jueves, 12 de agosto de 2021

Lacan, J. (1955-1956). El Seminario. Libro III. Las psicosis. Cap. XII y XIII.

 

 Lacan,   J.  (1955-1956).  El   Seminario.  Libro  III.   Las   psicosis. Cap. XII y XIII. 


XII 


Nuestra referencia es nuestro esquema de la comunicación analítica. Entre S y A, lapalabra   fundamental   que   el   análisis   debe   revelar,   tenemos   la   derivación del   circuitoimaginario, circuito  que   resiste   a   su   paso. Los polos  imaginarios   del   sujeto, a y  a’,recubren la relación especular, la del estadio del espejo. El sujeto en la corporeidad y lamultiplicidad de su organismo, en su fragmentación natural, que está en a’, toma comoreferencia esa unidad imaginaria que es el yo, a, donde se conoce y se desconoce, y quees aquello de lo que habla; a quién no sabe, puesto que tampoco sabe quién habla en él.Esquemáticamente, el sujeto comienza hablando de él, no les habla a ustedes; luego les habla a ustedes, mas no habla de él; cuando les haya hablado de él (que habrá cambiadosensiblemente   en   el   intervalo)   a   ustedes,   habremos   llegado   al   fin   del   análisis.   Siqueremos colocar al analista en este esquema de la palabra del sujeto, puede decirse queestá en algún lado es A. Al menos, allí debe estar. Si entra en el emparejamiento de laresistencia, lo que les enseño a no hacer, habla entonces desde a’, y se verá en el sujeto.Si no está analizado, esto se produce con naturalidad, y, desde cierto ángulo, el analistanunca es completamente analista, por la sencilla razón de que es hombre y que participaél también en los mecanismos imaginarios que obstaculizan el paso de la palabra. Setrata para él de no identificarse al sujeto, de estar muerto lo suficiente como para no serpresa de la relación imaginaria, en cuyo seno siempre se ve solicitado a intervenir, ypermitir la progresiva migración de la imagen del sujeto hacia S, la cosa que revelar, lacosa que no tiene nombre, que no puede encontrar su nombre a menos que el circuitoculmine directamente de S hacia A. Lo que el sujeto tenía que decir a través de su falsodiscurso encontrará paso con mayor facilidad mientras más la economía de la relaciónimaginaria haya sido menguada progresivamente. La palabra, la palabra clave, soluciónde un enigma, función problemática, se sitúa en el Otro, por cuyo intermedio toda palabraplena se realiza, “ese tú eres” e que el sujeto se sitúa y se reconoce. Analizando laestructura del delirio de Schreber en el momento en que se estabilizó en un sistema quevincula el yo del sujeto a ese otro imaginario, ese extraño Dios que nada comprende, queno responde, que engaña al sujeto, supimos reconocer que hay, en la psicosis, exclusióndel Otro donde el ser se realiza en la palabra que confiesa. Los fenómenos en juego en laalucinación verbal, manifiestan en su estructura misma la relación de eso interior en queestá el sujeto respecto a su propio discurso. Llegan a volverse más y más insensatos,vaciados de sentido, puramente verbales, machacaduras, estribillos sin objeto. El discursono sólo invade al sujeto y lo parasita sino que él está suspendido en su presencia. Elsujeto en la psicosis sólo puede reconstituirse en la alusión imaginaria. El problema quedebemos   indagar   es   la   constitución   del   sujeto   en   esta   alusión   imaginaria.   Hasta   elpresente, los psicoanalistas se han contentado con ella. La alusión imaginaria parecíamuy significativa. Volvían a encontrar en ella todo el material, todos los elementos delinconsciente. Nunca se preguntaron qué significaba, desde el punto de vista económico,el hecho de que esta alusión no tuviese en sí misma poder resolutivo alguno. A pesar detodo se percataron de ello, cual si fuese un misterio, esforzándose por borrar con el andardel tiempo las diferencias radicales de esta estructura respecto a la estructura de lasneurosis.No digo que lo comunicado en la relación analítica pase por el discurso del sujeto. Notengo por qué distinguir en el fenómeno mismo de la comunicación analítica, el dominiode  la  comunicación verbal del  de  la  comunicación preverbal.  La comunicación pre  oincluso extra-verbal es permanente en el análisis, pero se trata de ver qué constituye elcampo propiamente analítico. Lo que constituye el campo analítico es idéntico a lo queconstituye el fenómeno analítico, el síntoma. Y también gran número de otros fenómenosllamados   normales   o   sub-normales,   cuyo   sentido   no   había   sido   elucidado   hasta   elanálisis, y que se extienden mucho más allá del discurso y de la palabra, puesto que soncosas que le ocurren al sujeto en su vida cotidiana. Vienen luego los lapsus, trastornos dela   memoria,   sueños,   sumémosle   la   agudeza,   la   cual   tiene   un   valor   esencial   en   eldescubrimiento freudiano puesto que permite palpar la perfecta coherencia que tenía en laobra   de   Freud   la   relación  del   fenómeno analítico  con   el   lenguaje.   El   análisis   arrojógrandes   luces   sobre   lo   preverbal.   En   la   doctrina   psicoanalítica   está   vinculadoesencialmente  al preconsciente. Es la suma  de  impresiones,  internas  o  externas, deinformaciones que el sujeto recibe del mundo en que vive, de las relaciones naturales quetiene con éste, siempre y cuando existan en el hombre relaciones que sean cabalmentenaturales, pero por más pervertidas que ellas estén, sí existen. Todo lo perteneciente alorden preverbal participa así de una Gestalt intramundana. En su seno, el sujeto es la muñeca infantil que fue, es objeto excremencial, es cloaca, es ventosa. Estamos ahí en eltornasol   innumerable   de   la   gran   significación   afectiva.   Para   expresarlo   las   palabrasacuden en abundancia al sujeto, están a su disposición, tan accesibles y tan inagotablesen sus combinaciones como la naturaleza a la que responden. Es el mundo del niño,donde ustedes se sienten cómodos, sobre todo porque se han familiarizado con susfantasmas: lo de arriba vale por lo de abajo, el revés por el derecho, etc.  La ley de estemundo es la equivalencia universal, y por eso mismo no lo sentimos suficientementeseguro como para fijar en él las estructuras. Este discurso de la significación afectivaalcanza   de   entrada   las   fuentes   de   la   fabulación,   mientras   que   el   discurso   de   lareivindicación pasional, por ejemplo, es a su lado pobre y chocheante, en él ya estápresente el tropiezo de la razón. El sostén preverbal de la comunicación imaginaria seexpresa en discurso.  La fuente y el reservorio de ese preconsciente, de lo que llamamosimaginario, es bastante conocida. El inventario analítico permite mostrar determinadosrasgos económicos esenciales de la función imaginaria, mas no por ello está agotado elproblema. Nunca dije que ese mundo preconsciente, siempre dispuesto a surgir en laconsciencia, a disposición del sujeto (salvo a contraorden) tuviese en sí mismo estructurade lenguaje. Digo, porque es evidente, que se inscribe en él, que se vuelve a fundir en él.Guarda, empero, sus propias vías, sus comunicaciones particulares. El análisis no aportósu descubrimiento esencial a ese nivel. Resulta sorprendente ver cómo el énfasis que seda a la relación de objeto en análisis se pone a cuenta de una exclusiva preponderanciadel   mundo   de   la   relación   imaginaria,   elidiéndose   así,   el   campo   del   descubrimientoanalítico propiamente dicho. Si seguimos a Freud, ninguna exploración del preconscientenos llevará jamás a un fenómeno inconsciente en cuanto tal. La prevalencia desmedidade la psicología del ego en la nueva escuela americana induce un espejismo. Error tantomás grosero,  por  cuanto  no hay cosa sobre la que Freud insiste  más  que  sobre  ladiferencia radical entre inconsciente y preconsciente. La creencia fundamental que pareceregir   actualmente   la   práctica   analítica   es   que   algo   comunica   a   neurosis   y   psicosis,preconsciente e inconsciente. Para ellos el yo es el marco prevalente de los fenómenos,todo pasa por el yo, la regresión del yo es la única vía de acceso al inconsciente. ¿Dóndesituar,   entonces,   el   elemento   mediador   indispensable   para   concebir   la   acción   deltratamiento analítico? A no ser en esa especie de yo, verdaderamente ideal, en el peorsentido de la palabra, que es la esfera no-conflictiva, que se transforma así en el lugarmítico de las identificaciones más increíblemente activas. ¿Qué es el inconsciente enrelación   al   preconsciente   tal   como   acabamos   de   situarlo?   Si   digo   que   todo   lo   quepertenece a la comunicación analítica tiene estructura de lenguaje, esto no quiere decirque el inconsciente se exprese en el discurso. El fenómeno analítico en cuanto tal tieneno que ser un lenguaje en el sentido de un discurso (nunca dije que era un discurso) sinoque tiene que estar estructurado como un lenguaje. Este es el sentido en que podemosdecir que es una variedad fenoménica, y la más reveladora, de las relaciones del hombrecon el ámbito del lenguaje. Todo fenómeno analítico, todo fenómeno que participa delcampo   analítico,   del   descubrimiento   analítico,   de   aquello   con   que   no   tenemos   quevérnosla en el síntoma y en la neurosis, está estructurado como un lenguaje. Quiere decirque es un fenómeno que siempre presenta la duplicidad esencial del significante y delsignificado.   El   significante   tiene   en   él   su   coherencia   y   su   carácter   propios,   que   lodistinguen de cualquier otra especie de signo. Vamos a seguirle la huella en el dominio delpreconsciente imaginario. Partamos del signo biológico. Hay en la estructura misma, en lamorfología de los animales, algo que tiene ese valor cautivante gracias al cual el que esreceptor y quien está hecho para recibirlo, entra en una serie de comportamientos, en uncomportamiento de ahí en más unitario que vincula al portador de ese signo con quien lopercibe. Esto da una idea precisa de la significación natural. Podemos llegar medianteuna   serie   de   transiciones  a   una   depuración,   a   una   neutralización   del signo   natural.Veamos ahora la huella. Aquí el signo se separa de su objeto. La huella, en lo que tiene de negativo, lleva el signo natural a un límite en que éste es evanescente. La distinciónentre el signo y el objeto es aquí muy clara puesto que la huella es lo que deja el objetoque se fue a otra parte. Objetivamente, no se necesita sujeto alguno que reconozca elsigno para que esté, la huella existe aun cuando no haya nadie para mirarla. ¿A partir dequé momento pasamos al  orden del  significante? El  significante puede  extenderse amuchos elementos del dominio del signo. Sin embargo, el significante es un signo que noremite a un objeto, ni siquiera en estado de huella, aunque la huella anuncia de todosmodos su carácter esencia. Es, también, signo de una ausencia. Pero en tanto formaparte del lenguaje, el significante es un signo que remite a otro signo, está estructuradocomo tal para significar la ausencia de otro signo, para oponerse a él en un par. Ellenguaje comienza con la oposición: el día y la noche. A partir del momento en que existeel día como significante, ese día está entregado a todas las vicisitudes de un juego através del que llegará a significar cosas muy diversas. Este carácter del significante marcade  modo  esencial   todo   lo  que  es   del   orden del  inconsciente.   La obra  de   Freud  esimpensable   si   no   se   coloca   en   primer   plano   la   dominancia   del   significante   en   losfenómenos analíticos. Les hablé del Otro de la palabra, en tanto el sujeto se reconoce enél y en él se hace reconocer. Ese es en una neurosis el elemento determinante, y no laperturbación de tal o cual relación oral, anal o genital. Sabemos lo incómodo que es elmanejo de la relación homosexual, ya que ponemos en evidencia su permanencia ensujetos cuya diversidad en el plano de las relaciones instintivas es muy grande. Se tratade una pregunta que se le plantea al sujeto en el plano del significante, en el plano del tobe or not to be, en el plano de su ser. El desencadenamiento de la neurosis en su aspectosintomático, aspecto que hizo necesaria la intervención del analista, supone un trauma, elcual debió despertar algo. En la infancia del sujeto encontramos traumas a montones. Lamanifestación   sintomática   del   sujeto   está   dominada   por   elementos   relacionales   quecolorean sus relaciones con los objetos, de modo imaginario. Se puede reconocer en ellasla relación anal, u homosexual, u esto o lo otro, pero estos elementos mismos estánincluidos en la pregunta que hace: “¿Soy o no capaz de procrear?”. Esta pregunta se sitúaa nivel del Otro, en tanto la integración de la sexualidad está ligada al reconocimientosimbólico. Si el reconocimiento de la posición sexual del sujeto no está ligada al aparatosimbólico, el análisis, el freudismo, pueden tranquilamente desaparecer, no quieren decirnada. El sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico preformado que instaura la leyen la sexualidad. Y esta ley sólo le permite al sujeto realizar su sexualidad en el planosimbólico. El Edipo quiere decir esto, y si el análisis no lo supiese no habría descubiertonada. Lo que está en juego en nuestro sujeto es la pregunta “¿Qué soy? ¿Soy?”, es unarelación de ser, un significante fundamental. En la medida en que esta pregunta en tantosimbólica   fue   despertada,   y   no   reactivada   en   tanto   imaginaria,   se   desencadenó   ladescompensación de su neurosis y se organizaron sus síntomas. Cualesquiera sean suscualidades, su naturaleza, el material del que han sido tomados prestados, éstos cobranvalor de formulación, de reformulación, de insistencia inclusive de esa pregunta. Estaclave no se basta a sí misma. Se confirma a partir de elementos de su vida pasada queconservan para el sujeto todo su relieve. El carácter feminizado del discurso del sujeto sepercibe tan de inmediato que, cuando el analista informa al sujeto los primeros elementos,obtiene de él el siguiente comentario: el médico que lo examinó le dijo a su mujer “no llegoa darme cuenta de lo que tiene. Me parece que si fuese una mujer lo comprenderíamejor”.   Percibió   el   lado   significativo,   pero   no   percibió   (porque   carecía   del   aparatoanalítico, que sólo puede concebirse en el registro de las estructuraciones de lenguaje),que todo esto no era sino un material, indudablemente favorable, que utiliza el sujeto paraexpresar su pregunta. Podría asimismo usar cualquier otro, para expresar lo que está másallá de toda relación actual o inactual, un “¿Quién soy? ¿Un hombre o una mujer?” y“¿Soy  capaz de  engendrar?”. Toda  la vida del sujeto se  reordena en  su perspectivacuando se tiene esta clave. El tema único del fantasma de embarazo domina, pero ¿en tanto qué? En tanto que significante (el contexto lo demuestra) de la pregunta de suintegración   a   la   función viril,  a la  función de padre.  El   carácter   problemático   de   suidentificación simbólica sostiene toda comprensión posible de la observación. Todo lodicho, todo lo expresado, todo lo gestualizado, todo lo manifestado, sólo cobra su sentidoen función de la respuesta que ha de formularse sobre esa relación fundamentalmentesimbólica: ¿soy hombre o mujer? Dora culmina en efecto en una pregunta fundamentalacerca del tema de su sexo. No sobre qué sexo tiene sino: ¿qué es ser una mujer? Yespecíficamente: ¿qué es un órgano femenino? Nos encontramos aquí ante algo singular:la mujer se pregunta qué es ser una mujer; del mismo modo el sujeto masculino sepregunta qué es ser una mujer. La disimetría que Freud siempre subrayó en el complejode Edipo confirma la distinción de lo simbólico y lo imaginario. Para la mujer la realizaciónde su sexo no se hace en el complejo de Edipo en forma simétrica a la del hombre, poridentificación a la madre, sino al contrario, por identificación al objeto paterno, lo cual leasigna un rodeo adicional. La desventaja en que se encuentra la mujer en cuanto alacceso a la identidad de su propio sexo, en cuanto a su sexualización como tal, seconvierte en la histeria en una gran ventaja, gracias a su identificación imaginaria alpadre,   que   le   es   perfectamente   accesible,   debido   especialmente   a   su   lugar   en   lacomposición del Edipo. Para el hombre, en cambio, el camino será más complejo.XIIILo esencial consiste en distinguir cuidadosamente el simbolismo propiamente dicho, o seael simbolismo en tanto estructurado en el lenguaje, en el cual nos entendemos aquí, y elsimbolismo natural. La dinámica de los fenómenos del campo analítico está vinculada a laduplicidad que resulta de la distinción del significante y del significado. No por azar fue unjunguiano quien allí introdujo el término símbolo. En el fondo del mito junguiano existe elsímbolo concebido como una flor que asciende del fondo, un florecimiento de lo que estáen el fondo del hombre en tanto típico. El problema es saber si el símbolo es esto, o si encambio es algo que envuelve y forma lo que mi interlocutor llamaba la creación. La teoríadel ego actualmente promovida en los círculos neoyorquinos cambia por completo laperspectiva desde donde deben abordarse los fenómenos analíticos y participa de lamisma obliteración. Ésta culmina en la colocación en primer plano de la relación yo a yo.La inspección de los artículos de Freud entre 1922 y 1924 muestra que el yo nada tieneque ver con el uso analítico que de él se hace actualmente. Si el reforzamiento del yoexiste, no puede ser otra cosa que la acentuación de la relación fantasmática siemprecorrelativa del yo, y más especialmente en el neurótico de estructura típica. En lo que leconcierne, el reforzamiento del yo va en sentido exactamente opuesto al de la disolución,no sólo de los síntomas (que están en su significancia, pero que pueden dado el caso sermovilizados) sino de la estructura misma. ¿Cuál es el sentido de lo que introdujo Freudcon   su   nueva   tópica   cuando   acentuó   el   carácter   imaginario   de   la   función   del   yo?Precisamente la estructura de la neurosis. Freud coloca al yo en relación con el carácterfantasmático del objeto. Cuando escribe que el yo tiene el privilegio del ejercicio de laprueba de la realidad, que es él quien da fe de la realidad para el sujeto, el contexto estáfuera de dudas, el yo está ahí como un espejismo, el ideal del yo. Su función no es deobjetividad, sino de ilusión, es fundamentalmente narcisista, y el sujeto da acento derealidad a cualquier cosa a partir de ella. De esta tópica se desprende cuál es, en lasneurosis típicas, el lugar del yo. El yo en su estructuración imaginaria es como uno de suselementos para el sujeto. EL neurótico hace su pregunta neurótica, su pregunta secreta yamordazada, con su yo. La tópica freudiana del yo muestra cómo una o un histérico,cómo un obsesivo, usa de su yo para hacer la pregunta, es decir, precisamente para nohacerla. La estructura de una neurosis es una pregunta, y por eso fue para nosotrosdurante largo tiempo una pura y simple pregunta. El neurótico está en una posición desimetría, es la pregunta que nos hacemos, y es justamente porque ella nos involucra tantocomo a él, que nos repugna fuertemente formularla con mayor precisión. ¿Quién es Dora? Alguien capturado en un estado sintomático muy claro, con la salvedad de que Freud seequivoca con respecto al objeto de deseo de Dora, en la medida en que él mismo estádemasiado centrado en la cuestión del objeto, en que no hace intervenir la intrínsecaduplicidad subjetiva implicada. Se pregunta qué desea Dora, antes de preguntarse quiéndesea en Dora. Freud termina percatándose de que, en ese ballet de a cuatro (Dora, supadre, el señor y la señora K) es la señora K el objeto que verdaderamente interesa aDora, en tanto que ella misma está identificada al señor K. La cuestión de saber dóndeestá el yo de Dora está así resuelta: el yo de Dora es el señor K. La función que cumpleen el esquema del estadio del espejo la imagen especular, en la que el sujeto ubica susentido  para reconocerse, donde por vez primera  sitúa su  yo, ese punto externo deidentificación imaginaria, Dora lo coloca en el señor K. En tanto ella es el señor K, todossus síntomas cobran su sentido definitivo. La afonía de Dora se produce durante lasausencias del señor K y Freud lo explica de este modo: ella ya no necesita hablar si él noestá, sólo queda escribir. Esto nos deja algo pensativos. Si ella se calla así, se debe dehecho a que el modo de objetivación no está puesto en ningún otro lado. La afoníaaparece porque Dora es dejada directamente en presencia de la señora K. Todo lo quepudo escuchar acerca de las relaciones de ésta con su padre gira en torno a la fellatio, yesto   es   algo   infinitamente   más   significativo   para   comprender   la   intervención   de   lossíntomas orales. La identificación de Dora con el señor K es lo que sostiene esta situaciónhasta el momento de la descompensación neurótica. Si se queja de esa situación, esotambién forma parte de la situación, ya que se queja en tanto identificada al señor K.¿Qué dice Dora mediante su neurosis? ¿Qué dice la histérica-mujer? Su pregunta es lasiguiente: ¿Qué es ser una mujer? Por ahí nos adentramos más aún en la dialéctica de loimaginario  y lo  simbólico  en el complejo  de  Edipo.  La  aprehensión freudiana  de  losfenómenos se caracteriza porque muestra siempre los planos de estructura del síntoma, apesar del entusiasmo de los psicoanalistas por los fenómenos imaginarios removidos enla experiencia analítica. A propósito del complejo de Edipo, las buenas voluntades nodejaron de subrayar analogías y simetrías en el camino que tienen que seguir el varón y lahembra, y el propio Freud indicó muchos rasgos comunes. Nunca dejó de insistir, empero,en la disimetría fundamental del Edipo en ambos sexos. ¿A qué se debe esa disimetría? Ala relación de amor primaria con la madre, me dirán, pero Freud estaba lejos de haberllegado a eso en la época en que comenzaba a ordenar los hechos que constataba en laexperiencia. Evoca, entre otros, el elemento anatómico, que hace que para la mujer losdos sexos sean idénticos. ¿Pero es ésta sin más la razón de la disimetría? Los estudiosde detalle que Freud hace, ¿qué hacen surgir? Tan solo que la razón de la disimetría sesitúa esencialmente a nivel simbólico, que se debe al significante. No hay simbolizacióndel sexo de la mujer en cuanto tal. En todos los casos, la simbolización no es la misma,no tiene la misma fuente, el mismo modo de acceso que la simbolización del sexo delhombre. Y esto, porque lo imaginario sólo proporciona una ausencia donde en otro ladohay  un símbolo muy  prevalente.  Es  la prevalencia de  la Gestalt  fálica  la que, en  larealización del complejo edípico, fuerza a la mujer a tomar el rodeo de la identificación alpadre, y a seguir durante un tiempo los mismos caminos que el varón. El acceso de lamujer al complejo edípico, su identificación imaginaria, se hace pasando por el padre,exactamente igual que el varón, debido a la prevalencia de la forma imaginaria del falo,pero en tanto que a sui vez está tomada como el elemento simbólico central del Edipo. Sitanto para la hembra como para el varón el complejo de castración adquiere un valor-pivote en la realización del Edipo, es en función del padre, porque el falo es un símboloque no tiene correspondiente ni equivalente. Lo que está en juego es una disimetría en elsignificante. Esta disimetría significante determina las vías por donde pasará el complejode Edipo. Ambas vías llevan por el mismo sendero: el sendero  de  la castración. Laexperiencia del Edipo testimonia la predominancia del significante en las vías de accesode la realización subjetiva, ya que la asunción por la niña de su situación no sería en modo alguno impensable en el plano imaginario. Están allí presentes todos los elementospara que  la   niña  tenga   de  la  posición  femenina  una   experiencia  que   sea  directa,  ysimétrica de la realización de la posición masculina. No habría obstáculo alguno si estarealización tuviera que cumplirse en el orden de la experiencia vivida, de la simpatía delego, de las sensaciones. La experiencia muestra, empero, una diferencia llamativa: unode los sexos necesita tomar como base de identificación la imagen del otro sexo. Que lascosas sean así no puede considerarse como una mera extravagancia de la naturaleza. Elhecho sólo puede interpretarse en la perspectiva en que el ordenamiento simbólico todo loregula. Donde no hay material simbólico, hay obstáculo, defecto para la realización de laidentificación   esencial   para   la   realización   de   la   sexualidad   del   sujeto.   Este   defectoproviene de que, en un punto, lo simbólico carece de material, pues necesita uno. El sexofemenino tiene un carácter de ausencia, de vacío, de agujero, que hace que se presentecomo menos deseable que el sexo masculino en lo que éste tiene de provocador, y queuna disimetría esencial aparezca. Si debiese captarse todo en el orden de una dialécticade las pulsiones, no se vería el por qué de semejante rodeo, por qué una anomalíasemejante sería necesaria. La pregunta en juego, la función del yo  en los histéricosmasculinos   y   femeninos,   no   está   vinculada   simplemente   al   material,   a   la   tienda   deaccesorios del significante, sino a la relación del sujeto con el significante en su conjunto,con aquello a lo cual el significante puede responder. Los seres del lenguaje no son seresorganizados, pero que sean seres, que impriman sus formas en el hombre, es indudable.Parecería, por una parte, que lo simbólico es lo que nos brinda todo el sistema del mundo.Porque   el   hombre   tiene   palabras   conoce   cosas.   El   número   de   cosas   que   conocecorresponde al número de cosas que puede nombrar. Por otra parte, tampoco hay dudasacerca de que la relación imaginaria está ligada a la etología, a la psicología animal. Larelación sexual implica la captura por la imagen del otro. Uno de los dominios se presentaabierto a la neutralidad del orden del conocimiento humano, el otro parece ser el dominiomismo de la erotización del objeto. Esto es lo que se manifiesta en un primer abordaje. Larealización de la posición sexual en el ser humana está vinculada, nos dice Freud, a laprueba de la travesía de una relación fundamentalmente simbolizada, la del Edipo, queentraña una posición que aliena al sujeto, que le hace desear el objeto de otro, y poseerlopor procuración de otro. Nos encontramos ante una posición estructurada en la duplicidadmisma del significante y el significado. En tanto la función del hombre y la mujer estásimbolizada, en tanto es  literalmente arrancada al dominio de lo  imaginario para sersituada en el dominio de lo simbólico, es que se realiza toda posición sexual normal,acabada. La  realización  genital   está   sometida, como a  una   exigencia   esencial,   a lasimbolización: que el hombre se virilice, que la mujer acepte verdaderamente su funciónfemenina. Inversamente, cosa no menos paradójica, la relación de identificación a partirde la cual el objeto se realiza como objeto de rivalidad está situada en el orden imaginario.El dominio  del   conocimiento  está   inserto  fundamentalmente   en la   primitiva  dialécticaparanoica   de   la   identificación   al   semejante.   De   ahí   parte   la   primera   apertura   deidentificación al otro, a saber un objeto. Un objeto se aísla, se neutraliza, y se erotizaparticularmente   en   cuanto   tal.   Esto   hace   entrar   en   el   campo   del   deseo   humanoinfinitamente más objetos materiales que los que entran en la experiencia animal. En eseentrecruzamiento de lo imaginario y lo simbólico, yace la fuente de la función esencial quedesempeña el yo en la estructuración de la neurosis. Cuando Dora se pregunta ¿qué esuna mujer?   Intenta simbolizar  el  órgano  femenino  en  cuanto  tal. Su   identificación  alhombre, portador  del  pene,  le  es  en  esta  ocasión  un medio  de aproximarse  a estadefinición que se le escapa. El pene le sirve literalmente de instrumento imaginario paraaprehender lo que no logra simbolizar. Hay muchas más histéricas que histéricos porqueel camino de la realización simbólica de la mujer es más complicado. Volverse mujer ypreguntarse qué es una mujer son dos cosas diferentes. Diría aún más, se preguntaporque no se llega a serlo y, hasta cierto punto, preguntarse es lo contrario de llegar a serlo. La metafísica de su posición es el rodeo impuesto a la realización subjetiva en lamujer. Su posición es esencialmente problemática y, hasta cierto punto, inasimilable. Perouna   vez   comprometida   la   mujer   en   la   histeria,   debemos   reconocer   también   que   suposición presenta una particular estabilidad, en virtud de su sencillez estructural: cuantomás sencilla es una estructura, menos puntos de ruptura revela. Cuando su preguntacobra forma bajo el aspecto de la histeria, le es muy fácil a la mujer hacerla por la vía máscorta, la  identificación  al   padre.   La   situación es   mucho   más   compleja   en  la  histeriamasculina.   En  tanto   la  realización edípica está  mejor   estructurada   en   el   hombre,   lapregunta histérica tiene menos posibilidades de formularse. Pero si se formula, ¿cuál es?Hay aquí la misma disimetría que en el Edipo: el histérico y la histérica se hacen la mismapregunta.   La   pregunta   del   histérico   también   atañe   a   la   posición   femenina.   Lafragmentación anatómica, en tanto fantasmática, es un fenómeno histérico. Esta anatomíafantasmática tiene un carácter estructural; no se hace una parálisis, ni una anestesia,según las vías y la topografía de las  ramificaciones nerviosas. Nada en la anatomíanerviosa recubre cosa alguna de las que se producen en los síntomas histéricos. Siemprese trata de  una anatomía imaginaria. El  factor común a la posición femenina  y a lapregunta masculina en la histeria se sitúa a nivel simbólico, pero quizá sin reducirsetotalmente a él. Se trata de la pregunta de la procreación. La paternidad al igual que lamaternidad   tiene   una   esencia   problemática;   son   términos   que   no   se   sitúan   pura   ysimplemente a nivel de la experiencia. Lo simbólico da una forma en la que se inserta elsujeto a nivel de su ser. El sujeto se reconoce como siendo esto o lo otro a partir delsignificante. La cadena de los significantes tiene un valor explicativo fundamental, y lanoción misma de causalidad no  es otra cosa. Existe de  todos modos  una cosa queescapa a la trama simbólica, la procreación en su raíz esencial: que un ser nazca de otro.La procreación está cubierta, en el orden de lo simbólico, por el orden instaurado de estasucesión entre los seres. Pero nada explica en lo simbólico el hecho de su individuación,el hecho de que un ser sale de un ser. Todo el simbolismo está allí para afirmar que lacriatura no engendra a la criatura, que la criatura es impensable sin una fundamentalcreación.   Nada   explica   en   lo   simbólico   la   creación.   Nada  explica   tampoco   que   seanecesario que unos seres mueran para que otros nazcan. La cuestión de saber qué ligados seres en la aparición de la vida sólo se plantea para el sujeto a partir del momento enque está en lo simbólico, realizado como hombre o como mujer, pero en la medida en queun accidente le impide acceder a ello. Esto puede también ocurrir debido a los accidentesbiográficos de cada quién. Estas son las mismas preguntas que Freud plantea en eltrasfondo de Más allá del principio del placer. Así como la vida se reproduce, ella se veobligada a repetir el mismo ciclo, para alcanzar el objetivo común de la muerte. Cadaneurosis reproduce un ciclo particular en el orden del significante, sobre el fondo de lapregunta   que   la   relación   del   hombre   al   significante   en   tanto   tal   plantea.   Hay   algoradicalmente inasimilable al significante. La existencia singular del sujeto sencillamente.¿Por qué está ahí? ¿De dónde sale? ¿Qué hace allí? ¿Por qué va a desaparecer? Elsignificante   es  incapaz de darle  la respuesta,  por   la   sencilla   razón   de   que   lo   poneprecisamente   más   allá   de   la   muerte.   El   significante   lo   considera   como   muerto   deantemano, lo inmortaliza por esencia. Como tal, la pregunta sobre la muerte es potromodo de la creación de la pregunta, su modo obsesivo.Es interesante destacar el énfasis que Freud da al significante. La Bedeutung no puedeser traducida como especificando al significante en relación al significado. De igual modo,Freud decía lo siguiente: “Trabajo con la suposición de que nuestro mecanismo psíquiconació siguiendo una disposición en capas, mediante un ordenamiento en el cual cadatanto, el material que se tiene a mano sufre una reorganización según nuevas relaciones yun trastocamiento en la inscripción, una reinscripción”. Lo esencialmente nuevo en lateoría, es la afirmación de que la memoria no es simple, que es plural, múltiple, registradabajo diversas formas. Freud subraya que esas diferentes etapas se caracterizan por la pluralidad de las inscripciones mnésicas. Primero está la Wahrnehmung, la percepción. Esuna posición primera, primordial, que permanece hipotética, puesto que de algún modo nosale a la luz en el sujeto. Después está la Bewusstsein, la consciencia. Conciencia ymemoria en cuanto tales se excluyen. Acerca de este punto Freud jamás varió. Siempre lepareció que la memoria pura, en tanto inscripción, y adquisición por el sujeto de unanueva   posibilidad   de   reacción,   debía   permanecer   completamente   inmanente   almecanismo, y no hacer intervenir captación alguna del sujeto por sí mismo. La etapaWahrnehmung está ahí para indicar que hay que suponer algo simple en el origen de lamemoria, concebida como formada por una pluralidad de registros. El primer registro delas percepciones, también inaccesible a la consciencia, está ordenado por asociacionesde  simultaneidad. Tenemos  ahí la  exigencia  original de una instauración  primitiva  desimultaneidad. El nacimiento del significante es la simultaneidad, y también su existenciaes   una   coexistencia   sincrónica.   La   Bewusstsein   es   del   orden   de   los   recuerdosconceptuales. La noción de relación causal aparece ahí en cuanto tal por vez primera. Esel   momento en  que   el   significante,   una vez constituido,   se  ordena secundariamenterespecto a algo distinto, que es la aparición del significado. Sólo después interviene laVorbewusstsein, tercer modo de reordenamiento. A partir de este preconsciente se haránconscientes   las   investiciones,   de   acuerdo   a   ciertas   reglas   precisas.   Esta   segundaconsciencia del pensamiento está ligada probablemente a la experiencia alucinatoria delas representaciones verbales, a la emisión de palabras. El ejemplo más radical es laalucinación verbal, vinculada al mecanismo paranoico por el cual hacemos audibles lasrepresentaciones de palabras. La aparición de la consciencia está ligada a esto; si noseguiría sin lazo alguno con la memoria. En todo lo que sigue, Freud manifiesta que elfenómeno   de  la   Verdrängung   consiste en la caída de algo  que es  del  orden de   laexpresión significante, en el momento del pase de una etapa de desarrollo a otra. Elsignificante registrado en una de esas etapas no pasa a la siguiente, con el modo dereclasificación   retroactiva que  necesita toda  nueva   fase   de   organización   significante-significación en la que entra el sujeto. A partir de esto hay que explicar la existencia de loreprimido. La noción de inscripción en un significante que domina el registro, es esencialpara la teoría de la memoria, en tanto ella está en la base de la primera investigación por Freud del fenómeno del inconsciente.

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