cierto carácter dinámico, a saber, aquellos que a pesar de su intensidad y su acción eficiente se mantienen alejados de la conciencia.
Hallamos un Prcc eficiente, que sin dificultad pasa a la conciencia, y un Icc eficiente, que permanece icc y parece estar cortao de la conciencia.
Estos dos modos de actividad psíquica no son idénticos. Al producto de los Icc eficaz le es imposible penetrar en la conciencia, mas para ello es necesario cierto gasto de esfuerzo. Si lo provocamos en un paciente recibimos su resistencia a ello. Así aprendemos que el pensamiento icc es excluido de la cc por fueras vivas que se contraponen a su aceptación, mientras que no estorban a otros pensamientos, los Prcc Lo icc es un fase regular e inevitable en los proceso que fundan nuestra actividad psíquica; todo acto psíquico comienza como icc, y puede permenecer tal o avanzar desarrollándose hacia la cc, según tropiece o no con una resistencia. El distingo entre actividad Prcc e icc no es primario, sino que se establece después que ha entrado en juego la defensa. Solo entonces cobra valore teórico y practico el distingo entre pensamientos Prcc que aparecen en la cc y pueden regresar a ella en cualquier momento, y unos pensamientos icc que lo tiene prohibido.
Hay un producto psíquico que se encuentra en las personas normales, y ofrece una analogía con las producciones insanias; los sueños. Un caso típico de formación de sueño se puede escribir del siguiente modo: Pensamientos fueron despertados por la actividad mental del día y retuvieron su capacidad eficiente; en virtud de esta han escapado a la disminución general del interés, la cual es la instrucción al dormir y su preparación mental. Durante la noche, los pensamientos consiguen hallar la conexión con unos deseos icc que han estado siempre presentes de la infancia en la vida anímica del soñante, pero reprimidos y excluidos de la cc. En virtud de las fuerzas que les presta ese apoyo icc, esos pensamientos, los del trabajo diurno, pueden devenir otra vez eficientes y aflorar a la cc en la forma de sueño. Ocurrieron tres cosas:
a) Los pensamientos han experimentado una mudanza, un disfraz y una desfiguración, que constituye la parte socio icc
b) Los pensamientos han conseguido investir la cc en un momento que no debía ser asequibles a ellos.
c) Un fragmento de lo icc ha aflorado en la cc, que de ordinario le habría sido imposible.
Los pensamientos oníricos latentes no se diferencian e nuestra actividad anímica cc ordinaria. Merecen el nombre de pensamientos cc. Peri en virtud de la conexión que por las noches establecieron con las aspiraciones icc, fueron asimiladas a estas últimas, en cierto modo rebajado al estado de unos pensamientos icc y sometidos a las leyes por la que es regulada la actividad icc. Las leyes de la actividad anímica icc se distingue de las que rigen la actividad anímica cc.
Lo icc ahora significa algo más: es un indicio de que ese proceso participa de la naturaleza de cierta categoría psíquica, de la que tenemos conocimiento por otros y as importantes caracteres, y pertenece a un sistema e actividad psíquica que merece mayor atención.

PUNTULIZACIONES PSICONALITICAS SOBRE UN CASO DE PARANOIA – SCHREBER – (1910 – 1911)
Tres fases de la represión:
1) Fijación: una pulsión o componente pulsionales no recorre el desarrollo previsto como normal y, a consecuencia de esa inhibición del desarrollo, permanece en un estadio mas infantil. La corriente libidinosa respectiva se comporta respecto de las formaciones psíquicas posteriores como una que pertenece al sistema icc, como una reprimida.
2) Represión propiamente dicha: Ella parte de los sistemas del yo de desarrollo más alto, susceptibles de conciencia, y en verdad puede ser descrita como un “esfuerzo de dar la caza”. A la represión sucumben retoños de lo psíquico de aquellas pulsiones que primariamente se retrasaron, cuando por su fortalecimiento se llega al conflicto entre ellas y el yo. No trae consecuencias la represión si no estableciera un enlace entre las aspiraciones desagradables, por reprimir, y las ya reprimidas. Cuando ellos suceden, la repulsión de los sistemas concientes y la atracción de los inconciente ejercen un efecto de igual sentido para el logro de la represión.
3) Retorno de lo reprimido: Se da una irrupción que produce desde el lugar de la fijación y tiene por contenido una regresión del desarrollo libidinal hasta ese lugar.

INTRODUCCION AL NARCISISMO (1914)
I
El narcisismo seria el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservacion.
1) Narcisismo primario: La investidura libidinal del yo, después de cede a los objetos. La libido puede investir a los objetos y ser retirada del nuevo. De esto se hace una distinción entre libido yoica y libido objetal. Cuanto más se gasta una, mas se empobrece la otra.
2) Narcisismo secundario: Los enfermos retiran la libido de las personas y cosas del mundo exterior, pero no las sustituyen por fantasías. La libido sustraída del mundo exterior fue conducida al yo, y así surgió una conducta narcisista. El narcisismo nace por replegamiento de las investiduras de objeto.
Diferencia narcisismo y autoerotismo: Desde el comienzo en el individuo no está presente una unidad como el yo; el yo se desarrolla. Las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; una nueva acción psíquica tiene que agregarse para que el narcisismo se constituya.
Libido yoica y libido de objeto: La separación de la libido en una que es propia del yo y una que se le atribuye a los objetos es la prolongación que dividió las pulsiones yoicas, de las sexuales. La separación entre las pulsiones sirve para fines teóricos y por la utilidad en el análisis de las neurosis de transferencia. Esta diferenciación corresponde al distingo entre hambre y amor. La biología aboga a su favor. El individuo lleva una doble existencia, es fin para sí mismo y eslabón dentro de una cadena. El tiene la sexualidad como uno de sus propósitos, y otra consideración lo muestra como que pone sus fuerzas a cambio de placer. Por lo tanto la separación de las pulsiones sexuales respecto de las yoicas, se basa en esta doble función del individuo. Por otro lado los efectos de la sexualidad y el intermediario en la vida individual, provienen de procesos químicos.
II
Alteraciones en la distribución de la libido a causa de alteraciones del yo. En el sufrimiento también se retiran de sus objetos de amor la libido, cesa de amar. Libido e interés yoico se vuelven a dificultar de diferenciar. En el estado de dormir implica un retiro narcisista de la libido sobre la propia persona.
El hipocondriaco también retira la libido de sus objetos y las concentra sobre el órgano que le atarea. En la hipocondría no faltan alteraciones en el órgano. Si tomamos la erogeneidad como una propiedad general de todos los órganos, lo que nos autoriza a hablar de su aumento o disminución en una determinada parte del cuerpo. A cada alteración de la erogeneidad en el interior de los órganos podría ser paralela una alteración de la investidura libidinal dentro del yo.
La hipocondría depende de la libido yoica, se da un estasis de la libido yoica. Esto provoca displacer por un aumento de tensión, la cual una cantidad se traspone en la cualidad psíquica de displacer; lo decisivo para el displacer no es la magnitud absoluta de ese proceso, sino una función de esa magnitud absoluta.
En las neurosis de transferencia la libido liberada por la frustración no queda adscripta a los objetos de la fantasía, sino en el yo; en el delirio de grandeza procura el dominio psíquico de esa libido; de su frustración nace la hipocondría.

La parafrenia se produce un desasimiento de la libido respecto de los objetos, dentro de los cuales se puede distinguir tres grupos de manifestaciones:
a) Las de la normalidad conservada o la neurosis.
b) Las de procesos patológicos.
c) Las de restitución, que deposita de nuevo la libido en los objetos.
Tras la libido de objeto, en el niño primero elige sus objetos sexuales tomándolos de sus vivencias de satisfacción. Las primeras satisfacciones autoeróticas son vivenciadas a remolque de funciones que sirven para la autoconservacion. Las pulsiones sexuales se apuntalan al principio en la satisfacción de las pulsiones yoicas, luego se independizan de estas; ese apuntalamiento muestra que las personas encargadas de la nutrición y cuidados, deviene los primeros objetos sexuales: son la madre o su sustituto; puede llamarse del tipo apuntalamiento.
Las personas que experimentaron una perturbación en el desarrollo libidinal, no eligen como objeto de amor según la madre, sino como la propia persona; una elección de objeto de tipo narcisista.
Entonces, todo ser humano tiene dos caminos para la elección de objeto, según la madre o según sí mismo; por lo que en todo ser humano el narcisismo primario es dominante en su elección de objeto. La elección de objeto de tipo apuntalamiento es característica del ser humano. Existe una sobrestimación sexual que proviene del narcisismo originario del niño y, así, corresponde a l transferencia sobre los objetos. Esta sobrestimación acontece en el enamoramiento que se produce un empobrecimiento libidinal del yo en beneficio del objeto. En la mujer, cuando el desarrollo la hace hermosa, se establece en la una complacencia consigo misma que la resarce de la imposición social de la elección de objeto. Estas mujeres solo se aman a sí mismas, con la misma intensidad con que el hombre la ama. Su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prendan al hombre que les colma esa necesidad.
Elección de objeto:
1) Según el tipo narcisista:
a) A lo que uno mismo es.
b) A lo que uno mismo fue.
c) A lo que uno querría ser.
d) A la persona que fue parte de si-mismo propio.


2) Según el tipo de apuntalamiento:
a) A la madre o sustituto.
b) Al hombre protector.
III
Las mociones pulsionales libidinosas son reprimidas de forma patógena cuando entran en conflicto con las representación culturales y éticas del individuo. La represión parte respecto del yo por sí mismo. Las mismas impresiones y vivencias, los mismos impulsos y mociones de deseo que un hombre procesa conscientemente, son desaprobados por otro con indignación, antes de que devengan concientes. Se erigió en el interior de si un ideal por el cual se mide su yo actual, mientras que en otro falta esa formación ideal. La formación de ese ideal sería, de parte del yo, la condición de represión. Sobre este ideal recae el amor de si mismo que en la infancia gozo el yo real. El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil se encuentra en posesión de todas las perfecciones valiosas. El hombre no quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrar en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a si como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal.
La sublimación es proceso que atañe a la libido de objeto y consiste en que la pulsión lanza a otra meta, distante de la satisfacción sexual; el acento recae en la desviación respecto de lo sexual. La idealización es un proceso que envuelve al objeto. La sublimación describe algo que sucede con la pulsión, y la idealización algo que sucede con el objeto. La formación del ideal aumenta las exigencias del yo y es el más fuerte favorecedor de la represión. La sublimación constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa exigencia sin dar lugar a la represión.
Existe una instancia psíquica, la conciencia moral, que se ocupa de asegurar la satisfacción narcisista que proviene del ideal del yo, y de manera continua mide al yo actual, con el ideal.
El ideal del yo se forma en base a la influencia de los padres, luego de los educadores y más tarde de todo el entorno social.
La conciencia moral fue en primer lugar una encarnación de los padres, y en segundo de la crítica de la sociedad. Todo esto lo trae a la luz la enfermedad, para reproducir la historia genética de la conciencia moral. La rebelión frente a esa instancia censuradora se debe a que, la persona se quiere deshacer de todas esas influencias, retirar de ellas la libido homosexual.
El sentimiento del sí, es todo lo que uno posee o ha alcanzado, cada resto del primitivo sentimiento de omnipotencia, contribuye a incrementar el sí. El sentimiento de si depende de la libido narcisista. La dependencia respecto del objeto amado tiene el efecto de rebajarlo; el que está enamorado esta humillado. El que ama ha sacrificado, un fragmento de su narcisismo y solo puede restituírselo a trueque de ser-amado.
Desarrollo del yo: El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra una aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde afuera; la satisfacción se obtiene mediante el cumplimiento de ese ideal. El yo emite investidura libidinosa de objeto. El yo se empobrece a favor de estas investiduras así como del ideal del yo, y vuelve a enriquecerse por las satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal.
Una parte del sentimiento de si es primaria, el residuo del narcisismo infantil; otra parte brota de omnipotencia corroborada por la experiencia, y una tercera parte, de la satisfacción de la libido de objeto. El ideal del yo ha impuesto difíciles condiciones a la satisfacción libidinal con los objetos, haciendo que se rechace por inconciabilidad una parte de ella.
Donde la satisfacción narcisista tropieza con impedimentos reales, el ideal sexual puede ser usado como una satisfacción sustitutiva. Entonces se ama siguiendo el tipo de elección narcisista de objeto. Se ama a lo que posee el merito que falta al yo para alcanzar el ideal. El neurótico busca desde su derroche de libido en los objetos, el camino de regreso al narcisismo escogiendo de acuerdo con el tipo narcisista un ideal sexual que posee los meritos inalcanzables para él.
Yo ideal -> Se pierde por castración -> Yo actual -> Ideal del yo -> Ideales.
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Yo perfección Menoscabo Menoscabo por la falta.

PSICOLOGIA DE LAS MASAS (1921) – LA IDENTIFICACION.
El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El varón manifiesta interés hacia su padre; toma al padre como su ideal. No es una conducta pasivo o femenino, sino una masculina.
Contemporáneamente a esta identificación con el padre, el varón inviste a la madre según el tipo de apuntalamiento. Ambos lazos confluyen, y de esta nace el complejo de Edipo normal. Para el niño el padre significa un estorbo junto a la madre; su identificación con él se vuelve hostil, y pasa a ser idéntica al deseo de sustituir al padre. Desde el comienzo, la identificación es ambivalente; puede darse vuelta hacia la expresion de ternura o hacia el deseo de eliminarlo. Se comporta como un retoño de la primera fase oral, de la organización libidinal, en la que el objeto anhelado y apreciado se incorpora por devoracion y se aniquila como tal.
Mas tarde es fácil perder de vista el destino de esta identificación con el padre. Puede ocurrir que después del complejo de Edipo experimente una inversión, que tome por objeto al padre en una actitud femenina, en tal caso la identificación con el padre se convierte en la precursora de la ligazón de objeto que recae sobre él. En la identificación con el padre, es lo que uno querría ser; y en la elección de objeto que recaiga sobre él, es lo que uno querría tener. La diferencia está en que la ligazón recaiga sobre el objeto del yo o en sujeto. La primera ligazón es posible antes de una elección de objeto.
La identificación en el caso de las neurosis con síntomas. Si el síntoma es el mismo que la persona con la que se identifica (niña - madre); esto puede ocurrir por diversas vías, la identificación puede ser de sustituir a la madre, y el síntoma expresa el amor de objeto por el padre; realiza la sustitución de la madre bajo el influjo de la conciencia de culpa. O bien el síntoma puede ser el mismo que la persona amada; en este caso la identificación reemplaza a la elección de objeto; la elección de objeto ha regresado hasta la identificación. Bajo la represión y los mecanismos icc, sucede que la elección de objeto vuelva a la identificación, que el yo tome sobre si las propiedades del objeto.
Tercer caso de formación de síntoma, la identificación prescinde por completo de la relación de objeto con la persona copiada. La identificación recae sobre la base de querer o poder ponerse en la misma situación. Las otras querrían tener también una relación secreta, y bajo el influjo del sentimiento de culpa aceptan también el sentimiento aparejado. Sería erróneo afirmar que se apropian del síntoma por empatía. Al contrario, la empatía nace de la identificación. Uno de los yo ha percibido en el otro una importante analogía en un punto; luego crea una identificación en este punto, e influida por la situación patógena esta identificación se desplaza al síntoma que el primer yo ha producido. La identificación por el síntoma pasa a ser así el indicio de un punto de coincidencia entre los dos yo que debe ponerse reprimido. En resumen, en primer lugar, la identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto; en segundo lugar, para a sustituir a una ligazón libidinosa del objeto en el yo; en tercer lugar puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no es objeto de las pulsiones sexuales.
La génesis de la homosexualidad masculina es la siguiente: El joven ha estado fijado a su madre, en el sentido del complejo de Edipo, durante algún tiempo y con gran intensidad. Al completarse el proceso de la pubertad, debe permutar a la madre por otro objeto sexual. Sobreviene una vuelta repentina; el joven no abandona a su madre, sino que se identifica con ella; se trasmuda en ella y ahora busca objetos que puedan sustituirla al yo de él, a quienes él pueda amar y cuidar como lo experimento su madre. Esta identificación trasmuda a yo respecto de un componente importante, según el modelo de lo que hasta ese momento era el objeto. Con ello el objeto mismo es resignado.
La melancolía, se ocasiona por la pérdida real o afectiva del ser amado, se introyectado al objeto. Un rasgo principal es la denigración del yo, unida a una autocritica y autor reproches. Esta apreciación y estos reproches en realidad, se aplican al objeto y constituyen una venganza del yo sobre él. La introyeccion del objeto es innegable. Estas melancolías, muestran un yo dividido en dos fragmentos, uno arroja su furia al otro. Ese otro fragmento es alterado por introyeccion, que incluye al objeto perdido. El fragmento que se comporta cruel, incluye a la conciencia moral, una instancia critica del yo. En nuestro yo se desarrolla una instancia que separa al resto del yo y puede entrar en conflicto con él. Se llama ideal del yo, se le atribuyen las funciones de observación de sí, la conciencia moral, la censura onírica y el ejercicio de la influencia de la represión.

ANALISIS DE LA FOBIA DE UN NIÑO DE CINCO AÑOS – EL PEQUEÑO HANS / JUANITO – (1909)
El padre escribe a Freud, preocupado por una perturbación nerviosa que se le ha declarado a Juanito, la cual el padre la relaciona con una hiperexcitación sexual por ternura de la madre. Plantea que este tiene miedo a que un caballo lo muerda por la calle. El padre insinúa en esta comunicación a Freud que el temor estaría vinculado a que lo asusta un pene grande. Recuerda el hecho de que en otro momento Juanito había hecho una comparación de tamaño con el pene “de la madre “. El padre no puede encontrar nada pertinente que pueda vincularse con este temor y se pregunta si no habrá visto a un exhibicionista. Salvo esta manifestación el resto de su vida continúa de la misma manera: jovial y divertida.
Luego de recibida esta comunicación Freud planteará que sacará ninguna conclusión, en todo caso dejará el juicio en suspenso y la atención pareja, frente a todo lo que hay que observar.
A los 4 ¾, Juanito despierta de un sueño llorando y diciendo que... ¿pensó que la madre estaba lejos y que no la tendría para hacerle cumplidos? Freud marcará, este es un sueño de Angustia.
Recuerda una frase de la Tía M dicha por lo bajo a la madre mientras lo bañaba “...qué lindo pichillín tiene “.
Llora en el trayecto de la casa al parque y tiene que volver para que la mami le haga cumplidos, por la tarde se pone bien y durante la noche se pone sentimental, la madre le hace cumplidos y luego duerme bien.
Sale con la madre por la calle rumbo al zoológico y le pasa lo mismo: comienza a llorar y tiene que volver a la casa. Luego de mucho llanto le dice a la madre “tuve miedo de que un caballo me mordiera “; se sobresalta por la noche y plantea que...mañana me llevarán el parque de nuevo y agrega, entrará un caballo en la pieza.
La madre averigua si se pasa la mano por el hacer-pipí, y confiesa que un poquito, cuando está en la cama.
Desde aquí trabaja Freud y plantea que es el comienzo de la angustia así como el de la fobia. La perturbación se introduce con unos pensamientos tiernos-angustiados y un sueño de angustia. (Contenido de este perder a la madre y que no le haga cumplidos).
El fenómeno básico es el incremento de la ternura hacía la madre. Lo marcan dos situaciones de intento de seducción para con ella. Este aumento de ternura es el que genera angustia y cae en el campo de represión (esfuerzo de desalojo). Freud, en esta etapa no puede colegir de donde proviene este empuje, seguramente una parte de la moción reprimida, pero solo eso ó algo más? En primera instancia se instala un cierto miedo a andar por la calle, sin saber a qué le tiene miedo; solo puede decir que quiere que la madre lo acaricie. Cuando se instala este miedo no existía ninguna fobia. Las reacciones nocturnas se presentan con un reclamo de querer tener a la madre junto a él, ya que mientras estaba en Gmunden , en normalmente estaba solo con la madre y la carga libidinal la compartía con ella y sus amiguitos de juegos.
Freud nos dirá que la Angustia corresponde entonces a una añoranza reprimida, pero no es lo mismo que la añoranza; la represión cuenta también en algo. Freud hará un análisis de sí se puede cancelar la angustia devolviendo el objeto deseado y con concluirá que no (llamamos angustia patológica a una sensación de añoranza angustiada, desde el momento en que ya no se puede cancelar aportándole el objeto ansiado). Esto se verifica en el segundo paseo, cuando Juanito sale con la madre y ocurre lo mismo que en el primero: tiene angustia, más allá de estar con la madre hay una parte de la añoranza que no está asociada. En el paseo se exterioriza por primera vez el ser mordido por un caballo. Freud se preguntará de donde viene el material de la fobia? Seguramente, dirá, de aquellos complejos que constituyeron la represión y mantienen en estado reprimido la libido hacia la madre.
El padre deja planteado el tema en relación al temor de Juanito por él hace-pipi grande del caballo en relación a la madre: este se podría entender con caballo sustituto de la madre; pero y la exteriorización nocturna de ver el caballo entrar en la habitación ( no es simplemente una tonta idea de una niño pequeño Freud dirá...” la neurosis no dice nada tonto, como tampoco lo dice el sueño).
Desde hace un año Juanito se toca regularmente el pene por la noche y más allá del placer masturbatorio obtenido, esto no debe producir angustia. Algo ha ocurrido para que la misma aparezca. Justo en el momento, que según su padre, este lucha por deshabituarse de este toqueteo, lo cual está más relacionado con la represión y la formación de angustia.
Se plantea la cuestión de qué papel juega la madre es esta aparición de la neurosis, por su apego y ternura hipertrófica, como así también el permitir que se instale en su lecho. Freud marcará como elemento a tener en cuenta el hecho de haber cortado los cortejos de forma abrupta, abriendo el camino hacia la represión ( refiriendo al toqueteo de su pene, esta le dirá...”pero es una porquería”.
Freud le imparte una serie de indicaciones al padre para cumplir con Juanito :
1) que lo del caballo era una tontería nada más
2) que quería mucho a la mamá y que esta lo recibiría en la cama
3) y que ahora tenía miedo de los caballos por haberse interesado tanto por su hace-pipí
4) interesarse por esclarecimiento sexual de Juanito , en un tiempo en que preguntase, indicándole que las personas de sexo femenino , como su hermanita y su madre no tenían hacer-pipí.
Luego de un mes el padre reporta nueva información sobre Juanito. Este ya no teme salir de paseo, el miedo a los caballos pasa ahora a la compulsión de mirarlos y este dirá: “tengo que ver a los caballos y entonces me da miedo”. Cae en cama con influenza (gripe), y durante este periodo se le refuerza la fobia. Viaja con el padre a Lienz los domingos pues hay pocos carruajes en la calle, pero ya no quiere salir de la casa, solo llega hasta el balcón. Lo operan de amígdalas, y vuelve a reforzarse la fobia. En alguno de los viajes a la estación de ferrocarril el padre intenta en vano explicarle que los caballos no muerden, el replica que en “Gmunden hay un caballo blanco que uno le acerca los dedos y muerde “, ( este es el resultado de una historia que también le cuenta al padre de una vecinita , Lizzi , que estaba por partir de viaje en un carruaje con caballos blancos , cuando estando el padre Lizzi cerca le dijo al darse vuelta el caballo ...no le acerques los dedos al caballo blanco, de lo contrario te morderá.)
El padre le marca a Juanito que en realidad lo que tiene en la mente no es el caballo, sino el hacer pipí, a lo que él responde que el hacer-pipí no muerde. Frente a este hecho el padre le dice a Juanito que LA TONTERÍA se te pasará si sales más seguido de paseo, él responde “...no, es tan intensa porque todas las noches me sigo pasando la mano por el hacer-pipí. Padre y paciente están concluyendo que la génesis del presente estado patogénico está vinculada con el onanismo de Juanito. Freud dirá, que hay más indicios de otras cosas.
Una nueva empleada empieza a trabajar en la casa que despierta la curiosidad de Juanito, ya que esta le permite mientras hace las cosas montar a caballo. Juanito la llamará, “mi caballo”. Se plantea la curiosidad de verla sin ropas a lo que esta no plantea reparos dentro de un juego, Juanito reacciona con rechazo moralista “eso es una chanchada, se verá el hacer-pipí”.
Una mañana se levanta, angustiado y dice que por haberse tocado el hace-pipí, ha visto el de la madre por debajo de una camisa y que se lo mostraron entre él y Grete.
1) Se plantea que la reprimenda de la madre surtió efecto, (tiene que ver con que el Dr. A, le cortará el hacer-pipí sí se lo sigue tocando.
2) Que en un comienzo no acepta que las mujeres o tienen. Esto lo lleva a lamentarse de que así sea.
Se plantea otro viaje al zoológico, donde reacciona negativamente a ver o entrar en las jaulas o lugares donde están los animales grandes: jirafa, elefante, mientras que se entretiene con animales pequeños, el padre le quiere aclara que él tiene miedo de los animales grandes por tener una hace-pipi grande y le aclara que los pequeños tienen uno pequeño. El recuerda que ha visto a los caballos y sus hace-pipi en los establos, el padre trata de orientar la charla hacia el punto de decirle que no tiene que tener miedo y analiza el tamaño del animal y el tamaño del miembro, a lo cual Juanito responde...” el hombre tiene hace pipi, y este crece conmigo cuando yo me hago grande, este se hace grande”.
A esta información del padre corregirá que el pequeño puede temor a los animales grandes, no así a los miembros grandes. En un principio sentía placer al ver, pero al actuar un elemento externo, un trastorno universal, de placer hacia displacer, por un camino no esclarecido, deja de lado la investigación sexual. Siente pena por el tamaño de su pene con relación al de los animales grandes. EL consuelo estará en que el miembro crecerá con él. Al pasar 1 ¼ de la amenaza de la madre, con efecto retrógrado se hace presente desde lo inconsciente, justo ahora que “ya está crecido”, como marcando el temor mayor por perder el miembro en estas circunstancias. Freud hablará del efecto retardado de la amenaza de que se lo corten. La información recibida por Juanito de que las mujeres no tienen hace-pipi despertó en él una angustia mayor, al pensar que el también lo puede perder. (Freud en un apartado dirá que históricamente el complejo de castración es la raíz del antisemitismo, pues a estos les falta una parte del pene. Lo mismo será tenido en cuenta para comparar a los judíos con las mujeres. Todo esto dentro de un juego neurótico de opiniones).
En otra parte de las comunicaciones el padre cuenta la historia de una noche donde se apareció en su cuarto y se metió en la cama cerca de las 6 de la mañana. Preguntado qué pasaba, respondió que luego lo diría. Al día siguiente contó la siguiente: “en la noche había en la habitación una jirafa grande y una jirafa arrugada, la grande ha gritado porque le he quitado la arrugada. Luego dejó de gritar y entonces yo me he sentado encima de la jirafa arrugada”. Frente a esta narración Juanito aclara que esto se lo ocurrió que lo ha pensado, que no era un sueño (esto era una fantasía). Cuenta que mantiene a la jirafa arrugada en sus manos hasta que la jirafa grande deje de gritar, luego de estirarla a la arrugada se monta sobre la misma. Le pregunta al padre por qué anota todo, le dice que es para mandárselo al profesor que le puede quitar la tontería (pregunta si agregó lo de la madre que se sacó la camisa).Dentro de la charla el padre ensaya el forma precaria la técnica psicoanalítica y le pregunta en que piensa y el responde: “en, un jugo de frambuesas y en un fusil para disparar “. El padre luego concluirá con el siguiente análisis de lo contado por Juanito:
Fantasía de las Jirafas
La jirafa grande soy yo dice el padre, para mejor decir el pene grande (el cuello largo), la jirafa arrugada la esposa ó más bien su miembro. Dirá el padre que responde en un todo a la práctica que ha adquirido en los últimos días, todas las mañanas se presenta en la habitación y la madre lo levanta hacia la cama, mientras él le recrimina por la acción (la jirafa grande grita, porque Juanito le ha quitado la arrugada). A lo cual la mujer responde que tan poco tiempo no puede producir efecto negativo alguno, y Juanito se queda con la madre por un ratito (luego la jirafa grande deja de gritar y luego Juanito se sienta encima de la jirafa arrugada).
Juanito sintió añoranzas de la madre, de sus caricias y de su miembro, lo cual lo llevó a su dormitorio.
El padre agregará que él todo es la continuación del miedo al caballo.
Freud dirá además que: El sentarse encima es tomar posesión, en forma figurada de la madre. Es una satisfacción porfiada “grita todo lo que quieras, mami me toma en la cama, mami me pertenece”. El padre analizará esta cuestión y dirá que la angustia es por no tener un hace-pipi grande como el del padre.
El padre, en un viaje en tren le aclara el contenido de la fantasía de la jirafa. Juanito la acepta, no por el contenido sexual, solamente por identificar al padre y la madre.
Se suman dos hechos vinculados con el concepto que los hombres decentes no se deslizan por debajo de las cuerdas. Esto está en relación a un recinto con carneros que estaba protegido solamente por una cuerda y el pensar de Juanito, de que fácil sería cometer la travesura de pasar por debajo. En otra oportunidad le comunica al padre que ha pensado que han roto una ventanilla en el tren y el guardia lo había detenido.
El planteo aquí tiene que ver con “la ley “, lo que es correcto hacer y como transgredirla.
Freud dirá que Juanito vislumbra que está prohibido tomar posesión de la madre, lo cual indica que ha chocado con la barrera del incesto. En todas las fantasías que realiza está el padre presente, el pasar por debajo de la cuerda, el romper una ventanilla, todo representa según Freud: El penetrar en un recinto prohibido, el saber que el padre hace algo enigmático con la madre, y que él se sustituye por algo violento.
En una visita a Freud, padre e hijo, surgen algunos elementos que le aclaran mucho la realidad de Juanito. El siempre indicaba que le molestaba de los caballos lo que tenían delante de los ojos y lo negro alrededor de la boca. La Angustia seguía y Freud, ensaya la interpretación de decir si los caballos usaban gafas y él responde que no, y si su padre las usaba, y ante la evidencia de que si, este respondió que no. Luego la pregunta estuvo vinculada a: si los caballos usaban bigotes? En esta situación Freud les reveló que le tenía miedo al padre por querer él tanto a la madre.
Freud para tranquilizar al pequeño le dice que no debe tener miedo del padre y que le cuente todo lo que le pasa, que el padre no le tiene rabia. El padre participa y le pregunta a Juanito por qué cree que le tiene rabia, si acaso lo ha insultado o le ha pegado. Este responde que sí. Responde el choque que sufrieron padre e hijo y que el pequeño que se golpeó en la cabeza respondió con un golpe de mano. Allí cae en la cuenta el padre que el pequeño, mantenía una relación hostil para con él y que además estaría esperando recibir algún castigo. Desde esta reunión, las comunicaciones fueron diarias y permitieron mostrar los avances en la presentación de sus producciones inconscientes y desovillar sus fobias.
Luego de esta comunicación, puede pasar algunas horas frente a la puerta viendo pasar los carruajes, sin angustiarse; aunque a veces corre hacia el interior de la casa, lo piensa bien y vuelve a la puerta. Algún resto de angustia sigue presente. El mismo se dice, como dándose fuerzas, si ya vamos a la puerta, ahora vamos al parque.
En diálogos con el padre por la mañana en su cuarto deja traslucir la ambivalencia de sus sentimientos hacia el padre, su cariño por un lado y su hostilidad por estar en el papel de competidor ante la madre. Este concepto no es tenido muy en cuenta por el padre, hasta que lo capta en su significado. El hijo le estaba reprochando al padre, al ser el competidor frente a la madre, por qué no le llamó la atención sobre este juego de fuerzas que necesariamente lleva a la angustia. Se plantea entre el padre y el pequeño un diálogo que deja al descubierto la hostilidad hacia el padre pero también su amor. El temor a que el padre no vuelva porque él se ha portado mal, incrustado en la información por dichos de la madre. Y una frase aparece como vinculante entre padre y caballo, cuando el pequeño Juanito, vez de decir “no te marches “, él dice, “no te trotes”.
Estamos frente a una pieza de angustia de doble articulación: la angustia por el padre y la angustia ante el padre.
1) La angustia ante el padre proviene, de la hostilidad hacia el padre,
2) La angustia por el padre proviene, del conflicto entre la ternura y la hostilidad

EL TABU DE LA VIRGINIDAD (1918)
Tiene su base en el desarrollo de la libido. Las primeras colocaciones de la libido son deseos sexuales que persisten en la infancia, deseos que estuvieron dirigidos hacia cosas diferentes del coito. El marido es un varón sustituto. Es otro quien posee el primer título de a la capacidad de amar de la esposa. Mientras mayor sea el poder del elemento psíquico dentro de la vida sexual de la esposa, mas capacidad de resistencia mostrara su distribución libidinosa antes la conmoción del primer acto sexual, y menos avasallador le resultara ser poseída. La frigidez puede establecerse como inhibición neurótica.
El motivo del deseo sexual temprano parece dar razón de la costumbre de los primitivos que encarga la desfloración a un anciano o un sacerdote, un sustituto del padre.
Muchas mujeres neuróticas envidian al hermano el signo de virilidad y se sienten perjudicadas y relegadas a raíz de su falta. Subordinamos al complejo de castración esta envidia del pene. Las muchachas no ocultan la envidia ni la hostilidad, dirigida hacia el hermano.
También puede rastrearse en la frigidez, que la sexualidad de la mujer es inacabada, se descarga en el hombre que la hace conocer por primera vez el acto sexual. Entonces el tabú de la virginidad tiene sentido y comprendemos que, el precepto de que evite tales peligros el hombre destinado a mantener con esa mujer una convivencia duradera. La virginidad es considerada un bien al que el hombre no debe renunciar. En la vida de la mujer de cultura tampoco se extinguieron los motivos que la llevaron a tomar venganza por la desfloración. En su primer matrimonio la mujer se siente desdichada y tras el segundo se vuelve una mujer tierna. La reacción arcaica se agoto en el primer objeto, en el primer marido.
La desfloración no tiene solo consecuencia cultural de atar a una mujer a un hombre; desencadena una reacción anárquica de hostilidad hacia el varón, que puede cobrar formas patológicas. El extraño tabú a la virginidad, el horror que entre los primitivos el marido esquiva la desfloración, halla su justificación en la reacción hostil.

SOBRE LA SEXUALIDAD FEMENINA (1931)
En el caso del varón, se encuentra al niño tiernamente prendado del progenitor de sexo contrario, mientras que en la relación con el de igual sexo prevalece la hostilidad. La madre fue su primer objeto de amor; luego, con el refuerzo de sus aspiraciones enamoradas, lo sigue siendo, y a raíz de la intelección más profunda del vínculo entre la madre y el padre, éste último deviene un rival. Esto se ve en la fase del complejo de Edipo normal.
En la niña, la madre también fue su primer objeto. La frase pre-edípica es mucho más larga, y la relación de ligazón con la madre puede durar hasta los cuatro o cinco años, o quizá nunca desprenderse de ella. La mujer llega al complejo de Edipo positivo (ternura hacia el sexo opuesto y hostilidad hacia el mismo sexo) luego de superar una prehistoria gobernada por el complejo negativo. Se tiene que producir el trueque entre la zona erógena rectora (el clítoris) por la vagina; a su vez, se tiene que cambiar su inicial objeto de amor (la madre) por el padre.
Freud dice que, en general, toda vez que la ligazón-madre fue de particular intensidad, el trueque con la ligazón-padre también lo será.
II
Dos hechos novedosos: la intensa dependencia de la mujer respecto de su padre es la heredera de una igualmente intensa ligazón- madre; y que esa fase anterior tuvo una duración inesperada.
La bisexualidad es parte de la disposición constitucional de los seres humanos, aunque resalta más en la niña que en el varón. El varón tiene solo una zona genésica rectora, un órgano genésico, mientras que la mujer posee dos: la vagina, propiamente femenina, y el clítoris, análogo al miembro viril.
En la mujer, lo que precede a la genitalidad tiene que desenvolverse en torno del clítoris. La vida sexual de la mujer se descompone en dos fases: la primera de carácter masculino y la segunda específicamente femenina; en el desarrollo hay un proceso de transporte de una fase a la otra.
Las condiciones primordiales de la elección de objeto son idénticas para todos los niños; tanto en niños como en niñas, la madre deviene el primer objeto de amor a consecuencia del influjo del suministro de alimento y del cuidado del cuerpo. En el varón, la madre seguirá siendo el objeto de amor hasta que la sustituya un objeto de su misma esencia o derivado de ella. En cambio, en la niña, al final del desarrollo el varón-padre deviene el nuevo objeto de amor: al cambio de vía sexual le corresponde a un cambio de vía en el sexo del objeto.
En el niño varón es inevitable el destino del vínculo de simultáneo amor a uno de los progenitores y odio al rival. El niño descubre la posibilidad de castración, como se prueba por la vista de los genitales femeninos, imponiendo la re plasmación del complejo de Edipo, produciendo la creación del superyó, introduciendo en el niño todos los procesos que tienen por meta la inserción del individuo en la cultura. Luego de la interiorización de la instancia paterna en el superyó, se busca desasir de este último a las personas de quienes originariamente fue la subrogación anímica.
Los efectos del complejo de castración en la mujer: ella reconoce el hecho de su castración y la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero se revuelve contra esta situación desagradable. De esta actitud derivan tres orientaciones posibles de desarrollo:
Suspensión de toda vida sexual: extrañamiento respecto de la sexualidad; la niña, aterrorizada por la comparación con el varón, queda descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y a la sexualidad en general.
Porfiada híper insistencia en la virilidad: complejo de masculinidad; retención de la masculinidad. La esperanza de tener alguna vez un pene persiste hasta épocas tardías; persiste la fantasía de ser un varón, pudiendo terminar este complejo en una elección de objeto homosexual manifiesta.
Esbozos de la femineidad definitiva: forma femenina del complejo de Edipo: desemboca en la final configuración femenina que toma al padre como objeto. El complejo de Edipo es en la mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado, es creado por el influjo de la castración, y es frecuente que la mujer nunca lo supere.
En la niña, la fase de la ligazón-madre puede llamarse pre-edípica, reclama una significación muchísimo mayor en la mujer, es el vínculo originario sobre el que se edifica la ligazón-padre; el endose (cambio, pasaje) de ligazones afectivas del objeto-madre al objeto-padre constituye el contenido principal del desarrollo que lleva hasta la femineidad.
El extrañamiento del objeto-madre se produce por la eficacia de una serie de mecanismos que cooperan en la misma meta final: lo celos hacia otras personas (el amor infantil es desmedida, pide exclusividad), la incapacidad de una satisfacción plena (el amor carece de meta y está condenado a dejar sitio a una actitud hostil), el efecto del complejo de castración (descubrimiento de su inferioridad orgánica), la omisión de dotar a la niña con el genital correcto, la nutrición de manera insuficiente, iniciación del primer quehacer sexual y luego su prohibición.
Cuando la niña se entera de su propio defecto por la vista de un genital masculina, no acepta sin vacilación ni renuencia la indeseada enseñanza, sino que se obstina en la expectativa de poseer alguna vez un genital así, y el deseo de tenerlo sobrevive todavía largo tiempo.
Al final de esta primera fase de la ligazón-madre, emerge, por el extrañamiento de la hija respecto de la madre, el reproche de haberla parido mujer.
El análisis descubre las motivaciones para el extrañamiento respecto de la madre: omitió dotar a la niña con el único genital correcto, la nutrió de manera insuficiente, la forzó a compartir con otro el amor paterno, no cumplió todas las expectativas de amor, e incitó primero el quehacer sexual propio y luego lo prohibió.
Parece ser que los motivos para ese extrañamiento son insuficientes para justificar la final hostilidad. Quizá lo más correcto sea decir que la ligazón-madre tiene que irse al fundamento justamente porque es la primera y es intensísima.
En las primeras fases de la vida amorosa es evidente que la ambivalencia constituye la regla. La intensa ligazón de la niña con su madre debe hacer sido muy ambivalente, y justamente por eso y con la cooperación de otros factores, habrá sido esforzada a extrañarse de ella. El proceso es consecuencia de una característica universal de la sexualidad infantil.
III
Las metas sexuales de la niña junto a la madre son de naturaleza tanto activa como pasiva, y están comandadas por las fases libidinales que atraviesan los niños.
En todos los ámbitos de la vivencia anímica, una impresión recibida pasivamente provoca en el niño la tendencia a una reacción activa; intenta hacer lo mismo que antes le hicieron o que hicieron con él, se intenta dominar el mundo externo. Puede incluso empeñarse en repetir impresiones que habría tenido motivos para evitar a causa de su contenido penoso. Se muestra una rebeldía contra la pasividad y una predilección por el papel activo. Esta alternancia de la pasividad a la actividad no se da en todos los niños con igual regularidad y alternancia, y en muchos puede faltar.
Las primeras vivencias sexuales del niño junto a la madre son de naturaleza pasiva (es amamantado, alimentado, limpiado, etc., por ella). Una parte de la libido del niño permanece adherido a esas experiencias y goza de las satisfacciones conexas; otra parte te ensaya en su re-vuelta a la actividad. En los otros vínculos, el niño se contenta con la autonomía, con el triunfo de ejecutar él mismo lo que antes le sucedió o con la repetición activa de sus vivencias pasivas en el juego o bien convierte a la madre en el objeto respecto del cual se presenta como sujeto activo.
La actividad sexual de la niña hacia la madre se exterioriza siguiendo la secuencia de aspiraciones orales, sádicas, y hasta fálicas dirigidas a aquella.
Entre las mociones pasivas de la fase fálica, se destaca que la niña inculpa a la madre como seductora, ya que por fuerza debió registrar las primeras sensaciones genitales a raíz de los manejos de la limpieza y el cuidado del cuerpo realizado por la madre. El hecho de que de ese modo la madre inevitablemente despierte en su hija la fase fálica es el responsable de que en las fantasías de años posteriores el padre aparezca tan regularmente como el seductor sexual. Al tiempo que se cumple el extrañamiento respecto de la madre, se transfiere al padre la introducción en la vida sexual.
En la fase fálica sobrevienen por último intensas emociones activas de deseo dirigidas a la madre; el quehacer sexual culmina en la masturbación del clítoris. El extrañamiento respecto de la madre es un paso en extremo sustantivo en la vía de desarrollo de la niña, es algo más que un mero cambio de vía de objeto; al par que sobreviene se observa un fuerte descenso de las aspiraciones sexuales activas y un ascenso de las pasivas. Es cierto que las aspiraciones activas fueron afectadas con mayor intensidad por la frustración (denegación), demostraron ser completamente inviables y por eso la libido las abandona con mayor facilidad, pero tampoco faltaron desengaños respecto del lado de las aspiraciones pasivas. Con el extrañamiento respecto de la madre a menudo se suspende también la masturbación cliotorídea, y hartas veces la represión de la masculinidad anterior infiere un daño permanente a buena parte de su querer-alcanzar sexual.
El tránsito al objeto-padre se cumple con ayuda de las experiencias pasivas en la medida en que estas han escapado al ímpetu subvertiente. Ahora queda expedito para la niña el camino hacia el desarrollo de la femineidad, en tanto no la angosten los restos de la ligazón-madre preedípica superada.
En el desarrollo sexual femenino se hallan en acción las mismas fuerzas libidinosas que en el varoncito, y en ambos casos, durante cierto tiempo se transita por idénticos caminos y se llega a iguales resultados. Luego, factores biológicos desvían esas fuerzas de sus metas iniciales y guían por las sendas de la femineidad aún a aspiraciones activas, masculinas en todo sentido.

33° CONFERENCIA. LA FEMENEIDAD (1933)
Partes del aparato sexual masculino se encuentran también en el cuerpo de la mujer, se bien en un estadio de atrofia, y lo mismo es válido para el otro sexo. Ella ve en ese hecho el indicio de una bisexualidad. Lo masculino y lo femenino se mezclan en el ser humano.
Es insuficiente hacer corresponder a la conducta masculina con actividad, y a la femenina con pasividad. Las mujeres pueden desplegar gran actividad en diversas direcciones y los varones pueden convivir con sus iguales si no desarrollan alto grado de docilidad pasiva. Tantos varones como mujeres son bisexuales en sentido psicológico, se han decidido de manera tacita a hacer coincidir activo con masculino y pasivo con femenino.
Podría intentarse caracterizar psicológicamente la feminidad diciendo que consiste en la predilección por metas pasivas. Desde luego, esto no es idéntico a pasividad; puede ser necesaria una gran dosis de actividad para alcanzar una meta pasiva. Quizá ocurra que desde el modo de participación de la mujer en la función sexual se difunda a otras esferas de su vida la preferencia por una conducta pasiva. Debemos cuidarnos de pasar por alto la influencia de las normas sociales, que de igual modo esfuerzan a la mujer a situaciones pasivas. Su propia constitución le prescribe a la mujer sofocar su agresión, y la sociedad se lo impone; esto favorece que se plasmen en ella intensas mociones masoquistas, susceptibles de ligar eróticamente las tendencias destructivas vuelta hacia adentro. El masoquismo es entonces auténticamente femenino.
El psa por su particular naturaleza, no pretende describir que es la mujer, sino indagar como deviene, como se desarrolla la mujer a partir del niño con disposición bisexual.
Abordamos la indagación del desarrollo sexual femenino con dos expectativas: la primera, que tampoco en este caso la constitución ha de plegarse sin renuncia a la función; la segunda, que los cambios decisivos ya se habían encaminado antes de la pubertad. La diferencia en la conformación de los genitales es acompañada por otras desemejanzas corporales. También surgen diferencias en la disposición de la pulsión. La niña es menos agresiva y porfiada, se basta a sí misma, parece tener más necesidad de que se le demuestre ternura, y por eso ser más dependiente y débil. También recibe la impresión de que la niña pequeña es más inteligente y viva que el varón de la misma edad, que se demuestra mas solicita hacia el mundo exterior, y que sus investiduras de objeto poseen mayor intensidad que las de aquel.
Los dos sexos parecen recorrer de igual modo las primeras fases de desarrollo libidinal. Los impulsos agresivos de las niñas no dejan nada que desear en materia de diversidad y violencia. Con el ingreso en la fase fálica, las diferencias entre los sexos retroceden en toda la línea de concordancia. Ahora la niña es como un varón. El varón que sabe procurarse sensaciones placenteras de su pene, y conjuga el estado de excitación de este con sus representaciones de comercio sexual. Lo mismo hace la niña con su clítoris. Parece que en ella todos los actos onanistas tuvieran este equivalente del pene, y que la vagina genuinamente femenina, fuera todavía algo no descubierto para ambos sexos. En la fase fálica de la niña el clítoris es la zona erógena rectora.Pero no está destinada a seguir siéndolo; con la vuelta hacia la feminidad el clítoris debe ceder en todo o en parte a la vagina su sensibilidad y con ella su valor, y esta sería una de las dos tareas que el desarrollo de la mujer tiene que solucionar, mientras que el varón, con más suerte, no necesita sino continuar en la época de su madurez sexual lo que ya había ensayado durante su temprano florecimiento sexual. Hemos de volver luego sobre el papel del clítoris; consideremos ahora la segunda tarea que gravita sobre el desarrollo de la niña. El primer objeto de amor del varoncito es la madre, quien lo sigue siendo también en la formación del complejo de Edipo y, en el fondo, durante toda la vida. También para la niña tiene que ser la madre el primer objeto; en efecto, las primeras investiduras de objeto se producen por apuntalamiento en la satisfacción de las grandes y simples necesidades vitales, y las circunstancias de la crianza son las mismas para los dos sexos. Ahora bien, en la situación edípica es el padre quien ha devenido objeto de amor para la niña, y esperamos que en un desarrollo de curso normal esta encuentre, desde el objeto-padre, el camino hacia la elección definitiva de objeto. Por lo tanto, con la alternancia de los períodos la niña debe trocar zona erógena y objeto, mientras que el varoncito retiene ambos. Así nace el problema de averiguar cómo ocurre esto y, en particular, cómo pasa la niña de la madre a la ligazón con el padre o, con otras palabras, de su fase masculina a la femenina, que es su destino biológico.
Es muy grande el número de mujeres que hasta épocas tardías permanecen en la dependencia tierna respecto del objeto-padre. Sabíamos, desde luego, que había existido un estadio previo de ligazón-madre, pero no sabíamos que pudiera poseer un contenido tan rico, durar tanto tiempo, dejar como secuela tantas ocasiones para fijaciones y predisposiciones. Durante ese período el padre es sólo un fastidioso rival; en muchos casos la ligazón-madre dura hasta pasado el cuarto año. Casi todo lo que más tarde hallamos en el vínculo con el padre preexistió en ella, y fue trasferido de ahí al padre. En suma, llegamos al convencimiento de que no se puede comprender a la mujer si no se pondera esta fase de la ligazón-madre preedípica. Ahora querremos saber cuáles son los vínculos libidinosos de la niña con la madre. He aquí la respuesta: son muy diversos. Puesto que atraviesan por las tres fases de la sexualidad infantil, cobran los caracteres de cada una de ellas, se expresan mediante deseos orales, sádico-anales y fálicos. Esos deseos subrogan tanto mociones activas como pasivas. Son por completo ambivalentes, tanto de naturaleza tierna como hostil-agresiva. Estos últimos suelen salir a la luz únicamente después que han sido mudados en representaciones de angustia. No siempre es fácil pesquisar la formulación de estos tempranos deseos sexuales; el que se expresa con mayor nitidez es el de hacerle un hijo a la madre, así como su correspondiente, el de parirle un hijo, ambos pertenecientes al período fálico. Sólo más tarde pude discernir en esta fantasía de la seducción por el padre la expresión del complejo de Edipo típico en la mujer. Y ahora reencontramos la fantasía de seducción en la prehistoria preedípica de la niña, pero la seductora es por lo general la madre. Empero, aquí la fantasía toca el terreno de la realidad, pues fue efectivamente la madre quien a raíz de los menesteres del cuidado corporal provocó sensaciones placenteras en los genitales, y acaso hasta las despertó por vez primera.
Se va a pique esta potente ligazón-madre de la niña porque está destinada a dejar sitio a la ligazón-padre. En este paso del desarrollo no se trata de un simple cambio de vía del objeto. El extrañamiento respecto de la madre se produce bajo el signo de la hostilidad, la ligazón-madre acaba en odio. Ese odio puede ser muy notable y perdurar toda la vida, puede ser cuidadosamente sobre compensado más tarde; por lo común una parte de él se supera y otra permanece. Escuchamos entonces una larga lista de acusaciones y cargos contra la madre, destinados a justificar los sentimientos hostiles del niño. De esos reproches a la madre, el que se remonta más atrás es el de haber suministrado poca leche al niño, lo cual es explicitado como falta de amor. Pero cualquiera que haya sido la situación real, es imposible que el reproche del hijo esté justificado tantas veces como se lo encuentra. Parece más bien que el ansia del niño por su primer alimento es lisa y llanamente insaciable, y que nunca se consoló de la pérdida del pecho materno. .Hasta es probable que la angustia de envenenamiento tenga íntima relación con el destete. Veneno es el alimento que a uno le hace mal. Acaso el niño atribuya sus primeras enfermedades a esa denegación
La próxima acusación a la madre se aviva cuando el siguiente hijo aparece en su cuna. Si es posible, retiene el nexo con la denegación oral. La madre no quiso o no pudo dar más leche al niño porque necesitaba el alimento para el recién llegado. Pero el amamantamiento no es lo único que enemista al niño con el indeseado intruso y rival; igual efecto traducen todos los otros signos del cuidado materno. Se siente destronado, despojado, menoscabado en sus derechos, arroja un odio celoso sobre el hermanito y desarrolla hacia. Madre infiel una inquina que muy a menudo se expresa en una desagradable alteración de su conducta. Se vuelve acaso irritable, desobediente, e involuciona en sus conquistas sobre el gobierno de las excreciones. Porque esos celos reciben continuo alimento en los años siguientes de la niñez, y toda la conmoción se repite con cada nuevo hermanito. No cambia mucho las cosas que el niño siga siendo el preferido de la madre; las exigencias de amor de los niños no tienen medida, exigen exclusividad, no admiten ser compartidas.
Una rica fuente para la hostilidad del niño hacia su madre la proporcionan sus múltiples deseos sexuales, variables de acuerdo con la fase libidinal, y que casi nunca pueden ser satisfechos. La más intensa de estas denegaciones se produce en el período fálico, cuando la madre prohíbe el quehacer placentero en los genitales, hacia el cual, empero, ella misma había orientado al niño. Uno creería que son motivos suficientes para fundar el extrañamiento de la niña respecto de su madre. Todos estos factores las postergaciones, los desengaños de amor, los celos, la seducción adquieren sin duda eficacia también en la relación del varoncito con su madre, pero no son capaces de enajenarlo del objeto-madre. Si no hallamos algo que sea específico para la niña y no se presente en el varoncito, o no lo haga de igual modo, no habremos explicado el desenlace de la ligazón-madre en aquella. Creo que hemos hallado ese factor específico, y por cierto donde esperábamos hallarlo, si bien en forma sorprendente. Donde esperábamos hallarlo, digo, pues reside en el complejo de castración. Y en efecto, la diferencia anatómica no puede menos que imprimirse en consecuencias psíquicas. Pero fue una sorpresa enterarse, por los análisis, que la muchacha hace responsable a la madre de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio. Como lo oyen, también a la mujer le atribuimos un complejo de castración. Y con buen fundamento; pero no puede tener el mismo contenido que en el varón. En este, el complejo de castración nace después que por la visión de unos genitales femeninos se enteró de que el miembro tan estimado por él no es complemento necesario del cuerpo. Entonces se acuerda de las amenazas que se atrajo por ocuparse de su miembro, empieza a prestarles creencia, y a partir de ese momento cae bajo el influjo de la angustia de castración, que pasa a ser el más potente motor de su ulterior desarrollo. El complejo de castración de la niña se inicia, asimismo, con la visión de los genitales del otro sexo. Se siente gravemente perjudicada, a menudo expresa que le gustaría tener también algo así, y entonces cae presa de la envidia del pene, que deja huellas imborrables en su desarrollo y en la formación de su carácter, y aun en el caso más favorable no se superará sin un serio gasto psíquico. Que la niña admita el hecho de su falta de pene no quiere decir que se someta sin más a él. Al contrario, se aferra por largo tiempo al deseo de llegar a tener algo así, cree en esa posibilidad hasta una edad inverosímilmente tardía, y aun en épocas en que su saber de la realidad hace mucho desechó por inalcanzable el cumplimiento de ese deseo, el análisis puede demostrar que se ha conservado en lo inconsciente y ha retenido una considerable investidura energética. El deseo de obtener al fin el pene anhelado puede prestar todavía su contribución a los motivos que llevan a la mujer madura al análisis, y lo que razonablemente le cabe esperar de este último es discernible a menudo como una metamorfosis sublimada de ese deseo reprimido. Respecto de muchas actitudes pulsionales patológicas, por ejemplo todas las perversiones sexuales, cabe preguntar cuánto de su intensidad debe atribuirse a fijaciones de la primera infancia y cuánto al influjo de vivencias o desarrollos posteriores. Casi siempre se trata ahí de unas series complementarias como las que supusimos en la elucidación de la etiología de las neurosis. Ambos factores participan con proporciones alternas en la causación; una disminución en uno de los lados es compensada por un aumento en el otro. Lo infantil es en todos los casos lo que marca la dirección; no siempre es lo decisivo, pero sí lo es muy a menudo. Justamente en el caso de la envidia del pene yo sustentaría sin vacilar la preeminencia del factor infantil. El descubrimiento de su castración es un punto de viraje en el desarrollo de la niña. De ahí parten tres orientaciones del desarrollo:una lleva a la inhibición sexual o a la neurosis; la siguiente, a la alteración del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, y la tercera, en fin, a la feminidad normal.
Acerca de las tres hemos averiguado bastante, si bien no todo. El contenido esencial de la primera es que la niña pequeña, que hasta ese momento había vivido como varón, sabía procurarse placer por excitación de su clítoris y relacionaba este quehacer con sus deseos sexuales, con frecuencia activos, referidos a la madre, ve estropearse el goce de su sexualidad fálica por el influjo de la envidia del pene. La comparación con el varón, tanto mejor dotado, es una afrenta a su amor propio; renuncia a la satisfacción masturbatorio en el clítoris, desestima su amor por la madre y entonces no es raro que reprima una buena parte de sus propias aspiraciones sexuales. Es cierto que el extrañamiento respecto de la madre no se produce de un golpe, pues la muchacha al comienzo considera su castración como una desventura personal, sólo poco a poco la extiende a otras personas del sexo femenino y, por último, también a la madre. Su amor se había dirigido a la madre fálica; con el descubrimiento de que la madre es castrada se vuelve posible abandonarla como objeto de amor, de suerte que pasan a prevalecer los motivos de hostilidad que durante largo tiempo se habían ido reuniendo. Vale decir, pues, que por el descubrimiento de la falta del pene la mujer resulta desvalorizada tanto para la niña como para el varoncito, y luego, tal vez, para el hombre.
Todos ustedes saben cuán sorprendente valor etiológico conceden nuestros neuróticos a su onanismo. Lo responsabilizan de todos sus achaques y nos da mucho trabajo hacerles creer que están en un error. Pero en verdad deberíamos concederles que tienen razón, pues el onanismo es el poder ejecutivo de la sexualidad infantil, y a ellos justamente los aqueja el fallido desarrollo de esta última. Ahora bien, los neuróticos casi siempre echan la culpa al onanismo de la pubertad; al de la primera infancia, que es el que en realidad interesa, lo han olvidado las más de las veces. Si fue descubierto o no, el modo en que los padres lo combatieron o toleraron, si el niño consiguió sofocarlos por sí mismo. Todo esto deja huellas imperecederas en su desarrollo. En el desarrollo de la niña, que estoy presentándoles, tienen un ejemplo en que el propio niño se empeña en librarse del onanismo. Pero no siempre lo consigue. Cuando la envidia del pene ha despertado un fuerte impulso contrario al onanismo cliotorídea y este, empero, no quiere ceder, se entabla una violenta lucha por liberarse; en esa lucha la niña asume ella misma, por así decir, el papel de la madre ahora destituida y expresa todo su descontento con el clítoris inferior en la repulsa a la satisfacción obtenida en él. Muchos años después, cuando el quehacer onanista hace largo tiempo que fue sofocado, se continúa un interés que debemos interpretar como defensa contra una tentación que se sigue temiendo. Se exterioriza en la emergencia de una simpatía hacia personas a quienes se atribuyen dificultades parecidas. Con el abandono de la masturbación cliotorídea se renuncia a una porción de actividad. Ahora prevalece la pasividad, la vuelta hacia el padre se consuma predominantemente con ayuda de mociones pulsionales pasivasYa lo disciernen ustedes: tal oleada de desarrollo, que remueve la actividad fálica, allana el terreno a la feminidad.Cuando no es mucho lo que a raíz de ello se pierde por represión, esa feminidad puede resultar normal. El deseo con que la niña se vuelve hacia el padre es sin duda, originariamente, el deseo del pene que la madre le ha denegado y ahora espera del padre. Sin embargo, la situación femenina sólo se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del hijo, y entonces, siguiendo una antigua equivalencia simbólica, el hijo aparece en lugar del pene. No se nos escapa que la niña había deseado un hijo ya antes, en la fase fálica no perturbada; ese era, sin duda alguna,el sentido de su juego con muñecas. Pero ese juego no era propiamente la expresión de su feminidad; servía a la identificación-madre en el propósito de sustituir la pasividad por actividad. Jugaba a la madre, y la muñeca era ella misma; entonces podía hacer con el hijo todo lo que la madre solía hacer con ella. Sólo con aquel punto de arribo del deseo del pene, el hijo-muñeca deviene un hijo del padre y, desde ese momento, la más intensa meta de deseo femenina. Es grande la dicha cuando ese deseo del hijo halla más tarde su cumplimiento en la realidad, y muy especialmente cuando el hijo es un varoncito, que trae consigo el pene anhelado. En la expresión compuesta «un hijo del padre», muy a menudo el acento recae sobre el hijo, y no insiste en el padre. Así, el antiguo deseo masculino de poseer el pene sigue trasluciéndose a través de la feminidad consumada. Pero quizá debiéramos ver en este deseo del pene, más bien, un deseo femenino por excelencia. Con la trasferencia del deseo hijo-pene al padre, la niña ha ingresado en la situación del complejo de Edipo. La hostilidad a la madre' que no necesita ser creada como si fuera algo nuevo, experimenta ahora un gran refuerzo, pues deviene la rival que recibe del padre todo lo que la niña anhela de él. Por largo tiempo el complejo de Edipo de la niña nos impidió ver esa ligazón-madre preedípica que, sin embargo, es tan importante y deja como secuela fijaciones tan duraderas. Para la niña, la situación edípica es el desenlace de un largo y difícil proceso, una suerte de tramitación provisional, una posición de reposo que no se abandona muy pronto, sobre todo porque el comienzo del período de latencia no está lejos. Y en este punto, en la relación del complejo de Edipo con el de castración, nos salta a la vista una diferencia entre los sexos, probablemente grávida en consecuencias. El complejo de Edipo del varoncito, dentro del cual anhela a su madre y querría eliminar a su padre como rival, se desarrolla desde luego a partir de la fase de su sexualidad fálica. Ahora bien, la amenaza de castración lo constriñe a resignar esta postura. Bajo la impresión del peligro de perder el pene, el complejo de Edipo es abandonado, reprimido, en el caso más normal radicalmente destruido, y se instaura como su heredero un severo superyó. Lo que acontece en la niña es casi lo contrario. El complejo de castración prepara al complejo de Edipo en vez de destruirlo; por el influjo de la envidia del pene, la niña es expulsada de la ligazón-madre y desemboca en la situación edípica como en un puerto. Ausente la angustia de castración, falta el motivo principal que había esforzado al varoncito a superar el complejo de Edipo. La niña permanece dentro de él por un tiempo indefinido, sólo después lo deconstruye y aun entonces lo hace de manera incompleta. En tales constelaciones tiene que sufrir menoscabo la formación del superyó, no puede alcanzar la fuerza y la independencia que le confieren su significatividad cultural.
Ahora volvamos atrás: mencionamos como la segunda de las reacciones posibles tras el descubrimiento de la castración femenina el desarrollo de un fuerte complejo de masculinidad. Se quiere significar con esto que, por así decir, la niña se rehúsa a reconocer el hecho desagradable; con una empecinada rebeldía carga todavía más las tintas sobre la masculinidad que tuvo hasta entonces, mantiene su quehacer cliotorídea y busca refugio en una identificación con la madre fálica o con el padre. ¿Qué será lo decisivo para este desenlace? No podemos imaginar otra cosa que un factor constitucional, una proporción mayor de actividad, como suele ser característica del macho. Empero,lo esencial del proceso es que en este lugar del desarrollo se evita la oleada de pasividad que inaugura el giro hacia la feminidad. Como la operación más extrema de este complejo de masculinidad se nos aparece su influjo sobre la elección de objeto en el sentido de una homosexualidad manifiesta.
El despliegue de la feminidad está expuesto a ser perturbado por los fenómenos residuales de la prehistoria masculina. Las regresiones a las fijaciones de aquellas fases preedípica son muy frecuentes; en muchos ciclos de vida se llega a una repetida alternancia de épocas en quepredomina la masculinidad o la feminidad. Una parte de lo que nosotros los varones llamamos el enigma femenino acaso derive de esa expresión de bisexualidad en la vida de la mujer
Existe sólo una libido, que entra al servicio de la función sexual tanto masculina como femenina.
Adjudicamos a la feminidad, pues, un alto grado de narcisismo, que influye también sobre su elección de objeto, de suerte que para la mujer la necesidad de ser amada es más intensa que la de amar. En la vanidad corporal de la mujer sigue participando el efecto de la envidia del pene, pues ella no puede menos que apreciar tanto más sus encantos como tardío resarcimiento por la originaría inferioridad sexual.
La elección de objeto de la mujer se vuelven hartas veces irreconocibles por obra de las circunstancias sociales, Cuando puede mostrarse libremente, se produce a menudo siguiendo el ideal narcisista del varón que la niña había deseado devenir. Si ella ha permanecido dentro de la ligazón-padre, elige según el tipo paterno. Puesto que en la vuelta desde la madre hacia el padre la hostilidad del vínculo ambivalente de sentimientos permaneció junto a la madre, tal elección debiera de asegurar un matrimonio dichoso. Pero muy a menudo interviene otro desenlace que en general amenaza esa tramitación del conflicto de ambivalencia. La hostilidad que se dejó atrás alcanza a la ligazón positiva y desborda sobre el nuevo objeto. El marido, que había heredado al padre, entra con el tiempo en posesión de la herencia materna. Entonces ocurre fácilmente que la segunda mitad de la vida de una mujer se llene con la lucha contra su marido, así como la primera, más breve, lo estuvo con la rebelión contra su madre. Tras desfogarse la reacción, es fácil que un segundo matrimonio se plasme de manera mucho más satisfactoria. Otra mudanza en el ser de la mujer, para la cual los amantes no están preparados, puede sobrevenir luego del nacimiento del primer hijo en el matrimonio. Bajo la impresión de la propia maternidad puede revivirse una identificación con la madre propia, identificación contra la cual la mujer se había revelado hasta el matrimonio, y atraer hacia sí toda la libido disponible, de suerte que la compulsión de repetición reproduzca un matrimonio desdichado de los padres. Que el antiguo factor de la falta de pene no siempre ha perdido su fuerza se demuestra en la diversa reacción de la madre frente al nacimiento de un hijo según sea varón o mujer. Sólo la relación con el hijo varón brinda a la madre una satisfacción irrestricta; es en general la más perfecta, la más exenta de ambivalencia de todas las relaciones humanas. La madre puede trasferir sobre el varón la ambición que debió sofocar en ella misma, esperar de él la satisfacción de todo aquello que le quedó de su complejo de masculinidad. El matrimonio mismo no está asegurado hasta que la mujer haya conseguido hacer de su marido también su hijo, y actuar la madre respecto de él. La identificación-madre de la mujer permite discernir dos estratos: el preedípica, que consiste en la ligazón tierna con la madre y la toma por arquetipo, y el posterior, derivado del complejo de Edipo, que quiere eliminar a la madre y sustituirla junto al padre. De ambos estratos es mucho lo que queda pendiente para el futuro, y hasta hay derecho a decir que ninguno se supera en medida suficiente en el curso del desarrollo. Empero, la fase de la ligazón preedípica tierna es la decisiva para el futuro de la mujer; en ella se prepara la adquisición de aquellas cualidades con las que luego cumplirá su papel en la función sexual y costeará sus inapreciables rendimientos sociales. En esa identificación conquista también su atracción sobre el varón, atizando hasta el enamoramiento la ligazón-madre edípica de él. Sin embargo, con harta frecuencia sólo el hijo varón recibe lo que el varón pretendía para sí.


PSICOLOGIA DE LAS MASAS Y ANALISIS DEL YO (1921) – ENAMORAMIENTO E HIPNOSIS.
En una serie de casos, el enamoramiento no es más que una investidura de objeto de parte de las pulsiones sexuales con el fin de alcanzar la satisfacción sexual directa, lograda la cual se extingue; es lo que se llama amor sensual, común. Pero, como es sabido, la situación libidinosa rara vez es tan simple. La certidumbre de que la necesidad que acababa de extinguirse volvería a despertar tiene que haber sido el motivo inmediato de que se volcase al objeto sexual una investidura permanente y se lo «amase» aun en los intervalos, cuando el apetito estaba ausente. La notable historia de desarrollo por la que atraviesa la vida amorosa de los seres humanos viene a agregar un segundo factor. En la primera fase, casi siempre concluida ya a los cinco años, el niño había encontrado un primer objeto de amor en uno de sus progenitores; en él se habían reunido todas sus pulsiones sexuales que pedían satisfacción. La represión que después sobrevino obligó a renunciar a la mayoría de estas metas sexuales infantiles y dejó como secuela una profunda modificación de las relaciones con los padres. En lo sucesivo el niño permaneció ligado a ellos, pero con pulsiones que son precisos llamar «de meta inhibida». Los sentimientos que en adelante alberga hacia esas personas amadas reciben la designación de «tiernos». El adolescente logre cierto grado de síntesis entre el amor no sensual, celestial, y el sensual, terreno; en tal caso, su relación con el objeto sexual se caracteriza por la cooperación entre pulsiones no inhibidas y pulsiones de meta inhibida. Y gracias a la contribución de las pulsiones tiernas, de meta inhibida, puede medirse el grado del enamoramiento por oposición al anhelo simplemente sensual.
El objeto amado goza de cierta exención de la crítica, sus cualidades son mucho más estimadas que en las personas a quienes no se ama o que en ese mismo objeto en la época en que no era amado. A raíz de una represión o posposición de las aspiraciones sensuales, eficaz en alguna medida, se produce este espejismo: se ama sensualmente al objeto sólo en virtud de sus excelencias anímicas; y lo cierto es que ocurre lo contrario, a saber, únicamente la complacencia sensual pudo conferir al objeto tales excelencias.
El objeto es tratado como el yo propio, y por tanto en el enamoramiento afluye al objeto una medida mayor de libido narcisista. Y aun en muchas formas de la elección amorosa salta a la vista que el objeto sirve para sustituir un ideal del yo propio, no alcanzado. Se ama en virtud de perfecciones a que se ha aspirado para el yo propio y que ahora a uno le gustaría procurarse, para satisfacer su narcisismo, por este rodeo.
Si la sobrestimación sexual y el enamoramiento aumentan, la interpretación del cuadro se vuelve cada vez más inequívoca. En tal caso, las aspiraciones que esfuerzan hacia una satisfacción sexual directa pueden ser enteramente esforzadas hacia atrás, como por regla general ocurre en el entusiasmo amoroso del jovencito; el yo resigna cada vez más todo reclamo, se vuelve más modesto, al par que el objeto se hace más grandioso y valioso; al final llega a poseer todo el amor de sí mismo del yo, y la consecuencia natural es el auto sacrificio de este. El objeto, por así decir, ha devorado al yo.
Contemporáneamente a esta entrega del yo al objeto, que ya no se distingue más de la entrega sublimada a una idea abstracta, fallan por entero las funciones que recaen sobre el ideal del yo. Calla la crítica, que es ejercida por esta instancia; todo lo que el objeto hace y pide es justo e intachable. La conciencia moral no se aplica a nada de lo que acontece en favor del objeto; en

La ceguera del amor, uno se convierte en criminal sin remordimientos. La situación puede resumirse cabalmente en una fórmula:
El objeto se ha puesto en el lugar del ideal del yo.

La diferencia entre la identificación y el enamoramiento en sus expresiones más acusadas, que se llaman fascinación y servidumbre enamorada. ‘‘En la primera, el yo se ha enriquecido con las propiedades del objeto, lo ha introyectado. En el segundo, se ha empobrecido, se ha entregado al objeto, le ha concedido el lugar de su ingrediente más importante. En el caso de la identificación,
El objeto se ha perdido o ha sido resignado; después se lo vuelve a erigir en el interior del yo, y el yo se altera parcialmente según el modelo del objeto perdido. En la otra otra alternativa, a saber: que el objeto se ponga en el lugar del yo o en el del ideal del yo.
Otra alternativa, El trecho que separa el enamoramiento de la hipnosis no es, evidentemente, muy grande. El hipnotizador como hacia el objeto amado. El vínculo hipnótico es una entrega enamorada irrestricta que excluye toda satisfacción sexual, mientras que en el enamoramiento esta última se pospone sólo de manera temporaria, y permanece en el trasfondo como meta posible para más tarde.

Ahora bien, por otra parte podemos decir que el vínculo hipnótico es una formación de masa de dos. La hipnosis no es un buen objeto de comparación para la formación de masa porque es, más bien, idéntica a esta. De la compleja ensambladura de la masa ella aísla un elemento: el comportamiento del individuo de la masa frente al conductor. Es interesante ver que justamente las aspiraciones sexuales de meta inhibida logren crear ligazones tan duraderas entre los seres humanos. Pero esto se explica con facilidad por el hecho de que no son susceptibles de una satisfacción plena, mientras que las aspiraciones sexuales no inhibidas experimentan, por obra de la descarga, una extraordinaria disminución toda vez que alcanzan su meta. El amor sensual está
Destinado a extinguirse con la satisfacción; para perdurar tiene que encontrarse mezclado desde el comienzo con componentes
Puramente tiernos, vale decir, de meta inhibida, o sufrir un cambio en ese sentido. La hipnosis nos resolvería de plano el enigma de la constitución libidinosa de una masa si no contuviera rasgos que hasta ahora se han sustraído de un esclarecimiento acorde
A la ratio, en cuanto estado de enamoramiento que excluye aspiraciones directamente sexuales.
Contiene un suplemento de parálisis que proviene de la relación entre una persona de mayor poder y una impotente, desamparada.
Ahora bien, las elucidaciones anteriores nos han preparado acabadamente para indicar la fórmula de la constitución libidinosa de una masa; a menos, de una masa del tipo considerado hasta aquí, vale decir, que tiene un conductor y no ha podido adquirir secundariamente, por un exceso de organización, las propiedades de un individuo. Una masa primaria de esta índole es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado

entre sí en su yo.