SEMINARIO 3 LAS PSICOSIS DE
LACAN
La orientación que Lacan va a
construir en este seminario es la del Nombre del Padre, y su forclusión, como
mecanismo específico de las psicosis. El Nombre del Padre como significante que
permita un cribaje entre neurosis y psicosis, distinción desde la estructura y
no desde los fenómenos. Se posicionará en contra de la psiquiatría de la época
respecto a la causalidad organicista de la locura, y propondrá para abordarla
la vía de la significación y por tanto del significante.
Lacan toma partido de no
retroceder ante las psicosis y utilizar los instrumentos del psicoanálisis para
ubicarla en el registro del sentido, dirá que la locura no podrá ser separada
de su significación, del lenguaje. Parte de la doctrina freudiana que ponía el
foco en la paranoia, e indica como Freud
diferenció entre neurosis obsesiva y paranoia en torno a la diferencia del
reproche fundamental. En la paranoia es expulsado y puesto en el otro, mientras
que en la neurosis es reprimido y orientado hacia uno mismo.
Reconoce un gran valor a las
observaciones de Clérambault respecto a los mecanismos del Automatismo Mental,
y a su visión discontinuista, el punto de ruptura que introduce la irrupción de
la psicosis. Por otro lado, critica fuertemente a Jaspers y su noción de
comprensibilidad. Comprender es identificarse y por tanto nos ubica en el
registro imaginario, es un tapón que se pone en el agujero de lo más singular
de un sujeto. Lo ilustra con el ejemplo del niño que recibe la bofetada y
llora. La noción de comprensión descuida las diferentes maneras de responder
ante una bofetada, los diferentes significados que pueden venir a alojarse en
un significante. Entre estos dos términos no hay una relación de causa-efecto,
sino que entre ellos se entromete la interpretación, una hiancia donde el
sujeto puede emerger, un margen de elección para dar significación, para asumir
o no una causa. Esto nos introduce en la problemática de la posición primera
respecto al goce.
Con el ejemplo del auto rojo,
Lacan describe el fenómeno psicótico como la emergencia en la realidad de una
significación anodina, anodina porque no se puede conectar con nada. La
emergencia de algo que tiene que ver con uno pero de lo que no se sabe qué
quiere decir. Habría un fenómeno de ruptura entre el significante y la
significación. Cuando hay forclusión del Nombre del Padre aparece un vacío
enigmático, y en la misma medida, una certeza absoluta de que significa algo.
El texto de la “negación” de
Freud permite entender cómo emerge el sujeto, una posición subjetiva muy
temprana que pasa por un juicio. Distingue entre juicio de atribución y juicio
de existencia, y sitúa primero la atribución, a través de la cual el sujeto se
va a constituir y va a constituir su realidad. Consiste en diferenciar de mí el
objeto como algo bueno que va a ser incorporado, o como algo malo que va a ser
expulsado. Sobre esta atribución se fundaría el juicio de existencia, que
comporta una simbolización primordial.
Lacan opone la forclusión en
el sentido de una expulsión radical en lo simbólico, a la simbolización
primordial, y utilizará para teorizar el ejemplo de Freud del hombre de los
lobos y su alucinación infantil de haber perdido un dedo. Según Freud ésta
manifestaba la dificultad del sujeto para simbolizar la castración, un no
querer saber nada respecto a eso. No en el sentido de la represión, sino del
rechazo radical, pues la represión es la supresión de algo que primero se
aceptó. Lo que Lacan llama forclusión del Nombre del Padre habla de la ausencia
de una afirmación primera de este
significante. Hace falta que lo real haya sido previamente simbolizado
para que pueda ser negado. Dirá también que la forclusión no es algo
observable, se aprecian sus manifestaciones, el retorno en lo real de lo no
simbolizado, como se ve en el ejemplo de la alucinación del hombre de los
lobos.
El paso que da Lacan, por
tanto, en este seminario, es definir el fenómeno psicótico a través de la
estructura del lenguaje. La existencia de un significante que tiene una función
formadora, hizo del Nombre del Padre algo fundamental del orden de la presencia
o ausencia, como una línea divisoria entre neurosis y psicosis, y su forclusión
como el mecanismo específico que opera
en esta última. A través del caso Schreber va a ejemplificar la experiencia
psicótica como el fracaso de la metáfora paterna Esta construcción teórica muestra la psicosis
como una estructura del lado del déficit, que es algo que irá modificando Lacan
a lo largo de su enseñanza.
Pero éste no es sólo un
seminario sobre las psicosis, más allá está en juego la constitución del sujeto
mismo y los mecanismos que nos permiten ver cómo emerge. Mecanismos en los que
la cuestión del determinismo psíquico inconsciente se articula junto con el
margen de libertad, de decisión, a la hora de asumir una posición. Se restituye
así la responsabilidad subjetiva del sujeto, pues no hay psicoanálisis posible
para un sujeto si éste no cree tener nada que ver con su síntoma.
Die Verneinung: Verwefung/Verfragung/Verleugnung
Bejahung
Patrick Monribot nos recibe
con estas palabras escritas en la pizarra. Durante la sesion expondra las
clases 5, 6 y 7 del seminario comenzando con una pregunta ¿Que es un fenomeno
psicotico como la alucinacion? ¿Cual es su estructura?. Esta cuestion es
central en todo el seminario, y estos capitulos esbozan la respuesta.
Comienza la sesion recuperando
la pregunta de la psicologia clasica ¿Por que el loco cree en la realidad de su
alucinacion? Esta pregunta nos permite introducirnos sobre la terminologia de
Lacan en este momento de su ensenanza (estructuralista), en este momento de su
ensenanza real y realidad se confunden, y estas paginas del seminario permiten
a Lacan orientarnos en los tres registros
Real, organizacion de la
palabra como discurso
Simbolico, registro simbolico
del significante
Imaginario, significado,
experiencia que organiza la realidad del sujeto como resultado de discurso
En esta epoca de Lacan el
Simbolico tiene la primacia sobre el resto de los registros “el orden simbolico
subsiste como tal fuera del sujeto, diferente de su existencia”. La realidad se
estructuraria a partir de que el significante es tomado en lo real del
discurso. Monribot nos senala aqui como hay que cuidarse en la practica clinica
de hacer interpretaciones a un sujeto delirante que lo lleven a la aceptacion
de la “realidad comun”, trayendo como ejemplo el caso que senala Lacan de “El hombre
de los sesos frescos”. Este ejemplo permite a Lacan relacionar el acting out
neurotico como una equivalencia de la alucinacion psicotica, que se produce al
simbolizar de forma prematura. Entonces, aunque el psicotico reconozca cierta
irrealidad en su alucinacion, lo compromete una certeza, y es que esta
alucinacion le atane, en palabras de Lacan “no esta en juego la realidad, sino
la certeza”. Esta certeza es plantada por Lacan como inquebrantable puesto que
para el sujeto hay cosas que pueden enganar y cosas que nunca enganan. Si el
Otro puede ser considerado como enganoso, implica que existe algo que nunca
engana (esferas celestes, Dios). Schreber se encuentra con un Dios que entrana
esta parte de no enganoso, pero al mismo tiempo se encuentra con otra, la de
“Dios Viviente” que le hace no aceptar de manera automatica la garantia de la
palabra, obligandolo a inventar una solucion propia, a saber, convertirse en la
mujer de Dios.
Durante esta parte del
seminario tambien se despliegan las diferencias entre la experiencia mistica
descrita por los textos de San Juan de la Cruz, donde aparece un goce ilimitado
resultado de un “verdadero encuentro con Dios” diferenciado del goce psicotico
donde no aparece un encuentro de presencias. Senala Lacan la importancia de la
construccion delirante como la manera que tiene el sujeto psicotico de
subjetivizar la experiencia alucinatoria, alejandose de un otro que lo pone
inicialmente como objeto. Este es el punto en el que Lacan introduce una logica
a la locura, vinculando esta con el inconsciente estructurado como un lenguaje.
Dicho en las palabras de Lacan “algo de lo primordial en lo tocante al ser del
sujeto no entra en la simbolizacion”. Es aqui donde se introduce el termino
verwefung, una ausencia inaugural, un rechazo primitivo, que Lacan acabara
traduciendo como Forclusion al final del seminario. Monribot nos facilita la
lectura aportando la sintesis del texto de Freud “Die Verneinung” (la
negacion”, donde se expresan las tres formas de esta, la verwefung o
forclusion, la verdragung o represion neurotica y la verleugnung o desmentido
reservada para los procesos perversos. Lacan incide aqui en no considerar la
forclusion como un acontecimiento fenomenologico preciso. De la forclusion solo
se sabra observando sus consecuencias. En contraposicion a la verwefung aparece
la behajung o afirmacion donde aparecen los juicios de atribucion y existencia
esto supone la primera aceptacion del registro simbolico. Esta aceptacion
permite al sujeto “neurotico” construir el mundo a traves de una mediacion
simbolica, sin embargo en la verwefung este juicio de atribucion no se produce,
el sujeto tiene problemas en la construccion de la realidad y esto acaba
volviendo bien como una construccion delirante o bien como un fenomeno
elemental.
Monribot nos lo resume de la
siguiente manera “lo no simbolizado aparece en lo real, y lo imaginario
desreglado se vuelve real”. Senala aqui que pese al rechazo del psicotico a
introducirse en lo simbolico, “el significante persiste fuera del sujeto”, es
el discurso quien invade al sujeto, el significante rechazado vuelve a el en
forma de lengua fundamental (esta lengua fundamental en el neurotico estaria
constituida por sus sintomas, mientras que en el psicotico este inconsciente
como proceso simbolico no aparece inconsciente y se expresara de otra manera.
En el caso de Schreber, como una serie de intuiciones significantes que no
siempre entiende).
La disolucion Imaginaria es el
ultimo capitulo que expone Monribot, y aqui desarrolla la idea de Lacan en la
que la disolucion imaginaria tendria como mecanismos movimientos de la libido
narcisista (retirada de los objetos para incidir en el propio cuerpo). Se
introduce aqui el eje especular a—a', donde a' queda como un elemento
“extranjero” puesto en juego como un complemento para la cohesion de su yo.
Este juego especular va a mostrarse en la proximidad por ejemplo de la erotica
y la agresividad, que Lacan desarrollara durante este capitulo apoyandose en la
etiologia de peces y pajaros. Pero esta etiologia tiene un limite para los
humanos, ya que esta relacion no es pura, dada la existencia de un orden
simbolico que limita las relaciones imaginarias, como sucede con el Complejo de
Edipo.
En esta ultima parte del
capitulo Lacan afronta una de las sorpresas que guarda respecto a la disolucion
imaginaria, y es que esta no concierne solamente a la psicosis, si no que atane
a todos los seres que hablan. Utiliza aqui el caso de Dora y la descompensacion
que sufre esta cuando el senor K rechaza a su mujer. En ese momento se produce
en ella una disolucion de aquello que organizaba su realidad y la consiguiente
descompensacion.
Es por esta razon que para
Lacan en este seminario, una disolucion imaginaria no es suficiente para un
diagnostico de psicosis, si no que a diferencia del neurotico, la relacion del
psicotico con lo simbolico esta profundamente alterada. Retomando el caso de
Schreber, para entender su disolucion imaginaria antes hay que detenerse en la
fenomenologia de su lenguaje (dios es esencialmente lenguaje, un dios del
lenguaje que lo deja en enigma).
Para finalizar, retomar las
ultimas palabras de Monribot que sintetizan las ideas principales de estos
capitulos:
“La alteración profunda del
universo del lenguaje y de las palabras intercambiadas, indica una disfunción
radical del orden simbólico -a partir de la falla fundamental e inaugural de la
forclusión del Nombre-del-padre. Es esta disfunción de la mediación simbólica
que va a provocar la deformación severa del imaginario, y alterar la experiencia
vivida, experimentada de manera delirante y a veces irreversible. Si las
disfunciones simbólicas son la causa, entonces vale mas escuchar lo que el
paciente quiere decir o escribir, en vez de observar los comportamientos según
una logica medico psiquiatrica.”
Reseña de la presentación de
Jean-Louis Gault sobre los capítulos 8 al 11 del Seminario de Jacques Lacan:
“Las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 10 de
diciembre de 2017.
Avanzamos en los capítulos del
seminario y nos encontramos a Lacan buscando la estructura que pueda dar cuenta
de los fenómenos psicóticos.
Para ello se sirve de dos
elementos: la topología y el lenguaje.
Topología: R – S – I
Lacan toma el delirio de
Schreber como una interlocución delirante. Schreber está en una relación de
palabra con Dios, una interlocución que se organiza en dos ejes: el eje
imaginario, en el que el Yo se relaciona con i(a), y el plano simbólico en el
que S se relaciona con el Otro, con el lenguaje.
De esta manera Lacan sitúa al
yo a nivel del espejo pero también al nivel del discurso. Un ego nunca está
solo, siempre cuenta con un mellizo: el yo ideal que es una fantasía que habla.
Aún más, es una fantasía hablada. En la psicosis este yo ideal se pone a hablar
de manera manifiesta.
El arma principal de progreso de Lacan en las
psicosis es diferenciar entre estos dos planos y el arma del psicoanálisis
lacaniano es distinguir entre dos instancias: el otro y el Otro. Así en la
psicosis encontramos fenómenos imaginarios, pero no se pueden interpretar
adecuadamente si no se posee el registro simbólico: es necesario el orden
simbólico para que de la dimensión imaginaria emerja el sentido.
Y es porque este Otro se sitúa como el
correlato necesario de la palabra, el campo de la palabra que es diferente al
campo especular y de las imágenes.
Parece que en el psicótico
está en un mundo imaginario, pero la causa de este disturbio hay que buscarla
en otro lugar. Quedarse en lo imaginario y lo simbólico no nos satisface. Está,
entonces, explorando lo real.
Lenguaje:
¿qué es un lenguaje? La
relación S/s (Significante/significado)
no es biunívoca. Tampoco las palabras de una lengua surgen de inmediato,
hace falta un tiempo y podemos olvidar el origen de las palabras. “Me falta la
palabra”, decimos a veces, y es que para que algo falte primero hay que haberlo
tenido. La falta se relaciona con una presencia. Y es que con el lenguaje se
hace ser, no existencia sino ser: donde no había nada, algo aparece, es. El
discurso y la palabra tienen un efecto de creación. El discurso crea un mundo
nuevo y tiene efectos en el sujeto.
Interpretamos el Icc como la
presencia continua del lenguaje en el ser humano, la presencia siempre continua
del discurso en el sujeto, siempre dispuesto a asomar. Concibe así Lacan el icc
como el discurso del Otro y es a partir de su concepción del Icc que puede
interpretar los fenómenos psicóticos en el delirio de Schereber.
¿Cual es la relación entre el
delirio de Schreber y el Icc? El motor del delirio de Schreber es la su
relación perturbada con el lenguaje. Hay algo que toca al funcionamiento del
lenguaje, del discurso. ¿Qué es? En la
neurosis permanecemos en el nivel de lo simbólico, en la relación S/s. En la
psicosis hay desorden en lo simbólico y lo reprimido no aparece en lo
simbólico, como ocurre en la neurosis, sino en el exterior (Freud) ¿dónde? Es
su concepto de lo Real, que existe por la existencia del lenguaje: lo real como
lo que queda por fuera de lo simbólico.
En la neurosis lo reprimido
reaparece en lo simbólico, con una máscara. En la psicosis reaparece en lo real
para posteriormente imaginarizarse. En la psicosis el Icc está presente, pero
no funciona.
La promoción, la valorización
en la psicosis de los fenómenos del lenguaje es para nosotros lo más fecundo de
su enseñanza.
Atrapado en el lenguaje
Si la relación delirante de
Schreber con dios es de interlocución la estructura del dios de Schreber alude
a un conjunto, a un otro que estructuralmente es unitario. El dios de Schreber
está siempre presente, y el drama es que a veces no responde. El dios de
Schreber habla, pero habla para no decir nada, es un dios que no deja de hablar
en un discurso que no tiene sentido. Es
un dios del lenguaje, hecho de lenguaje, que no sabe de la vida de Schreber. No
sabe de sus sentimientos, de sus deseos, de su culpa. No quiere nada, no
demanda ni pide amor. Es solo un dios que habla, habla, habla, con frases
incompletas que Schreber debe completar.
El psicótico es un mártir del
Icc, el psicótico testimonia lo que el lenguaje hace en el ser vivo. Los
efectos del lenguaje en el ser humano se ponen de manifiesto en la psicosis,
sobre todo en la esquizofrenia, en donde el sujeto no tiene defensas contra los
efectos del lenguaje.
Reseña de la presentación de
Monserrat Puig sobre los capítulos 12 al 15 del Seminario de Jacques Lacan:
“Las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 21 de enero de
2017.
Lacan en el cap. 12 retoma una
afirmación del cap. 11: "El gran Otro es anterior al sujeto" (hay un
movimiento de constitución del sujeto que va de A al sujeto en el esquema L).
Primero está la estructura (el lenguaje) y después el sujeto ha de advenir a
esta estructura. El significante está dado primitivamente, pero hasta tanto el
sujeto no lo hace entrar en su historia no es nada.
Lacan, al introducir a la
histeria trata de preguntarse sobre la función de este gran Otro al cual el
sujeto se dirige. Lo que muestra el esquema L es que el eje simbólico queda
obstaculizado y atrapado en el eje imaginario, es un obstáculo a la
comunicación simbólica. El eje imaginario es realmente el yo, el lugar que
construye el sujeto para sostenerse con el otro imaginario. El eje simbólico
es el eje del reconocimiento como sujeto, eje de la pregunta y de la respuesta
respecto al ser.
El esquema L con estos dos,
ejes imaginario y simbólico, que se oponen pero también se entrecruzan
respecto ¿a quién me dirijo yo? lo utiliza Lacan para mostrar que en el
diálogo analítico no hay reciprocidad, el analista y el analizante no se
encuentran en el eje imaginario, se trata de un diálogo asimétrico. Lacan va
a tener que desplazar el lugar del analista como A (a lo que el sujeto se
dirige) hacia “a” (el lugar del analista como objeto) y va a complejizar el
esquema pasando por el esquema R, hasta el grafo del sujeto para poder situar
la cuestión del goce.
¿Cómo funciona este esquema
de la palabra en la psicosis? La palabra funciona en la psicosis con la
exclusión del Otro. Es un Otro que no se encuentra en el lugar en el que el
sujeto puede ir a buscar la respuesta de su enigma, un Otro que no se encuentra
bajo la ley, y un Otro en el que el sujeto no puede historizarse porque no
puede anudar la dimensión del deseo en él. Dios en principio es la figura del
gran Otro. En Schreber Dios es una figura degrada de este gran Otro, al que no
puede dirigirse preguntando ¿quién es?. Es un Dios que no comprende nada, no
sabe nada de los hombres, es un Dios fragmentado.
En las psicosis las leyes del
lenguaje no se encuentran anudadas al sujeto, el sujeto no está incluido en
ellas, y el delirio es un modo que tiene el sujeto de poder estabilizar el
mundo que se mueve continuamente porque no está ordenado. Schreber se
encuentra en el registro de lo imaginario. En las psicosis está el lenguaje,
el sujeto se inscribe en él, pero no está en la estructura.
Todo lo que tiene que ver con
la comunicación analítica tiene estructura de lenguaje y está estructurado
en el inconsciente. No quiere decir que el inconsciente se exprese en el
discurso efectivo, no hay univocidad entre el fenómeno inconsciente y una
significación. En la propia estructura del inconsciente se encuentra esta
duplicidad entre significante y significado. Y el significante tiene su
coherencia y sus características propias.
Lacan va a Dora para resaltar
la disimetría del Edipo encontrado por Freud entre el niño y la niña, entre
el lado hombre y el lado mujer. El hombre fijado a la imagen fálica y la mujer
precisando dar un paso por el Otro, un rodeo de la identificación al padre,
para tener ese acceso.
Seminario III “Las Psicosis”.
4a Sesión / Granada, 21 de Enero 2017
Lacan vuelve a insistir en las
paradojas y entrecruzamientos de los ejes imaginario y simbólico para mostrar
el funcionamiento de la neurosis. La neurosis recurre al yo porque en la
pregunta que dirige al Otro, se encuentra con el eje imaginario. En Dora la
pregunta ¿qué es ser una mujer? queda sin respuesta ya que se responde en
términos de una identificación al varón.
En el cap. 14 Lacan diferencia
entre signo, huella y significante. Dice que el signo está construido con el modelo
animal. Hay un portador del signo y un receptor y está claro lo que significa.
La huella es un signo separado del portador del signo, llama a la
interpretación pero no engaña respecto al objeto. El significante, remite a
la ausencia de otro significante, en tanto que un significante sólo vale por
la oposición a otro significante. Un significante suelto no significa nada.
En esta primacía de lo
simbólico, que las significaciones tengan un orden, estén ordenadas para el
sujeto, unas leyes, eso también se tiene que producir en su elemento
simbólico. Y por esto Lacan dice que hay significantes de base que organizan
el armazón de la realidad para un sujeto. En un principio contradice su
definición de significante, y los nombra significantes primordiales, (que no
se presentan ordenando la realidad del sujeto por su función de oposición a
otro significante), sino que su función es la de ordenar el campo mismo de los
significantes y de las significaciones. Este gran Otro del esquema L tiene ya otra
función, no solamente el lugar al que el sujeto se dirige, sino que este Otro
está estructurado.
La psicosis está vinculada
con una falta que se encuentra en la matriz de la relación de cómo el sujeto
accede a un orden simbólico ordenado. El Edipo hace entrar al sujeto a través
del deseo sexual en la estructura. Si esto no ocurre, no hay un significante
primordial que organice las significaciones del sujeto Este significante
primordial que está en el núcleo de la estructura de la matriz edípica, no
está en función en la psicosis: es el Nombre del padre. Es la verwerfung
freudiana, la falta de una simbolización primordial, algo que no se ha había
realizado en el dominio del significante; algo que había sido objeto de la
verwerfung reaparece en lo real.
Los temas de los delirios son
los mismos que se pregunta el neurótico, que son los temas puestos por Lacan
como límite a la simbolización: la feminidad, la procreación y la muerte.
En la relación del sujeto con
el significante, el sentimiento de perplejidad del neurótico aparece sin
retorno en la la psicosis, es el mundo de la significación que se abre sin
respuesta, es la emergencia pura del significante. Por eso dirá Lacan que el
psicótico tiene contacto directo con la estructura del significante: el
significante no significa nada, pero hay una llamada a la significación, con
lo cual es el sujeto el que tiene que poner allí las significaciones.
Reseña de la presentación de
Santiago Castellanos sobre los capítulos 16 al 19 del Seminario de Jacques
Lacan: “Las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 18 de
febrero de 2017.
1.- CONSIDERACIONES GENERALES
Freud inició un trabajo
pionero en la teoría de las psicosis, analizando el caso de Daniel Paul
Schreber a través de sus memorias, en su interés en dirimir las diferencias
entre neurosis y psicosis. Sin embargo no sigue esta línea de trabajo e
incluso consideraba que el psicoanálisis no era recomendable para el
tratamiento de los pacientes psicóticos. Lacan difiere de Freud en este
sentido y partiendo de elementos freudianos, construye una teoría
psicoanalítica de las psicosis.
Se trata de un momento inicial
del trabajo de Lacan sobre la psicosis. En esta formulación de 1956, Lacan se
vale de los tres registros (simbólico, real e imaginario) que viene
desarrollando desde el inicio de su enseñanza. A partir del nudo borromeo
pensará la psicosis de manera diferente, pero esto ocurrirá más adelante;
para su forma más acabada aún faltan 20 años. En el momento del Seminario 3,
se trata de la etapa del predominio de lo simbólico. La psicosis sería
entonces la falta de la inscripción de un significante primordial en lo
simbólico, lo que supone una falla estructural en la incorporación del sujeto
a este registro. Este significante fundamental es lo que, en 1958, Lacan
llamará el significante del Nombre del Padre.
El caso paradigmático de la
psicosis entendida desde los tres registros es Schreber, así como lo será
Joyce para la psicosis desde la perspectiva del anudamiento.
En este seminario el acento
está puesto sobre los fenómenos del lenguaje, es en sus fallas y en los
intentos de solución que pueden inferirse en las manifestaciones de la
psicosis, sin descuidar la articulación entre lo imaginario y lo simbólico en
la que se constituye el sujeto. Para 1956, Lacan se maneja, podría decirse,
con pocos elementos: S1, S2 que conforman la cadena significante, la
forclusión, el significante primordial o significante amo, la articulación entre
lo imaginario y lo simbólico, las operaciones metáfora y metonimia. Sin
embargo, son estos elementos importantes con los que establece las bases de la
aproximación psicoanalítica al tema de las psicosis.
Contexto del Seminario 3
El Seminario 3 se ubica con
relación a dos discusiones de la época sobre las psicosis. La primera es la
tendencia biologicista que predominaba en la psiquiatría de la época y
consideraba la psicosis como un déficit orgánico. La hipótesis de Lacan, a
partir de lo que deduce de los fenómenos que se manifiestan en las psicosis,
va en otra dirección. La gran tesis presente en el Seminario 3 es la del
inconsciente estructurado como un lenguaje. Considera que la psicosis es
consecuencia de algo que falla en la estructuración del sujeto, siendo que la
estructura subjetiva viene definida por la incorporación al mundo de lo
simbólico, de la incorporación al lenguaje, que es lo particular del ser
humano. Se trata de una falla pero no biológica sino de la inscripción del significante
primordial en el registro simbólico, aquel que permite la estabilidad entre la
articulación del significante y el significado. Los fenómenos de lenguaje
propios de la psicosis son una expresión de tal falla.
La otra discusión es la referida
al yo, a su origen y función. Para los postfreudianos, el yo es una instancia
de síntesis al que había que reforzar para lograr el acercamiento del
paciente a la realidad, a la curación. Lacan entiende que esto supone un
desconocimiento de la enseñanza de Freud. Al contrario, el yo es una instancia
problemática, fragmentada, el resultado de la experiencia caótica del cuerpo
en un ser viviente que llega al mundo en un estado de prematuración y al que
la identificación con una imagen del otro da la consistencia y la unidad que
no tiene. Lacan dice que “la alienación al Otro es constitutiva del yo” y hay
una hiancia entre este déficit del organismo en sus primeros tiempos de vida y
el desarrollo visual que le permite experimentar la imagen como forma completa,
en relación con esa experiencia de fragmentación inicial. El yo sería un
desorden de identificaciones imaginarias que reaparecen sucesivamente en la
experiencia analítica, no un lugar de síntesis y armonía. Esta matriz
imaginaria del yo es también la base de la agresividad y la rivalidad con el
Otro. Pensar el yo en esta lógica supone que el analista no debe colocarse en
el eje imaginario, el de las identificaciones, al cual es convocado por el
analizante, sino en el lugar del Otro simbólico; de otra manera es una trampa
para la cura analítica.
Para este momento de la
enseñanza de Lacan, aún hay mucho por desarrollar, sin embargo hace algunos
avances más. En cuanto al goce, está colocado en el registro de lo
imaginario, aún no está formulada la teoría del objeto a, es el período del
predominio de lo simbólico. Pero ya aquí va indicando cómo lo simbólico no
puede dar cuenta completamente de lo imaginario.
En cuanto a la clínica para
la psicosis, aún está por construir en 1956 pero sienta una de las premisas
características de la orientación lacaniana: siempre hay que suponer un
sujeto, sea cual sea la estructura y con independencia de la gravedad de la
fenomenología que presente o si el propio sujeto se asume como tal, es decir,
en aquellos que se encuentran “desubjetivados”. Hay un sujeto porque se trata
de un ser hablante que está en el lenguaje, habitado por la palabra y que se
vale de operaciones de lenguaje para restaurar la articulación interrumpida
entre significado y significante, para introducir en el caos de lo imaginario
algo de orden mediante lo simbólico.
En el psicoanálisis lacaniano
se mantiene abierta la pregunta por la posibilidad de un tratamiento para la
psicosis, porque no es un interés puramente teórico o clasificatorio ni es
algo resuelto de manera universal. Es una posición ética, de asumir el sujeto
en su singularidad y aprender de las invenciones que ha encontrado por sí
mismo para tratar esa falla estructural, ese vacío en el que falta el
significante del NP. Para el analista se trata de cómo ocupar ese lugar
vacío. En la psicosis, el saber está del lado del sujeto y el analista debe
saber ocupar dicho lugar, que es distinto de no hacer nada, la posición de
secretario del alienado. Es lo contrario del SsS del neurótico en la
transferencia, en el que le atribuye el saber al analista.
2.- PRESENTACIÓN DEL CASO
SCHREBER Cronología general:
1842
N. en Leipzig, hijo de Moritz
Schreber, médico rehabilitador y pedagogo muy prestigioso en su época.
1869
Termina el doctorado y se casa
con la que será su esposa el resto de su vida. Justo antes del matrimonio,
presenta temores hipocondríacos que anticipaban lo que iba a pasar luego.
1884
No resulta elegido en las
elecciones parlamentarias. Ingresa para una cura de reposo, para tratarse de
ideas hipocondríacas, depresión profunda, astenia e intentos suicidas,
manifestaciones de un desencadenamiento psicótico de baja intensidad. Su
médico es el Dr. Flechsig, quien era especialmente biologicista. Es dado de
alta unos meses después y se reincorpora a su actividad profesional en 1886.
1893
Pasa 8 años estabilizado, al
lado de su esposa pero sin poder tener hijos, como era su intención (En esto,
Lacan se distancia de Freud quien explica la paranoia de Schreber como
consecuencia de un fantasma homosexual reprimido. Lacan considera que no tiene
nada que ver con lo que ocurre). En junio le anuncian su nombramiento como
presidente de la corte de apelaciones de Dresde. Ocurre otro desencadenamiento.
Anticipa al desencadenamiento un sueño en el que le surge la idea de lo bello
que sería ser una mujer en el momento que sucumbe al coito; esta fantasía le
resulta muy perturbadora. Es una idea que jugará un papel principal en la
construcción del sistema delirante. De nuevo, su médico es el Dr. Flechsig.
1895
Inicialmente Weber no
considera perdido el caso de Schreber, porque su sistema delirante no está tan
cerrado. Dos años más tarde, su juicio es más desfavorable. Weber lo
considera un enfermo crónico e irrecuperable por la persistencia de su
delirio. No obstante, la estabilización del delirio de Schreber le procura una
mejoría clínica significativa e inicia una batalla legal para lograr que le
liberen del manicomio.
1902
Sale del manicomio tras una
batalla legal que gana, recupera sus derechos ciudadanos y deja de ser
considerado un incapacitado.
1903
Publica sus memorias.
1907
Ocurren varios eventos
importantes en la vida de Schreber, un nuevo desencadenamiento y otro ingreso
en una clínica.
1911
Muere a los 69 años de edad.
Schreber registra dos crisis
en sus Memorias, por exceso de actividad intelectual (cuando pierde las
elecciones y cuando es nombrado presidente de la cámara de apelaciones). Los
síntomas que presenta cuando es ingresado por primera vez ideas
hipocondríacas severas (un reblandecimiento cerebral por el que moriría
pronto), alucinaciones visuales y auditivas y “tormentos corporales” que
soportaba por una causa sagrada. El delirio se va haciendo cada vez más
místico y religioso: hablar con Dios, ser hostigado por demonios, ver
apariciones milagrosas y vivir en definitiva en otro mundo. Weber refiere en un
informe de 1899 que Schreber había construido un sistema de delirios que
había reconstruido su personalidad, mostrándose perfectamente capacitado para
volver a la vida normal y sin signos aparentes de perturbación. En 1902
consigue su libertad y en la sentencia aparece sintetizado su sistema delirante:
se consideraba llamado a redimir el mundo y devolverle la bienaventuranza
perdida pero sólo sería posible después de haberse transformado en mujer por
un milagro divino, en un período de años o décadas. En su cuerpo
experimentaba también milagros o rayos divinos, que habían reparado la
fragmentación corporal experimentada hasta el punto en que mientras la
transformación no se completara, sería inmortal. Sentía que su cuerpo tenía
ya “nervios femeninos”, de los cuales surgirían por la fecundación inmediata
de Dios nuevos hombres. Sólo al completar su misión divina podría morir. Le
hablaban el sol, los árboles y los pajaros, que eran restos encantados de las
antiguas almas humanas.
Freud considera en su
análisis del caso que la transformación en mujer fue el delirio primario,
siendo al principio de carácter perjudicial y persecutorio (y atribuido a un
interés sexual del Dr. Flechsig en él) pero que luego se incorpora como
elemento a la misión redentora. Se trataría de una manía persecutoria sexual
que se transforma en una manía religiosa de grandeza: Flechsig luego es
sustituido por Dios y el fin simplemente sexual en un fin divino. Para librarse
de la persecución de Flechsig, acude a Dios y acepta los sacrificios que éste
le impone en nombre de su misión sagrada. De esta manera, en 1895, se produce
una reconciliación del sujeto con la fantasía de transformarse en mujer para
poder ser fecundado por los rayos divinos y crear nuevos hombres. Freud
concluye que esta transformación en mujer fue el núcleo inicial de la
producción delirante, también fue el único elemento que se mantuvo una vez
restablecido Schreber. La actividad delirante en relación a Dios se
sistematizaba alrededor de la idea de que el alma humana está contenida en los
nervios del cuerpo, mientras los hombres se componen de cuerpo y nervios, Dios
es sólo nervios y éstos poseen las mismas propiedades de los humanos pero con
mayor intensidad. Dios además guarda una íntima relación con el cielo
estrellado y el sol.
La relación regular entre
Dios y las almas de los hombres se establece después de la muerte.
El despliegue del delirio de
Schreber muestra bien varios fenómenos de la psicosis. Quizás, en los tiempos
de los neurolépticos, esto se dé cada vez con menor intensidad y este
señalamiento muestra la diferencia entre la lógica de la psiquiatría y la
del psicoanálisis. La primera, con frecuencia, toma la vía de “aplastar” el
delirio por la vía de la sustancia. El segundo opta por escuchar acompañar el
delirio y esperar a lo que puede producir. En cualquier caso, delirios
expansivos que se concluyen por una metáfora delirante y permitan al sujeto
lograr un lugar en el mundo desde el cual funcionar, son cada vez más
difíciles de encontrar en la clínica.
Freud explica la paranoia de
Schreber como una fantasía homosexual inconsciente reprimida, que produce gran
repugnancia en él y podría deberse al temor de ser objeto de abusos sexuales
por parte de Flechsig. La formula propuesta por Freud para interpretar los
delirios persecutorios -no sólo respecto a Flechsig, otros también ocuparon
este lugar—es sencilla: “la persona odiada y temida ahora por su persecución
es siempre una persona amada y respetada antes por el enfermo”. La base de la
enfermedad de Schreber fue la aparición de un brusco impulso homosexual.
Contra tal fantasía se alzó una intensa resistencia por parte de Schreber y
la defensa tomó la forma de delirio persecutorio.
De las interpretaciones de
Freud sobre el caso, la idea de que el delirio es el intento de curación del
sujeto psicótico respecto a una “catástrofe subjetiva anterior” marcará un
antes y un después en la psiquiatría y el psicoanálisis.
Lacan hace una lectura
distinta a la de Freud, de este mismo caso. Distanciado de la hipótesis de la
fantasía homosexual inconsciente como explicación, considera que se trata de
un “desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida
del sujeto”, que puede manifestarse claramente en un desencadenamiento
psicótico y a veces en casos sin desencadenamiento pero en los que hay algo en
la relación del sujeto con la vida que está dañada de una manera primaria y
es una de las referencias que se pueden tomar para la clínica de la psicosis
desde el psicoanálisis lacaniano.
La psicosis en el Seminario 3
consiste en un agujero, una falta a nivel del significante, siendo que este
significante fundamental (el NP, en 1958) quede forcluido. Es importante
señalar aquí la necesidad de evitar cierto riesgo psicologizante de la
clínica, que es pensar la estructura a partir del ambiente familiar, de la
novela familiar. Se trata de una lógica, de la falta de un significante, de
algo que no operó a nivel simbólico y esto puede ocurrir con independencia de
las circunstancias familiares aparentes. De allí la importancia de las
entrevistas preliminares, para dirimir la estructura.
Ante este agujero, esta falta
del significante fundamental, aparecen entonces los fenómenos elementales, la
perplejidad junto con la ruptura “en la juntura más íntima de la vida del
sujeto”. Se produce un “desastre creciente de lo imaginario” hasta que se
alcance una cierta estabilización entre el significante y el significado a
través de la metáfora delirante. Freud sitúa la cuestión del padre como
núcleo central afectado en la psicosis -y su análisis de Schreber gira en
torno al complejo paterno (Flechsig, Dios y su equivalencia con el padre)-Para
Lacan, la función del padre es de carácter significante, no es algo biográfico,
sino que se rige por las leyes del campo de lo simbólico y propondrá esta
función, que llamará metáfora paterna en el texto de 1958, como lo forcluido
en la psicosis. La metáfora paterna civiliza el goce, nombrándolo, dándole
un sentido y una significación que más adelante Lacan llamará fálica.
El encuentro con la lengua
para el viviente es un encuentro por fuera de sentido, las palabras de entrada
no tienen sentido. ¿Cómo se opera en el registro de lo simbólico para que ese
enjambre de palabras pueda finalmente encontrar un significado, cómo se opera
para pasar del sin sentido al sentido? Lacan plantea que, en términos
lógicos, se requiere un operador significante que introduzca un orden y lo
llama el NP, un significante primordial que permite estabilizar el significante
y el significado en el lenguaje y que permite que los significantes
primordiales S1 puedan hacer una cadena con S2. Se trata de un significante que
permite introducir un orden en el caos del viviente con la lengua.
¿Por qué Lacan lo llama el
NP? Porque es freudiano, sigue la idea edípica del padre como aquel que
introduce la ley. La entrada en el lenguaje supone una operación de
castración, que introduce el orden simbólico en el desorden inicial del
sujeto, haya o
no haya padre imaginario
(biográfico). Un comentario se hace necesario aquí: no puede perderse de
vista que lo que hace una clínica diferencial entre psicosis y neurosis no es
la novela familiar y sus vicisitudes sino la relación con el significante del
NP.
Lacan sigue a Freud cuando
dice que los psicóticos aman a su delirio como a sí mismos. En el caso de
Schreber, la nueva significación que encuentra en la idea de ser la mujer de
Dios para procrear una nueva humanidad como efecto de la metáfora delirante,
que se hace equivalente a la significación fálica y viene al lugar de aquello
que no se produjo. En el caso de Schreber hay un primer momento de perplejidad
frente al vacío de significación porque no hay significante del NP, cuando es
convocado a ocupar la presidencia del tribunal, que se acompaña de un certeza
de significación sin nombre. Posteriormente aparecen los fenómenos
elementales, la alucinación y el delirio. Hay una expansión del delirio y
finalmente hay una reducción como efecto de la metáfora delirante, que
abrocha un sentido. Es una respuesta del lado de lo simbólico por parte del
sujeto frente al vacío de significación, se trata de un intento de
restitución por una vía alternativa. En el caso de Schreber, la misión
sagrada de ser la mujer de Dios para engendrar una nueva humanidad constituye
un esfuerzo de establecer un vínculo con el mundo y con el Otro, inicialmente
derrumbados en el desencadenamiento.
Como advertencia clínica y
para finalizar, Santiago Castellanos señala que reconocer la importancia del
delirio como intento de curación no significa que la práctica psicoanalítica
consista en estimular la producción delirante, ya que esto funciona por sí
mismo. Algo así entrañaría un aumento de la probabilidad de que el analista
quede incluido el delirio por el lado erotomaníaco o por el persecutorio,
riesgo por lo demás, inherente al trabajo en psicosis. Se trata más bien (y
es de las pocas indicaciones clínicas de Lacan en este seminario) de reducir
el despliegue asintótico y acompañar, ocupar el lugar o la función del
secretario del alienado.
Reseña de la presentación de
José María Álvarez sobre los capítulos 20 al 22 del Seminario de Jacques Lacan:
“Las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 18 de marzo de
2016.
Tres cuestiones preliminares
en las que José María Álvarez incide antes de entrar al contenido del seminario
propiamente dicho:
1) Lacan formado en la
psiquiatría clásica, tiene bien integradas las diferentes orientaciones de la
psiquiatría de la época, Jásper, Kraepelin, Clerembault… Por tanto sería
conveniente dedicar un tiempo anterior a la psicopatología clásica para poder
llegar a un conocimiento profundo de este seminario.
2) Aunque es cierto que había
detalladas descripciones sintomáticas asociadas a la psicosis así como
elaboradas teorías, hasta Freud, nadie había propuesto una articulación precisa
entre manifestaciones clínicas y los
mecanismos que las causan.
3) La tercera, es que Lacan en
esta época es profundamente estructuralista, discontinuísta a la hora de pensar
la psicopatología. Hay estructuras concretas y el sujeto no pasa de unas a
otras, el neurótico no se psicotiza y viceversa.
Históricamente siempre hemos
tenido este movimiento pendular de la continuidad a la discontinuidad, de lo
uno a lo múltiple y viceversa. Conforme avanzó en su enseñanza el propio Lacan
fue consciente de los límites de esta perspectiva, introduciendo la clínica de
los nudos, continuista y dimensional. Sin embargo, lo más brillante del
seminario, en opinión de José María, es precisamente esta clínica de las
estructuras, en la que aparecen los grandes temas, a saber, el
desencadenamiento, el fenómeno elemental, la estabilización a través del delirio…Así
desde la perspectiva estructural la clínica de la psicosis tiene sus propios
fenómenos casi patognomónicos en los que su surgimiento como por ejemplo a
través de los fenómenos elementales previos al desencadenamiento, pueden
revelar por sí mismo la estructura psicótica.
Hasta aquí la introducción.
Capitulo XX. El llamado a la
alusión.
Hay una frase sobre la que
vamos a dar vueltas, “si el neurótico habita el lenguaje, el psicótico es
habitado por el lenguaje”. Lo que indica una posición pasiva con respecto al
lenguaje, en la que el lenguaje posee al sujeto. “La realidad con la que nos
enfrentamos está sostenida, constituida, por una trenza de significantes” pag.
357. Esto es, de alguna forma, el psicótico es poseído, habitado por el
lenguaje, que adquiere una importancia trascendental.
Para entender esto José María
nos dará un pequeño rodeo por la teoría de Clerembault, recordándonos el
concepto de automatismo mental, lo primero que se altera son las palabras, no
su significado ni su afecto, sino el mismo soporte significante. Algo muy
evidente en el caso por ejemplo de la perplejidad, cuando el sujeto lo que
explica es que los referentes se perdieron y las palabras no querían decir
nada, el sujeto queda completamente perdido sin nada en lo que agarrarse, en
plena oscuridad. El automatismo mental se caracteriza por tres cuestiones:
1. Carácter esencialmente
neutro.
2. No es sensorial.
3. Tiene un rol inicial en el
inicio de la psicosis.
Lacan recalcará la relación de
exterioridad del sujeto con el significante, la xenopatía, término que José
María dice haber encontrado definido por primera vez en Paul Girauld que describió
la xenopatía en los siguientes términos: “Ciertos estados afectivos, de
representaciones y tendencias a la acción que sobrevienen en el curso de la
actividad mental y que en el caso de algunos delirantes se experimentan como
ajenos y se atribuyen a una acción exterior.
Experiencia esta que José
María Álvarez junto con Fernando Colina, sitúan muy tardíamente en la historia
de la psicopatología, concretamente a comienzos de la modernidad en relación a
la pérdida progresiva de algunos significantes amos y el desarrollo científico,
además la caracterizaran como un síntoma propio de nuestra época en la que el
hombre moderno se presenta roto, desfragmentado.
La determinación del tipo de
estructura proviene de una concatenación de factores y elementos que se interrelacionan,
aunque no deja de haber una “insondable decisión del ser” como la Lacan
menciona en su texto “acerca de la causalidad psíquica”. Es decir, cada uno de
nosotros hacemos algo. Nuestro desarrollo es superar muchos obstáculos, que
debemos ir conquistando y cada uno deberá hacer un recorrido, el que buenamente
pueda. En el caso de la psicosis dicho de forma muy prosaica, el psicótico no
recoge el testigo de la palabra, en su experiencia vital, cuando el psicótico
tiene que tomar la palabra, dar la cara, le falta el libro de instrucciones, el
mapa de carreteras como veremos hoy, e intenta responder desde algo que no está
simbolizado y responde enfermando. Así es en los momentos más complicados de la
vida de las personas cuando podemos ver la estructura. Cuando hablamos con un
psicótico nos interesa saber qué sucedió, cómo y cuándo, porque tendremos una
guía de lo que no está simbolizado y una posible orientación de la cura.
Delirio primario/secundario.
Para José María hay dos
posiciones en el delirio. Una posición llamémosla primaria en la que el delirio
lleva siempre el encabezamiento del “otro me quiere…” el otro quiere gozar de
mi, en la que el sujeto está agobiado por otro malvado que quiere hacerme algo
malo y en la que el sujeto se defiende de algo de lo que no quiere saber y que
por supuesto está forcluido. Mientras que la otra posición o delirio
secundario, en la que en el sujeto se da un esfuerzo creativo frente a esta
forclusión y en la que suele presentarse la función redentora, para aportar
algo al mundo. Veámoslo con los ejemplos que utiliza José María.
En el caso Aimeé la posición
primaria sería “quieren matar a mi hijo” en la que posteriormente dará lugar a
la posición secundaria en la que a través de la escritura desarrolla su función
redentora del mundo.
En Schreber también tenemos
estos dos momentos. En primer lugar “el otro malvado, quiere mi emasculación en
mujer” con la que está atormentado y se resiste. En un segundo tiempo, eso dará
lugar a la creación de una nueva raza de hombres Schreberianos, será a partir
de aquí que consiga cierta estabilización, pleitee por su libertad y empiece a
escribir sus memorias. No admite a Dios, pero sí un cierto orden del mundo, una
especia de función paterna intermedia. que le permita calmarse y tornar su
disposición a la emasculación para la creación de la nueva raza.
Dos polos de la psicosis.
¿Cómo se gesta un delirio? Se
pregunta Lacan, hemos visto que le delirio tiene una serie de características,
evolucionan…¿pero cómo se llega a eso? Lacan retoma el caso de Aimeé en su
tesis sobre la formación del delirio en la que al contrario que la mayoría de
los autores que ven el delirio como el resultado de un proceso de
sistematización y razonamiento, él propondrá que estos se gestan a partir de “momentos
fecundos” que determinarán su invención o construcción.
En contra de uno de los polos
del delirio que tiene que ver con el estribillo que está más bien del lado de
la repetición, de la palabra vacía,
tenemos la revelación del otro lado, la palabra reveladora, que abre la dimensión de una
experiencia inefable, está del lado de lo pleno. Esta no surge como
consecuencia de un proceso de elaboración, sino que se le presenta al sujeto
que va hilando estos momentos, va dándoles una narración, no es deducido por el
sujeto sino presentado. Aunque es cierto que hay algo del orden de la
casualidad, tampoco es totalmente casual,
ya que como vimos en el caso de Aimeé no vale cualquier mujer sino una
que encarne su ideal de mujer.
¿Para qué del delirio? Para
re-equilibrar un mundo muy desequilibrado, para ir montando pilares sobre los
que construirse una realidad habitable.
Capítulo XXI. Punto del
almohadillado.
¿Cómo se engancha el
significante y el significado? Si esta relación fluida siempre está lista a
desvanecerse, ¿qué hace posible el anudamiento?
Miller se referirá en este
punto en su seminario de piezas sueltas a que el punto de entrecruzamiento de
significante y significado se da a través del sentido, ahí reside el punto de
capitón.
El significado en una frase se
produce après coup, en función de donde pongamos el punto se producirá un
sentido retrospectivamente. Un ejemplo.
Ay/cariño/así/no/podemos/seguir/
Otra peculiaridad del punto de
almohadillado es que además permite que pensemos que lo que decimos es nuestro.
Sin embargo en la psicosis está cuestión está desbaratada.
Para Lacan, la pregunta sobre
la génesis de la psicosis será un cuestión transversal en toda su obra, en uno
de los últimos texto de Miller lo dice en la presentación de enfermos evocando
a Clerembault, “las emergencias xenopáticas, la imposición de palabras se funda
en las estructuras, si la estructura quiere que toda palabra se funde en el
otro, la pregunta ya no es qué es un loco, sino cómo se puede no estar loco,
qué ocurre para que yo me reconozca como agente de lo que se dice. Miller
concluye: la normalidad es la xenopatía, si el lenguaje siempre nos habla, ¿por
qué no estamos todos locos? Pregunta que siempre debemos tener presente.
Reseña de la presentación de
Guy Briole sobre los capítulos del 23 al 25 del Seminario de Jacques Lacan:
“Las Psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada, 23 abril 2017.
Briole dirá que este es un
Seminario bisagra entre los dos primeros
y lo que Lacan va a desarrollar incluso hasta final de su enseñanza. En el
capítulo 25 El falo y el meteoro, Lacan está ya trabajando lo que se va a ver
el año que viene, el escrito “De una cuestión preliminar en el tratamiento de
las psicosis”, donde define una estructura a partir de los tres registros real,
simbólico e imaginario y la posición del Nombre del Padre. En este capitulo,
añadirá algunos comentarios para relacionar la enseñanza de Lacan en esa época,
con las concepciones actuales de la psicosis, la forclusión generalizada, con la última enseñanza de
Lacan. Terminará por la cuestión de qué es ser padre, por trabajos que hizo cuando era analista de Escuela,
para decir algo más de la cuestión de
qué es ser padre.
El primer esquema que propone Lacan es el
esquema L, Sujeto y el gran Otro, se completa con el eje imaginario a-a´, el
estadio del espejo. Pero también hay algo que va del Otro hacia el pequeño
otro. Destaca la importancia de escribirlo así, y también dirá que hay una vía de regreso que viene del Otro
hasta el Sujeto. A esa vía de regreso, que es el vector simbólico, le llama el
Inconsciente. Vemos que esta vía de regreso, está topando contra el eje
imaginario. Lo que Lacan llama en otros momentos de su enseñanza, el muro de la
palabra.
Lacan, en relación al esquema L, dice que
el síntoma surge en este punto de entrecruzamiento de los dos ejes, imaginario
y simbólico. Anuncia este esquema diciendo que aquí encontraremos la estructura
del delirio. Una estructura es una construcción que tiene su lógica propia, es
decir que un delirio, la metáfora delirante, es ya una interpretación, una
elaboración del sujeto psicótico, tiene su lógica y no hay que tocar esta
lógica, no hay que intentar desmontar esta lógica del delirio, pero también
Lacan sitúa la cuestión al nivel transferencial. El delirio, se desarrolla en
relación con un otro, con los otros, o con un gran Otro, persecutorio, malvado,
malo. De entrada vemos que Lacan nos sitúa la cuestión con relación a la
relación de objeto, con la inmadurez, por ejemplo con la inmadurez genital, que
Lacan atacará de modo muy fuerte en La Dirección de la Cura. Dirá que no hay en
realidad, una unicidad de pensamiento en relación con el objeto.
Lacan planteará la posición de Freud en el
caso Shcreber. Para Freud, el delirio estará ligado a una defensa homosexual, a
una homosexualidad inconsciente, y la defensa de Schreber culminará con la
relación erotómana con Dios. Para llegar a esta cuestión de la tendencia
homosexual, Freud pasa por las diversas denegaciones de la tendencia homosexual.
Parte de una frase que simboliza la situación: yo lo amo a él, un hombre. Las
declinaciones de esta frase, que son también denegaciones de la tendencia
homosexual, son tres: no soy yo quien lo ama, no es él a quien amo, no se trata
para mi de amor, yo lo odio. Son inversiones imaginarias, el mecanismo central
es la cuestión de la proyección, en el pasaje lo odio, a es él quien me odia.
En Shreber, como en toda erotomanía, no soy yo quien lo amo, es el otro quien
me ama, En Schreber en el lugar del Otro, hay Dios. Esto nos lleva a la
relación con Flechig, el profesor con el que se desarrolló la erotomanía y el
odio. Finalmente Dios salva a Flechig. Dios se va a sustituir al profesor. En
esta serie de denegaciones hay algo que está girando alrededor de la defensa.
¿De qué se defiende el sujeto psicótico Schreber?, de una especie de
realización del mundo, que después de su desencadenamiento está a trozos,
piezas sueltas por todos lados, y el tiene que hacer una reconstrucción,
incluso si es una reconstrucción delirante. Poder reconstruirse un mundo en el
cual reconocerse, existir. Ante la cuestión de la muerte del sujeto, de no
existir, mejor estar en el centro de un proceso persecutorio, que no contar
para nadie, no poder anudarse a nada, estar en el vacío. ¿Hasta donde va esta
construcción?, no hay límite, se agranda el yo
hasta el narcisismo, hasta que uno se puede tomar por el presidente de
la república o el partenaire de Dios. La dimensión megalómana, la dimensión
narcisismo, está aquí particularmente en juego. Freud, pone aquí la defensa,
planteando que cuando el narcisismo está tan desarrollado, tan estallado, el
sujeto esta muy expuesto y toca la defensa homosexual, eso llega hasta un punto
que a Schreber, lo llevará a aceptar ser el partenaire de Dios, pero lo que
quiere salvar es la marca de la virilidad, el rechazo de la emasculación.
Según Briole, Lacan insiste mucho en
separar la cuestión de la castración, los malentendidos que pueden existir en
el neurótico con la cuestión de la castración, de la cuestión del rechazo de la
emasculación. Shreber piensa que Dios lo
que realmente quiere es quitarle el órgano. El punto que subraya Lacan, es que
Freud puso en el centro de su enseñanza el objeto fálico, no pudo renunciar a
esto. Según Lacan para Ida Macalpine, nunca se trata de castración en Schreber,
sino de emasculación. La castración es
la castración de todos, hombres y mujeres, de aceptar la falla en el lenguaje.
Ida Macalpine dice que el delirio de Schreber, no tiene nada que ver con la
madurez genital y el hecho de ser amenazado. Lo que Schreber se nota en el
cuerpo son manifestaciones hipocondríacas, algo que se está transformando en su
cuerpo, que testimonia de la transformación en mujer, eso se verá
particularmente en “De una cuestión preliminar”. Para la analista, la
transformación en mujer es diferente, radicalmente, de la castración, sería
eso, más el empuje a la mujer, algo del cuerpo que se transforma. Schreber se
deja hacer para ser el receptáculo de estos seres que van a nacer, pero cuando
piensa, en su delirio, que le piden el órgano, se opone, es el rechazo de la
emasculación, el punto límite mas allá del que
Schreber no se presta a lo que le pide Dios. Lacan se interroga por saber porqué Schreber
se ofrece a ser partenaire de Dios, dirá que porque en Schreber, la función del
padre es tan exaltada, que lo que se necesita es Dios.
Ida Macalpine también se separa de Freud,
como subraya Lacan, en el hecho de que no se trata del objeto fálico, sino que
Schreber, como los psicóticos, están captados en el muro de la palabra,
anticipando a Lacan, que le reconoce la invención de la psicoanalista. Todo eso
es una cuestión de palabra, de sentido, que no encuentra su punto de
capitonado, es cuando la palabra habla por ella sola, cuando no hay el
simbólico, la metáfora del Nombre del Padre. A veces, hay otros puntos de
capitonado incompletos, pero que pueden sostener algo de la estructura, como en
la psicosis ordinaria, en la que puede haber
puntos de capitonado que son un poco mas flojos. De vez en cuando, puede
haber uno que falla, y el sujeto va a hacer un síntoma particular, no va a
hacer un desencadenamiento total.
Cuando decimos con Lacan que la psicosis es
una cuestión que se desarrolla en el mundo de la palabra, una enseñanza
fundamental que podemos deducir es que
no tenemos que interpretar el delirio, añadir sentido a lo que ya tiene
sentido. Se tratara de hacer más semblante de dejarse engañar por este sujeto.
Si el gran A no funciona, si el simbólico no está inscrito, el sujeto está
totalmente invadido por el imaginario. Una manera de intentar hacer una marcha
atrás, sería hacer consistir un gran Otro, que sea incluso un perseguidor, un
Otro malo que existe y que restablece un cierto equilibrio, es un uso que se
puede hacer del esquema L.
Al final de este primer capítulo El falo y
del meteoro, Lacan dice que siempre hay en Freud la cuestión del falo (2º
Esquema). El niño, la madre y el padre, es la triangulación edípica freudiana.
Según Lacan, si en Freud hubo siempre la
cuestión del falo, es que debe existir en algún lugar. En Lacan pasamos del
trípode al cuadrípode, que es lo opuesto del padre, es decir, que finalmente
vamos a ver que la cuestión del falo se pone en el lugar opuesto a donde está
el padre. Hay la cuestión del falo que va a pasar entre la madre y el niño,
también el padre que va a oponerse, es el punteado, va a decir que este falo
vamos a ver donde se localiza. Lacan subraya que es un meteoro, Lacan antes de
llegar a este punto va a explicar toda la cuestión alrededor del anillo,
diciendo que el anillo es el símbolo del órgano sexual femenino, finalmente,
con el anillo vamos de la vagina hasta el ano, al valor significante del
anillo, es decir que un anillo anuda algo. Un anillo tiene un valor
significante, anuda algo, ese es el punto fundamental.
¿Qué es el meteoro?, algo que pasa, se
aplica a las personas, pasó sin que nos hayamos podido enterar, ilusorio, no
sabemos si realmente pasó, y retoma la cuestión del arco iris. Lo importante
para Lacan, es que es un cinturón esférico, porque al final de este seminario,
Lacan ya está con los anudamientos, con los círculos, los anillos de Bleuler,
nos quiere llevar hasta la cuestión del Falo.
Lacan
dice que una madre quiere proveerse de un falo imaginario y que
finalmente encuentra en el niño, este soporte del falo, y el niño lo atribuye a
la madre, es la díada cerrada madre e hijo, y
que cada uno encuentra su solución en relación con el falo en esta díada
cerrada. Sería más un pegamiento de madre e hijo, el falo no ejerce su función
mediadora, por lo que hay que introducir algo, para separar eso, eso es el
padre. Pero el falo esta del lado niño-madre. Lo que se supone, por lo menos es
que el padre es el portador. Son todos equivalencias del órgano viril, y sobre
todo del falo, el padre es, sobre todo, el que se interesa por la madre y
separa la madre del hijo, lo que hace que la madre no sea solo madre, sino que
es también una mujer. Hay una nostalgia en el hijo que lo quisiera del lado de
la madre, es también el desmentido del perverso, de la castración materna.
Finalmente nadie es el propietario del falo, tampoco el padre que es el
supuesto portador. En la dialéctica freudiana, subraya Lacan, el padre tiene el
suyo, no lo cambia ni lo da a nadie. Para Freud no hay ninguna circulación, en
cuanto padre tiene el suyo. Entonces para Freud eso debe existir en una
dialéctica, que el falo sea otra cosa que un meteoro, algo que se va. El falo
no es el órgano viril, es una representación de una función paterna, que ella
misma tiene que ver con la función de lo simbólico. Y finalmente, el anillo
permite que se pueda mantener todo eso unido.
Para Lacan “La introducción del
significante del padre introduce de entrada una ordenación en el linaje, la
serie de las generaciones”. La función del padre introduce este orden, y es lo
que hace un problema mayor en las psicosis, la dificultad de un sujeto de
inscribirse en las generaciones, en un linaje, es por eso también que se
desencadenan las psicosis, en los momentos de embarazo de una mujer, momentos
de ser cuestionado en lo que sería ser padre, o hacer ver el lugar en el que
sería una equivalencia de ser padre, para un niño. En Schreber, sostener un
lugar en las funciones más altas del estado y tener personas mayores por debajo
de él, le sobrepasaba, “hay una perturbación del orden de las generaciones”...”se trata del abordaje
por el sujeto del significante en cuanto tal y de la imposibilidad de ese abordaje”
. Es lo que Lacan va a desarrollar después como “el encuentro con un padre”,
del que el significante no está inscrito. Para traducir Verwerfung, Lacan no ha
encontrado mejor palabra que hablar de forclusión, que no ha llegado, no
borrado, sino como algo que no ha existido nunca. Cuando uno se encuentra precisamente con ese significante que está
forcluído, no incluido en su propia lengua, es aquí el cataclismo, al estar
tomado totalmente en el eje a-a´. Lacan dice que el psicótico tiene algo de trastocado,
en relación al significante. Briole añadira que eso es una particularidad
central de las psicosis ordinarias. que hay algo que no está
desencadenado, pero está trastocado,
algo que no podemos totalmente compartir. Hay algo de una pequeña originalidad
trastocada.
Briole hace puente con el capítulo 23, La
carretera principal y el significante “ser padre”. Va a partir de esta
observación de Lacan de la gran carretera. Cuando no se tiene esta noción
orientativa de la gran carretera, finalmente uno se pierde, porque si la gran
carretera, que es el Nombre del Padre, no existe, nos perdemos. Es saber
también quien soy, donde voy. El neurótico también se lo plantea, pero no está
perdido. El significante “ser padre” es el que hace la gran carretera en las
relaciones sexuales con una mujer, pero eso no existe en Schreber, en el hay un
embrollo que lo lleva a pensar en él mismo, como mujer, es el empuje a la
mujer. Pero no es suficiente que la gran carretera exista, debe tener algunas
marcas, algunos carteles para orientarnos, cuando hay estos carteles, cuando
hay esta regulación de lo que anuda la gran carretera con los caminos, está
todo ordenado, sino, dice Lacan, hay algo de la palabra que se pone a funcionar
solo, los murmullos, los murmullos los paranoicos los interpretan siempre en
contra de ellos.
Pasan muchas cosas sobre la carretera
principal, es todo lo que hace la historia de cada uno, cuando la encuentra de
nuevo, sabe de inmediato que ha dado con ella. Cuando el significante ser padre
no la ha atravesado, eso se pone a hablar solo, a la orilla de la carretera y
que vuelve al alucinado, que le llega de
una multitud de pequeños senderos, porque no tiene inscrito el significante de
la carretera principal, todo le viene en contra, el mas pequeño detalle está
interpretado en contra de él mismo. Los
traumatismos, los secretos, los accidentes de la vida, pueden sacar al sujeto
de la carretera, uno también se puede despistar, en el murmullo de los
sobreentendidos, que no es la persecución sistemática, solo son sobrentendidos.
En el Seminario El Momento de Concluir,
Lacan insiste en el Complejo de Edipo. Freud lo pone en el centro de la
neurosis y Lacan dice en la lección de 11 de abril, de1978, no se puede impedir
a un hijo matar a su padre, y avanza en ese tema diciendo que tomar todas la
precauciones, no sirvieron de nada, tanto más, señala Lacan, que se trataban de
precauciones. Más hay un intención, más va a fracasar, es así en los secretos
de familia, terminan sabiéndose, incluso si no se dicen. Es como si eso
provocara la contingencia del trauma. Es por eso que había pensado en el antes
del Edipo, un tiempo primero, en el que a los hijos les había hecho falta
matar al padre de la horda primitiva lo
que instauró la prohibición del incesto como fundamento de las generaciones.
Con el Edipo, la cuestión no está resuelta
de una vez para siempre, cada vez hay un riesgo. Es la idea que los hijos
querrían su piel, que hace que los padres sean
tan proclives a sacrificar a sus hijos.
Entre los padres y los hijos hay cosas muy complejas que pasan. Briole,
hace referencia a una película Frantz,
de Francoise Ozon. Sobre la guerra del 14. También a los padres que habían
hecho la guerra europea, enviaban a sus hijos a Vietnam, después éstos hijos
que habían perdido la guerra, eran hijos caídos.
Briole, dice que analizarse se presentaba
para el con el temor de perder a sus hijos. Añade que en la vida de un hombre,
hay un niño que falta, se dice del lado de las mujeres. Pero este niño que no
existe, no cesa de estar presente, su presencia misma puede ser de tal fuerza
que se insinúa en todos los lugares. Este niño que un hombre no ha podido
tener, incluso si se han tenido hijos con su mujer, que no ha podido dejar de pensar que ese hijo
no vendrá. Lo que puede hacer permanecer con la pareja, es al contrario de lo
que se piensa, por el hijo que no han tenido. Imre Kertész lo describe muy bien
en “El Cadich por un niño que no va a nacer”. La no existencia de este hijo,
finalmente es eso lo que hace que él pueda existir, un punto extremo, después
de Auschwitz. Separarse del mal de alteridad. Para Briole es algo que hay que tratar en el análisis.
Lacan, en el IX Congreso de 1976, en
París, dice cuando uno quiere hacer la economía de lo que hay que soltar del
lado del padre, y conquistar del lado de los hijos en la generación, para ser
padres, este pequeño trozo de real, hace falta poder encarnarlo, hacer un poco
de padre real también. Este trozo de real dice Lacan es la castración, lo que uno se resiste y el
otro quiere arrancaros, hacerlo soltar, Lacan añade que lograran arrancarlo,
siendo la suerte común de todos lo padres. La verdad de los padres es que hace
falta matarlos para que suelten el trozo de real, y dice que en el principio
mismo de la civilización hace falta en ese sentido que haya la muerte del
padre.
Para Briole, “vamos muy rápido con el
padre, nos desembarazamos de él. Nadie puede decir lo que es un padre, a la
inversa, no cesamos de decir lo que uno es como hijo”. Da el ejemplo de un
analizante que se resiste a ser padre, que dice, hablando a su mujer, yo
modero, j´tempere, se escucha decir que el se toma el tiempo para ser padre.
Briole le descompone: yo necesito tiempo para ser padre, ante todo, debe hablar
de su padre. En análisis, hablar de ser padre es lo mismo que hablar del propio
padre, hay una dialectización entre el uno y el otro. Es difícil pensarse
padre, cómo eso se puede decir con palabras, posiblemente uno por uno. Se puede
decir con todos los espejismos del ser, con todo lo que responde a la existencia
de cada uno.
Habla de su testimonio, y retoma un
enunciado del padre, su padre le decía siempre, “no habías debido nacer”.
El padre fue detenido por la Gestapo, y
condenado a muerte. Briole dice que no es solo el trozo de real, sino de la relación
con su propio padre, el peso de su propio padre. Cómo pensarse ser padre sin
haber tratado el peso que uno tiene de su propio padre. De su lado, su padre no
era un padre terrible, cómo hacer con un padre condenado a muerte, cómo
construir un padre mas fuerte, sin hacerlo caer, cómo separarse de eso, cómo
pensar las repercusiones que eso puede tener
en su lazo con sus hijos”.
Los fines de análisis se hacen a partir de
un resto que es un real, no dar sentido. Jacques Alan Miller dice que uno no puede quedarse separado del
otro, uno debe él mismo reanudarse con un otro, aunque sea “un otro de
ficción”, que ha cambiado su modo de gozar. Esos momentos de desenchufe del
otro, se pueden también encontrar incluso para los sujetos neuróticos.
Hace referencia a Eric Laurent, el
psicótico no se puede apoyar sobre el Nombre del Padre, que permite muchos
embrollos, siempre la culpa es del otro. El sujeto psicótico solo puede contar
sobre la posición que cada día debe renovar, hacer un esfuerzo. El paciente
debe sostener un discurso, sostenerse en lo que tiene que decir, mas cerca de
la verdad, habla como un analista de escuela, ya que el también debe hablar
alrededor de un agujero, que es un invisible, un agujero alrededor del cual se
debe encontrar la manera de decir ese real, si se mantiene del lado de la
posición ética, esta en la obligación de decir éticamente, permanentemente.
Para Briole, un analista, si acepta atender a alguien psicótico, debe soportar
ocupar el lugar de la erotomanía, en posición de el amor que le atribuye el
paciente. Hay algunos que se defienden de aceptar ocupar ese lugar. Cuando no
hay la función fálica, lo que le llega es un goce no castrado, “te amaba, ahora
te odio y ahora te voy a matar”, transferencia masiva. Habla de un paciente
psicótico y maneras de hacer, de manejarse en la transferencia. Cuando no hay
el espacio de la castración, toda palabra es una piedra, piedra que cae en un
pozo.
Jacques Alan Miller en El Conciliábulo de
Arcachon, dirá que el cuarto nudo es el
síntoma, puede tener varias maneras, pero el Nombre del Padre es el que hace
que el sujeto sea neurótico, después hay otras modalidades de mantener los
tres anudados, modalidades de vida
marginales hasta la creación. El Nombre del Padre es uno entre ellos, no es
suficiente para que no nos pase nada en la vida, nos pasan muchas cosas, y
cuando el síntoma no funciona tampoco como Nombre del Padre, hay lugar para la
depresión, los trastornos del humor etc, (Seminario de La Angustia). Para
Briole siempre es mejor disponer del Nombre del Padre, de lo simbólico, pero
tiene que ver ver con la vida de cada
uno, su historia, hay que pasar por lo caminos, hasta los mas pequeños
senderos, para ver que hubo cosas que se pusieron como piedras en medio del
camino. A la repetición reiterada J.A. Miller le llama “iteración”.
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