El
poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo de fantasía, lo dota
de grandes montos de afecto.
El
adulto se avergüenza de sus fantasías y se esconde de los otros, las cría como
sus intimidades mas personales, por lo común preferiría confesar sus faltas a
comunicar sus fantasías.
El
jugar del niño estaba dirigido por deseos: ser grande y adulto. Imita en el
juego lo que le ha devenido familiar de la vida de los mayores.
El
dichoso nunca fantasea, solo lo hace el insatisfecho. Deseos insatisfechos son
las fuerzas pulsionales de las fantasías y cada fantasía singular es un
cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad.
Sigmund
Freud
El
creador literario y el fantaseo”. Obras Completas, Amorrortu. Tomo IX
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