Múltiples vasallajes del yo,
posición intermedia entre mundo exterior y ello, y su afanoso empeño en atacar
simultáneamente la voluntad de todos sus amos.
Lo que quizás es la
diferencia más importante entre neurosis y psicosis:
La neurosis es el resultado
de un conflicto entre el yo y su ello, en tanto la psicosis es el desenlace
análogo de una similar perturbación en los vínculos entre el yo y el mundo exterior.
La neurosis de transferencia
se genera porque el yo no quiere acoger ni dar trámite motor a una moción
pulsional pujante en el ello, o le impugna el objeto que tiene por meta. El yo
se defiende de aquella mediante el mecanismo de la represión; lo reprimido se
revuelve contra ese destino y, siguiendo caminos sobre los que el yo no tiene
poder alguno, se procura una subrogación sustitutiva que se impone al yo por la
vía del compromiso: es el síntoma, el yo encuentra en ese intruso una amenaza y
menoscaba su unicidad, prosigue la lucha contra el síntoma tal como se había
defendido de la moción pulsional originaria, y todo esto da por resultado el
cuadro de la neurosis.
El yo cuando emprende la
represión obedece en el fondo a los dictados de su superyó (dictados que tienen
su origen en los influjos del mdo exterior real que han encontrado su
subrogación en el syo). El yo ha entrado en conflicto con el ello, al servicio
del syo y de la realidad. Neurosis de transferencia.
En tanto al mecanismo de la
psicosis, encontramos que el conflicto se establece entre el yo y el mdo
exterior, resultando de ello, o bien que el mdo exterior no es percibido de
ningún modo o que su percepción carece de toda eficacia. Normalmente el mdo
exterior gobierna al ello por dos caminos, en primer lugar, por las
percepciones actuales, de las que siempre es posible obtener nuevas y en
segundo lugar por el tesoro mnémico de percepciones anteriores que forman, como
mundo interior, un patrimonio y componente del yo. El delirio aparece como un
parche colocado en el lugar donde originariamente se produjo una desgarradura
en el vínculo del yo con el mdo exterior. Los fenómenos del proceso patológico
a menudo están ocultos por un intento de curación o de reconstrucción que se
les superponen.
La etiología común para el
estallido de las psiconeurosis o de una psicosis es la frustración, el no
cumplimiento de uno de aquellos deseos de la infancia, esa frustración es
siempre una frustración externa, puede partir de aquella instancia interna,
dentro del syo, que ha asumido la subrogación del reclamo de la realidad. El
efecto patógeno depende de lo que haga el yo en semejante tensión conflictiva:
si permanece fiel a su vasallaje hacia el mundo exterior y procura sujetar al
ello, o si es avasallado por el ello y así se deja arrancar de la realidad.
Pero esta situación se complica por la presencia del syo, quien reúne en si
influjos del ello tanto como del mundo exterior y es, por así decir, un arquetipo ideal de aquello que es la meta de
todo querer alcanzar del yo: la reconciliación entre sus múltiples vasallajes.
En todas las formas de enfermedad psíquica debería tomarse en cuenta la
conducta del syo.
La neurosis de transferencia
responde al conflicto entre el yo y el ello, la neurosis narcisista al
conflicto entre el yo y el superyó y la psicosis al conflicto entre el yo y el
mundo exterior.
Cuando el yo logra salir
airoso de tales conflictos: el yo tendrá la posibilidad de evitar la ruptura
hacia cualquiera de los lados deformándose a sí mismo, consintiendo menoscabos
a su unicidad y eventualmente segmentándose y partiéndose. Las inconsecuencias,
extravagancias y locuras de los hombres aparecen así bajo la perversión, en
efecto, aceptándolas, se ahorran represiones.
La pérdida de realidad en la
neurosis y psicosis. (1924)
Cada neurosis perturba de
algún modo el nexo del enfermo con la realidad, es para él un medio de
retirarse de esta y, en sus formas más graves, importa directamente una huida
de la vida real.
La contradicción aparente de
esta situación subsiste mientras tenemos en vista la situación inicial de la
neurosis, cuando el yo, al servicio de la realidad, emprende la represión de
una moción pulsional. Pero eso no es todavía la neurosis misma. Ella consiste,
más bien en los procesos que aportan un resarcimiento a los sectores
perjudicados del ello; por tanto, en la reacción contra la represión y en el
fracaso de esta. El aflojamiento del nexo con la realidad es entonces la
consecuencia de este segundo paso en la formación de la neurosis, la perdida de
realidad atañe justamente al fragmento de esta última causa de cuyos reclamos
se produjo la represión de la pulsión. Caracterización de la neurosis como
resultado de una represión fracasada (retorno de lo reprimido enfermedad propiamente
dicha). El camino por el cual la neurosis intenta tramitar el conflicto es
desvalorizando la alteración objetiva reprimiendo la exigencia pulsional en
cuestión, vale decir, el amor por su cuñado por ejemplo. La psicosis habría
sido desmentir el hecho de la muerte de su hermana.
En la psicosis también hay
dos pasos, de los cuales el segundo presenta el carácter de la reparación, pero
aquí la analogía deja el sitio a un paralelismo mucho más amplio entre los
procesos. El segundo paso de la psicosis quiere también compensar la pérdida de
la realidad, más no a expensas de una limitación del ello (como la neurosis lo
hacía a expensas del vínculo con lo real) sino por otro camino más soberano:
por la creación de una realidad nueva, que ya no ofrece el mismo motivo de
escándalo que la abandonada. En consecuencia, el segundo paso tiene por soporte
las mismas tendencias en la neurosis y la psicosis; en ambos casos sirve al
afán de poder del ello contra el mundo exterior, expresan su displacer o si se
quiere, su incapacidad para adaptarse al apremio de la realidad. Neurosis y
psicosis se diferencian mucho más en la primera reacción, la introductoria, que
en el subsiguiente ensayo de reparación. Esa diferencia inicial se expresa en
el resultado final del siguiente modo: en la neurosis se evita un fragmento de
la realidad, mientras que en la psicosis se reconstruye. En la psicosis a la
huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción; en la neurosis la
obediencia inicial es seguida por un intento de huida posterior, la neurosis no
desmiente la realidad, se limita a no querer saber nada de ella; la psicosis la
desmiente y procura sustituirla. Llamamos normal o sana a la reacción que como
en la neurosis no desmiente la realidad, pero como en la psicosis, se empeña en
modificarla.
En la psicosis el vínculo
con la realidad nunca había quedado concluido, sino que se enriquecia y variaba
de continuo mediante percepciones nuevas. A la psicosis se le plantea la tarea
de procurarse percepciones tales que correspondan a la realidad nueva, lo que
se logra de la manera más radical por la vía de la alucinación.
Por tanto, otra analogía
entre neurosis y psicosis es que en ambas la tarea que debe acometerse en el
segundo paso fracasa parcialmente, puesto que no puede crearse un sustituto
cabal para la pulsión reprimida (neurosis), y la subrogación de la realidad no
se deja verter en los moldes de formas satisfactorias. (No, al menos, en todas
las variedades de enfermedades psíquicas.) Pero en uno y otro caso los acentos
se distribuyen diversamente. En la psicosis, el acento recae íntegramente sobre
el primer paso, que es en sí patológico y sólo puede llevar a la enfermedad; en
la neurosis, en cambio, recae en el segundo, el fracaso de la represión,
mientras que el primer paso puede lograrse, y en efecto se logra innumerables
veces en el marco de la salud, si bien ello no deja de tener sus costos y
muestra, como secuela, indicios del gasto psíquico requerido.
La neurosis se conforma, por
regla general, con evitar el fragmento de realidad correspondiente y protegerse
del encuentro con él. Ahora bien, el tajante distingo entre neurosis y psicosis
debe amenguarse, pues tampoco en la neurosis faltan intentos de sustituir la
realidad indeseada por otra más acorde al deseo. La posibilidad de ello la da
la existencia de un mundo de la fantasía, un ámbito que en su momento fue
segregado del mundo exterior real por la instauración del principio de
realidad, y que desde entonces quedó liberado, a la manera de una «reserva», de
los reclamos de la necesidad de la vida; si bien no es inaccesible para el yo,
sólo mantiene una dependencia laxa respecto de él. De este mundo de fantasía
toma la neurosis el material para sus neoformaciones de deseo, y comúnmente lo
halla, por el camino de la regresión, en una prehistoria real más
satisfactoria.
Apenas cabe dudar de que el
mundo de la fantasía desempeña en la psicosis el mismo papel, de que también en
ella constituye la cámara del tesoro de donde se recoge el material o el modelo
para edificar la nueva realidad. Pero el nuevo mundo exterior, fantástico, de
la psicosis quiere remplazar a la realidad exterior; en cambio, el de la
neurosis gusta de apuntalarse, como el juego de los niños, en un fragmento de
la realidad -diverso de aquel contra el cual fue preciso defenderse-, le presta
un significado particular y un sentido secreto, que, de manera no siempre del
todo acertada, llamamos simbólico. Así, para ambas -neurosis y psicosis-, no
sólo cuenta el problema de la pérdida de realidad, sino el de un sustituto de
realidad.
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