SOBRE LOS ESCRITOS TÉCNICOS DE FREUD
Lacan manifiesta que el argumento central de
la psicología freudiana está en la comprensión de la historia del sujeto,
en la forma en la que el analista descifra y hace comprender al otro, su
historia…
Ego sería todo aquello a lo
que se accede, aunque por otra parte, no sea sino una especie de escollo, un
acto fallido o un lapsus. Es la función mediante la cual el sujeto aprende el
sentido de las palabras. Es aquello en lo que el sujeto está capturado, más
allá del sentido de las palabras, es algo muy distinto: el lenguaje, cuyo papel
es formador, fundamental en su historia.
Lacan: Nos permitimos – nos
permitimos las cosas sin saberlo, tal y como el análisis lo ha revelado – hacer
intervenir nuestro ego en el análisis. Puesto que se sostiene que se trata de
obtener una re-adaptación del paciente a lo real, sería preciso saber si es el
ego del analista el que da la medida de lo real.
PRIMERA INTERVENCIÓN SOBRE EL
PROBLEMA DE LA RESISTENCIA.
Refiere Lacan que el análisis
de Freud es una experiencia de lo particular. Para Freud, la experiencia
analítica representa la singularidad llevada a sus límites, puesto que él
estaba construyendo y verificando el análisis mismo.
Freud en su escrito
“metapsicología” llega incluso a escribir que la fuerza de la resistencia es
inversamente proporcional a la distancia que nos separa del nódulo reprimido.
Para saber dónde está el soporte materia, biológico, Freud considera
resueltamente el discurso como una realidad en tanto tal, una realidad que está
allí, legajo, conjunto de pruebas como suele decirse, haz de discursos
yuxtapuesto que se recubren unos a otros, se suceden, forman una dimensión, un
especia de expediente. FREUD NO DISPONIA AÚN DE LA NOCION, AISLADA COMO TAL, DE
SOPORTE DE LA PALABRA. HOY, HABRÍA TOMADO, COMO ELEMENTO DE SU METAFORA, LA
SUCESIÓN DE FONEMAS QUE COMPONEN PARTE DEL DISCURSO DEL SUJETO. DIRÍA QUE LA
RESISTENCIA QUE ENCONTRAMOS ES TANTO MAYOR CUANDO MÁS SE APROXIMA EL SUJETO A
UN DISCURSO QUE SERÍA EL ÚLTIMO Y EL BUENO, PERO QUE RECHAZA DE PLANO.
¿Es la resistencia un fenómeno
que solo aparece en el análisis? La resistencia está vinculada a la noción de
ego. Pero, cuando leemos en el texto de los estudien ciertas frases
sorprendentes, donde no solo se considera al ego como tal, sino al ego como representación
de la masa ideaciones, nos damos cuenta que la noción de ego deja vislumbrar ya
en Freud, todos los problemas que ahora nos plantea. Casi diría que es una
noción con efecto retroactivo, cundo se leen estas primeras cosas a la luz de
lo que desde entonces se ha desarrollado en torno al ego, todas las
formulaciones, incluso las más recientes, parecen enmascarar en lugar de
evidenciar. En esta fórmula, no pueden ustedes dejar de percibir algo que se
asemeja singularmente a una fórmula que he podido darles, a saber, QUE LA
CONTRATRANSFERENCIA NO ES SINO LA FUNCIÓN DEL EGO DEL ANALISTA, LO QUE
DENOMINABA LA SUMA DE LOS PREJUICIOS DEL ANALISTA. ASÍ MISMO, ENCONTRAREMOS EN
EL PACIENTE UNA ORGANIZACIÓN COMPLETAMENTE DE CERTIDUMBRES, CREENCIAS, COORDENADAS,
REFERENCIAS, QUE CONSTITUYEN, HABLANDO ESTRICTAMENTE, LO QUE FREUD LLAMABA
DESDE EL COMIENZO UN SISTEMA IDEACIONAL.
Hemos sido conducidos, ya lo
ven, a lo siguiente – que les he dicho sería el modelo de nuestra investigación
– hay que plantear que la evolución, lo acatars de la experiencia analítica nos
informan sobre la naturaleza misma de esta experiencia, en tanto ella también
es una experiencia humana enmascarada para sí misma. Es también elevar a un
segundo grado el problema que nos planta la neurosis. ¿QUÉ QUIERO? SALIR DE
ESTE VERDADERO CALLEJÓN SIN SALIDA, MENTAL Y PRACTICO, EN EL QUE DESEMBOCA
ACTUALMENTE EL ANÁLISIS. SE DAN CUENTA USTEDES QUE VOY LEJOS EN LA FORMULACIÓN
DE LO QUE DIGO: ES IMPORTANTE SOMETER EL
ANÁLISIS MISMO AL ESQUEMA OPERACIONAL QUE ÉL NOS HA ENSEÑADO Y QUE CONSISTE EN
LEER, EN LAS DIFERENTES FASES DE SU ELABORACIÓN TEÓRICO-TECNICAS, CÓMO AVANZAR
EN LA RECONQUISTA DE LA REALIDAD AUTENTICA DEL CONSCIENTE POR PARTE DEL SUJETO.
LA RESISTENCIA Y LAS DEFENSAS.
INTRODUCCIÓN A LOS ESCRITOS
TECNICOS DE FREUD.
3- Que el sujeto reviva,
rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formados
de su existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que construye
de ellos.
Que el sujeto recuerde algo
como siendo verdaderamente suyo, como habiendo sido verdaderamente vivido, que
comunica con él, que él adopta, NO ES ESENCIAL. LO ESENCIAL ES LA
RECONSTRUCCIÓN, TÉRMINO QUE FREUD EMPLEA HASTA EL FIN. Se trata menos de
recordar que de reescribir la historia.
Todo el desarrollo de la
técnica analítica guía, desde entonces, en torno a la concepción del ego, es
allí donde radica la causa de todas las dificultades planteadas por la
elaboración teórica de este desarrollo práctico. ¿Qué hacía Freud efectivamente?
Bergler formula esta pregunta por escrito y responde que no sabemos gran cosa
acerca de ello, salvo lo que Freud mismo nos dejó ver cuando, también él,
formuló directamente por escrito el futuro de algunas de sus experiencias y, en
particular, sus cinco grandes psicoanálisis. Tenemos allí la mejor apertura
hacia el modo en que Freud actuaba.
Escuchamos hablar de ego como
si fuera un aliado del analista, y no solamente un aliado, sino como si fuese
la única fuente de conocimiento. Suele escribirse que sólo conocemos al ego.
Anna Freud, Fenichel, casi todos los que han escrito sobre análisis a partir de
1920, repiten: NO NOS DIRIGIMOS SINO AL YO, NO TENEMOS COMUNICACIÓN SINO CON EL
YO Y TODO DEBE PASAR POR EL YO. Todo el progreso de esta psicología del yo
puede resumirse en los siguientes términos: el yo está estructurado exactamente
como un síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del
sujeto. Es el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre.
ANNA FREUD: aproximar la
represión a nociones tales como las de inversión del instinto contra su objeto
o inversión de sus fines, es reunir elementos en nada homogéneos. Podemos
destacar la profunda ambigüedad de la concepción que los analistas se hacen del
ego; ego sería todo aquello a lo que se accede, aunque por otra parte, no sea
sino una especie de escollo, un acto fallido, un lapsus.
Qué es el ego para Lacan:
Aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las
palabras, es algo muy distinto: EL LENGUAJE, CUYO PAPEL ES FORMADOR,
FUNDAMENTAL EN SU HISTORIA. El absurdo fundamental del comportamiento
interhumano sólo puede comprenderse en función de ese sistema llamado yo
humano, a saber, esa serie de defensas, negaciones, barreras, inhibiciones,
fantasmas fundamentales que orientan y dirigen al sujeto. En efecto, he aquí lo
grave, porque nos permitimos hacer intervenir nuestro ego en el análisis.
Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptación del paciente a
lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de
lo real.
PRIMERAS INTERVENCIONES SOBRE
EL PROBLEMA DE LA RESISTENCIA
El análisis la primera
vez.
Materialidad del
discurso
Análisis del análisis
¿Megalomanía de Freud?
La asociación libre comenzaba
solicitando al paciente a concentrarse en la causa del síntoma a analizar. Los
síntomas eran tratados uno por uno, en sí mismos: los afrontaba directamente
como si fueran problemas propuestos.
YA HE ACENTUADO EL CARÁCTER
PRIVILEGIADO, DEBIDO AL CARÁCTER ESPECIAL DE SU TECNICA, DE LOS CASOS TRATADOS
POR FREUD. ¿CÓMO ERA ESA TECNICA? SÓLO PODEMOS PRESUMIRLO, A TRAVES DE ALGUNAS
REGLAS QUE NOS DEJÓ, Y QUE HAN SIDO FIELMENTE APLICADAS. SEGÚN LO CONFIESAN LOS
MEJORES AUTORES, Y ENTRE ELLOS QUIENES CONOCIERON A FREUD, NO PODEMOS HACERNOS
UNA IDEA CABAL DEL MODO EN QUE APLICABA LA TECNICA.
Ciertamente, el análisis de
Freud como ciencia es siempre una ciencia de lo particular. La realización de
un análisis es siempre un caso particular, aun cuando estos casos particulares,
desde el momento en que hay más de un analista, se presten, de todos modos, a
ciertas generalidades. Pero con Freud la experiencia analítica representa la
singularidad llevada a su límite, puesto que él estaba construyendo y
verificando el análisis mismo. Pero Freud no aplicaba un método. Si
descuidáramos el carácter único, inaugural, de su proceder, cometeríamos una
grave falta. EL ANALISIS ES UNA EXPERIENCIA DE LO PARTICULAR.
Freud no disponía aún de la
noción, aislada como tal, de soporte material de la palabra. Hoy, habría
tomado, como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que componen parte
del discurso del sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es tanto
mayor cuanto más se aproxima el sujeto a un discurso que sería el último y el
bueno, pero que rechaza de plano.
Existe una cuestión de primer
plano tratándose de la resistencia: ELPROBLEMA DE LAS RELACIONES ENTRE LO
INCONSCIENTE Y LO CONSCIENTE. ¿Es la resistencia un fenómeno que sólo aparece en
el análisis? Cuando, en el límite de ese campo de la palabra que es justamente
la masa ideacional del yo, les representaba el momento de silencio tras el cual
una palabra distinta reaparece a aquella que se trata de reconquistar en el
inconsciente ya que ella es esa parte del sujeto separada de su historia:
¿acaso está allí la resistencia?.
La contratransferencia no es
sino la función del ego del analista, lo que denominaba la suma de los
prejuicios del analista. Así mismo, encontramos en el paciente una organización
completa de certidumbres, creencias, coordenadas, referencias, que constituyen,
hablando estrictamente, lo que Freud llamaba desde el comienzo un sistema
ideacional.
Hay que plantear que la
evolución, los avatares de la experiencia analítica nos informan sobre la
naturaleza misma de esta experiencia, en tanto ella también es una experiencia
humana enmascarada para sí misma. Esto es aplicar al análisis mismo el esquema
que él nos ha enseñado.
… los textos analíticos
abundan en impropiedades metódicas. Hay en ellos temas difíciles de tratar, de
verbalizar, sin dar al verbo un sujeto: leemos también continuamente que el ego
emite la señal de angustia, maneja el instinto de vida, el instinto de muerte;
ya no se sabe dónde está la central, dónde el guardagujas, dónde lo principal.
Todo esto es escabroso.
III. LA RESISTENCIA Y LAS
DEFENSAS.
Un testimonio de Annie Reich
De ego a ego
Realidad y fantasma del trauma
Historia, vivido, revivido
La originalidad del
tratamiento psicoanalítico es justamente el haber percibido, desde su origen y
de entrada, la relación problemática del sujeto consigo mismo. El hallazgo
propiamente dicho, el descubrimiento, tal como se los expuse a principios de
este año, consiste en haber puesto esta relación en conjunción con el sentido
de los síntomas. El rechazo de este sentido es lo que le plantea al sujeto un
problema. ESTE SENTIDO NO DEBE SERLE REVELADO, DEBE SER ASUMIDO POR ÉL. POR ESO
EL PSICOANALISIS ES UNA TÉCNICA QUE RESPETA A LA PERSONA HUMANA, Y QUE NO SOLO
LA RESPETA SINO QUE TAMBIÉN NO PUEDE FUNCIONAR SIN RESPETARLA.
Para Annie Rech, nada tiene
importancia salvo el reconocimiento por parte del sujeto, de las intenciones de
su discurso. Y sus intenciones solo tienen valor en su alcance en la
interlocución presente. El sujeto puede
relatar sus encontronazos con el tendero o con el peluquero, pero en
realidad lo hace para insultar y molestar a quien se dirige, es decir al
analista.
El hecho de que un sujeto
salga de su estado brumoso tras una intervención del analista no prueba en
absoluto que la misma fuese eficaz en el sentido estrictamente terapéutico,
estructura de la palabra, es decir que
ella fuese en el análisis, verdadera. Es imposible en el campo de la
experiencia analítica considerar el cambio de estilo del sujeto como prueba de
la justeza de una interpretación. Considero que lo que prueba la justeza de
interpretación es que el sujeto traiga un material que lo confirme. Y aún esto
debe ser matizado.
Lo importante no es que el
analista mismo se haya equivocado, por otra parte nada indica que la
contratransferencia sea culpable de esta interpretación manifiestamente
refutada por el desarrollo del tratamiento. Que el sujeto haya experimentado
los sentimiento s que le imputaba la analista, no sólo podemos admitirlo, sino
que es incluso por demás probable. Que la analista se guiara por ellos en la
interpretación que hizo, no es algo, en sí, peligroso. Que el único sujeto
analizante, el analista, haya experimentado incluso sentimientos de celos,
tenerlo en cuanta de modo oportuno, para guiarse por ellos cual una aguja
indicadora más, es asunto suyo. Nunca dijimos que el analista jamás debe
experimentar sentimientos frente a su paciente. Pero debe saber, no solo no
ceder a ellos, ponerlos en su lugar, sino usarlos adecuadamente en su
técnica…(lo raro es que se haya creído autorizada por una determinada técnica a
usarlos de entrada y de modo directo).
Hablando de proyección: Me
decía gustosamente: los sentimientos son siempre recíprocos. A pesar de las
apariencias, esto es absolutamente verdadero. Desde el momento en que se pone a
dos sujetos en el mismo campo los sentimientos son siempre recíprocos. Es por
ello que la analista tenía buenas razones para pensar que, ya que ella tenía
esos sentimientos, los sentimientos correspondientes podían ser evocados en el
otro. La prueba está en que el otro los aceptó perfectamente. Bastaría que la
analista le dijese: - usted es hostil pues piensa que estoy irritada con usted
– para que este sentimiento se estableciese. Entonces virtualmente, el
sentimiento ya estaba allí, pues para que exista bastaba encender un chispazo.
“CONVIENE ABSTENERSE DE ESTA
INTERPRETACIÓN DE LA DEFENSA QUE LLAMO DE EGO A EGO, FUERA CUAL FUESE SU
EVENTUAL VALOR. EN LAS INTERPRETACIONES DE LA DEFENSA ES NECESARIO SIEMPRE AL
MENOS UN TERCER TÉRMINO”.
RESISTENCIA: Todo lo que
destruye/ suspende/ altera/ la continuación del trabajo terapéutico.
¿Qué es lo que originalmente
se reprime? Es una vez más, y como siempre, el pasado. Un pasado que debe ser
restituido, y acerca del cual no podemos sino evocar, una vez más, su
ambigüedad y los problemas que suscita en lo atinente a su definición, su
naturaleza y su función. Esto es similar
al trauma ¿qué es el trauma? Freud se da cuenta que el trauma es una noción
sumamente ambigua, ya que, de acuerdo con la evidencia clínica, SU DIMENSIÓN
FANTASMÁTICA ES INFINITAMENTE MÁS IMPORTANTE QUE SU DIMENSIÓN DE
ACONTECIMIENTO. El acontecimiento entonces pasa a un segundo plano en el orden
de las referencias subjetivas. En cambio, la fecha del trauma sigue siendo,
para él, un problema que conviene conservar, valga la palabra, testarudamente,
como se lo he recordado a quienes siguieron mis clases sobre el hombre de los
lobos. ¿Quién sabrá jamás lo que vio? Pero, lo haya visto o no, sólo puede
haberlo visto en una fecha precisa; no puede haberlo visto ni siquiera un año
después. SOLO LA PERSPECTIVA DE LA HISTORIA Y EL RECONOCIMIENTO PERMITE DEFINIR
LO QUE CUENTA PARA EL SUJETO.
En los escritos sobre la
histeria Freud afirma haber hecho, en esa época, algunos estudios sobre la
memoria, y refiere que el recuerdo evocado, es el reconocimiento de la FUERZA
ACTUAL Y PRESENTE QUE LE OTORGA, NO FORZOSAMENTE SU PESO Y DENSIDAD, SINO
SIMPLEMENTE SU POSIBILIDAD.
EL CENTRO DE GRAVEDAD DEL
SUJETO ES ESTAS SÍNTESIS PRESENTES DEL PASADO QUE LLAMAMOS HISTORIA. EN ELLA
CONFIAMOS CUANDO SE TRATAMOS DE HACER AVANZAR EL TRABAJO. EL ANALISIS EN SUS
ORIGENES LA SUPONE. POR LO TANTO, NO CABE DEMOSTRAR QUE, A SU FIN ELLA ES
REFUTADA. A DECIR VEDAD, SI NO ES ASÍ, NO VEMOS EN ABSOLUTO CUAL ES LA NOVEDAD
QUE EL PSICOANÁLISIS HA APORTADO.
Freud define el nódulo
patógeno como aquello que se busca, pero que el discurso rechaza y del cual el
discurso huye la resistencia es esa inflexión que adquiere el discurso cuando
se aproxima a este nódulo. Por lo tanto podremos resolver la cuestión de la
resistencia profundizando en cuál es el sentido de este discurso. Ya lo hemos
dicho, es un discurso histórico.
La resistencia emana de lo que
ha de ser revelado, es decir de lo reprimido, o incluso de lo suprimido.
La experiencia muestra que es
aquí donde surge la transferencia. Cuando algo en los elementos del complejo es
susceptible de vincularse con la persona del médico, la transferencia produce,
proporciona la idea siguiente, se
manifiesta en forma de resistencia, de una detención de las asociaciones por
ejemplo. Experiencias semejantes nos enseñan que la idea de transferencia llegó
a ser preferida a todas las otras asociaciones factibles de deslizarse hasta lo
consciente, justamente porque satisfacía a la resistencia. Esta última parte de
la frase está subrayada por Freud. Un hecho de este tipo se reproduce un número
incalculable de veces durante un psicoanálisis. Toda vez que nos acercamos al
complejo patógeno, es primero la parte del complejo que puede convertirse en
transferencia la que es impulsada hacia lo consciente, aquella que el paciente se empecina en
defender con la mayor tenacidad.
Elementos de la transferencia:
1. Llegamos enseguida a una región donde la resistencia se hace
sentir en forma neta. Esta resistencia emana de la aproximación con el nódulo
patógeno.
2. La experiencia muestra que es aquí donde surge la transferencia.
3. La transferencia se produce justamente porque satisfacía a la
resistencia
4. Un hecho de este tipo se reproduce un número incalculable de
veces en el transcurso de un psicoanálisis.
5. Y esa parte del complejo que se manifestó como transferencia
resulta impulsada hacia lo consciente en ese momento y el paciente se empecina
a defenderla con la mayor tenacidad posible.
Nota: cuando el paciente calla
es muy probable que el silenciamiento de su discurso se deba a la aparición de
algún pensamiento referido al analista.
No habría, sin embargo, que
concluir una importancia patogénica… es esto lo que les estoy diciendo, no se
trata de la idea que nos hacemos a posteriori de lo que ha motivado, en el
sentido profundo del término, las etapas del desarrollo del sujeto… una importancia patogénica del elemento
elegido para la resistencia de transferencia. Cuando durante una batalla, los
combatientes se diputan encarnizadamente la posesión de una capilla o de una
granja, no puede deducirse de ello que la iglesia sea un santuario nacional ni
que la granja esconda los tesoros del ejército. Tales lugares pueden tener un
valor tan solo táctico, y servir para esa sola batalla.
Es innegable que el
vencimiento de los fenómenos de la transferencia ofrece al psicoanalítico
máxima dificultad (Freud)
¿Qué puede la transferencia
enseñarnos acerca de la naturaleza de la resistencia? Puede permitirnos
responder a la pregunta ¿quién habla?, y saber así qué significa la
reconquista, el nuevo hallazgo del inconsciente. Planteamos el problema de lo
que significa la memoria, rememoración, técnica de rememoración, de lo que
significa la asociación libre en tanto que nos permite acceder a una
formulación de la historia del sujeto. ¿Pero en qué se convierte el sujeto? ¿En
el curso de este desarrollo acaso se trata siempre del mismo sujeto? He aquí un
fenómeno de resistencia. Vemos producirse, en cierto punto de esta resistencia,
lo que Freud llama la transferencia, es decir, la actualización de la persona
del analista. El sujeto la percibe en el punto más sensible del nódulo patógeno
como la brusca percepción de algo que no es tan fácil de definir, la presencia.
UNA REPRESIÓN ES ALGO DISTINTO
A UN JUICIO QUE RECHAZA O ELIGE (Ejemplo del caso del hombre de los lobos,
quien según explicó el análisis de Freud, rechazó el intento de colocar su
libido en un objeto homosexual para retornar a la etapa anal, lo cual no se
define como resistencia, siendo ésta una experiencia originaria del trauma).
Esta importante articulación nos indica que, en el origen, para que la
represión sea posible, es preciso que exista un más allá de la represión, algo
último, ya constituido primitivamente, un primer nódulo de lo reprimido, que no
sólo se reconoce, sino que, por no formularse, literalmente es como si no
existiese. Pero que, se halla en alguna parte, puesto que es el centro de
atracción que atrae hacia sí todas las represiones ulteriores. DIRE QUE ES LA
ESENCIA MISMA DEL DESCUBRIMIENTO FREUDIANO.
Es la estructura de lo que
ocurre al hombre de los lobos lo reprimido de la realización de la experiencia
genital es un momento muy especial, que Freud mismo distingue de todos los
demás. Cosa singular, lo que se ha excluido de la historia del sujeto, lo que
éste es incapaz de decir, necesitó del forzamiento de Freud para hacerse
accesible. Solo entonces, la experiencia repetida del sueño infantil adquirió
su sentido, y permitió, no la reviviscencia, sino la RECONSTRUCCIÓN DIRECTA DE
LA HISTORIA DEL SUJETO.
Nota aislada: mientras más
incierto es el texto que nos brinda el sujeto, más significativo es (en la
interpretación de los sueños). Freud reconoce justamente lo importante en la
duda misma que formula el sujeto ante ciertos fragmentos de su sueño. Debemos
estar seguros porque el sujeto duda.
Al distorsionar una palabra en
psicoanálisis de la vida cotidianas, la palabra olvidada tiene repercusiones
semánticas inconscientes para el sujeto. En la medida en que el sujeto no
pronuncie dicha palabra, la que puede revelar el secreto más profundo de su
ser, sólo puede quedar enganchado al otro a través de los desprendimientos de
esta palabra. No quedan sino los desechos. El fenómeno del olvido es
manifestado allí literalmente por la degradación de la palabra en su relación
con el otro. HE AQUÍ ENTONCES ADONDE QUERÍA YO LLEGAR A TRAVES DE ESTOS
EJEMPLOS: EN LA MEDIDA EN QUE EL RECONOCIMIENTO DEL SER NO CULMINA, LA PALABRA
FLUYE ENTERAMENTE HACIA LA VERTIENTE A TRAVES DE LA CUAL SE ENGANCHA EL OTRO.
No es ajena a la esencia de la palabra, si se me permite la expresión,
engancharse al otro. La palabra es sin duda mediación, mediación entre el
sujeto y el otro, e implica la realización del otro en la mediación misma. Un
elemento esencial de la realización del otro es que la palabra puede unirnos a
él. Es ésta la dimensión en la que nos desplazamos constantemente. Pero existe
otra faceta de la palabra que es revelación. Revelación, y no expresión: el
inconsciente sólo se expresa mediante una deformación, distorsión,
transposición. La revelación es el
resorte último de lo que buscamos en la experiencia analítica. LA RESISTENCIA
SE PRODUCE EN EL MOMENTO EN QUE LA PALABRA DE REVELACIÓN NO SE DICE, EN EL
MOMENTO EN QUE EL SUJETO NO ENCUENTRA LA SALIDA. SE ENGANCHA AL OTRO, PORQUE LO
QUE ES IMPULSADO HACIA LA PALABRA, EN LA MEDIDA EN QUE ALGO PUEDE QUIZA
VOLVERLA FUNDAMENTALMENTE IMPOSIBLE, ES ELPUNTO PIVOTE DONDE LA PALABRA, EN EL
ANALISIS, FLUYE POR ENTERO HACIA SU PRIMERA VERTIENTE Y SE REDUCE A SU FUNCIÓN
DE RELACIÓN CON EL OTRO. SI LA PALABRA FUNCIONA ENTONCES COMO MEDIACIÓN, ES
PORQUE NO HA CULMINADO COMO REVELACIÓN. EL PROBLEMA CONSISTE SIEMPRE EN SABER A
QUÉ NIVEL SE PRODUCE EL ENGANCHE DEL OTRO. Hay que ser imbécil – como sólo se
puede serlo a través de cierto modo de teorizar, dogmatizar y enrolarse en la
técnica analítica - para afirmar, como
lo hizo alguien un día, que una de las condiciones previas al tratamiento
analítico era ¿qué?: que el sujeto tuviera cierta realización del otro en tanto
tal. ¡Por supuesto, imbécil!, pero se trata de saber a qué nivel se ha
realizado este otro, cómo, con qué función y en qué circulo de subjetividad, a
qué distancia está de ese otro.
El otro en el análisis aparece
primero en carácter de testigo, poco después aparecerá la seducción, y más
adelante el intento de captar al otro en un juego donde la palabra adquiere, incluso
la experiencia analítica nos lo ha demostrado, una función más simbólica, una
satisfacción instintiva más profunda. Sin tomar en cuenta el término último:
desorganización total de la función de la palabra en los fenómenos de transferencia,
situación en la que el sujeto se libera totalmente y consigue hacer exactamente
lo que le da la gana. Esta consideración nos conduce a la oposición entre
palabra vacía y palabra plena; palabra plena en tanto que realiza la verdad del
sujeto, palabra vacía en relación a lo que él tiene que hacer hic et nunc con
su analista, situación en la que el sujeto se extravía en las maquinaciones del
sistema del lenguaje, en el laberinto de los sistemas de referencia que le
ofrece el sistema cultural en el que participa en mayor o menor grado. Una
amplia gama de realizaciones de las palabras despliega entre estos dos
extremos. En consecuencia, la resistencia de la que hablamos proyecta sus
resultados sobre el sistema del yo, en tanto el sistema del yo no puede ni siquiera
concebirse sin el sistema- si así puede decirse – del otro. EL YO ES
REFERENCIAL AL OTRO. EL YO SE CONSTITUYE EN RELACION AL OTRO. LE ES
CORRELATIVO. EL NIVEL EN QUE ES VIVIDO EL OTRO SITUA EL NIVEL EXACTO EN EL QUE,
LITERALMENTE, EL YO EXISTE PARA EL SUJETO. La resistencia se encarna en el
sistema del yo y del otro. Allí es donde surge en tal o cual momento del
análisis. Pero parte de otro lado, a saber, de la impotencia del sujeto para
llegar hasta el final en el ámbito de la realización de su verdad. Según un
modo, más o menos definido sin duda para tal o cual sujeto en función de las
fijaciones de su carácter y estructura, el acto de la palabra siempre viene a
proyectarse a determinado nivel, en determinado estilo de la relación con el
otro. Es en el momento en que la palabra del sujeto es más plena cuando, el
analista, podría intervenir. ¿Pero sobre qué intervendría?: sobre su discurso.
Ahora bien, cuando más íntimo le es al sujeto su discurso, más me centro yo
sobre este discurso, más me siento llevado, yo también, a aferrarme al otro, es
decir, a hacer lo que siempre se hace en ese famoso análisis de las
resistencias, buscar el más allá del discurso, más allá, piénsenlo bien, que no
se encuentra en ningún sitio; más allá que el sujeto debe realizar, pero que
justamente no ha realizado y que está entonces constituido por mis propias
proyecciones, en el nivel en que el sujeto lo realiza en ese momento.
Cuando decimos que
interpretamos las resistencias nos topamos con esta dificultad: ¿cómo operar en
esa inter-psicología, del ego y del alter ego, a la que nos reduce la
degradación misma del proceso de la palabra? En otros términos ¿Cuáles son las
relaciones posibles entre esa intervención de la palabra que es la
interpretación y el nivel del ego en tanto que siempre supone correlativamente
al analizado y al analista? ¿Qué podemos hacer para aún manejar válidamente la
palabra en la experiencia analítica, cuando su función se ha orientado en el
sentido del otro hasta un punto al que ha dejado de ser mediación, para ser
sólo violencia implícita, reducción del otro a su función correlativa del yo
del sujeto? ¿Quién es pues, aquel que busca reconocerse más allá del yo?
INTRODUCCIÓN Y RESPUESTA A UNA
EXPOSICIÓN DE JUAN HYPPOLITE SOBRE LA VERNEINUNG DE FREUD.
El entrecruzamiento
lingüístico
Las disciplinas
filosóficas
Estructura de la
alucinación
En toda relación al
otro, la denegación
El fenómeno principal de la
transferencia surge de lo que llamaría el fondo del movimiento de la
resistencia. Aislé ese momento, en el que la resistencia, en su fundamento más
esencial, se manifiesta por un movimiento de báscula de la palabra hacia la
presencia del oyente, de ese testigo que es el analista. EL MOMENTO EN QUE EL
SUJETO SE INTERRUMPE ES COMUNMENTE, EL MOMENTO MÁS SIGNIFICATIVO DE SU
APROXIMACIÓN A LA VERDAD. La pregunta del analista cuando el sujeto se
interrumpe se convirtió para muchos en algo casi automático: ¿No está usted
pensando en algo que me concierne, a mí, analista? – no es sino un activismo
que cristaliza la orientación del discurso hacia el analista. Esta
cristalización solo manifiesta lo siguiente: el discurso del sujeto en la
medida que no alcanza esa palabra plena en la que debería revelarse su
fundamento inconsciente, se dirige entonces al analista, está hecha para
interesarle, y encuentra su soporte en esa forma alienada del ser que llamamos
ego.
El ego en el análisis se
manifiesta aquí como defensa, negativa. En él está inscrita toda la historia de
las sucesivas oposiciones que el sujeto
ha manifestado ante la integración de lo que, más tarde y solo más tarde, se
llamará en la teoría, sus pulsiones más profundas y desconocidas. En esos
momentos de resistencia captamos la función principal del ego, el
desconocimiento.
Todo símbolo lingüístico
fácilmente aislado no solo es solidario del conjunto, sino que además se
recorta y constituye por una serie de afluencias, de sobredeterminaciones
oposicionales que lo sitúan simultáneamente en varios registros. ¿Este sistema
del lenguaje, en el que se desplaza nuestro discurso, no supera acaso
infinitamente toda intención que podamos atribuirle y que solo es momentánea?
Fenichel dijo que el sentido
de la palabra llega incontestablemente al sujeto a través del ego ¿es preciso
acaso ser analista para pensar que semejante afirmación es, al menos, digna de
cuestionamiento? ¿Incluso admitiendo que en efecto sea el ego el que dirige
nuestra manifestaciones motrices y, en consecuencia, la emisión de esos
vocablos que se llaman palabras, podemos decir que, en nuestro discurso
actualmente el ego sea el amo de todo lo que entraña las palabras?. El sistema simbólico es sumamente complicado;
se halla marcado por esa verschlungenheit, propiedad de entrecruzamiento. El entrecruzamiento lingüístico: todo símbolo
lingüístico fácilmente aislado no solo es solidario del conjunto, sino que
además se recorta y constituye por una serie de influencias, de
sobredeterminaciones oposicionales que lo sitúan simultáneamente en varios
registros. LO QUE DEMUESTRA QUE EL
SUJETO DICE MÁS DE LO QUE CREE DECIR.
La lista de palabra que los
observadores se complacen en registrar dejan abierto por entero el problema de
saber ¿en qué medida las palabras que en efecto emergen en la representación
motriz, emergen precisamente de una primera aprehensión de conjunto del sistema
simbólico en tanto tal?. Las primeras apariciones, la clínica lo pone de
manifiesto, tienen una significación totalmente accidental. Todos saben la
diversidad con que aparecen en la elocución del niño los primeros fragmentos de
lenguaje. Y también sabemos hasta qué punto es sorprendente escuchar al niño
pronunciar adverbios, partículas, palabras, desde los quizás, o los aún no,
antes de haber expresado un sustantivo, o cualquier nombre de objeto. Es
imposible partir de los hechos, sin de inmediato cometer los errores de
comprensión más groseros, si no se capta claramente la autonomía de la función
simbólica en la realización humana.
Por eso el valor fundamental
de los escritos de Freud reside en que cada palabra merece ser medida en
relación a su incidencia precisa, a su énfasis, a su expresión particular;
merece insertarse en el análisis lógico más riguroso.
La condición para que algo
exista en un sujeto es que haya bejahung
(aceptación), esta aceptación que no es negación de la negación, pero, ¿qué
sucede cuando ésta bejahung no se produce, y nada entonces se manifiesta en el
registro simbólico? Veamos el ejemplo del hombre de los lobos. No hubo para él
aceptación en el plano genital. No hay en el registro simbólico huella de este
plano. La única huella que tenemos es la emergencia, no en su historia, sino
realmente en el mundo exterior de una pequeña alucinación. La castración, que es
precisamente lo que no ha existido para él, se manifiesta en la forma que él se
imagina: haberse cortado el meñique, tan profundamente, que el sentimiento de
castración tan inexpresable que ni siquiera se atreve a hablar de ello a la
persona que se encuentra a su lado. Aquello de lo cual no se atreve a hablar es
lo siguiente: es como si esa persona a quien le relata enseguida todas sus
emociones se hubiera anulado. Ya no hay otro.
Existe algo así como un mundo
exterior inmediato, manifestaciones percibidas en lo que llamaré un real
primitivo, un real no simbolizado, a pesar de la forma simbólica, en el sentido
corriente del término, que adquiere este fenómeno, existe aquí lo siguiente: lo
no reconocido hace irrupción en la conciencia bajo la forma de lo visto.
ANALISIS DEL DISCURSO Y
ANALISIS DEL YO.
Anna Freud o Melanie Klein
La formación del símbolo y el
discurso del yo.
Anna Freud nos afirma, que en
el análisis el yo sólo se manifiesta a través de sus defensas, vale decir en
tanto se opone al trabajo analítico. ¿Significa esto que todo lo que se opone
al trabajo analítico es defensa del yo? en otro lugar Ana reconoce que esta
concepción no puede sostenerse y que existen otros elementos de resistencia
distintos a las defensas del yo. ¿No es así como he empezado a abordar el
problema con ustedes? Muchos de los problemas aquí abordados figuran en este
libro, es preciso leerlo lápiz en mano, pues tiene un valor de legado.
Nota: pag 108: Lo que define
la entrada en la situación analítica es el establecimiento de un pacto. “el yo
enfermo del paciente promete la más completa sinceridad, es decir, promete
poner a nuestra disposición todo el material que le suministra su
autopercepción. Por nuestra parte, le aseguramos la más estricta discreción y
ponemos a su servicio nuestra experiencia en la interpretación del material
sometido al inconsciente. Nuestro saber ha de compensar su ignorancia, y ha de
permitir al yo recuperar y dominar los dominios perdidos de su psiquismo. En
este pacto consiste la situación analítica”.
Esa ignorancia que no sólo es del paciente, sino también del analista,
en tanto que ignoramos la constelación simbólica que yace en el inconsciente
del sujeto. Además, esta constelación hay que concebirla siempre como ya
estructurada, y de acuerdo a un orden complejo. Cuando nos encaminamos hacia el
descubrimiento del inconsciente, nos encontramos con situaciones estructuradas,
organizadas, complejas. Freud nos proporcionó su primer modelo, su patrón, con
el complejo de Edipo. La cual, en suma, hizo que todo el desarrollo del
psicoanálisis consistiera en la valoración sucesiva de cada una de las
tensiones implicadas en ese sistema triangular. Obligándonos a ver en él algo
muy diferente a la formula clásica de atracción sexual hacia la madre,
rivalidad con el padre. LA RELACION QUE UNE AL SUJETO CON SU MADRE ES DISTINTA
DE LA QUE LO VINCULA AL PADRE, LA RELACIÓN NARCISISTA O IMAGINARIA CON EL PADRE
ES DISTINTA DE LA RELACIÓN SIMBOLICA, Y TAMBIÉN DE LA RELACIÓN QUE DEBEMOS
LLAMAR REAL: LA CUAL ES, RESPECTO A LA ARQUITECTURA QUE NOS INTERESA EN EL
ANÁLISIS, RESIDUAL. TODO ESTO MUESTRA SUFICIENTEMENTE LA COMPLEJIDAD DE LA ESTRUCTURA,
Y QUE NO ES INCONCEBIBLE QUE OTRA LINEA DE INVESTIGACIÓN NOS PERMITA ELABORAR
EL MITO EDIPICO SUPERANDO LO HECHO HASTA AHORA.
A pesar de la riqueza del
material incluido en el interior de la relación edípica, poco nos hemos
despegados del esquema dado por Freud. Este esquema debe, en lo esencial,
mantenerse, pues él es, verán ustedes por qué, verdaderamente fundamental, no
sólo para toda comprensión del sujeto, sino también para toda realización
simbólica, por el sujeto, del ello, del inconsciente, el cual es un sí-mismo y
no una serie de pulsiones desorganizadas, como parte de la elaboración teórica
de Freud permitía pensar al leer en ella que sólo el yo tiene, en el psiquismo,
una organización.
Lo que el sujeto debe
autentificar es la reconstrucción analítica. El recuerdo ha de ser revivido con
ayuda de los vacíos. Y Freud nos recuerda, a justo título, que jamás podremos
confiar íntegramente en la memoria. LO REAL O LO QUE ES PERCIBIDO COMO TAL ES
LO QUE RESISTE ABSOLUTAMENTE A LA SIMBOLIZACIÓN. A fin de cuentas, ¿no se
presenta acaso en su punto máximo el sentimiento de lo real en la ardiente
manifestación de una realidad irreal, alucinatoria? Tampoco nos debe sorprender
que ciertas interpretaciones, que suelen llamarse interpretaciones de contenido,
no sean simbolizadas por el sujeto. La prenda del análisis no es sino reconocer
qué función asume el sujeto en el orden de las relaciones simbólicas que cubre
todo el campo de las relaciones humanas, y cuya célula inicial es el complejo
de Edipo, donde se decide la asunción del sexo.
Analizando el artículo de
Melanie Klein, la importancia del simbolismo en la formación del desarrollo del
yo:
Hay que ver primeramente con
qué brutalidad MK le enchufa al pequeño Dick el simbolismo! Comienza de entrada
lanzándole las interpretaciones mayores. Le suelta una verbalización brutal del
mito de Edipo, casi tan escandalosa para nosotros como para cualquier lector:
tu eres el pequeño tren, quieres cogerte a tu madre. Pero después de esta intervención indudablemente
algo sucede. Todo radica allí.
Percibieron la falta de
contacto que experimenta Dick. Es éste el defecto de su ego. Su ego no está
formado. También MK distingue a Dick de los neuróticos a causa de su profunda
indiferencia, su apatía, su ausencia. En efecto, es evidente que, para Dick, lo
no simbolizado es la realidad. Este joven sujeto está enteramente en la
realidad de su estado puro, constituido. Está enteramente en lo indiferenciado.
Ahora bien, ¿qué es lo que constituye un mundo humano sino el interés por los
objetos en tanto distintos, por los objetos en tanto equivalente? El mundo
humano es, en lo que se refiere a los objetos, un mundo infinito. En este
sentido, Dick vive en un mundo no-humano.
La teoría del ego está aquí
incompleta, quizá porque ella no se decide a formularla, sin embargo muestra
claramente lo siguiente: si, en el mundo humano, los objetos se multiplican, se
desarrollan con la riqueza que constituye su originalidad, lo hacen en la
medida en que aparecen en un proceso de expulsión liado al instinto primitivo
de destrucción. Se trata de una relación primitiva, situada en la raíz misma,
instintual, del ser. A medida que se producen esas eyecciones fuera del mundo
primitivo del sujeto, que no está aún
organizado en el registro de la realidad propiamente humana, comunicable, surge
cada vez un nuevo tipo de identificación. Esto es lo que no puede soportarse y
la ansiedad surge al mismo tiempo.
La ansiedad no es una especie
de energía que el sujeto debería repartir para constituir los objetos, y en el
texto de MK no hay frase alguna que pueda interpretarse en ese sentido. La
ansiedad siempre es definida como surgente. A cada una de las relaciones
objétales corresponde un modo de identificación cuya señal es la ansiedad. Las
identificaciones a las que se refiere preceden a la identificación yoica. Y
toda nueva re-identificación del sujeto hará surgir la ansiedad: ansiedad en
tanto ella es tentación, vértigo, pérdida del sujeto que vuelve a encontrarse
en niveles extremadamente primitivos. La ansiedad es una connotación, una
señal, como siempre lo formuló claramente Freud: una cualidad, una coloración
subjetiva. Ahora bien, precisamente lo que no se produce en el sujeto al que
nos referimos es esta ansiedad. Dick ni siquiera puede lograr el primer tipo de
identificación la cual sería ya un esbozo del simbolismo. Por paradójico que
sea decirlo, él está frente a la realidad, vive en la realidad. En el
consultorio de MK no hay ni otro ni yo; hay una realidad pura simple.
Normalmente, el sujeto da a
los objetos de su identificación primitiva una serie de equivalente imaginarios
que aumentan los engranajes de su mundo: esboza identificaciones con otros
objetos, etc… cada vez, la ansiedad detiene la identificación definitiva, la
fijación de la realidad. Pero estas idas y venidas proporcionarán su marco a
ese real infinitamente más complejo que es el real humano. Después de esa fase
durante la cual los fantasmas son simbolizados, aparece el estadio llamado
genital, en que la realidad entonces es
fijada. Precisamente lo que es humano en la estructura propia del sujeto es esa
hiancia y es ella la que en él responde. El sujeto no tiene contacto sino con
esa hiancia. En esa hiancia, sólo cuentan un número muy limitado de objetos,
que el niño ni siquiera puede nombrar, como han podido observar. Ciertamente,
dispone ya de cierta aprehensión de los vocablos, pero no los asume.
LA TOPICA DE LO IMAGINARIO
LA TOPICA DE LOIMAGINARIO. –
Meditación sobre la
óptica
Introducción del
ramillete invertido
Realidad: el caos
original
Imaginario: el
nacimiento del yo
Simbólico: las
posiciones del sujeto
Funciones del mito de Edipo en
el psicoanálisis
Nada puede comprenderse de la
técnica y la experiencia freudiana sin estos tres sistemas de referencia.
¿Cuándo Melanie Klein nos dice que los objetos se constituyen mediante juegos
de proyecciones, introyecciones, expulsiones, reintroyecciones de los objetos
malos; cuando nos dice que el sujeto, quien ha proyectado su sadismo, lo ve
retornar desde esos objetos, y en consecuencia se halla bloqueado por un temor
ansioso, no sienten ustedes que nos hallamos en el dominio de lo imaginario?
Todo el problema reside entonces en la articulación de lo simbólico y lo
imaginario en la constitución de lo real.
Freud intenta explicar lo que
sucede entre la percepción y la conciencia motriz del yo: comparemos las
funciones anímicas como un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo
semejante. Estas comparaciones no tienen otro objeto que el de auxiliarnos en
una tentativa de llegar a la comprensión de la complicada función psíquica
total, dividiéndola y adscribiéndola cada una de sus funciones aisladas a uno
de los elementos del aparato.
Las imágenes ópticas presentan
variedades singulares; algunas son puramente subjetivas, son las llamadas
virtuales; otras son reales, es decir que se comportan en cierto aspecto como
objetos y pueden ser consideradas como tales. Pero aún más peculiar: podemos
producir imágenes virtuales de esos objetos que son las imágenes reales. En este
caso, el objeto que es la imagen real recibe, con justa razón, el nombre de
objeto virtual.
Todavía hay algo aún más
sorprendente: la óptica se apoya, totalmente, en una teoría matemática sin la
cual es absolutamente imposible estructurarla. Para que haya óptica es preciso que
a cada punto dado en el espacio real le corresponda un punto, y sólo uno, en
otro espacio que es el espacio imaginario. Es ésta la hipótesis fundamental.
Allí también espacio real y espacio imaginario se confunden. Esto no impide que
deban pensarse como diferentes.
Por otro lado, en óptica
existe una serie de fenómenos que podernos considerar como totalmente reales
puesto que es experiencia quien nos guía en esta materia y, sin embargo, la
subjetividad está constantemente comprometida. Cuando ustedes ven un arco iris
ven algo totalmente subjetivo. Lo ven a cierta distancia destacándose sobre el
paisaje. Él no está allí. Se trata de un fenómeno subjetivo. Sin embargo,
gracias a una cámara fotográfica pueden registrarlo objetivamente ¿qué es
entonces? Ya no sabemos muy bien ¿verdad? Dónde se encuentra lo subjetivo y
donde se encuentra lo objetivo ¿no será más bien que estamos acostumbrados, en
nuestras cortas entendederas, a establecer una distinción demasiado somera
entre lo objetivo y lo subjetivo? ¿Tal vez la cámara fotográfica no sea más que
un aparato subjetivo, enteramente construido con ayuda de una x y una y que
habitan el mismo territorio que el sujeto, es decir el del lenguaje? Dejaré
abiertos estos interrogantes para abordar directamente un pequeño ejemplo que
intentaré meterles en la cabeza antes de hacerlo en la pizarra, puesto que no
hay nada más peligroso que las cosas en la pizarra: quedan siempre un poco
chatas.
Un espejo esférico produce una
imagen real. A cada punto de un rayo luminoso proveniente de un punto cualquiera de un objeto situado a
cierta distancia preferentemente en el plano del centro de la esfera – le
corresponde en el mismo plano, por convergencia de los rayos reflejados sobre
la superficie de la esfera, otro punto luminoso: se produce entonces una imagen
real del objeto.
Supongamos que esto sea una
caja, hueca por este lado, y que está colocada sobre una base, en el centro de
la semiesfera. Sobre la caja pondrán un florero, real. Debajo hay un ramillete
de flores. ¿Qué sucede entonces? El ramillete se refleja en la superficie
esférica, para aparecer en el punto luminoso simétrico. Dada la propiedad de la
superficie esférica, todos los rayos que emanan de un punto dado aparecen en el
mismo punto simétrico; con todos los rayos ocurre lo mismo. Se forma así una
imagen real. Observen que en mi esquema los rayos no se cruzan por completo,
pero así sucede también en la realidad, y en todos los instrumentos de óptica:
obtenemos sólo una aproximación. Más
allá del ojo, los rayos continúan su trayectoria, y la característica de
los rayos que impresionan un ojo en forma convergente es la de producir una
imagen real. Convergen cuando llegan al ojo, divergen cuando se alejan de él.
Si los rayos impresionan al ojo en sentido contrario, se forma entonces una
imagen virtual. Es lo que sucede cuando miran una imagen en el espejo: la ven
allí donde no está. Aquí, por el contrario, ustedes lo ven donde ella está,
siempre y cuando el ojo de ustedes se encuentre en el campo de los rayos que ya
se han cruzado en el punto correspondiente. En este momento, mientras no ven el
ramillete real, que está oculto, verán aparecer, si están en el campo adecuado,
un curiosísimo ramillete imaginario, que se forma justamente en el cuello del
florero. Como sus ojos deben desplazarse linealmente en el mismo plano, tendrán
una sensación de realidad sintiendo, al mismo tiempo, que hay algo extraño,
confuso, porque los rayos no se cruzan bien. Cuando más lejos estén, más
influirá el paralaje, y más completa será la ilusión.
Saben que su proceso de
maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado de su
historia, integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio
real de su cuerpo. Pero antes de este momento, aunque en forma correlativa con
él, el sujeto toma conciencia de su cuerpo como totalidad. Teoría del estadio
del espejo: la sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al sujeto
un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro al dominio de lo real. Esta
formación se desvincula así del proceso mismo de la maduración, y no se
confunde con él. El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico, y
esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor
efectivo. Es ésta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez
primera, experimenta que él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro
de lo que él es: dimensión esencial de lo humano, que estructura el conjunto de
su vida fantasmática.
En el origen suponemos todos
los ellos, objetos, instintos, deseos, tendencias, etc. Se trata pues de la
realidad pura y simple, que en nada se delimita, que no puede ser aún objeto de
definición alguna; que no es ni buena ni mala, sino a la vez caótica y
absoluta, originaria. Freud se refiere a este nivel cuando habla de los juicios
de existencia: o bien es o bien no es. Aquí es donde la imagen del cuerpo of
rece al sujeto la primera forma que le permite ubicar lo que es y lo que no es
del yo.
Para que la ilusión se
produzca, para que se constituya, ante el ojo que mira, un mundo donde lo
imaginario pueda incluir lo real y, a la vez, formularlo; donde lo real pueda
incluir y, a la vez, situar lo imaginario, es preciso, ya lo he dicho, cumplir
con una condición: el ojo debe ocupar cierta posición, debe estar en el
interior del cono. Si está fuera de este cono, no verá ya lo que es imaginario,
por la sencilla razón de que nada proveniente del cono de emisión le impactará.
Verás las cosas tal como son, en su estado real, al desnudo, es decir el
interior del mecanismo y según los casos, un pobre florero vacío o bien unas
desoladas flores.
LA CAJA REPRESENTA EL CUERPO
DE USTEDES. EL RAMILLETE SON LOS INSTITNTOS Y LOS DESEOS, LOS OBJETOS DE DESEO
QUE SE PASEAN. ¿Y QUÉ ES EL CALDERO? TAL VEZ EL CÓRTEX. ¿POR QUÉ NO? SERÍA
DIVERTIDO: HBALAREMOS DE ELLO OTRO DÍA.
Lo anterior significa que, en
la relación entre lo imaginario y lo real, y en la constitución del mundo que
de ella resulta, todo depende de la situación del sujeto. La situación del
sujeto - deben saberlo ya- que está caracterizada esencialmente por su lugar en
el mundo simbólico; dicho de otro modo, en el mundo de la palabra. De ese lugar
depende que el sujeto tenga o no derecho a llamarse pedro. Según el caso,
estará o no, en el campo del cono. Aun cuando esto parezca un poco rígido
tienen que metérselo en la cabeza para poder comprender lo que se ha de seguir.
Debemos tomar el texto de
Melanie Klein como lo que es: el informe de una experiencia.
El niño dispone de un
vocabulario muy limitado, y más que limitado, incorrecto. Deforma las palabras,
y la mayor parte del tiempo las emplea mal; otras veces en cambio uno se da
cuenta que conoce su sentido. Melanie Klein insiste en el hecho más
sorprendente: este niño no desea hacerse comprender, no busca comunicarse; sus
únicas actividades más o menos lúcidas son emitir sonidos y complacerse con
estos sonidos sin significación, con estos ruidos. Sin embargo, este niño posee
algo de orden del lenguaje, si no Melanie Klein no podría hacerse entender por
él. Dispone de algunos elementos del aparato simbólico. Melanie Klein lo
distingue señalando que, en él, no hay indicios aparentes de ansiedad, ni
siquiera en la forma velada en que aparece en los neuróticos: explosión o bien
retracción, rigidez, timidez. Aquí está el niño, como si no pasara nada. Mira a
Melanie Klein como miraría un mueble.
Subrayo estos aspectos porque
quiero destacar el carácter uniforme que, para él, tiene la realidad. Todo le
es igualmente real, igualmente indiferente. El mundo del niño, nos dice Melanie
Klein, se produce a partir de un continente – sería el cuerpo de la madre – y
de un contenido del cuerpo de esta madre. El niño se ve llevado a realizar una
serie de relaciones de incorporación imaginaria. Puede morder, absorber el
cuerpo de su madre. El estilo de esta incorporación es un estilo de
destrucción.
El niño espera encontrar en
ese cuerpo materno cierta cantidad de objetos que, aunque están incluidos en
él, están provistos de cierta unida, objetos que pueden serle peligrosos. Los
reviste en espacio, con las mismas capacidades de destrucción de las que se
siente portador. Acentuará en este sentido su exterioridad respecto a las
primeras delimitaciones de su yo, y las rechazará como objetos malos,
peligrosos, caca.
Estos objetos serán
exteriorizados, aislados de ese primer continente universal de ese primer gran
todo que es la imagen fantasmática del cuerpo de la madre, imperio total de la
primera realidad infantil. Sin embargo, siempre se le presentará provisto del
mismo acento maléfico que habrá marcado sus primeras relaciones con ellos. Por
eso los re-introyectará, y trasladará su interés hacia otros objetos menos
peligrosos. Diferentes objetos del mundo exterior, más neutralizados, se
constituirán en equivalentes de los primeros, vinculándose a ellos por una
ecuación IMAGINARIA. De este modo la ecuación simbólica que volvemos a
descubrir entre estos objetos surge de un mecanismo alternativo de expulsión e
introyección, de proyección y absorción, de un juego imaginario. Precisamente
es este juego el que trato de simbolizar en mi esquema por las inclusiones imaginarias de objetos
reales, o inversamente por las capturas en el interior de un ámbito de objetos
imaginarios.
Sucede que para Melanie Klein,
no hay teoría de lo imaginario, ni teoría del ego. Somos nosotros quienes
debemos introducir estas nociones y comprender que SI UNA PARTE DE LA REALIDAD
ES IMAGINADA LA OTRA ES REAL; o inversamente, si una es real la otra se
convierte en imaginarias.
ESTAMOS AQUÍ EN LA RELACION
DEL ESPEJO.
Tal como lo utilizamos en
análisis el término introyección no es lo contrario de proyección. Habrán
observado que prácticamente sólo se lo emplea cuando se trata de introyección
simbólica. Siempre se acompaña de una denominación simbólica. La introyección
es siempre introyección de la palabra del otro, lo que introduce una dimensión
muy diferente a la de la proyección. Mediante esta distinción podrán separar lo
que pertenece a la función del superyó.
Su distinción no es gratuita en la teoría psicoanalítica, y no por nada se
admite que el superyó, el superyó auténtico, es una introyección secundaria
respecto a la función del yo ideal.
El niño está allí. Dispone de
cierta cantidad de registros significativo. A Melanie Klein podemos seguirla en
este punto donde hace hincapié en la gran estrechez de uno de ellos: el
registro imaginario.
Si resumimos ahora todo lo que
describe Melanie Klein acerca de la actitud de este niño, el punto
significativo es simplemente éste: no dirige ningún llamado.
En consecuencia, al introducir
el llamado no introduzco indirectamente el lenguaje. Más aún, diría que no solo
no es el lenguaje, sino que ni siquiera es un nivel superior al leguaje. Si se
habla de niveles, estaría más bien por debajo del lenguaje.
No tienen más que observar un
animal doméstico para ver cómo un ser desprovisto de lenguaje es totalmente
capaz de dirigir llamados; llamado para atraer la atención de ustedes hacia
algo que, en cierto sentido, le falta.
Un tal KailBuhler formuló una
teoría del lenguaje, que no es la única ni la más completa, pero en la que hay
algo que no deja de presentar cierto interés: distingue tres etapas en el
lenguaje, desgraciadamente las ubica mediante registros que no las tornan
demasiado comprensibles.
En primer lugar, el nivel del
enunciado como tal, que está a un nivel casi de dato natural, me encuentro a
nivel del enunciado cuando le digo a alguien la cosa más sencilla, por ejemplo
un imperativo.
Con Dick estamos a nivel del
llamado. El llamado cobra su valor en el interior del sistema ya adquirido del
lenguaje. Ahora bien, ocurre que este niño no pronuncia ningún llamado. El
sistema por el que el sujeto llega a situarse en el lenguaje está interrumpido
a nivel de la palabra. El lenguaje y la palabra no son lo mismo: este niño
hasta cierto punto es dueño del lenguaje, pero no habla. Es un sujeto que está
allí y que, literalmente, no responde.
La palabra no le ha llegado.
El lenguaje no se ha enlazado a su sistema imaginario, cuyo registro es
extremadamente pobre: valoración de los trenes, de las manijas de las puertas,
del lugar negro.
Entonces, el niño se pone a
jugar con su trenecito y le dice la palabra station o sea estación. Momento
crucial en el que se esboza la unión del lenguaje con el imaginario del sujeto.
¿Qué ha hecho Melanie Klein? Tan sólo aportar la verbalización. Ha
simbolizado una relación efectiva: la de
un ser nombrado, con otro ser. Ha enchapado la simbolización del mito edípica,
para llamarlo por su nombre.
De esa pequeña célula palpitante
de simbolismo que le ha dado Melanie Klein. Es lo que ella más tarde llama:
haber abierto las puertas de su inconsciente.
¿Acaso Melanie Klein ha hecho
algo que evidencia la más mínima aprehensión de no sé qué proceso que sería en
el sujeto, su inconsciente? El inconsciente es el discurso del otro. Este es un
caso donde esta fórmula es absolutamente evidente. No hay en el sujeto ningún
tipo de inconsciente. Ellas determinan una posición inicial a partir de la cual
el sujeto puede hacer jugar lo imaginario y lo real y conquistar así su
desarrollo.
¿Por qué hable en este caso de
desarrollo de ego? Esto es conducir como siempre el ego y sujeto.
El desarrollo sólo se produce
en la medida en que el sujeto se integra al sistema simbólico, se ejercita en
él, se afirma a través del ejercicio de una palabra verdadera. Notarán que ni
siquiera es necesario que esta palabra sea suya en la pareja momentáneamente
formada por la terapeuta y el sujeto, aun cuando su forma sea minimamente
afectiva puede producirse una palabra verdadera sin duda no cualquier palabra:
en esto radica la virtud de la situación simbólica del Edipo.
Verdaderamente ésta es la
llave, llave en verdad pequeña. Ya les señalé que muy probablemente exista un
manojo de llaves.
Nos sentimos siempre horriblemente
embarullados pues distinguimos mal entre imaginario, simbólico y real. Cuando
Melanie Klein le trasmite el esquema del Edipo, la relación imaginaria que vive
el sujeto, aunque extremadamente pobre, es ya suficientemente compleja como
para que pueda afirmarse que el niño tiene su mundo propio.
¿Cómo decirlo aún de otro
modo? Pregúntense ustedes qué representa el llamado en el campo de la palabra.
Pues bien, es la posibilidad de la negativa. Digo la posibilidad porque el
llamado no implica la negativa, no implica ninguna dicotomía, ninguna
bipartición. Pero puede comprobar que es en el instante en que se produce el
llamado cuando se establecen en el sujeto las relaciones de dependencia.
Perciben que el mundo exterior
lo que llamamos el mundo real, no es más que un mundo humanizado, simbolizado,
constituido por la trascendencia introducida por el símbolo en la realidad
primitiva – solo puede constituirse cuando se han producido, en el lugar
adecuado, una serie de encuentros. A partir del caso de Dick, utilizando las
categorías de lo real, lo simbólico y lo imaginario, demuestro cómo es posible
que un sujeto que dispone de todos los elementos del lenguaje, que tiene la
posibilidad de realizar desplazamientos imaginarios que le permitirían
estructurar su mundo, no estuviese en lo real. ¿Por qué no lo está? Únicamente
porque las cosas no han aparecido en cierto orden. La figura en su conjunto
está dislocada. Imposible darle a ese conjunto el más mínimo desarrollo.
¿Se trata acaso de desarrollo
del ego? Vuelvan al texto de Melanie Klein. Ella dice que el ego se ha
desarrollado demasiado precozmente, de modo tal que el niño mantiene una
relación demasiado real con la realidad porque lo imaginario puede
introducirse, luego en la segunda parte de su frase, dice que es el ego quien
detiene el desarrollo. Esto quiere decir, sencillamente, que no puede
utilizarse, en forma valedera, el ego como aparato en la estructuración del
mundo exterior. Por una sencilla razón: dada la mala posición del ojo, el ego
pura y simplemente no aparece.
Deben comprender cuál es el
resorte de esta observación: la virtud de la palabra, en tanto el acto de la
palabra es un funcionamiento coordinado con un sistema simbólico ya
establecido, típico significativo.
Extracto de entrevista hecha a
Freud en 1919:
¿Qué piensa, Sr. Profesor del
hecho de que, para el gran público, sus tesis reducirían los acontecimientos
psíquicos a la mera sexualidad?
-Es absurdo -contesta el
profesor-, es sencillamente estúpido y se debe a la falta de cultura. Aquellos
que propagan semejantes cosas sobre el psicoanálisis desconocen sus trabajos;
divulgan chismes. Es tan absurdo como si se decretara que toda disfunción
corporal se debe a las bacterias. Es lo mismo para los fenómenos psíquicos,
donde sólo en las neurosis se le puede imputar el sufrimiento a la sexualidad.
Cuando una enfermedad infecciosa agrede a un organismo, éste va a combatir los
efectos destructores de las bacterias. Asimismo, la neurosis se comporta como
una defensa del yo contra el ataque en que puede transformarse la sexualidad.
Fuera de las neurosis, ningún psicoanalista consideraría un fenómeno psíquico
como determinado por el factor sexual.
Por ejemplo, también es
inexacto en relación a los sueños, cosa que no impide que varias personas
presenten mi teoría de los sueños bajo este ángulo. Sin embargo lo escribimos
hace mucho tiempo: existen sueños sexuales, pero también existen, a la par,
sueños de hambre, de sed, sueños de delirio de grandeza, sueños de fantasía pura.
Lo importante radica en la satisfacción del deseo que procura el sueño; el
hecho mismo de dormir es la prueba de dicha satisfacción, ya que las
preocupaciones y los pensamientos que , se supone, pueden estorbar el sueño, se
encuentran deformados de tal forma que aparecen en él sólo bajo una luz que
autoriza la prosecución del mismo.
"El psicoanalista es como
el chivo expiatorio de los hebreos. Otros cargan sus pecados sobre él. Debe
ejercitar su arte hasta el límite para deshacerse de la pesada carga depositada
sobre él."
Siempre tengo la impresión,
observé, de que el psicoanálisis induce en todos aquellos que lo practican el
espíritu de la caridad cristiana. No hay nada en la vida humana que el
psicoanálisis no pueda hacernos comprender. " Toutcomprendrec'esttoutperdonner"
“Comprender todo es perdonar todo”-
"Al contrario -tronó
Freud mientras sus rasgos asumían la orgullosa severidad de un profeta hebreo,
comprender todo no es perdonarlo todo. El psicoanálisis nos enseña no sólo lo
que podemos soportar sino también lo que debemos evitar. Nos dice qué es lo que
debe ser exterminado. La tolerancia del mal no es de ningún modo un corolario
del conocimiento."
Repentinamente comprendí por
qué Freud había luchado tan amargamente contra aquellos de sus seguidores que
habían desertado de él, por qué no pudo perdonarles su alejamiento del camino
recto del psicoanálisis ortodoxo. Su sentido de la rectitud es la herencia de
sus antecesores. Una herencia de la que él está orgulloso, tan orgulloso como
de su raza.
"Mi lengua es el alemán
me explicó-. Mi cultura y mi formación son alemanas. Me consideraba a mí mismo
intelectualmente un alemán, hasta que me di cuenta del incremento del perjuicio
antisemítico en Alemania y en la Austria alemana. Desde ese momento, ya no me
considero más alemán. Prefiero considerarme judío." "Los más
desagradables hábitos e idiosincrasias del hombre, sus mentiras, su cobardía,
su falta de reverencia, son engendrados por su incompleta adaptación a una
civilización determinada. Es el resultado de los conflictos entre nuestros
instintos y nuestra cultura.
Incluso usted, profesor,
encuentra la existencia demasiado compleja. Sin embargo, me parece que usted
mismo es parcialmente responsable por las complejidades de la civilización
moderna. Antes de que inventara el psicoanálisis no sabíamos que nuestra
personalidad estaba dominada por una beligerante hueste de complejos altamente
objetables. ¡El psicoanálisis ha hecho de la vida un complicado rompecabezas!
"De ningún modo replicó
Freud, el psicoanálisis simplifica la vida. Adquirimos una nueva síntesis
después del análisis. El psicoanálisis reorganiza el laberinto de impulsos
extraviados y trata de volver a enrollarlos al carrete al que pertenecen. 0,
para cambiar la metáfora, provee el hilo que conduce a un hombre fuera del
laberinto de su propio inconsciente."
¿Todavía pone el énfasis más
importante en el sexo?
"Le replico con las
palabras del gran poeta Walt Whitman: 'Careceríamos de todo si careciéramos de
sexo'. De todos modos, le acabo de explicar que hoy le doy casi la misma
importancia a lo que está 'más allá' del placer la muerte, la negación de la
vida. Este deseo explica por qué algunos hombres aman el dolor, como un paso
hacia la aniquilación! Explica por qué todos los hombres buscan el descanso,
por qué el poeta agradece.
"Pude haber cometido
muchos errores, pero estoy completamente seguro de que no me equivoqué cuando
enfaticé la importancia del instinto sexual. Es porque es tan fuerte que el
instinto sexual choca más frecuentemente con las convenciones y las salvaguardas
de la civilización. La humanidad, en su propia autodefensa, busca negar su
suprema importancia. El proverbio dice que: "si usted rasca al ruso, por
debajo aparece el tártaro". Analice cualquier emoción humana, no importa
cuán lejos pueda aparentemente estar de la esfera sexual, y esté seguro de que
descubrirá en alguna parte el instinto primal al que la vida debe su
perpetuación."
CLASE 8 ¡EL LOBO! ¡EL LOBO!
El caso de Roberto. Teoría del
superyó. La médula de la palabra
En observaciones sobre el amor
de transferencia, Freud no vacila en aplicar a la transferencia el nombre de
amor. Tampoco elude Freud el fenómeno amoroso, pasional, en su sentido más concreto, pues hasta llega
a decir que no hay entre la transferencia y lo que en la vida llamamos amor,
ninguna distinción verdaderamente esencial. La estructura de ese fenómeno
artificial que es la transferencia y la del fenómeno espontáneo que llamamos
amor y, muy precisamente, amor-pasión, son en el plano psíquico equivalente.
Cuando estudiemos introducción
al narcisismo, verán que, para designar la diferencia entre demencia precoz,
esquizofrenia, psicosis y neurosis, la única definición que Freud mismo
encuentra es la siguiente, que quizá resultará sorprendente para algunos de
ustedes. También el histérico o el neurótico obsesivo al igual que el
psicótico, en tanto la influencia de la enfermedad los domina, pierden su
relación con la realidad y, sin embargo, el análisis nos demuestra que no han
roto su relación erótica con las personas y las cosas. La conservan en su
fantasma, esto es, han sustituido los objetos reales por otros imaginarios
basados en recuerdos, o han mezclado ambos –recuerden nuestro esquema de la vez
pasada – y, por otro lado, han renunciado a realizar los actos motores
necesarios para la consecuencia de sus fines con tales objetos. Solo a este
estado podemos denominar con propiedad “introversión” de la libido, concepto
utilizado indiscriminadamente por Jung. El parafrénico se conduce muy
diferente. Parece haber retirado realmente su libido de las personas y las
cosas del mundo exterior, sin haberlas sustituido por otras en sus fantasmas.
Ello significa que, en efecto, recrea ese mundo imaginativo. Cuando en algún
caso hallamos tal sustitución, es siempre de carácter secundario y corresponde
a una tentativa de curación que quiere volver a llevar la libido a su objeto.
El niño lobo
Este niño había permanecido
siempre en el estadio en el que los fantasmas eran realidad. Esto explica que
sus fantasmas de construcción intrauterina hayan sido realidad en el
tratamiento, y que haya podido hacer una asombrosa construcción. Si hubiese
estado más allá de ese estadio, yo no hubiera podido obtener esa construcción
de sí mismo.
Como decía ayer, tuve la
impresión de que este niño había caído bajo el efecto de lo real, que al
comienzo no había en él función simbólica alguna, y menos aún función
imaginaria. ¿de dónde salió el lobo?
En estas instituciones
infantiles, a menudo las enfermeras asustan a los niños con el lobo. El lobo era evidentemente, en parte, la madre
devorante. ¿Por qué el lobo? No es un personaje demasiado familiar en nuestras
comarcas. El hecho de que el lobo haya sido elegido para producir estos efectos
nos remiten, directamente, a una función más amplia en el plano mítico, folklórico,
religioso, primitivo. El lobo se vincula con una filiación a través de la cual llegamos a las
sociedades secretas, con lo que las mismas suponen de iniciático, ora en la
adopción de un tótem, ora en la identificación de un personaje.
Es difícil efectuar estas
distinciones a propósito de un fenómeno tan elemental, pero yo quisiera
llamarles la atención sobre la diferencia entre el superyó, en el determinismo
de la represión, y el ideal del yo.
No sé si han advertido aún lo
siguiente: existen dos concepciones que, apenas introducida en la dialéctica
cualquiera para explicar un comportamiento enfermo, parecen dirigirse
exactamente en sentido contrario. El superyó es coercitivo y el ideal del yo
exaltante.
Se trata de una cuestión que
valdrá la pena plantear a propósito de la relación trasferencial. Cuando se
busca el fundamento de la acción terapéutica, suele decirse que el sujeto
identifica al analista con su ideal del yo, o por el contrario, con su superyó
y, en el mismo texto, un término sustituye al otro según el capricho del
desarrollo de la demostración, sin que se explique claramente la diferencia.
Me veré obligado,
indudablemente, a examinar el problema del superyó.
Por lo pronto diré que el
superyó se sitúa esencialmente en el plano simbólico de la palabra, a
diferencia del ideal del yo. El superyó es un imperativo. Como lo indican el
sentido común el uso que de él se hace, el superyó es coherente con el registro
y la noción de ley, es decir con el conjunto del sistema del lenguaje, en tanto
define la situación del hombre como tal, es decir, en tanto que este no solo es
individuo biológico.
El superyó tiene relación con
la ley, pero es a la vez una ley insensata, que llega a ser el desconocimiento
de la ley. Así es como actúa siempre el superyó en el neurótico. ¿no es debido
acaso a que la moral del neurótico es una moral insensata, destructiva,
puramente represora, casi siempre antilegal, que fue necesario elaborar la
función del superyó en el análisis?
El superyó es,
simultáneamente, la ley y su destrucción. El superyó acaba por identificarse
sólo a lo más devastador a lo más fascinante de las primitivas experiencias del
sujeto. Acaba por identificarse a lo que llamo la figura feroz, a las figuras
que podemos vincular con los traumatismos primitivos, sean cuales fueren, que
el niño ha sufrido.
Percibimos encarnada, en este
caso privilegiado, esta función del lenguaje, la palpamos en su forma más
reducida, reducida a una palabra pero que, sin embargo, lo enlaza a la
comunidad humana. No se trata de un niño lobo que habría vivido en su simple
salvajismo, sino de un niño hablante; ha sido gracias a ese lobo que ella tuvo
desde el comienzo la posibilidad de instaurar el dialogo.
Diagnóstico: Delirio
alucinatorio. Siempre se puede intentar buscar una analogía entre trastornos
profundos del comportamiento de los niños y lo que conocimos en los adultos.
Casi siempre se habla de esquizofrenia infantil cuando no se comprende bien lo
que ocurre. Para que pueda hablarse de esquizofrenia falta aquí un elemento
esencial: LA DISOCIACIÓN. No hay disociación, porque apenas hay construcción
(del yo supongo). Me pareció que esto recuerda ciertas formas de organización
del delirio alucinatorio. Anoche formulé grandes reservas pues falta franquear
un paso entre la observación directa de un niño de esta edad y lo que conocemos
de la nosografía habitual. Habría en este caso que explicar muchas cosas.
Un delirio alucinatorio – en
el sentido en que usted lo entiende, el de una psicosis alucinatoria crónica –
sólo tiene un punto en común con lo que sucede en este sujeto: esa dimensión,
según la cual este niño sólo vive lo real. Si la palabra alucinación significa
algo, es ese sentimiento de realidad. En
la alucinación, hay algo que el paciente asume, verdaderamente, como real.
En la psicosis alucinatoria
crónica del adulto hay una síntesis de lo imaginario y lo real; en esto radica
el problema de la psicosis.
SOBRE EL NARCISISMO (1954)
De lo que hace acto.
Sexualidad y libido. Freud o Jung. Lo imaginario en la neurosis. Lo simbólico
en la psicosis.
Me he dado cuenta que algunos
entre ustedes empiezan a preocuparse seriamente por el empleo sistemático – que
sugiero aquí desde hace cierto tiempo – de las categorías de lo simbólico y lo
real. Saben que insisto en la noción de lo simbólico, diciendo que siempre
conviene partir de ella para comprender lo que hacemos cuando intervenimos en
el análisis, y en particular, cuando intervenimos positivamente, a saber,
mediante la interpretación.
Nos hemos visto llevados a
enfatizar esa faz de la resistencia que se sitúa en el nivel mismo de la
emisión de la palabra. ¿Cómo se sitúan respecto a la palabra, todos esos
efectos, todas esas referencias imaginarias habitualmente evocadas cuando
quiere definirse la acción de la transferencia a la experiencia analítica?
La primera de las
contradicciones que surge es la siguiente: resulta harto singular que el método
analítico, que apunta a la obtención de la palabra plena, parta de una vía
estrictamente opuesta, en tanto da como consigna al sujeto el trazar una
palabra lo más despojada posible de toda suposición de responsabilidad; incluso lo libera de toda
exigencia de autenticidad. Le conmina a decir todo aquello que le pase por la
mente por ello, lo menos que puede decirse, es que facilita al sujeto el
retorno a la vía de lo que, en la palabra, está por debajo del nivel del
reconocimiento y que concierne al tercero, el objeto.
Siempre hemos distinguido dos
planos en los que se ejerce el intercambio de la palabra humana – el plano del
reconocimiento, en tanto la palabra teje entre los sujetos ese pacto que los
transforma y los constituye en sujetos humanos comunicantes- y el plano de lo
comunicado, en el
que pueden distinguirse
diversos grados: el llamado, la discusión, el conocimiento, la información; pro
que, en definitiva, tiende a obtener un acuerdo respecto al objeto.
Por supuesto, el objeto no
deja de estar sin referencia a la palabra. Está ya dado parcialmente, desde el
comienzo, en el sistema objetar – u objetivo – el que es preciso incluir la
suma de prejuicios que constituyen una comunidad cultural, y también las
hipótesis, incluso los prejuicios psicológicos, desde los más elaborados por el
trabajo científico, hasta los más ingenuos y espontáneos, que por cierto se
relacionan estrechamente con las referencias científicas, hasta el punto de
impregnarlas.
El sujeto es invitado pues a
entregarse sin reservas a este sistema: a sus conocimientos científicos, así
como a lo que imagina a partir de las informaciones que tiene acerca de su
estado, su problema, su situación y también sus prejuicios más ingenuos, en los
que sus ilusiones se sostienen, incluyendo sus ilusiones neuróticas, en la
medida en que ellas son parte importante de la constitución de la neurosis.
Pareciera –aquí reside el
problema – que este acto de la palabra sólo puede progresar siguiendo la vía de
una convicción intelectual proveniente de la intervención educadora, es decir
superior, del analista. El analista progresaría así por adoctrinamiento.
Cuanto mejor analicemos los
diversos niveles en juego, mejor lograremos distinguir lo que debe distinguirse,
y unir lo que debe de unirse, y más
eficaz será nuestra técnica. Intentaremos hacerlo.
Debe existir pues algo
diferente del adoctrinamiento que explique la eficacia de las intervenciones
del analista. Es lo que la experiencia demostró como eficaz en la acción de la
transferencia. ¿Qué es la transferencia? La transferencia eficaz de la que
hablamos es, simplemente, en su esencia, el acto de la palabra. Cada vez que un
hombre habla a otro de modo autentico, y
pleno, hay en el sentido propio del término, trasferencia, transferencia
simbólica: algo sucede que cambia la naturaliza de los dos seres que están
presentes.
De acuerdo a la obra de Freud
sobre el amor de transferencia, no podemos dejar de ver que uno de los
problemas más importantes de la teoría analítica consiste en saber cuál es la
relación existente entre los vínculos de transferencia y las características,
positivas o negativas, de la relación amorosas. Desde los años 20 incluso,
nunca se hizo otra cosa más que interrogarse sobre la utilidad de la función de
la transferencia en el manejo que hacemos de la subjetividad de nuestro
paciente.
Tenemos realmente la impresión
de que el problema ha sido vislumbrado, enfocado lo más precisamente posible,
pero que, sin embargo, ejerce no sé qué repulsión que prohíbe su
conceptualización. En este punto, quizá más que en cualquier otro, es posible
que la culminación de la teoría, incluso su progreso, sean vividos como un
peligro. No hay por qué excluir tal idea.
Las opiniones que se
manifiestan durante las discusiones acerca de la naturaliza de vinculo
imaginario establecido en la transferencia tienen una íntima relación con la
noción de relación objetal. En el artículo fundamental de James Strachey, que
pone el acento en el papel del superyó. Se plantea que el analista ocuparía,
respecto al sujeto, la función del superyó. Pero la teoría según la cual el
analista es pura y simplemente el soporte de la función del superyó no puede
ser válida, pues esta función es, precisamente, uno de los resortes más
decisivos de la neurosis. Existe entonces un círculo vicioso. Para sostener la
existencia de este superyó parásito en el análisis, strachey debe plantear que,
entre el sujeto analizado y el sujeto analista, ocurren una serie de mecanismos
de constitución de los objetos buenos y malos, introducidos por Melanie Klein
en la práctica de la escuela inglesa. Esto presenta el peligro de hacerlos
renacer sin cesar.
La cuestión de las relaciones
entre analizado y analista se puede situar en un plano muy distinto: en el
plano del yo y en el plano del no-yo, es decir, en el plano de la economía
narcisista del sujeto.
Es así como, desde siempre, la
cuestión del amor de transferencia ha estado ligada, demasiado estrechamente, a
la elaboración analítica de la noción del amor. No se trata del amor en tanto
Eros- presencia universal del poder de vinculación entre los sujetos,
subyacente a toda realidad en la cual el análisis se desplaza – sino del amor –
pasión. Tal como concretamente lo vive el sujeto, cual si fuese una catástrofe
psicológica. Saben que se plantea entonces, la cuestión de saber cómo está
vinculado este amor-pasión en su fundamento, con la relación analítica.
Estos autores acentúan el
carácter narcisista de la relación de amor imaginaria, y demuestran cuánto y
cómo, se confunde el objeto amado- en toda una faceta de sus cualidades, sus
atributos, incluso de su acción en la economía psíquica – con el ideal del yo
del sujeto. Veamos entonces cómo se articulan curiosamente el sincretismo
general del pensamiento de Fenichel, y ese pensamiento del término medio que le
es propio, y que le hace experimentar repugnancia, una verdadera fobia, hacia
la paradoja que este amor imaginario presenta. El amor imaginario participa en
el fondo de la ilusión, y Fenichel experimenta algo así como horror al ver
desvalorizarse de este modo la función misma del amor.
Prefiero dejar, a la noción de
transferencia, su totalidad empírica, señalando que es plurivalente y que
interviene a la vez en varios registros: en el simbólico, en el imaginario y en
el real.
Para Freud, existe una
relación entre una cosa x, que ha sucedido en el plano de la libido, y la
decatectización del mundo exterior característica de las formas de demencia
precoz. Para comprenderlo, es preciso remitirse a los tres ensayos sobre una
teoría sexual, donde se encuentra la noción de autoerotismo primordial. Se
trata de una libido que constituye los objetos de interés y que por una especie
de evasión, de prolongamiento, de pseudópodos, se distribuye. El progreso instintual
del sujeto, y su elaboración del mundo en función de su propia estructura
instintual, se realizará a partir del momento en que el sujeto emite sus cargas
libidinales. Esta concepción no plantea dificultades mientras Freud deje, fuera
del mecanismo de la libido, todo lo que concierne a un registro diferente al
del deseo como tal. El registro del deseo es para él una de las manifestaciones
concretas de la sexualidad, una relación esencial que el ser animal mantiene
con el umwelt, su mundo. Se dan cuenta, entonces, que ésta es una concepción
bipolar: de un lado se encuentra el sujeto libidinal, del otro el mundo. La
libido cobra su sentido cuando se la distingue de las funciones reales o
realizantes, de todas las funciones que nada tienen que ver con la función del
deseo de todo lo que se refiere a las relaciones del yo y del mundo exterior.
Nada tiene que ver con registros instintuales diferentes al registro sexual,
por ejemplo, con lo que hace al dominio de la nutrición, de la asimilación, del
hambre, en la medida en que sirve a la conservación del individuo. Si la libido
no está aislada del conjunto de las
funciones de conservación del individuo pierde todo sentido. Ahora bien,
en la esquizofrenia ocurre algo que perturba totalmente las relaciones del
sujeto con lo real, y que confunde el fondo con la forma. Es a lo largo de este comentario que Freud
advierte las dificultades que plantea el problema de la carga libidinal en la
psicosis. Por cuanto la idea freudiana de un autoerotismo primordial a partir
del que se constituirían progresivamente los objetos, es casi equivalente, en
su estructura, a la teoría de Jung. Por ello, en el artículo sobre el narcisismo, Freud retorna la
necesidad de distinguir libido egoísta y libido sexual. Comprenden ahora una de las razones que lo llevaron a escribir
este artículo.
¿Cómo puede distinguirse,
rigurosamente, estos dos términos si se conociera la idea de su equivalente
energética, la cual permite afirmar que sólo cuando la libido es descatectizada
del objeto vuelve al ego? Freud es llevado a concebir el narcisismo como un
proceso secundario. Una unidad comparable al yo no existe en el origen, no está
presente desde el comienzo en el individuo, y el ich debe desarrollarse. En
cambio las pulsiones auto eróticas están allí desde el comienzo.
Quienes ya están iniciados a
mi enseñanza, verán que esta idea confirma la utilidad de mi concepción del
estadio del espejo. El Urbild, unidad comparable al yo, se constituye en un
momento determinado de la historia del sujeto, a partir del cual el yo empieza
a adquirir sus funciones. Vale decir que el yo humano se constituye sobre el
fundamento de la relación imaginaria. En el desarrollo del psiquismo aparece
algo nuevo, cuya función es dar forma al narcisismo ¿no es esto acaso marcar el
origen imaginario de la función del yo?.
En las dos o tres próximas
conferencias, explicaré con mayor precisión qué utilización, a la vez limitada
y múltiple, debe hacerse del estadio del espejo. Les enseñaré, por primera vez
siguiendo los textos de Freud, que en ese estadio están implicados dos
registros. Finalmente, si la vez pasada señalé que la función imaginaria
contenía la pluralidad de las vivencias del individuo, demostraré que no
podemos limitarla sólo a esto, a causa de la necesidad de distinguir entre
neurosis y psicosis.
Según el esquema Jungiano, el
interés psíquico va, viene, sale, entra,
etc… según esta concepción, el interés psíquico no es más que una
iluminación alternante que puede ir, venir, proyectarse, retirarse de la realidad,
siguiendo el capricho de la pulsación del psiquismo del sujeto. Es una linda
metáfora, pero no aclara nada de la práctica, tal como Freud lo señala. No
permite captar las diferencias existentes entre retracción dirigida, sublimada,
del interés por el mundo que puede alcanzar el anacoreta y la retracción del
esquizofrénico, cuyo resultado es estructuralmente distinto puesto que, en este
caso, el sujeto está completamente atrapado.
Para Freud se trata de captar
la diferencia de estructura existente entre retracción de la realidad que
observamos en las neurosis y la que observamos en las psicosis.
En el desconocimiento, la
negativa, la barrera que el neurótico opone a la realidad comprobamos que
recurre a la fantasía. Hay aquí función y en el vocabulario de Freud, esto no
puede remitir sino al registro imaginario. Sabemos hasta qué punto las personas
y las cosas del entorno del neurótico cambian totalmente de valor, y lo hacen
en relación al lenguaje. Imaginaria se refiere aquí, primero, a la relación del
sujeto con sus identificaciones formadoras, éste es el pleno sentido del
término imagen en análisis; segundo, a la relación del sujeto con lo real, cuya
característica es la de ser ilusoria.
Ahora bien, con razón o sin
ella, poco importa por el momento, Freud señala que en la psicosis no sucede nada
semejante. Cuando el sujeto psicótico pierde
la realización de lo real no vuelve a encontrar ninguna sustitución
imaginaria. Esto es lo que distingue del neurótico.
Una de las conceptualizaciones
más difundidas es que el sujeto delirante sueña, que está plenamente en lo
imaginario. Es preciso entonces que, en la concepción de Freud, la función de
lo imaginario no sea la función de lo irreal. Si no, no se comprendería por qué
Freud negaría al psicótico el acceso a lo imaginario. Y como por lo general Freud
sabe lo que dice, deberemos intentar elaborar qué es lo que quiere decir sobre
este punto.
Esto nos introducirá a una
elaboración coherente de las relaciones entre lo imaginario y lo simbólico,
puesto que es uno de los puntos sobre los que Freud fundamente más
categóricamente esta diferencia de estructura. Cuando lo psicótico reconstruye
su mundo, ¿qué es lo primero que catectiza? Verán por qué vía, inesperadamente
para muchos de ustedes, nos internaremos; lo primero que catectiza son las
palabras. No pueden dejar de reconocer aquí la categoría de lo simbólico.
Veremos que la estructura propia de lo psicótico podría situarse en un irreal
simbólico, o en un símbolo marcado de irreal. La función de lo imaginario está
en un lugar muy diferente.
CLASE 10
LOS DOS NARCISISMOS 1954.
La noción de pulsión. Lo
imaginario en el animal y en el hombre. Los comportamientos sexuales son
especialmente engañosos. El Ur-Irch.
Para Freud, se trata de
mantener un uso bien delimitado – hoy diríamos operativo – de la noción de
libido que es esencial a la preservación de su descubrimiento. ¿Sobre qué se
funda, en suma, el descubrimiento freudiano? Sobre la aprehensión fundamental
de que los síntomas del neurótico revelan una forma desviada de satisfacción
sexual. Freud demostró la función sexual de los síntomas en los neuróticos de
modo muy concreto, a través de una serie de equivalencias, siendo la última de
ellas una sanción terapéutica. Sobre esta
sostuvo siempre que no aportaba
una nueva filosofía totalizadora del mundo, sino una teoría bien
definida, fundada en un campo perfectamente delimitado, pero enteramente nuevo,
que implicaba cierto número de realidades humanas, particularmente
psicopatológicas: los fenómenos subnormales, es decir aquellos que la psicología
normal no estudia, los sueños, los lapsus, los fallos que perturban ciertas
funciones llamadas superiores.
El problema que se plantea a
Freud en esta época es el de la estructura de la psicosis. ¿Cómo elaborar la
estructura de la psicosis en el interior de la teoría general de la libido?
Jung ofrece la siguiente
solución: la profunda transformación de la realidad que se manifiesta en las psicosis es el resultado
de una metamorfosis de la libido, análoga a la que Freud vislumbró a propósito
de las neurosis. Solo que, en el psicótico –dice Jung - la libido está introvertida en el mundo
interior del sujeto, noción que
permanece en la mayor vaguedad ontológica. A causa de esta introversión la
realidad se hunde para él en un crepúsculo. El mecanismo de las psicosis está
pues en perfecta continuidad con el de las neurosis.
Freud intenta establecer en
ese momento la relación que puede existir entre las pulsiones sexuales, a las
que otorgó tanta importancia pues están ocultas y su análisis las revelaba, y
las pulsiones del yo que no había colocado hasta entonces en primer plano.
¿puede o no decirse que unas son la sombra de las otras? ¿Está en realidad
constituida por esa proyección libidinal universal que está en el fondo de la
teoría Jungiana? ¿o bien existe, por el contrario, una relación de oposición,
una relación conflictiva, entre pulsiones del yo y pulsiones libidinales?
Con su honestidad habitual,
Freud precisa que su insistencia en mantener esta distinción se basa en su
experiencia de las neurosis, y que, después de todo, sólo se trata de una
experiencia limitada. Afirma entonces, no menos netamente que, puede suponerse,
en un estadio primitivo, anterior al que la investigación psicoanalítica nos
permite exceder, la existencia de un estado de narcisismo en el que resulta
imposible discernir entre las dos tendencias fundamentales: la sexualibido y
las IchTrielive. En esta etapa, ambas están inextricablemente mezcladas,
beisammen, confundidas y no son diferentes para nuestros groseros análisis. No
obstante, Freud explica por qué intenta mantener la distinción.
Freud adosa su teoría de la
libido a lo que le indica la biología de su tiempo. La teoría de los instintos
no puede dejar de tener en cuenta una bipartición fundamental entre las
finalidades de preservación del individuo y las de continuidad de la especie.
Pero ésta no es razón, dice,
para sumergir la sexualenergie en el campo aún inexplorado de los hechos
psíquicos. No se trata de encontrar para la libido un parentesco universal con
todas las manifestaciones psíquicas. Hacerlo, dice Freud, sería como si en un
asunto de herencia, para probar sus derechos, alguien invocará ante el notario,
el parentesco universal que, según la hipótesis monogenética, vincula entre sí
a todos los hombres.
Freud no aporta una solución,
más bien abre una serie de interrogantes, en los cuales debemos intentar
insertarnos. Preciso mi pensamiento.
Desde el punto de vista psicológico, ¿el individuo es conducido por el famoso
instinto sexual a fin de propagar qué?
A esto nos conduce la teoría
de los instintos. ¿cuál es en efecto el soporte del instinto sexual en el plano
psicológico?
¿Cuál es el resorte concreto
que determina la puesta en función de la inmensa máquina sexual? ¿Cuál es su
desencadenamiento, tal como se expresa Tinbergen, después de Lorenz? No es la
realidad del compañero sexual la particularidad de un individuo, sino algo que
tiene una estrecha relación con la que acabo de llamar el tipo: a saber, una
imagen.
El embrague mecánico del
instinto sexual está cristalizado entonces, esencialmente, en base a una
relación de imágenes, en base a una relación – llego aquí al término que
esperan – imaginaria. Este es el marco de referencia en el cual debemos
articular la libido.
La pulsión libidinal está
centrada en la función de lo imaginario.
Esto no quiere decir, como una
transposición idealista y moralizante de la doctrina analítica quiso hacerlo
creer, que el sujeto progresa en lo imaginario hacia un estado ideal de
genitalidad que sería la sanción, y el resorte último del establecimiento de lo
real. Debemos pues ahora precisar las relaciones de la libido con lo imaginario
y lo real, y resolver el problema de la función real que desempeña el ego en la
economía psíquica.
MANONNI. - ¿Se puede pedir la
palabra? Desde hace algún tiempo me incomoda un problema que me parece que a la
vez complica significativamente las cosas. La carga de los objetos por la
libido es, en el fondo, una metáfora realista, ya que la libido, sólo carga la
imagen de los objetos. En cambio, la carga del yo puede ser un fenómeno
instrapsiquico donde la catectización es la realidad ontológica del yo. Si la
libido se ha convertido en libido de objeto solo puede cargar algo simétrico de
la imagen del yo. Tendremos así dos narcisismos, uno en el que la libido carga
intrapsíquicamente el yo, en todo caso, una imagen del yo. Tendremos entonces
una distinción bien fundamentada entre el narcisismo primario y el narcisismo
secundario.
Me alegra ver que nuestro amigo Manonni hace
un jumpeleante en el tema, sin embargo, prefiero volver a mi último paso.
¿Hacia dónde apunto? A
coincidir con esa experiencia fundamental que nos aporta la elaboración actual
de la teoría de los instintos acerca del ciclo del comportamiento sexual, que
muestra que, en él, el sujeto es esencialmente engañadizo.
Puesto que hemos llegado hasta
aquí, voy a introducir un complemento en el esquema que les presenté en el
cursillo sobre la tópica de lo imaginario.
Les indiqué que este modelo
está en la línea misma de los deseos de Freud. Freud explica en varios sitios,
especialmente en la interpretación de los sueños (Traumaeutung) que las
instancias psíquicas fundamentales deben concebirse en su mayor parte, como representaciones
de lo que sucede en un aparato fotográfico: es decir, como las imágenes,
virtuales (imaginarias) o reales, producidas por su funcionamiento. El aparato
orgánico representa el mecanismo del aparato, y lo que aprehendemos son
imágenes. Sus funciones no son homogéneas, ya que una imagen real y una imagen
virtual son diferentes las instancias que Freud elabora no deben considerarse
como sustanciales, epifenoménicas, respecto a la modificación del aparato
mismo. Las instancias deben pues interpretarse mediante un esquema óptico.
Concepción que Freud indicó muchas veces, pero que nunca llegó a materializar.
Vean ustedes, a la izquierda,
el espejo cóncavo gracias al cual se produce el fenómeno del ramillete
invertido; aquí, por comodidad, lo he trasformado en florero invertido. El
florero está en la caja y el ramillete encima.
El florero será reproducido
por el juego de reflexión de los rayos por una imagen real, no virtual, que el
ojo puede enfocar. Si el ojo se acomoda a nivel de las flores que hemos
dispuesto, verá la imagen real del florero rodeando el ramillete, confiriéndole
estilo y unidad; reflejo de la unidad del cuerpo.
¿Cuál es la definición de
imagen en óptica? A cada punto del objeto le corresponde un punto de la imagen,
y todos los rayos provenientes de un punto deben cruzarse en un punto único en
algún lado.
Si el aparato cóncavo está
aquí, donde el yo, y el pequeño montaje de prestidigitador está más allá de la
mesa, la imagen no se podrá ver con suficiente nitidez como para producir una
ilusión de la realidad, una ilusión real, es preciso que ustedes se encuentren
ubicados en cierto ángulo.
Alguien introdujo la cuestión
de dos narcisismos. Se dan cuenta de que, en efecto, de eso se trata: de la
relación entre la constitución de la realidad y la norma del cuerpo, que de un
modo más o menos apropiado, Mannoni ha llamado antológica.
Para que este ojo tenga
exactamente la ilusión del florero invertido, es decir, para que lo que vea en
óptimas condiciones, como si estuviera en el fondo de la sala, hace falta y basta una sola cosa: que hubiera, más o
menos en la mitad de la sala, un espejo plano.
En otros términos, si
colocamos en la mitad de la sala un espejo, al adosarme al espejo cóncavo veré
la imagen del florero tan nítidamente como si estuviese en el fondo de la sala,
aunque no la vea directamente. ¿Qué veré en el espejo? Primero, mi propia cara,
ahí donde ella no está. En segundo lugar, en un punto simétrico al punto donde
está la imagen real, veré aparecer esa imagen real como imagen virtual. ¿Se dan
cuenta? No es difícil entenderlo, al volver a
sus casas colóquense ante un espejo, pongan una mano ante ustedes…
Hace un momento, Mannoni
hablaba de dos narcisismos. En efecto, existe en primer lugar un narcisismo en
relación a la imagen corporal. Ella hace la unidad del sujeto, la vemos
proyectarse de mil maneras, hasta en lo que podemos llamar la fuente imaginaria
del simbolismo, que es aquella a través de lo cual el simbolismo se enlaza con
el sentimiento, con el selbstgefuhlque el ser humano, el hombre, tiene de su
propio cuerpo. Su patrón fundamental es de inmediato en relación con el otro.
El otro tiene para el hombre
un valor cautivador, dada la anticipación que representa la imagen unitaria tal
como ella es percibida en el espejo, o bien la realidad toda de semejante.
El otro, el alter ego, se
confunde en mayor o menor grado, según las etapas de la vida, con el Ich-ideal,
ese ideal del yo constantemente invocado en el artículo de Freud. La
identificación narcisista la del segundo narcisismo es la identificación al
otro que, en el caso normal, permite al hombre situar con precisión su relación
imaginaria y libidinal con el mundo en general. El sujeto ve su ser en una
reflexión en relación al otro, es decir en relación al ideal del yo.
Observen ustedes que es
preciso diferenciar las funciones del yo por otra, debe pasar en el hombre por
esa alienación fundamental que constituye la imagen reflejada de sí mismo que
es el Ur-Ich; forma originaria tanto del ideal del yo como de la relación con
el otro.
RESPUESTA A UNA INTERVENCIÓN
DEL DR. GRANOFF SOBRE LA APLICACIÓN POSIBLE DEL ESQUEMA ÓPTICO A LA TEORÍA DEL
ESTADO AMOROSO.
La estricta equivalencia entre
objeto e ideal del yo en la relación amorosa es una de las nociones más fundamentales
de la obra de Freud: la encontramos a cada paso, una y otra vez. En la carga
amorosa el objeto amado equivale, estrictamente, debido a la captación del
sujeto que opera, al ideal del yo.
Estas planean, como
culminación de la maduración afectiva, no sé qué fusión, qué comunión, entre la
genialidad y la constitución de lo real. No digo que no haya allí algo esencial
para la constitución de la realidad, pero es necesario aún comprender cómo funciona.
Porque, o uno o lo otro: o el amor es lo que Freud describe, función imaginaria
en su fundamento, o bien es el fundamento y la base del mundo. Así como hay dos
narcisismos debe haber dos amores, eros y agape.
CLASE 11
IDEAL DEL YO Y YO IDEAL
Freud línea a línea. Los
engaños de la sexualidad. La relación simbólica define la posición del sujeto
en lo imaginario.
Laclaire, quien ha trabajado
para nosotros el difícil texto Introducción al narcisismo, aportará:
Es éste un texto que no se
puede resumir. En la segunda parte, Freud nos dice que el estudio de las
demencias precoces –lo que él llama el grupo de las parafrenias-, sigue siendo
ciertamente el mejor acceso para el estudio de la psicología del yo. Se refiere
a una conversación que tuvo con Ferenczi al respecto, y parte de la
comprobación que, en el curso de una enfermedad, de un sufrimiento, el enfermo
retrae sus cargas libidinales sobre su yo para liberarlas de nuevo tras su
curación. Durante la fase en que retira su carga libidinal de los objetos, la
libido y el interés del yo se confunden nuevamente, tienen de nuevo el mismo
destino, y es posible distinguirlos.
El dolor de muelas que sufre
interrumpe todos sus ensueños idealistas y platonizantes, así como inspiración
amorosa. Por ese dolor olvida las cotizaciones de la bolsa, los impuestos, la
tabla de multiplicar, etc. Todas las formas habituales de ser pierden
súbitamente su atractivo, están anuladas, y ahora, en el pequeño agujero, la
muela habita. El mundo simbólico de las cotizaciones de la bolsa y de las
tablas de multiplicar se halla enteramente cargado en el dolor.
El estado de reposo en el cual
también hay una retirada narcisista de las posiciones libidinales. Introduce la
noción de erogeneidad, de zonas erógenas que pueden, dice Freud, reemplazar lo
genital y comportarse como él, es decir, ser sede de manifestaciones y
descargas. Nos dice que todo cambio de este tipo de erogeneidad en un órgano
podría ser paralelo a un cambio de carga libidinal en el yo.
El comentario esencial de Freud
es que resulta casi indiferente que una elaboración de la libido se produzca
sobre objetos reales u objetos imaginarios. La diferencia sólo aparece más
tarde, cuando la orientación de la libido se efectúa sobre objetos irreales.
Freud se plantea el problema
de saber por qué el hombre sale del narcisismo. ¿Por qué el hombre está
insatisfecho?
Freud llega a distinguir dos
tipos de elección, que podemos traducir como anaclítica y narcisista, y estudia su génesis. Escribe
esta frase: “el individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y la
mujer que se ocupa de el”. Él mismo o sea su imagen.
Mas adelante, Freud detalla la
génesis, la forma misma de esta elección. Comprueba que las primeras
satisfacciones sexuales autoeróticas cumplen una función en la conservación de
sí. Después, comprueba que las pulsiones sexuales se aplican primero a la
satisfacción de las pulsiones del yo y que sólo más tarde se hacen autónomas.
Así, el niño ama primero al objeto que satisface sus pulsiones del yo, es decir,
a la persona que se ocupa de él. Por último, Freud define el tipo narcisistico
de elección objetal, patente sobre todo, dice, en quienes el desarrollo
libidinal estuvo perturbado.
La noción de Anlehung no
carece de relación con la noción de dependencia desarrollada posteriormente.
Pero es una noción más amplia, y más rica. Freud hace una lista de los
diferentes tipos de fijación amorosa, que excluye toda referencia a lo que
podrá llamarse una relación madura, ese mito del psicoanálisis. Existe ante todo,
en el campo de la fijación amorosa, de la Virliebtheit el tipo narcisista. Se
ama primero: 1. lo que uno mismo es, vale decir, como Freud lo precisa entre
paréntesis, uno mismo 2. lo que uno ha sido 3.lo que uno quisiera ser 4. La
persona que fue una parte del propio yo. Es el Narzissmustypus.
Hay pues, dos tipologías de
elección del objeto amado:
1. La anaclítica: que es el amor aprendido del primero apoyo del
sujeto que satisface las pulsiones básicas del niño (los padres generalmente –
complejo de edipo)
2. La narcisista: que puede ser de cuatro tipos 1. Lo que uno mismo
es, 2. Lo que uno ha sido, 3. Lo que uno quisiera ser, y 4. La persona que fue
una parte del propio yo.
Esta vigilancia del yo que
Freud destaca, perpetuamente presente en el sueño, es el guardián del dormir,
situado como al margen de la actividad del sueño y, muy a menudo, listo,
también él, a comentarla. Esta participación residual del yo es, como todas las
instancias que Freud presenta aquí con el titulo de censura, una instancia que
habla, es decir, una instancia simbólica.
Laclaire: Hay luego, algo así
como una tentativa de síntesis en la que se aborda la discusión del sentimiento
de sí en el individuo normal y en el neurótico. El sentimiento de sí tiene tres
origines: la satisfacción narcisista primaria, el criterio de éxito: la
satisfacción del deseo de omnipotencia cumplimiento del ideal del yo, y la
gratificación recibida de los objetos de amor. Esta me parece extremadamente
importante: el desarrollo del yo consiste en un alejamiento del narcisismo
primario y crea una intensa tendencia a reconquistarlo. Este alejamiento sucede
mediante el desplazamiento de la libido sobre un ideal del yo impuesto desde el
exterior, y la satisfacción es proporcionada por el cumplimiento de este ideal.
El yo pasa pues por una especie de alejamiento, de término medio, que es el
ideal, y vuelve después a su posición primitiva. Sería preciso aclarar este
desplazamiento de la libido sobre un ideal, porque una de dos: o el
desplazamiento de la libido se efectúa una vez más sobre una imagen, sobre una
imagen del yo, es decir, sobre la forma del yo, a la que se llama ideal, porque
no es semejante a la que está actualmente allí, o a aquella que allí ha estado
– o bien, se llama ideal del yo a algo que está más allá de la forma del yo,
que es propiamente un ideal, y que se acerca más a la idea, a la forma.
La primera vez que Freud habla
del yo ideal, es para decir que ahora el amor a sí mismo se dirige hacia ese yo
ideal.
El niño es lo que sus padres
le hacen en la medida en que le proyectan el ideal. ¿En qué se convierte la
libido del yo en el adulto normal? ¿Debemos admitir que está confundida en su
totalidad con las cargas objetales? Hemos dicho que la represión parte del yo,
con sus exigencias éticas y culturales. La formación de un ideal sería, por
parte del yo, la condición de la represión. A este yo ideal se consagra el amor
ególatra de que en la niñez era objeto el yo verdadero. No quiere renunciar a
la perfección de su niñez… intenta conquistarla de nuevo bajo la nueva forma de
su ideal del yo. Figuran pues aquí las dos expresiones, yo ideal e ideal del
yo.
Y Freud emplea aquí el yo
ideal, que es exactamente simétrico y opuesto a ideal del yo. Signo de que
Freud designa aquí dos funciones diferentes.
Lo que observo es que en el
momento en que Freud sustituye el término yo ideal por ideal del yo, hace
preceder ideal del yo por nuevas formas.
La nueva forma de su ideal del
yo es lo que él proyecta delante de sí como su ideal.
Freud formuló pues la
existencia del yo ideal, que luego llama ideal de yo o forma del ideal del yo.
Dice que no hay sino un paso desde este punto a la investigación de las
relaciones entre la formación del ideal y la sublimación. La sublimación es un
proceso de la libido objetal. Por el contrario, la idealización concierne al
objeto que es agrandado, elevado, sin modificaciones en su naturaleza. La idealización es posible
tanto en el dominio de la libido del yo como en el de la libido objetal.
La formación del ideal del yo
aumenta las exigencias del yo y favorece al máximo la represión. Uno está en el
plano de lo imaginario, el otro en el plano de lo simbólico, ya que la
exigencia del ideal del yo encuentra su lugar en el conjunto de las exigencias
de la ley. LA SUBLIMACIÓN OFRECE, POR LO TANTO, EL ATAJO PARA SATISFACER ESA
EXIGENCIA SIN ACARREAR LA REPRESIÓN.
No sería de extrañar que
encontrásemos una instancia psíquica especial encargada de velar por las
satisfacciones que se desprende del ideal del yo, y que en cumplimiento de su
función, vigila de continuo al yo actual. Esta hipótesis de una instancia psíquica
especial que cumpliría entonces una función de vigilancia y seguridad nos
conducirá, más TARDE, AL SUPERYÓ.
La manifestación natural de
este mundo cerrado de dos nos ilustra la conjunción de la libido objetal y la
libido narcisista. En efecto, el apego de cada objeto para con el otro está
hecho de la fijación narcisistica a esa imagen, porque esa imagen, y solo ella,
es lo que él esperaba. Tal es el funcionamiento del hecho que, en el orden de
los seres vivos, sólo el compañero de la misma especie, nunca se lo destaca
suficientemente, puede desencadenar esa forma especial llamada comportamiento
sexual.
Digamos que, en el mundo
animal, todo el ciclo del comportamiento sexual está dominado por lo imaginario. ¿Sucede o no lo mismo con el
hombre? Esta imagen podrá ser el ideal del yo del que hablábamos hace rato.
Esto no es más que el fenómeno
que les detallé en el animal. El animal hace coincidir un objeto real con la
imagen que está en él. ¿Se produce esto en el hombre?
Como sabemos, las
manifestaciones de la función sexual en el hombre se caracterizan por un
desorden eminente. Nada se adapta. Esa imagen, en torno a la cual nosotros,
psicoanalistas, nos desplazamos, presenta, ya sea en la neurosis o en la
perversión, una especie de fragmentación, de estallido, de despedazamiento, de
inadaptación, de inadecuación. ¿cómo podemos entonces representarnos el
mecanismo por el cual esa imaginación en desorden llega finalmente, sin
embargo, a cumplir su función?
que buen trabajo
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