Lacan, J. (1956-1957). El
seminario. Libro IV. La relación de objeto.
Cap. 8. Obtendrán fácilmente
los tres tiempos de la subjetividad, considerados en relación con lafrustración
y a condición de entender ésta en el sentido de la falta de objeto, si
reflexionande entrada sobre la posición cero del problema, o sea la oposición,
la institución delsímbolo puro más o menos, presencia o ausencia, que no es
sino una posición objetivablede los datos del juego. El segundo tiempo hay que
encontrarlo en el hecho de que ladeclaración consistente en decir par o impar,
es una especie de demanda que nos deja enla situación de ser gratificados o no
por la respuesta del otro, pero como lo que ahoratiene en la mano son dados,
entonces no depende de él satisfacer o no nuestra demanda.Aquí tenemos el
segundo estadio de la relación
dual, que instituye la
llamada y surespuesta, y sobre esta última se establece
el nivel de la frustración. Ven ustedes almismo tiempo su carácter
absolutamente fugaz y literalmente imposible de satisfacer. Si eljuego tiene
para ustedes su interés, es porque introducen en él la tercera dimensión quele
da su sentido propio, la de la ley, bajo una forma siempre latente en el
ejercicio deljuego. Desde el
punto de vista
del demandante, ¿de
qué se trata?
Se suponeevidentemente que el
otro le sugiere en todo momento una regularidad, una ley, y almismo tiempo se
esfuerza por ocultársela. La institución de una ley o de una
regularidadconcebida como posible, el que propone la parte oculta del juego se
la esconde al otro en todo
momento, aunque le
sugiere su nacimiento.
En este momento
es cuando seestablece lo fundamental del juego, lo que
le da su sentido intersubjetivo y lo sitúa en unadimensión no ya dual, sino
ternaria. Es necesario introducir tres términos para que puedaempezar a
articularse algo semejante a una ley. Los tres tiempos intersubjetivos son
estosque estamos siguiendo para tratar
de ver cómo se introduce el objeto en la cadenasimbólica. Pues por el solo
hecho de ponerse a nuestro alcance, bajo nuestra jurisdicción,necesariamente,
dicho objeto ha de entrar en esta cadena.Habíamos llegado al tercer tiempo, el
tiempo constituido de la siguiente forma, que lesresumo a partir de una primera
situación tomada arbitrariamente como situación inicial. Yaes hacer
una concesión a un punto
de vista progresivo
admitir este ordenamientocronológico de los términos
desde el pasado hacia el futuro. Lo hacemos para facilitar lascosas,
aproximándonos a lo que se hace habitualmente en la dialéctica de la
frustración,sin olvidar que al concebirla de forma sumaria, sin distinguir los
planos real, imaginario ysimbólico,
llegamos a callejones
sin salida. Por
ahora, tratamos de
establecer losprincipios de las
relaciones entre el objeto y, por otra parte, la constitución de la
cadenasimbólica. De entrada, tenemos la posición de la chica cuando se
encuentra todavía en laépoca de la pubertad. La primera estructuración
simbólica e imaginaria de esta posiciónse hace de forma clásica, como manda la
teoría. La equivalencia pene imaginario-niñoinstaura al sujeto como madre
imaginaria con respecto a ese más allá, el padre, queinterviene como función
simbólica, como quien puede dar el falo. La potencia del padre esinconsciente.
Nos encontramos después del declive del complejo de Edipo, y el padre,como aquél que ´puede dar el niño, es inconsciente. En este estadio
es cuando seproduce el momento fatal en que el padre interviene en lo real para
dar un hijo a la madre,hace de ese niño con el cual el sujeto se halla en
relación imaginaria, un niño real. Hayalgo que se realiza y, en consecuencia,
ella no podrá seguir sosteniéndolo en la posiciónimaginaria donde
lo instituía. Nos
encontramos ahora en
un segundo tiempo.
Laintervención del padre real con respecto al niño, niño del que en
consecuencia ella resultafrustrada, produce la transformación de toda la
ecuación, planteada en estos términos (elpadre imaginario, la dama, el pene
simbólico). Mediante una especie de inversión, larelación del sujeto con su
padre, situada hasta ahora en el orden simbólico, pasa a larelación imaginaria.
Hay proyección de la fórmula inconsciente, la de su primer equilibrio,en una
relación perversa entre comillas, una relación imaginaria, o sea su relación
con ladama. Éste es el tercer tiempo. He
aquí la posición de los
términos que están
en juego, posición
enigmática. Estostérminos, sean cuales sean, imponen una estructura, es
decir que si cambiamos algunode posición, deberíamos situar de otro modo, y no
en cualquier parte, todos los demás. Elanálisis nos proporciona su
significación. Freud cristaliza las posiciones respectivas, la deél y la de su
paciente, de una forma nada satisfactoria, porque, como él mismo afirma,
esentonces cuando se rompe la relación analítica. Piense lo que piense Freud,
estamoslejos de inclinarnos a poner todo el peso en una posición sin salida por parte de laenferma. Su propia
intervención, su concepción, sus prejuicios sobre la situación, algo habrán
tenido que ver en la ruptura. Él nos dice que las resistencias de la enferma
han sido insuperables. ¿Cómo
materializa dichas resistencias?
¿Qué ejemplos da? ¿Quésentido les da? Las ve expresadas
particularmente en un sueño que, paradójicamente,hubiera podido dar no pocas
esperanzas, o sea, de que la situación se normalizara. Es unsueño en el que se
trata de unión, conjugo, matrimonio fecundo. El sueño manifiesta undeseo que va
en la dirección de lo que, si no Freud, al menos la sociedad, representadaaquí por
la familia, puede desear como el mejor resultado del tratamiento. Freud, lejos
detomar el texto del sueño al pie de la letra, no ve en él más que una treta de
la paciente,destinada expresamente a decepcionarlo, a ilusionarlo y
desilusionarlo al mismo tiempo,como el juego intersubjetivo de la adivinación.
Esto supone, como Freud señala, que se lepueda objetar “Pero entonces, ¿puede
mentir el inconsciente?”.La Traumdeutung, a propósito de las relaciones entre
el deseo inconsciente y el deseopreconsciente,
introduce una comparación
entre capitalista y
empresario. El deseopreconsciente es
el empresario del
sueño, pero el
sueño no sería
suficiente parainstituirse como
representante del inconsciente, si no hubiera otro deseo que constituye elfondo
del sueño, el deseo inconsciente. Freud distingue los dos deseos, sólo que
noextrae las consecuencias más extremas. Es conveniente plantear la distinción
entre lo queel sujeto introduce en su sueño, que corresponde al nivel del
inconsciente, y el factor de larelación dual, debido a que cuando cuenta este
sueño en el análisis se dirige a alguien.En
este sentido, un
sueño producido durante
un análisis comporta
siempre ciertadirección hacia el
analista, y esta dirección no es siempre obligatoriamente la
direccióninconsciente. Toda la cuestión está en saber si se deben destacar las
intenciones quesegún nos dice Freud son manifiestamente las de la enferma, o
sea jugar con su padre (lamisa enferma llega a formularlo) el juego de engaño,
fingir que se somete a tratamiento ymantener sus posiciones, su fidelidad a la
dama. Lo que se expresa en el sueño, ¿debeconcebirse pura y simplemente en la
perspectiva del engaño, de su intencionalizaciónpreconsciente? No lo parece,
porque si lo examinamos detalladamente, ¿qué es lo quevemos formularse? Se hace
en una dialéctica de engaño, pero lo que se formula en elinconsciente, tanto
en la primera
como en la
tercera etapa, es,
devolviéndolo alsignificante, lo
que en el origen está desviado: su propio mensaje que proviene del padrebajo
una forma invertida, bajo la forma de “tú eres mi mujer, tú eres mi amo, tú
tendrás unhijo mío”. Ésta es, a la entrada del Edipo, o mientras no se resuelve
el Edipo, la promesaen la que se basa la entrada de la niña en el complejo de
Edipo. Éste es el origen de laposición, y en el sueño se articula una situación
que satisface tal promesa. Lo que semanifiesta es siempre el mismo contenido
del inconsciente. Si Freud titubea ante estecontenido, es a falta de llegar a
una formulación depurada de la transferencia. Hay en latransferencia un
elemento imaginario y un elemento simbólico, y en consecuencia hay
queelegir. Si la
transferencia tiene sentido,
si tiene sentido
lo que Freud
nos aportóulteriormente con la
noción de Wiederholungszwang, es que si hay transferencia es en lamedida en que
hay una insistencia propia de la cadena significante. Por definición,
estainsistencia propia de la cadena simbólica no la asume el sujeto. Sin
embargo, el solohecho de que se produzca y surja en la etapa tres, subsistiendo
y formulándose en unsueño, permite decir que dicho sueño, aunque parezca un
sueño falaz porque está en elplano imaginario y
en relación directa con
el terapeuta, no
es menos el
únicorepresentante de la transferencia en su sentido propio. En esto
podía depositar Freud contoda seguridad su confianza, para intervenir con
audacia. Su noción de la transferenciadebería
haberse basado en una posición
menos oscilante, y
hubiera debido pensarprecisamente que la transferencia se
produce en lo esencial en el plano de la articulaciónsimbólica. Cuando
hablamos de transferencia, cuando
algo adquiere su
sentido alconvertirse el
analista en el lugar de la transferencia, es en la medida en que se trata de
laarticulación simbólica propiamente dicha, y ello antes de que el sujeto la
haya asumido. SiFreud observa de todos modos que aquí se produce algo del orden
de la transferencia, noextrae la consecuencia
crítica, ni tampoco
el método correcto
de intervención. Esta observación no sólo es válida para un
caso particular. Tenemos el caso Dora, en el queFreud comete el error
exactamente contrario. Tenemos en el caso de Dora exactamentelos mismos
personajes: en primer término, un padre, una hija y también una dama, laseñora
K. Nos resulta tanto más chocante que todo el problema gire de la misma
formaalrededor de la dama, aunque esto se le oculta a Freud en la presentación
de la situaciónpor parte de la chica. Se
trata de una pequeña
histérica que le
llevan por algunossíntomas que ha tenido, menores pero
inequívocos. La situación se ha hecho intolerabletras una especie de
demostración o de intención de suicidio que ha acabado alarmando asu familia.
El padre se la presenta a Freud como una enferma, y este mismo paso, lapropia
consulta, es un elemento que de por sí denota una crisis en el conjunto social
quehasta entonces se
había mantenido en
cierto equilibrio. Sin
embargo, este singularequilibrio se había roto ya dos años
atrás: el padre tenía como amante a una tal señora K,casada con un señor
llamado señor K. Esta pareja vive en una especie de relación decuarteto por la pareja
formada por el
padre y la hija.
La madre está ausente de
lasituación. En el caso de la joven homosexual, la madre está presente,
puesto que es ellaquien le arrebata a la hija la atención de su padre e
introduce el elemento de frustraciónreal que habrá sido determinante en la
formación de la constelación perversa. En el casode Dora, es el padre quien
introduce a la dama y al parecer la mantiene ahí, mientras queen el otro caso
es la hija quien la introduce. Lo chocante es que Dora le indica enseguidaa
Freud su reivindicación extremadamente intensa del afecto de su padre, que,
segúnella, le fue arrebatado por la relación en cuestión. Le demuestra
inmediatamente a Freudque siempre estuvo al corriente de la existencia de tal
relación, de su permanencia y sucarácter preferente, y que ha llegado a
resultarle intolerable. Todo su comportamientodenota su reivindicación frente a
esa relación. Freud da entonces un paso, el primero dela experiencia freudiana,
el más decisivo por su cualidad propiamente dialéctica. Lleva aDora hasta la
siguiente pregunta: “Esto que la subleva a usted como si de una disipaciónse
tratara, ¿acaso no es algo en lo que usted misma ha participado?”. Y en efecto,
Freudpone al descubierto rápidamente que, hasta ese momento crítico, la
situación había sidosostenida de la forma más eficaz por la misma Dora. Ella se
había mostrado mucho másque complaciente con esta situación singular, en
realidad había sido incluso su piezaclave,
había protegido los
apartes de la
pareja del padre
y la dama,
incluso habíasustituido en una
ocasión a la dama en sus funciones, cuidando de sus hijos. A medidaque nos
adentramos en la estructura del caso, se revela incluso que Dora tiene
unarelación muy especial con la dama, que resulta ser su confidente y, al
parecer., ha llegadomuy lejos en sus confidencias. Señalemos, en otras cosas,
el intervalo de nueve mesesentre el síntoma histérico de la apendicitis y su
raíz, la escena del lago, que Freud creedescubrir porque la enferma se lo proporciona
simbólicamente, pero si se examina conmás cuidado, veremos que en realidad son
quince meses. Y esos quince meses tienen susentido, porque el quince está por
todas partes en la observación, y es un elemento útilpara su comprensión,
puesto que se basa en números y en un valor puramente simbólico.Freud se da
cuenta a posteriori de que si ha fracasado, es en razón de una resistencia dela
paciente a admitir la relación amorosa que la une con el señor K, algo que él
le sugiriócomo un hecho con todo el peso de su insistencia y de su autoridad.
Freud llega incluso aindicar en una nota que hubo algún error de su parte, y
que hubiera debido comprenderque el apego homosexual por la señora K era la
verdadera significación de la instituciónde
la posición primitiva
de Dora, así
como de su
crisis. Pero lo
importante no esúnicamente que Freud lo reconozca a
posteriori, porque a lo largo de toda la observaciónse mantiene en la mayor
ambigüedad en lo que se refiere al objeto real del deseo deDora. ¿En qué
términos se debe articular la posición del problema? Se trata de dar
unaformulación posible de esta ambigüedad, de alguna forma no resuelta. El
señor K, supersona, tiene una importancia primordial para Dora y con él se
establece algo semejantea un vínculo libidinal. Algo de otro orden, de una
importancia igualmente considerable, también juega un papel en el vínculo
libidinal de Dora con la señora K. De acuerdo con laestructura de las
histéricas, indiqué lo siguiente (la histérica es alguien cuyo objeto
eshomosexual): la histérica aborda este objeto homosexual por identificación
con alguien delotro sexo. Llegué más lejos. Partiendo de la relación narcisista
como fundadora del yo(moi), como matriz, Urbild, de la constitución de esa
función imaginaria llamada el yo,había mostrado que había huellas de ella en la
observación. La situación de esta cuadrillasólo se
entiende en la
medida en que
el yo (sólo
el yo) de
Dora ha hecho
unaidentificación con un personaje viril, el señor K, y que los hombres
son para ella otrastantas cristalizaciones posibles de su yo. Por medio del
señor K, en la medida en que ellaes el señor K, en el punto imaginario que
constituye la personalidad del señor K, es comoDora está vinculada con el
personaje de la señora K. Llegué todavía más lejos y dije: laseñora K es
alguien importante. No sólo es importante porque constituye el objeto de
unaelección entre otros objetos, No sólo es importante porque está investida
con la funciónnarcisista que se encuentra en el fondo de todo enamoramiento.
No, lo esencial, y comolo indican los sueños, es que la señora K es la pregunta
de Dora. Dora es una histérica,alguien que ha alcanzado la crisis edípica y
que, al mismo tiempo, ha podido y no hapodido franquearla. Hay una razón para
ello: es que su padre, al revés que el padre de lahomosexual, es impotente. Toda la observación descansa en la noción
central de laimpotencia del padre. He aquí una ocasión propicia para
destacar en qué puede consistirla función del padre en relación con la falta de
objeto que hace entrar a la niña en elEdipo. ¿Cuál puede ser la función del
padre como donador? Esta situación descansa enla distinción que hice a
propósito de la frustración primitiva, la que puede establecerse enla relación
del niño
con la madre. Hay un objeto del que el niño es frustrado.
Perodespués de la frustración, su
deseo subsiste. La frustración sólo tiene
sentido en lamedida en que el objeto, como pertenencia del sujeto,
subsiste después de la frustración.La madre interviene entonces en otro
registro: da o no da, pero en cuanto ese don essigno de amor. He aquí ahora el
padre, que sirve para ser quien da simbólicamente eseobjeto faltante. Aquí, en
el caso de Dora, no lo da, porque no lo tiene. La carencia fálicadel padre
atraviesa toda la observación como una nota fundamental, constitutiva de
laposición. Pero, también en este caso, ¿lo encontramos en un solo plano? ¿Toda
la crisisse establecerá pura y simplemente en relación con esta falta? Observemos
de qué setrata. ¿Qué es dar? ¿No hay acaso otra dimensión, introducida ahí
donde la relación deobjeto es elevada al grado simbólico por el hecho de que el
objeto puede ser dado o no?Lo que se da, ¿es alguna vez el objeto? Ésta es la
cuestión, y en la observación de Doravemos uno de sus desenlaces, que es
ejemplar. Ella sigue muy vinculada con este padrede quien no recibe
simbólicamente el don viril, tan vinculada que su historia empiezaexactamente a
la edad de la salida del Edipo, con toda una serie de accidentes
histéricosnetamente vinculados con manifestaciones de amor por ese padre que,
en este momento,más que nunca, se presenta como un padre herido y enfermo,
afectado en sus mismaspotencias vitales. El amor que Dora le tiene a este padre
es en tal caso estrictamentecorrelativo y coextensivo de su disminución.
Tenemos aquí una distinción muy clara. Loque interviene en la relación de amor,
lo que se pide como signo de amor, es siempre algoque sólo vale como signo y
como ninguna otra cosa. O, no hay mayor don posible, mayorsigno de amor, que el
don de lo que no se tiene. Pero nótese que la dimensión del donsólo existe con
la introducción de la ley. El don es algo que circula, el don que uno hacees
siempre el don que ha recibido. Pero cuando se trata del don entre dos sujetos,
el ciclode los dones tiene todavía un origen distinto, pues lo que establece la
relación de amor esque el don se da por nada. El principio del intercambio es
nada por nada. Esta fórmula,como toda fórmula en la que interviene el ambiguo nada,
parece la misma fórmula delinterés, pero es también la fórmula de la gratuidad.
En el don de amor, se da algo pornada, y sólo puede ser nada. Lo que constituye
el don es que un sujeto da algo de formagratuita, pues tras lo que da está todo
lo que le falta, el sujeto sacrifica más allá de lo que tiene. Lo mismo ocurre
por otra parte en el don primitivo, tal como se ejerce efectivamenteen el
origen de los intercambios humanos bajo la forma del potlach. Supongamos
unsujeto cargado con todos los bienes posibles, todas las riquezas, un sujeto
que tenga elcolmo de todo lo que se pueda tener. Pues bien, un don suyo no
tendría en absoluto elvalor de un signo de amor. Dora se encuentra en el
momento en que ama a su padre. Loama
precisamente por lo que
él no le da. Toda
la situación es impensable sin
estaposición primitiva, que se mantiene hasta el final. Lo que ahora hay
que concebir es cómose ha podido soportar, cómo se ha tolerado, si el padre,
ante la misma Dora, ha hechoalgo, algo distinto y que Dora parece incluso haber
inducido. La observación se basa en elsiguiente ternario: el padre, Dora,
señora K. Toda la situación se instaura como si Dora tuviera que plantearse la
pregunta “¿Qué es loque mi padre ama en la señora K?”. La señora K se presenta
como algo a lo que el padrepuede amar más allá de ella misma. A lo que Dora se
aferra, es a lo que su padre ama enotra, en la medida en que no sabe qué es.
Esto está muy de acuerdo con lo que suponetoda la teoría del objeto fálico, a
saber, que el sujeto femenino sólo puede entrar en ladialéctica del orden
simbólico por el don de falo. Freud nunca puede intervenir así en
elestablecimiento de la posición del deseo. El deseo apunta al falo como don,
que ha de serrecibido a este título. Con este fin es necesario que el falo,
ausente, o presente en otraparte, sea elevado al nivel del don. Al ser elevado
a la dignidad de objeto de don, haceentrar al sujeto en la dialéctica del
intercambio, normalizando así todas sus posiciones,incluidas las prohibiciones
esenciales que fundan el movimiento general del intercambio.En este contexto la
necesidad real vinculada con el órgano femenino, cuya existencianunca se
le ocurrió a
Freud negarla, tendrá
su lugar y
obtendrá su satisfacciónaccesoriamente, pero
nunca será discernido
simbólicamente como algo
dotado desentido, siempre será
en sí mismo esencialmente problemático, situado antes de ciertofranqueamiento
simbólico. De eso se trata precisamente durante el despliegue de todosesos síntomas
y a lo largo de toda la observación. Dora se pregunta: “¿Qué es unamujer?” Y
eso porque la señora K encarna propiamente la función femenina, porque
ellaes para Dora
la representación de
algo en lo que dicha función se
proyecta comopregunta, como la
pregunta. Dora se encamina a una relación dual con la señora K, o másbien la
señora K es lo que es amado más allá de Dora, y por eso la propia Dora
sienteinterés por esta posición. La señora K realiza lo que ella, Dora, no
puede ni saber niconocer de esta situación en la que ella consigue alojarse. Lo
que se ama en un ser estámás allá de lo que es, está, a fin de cuentas, en lo
que le falta. Dora se sitúa en algúnlugar entre su padre y la señora K. Si su
padre ama a la señora K, Dora se sientesatisfecha, a condición de que se
mantenga esta posición. Esta situación se simboliza demil formas. Así, el padre
impotente suple por todos los medios el don simbólico, inclusolos dones
materiales, lo que no realiza como presencia viril, y de paso hace a Dora
subeneficiaria, con una munificencia que se reparten a partes iguales su amante
y su hija,de modo que lleva a esta última a participar en esa posición
simbólica. Sin embargo, coneso no basta, y Dora trata de restituir el acceso a
una posición que se manifiesta ensentido inverso. Trata de reestablecer una
situación triangular, no ya con respecto alpadre, sino con respecto a la mujer que tiene enfrente, la señora K. Aquí es dondeinterviene el
señor K, con
quien puede cerrarse
el triángulo, pero
en una posicióninvertida. Por el propio interés de
su pregunta, Dora considera que el señor K participa de lo quesimboliza el
lado pregunta de
la presencia de
la señora K,
a saber la
adoración,expresada igualmente mediante una asociación simbólica muy
manifiesta de la señora Kcon la Madonna Sixtina. La señora K es objeto de
adoración por quienes la rodean y Dorase sitúa con respecto a ella como
participando de esta adoración. El señor K es su formade normativizar esa
posición, tratando de reintegrar en el circuito al elemento masculino.¿Cuándo
le da una bofetada? No cuando la corteja o cuando le dice que la ama.
No,incluso cuando la aborda de una forma intolerable para una histérica. Es en
el momentoen que le dice “Ich habe nichts an meiner Frau”. La fórmula alemana
tiene un sentidoparticularmente vívido, si damos al término “nada” todo su
alcance. Lo que el señor K dicelo retira a él mismo del circuito así
constituido, que queda establecido así en su ordenpropio. Dora puede admitir
que su padre ame en ella, y a través de ella, algo que está más allá, laseñora
K, pero para que el señor K resulte tolerable en su posición, ha de ocupar
lafunción exactamente inversa y equilibradora. A saber, que Dora sea amada por
el señor Kmás allá de su mujer, pero en la medida en que su mujer es algo para
él. Este algo, es lomismo que esa nada que ha de haber más allá, es decir, Dora
en este caso. Él no diceque su mujer no es nada para él, dice que, junto a su
mujer, no hay nada. El señor Kquiere decir que no hay nada detrás de su mujer:
“Mi mujer no está en el circuito”. ¿Quéresulta de ello? Dora no puede tolerar
que sólo se interese por ella interesándose sólo enella. Inmediatamente, toda
la situación se rompería. Si el señor K sólo está interesado enella, es que su
padre sólo se interesa por la señora K, y entonces ella no puede
tolerarlo.Sin embargo, para
Freud, Dora encaja
a pesar de
todo en una
situación típica. Elintercambio de los vínculos de alianza consiste en
esto: he recibido una mujer y debo unahija. Pero esto, que es el principio
mismo de la institución del intercambio y de la ley, hacede la mujer un puro y
simple objeto de intercambio, no queda integrada ahí sin más. Enotros términos, si
ella misma no ha
renunciado a algo,
precisamente al falo
paternoconcebido como objeto de don, no puede concebir nada, subjetivamente
hablando, que haya de recibir de otros, es decir de otro hombre. En la medida
de su exclusión de laprimera institución del don y de la ley en la relación
directa del don de amor, sólo puedevivir esta situación sintiéndose reducida
pura y simplemente al estado de objeto. Esomismo es lo que ocurre en este
momento. Dora se rebela y empieza a decir “Mi padre mevende a otro”. Ésta es el
resumen claro y perfecto de la situación, por eso se mantiene amedia luz.
De hecho, para
el padre es
verdaderamente una forma
de pagar lacomplacencia del marido de la señora K,
tolerar de forma velada que éste se dedique conDora a lo mismo que él se ha
dedicado durante años, a hacer la corte. Así, el señor Kconfiesa estar excluido
de un circuito en el que Dora podría, o bien identificarlo con ella, obien
pensar que ella, Dora, es su objeto más allá de la mujer por medio de la cual ellaestá
vinculada con él. Se rompen esos vínculos, sutiles y ambiguos, pero dotados
desentido, perfectamente orientados, que permitían a Dora encontrar su lugar en
el circuito,aun de forma inestable. La situación se desequilibra, Dora se ve
relegada al papel delpuro y simple objeto, y entonces empieza a ponerse
reivindicativa. Reivindica el amor desu padre, algo que hasta ahora se mostraba
dispuesta a considerar que recibía, aunquepor mediación de otra.Si es cierto
que lo que se mantiene en el inconsciente de nuestra homosexual es lapromesa
del padre, “Tendrás un hijo mío”, y si en su amor exaltado por la dama
muestra,como dice Freud, el modelo del amor absolutamente desinteresado, del
amor por nada,¿no ven que todo ocurre como si
la chica quisiera mostrarle a
su padre qué es unverdadero amor,
ese amor que su padre le ha negado? En el inconsciente del sujetoexiste el
pensamiento de que el padre se ha puesto de parte de la madre porque asíobtiene
más ventajas, y esta relación es fundamental en toda entrada del niño en
elEdipo, es decir la superioridad aplastante del rival adulto. Lo que la chica
le demuestraaquí a su padre, es cómo se
puede amar a alguien, no sólo por lo que tiene, sinoliteralmente por lo que
no tiene, por ese pene simbólico que, como ella sabe muy bien, nova a encontrar
en la dama, porque sabe perfectamente dónde está: en su padre, que noes, por su
parte, impotente. La perversión en este caso se expresa entre líneas,
porcontrastes y alusiones.
Es una forma
de hablar de
algo muy distinto,
implicandonecesariamente
por la secuencia
estricta de los
términos que intervienen
unacontrapartida,
precisamente lo que
se quiere dar
a entender al
otro. Aquí tienen
lametonimia, que consiste en dar a entender algo hablando de otra cosa
muy distinta. Lametonimia es el principio de lo que se puede llamar, en el
terreno de la fabulación y delarte, el realismo. Una novela, hecha de un montón
de pequeños trazos sensibles de loreal
que no quieren
decir nada, no
tiene ningún valor
si no hace
vibrar más alláarmónicamente un sentido. Cuando una
película es buena, es porque es metonímica. Yde la misma manera, la función de
la perversión del sujeto es una función metonímica.Con Dora, que es una
neurótica, es muy distinto. Si consideran el esquema, se constataque en
la perversión nos
enfrentamos a una
conducta significante que
indica unsignificante más
alejado en la cadena significante, en la medida en que le está vinculado
através de un significante necesario, En el caso de Dora, Dora tomada como
sujeto sesitúa a cada paso bajo cierto número de significantes de la cadena.
Encuentra en lasituación una especie de metáfora perpetua. Literalmente, el señor
K es su metáfora,porque de lo que ella es, Dora no puede decir nada. Dora no
sabe dónde situarse, nidónde ella está, ni para qué sirve el amor. Sabe tan
sólo que el amor existe y halla unahistorización del amor en la que encuentra
su propio lugar bajo la forma de una pregunta.Esta pregunta se centra en el
contenido y la articulación de todos sus sueños, cuyo únicosignificado es esta
misma pregunta. Total, si Dora se expresa como lo hace, a través desus
síntomas, es porque se pregunta qué es ser mujer. Esos síntomas son los
elementossignificantes, pero lo son porque por debajo corre un significado en
perpetuo movimiento,que es como Dora se implica y se interesa. La neurosis de
Dora adquiere su sentido comometafórica, y así es como puede resolverse. Freud
quiso introducir en esta metáfora, o quiso forzar, el elemento real que tiende
a reintroducirse en toda metáfora, diciéndole aDora: “A usted le gusta eso
precisamente”. Con la intervención del señor K, algo tendió anormalizarse, pero
ese algo permaneció en estado metafórico. Lo demuestra esa especiede embarazo
de Dora posterior a la crisis de ruptura con el señor K, que Freud
percibecon ese sentido
intuitivo de las
significaciones. Es en
efecto un aborto
extraño ysignificativo lo que se
produce al cabo de nueve meses, como dice Freud, porque lo dicela propia Dora,
revelando así que hay una especie de embarazo. De hecho se trata dequince
meses, lo que supera el plazo normal para el parto. Es significativo que Dora
veaen ello la última resonancia del vínculo que la une todavía con el señor K.
Encontramosaquí la equivalencia de una especie de copulación que se traduce al
orden de lo simbólicode una forma puramente metafórica. Para Dora es una
especie de tentativa de recuperarla ley de los intercambios simbólicos, en
relación con el hombre con el que se ha de unir odesunir. Por el
contrario, el parto que
encontramos al final
de la observación de lahomosexual, antes de que vaya a parar a
manos de Freud, se manifiesta así: de pronto,se tira desde un pequeño puente
del ferrocarril. Esto se produce cuando el padre realinterviene una vez más
para manifestarle su irritación y su ira, intervención sancionadapor la mujer
que se encuentra junto a ella y le dice que no quiere verla más. La joven
sequeda sin recursos. Hasta ese momento, había resultado bastante frustrada de
lo quedebía habérsele dado, el falo paterno, pero había encontrado el medio de
mantener eldeseo por la vía de la relación imaginaria con la dama. Cuando ésta
la rechaza, ya nopuede sostener nada. El objeto se ha perdido definitivamente,
y ni siquiera aquella nadaen la que se ha basado para demostrar a su padre cómo
se puede amar tiene ya su razónde ser. En ese momento, se suicida. Esto tiene
igualmente otro sentido, el de una pérdidadefinitiva del objeto. El falo que se
le niega definitivamente, cae. La caída tiene aquí valorde privación definitiva
y también de mímica de una especie de parto simbólico. Aquí tienenotra vez el
aspecto metonímico. Si el acto de precipitarse desde un puente del
ferrocarrilen el momento crítico y terminal de sus relaciones con la dama y con
el padre, Freudpuede interpretarlo como una forma demostrativa de convertirse
ella misma en ese niñoque no ha tenido, destruyéndose al mismo tiempo en un último acto significativo
delobjeto, es únicamente
basándose en la
existencia de la
palabra niederkommt. Estapalabra indica metonímicamente el último
término, el término suicida que expresa en lahomosexual lo que sí está en
juego, el único motor de toda su perversión, a saber, deacuerdo con lo que
afirmó Freud sobre la patogénesis de cierto tipo de homosexualidadfemenina, un
amor estable y particularmente reforzado por el padre.
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