Freud define a la pulsión como
un concepto básico convencional y lo llena de contenido. Construye en concepto
diferenciándolo del instinto y de la genitalidad.
Primeramente lo diferencia del
estimulo (donde una fuerza de choque momentánea que proviene desde el afuera
aportada al tejido vivo es descargada tbm hacia fuera mediante una acción
acorde al fin y se basa en el ppio de constancia donde el sistema nervioso se
quiere conservar libre de todo estimulo – modelo del arco reflejo), en la pulsión
el estimulo proviene desde el interior del propio organismo y es un esfuerzo
constante (DRANG) por lo que una huida no es efectiva.
Al estímulo pulsional lo llama
necesidad y lo que la cancela es la satisfacción de la fuente interior del
estímulo y sólo puede alcanzarse mediante una modificación del mundo exterior,
apropiada a la meta.
El aparato psíquico se rige
por el ppio del placer (regulado por sensaciones de la serie placer/displacer):
el sentimiento de displacer tiene que ver con un incremento del estímulo y el
del placer con su disminución.
Principio de placer/displacer
è rompe con el principio de constancia.
Por lo que la pulsión es un
concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático (es lo que le permite a
Freud limitar la especificidad y el valor propio de la sexualidad para el
psicoanálisis y lo que le permite despegar de la biología). Es el REPRESENTANTE
psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el
alma, es una medida de exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico debido
a su traba con lo somático.
Ante la ineficacia de la huida
surge la necesidad de los cuidados ajenos, esto adquiere una relevancia en la
construcción del concepto de pulsión, por ejemplo: el acto del amamantamiento.
Esta intervención del otro
permite entender los cuidados maternales, los que además de intervenir en la
satisfacción de la necesidad producen un efecto de erogeneización del cuerpo
(zonas erógenas).
Vemos como esto no cancela la
necesidad pero se arma un recorrido que la toma como punto de partida (se apoya
en la primera experiencia de satisfacción) y en la dimensión biológica de los estímulos
de la necesidad (de las cuales se independiza). Por esto es que Freud enuncia
que la pulsión nace apoyada en las funciones de la conservación de la especie
pero rápidamente se independiza de ellas. Dualismo pulsional: Pulsiones de
conservación vs. Pulsiones sexuales
El niño crea un recorrido
basado en las necesidades donde si fue alimentado a pecho materno entonces
chupa el pulgar. Se apoya en el ppio. de conservación pero se independiza y se
afirma en lo sexual (la búsqueda del placer). Al mismo tiempo existe un cambio
en el estatuto del objeto, si era el pecho materno luego es el pulgar.
Si la pulsión se independiza
podemos decir que es parcial respecto de la necesidad, aparece entonces la
pulsión localizada en el cuerpo propio (pulsión parcial y autoerótica)
Freud separa las pulsiones en
dos grandes grupos:
a) las pulsiones yoicas o de
autoconservación, del lado de la necesidad interior, el individuo es lo
principal, éste aprecia a la sexualidad y a la satisfacción sexual como una
necesidad.
b) las pulsiones sexuales, el
individuo es un apéndice temporario y transitorio del plasma germinal para las
próximas generaciones. La LIBIDO es la fuerza en la cual se exterioriza la
pulsión sexual.
Resumiendo: Freud construye el
concepto de pulsión a partir de una diferenciación de la sexualidad biológica y
el instinto.
Pulsión: insuficiencia a causa
de la prematuración de la fuga, de la insuficiencia de la acción especifica
para cancelar la satisfacción de la necesidad y esto ayuda a que se introduzca
el otro en los cuidados ajenos. Otro que marca el cuerpo y aparece como soporte
de la repetición (en este sentido no existe diferencia entre pulsión y deseo)
porque en ambos casos (pulsión y deseo) aparece una función estructurante de
ese otro en los cuidados ajenos al mismo tiempo que en ambos aparece fugado
algo de lo temporal: la temporalidad de un intento de repetición de una
satisfacción previa.
Pulsión: sistema dual entre
pulsión sexual y pulsión de conservación . Se apoya en las funciones de conservación
pero después se independiza.
Nace apoyada en aquellas
partes del cuerpo que cumplen una función biológica, de cualquier parte de la
piel o de las mucosas, tiene cierto valor sexual en realidad son zonas de
intercambio en los cuidados ajenos. El cuerpo pulsional va deviniendo en cuerpo
erógeno a partir de los cuidados maternales.
Freud considera cuatro
elementos que están asociados al concepto de pulsión: esfuerzo, meta, objeto y
fuente de la pulsión.
Esfuerzo : (Drang) fuerza o
empuje, posee una fuerza constante, es su factor motor, la suma de fuerza o la
medida de la exigencia de trabajo que ella representa. Es la esencia de la
pulsión. Es el efecto de que el objeto de la pulsión es un objeto perdido, de
no haber se perdido entonces existiría satisfacción plena.
Fuente: es el proceso somático
(interior de un órgano o parte del cuerpo) cuyo estimulo es representado en la
vida anímica por la pulsión. Punto de anclaje de la pulsión en el cuerpo (zona
erógena), proceso excitante de un órgano, no se trata de una geografía
anatómica sino de una geografía libidinal. El órgano existe luego de la
erogeneización del mismo. Zona de intercambio de los cuidados maternales,
depende de un estado de estimulación que para Freud supone una medida de
exigencia de trabajo para el aparato psíquico (algo a resolver).
Meta (Ziel): es la
satisfacción que sólo puede alcanzarse cancelando el estado de estimulación de
la fuente de la pulsión (la zona erògena). No existe una única vía de
satisfacción. ¿Cómo?
Objeto : (Objekt) es aquello
por lo cual se alcanza la meta. Aparece como perdido pero aparecen objetos
sustitutivos. (Por ejemplo, el pulgar en el niño ante la perdida de la teta,
entonces chupetea el pulgar), es de allí que Freud enuncia que es lo mas
variable y contingente en la pulsión y se asocia a la pulsión de acuerdo a su
aptitud para posibilitar la satisfacción, no existe un único objeto sustituto,
ninguno alcanza a sustituir el objeto original. No necesariamente es un objeto
ajeno, puede ser también parte del cuerpo propio (autoerotismo) y también puede
generar un lazo íntimo con la pulsión (fijación)
¿Que tienen en común los
objetos? Son todos determinados a llevarlos a las labios, que quedaron
estimulados por el pecho materno, por lo que para cancelar la pulsión le aplico
más estímulo. Sólo así se entiende la particularidad de la sexualidad humana
(la descarga) y sólo así se explican los momentos previos al acto sexual. En
ese placer preliminar se da un acrecentamiento de los estímulos que no tienen
que ver con la descarga y pone en juego ciertas zonas erógenas que no
necesariamente están conectadas con la reproducción.
Vemos que existen zonas
erógenas que no están ligadas a la totalidad biológica, que son punto de
partida de un recorrido (de un movimiento) que parte de la fuente y que retorna
a la fuente y en donde el objeto se perdió, aunque no exista porque no había
objeto, decimos entonces que las pulsiones son parciales.
Desde este lugar es entendible
que las zonas erógenas se den bajo la forma de agujeros en el cuerpo (por el
vacío), que es una condición para el movimiento de la pulsión.
Hay otra dimensión que tiene
que ver con los objetos, no se satisface de la misma manera pero que posibilita
el segundo objeto como instrumento de satisfacción.
Como se habla de un 2do
estímulo Freud ya no lo asocia con la descarga por eso va a hablar de una
ganancia de placer, no es un placer ligado a la descarga sino que tienen que
ver con un placer ligado a las zonas erógenas, Freud lo llama placer asociado a
la zona de descarga.
Diferencia entre pulsión y
deseo - Existen dos elementos que comparten los 2 conceptos:
a) función estructurante del
otro en los cuidados ajenos: en el caso del deseo se lo satisface en la experiencia
de satisfacción, el cuidado ajeno deja una marca que no siempre es la misma.
b) Temporalidad particular: la
temporalidad de la repetición y la necesidad de la repetición de la
satisfacción previa.
Pulsión: búsqueda de un placer
ya experimentado y recordado, la satisfacción plena es la repetición de la 1ra
vivencia de satisfacción.
El objeto de la pulsión no se
diferencia tanto del objeto del deseo, aunque existen elementos del concepto de
pulsión que no participan del concepto de deseo:
a) En lugar del objeto perdido
aparece el objeto alucinatorio
b) En la pulsión se sustituye
por el cuerpo propio (autoerotismo de la fuente de la pulsión, el órgano de la
pulsión). En el campo del deseo el cuerpo propio no tienen lugar; esto es que
la fuente de la pulsión no está presente en el concepto de deseo.
NO cuerpo propio (SOLO EN
PULSION) —> la satisfacción se encuentra en el recorrido, sale del propio
cuerpo y vuelve al propio cuerpo.
La satisfacción de la pulsión
se ubica en el campo no de la descarga sino del acrecentamiento, la
satisfacción esta en el recorrido de la pulsión que implica el propio cuerpo y
tbm el del otro.
Consecuencias de la sexualidad
en términos del concepto de pulsión: La sexualidad es la causa de las neurosis,
donde lo sexual no se reduce a lo genital, para esto hace falta el concepto de
pulsión a partir del cual no hace falta la presencia de un adulto seduciendo a
un niño para que se desarrolle su sexualidad.
El autoerotismo, la pulsión
hace referencia al cuerpo propio, como modalidad propia de satisfacción. Lo que
antes Freud ubicaba en el nivel de la vivencia ahora lo ubica en el nivel de la
fantasea.
El síntoma ahora aparece en el
campo de querer argumentar el surgimiento de la sexualidad sin intervención de
un tercero. El síntoma aparecía ligado a situaciones traumáticas (VSPT) y ahora
aparece como una realización o cumplimiento de deseo (caso Dora).
Con el concepto de pulsión el
síntoma aparece como una nueva modalidad de satisfacción pulsional. El síntoma
es la práctica sexual de los neuróticos.
Fijación: lazo intimo de la
pulsión con los objetos resignados en la niñez. Se configura un modo particular
de satisfacción de la pulsión. Una porción de la libido queda fijada a esta
satisfacción pulsional.
Los destinos de las pulsiones
son formas de defensa contra las pulsiones, contra si misma, existen dos
destinos que son defensa de toda pulsión: sublimación y represión.
:
a) El trastorno hacia lo
contrario: se da en dos procesos: 1) La vuelta de la pulsión de la actividad a
la pasividad (sadismo-masoquismo, ver-exhibir 2) trastorno en cuanto al
contenido (la mudanza del amor en odio).
b) La vuelta hacia la persona
propia: el masoquismo es un sadismo vuelto hacia el propio yo y la exhibición
lleva a mirarse el propio cuerpo. Vemos que cambia el objeto pero se mantiene
inalterada la meta.
c) La represión (en capítulo
aparte), Freud la ubica como parte del concepto del pulsión.
d) La sublimación (no la
describe en este escrito): es un destino de pulsión sin represión. Destino en
el cual se adquieren los logros culturales. Es la capacidad de producir algo
diferente con la pulsión que no sea la represión y la consiguiente neurosis.
Freud define a la pulsión como
«un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante
psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el
alma». Unos pocos años antes, hacia el final de la sección III de su estudio
del caso Schreber definió a la pulsión como «el concepto fronterizo de lo
somático respecto de lo anímico, [ ... ] el representante psíquico de poderes
orgánicos». Y en Tres ensayos de teoría sexual (1905d), la definió como «la
agencia representante psíquica de una fuente de estímulos intrasomática en
continuo fluir [ ... ] uno de los conceptos del deslinde de lo anímico respecto
de lo corporal». Estas tres caracterizaciones parecen dejar en claro que Freud
no trazaba distinción alguna entre una pulsión y su «agencia representante
psíquica». Sin embargo, en los artículos posteriores de esta serie, parecería
que Freud traza allí una distinción muy neta entre la pulsión y su
representante psíquico. El ejemplo más claro es quizás un pasaje de «Lo inconciente»:
«Una pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo
la representación que es su representante
Freud introdujo la expresión
«pulsiones yoicas», a las que identificó, por una parte, con las pulsiones de
autoconservación y, por otra, con la función represora. De ahí en más el
conflicto se presentó regularmente como un conflicto entre dos series de
pulsiones: la libido y las pulsiones yoicas.
Un pasaje de Introducción al
narcisismo muestra que Freud ya presentía que esta clasificación «dualista» de
las pulsiones quizá no fuera válida. James Strachey
Un concepto básico, por ahora
bastante oscuro, pero del cual en psicología no podemos prescindir, es el de
pulsión. Intentemos llenarlo de contenido desde diversos lados.
Primero del lado de la
fisiología. Esta nos ha proporcionado el concepto del estímulo y el esquema del
reflejo, de acuerdo con el cual un estímulo aportado al tejido vivo desde
afuera es descargado hacia afuera mediante una acción.
¿qué relación mantiene la
«pulsión» con el «estímulo»? la pulsión sería un estímulo para lo psíquico.
Pero enseguida advertimos que no hemos de equiparar pulsión y estímulo
psíquico. Es evidente que para lo psíquico existen otros estímulos que los
pulsionales.
Hemos obtenido material para
distinguir entre estímulos pulsionales y otros estímulos (fisiológicos) que
influyen sobre el alma. En primer lugar: El estímulo pulsional no proviene del
mundo exterior, sino del interior del propio organismo. El estímulo opera de un
solo golpe
La pulsión en cambio, no actúa
como una fuerza de choque momentánea, sino siempre como una fuerza constante.
Puesto que no ataca desde afuera, sino desde el interior del cuerpo, una huida
de nada puede valer contra ella. Será mejor que llamemos «necesidad» al
estímulo pulsional; lo que cancela esta necesidad es la «satisfacción». Esta
sólo puede alcanzarse mediante una modificación, apropiada a la meta
(adecuada), de la fuente interior de estímulo.
El sistema nervioso es un
aparato al que le está deparada la función de librarse de los estímulos que le
llegan, de rebajarlos al nivel mínimo posible; es un aparato que, de ser
posible, querría conservarse exento de todo estímulo. atribuyamos al sistema
nervioso el cometido de dominar los estímulos. Los estímulos exteriores
plantean una única tarea, la de sustraerse de ellos, y esto acontece mediante
movimientos musculares de los que por último uno alcanza la meta y después, por
ser el adecuado al fin, se convierte en disposición heredada. Los estímulos
pulsionales que se generan en el interior del organismo no pueden tramitarse
mediante ese mecanismo. Por eso plantean exigencias mucho más elevadas al
sistema nervioso y lo mueven a actividades complejas, encadenadas entre sí, que
modifican el mundo exterior lo suficiente para que satisfaga a la fuente
interior de estímulo. Tenemos derecho a inferir que ellas, las pulsiones, y no
los estímulos exteriores, son los genuinos motores de los progresos que han
llevado al sistema nervioso a su actual nivel de desarrollo.
Si ahora, desde el aspecto
biológico, pasamos a la consideración de la vida anímica, la «pulsión» nos
aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un
representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y
alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a
lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal Ahora podemos discutir
algunos términos que se usan en conexión con el concepto de pulsión, y son:
esfuerzo, meta, objeto, fuente de la pulsión.
Por esfuerzo de una pulsión se
entiende su factor motor, la suma de fuerza o la medida de la exigencia de
trabajo que ella representa.
La meta de una pulsión es en
todos los casos la satisfacción que sólo puede alcanzarse cancelando el estado
de estimulación en la fuente de la pulsión. La experiencia nos permite también
hablar de pulsiones «de meta inhibida» en el caso de procesos a los que se
permite avanzar un trecho en el sentido de la satisfacción pulsional, pero
después experimentan una inhibición o una desviación.
El objeto de la pulsión es
aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. no está enlazado
originariamente con ella, sino que se .le coordina sólo a consecuencia de su
aptitud para posibilitar la satisfacción. No necesariamente es un objeto ajeno;
también puede ser una parte del cuerpo propio. Puede ocurrir que el mismo
objeto sirva simultáneamente a la :satisfacción de varias pulsiones; es, según
Alfred Adler [1908], el caso del entrelazamiento de pulsiones. Un lazo
particularmente íntimo de la pulsión con el objeto se acusa como fijación de
aquella.
Por fuente de la pulsión se
entiende aquel proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo,
cuyo estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión.
He propuesto distinguir dos
grupos de tales pulsiones primordiales: las pulsiones yoicas o de
autoconservación y las pulsiones sexuales.
Lo que la biología dice sobre
esto no contraría por cierto la separación entre pulsiones yoicas y pulsiones
sexuales. Enseña que la sexualidad no ha de equipararse a las otras funciones
del individuo, pues sus tendencias van más allá de él y tienen por contenido la
producción de nuevos individuos, vale decir, la conservación de la especie.
Para una, el individuo es lo principal; esta aprecia a la sexualidad como una
de sus funciones y a la satisfacción sexual como una de sus necesidades. Para
la otra, el individuo es un apéndice temporario y transitorio del plasma
germinal, cuasi-inmortal, que le fue confiado por [el proceso de] la
generación.
Con miras a una
caracterización general de las pulsiones sexuales puede enunciarse lo
siguiente: Son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas, al comienzo
actúan con independencia unas de otras y sólo después se reúnen en una síntesis
más o menos acabada. La meta a que aspira cada una de ellas es el logro del
placer de órgano. En su primera aparición se apuntalan en las pulsiones de
conservación, de las que sólo poco a poco se desasen; también en el hallazgo de
objeto siguen los caminos que les indican las pulsiones yoicas Una parte de
ellas continúan asociadas toda la vida a estas últimas, a las cuales proveen de
componentes libidinosos que pasan fácilmente inadvertidos durante la función
normal y sólo salen a la luz cuando sobreviene la enfermedad.
La observación nos enseña a
reconocer, como destinos de las pulsiónes sexuales, los siguientes:
El trastorno hacia lo
contrario.
La vuelta hacía la persona
propia.
La represión.
La sublimación.
El trastorno hacia lo
contrario se resuelve, ante una consideración más atenta, en dos procesos
diversos: la vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad, y el
trastorno en cuanto al contenido. Ejemplos del primer proceso brindan los pares
de opuestos sadismo-masoquismo El trastorno sólo atañe a las metas de la pulsión;
la meta activa -martirizar, mirar- es remplazada se descubre en este único
caso: la mudanza del amor en odio.
La vuelta hacia la persona
propia se nos hace más comprensible si pensamos que el masoquismo es sin duda
un sadismo vuelto hacia el yo propio, y la exhibición lleva incluido el mirarse
el cuerpo propio. Lo esencial en este proceso es entonces el cambio de vía del
objeto, manteniéndose inalterada la meta.
En cuanto al par de opuestos
sadismo-masoquismo, el proceso puede presentarse del siguiente modo:
a . El sadismo consiste en una
acción violenta, en una afirmación de poder dirigida a otra persona como
objeto.
b . Este objeto es resignado y
sustituido por la persona propia. Con la vuelta hacía la persona propia se ha
consumado también la mudanza de la meta pulsional activa en una pasiva.
c . Se busca de nuevo como
objeto una persona ajena, que, a consecuencia de la mudanza sobrevenida en la
meta, tiene que tomar sobre sí el papel de sujeto . [Por regla general,
«sujeto» y «objeto» se utilizan para designar, respectivamente, a la persona en
quien se origina una pulsión y a la persona o cosa a la cual aquella se dirige.
Aquí, sin embargo, «sujeto» parece designar a la persona que desempeña el papel
activo en la relación.]
El caso c es el del
masoquismo, como comúnmente se lo llama. La satisfacción se obtiene, también en
él, por el camino del sadismo originario, en cuanto el yo pasivo se traslada en
la fantasía a su puesto anterior, que ahora se deja al :sujeto ajeno.
El gozar del dolor sería, por
tanto, una meta originariamente masoquista, pero que sólo puede devenir meta
pulsional en quien es originariamente sádico.
Pero una importante
divergencia con el caso del sadismo reside en que en la pulsión de ver ha de
reconocerse una etapa todavía anterior a la que designamos a. En efecto,
inicialmente la pulsión de ver es autoerótica, tiene sin duda un objeto, pero
este se encuentra en el cuerpo propio. Sólo más tarde se ve llevada (por la vía
de la comparación) a permutar este objeto por uno análogo del cuerpo ajeno
(etapa a).
Una etapa previa semejante
falta en el sadismo, que desde el comienzo se dirige a un objeto ajeno.
Nos hemos acostumbrado a
llamar narcisismo a la fase temprana de desarrollo del yo, durante la cual sus
pulsiones sexuales se satisfacen de manera autoerótica. Deberíamos entonces
decir que la etapa previa de !a pulsión de ver -en que el placer de ver tiene
por objeto al cuerpo propio- pertenece al narcisismo, es una formación
narcisista. Desde ella se desarrolla la pulsión activa de ver, dejando atrás al
narcisismo; pero la pulsión pasiva de ver retiene el objeto narcisista. De
igual modo, la trasmudación del sadismo al masoquismo implica un retroceso
hacia el objeto narcisista; y en los dos casos [o sea, el del placer pasivo de
ver y el del masoquismo] el sujeto narcisista es permutado por identificación
con un yo otro, ajeno. Si consideramos la etapa previa del sadismo, esa etapa
narcisista que construimos, alcanzamos una intelección más general: los
destinos de pulsión que consisten en la vuelta sobre el yo propio y en el trastorno
de la actividad en pasividad dependen de la organización narcisista del yo y
llevan impreso el sello de esta fase.
La mudanza de una pulsión en
su contrario (material) sólo es observada en un caso: la trasposición de amor
en odio.
El amar no es susceptible de
una sola oposición, sino de tres. Además de la oposición amar-odiar, hay la que
media entre amar y ser-amado, y, por otra parte, amar y odiar tomados en
conjunto se contraponen al estado de indiferencia. De estas tres oposiciones,
la segunda, la que media entre amar y ser-amado, se corresponde por entero con
la vuelta de la actividad a la pasividad y admite también, como la pulsión de
ver, idéntica reconducción a una situación básica. Quizá nos acerquemos a la
comprensión de los múltiples contrarios del amar si consideramos que la vida
anímica en general está gobernada por tres polaridades, las oposiciones entre:
Sujeto (yo)-Objeto (mundo
exterior).
Placer-Displacer.
Activo-Pasivo.
El yo se comporta pasivamente
hacia el mundo exterior en la medida en que recibe estímulos de él, y
activamente cuando reacciona frente a estos. El yo-sujeto es pasivo hacia los
estímulos exteriores, y activo por sus pulsiones propias. La oposición entre
activo y pasivo se fusiona más tarde con la que media entre masculino y
femenino, que, antes que esto acontezca, carece de significación psicológica.
Las tres polaridades del alma
entran en los más significativos enlaces recíprocos. Existe una situación
psíquica originaria en que dos de ellas coinciden. El yo se encuentra
originariamente, al comienzo mismo de la vida anímica, investido por pulsiones;
y es en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en sí mismo. Llamamos
narcisismo a ese estado, y autoerótica a la posibilidad de satisfacción. El
mundo exterior en esa época no está investido con interés y es indiferente para
la satisfacción. En ese tiempo el yo-sujeto coincide con lo placentero, y el
mundo exterior, con lo indiferente (y eventualmente, en cuanto fuente de
estímulos, con lo displacentero).
En la medida en que es
autoerótico, el yo no necesita del mundo exterior, pero recibe de él objetos a
consecuencia de las vivencias derivadas de las pulsiones de autoconservación
del yo, y por tanto no puede menos que sentir por un tiempo como displacenteros
ciertos estímulos pulsionales interiores. Ahora bien, bajo el imperio del
principio de placer :se consuma dentro de él un ulterior desarrollo. Recoge en
su interior los objetos ofrecidos en la medida en que son fuente de placer, los
introyecta y, por otra parte, expele de sí lo que en su propia interioridad es
ocasión de displacer.
Así, a partir del yo-realidad
inicial, que ha distinguido el adentro y el afuera según una buena marca
objetiva, se muda en un yo-placer purificado que pone el carácter del placer
por encima de cualquier otro. El mundo exterior se le descompone en una parte
de placer que él se ha incorporado y en un resto que le es ajeno. Y del yo
propio ha segregado un componente que arroja al mundo exterior y siente como
hostil. Después de este reordenamiento, ha quedado restablecida la coincidencia
de las dos polaridades:
Así como el par de opuestos
amor. indiferencia refleja la polaridad yo-mundo exterior, la segunda
oposición, amor-odio, reproduce la polaridad placer-displacer, enlazada con la
primera. Cuando el objeto es fuente de sensaciones placenteras, -se establece
una tendencia motriz que quiere acercarlo al yo, incorporarlo a él; entonces
hablamos también de la «atracción» que ejerce el objeto dispensador de placer y
decimos que «amamos» al objeto. A la inversa, cuando el objeto es fuente de
sensaciones de displacer, una tendencia se afana en aumentar la distancia entre
él y el yo, en repetir con relación a él el intento originario de huida frente
al mundo exterior emisor de estímulos. Sentimos la «repulsión» del objeto, y lo
odiamos.
Amor y odio, que se nos presentan
como tajantes opuestos materiales, no mantienen entre sí, una relación simple.
No han surgido de la escisión de algo común originario, sino que tienen
orígenes diversos.
El amor proviene de la
capacidad del yo para satisfacer de manera autoerótica, por la ganancia de un
placer de órgano, una parte de sus mociones pulsionales. Sólo con el
establecimiento de la organización genital el amor deviene el opuesto del odio.
El odio brota de la repulsa
primordial que el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior
prodigador de estímulos. Como exteriorización de la reacción displacentera
provocada por objetos, mantiene siempre un estrecho vínculo con las pulsiones
de la conservación del yo, de suerte que pulsiones yoicas y pulsiones sexuales
con facilidad pueden entrar en una oposición que repite la oposición entre
odiar y amar.
Cuando el vínculo de amor con
un objeto determinado se interrumpe, no es raro que lo remplace el odio, por lo
cual recibimos la impresión de que el amor se muda en odio. Podemos concebirlo
así: en tales casos el odio, que tiene motivación real, es reforzado por la
regresión del amar a la etapa sádica previa, de suerte que el odiar cobra un
carácter erótico y se garantiza la continuidad de un vínculo de amor.
los destinos de pulsión
consisten, en lo esencial, en que las mociones pulsionales son sometidas a las
influencias de las tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica. De
estas tres polaridades, la que media entre actividad y pasividad puede
definirse como la biológica; la que media entre yo y mundo exterior, como la
real; y, por último, la de placer-displacer, como la económica.
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