lunes, 3 de junio de 2013

Ningún otro cuerpo como el tuyo



Ningún otro cuerpo como el tuyo
vino a salir sobre la tierra, 
porque él es tú. Domingo diario, 
simposio y lecho y mesa puesta
para los sentidos no platónicos. 

Sin verte ni oírte, voy formándole
el molde de un instante tuyo; 
el estuche justo, tu morada. 
Espacio puro, impenetrable, 
donde guardarlo aprisionado.

Siguiendo los innumerables
peldaños infinitesimales
de tu olor, bajando y ascendiendo,
las superficies reconozco, 
maravilladas, de tu cuerpo.

Hueles a escollo soleado,
a huertas en la sombra, a tienda
de perfumes; a desierto hueles,
tierra grávida, a llovizna; 
a carne de nardo macerada, 
a impulsos de ansias animales.

Y cada aroma halla respuesta
en un sabor que lo sostiene, 
y el regusto de la sal, el agrio
del fruto en agraz; dulcísimo,
el del fruto maduro y pleno, 
el amargor donde floreces, 
mezclándose, ardiendo, disolviéndose,
hacen de ti un sabor; el único
sabor, el que te vuelve en suya.

Y con él completo la armadura
del perfecto espacio: tu recinto
inequívoco, el sitio de ti misma.

"Rubén Bonifaz Nuño"





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