Las
cuestiones fundamentales en la constitución del sujeto es el falo, aquel objeto
perdido que figura como falta. Esta falta se instaura al momento de la
separación de la unidad madre-hijo, lo cual está dado por la intervención paterna
(lo que el psicoanálisis denomina "Castración"). Es una falta en
tanto el niño se ve forzado a abandonar un estado de satisfacción total, un
estado donde el deseo está plenamente satisfecho. En este momento el niño se
inserta en la cultura (en el lenguaje diría Lacan), está castrado y de esta
forma el deseo se movilizará, ya que ahora el niño intentará volver a ese
estado de plenitud, lo que buscará a través de objetos que reemplacen a aquel
que perdió y que le permitan llenar la falta. Es esta falta la que nos permite
ser en tanto sujetos, cuestión que Lacan explica a partir del lenguaje y del
efecto que éste tiene como articulador de la psique, de ahí la famosa frase “el
inconciente estructurado como un lenguaje".
Será
en esta búsqueda incesante del falo que el sujeto podrá relacionarse con sus
pares (el otro), ahí aparece el goce fálico, la búsqueda de relación en tanto
satisfacción del deseo, en tanto forma de llenar la falta. Así, el sujeto se
relacionará con el otro de diferente forma, según sea hombre o mujer, pero
siempre con la misma meta: la búsqueda del falo. Como colmar el deseo es un
imposible, nos relacionaremos una y otra vez con diferentes personas (u otros)
a lo largo de nuestra vida en base a este guión invisible e inconsciente que es
el deseo.
Se
entiende de esta manera el papel que el falo tendrá en la constitución de
sujeto, podríamos hablar de un "primado del falo" dado el rol que
cumple en la forma de relacionarnos con el otro. En este contexto, tomando en
consideración la relación infantil entre pene-falo (que determina la forma en
la que se conoce la diferencia sexual, lo que a su vez influye en la aparición
de las teorías sexuales infantiles), podemos pensar una separación lógica entre
mujeres y hombres en relación a "castrados" y
"no-castrados" respectivamente. Cabe aclarar que en este contexto,
esta denominación entre "castrado" y "no-castrado" es
puramente explicativa desde la diferencia sexual, puesto que desde un punto de
vista simbólico todos estamos castrados, todos estamos en falta. Esta
distinción sólo se realiza en base al imaginario, a la relación entre el pene y
el falo como designio de aquel que tiene (hombre) y aquel que no tiene (mujer),
es decir, en base a lo que podemos pensar como un más y como un menos. Toda
lógica con las identificaciones sexuales y el deseo tiene que ver con cómo se
posicionan los sujetos hablantes con el falo:
Hombre:
Si cree que está más cerca del falo por tener pene debe cuidarlo y demostrar
que lo tiene.
Mujer:
Ya que no se lo tiene se aparenta que lo tiene o que lo es.
Por
esta razón es que el hombre será asociado a un "falo" y la mujer a un
"menos falo", es decir, alguien que lo tiene y lo defiende, y alguien
que no lo tiene, pero que aparenta que lo tiene o que lo es. De esto se
desprende que el sujeto femenino se distinga como tal en base a una falta, a
algo que no tiene, pero que aparenta tener, por lo tanto no existe un
significante femenino que distinga a la mujer como tal, lo femenino se
diferencia sólo en base a un "menos", a estar carente de un elemento
que el hombre supuestamente posee, por esta razón Lacan identifica al hombre
como el "Uno" y a la mujer como el "Otro".
Las
castradas tendrían como misión de vida apropiarse del falo a través del hijo,
siendo esto considerado por Freud como "el destino femenino". De ahí
lo paradójico de la habitualmente pronunciada frase "ahora sé lo que es
ser mujer porque tengo un hijo"; al contrario, dice el psicoanálisis, la
que es madre ahora sabe lo que es ser hombre, lo que es lo fálico, la sensación
de plenitud y la necesidad de defender aquello que satisface su deseo y la
colma. Tomándose de lo anterior y a diferencia de Freud, Lacan plantea que una
mujer es esa que no es madre, la que no pone siempre por delante a sus hijos o
al deseo de tenerlos, porque, se entenderá, el deseo del hijo es el deseo del
falo, y es, por tanto, un goce fálico, un goce que no la identifica como mujer,
no la identifica a lo femenino.
Ninguna
mujer puede escapar a la lógica fálica, eso está claro, pero hay algo en ella
que escapa a esto, un "no-toda ella está castrada" que abre la
incógnita de lo que es ser mujer, donde aparece lo que Lacan denominó el
"goce otro", un goce que no es sexual y que no está determinado por
lo fálico, puesto que en la mujer toda castración está ya consumada. Hay algo
que escapa a la lógica del falo y que provoca que exista una diferencia entre
hombres y mujeres en su relación con el goce. Es aquí donde se abre la
incógnita de la feminidad en el psicoanálisis, ¿Qué es lo propio de lo
femenino?
"La
mujer no existe", dice Lacan, el falo no es propio de ella y sólo lo puede
aparentar. Es en este momento crucial del psicoanálisis donde la Histeria toma
un papel de vital importancia, puesto que son ellas las que se cuestionan incesantemente
por su rol femenino, la sexualidad y el falo.
Bibliografia
Freud, S., Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. (1925) Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu, 1985.
Jacques Lacan. El seminario libro 20: Aún. Paidós, Buenos Aries, 1991.
(1932), "33ª conferencia. La feminidad", en: Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu, tomo
XXII.
Freud, S., Sobre la sexualidad femenina" (1931), en: Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu, tomo XXI.
Excelente articulo, muy claro y muy bien explicado! Felicidades!
ResponderEliminarGracias! Saludos
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