lunes, 6 de julio de 2020

SEMINARIO 3 LAS PSICOSIS DE JACQUES LACAN


SEMINARIO 3 LAS PSICOSIS DE LACAN
La orientación que Lacan va a construir en este seminario es la del Nombre del Padre, y su forclusión, como mecanismo específico de las psicosis. El Nombre del Padre como significante que permita un cribaje entre neurosis y psicosis, distinción desde la estructura y no desde los fenómenos. Se posicionará en contra de la psiquiatría de la época respecto a la causalidad organicista de la locura, y propondrá para abordarla la vía de la significación y por tanto del significante.

Lacan toma partido de no retroceder ante las psicosis y utilizar los instrumentos del psicoanálisis para ubicarla en el registro del sentido, dirá que la locura no podrá ser separada de su significación, del lenguaje. Parte de la doctrina freudiana que ponía el foco en la paranoia, e indica  como Freud diferenció entre neurosis obsesiva y paranoia en torno a la diferencia del reproche fundamental. En la paranoia es expulsado y puesto en el otro, mientras que en la neurosis es reprimido y orientado hacia uno mismo.

Reconoce un gran valor a las observaciones de Clérambault respecto a los mecanismos del Automatismo Mental, y a su visión discontinuista, el punto de ruptura que introduce la irrupción de la psicosis. Por otro lado, critica fuertemente a Jaspers y su noción de comprensibilidad. Comprender es identificarse y por tanto nos ubica en el registro imaginario, es un tapón que se pone en el agujero de lo más singular de un sujeto. Lo ilustra con el ejemplo del niño que recibe la bofetada y llora. La noción de comprensión descuida las diferentes maneras de responder ante una bofetada, los diferentes significados que pueden venir a alojarse en un significante. Entre estos dos términos no hay una relación de causa-efecto, sino que entre ellos se entromete la interpretación, una hiancia donde el sujeto puede emerger, un margen de elección para dar significación, para asumir o no una causa. Esto nos introduce en la problemática de la posición primera respecto al goce.

Con el ejemplo del auto rojo, Lacan describe el fenómeno psicótico como la emergencia en la realidad de una significación anodina, anodina porque no se puede conectar con nada. La emergencia de algo que tiene que ver con uno pero de lo que no se sabe qué quiere decir. Habría un fenómeno de ruptura entre el significante y la significación. Cuando hay forclusión del Nombre del Padre aparece un vacío enigmático, y en la misma medida, una certeza absoluta de que significa algo.

El texto de la “negación” de Freud permite entender cómo emerge el sujeto, una posición subjetiva muy temprana que pasa por un juicio. Distingue entre juicio de atribución y juicio de existencia, y sitúa primero la atribución, a través de la cual el sujeto se va a constituir y va a constituir su realidad. Consiste en diferenciar de mí el objeto como algo bueno que va a ser incorporado, o como algo malo que va a ser expulsado. Sobre esta atribución se fundaría el juicio de existencia, que comporta una simbolización primordial.

Lacan opone la forclusión en el sentido de una expulsión radical en lo simbólico, a la simbolización primordial, y utilizará para teorizar el ejemplo de Freud del hombre de los lobos y su alucinación infantil de haber perdido un dedo. Según Freud ésta manifestaba la dificultad del sujeto para simbolizar la castración, un no querer saber nada respecto a eso. No en el sentido de la represión, sino del rechazo radical, pues la represión es la supresión de algo que primero se aceptó. Lo que Lacan llama forclusión del Nombre del Padre habla de la ausencia de una afirmación primera de este  significante. Hace falta que lo real haya sido previamente simbolizado para que pueda ser negado. Dirá también que la forclusión no es algo observable, se aprecian sus manifestaciones, el retorno en lo real de lo no simbolizado, como se ve en el ejemplo de la alucinación del hombre de los lobos.

El paso que da Lacan, por tanto, en este seminario, es definir el fenómeno psicótico a través de la estructura del lenguaje. La existencia de un significante que tiene una función formadora, hizo del Nombre del Padre algo fundamental del orden de la presencia o ausencia, como una línea divisoria entre neurosis y psicosis, y su forclusión como el mecanismo específico  que opera en esta última. A través del caso Schreber va a ejemplificar la experiencia psicótica como el fracaso de la metáfora paterna  Esta construcción teórica muestra la psicosis como una estructura del lado del déficit, que es algo que irá modificando Lacan a lo largo de su enseñanza.

Pero éste no es sólo un seminario sobre las psicosis, más allá está en juego la constitución del sujeto mismo y los mecanismos que nos permiten ver cómo emerge. Mecanismos en los que la cuestión del determinismo psíquico inconsciente se articula junto con el margen de libertad, de decisión, a la hora de asumir una posición. Se restituye así la responsabilidad subjetiva del sujeto, pues no hay psicoanálisis posible para un sujeto si éste no cree tener nada que ver con su síntoma.
Die Verneinung: Verwefung/Verfragung/Verleugnung Bejahung

Patrick Monribot nos recibe con estas palabras escritas en la pizarra. Durante la sesion expondra las clases 5, 6 y 7 del seminario comenzando con una pregunta ¿Que es un fenomeno psicotico como la alucinacion? ¿Cual es su estructura?. Esta cuestion es central en todo el seminario, y estos capitulos esbozan la respuesta.

Comienza la sesion recuperando la pregunta de la psicologia clasica ¿Por que el loco cree en la realidad de su alucinacion? Esta pregunta nos permite introducirnos sobre la terminologia de Lacan en este momento de su ensenanza (estructuralista), en este momento de su ensenanza real y realidad se confunden, y estas paginas del seminario permiten a Lacan orientarnos en los tres registros

Real, organizacion de la palabra como discurso
Simbolico, registro simbolico del significante
Imaginario, significado, experiencia que organiza la realidad del sujeto como resultado de discurso

En esta epoca de Lacan el Simbolico tiene la primacia sobre el resto de los registros “el orden simbolico subsiste como tal fuera del sujeto, diferente de su existencia”. La realidad se estructuraria a partir de que el significante es tomado en lo real del discurso. Monribot nos senala aqui como hay que cuidarse en la practica clinica de hacer interpretaciones a un sujeto delirante que lo lleven a la aceptacion de la “realidad comun”, trayendo como ejemplo el caso que senala Lacan de “El hombre de los sesos frescos”. Este ejemplo permite a Lacan relacionar el acting out neurotico como una equivalencia de la alucinacion psicotica, que se produce al simbolizar de forma prematura. Entonces, aunque el psicotico reconozca cierta irrealidad en su alucinacion, lo compromete una certeza, y es que esta alucinacion le atane, en palabras de Lacan “no esta en juego la realidad, sino la certeza”. Esta certeza es plantada por Lacan como inquebrantable puesto que para el sujeto hay cosas que pueden enganar y cosas que nunca enganan. Si el Otro puede ser considerado como enganoso, implica que existe algo que nunca engana (esferas celestes, Dios). Schreber se encuentra con un Dios que entrana esta parte de no enganoso, pero al mismo tiempo se encuentra con otra, la de “Dios Viviente” que le hace no aceptar de manera automatica la garantia de la palabra, obligandolo a inventar una solucion propia, a saber, convertirse en la mujer de Dios.

Durante esta parte del seminario tambien se despliegan las diferencias entre la experiencia mistica descrita por los textos de San Juan de la Cruz, donde aparece un goce ilimitado resultado de un “verdadero encuentro con Dios” diferenciado del goce psicotico donde no aparece un encuentro de presencias. Senala Lacan la importancia de la construccion delirante como la manera que tiene el sujeto psicotico de subjetivizar la experiencia alucinatoria, alejandose de un otro que lo pone inicialmente como objeto. Este es el punto en el que Lacan introduce una logica a la locura, vinculando esta con el inconsciente estructurado como un lenguaje. Dicho en las palabras de Lacan “algo de lo primordial en lo tocante al ser del sujeto no entra en la simbolizacion”. Es aqui donde se introduce el termino verwefung, una ausencia inaugural, un rechazo primitivo, que Lacan acabara traduciendo como Forclusion al final del seminario. Monribot nos facilita la lectura aportando la sintesis del texto de Freud “Die Verneinung” (la negacion”, donde se expresan las tres formas de esta, la verwefung o forclusion, la verdragung o represion neurotica y la verleugnung o desmentido reservada para los procesos perversos. Lacan incide aqui en no considerar la forclusion como un acontecimiento fenomenologico preciso. De la forclusion solo se sabra observando sus consecuencias. En contraposicion a la verwefung aparece la behajung o afirmacion donde aparecen los juicios de atribucion y existencia esto supone la primera aceptacion del registro simbolico. Esta aceptacion permite al sujeto “neurotico” construir el mundo a traves de una mediacion simbolica, sin embargo en la verwefung este juicio de atribucion no se produce, el sujeto tiene problemas en la construccion de la realidad y esto acaba volviendo bien como una construccion delirante o bien como un fenomeno elemental.

Monribot nos lo resume de la siguiente manera “lo no simbolizado aparece en lo real, y lo imaginario desreglado se vuelve real”. Senala aqui que pese al rechazo del psicotico a introducirse en lo simbolico, “el significante persiste fuera del sujeto”, es el discurso quien invade al sujeto, el significante rechazado vuelve a el en forma de lengua fundamental (esta lengua fundamental en el neurotico estaria constituida por sus sintomas, mientras que en el psicotico este inconsciente como proceso simbolico no aparece inconsciente y se expresara de otra manera. En el caso de Schreber, como una serie de intuiciones significantes que no siempre entiende).

La disolucion Imaginaria es el ultimo capitulo que expone Monribot, y aqui desarrolla la idea de Lacan en la que la disolucion imaginaria tendria como mecanismos movimientos de la libido narcisista (retirada de los objetos para incidir en el propio cuerpo). Se introduce aqui el eje especular a—a', donde a' queda como un elemento “extranjero” puesto en juego como un complemento para la cohesion de su yo. Este juego especular va a mostrarse en la proximidad por ejemplo de la erotica y la agresividad, que Lacan desarrollara durante este capitulo apoyandose en la etiologia de peces y pajaros. Pero esta etiologia tiene un limite para los humanos, ya que esta relacion no es pura, dada la existencia de un orden simbolico que limita las relaciones imaginarias, como sucede con el Complejo de Edipo.

En esta ultima parte del capitulo Lacan afronta una de las sorpresas que guarda respecto a la disolucion imaginaria, y es que esta no concierne solamente a la psicosis, si no que atane a todos los seres que hablan. Utiliza aqui el caso de Dora y la descompensacion que sufre esta cuando el senor K rechaza a su mujer. En ese momento se produce en ella una disolucion de aquello que organizaba su realidad y la consiguiente descompensacion.

Es por esta razon que para Lacan en este seminario, una disolucion imaginaria no es suficiente para un diagnostico de psicosis, si no que a diferencia del neurotico, la relacion del psicotico con lo simbolico esta profundamente alterada. Retomando el caso de Schreber, para entender su disolucion imaginaria antes hay que detenerse en la fenomenologia de su lenguaje (dios es esencialmente lenguaje, un dios del lenguaje que lo deja en enigma).

Para finalizar, retomar las ultimas palabras de Monribot que sintetizan las ideas principales de estos capitulos:

“La alteración profunda del universo del lenguaje y de las palabras intercambiadas, indica una disfunción radical del orden simbólico -a partir de la falla fundamental e inaugural de la forclusión del Nombre-del-padre. Es esta disfunción de la mediación simbólica que va a provocar la deformación severa del imaginario, y alterar la experiencia vivida, experimentada de manera delirante y a veces irreversible. Si las disfunciones simbólicas son la causa, entonces vale mas escuchar lo que el paciente quiere decir o escribir, en vez de observar los comportamientos según una logica medico psiquiatrica.”

Reseña de la presentación de Jean-Louis Gault sobre los capítulos 8 al 11 del Seminario de Jacques Lacan: “Las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 10 de diciembre de 2017.



Avanzamos en los capítulos del seminario y nos encontramos a Lacan buscando la estructura que pueda dar cuenta de los fenómenos psicóticos.

Para ello se sirve de dos elementos: la topología y el lenguaje.

Topología: R – S – I

Lacan toma el delirio de Schreber como una interlocución delirante. Schreber está en una relación de palabra con Dios, una interlocución que se organiza en dos ejes: el eje imaginario, en el que el Yo se relaciona con i(a), y el plano simbólico en el que S se relaciona con el Otro, con el lenguaje.
De esta manera Lacan sitúa al yo a nivel del espejo pero también al nivel del discurso. Un ego nunca está solo, siempre cuenta con un mellizo: el yo ideal que es una fantasía que habla. Aún más, es una fantasía hablada. En la psicosis este yo ideal se pone a hablar de manera manifiesta.

 El arma principal de progreso de Lacan en las psicosis es diferenciar entre estos dos planos y el arma del psicoanálisis lacaniano es distinguir entre dos instancias: el otro y el Otro. Así en la psicosis encontramos fenómenos imaginarios, pero no se pueden interpretar adecuadamente si no se posee el registro simbólico: es necesario el orden simbólico para que de la dimensión imaginaria emerja el sentido.
 Y es porque este Otro se sitúa como el correlato necesario de la palabra, el campo de la palabra que es diferente al campo especular y de las imágenes.
Parece que en el psicótico está en un mundo imaginario, pero la causa de este disturbio hay que buscarla en otro lugar. Quedarse en lo imaginario y lo simbólico no nos satisface. Está, entonces, explorando lo real.

Lenguaje:

¿qué es un lenguaje? La relación S/s (Significante/significado)  no es biunívoca. Tampoco las palabras de una lengua surgen de inmediato, hace falta un tiempo y podemos olvidar el origen de las palabras. “Me falta la palabra”, decimos a veces, y es que para que algo falte primero hay que haberlo tenido. La falta se relaciona con una presencia. Y es que con el lenguaje se hace ser, no existencia sino ser: donde no había nada, algo aparece, es. El discurso y la palabra tienen un efecto de creación. El discurso crea un mundo nuevo y tiene efectos en el sujeto.

Interpretamos el Icc como la presencia continua del lenguaje en el ser humano, la presencia siempre continua del discurso en el sujeto, siempre dispuesto a asomar. Concibe así Lacan el icc como el discurso del Otro y es a partir de su concepción del Icc que puede interpretar los fenómenos psicóticos en el delirio de Schereber.
¿Cual es la relación entre el delirio de Schreber y el Icc? El motor del delirio de Schreber es la su relación perturbada con el lenguaje. Hay algo que toca al funcionamiento del lenguaje, del discurso. ¿Qué es?  En la neurosis permanecemos en el nivel de lo simbólico, en la relación S/s. En la psicosis hay desorden en lo simbólico y lo reprimido no aparece en lo simbólico, como ocurre en la neurosis, sino en el exterior (Freud) ¿dónde? Es su concepto de lo Real, que existe por la existencia del lenguaje: lo real como lo que queda por fuera de lo simbólico.
En la neurosis lo reprimido reaparece en lo simbólico, con una máscara. En la psicosis reaparece en lo real para posteriormente imaginarizarse. En la psicosis el Icc está presente, pero no funciona.


La promoción, la valorización en la psicosis de los fenómenos del lenguaje es para nosotros lo más fecundo de su enseñanza.

Atrapado en el lenguaje

Si la relación delirante de Schreber con dios es de interlocución la estructura del dios de Schreber alude a un conjunto, a un otro que estructuralmente es unitario. El dios de Schreber está siempre presente, y el drama es que a veces no responde. El dios de Schreber habla, pero habla para no decir nada, es un dios que no deja de hablar en un discurso que no tiene sentido.  Es un dios del lenguaje, hecho de lenguaje, que no sabe de la vida de Schreber. No sabe de sus sentimientos, de sus deseos, de su culpa. No quiere nada, no demanda ni pide amor. Es solo un dios que habla, habla, habla, con frases incompletas que Schreber debe completar.

El psicótico es un mártir del Icc, el psicótico testimonia lo que el lenguaje hace en el ser vivo. Los efectos del lenguaje en el ser humano se ponen de manifiesto en la psicosis, sobre todo en la esquizofrenia, en donde el sujeto no tiene defensas contra los efectos del lenguaje.
Reseña de la presentación de Monserrat Puig sobre los capítulos 12 al 15 del Seminario de Jacques Lacan: “Las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 21 de enero de 2017.



Lacan en el cap. 12 retoma una afirmación del cap. 11: "El gran Otro es anterior al sujeto" (hay un movimiento de constitución del sujeto que va de A al sujeto en el esquema L). Primero está la estructura (el lenguaje) y después el sujeto ha de advenir a esta estructura. El significante está dado primitivamente, pero hasta tanto el sujeto no lo hace entrar en su historia no es nada.

Lacan, al introducir a la histeria trata de preguntarse sobre la función de este gran Otro al cual el sujeto se dirige. Lo que muestra el esquema L es que el eje simbólico queda obstaculizado y atrapado en el eje imaginario, es un obstáculo a la comunicación simbólica. El eje imaginario es realmente el yo, el lugar que construye el sujeto para sostenerse con el otro imaginario. El eje simbólico es el eje del reconocimiento como sujeto, eje de la pregunta y de la respuesta respecto al ser.

El esquema L con estos dos, ejes imaginario y simbólico, que se oponen pero también se entrecruzan respecto ¿a quién me dirijo yo? lo utiliza Lacan para mostrar que en el diálogo analítico no hay reciprocidad, el analista y el analizante no se encuentran en el eje imaginario, se trata de un diálogo asimétrico. Lacan va a tener que desplazar el lugar del analista como A (a lo que el sujeto se dirige) hacia “a” (el lugar del analista como objeto) y va a complejizar el esquema pasando por el esquema R, hasta el grafo del sujeto para poder situar la cuestión del goce.

¿Cómo funciona este esquema de la palabra en la psicosis? La palabra funciona en la psicosis con la exclusión del Otro. Es un Otro que no se encuentra en el lugar en el que el sujeto puede ir a buscar la respuesta de su enigma, un Otro que no se encuentra bajo la ley, y un Otro en el que el sujeto no puede historizarse porque no puede anudar la dimensión del deseo en él. Dios en principio es la figura del gran Otro. En Schreber Dios es una figura degrada de este gran Otro, al que no puede dirigirse preguntando ¿quién es?. Es un Dios que no comprende nada, no sabe nada de los hombres, es un Dios fragmentado.

En las psicosis las leyes del lenguaje no se encuentran anudadas al sujeto, el sujeto no está incluido en ellas, y el delirio es un modo que tiene el sujeto de poder estabilizar el mundo que se mueve continuamente porque no está ordenado. Schreber se encuentra en el registro de lo imaginario. En las psicosis está el lenguaje, el sujeto se inscribe en él, pero no está en la estructura.

Todo lo que tiene que ver con la comunicación analítica tiene estructura de lenguaje y está estructurado en el inconsciente. No quiere decir que el inconsciente se exprese en el discurso efectivo, no hay univocidad entre el fenómeno inconsciente y una significación. En la propia estructura del inconsciente se encuentra esta duplicidad entre significante y significado. Y el significante tiene su coherencia y sus características propias.

Lacan va a Dora para resaltar la disimetría del Edipo encontrado por Freud entre el niño y la niña, entre el lado hombre y el lado mujer. El hombre fijado a la imagen fálica y la mujer precisando dar un paso por el Otro, un rodeo de la identificación al padre, para tener ese acceso.

Seminario III “Las Psicosis”. 4a Sesión / Granada, 21 de Enero 2017

Lacan vuelve a insistir en las paradojas y entrecruzamientos de los ejes imaginario y simbólico para mostrar el funcionamiento de la neurosis. La neurosis recurre al yo porque en la pregunta que dirige al Otro, se encuentra con el eje imaginario. En Dora la pregunta ¿qué es ser una mujer? queda sin respuesta ya que se responde en términos de una identificación al varón.

En el cap. 14 Lacan diferencia entre signo, huella y significante. Dice que el signo está construido con el modelo animal. Hay un portador del signo y un receptor y está claro lo que significa. La huella es un signo separado del portador del signo, llama a la interpretación pero no engaña respecto al objeto. El significante, remite a la ausencia de otro significante, en tanto que un significante sólo vale por la oposición a otro significante. Un significante suelto no significa nada.

En esta primacía de lo simbólico, que las significaciones tengan un orden, estén ordenadas para el sujeto, unas leyes, eso también se tiene que producir en su elemento simbólico. Y por esto Lacan dice que hay significantes de base que organizan el armazón de la realidad para un sujeto. En un principio contradice su definición de significante, y los nombra significantes primordiales, (que no se presentan ordenando la realidad del sujeto por su función de oposición a otro significante), sino que su función es la de ordenar el campo mismo de los significantes y de las significaciones. Este gran Otro del esquema L tiene ya otra función, no solamente el lugar al que el sujeto se dirige, sino que este Otro está estructurado.

La psicosis está vinculada con una falta que se encuentra en la matriz de la relación de cómo el sujeto accede a un orden simbólico ordenado. El Edipo hace entrar al sujeto a través del deseo sexual en la estructura. Si esto no ocurre, no hay un significante primordial que organice las significaciones del sujeto Este significante primordial que está en el núcleo de la estructura de la matriz edípica, no está en función en la psicosis: es el Nombre del padre. Es la verwerfung freudiana, la falta de una simbolización primordial, algo que no se ha había realizado en el dominio del significante; algo que había sido objeto de la verwerfung reaparece en lo real.

Los temas de los delirios son los mismos que se pregunta el neurótico, que son los temas puestos por Lacan como límite a la simbolización: la feminidad, la procreación y la muerte.

En la relación del sujeto con el significante, el sentimiento de perplejidad del neurótico aparece sin retorno en la la psicosis, es el mundo de la significación que se abre sin respuesta, es la emergencia pura del significante. Por eso dirá Lacan que el psicótico tiene contacto directo con la estructura del significante: el significante no significa nada, pero hay una llamada a la significación, con lo cual es el sujeto el que tiene que poner allí las significaciones.
Reseña de la presentación de Santiago Castellanos sobre los capítulos 16 al 19 del Seminario de Jacques Lacan: “Las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 18 de febrero de 2017.




1.- CONSIDERACIONES GENERALES

Freud inició un trabajo pionero en la teoría de las psicosis, analizando el caso de Daniel Paul Schreber a través de sus memorias, en su interés en dirimir las diferencias entre neurosis y psicosis. Sin embargo no sigue esta línea de trabajo e incluso consideraba que el psicoanálisis no era recomendable para el tratamiento de los pacientes psicóticos. Lacan difiere de Freud en este sentido y partiendo de elementos freudianos, construye una teoría psicoanalítica de las psicosis.

Se trata de un momento inicial del trabajo de Lacan sobre la psicosis. En esta formulación de 1956, Lacan se vale de los tres registros (simbólico, real e imaginario) que viene desarrollando desde el inicio de su enseñanza. A partir del nudo borromeo pensará la psicosis de manera diferente, pero esto ocurrirá más adelante; para su forma más acabada aún faltan 20 años. En el momento del Seminario 3, se trata de la etapa del predominio de lo simbólico. La psicosis sería entonces la falta de la inscripción de un significante primordial en lo simbólico, lo que supone una falla estructural en la incorporación del sujeto a este registro. Este significante fundamental es lo que, en 1958, Lacan llamará el significante del Nombre del Padre.

El caso paradigmático de la psicosis entendida desde los tres registros es Schreber, así como lo será Joyce para la psicosis desde la perspectiva del anudamiento.

En este seminario el acento está puesto sobre los fenómenos del lenguaje, es en sus fallas y en los intentos de solución que pueden inferirse en las manifestaciones de la psicosis, sin descuidar la articulación entre lo imaginario y lo simbólico en la que se constituye el sujeto. Para 1956, Lacan se maneja, podría decirse, con pocos elementos: S1, S2 que conforman la cadena significante, la forclusión, el significante primordial o significante amo, la articulación entre lo imaginario y lo simbólico, las operaciones metáfora y metonimia. Sin embargo, son estos elementos importantes con los que establece las bases de la aproximación psicoanalítica al tema de las psicosis.

Contexto del Seminario 3

El Seminario 3 se ubica con relación a dos discusiones de la época sobre las psicosis. La primera es la tendencia biologicista que predominaba en la psiquiatría de la época y consideraba la psicosis como un déficit orgánico. La hipótesis de Lacan, a partir de lo que deduce de los fenómenos que se manifiestan en las psicosis, va en otra dirección. La gran tesis presente en el Seminario 3 es la del inconsciente estructurado como un lenguaje. Considera que la psicosis es consecuencia de algo que falla en la estructuración del sujeto, siendo que la estructura subjetiva viene definida por la incorporación al mundo de lo simbólico, de la incorporación al lenguaje, que es lo particular del ser humano. Se trata de una falla pero no biológica sino de la inscripción del significante primordial en el registro simbólico, aquel que permite la estabilidad entre la articulación del significante y el significado. Los fenómenos de lenguaje propios de la psicosis son una expresión de tal falla.

La otra discusión es la referida al yo, a su origen y función. Para los postfreudianos, el yo es una instancia de síntesis al que había que reforzar para lograr el acercamiento del paciente a la realidad, a la curación. Lacan entiende que esto supone un desconocimiento de la enseñanza de Freud. Al contrario, el yo es una instancia problemática, fragmentada, el resultado de la experiencia caótica del cuerpo en un ser viviente que llega al mundo en un estado de prematuración y al que la identificación con una imagen del otro da la consistencia y la unidad que no tiene. Lacan dice que “la alienación al Otro es constitutiva del yo” y hay una hiancia entre este déficit del organismo en sus primeros tiempos de vida y el desarrollo visual que le permite experimentar la imagen como forma completa, en relación con esa experiencia de fragmentación inicial. El yo sería un desorden de identificaciones imaginarias que reaparecen sucesivamente en la experiencia analítica, no un lugar de síntesis y armonía. Esta matriz imaginaria del yo es también la base de la agresividad y la rivalidad con el Otro. Pensar el yo en esta lógica supone que el analista no debe colocarse en el eje imaginario, el de las identificaciones, al cual es convocado por el analizante, sino en el lugar del Otro simbólico; de otra manera es una trampa para la cura analítica.



Para este momento de la enseñanza de Lacan, aún hay mucho por desarrollar, sin embargo hace algunos avances más. En cuanto al goce, está colocado en el registro de lo imaginario, aún no está formulada la teoría del objeto a, es el período del predominio de lo simbólico. Pero ya aquí va indicando cómo lo simbólico no puede dar cuenta completamente de lo imaginario.

En cuanto a la clínica para la psicosis, aún está por construir en 1956 pero sienta una de las premisas características de la orientación lacaniana: siempre hay que suponer un sujeto, sea cual sea la estructura y con independencia de la gravedad de la fenomenología que presente o si el propio sujeto se asume como tal, es decir, en aquellos que se encuentran “desubjetivados”. Hay un sujeto porque se trata de un ser hablante que está en el lenguaje, habitado por la palabra y que se vale de operaciones de lenguaje para restaurar la articulación interrumpida entre significado y significante, para introducir en el caos de lo imaginario algo de orden mediante lo simbólico.

En el psicoanálisis lacaniano se mantiene abierta la pregunta por la posibilidad de un tratamiento para la psicosis, porque no es un interés puramente teórico o clasificatorio ni es algo resuelto de manera universal. Es una posición ética, de asumir el sujeto en su singularidad y aprender de las invenciones que ha encontrado por sí mismo para tratar esa falla estructural, ese vacío en el que falta el significante del NP. Para el analista se trata de cómo ocupar ese lugar vacío. En la psicosis, el saber está del lado del sujeto y el analista debe saber ocupar dicho lugar, que es distinto de no hacer nada, la posición de secretario del alienado. Es lo contrario del SsS del neurótico en la transferencia, en el que le atribuye el saber al analista.



2.- PRESENTACIÓN DEL CASO SCHREBER Cronología general:

1842

N. en Leipzig, hijo de Moritz Schreber, médico rehabilitador y pedagogo muy prestigioso en su época.

1869

Termina el doctorado y se casa con la que será su esposa el resto de su vida. Justo antes del matrimonio, presenta temores hipocondríacos que anticipaban lo que iba a pasar luego.

1884

No resulta elegido en las elecciones parlamentarias. Ingresa para una cura de reposo, para tratarse de ideas hipocondríacas, depresión profunda, astenia e intentos suicidas, manifestaciones de un desencadenamiento psicótico de baja intensidad. Su médico es el Dr. Flechsig, quien era especialmente biologicista. Es dado de alta unos meses después y se reincorpora a su actividad profesional en 1886.

1893

Pasa 8 años estabilizado, al lado de su esposa pero sin poder tener hijos, como era su intención (En esto, Lacan se distancia de Freud quien explica la paranoia de Schreber como consecuencia de un fantasma homosexual reprimido. Lacan considera que no tiene nada que ver con lo que ocurre). En junio le anuncian su nombramiento como presidente de la corte de apelaciones de Dresde. Ocurre otro desencadenamiento. Anticipa al desencadenamiento un sueño en el que le surge la idea de lo bello que sería ser una mujer en el momento que sucumbe al coito; esta fantasía le resulta muy perturbadora. Es una idea que jugará un papel principal en la construcción del sistema delirante. De nuevo, su médico es el Dr. Flechsig.

1895

Inicialmente Weber no considera perdido el caso de Schreber, porque su sistema delirante no está tan cerrado. Dos años más tarde, su juicio es más desfavorable. Weber lo considera un enfermo crónico e irrecuperable por la persistencia de su delirio. No obstante, la estabilización del delirio de Schreber le procura una mejoría clínica significativa e inicia una batalla legal para lograr que le liberen del manicomio.

1902

Sale del manicomio tras una batalla legal que gana, recupera sus derechos ciudadanos y deja de ser considerado un incapacitado.

1903

Publica sus memorias.

1907

Ocurren varios eventos importantes en la vida de Schreber, un nuevo desencadenamiento y otro ingreso en una clínica.

1911

Muere a los 69 años de edad.

Schreber registra dos crisis en sus Memorias, por exceso de actividad intelectual (cuando pierde las elecciones y cuando es nombrado presidente de la cámara de apelaciones). Los síntomas que presenta cuando es ingresado por primera vez ideas hipocondríacas severas (un reblandecimiento cerebral por el que moriría pronto), alucinaciones visuales y auditivas y “tormentos corporales” que soportaba por una causa sagrada. El delirio se va haciendo cada vez más místico y religioso: hablar con Dios, ser hostigado por demonios, ver apariciones milagrosas y vivir en definitiva en otro mundo. Weber refiere en un informe de 1899 que Schreber había construido un sistema de delirios que había reconstruido su personalidad, mostrándose perfectamente capacitado para volver a la vida normal y sin signos aparentes de perturbación. En 1902 consigue su libertad y en la sentencia aparece sintetizado su sistema delirante: se consideraba llamado a redimir el mundo y devolverle la bienaventuranza perdida pero sólo sería posible después de haberse transformado en mujer por un milagro divino, en un período de años o décadas. En su cuerpo experimentaba también milagros o rayos divinos, que habían reparado la fragmentación corporal experimentada hasta el punto en que mientras la transformación no se completara, sería inmortal. Sentía que su cuerpo tenía ya “nervios femeninos”, de los cuales surgirían por la fecundación inmediata de Dios nuevos hombres. Sólo al completar su misión divina podría morir. Le hablaban el sol, los árboles y los pajaros, que eran restos encantados de las antiguas almas humanas.

Freud considera en su análisis del caso que la transformación en mujer fue el delirio primario, siendo al principio de carácter perjudicial y persecutorio (y atribuido a un interés sexual del Dr. Flechsig en él) pero que luego se incorpora como elemento a la misión redentora. Se trataría de una manía persecutoria sexual que se transforma en una manía religiosa de grandeza: Flechsig luego es sustituido por Dios y el fin simplemente sexual en un fin divino. Para librarse de la persecución de Flechsig, acude a Dios y acepta los sacrificios que éste le impone en nombre de su misión sagrada. De esta manera, en 1895, se produce una reconciliación del sujeto con la fantasía de transformarse en mujer para poder ser fecundado por los rayos divinos y crear nuevos hombres. Freud concluye que esta transformación en mujer fue el núcleo inicial de la producción delirante, también fue el único elemento que se mantuvo una vez restablecido Schreber. La actividad delirante en relación a Dios se sistematizaba alrededor de la idea de que el alma humana está contenida en los nervios del cuerpo, mientras los hombres se componen de cuerpo y nervios, Dios es sólo nervios y éstos poseen las mismas propiedades de los humanos pero con mayor intensidad. Dios además guarda una íntima relación con el cielo estrellado y el sol.



La relación regular entre Dios y las almas de los hombres se establece después de la muerte.

El despliegue del delirio de Schreber muestra bien varios fenómenos de la psicosis. Quizás, en los tiempos de los neurolépticos, esto se dé cada vez con menor intensidad y este señalamiento muestra la diferencia entre la lógica de la psiquiatría y la del psicoanálisis. La primera, con frecuencia, toma la vía de “aplastar” el delirio por la vía de la sustancia. El segundo opta por escuchar acompañar el delirio y esperar a lo que puede producir. En cualquier caso, delirios expansivos que se concluyen por una metáfora delirante y permitan al sujeto lograr un lugar en el mundo desde el cual funcionar, son cada vez más difíciles de encontrar en la clínica.

Freud explica la paranoia de Schreber como una fantasía homosexual inconsciente reprimida, que produce gran repugnancia en él y podría deberse al temor de ser objeto de abusos sexuales por parte de Flechsig. La formula propuesta por Freud para interpretar los delirios persecutorios -no sólo respecto a Flechsig, otros también ocuparon este lugar—es sencilla: “la persona odiada y temida ahora por su persecución es siempre una persona amada y respetada antes por el enfermo”. La base de la enfermedad de Schreber fue la aparición de un brusco impulso homosexual. Contra tal fantasía se alzó una intensa resistencia por parte de Schreber y la defensa tomó la forma de delirio persecutorio.

De las interpretaciones de Freud sobre el caso, la idea de que el delirio es el intento de curación del sujeto psicótico respecto a una “catástrofe subjetiva anterior” marcará un antes y un después en la psiquiatría y el psicoanálisis.

Lacan hace una lectura distinta a la de Freud, de este mismo caso. Distanciado de la hipótesis de la fantasía homosexual inconsciente como explicación, considera que se trata de un “desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida del sujeto”, que puede manifestarse claramente en un desencadenamiento psicótico y a veces en casos sin desencadenamiento pero en los que hay algo en la relación del sujeto con la vida que está dañada de una manera primaria y es una de las referencias que se pueden tomar para la clínica de la psicosis desde el psicoanálisis lacaniano.



La psicosis en el Seminario 3 consiste en un agujero, una falta a nivel del significante, siendo que este significante fundamental (el NP, en 1958) quede forcluido. Es importante señalar aquí la necesidad de evitar cierto riesgo psicologizante de la clínica, que es pensar la estructura a partir del ambiente familiar, de la novela familiar. Se trata de una lógica, de la falta de un significante, de algo que no operó a nivel simbólico y esto puede ocurrir con independencia de las circunstancias familiares aparentes. De allí la importancia de las entrevistas preliminares, para dirimir la estructura.

Ante este agujero, esta falta del significante fundamental, aparecen entonces los fenómenos elementales, la perplejidad junto con la ruptura “en la juntura más íntima de la vida del sujeto”. Se produce un “desastre creciente de lo imaginario” hasta que se alcance una cierta estabilización entre el significante y el significado a través de la metáfora delirante. Freud sitúa la cuestión del padre como núcleo central afectado en la psicosis -y su análisis de Schreber gira en torno al complejo paterno (Flechsig, Dios y su equivalencia con el padre)-Para Lacan, la función del padre es de carácter significante, no es algo biográfico, sino que se rige por las leyes del campo de lo simbólico y propondrá esta función, que llamará metáfora paterna en el texto de 1958, como lo forcluido en la psicosis. La metáfora paterna civiliza el goce, nombrándolo, dándole un sentido y una significación que más adelante Lacan llamará fálica.

El encuentro con la lengua para el viviente es un encuentro por fuera de sentido, las palabras de entrada no tienen sentido. ¿Cómo se opera en el registro de lo simbólico para que ese enjambre de palabras pueda finalmente encontrar un significado, cómo se opera para pasar del sin sentido al sentido? Lacan plantea que, en términos lógicos, se requiere un operador significante que introduzca un orden y lo llama el NP, un significante primordial que permite estabilizar el significante y el significado en el lenguaje y que permite que los significantes primordiales S1 puedan hacer una cadena con S2. Se trata de un significante que permite introducir un orden en el caos del viviente con la lengua.

¿Por qué Lacan lo llama el NP? Porque es freudiano, sigue la idea edípica del padre como aquel que introduce la ley. La entrada en el lenguaje supone una operación de castración, que introduce el orden simbólico en el desorden inicial del sujeto, haya o



no haya padre imaginario (biográfico). Un comentario se hace necesario aquí: no puede perderse de vista que lo que hace una clínica diferencial entre psicosis y neurosis no es la novela familiar y sus vicisitudes sino la relación con el significante del NP.

Lacan sigue a Freud cuando dice que los psicóticos aman a su delirio como a sí mismos. En el caso de Schreber, la nueva significación que encuentra en la idea de ser la mujer de Dios para procrear una nueva humanidad como efecto de la metáfora delirante, que se hace equivalente a la significación fálica y viene al lugar de aquello que no se produjo. En el caso de Schreber hay un primer momento de perplejidad frente al vacío de significación porque no hay significante del NP, cuando es convocado a ocupar la presidencia del tribunal, que se acompaña de un certeza de significación sin nombre. Posteriormente aparecen los fenómenos elementales, la alucinación y el delirio. Hay una expansión del delirio y finalmente hay una reducción como efecto de la metáfora delirante, que abrocha un sentido. Es una respuesta del lado de lo simbólico por parte del sujeto frente al vacío de significación, se trata de un intento de restitución por una vía alternativa. En el caso de Schreber, la misión sagrada de ser la mujer de Dios para engendrar una nueva humanidad constituye un esfuerzo de establecer un vínculo con el mundo y con el Otro, inicialmente derrumbados en el desencadenamiento.

Como advertencia clínica y para finalizar, Santiago Castellanos señala que reconocer la importancia del delirio como intento de curación no significa que la práctica psicoanalítica consista en estimular la producción delirante, ya que esto funciona por sí mismo. Algo así entrañaría un aumento de la probabilidad de que el analista quede incluido el delirio por el lado erotomaníaco o por el persecutorio, riesgo por lo demás, inherente al trabajo en psicosis. Se trata más bien (y es de las pocas indicaciones clínicas de Lacan en este seminario) de reducir el despliegue asintótico y acompañar, ocupar el lugar o la función del secretario del alienado.
Reseña de la presentación de José María Álvarez sobre los capítulos 20 al 22 del Seminario de Jacques Lacan: “Las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 18 de marzo de 2016.



Tres cuestiones preliminares en las que José María Álvarez incide antes de entrar al contenido del seminario propiamente dicho:

1) Lacan formado en la psiquiatría clásica, tiene bien integradas las diferentes orientaciones de la psiquiatría de la época, Jásper, Kraepelin, Clerembault… Por tanto sería conveniente dedicar un tiempo anterior a la psicopatología clásica para poder llegar a un conocimiento profundo de este seminario.
2) Aunque es cierto que había detalladas descripciones sintomáticas asociadas a la psicosis así como elaboradas teorías, hasta Freud, nadie había propuesto una articulación precisa entre manifestaciones clínicas  y los mecanismos que las causan.
3) La tercera, es que Lacan en esta época es profundamente estructuralista, discontinuísta a la hora de pensar la psicopatología. Hay estructuras concretas y el sujeto no pasa de unas a otras, el neurótico no se psicotiza y viceversa.

Históricamente siempre hemos tenido este movimiento pendular de la continuidad a la discontinuidad, de lo uno a lo múltiple y viceversa. Conforme avanzó en su enseñanza el propio Lacan fue consciente de los límites de esta perspectiva, introduciendo la clínica de los nudos, continuista y dimensional. Sin embargo, lo más brillante del seminario, en opinión de José María, es precisamente esta clínica de las estructuras, en la que aparecen los grandes temas, a saber, el desencadenamiento, el fenómeno elemental, la estabilización a través del delirio…Así desde la perspectiva estructural la clínica de la psicosis tiene sus propios fenómenos casi patognomónicos en los que su surgimiento como por ejemplo a través de los fenómenos elementales previos al desencadenamiento, pueden revelar por sí mismo la estructura psicótica.  Hasta aquí la introducción.

Capitulo XX. El llamado a la alusión.

Hay una frase sobre la que vamos a dar vueltas, “si el neurótico habita el lenguaje, el psicótico es habitado por el lenguaje”. Lo que indica una posición pasiva con respecto al lenguaje, en la que el lenguaje posee al sujeto. “La realidad con la que nos enfrentamos está sostenida, constituida, por una trenza de significantes” pag. 357. Esto es, de alguna forma, el psicótico es poseído, habitado por el lenguaje, que adquiere una importancia trascendental.

Para entender esto José María nos dará un pequeño rodeo por la teoría de Clerembault, recordándonos el concepto de automatismo mental, lo primero que se altera son las palabras, no su significado ni su afecto, sino el mismo soporte significante. Algo muy evidente en el caso por ejemplo de la perplejidad, cuando el sujeto lo que explica es que los referentes se perdieron y las palabras no querían decir nada, el sujeto queda completamente perdido sin nada en lo que agarrarse, en plena oscuridad. El automatismo mental se caracteriza por tres cuestiones:

1. Carácter esencialmente neutro.
2. No es sensorial.
3. Tiene un rol inicial en el inicio de la psicosis.

Lacan recalcará la relación de exterioridad del sujeto con el significante, la xenopatía, término que José María dice haber encontrado definido por primera vez en Paul Girauld que describió la xenopatía en los siguientes términos: “Ciertos estados afectivos, de representaciones y tendencias a la acción que sobrevienen en el curso de la actividad mental y que en el caso de algunos delirantes se experimentan como ajenos y se atribuyen a una acción exterior.

Experiencia esta que José María Álvarez junto con Fernando Colina, sitúan muy tardíamente en la historia de la psicopatología, concretamente a comienzos de la modernidad en relación a la pérdida progresiva de algunos significantes amos y el desarrollo científico, además la caracterizaran como un síntoma propio de nuestra época en la que el hombre moderno se presenta roto, desfragmentado.

La determinación del tipo de estructura proviene de una concatenación de factores y elementos que se interrelacionan, aunque no deja de haber una “insondable decisión del ser” como la Lacan menciona en su texto “acerca de la causalidad psíquica”. Es decir, cada uno de nosotros hacemos algo. Nuestro desarrollo es superar muchos obstáculos, que debemos ir conquistando y cada uno deberá hacer un recorrido, el que buenamente pueda. En el caso de la psicosis dicho de forma muy prosaica, el psicótico no recoge el testigo de la palabra, en su experiencia vital, cuando el psicótico tiene que tomar la palabra, dar la cara, le falta el libro de instrucciones, el mapa de carreteras como veremos hoy, e intenta responder desde algo que no está simbolizado y responde enfermando. Así es en los momentos más complicados de la vida de las personas cuando podemos ver la estructura. Cuando hablamos con un psicótico nos interesa saber qué sucedió, cómo y cuándo, porque tendremos una guía de lo que no está simbolizado y una posible orientación de la cura.

Delirio primario/secundario.

Para José María hay dos posiciones en el delirio. Una posición llamémosla primaria en la que el delirio lleva siempre el encabezamiento del “otro me quiere…” el otro quiere gozar de mi, en la que el sujeto está agobiado por otro malvado que quiere hacerme algo malo y en la que el sujeto se defiende de algo de lo que no quiere saber y que por supuesto está forcluido. Mientras que la otra posición o delirio secundario, en la que en el sujeto se da un esfuerzo creativo frente a esta forclusión y en la que suele presentarse la función redentora, para aportar algo al mundo. Veámoslo con los ejemplos que utiliza José María.

En el caso Aimeé la posición primaria sería “quieren matar a mi hijo” en la que posteriormente dará lugar a la posición secundaria en la que a través de la escritura desarrolla su función redentora del mundo.
En Schreber también tenemos estos dos momentos. En primer lugar “el otro malvado, quiere mi emasculación en mujer” con la que está atormentado y se resiste. En un segundo tiempo, eso dará lugar a la creación de una nueva raza de hombres Schreberianos, será a partir de aquí que consiga cierta estabilización, pleitee por su libertad y empiece a escribir sus memorias. No admite a Dios, pero sí un cierto orden del mundo, una especia de función paterna intermedia. que le permita calmarse y tornar su disposición a la emasculación para la creación de la nueva raza.

Dos polos de la psicosis.

¿Cómo se gesta un delirio? Se pregunta Lacan, hemos visto que le delirio tiene una serie de características, evolucionan…¿pero cómo se llega a eso? Lacan retoma el caso de Aimeé en su tesis sobre la formación del delirio en la que al contrario que la mayoría de los autores que ven el delirio como el resultado de un proceso de sistematización y razonamiento, él propondrá que estos se gestan a partir de “momentos fecundos” que determinarán su invención o construcción.

En contra de uno de los polos del delirio que tiene que ver con el estribillo que está más bien del lado de la repetición, de la palabra vacía,  tenemos la revelación del otro lado, la palabra  reveladora, que abre la dimensión de una experiencia inefable, está del lado de lo pleno. Esta no surge como consecuencia de un proceso de elaboración, sino que se le presenta al sujeto que va hilando estos momentos, va dándoles una narración, no es deducido por el sujeto sino presentado. Aunque es cierto que hay algo del orden de la casualidad, tampoco es totalmente casual,  ya que como vimos en el caso de Aimeé no vale cualquier mujer sino una que encarne su ideal de mujer.

¿Para qué del delirio? Para re-equilibrar un mundo muy desequilibrado, para ir montando pilares sobre los que construirse una realidad habitable.

Capítulo XXI. Punto del almohadillado.

¿Cómo se engancha el significante y el significado? Si esta relación fluida siempre está lista a desvanecerse, ¿qué hace posible el anudamiento?
Miller se referirá en este punto en su seminario de piezas sueltas a que el punto de entrecruzamiento de significante y significado se da a través del sentido, ahí reside el punto de capitón.
El significado en una frase se produce après coup, en función de donde pongamos el punto se producirá un sentido retrospectivamente. Un ejemplo.

Ay/cariño/así/no/podemos/seguir/

Otra peculiaridad del punto de almohadillado es que además permite que pensemos que lo que decimos es nuestro. Sin embargo en la psicosis está cuestión está desbaratada.

Para Lacan, la pregunta sobre la génesis de la psicosis será un cuestión transversal en toda su obra, en uno de los últimos texto de Miller lo dice en la presentación de enfermos evocando a Clerembault, “las emergencias xenopáticas, la imposición de palabras se funda en las estructuras, si la estructura quiere que toda palabra se funde en el otro, la pregunta ya no es qué es un loco, sino cómo se puede no estar loco, qué ocurre para que yo me reconozca como agente de lo que se dice. Miller concluye: la normalidad es la xenopatía, si el lenguaje siempre nos habla, ¿por qué no estamos todos locos? Pregunta que siempre debemos tener presente.
Reseña de la presentación de Guy Briole sobre los capítulos del 23 al 25 del Seminario de Jacques Lacan: “Las Psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada, 23 abril 2017.



Briole dirá que este es un Seminario bisagra  entre los dos primeros y lo que Lacan va a desarrollar incluso hasta final de su enseñanza. En el capítulo 25 El falo y el meteoro, Lacan está ya trabajando lo que se va a ver el año que viene, el escrito “De una cuestión preliminar en el tratamiento de las psicosis”, donde define una estructura a partir de los tres registros real, simbólico e imaginario y la posición del Nombre del Padre. En este capitulo, añadirá algunos comentarios para relacionar la enseñanza de Lacan en esa época, con las concepciones actuales de la psicosis, la forclusión  generalizada, con la última enseñanza de Lacan. Terminará por la cuestión de qué es ser padre, por trabajos que  hizo cuando era analista de Escuela, para  decir algo más de la cuestión de qué es ser padre.
   
    El primer esquema que propone Lacan es el esquema L, Sujeto y el gran Otro, se completa con el eje imaginario a-a´, el estadio del espejo. Pero también hay algo que va del Otro hacia el pequeño otro. Destaca la importancia de escribirlo así, y también dirá que  hay una vía de regreso que viene del Otro hasta el Sujeto. A esa vía de regreso, que es el vector simbólico, le llama el Inconsciente. Vemos que esta vía de regreso, está topando contra el eje imaginario. Lo que Lacan llama en otros momentos de su enseñanza, el muro de la palabra.

    Lacan, en relación al esquema L, dice que el síntoma surge en este punto de entrecruzamiento de los dos ejes, imaginario y simbólico. Anuncia este esquema diciendo que aquí encontraremos la estructura del delirio. Una estructura es una construcción que tiene su lógica propia, es decir que un delirio, la metáfora delirante, es ya una interpretación, una elaboración del sujeto psicótico, tiene su lógica y no hay que tocar esta lógica, no hay que intentar desmontar esta lógica del delirio, pero también Lacan sitúa la cuestión al nivel transferencial. El delirio, se desarrolla en relación con un otro, con los otros, o con un gran Otro, persecutorio, malvado, malo. De entrada vemos que Lacan nos sitúa la cuestión con relación a la relación de objeto, con la inmadurez, por ejemplo con la inmadurez genital, que Lacan atacará de modo muy fuerte en La Dirección de la Cura. Dirá que no hay en realidad, una unicidad de pensamiento en relación con el objeto.

    Lacan planteará la posición de Freud en el caso Shcreber. Para Freud, el delirio estará ligado a una defensa homosexual, a una homosexualidad inconsciente, y la defensa de Schreber culminará con la relación erotómana con Dios. Para llegar a esta cuestión de la tendencia homosexual, Freud pasa por las diversas denegaciones de la tendencia homosexual. Parte de una frase que simboliza la situación: yo lo amo a él, un hombre. Las declinaciones de esta frase, que son también denegaciones de la tendencia homosexual, son tres: no soy yo quien lo ama, no es él a quien amo, no se trata para mi de amor, yo lo odio. Son inversiones imaginarias, el mecanismo central es la cuestión de la proyección, en el pasaje lo odio, a es él quien me odia. En Shreber, como en toda erotomanía, no soy yo quien lo amo, es el otro quien me ama, En Schreber en el lugar del Otro, hay Dios. Esto nos lleva a la relación con Flechig, el profesor con el que se desarrolló la erotomanía y el odio. Finalmente Dios salva a Flechig. Dios se va a sustituir al profesor. En esta serie de denegaciones hay algo que está girando alrededor de la defensa. ¿De qué se defiende el sujeto psicótico Schreber?, de una especie de realización del mundo, que después de su desencadenamiento está a trozos, piezas sueltas por todos lados, y el tiene que hacer una reconstrucción, incluso si es una reconstrucción delirante. Poder reconstruirse un mundo en el cual reconocerse, existir. Ante la cuestión de la muerte del sujeto, de no existir, mejor estar en el centro de un proceso persecutorio, que no contar para nadie, no poder anudarse a nada, estar en el vacío. ¿Hasta donde va esta construcción?, no hay límite, se agranda el yo  hasta el narcisismo, hasta que uno se puede tomar por el presidente de la república o el partenaire de Dios. La dimensión megalómana, la dimensión narcisismo, está aquí particularmente en juego. Freud, pone aquí la defensa, planteando que cuando el narcisismo está tan desarrollado, tan estallado, el sujeto esta muy expuesto y toca la defensa homosexual, eso llega hasta un punto que a Schreber, lo llevará a aceptar ser el partenaire de Dios, pero lo que quiere salvar es la marca de la virilidad, el rechazo de la emasculación.

    Según Briole, Lacan insiste mucho en separar la cuestión de la castración, los malentendidos que pueden existir en el neurótico con la cuestión de la castración, de la cuestión del rechazo de la emasculación.  Shreber piensa que Dios lo que realmente quiere es quitarle el órgano. El punto que subraya Lacan, es que Freud puso en el centro de su enseñanza el objeto fálico, no pudo renunciar a esto. Según Lacan para Ida Macalpine, nunca se trata de castración en Schreber, sino de emasculación.  La castración es la castración de todos, hombres y mujeres, de aceptar la falla en el lenguaje. Ida Macalpine dice que el delirio de Schreber, no tiene nada que ver con la madurez genital y el hecho de ser amenazado. Lo que Schreber se nota en el cuerpo son manifestaciones hipocondríacas, algo que se está transformando en su cuerpo, que testimonia de la transformación en mujer, eso se verá particularmente en “De una cuestión preliminar”. Para la analista, la transformación en mujer es diferente, radicalmente, de la castración, sería eso, más el empuje a la mujer, algo del cuerpo que se transforma. Schreber se deja hacer para ser el receptáculo de estos seres que van a nacer, pero cuando piensa, en su delirio, que le piden el órgano, se opone, es el rechazo de la emasculación, el punto límite mas allá del que  Schreber no se presta a lo que le pide Dios.  Lacan se interroga por saber porqué Schreber se ofrece a ser partenaire de Dios, dirá que porque en Schreber, la función del padre es tan exaltada, que lo que se necesita es Dios.

    Ida Macalpine también se separa de Freud, como subraya Lacan, en el hecho de que no se trata del objeto fálico, sino que Schreber, como los psicóticos, están captados en el muro de la palabra, anticipando a Lacan, que le reconoce la invención de la psicoanalista. Todo eso es una cuestión de palabra, de sentido, que no encuentra su punto de capitonado, es cuando la palabra habla por ella sola, cuando no hay el simbólico, la metáfora del Nombre del Padre. A veces, hay otros puntos de capitonado incompletos, pero que pueden sostener algo de la estructura, como en la psicosis ordinaria, en la que puede haber  puntos de capitonado que son un poco mas flojos. De vez en cuando, puede haber uno que falla, y el sujeto va a hacer un síntoma particular, no va a hacer un desencadenamiento total.

    Cuando decimos con Lacan que la psicosis es una cuestión que se desarrolla en el mundo de la palabra, una enseñanza fundamental que podemos deducir  es que no tenemos que interpretar el delirio, añadir sentido a lo que ya tiene sentido. Se tratara de hacer más semblante de dejarse engañar por este sujeto. Si el gran A no funciona, si el simbólico no está inscrito, el sujeto está totalmente invadido por el imaginario. Una manera de intentar hacer una marcha atrás, sería hacer consistir un gran Otro, que sea incluso un perseguidor, un Otro malo que existe y que restablece un cierto equilibrio, es un uso que se puede hacer del esquema L. 

    Al final de este primer capítulo El falo y del meteoro, Lacan dice que siempre hay en Freud la cuestión del falo (2º Esquema). El niño, la madre y el padre, es la triangulación edípica freudiana. Según  Lacan, si en Freud hubo siempre la cuestión del falo, es que debe existir en algún lugar. En Lacan pasamos del trípode al cuadrípode, que es lo opuesto del padre, es decir, que finalmente vamos a ver que la cuestión del falo se pone en el lugar opuesto a donde está el padre. Hay la cuestión del falo que va a pasar entre la madre y el niño, también el padre que va a oponerse, es el punteado, va a decir que este falo vamos a ver donde se localiza. Lacan subraya que es un meteoro, Lacan antes de llegar a este punto va a explicar toda la cuestión alrededor del anillo, diciendo que el anillo es el símbolo del órgano sexual femenino, finalmente, con el anillo vamos de la vagina hasta el ano, al valor significante del anillo, es decir que un anillo anuda algo. Un anillo tiene un valor significante, anuda algo, ese es el punto fundamental. 
    ¿Qué es el meteoro?, algo que pasa, se aplica a las personas, pasó sin que nos hayamos podido enterar, ilusorio, no sabemos si realmente pasó, y retoma la cuestión del arco iris. Lo importante para Lacan, es que es un cinturón esférico, porque al final de este seminario, Lacan ya está con los anudamientos, con los círculos, los anillos de Bleuler, nos quiere llevar hasta la cuestión del Falo.

    Lacan  dice que una madre quiere proveerse de un falo imaginario y que finalmente encuentra en el niño, este soporte del falo, y el niño lo atribuye a la madre, es la díada cerrada madre e hijo, y  que cada uno encuentra su solución en relación con el falo en esta díada cerrada. Sería más un pegamiento de madre e hijo, el falo no ejerce su función mediadora, por lo que hay que introducir algo, para separar eso, eso es el padre. Pero el falo esta del lado niño-madre. Lo que se supone, por lo menos es que el padre es el portador. Son todos equivalencias del órgano viril, y sobre todo del falo, el padre es, sobre todo, el que se interesa por la madre y separa la madre del hijo, lo que hace que la madre no sea solo madre, sino que es también una mujer. Hay una nostalgia en el hijo que lo quisiera del lado de la madre, es también el desmentido del perverso, de la castración materna. Finalmente nadie es el propietario del falo, tampoco el padre que es el supuesto portador. En la dialéctica freudiana, subraya Lacan, el padre tiene el suyo, no lo cambia ni lo da a nadie. Para Freud no hay ninguna circulación, en cuanto padre tiene el suyo. Entonces para Freud eso debe existir en una dialéctica, que el falo sea otra cosa que un meteoro, algo que se va. El falo no es el órgano viril, es una representación de una función paterna, que ella misma tiene que ver con la función de lo simbólico. Y finalmente, el anillo permite que se pueda mantener todo eso unido.

    Para Lacan “La introducción del significante del padre introduce de entrada una ordenación en el linaje, la serie de las generaciones”. La función del padre introduce este orden, y es lo que hace un problema mayor en las psicosis, la dificultad de un sujeto de inscribirse en las generaciones, en un linaje, es por eso también que se desencadenan las psicosis, en los momentos de embarazo de una mujer, momentos de ser cuestionado en lo que sería ser padre, o hacer ver el lugar en el que sería una equivalencia de ser padre, para un niño. En Schreber, sostener un lugar en las funciones más altas del estado y tener personas mayores por debajo de él, le sobrepasaba, “hay una perturbación del orden  de las generaciones”...”se trata del abordaje por el sujeto del significante en cuanto tal y de la imposibilidad de ese abordaje” . Es lo que Lacan va a desarrollar después como “el encuentro con un padre”, del que el significante no está inscrito. Para traducir Verwerfung, Lacan no ha encontrado mejor palabra que hablar de forclusión, que no ha llegado, no borrado, sino como algo que no ha existido nunca. Cuando uno se encuentra  precisamente con ese significante que está forcluído, no incluido en su propia lengua, es aquí el cataclismo, al estar tomado totalmente en el eje a-a´. Lacan dice que el psicótico tiene algo de trastocado, en relación al significante. Briole añadira que eso es una particularidad central de las psicosis ordinarias. que hay algo que no está desencadenado,  pero está trastocado, algo que no podemos totalmente compartir. Hay algo de una pequeña originalidad trastocada.

    Briole hace puente con el capítulo 23, La carretera principal y el significante “ser padre”. Va a partir de esta observación de Lacan de la gran carretera. Cuando no se tiene esta noción orientativa de la gran carretera, finalmente uno se pierde, porque si la gran carretera, que es el Nombre del Padre, no existe, nos perdemos. Es saber también quien soy, donde voy. El neurótico también se lo plantea, pero no está perdido. El significante “ser padre” es el que hace la gran carretera en las relaciones sexuales con una mujer, pero eso no existe en Schreber, en el hay un embrollo que lo lleva a pensar en él mismo, como mujer, es el empuje a la mujer. Pero no es suficiente que la gran carretera exista, debe tener algunas marcas, algunos carteles para orientarnos, cuando hay estos carteles, cuando hay esta regulación de lo que anuda la gran carretera con los caminos, está todo ordenado, sino, dice Lacan, hay algo de la palabra que se pone a funcionar solo, los murmullos, los murmullos los paranoicos los interpretan siempre en contra de ellos.

    Pasan muchas cosas sobre la carretera principal, es todo lo que hace la historia de cada uno, cuando la encuentra de nuevo, sabe de inmediato que ha dado con ella. Cuando el significante ser padre no la ha atravesado, eso se pone a hablar solo, a la orilla de la carretera y que vuelve  al alucinado, que le llega de una multitud de pequeños senderos, porque no tiene inscrito el significante de la carretera principal, todo le viene en contra, el mas pequeño detalle está interpretado en contra de él mismo.  Los traumatismos, los secretos, los accidentes de la vida, pueden sacar al sujeto de la carretera, uno también se puede despistar, en el murmullo de los sobreentendidos, que no es la persecución sistemática, solo son sobrentendidos.

    En el Seminario El Momento de Concluir, Lacan insiste en el Complejo de Edipo. Freud lo pone en el centro de la neurosis y Lacan dice en la lección de 11 de abril, de1978, no se puede impedir a un hijo matar a su padre, y avanza en ese tema diciendo que tomar todas la precauciones, no sirvieron de nada, tanto más, señala Lacan, que se trataban de precauciones. Más hay un intención, más va a fracasar, es así en los secretos de familia, terminan sabiéndose, incluso si no se dicen. Es como si eso provocara la contingencia del trauma. Es por eso que había pensado en el antes del Edipo, un tiempo primero, en el que a los hijos les había hecho falta matar  al padre de la horda primitiva lo que instauró la prohibición del incesto como fundamento de las generaciones.

    Con el Edipo, la cuestión no está resuelta de una vez para siempre, cada vez hay un riesgo. Es la idea que los hijos querrían su piel, que hace que los padres sean  tan proclives a sacrificar a sus hijos.  Entre los padres y los hijos hay cosas muy complejas que pasan. Briole, hace referencia a una película  Frantz, de Francoise Ozon. Sobre la guerra del 14. También a los padres que habían hecho la guerra europea, enviaban a sus hijos a Vietnam, después éstos hijos que habían perdido la guerra, eran hijos caídos.

    Briole, dice que analizarse se presentaba para el con el temor de perder a sus hijos. Añade que en la vida de un hombre, hay un niño que falta, se dice del lado de las mujeres. Pero este niño que no existe, no cesa de estar presente, su presencia misma puede ser de tal fuerza que se insinúa en todos los lugares. Este niño que un hombre no ha podido tener, incluso si se han tenido hijos con su mujer,  que no ha podido dejar de pensar que ese hijo no vendrá. Lo que puede hacer permanecer con la pareja, es al contrario de lo que se piensa, por el hijo que no han tenido. Imre Kertész lo describe muy bien en “El Cadich por un niño que no va a nacer”. La no existencia de este hijo, finalmente es eso lo que hace que él pueda existir, un punto extremo, después de Auschwitz. Separarse del mal de alteridad. Para Briole es algo que hay  que tratar en el análisis.

     Lacan, en el IX Congreso de 1976, en París, dice cuando uno quiere hacer la economía de lo que hay que soltar del lado del padre, y conquistar del lado de los hijos en la generación, para ser padres, este pequeño trozo de real, hace falta poder encarnarlo, hacer un poco de padre real también. Este trozo de real dice Lacan  es la castración, lo que uno se resiste y el otro quiere arrancaros, hacerlo soltar, Lacan añade que lograran arrancarlo, siendo la suerte común de todos lo padres. La verdad de los padres es que hace falta matarlos para que suelten el trozo de real, y dice que en el principio mismo de la civilización hace falta en ese sentido que haya la muerte del padre.

      Para Briole, “vamos muy rápido con el padre, nos desembarazamos de él. Nadie puede decir lo que es un padre, a la inversa, no cesamos de decir lo que uno es como hijo”. Da el ejemplo de un analizante que se resiste a ser padre, que dice, hablando a su mujer, yo modero, j´tempere, se escucha decir que el se toma el tiempo para ser padre. Briole le descompone: yo necesito tiempo para ser padre, ante todo, debe hablar de su padre. En análisis, hablar de ser padre es lo mismo que hablar del propio padre, hay una dialectización entre el uno y el otro. Es difícil pensarse padre, cómo eso se puede decir con palabras, posiblemente uno por uno. Se puede decir con todos los espejismos del ser, con todo lo que responde a la existencia de cada uno. 

    Habla de su testimonio, y retoma un enunciado del padre, su padre le decía siempre, “no habías debido nacer”. El  padre fue detenido por la Gestapo, y condenado a muerte. Briole dice que no es solo el trozo de real, sino de la relación con su propio padre, el peso de su propio padre. Cómo pensarse ser padre sin haber tratado el peso que uno tiene de su propio padre. De su lado, su padre no era un padre terrible, cómo hacer con un padre condenado a muerte, cómo construir un padre mas fuerte, sin hacerlo caer, cómo separarse de eso, cómo pensar las repercusiones que eso puede tener  en su lazo con sus hijos”.

     Los fines de análisis se hacen a partir de un resto que es un real, no dar sentido. Jacques Alan Miller  dice que uno no puede quedarse separado del otro, uno debe él mismo reanudarse con un otro, aunque sea “un otro de ficción”, que ha cambiado su modo de gozar. Esos momentos de desenchufe del otro, se pueden también encontrar incluso para los sujetos neuróticos.

    Hace referencia a Eric Laurent, el psicótico no se puede apoyar sobre el Nombre del Padre, que permite muchos embrollos, siempre la culpa es del otro. El sujeto psicótico solo puede contar sobre la posición que cada día debe renovar, hacer un esfuerzo. El paciente debe sostener un discurso, sostenerse en lo que tiene que decir, mas cerca de la verdad, habla como un analista de escuela, ya que el también debe hablar alrededor de un agujero, que es un invisible, un agujero alrededor del cual se debe encontrar la manera de decir ese real, si se mantiene del lado de la posición ética, esta en la obligación de decir éticamente, permanentemente. Para Briole, un analista, si acepta atender a alguien psicótico, debe soportar ocupar el lugar de la erotomanía, en posición de el amor que le atribuye el paciente. Hay algunos que se defienden de aceptar ocupar ese lugar. Cuando no hay la función fálica, lo que le llega es un goce no castrado, “te amaba, ahora te odio y ahora te voy a matar”, transferencia masiva. Habla de un paciente psicótico y maneras de hacer, de manejarse en la transferencia. Cuando no hay el espacio de la castración, toda palabra es una piedra, piedra que cae en un pozo.

    Jacques Alan Miller en El Conciliábulo de Arcachon,  dirá que el cuarto nudo es el síntoma, puede tener varias maneras, pero el Nombre del Padre es el que hace que el sujeto sea neurótico, después hay otras modalidades de mantener los tres  anudados, modalidades de vida marginales hasta la creación. El Nombre del Padre es uno entre ellos, no es suficiente para que no nos pase nada en la vida, nos pasan muchas cosas, y cuando el síntoma no funciona tampoco como Nombre del Padre, hay lugar para la depresión, los trastornos del humor etc, (Seminario de La Angustia). Para Briole siempre es mejor disponer del Nombre del Padre, de lo simbólico, pero tiene que ver  ver con la vida de cada uno, su historia, hay que pasar por lo caminos, hasta los mas pequeños senderos, para ver que hubo cosas que se pusieron como piedras en medio del camino. A la repetición reiterada J.A. Miller le llama “iteración”.     

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