Este trabajo fue escrito en septiembre de 1917 Freud lo publicó en 1918 bajo el mismo título de "Psicología del amor".
Freud comienza a partir de la exigencia cultural de virginidad de la mujer para llegar al matrimonio, buscando el "estado de servidumbre" que garantice su ulterior posesión sin sobresaltos. Esa medida de servidumbre sexual sería indispensable "para mantener el matrimonio cultural y poner diques a las tendencias polígamas que lo amenazan".
Por eso a Freud le llaman la atención los rituales de ciertos pueblos en los que se evita que la desfloración quede a cargo del futuro marido, y sea realizada por otro personaje, y analiza las diferentes explicaciones de este "tabú de la virginidad".
La primer explicación señala el derramamiento de sangre que supone la desfloración y asocia el tabú de la virginidad con el tabú de la sangre y el tabú de la menstruación.
La segunda explicación remite a los aprontes angustiados que pueden asociarse a toda nueva empresa, cuestión que puede recubrir la situación de primer comercio sexual en el matrimonio, y que podría dar cuenta de las medidas precautorias al respecto.
Una tercera explicación asocia el tabú de la virginidad a los tabúes generales respecto al sexo y los tan variados como extendidos preceptos de evitación en los que "se exterioriza un horror básico a la mujer", y que conforman a la mujer "en un todo tabú". El varón parece temer ser debilitado por la mujer, "contagiarse de su feminidad". Estos tabúes "atestiguan la existencia de un poder contrario al amor, que desautoriza a la mujer como ajena y hostil", pero no arrojan ninguna luz sobre "los preceptos particulares que rigen el primer acto sexual con una virgen". En ese punto seguimos reducidos a las dos primeras explicaciones (horror a la sangre y a las primicias).
La base del tabú de la virginidad tiene el propósito de denegar o ahorrar al futuro esposo algo que es inseparable del primer acto sexual (aún teniendo en cuenta lo dicho sobre que "de ese mismo vínculo no podría menos que derivarse una particular ligazón de la mujer con ese hombre en especial"). En la mujer se discierne una fuente de peligros, "y el primer acto sexual con ella se singulariza por un peligro particularmente intenso", que el tabú de la virginidad pretende evitar.
En este punto, Freud asocia este temor del hombre a la hostilidad que en la mujer podría resultar del primer coito, y que el análisis permite asociar, también, a los problemas de frigidez.
Se encontrará una primera raíz posible para esa hostilidad en el dolor que puede sufrir la virgen en el primer coito. Pero los ceremoniales en dos tiempos, en los que el desgarramiento del himen y el coito oficial están separados, dan cuenta que sigue siendo el coito el punto importante.
Una segunda fuente podría radicar en "el hecho de que - al menos para la mujer culta - expectativa y cumplimiento no pueden coincidir en él", por la fuerte asociación del comercio sexual con la prohibición, que lleva, en algunos casos, a que "la esposa solo reencuentre su sensibilidad tierna en una relación ilícita que deba mantenerse secreta, la única en la que está segura de seguir su propia voluntad libre de influencias".
Mucho más sustantivo le parece a Freud un tercer factor "que tiene su base en la historia de desarrollo de la libido". En efecto, el marido nunca es más que un varón sustitutivo: "Es otro - el padre, en el caso típico - quien posee el primer título a la capacidad de amor de la esposa; al marido le corresponde a lo sumo el segundo". Así, "la frigidez se encuentra entre las condiciones genéticas de la neurosis".
Finalmente, "otro motivo cala hasta estratos todavía más profundos", demuestra ser el principal responsable de la reacción paradójica frente al marido y "exterioriza su influjo también en la frigidez de la mujer". Aquí Freud acude a los análisis de sus neuróticas, que le han enseñado que "atraviesan un estadio temprano en que envidian a su hermano el signo de la virilidad y se sienten perjudicadas y relegadas a raíz de su falta". Subordina así el "complejo de castración" a esta "envidia del pene", ya que "desde el punto de vista de la historia del desarrollo, esta fase masculina de la mujer, fase en la cual envidia al varón su pene, es más temprana y está más cerca del narcisismo originario que del amor de objeto".
Freud remite a una especulación paleobiológica realizada por Ferenczi según la cual en el principio la copulación se producía entre dos individuos de igual género, pero que uno de ellos desarrolló un vigor mayor y compelió al más débil a tolerar la unión sexual. El encono provocado por ese sometimiento se continuaría en la disposición de la mujer actual, y esta "sexualidad inacabada" de la mujer se descargaría en el hombre que le hace conocer por primera vez el acto sexual. Según Freud, "el análisis de las querellas matrimoniales enseña que tampoco en la vida anímica de la mujer de cultura se han extinguido del todo los motivos que la constreñirían a tomar venganza por su desfloración. Creo que no puede menos que llamar la atención del observador el número insólitamente grande de casos en que la mujer permanece frígida y se siente desdichada en un primer matrimonio, en tanto que tras su disolución se convierte en una mujer tierna, que hace la felicidad de su segundo marido. La reacción arcaica se ha agotado, por así decir, en el primer objeto".
Freud completa su trabajo con algunas referencias artísticas que abonan el tabú de la virginidad, para concluir en que "la desfloración no tiene sólo la consecuencia cultural de atar duraderamente la mujer al hombre; desencadena también una reacción anárquica de hostilidad al varón, que puede cobrar formas patológicas, exteriorizarse con mucha frecuencia en fenómenos inhibitorios de la vida amorosa matrimonial, y a la que es lícito atribuirle el hecho de que unas segundas nupcias sean a menudo más felices que las primeras". En muchos casos, incluso, la fidelidad al primer marido no es por ternura sino porque "no han consumado su venganza en él".
Michel Sauval
Muchas gracias por tu texto!, me ha ayudado mucho a seguir la lectura de este trabajo de Freud.
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