I. -OLVIDO DE NOMBRES PROPIOS
El caso de olvido temporal de
un nombre propio es muy frecuente, y el autor lega a la conclusión de que
“estos casos de falla de una función psíquica -de la memoria-, nada gratos ni
importantes en la práctica, admitían una explicación que iba más allá de la
usual valoración atribuida a tales fenómenos.”
Sucede que no sólo se olvida,
sino que, además, se recuerda erróneamente; “presumo que los nombres
sustitutivos están en visible conexión con el buscado,”, afirma Freud.
Resumen de las condicionantes
del olvido de nombres, acompañado del recuerdo erróneo:
1º. Una determinada
disposición para el olvido del nombre de que se trate.
2º. Un proceso represivo
llevado a cabo poco tiempo antes.
3º. La posibilidad de una
asociación externa entre el nombre que se olvida y el elemento anteriormente
reprimido.
El autor afirma que junto a
los sencillos olvidos de nombres propios aparecen otros motivados por
represión.
II. -OLVIDO DE PALABRAS
EXTRANJERAS
El léxico usual del idioma
propio parece hallarse protegido del olvido dentro de los límites de la función
normal. No sucede lo mismo con los vocablos de un idioma extranjero. En éste
todas las partes de la oración están igualmente predispuestas a ser olvidadas.
Freud expone que todos y cada
uno de los casos que se sometan al análisis, conducirán siempre al descubrimiento
de «casualidades» muy extrañas.
Este libro trata la diferencia
e interno parentesco de los dos paradigmas del olvido de nombres y presenta un
segundo mecanismo del olvido: la perturbación de un pensamiento por una
contradicción interna proveniente de lo reprimido.
III. -OLVIDO DE NOMBRES Y DE
SERIES DE PALABRAS
El autor da ejemplo de olvido
de algunas partes de una poesía, y citando a C. G. Jung expone otro caso de
olvido de varias palabras consecutivas de una poesía conocida.
Además, nos presenta el caso,
no muy común, en que el olvido se pone al servicio de nuestra discreción en
momentos en que ésta se ve amenazada del peligro de sucumbir a una caprichosa
veleidad. De este modo, la falla se convierte en una función útil, y cuando
nuestro ánimo se serena hacemos justicia a aquella corriente interna, que
anteriormente sólo podía exteriorizarse por una falla, un olvido, o sea una
impotencia psíquica.
“¡He analizado numerosos casos
de olvido o reproducción incorrecta de varias palabras de una frase asegura S.
Freud-, y la conformidad de los resultados de estas investigaciones me inclina
a admitir que el mecanismo del olvido posee validez casi universal. Lo que de
común tienen todos estos casos, sin distinción del material, es que lo olvidado
o deformado entra en conexión, por un camino asociativo cualquiera, con un
contenido psíquico inconsciente, del que parte aquella influencia que se
manifiesta en forma de olvido.”
Señala también el texto que el
motivo del olvido de un nombre puede ser también algo más sutil; puede ser, por
decirlo así, un rencor «sublimado» contra su portador. Nos da varios ejemplos
de personas y olvidos y de las situaciones en que se dan y los interpreta para
concluir en que “las cosas se olvidan cuando nos remiten a algo que nos
molesta.”
Debemos interesarnos no sólo
por los motivos del olvido de nombres, sino por el mecanismo de su proceso. En
un gran número de casos se olvida un nombre, no porque haga surgir por sí mismo
tales motivos, sino porque roza por similitud de nombre o de la cadencia de la
palabra (similicadencia) otro nombre contra el cual se dirigen aquéllos. Se
comprende que tal debilitación de las condiciones favorezca extraordinariamente
la aparición del fenómeno.
El mecanismo del olvido de
nombres, o más bien de su desaparición temporal de la memoria, consiste en la
perturbación de la reproducción deseada del nombre por una serie de ideas
ajenas a él e inconscientes por el momento.
Entre los motivos de esta
perturbación resalta la intención de evitar que el recuerdo despierte una
sensación penosa o desagradable.
En general, pueden
distinguirse dos casos principales de olvido de nombres: cuando el nombre mismo
hiere algo desagradable o cuando se halla en contacto con otro capaz de
producir tal efecto, de manera que los nombres pueden ser perturbados en su
reproducción, tanto a causa de sus propias cualidades como por sus próximas o
lejanas relaciones de asociación.
Un vistazo a estos principios
generales nos permite comprender que el olvido temporal de nombres sea el más
frecuente de nuestros rendimientos fallidos.
El autor también hace constar
que el olvido de nombres es altamente contagioso y que este “olvido colectivo”
es, en realidad, un fenómeno de la psicología de las masas que no ha sido
todavía objeto de la investigación analítica.
IV. -RECUERDOS INFANTILES Y
RECUERDOS ENCUBRIDORES
Sabemos que en los más
tempranos recuerdos infantiles de una persona parece haberse conservado, en
muchos casos, lo más indiferente y secundario, mientras que frecuentemente,
encontramos que de la memoria del adulto han desaparecido -sin dejar huella-
los recuerdos de otras impresiones importantes, intensas y llenas de afecto,
pertenecientes a dicha época infantil. Esto se debe a que los recuerdos
infantiles deben su existencia a un proceso de desplazamiento y constituyen un
sustituto de otras impresiones verdaderamente importantes, cuyo recuerdo puede
extraerse de ellos por medio del análisis psíquico, pero cuya reproducción
directa se halla estorbada por una resistencia. Dado que estos recuerdos
infantiles indiferentes deben su conservación no al propio contenido, sino a
una relación asociativa del mismo con otro contenido reprimido, creemos que está
justificado el nombre de recuerdos encubridores.
Existe una peculiaridad de la
relación temporal entre el recuerdo encubridor y el contenido que bajo él queda
oculto. El contenido del recuerdo encubridor pertenece a los primeros años de
la niñez, mientras que las experiencias mentales por él reemplazadas en la
memoria (y que permanecían casi inconscientes), corresponden a años muy
posteriores de la vida del sujeto. Esta clase de desplazamiento fue denominada
retroactivo o regresivo. Quizá con mayor frecuencia se encuentra la relación
inversa, siendo una impresión indiferente de la primera infancia la que se fija
en la memoria en calidad de recuerdo encubridor, a causa de su asociación con
una experiencia anterior, contra cuya reproducción directa se alza una
resistencia. En este caso los recuerdos encubridores son progresivos o
avanzados. Lo más importante para la memoria se halla aquí cronológicamente
detrás del recuerdo encubridor. Por último, puede presentarse también una
tercera variedad: la de que el recuerdo encubridor esté asociado a la impresión
por él ocultada, no solamente por su contenido, sino también por su contigüidad
en el tiempo. Estos serán recuerdos encubridores simultáneos o contiguos.
El olvido de nombres no
constituye más que una perturbación momentánea – pues el nombre que se acaba de
olvidar ha sido reproducido cien veces con exactitud anteriormente y puede
volver a serlo poco tiempo después -; en cambio, los recuerdos encubridores son
algo que poseemos durante largo tiempo sin que sufran perturbación alguna, dado
que los recuerdos infantiles indiferentes parecen poder acompañarnos, sin
perderse, a través de un amplio período de nuestra vida.
“Mi opinión asegura Freud-, es
que miramos con demasiada indiferencia el hecho de la amnesia infantil, o sea
la pérdida de los recuerdos correspondientes a los primeros años de nuestra
vida, y que no nos cuidamos lo bastante de desentrañar el singular problema que
dicha amnesia constituye.
Es muy posible que este olvido
de nuestra niñez nos pueda dar la clave para la comprensión de aquellas
amnesias que, según nuestros nuevos conocimientos, se encuentran en la base de
la formación de todos los síntomas neuróticos.
Poderosas fuerzas
correspondientes a una época posterior de la vida del sujeto han moldeado la
capacidad de ser evocadas de nuestras experiencias infantiles, y estas fuerzas
son probablemente las mismas que hacen que la comprensión de nuestros años de
niñez sea tan difícil para nosotros.
V. -EQUIVOCACIONES ORALES
(`Lapsus linguae’)
El material corriente de
nuestra expresión oral en nuestra lengua materna parece hallarse protegido del
olvido; pero, en cambio, sucumbe con extraordinaria frecuencia a otra
perturbación que conocemos con el nombre de equivocaciones orales o lapsus
linguae.
Cuando se observa uno a sí
mismo estando buscando un nombre olvidado, se advertirá, con relativa
frecuencia, que se está convencido de que la palabra buscada comienza con una
determinada letra. Esta convicción resulta luego igual número de veces infundada
que verdadera, y hasta me atrevo a afirmar que la mayoría de las veces es falsa
nuestra hipotética reproducción del sonido inicial.
Si se acepta la conjetura de
que un mecanismo similar al señalado en el olvido de nombres intervenga también
en los fenómenos de equivocaciones orales, se llegará a un juicio más
fundamentado sobre estos últimos. La perturbación del discurso que se
manifiesta en forma de equivocación oral puede, en principio, ser causada por
la influencia de otros componentes del mismo discurso; esto es, por un sonido
anticipado, por un eco o por tener la frase o su contexto un segundo sentido
diferente de aquel en que se desea emplear. Pero, en segundo lugar, puede
también producirse dicha perturbación por influencias exteriores a la palabra,
frase o contexto, ejercidas por elementos que no se tiene intención de expresar
y de cuyo estímulo sólo por la perturbación producida nos damos cuenta.
Confío en que estas reglas por
mí expuestas habrán de ser confirmadas por todo aquel que las someta a una
comprobación práctica; pero es necesario que al realizar tal examen, observando
una equivocación oral cometida por una tercera persona, se procure llegar a ver
con claridad los pensamientos que ocupaban al sujeto.
Numerosas observaciones me han
demostrado que lq sustitución de una palabra por otra de sentido opuesto es
algo muy corriente. Tales palabras de sentido contrario se hallan ya asociadas
en nuestra consciencia del idioma. Yacen inmediatamente vecinas unas de otras y
se evocan con facilidad erróneamente.
Opina Wundt que en estos
fenómenos y otros análogos no faltan jamás determinadas influencias psíquicas.
«A ellas pertenece, ante todo, como una determinante positiva, la corriente no
inhibida de las asociaciones de sonidos y de palabras, estimulada por los
sonidos pronunciados.
También en algunos casos puede
ser dudoso el decidir qué forma se ha de atribuir a una determinada
perturbación, o si no sería más justo referirla, conforme al principio de la
complicación de las causas, a la concurrencia de varios motivos.»
Quizá se pudiera acentuar con
mayor firmeza el hecho de que el factor positivo favorecedor de las
equivocaciones orales -la corriente no inhibida de las asociaciones- y el
negativo -el relajamiento de la atención inhibitoria- ejercen regularmente una
acción sincrónica, de manera que ambos factores resultan no ser sino diferentes
determinantes del mismo proceso.
Casi siempre descubro, además,
una influencia perturbadora procedente de algo exterior a aquello que se tiene
intención de expresar, y este elemento perturbador es o un pensamiento
inconsciente aislado, que se manifiesta por medio de la equivocación y no puede
muchas veces ser atraído a la consciencia más que por medio de un penetrante
análisis, o un motivo psíquico general, que se dirige contra todo el discurso.
(VIENEN en el libro más de 30 ejemplos, propios o que le contaron)
La afinidad entre una
equivocación oral y un chiste puede llegar a ser tan grande, que la persona
misma que la sufre ría de ella como si de un chiste se tratase.
En el método para la solución
y remoción de los síntomas neuróticos que empleo se encuentra uno con
frecuencia ante la labor de descubrir, extrayéndolo de discursos y ocurrencias,
en apariencia casuales, de los pacientes, un contenido psíquico que, aunque se
esfuerza en ocultarse, no puede dejar de traicionarse a sí mismo, revelándose
involuntariamente de muchas maneras diferentes. En estos casos, las
equivocaciones suelen prestar los más valiosos servicios.
En otros casos de
equivocaciones orales puede aceptarse que la similicadencia con palabras
obscenas o la alusión a un sentido de este género constituyen por sí solas el
elemento perturbador.
Los casuales caprichos del
material oral hacen surgir, a veces, equivocaciones que tienen, en unos casos,
todo el abrumador efecto de una indiscreta revelación, y en otros, el
completamente cómico de un chiste.
Desde luego, todas las
equivocaciones orales tienen siempre un fundamento, además, señala el autor que
hay confesiones involuntarias y da ejemplos, para concluir afirmando: “En los
trabajos de psicoanálisis las equivocaciones del paciente sirven muchas veces
para aclarar los casos y confirmar aquellas hipótesis expuestas por el médico
en el mismo momento en que el paciente las niega con obstinación.”
La hilaridad y la burla que
estos errores no dejan nunca de provocar cuando aparecen en momentos graves o
decisivos son un testimonio contrario a la convención generalmente aceptada de
que no son sino meros lapsus linguae, sin significación ni importancia psicológica
alguna.
Repetidas veces he conseguido
demostrar que los más insignificantes y naturales casos de errores verbales
tienen su sentido y pueden ser interpretados de igual modo que los casos más
extraordinarios.
VI. -EQUIVOCACIONES EN LA
LECTURA Y EN LA ESCRITURA
A las equivocaciones en la
lectura y en la escritura puedan aplicarse las mismas consideraciones y
observaciones que a los lapsus orales debido al íntimo parentesco que existe
entre todas estas funciones.
En una numerosísima cantidad
de ejemplos es la predisposición del lector la que transforma el texto a sus
ojos, haciéndole leer algo relativo a los pensamientos que en aquel momento le
ocupan. El texto mismo no necesita coadyuvar a la equivocación más que
presentando alguna semejanza en la imagen de las palabras, semejanza que pueda
servir de base al lector para verificar la transformación que su tendencia
momentánea le sugiere. El que la lectura sea rápida y, sobre todo, el que el
sujeto padezca algún defecto, no corregido, de la visión son factores que
coadyuvan a la aparición de tales ilusiones, pero que no constituyen en ningún
modo condiciones necesarias.
Existe además otro grupo de
casos en el que la participación del texto en el error que se comete en su
lectura es más considerable. En tales casos, el contenido del texto es algo que
provoca una resistencia en el lector o constituye una exigencia o noticia
dolorosa para él, y la equivocación altera dicho texto y lo convierte en algo
expresivo de la defensa del sujeto contra lo que le desagrada o en una
realización de sus deseos.
VII. -OLVIDO DE IMPRESIONES Y
PROPÓSITOS
Ninguna teoría psicológica ha
logrado explicar conjuntamente los fenómenos fundamentales del olvido y del
recuerdo, y ni siquiera se ha llevado a cabo el análisis completo de aquello
que nos es dado observar en la realidad más inmediata. El olvido ha llegado a
ser hoy, para nosotros, quizá más misterioso que el recuerdo.
Aceptamos que el olvido es un
proceso espontáneo al que se puede atribuir un determinado curso temporal.
En todos los casos queda
probado que el olvido está fundado en un motivo de displacer.
La propensión a olvidar lo
desagradable me parece ser general, siendo la capacidad para olvidarlo lo que
está diferentemente desarrollada en las diversas personas. También en
individuos sanos, no neuróticos, hallamos indicios abundantes de una
resistencia que se opone al recuerdo de impresiones penosas y a la
representación de pensamientos desagradables
Al igual de lo que sucede en
el olvido de nombres, pueden también aparecer en el de impresiones recuerdos
equivocados, los cuales, si son aceptados como verdaderos, habrán de ser
designados como ilusiones de la memoria.
Olvido de propósitos e
intenciones.
Ningún otro grupo de fenómenos
es más apropiado que el olvido de propósitos para la demostración de la tesis
de que la escasez de atención no basta por sí sola a explicar los rendimientos
fallidos. Un propósito es un impulso a la acción, que ha sido ya aprobado, pero
cuya ejecución ha quedado aplazada hasta el momento propicio para llevarla a
cabo. Ahora bien: en el intervalo creado de este modo pueden sufrir los motivos
del propósito una modificación que traiga consigo la inejecución del mismo;
pero entonces no puede decirse que olvidamos el propósito formado, pues lo que
hacemos es revisarlo y omitirlo por el momento.
DOS EJEMPLOS
«Hace un año no lo hubieras
olvidado. Ya no soy para ti lo que antes.» Aun cuando hiciera uso de la
explicación psicológica antes citada, queriendo disculpar su olvido por la
acumulación de ocupaciones, sólo conseguiría que la dama -con una penetración análoga
a la del médico en el psicoanálisis- le respondiera: «Es curioso que antes no
te perturbaran de esa manera tus asuntos.» Seguramente la dama no quiere con
esto rechazar la posibilidad de un olvido; pero sí cree, y no sin razón, que
del olvido inintencionado hay que deducir, lo mismo que si se tratase de un
subterfugio consciente, una cierta desgana.
Ningún hombre olvida ejecutar
actos que le parecen importantes sin exponerse a que lo crean un perturbado
mental. Nuestra investigación no puede, por tanto, extenderse más que a
propósitos más o menos secundarios, no considerando ninguno como por completo
indiferente, pues en este caso no se hubiera formado.
OJO ESTO ES MUY IMPORTANTE: Se
ha hallado que los casos de omisión por olvido podían ser atribuidos siempre a
una intervención de motivos desconocidos e inadmitidos por el sujeto mismo o,
como podríamos decir, a un deseo contrario.
Otro trastorno al que está
sujeta la mayoría de las personas es el olvido de devolver los libros que a uno
le han prestado y al hecho de diferir, también por olvido, el pago de cuentas
pendientes.
El olvido de propósitos recibe
mucha luz de algo que pudiéramos designar con el nombre de «formación de falsos
propósitos.»
VIII. -TORPEZAS O ACTOS DE
TÉRMINO ERRÓNEO
Las equivocaciones orales no
son algo que se manifieste aislado dentro de su género, sino que va unido a los
demás errores que los hombres cometen con frecuencia en sus diversas
actividades, errores a los que solemos dar un tanto arbitrariamente el nombre
de distracciones.
Así, pues, se sospecha la
existencia de un sentido y una intención detrás de las pequeñas perturbaciones
funcionales de la vida cotidiana de los individuos sanos.
Si las equivocaciones en el
discurso, el cual es, sin duda alguna, una función motora, admiten una
concepción como la que hemos expuesto, es de esperar que ésta pueda aplicarse a
nuestras demás funciones motoras. No puede trazarse un límite preciso, y debo
hacer constar que todas las clasificaciones y divisiones usadas en el presente
libro no tienen más que una significación puramente descriptiva.
IX. -ACTOS SINTOMÁTICOS Y
CASUALES
Los actos que hasta ahora
hemos descrito y reconocido como ejecuciones de intenciones inconscientes se
manifestaban como perturbaciones de otros actos intencionados y se ocultaban
bajo la excusa de la torpeza. Los actos casuales de los cuales vamos a tratar
ahora no se diferencian de los actos de término erróneo más que en que
desprecian apoyarse en una intención consciente y, por tanto, no necesitan
excusa ni pretexto alguno para manifestarse. Surgen con una absoluta
independencia y son aceptados, naturalmente, porque no se sospecha de ellos
finalidad ni intención alguna. Se ejecutan estos actos «sin idea ninguna», por
«pura casualidad» o por «entretener en algo las manos», y se confía en que
tales explicaciones bastarán a aquel que quiera investigar su significación.
Estos actos, al igual que todos los otros fenómenos de que hasta ahora hemos
tratado, desempeñan eI papel de síntomas.
En el tratamiento psicoanalítico
de los neuróticos es donde se puede observar mayor número de tales actos,
sintomáticos o casuales.
Puede intentarse formar una
agrupación de estos actos casuales y sintomáticos, tan extraordinariamente
frecuentes, atendiendo a su manera de manifestarse y según sean habituales,
regulares en determinadas circunstancias o aislados.
Los actos sintomáticos, que
pueden observarse en una casi inagotable abundancia tanto en los individuos
sanos como en los enfermos, merecen nuestro interés por más de una razón. Para
el médico constituyen inapreciables indicaciones que le marcan su orientación
en circunstancias nuevas o desconocidas, y el hombre observador verá reveladas
por ellos todas las cosas y a veces muchas más de las que deseaba saber.
X.-ERRORES
Los errores de la memoria no
se distinguen de los olvidos acompañados de recuerdo erróneo más que en un solo
rasgo, esto es, en que el error (el recuerdo erróneo) no es reconocido como
tal, sino aceptado como cierto.
El autor presenta ejemplos de
textos y escritos donde tuvo diversos errores y llega a la conclusión de que
“la desfiguración u ocultación de los pensamientos que quedaban, sin exponer y
que yo conocía, no pudo ser ejecutada sin dejar alguna huella. Lo que yo no
quería decir consiguió con frecuencia abrirse camino, contra mi voluntad, hasta
lo que había admitido como comunicable y se manifestó en ello en forma de
errores que pasaron inadvertidos para mí. Los tres casos citados se refieren al
mismo tema fundamental, y los errores son resultantes de pensamientos
reprimidos relacionados con mi difunto padre.”
Puede admirarse, en general,
el hecho de que el impulso de decir la verdad es en los hombres mucho más
fuerte de lo que se acostumbra creer.
El mecanismo del error parece
ser el más superficial de todos los de los funcionamientos fallidos, pues la
emergencia del error muestra, en general, que la actividad psíquica
correspondiente ha tenido que
luchar con una influencia
perturbadora, pero sin que haya quedado determinada la naturaleza del error por
la de la idea perturbadora, que permanece oculta en la oscuridad.
XI. -ACTOS FALLIDOS COMBINADOS
El autor presenta varios casos
en los cuales existen actos fallidos combinados, o sea, la combinación de un
acto sintomático con la pérdida temporal de un objeto, por ejemplo y afirma:
“No quiero afirmar que estos casos de actos fallidos combinados puedan
enseñarnos algo nuevo que no pudiéramos ver ya en los actos fallidos simples;
pero de todos modos, esta metamorfosis del acto fallido da, alcanzando igual
resultado, la impresión plástica de una voluntad que tiende hacia un fin
determinado y contradice aún más enérgicamente la concepción de que el acto
fallido sea puramente casual y no necesitado de explicación alguna.
XII. -DETERMINISMO, CREENCIA
EN LA CASUALIDAD Y EN LA SUPERSTICIÓN.
CONSIDERACIONES
Como resultado general de todo
lo expuesto puede enunciarse el siguiente principio: Ciertas insuficiencias de
nuestros funcionamientos psíquicos – cuyo carácter común determinaremos a
continuación más precisamente- y ciertos actos aparentemente inintencionados,
se demuestran motivados y determinados por motivos desconocidos de la
consciencia cuando se los somete a la investigación psicoanalítica.
Para ser incluido en el orden
de fenómenos a los que puede aplicarse esta explicación, un funcionamiento
psíquico fallido tiene que llenar las condiciones siguientes:
a) No exceder de cierta medida
fijamente establecida por nuestra estimación y que designamos con los términos
«dentro de los límites de lo normal».
b) Poseer el carácter de
perturbación momentánea y temporal. Debemos haber ejecutado antes el mismo acto
correctamente o sabernos capaces de ejecutarlo así en toda ocasión. Si otras
personas nos rectifican al presenciar nuestro acto fallido, debemos admitir la
rectificación y reconocer en seguida la incorrección de nuestro propio acto
psíquico.
c) Si nos damos cuenta del
funcionamiento fallido, no debemos percibir la menor huella de una motivación
del mismo, sino que debemos inclinarnos a explicarlo por «inatención» o como
«casualidades».
Quedan, pues, incluidos en
este grupo los casos de olvido, los errores cometidos en la exposición de
materias que nos son perfectamente conocidas, las equivocaciones en la lectura
y las orales y gráficas, los actos de término erróneo y los llamados actos casuales,
fenómenos todos de una gran analogía interior.
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