domingo, 27 de diciembre de 2015

PSICOPATOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA. SIGMUND FREUD



I. -OLVIDO DE NOMBRES PROPIOS

El caso de olvido temporal de un nombre propio es muy frecuente, y el autor lega a la conclusión de que “estos casos de falla de una función psíquica -de la memoria-, nada gratos ni importantes en la práctica, admitían una explicación que iba más allá de la usual valoración atribuida a tales fenómenos.”

Sucede que no sólo se olvida, sino que, además, se recuerda erróneamente; “presumo que los nombres sustitutivos están en visible conexión con el buscado,”, afirma Freud.

Resumen de las condicionantes del olvido de nombres, acompañado del recuerdo erróneo:

1º. Una determinada disposición para el olvido del nombre de que se trate.

2º. Un proceso represivo llevado a cabo poco tiempo antes.

3º. La posibilidad de una asociación externa entre el nombre que se olvida y el elemento anteriormente reprimido.

El autor afirma que junto a los sencillos olvidos de nombres propios aparecen otros motivados por represión.

II. -OLVIDO DE PALABRAS EXTRANJERAS

El léxico usual del idioma propio parece hallarse protegido del olvido dentro de los límites de la función normal. No sucede lo mismo con los vocablos de un idioma extranjero. En éste todas las partes de la oración están igualmente predispuestas a ser olvidadas.

Freud expone que todos y cada uno de los casos que se sometan al análisis, conducirán siempre al descubrimiento de «casualidades» muy extrañas.

Este libro trata la diferencia e interno parentesco de los dos paradigmas del olvido de nombres y presenta un segundo mecanismo del olvido: la perturbación de un pensamiento por una contradicción interna proveniente de lo reprimido.

III. -OLVIDO DE NOMBRES Y DE SERIES DE PALABRAS

El autor da ejemplo de olvido de algunas partes de una poesía, y citando a C. G. Jung expone otro caso de olvido de varias palabras consecutivas de una poesía conocida.

Además, nos presenta el caso, no muy común, en que el olvido se pone al servicio de nuestra discreción en momentos en que ésta se ve amenazada del peligro de sucumbir a una caprichosa veleidad. De este modo, la falla se convierte en una función útil, y cuando nuestro ánimo se serena hacemos justicia a aquella corriente interna, que anteriormente sólo podía exteriorizarse por una falla, un olvido, o sea una impotencia psíquica.

“¡He analizado numerosos casos de olvido o reproducción incorrecta de varias palabras de una frase asegura S. Freud-, y la conformidad de los resultados de estas investigaciones me inclina a admitir que el mecanismo del olvido posee validez casi universal. Lo que de común tienen todos estos casos, sin distinción del material, es que lo olvidado o deformado entra en conexión, por un camino asociativo cualquiera, con un contenido psíquico inconsciente, del que parte aquella influencia que se manifiesta en forma de olvido.”

Señala también el texto que el motivo del olvido de un nombre puede ser también algo más sutil; puede ser, por decirlo así, un rencor «sublimado» contra su portador. Nos da varios ejemplos de personas y olvidos y de las situaciones en que se dan y los interpreta para concluir en que “las cosas se olvidan cuando nos remiten a algo que nos molesta.”

Debemos interesarnos no sólo por los motivos del olvido de nombres, sino por el mecanismo de su proceso. En un gran número de casos se olvida un nombre, no porque haga surgir por sí mismo tales motivos, sino porque roza por similitud de nombre o de la cadencia de la palabra (similicadencia) otro nombre contra el cual se dirigen aquéllos. Se comprende que tal debilitación de las condiciones favorezca extraordinariamente la aparición del fenómeno.

El mecanismo del olvido de nombres, o más bien de su desaparición temporal de la memoria, consiste en la perturbación de la reproducción deseada del nombre por una serie de ideas ajenas a él e inconscientes por el momento.

Entre los motivos de esta perturbación resalta la intención de evitar que el recuerdo despierte una sensación penosa o desagradable.

En general, pueden distinguirse dos casos principales de olvido de nombres: cuando el nombre mismo hiere algo desagradable o cuando se halla en contacto con otro capaz de producir tal efecto, de manera que los nombres pueden ser perturbados en su reproducción, tanto a causa de sus propias cualidades como por sus próximas o lejanas relaciones de asociación.

Un vistazo a estos principios generales nos permite comprender que el olvido temporal de nombres sea el más frecuente de nuestros rendimientos fallidos.

El autor también hace constar que el olvido de nombres es altamente contagioso y que este “olvido colectivo” es, en realidad, un fenómeno de la psicología de las masas que no ha sido todavía objeto de la investigación analítica.

IV. -RECUERDOS INFANTILES Y RECUERDOS ENCUBRIDORES

Sabemos que en los más tempranos recuerdos infantiles de una persona parece haberse conservado, en muchos casos, lo más indiferente y secundario, mientras que frecuentemente, encontramos que de la memoria del adulto han desaparecido -sin dejar huella- los recuerdos de otras impresiones importantes, intensas y llenas de afecto, pertenecientes a dicha época infantil. Esto se debe a que los recuerdos infantiles deben su existencia a un proceso de desplazamiento y constituyen un sustituto de otras impresiones verdaderamente importantes, cuyo recuerdo puede extraerse de ellos por medio del análisis psíquico, pero cuya reproducción directa se halla estorbada por una resistencia. Dado que estos recuerdos infantiles indiferentes deben su conservación no al propio contenido, sino a una relación asociativa del mismo con otro contenido reprimido, creemos que está justificado el nombre de recuerdos encubridores.

Existe una peculiaridad de la relación temporal entre el recuerdo encubridor y el contenido que bajo él queda oculto. El contenido del recuerdo encubridor pertenece a los primeros años de la niñez, mientras que las experiencias mentales por él reemplazadas en la memoria (y que permanecían casi inconscientes), corresponden a años muy posteriores de la vida del sujeto. Esta clase de desplazamiento fue denominada retroactivo o regresivo. Quizá con mayor frecuencia se encuentra la relación inversa, siendo una impresión indiferente de la primera infancia la que se fija en la memoria en calidad de recuerdo encubridor, a causa de su asociación con una experiencia anterior, contra cuya reproducción directa se alza una resistencia. En este caso los recuerdos encubridores son progresivos o avanzados. Lo más importante para la memoria se halla aquí cronológicamente detrás del recuerdo encubridor. Por último, puede presentarse también una tercera variedad: la de que el recuerdo encubridor esté asociado a la impresión por él ocultada, no solamente por su contenido, sino también por su contigüidad en el tiempo. Estos serán recuerdos encubridores simultáneos o contiguos.

El olvido de nombres no constituye más que una perturbación momentánea – pues el nombre que se acaba de olvidar ha sido reproducido cien veces con exactitud anteriormente y puede volver a serlo poco tiempo después -; en cambio, los recuerdos encubridores son algo que poseemos durante largo tiempo sin que sufran perturbación alguna, dado que los recuerdos infantiles indiferentes parecen poder acompañarnos, sin perderse, a través de un amplio período de nuestra vida.

“Mi opinión asegura Freud-, es que miramos con demasiada indiferencia el hecho de la amnesia infantil, o sea la pérdida de los recuerdos correspondientes a los primeros años de nuestra vida, y que no nos cuidamos lo bastante de desentrañar el singular problema que dicha amnesia constituye.

Es muy posible que este olvido de nuestra niñez nos pueda dar la clave para la comprensión de aquellas amnesias que, según nuestros nuevos conocimientos, se encuentran en la base de la formación de todos los síntomas neuróticos.

Poderosas fuerzas correspondientes a una época posterior de la vida del sujeto han moldeado la capacidad de ser evocadas de nuestras experiencias infantiles, y estas fuerzas son probablemente las mismas que hacen que la comprensión de nuestros años de niñez sea tan difícil para nosotros.

V. -EQUIVOCACIONES ORALES (`Lapsus linguae’)

El material corriente de nuestra expresión oral en nuestra lengua materna parece hallarse protegido del olvido; pero, en cambio, sucumbe con extraordinaria frecuencia a otra perturbación que conocemos con el nombre de equivocaciones orales o lapsus linguae.

Cuando se observa uno a sí mismo estando buscando un nombre olvidado, se advertirá, con relativa frecuencia, que se está convencido de que la palabra buscada comienza con una determinada letra. Esta convicción resulta luego igual número de veces infundada que verdadera, y hasta me atrevo a afirmar que la mayoría de las veces es falsa nuestra hipotética reproducción del sonido inicial.

Si se acepta la conjetura de que un mecanismo similar al señalado en el olvido de nombres intervenga también en los fenómenos de equivocaciones orales, se llegará a un juicio más fundamentado sobre estos últimos. La perturbación del discurso que se manifiesta en forma de equivocación oral puede, en principio, ser causada por la influencia de otros componentes del mismo discurso; esto es, por un sonido anticipado, por un eco o por tener la frase o su contexto un segundo sentido diferente de aquel en que se desea emplear. Pero, en segundo lugar, puede también producirse dicha perturbación por influencias exteriores a la palabra, frase o contexto, ejercidas por elementos que no se tiene intención de expresar y de cuyo estímulo sólo por la perturbación producida nos damos cuenta.

Confío en que estas reglas por mí expuestas habrán de ser confirmadas por todo aquel que las someta a una comprobación práctica; pero es necesario que al realizar tal examen, observando una equivocación oral cometida por una tercera persona, se procure llegar a ver con claridad los pensamientos que ocupaban al sujeto.

Numerosas observaciones me han demostrado que lq sustitución de una palabra por otra de sentido opuesto es algo muy corriente. Tales palabras de sentido contrario se hallan ya asociadas en nuestra consciencia del idioma. Yacen inmediatamente vecinas unas de otras y se evocan con facilidad erróneamente.

Opina Wundt que en estos fenómenos y otros análogos no faltan jamás determinadas influencias psíquicas. «A ellas pertenece, ante todo, como una determinante positiva, la corriente no inhibida de las asociaciones de sonidos y de palabras, estimulada por los sonidos pronunciados.

También en algunos casos puede ser dudoso el decidir qué forma se ha de atribuir a una determinada perturbación, o si no sería más justo referirla, conforme al principio de la complicación de las causas, a la concurrencia de varios motivos.»

Quizá se pudiera acentuar con mayor firmeza el hecho de que el factor positivo favorecedor de las equivocaciones orales -la corriente no inhibida de las asociaciones- y el negativo -el relajamiento de la atención inhibitoria- ejercen regularmente una acción sincrónica, de manera que ambos factores resultan no ser sino diferentes determinantes del mismo proceso.

Casi siempre descubro, además, una influencia perturbadora procedente de algo exterior a aquello que se tiene intención de expresar, y este elemento perturbador es o un pensamiento inconsciente aislado, que se manifiesta por medio de la equivocación y no puede muchas veces ser atraído a la consciencia más que por medio de un penetrante análisis, o un motivo psíquico general, que se dirige contra todo el discurso. (VIENEN en el libro más de 30 ejemplos, propios o que le contaron)

La afinidad entre una equivocación oral y un chiste puede llegar a ser tan grande, que la persona misma que la sufre ría de ella como si de un chiste se tratase.

En el método para la solución y remoción de los síntomas neuróticos que empleo se encuentra uno con frecuencia ante la labor de descubrir, extrayéndolo de discursos y ocurrencias, en apariencia casuales, de los pacientes, un contenido psíquico que, aunque se esfuerza en ocultarse, no puede dejar de traicionarse a sí mismo, revelándose involuntariamente de muchas maneras diferentes. En estos casos, las equivocaciones suelen prestar los más valiosos servicios.

En otros casos de equivocaciones orales puede aceptarse que la similicadencia con palabras obscenas o la alusión a un sentido de este género constituyen por sí solas el elemento perturbador.

Los casuales caprichos del material oral hacen surgir, a veces, equivocaciones que tienen, en unos casos, todo el abrumador efecto de una indiscreta revelación, y en otros, el completamente cómico de un chiste.

Desde luego, todas las equivocaciones orales tienen siempre un fundamento, además, señala el autor que hay confesiones involuntarias y da ejemplos, para concluir afirmando: “En los trabajos de psicoanálisis las equivocaciones del paciente sirven muchas veces para aclarar los casos y confirmar aquellas hipótesis expuestas por el médico en el mismo momento en que el paciente las niega con obstinación.”

La hilaridad y la burla que estos errores no dejan nunca de provocar cuando aparecen en momentos graves o decisivos son un testimonio contrario a la convención generalmente aceptada de que no son sino meros lapsus linguae, sin significación ni importancia psicológica alguna.

Repetidas veces he conseguido demostrar que los más insignificantes y naturales casos de errores verbales tienen su sentido y pueden ser interpretados de igual modo que los casos más extraordinarios.

VI. -EQUIVOCACIONES EN LA LECTURA Y EN LA ESCRITURA

A las equivocaciones en la lectura y en la escritura puedan aplicarse las mismas consideraciones y observaciones que a los lapsus orales debido al íntimo parentesco que existe entre todas estas funciones.

En una numerosísima cantidad de ejemplos es la predisposición del lector la que transforma el texto a sus ojos, haciéndole leer algo relativo a los pensamientos que en aquel momento le ocupan. El texto mismo no necesita coadyuvar a la equivocación más que presentando alguna semejanza en la imagen de las palabras, semejanza que pueda servir de base al lector para verificar la transformación que su tendencia momentánea le sugiere. El que la lectura sea rápida y, sobre todo, el que el sujeto padezca algún defecto, no corregido, de la visión son factores que coadyuvan a la aparición de tales ilusiones, pero que no constituyen en ningún modo condiciones necesarias.

Existe además otro grupo de casos en el que la participación del texto en el error que se comete en su lectura es más considerable. En tales casos, el contenido del texto es algo que provoca una resistencia en el lector o constituye una exigencia o noticia dolorosa para él, y la equivocación altera dicho texto y lo convierte en algo expresivo de la defensa del sujeto contra lo que le desagrada o en una realización de sus deseos.

VII. -OLVIDO DE IMPRESIONES Y PROPÓSITOS

Ninguna teoría psicológica ha logrado explicar conjuntamente los fenómenos fundamentales del olvido y del recuerdo, y ni siquiera se ha llevado a cabo el análisis completo de aquello que nos es dado observar en la realidad más inmediata. El olvido ha llegado a ser hoy, para nosotros, quizá más misterioso que el recuerdo.

Aceptamos que el olvido es un proceso espontáneo al que se puede atribuir un determinado curso temporal.

En todos los casos queda probado que el olvido está fundado en un motivo de displacer.

La propensión a olvidar lo desagradable me parece ser general, siendo la capacidad para olvidarlo lo que está diferentemente desarrollada en las diversas personas. También en individuos sanos, no neuróticos, hallamos indicios abundantes de una resistencia que se opone al recuerdo de impresiones penosas y a la representación de pensamientos desagradables

Al igual de lo que sucede en el olvido de nombres, pueden también aparecer en el de impresiones recuerdos equivocados, los cuales, si son aceptados como verdaderos, habrán de ser designados como ilusiones de la memoria.

Olvido de propósitos e intenciones.

Ningún otro grupo de fenómenos es más apropiado que el olvido de propósitos para la demostración de la tesis de que la escasez de atención no basta por sí sola a explicar los rendimientos fallidos. Un propósito es un impulso a la acción, que ha sido ya aprobado, pero cuya ejecución ha quedado aplazada hasta el momento propicio para llevarla a cabo. Ahora bien: en el intervalo creado de este modo pueden sufrir los motivos del propósito una modificación que traiga consigo la inejecución del mismo; pero entonces no puede decirse que olvidamos el propósito formado, pues lo que hacemos es revisarlo y omitirlo por el momento.

DOS EJEMPLOS

«Hace un año no lo hubieras olvidado. Ya no soy para ti lo que antes.» Aun cuando hiciera uso de la explicación psicológica antes citada, queriendo disculpar su olvido por la acumulación de ocupaciones, sólo conseguiría que la dama -con una penetración análoga a la del médico en el psicoanálisis- le respondiera: «Es curioso que antes no te perturbaran de esa manera tus asuntos.» Seguramente la dama no quiere con esto rechazar la posibilidad de un olvido; pero sí cree, y no sin razón, que del olvido inintencionado hay que deducir, lo mismo que si se tratase de un subterfugio consciente, una cierta desgana.

Ningún hombre olvida ejecutar actos que le parecen importantes sin exponerse a que lo crean un perturbado mental. Nuestra investigación no puede, por tanto, extenderse más que a propósitos más o menos secundarios, no considerando ninguno como por completo indiferente, pues en este caso no se hubiera formado.

OJO ESTO ES MUY IMPORTANTE: Se ha hallado que los casos de omisión por olvido podían ser atribuidos siempre a una intervención de motivos desconocidos e inadmitidos por el sujeto mismo o, como podríamos decir, a un deseo contrario.

Otro trastorno al que está sujeta la mayoría de las personas es el olvido de devolver los libros que a uno le han prestado y al hecho de diferir, también por olvido, el pago de cuentas pendientes.

El olvido de propósitos recibe mucha luz de algo que pudiéramos designar con el nombre de «formación de falsos propósitos.»

VIII. -TORPEZAS O ACTOS DE TÉRMINO ERRÓNEO

Las equivocaciones orales no son algo que se manifieste aislado dentro de su género, sino que va unido a los demás errores que los hombres cometen con frecuencia en sus diversas actividades, errores a los que solemos dar un tanto arbitrariamente el nombre de distracciones.

Así, pues, se sospecha la existencia de un sentido y una intención detrás de las pequeñas perturbaciones funcionales de la vida cotidiana de los individuos sanos.

Si las equivocaciones en el discurso, el cual es, sin duda alguna, una función motora, admiten una concepción como la que hemos expuesto, es de esperar que ésta pueda aplicarse a nuestras demás funciones motoras. No puede trazarse un límite preciso, y debo hacer constar que todas las clasificaciones y divisiones usadas en el presente libro no tienen más que una significación puramente descriptiva.

IX. -ACTOS SINTOMÁTICOS Y CASUALES

Los actos que hasta ahora hemos descrito y reconocido como ejecuciones de intenciones inconscientes se manifestaban como perturbaciones de otros actos intencionados y se ocultaban bajo la excusa de la torpeza. Los actos casuales de los cuales vamos a tratar ahora no se diferencian de los actos de término erróneo más que en que desprecian apoyarse en una intención consciente y, por tanto, no necesitan excusa ni pretexto alguno para manifestarse. Surgen con una absoluta independencia y son aceptados, naturalmente, porque no se sospecha de ellos finalidad ni intención alguna. Se ejecutan estos actos «sin idea ninguna», por «pura casualidad» o por «entretener en algo las manos», y se confía en que tales explicaciones bastarán a aquel que quiera investigar su significación. Estos actos, al igual que todos los otros fenómenos de que hasta ahora hemos tratado, desempeñan eI papel de síntomas.

En el tratamiento psicoanalítico de los neuróticos es donde se puede observar mayor número de tales actos, sintomáticos o casuales.

Puede intentarse formar una agrupación de estos actos casuales y sintomáticos, tan extraordinariamente frecuentes, atendiendo a su manera de manifestarse y según sean habituales, regulares en determinadas circunstancias o aislados.

Los actos sintomáticos, que pueden observarse en una casi inagotable abundancia tanto en los individuos sanos como en los enfermos, merecen nuestro interés por más de una razón. Para el médico constituyen inapreciables indicaciones que le marcan su orientación en circunstancias nuevas o desconocidas, y el hombre observador verá reveladas por ellos todas las cosas y a veces muchas más de las que deseaba saber.

X.-ERRORES

Los errores de la memoria no se distinguen de los olvidos acompañados de recuerdo erróneo más que en un solo rasgo, esto es, en que el error (el recuerdo erróneo) no es reconocido como tal, sino aceptado como cierto.

El autor presenta ejemplos de textos y escritos donde tuvo diversos errores y llega a la conclusión de que “la desfiguración u ocultación de los pensamientos que quedaban, sin exponer y que yo conocía, no pudo ser ejecutada sin dejar alguna huella. Lo que yo no quería decir consiguió con frecuencia abrirse camino, contra mi voluntad, hasta lo que había admitido como comunicable y se manifestó en ello en forma de errores que pasaron inadvertidos para mí. Los tres casos citados se refieren al mismo tema fundamental, y los errores son resultantes de pensamientos reprimidos relacionados con mi difunto padre.”

Puede admirarse, en general, el hecho de que el impulso de decir la verdad es en los hombres mucho más fuerte de lo que se acostumbra creer.

El mecanismo del error parece ser el más superficial de todos los de los funcionamientos fallidos, pues la emergencia del error muestra, en general, que la actividad psíquica correspondiente ha tenido que

luchar con una influencia perturbadora, pero sin que haya quedado determinada la naturaleza del error por la de la idea perturbadora, que permanece oculta en la oscuridad.

XI. -ACTOS FALLIDOS COMBINADOS

El autor presenta varios casos en los cuales existen actos fallidos combinados, o sea, la combinación de un acto sintomático con la pérdida temporal de un objeto, por ejemplo y afirma: “No quiero afirmar que estos casos de actos fallidos combinados puedan enseñarnos algo nuevo que no pudiéramos ver ya en los actos fallidos simples; pero de todos modos, esta metamorfosis del acto fallido da, alcanzando igual resultado, la impresión plástica de una voluntad que tiende hacia un fin determinado y contradice aún más enérgicamente la concepción de que el acto fallido sea puramente casual y no necesitado de explicación alguna.

XII. -DETERMINISMO, CREENCIA EN LA CASUALIDAD Y EN LA SUPERSTICIÓN.

CONSIDERACIONES

Como resultado general de todo lo expuesto puede enunciarse el siguiente principio: Ciertas insuficiencias de nuestros funcionamientos psíquicos – cuyo carácter común determinaremos a continuación más precisamente- y ciertos actos aparentemente inintencionados, se demuestran motivados y determinados por motivos desconocidos de la consciencia cuando se los somete a la investigación psicoanalítica.

Para ser incluido en el orden de fenómenos a los que puede aplicarse esta explicación, un funcionamiento psíquico fallido tiene que llenar las condiciones siguientes:

a) No exceder de cierta medida fijamente establecida por nuestra estimación y que designamos con los términos «dentro de los límites de lo normal».

b) Poseer el carácter de perturbación momentánea y temporal. Debemos haber ejecutado antes el mismo acto correctamente o sabernos capaces de ejecutarlo así en toda ocasión. Si otras personas nos rectifican al presenciar nuestro acto fallido, debemos admitir la rectificación y reconocer en seguida la incorrección de nuestro propio acto psíquico.

c) Si nos damos cuenta del funcionamiento fallido, no debemos percibir la menor huella de una motivación del mismo, sino que debemos inclinarnos a explicarlo por «inatención» o como «casualidades».


Quedan, pues, incluidos en este grupo los casos de olvido, los errores cometidos en la exposición de materias que nos son perfectamente conocidas, las equivocaciones en la lectura y las orales y gráficas, los actos de término erróneo y los llamados actos casuales, fenómenos todos de una gran analogía interior.

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