jueves, 12 de agosto de 2021

Lacan, J. (1956-1957). El seminario. Libro IV. La relación de objeto.

 

Lacan, J. (1956-1957). El seminario. Libro IV. La relación de objeto.  

 

Cap. 8. Obtendrán fácilmente los tres tiempos de la subjetividad, considerados en relación con lafrustración y a condición de entender ésta en el sentido de la falta de objeto, si reflexionande entrada sobre la posición cero del problema, o sea la oposición, la institución delsímbolo puro más o menos, presencia o ausencia, que no es sino una posición objetivablede los datos del juego. El segundo tiempo hay que encontrarlo en el hecho de que ladeclaración consistente en decir par o impar, es una especie de demanda que nos deja enla situación de ser gratificados o no por la respuesta del otro, pero como lo que ahoratiene en la mano son dados, entonces no depende de él satisfacer o no nuestra demanda.Aquí  tenemos el   segundo  estadio  de  la  relación  dual,  que instituye  la  llamada  y  surespuesta, y sobre esta última se establece el nivel de la frustración. Ven ustedes almismo tiempo su carácter absolutamente fugaz y literalmente imposible de satisfacer. Si eljuego tiene para ustedes su interés, es porque introducen en él la tercera dimensión quele da su sentido propio, la de la ley, bajo una forma siempre latente en el ejercicio deljuego.   Desde   el   punto   de   vista   del   demandante,   ¿de   qué   se   trata?   Se   suponeevidentemente que el otro le sugiere en todo momento una regularidad, una ley, y almismo tiempo se esfuerza por ocultársela. La institución de una ley o de una regularidadconcebida como posible, el que propone la parte oculta del juego se la esconde al otro en todo   momento,   aunque   le   sugiere   su   nacimiento.   En   este   momento   es   cuando   seestablece lo fundamental del juego, lo que le da su sentido intersubjetivo y lo sitúa en unadimensión no ya dual, sino ternaria. Es necesario introducir tres términos para que puedaempezar a articularse algo semejante a una ley. Los tres tiempos intersubjetivos son estosque estamos siguiendo para  tratar de ver cómo se introduce el objeto en la cadenasimbólica. Pues por el solo hecho de ponerse a nuestro alcance, bajo nuestra jurisdicción,necesariamente, dicho objeto ha de entrar en esta cadena.Habíamos llegado al tercer tiempo, el tiempo constituido de la siguiente forma, que lesresumo a partir de una primera situación tomada arbitrariamente como situación inicial. Yaes   hacer   una   concesión   a   un   punto   de   vista   progresivo   admitir   este   ordenamientocronológico de los términos desde el pasado hacia el futuro. Lo hacemos para facilitar lascosas, aproximándonos a lo que se hace habitualmente en la dialéctica de la frustración,sin olvidar que al concebirla de forma sumaria, sin distinguir los planos real, imaginario ysimbólico,   llegamos   a   callejones   sin   salida.   Por   ahora,   tratamos   de   establecer   losprincipios de las relaciones entre el objeto y, por otra parte, la constitución de la cadenasimbólica. De entrada, tenemos la posición de la chica cuando se encuentra todavía en laépoca de la pubertad. La primera estructuración simbólica e imaginaria de esta posiciónse hace de forma clásica, como manda la teoría. La equivalencia pene imaginario-niñoinstaura al sujeto como madre imaginaria con respecto a ese más allá, el padre, queinterviene como función simbólica, como quien puede dar el falo. La potencia del padre esinconsciente. Nos encontramos después del declive del complejo de Edipo, y el padre,como  aquél que ´puede  dar el niño, es inconsciente. En este estadio es cuando seproduce el momento fatal en que el padre interviene en lo real para dar un hijo a la madre,hace de ese niño con el cual el sujeto se halla en relación imaginaria, un niño real. Hayalgo que se realiza y, en consecuencia, ella no podrá seguir sosteniéndolo en la posiciónimaginaria   donde   lo   instituía.   Nos   encontramos   ahora   en   un   segundo   tiempo.   Laintervención del padre real con respecto al niño, niño del que en consecuencia ella resultafrustrada, produce la transformación de toda la ecuación, planteada en estos términos (elpadre imaginario, la dama, el pene simbólico). Mediante una especie de inversión, larelación del sujeto con su padre, situada hasta ahora en el orden simbólico, pasa a larelación imaginaria. Hay proyección de la fórmula inconsciente, la de su primer equilibrio,en una relación perversa entre comillas, una relación imaginaria, o sea su relación con ladama. Éste es el tercer tiempo. He  aquí la posición de los  términos  que  están  en  juego,  posición  enigmática. Estostérminos, sean cuales sean, imponen una estructura, es decir que si cambiamos algunode posición, deberíamos situar de otro modo, y no en cualquier parte, todos los demás. Elanálisis nos proporciona su significación. Freud cristaliza las posiciones respectivas, la deél y la de su paciente, de una forma nada satisfactoria, porque, como él mismo afirma, esentonces cuando se rompe la relación analítica. Piense lo que piense Freud, estamoslejos de inclinarnos a poner todo el peso  en una posición  sin salida por parte de laenferma. Su propia intervención, su concepción, sus prejuicios sobre la situación, algo habrán tenido que ver en la ruptura. Él nos dice que las resistencias de la enferma han sido  insuperables.  ¿Cómo  materializa  dichas  resistencias?  ¿Qué  ejemplos  da? ¿Quésentido les da? Las ve expresadas particularmente en un sueño que, paradójicamente,hubiera podido dar no pocas esperanzas, o sea, de que la situación se normalizara. Es unsueño en el que se trata de unión, conjugo, matrimonio fecundo. El sueño manifiesta undeseo que va en la dirección de lo que, si no Freud, al menos la sociedad, representadaaquí por la familia, puede desear como el mejor resultado del tratamiento. Freud, lejos detomar el texto del sueño al pie de la letra, no ve en él más que una treta de la paciente,destinada expresamente a decepcionarlo, a ilusionarlo y desilusionarlo al mismo tiempo,como el juego intersubjetivo de la adivinación. Esto supone, como Freud señala, que se lepueda objetar “Pero entonces, ¿puede mentir el inconsciente?”.La Traumdeutung, a propósito de las relaciones entre el deseo inconsciente y el deseopreconsciente,   introduce   una   comparación   entre   capitalista   y   empresario.   El   deseopreconsciente   es   el   empresario   del   sueño,   pero   el   sueño   no   sería   suficiente   parainstituirse como representante del inconsciente, si no hubiera otro deseo que constituye elfondo del sueño, el deseo inconsciente. Freud distingue los dos deseos, sólo que noextrae las consecuencias más extremas. Es conveniente plantear la distinción entre lo queel sujeto introduce en su sueño, que corresponde al nivel del inconsciente, y el factor de larelación dual, debido a que cuando cuenta este sueño en el análisis se dirige a alguien.En   este   sentido,   un   sueño   producido   durante   un   análisis   comporta   siempre   ciertadirección hacia el analista, y esta dirección no es siempre obligatoriamente la direccióninconsciente. Toda la cuestión está en saber si se deben destacar las intenciones quesegún nos dice Freud son manifiestamente las de la enferma, o sea jugar con su padre (lamisa enferma llega a formularlo) el juego de engaño, fingir que se somete a tratamiento ymantener sus posiciones, su fidelidad a la dama. Lo que se expresa en el sueño, ¿debeconcebirse pura y simplemente en la perspectiva del engaño, de su intencionalizaciónpreconsciente? No lo parece, porque si lo examinamos detalladamente, ¿qué es lo quevemos formularse? Se hace en una dialéctica de engaño, pero lo que se formula en elinconsciente,   tanto   en   la   primera   como   en   la   tercera   etapa,   es,   devolviéndolo   alsignificante, lo que en el origen está desviado: su propio mensaje que proviene del padrebajo una forma invertida, bajo la forma de “tú eres mi mujer, tú eres mi amo, tú tendrás unhijo mío”. Ésta es, a la entrada del Edipo, o mientras no se resuelve el Edipo, la promesaen la que se basa la entrada de la niña en el complejo de Edipo. Éste es el origen de laposición, y en el sueño se articula una situación que satisface tal promesa. Lo que semanifiesta es siempre el mismo contenido del inconsciente. Si Freud titubea ante estecontenido, es a falta de llegar a una formulación depurada de la transferencia. Hay en latransferencia un elemento imaginario y un elemento simbólico, y en consecuencia hay queelegir.   Si   la   transferencia   tiene   sentido,   si   tiene   sentido   lo   que   Freud   nos   aportóulteriormente con la noción de Wiederholungszwang, es que si hay transferencia es en lamedida en que hay una insistencia propia de la cadena significante. Por definición, estainsistencia propia de la cadena simbólica no la asume el sujeto. Sin embargo, el solohecho de que se produzca y surja en la etapa tres, subsistiendo y formulándose en unsueño, permite decir que dicho sueño, aunque parezca un sueño falaz porque está en elplano   imaginario   y   en   relación   directa   con   el   terapeuta,   no   es   menos   el   únicorepresentante de la transferencia en su sentido propio. En esto podía depositar Freud contoda seguridad su confianza, para intervenir con audacia. Su noción de la transferenciadebería   haberse   basado en  una posición  menos   oscilante,  y   hubiera   debido   pensarprecisamente que la transferencia se produce en lo esencial en el plano de la articulaciónsimbólica.   Cuando   hablamos   de   transferencia,   cuando   algo   adquiere   su   sentido   alconvertirse el analista en el lugar de la transferencia, es en la medida en que se trata de laarticulación simbólica propiamente dicha, y ello antes de que el sujeto la haya asumido. SiFreud observa de todos modos que aquí se produce algo del orden de la transferencia, noextrae   la   consecuencia  crítica,   ni   tampoco   el   método   correcto   de   intervención.   Esta observación no sólo es válida para un caso particular. Tenemos el caso Dora, en el queFreud comete el error exactamente contrario. Tenemos en el caso de Dora exactamentelos mismos personajes: en primer término, un padre, una hija y también una dama, laseñora K. Nos resulta tanto más chocante que todo el problema gire de la misma formaalrededor de la dama, aunque esto se le oculta a Freud en la presentación de la situaciónpor parte   de la   chica. Se   trata  de   una pequeña  histérica  que  le  llevan  por  algunossíntomas que ha tenido, menores pero inequívocos. La situación se ha hecho intolerabletras una especie de demostración o de intención de suicidio que ha acabado alarmando asu familia. El padre se la presenta a Freud como una enferma, y este mismo paso, lapropia consulta, es un elemento que de por sí denota una crisis en el conjunto social quehasta   entonces  se   había   mantenido   en   cierto   equilibrio.   Sin   embargo,   este  singularequilibrio se había roto ya dos años atrás: el padre tenía como amante a una tal señora K,casada con un señor llamado señor K. Esta pareja vive en una especie de relación decuarteto  por la pareja  formada  por  el  padre y  la  hija.  La  madre está  ausente de  lasituación. En el caso de la joven homosexual, la madre está presente, puesto que es ellaquien le arrebata a la hija la atención de su padre e introduce el elemento de frustraciónreal que habrá sido determinante en la formación de la constelación perversa. En el casode Dora, es el padre quien introduce a la dama y al parecer la mantiene ahí, mientras queen el otro caso es la hija quien la introduce. Lo chocante es que Dora le indica enseguidaa Freud su reivindicación extremadamente intensa del afecto de su padre, que, segúnella, le fue arrebatado por la relación en cuestión. Le demuestra inmediatamente a Freudque siempre estuvo al corriente de la existencia de tal relación, de su permanencia y sucarácter preferente, y que ha llegado a resultarle intolerable. Todo su comportamientodenota su reivindicación frente a esa relación. Freud da entonces un paso, el primero dela experiencia freudiana, el más decisivo por su cualidad propiamente dialéctica. Lleva aDora hasta la siguiente pregunta: “Esto que la subleva a usted como si de una disipaciónse tratara, ¿acaso no es algo en lo que usted misma ha participado?”. Y en efecto, Freudpone al descubierto rápidamente que, hasta ese momento crítico, la situación había sidosostenida de la forma más eficaz por la misma Dora. Ella se había mostrado mucho másque complaciente con esta situación singular, en realidad había sido incluso su piezaclave,   había   protegido  los  apartes  de   la   pareja  del  padre   y   la   dama,  incluso   habíasustituido en una ocasión a la dama en sus funciones, cuidando de sus hijos. A medidaque nos adentramos en la estructura del caso, se revela incluso que Dora tiene unarelación muy especial con la dama, que resulta ser su confidente y, al parecer., ha llegadomuy lejos en sus confidencias. Señalemos, en otras cosas, el intervalo de nueve mesesentre el síntoma histérico de la apendicitis y su raíz, la escena del lago, que Freud creedescubrir porque la enferma se lo proporciona simbólicamente, pero si se examina conmás cuidado, veremos que en realidad son quince meses. Y esos quince meses tienen susentido, porque el quince está por todas partes en la observación, y es un elemento útilpara su comprensión, puesto que se basa en números y en un valor puramente simbólico.Freud se da cuenta a posteriori de que si ha fracasado, es en razón de una resistencia dela paciente a admitir la relación amorosa que la une con el señor K, algo que él le sugiriócomo un hecho con todo el peso de su insistencia y de su autoridad. Freud llega incluso aindicar en una nota que hubo algún error de su parte, y que hubiera debido comprenderque el apego homosexual por la señora K era la verdadera significación de la instituciónde   la   posición   primitiva   de   Dora,   así   como   de   su   crisis.   Pero   lo   importante   no   esúnicamente que Freud lo reconozca a posteriori, porque a lo largo de toda la observaciónse mantiene en la mayor ambigüedad en lo que se refiere al objeto real del deseo deDora. ¿En qué términos se debe articular la posición del problema? Se trata de dar unaformulación posible de esta ambigüedad, de alguna forma no resuelta. El señor K, supersona, tiene una importancia primordial para Dora y con él se establece algo semejantea un vínculo libidinal. Algo de otro orden, de una importancia igualmente considerable, también juega un papel en el vínculo libidinal de Dora con la señora K. De acuerdo con laestructura de las histéricas, indiqué lo siguiente (la histérica es alguien cuyo objeto eshomosexual): la histérica aborda este objeto homosexual por identificación con alguien delotro sexo. Llegué más lejos. Partiendo de la relación narcisista como fundadora del yo(moi), como matriz, Urbild, de la constitución de esa función imaginaria llamada el yo,había mostrado que había huellas de ella en la observación. La situación de esta cuadrillasólo   se   entiende   en   la   medida   en   que   el   yo   (sólo   el   yo)   de   Dora   ha   hecho   unaidentificación con un personaje viril, el señor K, y que los hombres son para ella otrastantas cristalizaciones posibles de su yo. Por medio del señor K, en la medida en que ellaes el señor K, en el punto imaginario que constituye la personalidad del señor K, es comoDora está vinculada con el personaje de la señora K. Llegué todavía más lejos y dije: laseñora K es alguien importante. No sólo es importante porque constituye el objeto de unaelección entre otros objetos, No sólo es importante porque está investida con la funciónnarcisista que se encuentra en el fondo de todo enamoramiento. No, lo esencial, y comolo indican los sueños, es que la señora K es la pregunta de Dora. Dora es una histérica,alguien que ha alcanzado la crisis edípica y que, al mismo tiempo, ha podido y no hapodido franquearla. Hay una razón para ello: es que su padre, al revés que el padre de lahomosexual,  es impotente. Toda la  observación descansa en  la noción  central de laimpotencia del padre. He aquí una ocasión propicia para destacar en qué puede consistirla función del padre en relación con la falta de objeto que hace entrar a la niña en elEdipo. ¿Cuál puede ser la función del padre como donador? Esta situación descansa enla distinción que hice a propósito de la frustración primitiva, la que puede establecerse enla relación del  niño  con la madre.  Hay  un objeto del que el niño es frustrado. Perodespués  de la frustración, su deseo  subsiste. La frustración sólo  tiene  sentido en lamedida en que el objeto, como pertenencia del sujeto, subsiste después de la frustración.La madre interviene entonces en otro registro: da o no da, pero en cuanto ese don essigno de amor. He aquí ahora el padre, que sirve para ser quien da simbólicamente eseobjeto faltante. Aquí, en el caso de Dora, no lo da, porque no lo tiene. La carencia fálicadel padre atraviesa toda la observación como una nota fundamental, constitutiva de laposición. Pero, también en este caso, ¿lo encontramos en un solo plano? ¿Toda la crisisse establecerá pura y simplemente en relación con esta falta? Observemos de qué setrata. ¿Qué es dar? ¿No hay acaso otra dimensión, introducida ahí donde la relación deobjeto es elevada al grado simbólico por el hecho de que el objeto puede ser dado o no?Lo que se da, ¿es alguna vez el objeto? Ésta es la cuestión, y en la observación de Doravemos uno de sus desenlaces, que es ejemplar. Ella sigue muy vinculada con este padrede quien no recibe simbólicamente el don viril, tan vinculada que su historia empiezaexactamente a la edad de la salida del Edipo, con toda una serie de accidentes histéricosnetamente vinculados con manifestaciones de amor por ese padre que, en este momento,más que nunca, se presenta como un padre herido y enfermo, afectado en sus mismaspotencias vitales. El amor que Dora le tiene a este padre es en tal caso estrictamentecorrelativo y coextensivo de su disminución. Tenemos aquí una distinción muy clara. Loque interviene en la relación de amor, lo que se pide como signo de amor, es siempre algoque sólo vale como signo y como ninguna otra cosa. O, no hay mayor don posible, mayorsigno de amor, que el don de lo que no se tiene. Pero nótese que la dimensión del donsólo existe con la introducción de la ley. El don es algo que circula, el don que uno hacees siempre el don que ha recibido. Pero cuando se trata del don entre dos sujetos, el ciclode los dones tiene todavía un origen distinto, pues lo que establece la relación de amor esque el don se da por nada. El principio del intercambio es nada por nada. Esta fórmula,como toda fórmula en la que interviene el ambiguo nada, parece la misma fórmula delinterés, pero es también la fórmula de la gratuidad. En el don de amor, se da algo pornada, y sólo puede ser nada. Lo que constituye el don es que un sujeto da algo de formagratuita, pues tras lo que da está todo lo que le falta, el sujeto sacrifica más allá de lo que tiene. Lo mismo ocurre por otra parte en el don primitivo, tal como se ejerce efectivamenteen el origen de los intercambios humanos bajo la forma del potlach. Supongamos unsujeto cargado con todos los bienes posibles, todas las riquezas, un sujeto que tenga elcolmo de todo lo que se pueda tener. Pues bien, un don suyo no tendría en absoluto elvalor de un signo de amor. Dora se encuentra en el momento en que ama a su padre. Loama  precisamente  por  lo  que él  no  le da. Toda  la situación es  impensable  sin  estaposición primitiva, que se mantiene hasta el final. Lo que ahora hay que concebir es cómose ha podido soportar, cómo se ha tolerado, si el padre, ante la misma Dora, ha hechoalgo, algo distinto y que Dora parece incluso haber inducido. La observación se basa en elsiguiente ternario: el padre, Dora, señora K. Toda la situación se instaura como si Dora tuviera que plantearse la pregunta “¿Qué es loque mi padre ama en la señora K?”. La señora K se presenta como algo a lo que el padrepuede amar más allá de ella misma. A lo que Dora se aferra, es a lo que su padre ama enotra, en la medida en que no sabe qué es. Esto está muy de acuerdo con lo que suponetoda la teoría del objeto fálico, a saber, que el sujeto femenino sólo puede entrar en ladialéctica del orden simbólico por el don de falo. Freud nunca puede intervenir así en elestablecimiento de la posición del deseo. El deseo apunta al falo como don, que ha de serrecibido a este título. Con este fin es necesario que el falo, ausente, o presente en otraparte, sea elevado al nivel del don. Al ser elevado a la dignidad de objeto de don, haceentrar al sujeto en la dialéctica del intercambio, normalizando así todas sus posiciones,incluidas las prohibiciones esenciales que fundan el movimiento general del intercambio.En este contexto la necesidad real vinculada con el órgano femenino, cuya existencianunca   se   le   ocurrió   a   Freud   negarla,   tendrá   su   lugar   y   obtendrá   su   satisfacciónaccesoriamente,   pero   nunca   será   discernido   simbólicamente   como   algo   dotado   desentido, siempre será en sí mismo esencialmente problemático, situado antes de ciertofranqueamiento simbólico. De eso se trata precisamente durante el despliegue de todosesos síntomas y a lo largo de toda la observación. Dora se pregunta: “¿Qué es unamujer?” Y eso porque la señora K encarna propiamente la función femenina, porque ellaes   para   Dora   la   representación  de  algo en lo que dicha  función  se  proyecta   comopregunta, como la pregunta. Dora se encamina a una relación dual con la señora K, o másbien la señora K es lo que es amado más allá de Dora, y por eso la propia Dora sienteinterés por esta posición. La señora K realiza lo que ella, Dora, no puede ni saber niconocer de esta situación en la que ella consigue alojarse. Lo que se ama en un ser estámás allá de lo que es, está, a fin de cuentas, en lo que le falta. Dora se sitúa en algúnlugar entre su padre y la señora K. Si su padre ama a la señora K, Dora se sientesatisfecha, a condición de que se mantenga esta posición. Esta situación se simboliza demil formas. Así, el padre impotente suple por todos los medios el don simbólico, inclusolos dones materiales, lo que no realiza como presencia viril, y de paso hace a Dora subeneficiaria, con una munificencia que se reparten a partes iguales su amante y su hija,de modo que lleva a esta última a participar en esa posición simbólica. Sin embargo, coneso no basta, y Dora trata de restituir el acceso a una posición que se manifiesta ensentido inverso. Trata de reestablecer una situación triangular, no ya con respecto alpadre, sino con respecto  a la mujer que  tiene enfrente, la señora K. Aquí es dondeinterviene   el   señor   K,   con   quien   puede   cerrarse   el   triángulo,   pero   en   una   posicióninvertida. Por el propio interés de su pregunta, Dora considera que el señor K participa de lo quesimboliza   el   lado   pregunta   de   la   presencia   de   la   señora   K,   a   saber   la   adoración,expresada igualmente mediante una asociación simbólica muy manifiesta de la señora Kcon la Madonna Sixtina. La señora K es objeto de adoración por quienes la rodean y Dorase sitúa con respecto a ella como participando de esta adoración. El señor K es su formade normativizar esa posición, tratando de reintegrar en el circuito al elemento masculino.¿Cuándo le da una bofetada? No cuando la corteja o cuando le dice que la ama. No,incluso cuando la aborda de una forma intolerable para una histérica. Es en el momentoen que le dice “Ich habe nichts an meiner Frau”. La fórmula alemana tiene un sentidoparticularmente vívido, si damos al término “nada” todo su alcance. Lo que el señor K dicelo retira a él mismo del circuito así constituido, que queda establecido así en su ordenpropio. Dora puede admitir que su padre ame en ella, y a través de ella, algo que está más allá, laseñora K, pero para que el señor K resulte tolerable en su posición, ha de ocupar lafunción exactamente inversa y equilibradora. A saber, que Dora sea amada por el señor Kmás allá de su mujer, pero en la medida en que su mujer es algo para él. Este algo, es lomismo que esa nada que ha de haber más allá, es decir, Dora en este caso. Él no diceque su mujer no es nada para él, dice que, junto a su mujer, no hay nada. El señor Kquiere decir que no hay nada detrás de su mujer: “Mi mujer no está en el circuito”. ¿Quéresulta de ello? Dora no puede tolerar que sólo se interese por ella interesándose sólo enella. Inmediatamente, toda la situación se rompería. Si el señor K sólo está interesado enella, es que su padre sólo se interesa por la señora K, y entonces ella no puede tolerarlo.Sin   embargo,   para   Freud,   Dora   encaja   a   pesar   de   todo   en   una  situación típica. Elintercambio de los vínculos de alianza consiste en esto: he recibido una mujer y debo unahija. Pero esto, que es el principio mismo de la institución del intercambio y de la ley, hacede la mujer un puro y simple objeto de intercambio, no queda integrada ahí sin más. Enotros  términos, si  ella  misma no  ha  renunciado a algo,  precisamente  al falo paternoconcebido como objeto de don, no puede concebir nada, subjetivamente hablando, que haya de recibir de otros, es decir de otro hombre. En la medida de su exclusión de laprimera institución del don y de la ley en la relación directa del don de amor, sólo puedevivir esta situación sintiéndose reducida pura y simplemente al estado de objeto. Esomismo es lo que ocurre en este momento. Dora se rebela y empieza a decir “Mi padre mevende a otro”. Ésta es el resumen claro y perfecto de la situación, por eso se mantiene amedia   luz.   De   hecho,   para   el   padre   es   verdaderamente   una   forma   de   pagar   lacomplacencia del marido de la señora K, tolerar de forma velada que éste se dedique conDora a lo mismo que él se ha dedicado durante años, a hacer la corte. Así, el señor Kconfiesa estar excluido de un circuito en el que Dora podría, o bien identificarlo con ella, obien pensar que ella, Dora, es su objeto más allá de la mujer por medio de la cual ellaestá vinculada con él. Se rompen esos vínculos, sutiles y ambiguos, pero dotados desentido, perfectamente orientados, que permitían a Dora encontrar su lugar en el circuito,aun de forma inestable. La situación se desequilibra, Dora se ve relegada al papel delpuro y simple objeto, y entonces empieza a ponerse reivindicativa. Reivindica el amor desu padre, algo que hasta ahora se mostraba dispuesta a considerar que recibía, aunquepor mediación de otra.Si es cierto que lo que se mantiene en el inconsciente de nuestra homosexual es lapromesa del padre, “Tendrás un hijo mío”, y si en su amor exaltado por la dama muestra,como dice Freud, el modelo del amor absolutamente desinteresado, del amor por nada,¿no ven que todo ocurre como si  la chica quisiera mostrarle a  su  padre qué es unverdadero amor, ese amor que su padre le ha negado? En el inconsciente del sujetoexiste el pensamiento de que el padre se ha puesto de parte de la madre porque asíobtiene más ventajas, y esta relación es fundamental en toda entrada del niño en elEdipo, es decir la superioridad aplastante del rival adulto. Lo que la chica le demuestraaquí a su padre, es  cómo se puede  amar a alguien, no sólo  por lo que tiene, sinoliteralmente por lo que no tiene, por ese pene simbólico que, como ella sabe muy bien, nova a encontrar en la dama, porque sabe perfectamente dónde está: en su padre, que noes, por su parte, impotente. La perversión en este caso se expresa entre líneas, porcontrastes   y   alusiones.   Es   una   forma   de   hablar   de   algo   muy   distinto,   implicandonecesariamente   por   la   secuencia   estricta   de   los   términos   que   intervienen   unacontrapartida,   precisamente   lo   que   se  quiere  dar   a   entender   al   otro.  Aquí   tienen  lametonimia, que consiste en dar a entender algo hablando de otra cosa muy distinta. Lametonimia es el principio de lo que se puede llamar, en el terreno de la fabulación y delarte, el realismo. Una novela, hecha de un montón de pequeños trazos sensibles de loreal   que   no   quieren   decir   nada,   no   tiene   ningún   valor   si   no   hace   vibrar   más   alláarmónicamente un sentido. Cuando una película es buena, es porque es metonímica. Yde la misma manera, la función de la perversión del sujeto es una función metonímica.Con Dora, que es una neurótica, es muy distinto. Si consideran el esquema, se constataque   en   la   perversión   nos   enfrentamos   a   una   conducta   significante   que   indica   unsignificante más alejado en la cadena significante, en la medida en que le está vinculado através de un significante necesario, En el caso de Dora, Dora tomada como sujeto sesitúa a cada paso bajo cierto número de significantes de la cadena. Encuentra en lasituación una especie de metáfora perpetua. Literalmente, el señor K es su metáfora,porque de lo que ella es, Dora no puede decir nada. Dora no sabe dónde situarse, nidónde ella está, ni para qué sirve el amor. Sabe tan sólo que el amor existe y halla unahistorización del amor en la que encuentra su propio lugar bajo la forma de una pregunta.Esta pregunta se centra en el contenido y la articulación de todos sus sueños, cuyo únicosignificado es esta misma pregunta. Total, si Dora se expresa como lo hace, a través desus síntomas, es porque se pregunta qué es ser mujer. Esos síntomas son los elementossignificantes, pero lo son porque por debajo corre un significado en perpetuo movimiento,que es como Dora se implica y se interesa. La neurosis de Dora adquiere su sentido comometafórica, y así es como puede resolverse. Freud quiso introducir en esta metáfora, o quiso forzar, el elemento real que tiende a reintroducirse en toda metáfora, diciéndole aDora: “A usted le gusta eso precisamente”. Con la intervención del señor K, algo tendió anormalizarse, pero ese algo permaneció en estado metafórico. Lo demuestra esa especiede embarazo de Dora posterior a la crisis de ruptura con el señor K, que Freud percibecon   ese   sentido   intuitivo   de   las   significaciones.   Es   en   efecto   un   aborto   extraño   ysignificativo lo que se produce al cabo de nueve meses, como dice Freud, porque lo dicela propia Dora, revelando así que hay una especie de embarazo. De hecho se trata dequince meses, lo que supera el plazo normal para el parto. Es significativo que Dora veaen ello la última resonancia del vínculo que la une todavía con el señor K. Encontramosaquí la equivalencia de una especie de copulación que se traduce al orden de lo simbólicode una forma puramente metafórica. Para Dora es una especie de tentativa de recuperarla ley de los intercambios simbólicos, en relación con el hombre con el que se ha de unir odesunir.   Por el   contrario,  el parto   que   encontramos  al  final   de   la observación   de lahomosexual, antes de que vaya a parar a manos de Freud, se manifiesta así: de pronto,se tira desde un pequeño puente del ferrocarril. Esto se produce cuando el padre realinterviene una vez más para manifestarle su irritación y su ira, intervención sancionadapor la mujer que se encuentra junto a ella y le dice que no quiere verla más. La joven sequeda sin recursos. Hasta ese momento, había resultado bastante frustrada de lo quedebía habérsele dado, el falo paterno, pero había encontrado el medio de mantener eldeseo por la vía de la relación imaginaria con la dama. Cuando ésta la rechaza, ya nopuede sostener nada. El objeto se ha perdido definitivamente, y ni siquiera aquella nadaen la que se ha basado para demostrar a su padre cómo se puede amar tiene ya su razónde ser. En ese momento, se suicida. Esto tiene igualmente otro sentido, el de una pérdidadefinitiva del objeto. El falo que se le niega definitivamente, cae. La caída tiene aquí valorde privación definitiva y también de mímica de una especie de parto simbólico. Aquí tienenotra vez el aspecto metonímico. Si el acto de precipitarse desde un puente del ferrocarrilen el momento crítico y terminal de sus relaciones con la dama y con el padre, Freudpuede interpretarlo como una forma demostrativa de convertirse ella misma en ese niñoque no ha tenido, destruyéndose al mismo tiempo  en un último acto significativo delobjeto,   es   únicamente   basándose  en   la   existencia   de   la   palabra   niederkommt.  Estapalabra indica metonímicamente el último término, el término suicida que expresa en lahomosexual lo que sí está en juego, el único motor de toda su perversión, a saber, deacuerdo con lo que afirmó Freud sobre la patogénesis de cierto tipo de homosexualidadfemenina, un amor estable y particularmente reforzado por el padre.

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