lunes, 6 de julio de 2020

SEMINARIO 23 SINTHOME DE JACQUES LACAN


SEMINARIO 23 SINTHOME DE LACAN

Reseña de la presentación de VICENTE PALOMERA del Seminario 23 de Jacques Lacan: El sinthome, en el Seminario del Campo Freudiando en Granada el 26 de octubre de 2013.

La última intervención de Vicente Palomera, inicio de este curso sobre el seminario 23, comenzó, como recordamos, con la problemática del dibujo de los anillos R S I y sus cruces. Los anudamientos no pueden producirse de cualquier modo.

En este seminario hay una ruptura en la manera de pensar el psicoanálisis, que nos acerca a lo que JAM llama el ultimísimo Lacan. Vicente nos recordó hacer una revisión del seminario Piezas sueltas, en concreto, las 8 primeras clases.

-Para su trabajo Vicente abordó dos textos: el Capítulo X del seminario 23, titulado “la escritura del ego” y el retrato de una artista adolescente de Joyce. Este seminario está dedicado a la obra de Joyce, al arte de Joyce. El arte tomado como síntoma.

Lacan comienza ahora a escribir síntoma como se escribía en la época de Rabeláis, SINTTHOME (con TH)

Con este término, Lacan va a designar una TRANSFORMACION DEL SINTOMA INICIAL DEL SUJETO A TRAVES DEL SABER HACER (DEL ARTISTA en el caso Joyce).

La idea que tenemos del sufrimiento que se lleva al analista no es el verdadero síntoma del sujeto, ya que al comienzo de unas entrevistas, lo que hay más bien es una pérdida de goce. Más adelante, se verá el síntoma como una manera de fijar el goce y como este goce se pierde a través del fantasma. Por eso se dice que un análisis implica la construcción del fantasma.

La teoría más clásica es que el síntoma es una metáfora. La primera metáfora, protonpseudos, como lo denomina Freud en el Proyecto. El síntoma como una mentira, como sustitución, como desplazamiento de diversas escenas traumáticas, en los casos de Freud.

Pero aquí con el SINTHOME se trata de otra cosa. En el seminario anterior, RSI 74-75, se entiende síntoma como aquello que no funciona. En Aún, el SINTHOME es una pieza suelta, una pieza que se separa para disfuncionar, una pieza carente de función o que no tiene otra que la de trabar las funciones del individuo. En el análisis esta pieza suelta se hace funcionar. (Una pieza suelta de la literatura, nos leía Vicente, sería Finnegans Wake, una pieza con la que no se sabe muy bien qué hacer).

El síntoma se inscribe, entonces, en la teoría lacaniana del nudo borromeo. Un nudo borromeo son 3 redondeles de cuerda o anillas, en realidad 3 piezas sueltas, y están anudados de modo que si cortamos uno de ellos se deshace el nudo.


Vicente a continuación dio unas claves bastante esclarecedoras sobre lo que son los tres registros:

LO REAL, es el goce, la letra, la escritura, la caligrafía, el trazo, el hecho de escribir.

LO SIMBÓLICO, es la palabra, el lenguaje, el inconsciente, (es el primer Lacan de Función y campo…)

LO IMAGINARIO, son las imágenes, el sentido

En los anillos, lo real está por encima de lo simbólico, lo simbólico por encima de lo imaginario y lo imaginario sobre lo real. Así se forma el anudamiento. Pero, algunos sujetos están mal anudados. Es el caso de Joyce, el error en el anudamiento hace que lo imaginario se independice, se suelte. Esto se observa en el momento de las epifanías. Son momentos casi de borramiento del sujeto. Entonces, Joyce se construye mediante la escritura algo que le permite abrochar el nudo. Se inventa un “Ego corrector” que le permite el abrochamiento.

Este cuarto anillo reparador que le permite sostenerse a Joyce es el SINTHOME. Funciona como una especie de “nombre del padre”. EL NUDO DE JOYCE, la hipótesis de Lacan (y eje de la conferencia de Vicente, bajo mi punto de vista), es que hay un error de partida, una primera falla en el mundo de Joyce, un error de los anillos simbólico y real, que han sido anudados directamente entre sí. Y nunca en el nudo borromeo dos anillos se anudan entre sí.

Para Vicente, el síntoma inicial en Joyce se manifiesta, por tanto, en las epifanías, que son definidas como: manifestaciones espirituales súbitas, están escritas entre 1903 y 1904, y apuntan a una manifestación literaria estética, ya bien fuese en la vulgaridad de la palabra o del gesto, o en una frase memorable de la mente. Es como si Joyce quisiera escribir una voz, casi como escribir el objeto a. En RSI, Lacan habla del síntoma como lo que no cesa de escribirse. Sería como los puntos suspensivos, lo que no se detiene. Las epifanías son palabras oídas, puntos suspensivos con sus silencios, lo cual lo convierte en enigma. Es, por tanto, algo de lo simbólico que pasa a lo real, es como dar cuerpo a eso que se escucha, pero SIN RESTITUIR EL SENTIDO, por eso produce la intranquilidad. Lo que falta entonces es el fantasma, la significación, el campo semántico. No hay relato, no hay lo imaginario.

El momento clave de lo imaginario, es como sabemos el estadio del espejo fundamentalmente. Y Vicente, a continuación, estudió en el retrato, tres escenas en las que se observa este deslizamiento de lo imaginario. Como sabemos, en la esquizofrenia hay un fracaso del estadio del espejo. En el caso de Joyce, Lacan, examina como en el retrato, el autor se expresa de una manera muy pertinente en relación a su cuerpo. Se trata de la conocida paliza a manos de Herón, y la falta de resentimiento de Joyce. Es la metáfora que Vicente fue a buscar al texto.


Vicente evocó tres escenas del retrato. Son de recuerdos infantiles, reminiscencias. En la primera escena, 1898, aparece la rivalidad con Herón. Es doble y rival al mismo tiempo. Dentro de esta situación dice Joyce: “un repentino recuerdo le hace irse a la segunda escena”. Por tanto, es una escena dentro de otra escena, como un sueño dentro del sueño. En el segundo recuerdo, estamos en 1893. Es un recuerdo de clase en el que el profesor recrimina, en un trabajo realizado por Sthepen (o sea Joyce), una herejía cometida. Sthepen es desenmascarado y todos se meten con él y le propinan algo más tarde la conocida paliza. Pero es al volver a casa cuando, relata Joyce “Sthepen había sentido una fuerza oculta que le iba quitando la capa de odio acumulado en un momento con la misma facilidad con que se desprende la suave piel de un fruto maduro”. La tercera escena de la que hablaba Vicente es en la que se inscriben las dos anteriores, puesto que son recuerdos que suceden durante una representación teatral.


En las tres escenas, lo que insiste es el desprendimiento de la imagen del cuerpo, (así expulsa los malos recuerdos). Para Lacan lo que se escabuye es la imagen confusa que Joyce adolescente tiene de su cuerpo, Es como relacionarse con el cuerpo como algo ajeno.


Si el Ego de Joyce no es sostenido por la imagen del cuerpo (estadio del espejo), ¿cómo funciona entonces? ¿de qué está hecho este ego?


Por eso, para terminar, Vicente entró en la cuestión de la NOMINACIÓN. Joyce, en los tristes recuerdos que tiene de su padre, experimentaba un sentimiento de desposesión de la relación entre padre e hijo, de tal manera, que podríamos definirla claramente de forclusión. En esas conversaciones encontramos una renuncia a la paternidad. Lo que hay en la transmisión del padre son esas palabras impuestas que se transmiten de generación en generación, y que Joyce transmite a su vez a su hija Lucia. Se trata, entonces, de una disminución de la transmisión simbólica.


La tesis de Lacan, en este caso, es que Joyce soportó su nombre gracias a la escritura, la escritura como modo de nombrarse. El Ego SHINTOME como invención singular del sujeto. Joyce rechaza la intrusión de las palabras impuestas, defendiéndose por medio de la escritura. Esta falta de entrecruzamiento de los anillos, en el caso de Joyce, los resolvió descomponiendo la lengua inglesa. Y, como sabemos, lo logró con notable éxito.
Reseña de la presentación de SERGIO LARRIERA del Seminario 23 de Jacques Lacan: El sinthome, en el Seminario del Campo Freudiando en Granada el 16 de noviembre de 2013.

Nos acompañaba en la última sesión Sergio Larriera que se planteó como objetivo ofrecernos una posible lectura, una serie de claves, para mejor interpretar el Seminario XXIII.
En primer lugar nos transmitía una serie de advertencias, que podrían funcionar como avisos para navegantes de todos los que traten de acercarse al texto, advertencias que ya fueron transmitidas por Jacques Allain Miller.
Miller nos advierte, en conferencia incluida en el texto “Matemas 1”, acerca de la inexistencia de supuestos “topólogos lacanianos”. La topología lacaniana, como una disciplina de eruditos, es algo falso, es una impostura. De lo que se trata es de dar cuenta de las topologías que usó Lacan (topología de grafos, topología de superficies y topologías de cadenas o nudos) para mejor orientar su enseñanza. Pero ojo, al igual que no hay una topología lacaniana tampoco hay Lacan sin topología. No se puede realizar lectura de Lacan sin tratar de entender la topología en Lacan. La primera advertencia sería por tanto: No hay topología lacaniana pero tampoco hay Lacan sin topología.

Segunda advertencia: En el año 86, en el curso “Los Signos del Goce” se plantea la especial relación de Lacan con la teoría de nudos en términos de posesión. En “La Piece Detachée” Miller nos dice que Lacan esta poseído por los nudos. Miller nunca estuvo poseído por los nudos, aconseja prudencia. Miller se declara poseído por la relación de Lacan con los nudos, no poseído por los nudos. Esta cuestión de la posesión es una especia de consejo metodológico que nos da Miller para adentrarnos en la problemática de los nudos y cadenas del Seminario XXIII. La sugerencia es no intentar comprender, hay que dejarse poseer por lo que Jacques Alain Miller llama el bosque de nudos, un bosque en el que nos adentramos sabiendo que no hay ninguna esperanza de comprender nada. Se trata de dejarse llevar e ir discerniendo, porque inevitablemente nuestra vocación es la de hermeneutas. Esta pasión hermenéutica nos va a llevar a tratar de entender hasta lo más absurdo, a tratar de entender los dilemas de los nudos.

Tercera advertencia: En Lacan los nudos no son de fácil intuición. Los nudos permanentemente nos invitan a una intuición que se ve defraudada por la realización. Lacan se equivocaba constantemente al confeccionar nudos, vivía permanentemente acechado por el tropiezo en la realización de los nudos. Esta característica de los nudos hizo que  hizo que Lacan precisamente considerara que los nudos tenían una geometría adecuada para presentar la problemática del goce. Esa dificultad, que va contra la evidencia, contra la intuición, es para Lacán una virtud de la representación a través de cadenas y nudos.
El Seminario XXIII es un texto especialmente complejo, un gran bosque de nudos, y Miller se nos ofrece como el pulgarcito que trata de guiarnos con sus piedrecitas blancas.
El Seminario XXIII se abre con un friso de cuatro nudos y un equívoco (en este punto Sergio nos recordó como en términos lacanianos la verdad habita donde se plantea el equívoco). Tenemos dos términos en francés de distinta escrituras pero en una prácticamente perfecta homofonía. Dos términos que son el lacaniano arcaico sinthome –escrito con th- y el moderno término francés simptome.

Nos detuvimos en el friso inicial, un friso de cuatro nudos, considerando nudo una sola cuerda que se une sus extremos. Así la cadena borromea no sería un nudo, sino una composición de tres nudos: simbólico, imaginario y real.
Hay nudos que tienen tres cruces, nudos que para sostenerse como nudos necesitan de esos determinados cruces. De esos los más representativos son los nudos de trébol. Cuando Lacan nos habla de un nudo de tres tenemos que entender que nos habla de un nudo de trébol de tres cruces.
La cadena borromea es una especie de estructura perfecta donde lo simbólico, lo imaginario y real son elementos que quedan perfectamente trabados. Sin embargo esta estructura requiere según afirma Lacan en el Seminario XXIII de un cuarto elemento: No hay cadena de tres nudos sin un cuarto que los anude. La cadena elemental del Seminario XXIII es así una cadena de cuatro elementos: Lo real, lo simbólico, lo imaginario y el sinthome, del que desconocemos la naturaleza. Todo el trabajo sobre Joyce, que es el trabajo del Seminario XXIII, consiste en ir llevándonos a construir lo que sería el nudo de Joyce.
Son muchas las búsquedas de Lacan en el texto. Es imposible intentar desentrañar todas estas búsquedas. No se puede encontrar una solución lógica y unívoca. Piezas Sueltas es el texto en el que la equivocidad lacaniana se acaba de imponer al ideal univoco milleriano. Toda pretensión de univocidad naufraga y se imponen formulaciones más poéticas, más en consonancia con la experiencia analítica. De ahí que se culmine en el caso Joyce, que poco a poco se ocupó de despedazar la lengua inglesa, de descomponerla, culminando en el “Finnegans Wake”, punto de llegada del trabajo de ruptura y descomposición. Este es la inspiración de Lacan. Lacan sumerge toda su teoría en un trabajo de descomposición de tipo joyciano. La única arma con la que contamos es la equivocación. En la equivocación podemos confrontarnos con el síntoma. Este es el secreto de la fascinación de Lacan por los nudos y por la obra de Joyce.
Los nudos del friso son todos nudos de cinco cruces. No se hablará de ellos en la primera clase. No se sabe que significan. Lacan se apropiará de uno de estos nudos llamándolo “el nudo de Lacán” y dirá de él que es sublime por la peculiar forma de deshacerse.

La cuestión del lapsus es central en el Seminario XXIII. En el texto se trabaja continuamente sobre los lapsus que se producen al construir los nudos y la forma en que se pueden reparar esos lapsus para que las cosas de alguna manera se mantengan. Lo esencial en este seminario XXIII son por tanto las nociones de lapsus y reparación.
El nudo de trébol, el nudo de tres cruces, no es equivalente al nudo trivial. Uno no se puede transformar en el otro. Si en el nudo de trébol hay un lapsus se produce un nudo trivial, un redondel. En este punto se trajo a colación la obra del novelista Julián Ríos, en la que aparece el argentino “treboludo”. El treboludo es un trébol en el que dos ramas del trébol son como dos testículos y la otra se eleva cual pene. Para Larriera un treboludo es un trébol estúpido, un trébol que se equivocó, en el que se cometió un lapsus, que no es trébol en realidad, que se transforma en trébol trivial. Es un trébol imbécil que se trivializa.

Cuando se agrega el sinthome, la reparación del lapsus, se obtiene un remedo de nudo de trébol. Se construye una cosa que no es exactamente un nudo, sino una cadena de dos nudos. Hay dos cuerdas independientes, la del trébol abolido fallido (el treboludo) y otra la cuerda suplementaria, el sinthome, que viene a cubrir la falla y a sostener de alguna manera el nudo. Con una sola cuerda, cuando hay lapsus, no hay reparación posible. Se consigue así la apariencia de trébol. Un trébol con muleta.

Vimos también que las reparaciones se pueden dar en el lugar donde se produjo el lapsus (reparaciones sintomáticas) o en otro lugar donde no se produjo (reparaciones asintomáticas). Estos distintos tipos de reparación servirán de base a Lacan para realizar un largo desarrollo a lo largo del texto sobre el hombre y la mujer, la relación sexual, etc.
El caso de Joyce responde a un modo particular de suplir el desanudamiento. En la última clase del Seminario XXIII se expone el nudo joyciano. El nudo joyciano final es un nudo de tres elementos fallidos cuya reparación se produce con un cuarto elemento. Es un nudo de cuatro elementos. Donde lo simbólico tenía que pasar por debajo de lo real se produce un lapsus y lo simbólico pasa por encima. Lo imaginario quedó suelto. Aparece un desapego de Joyce respecto de su propio cuerpo del que se desprende como una cáscara que cae. Lo real y lo simbólico quedan interpenetrados y producen una especial relación de Joyce con la literatura cuya mayor manifestación son las epifanías, las imposiciones de palabras, como puntos donde lo simbólico y lo real se fusionan. Todo ello porque en Joyce se produjo una falla de la fusión paterna. Joyce consiguió la reparación por el sinthome, por lo que llamará Lacan “el ego joyciano”, por la imposición de su enorme genio literario y por la autoimposición de la misión de regeneración del espíritu increado de su raza. Su ego tiene una solidez insumergible, ego que le permitirá nadar en el oleaje de la psicosis, oleaje donde su hija, al contrario, se ahogará.
Reseña de la presentación de JORGE ALEMÁN del Seminario 23 de Jacques Lacan: El sinthome, en el Seminario del Campo Freudiando en Granada el 14 de diciembre de 2013.



    Jorge Alemán  nos muestra las trayectorias que dieron lugar a un seminario como el 23, singular y extremo, que se nos presenta a través de Joyce y de un Lacan tomando distancia de sí mismo y del propio psicoanálisis. Se trata de construir y pensar algo relacionado con el psicoanálisis a través de alguien imposible de analizar. La exterioridad radical que alcanza Lacan, obliga a pensar las cosas de otra manera: es retornar al psicoanálisis a través de Joyce (no a través de Freud), para encontrarnos algo que podría ser el reverso del psicoanálisis en el arte. Ya existe un antecedente de ésto: en el Seminario de la Psicosis, Lacan no piensa la psicosis desde el psicoanálisis, sino al psicoanálisis desde la psicosis. Joyce ocupa la frontera final de la literatura, y con el se despliega el intento mayor de asesinato de la misma.


    Nos señala Alemán que esta historia de buscar alguien fuera de la transferencia tiene otro vector: la propia vida de Lacan. La transferencia de Lacan no fue con su analista Lowenstein, sino con Kojéve. Tenemos, pues, para pensar el seminario 23 otra modalidad de transferencia secreta, no bajo las formas del dispositivo analítico. Vemos, qué lo preparaba a Lacan al final de su vida para una operación por fuera de la transferencia, del dispositivo analítico y en donde pensar al psicoanálisis mismo desde ese procedimiento. Por tanto, no es tomar a Joyce como objeto de estudio del psicoanálisis, es pensar al psicoanálisis a través de Joyce, preguntándose a la vez si Joyce estaba loco, o lo que es lo mismo ¿ a partir de que momento un hombre está loco?  ¿ a partir de qué momento Lacan está loco?.


    No ha pasado sólo en el psicoanálisis encontrar un punto de exterioridad, Heidegger también quería salir de su propio discurso, matar a la filosofía de la cual había formado parte. El advirtió que si se seguía pensando así, no se pensaba más el ser, que para Heidegger estaba tachado y había que pensarlo por fuera de la filosofía. Esto llevó a Lacan a ir a verlo y mostrarle el nudo borromeo antes de morir.

    A partir de la pregunta ¿Quién sabe lo que pasa en el cuerpo? Alemán plantea qué es la enseñanza de Lacan en su conjunto: el intento de pensar que relación había entre la satisfacción pulsional y el inconsciente estructurado como un lenguaje. Todo Lacan es el intento de pensar algo que Freud no terminó de articular: la relación entre el inconsciente de las representaciones y el orden de las pulsiones.

    Entonces, ¿ Cual es es problema central del psicoanálisis, qué distingue al psicoanálisis del resto de disciplinas? Que en en psicoanálisis se piensa la relación entre la articulación significante  y la  investidura libidinal. ¿Cuales fueron las diferentes estrategias para ésto, que damos en llamar el problema central del psicoanálisis? Primero está el orden simbólico, y el cuerpo es el estadio del espejo. Una respuesta más afinada introduce el significante falo y otro paso más es cuando Lacan dice que el Sujeto es un lugar vacío, es una falta en ser, un lugar mortificado. El Sujeto es el menos uno, ausente de la cadena significante; pero a la vez sabemos que el Sujeto hace con éste lugar vacío investiduras libidinales.

     El Sujeto, vacío, deshabitado, de golpe queda colonizado por una investidura libidinal, ésto es el fantasma. El mayor esfuerzo teórico que hizo Lacan fue para demostrar que hay algún tipo de relación entre un Sujeto que es un efecto del significante  y el campo pulsional, resultado de las investiduras libidinales. El fantasma es el nombre más importante, se vuelve el resorte de la cura, la clave del fin de análisis, el problema clínico de su atravesamiento y el antecedente del signo de goce.


    Pero a partir del seminario 23, del encuentro de Lacan con Joyce, la fórmula del fantasma flaquea. A Lacan no le basta pensar al cuerpo desde la estructura significante y comienza, en el último tramo de su enseñanza, a pensar que el significante es causa de goce: hay un parásito que entra en el cuerpo que es la palabra y produce goce. Y empieza a quedar superada la oposición entre homeostasis y repetición, es decir, el goce ayuda al Sujeto a ser quién es.

    Esto lleva a Lacan a pensar al cuerpo por fuera del fantasma, el cuerpo como un lugar en el que suceden cosas que ya no se pueden explicar sólo a partir de la lógica del fantasma. Volviendo a la pregunta ¿Quien sabe lo que pasa en su cuerpo? Alemán nos recuerda que el inconsciente no tiene nada que ver con el hecho de que uno ignore cosas sobre su cuerpo. Lo que se sabe es porque se desprende del significante.

    El momento más clínico de éste seminario se sitúa en el testimonio de la paliza, él mismo dice que ve caer su piel y no tiene respecto a sus autores sentimiento alguno ni dimensión traumática. Así vemos que en Joyce, hay algo que no pide más que irse. La idea de que Joyce está en la lógica de “pegan a un niño” no es la que interesa a Lacan, le interesa su indiferencia.
La nueva categoría que va a tomar lugar, El Parletre, ya no es un lugar vacío y falto de goce. Es el que habla y goza. Es la idea de pensar al goce desde el cuerpo y el cuerpo, como un lugar de goce no organizado fantasmáticamente.

    El síntoma, sin th, son la palabras impuestas. Lo simbólico y lo real se han interpenetrado y se ha desanudado lo imaginario. Y está el 4º elemento reparador, que es el sinthome, que en el caso de Joyce es el ego, que viene a anudar los tres redondeles. El ego en Joyce, viene a suplir El nombre del Padre y el Falo: no es sólo el saber hacer de su escritura, es querer que el mundo se haga cargo de su nombre propio. Sin esa voluntad joyciana no hay sinthome. A partir del seminario 23 hay un desdoblamiento de las categorías clínicas: está la locura (con su 4ºelemento reparador) y está la psicosis.

    Alemán puntualiza que el sinthome no es exactamente lo incurable, es lo incurable en la medida que ha funcionado en la lógica del remiendo y el lapsus. El sinthome es la respuesta al factor cuantitativo y a la investidura libidinal y si lo más esencial del Sujeto no entraba en la transferencia, ésto llevó a Lacan a pensar en el psicoanálisis como una estafa. Para concluir, si el uso del sinthome se generaliza, hay que pensarlo bajo ésta fórmula: allí donde era el sinthome, el efecto de verdad de la cadena significante debe advenir, y ésa es la experiencia analítica.
Reseña de la presentación de ENRIC BERENGUER del Seminario 23 de Jacques Lacan: El sinthome, en el Seminario del Campo Freudiando en Granada el 18 de enero de 2014.


Enric Berenguer nos habla de algo que aparentemente no tiene nada que ver. El sentido. Esta es la cuestión que está presente  en el centro de la practica misma, cuando una persona pide análisis es que hay una demanda de sentido. El sentido junto con lo real forma lo que llamo una extraña pareja.

En un primer momento lacan tomo el sentido como un vector de orientación, de una develación del síntoma, un sentido oculto.  En la cual la represión tiene que ver con todo esto, no obstante lo que retorna son significantes, no sentido. el sentido estaría oculto y se trataría de develarlo. Pero tiempo después lo desmonta.

Es decir el sentido no es un dato primario, ni una experiencia que hay que recuperar, sino que se construye con una operación. Con lo que llego a plantear dos aspectos de la construcción del sentido, la metáfora y la metonimia.
La metáfora es una especie de nominación, que supone una especie de transustanciación que consiste, en que ese real inquietante mute a algo del orden de una significación es ahí donde aparece un sentido. Hay una tensión con un vector opuesto que es el vector del deseo como ligado a la metonimia, como el desplazamiento.

El deseo del sujeto es algo que entra en tensión con la metáfora, pero justamente el deseo del sujeto es algo que no va a quedar nombrado con la metáfora, al contrario, se escapa metonímicamente, en este escaparse aparece algo doble. Se inicia en los significantes, el pasar de una cosa a otra, de un sgte a otro como algo que se resiste a ser nombrado y que se desplaza en la palabra, pero también el deseo implica un desplazamiento de objeto a objeto. Está en una especie de dispositivo doble, que por un lado hay las operaciones que lo crean y por otro las que los descompletan.

El sentido en el lenguaje, funciona a base de poder de alguna forma, producir algún tipo de límite de detención cuando detengo las palabras, se produce a posteriori un efecto de sentido, ¡ah quería decir eso! Es un fenómeno que tiene que ver  con uso de detención y de escansión de la cadena significante, hace falta la unidad de la frase cerrada para que el sentido como tal surja para producir un efecto suplementario, algo que tratamos de transmitir.

Si hablamos tanto, es porque no conseguimos encontrar fácilmente este efecto de transmisión de las palabras. El sentido está en una relación con la palabra, que es el momento ese de flash, de eureka, que algo atraviesa. Justamente  porque no hay esos momentos de atravesamientos de la gran metáfora de la nominación perfecta, recurrimos a una especie de deriva que hace que suplamos esa faltad de sentido pleno con ir añadiendo un sentido poco a poco, metonímicamente.

Lacan empieza a preguntarse como formalizar el sentido y otra cosa que cada vez  ocupa un lugar más importante, que es la cuestión de lo pulsional que es el goce. El goce está vinculado de alguna forma con el sentido pero que le resulta exterior, se trata más bien de empezar a pensar el lenguaje no habitado por un deseo de decir, sino más fundamentalmente por un deseo de gozar. Es decir lo pulsional que se pone en acto de hablar y  hay una satisfacción en el acto mismo. ¿No obstante cómo se maneja esto en la cura?

Se planteó que hay una semántica en la cura, podemos encontrar nombres, significantes que tocan lo real, pero lacan dice que es poca cosa, es decir que hay más de lo real que no consigue ser nombrado. La cuestión para lacan es cuánto de lo real que habita puede pasar a una palabra, mucho de lo que creemos vinculado al sentido, es una operación que tiene que ver con que hablando gozamos y damos una forma a ese goce y arrancamos algo de goce, algo que tiene una forma, eso es el objeto a. no obstante esto lacan lo dejo caer porque pensó que era muy parcial.

Tenemos otro paso, el querer gozar no es tan claro y avanza al goce como una especie de materia oscura que no hay manera de atraparla. En el seminario Aun plantea como una especie de crisis, donde el psicoanálisis es profundamente impotente respecto a eso, reconoce que el psicoanálisis es tributario de una dimensión de sentido.

No obstante más adelante aparece, como pensar que hay algo operativo de manejar esa materia oscura, es donde va a introducir la cuestión de los nudos como una estructura con estos elementos, sentido y lo real. Estas dos cosas pueden ser opuestas y estar en una misma estructura  no relacionándose.

Hay operaciones con esas palabras que no son metafóricas y hay operaciones que intentan anudar lo que es ajeno al sentido y lo que descubre es que hay una dimensión de sinsentido que no aparece clara.

Si algo de sentido se puede producir entre simbólico y lo imaginario es porque es anudado por lo real.  Precisamente el efecto de los pequeños eurekas se pueden producir es porque esta lo real como excluido anudando lo simbólico y lo imaginario. Es decir precisamente eso que no puede pasar a la palabra es la condición  que ese sentido se sostenga.

En la clínica nos tenemos que asegurar que lo real esté implicado, no damos más sentido, cortamos la sesión y dejamos que emerja un agujero. lo más importante del sentido es que se sitúa en respecto al agujero, lo que se ve en la secuencia es que hay marco que contiene un real  y nos interesa más que un efecto de sentido una cierta resonancia de todo lo que pasa y eso justamente es algo que lacan nos quiere solucionar con el nudo.

En cierto modo esa falta de sentido son como las bengalas que en la noche iluminan algo, son flashes en el momento que iluminan se ven formas, pero luego eso desaparece y nos permite delimitar algo, pedazos de real. Freud dice que se trata de la reorganización del mundo cuando una pieza fundamental falta, si lo pensamos en términos de anudamiento, hay algo que participa del nudo del sujeto que se descompone y el sujeto tiene que construir otro anudamiento.

Lacan habla de un fuego de lo real, fuego frio que sería el cero absoluto y del límite inferior, esto quiere decir que el cero de sentido en lo real es una orientación, porque por arriba no encontramos real, no hay límite. Por eso pensamos una práctica, la del psicoanalisis orientada por lo real, por el cero de sentido.
Reseña de la presentación de JEAN LOUIS GAULT del Seminario 23 de Jacques Lacan: El sinthome, en el Seminario del Campo Freudiando en Granada el 26 de abril de 2014.



Agradezco la deferencia que el ICF y Juan Carlo Ríos han tenido conmigo al pedir que prepare esta reseña. Han sabido leer el deseo a partir de mis felicitaciones públicas a Jean Louis Gault. Fue verdaderamente una sesión que aclaró de manera sutil y amena algunas cuestiones que se despliegan en la enseñanza de Lacan a partir de este Seminario XXIII que, como sabemos, introduce una nueva perspectiva para el Psicoanálisis.

El capítulo elegido, al que Jacques A. Miller tituló con una pregunta, se presenta, en cierto modo, de manera inédita porque ¿Joyce estaba loco? transita, en sí, otra: ¿a partir de cuando se está loco? Y estas sencillas cuestiones representan, son metáfora, del desarrollo de la novedosa clínica que propone.

La psicosis, la locura, heredada de la vieja psiquiatría, no fue nueva para el psicoanálisis y no lo fue tampoco para Lacan, que se interesó por ella desde su juventud. También cuando aborda el caso Schreber, a mediados de los años cincuenta.

Pero tanto en Freud como en Lacan, la pregunta no se formuló, sencillamente, porque no era necesaria. El caso Schreber presenta un delirio paranoico. Después de años de hospitalización, escribió Las memorias de un neurópata gracias a su alta médica. Fue en esos escritos en los que Freud se basó, como saben, para estudiar el caso y articular su teoría sobre la psicosis y la Verwerfung. Schreber no plantea dudas: era clínicamente un loco que, a partir de un momento determinado, al enfrentarse con un nuevo cargo muy importante en su carrera judicial y al requerir de la metáfora paterna, manifiesta el delirio.

Sin embargo, la pregunta que Lacan formula a lo largo de todo el Seminario y que en este capítulo está articulada, surge porque en ese momento de su enseñanza puso en cuestión toda esa teoría de la psicosis y las coordenadas del marco diagnóstico freudiano, reinterpretado desde finales de los años cincuenta con el significante del Nombre del Padre y el otro del Otro.

En 1976, cuando dicta el Seminario XXIII, Lacan no abandona su investigación sobre la psicosis. Joyce no estaba loco en el sentido freudiano, schreberiano, podríamos decir. Pero Lacan se replantea la cuestión y la hace explícita a partir, precisamente, de la esquizofrenia de Joyce, de la locura megalomaníaca que se desprende de la vida, los textos, notas, cartas y garabatos de Joyce. Todo ello permite el abandono de las teorías de Freud y las estructuras tal como hasta entonces las conocíamos: neurosis, psicosis y perversión. Y abre, por tanto, una nueva concepción de la clínica basada en suturas y nudos.



Este nuevo paradigma es elaborado por Lacan abandonando la mano de Freud de manera definitiva y tomando la de Joyce. De manera especial, Finnegans Wake. Y lo hace identificándose con él, rompiendo el sentido, quejándose del gentío que asistía a escucharlo y anhelando no necesitar a nadie ni a nada, como Joyce. Lo hace garabateando con nudos como Joyce garabateaba y anotaba con el lenguaje, inventando palabras, incluso.

Parece paradójico porque él, que rehuyó, ciertamente, conocer personalmente a Freud, sí había sido presentado a Joyce en la librería Shakespeare &Co cuando era un joven normaliano preocupado por el arte y la literatura de su tiempo. Lacan leyó a Joyce a lo largo de su vida y así lo deja traslucir en su enseñanza. Especialmente a partir del Seminario XVIII en el que ya estaba pergeñando esta profunda permutación en la que abandona definitivamente el Edipo, el sentido, el significante y el inconsciente freudiano. En cierto modo es una respuesta al Antiedipo (1972) de Deleuze y Guatari que, precisamente, hacía un alarde de la locura. Pero el verdadero Antiedipo, la verdadera pieza sobre la locura, es este Seminario.

En éste capítulo podemos observar como Lacan va separando la pregunta, rodeándola, interrogando a los textos de Joyce por su locura, por su inspiración, por sus creencias. ¿Quién se creía Joyce? ¿En qué creía? Los locos creen ... y se creen, a veces, Napoleón, otras, alienígenas o iluminados. Pero creer no es creerse. Se cree en el Otro, en el lazo social, en la mujer, en lo que una mujer dice, en el sujeto supuesto saber, en el psicoanálisis. Pero creer (Glauber en alemán) un término muy utilizado desde Freud, no es creerse porque éste vocablo conserva algo del delirio. Es frecuente que el loco se crea ser un rey; incluso cuando el rey cree serlo ya delira un poco porque todos sabemos, y él también, que siempre está desnudo, como el relato y las noticias muestran.

Pues bien, Lacan encuentra esa creencia de Joyce en sus escritos, en las cartas a Nora -su mujer, a la que nunca le interesó lo que escribía-, en esa certeza que siempre tuvo de ser el escritor del que hablarían, al menos, doscientos años. Y ello cuando críticos y editores lo tachaban, además, de borracho y vago. Evidentemente, vivió y murió sin apenas dinero para pagar las deudas que siempre lo acuciaron. Casi nadie se atrevía a publicar sus obras, excepto -como él decía a Ezra Pound riéndose- en África.

Sin embargo, el creía en sí mismo, en el artista que era, en su obra. Joyce fue un megalómano. Y ¿de dónde le viene esa megalomanía? En el Retrato de una artista adolescente, una novela semi-autobiográfica escrita durante su estancia en Trieste, hay varios pasajes que sirven a Lacan para circundar esto de lo que hablamos: Connolly, un viejo amigo irlandés, le pregunta si él aún cree en Dios, en Jesucristo, en las enseñanzas de la Iglesia. Sabemos que Joyce, como buen irlandés, fue educado en el catolicismo y que su padre encomendó su instrucción a los jesuitas. Fue lo único que su padre le dio a falta de herencia, o de Nombre del Padre.

Pues bien, Lacan no se pronuncia explícitamente, pero sí insinúa que la base de la literatura de Joyce es precisamente la creencia en la mitología de la redención que ofrece Dios a los hombres en su hijo, Jesucristo, para el perdón de los pecados. Y es el mismo Joyce quien se ofrece como sustituto. No cree en patrañas de curas, evidentemente, y esto se puede observar en su obra. Sin embargo, sí parece realizar una metáfora y sustituir con ella, no solo al redentor. Es, más allá, a través de su creación como se identifica con el hacedor, como el artista que viene a ocupar el lugar del creador. El artista, más que redentor, se sitúa como dios mismo.

Por lo que respecta a su relación con Nora, Lacan la califica de “extraña”. Y eso que entonces no se había publicado la escatológica y osada correspondencia hecha pública hace tan solo unos años. Frente a la No hay relación sexual, se inventa otra, particular y propia, y Joyce lo hizo con su mujer, Nora. Fue como su guante. De ahí la metáfora argüida por Lacan de calzar una mano con el guante de la otra a condición de volverlo sobre sí.

Jean Louis Gault contó una anécdota que no quiero omitir porque, como él decía, también forma parte de la cultura lacaniana. Gault, como Lacan, utilizó unos guantes de Arnís, una sombrerería y guantería muy famosa en París. Era tan famosa que Jean Claude Milner escribió hace unos años ensalzándola en una publicación afín al Campo Lacaniano. Allí compraban personajes como Roland Barthes, Jean Paul Sartre, André Guide o el propio Lacan. Este establecimiento era regentado por dos hermanos, Jean y Michel Grimmer. Uno de ellos, vecino de Lacan en Rue de Lilles, tuvo después una relación especial con el Campo Freudiano y llegó a escribir artículos muy divertidos en alguno de los cuales contaba como diseñaba trajes para Lacan que él mismo dibujaba. Pues bien, los guantes que allí vendían tenían una particularidad: un botón que les impedía volverlos sobre sí para ocupar la otra mano. A esos guantes se refiere Lacan en el Seminario en donde compara el guante con la mujer y el botón, la función del botón, con el clítoris, el botón de la mujer que impide que el guante pueda volver sobre sí mismo porque molesta. Es lo que llama el botón, el punto negro de la mujer que puede llegar a ser molesto, insoportable...y de ahí la ablación.

Para Joyce habrá una sola mujer en su vida que representa, siempre, el mismo modelo depreciado. Ella es “enguantada”, se complementa perfectamente, “con la más viva repugnancia” -dice Lacan- para Joyce. Es solamente con la mayor de las desvalorizaciones como Joyce hace de Nora su propia relación sexual, su (PARTNER) partenaire sexual. No es única pero sí peculiar esa manera de degradación, incluso repugnancia, por la mujer. Muchos sujetos hacen la elección de ese modo. Bajo este rasgo que les permite hacer existir la particular relación sexual que, como sabemos, no existe a nivel general. Así, el nudo borromeo, como el guante, como Nora misma para Joyce, ciñe el interior de los tres anudamientos. El nudo ciñe aunque no sirva para otra cosa.

Lacan al final del capítulo volverá a la pregunta inicial: ¿Estaba loco Joyce? E insistirá sobre el lugar del redentor y esa peculiar manera de la perversión. Per-version dirá en esta etapa de su última enseñanza, haciendo, como Joyce, un juego homofónico de palabras. Ese desarrollo sobre la función del padre con relación al hijo en la mitología cristiana, permitirá una novedosa concepción que implica una clínica que rompe con toda su concepción anterior. Efectivamente, el significante Nombre del Padre tiene connotaciones religiosas y de sentido. Lacan lo había tomado de la tradición cristiana y, quizás por ello, François Dolto, por ejemplo, con su obra El Psicoanálisis a la luz de los Evangelios, junto a jesuitas y dominicos, creyeron encontrar en Lacan una nueva versión del cristianismo adaptada a los tiempos modernos. Pero aquí toda esta traición que vehiculaba el Nombre del Padre y el cristianismo es reinterpretada por Lacan como Perversión, versión del padre que se aleja completamente de su anterior concepción, a partir de la redención del hijo, de la alucinación o fantasma que representa el sacrificio del hijo por el padre. Per-versión porque implica una posición sádica del padre en la inmolación del hijo y masoquista por parte del hijo al buscarlo y consentir en ello.

Sabemos que, como tal, no existe para nosotros el sadomasoquismo aunque así se presenta en el imaginario, incluso como representación popular. El (PARTNER) partenaire del sádico no puede ser un masoquista ni viceversa desde el Psicoanálisis. Pero Lacan plantea una única excepción: la que representan el Dios padre y el hijo redentor. Freud -dice Lacan- percibió algo que se sitúa más allá del sacrificio, de la redención del hijo: la castración que se transmite mediante el falo. La castración freudiana se sitúa en el registro simbólico, se transmite mediante el falo, y obliga, en cierta manera, a ubicar el problema entre lo Real y lo Simbólico, muy ambiguos en Freud.

En estos momentos de su enseñanza, Lacan afirma que lo Real se encuentra en los embrollos de lo verdadero. Es algo que había comenzado a desarrollar a partir del Seminario XVIII, De un discurso que no fuera del semblante. Pero aquí lo verdadero es lo Real. En esta última etapa de su investigación, los registros que había utilizado en su enseñanza aún le sirven, pero las relaciones entre ellos no son excluyentes ni únicas, se requieren uno a otro ...hay una cierta continuidad entre ellos. En ese sentido la pregunta formulada sobre la locura de Joyce sigue planeando porque no es, como en la concepción anterior de Lacan, un privilegio, algo diferente.

Si Lacan había planteado la locura como una excepción según una de sus frases favoritas de juventud: “No está loco quien quiere”, en el Seminario XXIII le parece algo más común. ¿Por qué? Porque los registros RSI anudados y separados, se prolongan uno en el otro a falta de una operación que las distinga como el nudo borromeo.

Joyce, pues, suple un desanudamiento. Si el nudo no desempeña su función porque el Imaginario está desatado completamente de los otros, Joyce hace una suplencia, construye un nuevo nudo, con su ego, que repara el nudo que representa el Imaginario. Esta suplencia es peculiar, singular, sinthomática, porque el artista megalómano que es y que mantendrá al menos doscientos años ocupados a críticos y universitarios, no compensa, en absoluto, que su padre ocupara el lugar del Padre que le correspondía.

Volviendo al principio, vemos, pues que en el caso Schreber hablamos del Otro del Otro y el N.P y frente a la ausencia, el sujeto responde con un rechazo, la Verwerfung, de lo simbólico.

En el caso Joyce, en cambio, su respuesta responde a la propia dimisión del padre que no hizo sus deberes como padre. No es un rechazo, sino el encuentro de una verwerfung de hecho. Joyce joven o niño incluso se encontró con esta dimisión paterna que volcó y narró en sus escritos, donde pueden rastrearse no sólo que su padre no le enseño nada, sino que delegó a otros padres, los jesuitas, su educación.
Reseña de la presentación de ANNA AROMÍ del Seminario 23 de Jacques Lacan: El sinthome, en el Seminario del Campo Freudiando en Granada el 23 de mayo de 2014.



Dice Anna Aromí que cuando hablamos de la "no proporción", la podemos entender bajo tres prismas:
1. La no proporción entre los sexos, es decir, que no puede haber una relación sexual porque falta la palabra para poder nombrar uno de los términos: el significante "la mujer" no existe.
2. También  se refiere a que el lenguaje mismo implica una no proporción porque no hay nada que junte el significante y su referente.
3. No sabemos qué proporción hay, si la hay, entre la palabra y el goce, no tenemos la equivalencia exacta en que  los significantes anudan el goce en los sujetos.

A toda esta zona de no proporción es a lo que responde el síntoma.

En su caso esta dimensión sintomática se manifestaba en el miedo infantil, en el esconderse; ambos eran una respuesta a la invasión de la pulsión que le venía del otro, a la presencia de la mirada de su madre que de joven había estudiado una técnica para poder ser sexadora de huevos de gallina que consistía en mirar los huevos a través de una especie de microscopio para saber si iban a nacer machos o hembras. Su pregunta histérica sobre si era hombre o mujer, si estaba viva o muerta estaba vinculada con la pulsión porque el sujeto del inconsciente de la niña que era, se ubicaba dentro del huevo para así sostener la mirada de su madre. Esto lo ilustra un sueño en el que sobre la escena en que alguien distribuía a los niños en una fila y a las niñas en otra, ella era un perro flotando vestido de bebé; es decir, no se ubicaba ni en un lado ni en otro. Este sueño también era una interpretación de la pesadilla infantil en la que caía en un agujero sin tener nada donde aferrarse, y la manera de sostenerse era flotar en el ni-ni. El síntoma del miedo, el síntoma del esconderse, eran buscar un lugar donde ocultarse para seguir sosteniendo al otro a partir de la pulsión, es decir, donde seguir gozando de la pulsión. Se escondía en el fantasma del ni-ni: ni del lado de los hombres ni de las mujeres, ni del lado de los vivos ni de los muertos. Sustraerse de esa elección era sustraerse de la castración. En ese ni-ni había un sentimiento trágico de la vida del que ella gozaba. Construía al otro materno a partir de la mirada y también a partir de una opacidad de la vida que le venía de la relación traumática de su madre con la muerte ya que estuvo a punto de morir dos veces y no existe un significante que nos represente a nosotros mismos en tanto que muertos.
También la muerte de su hermana que era su partenaire fantasmático produjo una desestabilización fundamental en ella porque no hay una palabra que represente la muerte de un hermano (existe huérfano-a, viudo-a), y esto no dependía de su neurosis sino que era algo estructural, en el Otro del lenguaje esa palabra no existe. Esa era la cojera fundamental de su neurosis. Y todos somos cojos porque no tenemos todos los significantes para explicarnos como vivos, o como femeninos, o frente a la feminidad en el caso de los hombres; la pieza fundamental no está y en su lugar inventamos el síntoma.

Esto da cuenta del caos en que ella nació y creció. El caos como la impotencia de lo simbólico para anudar lo real de la vida, para explicarla. Y el Edipo es una manera de poner orden en ese caos ubicando el nombre del padre, el deseo de la madre, el falo. El Edipo es una respuesta que nos damos desde la neurosis a ese caos.

El fantasma, el Edipo, el síntoma, es la construcción de un sujeto, lo que se construye en un análisis.

A continuación nos explica por qué tuvo que empezar tres veces el análisis para que lo que se produjera como resto fuera la posibilidad de un analista orientado por lo real.
El primero lo hizo con un psiquiatra freudiano con el que se produjo un encuentro con las palabras analíticas y con el que  captó una forma de hablar diferente que producía otro tipo de efectos pero no fue un trabajo analítico como tal. Con él cayó el ideal de la pedagogía  y apareció el de convertirse en analista.
El segundo lo hizo con una analista kleineana con la que aprendió algo de la exterioridad del propio deseo que viene del otro. Ella estaba comprometida con Lacan y su enseñanza y se analizaba con ella; la analista le dijo " ¿no debería analizarse con un lacaniano?" Esto la situó frente a su deseo, tuvo que elegir, dar pasos,caminar, arriesgarse. También aprendió lo que es tener una posición ética, la posibilidad de perder a un analizante como algo fundamental para poder acabar un análisis.
El tercero fue un analista kleineano pero con alguna fomación lacaniana, con el que llegó al final de su análisis, pero no como lo entendemos en la orientación lacaniana.
Asistir en París al homenaje por el décimo aniversario de la muerte de Lacan la puso en contacto con lo vivo de Lacan: sus amigos, su familia, sus alumnos, y este encuentro la hizo trasgredirse a sí misma, querer ir más allá, y querer entrar en la Escuela. Su filiación a Lacan era de deseo, y no podía continuar con este analista. La Escuela era el representante de lo real en la transferencia y la encontró en este viaje a París.
En este punto en el que ella nos cuenta lo que supuso este viaje a Paris, nos habla de la trascendencia de lo "vivo" de los textos de Lacan, del deseo de Lacan , de lo importante que es seguir el deseo de Lacan en sus textos, lo que late en ellos: no hay transmisión posible del psicoanálisis si no se trasfiere algo del deseo. Para que haya analista tiene que haber algo de lo vivo palpitando, tiene que haber entusiasmo.

Se analizó en París con el analista definitivo y lo eligió porque presenció una escena en la que él, una de las figuras más importantes del psicoanálisis, montaba en cólera con un bedel y allí Anna Aromí vió "el látigo" de su padre. El látigo era un objeto que ella le puso a su padre para elevarlo de estatura en todos los sentidos: un padre feroz, con talla, en el que poder creer, y un padre a la altura del deseo de su madre.

A continuación hace referencia al Seminario "El sinthome" para hablar de la lectura como un anudamiento, y nos relata una escena infantil para ilustrarlo: cuando tenía dos años su madre volvió a casa después de haber dado a luz, con el bebé en brazos. Ante esta imagen de su madre, la niña anudó lo siguiente: vio al otro completo y la respuesta histérica fue darse la vuelta y marcharse, es decir, ella misma se sustrae de la escena para que al otro le falte algo, para que aparezca el deseo. Para leer, para anudar, es necesaria la escritura, la escritura como sostén del pensamiento. Lacan para situar su paradigma, su concepción de lo que es ser viviente y por lo tanto de lo que es el psicoanálisis utiliza los nudos. La idea de lo real, simbólico e imaginario, la base, es que están separados, y la pregunta es qué los mantiene juntos. En Joyce es lo imaginario lo que se escabulle, y en la neurosis hay vocación de dispersión, entonces lo importante es ver cuál es el cuarto elemento que los mantiene anudados. Aquí cobra relevancia el síntoma porque es a la vez el motor que empuja un análisis y también lo que permite pensar por que el síntoma no es un impensable, con él podemos avanzar.

Esto enlaza con la idea de que un análisis tiene que estar anudado a lo vivo del analizante y tiene que consonar con lo vivo del analista que fue analizante, y ahí sitúa la cuestión del riesgo absoluto: Lacan tenía la vivencia del riesgo absoluto, se la jugaba cuando preparaba sus seminarios. Dice Anna Aromí que si no nos jugamos nada de lo vivo, ¿nos estamos analizando?.

¿De qué manera opera un análisis? ¿cómo se obtienen efectos en un análisis? Gran parte del análisis es la construcción y atravesamiento del fantasma como algo simultáneo que se hace por capas, van cayendo identificaciones: la alta, la viril... "La fuerte" tocó directamente la transferencia. Tuvo un pinzamiento ciático que el analista interpretó como "de un solo golpe se ha quedado así", es decir ella hace existir el látigo y aparece este pinzamiento. Ya no es látigo del otro, es el propio cuerpo como otro. Y estaba ligado a la transferencia, era un llamado al otro para que no la soltara en un
momento en que ella vislumbraba el final de análisis. El analista con su interpretación puso al otro en su lugar, nadie la había golpeado, no era el padre, el Edipo, no era el analista, era "usted con su goce", "usted con quien se las tiene que ver es con la pulsión no con el padre".
 Tras el pinzamiento tuvo el sueño de la "gamba": en él se ve su pierna tapada con un calcetín y una parte de la falda del uniforme, pero una parte queda al descubierto, a la vista, es decir está la pulsión escópica, no está tapada por lo simbólico. Ese trozo de pierna es ella, es su lado pulsional ofreciéndose a la mirada del otro. Este recorte es el objeto a, es la parte que no fue simbolizada por la cadena significante. La gamba es un equivalente del huevo, es una metonimia del huevo: ya no era ella dentro del huevo esperando que alguien le dijera si era niño o niña, sino que era una parte del cuerpo captando la mirada del otro.

El análisis hubiera podido detenerse aquí si se hubiera tratado de la construcción y el atravesamiento del fantasma pero ahora se ha caminado y se espera otras cosas del pase, es decir que entre el análisis, el saber y la escuela (el pase es la escuela) hay un nudo que no se puede deshacer.

La pieza suelta muy elaborada que se obtiene con el atravesamiento del fantasma no nos permite responder a las preguntas que Lacan se plantea a partir de "Encore", es decir, sobre el goce femenino. Lacan necesitó los nudos para responder a lo que había encontrado porque el goce femenino no se deja encerrar en el fantasma, en el objeto a.

El goce femenino no es solo un problema para las mujeres sino que los hombres también tienen que vérselas con él, y el cuerpo está implicado porque el goce femenino solo se localiza a partir del falo. Lacan nos habla de la película “El imperio de los sentidos” porque en ella se muestra cómo en el goce femenino está lo que queda del fantasma y lo que va más allá de él, cómo el falo no puede contener todo el goce femenino.

El  problema para el psicoanálisis es cómo se obtienen cambios en el análisis. Las respuestas a esta cuestión son siempre epistémicas, clínicas y políticas. El problema del psicoanálisis es ético y se podría formular como ¿qué hace lazo? Entonces, si partimos de la no proporción, ¿qué anuda una realidad vivible? Lacan dio varias respuestas a la pregunta ¿qué hace lazo? de las que podemos destacar tres:
En el seminario XI a través de los círculos de Euler, que explican qué hace lazo entre el sujeto y el otro a partir de la alienación y la separación, y el resto que queda de la operación que es el objeto a.
El Nombre del Padre: en la metáfora paterna lo importante es la significación del sujeto, quién es, qué es y esto lo obtiene a partir de la interpretación que el nombre del padre hace del goce de la madre.
En el seminario XVII, se explica el lazo entre lo simbólico y lo real a partir de los cuatro discursos que son cuatro formas de organización del goce a partir del desplazamiento entre cuatro lugares y cuatro elementos.

Lacan llega a los nudos cuando va más allá del Edipo de la mano del goce femenino y reconoce que no le sirve porque el padre fracasa en su función de anudamiento de este goce. El padre trata el goce pero deja un resto, el objeto a, que es el núcleo del síntoma. Cuando se dice que el padre es un fantasma estamos diciendo que la castración, en el sentido de la operación sobre el goce es otra cosa, es la père-version, en la que el padre da una versión de lo que ocurre cuando el hombre se sitúa frente a una mujer. No es el padre de la ley, es el padre del deseo, ya no es la madre sino una mujer, los hijos ya no son el falo de la madre sino que son restos de la relación del padre con una mujer.

Entonces ¿qué mantiene juntos lo simbólico, lo imaginario y lo real cuando su tendencia es ir sueltos? Lacan parte de la psicosis para interrogar a la neurosis y no al revés y esto lo hace en el  Seminario El Sinthome y supone un esfuerzo muy grande para los analistas ya que éstos creían que  la guinda de un análisis era el atravesamiento del fantasma y la formación que hacen tiene que  tener un efecto en los análisis; el nudo  escuela-formación-análisis es una apuesta radical y hacer existir ese nudo es lo vivo del psicoanálisis. Pensar que uno se analiza para obtener un  objetivo preestablecido mortifica el análisis e impide la salida. Anna Aromí se preguntaba cuál  era su sinthome. En la orientación lacaniana es una fuente de preocupación y de investigación, una pregunta útil en el empuje a seguir con el análisis pero también es un obstáculo como la  transferencia. ¿Qué encontró ella sobre su sinthome? Que no está escrito, que no deja de producirlo, se va formalizando cada vez que hace un testimonio. Aquí nos relata el sueño del Lacoste en el que ella se dirigía al cartel del pase y en la ciudad no había taxis para llegar; hay un mercadillo donde encuentra bolsos de la marca Lacoste, grandes, pequeños, auténticos, falsos…significantes que son los ideales que abandona. Acepta el ofrecimiento de una chica para llevarla en su moto que le permite recorrer el litoral. La palabra moto viene de “motus” que significa palabra en latin.
Descubrió que entre Lacoste-la costa-la cause-cos (cuerpo en catalán) existe un nudo. El sueño mismo muestra que está del lado de los vivos. Lacan dice que “la escritura es un hacer que sostiene” (p. 142 del seminario El Sinthome) el pensaminento y ella añade la palabra “dicha” que es la que hace nudo, la que hace que se sostenga la escritura, por eso su sinthome está en esta escritura que bordea lo real pero tiene que ser una palabra dicha, tiene que ser leída, traspasada a lo vivo de la transmisión para que ella haga sinthome. En su caso lo que vehiculiza la palabra escrita es lo que hace nudo para ella. Sin la comunidad analítica, sin la comunidad del pase no podría hacer funcionar su sinthome.


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