Las psicosis, cap. 1.
Es clásico decir que en la
psicosis, el inconsciente está en la superficie, es consciente. Por ello
incluso no parece producir mucho efecto el que esté articulado. Desde esta
perspectiva, en sí misma asaz instructiva, podemos señalar de entrada que, como
Freud siempre lo subrayó, el inconsciente no debe su eficacia pura y
simplemente al rasgo negativo de ser un unbewusst, un no consciente.
Traduciendo a Freud decimos: si el inconsciente es lenguaje que esté
articulado, no implica empero que esté reconocido. La prueba es que todo sucede
como si Freud tradujese una lengua extranjera, y hasta la reconstituyera
mediante entrecruzamientos: el sujeto psicótico, ignora la lengua que habla.
El asunto no es tanto saber
por qué el inconsciente que está ahí, articulado a ras de tierra, queda
excluido para el sujeto, no asumido, sino saber por qué aparece en lo
real. Lo que destaca claramente su
análisis de este texto fulgurante, es que, en lo inconsciente, todo no está tan
sólo reprimido, es decir desconocido por el sujeto luego de haber sido
verbalizado, sino que hay que admitir, detrás del proceso de verbalización, una
bejahung primordial, una admisión en el sentido de lo simbólico, que puede a su
vez faltar.
Puede ocurrir que el sujeto
rehúse el acceso, a su mundo simbólico, de algo que sin embargo experimentó,Y
QUE EN ESTA OPORTUNIDAD NO ES NI MÁS NI MENOS QUE LA AMENAZA DE CASTRACIÓN.Toda
la continuación del desarrollo del sujeto muestra que nada quiere saber de
ella, Freud lo dice textualmente, en el sentido reprimido.
Lo que cae bajo la acción de
la represión retorna, pues la represión y el retorno de lo reprimido no son
sino el derecho y el revés de una misma cosa. En cambio, lo que cae bajo la
acción del verwerfung tiene un destino totalmente diferente.
No es inútil recordarles al
respecto mi comparación del año pasado entre ciertos fenómenos del orden
simbólico y lo que sucede en las máquinas, en el sentido moderno del término,
esas máquinas que todavía no llegan a hablar, pero que de un minuto a otro lo
harán. Se las nutre con pequeñas cifras y se espera que nos den lo que quizá
nos hubieran tomado cien mil años calcular. Pero sólo podemos introducir cosas
en el circuito respetando el ritmo propio de la máquina: si no, caen en el
vacío, no pueden entrar.Todo lo rehusado en el orden simbólico, en el sentido
del rechazo, reaparece en lo real.
En el hombre de los lobos se
puede ver un ejemplo. Cuando rechazó todo acceso a la castración, aparente sin
embargo en su conducta, al registro de la función simbólica, que toda asunción
de la castración por un yo se haya vuelto imposible para él, tiene un vínculo
muy estrecho con el hecho de haber tenido en la iháncia una breve alucinación
de la cual refiere detalles muy precisos. La escena es la siguiente: “jugando
con su cuchillo, se había cortado el dedo, que sólo se sostenía por el pedacito
de piel. El sujeto relata este episodio en un estilo que esta calcado sobre lo
vivido. Parece que toda localización temporal hubiese desaparecido. Luego se
sentó en un banco, junto a su nodriza, quien es precisamente la confidente de
sus primeras experiencias, y no se atrevió a decírselo. Cuán significativa es
esta suspensión de toda posibilidad de hablar; y justamente a la persona a la
que le contaba todo, y especialmente
cosas de este orden. Hay aquí un abismo, una picada temporal, un corte de la
experiencia, después de la cual resulta que no tiene nada, todo terminó, no
hablemos más de ello. La relación que freud establece entre este fenómeno u ese
muy especial no saber nada de la cosa, ni siquiera en el sentido de lo
reprimido, expresado en su texto, se traduce así: lo que es rehusado en el
orden simbólico vuelve a surgir en lo real.
La distinción esencial es
esta: el origen de lo reprimido neurótico no se sitúa en el mismo nivel de
historia en lo simbólico que lo reprimido en juego en la psicosis, aun cuando
haya entre los contenidos una muy estrecha relación.
El Sujeto se habla con su yo,
su relación con el yo es fundamentalmente ambigua. En el sujeto psicótico en
cambio, ciertos fenómenos elementales, y especialmente la alucinación que es su
forma más característica, nos muestra al sujeto totalmente identificado a su yo
con el que habla, o al yo totalmente asumido bajo el modo instrumental. El que
habla de él, el sujeto, el S, en los dos sentidos equívocos del término, la
inicial S y el Ello. Esto es realmente lo que se presenta en el fenómeno de la
alucinación verbal.En el momento en que aparece en lo real, es decir acompañado
de ese sentimiento de realidad que es la característica fundamental del
fenómeno elemental, el sujeto literalmente habla con su yo, y es como si un
tercero, su doble, hablase y comentase su actividad.
El análisis de la relación con
el objeto está fundada en el desconocimiento de la autonomía del registro
simbólico. La relación simbólica no por ello queda eliminada, porque se sigue
hablando, e incluso no se hace otra cosa, pero el resultado de este desconocimiento es que lo
que en el sujeto pide ser reconocido en el plano propio del intercambio simbólico
interferido es reemplazado por un reconocimiento de lo imaginario, del
fantasma.
Cap II La significación del
delirio
Critica de kraepelin
La inercia dialéctica
Seglas y la alucinación
psicomotriz
El presidente schreber
Con respecto a la paranoia es
importante subrayar con firmeza que los fenómenos elementales no son más
elementales que lo que subyace al conjunto de la construcción del delirio.
Dicho de otro modo, siempre la misma fuerza estructurante, si me permiten la expresión,
está en obra en el delirio, ya lo consideremos en una de sus partes o en su
totalidad.
Tenemos pues un sujeto para el
cual el mundo comenzó a cobrar significado. ¿qué se quiere decir con esto?
Desde hace un tiempo es presa de fenómenos que consisten en que se percata de
que suceden cosas en la calle, pero ¿Cuáles? Si lo interrogan verán que hay
puntos que permanecen misteriosos para él mismo, y otros sobre los que se
expresa. En otros términos, simboliza lo que sucede en términos de significación.
¿a fin de cuentas, qué dice el sujeto, sobre todo en cierto período de su
delito? Que hay significación. Cuál, no sabe, pero ocupa el primer plano, se
impone, y para él es perfectamente comprensible. Y justamente porque se sitúa
en el plano de la comprensión como un
fenómeno incomprensible, por así decirlo, la paranoia es tan difícil de captar,
y tiene también un interés primordial.
Charles Blondel notaba que lo
propio de las psicopatologías es engañar la comprensión. En la formación que damos a los alumnos observamos que en ese punto
siempre conviene detenerlos. El momento en que han comprendido, en que se han
precipitado a tapar el caso con una comprensión, siempre es el momento en que
han dejado pasar la interpretación que convenía hacer o no hacer. En general,
esto lo expresa con toda ingenuidad la fórmula: el sujeto quiso decir tal cosa.
¿qué saben ustedes? Lo cierto es que no lo dijo. Y en la mayoría de los casos,
si se escucha lo que ha dicho, por el momento se descubre que se hubiera podido
hacer una pregunta, y que ésta quizá habría bastado para constituir la
interpretación válida, o al menos para esbozarla.
Lo importante no es que tal o
cual momento de la percepción del sujeto, de su deducción delirante, de su
explicación de sí mismo, de su dialogo con nosotros, sea más o menos
comprensible. En algunos de esos puntos surge algo que no puede parecer
caracterizarse por el hecho de que hay, en efecto, un núcleo completamente
comprensible. Que lo sea no tiene el más mínimo interés. En cambio, lo que es
sumamente llamativo es que es inaccesible, inerte,estancado en relaciones a
toda dialéctica.
Tomemos por ejemplo la
psicosis pasional. Si se enfatiza al respecto la prevalencia de la
reivindicación, es porque el sujeto no puede tolerar determinada pérdida,
determinado daño, y toda su vida parece centrada alrededor de la compensación
del daño sufrido, y la reivindicación que éste acarreara.
El fenómeno de la
interpretación siempre girará alrededor de la relación del yo y del otro, en la
medida que la teoría psicoanalítica define el yo como siempre relativo. En resumen, precisamente por haber
desconocido siempre de manera radical, en la fenomenología de la experiencia
patológica, la dimensión dialéctica, la clínica se descarrió. Se olvida, que lo
propio del comportamiento humano, es el discurrir dialéctico de las acciones,
los deseos, y los valores, que hace no sólo que cambien a cada momento, sino de
modo continuo, llegando a pasar a valores estrictamente opuestos en función de
un giro en el diálogo.
La pregunta ¿Quién habla?, que
ha sido promovida suficientemente aquí como para adquirir todo su valor, debe
dominar todo el problema de la paranoia.
Ya se los indiqué la vez
pasada recordando el carácter central en la paranoia de la alucinación verbal.
Saben el tiempo que tomó percatarse de lo que sin embargo es a veces totalmente
visible, a saber que el sujeto articula lo que dice escuchar. Fue necesario
seglas y su libro lecciones clínicas. Por una especie de proeza al inicio de su
carrera, hizo notar que la alucinaciones verbales se producían en personas en
las que podía percibirse, por signos muy evidentes en algunos casos, y en otros
mirándolos con un poco más de atención, que ellos mismos estaban articulando,
sabiéndolo o no, o no queriéndolo saber, las palabras que acusaban a las voces
de haber pronunciado. Percatare de que la alucinación auditiva no tenía su
fuente en el exterior, fue una pequeña revolución.
Capitulo III
El otro y la psicosis
Homosexualidad y paranoia
La palabra y el estribillo
Autonomía y endoscopia
El conocimiento paranoico
Gramática del inconsciente.
La vida del psicoanalista no
es de color de rosa. La comparación que se hace del psicoanalista y un basurero
se justifica.
El caso del presidente
Schereber, y la paranoia en general, se puede explicar por un esquema según el
cual la pulsión inconsciente del sujeto es una tendencia homosexual.
Se habla de defensa contra la
supuesta irrupción de la tendencia homosexual. Resulta claro, empero, que hay
allí una constante ambigüedad, y que esa defensa mantiene con la causa que la
provoca una relación que dista mucho de ser unívoca. Se considera que o bien
ayuda a mantener determinado equilibrio, o bien provoca la enfermedad.
También se asegura que las
determinaciones iniciales de la psicosis de Schreber DEBEN BUSCARSE EN LOS
MOMENTOS EN QUE SE DESENCADENAN las diferentes fases de su enfermedad. Saben
que tuvo hacia 1886 una primera crisis, y que intenta, gracias a sus memorias,
mostrar sus coordenadas: había presentado en ese entonces, nos dicen, su candidatura al Reichstag. Entre
esta crisis y la segunda, o sea durante ocho años, el magistrado es normal, con
la salvedad de que su esperanza de paternidad no se ve colmada. Al término de
este periodo, ocurre que accede, de modo hasta cierto punto prematuro, al menos
en una edad que no permitía preverlo, a una función muy elevada: presidente de
la corte de apelaciones de leipzing. Esta función, de carácter eminente, le
confiere, se dice, una autoridad que lo eleva a una responsabilidad, no
exactamente entera, pero sí (la) plena y pesada que todas las cuantas hubiese
podido esperar, LO CUAL CREA LA IMPRESIÓN DE QUE HAY UNA RELACIÓN ENTRE ESTA
PROMOCION y EL DESENCADENAMIENTO DE LA
CRISIS.
Se otorga a ambos
acontecimientos el mismo valor desencadenante. Se hace constar que el
presidente Schreber no tuvo hijos, por lo cual se asigna a la noción de
paternidad un papel primordial. Pero se afirma simultáneamente que el temor a
la castración renace en él, con una apetencia homosexual correlativa, porque
accede finalmente auna posición paterna. Esta seríala causa directa del
desencadenamiento de la crisis, que acarrea todas las distorsiones, las
deformaciones patológicas, los espejismos, que progresivamente evolucionarán
hacia el delirio.
Por supuesto que los
personajes masculinos del ambiente médico estén presentes desde el principio,
que sean nombrados unos después de otros, y que ocupen sucesivamente el centro
la persecución muy paranoide que es la del presidente, muestra suficientemente
su importancia. Es, en suma, una transferencia, que ciertamente no debe tomarse
del todo en el sentido en que ordinariamente la entendemos, pero que es algo de
ese orden, relacionado de manera singular con quienes tuvieron que cuidarlo. Se
descuida por completo, el percatarnos de que se otorga al temor a la lucha y al
éxito prematuro el valor de un signo de igual sentido, positivo en ambos casos.
Si el presidente Schreber entre sus dos crisis, hubiera llegado por casualidad
a ser padre, se pondría el énfasis en esto, y se daría todo su valor al hecho
de que no hubiera soportado esa función paterna. Resumiendo, la noción de
conflicto siempre se utiliza de modo ambiguo: se coloca en el mismo plano lo
que es fuente de conflicto y la ausencia de conflicto, la cual es más difícil
de ver. El conflicto deja, podemos decir, un lugar vacío, y en el lugar vacío
del conflicto aparece una reacción, una construcción, una puesta en juego de la
subjetividad. ESTO SOLAMENTE MUESTRA LA MISMA AMBIGÜEDAD QUE AQUELLA A LA QUE
ME REFERÍ LA CLASE PASADA, LA AMBIGÜEDAD DE LA SIGNIFICACIÓN MISMA DEL DELIRIO,
EL DECIR DEL PSICOTICO.
Creen que están ante alguien
que se comunica con ustedes porque les habla en el mismo lenguaje. Luego, sobre
todo si son psicoanalistas, tendrán la impresión, siendo lo que dice tan
comprensible, de que es alguien que penetró de manera más profunda que el común
de los mortales en el mecanismo mismo del sistema inconsciente.
(Recuerden que en lingüística
existen el significante y el significado, y que el significante debe tomarse en
el sentido del material del lenguaje. La trampa, el agujero, en el que no hay
que caer, es creer que los objetos, las cosas, son el significado. El
significado es algo muy distinto: la significación, les expliqué gracias a San
Agustín que es tan lingüista como beveniste, remite siempre a la significación,
vale decir a otra significación. El sistema del lenguaje, cualquiera sea el
punto en que lo tomen, jamás culmina en un índice directamente dirigido hacia
un punto de la realidad, la realidad
toda está cubierta por el conjunto de la red del lenguaje. Nunca pueden
decir que lo designado es esto o lo otro,
pues aunque lo logren, nunca sabrán por ejemplo qué designo en esta mesa, el
calor, el espesor, la mesa en tanto objeto, o cualquier otra cosa.)
Pag. 64. El asunto es saber
cuál es la estructura de ese ser que le habla que todo el mundo está de acuerdo
en definir como fantasmático. ¿cuál es esa parte, en el sujeto, que habla? El
análisis dice: es el inconsciente. El análisis dice que en la psicosis eso es
lo que habla. ¿basta con esto? En absoluto, porque toda la cuestión es saber
cómo eso habla, y cuál es la estructura del discurso paranoico. Freud nos
proporcionó al respecto una dialéctica sorprendente.
Descansa en el enunciado de
una tendencia fundamental que podría tener que hacerse reconocer en una
neurosis, a saber: yo(je) lo amo, y tú me amas. Hay tres modos de negar esto
dice Freud. No se anda con vueltas, no nos dice por qué el inconsciente de lo
psicótico es tan buen gramático y tan
filólogo; Freud no se detuvo ante esto y dice que hay tres funciones, y tres
tipos de delirios y eso funciona.
El primer modo de negación es
decir: no soy yo quien lo ama, es ella, mi consorte, mi doble. El segundo, es
decir: no es a él a quien amo, es a ella. A este nivel la defensa no es
suficiente para el sujeto paranoico, el disfraz es insuficiente, no alejó
suficientemente el golpe, hace falta que intervenga la proyección. Tercera
posibilidad: yo no lo amo, lo odio. Aquí tampoco basta la inversión, eso al
menos dice Freud; es necesario que intervenga también el mecanismo de la
proyección, a saber: él me odia. En este punto hemos llegado al delirio de
persecución.
La elevada síntesis que
entraña esta construcción nos trae luces, pero ven que las preguntas siguen
abiertas. La proyección debe intervenir como un mecanismo adicional cada vez
que no se trata de borrar el yo.
Tomemos las cosas en término
de mensaje. En el primer caso, es ella quien lo ama, el sujeto hace que su
mensaje lo lleve otro. Esta alienación con toda seguridad nos ubica en el plano
del otro con minúscula: el ego habla por intermedio del alter ego, quien, en el
intervalo, cambió de sexo. Nos limitaremos a comprobar la alienación invertida.
En el delirio de celos, se encuentra en un primer plano esa identificación al
otro con una inversión del signo de sexualización. No se trata de proyección en
el sentido en que ésta puede ser integrada a un mecanismo de neurosis. Esta
proyección neurótica consiste efectivamente en imputar las propias
infidelidades al otro: cuando se está celoso de la propia mujer es porque uno
mismo tiene algunos pecadillos que reprocharse. No se puede hacer intervenir el
mismo mecanismo en el delirio de celos, donde la persona con que están
identificados por una alienación invertida, a saber, vuestra propia esposa, es
la mensajera de vuestro sentimiento frente, ni siquiera a otro hombre, sino
como lo muestra la clínica, a un número de hombres más o menos indefinidos.
Ahora, no es a él a quien yo
amo, es a ella. Es otro tipo de alienación, no invertida,sino divertida. El
otro al que se dirige el erotómano es muy singular, porque el sujeto no tiene
con él relación concreta alguna, aunque se haya podido efectivamente hablar de
vínculo místico de amor platónico. Muy a menudo es un objeto alejado, con el
cual al sujeto le basta comunicarse por
una correspondencia que ni siquiera sabe si llega o no a destino. Lo menos que
puede decirse es que hay alienación divertida del mensaje. La
despersonalización del otro con que se acompaña se manifiesta en la resistencia
heroica ante todas las pruebas, como se expresan los erotómanos mismos. El
delirio erotomaníaco se dirige a otro tan neutralizado que llega a agrandarse
hasta adquirir las dimensiones del mundo, ya que el interés universal que se
adjudica a la aventura, como se expresaba Clérambault, es uno de sus elementos
esenciales.
En el tercer caso estamos ante
algo que se acerca mucho más a la denegación. Es una alienación convertida, en
el sentido de que el amor se transformó en odio. La alteración profunda de todo
el sistema del otro, su desaceleración, el carácter extensivo de las
interpretaciones sobre el mundo muestran aquí la perturbación propiamente
imaginaria llevara al máximo. Se propone ahora a nuestra investigación las
relaciones con el otro en los delirios. Podremos trabajarlas en la medida misma
en que nuestros términos nos ayudan, haciéndolos distinguir el sujeto, el que
habla, y el otro con el que está preso en la relación imaginaria, centro de
gravedad de su yo individual, y en el
que no hay palabra. Estos términos nos permitirán caracterizar de manera
nuevo psicosis y neurosis.
Cap IV
VENGO DEL FIAMBRERO
Cuando hablamos de neurosis
hacemos cumplir cierto papel a una huida, a una evitación, donde un conflicto
con la realidad tiene su parte. Se intenta designar a la función de la realidad
en el desencadenamiento de la neurosis mediante la noción de traumatismo, que
es una noción etiológica. Esto es una cosa, pero otra cosa es el momento de la
neurosis en que se produce en el sujeto cierta ruptura con la realidad. ¿de qué
realidad se trata? Freud lo subraya de entrada, la realidad sacrificada en la neurosis es una parte de la
realidad psíquica. Entramos ya aquí en una distinción importante: realidad no
es homónimo de realidad exterior. En el momento en que se desencadena su
neurosis, el sujeto elide, escotomiza en otro lenguaje, de su ir. Esta parte es
olvidada, pero continúa haciéndose oír. ¿cómo? De una manera que toda mi
enseñanza enfatiza: de manera simbólica.
La neurosis dice Freud, es
algo muy diferente, porque la realidad que el sujeto eludía en determinado
momento , intenta hacerla volver a surgir prestándole una significación
particular, un sentido secreto, que llamamos simbólico.
A ella le opone la psicosis,
donde en un momento hubo ruptura, agujero, desgarro, hiancia, pero con la
realidad exterior. En la neurosis, es en
un segundo tiempo, y en la medida en que la realidad no está
re-articulada plenamente de manera simbólica en el mundo interior, cuando se
produce en el sujeto huida parcial de la realidad, o incapacidad de afrontar
esa pate de la realidad, secretamente conservada. En la psicosis, en cambio, es
verdaderamente la realidad misma la que
está primero provista de un agujero, que luego el mundo, fantasmatico
vendrá a colmar.
No basta con ver cómo
están hechos los síntomas, que aún es
necesario descubrir su mecanismo de formación.
Al mismo tiempo que captan muy bien lo que subrayé diciendo lo que fue
rechazado de lo simbólico reaparece en lo real, platean una discusión sobre mi
manera de traducir el enfermo no quiere saber nada de ello en el sentido de la
represión. Sin embargo, actuar sobre lo reprimido mediante el mecanismo de la
represión, es saber algo acerca de ello, porque la represión y el retorno de lo
reprimido no son sino una sola y única cosa, expresada no en el lenguaje
consciente del sujeto sino en otra parte.
En el caso Shcreber, en el momento en que Freud explica el mecanismo propio de
la proyección que podría dar cuenta de la reaparición del fantasma en la
realidad, se detiene, para observar que en este caso no podemos hablar pura y
simplemente de proyección. Lo cual es harto evidente con sólo pensar cómo
funciona ese mecanismo, por ejemplo, en el delirio de los celos llamado
proyectivo, que consiste en imputar al cónyuge infidelidades de las que uno se
siente imaginariamente culpable. Otra cosa es el delirio de persecución, que se
manifiesta a través de intuiciones interpretativas en lo real. Esto son los
términos en que se expresa Freud: es incorrecto decir que la sensación
interiormente reprimida – la verdandrangug (desplazamiento) es una
simbolización, y unterdruckung (supresión)- esto es lo reprimido y el retorno
de lo reprimido. Deberíamos decir más
bien que lo rechazado – recuerdan quizás el tono de insistencia que el uso dio
a esta palabra – retorna del exterior.
LA PROYECCIÓN EN LA PSICOSIS
ES MUY DIFERENTE A TODO ESTO, ES EL MECANISMO QUE HACE RETORNAR DEL EXTERIOR LO
QUE ESTÁ PRESO EN LO VERWERFUNG (RECHAZO), OSEA LO QUE HA SIDO DEJADO FUERA DE
LA SIMBOLZACION GENERAL QUE ESTRUCTURA AL SUJETO.
El discurso concreto es el
lenguaje real, y eso, el lenguaje, habla. Los registros de lo simbólico y de lo imaginario los encontramos en los otros
dos términos con los que articula la estructura del lenguaje, es decir, tal
como siempre les digo que está, por ejemplo, en esta mesa, en estos libros, en
lo simbólico. Si las lenguas artificiales son estúpidas es porque siempre están
hechas a partir de la significación. No hay duda de que la significación es de
la índole de lo imaginario. Es, al igual que lo imaginario, a fin de cuentas
siempre evanescente, porque esta ligado estrictamente a lo que les interesa, es
decir, a aquello en lo que están metidos. Él es quien los lleva a ustedes.
Le dejo la responsabilidad de
esta afirmación. No porque la creo falsa; fundamentalmente es cierto que no hay
discurso sin cierto orden temporal, y en consecuencia sin cierta sucesión
concreta; aun cuando sea virtual. Si leo esta página comenzando por abajo y
subiendo al revés, no pasará lo mismo que si leo en dirección adecuada, y en
algunos casos esto puede engendrar una grave confusión. Pero no es totalmente exacto
que sea una simple línea, es más probable que sea un conjunto de líneas, un
pentagrama. El discurso se instala en este diacronismo.
La existencia sincrónica del
significante está caracterizada suficientemente en el hablar delirante por una
modificación que ya señalé aquí, a saber, que algunos de sus elementos se
aíslan, se hacen más pesados, adquieren un valor, una fuerza de inercia
particular, se cargan de significación, de una significación. El libro de Schreber está sembrado de ello.
Hay varias alteridades
posibles, y veremos cómo se manifiestan en un delirio completo como el de
Schreber. Tenemos primero el día y la noche, el sol y la luna, esas cosas que
siempre vuelven al mismo lugar, y a las que schreber llama el orden natural del
mundo. Existe la alteridad del otro que corresponde al S, es decir el gran
otro, sujeto que no conocimos, lo otro que es la índole de lo simbólico, el
otro al que nos dirigimos más allá de lo que vemos. En el medio, están los
objetos. Y luego, a nivel del S hay algo que es de la dimensión de lo
imaginario, el yo y el cuerpo, fragmentado o no, pero más bien fragmentado.
Tenemos la suerte de tener ahí un hombre que nos comunica todo su sistema
delirante, en el momento en que éste ha llegado a su pleno florecimiento.
TECNICAS Y ESTRUCTURAS DEL
FENOMENO PSICOTICO
CAPITULO V
DE UN DIOS QUE ENGAÑA Y DE UNO
QUE NO ENGAÑA.
La psicosis no es un simple
hecho del lenguaje
El dialecto de los síntomas
Que hermoso seria ser una
mujer
Dios y la ciencia
El dios de schreber
Vimos en mi presentación, el
otro día, un enfermo grave, debido a circunstancias excepcionales, todo lo que
en otro sujeto hubiese estado reprimido, estaba sostenido en él por otro
lenguaje, ese lenguaje de alcance algo reducido que se llama un dialecto. Hijo
único de padres sumamente encerrados en sus leyes propias, quienes utilizaban
exclusivamente el dialecto corso. Las perpetuas querellas de ambos personajes
parentales, manifestaciones ambivalentes de su fuerte vínculo y del temor a ver
llegar a su mujer. Había dos mundos, el de la élite, el del dialecto corso, y
luego lo que sucedía fuera. Quien nos relató la diferencia de sus relaciones
con el mundo cuando estaba frente a su madre y en el momento en que se paseaba
por la calle.
¿Cuál era el resultado? Es el
caso más demostrativo. Resultaban dos cosas. La primera, evidente en el
interrogatorio, era la dificultad que tenía para volver a evocar cualquier cosa en el viejo registro,
es decir, para expresarse en el dialecto de su infancia, el único que hablaba con
su madre. Cuando le pedí que se expresase en ese dialecto, que me repitiese
comentarios que había podido intercambiar con su padre, por ejemplo, me
respondió: no puedo sacarlo. Por otra parte, se veía en él una neurosis,
huellas de un comportamiento que permitía adivinar un mecanismo que puede
llamarse – en un término que siempre empleo con prudencia – regresivo. Pero
todo lo que es del orden de lo que está habitualmente reprimido, todo el
contenido comúnmente expresado mediante síntomas neuróticos, era perfectamente
cristalino, y no tuve dificultad en hacérselo expresar.
El establecimiento del
discurso común, casi diría del discurso público, es un factor importante en la
función propia del mecanismo de represión. Este depende en sí mismo de la
imposibilidad de acordar con el discurso cierto pasado de la palabra del
sujeto, vinculado, como Freud lo subrayó, al mudo propio de las revelaciones
infantiles. Precisamente, en la lengua primitiva, sigue funcionando ese pasado
de la palabra. Ahora bien, para este sujeto, esa lengua es su dialecto corso,
en el cual podía decir las cosas más extraordinarias,por ejemplo arrojarle a su
padre:si no te vas de aquí, te voy a botar al mal.
¿QUÉ ES LA REPRESIÓN PARA EL
NEURÓTICO? ES UNA LENGUA, OTRA LENGUA QUE FABRICA CON SUS SINTOMAS, ES DECIR,
SI ES UN HISTERICO O UN OBSESIVO, CON LA DIALECTICA IMAGINARIA DE ÉL Y EL OTRO.
EL SINTOMA NEUROTICO CUMPLE EL PAPEL DE LA LENGUA QUE PERMITE EXPRESAR LA
REPRESIÓN. ESTO HACE PALPAR REALMENTE QUE LA REPRESION Y EL RETORNO A LO REPRIMIDO
SON UNA UNICA Y SOLA COSA, AL REVES Y EL DERECHO DE UN SOLO Y UNICO PROCESO.
¿Cuál es nuestro método a
propósito del presidente Schreber? No decimos que la psicosis tiene la misma
etiología que la neurosis, tampoco decimos, ni mucho menos, que al igual que la
neurosis es un puro y simple hecho de lenguaje. Señalamos simplemente que es
muy fecunda en cuanto a lo que puede expresar en el discurso. Así procedemos a
partir de discurso del sujeto, y ello nos permitirá acercarnos a los mecanismos
constitutivos de la psicosis. El presidente Schreber relata con toda claridad
las primeras fases de su psicosis. Y nos da la atestación de que entre el
primer brote de la psicosis, fase llamada no sin fundamento pre-psicótica, y el
apogeo de estabilización en que escribió su obra, tuvo un fantasma que se
expresa con estas palabras: sería algo hermoso ser una mujer sufriendo el
acoplamiento.
Subraya el carácter de
imaginación de este pensamiento que lo sorprende, precisando a la vez haberlo
experimentado con indignación.
Se tiene claramente la
impresión de que eso parte del yo. El énfasis puesto que eso sería hermoso…
tiene todo el carácter de pensamiento seductor, que el ego está lejos de
desconocer.
En el sueño: El mecanismo de
conexión dice Freud, se vuelve mucho más transparente cuando se sustituye la
oposición de lo consciente y lo inconsciente, por la del yo y lo reprimido.
Señalamos aquí solamente que los sueños de castigo no están vinculados
necesariamente con la persistencia de sueños dolorosos, nacen en cambio a
menudo, parece, cuando esos sueños del día son de naturaleza apaciguante, pero
expresan satisfacción interior. Todos esos pensamientos prohibidos son
reemplazados en este concepto manifiesto del sueño por su contrario. El
carácter esencial de los sueños de castigo me parece entonces ser el siguiente:
los produce no un deseo inconsciente originado en lo reprimido, sino un deseo
de sentido contrario que se realiza contra éste, deseo de castigo que aunque
inconsciente, más exactamente preconsciente, pertenece al yo.
¿Qué relación hay entre la
emergencia en el yo –de una manera, lo subrayo, no conflictiva- del pensamiento
sería hermoso ser una mujer sufriendo el acoplamiento, y la concepción en la
que florecerá el delirio llegado a su punto culminante, a saber, que el hombre
debe ser la mujer permanente de dios?. Lo que digo, que es casi demasiado
artificial, indica claramente en qué dirección debemos investigar a fin de
resolver nuestro problema. No tenemos otro medio para hacerlo sino seguir sus
huellas en el único elemento que poseemos, a saber, el documento mismo, el
discurso del sujeto. Por eso, los introduje la vez pasada a lo que debe
orientar nuestra investigación, a saber, la estructura de ese discurso mismo.
Comencé distinguiendo las tres
esferas de la palabra en cuanto tal. Recordarán que podemos, en el seno mismo
del fenómeno de la palabra, integrar los tres planos de lo
simbólico,representado por el significante, de lo imaginario representado por
la significación, y de lo real que es el discurso realmente pronunciado en su
dimensión diacrónica.
Hasta tal punto es esto así,
que un personaje tan lúcido como Einsten cuando se trataba de la manipulación
del orden simbólico que era el suyo, lo recuerda claramente: dios, decía, es
astuto, pero honesto. La noción de que lo real, por delicado de penetrar que
sea, no puede jugarnos sucio, que no nos engañará adrede, es, aunque nadie
repare realmente en ello, esencial a la constitución del mundo de la ciencia.
Cap VI
EL FENOMENO PSICOTICO Y SU
MECANISMO
Certeza y realidad
Schreber no es poeta
La noción de defensa
Verdichtung (compactación),
Verdrangung (desplazamiento)
Verneinung (negación) y
verwerfung (rechazo)
A esta exigencia responde mi
pequeño cuadrado, que va del sujeto al otro, y en cierto modo de lo simbólico a
lo real, sujeto, yo, cuerpo y en sentido inverso, hacia el otro con mayúsculas
de la intersubjetividad, al otro que no
aprehenden en tanto es sujeto, es decir, en tanto puede mentir, el otro, en cambio,
que siempre está en su lugar, el otro de los astros, o se prefieren el sistema
estable del mundo, del objeto, y entre ambos, de la palabra con sus etapas, del
significante, de la significación y del discurso.
Los psicólogos, por no
frecuentar de verdad al loco, se formulan el falso problema de saber por qué
cree en la realidad de su alucinación.
Por más que sea, ven bien que hay algo que no encaja, y se rompen la cabeza
elucubrando una génesis de la creencia. Antes habría que precisar esa creencia,
pues, a decir verdad, en la realidad de su alucinación, el loco no cree.
El azar me hizo abrir hace
poco la fenomenología de la percepción de Maurice Merleau Ponty, pagina 386 de
la edición francesa, sobre el tema de la cosa y el mundo natural. Remítanse a
ella: encontrarán excelentes comentarios sobre este tema, a saber, que es muy
fácil obtener del sujeto la confesión de que lo que él oye, nadie más lo ha
oído. Dice: sí, de acuerdo, solo yo lo oí.
Lo que está en juego no es la
realidad. El sujeto admite, que están a su alcance, que esos fenómenos son de
orden distinto a lo real,sabe bien que su realidad no está asegurada, incluso
admite hasta cierto punto su irrealidad. Pero, a diferencia del sujeto normal
para quien la realidad está bien ubicada, el tiene una certeza: que lo que está
en juego desde la alucinación hasta la interpretación, le concierne.
En él, no está en juego la
realidad, sino la certeza. Aun cuando se expresa en el sentido de que lo que
experimenta no es del orden de la realidad, ello no afecta a su certeza, que es
que le concierne. Esta certeza es radical. La índole misma del objeto de su
certeza puede muy bien conservar una ambigüedad perfecta, en toda la escala que
va de la benevolencia a lamalevolencia. Pero significa para él algo inquebrantable.
Esto es lo que se llama, con o sin razón, fenómeno no elemental, o también –
fenómeno mas desarrollado – la creencia delirante.
Deben adiestrarse a encontrar
esa certeza delirante en cualquier parte que esté. Descubrirán entonces,por
ejemplo, la diferencia existente entre el fenómeno de los celos cuando se
presenta en un sujeto normal y cuando se presenta en un humorístico, inclusive
de cómico, los celos de tipo normal que,
por así decirlo, rechazan las certezas con la mayor naturalidad,por más
que las realidades se ofrezcan. El
delirante, por contraste, se exime de toda referencia real.
Diré aún más: a medida que el
delirante asciende la escala de los delirios, está cada vez más seguro de cosas
planteadas como cada vez más irreales.La paranoia se distingue en ese punto de
la demencia precoz: el delirante articula con una abundancia, una riqueza, que
es precisamente una de sus características clinas esenciales, que si bien es
una de las más obvias, no debe sin embargo descuidarse. LAS PRODUCCIONES
DISCURSIVAS QUE CARACTERIZAN EL REGISTRO DE LAS PARANOIAS FLORECEN ADEMÁS, CASI
SIEMPRE, EN PRODUCCIONES LITERARIAS.
El mundo que describe está
articulado en conformidad con la concepción alcanzada luego del momento del
síntoma inexplicado que perturbó profunda, cruel y dolorosamente su existencia.
Según dicha concepción, que le rinda por lo demás cierto dominio de su
psicosis, él es el correlato femenino de dios. Con ello todo es comprensible,
todo se arregla, y diría aún más, todo se arreglará para todo el mundo, ya que
él desempeña así el papel de intermediario entre una humanidad amenazada hasta
lo más recóndito de su existencia, y ese
poder divino con el que mantiene vínculos tan singulares. Todo se arregla en la
versohngla reconciliación que lo sitúa como la mujer de dios. Su relación con
dios, tal como nos la comunica es rica y compleja; con todo, no puede dejar de
impactarnos el hecho de que su textonada entraña que indique la menor
presencia, la menor efusión, la menor comunicación real, nada que dé idea de
una verdadera relación entre dos seres.
ES UN TESTIMONIO, VALGA LA
PALABRA, VERDADERAMENTE OBJETIVADO.
Schreber escribe su obra como
un esfuerzo para ser reconocido. El loco parece distinguirse a primera vista
por el hecho de no tener necesidad de ser reconocido. Sin embargo, esa
suficiencia que tiene en su propio mundo, la auto comprensibilidad que parece caracterizarlo,
no deja de presentar algunas contradicciones. (hay poesía cada vez que un
escrito nos introduce en un mundo diferente al nuestro, y dándonos la presencia
de un ser, de determinada relación fundamental, lo hace nuestro también). La
poesía hace que no podamos dudar de la autenticidad de la experiencia de san
juan de la cruz, ni de Proust…la poesía es creación de un sujeto que asume un
nuevo orden de relación simbólica con el mundo. No hay nada parecido en las
memorias de schreber. EN UN SUJETO COMO SCHREBER, LAS COSAS LLEGA TAN LEJOS QUE
EL MUNDO ENTERO ES PRESA DE ESE DELIRIO DE SIGNIFICACIÓN, DE MODO TAL QUE PUEDE
DECIRSE QUE, LEJOS DE ESTAR SOLO, EL ES CASI TODO LO QUE LO RODEA. TODO SU
MUNDO SE TRANSFORMÓ EN UNA FANTASMAGORÍA DE SOMBRAS DE HOMBRES HECHOS A LA
LIGERA.
EN LA PSICOSIS, EL SUJETO SE
DEFIENDE, PUES BIEN, AYUDÉMOSLE A COMPRENDER QUE NO HACE SINO DEFENDERSE,
MOSTRÉMOSLE CONTRA QUÉ SE DEFIENDE.Una vez que se colocan en esta perspectiva,
enfrentan múltiples peligros y, en primer término, el de marrar el plano en que
debe hacerse vuestra intervención. El efecto, debe distinguir siempre
severamente el orden en que se manifiesta la defensa.
Supongamos que esa defensa es
manifiestamente del orden simbólico, y que pueden elucidarla en el sentido de
una palabra en sentido pleno, vale decir, que atañe en el sujeto al
significante y al significado. Si el sujeto precientifica ambos, significante y
significado, entonces, en efecto, pueden intervenir mostrándole la conjunción
de su significante en su discurso. Si no están los dos, si ustedes tienen la
sensación de que el sujeto se defiende contra algo que ustedes ven y él no, es
decir, que ven de manera clara que el sujeto distorsiona la realidad, no basta
la noción de defensa para permitirles enfrentar
al sujeto con la realidad.
Freud dice: Algo que fue
rechazado en su interior reaparece en el exterior. A ella vuelvo.
Analisis de un recuerdo
infantil de Da Vinci
Sublimación como explicación a
su inagotable manía por la investigación: “antes de amar algo es importante
primero conocerlo”
Inferencia realizada por las
pinturas:
Su rechazo a las pinturas
eroticas
Su únicas pnturas eroticas son
más bien reflejo de una investigación anátomica
Sin embargo, al pintar los
genitales del hombre puso más atención en los detalles que en los de la mujer
Su recuerdo infantil: buitre
que con la cola cachetea su boca
Interepretación: deseo
inconsciente que expresa el homosexualismo rprimido de da vinci (sexo oral,
buitres como leyenda egipcia de machos procreando)
Importante: Es sabido que en
su infancia los primeros años los pasó con su madre biológico en la miseria, y
no fue sino hasta los 5 años cuando se incorporó a la casa del padre. Pudiendo
así darse cuenta de la falta del padre. Sin embargo, debido a que era un hijo
ilegitimo para su madrastra, Freud supone que la incorporación al lado de su
padre y su madrastra, se diera después
de que la madrastra confirmara su esterilidad, como la búsqueda de una
compensación por su incapacidad reproductiva.
Por lo tanto los primeros 5 años de vida (aproximadamente) Vinci vivió
al lado de su madre únicamente. Esto sin duda alguna tuvo que haber reflejado
una impresión decisiva para su vida anímica.
En todos los homosexuales
sometidos al análisis se descubre un intensísimo enlace infantil, de carácter
erótico y olvidado después por el individuo, a un sujeto femenino, generalmente
a la madre, provocado o favorecido por la excesiva ternura de la misma y
apoyado después por el alejamiento del padre de la vida infantil del hijo.
Sadger hace resaltar después, que las madres de sus pacientes homosexuales eran
en muchos casos mujeres hombrunas, de enérgico carácter, que podían desplazar
al padre de su puesto en su vida familiar o sustituirle. En mis observaciones
he hallado también a estas mismas circunstancia; pero la relación causal a que
nos hemos venido refiriendo se me ha mostrado aún con mucho mayor evidencia en
aquellos casos en los que el padre falta
desde un principio o murió dejando a su hijo en temprana edad y entregado, por
tanto, a la influencia femenina.
Después de este estudio
preliminar, surge una transformación, cuyo mecanismo nos es conocido, pero de
la que ignoramos las fuerzas impulsoras. El amor a la madre no puede seguir ya
el desarrollo consciente ulterior y sucumbe a la represión. El niño reprime el
amor a su madre, sustituyéndose a ella; esto es, identificándose con ella y
tomando como modelo a su propia persona, a cuya semejanza escoge sus nuevos
objetos eróticos. De este modo, se transforma en homosexual o, mejor dicho,
pasa al autoerotismo, dado que los niños objeto de su amor no son sino personas
sustitutivas y reproducciones de su propia persona infantil, a las que ama como
a su madre le amó a él en sus primeros años. Decimos entonces que encuentra su
elección del objeto erótico por el camino del narcisismo, refiriéndonos a la
leyenda griega de aquel adolescente llamado narciso, que se enamora de su
propia imagen.
La represión hace que el
sujeto permanezca inconscientemente FIEL A LA FIGURA INCONSCIENTE DE LA MADRE.
Cuando parece perseguir con ardiente amor a otros muchachos, lo que hace es
huir de las muejeres, que podían llevarle a incurrir en INFIDELIDAD ( lo
reprimido es el amor a la madre, el hecho de buscar amor en los hombres se da
por el temor a amar a una madre).
Interpretación de la fantasía
del buitre coletasos en la boca a leonardo: mi madre puso en mi oca infinidad
de apasionados besos. La fantasía se halla, pues, compuesta de dos recuerdos:
el de ser amamantado por la madre y el de ser besado por ella.
En el cuadro de la Mona Lisa
se puede observar una transferencia de la figura de su madre.
En el cuadro de Santa Ana, la
Virgen y el niño jesus, se puede observar un retrato de su vida infantil al
lado del cuidado de la madre, y (aquí entra otro sujeto de influencia para explicar el homosexualismo) su abuela, la
madre de su padre. En suma, Leonardo a muy temprana edad, se vió influenciado
por tres figuras femeninas trascendentes: su madre biológica, la abuela
paterna, y posteriormente la madrastra infértil que descargo el amor de madre
hacia él.
Cuando un sujeto ha escapado
en su infancia, como Leonardo, a la intimidación ejercida por el padre, y ha
roto, en su actividad investigadora, las cadenas de la autoridad, no puede
esperarse que permanezca dentro de una fe dogmática. El psicoanálisis nos ha
descubierto una intima relación entre el complejo de Edipo y la creencia de
dios y nos ha mostrato que dios personal no es psicológicamente, sino una
superación del padre, revelandonos inumerables de casos de sujetos jóvenes que
pierden la fe religiosa en cuanto cae en tierra para ellos la autoridad
paterna. En el complejo paterno reconocemos, pues, la raíz de la necesidad
religiosa. El dios omnipotente del padre, y de la madre, o mejor aún, como
renovaciones y reproducciónes de las tempranas representaciones infantiles de
ambos. La religiosidad se refiere, biológicamente, a la importancia y a la
necesidad de acción del niño durante largos años. Cuando luego el adulto
reconoce su abandono y su debilidad ante lo grandes poderes de la ida, se
siente en una acción análoga a la de su infancia y trata de consolarse por medio de la
renovación regresiva de los poderes protectores infantiles. LA PROTECCIÓN QUE
LA FE RELIGIOSA OFRECE A LOS CREYENTES CONTRA LA NEUROSIS, QUEDA FÁCILMENTE
EXPLICADA POR EL HECHO DE QUE LOS DESPOJA DEL COMPLEJO PATERNO MATERNO, DEL QUE
DEPENDE LA CONCIENCIA DE CULPABILIDAD – TANTO INDIVIDUAL COMO GENERALMENTE
HUMANA , RESOLVIÉNDOLO PARA ELLOS, MIENTRAS QUE EL INCRÉDULO TIENE QUE
RESOLVERLO POR SÍ MISMO.
SEMINARIO 2
LACAN
En el punto de partida del
psicoanálisis este más allá es el inconsciente, en tanto que no podemos
alcanzarlo, es la transferencia en tanto modula verdaderamente los sentimientos
de amor y de odio, que no son la transferencia: la transferencia es aquello
merced a lo cual podemos interpretar ese lenguaje compuesto por todo lo que el
sujeto puede presentarnos, lenguaje que fuera del psicoanálisis es, en
principio, incompleto e incomprendido. Eso es el más allá del principio del
placer: “el más allá de la significación”.
En el azar, el símbolo surge
en lo real a partir de una respuesta. La noción misma de causa, en lo que puede
implicar de medición entre cadena de los símbolos y lo real, se establece a
partir de una apuesta primitiva: ¿esto va a ser lo que es, o no?
Jugar es buscar en un sujeto
una presunta regularidad que se escabulle, perro que debe traducirse en los
resultados por alguna mínima desviación de la curva de probabilidad.
Todo poder legitimo, al igual
que cualquier poder, se asenta en el símbolo.
Opinion respecto a más allá
del principio de placer: “El más allá del principio de placer está relacionada
de alguna manera que aún no acabo de comprender, con la compulsión de
repetición. Sin embargo, es interesante que se hallare que esa compulsión de repetición
no se refiere a un aprendizaje de patrones de conducta de los padres para
repetirse en la vida del adulto… sino a la insistencia de la aparición del
trauma y la rememoración (revivencia) de la fijación”
Nunca se vio un profesor
hablar por ignorancia, siempre sabemos lo bastante como para ocupar los minutos
durante los cuales nos colocamos en la posición del que sabe. Nunca se vio a
alguien quedarse centrado, desde el momento en que asume la posición de ser el
que enseña. Esto me llava a pensar que la única enseñanza verdadera es aquella
que consigue despertar en los que escuchan una insistencia…
311-. Srta. Ramnoux: Después
de leer el capítulo de Freud había logrado concebir al yo como función –
defensa que habría que situar en la superficie y no en profundidad, y que se
ejercería en dos fuentes, contra los impulsos que tienen del interior. Después
de sus conferencias ya no me lo puedo representar así. Y me pregunto, cuál es
la mejor definición del yo. Pienso que lo sería decir que se trata de un fragmento
de un discurso común. ¿es así? Una pregunta más. También había logrado
comprender por qué Freud llamaba instinto de muerte a aquello de donde salen
los síntomas repetitivos. Había logrado comprender porqué dicha repetición
presenta una especie de inercia, y la inercia es retorno a un estado
inorgánico. Así me explicaba yo porque Freud podía asimilar esto al instinto de
muerte. Pero tras haber reflexionado sobre su última conferencia, comprobé que
esas compulsiones salían de una especie de deseo infinito, multiforme, sin
objeto, de un deseo de nada. Lo entiendo perfectamente, pero entonces es la
muerte lo que ya no entiendo.
Freud, cuanto más avanza en la
definición del yo, más nos muestra al yo como un espejismo, como una suma de
identificaciones.
326. un monton de cosas que
primeramente se tomaban por lo real están en una red, en un sistema de varias
entradas, en el cual el yo representa un lugar. ¿dónde se sitúa la realidad
sino en un movimiento entre todas estas dimensiones? Dicho de otro modo, es
preciso que el reconocimiento del deseo pase por cierto número de mediaciones,
avatares, formulaciones imaginarias, ignorancias o desconocimientos de orden
simbólico. Finalmente, ¿es esto lo que usted llama realidad?
Para hablar del deseo, una
noción se ha impuesto en primer plano, la libido. La libido es una unidad de
medida cuantitativa, si tal unidad no puede descargarse, alcanzar su expansión
normal, esparcirse, se produce desbordamientos a partir de los cuales se
manifiestan otros estados. Se hablará de transformaciones, regresiones,
fijaciones, sublimaciones de la libido término único cuantitativamente
concebida.
Aparece en 3 ensayos de una
teoría sexual por primera vez el termino.
La experiencia freudiana parte
de una noción exactamente opuesta a la perspectiva teórica. Empieza por
postular un mundo del deseo. “el mundo freudiano no es un mundo de cosas, no es
un mundo de ser, es un mundo del deseo como tal” el deseo es una relación de
falta de ser.
341. resistencia hay una sola:
la resistencia del analista. El analista resiste cuando no comprende lo que
tiene delante. No comprende lo que tiene delante cuando cree que interpretar es
mostrarle al sujeto que lo que desea es el objeto sexual, se equivoca. Es el
analista quien esta en resistencia. Por el contrario de lo que se trata es de
enseñarle al sujeto a nombrar, a articular, a permitir la existencia de ese
deseo que, literalmente, está más acá de la existencia y por eso insiste.
Pueden apreciarse que la
acción eficaz del análisis consiste en que el sujeto llegue a reconocer y a
nombrar su deseo. Al nombrarlo, el sujeto crea, hace surgir, una nueva
presencia en el mundo.
Freud: “no vaya a creer que la
vida es una diosa exaltante surgida para culminar en la más bella de las
formas, no crean que hay en la vida la menor fuerza de cumplimiento y progreso.
La vida es una hinchazón, un moho, no se caracteriza por otra cosa que por su
aptitud para la muerte.
¿qué sabemos respecto al yo?
¿es real el yo, es una luna, o es una construcción imaginaria? Partimos de la
idea, que les vengo machacando desde hace tanto tiempo, de que no hay forma de
aprehender cosa alguna de la dialéctica analítica si no planteamos que el yo es
una construcción imaginaria: diría inclusive, que esto es lo que tiene de
bueno. Si no fuera imaginaria no seríamos hombres, seriamos lunas. Lo cual no
significa que basta con que tengamos ese yo imaginario para ser hombres.
390. Que las estructuras
elementales son naturalmente las más complicadas, y que aquellas por así
decirlo, complejas, en medio de las cuales vivimos, se presentan en apariencia
como las más simples. Nos creemos libres en nuestra elección conyugal,
cualquiera puede casarse con cualquiera: ilusión profunda, aunque esté inscrita
en las leyes. En la practica, la elección está regida por elementos,
preferenciales que no por encubiertos son menos esenciales. El interés de las
estructuras llamadas elementalmente radicales es que nos muestran la estructura
de esos elementos preferenciales en todas sus complicaciones.
Pues bien, levi-strauss
demuestra que en la estructura de la alianza, la mujer que define el orden
cultural por oposición al orden natural, es el objeto del intercambio original,
el orden simbolico, en su fundamento inicial, es androcéntrico.
La significación del
matrimonio se va desgastando a partir del momento en que la mujer se emancipa y
tiene, como tal, derecho a poseer, pasando a ser un individuo en la sociedad.
410. se me ocurre que lo
imaginario tiene que ver más con el sujeto, con su forma de recibir, mientras
que el orden simbílico es más impersonal.
El lenguaje sería el friso de
lo imaginario, y la palabra, la palabra plena, el hito simbolico, sería el
islote a partir del cual puede ser reconstruido, o más bien descifrado todo el
mensaje.
El lenguaje es un universo. La
palabra es un corte en ese universo vinculado exactamente a la situación del
sujeto hablante. Puede que el lenguaje tenga sentido, pero solo la palabra
posee un significado.
LO REAL ES ALGO QUE
ENCONTRAMOS EN EL MISMO LUGAR, HAYAMOS ESTADO AHÍ O NO.
¿qué es el análisis de las
resistencias? No es, como se entiende, si no a formularlo – y se lo formula,
les daré multiples ejemplos – mucho más a practicarlo, no es intervenir ante el
sujeto para que este tome consciencia de la forma en que sus aflicciones, sus
prejuicios, el equilibrio de su yo, le impide ver. No es una persuasión, que
muy pronto cae en la sugestión. No es reforzar, como se dice, el yo del sujeto,
o encontrar un aliado en su parte sana. No es convencer pues. Es, en cada
momento de la relación analítica, saber en qué nivel debe ser aportada la
respuesta. Ella concierne a su historia en tanto que él la desconoce, y es eso
lo que expresa, muy a pesar suyo, a través de toda su conducta en la medida en
que oscuramente busca reconocerla. Su vida está orientada por una problemática
que no es la de lo vivido, sino la de su destino, a saber: ¿qué significa su
historia?
El superyó es eso, en la
medida en que aterroriza, efectivamente al sujeto y construye en él síntomas
eficaces, elaborados, vividos, continuados, síntomas que se encargan de
representar el punto en que la ley no es comprendida por el sujeto, pero sí
actuada por él. Los síntomas se ocupan de encararla como tal, le dan su aire de
misterio.
Lo que a Freud le interesa, y
en ningún sitio es más evidente que en la primera parte de este capitulo, es el
“mensaje como discurso interrumpido, que insiste”
Opinion: “un síntoma encara lo
reprimido, sin la comprensión del yo. El retorno a lo reprimido y lo reprimido
es lo mismo. Todo lo reprimido que tiende a salir en síntoma, sólo es más que
un intento por aprender a superar el objetivo. Aprendizaje en la repetición,
asimilación mediante la compulsión. Un síntoma, entonces, es la compulsión de
lo reprimido”
Sabiendo que el desarrollo de
la angustia es la reacción del yo ante un peligro y constituye la señal, para
su fuga, nada puede impedir admitir, por analogía, que también en la angustia
neurótica busca el yo escapar a las exigencias de la libido y se comporta con
respecto a este peligro interior del mismo modo que si de un peligro exterior
se tratase.
Ante toda persona que en una
ocasión favorable a la excitación sexual desarrolla determinante o
exclusicamente sensaciones de repugnancia, no vacilaré ni un momento en diagnosticar
una histeria, existan o no síntomas somáticos.
La sugestión es diferente a la
terapia, ya que ella no se preocupa del origen, la fuerza y el sentido de los
síntomas patológicos; sino que ¡les
sobrepone algo! – la sugestión – que supone ha de ser lo bastante fuerte para
impedir la exteriorización de la idea patológico. En cambio, la terapia
analítica, no quiere agregar nada, no quiere introducir nada nuevo, sino, por
el contrartio, quitar y extraer algo, y con este fin se preocupa de la génesis
de los síntomas patológicos y de sus conexiones.
Solo excepcionalmente son los
impúberes objetos sexuales exclusivos. En la mayoría de los casos llegan tan
sólo a serlo cuando un individuo cobarde e impotente acepta tal subrogado, o
cuando un instinto impulsivo inaplazable no puede apoderarse en el momento, de
un objeto más apropiado.
SEMINARIO 3 CLASE 12 LA
PREGUNTA HISTERICA.
En el análisis, el sujeto
comienza hablando de él, no les habla a ustedes; luego les habla a ustedes, más
no habla de él; cuando les haya hablado de él – que habrá cambiado
sensiblemente en el intervalo - a
ustedes, habremos llegado al fin del análisis.
Si digo que todo lo que
pertenece a la comunicación analítica tiene estructura de lenguaje, esto no
quiere decir que el inconsciente se exprese en el discurso, la Traundeutung, la
psicopatología de la vida cotidiana y el chiste lo trasparentan. Es imposible
expresar algo en los rodeos de Freud si no es porque el fenómeno analítico en
cuanto tal, cualquiera sea, tiene no que ser un lenguaje en el sentido de un
discurso. Nunca dije que era un discurso – sino que tiene que estar
estructurado como un lenguaje.
Quiere decir que es un
fenómeno que siempre presenta la duplicidad esencial del significante y del
significado. Quiere decir que el significante tiene en él su coherencia y su
carácter propios, que lo distinguen de cualquier otra especie de signo.
Este carácter del significante
marca de modo esencial todo lo que es del orden del inconsciente. La obra de
Freud con su enorme armazón filológico juzgando hasta la intimidad misma de los
fenómenos, es absolutamente imposible si no se coloca en primer plano la dominación
del significante en los fenómenos analíticos.
Les hable del otro de la
palabra, en tanto el sujeto se reconoce en él y en él hace reconocer. Ese es en
una neurosis el elemento determinante y no la perturbación de tal o cual
relación oral, anal o inclusive genital.
Lo esencial consiste en
distinguir cuidadosamente el simbolismo propiamente dicho, o sea el simbolismo
en tanto estructurado en el lenguaje, en el cual nos entendemos aquí, y el simbolismo natural.
La simple inspección de los
artículos de Freud entre 1922 y 1924 muestra que el yo nada tiene que ver con
el analítico uso que de él se hace actualmente.
Freud coloca al yo en relación
con el carácter fantasmatico del objeto. Cuando escribe que el yo tiene el
privilegio del ejercicio de la prueba la realidad, que es él quien da fe de la
realidad del sujeto – el contexto está fuera de dudas, el yo está ahí como un
espejismo, lo que Freud llamó el ideal del yo. Su función no es de objetividad,
es fundamentalmente narcisista, y el sujeto da acento de realidad a cualquier
cosa a partir de ella.
Por tanto, Freud coloca al yo
en relación con el carácter fantasmatico del objeto. La tópica freudiana del yo
muestra cómo un o una histérica, cómo un obsesivo, usa de su yo para hacer la
pregunta, es decir, precisamente para no hacerla. “la estructura de una
neurosis es esencialmente una pregunta”
Respuesta a la pregunta:
¿Quién habla?:
¿Quién es dora? Alguien
capturado en un estado sintomático muy claro, con la salvedad de que Freud,
según su propia confesión, se equivoca respecto al sujeto de deseo de dora, en
la medida en que el mismo esta demasiado centrado en la cuestión del objeto.
Se pregunta qué desea. Dora,
antes de preguntarse quien desea a dora. Freud termina percartandose de que, en
ese ballet de a cuatro – dora, su padre, el señor y la señora k – es la señora
k el objeto que verdaderamente interesa a dora, en tanto que ella misma está
identificada con el señor k, la cuestión es saber dónde está el yo de dora,
está así resuelta: el yo de dora es el señor k. la función que cumple en el
esquema del estadio del espejo la imagen especular, en el que el sujeto, ubica
su sentido para reconocerse, dodne por vez primera sitúa su yo, ese punto
externo de identificación imaginaria, dora la coloca en el señor k. en tanto
ella es el señor k todos sus síntomas cobran su sentido definitivo.
¿qué dice dora mediante su
neurosis? ¿qué dice la histérica-mujer? Su pregunta es la siguiente: ¿qué es
ser una mujer?
La disimetría del Edipo en el
hombre y la mujer se deben esencialmente al orden simbólico, que se debe,
respectivamente, al significante. En el Edipo también la mujer toma el rodeo de
la identificación con el padre, y sigue por ende los mismos caninos por el
padre, debido a la prevalencia de la forma imaginaria del falo.
En tanto la función del hombre
si la mujer esta simbolizada, en tanto es literalmente arrancada del dominio de
lo imaginario para ser situada en el dominio de lo simbólico, es que se realiza
toda posición sexual, normal, acabada “la realización genital está sometida,
como a una exigencia esencial, a la simbolización: que el hombre se virilice,
que la mujer acepte verdaderamente su función femenino”.
Inversamente, cosa menos
paradójica, la relación a partir de la cual el objeto se realiza como objeto de
rivalidad esta situada en el orden imaginario.
En la neurosis, con relación al Edipo, aquello que no se
logra simbolizar surgen en síntoma elaborado con instrumentos imaginarios.
Más allá del principio del
placer: así como la vida se reproduce, ella se ve obligada a repetir el mismo
cliclo, para alcanzar el objetivo común de la muerte. Para Freud este es el
reflejo de su experiencia. Cada neurosis reproduce un cielo particular en el
orden significante, sobre el fondo de la pregunta que la relación del hombre al
significante en tanto tal plantea.
Significante: carta 52 Freud:
Trabajo con la suposición de que nuestro mecanismo psíquico nació siguiendo una
disposición en capas, mediante un ordenamiento en el cual cada cuanto, el
material que se tiene a mano sufre una reorganización según nuevas relaciones y
un trastocamiento en la inscripción, una reinscripción.
El nacimiento del significante
es la simultaneidad, y también su existencia es una conexión sincrónica.
Sin duda, lo real en juego no
debe tomarse en el sentido en que lo entendemos
habitualmente, que implica objetividad, confusión que se produce sin
cesar en los escritos analíticos. Lo subjetivo aparece en lo real en tanto
supone que tenemos enfrente un sujeto capaz de valerse del significante, del
juego del significante, y capaz de usarlo del mismo modo que nosotros lo
usamos; no para significar algo, sino precisamente, para engañar acerca de lo
que ha de ser significado.
Si el psicoanálisis nos enseña
algo, es precisamente que el desarrollo del ser humano no puede en modo alguno
ser directamente deducible de la construcción, de las interferencias, de las
composiciones, vale decir, de los instintos. El mundo, en el que vivimos, en medio
del cual nos orientamos, y sin el cual de ningún modo podemos orientarnos, no
implica solamente la existencia de las significaciones, sino el orden del
significante.
“si el comlplejo de Edipo no
es la introducción del significante, les pido que me den de él alguna
concepción distinta. Su grado de colaboración sólo es tan esencial para la
normalización sexual porque introduce el funcionamiento del significante en
tanto tal en la conquista del susodicho hombre o mujer.
Pero aún es necesario que el
sujeto adquiera el orden del significante, lo conquiste, sea colocado respecto
a él en una relación de implicación que lo afecte en su ser, lo cual culmina en
la formación de lo que llamamos en nuestro lenguaje el superyó.
En el histérico ¿en qué
estriban los síntomas, si no es en la implicación del organismo humano en algo
que está estructurado como lenguaje; debido a lo cual determinado elemento de
su funcionamiento entrará en juego como significante.
Freud articula enérgicamente,
incluso en el texto sobre el presidente Schreber, la radical distinción que
existe entre convicción pasional y convicción delirante. La primera surge de la
proyección intencional: por ejemplo, los celos que hacen que esté celoso en el
otro de mis propios sentimientos, en los
que impuso al otro mis propias pulsiones de infidelidad. En lo que respecta a
la segunda, Freud tiene esta formula: lo que fue rechazado del interior
reaparecerá en el exterior, o también, como se intenta expresarlo en un
lenguaje amplificador, lo que ha sido suprimido en la idea reaparecerá en lo
real. Pero ¿qué quiere decir esto? Para lo anterior, hay que dar fe de las
dificultades conceptuales en las que uno se ve envuelto si confunde aunque más
no sea un poco, la noción de realidad con la de objetividad, incluso con la de
significación, si se pasa realidad diferente a la de la experiencia de lo real,
a una realidad en el sentimiento de lo real.
En el caso de schreber, vemos
al comienzo un periodo de trastorno. Reconstruyéndolos podemos encontrar, salvo
algunos detalles, toda la apariencia de la significación y de los mecanismos
cuyo juego apreciamos en la neurosis. Nada se asemeja tanto a una
sintomatología neurótica como una sintomatología pre sicótica. Una vez hecho el diagnostico, se nos dice
entonces que ahí el inconsciente está desplegado afuera, que todo lo que es el
id paso al mundo externo, y que las significaciones en juego son tan claras que
justamente no podemos intervenir.
¿a partir de qué momento
decimos que el sujeto pasó la barrera, que está en el delirio? Tenemos el
periodo prepsicotico. Nuestro presidente scrheber vive algo cuya índole es la
perplejidad. Nos da, en estado viviente, esa pregunta que yo les decía estar en
el fondo de toda forma neurótica. Es presa uno lo dice retroactivamente – de
extraños presentimientos, es invadido bruscamente por esa imagen, la que menos
hubiera uno penasdo que iba a surgir en la mente de un hombre de su especie y
estilo, que debe ser muy agradable ser una mujer sufriendo el acoplamiento es
un periodo de confusión pánico ¿basta esto para ubicar la entrada en la
psicosis? De ninguna manera. Ejemplo:
Katan: hombre joven en
pubertad, inducido por un camarada se interesa por un joven que es la misma de
interés del camarada, una vez sufrientemente avanzado en su identificación a su
camarada, la joven caerá a sus brazos. Lo anterior es un mecanismo de compensación
imaginaria, compensación imaginaria del Edipo ausente, que le hubiera dado la
virtualidad del Edipo ausente, no de la imagen paterna, sino del significante,
del NOMBRE DEL PADRE.
Cuando la psicosis estalla, el
sujeto se comportará como antes, como homosexual inconsciente. Todo su
comportamiento en relación al amigo que es el elemento piloto de su tentativa
de estructuración en el momento de la pubertad, reaparece en su delirio. ¿a
partir de que momento delira? A partir del momento en que dice que su padre le
persigue para matarlo, para robarlo, para castrarlo. Pero el punto esencial,
que nadie subraya, es que el delirio comienza a partir del momento en que la
iniciativa viene de otro con mayúscula, en que la iniciativa, está fundada en
una actividad subjetiva. El otro quiere esto y quiere sobre todo que se sepa,
quiere significarlo.
En cuanto hay delirio,
entramos a todo trapo en el dominio de una intersubjetividad, de la cual todo
el problema está en saber porqué es fantasmática. Lo que encontramos en esta
sintomatología siempre es lo que ya les indique el año pasado en relación al
sueño de la inyección de irma: los sujetos inmiscuidos. ¿Quién habla?.
Lo propio de la dimensión
intersubjetiva, es que tiene en lo real un sujeto capaz de servirse del
significante en tanto tal, esto es, no para informar, sino muy precisamente
para engañar a uno. El nombre del padre.
La defensa, en efecto, es
esto, en tanto tiene una relación esencial con el significante, no con la prevalencia de la significación,
sino con la idolatría del significante en tanto tal. Los sujetos inmiscuidos
¿no es eso precisamente lo que se nos aparece en el delirio? Ejemplo: notese
toda la diferencia que hay entre “el medico jefe que hizo operar al enfermo por
su interno, y el medico jefe que tenia que operar al enfermo, lo hizo operar
por su interno.
Se dan cuenta de que aunque
culmine en la misma acción quiere decir dos cosas completamente diferentes.
Todo trascurre cual si el sujeto reaccionase a él mediante una tentativa de
restitución, de compensación. La crisis se desencadena fundamentalmente por una
pregunta: ¿qué es…? no sé. Supongo que
el sujeto reacciona a la ausencia de significante por la afirmación tanto más
subrayada de otro.
En el ser humano las
significaciones más cercanas a la necesidad, las significaciones relativas a la
inserción más animal en el medio circundante en tanto nutritivo, y en tanto
cautivante, las significaciones primordiales están sometidas, en su sucesión e
instauración misma, a leyes que son las del significante.
El complejo de Edipo es
esencial para que el sujeto pueda acceder a una estructura humanizada de lo
real. Para que haya realidad, para que el acceso a la realidad sea suficiente,
para que el sentimiento de realidad sea un justo guía, para que la realidad no
sea lo que es en la psicosis, es necesario que el complejo de Edipo haya sido
vivido. Sin embargo, solo podemos articular este complejo, su cristalización
triangular, sus diversas modalidades y consecuencias, su crisis terminal,
llamada su declinar sancionada por la introducción del sujeto en una nueva
dimensión, en la medida en que el sujeto es a la vez el mismo y los otros dos
participantes. El termino de identificación que ustedes usan a cada momento, no
significa otra cosa. Hay allí pues intersubjetividad y organización dialéctica.
Esto es impensable, a menos que el campo que delimitamos en los nombres de
Edipo tenga una estructura simbólica.
A diferencia de la neurosis y
a pesar de tener en común los mecanismos de festación, en la psicosis no se
tiene en sí mismo significación propia. A cada minuto muestra experiencia, nos
hace sentir que hay significante humanas no podría establecerse. ¿acaso todas
las mitologías no explican esto mismo? Estas mitologías apuntan a la
instalación, al mantenimiento en pie del hombre en el mundo. Le hacen saber
cuáles son los significantes primordiales, cómo concebir su relación y su
genealogía.
NO EXISTE NEUROSIS SIN EDIPO.
En la psicosis estamos en un
agujero, en una falta a nivel del significante.
Estamos seguros que los
neuróticos se hicieron una pregunta. Los psicóticos, no es tan seguro. Quizá la
respuesta les llegó antes que la pregunta: es una hipótesis.
No hay preguntas para un
sujeto sin que haya otro a quien se le haya hecho. Alguien me decía recientemente
en un análisis. A fin de cuentas, no tengo nada que pedir a nadie. Era una
confesión triste. Le hice notar que en todo caso, si tenia algo que pedir era
forzoso que se le pidiese a alguien.
No somos demasiado exigentes
en cuanto al rigor de nuestras articulaciones, y puesto que aprendimos de Freud
que el principio de contradicción no funciona en el inconsciente, formula
sugestiva e interesante, pero, si una se queda en ella, un poco limitada –
cuando algo no camina en un sentido se lo explica por su contrario.
Esto puede provocar bastantes
conflictos, pero, esencialmente, no se trata de las contestaciones conflictivas
que se explican en las neurosis por una descompensación significativa. En la
psicosis el significante está en causa, y como el significante nunca está solo,
como siempre forma algo coherente – es la significación misma del significante
– la falta de un significante lleva necesariamente a poner en tela de juicio el
conjunto del significante.
En las neurosis, la
significación desaparece por un tiempo, eclipsada, y va a andar en otro lado;
mientras que la realidad aguanta bien el golpe. Defensas como estas no son
suficientes en el caso de la psicosis y lo que debe proteger al sujeto aparece
en la realidad. Este coloca fuera lo que puede conmover la pulsión instintiva
que hay que enfrentar.
Podemos también formular la
pregunta en sentido inverso, a saber: ¿Qué ocurre cuando la verdad de la cosa
falta, cuando ya no hay nada para presentarla en su verdad, cuando, por
ejemplo, el registro del padre está ausente? ¿qué ocurre si se produjo cierta
falta en la función del padre?
Esta verdadera desposesión
primitiva del significante será lo que el sujeto tendrá que cargar, y aquello
cuya compensación, deberá asumir, largamente, en su vida, a través de una serie
de identificaciones puramente conformistas a personajes que le darán la
impresión de que hay que hacer algo para ser hombre.
Metodológicamente, tenemos el
derecho de aceptar entonces el testimonio del alienado sobre su posesión
respecto al lenguaje y tenemos que tomarlo en el análisis del conjunto de las
relaciones del sujeto con el lenguaje.
Schreber mismo nos indica que
algo en él, en un momento dado, se vio profundamente perturbado.
Esta problemática se inserta
entre la imagen del yo, y esa imagen sobrelevada encumbrada con respecto a la
primera, la del otro con mayúsculas, la imago paterna, en tanto instaura la
doble perspectiva, dentro del sujeto, del yo y del ideal del yo, para no hablar
en esta ocasión del superyó. Tenemos la impresión de que en tanto no adquirió,
o bien perdió ese otro, que se encuentra con otro puramente imaginario, el otro
disminuido y caído con quien solo son posibles relaciones de frustración: ese
otro lo niega, literalmente lo mata. Este otro es lo más radical que puede
haber en la alienación imaginaria.
Notas del cuaderno con opinión
personal:
Pag. 71 ¿Qué es el análisis de las resistencias?
No es, como se entiende, si no
a formularlo – y se lo formula - les daré
múltiples ejemplos – mucho más a practicarlo no es intervenir ante el sujeto
para que este tome conciencia de la forma en que sus aficiones, sus prejuicios,
el equilibrio de su yo, le impide ver. No es una persuasión que muy pronto cae
en la sugestión. No es reforzar, como se dice, el yo del sujeto, o encontrar un
aliado en su parte sana. No es convencer, es, en cada momento de la relación
analítica, saber en qué nivel debe ser aportada la respuesta. Ella concierne a
su historia en tanto que él la desconoce y es eso lo que expresa, muy a pesar
suyo, a través de toda su conducta, en la medida en que oscuramente busca
reconocerla. Su vida está orientada por una problemática que no es la de lo
vivido, sino la de su destino, a saber: ¿qué significa su historia?
METONIMIA SEMINARIO 3 LACAN
La significación última es la
idea del nombre del padre, tal y como Freud lo expresó en Moises.
El padre es una realidad
sagrada en sí misma, más espiritual que cualquier otra, porque, en suma, nada
en la realidad vivida indica, hablando estrictamente, su función, su presencia,
su dominancia. Se trata de una dramatización esencial por la cual entra en la
vida una superación interna del ser humano: el símbolo del padre. Sin embargo,
en el momento de llegar a la psicosis, es como si Freud fuese atrapado por un
enigma más profundo. Dice: los paranoicos, los delirantes, los psicóticos, aman
el delirio como se aman a sí mismos.
Freud tuvo el sentimiento
profundo de que, en las relaciones del sujeto psicótico con su delirio, algo
rebasa el juego del significado y las significaciones, el juego de lo que
llamaremos más tarde las pulsiones del id. Hay ahí una afección, una
vinculación, una presentificación esencial, cuyo misterio surge casi intacto
para nosotros; el delirante, el psicótico se aferra a su delirio como a algo
que es él mismo.
Ahora, es el momento… ¡de
doblegarlo! Esta es la expresión implícita que tiene peso significativo.
Nuestro sujeto nos hace saber que no esta alucinado. Esta colocado en el vilo,
en lo que queda de vacío después de la parte gramatical o sintáctica de la
frase, formada por palabras auxiliares, articulatorias, conjuntivas o adverbiales,
y verbalizabas de manera súbita y como exterior, en tanto frase del otro. Es
una frase de ese sujeto a la vez vacía y plena, que llamé el entre-yo (je) del
delirio.
LA VIVENCIA DILETANTE DEL
SUJETO DA EN SÍ MISMA SU ESENCIA EN EL FENÓMENO.
Incluso cuando las frases
pueden tener un sentido, nunca se encuentran en ellas nada que se asemeje a una
metáfora. Pero ¿qué es una metáfora? La metáfora no es una cosa sobre la
cual hablar sea lo más fácil del mundo. Bossuet
dice que es una comparación abreviada, pero que siempre debe de estar
contextualizada. Sin embargo, en la
metáfora, precisamente porque se atiende al contexto, DENTRO DE ELLA NO HAY
COMPARACIÓN SINO IDENTIFICACIÓN. La dimensión de la metáfora debe sernos de
acceso menos difícil que a otros, con la sola condición de que reconozcamos
cómo la llamamos habitualmente, a saber, identificación. Esta es la ambigüedad
del significante y el significado. Sin la estructura significante, es decir,
sin la articulación predicativa, sin la distancia mantenida entre el sujeto y
sus atributos, no podría calificarse a la gavilla de avara y odiosa. Porque hay
una sintaxis, un orden primordial de significante, el sujeto es mantenido
separado, diferente de sus cualidades. Está totalmente excluido que un animal
haga una metáfora, aunque no tengamos razón alguna para pensar que no tenga él
también la intuición de lo generoso y de lo que puede acordarle fácilmente y en
abundancia todo lo que desea. Pero, en la medida en que no tiene la
articulación, lo discursivo – que no es simplemente la significación, con lo
que conlleva de atracción y repulsión, sino alienamiento del significante – la
metáfora es impensable en la psicología animal de la atracción, del apetito y
del deseo. CUANDO SE HABLA DE SIMBOLISMO, SE DESCUIDA LA DIMENSIÓN VINCULADA A
LA EXISTENCIA DEL SIGNIFICANTE, A LA ORGANIZACIÓN DEL SIGNIFICANTE.
Todos conocen la afasia de
Wernicke. El afásico encadena una serie de frases de carácter dramatical
extraordinariamente desarrollado. Dirá: sí, comprendo. Ayer, cuando estaba allá
arriba, ya dijo, y quería, le dije, no es eso, la fecha, no exactamente, no
esa… El sujeto muestra así un completo dominio de todo lo que es articulación,
organización, subordinación y estructuración de la frase, pero queda siempre al
margen de lo que quiere decir. Ni por un instante se puede dudar que lo que
quiere decir está presente, pero no alcanza a dar una encarnación verbal de
aquello hacia lo que la frase apunta. Desarrolla en torno a ella toda una
franja de verbalización sintáctica, cuya complejidad y nivel de organización
están lejos de indicar una pérdida de atención del lenguaje. Pero, si le piden
una definición, un equivalente sin siquiera querer alcanzar la metáfora, si lo
enfrentan a ese uso del lenguaje que la lógica llama metalenguaje, o lenguaje
sobre el lenguaje, esta perdido.
Cuando Schreber escucha Factum
est, y eso se detiene, es, sin duda alguna, un fenómeno que se manifiesta a
nivel de las relaciones de contigüidad. Las relaciones de contigüidad dominan,
como consecuencia de la ausencia o de una deficiencia de la función de
equivalencia significativa mediante la similitud.
El afásico del que hablaba no
podía ir al grano. A ello se debe su discurso en apariencia vacío, que, cosa
curiosa, incluso en los sujetos con más experiencia, en los neurólogos, provoca
siempre una risa embarazada. Tenemos enfrente un personaje que está ahí,
sirviéndose de inmensos bla blás, extraordinariamente articulados, a veces
ricos en inflexiones, pero que nunca puede llegar al núcleo de lo que tiene que
comunicar. El desequilibrio del fenómeno de contigüidad que pasa a primer plano
en el fenómeno alucinatorio, y a cuyo alrededor se organiza todo el delirio, no
deja de serle análogo.
Si usando la técnica de
asociación verbal, tal como se practica en el laboratorio, le proponen al
sujeto una palabra como choza, hay más de un modo de responde. Choza- quémenla.
El sujeto puede también decir casucha o cabina – ahí ya está el equivalente
sinonímico, si alcanzamos un poquito más llegaremos a la metáfora, diciendo
madriguera por ejemplo. Pero, también hay otro registro. Si el sujeto dice por
ejemplo techo ya no es exactamente lo mismo. Una parte de la choza permite
designarla entera, podemos hablar de una aldea de tres techos, para decir de
tres casitas. Se trata ahí de evocación. El sujeto puede también decir
suciedad, o pobreza. Ya no estamos en la metáfora, estamos en la metonimia.
La oposición de la metáfora y
la metonimia es fundamental, ya que lo que Freud originalmente colocó en un
primer plano en los mecanismos de la neurosis, al igual que en los fenómenos
marginales de la vida normal o el dueño, no es ni la identificación ni la
dimensión metafórica. Todo lo contrario. De manera general, lo que Freud llama
condensación en retórica se llama metáfora; lo que llama desplazamiento, es
metonimia. La estructuración, la existencia lexical del conjunto del aparato
significante son determinantes para los fenómenos presentes en la neurosis,
pues el significante es el instrumento con el que se expresa el significado
desaparecido. Por esta razón, al atraer la atención sobre el significante, no
hacemos más que volver al punto de partida del descubrimiento freudiano.
METAFORA Y METANIMIA II
CAPITULO 18
SEMINARIO 3
El déficit, para abordar las
cosas desde este ángulo tiene dos vertientes. La primera es la disolución del
vínculo de la significación intencional con el aparato del significante. El
sujeto conserva dicho aspecto globalmente, pero no logra sin embargo dominarlo
en función de su intención. La segunda, es la disolución del vínculo interno al
significante.
De acuerdo a una especie de
ley general de ilusión concerniente a lo que se produce en el lenguaje, lo que
aparece en primer plano no es lo importante. Lo importante es la oposición
entre dos clases de vínculos que son ambos internos del significante. Primero
el vínculo posicional, que es el fundamento del vínculo que hace poco llamé
proposición. En una determinada lengua, instaura esa dimensión esencial que es
el orden de las palabras. Para que lo comprendan basta recodarles que Pedro
pega a Pablo no es equivalente a Pablo pega a Pedro.
En suma, una metáfora se
sostiene ante todo mediante una articulación posicional.
Lo importante no es que la
similitud esté sostenida por el significado – todo el tiempo cometemos este
error – sino que la transferencia de significado sólo es posible debido a la
estructura misma del lenguaje. Todo el lenguaje implica metáfrasis y
metalengua, el lenguaje que habla del lenguaje, porque debe virtualmente
traducirse. La transferencia de significado, tan esencial en la vida humana,
sólo es posible debido a la estructura del significante.
Métanse bien en la cabeza que
el lenguaje es un sistema de coherencia posicional. En un segundo tiempo, que
este sistema se reproduce en su propio seno con extraordinaria y aterradora
fecundidad. No por nada la palabra PROLIJIDAD es la misma que la palabra
PROLIFERCIÓN. Prolijidad es la palabra aterradora. Todo uso del lenguaje
suscita un estremecimiento, que detiene a la gente y se traduce por el miedo a
la intelectualidad. Intelectualiza demasiado, dicen. Esto sirve de coartada al
temor al lenguaje. En realidad, observarán que hay verbalismo cuando se comete
el error de otorgarle demasiado peso al significado, mientras que toda
operación del construcción lógica adquiere su verdadero alcance avanzado en el
sentido de la independencia del significante y del significado.
Las matemáticas en cambio,
utilizan un lenguaje de puro significante, un metalenguaje por excelencia.
Cuando leemos a los retórico, nos percatamos de que jamás llegan a una
definición completamente satisfactoria de la metáfora y de la metonimia. Surge
así, por ejemplo, esta formula: la metonimia es una metáfora pobre. Cabe decir
que la cosa debe tomarse exactamente en sentido contrario: la metonimia es
inicial y hace posible la metáfora. Pero la metáfora es de grado distinto a la
metonimia.
Estudiamos los fenómenos más
primitivos, y tomemos un ejemplo especialmente vívido para nosotros, los
analistas. ¿hay acaso algo más primitivo como expresión directa de una
significación, es decir de un deseo, que lo que Freud cuenta sobre su hijita
menor – la que luego adquirió un lugar tan interesante en el análisis, Anna-¿
Anna dormida – las cosas están, lo ven, en estado puro - habla en sueños: grandes fresas, frambuesas,
flanes, papillas. Esto es algo que parece significado en estado puro. Y es la
forma más esquemática, más fundamental, de la metonimia. Sin ninguna duda desea
esas fresas, esas frambuesas. Pero no es obvio que esos objetos estén ahí todos
juntos. Que estén ahí, yuxtapuestos, coordinados en la nominación articulada se
debe a la función posicional que los coloca en posición de equivalencia. Este
es el fenómeno esencial. Si hay algo que muestra indiscutiblemente que no se
trata de un fenómeno de pura y simple expresión, que una psicología, digamos,
jungiana, haría captar como sustituto imaginario del objeto llamado, es
precisamente que la frase comienza ¿con qué? Con el nombre de la persona, Anna
Freud. Es una niña de diecinueve meses, y estamos en el plano de la nominación,
de la equivalencia, de la coordinación nominal, de la articulación significante
en cuanto tal. Sólo dentro de este marco es posible la transferencia de
significación. Este es el núcleo del pensamiento freudiano. La obre comienza
con el sueño, sus mecanismos de condensación y desplazamiento, de figuración,
todos pertenecen al orden de la articulación metonímica, y sobre esta base
puede intervenir la metáfora. El lenguaje, para nacer, debe siempre ya estar
tomado en su conjunto. En cambio, para que pueda ser tomado en su conjunto es
necesario que primero sea tomado por el lado del significante. Se habla del
carácter concreto del lenguaje del niño. Al contrario de lo que parece, esto es
algo que se relaciona con la contigüidad. Alguien recientemente me confió la
expresión de su hijo, un niño de dos años y medio, quien atrapo a su madre que
se inclinaba para decirle buenas noches llamándola: mi gorda muchacha llena de
nalgas y músculos. Este lenguaje, evidentemente, no es el mismo que el de su
gavilla no era ni avara ni odiosa. El niño todavía no hace esto. Tampoco dice
que el amor es un guijarro que ríe al sol. Se dice que el niño comprende la
poesía surrealista y abstracta, que sería un retorno a la infancia. Es una
idiotez: los niños detestan la poesía surrealista y ciertas etapas de la
pintura de Picasso les repugnan. ¿por qué? Porque todavía no llegaron a la
metáfora, sino a la metonimia. ¿por qué son ambas fundamentalmente necesarias?
¿en qué se diferencian? Esto es algo que se afirma con respecto a un tercer
término. Si al hombre le es tan necesario usar la palabra para encontrar o para
no perderse, es función de su propensión natural a descomponerse en presencia
del otro.
Voy a dar otro ejemplo.
Conocen esas famosas equivalencias que el delirante Schereber dice son
formuladas por los pájaros del cielo, desfilando en el crepúsculo. Encontramos
en ellas las asonancias: Santiago o Cartago, chinesenthum o jesus-chistum. ¿es
simplemente absurdo lo que podemos retener ahí? El hecho que impacta a schreber
es que los pajaros del cielo no tienen cerebro. Freud no tiene duda al
respecto: son jovencitas.
Pero lo importante no es la
asonancia sino la correspondencia término a término de elementos de
discriminación muy cercanos, que sólo tienen alcance, para un políglota como
Schreber, dentro del sistema lingüístico almenan.
Schreber, con toda su perspicacia,
muestra una vez más que lo buscado es del orden del significante, es decir de
la coordinación fonemática. La palabra latina jesus cristum sólo es aquí, lo
sentimos, un equivalente de chinsenthum en la medida en que en alemán la
terminación tu, tiene una sonoridad particular. La promoción del significante
en cuanto tal, la pusta en claro de esa subestructura siempre oculta que es la
metonimia, es la condición de toda investigación posible de los trastornos
funcionales del lenguaje en la neurosis y
la psicosis.
CLASE 19 CONFERENCIA: FREUD EN
EL SIGLO.
Nunca podré recomendar lo
suficiente, a aquellos de ustedes que frecuentan la literatura analítica – y
dios sabe que se ha vuelto enorme, casi difusa - que unan a esa lectura una dosis al menos
proporcional de lectura de Freud mismo. Verán resplandecer la diferencia.
Pienso en efecto, que
paradójicamente son los mejores, muchachos terriblemente inteligentes. Temen
serlo, y se dan miedo: ¿adónde iríamos si nos dejáramos llevar por nuestra
bella inteligencia? Entonces inician un análisis donde se les enseña que su
intelectualización es una forma de resistencia. Cuando salen de él, están
encantados, aprendieron con que vara se medía esa famosa intelectualización que
durante largo tiempo fue para ellos una barrera. Llegados ahí, mi discurso ya
no puede estarles destinado.
¿cómo pudo omitirse el papel
fundamental de la estructura del significante? Evidentemente, comprendemos
porque. Lo que se expresa en el seno del aparato y del juego del significante
es algo que sale del fondo del sujeto, algo que puede llamarse su deseo. A
partir del momento en que el deseo está capturado por el significante, es un
deseo significado. Y todos estamos entonces destinados por la significación de
ese deseo. Y olvidamos, a pesar de que Freud lo recuerda, el aparato del
significante.
Freud, sin embargo, subraya
que la elaboración del sueño es lo que hace del sueño el primer modelo de la
formación de síntomas. Ahora bien, esta elaboración se asemeja mucho a un
análisis lógico y gramatical, que se ha vuelto simplemente un poco más erudito
que el que hacíamos cuando íbamos a la escuela.
Por otra parte, hubo que
esperar hasta nuestra época para que algún bienintencionado docto señale el
parentesco de la obra de Freud con la Naturphilosophie que reinó en Alemania a
comienzos del siglo XIX. ¿por qué la gente honesta culta, vio de inmediato en
la obra de Freud no se qué exceso de cientificismo? ¿por qué los científicos
mismos, que parecían contrariados por los resultados y la originalidad del
método cuyo estatuto no identificaron de inmediato, nunca intentaron remitir a
Freud a la filosofía vitalista o irracionalista que era entonces mucho más
vivaz?
Quizás ustedes ya han oído
hablar de la famosa tópica freudiana. Temo que hayan escuchado demasiado hablar
de ella, pues el modo en que es interpretada va en sentido contrario de aquello
para lo que Freud la introdujo. Freud hizo una teoría del yo, anterior a esta
tópica que ahora ocupa el primer plano, a partir de 1914, con su artículo
capital, introducción al narcisismo.
La referencia principal, única
de la teoría y la práctica analítica actuales, a saber, las famosas etapas
llamadas pregenitales de la libido, que se suele pensar que son el inicio de la
obra freudiiana, son de 1915, el
narcisismo es de 1914.
Freud enfatizó la teoría del
yo con fines que no se pueden desconocer. Se trataba de evitar dos escollos. El
primero, es el dualismo. Hay una especie de manía en cierto número de analistas
que consiste en hacer del inconsciente otro yo, un yo malo, un doble, un
semejante simétrico del yo, cuando en cambio la teoría del yo en Freud está
hecha para mostrar que lo que llamamos nuestro yo es cierta imagen que tenemos
de nosotros mismos, que nos proporciona un espejismo, de totalidad sin duda.
Esos espejismos-pilotos, para nada polarizan al sujeto en el sentido del
conocimiento de sí que se llama profundo; en lo que a mi respecta no tengo
mucho apego por ese adjetivo. La función del yo designada principalmente por
Freud como análoga en todo lo que se llama en la teoría de la escritura un determinativo.
De 1920 a 1924 Freud sabe que
ya no le queda mucho tiempo de vida, y va directamente al fondo del problema, a
saber, el automatismo de repetición.
Esta noción de repetición nos incomoda hasta el punto que se atenta reducirla
a una repetición de necesidades. Si, en cambio, leemos a Freud, vemos que el
automatismo de repetición, está fundado en la pregunta que le formula la
insistencia de una palabra que en el sujeto, regresa hasta haber dicho su
palabra, una palabra que debe regresar, a pesar de la resistencia del yo que es
defensa, es decir: adhesión al contrasentido imaginario de la identificación al
otro. La repetición es fundamentalmente insistencia de una palabra.
Esta es la ultima palabra, el
hilo de Ariadna que atraviesa toda la obra de Freud. De cano a rabo, desde el
descubrimiento del complejo de Edipo hasta moises y el monoteísmo, pasando por
la paradoja, extraordinaria desde el punto de vista científico, de tótem y
tabú, Freud personalmente solo se formuló una única pregunta: ¿cómo ese sistema
del significante sin el cual no hay encarnación posible, ni de la verdad, ni de
la justicia, cómo ese logos literal puede tener influencia sobre un animal que
ni sabe qué hacer con el, ni puede curarse de él?. Ya que en grado alguno
interesa sus necesidades. Es, sin embargo, precisamente esto lo que hace el
sufrimiento neurótico.
El hombre está poseído
efectivamente por el discurso de la ley, y con el se castiga, en nombre de esa
deuda simbólica que no cesa de pagar cada vez más en su neurosis. ¿Cómo puede
establecerse esta captura, cómo entra el hombre en esa ley, que le es ajena,
con la que, como animal, nada tiene que ver? Para explicarlo Freud construye el
mito del asesinato del padre. No digo que sea una explicación, pero muestro
porqué Freud fomentó ese mito. Es necesario que el hombre tome partido en él
como culpable. Esto subsiste en la obra de Freud hasta el final, y confirma lo
que aquí presento, y que en otro lado enseño. A partir de aquí, ¿Cuál es el
centro de gravedad del descubrimiento freudiano, cual es su filosofía? Para
dejar en su proporción, en su lugar, las verdades positivas que aportó, no
olvidemos que su inspiración es fundamentalmente pesimista. Niega toda
tendencia al progreso. Es fundamentalmente ami-humanista, en la medida en que
en el humanismo existe ese romanticismo que quiere hacer del espíritu la flor
de la vida. Freud debe situarse en una tradición realista y trágica, lo que
explica que sus luces nos permitan hoy comprender y leer a los trágicos
greigos.
CLASE 20
La aparente contradicción
formal que pueden encontrar al decir Freud que los sueños se expresan
preferentemente en imágenes, es resituada y colocada nuevamente en su sitio a
partir del momento en que muestra de que tipo de imágenes se trata: a saber,
imágenes que intervienen en una escritura es decir, ni siquiera en su sentido
propio, ya que algunas esteran allí, no
para ser leídas, sino simplemente para aportar un exponente a lo que debe ser
leído, sin el cual este permanecería enigmático.
De golpe, entonces, compara
con sorprendente concisión las tres grandes neuropsicosis. Es así, dice, como
lo que un histérico expresa vomitando, un obsesivo lo expresará tomando medidas
protectoras sumamente penosas contra la infección, mientras que un parafrénico
se verá llevado a quejas y sospechas. En los tres casos, serán diferentes
representaciones del anhelo del paciente de llegar a lo que está reprimido en
su incosciente, y su reacción defensiva contra este hecho.
Indicamos al pasar que lo que
caracteriza la posición histérica es una pregunta que se relaciona justamente
con los dos polos significantes de lo masculino y lo femenino. El histérico la
formula con todo su ser: ¿cómo se puede ser varón o ser hembra? Esto implica,
efectivamente, que el histérico tiene de todos modos la referencia. La pregunta
es aquello en lo cual se introduce y se conserva toda la estructura del
histérico, con su identificación fundamental al individuo del sexo opuesto al
suyo, a través de la cual interroga a su propio sexo. A la manera histérica de
preguntar o... o… se opone la respuesta del obsesivo, la denegación, ni… ni---
ni varón ni hembra. Esta denegación se hace sobre el fondo de la experiencia
mortal y el escamoteo de su ser a la pregunta, que es un modo de quedar suspendida
de ella. El obsesivo precisamente no es ni una ni otro; puede también decirse
que es uno y otro a la vez.
¿cómo no ver en la
fenomenología de las psicosis que todo, desde el comienzo hasta el final, tiene
que ver con determinada relación del sujeto con ese lenguaje promovido de golpe
a primer plano de la escena, que habla por sí solo, en voz alta tanto en su
sonido y furia, como en su neutralidad? Si el neurótico habita el lenguaje, el
psicótico es habitado, poseído por el lenguaje.
Sucede que tomamos
pre-psicoticos en análisis, y sabemos cuál es el resultado: el resultado son
psicóticos. La pregunta acerca de las contraindicaciones del análisis no se
plantearía si todos no tuviésemos presente tal caso de nuestra práctica, o de
la práctica de nuestros colegas, en que una linda y hermosa psicosis – psicosis
alucinatoria, no hablo de una esquizofrenia precipitada – se desencadena luego
de las primeras sesiones de análisis un poco movidas; a partir de entonces el
bello analista se trasforma rápidamente en un emisor que le hace escuchar todo
el día al paciente qué debe y qué no debe hacer. El desfallecimiento del sujeto
en el momento de abordar la palabra verdadera sitúa su entrada, su
deslizamiento, en el fenómeno crítico, en la fase inaugural de la psicosis.
Esta es, evidentemente, una ausencia irreparable para toda búsqueda
experimental. No hay ningún medio de captar, en el momento en que falta, algo
que falta. En el caso del presidente schreber sería la ausencia del
significante masculino primordial, al que pudo parecer igualarse durante años:
parecía sostener su papel de hombre, y ser alguien, igual a todo el mundo. La
virilidad también significa algo para él, porque también es objeto de sus vivas
protestas en el momento de irrupción del delirio, que de entrada se presenta
bajo la forma de una pregunta sobre el sexo, un llamado que le viene desde
afuera como el fantasma: qué bello sería ser una mujer sufriendo el
acoplamiento. El desarrollo del delirio expresa que no hay para él ningún otro
modo de realizarse, de afirmarse como sexual, sino admitiéndose como una mujer,
como transformado en mujer. Este es el eje del delirio. Porque deben
distinguirse dos planos.
En suma, nos vemos llevados a
esta distinción, que sirve de trama a todo lo que dedujimos hasta el momento de
la estructuración misma de la situación analítica: a saber, lo que llame el
otro con minúscula y el otro absoluto.
El primero, el otro con a
minúscula, es el otro imaginario, la alteridad en espejo, que nos hace depender
de la forma de nuestro semejante. El segundo, el otro absoluto, es aquel al que
nos dirigimos más allá de ese semejante, aquel que estamos obligados a admitir
más allá de la relación de espejismo, aquel que frente a nosotros aceptamos o
rechazamos, aquel que en ocasiones nos engaña, del que nunca podemos saber si
no nos engaña, aquel a quien siempre nos dirigimos. Su existencia es tal que el
hecho de dirigirse a él, de tener un lenguaje con él, es más importante qu todo
lo que puede estar en juego entre él y nosotros.
En efecto, hay una
discordancia patente entre la posición freudiana según la cual el recién
nacido, a su entrada al mundo, está en una relación llamada autoerótica, o sea
una relación en la que el objeto no existe, y la observación clínica de que
desde el inicio de la vida, sin duda, tenemos todos los signos de que toda
clase de objetos existen para el recién nacido. Esta dificultad sólo puede
solucionarse distinguiendo el otro imaginario, en tanto estructuralmente es la
forma originaria del campo en que se estructura para el recién nacido humano
una multiplicidad de objetos, y el otro absoluto, el otro con A mayúscula, que
es, sin duda, hacia lo que Freud apunta – los analistas luego lo descuidaron –
cuando habla de la no existencia, en el origen, de ningún otro.
Existe una buena razón para
esto, que este otro está todo en sí, dice Freud, pero a la vez esta enteramente
fuera de sí.
En la edad media se hacía la
diferencia entre lo que llamaban la teoría física y la teoría extática del
amor. Se planteaba así la cuestión de la relación del sujeto con el otro
absoluto. Digamos, que para comprender las psicosis debemos hacer que se
recubran en nuestro esquemita la relación amorosa con el otro como radicalmente
otro, con la situación en espejo, de todo lo que es del orden de lo imaginario,
del animus, y del anima, que se sitúa según los sexos en uno u otro lugar.
¿qué diferencia a alguien que
es psicótico de alguien que no lo es? La diferencia se debe a que es posible
para el psicótico una relación amorosa
que lo suprime como sujeto, en tanto admite una heterogeneidad radical del
otro. Pero ese amor es también amor muerto.
EL PSICOTICO AMA SU DELIRIO
COMO A SÍ MISMO.
CLASE 22 “TU ERES EL QUE ME
SEGUIRÁ”
Eso me contestó hace poco una
mujer encantadora cuyo interés por estos temas intentaba yo despertar
proponiéndole el problema de la diferencia que hay entre soy la mujer que no te
abondonaré y soy la mujer que no te abandonará. Debo decir que no tuve ningún
éxito. No quiso interesarse por ese matiz, a pesar de su importancia, que ya
ustedes habrán percibido.
Les mostraré hasta el momento
la duplicidad de ese otro, entre el otro imaginario y el otro con mayúsculas.
Pido disculpas por citarme, más para qué sirve pulir las propias formulas si no
es para utilizarlas. Digo: luego, el otro es el lugar donde se constituye el yo
(je) que habla con el que escucha. Digo esto luego de algunos comentarios sobre
el hecho de que siempre hay otro más allá de todo diálogo concreto, de todo
juego interpsicológico. La formula que cité debe ser tomada como punto de
partida, se trata de saber a qué conduce.
Quisiera que apreciasen toda
la diferencia que hay entre una perspectiva tal y la que hoy es confusamente
aceptada. Decir que el otro es el lugar donde se constituye el que habla con el
que escucha es algo muy diferente que partir de la idea de que el otro es un
ser.
Estamos intoxicados en el
análisis desde hace algún tiempo por temas incuestionablemente surgidos del
discurso llamado existencialista, donde el otro es el tú, el que puede
responder, pero de un modo que es el de la simetría, el de la completa
correspondencia, el Alter ego, el hermano. Se tiene una idea fundamentalmente
recíproca de la intersubjetivdad Agréguenle las confusiones sentimentales que
se inscriben bajo la rubrica del personalismo, y el libro de Marín Buber sobre
el yo y el Tú, y la confusión será definitiva e irremediable, salvo que
retornemos a la experiencia.
Lejos de haber aportado cosa
alguna al esclarecimiento del fundamento de la existencia del otro, la
experiencia existencialista no hizo más que suspenderla cada vez más
radicalmente a la hipótesis de la proyección con la que todos ustedes viven,
por supuesto – según la cual el otro no es más que una cierta semblanza humana,
animada por un yo (je) reflejo del mío.
Antropomorfismo, están ahí
siempre listos para surgir, y a decir verdad imposibles de refutar, así como
las referencias someras a la experiencia del lenguaje tomada en sus primeros
balbuceos. Se nos hace ver que el dominio del tú y del yo, no es adquirido de
inmediato por el niño, adquisición que se resume para el niño a fin de cuentas,
en poder decir yo cuando le dijeron tú, en comprender que cuando se le dice tú
vas a hacer esto, él debe decir en su registro yo voy a hacer esto.
Esta concepción simétrica da
pie entre los analistas para algunas verdades primeras, para afirmaciones
sensacionales del estilo de la siguiente, que escuché en boca de alguien que
pertenece a lo que llaman el otro grupo: no puede analizarse a alguien para
quien el otro no existe.
Me pregunto qué quiere decir
eso, que el otro no existe. Me pregunto si esta fórmula conlleva siquiera un
valor de aproximación, por reducido que
sea. ¿de qué se trata? ¿de una vivencia, de un sentimiento irreductible?
Tomemos nuestro caso Schreber, para quien toda la humanidad pasó un tiempo en
estado de sobras hechas a la ligera; pues bien, hay claramente otro para el, un
singularmente acentuado, otro absoluto, otro totalmente radical, otro que no es
ni un ligar, ni un esquema, otro de quien afirma que es un ser viviente a su
manera y que cuando se ve amenazado es capaz de egoísmo como los otros
vivientes. Dios, cuando se ve amenazado en su independencia por ese desorden
del que es el primer responsable, manifiesta reacciones espasmódicas de
defensa. No obstante, la alteridad que conserva es tal que permanece ajeno a
las cosas vivientes, y sobre todo desprovisto de toda comprensión respecto a
las necesidades de nuestro Schreber.
Que hay para Schreber otro que
es uno, ya lo indica el inicio singular picante, humorístico, de uno de los
capítulos de sus memorias, donde dice que en modo alguno es él un paranoico. El
paranoico es alguien que relaciona todo consigo mismo, es alguien cuyo
egocentrismo es invasor – leyó a Kraepelin – pero yo, dice, soy completamente
diferente, es el otro quien relaciona todo conmigo. Hay otro, y esto es decisivo,
estructurativo.
Entonces, antes de hablar del
otro como algo que se coloca o no a cierta distancia, que somos o no capaces de
abrazar, de estrechar, incluso de consumir en dosis más o menos rápidas, se
trataría de saber si la fenomenología misma de la forma en que las cosas
presentan en nuestro experiencia no obliga a un abordaje diferente y,
precisamente, el que adopto cuando digo –antes de ver como va a ser más o menos
realizado- que el otro debe ser considerado primero como un lugar, el lugar donde
se constituye la palabra.
Las personas –ya que hoy nos
han interesado- deben salir de algún lado. Salen primero de modo significante,
entiendan bien, formal. La palabra se constituye para nosotros a partir de un
yo (je) y un tú. Son dos semejantes. La palabra los trasforma, dándoles cierta
relación justa, pero – y sobre esto quiero insistir – una distancia que no es
simétrica, una relación que no es recíproca. En efecto, el yo nunca está donde
aparece en forma de un significante particular. El yo está siempre ahí a título
de presencia que sostiene el conjunto del discurso, en estilo directo o en
estilo indirecto El yo (je) es el yo (je) del que pronuncia el discurso. Todo
lo que se dice tiene bajo sí un yo (je) que lo pronuncia. En el interior de esa
enunciación aparece el tú.
Qué el tú está ya en el seno
del discurso es una evidencia. Nunca hubo tú en otra parte más que donde se
dice tú. Para comenzar debemos encontrarlo ahí, en esta vocalización, tú.
Partamos de allí. En cuando al yo (je), ¿es él también una moneda, un elemento
fiduciario que circula en el discurso?
De hecho, ese tú que ahí es
muestro, lo conocemos perfectamente gracias a la fenomenología del psicótico, y
gracias a la experiencia común, es el tú que en nosotros dice tú, ese tú que siempre
se hace escuchar más o menos discretamente, ese tú que habla por sí solo, y que
nos dice ves o eres siempre el mismo. Al igual que en la experiencia de
Schreber, ese tú no necesita decir tú para ser realmente el tú que nos habla.
Basta un poquito de disgregación – Schreber tuvo una buena dosis – para que
diga cosas como no ceder a la primera incitación.
Esto apunta hacia algo no
nombrado, que reconstruimos en Schreber como la tendencia homosexual, pero
puede ser otra cosa, ya que las invitaciones, las conminaciones no son escasas,
sino constantes. Esta frase, en efecto, es la regla de conducta de muchos: no
cedan a su primer impulso, podría ser el adecuado, como suele decirse. ¿acaso
justamente se les enseña más que a no ceder nunca a la primera incitación?
Reconocemos aquí nuestro viejo y buen amigo el superyó, que de golpe se
presenta en su forma fenoménica, más que en forma de amables hipótesis
fonéticas. Este superyó es efectivamente algo así como una ley, pero es una ley
sin dialéctica, y no por nada se lo reconoce, con mayor o menos razón, en el
imperativo categórico, con lo que llamaré su malsana neutralidad, cuerto autor
lo llama el saboteador interno. Ese tú, sería un error desconocer que también
está ahí como observador: ve todo, escucha todo, anota todo.
Tengo ganas de citar la vieja
expresión: nadie lo sospecha, que figuraba otrora en los anuarios telefónicos a
propósito de una policía privada. Se percibe ahí hasta qué punto se trata de un
ideal. Qué feliz sería todo el mundo si en efecto nadie sospechase. Pero, por
más que se esté oculto tras una cortina, los zapatones siempre sobresalen. Algo
parecido pasa con el superyó. Pero, desde luego, él no sospecha nada. Nada es
menos sospechoso que lo que se nos presenta por intermedio de este tú.
No puedo extenderme demasiado
sobre la relación que existe entre el superyo, que no es más que la función del
tú, y el sentimiento de realidad. Si el sujeto no duda de la realidad de lo que
escucha, es en función de ese carácter de cuerpo extraño que presenta la
intimación del tú delirante. Ese extranjero, como dice el personaje de Tartufo,
es el verdadero dueño de casa, y le dice tranquilamente al yo: a usted le toca
salir de ella. Cuando el sentimiento de extrañeza afecta en algún lado, nunca
es por el lado del superyó; es siempre el yo quien se siente perdido, es el yo
quien pasa al estado tú, es el yo quien se cree en estado de doble, es decir
expulsado de casa, mientras el tú queda dueño de las cosas.
La susodicha tercera persona
no existe. Lo digo de paso para empezar a socavar algunos principios muy
arraigados en ustedes por culpa de la enseñanza primeria de la gramática. No
hay tercera persona, Benveniste lo demostró perfectamente. En nuestra
experiencia, sólo la encontramos expresada por el sujeto fuera de sí mismo, y a
pesar suyo. Pero es fundamental, porque es la pregunta que está en el
fundamento de la neurosis, y es ahí donde la atrapamos por las orejas.
Aflora en forma para nada
interrogativas, ¿pudiese yo (je) lograrlo!, que están entre la exclamación, el
anhelo, la fórmula dubitativa.
Si ella surge, si ella nace,
es siempre a causa de un modo de aparición de la palabra que podemos llamar de
diferentes modos: la misión, el mandato, la delegación, o incluso por
referencia a Heidegger, la devolución. Es el fundamento o la palabra fundante:
tú eres esto, mi mujer, mi amo, mil otras cosas. Ese tú eres esto, cuando lo
recibo, me hace en la palabra otro que lo que soy.
La pregunta tiende a surgir
cuando tenemos que responder a la misión. El tercero allí en juego – lo señalo
al pasar – en nada se asemeja a un objeto, el sujeto se refiere siempre al
discurso mismo. Al tú eres mi amo, responde un cuarto ¿qué soy?, ¿qué soy para
serlo si es que lo soy? Ese lo no es el amo tomado como objeto, es la
enunciación total de la frase que dice soy tu amo, como si tu amo tuviese
sentido por el sólo homenaje que de él recibo. ¿qué soy para ser lo que tú
acabas de decir?
Cuando digo, ejemplo sensible,
tú eres la mujer que no me abandonará, manifiesto una certeza mucho mayor en lo
tocante al comportamiento de mi pareja que cuando digo tú eres la mujer que no
me abandonarás.
Todo el contexto de tú eres el
que me seguirás cambia según el acento dado al segnificante, según las
implicaciones del seguirás, según el modo de ser que está detrás de ese
seguirás, según las significaciones adheridas por el sujeto a cierto registro
del significante, según el bagaje con el que parte el sujeto en la
indeterminación del ¿qué soy yo? Poco importa ese bagaje sea o no primordial,
adquirido, secundario, de defensa, fundamental, poco importa su origen. Vivimos
con cierto número de respuestas al ¿qué soy yo?, generalmente de lo más
sospechosas. Si yo soy un padre tiene un sentido, es un sentido de lo más
problemático. Si es común decirse, yo soy un profesor, esto deja completamente
abierta la pregunta ¿profesor de qué? Si uno se dice, entre mil
identificaciones posibles, yo soy un francés, esto supone la puesta entre
paréntesis de todo lo que puede representar la noción de pertenencia a Francia.
Si dicen yo soy un cartesiano, quiere decir en la mayoría de los casos que no
ponen obstáculo alguno a lo que dice descartes, probablemente porque nunca lo
han abierto. Cuando dice yo soy quien tiene ideas claras, se trata de saber
porqué. Cuando dicen, yo soy el que tiene carácter, todo el mundo puede
preguntarles con todo derecho ¿cuál? Y cuando dicen yo siempre diigo la verdad,
pues bien, no tienen miedo.
¿Qué sucede cuando el
significante que está en juego, el centro organizador, el punto de convergencia
significativa que constituye, es evocado, pero falta?
¿qué sucede si falta el
significante que ad su peso a la frase, y su acento al tú?
¿si ese significante es
escuchado, pero si nada en el sujeto puede responderle? La función de la frase
se reduce entonces al sólo alcance del tú, significante libre, no enganchado en
ningún lado. No hay ningún tú electivo. El tú es exactamente aquel al que me
dirijo, y nada más. Si digo tú eres, el tú es el que muere. Exactamente esto se
observa en las frases interrumpidas de Schreber, que se detienen justamente en
el punto en que va a surgir un significante que permanece problemático, cargado
de una significación cierta, pero no se sabe cuál. Significación irresoria, que
indica la hiancia, el agujero, donde nada significante puede responder en el
sujeto. Justamente en la medida en que ese significante es llamado, evocado,
interesado, surge a su alrededor el puro y simple aparato de la relación al
otro, el farfulleo vacío: tú eres el que me… el tipo mismo de la frase
interrumpida del presidente Schreber produce, obviamente, una presencia del
otro tanto más radical, tanto más radicalmente otra, puesto que no hay nada que
sitúe a nivel significante, con lo cual el sujeto podría de algún modo
coordinarse. Schreber lo dice: si por un instante el otro lo abandona, lo deja
caer, se produce una verdadera descomposición.
Supongan que se trate del me
seguirás. Serán evocadas todas las significaciones cercanas, estarán yo(je)
estaría listo, yo (je) estaría sometido, yo estaría dominado, yo estaría
frustrado, yo estaría escamoteado, yo estaría alienado, yo sería influenciado.
Pero el seguirás en sentido pleno no estará ahí.
¿cuál fue en el caso del
presidente Schreber la significación que fue abordada así? ¿qué significante
fue llamado entonces, cuya falta produjo una tal conmoción en un hombre que
hasta ese momento se había acomodado perfectamente al aparato del lenguaje, en
tanto establecí la relación corriente con sus semejantes? ¿la ausencia de qué
significante puede explicar que el machaqueo de la palabra se vuelva para él el
modo de relación electivo a otro, que la alteridad se vea reducida al registro
único de la alteridad absoluta, quebrando, disipando la alteridad de todos los
seres de su ambiente?
Las palabras claves, las
palabras significantes del delirio de Schreber, el asesinato de almas, la
asunción de nervios, la voluptuosidad, la beatitud, y mil otros términos, giran
en torno al significante fundamental, que nunca es dicho, y cuya presencia
ordena, es determinante. El mismo lo dice. A título indicativo, y para
reasegurarlos mostrando que estamos en un terreno que es el neutro, diré que,
en toda la obra de Schreber, su padre está citado tan sólo una vez.
SEMINARIO 25 DE AGOSTO 2011
Godoy…
El síntoma del neurótico es
amado por el sujeto como amaría a un vício.
Ejemplo: decía una paciente
histérica: todo lo que a mí me gusta hace daño al hígado o está casado…
El síntoma neurótico produce
goce, pero al mismo tiempo ese síntoma es castigo por el mismo fantasma.
A diferencia del psicótico. El
psicótico ama a su delirio como se ama a sí mismo.
El ataque histérico puede ser
interpretado igual que un sueño. Como si el sujeto representase un drama, una
obra teatral o una pieza literaria.
El síntoma histérico generalmente
esta muy condensado, es decir, el síntoma es metáfora pura, es poesía.
¿Puede haber delirio en la
histeria? En ciertos casos raros de locura histérica puede haber delirio,
siempre de carácter onírico. Ejemplo: la posesión en un cantico delirante de
una secta, es un drama desproporcionado histérico. El imaginario del sueño
captura al delirante histérico.
Cuando ubicamos a alguien en
la posición del ideal del yo (generalmente en el enamoramiento), perdemos
nuestra capacidad crítica, la objetividad de lo real. Incluso despiertos
podemos tener ese delirio onírico donde lo imaginario toma al sujeto. Es como
si el objeto fuese separado de la dialéctica de la crítica.
El sujeto histérico, en
consecuencia, es algo particularmente expuesto al discurso del otro. La
sugestión es, de por sí, histérica. Es por esta razón que el sujeto histérico
le tiene que poner un límite con ese otro con el que trata, y ese límite es,
precisamente, rechazar la satisfacción o el goce que el otro le ofrece. El
sujeto histérico siempre encuentra de algún modo como decir que no a eso que el
otro da, a encontrar una forma de rechazar la satisfacción de la entrega. Que
en realidad es preservar su lugar en el sujeto. La histeria es un esfuerzo
patológico de preservar el lugar del sujeto, pero es el único modo que el
sujeto encuentra de preservar ese lugar, por medio del rechazo a la
satisfacción del goce del otro.
La identificación primaria en
el Edipo con el padre, es también consecuencia de la represión que impone el
superyó mediante la ambivalencia para encubrir los sentimientos hostiles hacia
el padre, forzando una identifiación, y lo que después lacan llamaría como el
nombre del padre. Lo mismo ocurre en el duelo: por ambivalencia el yo se
identifica con el objeto perdido, pero paradójicamente, gracias a la pulsión de
muerte (Freud) o al goce que trae aparejada esa identificación ambivalente, el
castigo que propina el superyó no sólo se dirige al objeto perdido, sino que, y
puesto que el yo se identifica con el objeto perdido, la intensidad del castigo
será la misma que si se dirigiera no al yo ( y su mecanismo de defensa) sino al
objeto perdido. Por la anterior razón el suicidio (diría Freud) siempre se
dirige hacia un objeto externo al yo: el suicida no quiere matarse a sí mismo, quiere
matar al otro.
Es como la mujer que es
llevada a un restaurant chino y pide carne asada
El niño se afirma como sujeto
con una negación, en la adolescencia pasa lo mismo. El rechazo es una forma de
preservar el lugar del sujeto, de autoconfirmarse ante el otro, allí se
encuentra el goce.
Se encuentra en el sujeto que
tiene una especie de frigidez, o en relaciones que no llegará al acabamiento, o
en algo que va a faltar...
Donde al mismo tiempo la
posición del sujeto histérico se siente una excepción: todos gozan de esto
menos yo (“todas mis amigas le enceuntran gusto al casamiento, pero a mi me da
asco”). Preservar su síntoma es casi
como preservar su identidad.
Una de las características más
profundas del fundamento mental de la tradición judeocristiana es
verdaderamente que en ella la palabra perfila con nitidez, como su fondo
último, el ser del yo (je). En todos los puntos esenciales, el sujeto se
encuentra siempre ante la necesidad de justificarse en cuanto yo (je). El yo
que dice soy el que soy, ese yo, absolutamente solo, es el que sostiene
radicalmente al tú en su llamado. Esta es toda la diferencia que hay entre el
dios de la tradición de la que venimos, y el dios de la tradición griega. Me he
preguntado si el dios griego era capaz de proferirse bajo el modo de algún yo.
¿acaso diría yo soy el que es? de ningún modo. La forma archiatenuada del dios
griego no es algo de lo cual deba uno
sonreírse, ni creer que se sitúa en la vía del desvanecimiento ateísta de dios.
El que sí es del orden de ni fu ni fa
del yo soy el que es, es más bien el dios por el que se interesaba Voltaire,
hasta el punto de considerar a Diderot un cretino el dios del deísmo.
Nadie se detiene en lo
siguiente: en el fondo del pensamiento religioso que nos formó, está la idea de
hacernos vivir en el temor y el temblor; por ello es verdaderamente tan
fundamental la coloración de culpabilidad en nuestra experiencia psicológica de
las neurosis, sin que por ello podamos prejuzgar de lo que ellas son en otra
esfera cultural. Esta coloración es fundamental hasta tal punto que abordamos
las neurosis por ese lado, y nos dimos cuanta que estaban estructuradas de modo
subjetivo e intersubjetivo. Por eso, se justifica plenamente que nos
preguntemos si nuestra relación al otro no está marcada fundamentalmente por la
tradición que se enuncia en la formula – acompalada, según cuentan, por un
arbolito en llamas- yo soy el que soy. No estamos demasiado alejados de nuestro
tema. Esto es lo que está en juego en el presidente Schreber: un modo de
construir el otro- dios.
Los hemos llevado por las
riendas desde hace bastante tiempo para que se percaten de que la palabra, y en
especial esa forma esencial de la palabra en que nosotros mismos nos anunciamos
como un tú, es un modo complejo que dista mucho de poder reducirse a dos
centros que intercambian señales. Como la relación de sujeto a sujeto está
estructurada de modo complejo por las propiedades del lenguaje, el papel propio
que en ella juega el significante debe ser precisado.
Supongamos que como ocurre en
el sur de Inglaterra, donde son mesurados en exceso con las carreteras
principales tengan que pasar por ir de mantes a ruan, por una serie de
carreteras secundarias, como al que va
de mantes a vernon, y luego de vernon a donde quieran. Basta haber hecho la
experiencia para echar de ver que no es lo mismo una sucesión de carreteras
secundarias que una carretera principal. No sólo porque los demora en la
práctica, sino porque cambia por completo la significación de sus comportamientos
ante lo que sucede entre el punto de partida y el punto de llegada. A fortiori,
se imaginan una comarca entera cubierta por una red de caminos sin que en
ninguna parte exista la carretera principal¡?.
Sucede muchas cosas más en la
carretera principal. Sucede que vayamos a pasear por la carretera principal, en
forma expresa y deliberada, para hacer luego el mismo camino en sentido
contrario. Este movimiento de ida y vuelta es también del todo esencial, y nos
lleva por el camino de esta evidencia: que la carretera principal es un paraje,
en torno al cual no sólo se aglomeran todo tipo de habitaciones, de lugares de
residencia, sino que también polariza, en tanto significante, las
significaciones.
La carretera principal es así
un ejemplo particularmente sensible de lo que digo cuando hablo de la función
del significante en tanto que polariza, aferró, agrupa en un haz a las
significaciones. Hay una verdadera antinomia entre la función del significante
y la inducción que ejerce sobre el agrupamiento de las significaciones. El
significante es polarizante. El significante crea el campo de las
signigicaciones.
¿qué sucede cuando no la
tenemos a ella, la carretera principal, y nos vemos obligados para ir de un
punto a otro, a sumar senderos entre sí, modos más o menos divididos de
agrupamientos de significación? De esto nos explica el delirio de Schreber:
¿cuál es el significante que
está en suspenso en una crisis inaugural? El significante procreación en su
forma más problemática, aquella que por el propio Freud evoca a propósito de
los obsesivos, que no es la forma ser madre, sino la forma ser padre.
Conviene detenerse un instante
para meditar lo siguiente: que la función de ser padre no es pensable de ningún
modo en la experiencia humana sin la categoría del significante.
¿qué puede querer decir ser
padre? Conocen las discusiones eruditas en las que de inmediato se cae,
etnológicas u otras, para saber si los salvajes que dicen que las mujeres
conciben cuando son colocadas en determinado lugar, tienen realmente la noción
científica de que las mujeres se vuelven fecundas cuando han copulado
debidamente. Por más que sea, a más de uno le han parecido estos interrogantes
la expresión de una perfecta necedad, ya que es difícil concebir animales
humanos tan brutos que no se den cuenta de que, cuando uno quiere tener críos, tiene que copular. Ese no es el
asunto. El asunto es que la sumatoria de esos hechos – copular con una mujer,
que ella lleve luego en su vientre algo durante cierto tiempo, que ese producto
termine siendo eyectado jamás logrará constituir la noción de qué es ser padre.
Ni siquiera hablo de todo el haz cultural implicado en el término ser padre,
hablo sencillamente de qué es ser padre en el sentido de procrear.
El efecto retroactivo es
necesario para que el hecho de copular reciba para el hombre el sentido que
realmente tiene, pero para el cual no puede haber ningún acceso imaginario, que
el niño sea tan de él como de la madre. Y para que este efecto de retroacción
se produzca, es preciso que la noción ser padre, mediante un trabajo que se
produjo por todo un juego de intercambios culturales, haya alcanzado el estado
de significante primordial, y que ese significante tenga su consistencia y su estatuto. El sujeto puede saber muy bien
que copular es realmente el origen del procrear, pero la función de procrear en
cuanto es significante es otra cosa.
Les concedo que no he
levantado aún totalmente el velo; lo dejo para la próxima vez. Para que
procrear tenga su sentido pleno, es aún necesario, en ambos sexos, que haya
aprehensión, relación con la experiencia de la muerte que da al termino
procrear su pleno sentido. La paternidad y la muerte son por cierto dos
significantes que Freud reúne a propósito de los obsesivos.
El significante ser padre hace
de carretera principal hacia las relaciones sexuales con una mujer. Si la
carretera principal no existe, nos encontramos ante cierto numero de caminitos
elementales, copular y luego la preñez de la mujer.
Según todas las apariencias el
presidente Schreber carece de ese significante fundamental que llama a ser
padre. Por eso tuvo que cometer un error, que enredarse, hasta pensar llevar el
mismo su peso como una mujer. Tuvo que imaginarse a sí mismo mujer, efectual a
través de un embarazo la segunda parte del camino necesario para que, sumándose
una a otra, la función ser padre quede realizada.
La experiencia de la couvade,
por problemática que nos parezca, puede situarse como una asimilación insegura,
incompleta de la función ser padre. Responde en efecto, adecuadamente a la
necesidad de realizar imaginariamente – o ritualmente o de cualquier modo, la
segunda parte del camino.
Para extremar un poquito más
mi metáfora, les diré: ¿cómo hacen los así llamados usuarios de las carreteras
cuando no hay carretera principal, cuando es preciso pasar por carreteras
secundarias para ir de un punto a otro? Siguen los indicadores colocados a
orillas de la carretera. Es decir, que cuando el significante no funciona, eso
se pone a hablar a orillas de la carretera principal. Cuando no está la
carretera, aparecen carteles con palabras escritas. Acaso sea esa la función de
las alucinaciones auditivas verbales de nuestros alucinados: son los carteles a
orillas de sus caminos.
Si suponemos que el
significante sigue sólo su camino, prestémosle atención o no, debemos admitir
que hay en nosotros, más o menos eludido por el mantenimiento de las
significaciones que nos interesan, una especie de zumbido, un verdadero
zafarrancho, que desde la infancia nos ensordece. ¿por qué no concebir que en
el preciso momento en que se sueltan, en que se revelan deficientes las
abrochaduras de lo que Saussure llama la
masa amorfa del significante, con la masa amorga de las significaciones y los
intereses, que en ese preciso momento la corriente continua del significante
recobra su independencia? Y, entonces, en ese zumbido que tan a menudo nos
pintan los alucinados, en el murmullo continuo de esas frases, de esos
comentarios, que no son más que la infinitud de los caminitos. Los
significantes se ponen a hablar a cantar solos. El murmullo continuo de esas frases, de esos comentarios, no es más
que la infinitud de los caminitos.
TODO LO QUE, EN EL DELIRIO, SE
ORGANIZA Y SE ORQUIESTA SEGÚN DIFERENTES REGISTROS HABLADOS REVELA, TANTO EN SU
ESCALONAMIENTO COMO EN SU TEXTURA, LA POLARIZACIÓN FUNDAMENTAL DE LA FALTA
SÚBITAMENTE ENCONTRADA, SÚBITAMENTE PERCIBIDA DE UN SIGNIFICANTE.
Las alucinaciones dejarán de
clasificarse como auditivas, u olfativas o visuales. Lacan manifiesta que todas
ellas, independientemente de cómo son percibidas, tienen su causa en la cadena
de significantes. Ejemplo: un psicótico que hule algo que apesta, puede
referirse como significado que está sospechando de alguien…
Para Freud las neurosis
implican que se ha conservado la investidura libidinal del objeto (punto
clave). La represión en la psicosis es un quitar la envestidura libidinal del
sujeto (volverla hacia el yo). Si la libido no esta puesta en el objeto, el
sujeto está desafectibizado; con lo cual se tiene un obstáculo fundamental para
aplicar el método psicoanalítico para el campo de la psicosis, porque el
analista no puede operar en transferencia si el sujeto ha quitado la
investidura libidinal del objeto. Es como analizar a un sujeto que está en
estado catatónico.
La otra posibilidad que
plantea Freud es que en la psicosis (Schreber) es que la libido haya sido
reconducida a los objetos a través del delirio, y el analista pasa a ocupar un
lugar en el delirio, entonces el riesgo es que el analista pasa a ocupar el
lugar del objeto (el perseguidor) del sujeto.
Excelente aportación para tener mayor claridad con los conceptos de Lacan y Freud, respecto de la psicosis.
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