viernes, 6 de noviembre de 2015

RESUMEN JACQUES LACAN. SEMINARIO I



SOBRE LOS ESCRITOS TÉCNICOS DE FREUD


 Lacan manifiesta que el argumento central de la psicología freudiana  está  en la comprensión de la historia del sujeto, en la forma en la que el analista descifra y hace comprender al otro, su historia…

Ego sería todo aquello a lo que se accede, aunque por otra parte, no sea sino una especie de escollo, un acto fallido o un lapsus. Es la función mediante la cual el sujeto aprende el sentido de las palabras. Es aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las palabras, es algo muy distinto: el lenguaje, cuyo papel es formador, fundamental en su historia.

Lacan: Nos permitimos – nos permitimos las cosas sin saberlo, tal y como el análisis lo ha revelado – hacer intervenir nuestro ego en el análisis. Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptación del paciente a lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de lo real.

PRIMERA INTERVENCIÓN SOBRE EL PROBLEMA DE LA RESISTENCIA.

Refiere Lacan que el análisis de Freud es una experiencia de lo particular. Para Freud, la experiencia analítica representa la singularidad llevada a sus límites, puesto que él estaba construyendo y verificando el análisis mismo.

Freud en su escrito “metapsicología” llega incluso a escribir que la fuerza de la resistencia es inversamente proporcional a la distancia que nos separa del nódulo reprimido. Para saber dónde está el soporte materia, biológico, Freud considera resueltamente el discurso como una realidad en tanto tal, una realidad que está allí, legajo, conjunto de pruebas como suele decirse, haz de discursos yuxtapuesto que se recubren unos a otros, se suceden, forman una dimensión, un especia de expediente. FREUD NO DISPONIA AÚN DE LA NOCION, AISLADA COMO TAL, DE SOPORTE DE LA PALABRA. HOY, HABRÍA TOMADO, COMO ELEMENTO DE SU METAFORA, LA SUCESIÓN DE FONEMAS QUE COMPONEN PARTE DEL DISCURSO DEL SUJETO. DIRÍA QUE LA RESISTENCIA QUE ENCONTRAMOS ES TANTO MAYOR CUANDO MÁS SE APROXIMA EL SUJETO A UN DISCURSO QUE SERÍA EL ÚLTIMO Y EL BUENO, PERO QUE RECHAZA DE PLANO.

¿Es la resistencia un fenómeno que solo aparece en el análisis? La resistencia está vinculada a la noción de ego. Pero, cuando leemos en el texto de los estudien ciertas frases sorprendentes, donde no solo se considera al ego como tal, sino al ego como representación de la masa ideaciones, nos damos cuenta que la noción de ego deja vislumbrar ya en Freud, todos los problemas que ahora nos plantea. Casi diría que es una noción con efecto retroactivo, cundo se leen estas primeras cosas a la luz de lo que desde entonces se ha desarrollado en torno al ego, todas las formulaciones, incluso las más recientes, parecen enmascarar en lugar de evidenciar. En esta fórmula, no pueden ustedes dejar de percibir algo que se asemeja singularmente a una fórmula que he podido darles, a saber, QUE LA CONTRATRANSFERENCIA NO ES SINO LA FUNCIÓN DEL EGO DEL ANALISTA, LO QUE DENOMINABA LA SUMA DE LOS PREJUICIOS DEL ANALISTA. ASÍ MISMO, ENCONTRAREMOS EN EL PACIENTE UNA ORGANIZACIÓN COMPLETAMENTE DE CERTIDUMBRES, CREENCIAS, COORDENADAS, REFERENCIAS, QUE CONSTITUYEN, HABLANDO ESTRICTAMENTE, LO QUE FREUD LLAMABA DESDE EL COMIENZO UN SISTEMA IDEACIONAL.

Hemos sido conducidos, ya lo ven, a lo siguiente – que les he dicho sería el modelo de nuestra investigación – hay que plantear que la evolución, lo acatars de la experiencia analítica nos informan sobre la naturaleza misma de esta experiencia, en tanto ella también es una experiencia humana enmascarada para sí misma. Es también elevar a un segundo grado el problema que nos planta la neurosis. ¿QUÉ QUIERO? SALIR DE ESTE VERDADERO CALLEJÓN SIN SALIDA, MENTAL Y PRACTICO, EN EL QUE DESEMBOCA ACTUALMENTE EL ANÁLISIS. SE DAN CUENTA USTEDES QUE VOY LEJOS EN LA FORMULACIÓN DE LO QUE DIGO: ES IMPORTANTE  SOMETER EL ANÁLISIS MISMO AL ESQUEMA OPERACIONAL QUE ÉL NOS HA ENSEÑADO Y QUE CONSISTE EN LEER, EN LAS DIFERENTES FASES DE SU ELABORACIÓN TEÓRICO-TECNICAS, CÓMO AVANZAR EN LA RECONQUISTA DE LA REALIDAD AUTENTICA DEL CONSCIENTE POR PARTE DEL SUJETO.
LA RESISTENCIA Y LAS DEFENSAS.

INTRODUCCIÓN A LOS ESCRITOS TECNICOS DE FREUD.

3- Que el sujeto reviva, rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formados de su existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que construye de ellos.
Que el sujeto recuerde algo como siendo verdaderamente suyo, como habiendo sido verdaderamente vivido, que comunica con él, que él adopta, NO ES ESENCIAL. LO ESENCIAL ES LA RECONSTRUCCIÓN, TÉRMINO QUE FREUD EMPLEA HASTA EL FIN. Se trata menos de recordar que de reescribir la historia.

Todo el desarrollo de la técnica analítica guía, desde entonces, en torno a la concepción del ego, es allí donde radica la causa de todas las dificultades planteadas por la elaboración teórica de este desarrollo práctico. ¿Qué hacía Freud efectivamente? Bergler formula esta pregunta por escrito y responde que no sabemos gran cosa acerca de ello, salvo lo que Freud mismo nos dejó ver cuando, también él, formuló directamente por escrito el futuro de algunas de sus experiencias y, en particular, sus cinco grandes psicoanálisis. Tenemos allí la mejor apertura hacia el modo en que Freud actuaba.

Escuchamos hablar de ego como si fuera un aliado del analista, y no solamente un aliado, sino como si fuese la única fuente de conocimiento. Suele escribirse que sólo conocemos al ego. Anna Freud, Fenichel, casi todos los que han escrito sobre análisis a partir de 1920, repiten: NO NOS DIRIGIMOS SINO AL YO, NO TENEMOS COMUNICACIÓN SINO CON EL YO Y TODO DEBE PASAR POR EL YO. Todo el progreso de esta psicología del yo puede resumirse en los siguientes términos: el yo está estructurado exactamente como un síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre.

ANNA FREUD: aproximar la represión a nociones tales como las de inversión del instinto contra su objeto o inversión de sus fines, es reunir elementos en nada homogéneos. Podemos destacar la profunda ambigüedad de la concepción que los analistas se hacen del ego; ego sería todo aquello a lo que se accede, aunque por otra parte, no sea sino una especie de escollo, un acto fallido, un lapsus.


Qué es el ego para Lacan: Aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las palabras, es algo muy distinto: EL LENGUAJE, CUYO PAPEL ES FORMADOR, FUNDAMENTAL EN SU HISTORIA. El absurdo fundamental del comportamiento interhumano sólo puede comprenderse en función de ese sistema llamado yo humano, a saber, esa serie de defensas, negaciones, barreras, inhibiciones, fantasmas fundamentales que orientan y dirigen al sujeto. En efecto, he aquí lo grave, porque nos permitimos hacer intervenir nuestro ego en el análisis. Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptación del paciente a lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de lo real.


PRIMERAS INTERVENCIONES SOBRE EL PROBLEMA DE LA RESISTENCIA

El análisis la primera vez.
Materialidad del discurso
Análisis del análisis
¿Megalomanía de Freud?


La asociación libre comenzaba solicitando al paciente a concentrarse en la causa del síntoma a analizar. Los síntomas eran tratados uno por uno, en sí mismos: los afrontaba directamente como si fueran problemas propuestos.

YA HE ACENTUADO EL CARÁCTER PRIVILEGIADO, DEBIDO AL CARÁCTER ESPECIAL DE SU TECNICA, DE LOS CASOS TRATADOS POR FREUD. ¿CÓMO ERA ESA TECNICA? SÓLO PODEMOS PRESUMIRLO, A TRAVES DE ALGUNAS REGLAS QUE NOS DEJÓ, Y QUE HAN SIDO FIELMENTE APLICADAS. SEGÚN LO CONFIESAN LOS MEJORES AUTORES, Y ENTRE ELLOS QUIENES CONOCIERON A FREUD, NO PODEMOS HACERNOS UNA IDEA CABAL DEL MODO EN QUE APLICABA LA TECNICA.
       
Ciertamente, el análisis de Freud como ciencia es siempre una ciencia de lo particular. La realización de un análisis es siempre un caso particular, aun cuando estos casos particulares, desde el momento en que hay más de un analista, se presten, de todos modos, a ciertas generalidades. Pero con Freud la experiencia analítica representa la singularidad llevada a su límite, puesto que él estaba construyendo y verificando el análisis mismo. Pero Freud no aplicaba un método. Si descuidáramos el carácter único, inaugural, de su proceder, cometeríamos una grave falta. EL ANALISIS ES UNA EXPERIENCIA DE LO PARTICULAR.

Freud no disponía aún de la noción, aislada como tal, de soporte material de la palabra. Hoy, habría tomado, como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que componen parte del discurso del sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es tanto mayor cuanto más se aproxima el sujeto a un discurso que sería el último y el bueno, pero que rechaza de plano.

Existe una cuestión de primer plano tratándose de la resistencia: ELPROBLEMA DE LAS RELACIONES ENTRE LO INCONSCIENTE Y LO CONSCIENTE. ¿Es la resistencia un fenómeno que sólo aparece en el análisis? Cuando, en el límite de ese campo de la palabra que es justamente la masa ideacional del yo, les representaba el momento de silencio tras el cual una palabra distinta reaparece a aquella que se trata de reconquistar en el inconsciente ya que ella es esa parte del sujeto separada de su historia: ¿acaso está allí la resistencia?.

La contratransferencia no es sino la función del ego del analista, lo que denominaba la suma de los prejuicios del analista. Así mismo, encontramos en el paciente una organización completa de certidumbres, creencias, coordenadas, referencias, que constituyen, hablando estrictamente, lo que Freud llamaba desde el comienzo un sistema ideacional.

Hay que plantear que la evolución, los avatares de la experiencia analítica nos informan sobre la naturaleza misma de esta experiencia, en tanto ella también es una experiencia humana enmascarada para sí misma. Esto es aplicar al análisis mismo el esquema que él nos ha enseñado.

… los textos analíticos abundan en impropiedades metódicas. Hay en ellos temas difíciles de tratar, de verbalizar, sin dar al verbo un sujeto: leemos también continuamente que el ego emite la señal de angustia, maneja el instinto de vida, el instinto de muerte; ya no se sabe dónde está la central, dónde el guardagujas, dónde lo principal. Todo esto es escabroso.

III. LA RESISTENCIA Y LAS DEFENSAS.

Un testimonio de Annie Reich
De ego a ego
Realidad y fantasma del trauma
Historia, vivido, revivido

La originalidad del tratamiento psicoanalítico es justamente el haber percibido, desde su origen y de entrada, la relación problemática del sujeto consigo mismo. El hallazgo propiamente dicho, el descubrimiento, tal como se los expuse a principios de este año, consiste en haber puesto esta relación en conjunción con el sentido de los síntomas. El rechazo de este sentido es lo que le plantea al sujeto un problema. ESTE SENTIDO NO DEBE SERLE REVELADO, DEBE SER ASUMIDO POR ÉL. POR ESO EL PSICOANALISIS ES UNA TÉCNICA QUE RESPETA A LA PERSONA HUMANA, Y QUE NO SOLO LA RESPETA SINO QUE TAMBIÉN NO PUEDE FUNCIONAR SIN RESPETARLA.

Para Annie Rech, nada tiene importancia salvo el reconocimiento por parte del sujeto, de las intenciones de su discurso. Y sus intenciones solo tienen valor en su alcance en la interlocución presente. El sujeto puede  relatar sus encontronazos con el tendero o con el peluquero, pero en realidad lo hace para insultar y molestar a quien se dirige, es decir al analista.

El hecho de que un sujeto salga de su estado brumoso tras una intervención del analista no prueba en absoluto que la misma fuese eficaz en el sentido estrictamente terapéutico, estructura  de la palabra, es decir que ella fuese en el análisis, verdadera. Es imposible en el campo de la experiencia analítica considerar el cambio de estilo del sujeto como prueba de la justeza de una interpretación. Considero que lo que prueba la justeza de interpretación es que el sujeto traiga un material que lo confirme. Y aún esto debe ser matizado.

Lo importante no es que el analista mismo se haya equivocado, por otra parte nada indica que la contratransferencia sea culpable de esta interpretación manifiestamente refutada por el desarrollo del tratamiento. Que el sujeto haya experimentado los sentimiento s que le imputaba la analista, no sólo podemos admitirlo, sino que es incluso por demás probable. Que la analista se guiara por ellos en la interpretación que hizo, no es algo, en sí, peligroso. Que el único sujeto analizante, el analista, haya experimentado incluso sentimientos de celos, tenerlo en cuanta de modo oportuno, para guiarse por ellos cual una aguja indicadora más, es asunto suyo. Nunca dijimos que el analista jamás debe experimentar sentimientos frente a su paciente. Pero debe saber, no solo no ceder a ellos, ponerlos en su lugar, sino usarlos adecuadamente en su técnica…(lo raro es que se haya creído autorizada por una determinada técnica a usarlos de entrada y de modo directo).

Hablando de proyección: Me decía gustosamente: los sentimientos son siempre recíprocos. A pesar de las apariencias, esto es absolutamente verdadero. Desde el momento en que se pone a dos sujetos en el mismo campo los sentimientos son siempre recíprocos. Es por ello que la analista tenía buenas razones para pensar que, ya que ella tenía esos sentimientos, los sentimientos correspondientes podían ser evocados en el otro. La prueba está en que el otro los aceptó perfectamente. Bastaría que la analista le dijese: - usted es hostil pues piensa que estoy irritada con usted – para que este sentimiento se estableciese. Entonces virtualmente, el sentimiento ya estaba allí, pues para que exista bastaba encender un chispazo.

“CONVIENE ABSTENERSE DE ESTA INTERPRETACIÓN DE LA DEFENSA QUE LLAMO DE EGO A EGO, FUERA CUAL FUESE SU EVENTUAL VALOR. EN LAS INTERPRETACIONES DE LA DEFENSA ES NECESARIO SIEMPRE AL MENOS UN TERCER TÉRMINO”.



RESISTENCIA: Todo lo que destruye/ suspende/ altera/ la continuación del trabajo terapéutico.

¿Qué es lo que originalmente se reprime? Es una vez más, y como siempre, el pasado. Un pasado que debe ser restituido, y acerca del cual no podemos sino evocar, una vez más, su ambigüedad y los problemas que suscita en lo atinente a su definición, su naturaleza y su función.  Esto es similar al trauma ¿qué es el trauma? Freud se da cuenta que el trauma es una noción sumamente ambigua, ya que, de acuerdo con la evidencia clínica, SU DIMENSIÓN FANTASMÁTICA ES INFINITAMENTE MÁS IMPORTANTE QUE SU DIMENSIÓN DE ACONTECIMIENTO. El acontecimiento entonces pasa a un segundo plano en el orden de las referencias subjetivas. En cambio, la fecha del trauma sigue siendo, para él, un problema que conviene conservar, valga la palabra, testarudamente, como se lo he recordado a quienes siguieron mis clases sobre el hombre de los lobos. ¿Quién sabrá jamás lo que vio? Pero, lo haya visto o no, sólo puede haberlo visto en una fecha precisa; no puede haberlo visto ni siquiera un año después. SOLO LA PERSPECTIVA DE LA HISTORIA Y EL RECONOCIMIENTO PERMITE DEFINIR LO QUE CUENTA PARA EL SUJETO.

En los escritos sobre la histeria Freud afirma haber hecho, en esa época, algunos estudios sobre la memoria, y refiere que el recuerdo evocado, es el reconocimiento de la FUERZA ACTUAL Y PRESENTE QUE LE OTORGA, NO FORZOSAMENTE SU PESO Y DENSIDAD, SINO SIMPLEMENTE SU POSIBILIDAD.
EL CENTRO DE GRAVEDAD DEL SUJETO ES ESTAS SÍNTESIS PRESENTES DEL PASADO QUE LLAMAMOS HISTORIA. EN ELLA CONFIAMOS CUANDO SE TRATAMOS DE HACER AVANZAR EL TRABAJO. EL ANALISIS EN SUS ORIGENES LA SUPONE. POR LO TANTO, NO CABE DEMOSTRAR QUE, A SU FIN ELLA ES REFUTADA. A DECIR VEDAD, SI NO ES ASÍ, NO VEMOS EN ABSOLUTO CUAL ES LA NOVEDAD QUE EL PSICOANÁLISIS HA APORTADO.

Freud define el nódulo patógeno como aquello que se busca, pero que el discurso rechaza y del cual el discurso huye la resistencia es esa inflexión que adquiere el discurso cuando se aproxima a este nódulo. Por lo tanto podremos resolver la cuestión de la resistencia profundizando en cuál es el sentido de este discurso. Ya lo hemos dicho, es un discurso histórico.

La resistencia emana de lo que ha de ser revelado, es decir de lo reprimido, o incluso de lo suprimido.

La experiencia muestra que es aquí donde surge la transferencia. Cuando algo en los elementos del complejo es susceptible de vincularse con la persona del médico, la transferencia produce, proporciona la idea siguiente,  se manifiesta en forma de resistencia, de una detención de las asociaciones por ejemplo. Experiencias semejantes nos enseñan que la idea de transferencia llegó a ser preferida a todas las otras asociaciones factibles de deslizarse hasta lo consciente, justamente porque satisfacía a la resistencia. Esta última parte de la frase está subrayada por Freud. Un hecho de este tipo se reproduce un número incalculable de veces durante un psicoanálisis. Toda vez que nos acercamos al complejo patógeno, es primero la parte del complejo que puede convertirse en transferencia la que es impulsada hacia lo consciente,  aquella que el paciente se empecina en defender con la mayor tenacidad.

Elementos de la transferencia:

1.     Llegamos enseguida a una región donde la resistencia se hace sentir en forma neta. Esta resistencia emana de la aproximación con el nódulo patógeno.
2.     La experiencia muestra que es aquí donde surge la transferencia.
3.     La transferencia se produce justamente porque satisfacía a la resistencia
4.     Un hecho de este tipo se reproduce un número incalculable de veces en el transcurso de un psicoanálisis.
5.     Y esa parte del complejo que se manifestó como transferencia resulta impulsada hacia lo consciente en ese momento y el paciente se empecina a defenderla con la mayor tenacidad posible.

Nota: cuando el paciente calla es muy probable que el silenciamiento de su discurso se deba a la aparición de algún pensamiento referido al analista.

No habría, sin embargo, que concluir una importancia patogénica… es esto lo que les estoy diciendo, no se trata de la idea que nos hacemos a posteriori de lo que ha motivado, en el sentido profundo del término, las etapas del desarrollo del sujeto…  una importancia patogénica del elemento elegido para la resistencia de transferencia. Cuando durante una batalla, los combatientes se diputan encarnizadamente la posesión de una capilla o de una granja, no puede deducirse de ello que la iglesia sea un santuario nacional ni que la granja esconda los tesoros del ejército. Tales lugares pueden tener un valor tan solo táctico, y servir para esa sola batalla.

Es innegable que el vencimiento de los fenómenos de la transferencia ofrece al psicoanalítico máxima dificultad (Freud)

¿Qué puede la transferencia enseñarnos acerca de la naturaleza de la resistencia? Puede permitirnos responder a la pregunta ¿quién habla?, y saber así qué significa la reconquista, el nuevo hallazgo del inconsciente. Planteamos el problema de lo que significa la memoria, rememoración, técnica de rememoración, de lo que significa la asociación libre en tanto que nos permite acceder a una formulación de la historia del sujeto. ¿Pero en qué se convierte el sujeto? ¿En el curso de este desarrollo acaso se trata siempre del mismo sujeto? He aquí un fenómeno de resistencia. Vemos producirse, en cierto punto de esta resistencia, lo que Freud llama la transferencia, es decir, la actualización de la persona del analista. El sujeto la percibe en el punto más sensible del nódulo patógeno como la brusca percepción de algo que no es tan fácil de definir, la presencia.

UNA REPRESIÓN ES ALGO DISTINTO A UN JUICIO QUE RECHAZA O ELIGE (Ejemplo del caso del hombre de los lobos, quien según explicó el análisis de Freud, rechazó el intento de colocar su libido en un objeto homosexual para retornar a la etapa anal, lo cual no se define como resistencia, siendo ésta una experiencia originaria del trauma). Esta importante articulación nos indica que, en el origen, para que la represión sea posible, es preciso que exista un más allá de la represión, algo último, ya constituido primitivamente, un primer nódulo de lo reprimido, que no sólo se reconoce, sino que, por no formularse, literalmente es como si no existiese. Pero que, se halla en alguna parte, puesto que es el centro de atracción que atrae hacia sí todas las represiones ulteriores. DIRE QUE ES LA ESENCIA MISMA DEL DESCUBRIMIENTO FREUDIANO.

Es la estructura de lo que ocurre al hombre de los lobos lo reprimido de la realización de la experiencia genital es un momento muy especial, que Freud mismo distingue de todos los demás. Cosa singular, lo que se ha excluido de la historia del sujeto, lo que éste es incapaz de decir, necesitó del forzamiento de Freud para hacerse accesible. Solo entonces, la experiencia repetida del sueño infantil adquirió su sentido, y permitió, no la reviviscencia, sino la RECONSTRUCCIÓN DIRECTA DE LA HISTORIA DEL SUJETO.

Nota aislada: mientras más incierto es el texto que nos brinda el sujeto, más significativo es (en la interpretación de los sueños). Freud reconoce justamente lo importante en la duda misma que formula el sujeto ante ciertos fragmentos de su sueño. Debemos estar seguros porque el sujeto duda.

Al distorsionar una palabra en psicoanálisis de la vida cotidianas, la palabra olvidada tiene repercusiones semánticas inconscientes para el sujeto. En la medida en que el sujeto no pronuncie dicha palabra, la que puede revelar el secreto más profundo de su ser, sólo puede quedar enganchado al otro a través de los desprendimientos de esta palabra. No quedan sino los desechos. El fenómeno del olvido es manifestado allí literalmente por la degradación de la palabra en su relación con el otro. HE AQUÍ ENTONCES ADONDE QUERÍA YO LLEGAR A TRAVES DE ESTOS EJEMPLOS: EN LA MEDIDA EN QUE EL RECONOCIMIENTO DEL SER NO CULMINA, LA PALABRA FLUYE ENTERAMENTE HACIA LA VERTIENTE A TRAVES DE LA CUAL SE ENGANCHA EL OTRO. No es ajena a la esencia de la palabra, si se me permite la expresión, engancharse al otro. La palabra es sin duda mediación, mediación entre el sujeto y el otro, e implica la realización del otro en la mediación misma. Un elemento esencial de la realización del otro es que la palabra puede unirnos a él. Es ésta la dimensión en la que nos desplazamos constantemente. Pero existe otra faceta de la palabra que es revelación. Revelación, y no expresión: el inconsciente sólo se expresa mediante una deformación, distorsión, transposición.  La revelación es el resorte último de lo que buscamos en la experiencia analítica. LA RESISTENCIA SE PRODUCE EN EL MOMENTO EN QUE LA PALABRA DE REVELACIÓN NO SE DICE, EN EL MOMENTO EN QUE EL SUJETO NO ENCUENTRA LA SALIDA. SE ENGANCHA AL OTRO, PORQUE LO QUE ES IMPULSADO HACIA LA PALABRA, EN LA MEDIDA EN QUE ALGO PUEDE QUIZA VOLVERLA FUNDAMENTALMENTE IMPOSIBLE, ES ELPUNTO PIVOTE DONDE LA PALABRA, EN EL ANALISIS, FLUYE POR ENTERO HACIA SU PRIMERA VERTIENTE Y SE REDUCE A SU FUNCIÓN DE RELACIÓN CON EL OTRO. SI LA PALABRA FUNCIONA ENTONCES COMO MEDIACIÓN, ES PORQUE NO HA CULMINADO COMO REVELACIÓN. EL PROBLEMA CONSISTE SIEMPRE EN SABER A QUÉ NIVEL SE PRODUCE EL ENGANCHE DEL OTRO. Hay que ser imbécil – como sólo se puede serlo a través de cierto modo de teorizar, dogmatizar y enrolarse en la técnica analítica -  para afirmar, como lo hizo alguien un día, que una de las condiciones previas al tratamiento analítico era ¿qué?: que el sujeto tuviera cierta realización del otro en tanto tal. ¡Por supuesto, imbécil!, pero se trata de saber a qué nivel se ha realizado este otro, cómo, con qué función y en qué circulo de subjetividad, a qué distancia está de ese otro.

El otro en el análisis aparece primero en carácter de testigo, poco después aparecerá la seducción, y más adelante el intento de captar al otro en un juego donde la palabra adquiere, incluso la experiencia analítica nos lo ha demostrado, una función más simbólica, una satisfacción instintiva más profunda. Sin tomar en cuenta el término último: desorganización total de la función de la palabra en los fenómenos de transferencia, situación en la que el sujeto se libera totalmente y consigue hacer exactamente lo que le da la gana. Esta consideración nos conduce a la oposición entre palabra vacía y palabra plena; palabra plena en tanto que realiza la verdad del sujeto, palabra vacía en relación a lo que él tiene que hacer hic et nunc con su analista, situación en la que el sujeto se extravía en las maquinaciones del sistema del lenguaje, en el laberinto de los sistemas de referencia que le ofrece el sistema cultural en el que participa en mayor o menor grado. Una amplia gama de realizaciones de las palabras despliega entre estos dos extremos. En consecuencia, la resistencia de la que hablamos proyecta sus resultados sobre el sistema del yo, en tanto el sistema del yo no puede ni siquiera concebirse sin el sistema- si así puede decirse – del otro. EL YO ES REFERENCIAL AL OTRO. EL YO SE CONSTITUYE EN RELACION AL OTRO. LE ES CORRELATIVO. EL NIVEL EN QUE ES VIVIDO EL OTRO SITUA EL NIVEL EXACTO EN EL QUE, LITERALMENTE, EL YO EXISTE PARA EL SUJETO. La resistencia se encarna en el sistema del yo y del otro. Allí es donde surge en tal o cual momento del análisis. Pero parte de otro lado, a saber, de la impotencia del sujeto para llegar hasta el final en el ámbito de la realización de su verdad. Según un modo, más o menos definido sin duda para tal o cual sujeto en función de las fijaciones de su carácter y estructura, el acto de la palabra siempre viene a proyectarse a determinado nivel, en determinado estilo de la relación con el otro. Es en el momento en que la palabra del sujeto es más plena cuando, el analista, podría intervenir. ¿Pero sobre qué intervendría?: sobre su discurso. Ahora bien, cuando más íntimo le es al sujeto su discurso, más me centro yo sobre este discurso, más me siento llevado, yo también, a aferrarme al otro, es decir, a hacer lo que siempre se hace en ese famoso análisis de las resistencias, buscar el más allá del discurso, más allá, piénsenlo bien, que no se encuentra en ningún sitio; más allá que el sujeto debe realizar, pero que justamente no ha realizado y que está entonces constituido por mis propias proyecciones, en el nivel en que el sujeto lo realiza en ese momento.

Cuando decimos que interpretamos las resistencias nos topamos con esta dificultad: ¿cómo operar en esa inter-psicología, del ego y del alter ego, a la que nos reduce la degradación misma del proceso de la palabra? En otros términos ¿Cuáles son las relaciones posibles entre esa intervención de la palabra que es la interpretación y el nivel del ego en tanto que siempre supone correlativamente al analizado y al analista? ¿Qué podemos hacer para aún manejar válidamente la palabra en la experiencia analítica, cuando su función se ha orientado en el sentido del otro hasta un punto al que ha dejado de ser mediación, para ser sólo violencia implícita, reducción del otro a su función correlativa del yo del sujeto? ¿Quién es pues, aquel que busca reconocerse más allá del yo?


INTRODUCCIÓN Y RESPUESTA A UNA EXPOSICIÓN DE JUAN HYPPOLITE SOBRE LA VERNEINUNG DE FREUD.

El entrecruzamiento lingüístico
Las disciplinas filosóficas
Estructura de la alucinación
En toda relación al otro, la denegación


El fenómeno principal de la transferencia surge de lo que llamaría el fondo del movimiento de la resistencia. Aislé ese momento, en el que la resistencia, en su fundamento más esencial, se manifiesta por un movimiento de báscula de la palabra hacia la presencia del oyente, de ese testigo que es el analista. EL MOMENTO EN QUE EL SUJETO SE INTERRUMPE ES COMUNMENTE, EL MOMENTO MÁS SIGNIFICATIVO DE SU APROXIMACIÓN A LA VERDAD. La pregunta del analista cuando el sujeto se interrumpe se convirtió para muchos en algo casi automático: ¿No está usted pensando en algo que me concierne, a mí, analista? – no es sino un activismo que cristaliza la orientación del discurso hacia el analista. Esta cristalización solo manifiesta lo siguiente: el discurso del sujeto en la medida que no alcanza esa palabra plena en la que debería revelarse su fundamento inconsciente, se dirige entonces al analista, está hecha para interesarle, y encuentra su soporte en esa forma alienada del ser que llamamos ego.


El ego en el análisis se manifiesta aquí como defensa, negativa. En él está inscrita toda la historia de las sucesivas  oposiciones que el sujeto ha manifestado ante la integración de lo que, más tarde y solo más tarde, se llamará en la teoría, sus pulsiones más profundas y desconocidas. En esos momentos de resistencia captamos la función principal del ego, el desconocimiento.

Todo símbolo lingüístico fácilmente aislado no solo es solidario del conjunto, sino que además se recorta y constituye por una serie de afluencias, de sobredeterminaciones oposicionales que lo sitúan simultáneamente en varios registros. ¿Este sistema del lenguaje, en el que se desplaza nuestro discurso, no supera acaso infinitamente toda intención que podamos atribuirle y que solo es momentánea?




Fenichel dijo que el sentido de la palabra llega incontestablemente al sujeto a través del ego ¿es preciso acaso ser analista para pensar que semejante afirmación es, al menos, digna de cuestionamiento? ¿Incluso admitiendo que en efecto sea el ego el que dirige nuestra manifestaciones motrices y, en consecuencia, la emisión de esos vocablos que se llaman palabras, podemos decir que, en nuestro discurso actualmente el ego sea el amo de todo lo que entraña las palabras?.  El sistema simbólico es sumamente complicado; se halla marcado por esa verschlungenheit, propiedad de entrecruzamiento.  El entrecruzamiento lingüístico: todo símbolo lingüístico fácilmente aislado no solo es solidario del conjunto, sino que además se recorta y constituye por una serie de influencias, de sobredeterminaciones oposicionales que lo sitúan simultáneamente en varios registros.  LO QUE DEMUESTRA QUE EL SUJETO DICE MÁS DE LO QUE CREE DECIR.

La lista de palabra que los observadores se complacen en registrar dejan abierto por entero el problema de saber ¿en qué medida las palabras que en efecto emergen en la representación motriz, emergen precisamente de una primera aprehensión de conjunto del sistema simbólico en tanto tal?. Las primeras apariciones, la clínica lo pone de manifiesto, tienen una significación totalmente accidental. Todos saben la diversidad con que aparecen en la elocución del niño los primeros fragmentos de lenguaje. Y también sabemos hasta qué punto es sorprendente escuchar al niño pronunciar adverbios, partículas, palabras, desde los quizás, o los aún no, antes de haber expresado un sustantivo, o cualquier nombre de objeto. Es imposible partir de los hechos, sin de inmediato cometer los errores de comprensión más groseros, si no se capta claramente la autonomía de la función simbólica en la realización humana.

Por eso el valor fundamental de los escritos de Freud reside en que cada palabra merece ser medida en relación a su incidencia precisa, a su énfasis, a su expresión particular; merece insertarse en el análisis lógico más riguroso.

La condición para que algo exista en un sujeto es que haya  bejahung (aceptación), esta aceptación que no es negación de la negación, pero, ¿qué sucede cuando ésta bejahung no se produce, y nada entonces se manifiesta en el registro simbólico? Veamos el ejemplo del hombre de los lobos. No hubo para él aceptación en el plano genital. No hay en el registro simbólico huella de este plano. La única huella que tenemos es la emergencia, no en su historia, sino realmente en el mundo exterior de una pequeña alucinación. La castración, que es precisamente lo que no ha existido para él, se manifiesta en la forma que él se imagina: haberse cortado el meñique, tan profundamente, que el sentimiento de castración tan inexpresable que ni siquiera se atreve a hablar de ello a la persona que se encuentra a su lado. Aquello de lo cual no se atreve a hablar es lo siguiente: es como si esa persona a quien le relata enseguida todas sus emociones se hubiera anulado. Ya no hay otro.

Existe algo así como un mundo exterior inmediato, manifestaciones percibidas en lo que llamaré un real primitivo, un real no simbolizado, a pesar de la forma simbólica, en el sentido corriente del término, que adquiere este fenómeno, existe aquí lo siguiente: lo no reconocido hace irrupción en la conciencia bajo la forma de lo visto.


ANALISIS DEL DISCURSO Y ANALISIS DEL YO.

Anna Freud o Melanie Klein

La formación del símbolo y el discurso del yo.

Anna Freud nos afirma, que en el análisis el yo sólo se manifiesta a través de sus defensas, vale decir en tanto se opone al trabajo analítico. ¿Significa esto que todo lo que se opone al trabajo analítico es defensa del yo? en otro lugar Ana reconoce que esta concepción no puede sostenerse y que existen otros elementos de resistencia distintos a las defensas del yo. ¿No es así como he empezado a abordar el problema con ustedes? Muchos de los problemas aquí abordados figuran en este libro, es preciso leerlo lápiz en mano, pues tiene un valor de legado.


Nota: pag 108: Lo que define la entrada en la situación analítica es el establecimiento de un pacto. “el yo enfermo del paciente promete la más completa sinceridad, es decir, promete poner a nuestra disposición todo el material que le suministra su autopercepción. Por nuestra parte, le aseguramos la más estricta discreción y ponemos a su servicio nuestra experiencia en la interpretación del material sometido al inconsciente. Nuestro saber ha de compensar su ignorancia, y ha de permitir al yo recuperar y dominar los dominios perdidos de su psiquismo. En este pacto consiste la situación analítica”.  Esa ignorancia que no sólo es del paciente, sino también del analista, en tanto que ignoramos la constelación simbólica que yace en el inconsciente del sujeto. Además, esta constelación hay que concebirla siempre como ya estructurada, y de acuerdo a un orden complejo. Cuando nos encaminamos hacia el descubrimiento del inconsciente, nos encontramos con situaciones estructuradas, organizadas, complejas. Freud nos proporcionó su primer modelo, su patrón, con el complejo de Edipo. La cual, en suma, hizo que todo el desarrollo del psicoanálisis consistiera en la valoración sucesiva de cada una de las tensiones implicadas en ese sistema triangular. Obligándonos a ver en él algo muy diferente a la formula clásica de atracción sexual hacia la madre, rivalidad con el padre. LA RELACION QUE UNE AL SUJETO CON SU MADRE ES DISTINTA DE LA QUE LO VINCULA AL PADRE, LA RELACIÓN NARCISISTA O IMAGINARIA CON EL PADRE ES DISTINTA DE LA RELACIÓN SIMBOLICA, Y TAMBIÉN DE LA RELACIÓN QUE DEBEMOS LLAMAR REAL: LA CUAL ES, RESPECTO A LA ARQUITECTURA QUE NOS INTERESA EN EL ANÁLISIS, RESIDUAL. TODO ESTO MUESTRA SUFICIENTEMENTE LA COMPLEJIDAD DE LA ESTRUCTURA, Y QUE NO ES INCONCEBIBLE QUE OTRA LINEA DE INVESTIGACIÓN NOS PERMITA ELABORAR EL MITO EDIPICO SUPERANDO LO HECHO HASTA AHORA.

A pesar de la riqueza del material incluido en el interior de la relación edípica, poco nos hemos despegados del esquema dado por Freud. Este esquema debe, en lo esencial, mantenerse, pues él es, verán ustedes por qué, verdaderamente fundamental, no sólo para toda comprensión del sujeto, sino también para toda realización simbólica, por el sujeto, del ello, del inconsciente, el cual es un sí-mismo y no una serie de pulsiones desorganizadas, como parte de la elaboración teórica de Freud permitía pensar al leer en ella que sólo el yo tiene, en el psiquismo, una organización.

Lo que el sujeto debe autentificar es la reconstrucción analítica. El recuerdo ha de ser revivido con ayuda de los vacíos. Y Freud nos recuerda, a justo título, que jamás podremos confiar íntegramente en la memoria. LO REAL O LO QUE ES PERCIBIDO COMO TAL ES LO QUE RESISTE ABSOLUTAMENTE A LA SIMBOLIZACIÓN. A fin de cuentas, ¿no se presenta acaso en su punto máximo el sentimiento de lo real en la ardiente manifestación de una realidad irreal, alucinatoria? Tampoco nos debe sorprender que ciertas interpretaciones, que suelen llamarse interpretaciones de contenido, no sean simbolizadas por el sujeto. La prenda del análisis no es sino reconocer qué función asume el sujeto en el orden de las relaciones simbólicas que cubre todo el campo de las relaciones humanas, y cuya célula inicial es el complejo de Edipo, donde se decide la asunción del sexo.

Analizando el artículo de Melanie Klein, la importancia del simbolismo en la formación del desarrollo del yo:

Hay que ver primeramente con qué brutalidad MK le enchufa al pequeño Dick el simbolismo! Comienza de entrada lanzándole las interpretaciones mayores. Le suelta una verbalización brutal del mito de Edipo, casi tan escandalosa para nosotros como para cualquier lector: tu eres el pequeño tren, quieres cogerte a tu madre.  Pero después de esta intervención indudablemente algo sucede. Todo radica allí.
Percibieron la falta de contacto que experimenta Dick. Es éste el defecto de su ego. Su ego no está formado. También MK distingue a Dick de los neuróticos a causa de su profunda indiferencia, su apatía, su ausencia. En efecto, es evidente que, para Dick, lo no simbolizado es la realidad. Este joven sujeto está enteramente en la realidad de su estado puro, constituido. Está enteramente en lo indiferenciado. Ahora bien, ¿qué es lo que constituye un mundo humano sino el interés por los objetos en tanto distintos, por los objetos en tanto equivalente? El mundo humano es, en lo que se refiere a los objetos, un mundo infinito. En este sentido, Dick vive en un mundo no-humano.

La teoría del ego está aquí incompleta, quizá porque ella no se decide a formularla, sin embargo muestra claramente lo siguiente: si, en el mundo humano, los objetos se multiplican, se desarrollan con la riqueza que constituye su originalidad, lo hacen en la medida en que aparecen en un proceso de expulsión liado al instinto primitivo de destrucción. Se trata de una relación primitiva, situada en la raíz misma, instintual, del ser. A medida que se producen esas eyecciones fuera del mundo primitivo del sujeto, que no está  aún organizado en el registro de la realidad propiamente humana, comunicable, surge cada vez un nuevo tipo de identificación. Esto es lo que no puede soportarse y la ansiedad surge al mismo tiempo.

La ansiedad no es una especie de energía que el sujeto debería repartir para constituir los objetos, y en el texto de MK no hay frase alguna que pueda interpretarse en ese sentido. La ansiedad siempre es definida como surgente. A cada una de las relaciones objétales corresponde un modo de identificación cuya señal es la ansiedad. Las identificaciones a las que se refiere preceden a la identificación yoica. Y toda nueva re-identificación del sujeto hará surgir la ansiedad: ansiedad en tanto ella es tentación, vértigo, pérdida del sujeto que vuelve a encontrarse en niveles extremadamente primitivos. La ansiedad es una connotación, una señal, como siempre lo formuló claramente Freud: una cualidad, una coloración subjetiva. Ahora bien, precisamente lo que no se produce en el sujeto al que nos referimos es esta ansiedad. Dick ni siquiera puede lograr el primer tipo de identificación la cual sería ya un esbozo del simbolismo. Por paradójico que sea decirlo, él está frente a la realidad, vive en la realidad. En el consultorio de MK no hay ni otro ni yo; hay una realidad pura simple.
Normalmente, el sujeto da a los objetos de su identificación primitiva una serie de equivalente imaginarios que aumentan los engranajes de su mundo: esboza identificaciones con otros objetos, etc… cada vez, la ansiedad detiene la identificación definitiva, la fijación de la realidad. Pero estas idas y venidas proporcionarán su marco a ese real infinitamente más complejo que es el real humano. Después de esa fase durante la cual los fantasmas son simbolizados, aparece el estadio llamado genital,  en que la realidad entonces es fijada. Precisamente lo que es humano en la estructura propia del sujeto es esa hiancia y es ella la que en él responde. El sujeto no tiene contacto sino con esa hiancia. En esa hiancia, sólo cuentan un número muy limitado de objetos, que el niño ni siquiera puede nombrar, como han podido observar. Ciertamente, dispone ya de cierta aprehensión de los vocablos, pero no los asume.



LA TOPICA DE LO IMAGINARIO


LA TOPICA DE LOIMAGINARIO. –

Meditación sobre la óptica
Introducción del ramillete invertido
Realidad: el caos original
Imaginario: el nacimiento del yo
Simbólico: las posiciones del sujeto
Funciones del mito de Edipo en el psicoanálisis

Nada puede comprenderse de la técnica y la experiencia freudiana sin estos tres sistemas de referencia. ¿Cuándo Melanie Klein nos dice que los objetos se constituyen mediante juegos de proyecciones, introyecciones, expulsiones, reintroyecciones de los objetos malos; cuando nos dice que el sujeto, quien ha proyectado su sadismo, lo ve retornar desde esos objetos, y en consecuencia se halla bloqueado por un temor ansioso, no sienten ustedes que nos hallamos en el dominio de lo imaginario? Todo el problema reside entonces en la articulación de lo simbólico y lo imaginario en la constitución de lo real.

Freud intenta explicar lo que sucede entre la percepción y la conciencia motriz del yo: comparemos las funciones anímicas como un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo semejante. Estas comparaciones no tienen otro objeto que el de auxiliarnos en una tentativa de llegar a la comprensión de la complicada función psíquica total, dividiéndola y adscribiéndola cada una de sus funciones aisladas a uno de los elementos del aparato.

Las imágenes ópticas presentan variedades singulares; algunas son puramente subjetivas, son las llamadas virtuales; otras son reales, es decir que se comportan en cierto aspecto como objetos y pueden ser consideradas como tales. Pero aún más peculiar: podemos producir imágenes virtuales de esos objetos que son las imágenes reales. En este caso, el objeto que es la imagen real recibe, con justa razón, el nombre de objeto virtual.

Todavía hay algo aún más sorprendente: la óptica se apoya, totalmente, en una teoría matemática sin la cual es absolutamente imposible estructurarla. Para que haya óptica es preciso que a cada punto dado en el espacio real le corresponda un punto, y sólo uno, en otro espacio que es el espacio imaginario. Es ésta la hipótesis fundamental. Allí también espacio real y espacio imaginario se confunden. Esto no impide que deban pensarse como diferentes.

Por otro lado, en óptica existe una serie de fenómenos que podernos considerar como totalmente reales puesto que es experiencia quien nos guía en esta materia y, sin embargo, la subjetividad está constantemente comprometida. Cuando ustedes ven un arco iris ven algo totalmente subjetivo. Lo ven a cierta distancia destacándose sobre el paisaje. Él no está allí. Se trata de un fenómeno subjetivo. Sin embargo, gracias a una cámara fotográfica pueden registrarlo objetivamente ¿qué es entonces? Ya no sabemos muy bien ¿verdad? Dónde se encuentra lo subjetivo y donde se encuentra lo objetivo ¿no será más bien que estamos acostumbrados, en nuestras cortas entendederas, a establecer una distinción demasiado somera entre lo objetivo y lo subjetivo? ¿Tal vez la cámara fotográfica no sea más que un aparato subjetivo, enteramente construido con ayuda de una x y una y que habitan el mismo territorio que el sujeto, es decir el del lenguaje? Dejaré abiertos estos interrogantes para abordar directamente un pequeño ejemplo que intentaré meterles en la cabeza antes de hacerlo en la pizarra, puesto que no hay nada más peligroso que las cosas en la pizarra: quedan siempre un poco chatas.

Un espejo esférico produce una imagen real. A cada punto de un rayo luminoso proveniente  de un punto cualquiera de un objeto situado a cierta distancia preferentemente en el plano del centro de la esfera – le corresponde en el mismo plano, por convergencia de los rayos reflejados sobre la superficie de la esfera, otro punto luminoso: se produce entonces una imagen real del objeto.

Supongamos que esto sea una caja, hueca por este lado, y que está colocada sobre una base, en el centro de la semiesfera. Sobre la caja pondrán un florero, real. Debajo hay un ramillete de flores. ¿Qué sucede entonces? El ramillete se refleja en la superficie esférica, para aparecer en el punto luminoso simétrico. Dada la propiedad de la superficie esférica, todos los rayos que emanan de un punto dado aparecen en el mismo punto simétrico; con todos los rayos ocurre lo mismo. Se forma así una imagen real. Observen que en mi esquema los rayos no se cruzan por completo, pero así sucede también en la realidad, y en todos los instrumentos de óptica: obtenemos sólo una aproximación. Más  allá del ojo, los rayos continúan su trayectoria, y la característica de los rayos que impresionan un ojo en forma convergente es la de producir una imagen real. Convergen cuando llegan al ojo, divergen cuando se alejan de él. Si los rayos impresionan al ojo en sentido contrario, se forma entonces una imagen virtual. Es lo que sucede cuando miran una imagen en el espejo: la ven allí donde no está. Aquí, por el contrario, ustedes lo ven donde ella está, siempre y cuando el ojo de ustedes se encuentre en el campo de los rayos que ya se han cruzado en el punto correspondiente. En este momento, mientras no ven el ramillete real, que está oculto, verán aparecer, si están en el campo adecuado, un curiosísimo ramillete imaginario, que se forma justamente en el cuello del florero. Como sus ojos deben desplazarse linealmente en el mismo plano, tendrán una sensación de realidad sintiendo, al mismo tiempo, que hay algo extraño, confuso, porque los rayos no se cruzan bien. Cuando más lejos estén, más influirá el paralaje, y más completa será la ilusión.


Saben que su proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado de su historia, integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo. Pero antes de este momento, aunque en forma correlativa con él, el sujeto toma conciencia de su cuerpo como totalidad. Teoría del estadio del espejo: la sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro al dominio de lo real. Esta formación se desvincula así del proceso mismo de la maduración, y no se confunde con él. El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico, y esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor efectivo. Es ésta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es: dimensión esencial de lo humano, que estructura el conjunto de su vida fantasmática.

En el origen suponemos todos los ellos, objetos, instintos, deseos, tendencias, etc. Se trata pues de la realidad pura y simple, que en nada se delimita, que no puede ser aún objeto de definición alguna; que no es ni buena ni mala, sino a la vez caótica y absoluta, originaria. Freud se refiere a este nivel cuando habla de los juicios de existencia: o bien es o bien no es. Aquí es donde la imagen del cuerpo of rece al sujeto la primera forma que le permite ubicar lo que es y lo que no es del yo.

Para que la ilusión se produzca, para que se constituya, ante el ojo que mira, un mundo donde lo imaginario pueda incluir lo real y, a la vez, formularlo; donde lo real pueda incluir y, a la vez, situar lo imaginario, es preciso, ya lo he dicho, cumplir con una condición: el ojo debe ocupar cierta posición, debe estar en el interior del cono. Si está fuera de este cono, no verá ya lo que es imaginario, por la sencilla razón de que nada proveniente del cono de emisión le impactará. Verás las cosas tal como son, en su estado real, al desnudo, es decir el interior del mecanismo y según los casos, un pobre florero vacío o bien unas desoladas flores.

LA CAJA REPRESENTA EL CUERPO DE USTEDES. EL RAMILLETE SON LOS INSTITNTOS Y LOS DESEOS, LOS OBJETOS DE DESEO QUE SE PASEAN. ¿Y QUÉ ES EL CALDERO? TAL VEZ EL CÓRTEX. ¿POR QUÉ NO? SERÍA DIVERTIDO: HBALAREMOS DE ELLO OTRO DÍA.

Lo anterior significa que, en la relación entre lo imaginario y lo real, y en la constitución del mundo que de ella resulta, todo depende de la situación del sujeto. La situación del sujeto - deben saberlo ya- que está caracterizada esencialmente por su lugar en el mundo simbólico; dicho de otro modo, en el mundo de la palabra. De ese lugar depende que el sujeto tenga o no derecho a llamarse pedro. Según el caso, estará o no, en el campo del cono. Aun cuando esto parezca un poco rígido tienen que metérselo en la cabeza para poder comprender lo que se ha de seguir.

Debemos tomar el texto de Melanie Klein como lo que es: el informe de una experiencia.
El niño dispone de un vocabulario muy limitado, y más que limitado, incorrecto. Deforma las palabras, y la mayor parte del tiempo las emplea mal; otras veces en cambio uno se da cuenta que conoce su sentido. Melanie Klein insiste en el hecho más sorprendente: este niño no desea hacerse comprender, no busca comunicarse; sus únicas actividades más o menos lúcidas son emitir sonidos y complacerse con estos sonidos sin significación, con estos ruidos. Sin embargo, este niño posee algo de orden del lenguaje, si no Melanie Klein no podría hacerse entender por él. Dispone de algunos elementos del aparato simbólico. Melanie Klein lo distingue señalando que, en él, no hay indicios aparentes de ansiedad, ni siquiera en la forma velada en que aparece en los neuróticos: explosión o bien retracción, rigidez, timidez. Aquí está el niño, como si no pasara nada. Mira a Melanie Klein como miraría un mueble.
Subrayo estos aspectos porque quiero destacar el carácter uniforme que, para él, tiene la realidad. Todo le es igualmente real, igualmente indiferente. El mundo del niño, nos dice Melanie Klein, se produce a partir de un continente – sería el cuerpo de la madre – y de un contenido del cuerpo de esta madre. El niño se ve llevado a realizar una serie de relaciones de incorporación imaginaria. Puede morder, absorber el cuerpo de su madre. El estilo de esta incorporación es un estilo de destrucción.
El niño espera encontrar en ese cuerpo materno cierta cantidad de objetos que, aunque están incluidos en él, están provistos de cierta unida, objetos que pueden serle peligrosos. Los reviste en espacio, con las mismas capacidades de destrucción de las que se siente portador. Acentuará en este sentido su exterioridad respecto a las primeras delimitaciones de su yo, y las rechazará como objetos malos, peligrosos, caca.
Estos objetos serán exteriorizados, aislados de ese primer continente universal de ese primer gran todo que es la imagen fantasmática del cuerpo de la madre, imperio total de la primera realidad infantil. Sin embargo, siempre se le presentará provisto del mismo acento maléfico que habrá marcado sus primeras relaciones con ellos. Por eso los re-introyectará, y trasladará su interés hacia otros objetos menos peligrosos. Diferentes objetos del mundo exterior, más neutralizados, se constituirán en equivalentes de los primeros, vinculándose a ellos por una ecuación IMAGINARIA. De este modo la ecuación simbólica que volvemos a descubrir entre estos objetos surge de un mecanismo alternativo de expulsión e introyección, de proyección y absorción, de un juego imaginario. Precisamente es este juego el que trato de simbolizar en mi esquema  por las inclusiones imaginarias de objetos reales, o inversamente por las capturas en el interior de un ámbito de objetos imaginarios.

Sucede que para Melanie Klein, no hay teoría de lo imaginario, ni teoría del ego. Somos nosotros quienes debemos introducir estas nociones y comprender que SI UNA PARTE DE LA REALIDAD ES IMAGINADA LA OTRA ES REAL; o inversamente, si una es real la otra se convierte en imaginarias.
ESTAMOS AQUÍ EN LA RELACION DEL ESPEJO.

Tal como lo utilizamos en análisis el término introyección no es lo contrario de proyección. Habrán observado que prácticamente sólo se lo emplea cuando se trata de introyección simbólica. Siempre se acompaña de una denominación simbólica. La introyección es siempre introyección de la palabra del otro, lo que introduce una dimensión muy diferente a la de la proyección. Mediante esta distinción podrán separar lo que  pertenece a la función del superyó. Su distinción no es gratuita en la teoría psicoanalítica, y no por nada se admite que el superyó, el superyó auténtico, es una introyección secundaria respecto a la función del yo ideal.

El niño está allí. Dispone de cierta cantidad de registros significativo. A Melanie Klein podemos seguirla en este punto donde hace hincapié en la gran estrechez de uno de ellos: el registro imaginario.
Si resumimos ahora todo lo que describe Melanie Klein acerca de la actitud de este niño, el punto significativo es simplemente éste: no dirige ningún llamado.

En consecuencia, al introducir el llamado no introduzco indirectamente el lenguaje. Más aún, diría que no solo no es el lenguaje, sino que ni siquiera es un nivel superior al leguaje. Si se habla de niveles, estaría más bien por debajo del lenguaje.

No tienen más que observar un animal doméstico para ver cómo un ser desprovisto de lenguaje es totalmente capaz de dirigir llamados; llamado para atraer la atención de ustedes hacia algo que, en cierto sentido, le falta.
Un tal KailBuhler formuló una teoría del lenguaje, que no es la única ni la más completa, pero en la que hay algo que no deja de presentar cierto interés: distingue tres etapas en el lenguaje, desgraciadamente las ubica mediante registros que no las tornan demasiado comprensibles.
En primer lugar, el nivel del enunciado como tal, que está a un nivel casi de dato natural, me encuentro a nivel del enunciado cuando le digo a alguien la cosa más sencilla, por ejemplo un imperativo.

Con Dick estamos a nivel del llamado. El llamado cobra su valor en el interior del sistema ya adquirido del lenguaje. Ahora bien, ocurre que este niño no pronuncia ningún llamado. El sistema por el que el sujeto llega a situarse en el lenguaje está interrumpido a nivel de la palabra. El lenguaje y la palabra no son lo mismo: este niño hasta cierto punto es dueño del lenguaje, pero no habla. Es un sujeto que está allí y que, literalmente, no responde.

La palabra no le ha llegado. El lenguaje no se ha enlazado a su sistema imaginario, cuyo registro es extremadamente pobre: valoración de los trenes, de las manijas de las puertas, del lugar negro.

Entonces, el niño se pone a jugar con su trenecito y le dice la palabra station o sea estación. Momento crucial en el que se esboza la unión del lenguaje con el imaginario del sujeto. ¿Qué ha hecho Melanie Klein? Tan sólo aportar la verbalización. Ha simbolizado  una relación efectiva: la de un ser nombrado, con otro ser. Ha enchapado la simbolización del mito edípica, para llamarlo por su nombre.

De esa pequeña célula palpitante de simbolismo que le ha dado Melanie Klein. Es lo que ella más tarde llama: haber abierto las puertas de su inconsciente.
¿Acaso Melanie Klein ha hecho algo que evidencia la más mínima aprehensión de no sé qué proceso que sería en el sujeto, su inconsciente? El inconsciente es el discurso del otro. Este es un caso donde esta fórmula es absolutamente evidente. No hay en el sujeto ningún tipo de inconsciente. Ellas determinan una posición inicial a partir de la cual el sujeto puede hacer jugar lo imaginario y lo real y conquistar así su desarrollo.

¿Por qué hable en este caso de desarrollo de ego? Esto es conducir como siempre el ego y sujeto.
El desarrollo sólo se produce en la medida en que el sujeto se integra al sistema simbólico, se ejercita en él, se afirma a través del ejercicio de una palabra verdadera. Notarán que ni siquiera es necesario que esta palabra sea suya en la pareja momentáneamente formada por la terapeuta y el sujeto, aun cuando su forma sea minimamente afectiva puede producirse una palabra verdadera sin duda no cualquier palabra: en esto radica la virtud de la situación simbólica del Edipo.

Verdaderamente ésta es la llave, llave en verdad pequeña. Ya les señalé que muy probablemente exista un manojo de llaves.

Nos sentimos siempre horriblemente embarullados pues distinguimos mal entre imaginario, simbólico y real. Cuando Melanie Klein le trasmite el esquema del Edipo, la relación imaginaria que vive el sujeto, aunque extremadamente pobre, es ya suficientemente compleja como para que pueda afirmarse que el niño tiene su mundo propio.
¿Cómo decirlo aún de otro modo? Pregúntense ustedes qué representa el llamado en el campo de la palabra. Pues bien, es la posibilidad de la negativa. Digo la posibilidad porque el llamado no implica la negativa, no implica ninguna dicotomía, ninguna bipartición. Pero puede comprobar que es en el instante en que se produce el llamado cuando se establecen en el sujeto las relaciones de dependencia.

Perciben que el mundo exterior lo que llamamos el mundo real, no es más que un mundo humanizado, simbolizado, constituido por la trascendencia introducida por el símbolo en la realidad primitiva – solo puede constituirse cuando se han producido, en el lugar adecuado, una serie de encuentros. A partir del caso de Dick, utilizando las categorías de lo real, lo simbólico y lo imaginario, demuestro cómo es posible que un sujeto que dispone de todos los elementos del lenguaje, que tiene la posibilidad de realizar desplazamientos imaginarios que le permitirían estructurar su mundo, no estuviese en lo real. ¿Por qué no lo está? Únicamente porque las cosas no han aparecido en cierto orden. La figura en su conjunto está dislocada. Imposible darle a ese conjunto el más mínimo desarrollo.

¿Se trata acaso de desarrollo del ego? Vuelvan al texto de Melanie Klein. Ella dice que el ego se ha desarrollado demasiado precozmente, de modo tal que el niño mantiene una relación demasiado real con la realidad porque lo imaginario puede introducirse, luego en la segunda parte de su frase, dice que es el ego quien detiene el desarrollo. Esto quiere decir, sencillamente, que no puede utilizarse, en forma valedera, el ego como aparato en la estructuración del mundo exterior. Por una sencilla razón: dada la mala posición del ojo, el ego pura y simplemente no aparece.

Deben comprender cuál es el resorte de esta observación: la virtud de la palabra, en tanto el acto de la palabra es un funcionamiento coordinado con un sistema simbólico ya establecido, típico  significativo.







Extracto de entrevista hecha a Freud en 1919:

¿Qué piensa, Sr. Profesor del hecho de que, para el gran público, sus tesis reducirían los acontecimientos psíquicos a la mera sexualidad?

-Es absurdo -contesta el profesor-, es sencillamente estúpido y se debe a la falta de cultura. Aquellos que propagan semejantes cosas sobre el psicoanálisis desconocen sus trabajos; divulgan chismes. Es tan absurdo como si se decretara que toda disfunción corporal se debe a las bacterias. Es lo mismo para los fenómenos psíquicos, donde sólo en las neurosis se le puede imputar el sufrimiento a la sexualidad. Cuando una enfermedad infecciosa agrede a un organismo, éste va a combatir los efectos destructores de las bacterias. Asimismo, la neurosis se comporta como una defensa del yo contra el ataque en que puede transformarse la sexualidad. Fuera de las neurosis, ningún psicoanalista consideraría un fenómeno psíquico como determinado por el factor sexual.
Por ejemplo, también es inexacto en relación a los sueños, cosa que no impide que varias personas presenten mi teoría de los sueños bajo este ángulo. Sin embargo lo escribimos hace mucho tiempo: existen sueños sexuales, pero también existen, a la par, sueños de hambre, de sed, sueños de delirio de grandeza, sueños de fantasía pura. Lo importante radica en la satisfacción del deseo que procura el sueño; el hecho mismo de dormir es la prueba de dicha satisfacción, ya que las preocupaciones y los pensamientos que , se supone, pueden estorbar el sueño, se encuentran deformados de tal forma que aparecen en él sólo bajo una luz que autoriza la prosecución del mismo.

"El psicoanalista es como el chivo expiatorio de los hebreos. Otros cargan sus pecados sobre él. Debe ejercitar su arte hasta el límite para deshacerse de la pesada carga depositada sobre él."

Siempre tengo la impresión, observé, de que el psicoanálisis induce en todos aquellos que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. No hay nada en la vida humana que el psicoanálisis no pueda hacernos comprender. " Toutcomprendrec'esttoutperdonner" “Comprender todo es perdonar todo”-

"Al contrario -tronó Freud mientras sus rasgos asumían la orgullosa severidad de un profeta hebreo, comprender todo no es perdonarlo todo. El psicoanálisis nos enseña no sólo lo que podemos soportar sino también lo que debemos evitar. Nos dice qué es lo que debe ser exterminado. La tolerancia del mal no es de ningún modo un corolario del conocimiento."

Repentinamente comprendí por qué Freud había luchado tan amargamente contra aquellos de sus seguidores que habían desertado de él, por qué no pudo perdonarles su alejamiento del camino recto del psicoanálisis ortodoxo. Su sentido de la rectitud es la herencia de sus antecesores. Una herencia de la que él está orgulloso, tan orgulloso como de su raza.

"Mi lengua es el alemán me explicó-. Mi cultura y mi formación son alemanas. Me consideraba a mí mismo intelectualmente un alemán, hasta que me di cuenta del incremento del perjuicio antisemítico en Alemania y en la Austria alemana. Desde ese momento, ya no me considero más alemán. Prefiero considerarme judío." "Los más desagradables hábitos e idiosincrasias del hombre, sus mentiras, su cobardía, su falta de reverencia, son engendrados por su incompleta adaptación a una civilización determinada. Es el resultado de los conflictos entre nuestros instintos y nuestra cultura.

Incluso usted, profesor, encuentra la existencia demasiado compleja. Sin embargo, me parece que usted mismo es parcialmente responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes de que inventara el psicoanálisis no sabíamos que nuestra personalidad estaba dominada por una beligerante hueste de complejos altamente objetables. ¡El psicoanálisis ha hecho de la vida un complicado rompecabezas!

"De ningún modo replicó Freud, el psicoanálisis simplifica la vida. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reorganiza el laberinto de impulsos extraviados y trata de volver a enrollarlos al carrete al que pertenecen. 0, para cambiar la metáfora, provee el hilo que conduce a un hombre fuera del laberinto de su propio inconsciente."

¿Todavía pone el énfasis más importante en el sexo?

"Le replico con las palabras del gran poeta Walt Whitman: 'Careceríamos de todo si careciéramos de sexo'. De todos modos, le acabo de explicar que hoy le doy casi la misma importancia a lo que está 'más allá' del placer la muerte, la negación de la vida. Este deseo explica por qué algunos hombres aman el dolor, como un paso hacia la aniquilación! Explica por qué todos los hombres buscan el descanso, por qué el poeta agradece.

"Pude haber cometido muchos errores, pero estoy completamente seguro de que no me equivoqué cuando enfaticé la importancia del instinto sexual. Es porque es tan fuerte que el instinto sexual choca más frecuentemente con las convenciones y las salvaguardas de la civilización. La humanidad, en su propia autodefensa, busca negar su suprema importancia. El proverbio dice que: "si usted rasca al ruso, por debajo aparece el tártaro". Analice cualquier emoción humana, no importa cuán lejos pueda aparentemente estar de la esfera sexual, y esté seguro de que descubrirá en alguna parte el instinto primal al que la vida debe su perpetuación."




CLASE 8 ¡EL LOBO! ¡EL LOBO!
El caso de Roberto. Teoría del superyó. La médula de la palabra

En observaciones sobre el amor de transferencia, Freud no vacila en aplicar a la transferencia el nombre de amor. Tampoco elude Freud el fenómeno amoroso, pasional,  en su sentido más concreto, pues hasta llega a decir que no hay entre la transferencia y lo que en la vida llamamos amor, ninguna distinción verdaderamente esencial. La estructura de ese fenómeno artificial que es la transferencia y la del fenómeno espontáneo que llamamos amor y, muy precisamente, amor-pasión, son en el plano psíquico equivalente.

Cuando estudiemos introducción al narcisismo, verán que, para designar la diferencia entre demencia precoz, esquizofrenia, psicosis y neurosis, la única definición que Freud mismo encuentra es la siguiente, que quizá resultará sorprendente para algunos de ustedes. También el histérico o el neurótico obsesivo al igual que el psicótico, en tanto la influencia de la enfermedad los domina, pierden su relación con la realidad y, sin embargo, el análisis nos demuestra que no han roto su relación erótica con las personas y las cosas. La conservan en su fantasma, esto es, han sustituido los objetos reales por otros imaginarios basados en recuerdos, o han mezclado ambos –recuerden nuestro esquema de la vez pasada – y, por otro lado, han renunciado a realizar los actos motores necesarios para la consecuencia de sus fines con tales objetos. Solo a este estado podemos denominar con propiedad “introversión” de la libido, concepto utilizado indiscriminadamente por Jung. El parafrénico se conduce muy diferente. Parece haber retirado realmente su libido de las personas y las cosas del mundo exterior, sin haberlas sustituido por otras en sus fantasmas. Ello significa que, en efecto, recrea ese mundo imaginativo. Cuando en algún caso hallamos tal sustitución, es siempre de carácter secundario y corresponde a una tentativa de curación que quiere volver a llevar la libido a su objeto.


El niño lobo

Este niño había permanecido siempre en el estadio en el que los fantasmas eran realidad. Esto explica que sus fantasmas de construcción intrauterina hayan sido realidad en el tratamiento, y que haya podido hacer una asombrosa construcción. Si hubiese estado más allá de ese estadio, yo no hubiera podido obtener esa construcción de sí mismo.


Como decía ayer, tuve la impresión de que este niño había caído bajo el efecto de lo real, que al comienzo no había en él función simbólica alguna, y menos aún función imaginaria. ¿de dónde salió el lobo?
En estas instituciones infantiles, a menudo las enfermeras asustan a los niños con el lobo.  El lobo era evidentemente, en parte, la madre devorante. ¿Por qué el lobo? No es un personaje demasiado familiar en nuestras comarcas. El hecho de que el lobo haya sido elegido para producir estos efectos nos remiten, directamente, a una función más amplia en el plano mítico, folklórico, religioso, primitivo. El lobo se vincula con una  filiación a través de la cual llegamos a las sociedades secretas, con lo que las mismas suponen de iniciático, ora en la adopción de un tótem, ora en la identificación de un personaje.
Es difícil efectuar estas distinciones a propósito de un fenómeno tan elemental, pero yo quisiera llamarles la atención sobre la diferencia entre el superyó, en el determinismo de la represión, y el ideal del yo.

No sé si han advertido aún lo siguiente: existen dos concepciones que, apenas introducida en la dialéctica cualquiera para explicar un comportamiento enfermo, parecen dirigirse exactamente en sentido contrario. El superyó es coercitivo y el ideal del yo exaltante.

Se trata de una cuestión que valdrá la pena plantear a propósito de la relación trasferencial. Cuando se busca el fundamento de la acción terapéutica, suele decirse que el sujeto identifica al analista con su ideal del yo, o por el contrario, con su superyó y, en el mismo texto, un término sustituye al otro según el capricho del desarrollo de la demostración, sin que se explique claramente la diferencia.

Me veré obligado, indudablemente, a examinar el problema del superyó.

Por lo pronto diré que el superyó se sitúa esencialmente en el plano simbólico de la palabra, a diferencia del ideal del yo. El superyó es un imperativo. Como lo indican el sentido común el uso que de él se hace, el superyó es coherente con el registro y la noción de ley, es decir con el conjunto del sistema del lenguaje, en tanto define la situación del hombre como tal, es decir, en tanto que este no solo es individuo biológico.

El superyó tiene relación con la ley, pero es a la vez una ley insensata, que llega a ser el desconocimiento de la ley. Así es como actúa siempre el superyó en el neurótico. ¿no es debido acaso a que la moral del neurótico es una moral insensata, destructiva, puramente represora, casi siempre antilegal, que fue necesario elaborar la función del superyó en el análisis?

El superyó es, simultáneamente, la ley y su destrucción. El superyó acaba por identificarse sólo a lo más devastador a lo más fascinante de las primitivas experiencias del sujeto. Acaba por identificarse a lo que llamo la figura feroz, a las figuras que podemos vincular con los traumatismos primitivos, sean cuales fueren, que el niño ha sufrido.

Percibimos encarnada, en este caso privilegiado, esta función del lenguaje, la palpamos en su forma más reducida, reducida a una palabra pero que, sin embargo, lo enlaza a la comunidad humana. No se trata de un niño lobo que habría vivido en su simple salvajismo, sino de un niño hablante; ha sido gracias a ese lobo que ella tuvo desde el comienzo la posibilidad de instaurar el dialogo.
Diagnóstico: Delirio alucinatorio. Siempre se puede intentar buscar una analogía entre trastornos profundos del comportamiento de los niños y lo que conocimos en los adultos. Casi siempre se habla de esquizofrenia infantil cuando no se comprende bien lo que ocurre. Para que pueda hablarse de esquizofrenia falta aquí un elemento esencial: LA DISOCIACIÓN. No hay disociación, porque apenas hay construcción (del yo supongo). Me pareció que esto recuerda ciertas formas de organización del delirio alucinatorio. Anoche formulé grandes reservas pues falta franquear un paso entre la observación directa de un niño de esta edad y lo que conocemos de la nosografía habitual. Habría en este caso que explicar muchas cosas.
Un delirio alucinatorio – en el sentido en que usted lo entiende, el de una psicosis alucinatoria crónica – sólo tiene un punto en común con lo que sucede en este sujeto: esa dimensión, según la cual este niño sólo vive lo real. Si la palabra alucinación significa algo, es ese sentimiento de  realidad. En la alucinación, hay algo que el paciente asume, verdaderamente, como real.
En la psicosis alucinatoria crónica del adulto hay una síntesis de lo imaginario y lo real; en esto radica el problema de la psicosis.



SOBRE EL NARCISISMO (1954)


De lo que hace acto. Sexualidad y libido. Freud o Jung. Lo imaginario en la neurosis. Lo simbólico en la psicosis.

Me he dado cuenta que algunos entre ustedes empiezan a preocuparse seriamente por el empleo sistemático – que sugiero aquí desde hace cierto tiempo – de las categorías de lo simbólico y lo real. Saben que insisto en la noción de lo simbólico, diciendo que siempre conviene partir de ella para comprender lo que hacemos cuando intervenimos en el análisis, y en particular, cuando intervenimos positivamente, a saber, mediante la interpretación.

Nos hemos visto llevados a enfatizar esa faz de la resistencia que se sitúa en el nivel mismo de la emisión de la palabra. ¿Cómo se sitúan respecto a la palabra, todos esos efectos, todas esas referencias imaginarias habitualmente evocadas cuando quiere definirse la acción de la transferencia a la experiencia analítica?

La primera de las contradicciones que surge es la siguiente: resulta harto singular que el método analítico, que apunta a la obtención de la palabra plena, parta de una vía estrictamente opuesta, en tanto da como consigna al sujeto el trazar una palabra lo más despojada posible de toda suposición de  responsabilidad; incluso lo libera de toda exigencia de autenticidad. Le conmina a decir todo aquello que le pase por la mente por ello, lo menos que puede decirse, es que facilita al sujeto el retorno a la vía de lo que, en la palabra, está por debajo del nivel del reconocimiento y que concierne al tercero, el objeto.

Siempre hemos distinguido dos planos en los que se ejerce el intercambio de la palabra humana – el plano del reconocimiento, en tanto la palabra teje entre los sujetos ese pacto que los transforma y los constituye en sujetos humanos comunicantes- y el plano de lo comunicado, en el
que pueden distinguirse diversos grados: el llamado, la discusión, el conocimiento, la información; pro que, en definitiva, tiende a obtener un acuerdo respecto al objeto.

Por supuesto, el objeto no deja de estar sin referencia a la palabra. Está ya dado parcialmente, desde el comienzo, en el sistema objetar – u objetivo – el que es preciso incluir la suma de prejuicios que constituyen una comunidad cultural, y también las hipótesis, incluso los prejuicios psicológicos, desde los más elaborados por el trabajo científico, hasta los más ingenuos y espontáneos, que por cierto se relacionan estrechamente con las referencias científicas, hasta el punto de impregnarlas.

El sujeto es invitado pues a entregarse sin reservas a este sistema: a sus conocimientos científicos, así como a lo que imagina a partir de las informaciones que tiene acerca de su estado, su problema, su situación y también sus prejuicios más ingenuos, en los que sus ilusiones se sostienen, incluyendo sus ilusiones neuróticas, en la medida en que ellas son parte importante de la constitución de la neurosis.

Pareciera –aquí reside el problema – que este acto de la palabra sólo puede progresar siguiendo la vía de una convicción intelectual proveniente de la intervención educadora, es decir superior, del analista. El analista progresaría así por adoctrinamiento.

Cuanto mejor analicemos los diversos niveles en juego, mejor lograremos distinguir lo que debe distinguirse, y unir  lo que debe de unirse, y más eficaz será nuestra técnica. Intentaremos hacerlo.

Debe existir pues algo diferente del adoctrinamiento que explique la eficacia de las intervenciones del analista. Es lo que la experiencia demostró como eficaz en la acción de la transferencia. ¿Qué es la transferencia? La transferencia eficaz de la que hablamos es, simplemente, en su esencia, el acto de la palabra. Cada vez que un hombre habla a otro de modo autentico,  y pleno, hay en el sentido propio del término, trasferencia, transferencia simbólica: algo sucede que cambia la naturaliza de los dos seres que están presentes.

De acuerdo a la obra de Freud sobre el amor de transferencia, no podemos dejar de ver que uno de los problemas más importantes de la teoría analítica consiste en saber cuál es la relación existente entre los vínculos de transferencia y las características, positivas o negativas, de la relación amorosas. Desde los años 20 incluso, nunca se hizo otra cosa más que interrogarse sobre la utilidad de la función de la transferencia en el manejo que hacemos de la subjetividad de nuestro paciente.

Tenemos realmente la impresión de que el problema ha sido vislumbrado, enfocado lo más precisamente posible, pero que, sin embargo, ejerce no sé qué repulsión que prohíbe su conceptualización. En este punto, quizá más que en cualquier otro, es posible que la culminación de la teoría, incluso su progreso, sean vividos como un peligro. No hay por qué excluir tal idea.

Las opiniones que se manifiestan durante las discusiones acerca de la naturaliza de vinculo imaginario establecido en la transferencia tienen una íntima relación con la noción de relación objetal. En el artículo fundamental de James Strachey, que pone el acento en el papel del superyó. Se plantea que el analista ocuparía, respecto al sujeto, la función del superyó. Pero la teoría según la cual el analista es pura y simplemente el soporte de la función del superyó no puede ser válida, pues esta función es, precisamente, uno de los resortes más decisivos de la neurosis. Existe entonces un círculo vicioso. Para sostener la existencia de este superyó parásito en el análisis, strachey debe plantear que, entre el sujeto analizado y el sujeto analista, ocurren una serie de mecanismos de constitución de los objetos buenos y malos, introducidos por Melanie Klein en la práctica de la escuela inglesa. Esto presenta el peligro de hacerlos renacer sin cesar.

La cuestión de las relaciones entre analizado y analista se puede situar en un plano muy distinto: en el plano del yo y en el plano del no-yo, es decir, en el plano de la economía narcisista del sujeto.

Es así como, desde siempre, la cuestión del amor de transferencia ha estado ligada, demasiado estrechamente, a la elaboración analítica de la noción del amor. No se trata del amor en tanto Eros- presencia universal del poder de vinculación entre los sujetos, subyacente a toda realidad en la cual el análisis se desplaza – sino del amor – pasión. Tal como concretamente lo vive el sujeto, cual si fuese una catástrofe psicológica. Saben que se plantea entonces, la cuestión de saber cómo está vinculado este amor-pasión en su fundamento, con la relación analítica.

Estos autores acentúan el carácter narcisista de la relación de amor imaginaria, y demuestran cuánto y cómo, se confunde el objeto amado- en toda una faceta de sus cualidades, sus atributos, incluso de su acción en la economía psíquica – con el ideal del yo del sujeto. Veamos entonces cómo se articulan curiosamente el sincretismo general del pensamiento de Fenichel, y ese pensamiento del término medio que le es propio, y que le hace experimentar repugnancia, una verdadera fobia, hacia la paradoja que este amor imaginario presenta. El amor imaginario participa en el fondo de la ilusión, y Fenichel experimenta algo así como horror al ver desvalorizarse de este modo la función misma del amor.

Prefiero dejar, a la noción de transferencia, su totalidad empírica, señalando que es plurivalente y que interviene a la vez en varios registros: en el simbólico, en el imaginario y en el real.

Para Freud, existe una relación entre una cosa x, que ha sucedido en el plano de la libido, y la decatectización del mundo exterior característica de las formas de demencia precoz. Para comprenderlo, es preciso remitirse a los tres ensayos sobre una teoría sexual, donde se encuentra la noción de autoerotismo primordial. Se trata de una libido que constituye los objetos de interés y que por una especie de evasión, de prolongamiento, de pseudópodos, se distribuye. El progreso instintual del sujeto, y su elaboración del mundo en función de su propia estructura instintual, se realizará a partir del momento en que el sujeto emite sus cargas libidinales. Esta concepción no plantea dificultades mientras Freud deje, fuera del mecanismo de la libido, todo lo que concierne a un registro diferente al del deseo como tal. El registro del deseo es para él una de las manifestaciones concretas de la sexualidad, una relación esencial que el ser animal mantiene con el umwelt, su mundo. Se dan cuenta, entonces, que ésta es una concepción bipolar: de un lado se encuentra el sujeto libidinal, del otro el mundo. La libido cobra su sentido cuando se la distingue de las funciones reales o realizantes, de todas las funciones que nada tienen que ver con la función del deseo de todo lo que se refiere a las relaciones del yo y del mundo exterior. Nada tiene que ver con registros instintuales diferentes al registro sexual, por ejemplo, con lo que hace al dominio de la nutrición, de la asimilación, del hambre, en la medida en que sirve a la conservación del individuo. Si la libido no está aislada del conjunto de las  funciones de conservación del individuo pierde todo sentido. Ahora bien, en la esquizofrenia ocurre algo que perturba totalmente las relaciones del sujeto con lo real, y que confunde el fondo con la forma.  Es a lo largo de este comentario que Freud advierte las dificultades que plantea el problema de la carga libidinal en la psicosis. Por cuanto la idea freudiana de un autoerotismo primordial a partir del que se constituirían progresivamente los objetos, es casi equivalente, en su estructura, a la teoría de Jung. Por ello, en el artículo  sobre el narcisismo, Freud retorna la necesidad de distinguir libido egoísta y libido sexual. Comprenden ahora  una de las razones que lo llevaron a escribir este artículo.

¿Cómo puede distinguirse, rigurosamente, estos dos términos si se conociera la idea de su equivalente energética, la cual permite afirmar que sólo cuando la libido es descatectizada del objeto vuelve al ego? Freud es llevado a concebir el narcisismo como un proceso secundario. Una unidad comparable al yo no existe en el origen, no está presente desde el comienzo en el individuo, y el ich debe desarrollarse. En cambio las pulsiones auto eróticas están allí desde el comienzo.

Quienes ya están iniciados a mi enseñanza, verán que esta idea confirma la utilidad de mi concepción del estadio del espejo. El Urbild, unidad comparable al yo, se constituye en un momento determinado de la historia del sujeto, a partir del cual el yo empieza a adquirir sus funciones. Vale decir que el yo humano se constituye sobre el fundamento de la relación imaginaria. En el desarrollo del psiquismo aparece algo nuevo, cuya función es dar forma al narcisismo ¿no es esto acaso marcar el origen imaginario de la función del yo?.

En las dos o tres próximas conferencias, explicaré con mayor precisión qué utilización, a la vez limitada y múltiple, debe hacerse del estadio del espejo. Les enseñaré, por primera vez siguiendo los textos de Freud, que en ese estadio están implicados dos registros. Finalmente, si la vez pasada señalé que la función imaginaria contenía la pluralidad de las vivencias del individuo, demostraré que no podemos limitarla sólo a esto, a causa de la necesidad de distinguir entre neurosis y psicosis.

Según el esquema Jungiano, el interés psíquico va, viene, sale, entra,  etc… según esta concepción, el interés psíquico no es más que una iluminación alternante que puede ir, venir, proyectarse, retirarse de la realidad, siguiendo el capricho de la pulsación del psiquismo del sujeto. Es una linda metáfora, pero no aclara nada de la práctica, tal como Freud lo señala. No permite captar las diferencias existentes entre retracción dirigida, sublimada, del interés por el mundo que puede alcanzar el anacoreta y la retracción del esquizofrénico, cuyo resultado es estructuralmente distinto puesto que, en este caso, el sujeto está completamente atrapado.

Para Freud se trata de captar la diferencia de estructura existente entre retracción de la realidad que observamos en las neurosis y la que observamos en las psicosis.

En el desconocimiento, la negativa, la barrera que el neurótico opone a la realidad comprobamos que recurre a la fantasía. Hay aquí función y en el vocabulario de Freud, esto no puede remitir sino al registro imaginario. Sabemos hasta qué punto las personas y las cosas del entorno del neurótico cambian totalmente de valor, y lo hacen en relación al lenguaje. Imaginaria se refiere aquí, primero, a la relación del sujeto con sus identificaciones formadoras, éste es el pleno sentido del término imagen en análisis; segundo, a la relación del sujeto con lo real, cuya característica es la de ser ilusoria.

Ahora bien, con razón o sin ella, poco importa por el momento, Freud señala que en la psicosis no sucede nada semejante. Cuando el sujeto psicótico pierde  la realización de lo real no vuelve a encontrar ninguna sustitución imaginaria. Esto es lo que distingue del neurótico.

Una de las conceptualizaciones más difundidas es que el sujeto delirante sueña, que está plenamente en lo imaginario. Es preciso entonces que, en la concepción de Freud, la función de lo imaginario no sea la función de lo irreal. Si no, no se comprendería por qué Freud negaría al psicótico el acceso a lo imaginario. Y como por lo general Freud sabe lo que dice, deberemos intentar elaborar qué es lo que quiere decir sobre este punto.

Esto nos introducirá a una elaboración coherente de las relaciones entre lo imaginario y lo simbólico, puesto que es uno de los puntos sobre los que Freud fundamente más categóricamente esta diferencia de estructura. Cuando lo psicótico reconstruye su mundo, ¿qué es lo primero que catectiza? Verán por qué vía, inesperadamente para muchos de ustedes, nos internaremos; lo primero que catectiza son las palabras. No pueden dejar de reconocer aquí la categoría de lo simbólico. Veremos que la estructura propia de lo psicótico podría situarse en un irreal simbólico, o en un símbolo marcado de irreal. La función de lo imaginario está en un lugar muy diferente.





CLASE 10
 LOS DOS NARCISISMOS 1954.

La noción de pulsión. Lo imaginario en el animal y en el hombre. Los comportamientos sexuales son especialmente engañosos. El Ur-Irch.


Para Freud, se trata de mantener un uso bien delimitado – hoy diríamos operativo – de la noción de libido que es esencial a la preservación de su descubrimiento. ¿Sobre qué se funda, en suma, el descubrimiento freudiano? Sobre la aprehensión fundamental de que los síntomas del neurótico revelan una forma desviada de satisfacción sexual. Freud demostró la función sexual de los síntomas en los neuróticos de modo muy concreto, a través de una serie de equivalencias, siendo la última de ellas una sanción terapéutica. Sobre esta  sostuvo siempre que no aportaba  una nueva filosofía totalizadora del mundo, sino una teoría bien definida, fundada en un campo perfectamente delimitado, pero enteramente nuevo, que implicaba cierto número de realidades humanas, particularmente psicopatológicas: los fenómenos subnormales, es decir aquellos que la psicología normal no estudia, los sueños, los lapsus, los fallos que perturban ciertas funciones llamadas superiores.

El problema que se plantea a Freud en esta época es el de la estructura de la psicosis. ¿Cómo elaborar la estructura de la psicosis en el interior de la teoría general de la libido?

Jung ofrece la siguiente solución: la profunda transformación de la realidad que  se manifiesta en las psicosis es el resultado de una metamorfosis de la libido, análoga a la que Freud vislumbró a propósito de las neurosis. Solo que, en el psicótico –dice Jung -  la libido está introvertida en el mundo interior del sujeto,  noción que permanece en la mayor vaguedad ontológica. A causa de esta introversión la realidad se hunde para él en un crepúsculo. El mecanismo de las psicosis está pues en perfecta continuidad con el de las neurosis.

Freud intenta establecer en ese momento la relación que puede existir entre las pulsiones sexuales, a las que otorgó tanta importancia pues están ocultas y su análisis las revelaba, y las pulsiones del yo que no había colocado hasta entonces en primer plano. ¿puede o no decirse que unas son la sombra de las otras? ¿Está en realidad constituida por esa proyección libidinal universal que está en el fondo de la teoría Jungiana? ¿o bien existe, por el contrario, una relación de oposición, una relación conflictiva, entre pulsiones del yo y pulsiones libidinales?

Con su honestidad habitual, Freud precisa que su insistencia en mantener esta distinción se basa en su experiencia de las neurosis, y que, después de todo, sólo se trata de una experiencia limitada. Afirma entonces, no menos netamente que, puede suponerse, en un estadio primitivo, anterior al que la investigación psicoanalítica nos permite exceder, la existencia de un estado de narcisismo en el que resulta imposible discernir entre las dos tendencias fundamentales: la sexualibido y las IchTrielive. En esta etapa, ambas están inextricablemente mezcladas, beisammen, confundidas y no son diferentes para nuestros groseros análisis. No obstante, Freud explica por qué intenta mantener la distinción.

Freud adosa su teoría de la libido a lo que le indica la biología de su tiempo. La teoría de los instintos no puede dejar de tener en cuenta una bipartición fundamental entre las finalidades de preservación del individuo y las de continuidad de la especie.

Pero ésta no es razón, dice, para sumergir la sexualenergie en el campo aún inexplorado de los hechos psíquicos. No se trata de encontrar para la libido un parentesco universal con todas las manifestaciones psíquicas. Hacerlo, dice Freud, sería como si en un asunto de herencia, para probar sus derechos, alguien invocará ante el notario, el parentesco universal que, según la hipótesis monogenética, vincula entre sí a todos los hombres.

Freud no aporta una solución, más bien abre una serie de interrogantes, en los cuales debemos intentar insertarnos.  Preciso mi pensamiento. Desde el punto de vista psicológico, ¿el individuo es conducido por el famoso instinto sexual a fin de propagar qué?

A esto nos conduce la teoría de los instintos. ¿cuál es en efecto el soporte del instinto sexual en el plano psicológico?

¿Cuál es el resorte concreto que determina la puesta en función de la inmensa máquina sexual? ¿Cuál es su desencadenamiento, tal como se expresa Tinbergen, después de Lorenz? No es la realidad del compañero sexual la particularidad de un individuo, sino algo que tiene una estrecha relación con la que acabo de llamar el tipo: a saber, una imagen.

El embrague mecánico del instinto sexual está cristalizado entonces, esencialmente, en base a una relación de imágenes, en base a una relación – llego aquí al término que esperan – imaginaria. Este es el marco de referencia en el cual debemos articular la libido.


La pulsión libidinal está centrada en la función de lo imaginario.

Esto no quiere decir, como una transposición idealista y moralizante de la doctrina analítica quiso hacerlo creer, que el sujeto progresa en lo imaginario hacia un estado ideal de genitalidad que sería la sanción, y el resorte último del establecimiento de lo real. Debemos pues ahora precisar las relaciones de la libido con lo imaginario y lo real, y resolver el problema de la función real que desempeña el ego en la economía psíquica.

MANONNI. - ¿Se puede pedir la palabra? Desde hace algún tiempo me incomoda un problema que me parece que a la vez complica significativamente las cosas. La carga de los objetos por la libido es, en el fondo, una metáfora realista, ya que la libido, sólo carga la imagen de los objetos. En cambio, la carga del yo puede ser un fenómeno instrapsiquico donde la catectización es la realidad ontológica del yo. Si la libido se ha convertido en libido de objeto solo puede cargar algo simétrico de la imagen del yo. Tendremos así dos narcisismos, uno en el que la libido carga intrapsíquicamente el yo, en todo caso, una imagen del yo. Tendremos entonces una distinción bien fundamentada entre el narcisismo primario y el narcisismo secundario.

 Me alegra ver que nuestro amigo Manonni hace un jumpeleante en el tema, sin embargo, prefiero volver a mi último paso.

¿Hacia dónde apunto? A coincidir con esa experiencia fundamental que nos aporta la elaboración actual de la teoría de los instintos acerca del ciclo del comportamiento sexual, que muestra que, en él, el sujeto es esencialmente engañadizo.

Puesto que hemos llegado hasta aquí, voy a introducir un complemento en el esquema que les presenté en el cursillo sobre la tópica de lo imaginario.

Les indiqué que este modelo está en la línea misma de los deseos de Freud. Freud explica en varios sitios, especialmente en la interpretación de los sueños (Traumaeutung) que las instancias psíquicas fundamentales deben concebirse en su mayor parte, como representaciones de lo que sucede en un aparato fotográfico: es decir, como las imágenes, virtuales (imaginarias) o reales, producidas por su funcionamiento. El aparato orgánico representa el mecanismo del aparato, y lo que aprehendemos son imágenes. Sus funciones no son homogéneas, ya que una imagen real y una imagen virtual son diferentes las instancias que Freud elabora no deben considerarse como sustanciales, epifenoménicas, respecto a la modificación del aparato mismo. Las instancias deben pues interpretarse mediante un esquema óptico. Concepción que Freud indicó muchas veces, pero que nunca llegó a materializar.

Vean ustedes, a la izquierda, el espejo cóncavo gracias al cual se produce el fenómeno del ramillete invertido; aquí, por comodidad, lo he trasformado en florero invertido. El florero está en la caja y el ramillete encima.

El florero será reproducido por el juego de reflexión de los rayos por una imagen real, no virtual, que el ojo puede enfocar. Si el ojo se acomoda a nivel de las flores que hemos dispuesto, verá la imagen real del florero rodeando el ramillete, confiriéndole estilo y unidad; reflejo de la unidad del cuerpo.

¿Cuál es la definición de imagen en óptica? A cada punto del objeto le corresponde un punto de la imagen, y todos los rayos provenientes de un punto deben cruzarse en un punto único en algún lado.

Si el aparato cóncavo está aquí, donde el yo, y el pequeño montaje de prestidigitador está más allá de la mesa, la imagen no se podrá ver con suficiente nitidez como para producir una ilusión de la realidad, una ilusión real, es preciso que ustedes se encuentren ubicados en cierto ángulo.

Alguien introdujo la cuestión de dos narcisismos. Se dan cuenta de que, en efecto, de eso se trata: de la relación entre la constitución de la realidad y la norma del cuerpo, que de un modo más o menos apropiado, Mannoni ha llamado antológica.

Para que este ojo tenga exactamente la ilusión del florero invertido, es decir, para que lo que vea en óptimas condiciones, como si estuviera en el fondo de la sala, hace falta  y basta una sola cosa: que hubiera, más o menos en la mitad de la sala, un espejo plano.

En otros términos, si colocamos en la mitad de la sala un espejo, al adosarme al espejo cóncavo veré la imagen del florero tan nítidamente como si estuviese en el fondo de la sala, aunque no la vea directamente. ¿Qué veré en el espejo? Primero, mi propia cara, ahí donde ella no está. En segundo lugar, en un punto simétrico al punto donde está la imagen real, veré aparecer esa imagen real como imagen virtual. ¿Se dan cuenta? No es difícil entenderlo, al volver a  sus casas colóquense ante un espejo, pongan una mano ante ustedes…  

Hace un momento, Mannoni hablaba de dos narcisismos. En efecto, existe en primer lugar un narcisismo en relación a la imagen corporal. Ella hace la unidad del sujeto, la vemos proyectarse de mil maneras, hasta en lo que podemos llamar la fuente imaginaria del simbolismo, que es aquella a través de lo cual el simbolismo se enlaza con el sentimiento, con el selbstgefuhlque el ser humano, el hombre, tiene de su propio cuerpo. Su patrón fundamental es de inmediato en relación con el otro.

El otro tiene para el hombre un valor cautivador, dada la anticipación que representa la imagen unitaria tal como ella es percibida en el espejo, o bien la realidad toda de  semejante.

El otro, el alter ego, se confunde en mayor o menor grado, según las etapas de la vida, con el Ich-ideal, ese ideal del yo constantemente invocado en el artículo de Freud. La identificación narcisista la del segundo narcisismo es la identificación al otro que, en el caso normal, permite al hombre situar con precisión su relación imaginaria y libidinal con el mundo en general. El sujeto ve su ser en una reflexión en relación al otro, es decir en relación al ideal del yo.

Observen ustedes que es preciso diferenciar las funciones del yo por otra, debe pasar en el hombre por esa alienación fundamental que constituye la imagen reflejada de sí mismo que es el Ur-Ich; forma originaria tanto del ideal del yo como de la relación con el otro.



RESPUESTA A UNA INTERVENCIÓN DEL DR. GRANOFF SOBRE LA APLICACIÓN POSIBLE DEL ESQUEMA ÓPTICO A LA TEORÍA DEL ESTADO AMOROSO.

La estricta equivalencia entre objeto e ideal del yo en la relación amorosa es una de las nociones más fundamentales de la obra de Freud: la encontramos a cada paso, una y otra vez. En la carga amorosa el objeto amado equivale, estrictamente, debido a la captación del sujeto que opera, al ideal del yo.

Estas planean, como culminación de la maduración afectiva, no sé qué fusión, qué comunión, entre la genialidad y la constitución de lo real. No digo que no haya allí algo esencial para la constitución de la realidad, pero es necesario aún comprender cómo funciona. Porque, o uno o lo otro: o el amor es lo que Freud describe, función imaginaria en su fundamento, o bien es el fundamento y la base del mundo. Así como hay dos narcisismos debe haber dos amores, eros y agape.



CLASE 11
IDEAL DEL YO Y YO IDEAL

Freud línea a línea. Los engaños de la sexualidad. La relación simbólica define la posición del sujeto en lo imaginario.

Laclaire, quien ha trabajado para nosotros el difícil texto Introducción al narcisismo, aportará:

Es éste un texto que no se puede resumir. En la segunda parte, Freud nos dice que el estudio de las demencias precoces –lo que él llama el grupo de las parafrenias-, sigue siendo ciertamente el mejor acceso para el estudio de la psicología del yo. Se refiere a una conversación que tuvo con Ferenczi al respecto, y parte de la comprobación que, en el curso de una enfermedad, de un sufrimiento, el enfermo retrae sus cargas libidinales sobre su yo para liberarlas de nuevo tras su curación. Durante la fase en que retira su carga libidinal de los objetos, la libido y el interés del yo se confunden nuevamente, tienen de nuevo el mismo destino, y es posible distinguirlos.

El dolor de muelas que sufre interrumpe todos sus ensueños idealistas y platonizantes, así como inspiración amorosa. Por ese dolor olvida las cotizaciones de la bolsa, los impuestos, la tabla de multiplicar, etc. Todas las formas habituales de ser pierden súbitamente su atractivo, están anuladas, y ahora, en el pequeño agujero, la muela habita. El mundo simbólico de las cotizaciones de la bolsa y de las tablas de multiplicar se halla enteramente cargado en el dolor.

El estado de reposo en el cual también hay una retirada narcisista de las posiciones libidinales. Introduce la noción de erogeneidad, de zonas erógenas que pueden, dice Freud, reemplazar lo genital y comportarse como él, es decir, ser sede de manifestaciones y descargas. Nos dice que todo cambio de este tipo de erogeneidad en un órgano podría ser paralelo a un cambio de carga libidinal en el yo.

El comentario esencial de Freud es que resulta casi indiferente que una elaboración de la libido se produzca sobre objetos reales u objetos imaginarios. La diferencia sólo aparece más tarde, cuando la orientación de la libido se efectúa sobre objetos irreales.

Freud se plantea el problema de saber por qué el hombre sale del narcisismo. ¿Por qué el hombre está insatisfecho?

Freud llega a distinguir dos tipos de elección, que podemos traducir como anaclítica  y narcisista, y estudia su génesis. Escribe esta frase: “el individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y la mujer que se ocupa de el”. Él mismo o sea su imagen.

Mas adelante, Freud detalla la génesis, la forma misma de esta elección. Comprueba que las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas cumplen una función en la conservación de sí. Después, comprueba que las pulsiones sexuales se aplican primero a la satisfacción de las pulsiones del yo y que sólo más tarde se hacen autónomas. Así, el niño ama primero al objeto que satisface sus pulsiones del yo, es decir, a la persona que se ocupa de él. Por último, Freud define el tipo narcisistico de elección objetal, patente sobre todo, dice, en quienes el desarrollo libidinal estuvo perturbado.

La noción de Anlehung no carece de relación con la noción de dependencia desarrollada posteriormente. Pero es una noción más amplia, y más rica. Freud hace una lista de los diferentes tipos de fijación amorosa, que excluye toda referencia a lo que podrá llamarse una relación madura, ese mito del psicoanálisis. Existe ante todo, en el campo de la fijación amorosa, de la Virliebtheit el tipo narcisista. Se ama primero: 1. lo que uno mismo es, vale decir, como Freud lo precisa entre paréntesis, uno mismo 2. lo que uno ha sido 3.lo que uno quisiera ser 4. La persona que fue una parte del propio yo. Es el Narzissmustypus.

Hay pues, dos tipologías de elección del objeto amado:

1.     La anaclítica: que es el amor aprendido del primero apoyo del sujeto que satisface las pulsiones básicas del niño (los padres generalmente – complejo de edipo)

2.     La narcisista: que puede ser de cuatro tipos 1. Lo que uno mismo es, 2. Lo que uno ha sido, 3. Lo que uno quisiera ser, y 4. La persona que fue una parte del propio yo.






Esta vigilancia del yo que Freud destaca, perpetuamente presente en el sueño, es el guardián del dormir, situado como al margen de la actividad del sueño y, muy a menudo, listo, también él, a comentarla. Esta participación residual del yo es, como todas las instancias que Freud presenta aquí con el titulo de censura, una instancia que habla, es decir, una instancia simbólica.

Laclaire: Hay luego, algo así como una tentativa de síntesis en la que se aborda la discusión del sentimiento de sí en el individuo normal y en el neurótico. El sentimiento de sí tiene tres origines: la satisfacción narcisista primaria, el criterio de éxito: la satisfacción del deseo de omnipotencia cumplimiento del ideal del yo, y la gratificación recibida de los objetos de amor. Esta me parece extremadamente importante: el desarrollo del yo consiste en un alejamiento del narcisismo primario y crea una intensa tendencia a reconquistarlo. Este alejamiento sucede mediante el desplazamiento de la libido sobre un ideal del yo impuesto desde el exterior, y la satisfacción es proporcionada por el cumplimiento de este ideal. El yo pasa pues por una especie de alejamiento, de término medio, que es el ideal, y vuelve después a su posición primitiva. Sería preciso aclarar este desplazamiento de la libido sobre un ideal, porque una de dos: o el desplazamiento de la libido se efectúa una vez más sobre una imagen, sobre una imagen del yo, es decir, sobre la forma del yo, a la que se llama ideal, porque no es semejante a la que está actualmente allí, o a aquella que allí ha estado – o bien, se llama ideal del yo a algo que está más allá de la forma del yo, que es propiamente un ideal, y que se acerca más a la idea, a la forma.



La primera vez que Freud habla del yo ideal, es para decir que ahora el amor a sí mismo se dirige hacia ese yo ideal.

El niño es lo que sus padres le hacen en la medida en que le proyectan el ideal. ¿En qué se convierte la libido del yo en el adulto normal? ¿Debemos admitir que está confundida en su totalidad con las cargas objetales? Hemos dicho que la represión parte del yo, con sus exigencias éticas y culturales. La formación de un ideal sería, por parte del yo, la condición de la represión. A este yo ideal se consagra el amor ególatra de que en la niñez era objeto el yo verdadero. No quiere renunciar a la perfección de su niñez… intenta conquistarla de nuevo bajo la nueva forma de su ideal del yo. Figuran pues aquí las dos expresiones, yo ideal e ideal del yo.

Y Freud emplea aquí el yo ideal, que es exactamente simétrico y opuesto a ideal del yo. Signo de que Freud designa aquí dos funciones diferentes.

Lo que observo es que en el momento en que Freud sustituye el término yo ideal por ideal del yo, hace preceder ideal del yo por nuevas formas.

La nueva forma de su ideal del yo es lo que él proyecta delante de sí como su ideal.

Freud formuló pues la existencia del yo ideal, que luego llama ideal de yo o forma del ideal del yo. Dice que no hay sino un paso desde este punto a la investigación de las relaciones entre la formación del ideal y la sublimación. La sublimación es un proceso de la libido objetal. Por el contrario, la idealización concierne al objeto que es agrandado, elevado, sin modificaciones  en su naturaleza. La idealización es posible tanto en el dominio de la libido del yo como en el de la libido objetal.

La formación del ideal del yo aumenta las exigencias del yo y favorece al máximo la represión. Uno está en el plano de lo imaginario, el otro en el plano de lo simbólico, ya que la exigencia del ideal del yo encuentra su lugar en el conjunto de las exigencias de la ley. LA SUBLIMACIÓN OFRECE, POR LO TANTO, EL ATAJO PARA SATISFACER ESA EXIGENCIA SIN ACARREAR LA REPRESIÓN.

No sería de extrañar que encontrásemos una instancia psíquica especial encargada de velar por las satisfacciones que se desprende del ideal del yo, y que en cumplimiento de su función, vigila de continuo al yo actual. Esta hipótesis de una instancia psíquica especial que cumpliría entonces una función de vigilancia y seguridad nos conducirá, más TARDE, AL SUPERYÓ.

La manifestación natural de este mundo cerrado de dos nos ilustra la conjunción de la libido objetal y la libido narcisista. En efecto, el apego de cada objeto para con el otro está hecho de la fijación narcisistica a esa imagen, porque esa imagen, y solo ella, es lo que él esperaba. Tal es el funcionamiento del hecho que, en el orden de los seres vivos, sólo el compañero de la misma especie, nunca se lo destaca suficientemente, puede desencadenar esa forma especial llamada comportamiento sexual.

Digamos que, en el mundo animal, todo el ciclo del comportamiento sexual está dominado por  lo imaginario. ¿Sucede o no lo mismo con el hombre? Esta imagen podrá ser el ideal del yo del que hablábamos hace rato.

Esto no es más que el fenómeno que les detallé en el animal. El animal hace coincidir un objeto real con la imagen que está en él. ¿Se produce esto en el hombre?

Como sabemos, las manifestaciones de la función sexual en el hombre se caracterizan por un desorden eminente. Nada se adapta. Esa imagen, en torno a la cual nosotros, psicoanalistas, nos desplazamos, presenta, ya sea en la neurosis o en la perversión, una especie de fragmentación, de estallido, de despedazamiento, de inadaptación, de inadecuación. ¿cómo podemos entonces representarnos el mecanismo por el cual esa imaginación en desorden llega finalmente, sin embargo, a cumplir su función?

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