miércoles, 29 de mayo de 2013

Caricaturas de Sigmund Freud









Si bien Freud es una persona que ha aportado mucho al psicoanálisis, por su genialidad, su invención y de hacernos reflexionar sobre sus teorías, no deja de ser un personaje tan importante e influyente en nuestros tiempos.

La pregunta histérica


En los primeros informes clínicos de Freud sobre casos de histeria, Lacan lee esta pregunta como planteada en el núcleo mismo de la estructuración subjetiva, bajo las siguientes formas: ¿qué es ser una mujer?, ¿qué es lo deseable de una mujer desde la perspectiva de un hombre?, ¿qué quiere una mujer? La pregunta está latente en el caso de Elizabeth, en Dora, en la ‘bella carnicera’, tal vez también en la joven homosexual, que deja caer la pregunta sobre el Otro familiar y social: ¿por qué una mujer puede desear y elegir a otra mujer como partenaire sexual?
Lacan considera la pregunta histérica una consecuencia del hecho de que no hay inscripción en el inconsciente del sexo de la mujer, y de la necesaria asimetría que resulta de ello en la estructuración edípica. De modo que si el enfoque freudiano es sustentable, el acceso de la mujer a su posición sexuada también pasa, como en el caso del varón, por una identificación con el padre; lo que le exige un rodeo suplementario, una elaboración y un desprendimiento diferentes de la identificación al padre y al atributo fálico.
Una mujer freudiana interpreta así la cosa: lo ha visto, sabe que no lo tiene, y quiere tenerlo; no renuncia a él sino que espera que el padre se lo provea bajo la forma de un hijo, un hijo = falo. Tal respuesta a la cuestión del deseo explica en buena medida el deseo de ser madre, pero no agota sin embargo la pregunta por lo femenino, subsistente en el inconsciente en torno al agujero en lo simbólico resultante del hecho de que del lado femenino no hay correspondiente al significante fálico. Esa falta de material simbólico da al sexo femenino un carácter de vacío, de agujero en torno al cual se elabora, bajo las condiciones de la represión, la pregunta histérica: ¿qué es ser mujer, si no es ser madre?
El énfasis de Lacan es radical en este punto, llegando a sostener que la neurosis histérica se estructura en torno a esa pregunta - que por lo general permanece amordazada, que no se formula sino de un modo desplazado y zigzagueante, pero que es nuclear para la elaboración del síntoma y del fantasear histéricos -.
La estrategia histérica de interrogación de lo femenino acentúa el deseo como vacío, el deseo en tanto insatisfecho. La zona erógena es cosquilleada, contorneada mediante respuestas fantaseadas, de un modo poco apto para la satisfacción directa. Otro modo que encontrará Lacan de formularlo es diciendo que la histeria no es síntoma de Otro cuerpo, sino síntoma que se ubica a mayor distancia del cuerpo-Otro, es síntoma de otro síntoma. La idea está formulada en su conferencia Joyce, el síntoma, si una mujer es síntoma de otro cuerpo, la histeria en cambio es síntoma de otro síntoma, y por eso mismo síntoma más apto que ningún otro para el lazo social: se toma de otro cuerpo, se contagia.
Ahora bien, la histeria es una estrategia de la pregunta por lo femenino, pero no exactamente por el goce femenino, es pregunta por el deseo, que se formula con el deseo desde una posición que, aunque implica una identificación parcial al hombre, es heterosexual en el sentido lacaniano del término (llamando heterosexual a ‘lo que ama a una mujer sea cual sea su propio sexo’). En este sentido, incluso en las formas lésbicas de la histeria, que se afirman como esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad, la heterosexualidad está garantizada, inscripta en la trayectoria zigzagueante que lleva la feminidad al deseo.


Lacan, J., Seminario III, clase del 21 de marzo de 1956.
L’étourdit, Autres écrits, p. 467.


Usted

Usted es la culpable
de todas mis angustias
y todos mis quebrantos.

Usted llenó mi vida
de dulces inquietudes
y amargos desencantos.

Su amor es como un grito
que llevo aquí en mi sangre
y aquí en mi corazón.

Y soy, aunque no quiera,
esclavo de sus ojos,
juguete de su amor.

No juegue con mis penas
ni con mis sentimientos
que es lo único que tengo.

Usted es mi esperanza,
mi última esperanza,
comprenda de una vez.

Usted me desespera,
me mata, me enloquece,
y hasta la vida diera
por vencer el miedo
de besarla a usted.

"Elías Nandino" 




lunes, 27 de mayo de 2013





“Depresión”, obra de Vincent Van Gogh.





Resumen de S. Freud, Obras Completas. La interpretación de los sueños. Volumen 5 (1900)


En este texto del año 1900, Sigmund Freud plantea a los sueños como una realización alucinatoria de deseos, y por tanto como una vía privilegiada de acceso al inconciente, mediante el empleo del método interpretativo, fundado en la asociación libre. El texto es también importante, según muchos, por exponer aquí Freud en forma sistemática su primera teoría del aparato psíquico (o primera tópica).

1. Opiniones sobre el problema de los sueños

En la antigüedad clásica, los sueños eran entendidos como revelaciones divinas o demoníacas, y podían además revelar el porvenir del sujeto que soñaba. Luego, desde Aristóteles los sueños pasaron a ser una actividad del alma, y no de los dioses. Ya desde la antigüedad, con Artemidoro, los sueños incluso podían ser interpretados, o sea transformados en un lenguaje entendible. Tales planteos son pre-científicos. Los planteos científicos posteriores sobre los sueños tuvieron en cuenta de una u otra forma ocho cuestiones básicas:

* Relación del sueño con la vigilia
* La memoria en el sueño
* Estímulos y fuentes de los sueños
* El olvido del sueño al despertar
* Características psicológicas del sueño
* Sentimientos éticos en el sueño
* Función del sueño
* Sueño y enfermedad mental.

Respecto de la relación sueño-vigilia, para algunos el sueño es algo beneficioso porque nos procura una fuga de la realidad displacentera. Otros sostienen lo contrario, considerándolo como una mera continuación de la vigilia (soñamos lo que ya veníamos soñando desde la vigilia). Nótese la oposición: la primera postura plantea una división total entre sueño y vigilia, mientras que la segunda una total continuidad. Respecto de la memoria en el sueño, en general se acepta que el sueño reproduce o recuerda lo vivido durante la vigilia, aunque muchas veces simbólicamente, ya que tenemos sueños que no recordamos haber vivido nunca realmente. Hay también sueños hipermnésicos, donde se sueña algo realmente vivido pero que había sido olvidado por la conciencia, como por ejemplo los sucesos de la vida infantil. Suele ocurrir también que en el sueño aparezcan los recuerdos triviales, y no los considerados importantes durante la vigilia. Respecto de los estímulos y fuentes de los sueños, estos pueden agruparse en cuatro tipos fundamentales: a) Estímulos sensoriales externos, como cuando alguien sueña que le pegan mientras otra persona le sacude el brazo. b) Estímulos sensoriales internos: el sujeto siente hambre y entonces sueña que está en un desierto sin alimentos. c) Estímulos somáticos internos, como la señora que tenía fuertes pesadillas como consecuencia de una grave afección en el corazón. d) Estímulos puramente psíquicos: los más difíciles de comprobar, pero los más importantes para Freud. Otro problema es porqué olvidamos los sueños al despertar. Para Strümpell hay varios motivos: los sueños se olvidan por la debilidad de las sensaciones oníricas, siendo recordadas las más enérgicas. También se olvidan porque en el sueño las imágenes están inconexas, no hay lazos asociativos entre ellas que favorezcan la retención mnémica. Y un último factor es el poco interés que uno le otorga al sueño: si se dedicase a investigarlos, los recordaría mejor. Otra cuestión son las características psicológicas del sueño. Por ejemplo lo sentimos como extraño, ajeno a nosotros, a pesar de que gran parte del material onírico está en la vida despierta. Otra característica es que el sueño opera con imágenes involuntarias (y no con conceptos voluntarios como en la vigilia). Son además imágenes alucinatorias, ya que creemos estar viviéndolas realmente. Son también habitualmente imágenes incoherentes, absurdas y contradictorias. Con respecto a la ética en el sueño, hay quienes dicen que durante el sueño se conserva la moral, y otros que no, ya que se pueden soñar crímenes que uno mismo comete, actos sexuales aberrantes, etc. Sin embargo, más que la temática del sueño, importa ver qué sentimiento experimenta uno en el sueño, ya que puede cometerse un crimen en sueños y sentir angustia. Respecto de las teorías oníricas y la función del sueño, encontramos tres alternativas. a) Autores como Delboeuf sostienen que el sueño mantiene una total actividad psíquica igual que en la vigilia, aunque bajo condiciones de reposo; b) Otros ven en el sueño un descenso de la actividad psíquica y una debilitación de la coherencia: es como si el reposo paralizara la actividad psíquica. De hecho, muchos reducen el sueño a un fenómeno puramente somático y no psíquico; c) Otros sostienen que el sueño realiza determinadas funciones psíquicas que la vigilia no puede cumplir o que cumple incompletamente: recién aquí aparece el sueño como algo útil. En cuanto a las relaciones entre sueño y enfermedad mental, por último, han sido abordados estos tres problemas: a) se buscaron relaciones etiológicas y clínicas, como cuando un sueño representa o inicia un estado psicótico o queda como residuo del mismo; b) las transformaciones que sufre el sueño y la actividad onírica de los enfermos mentales; c) las relaciones y semejanzas entre el sueño y la psicosis.

2. El método para interpretar los sueños

Freud considera que todo sueño es interpretable, es decir, puede encontrarse su sentido. Esto significa 'sustituirlo' por algo que puede incluirse en la concatenación de nuestros actos psíquicos como un factor de importancia y valor equivalentes a los demás actos psíquicos. La labor de interpretar no recae sobre todo el sueño en su conjunto sino sobre sus partes componentes: el ejemplo del sueño que tuvo Freud con Irma muestra cómo aquél va interpretando cada parte por separado. El llamado 'método descifrador' no sirve, pues se basa en una especie de libro de los sueños, donde cada cosa soñada significa tal otra cosa en forma rígida, sin considerar la peculiaridad de cada sujeto. El ejemplo del sueño de Irma ilustra el método para interpretar los sueños: primero se descompone el relato en partes, y recién al final surge la interpretación final o global, en la cual se nos revela el sueño como una realización de deseos.

3. El sueño como realización de deseos

El sueño no es meramente actividad somática: es un acabado fenómeno psíquico de realización de deseos, y por tanto debe ser incluído en el conjunto de los actos comprensibles (no incomprensibles) de nuestra vida despierta, constituyendo el resultado de una actividad intelectual altamente complicada. Por ejemplo, en el sueño de Irma, Freud satisface su deseo de vengarse de su amigo Otto y el doctor M.

4. La deformación onírica

El deseo aparece disfrazado en el aspecto manifiesto del sueño, en lo efectivamente soñado, proceso denominado 'deformación onírica'. Freud se pregunta porqué tiene que haber una deformación, ya que podría haber ocurrido que el sueño expresara el deseo en forma directa, sin deformación. Esta deformación es intencional y se debe a la censura que el sujeto ejerce contra la libre expresión de deseos, por encontrarlos censurables por algún motivo.
Hay sueños negativos de deseos, donde lo que aparece es el incumplimiento de un deseo. Para esto se dan varias explicaciones, entre las cuales está la satisfacción de una tendencia masoquista. No obstante sigue en pie la conclusión general de Freud: los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos.

Resumen ampliado del capítulo 4

Nos preguntamos cómo los sueños de contenido penoso podían ser interpretados como realizaciones de deseos, y ello es perfectamente posible cuando ha tenido efecto una deformación onírica; esto es, cuando el contenido penoso no sirve sino de disfraz de otro deseado. Los sueños penosos contienen, algo penoso para la Cc., pero que al mismo tiempo cumplen un deseo del Inc. El análisis nos demuestra que el sueño posee realmente un sentido: el de una realización de deseos. En el tratamiento analítico de un psiconeurótico comunico al sujeto todos aquellos esclarecimientos psicológicos con ayuda de los cuales he llegado a la comprensión de los síntomas; pero estas explicaciones son siempre objeto, por parte del enfermo, de una implacable crítica, se niegan a aceptar que todos los sueños son realizaciones de deseos, como por ejemplo esta paciente histérica:

- Dice usted que todo sueño es un deseo cumplido. Pues bien: le voy a referir uno que es todo lo contrario. En él se me niega precisamente un deseo: «Quiero dar una comida, pero no dispongo sino de un poco de salmón ahumado. Pienso en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que es domingo y que las tiendas están cerradas. Intento luego telefonear a algunos proveedores, y resulta que el teléfono no funciona. De este modo, tengo que renunciar al deseo de dar una comida.»

¿De qué material ha surgido este sueño?. Su marido, un carnicero, le había dicho el día anterior que estaba demasiado gordo e iba a comenzar una dieta y haría gimnasia, y sobre todo, no aceptaría ya más invitaciones a comer fuera de su casa. Hace mucho tiempo que ella tiene el deseo de tomar caviar, pero no quiere permitirse el gasto que ello supondría. Naturalmente, tendría el caviar deseado en cuanto expresase su deseo a su marido. Pero, por el contrario, recientemente le ha pedido que no se lo traiga nunca para poder seguir embromándole con este motivo.

La paciente se ve obligada a crearse en la vida un deseo insatisfecho. Su sueño le muestra también realizada la negación de un deseo. Después de una corta pausa, declara que ayer fue a visitar a una amiga suya de la que se halla celosa, pues su marido la celebra siempre extraordinariamente. Por fortuna, dice, está muy seca y delgada y a su marido le gustan las mujeres de formas llenas. Su amiga habló durante la visita, de su deseo de engordar. Además, le preguntó: «¿Cuándo vuelve usted a convidarnos a comer? En su casa se come siempre maravillosamente.»

- Es como si ante la pregunta de su amiga hubiera usted pensado: "¡Cualquier día te convido yo, para que engordes hartándote de comer a costa mía y gustes luego más a mi marido!". De este modo, cuando a la noche siguiente sueña usted que no puede dar una comida, su sueño realiza su deseo de no colaborar al redondeamiento de las formas de su amiga. La idea de que comer fuera de su casa engorda le ha sido sugerida por el propósito que su marido le comunicó de rehusar en adelante toda invitación de este género, como parte del régimen al que pensaba someterse para adelgazar. Ahora bien, ¿Por qué ha escogido usted en su sueño precisamente «salmón ahumado»?

- Sin duda porque es el plato preferido de mi amiga. (Casualmente a esta señora le sucede con este plato lo mismo que a mi paciente con el caviar; esto es, que, gustándole mucho, se priva de él por razones de economía.)

Este mismo sueño es susceptible de dos interpretaciones que no se contradicen, sino que constituyen un ejemplo del doble sentido habitual de los sueños. Su deseo es que no se realiza un deseo de su amiga, pero en cambio sueña que no se le realiza a ella otro suyo. La sujeto no se refiere a sí misma en el sueño sino a su amiga, sustituyéndose a ella en el contenido manifiesto, es decir se identifica con ella.

La identificación es un factor importantísimo del mecanismo de los síntomas histéricos, y constituye un medio por el que los enfermos logran expresar en sus síntomas los estados de toda una amplia serie de personas y no únicamente los suyos propios. De este modo sufren por todo un conjunto de hombres y tienen la facultad de imitar todos los síntomas que en otros enfermos les impresionan. El proceso psíquico en la imitación histérica equivale a un proceso deductivo inconsciente. Por ejemplo “si tales causas provocan ataques como ese, también yo puedo tenerlos, pues tengo idénticos motivos”. Si esta conclusión fuera capaz de conciencia, conduciría al temor de padecer tales ataques, pero como tiene efecto en un terreno psíquico distinto, se produce el síntoma temido. Así pues, la identificación no es una simple imitación, sino una apropiación basada en la misma causa etiológica, expresa una equivalencia y se refiere a una comunidad que permanece en lo Inc. La identificación es utilizada casi siempre en la histeria para la expresión de una comunidad sexual. Ella se identifica en sus síntomas con aquellas personas con las que ha mantenido comercio sexual o con las que lo mantienen con las mismas personas que ella. Tanto en la fantasía histérica como en el sueño basta para la identificación que el sujeto piense en relaciones sexuales, sin necesidad de que las mismas sean reales. Así pues el sueño de la bella carnicera expresa los celos que su amiga le inspira sustituyéndose a ella en él e identificándose con ella por medio de la creación de un síntoma, el deseo prohibido. La sujeto ocupa en su sueño el lugar de su amiga porque ésta ocupa en el ánimo de su marido el lugar que a ella le corresponde y porque quisiera ocupar en la estimación del mismo el lugar que aquélla ocupa.

5. Material y fuente de los sueños

Las fuentes de donde los sueños extraen su material, vale decir su temática o contenido, son las siguientes:

a. Lo reciente y lo indiferente
b. Experiencias infantiles
c. Fuentes somáticas
d. Fuentes comunes a todo el género humano (sueños típicos)

En los sueños solemos encontrar restos diurnos, experiencias del día anterior: esto es lo reciente. Sin embargo el sueño no acoge todas esas experiencias, sino sólo aquellas que son indiferentes o secundarias vistas desde nuestra vida despierta. Este carácter nimio de lo manifiesto, sin embargo, remite siempre a algo sumamente importante en el nivel latente. El sueño puede surgir también de impresiones infantiles que durante la vigilia hemos olvidado. Habitualmente estas impresiones no aparecen en forma directa sino a través de alguna alusión, y entonces la interpretación desarrolla y completa esta impresión infantil.
Los sueños poseen con frecuencia varios sentidos (varias realizaciones de deseos). Incluso una de ellas puede encubrir a la otra, hasta que debajo de todas ellas encontramos un deseo primordial de nuestra primera infancia.
Otras fuentes del material onírico son los estímulos somáticos. Estas fuentes se agregan a las anteriores, de manera que la teoría del sueño como realización de deseos sigue en pie. Un estímulo somático importante es la necesidad de dormir, y aquí entonces el sueño tiene por función preservar ese dormir. Un estímulo somático, placentero o displacentero, puede generar en el sueño una escena como producto psíquico (la sensación de sed evocada en la imagen del desierto); y al revés, sucede también que un contenido psíquico reprimido puede sustituírse fácilmente por una interpretación somática (por ejemplo la sobreprotección materna puede sustituírse como asfixia orgánica).
Por último, hay ciertos sueños típicos que sugieren que hay fuentes comunes a todos los seres humanos. Por ejemplo el sueño de sentir vergüenza ante la propia desnudez, la muerte de personas queridas, los sueños de dar examen, el sueño de volar, etc.

6. La elaboración onírica

La elaboración onírica es un mecanismo por el cual las ideas latentes (lo más importante del sueño) son disfrazadas o transformadas en otro código: el contenido manifiesto. Mediante la elaboración entonces lo latente aparece disfrazado en lo manifiesto, tarea que se lleva a cabo mediante mecanismos como la condensación, el desplazamiento, etc.
La brevedad del sueño manifiesto, comparada con la amplitud y riqueza de lo latente, nos obliga a pensar que hay un trabajo de condensación, por el cual en un contenido manifiesto se condensan varias ideas latentes. La condensación se ve especialmente cuando en el sueño aparecen palabras raras (las cuales condensan varias ideas).
El desplazamiento consiste en representar una idea latente en otros contenidos manifiestos que aparentemente no tienen nada que ver. En la elaboración onírica se manifiesta un poder psíquico que despoja de su intensidad a los elementos de elevado valor psíquico (latentes) y crea, además, por la superdeterminación de otros elementos menos valiosos, nuevos valores, que pasan entonces al contenido manifiesto.
Condensación, desplazamiento, superdeterminación son proceso de elaboración llevados a cabo por la influencia de la censura, que obliga a disfrazar lo latente. Lo latente debe encontrarse lo suficientemente disfrazado como para 'engañar' la barrera de la censura, de la resistencia.
Un tercer mecanismo de elaboración es la simbolización, o sea el empleo de símbolos para expresar lo latente. Por ejemplo, el sombrero como símbolo de los genitales masculinos. Tales símbolos no tienen un significado fijo o rígido, y dependen de cada sujeto.
En la elaboración onírica se da también un 'cuidado de la representabilidad', lo que significa que ideas abstractas e incoloras como suelen ser las ideas latentes, se traducen en lo manifiesto como expresiones plásticas y concretas, con lo cual entonces lo latente aparece aún más disfrazado. En general, el trabajo de elaboración hace que los sueños aparezcan como absurdos.
Lo interpretable no es solamente el sueño, sino además también todas nuestras opiniones y sensaciones que el sueño nos suscita una vez que hemos despertado. El sueño no es solamente una expresión de ideas latentes, sino también de afectos latentes. Las manifestaciones afectivas que aparecen en el sueño guardan relación con afectos latentes.
Un cuarto y último mecanismo de elaboración es la elaboración secundaria, que le da una apariencia lógica al sueño incoherente, disfrazándolo entonces aún más. En general, la elaboración no piensa, ni calcula, ni juzga: se limita a transformar o disfrazar, dando como resultado un producto llamado sueño. Las ideas latentes, para poder encontrar expresión en él, deben primero sustraerse a la influencia de la censura, lo cual se logra gracias al desplazamiento de las intensidades psíquicas hasta lograr la transformación de todos los elementos. La reproducción de las ideas debe llevarse a cabo mediante imágenes visuales o acústicas, desplazamientos que se logran gracias al cuidado de la representabilidad.

7. Psicología de los procesos oníricos

Freud enumera aquí una serie de características psicológicas del sueño, que nos ayudarán a entenderlo mejor.
En primer lugar encontramos el olvido de los sueños, lo cual se debe a la censura. Al revés, el estado de reposo hace posible la formación de sueños, al debilitarse aquella censura endopsíquica.
Otra característica del sueño es la regresión, y en este sentido el sueño se opone a muchas de nuestras actividades de la vigilia. En estado vigilia vamos desde lo sensorial, desde la huella mnémica, hacia el polo motor. Por ejemplo, una emoción o una idea suscita una acción. En el sueño ocurre a la inversa, habiendo una regresión del polo motor hacia la huella mnémica. Este mismo proceso regresivo podemos tenerlo incluso despiertos, como por ejemplo cuando recordamos algo (vamos hacia la huella mnémica). Lo que en el sueño sucede es lo siguiente: la excitación toma un camino regresivo, y en lugar de avanzar hacia el extremo motor del aparato, se propaga hacia el extremo sensible y acaba por llegar al sistema de las percepciones, produciendo alucinaciones. En los síntomas neuróticos aparecen también fenómenos regresivos. El mecanismo regresivo del sueño es explicado por Freud mediante un esquema, que se conoce habitualmente con el nombre de 'esquema del peine'.
Otra característica es el sueño como realización de deseos. No obstante, Freud aclara que un deseo insatisfecho durante el día no basta para producir un sueño esa noche: el deseo conciente sólo es un estímulo para un sueño cuando consigue despertar un deseo inconciente de efecto paralelo con el cual reforzar su energía, y este deseo inconciente es un deseo infantil.
Otra característica: el sueño de alguna forma interrumpe el reposo porque recibe excitaciones o estimulaciones que no vienen del exterior pero sí de la intimidad anímica. Sueños muy intensos pueden llegar a despertarnos, tales como los sueños de angustia. Cuando la realización de deseos en el sueño conmueve intensamente lo preconciente amenazando con interrumpir el reposo, el sueño deja de cumplir su otra función, que es preservar el dormir.
También podemos decir que el sueño se rige por el proceso primario, (y no el secundario que dirige el pensamiento lógico de la vigilia). Este proceso primario lo lleva a cabo el sistema inconciente, mientras el secundario el sistema pre-conciente.
El proceso primario se denomina de esta manera no sólo por su mayor importancia, sino porque está presente desde el principio, mientras que los procesos secundarios van desarrollándose después en forma paulatina con el fin de coartar o someter a los procesos primarios, y así poder dominarlos.
Los procesos primario y secundario son dos modos de derivación de la excitación. Por ejemplo, los primeros surgen siempre que las representaciones son abandonadas por la carga pre-conciente, quedando entregadas a sí mísmas y pudiendo realizarse con la energía no coartada de lo inconciente, que aspira a una derivación o descarga de esa excitación.
No debemos pensar por esto que la representación psíquica circula de un lugar a otro dentro del psiquismo (sentido tópico), sino más bien que está inervada de distinta manera (sentido dinámico). Entonces inconciente y conciente no son estrictamente hablando lugares sino cualidades de la representación psíquica: esta podrá ser conciente, preconciente o inconciente no según el lugar que ocupa sino según su modo de inervación.
Lo inconciente es lo psíquico verdaderamente real: su naturaleza interna no es tan desconocida como la realidad exterior, y nos es revelada por el testimonio de nuestra conciencia tan incompletamente como el mundo exterior nos es revelado por los sentidos.

A continuación de resume con mayor detalle el punto B de este capítulo 7

En sus intentos por explicar el mecanismo de los sueños, Freud desarrolla en esta sección de "La interpretación de los sueños" su primera teoría del aparato psíquico, también llamada primera tópica freudiana.

El sueño es un acto psíquico importante y completo, y su fuerza impulsora es siempre un deseo por realizar. Su aspecto, en el que nos es imposible reconocer tal deseo, y sus muchas singularidades y absurdidades proceden de: 1) la influencia de la censura psíquica que ha actuado sobre él durante su formación, pero a más de la necesidad de escapar a esta censura, han colaborado en su formación, 2) una necesidad de condensar el material psíquico, 3) un cuidado de que fuera posible su representación por medio de imágenes sensoriales y, 4) además -aunque no regularmente-, el cuidado de que el producto onírico total presentase un aspecto racional e inteligente.
Deberemos investigar la relación recíproca existente entre el motivo optativo y las cuatro condiciones indicadas, así como las de estas últimas entre sí. Por último, se incluirá al sueño en la totalidad de la vida anímica.
En un sueño analizado anteriormente, quedó establecido que fue para permitir una realización de deseos que el proceso mental del reposo quedó convertido en un sueño.
En dicho sueño, la idea latente sería: «Veo un resplandor que viene de la habitación en la que está el cadáver. Quizá haya caído una vela sobre el ataúd y se esté quemando el niño.» El sueño reproduce sin modificación alguna el resultado de esta reflexión, pero lo introduce en una situación presente y percibida por los sentidos como un suceso de la vigilia. Este es, como sabemos, el carácter psicológico más general y evidente del sueño. Una idea, casi siempre la que entraña el deseo, queda objetivizada en el sueño y representada en forma de escena vivida.
Un examen más detenido nos hace observar que la forma aparente de este sueño nos muestra dos caracteres casi independientes entre sí. El primero es la representación en forma de situación presente, omitiendo el «quizá». El otro es la transformación de la idea en imágenes visuales y en palabras.
Por ejemplo, en el sueño de la inyección de Irma la idea latente aparece en optativo: «¡Ojalá fuese Otto el culpable de la enfermedad de Irma!» El sueño reprime el optativo y lo sustituye por un simple presente: «Sí; Otto tiene la culpa de la enfermedad de Irma.» El presente es el tiempo en que el deseo es representado como realizado, lo que también se ve en la ensoñación diurna.
El segundo de los caracteres es, en cambio, peculiar al sueño y lo diferencia de la ensoñación diurna, y consiste en que el contenido de representaciones no es pensado, sino que –por lo general- queda transformado en imágenes sensoriales a las que prestamos fe y que creemos vivir (al igual que en la alucinación). Asimismo hay en todo sueño algo externo, elementos que no han quedado transformados en imágenes sensoriales y que son simplemente pensados o sabidos del mismo modo que en la vigilia.

Para Fechner, las escenas oníricas son distintas de aquellas donde se desenvuelve la vida de representación despierta, y dice que sólo esto puede hacernos comprender las singularidades de la vida onírica.
La idea que así se nos ofrece es la de una localidad psíquica. La localidad psíquica corresponderá a un lugar situado en el interior del aparato anímico, donde surge uno de los grados preliminares de la imagen. En el microscopio y en el telescopio son estos lugares puntos ideales; esto es, puntos en los que no se halla situado ningún elemento concreto del aparato.
Nos representamos, pues, el aparato anímico como un instrumento compuesto a cuyos elementos damos el nombre de instancias o sistemas. Tales sistemas presentarían una orientación especial constante entre sí, de un modo semejante a los diversos sistemas de lentes del telescopio, situados unos detrás de otros, de manera que existiría un orden fijo de sucesión establecido por la circunstancia de que en determinados procesos psíquicos la excitación recorre los sistemas conforme a una sucesión temporal determinada, orden que puede quedar modificado en otros procesos. De los componentes del aparato hablaremos en adelante con el nombre del «sistema y».
Lo primero que nos llama la atención es que este aparato compuesto de sistema y posee una dirección. Toda nuestra actividad psíquica parte de estímulos (internos o externos) y termina en inervaciones. De este modo adscribimos al aparato un extremo sensible y un extremo motor. En el primero hay un sistema que recibe las percepciones, y en el motor, otro que libera la motilidad. El proceso psíquico se desarrolla en general pasando desde el extremo de percepción hasta el extremo de motilidad. Así, pues, el esquema más general del aparato psíquico presentaría el aspecto de la FIGURA 1 (ver al final), y no es más que la realización de la hipótesis de que el aparato psíquico tiene que hallarse construido como un aparato reflector.
En el extremo sensible, las percepciones dejan en nuestro aparato psíquico una huella mnémica (referida a la función de la memoria). Tal huella mnémica no puede consistir sino en modificaciones permanentes de los elementos del sistema. Pero, el que un mismo sistema haya de retener fielmente modificaciones de sus elementos y conservar, sin embargo, una capacidad constante de acoger nuevos motivos de modificación supone no pocas dificultades. Para salvarlas, podemos distribuir estas dos funciones en sistemas distintos, suponiendo que los estímulos de percepción son acogidos por un sistema anterior del aparato que no conserva nada de ellos, esto es, que carece de toda memoria, y que detrás de este sistema hay otro que transforma la momentánea excitación del primero en huellas duraderas. La FIGURA 2 corresponde a este nuevo aspecto del aparato psíquico (ver al final).
Sabido es que las percepciones que actúan sobre el sistema P perduran algo más que su contenido. Nuestras percepciones demuestran hallarse también enlazadas entre sí en la memoria, conforme a su primitiva coincidencia en el tiempo (hecho conocido como asociación). Ahora bien: el sistema P no puede conservar las huellas para la asociación, puesto que carece de memoria. Cada uno de los elementos P quedaría obstruido en su función si un resto de una asociación anterior se opusiera a una nueva percepción. Debemos, pues, suponer que los sistemas mnémicos constituyen la base de la asociación. Esta consistirá entonces en que, siguiendo la menor resistencia, se propagará la excitación preferentemente de un primer elemento Hm a un segundo elemento, en lugar de saltar a otro tercero. Un detenido examen nos muestra, pues, la necesidad de aceptar la existencia de más de uno de estos sistemas Hm, en cada uno de los cuales es objeto de una distinta fijación la excitación propagada por los elementos P. El primero de estos sistemas Hm contendrá de todos modos la fijación de la asociación por simultaneidad, y en los más alejados quedará ordenado el mismo material de excitación según otros distintos órdenes de coincidencia, de manera que estos sistemas posteriores representarían, por ejemplo, las relaciones de analogía, etc.
Intercalemos aquí una importante indicación. El sistema P, que no conserva las modificaciones, esto es, carece de memoria, aporta a nuestra conciencia toda la variedad de las cualidades sensibles. Por el contrario, nuestros recuerdos son inconscientes en sí. Pueden devenir conscientes, pero despliegan todos sus efectos en estado inconsciente. Aquello que denominamos nuestro carácter reposa sobre las huellas mnémicas de nuestras impresiones, y precisamente aquellas impresiones que han actuado más intensamente sobre nosotros, o sea las de nuestra primera juventud, son las que no se hacen conscientes casi nunca.
Pero cuando los recuerdos se hacen de nuevo conscientes no muestran cualidad sensorial alguna o sólo muy pequeña, en comparación con las percepciones. Todo lo que hasta ahora hemos supuesto sobre la composición del aparato psíquico en su extremo sensible ha sido sin tener en cuenta para nada el sueño ni las explicaciones psicológicas que de su estudio pueden deducirse. Este estudio nos proporciona, en cambio, gran ayuda para el conocimiento de otro sector del aparato. Hemos visto que nos era imposible explicar la formación de los sueños si no nos decidíamos a aceptar la existencia de dos instancias psíquicas, una de las cuales somete a una crítica la actividad de la otra; crítica de la que resulta la exclusión de esta última de la conciencia.
La instancia crítica mantiene con la conciencia relaciones más íntimas que la criticada, hallándose situada entre ésta y la conciencia a manera de pantalla. Hemos encontrado, además, puntos de apoyo para identificar la instancia crítica con aquello que dirige nuestra vida despierta y decide sobre nuestra actividad voluntaria y consciente. Si ahora sustituimos estas instancias por sistemas, quedará situado el sistema crítico en el extremo motor del aparato psíquico supuesto. Incluiremos, pues, ambos sistemas en nuestro esquema y les daremos nombres que indiquen su relación con la conciencia: ver FIGURA 3 al final.
Al último de los sistemas situados en el extremo motor le damos el nombre de preconciente para indicar que sus procesos de excitación pueden pasar directamente a la conciencia siempre que aparezcan cumplidas determinadas condiciones; por ejemplo, la de cierta intensidad, etc. Este sistema es también el que posee la llave del acceso a la motilidad voluntaria. Al sistema que se halla detrás de él le damos el nombre de inconsciente porque no comunica con la conciencia sino a través de lo preconciente, sistema que impone al proceso de excitación, a manera de peaje, determinadas transformaciones.
Situaremos el estímulo de la formación de los sueños en el sistema Inc., aunque, como más adelante explicaremos, no es esto rigurosamente exacto, pues la formación de los sueños se halla forzada a enlazarse con ideas latentes que pertenecen al sistema de lo preconciente. Pero también averiguaremos en otro lugar, al tratar del deseo onírico, que la fuerza impulsora del sueño es proporcionada por el sistema Inc., y esta última circunstancia nos mueve a aceptar el sistema inconsciente como el punto de partida de la formación de los sueños. Este estímulo onírico exteriorizará, como todos los demás productos mentales, la tendencia a propagarse al sistema Prec. y pasar de éste a la conciencia.
La experiencia nos enseña que durante el día aparece desplazado por la censura de la resistencia, y para las ideas latentes, este camino que conduce a la conciencia a través de lo preconciente. Durante la noche se procuran dichas ideas el acceso a la conciencia, surgiendo aquí la interrogación de por qué camino y merced a qué modificación lo consiguen. Si el acceso de estas ideas latentes a la conciencia dependiera de una disminución nocturna de la resistencia que vigila en la frontera entre lo inconsciente y lo preconciente, tendríamos sueños que nos mostrarían el carácter alucinatorio que ahora nos interesa. El relajamiento de la censura entre los dos sistemas Inc. y Prec. no puede explicarnos, por tanto, sino aquellos productos oníricos exentos de imágenes sensoriales.
Hay que pensar que en el sueño alucinatorio sucede lo siguiente: la excitación toma un camino regresivo: en lugar de avanzar hacia el extremo motor del aparato (como en la vigilia, dirección progresiva), se propaga hacia el extremo sensible, y acaba por llegar al sistema de las percepciones.
Esta regresión es muy importante en el sueño pero se ve también en el recordar voluntario, la reflexión y otros pensamientos normales donde se retrocede desde un acto complejo de representación al material bruto de las huellas mnémicas en que se basa.
Pero, porqué no sucede también esto en el sueño? Ya habíamos dicho que la elaboración del sueño llevaba a cabo una total transmutación de todos los valores psíquicos, despojando de su intensidad a unas representaciones para transferirlas a otras. Esta modificación del proceso psíquico acostumbrado es la que hace posible cargar el sistema de las P hasta la completa vitalidad en una dirección inversa, o sea partiendo de las ideas.
En suma, hablamos de regresión cuando la representación queda transformada, en el sueño, en aquella imagen sensible de la que nació anteriormente. Considerando el proceso onírico como una regresión dentro del aparato anímico, puede ahora explicarse porqué las relaciones intelectuales de las ideas, latentes entre sí, desaparecen en la elaboración del sueño o no encuentran sino muy trabajosamente una expresión. En efecto, estas relaciones intelectuales no se hallan contenidas en los primeros sistemas Hm, sino en otros anteriores a ellos, y tienen que perder su expresión en el proceso regresivo hasta las imágenes de percepción.
Mas ¿por qué transformaciones resulta posible esta regresión, imposible durante el día? Sospechamos que se trata de modificaciones de las cargas de energía de cada uno de los sistemas; modificaciones que los hacen más o menos transitables o intransitables para el curso de la excitación. Esta circunstancia constituiría aquel «apartamiento del mundo exterior» en el que algunos ven la explicación de los caracteres psicológicos del sueño. Sin embargo, al explicar la regresión del sueño habremos de tener en cuenta aquellas otras regresiones que tienen efecto en los estados patológicos de la vigilia; regresiones a las que nuestra anterior hipótesis resulta inaplicable, pues se desarrolla, a pesar de no hallarse interrumpida la corriente sensible, en dirección progresiva.
Las alucinaciones de la histeria y de la paranoia y las visiones de las personas normales corresponden, efectivamente, a regresiones, esto es, son ideas transformadas en imágenes. Pero en estos casos no experimentan tal transformación más que aquellas ideas que se hallan en íntima conexión con recuerdos reprimidos o inconscientes.
Freud menciona aquí algunos ejemplos, como el del niño que cuando quería dormir lo asaltaban visiones de caras verdes, que tenían relación con el aspecto de la cara que según su madre tenía por masturbarse. Estos y otros ejemplos robustecen la afirmación de que en estos casos de transformación represiva de las ideas hemos de tener en cuenta la influencia de un recuerdo reprimido o inconsciente, infantil en la mayoría de los casos. Este recuerdo arrastra consigo a la regresión; esto es, a la forma de representación, en la que el mismo se halla dado psíquicamente, a las ideas con él enlazadas y privadas de expresión por la censura.
Si recordamos cuál es el papel que en las ideas latentes corresponde a los sucesos infantiles o a las fantasías en ellos basadas; con cuánta frecuencia emergen de nuevo fragmentos de los mismos en el contenido latente, y cómo los mismos deseos del sueño aparecen muchas veces derivados de ellos, no rechazaremos la probabilidad de que la transformación de las ideas en imágenes visuales sea también en el sueño la consecuencia de la atracción que el recuerdo, representado visualmente, y que tiende a resucitar, ejerce sobre las ideas privadas de conciencia, que aspiran a hallar una expresión. Según esta hipótesis, podría también describirse el sueño como la sustitución de la escena infantil, modificada por su transferencia a lo reciente. La escena infantil no puede conseguir su renovación real y tiene que contentarse con retornar a título de sueño.
La importancia de las escenas infantiles en el sueño torna superflua la hipótesis de Scherner de que este se debe a una excitación interna del órgano de la visión. En todo caso, este estado de excitación ha sido creado por el recuerdo y constituye la renovación de la excitación visual experimentada en el momento real al que corresponde.
Concretando: la regresión es siempre un efecto de la resistencia, que se opone al avance de la idea hasta la conciencia por el camino normal, y de la atracción simultánea que los recuerdos sensoriales dados ejercen sobre ella. Aquello que en el análisis de la elaboración onírica hemos descrito con el nombre de cuidado de la representabilidad podría ser referido a la atracción selectora de las escenas visualmente recordadas, enlazadas a las ideas latentes.
En la teoría de la formación de síntomas neuróticos desempeña la regresión un papel no menos importante que en la de los sueños. Distinguimos aquí tres clases de regresión: a) Una regresión tópica, en el sentido del esquema de los sistemas omega. B) Una regresión temporal, en cuanto se trata de un retorno a formaciones psíquicas anteriores. C) Una regresión formal cuando las formas de expresión y representación acostumbradas quedan sustituidas por formas correspondientes primitivas. Estas tres clases de regresión son en el fondo una misma cosa, y coinciden en la mayoría de los casos, pues lo más antiguo temporalmente es también lo primitivo en el orden formal, y lo más cercano en la tópica psíquica al extremo de la percepción (adición de 1914).

Finalmente, digamos que el acto de soñar es por sí una regresión a las más tempranas circunstancias del soñador, una resurrección de su infancia con todos sus impulsos instintivos y sus formas expresivas. Detrás de esta infancia individual se nos promete una visión de la infancia filogénica y del desarrollo de la raza humana; desarrollo del cual no es el individual, sino una reproducción abreviada e influida por las circunstancias accidentales de la vida. Sospechamos ya cuán acertada es la opinión de Nietzsche de que “el sueño continúa un estado primitivo de la humanidad, al que apenas podemos llegar por un camino directo” y esperamos que el análisis de los sueños nos conduzca al conocimiento de la herencia arcaica del hombre y nos permita descubrir en él, lo anímicamente innato. 




Figura. 1



Figura. 2




Figura. 3






martes, 21 de mayo de 2013

OCTAVIO PAZ: PALABRAS MALDITAS







“En nues­tro len­guaje dia­rio hay un grupo de pala­bras prohi­bi­das, secre­tas, sin con­te­nido claro, y cuya mágica ambi­güe­dad con­fia­mos la expre­sión de las más bru­ta­les o suti­les de nues­tras emo­cio­nes y reac­cio­nes. Pala­bras mal­di­tas que solo pro­nun­cia­mos en voz alta cuando no somos due­ños de noso­tros mismos.

Len­guaje san­grado, como el de los niños, la poe­sía y las sec­tas. Cada letra y cada silaba están ani­ma­das de una vida doble, al mismo tiempo lumi­nosa y oscura.

Pala­bras que no dicen nada y dicen todo”

Octa­vio Paz.

lunes, 20 de mayo de 2013






Lacan en Televisión habla de las famosas concesiones que las mujeres pueden llegar a hacer a los hombres, y dice: “no son todas, es decir locas del todo, sino más bien acomodaticias: hasta el punto que no hay límite a las concesiones que cada una hace para un hombre” “de su cuerpo, de su alma, de sus bienes”. Esta frase que comienza con un “No hay límite a las concesiones... termina sin embargo con un “hay, está el limite”, pasados los lindes está el límite. ¿Cómo entender este pasaje de “No hay límites” a está el límite? Si seguimos la lectura del texto veremos que Lacan habla de la mascarada femenina, que consiste en disfrazarse de objeto, en disfrazarse de atrapa-deseo. (atrapa-fantasma), la formula de este deseo sería “ser la hora de la verdad para un hombre”. “La hora de la verdad” es la hora en que el fantasma del hombre encuentra el objeto que lo satisface.  
Lacan continúa diciendo que no es excesivo comparar a la mujer con la verdad en tanto que ni la mujer es toda, ni la verdad puede decirse toda. Y es en esa posición de no-toda que la mujer pide “algo” más, “exigiendo que el acto tenga aires de sexo”, que él no puede sostener, es el fracaso: rayado como hoja de música. ¿Qué son estos aires de sexo que él no puede sostener? Lo que él no puede sostener en el acto sexual es conseguir que el acto sexual de al sujeto la certidumbre sobre el sexo al que pertenece y no puede porque esto es imposible no porque el sea impotente. No hay acto sexual que de a un sujeto la certidumbre de que sea de un sexo. A esta imposibilidad "No hay relación sexual". El acto sexual no identifica sexualmente a una mujer. A veces en el amor en el sentido sexual puede identificar a una mujer, no como La mujer, ni siquiera como una mujer, pero si como la mujer de tal, o la amante de tal otro, o la musa de aquel artista. La exigencia que habita el amor en este sentido, no resiste la prueba del acto, por lo que Lacan concluye diciendo que en el amor lo que cuenta es el signo. Lo mejor que se puede hacer es dar signos de amor. No más que eso y ahí está el límite.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Resumen de S. Freud (1931), Sobre la sexualidad femenina.



I

En la fase del complejo de Edipo normal encontramos al niño tiernamente prendado del progenitor de sexo contrario, mientras que en la relación con el de igual sexo prevalece la hostilidad. En el caso del varoncito la madre fue su primer objeto de amor. En la niña pequeña también la madre fue, por cierto, su primer objeto; ¿cómo halla entonces el camino hasta el padre? ¿Cómo, cuándo y por qué se desase de la madre? La tarea de resignar la zona genital originariamente rectora, el clítoris, por una nueva, la vagina, complica el desarrollo de la sexualidad femenina. Ahora se nos aparece una segunda mudanza de esa índole, el trueque del objeto-madre originario por el padre.
Dos hechos me llamaron sobre todo la atención. He aquí el primero: toda vez que existía una ligazón-padre particularmente intensa, había sido precedida, según el testimonio del análisis, por una fase de ligazón-madre exclusiva de igual intensidad y apasionamiento.
El segundo hecho enseñaba que habíamos subestimado también la duración de esa ligazón-madre. Más aún: era preciso admitir la posibilidad de que cierto número de personas del sexo femenino permanecieran atascadas en la ligazón-madre originaria y nunca produjeran una vuelta cabal hacia el varón.
Parece necesario privar de su carácter universal al enunciado según el cual el complejo de Edipo es el núcleo de la neurosis. De hecho, en el curso de esa fase el padre no es para la niña mucho más que un rival fastidioso, aunque la hostilidad hacia él nunca alcanza la altura característica para el varoncito. Hace mucho que hemos resignado toda expectativa de hallar un paralelismo uniforme entre el desarrollo sexual masculino y el femenino.
La primera ligazón-madre parece como si hubiera sucumbido a una represión particularmente despiadada.

II

He anticipado los dos hechos que me resultaron novedosos, a saber: que la intensa dependencia de la mujer respecto de su padre no es sino la heredera de una igualmente intensa ligazón-madre, y que esta fase anterior tuvo una duración inesperada.
En primer lugar, es innegable que la bisexualidad, que según nuestra tesis es parte de la disposición {constitucional} de los seres humanos, resalta con mucha mayor nitidez en la mujer que en el varón. En efecto, este tiene sólo una zona genésica rectora, un órgano genésico, mientras que la mujer posee dos de ellos: la vagina, propiamente femenina, y el clítoris, análogo al miembro viril. Nos consideramos autorizados a suponer que durante muchos años la vagina es como si no estuviese, y acaso sólo en la época de la pubertad proporciona sensaciones. Lo que precede a la genitalidad en la infancia, tiene que desenvolverse en la mujer en torno del clítoris. La vida sexual de la mujer se descompone por regla general en dos fases, de las cuales la primera tiene carácter masculino; sólo la segunda es la específicamente femenina.
Paralela a esta primera gran diferencia corre la otra en el campo del hallazgo de objeto. Para el varón, la madre deviene el primer objeto de amor a consecuencia del influjo del suministro de alimento y del cuidado del cuerpo, y lo seguirá siendo hasta que la sustituya un objeto de su misma esencia o derivado de ella. También en el caso de la mujer tiene que ser la madre el primer objeto. Es que las condiciones primordiales de la elección de objeto son idénticas para todos los niños. Pero al final del desarrollo el varón-padre debe haber devenido el nuevo objeto de amor; vale decir: al cambio de vía sexual de la mujer tiene que corresponder un cambio de vía en el sexo del objeto.
El inevitable destino del vínculo de simultáneo amor a uno de los progenitores y odio al rival se establece sólo para el niño varón. Y luego es en este en quien el descubrimiento de la posibilidad de castración, como se prueba por la vista de los genitales femeninos, impone la replasmación del complejo de Edipo, produce la creación del superyó y así introduce todos los procesos que tienen por meta la inserción del individuo en la comunidad de cultura.
En el varón, sin duda, resta como secuela del complejo de castración cierto grado de menosprecio por la mujer cuya castración se ha conocido. A partir de ese menosprecio se desarrolla, en el caso extremo, una inhibición de la elección de objeto y, si colaboran factores orgánicos, una homosexualidad exclusiva. Muy diversos son los efectos del complejo de castración en la mujer. Ella reconoce el hecho de su castración y, así, la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero también se revuelve contra esa situación desagradable. De esa actitud bi-escindida derivan tres orientaciones de desarrollo. La primera lleva al universal extrañamiento respecto de la sexualidad. La mujercita, aterrorizada por la comparación con el varón, queda descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y, con él, a la sexualidad en general, así como a buena parte de su virilidad en otros campos. La segunda línea, en porfiada autoafirmación, retiene la masculinidad amenazada; la esperanza de tener alguna vez un pene persiste hasta épocas increíblemente tardías, es elevada a la condición de fin vital, y la fantasía de ser a pesar de todo un varón sigue poseyendo a menudo virtud plasmadora durante prolongados períodos. También este «complejo de masculinidad» de la mujer puede terminar en una elección de objeto homosexual manifiesta. Sólo un tercer desarrollo, que implica sin duda rodeos, desemboca en la final configuración femenina que toma al padre como objeto y así halla la forma femenina del complejo de Edipo. Por lo tanto, el complejo de Edipo es en la mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado; no es destruido por el influjo de la castración, sino creado por él; escapa a las intensas influencias hostiles que en el varón producen un efecto destructivo, e incluso es frecuentísimo que la mujer nunca lo supere.
La fase de la ligazón-madre exclusiva, que puede llamarse preedípica, reclama entonces una significación muchísimo mayor en la mujer, que no le correspondería en el varón. El endoso de ligazones afectivas del objeto-madre al objeto-padre constituye, en efecto, el contenido principal del desarrollo que lleva hasta la feminidad.
Nuestro interés tiene que dirigirse a los mecanismos que se han vuelto eficaces para el extrañamiento del objeto-madre, amado de manera tan intensa como exclusiva. Estamos preparados para hallar, no un único factor de esa índole, sino toda una serie, que cooperen en la misma meta final.
En primera línea han de nombrarse aquí los celos hacia otras personas, hermanitos, rivales entre quienes también el padre encuentra lugar. El amor infantil es desmedido, pide exclusividad, no se contenta con parcialidades. Ahora bien, un segundo carácter es que este amor carece propiamente de meta, es incapaz de una satisfacción plena, y en lo esencial por eso está condenado a desembocar en un desengaño y dejar sitio a una actitud hostil.
Otro motivo, mucho más específico, de extrañamiento respecto de la madre resulta del efecto del complejo de castración sobre la criatura sin pene. En algún momento la niña pequeña descubre su inferioridad orgánica, desde luego antes y más fácilmente cuando tiene hermanos o hay varoncitos en su cercanía. Enunciamos ya las tres orientaciones que se abren entonces: a) la suspensión de toda la vida sexual; b) la porfiada hiperinsistencia en la virilidad, y c) los esbozos de la feminidad definitiva.
Según dijimos, la prohibición de masturbarse se convierte en la ocasión para dejar de hacerlo, pero también es motivo para rebelarse contra la persona prohibidora, vale decir, la madre o su sustituto (que más tarde se fusiona regularmente con ella). La porfía en la masturbación parece abrir el camino hacia la masculinidad. El rencor por haberle impedido el libre quehacer sexual desempeña un gran papel en el desasimiento de la madre. Ese mismo motivo vuelve a producir efectos tras la pubertad, cuando la madre cree su deber preservar la castidad de la hija.
Cuando la niña pequeña se entera de su propio defecto por la vista de un genital masculino, no acepta sin vacilación ni renuencia la indeseada enseñanza. Cuando se capta la universalidad de este carácter negativo, se produce una gran desvalorización de la feminidad, y por eso también de la madre.
Tan pronto interviene por primera vez la prohibición, se genera el conflicto, que en lo sucesivo acompañará al desarrollo de la función sexual.
Comoquiera que fuese, al final de esta primera fase de la ligazón-madre emerge como el más intenso motivo de extrañamiento de la hija respecto de la madre el reproche de no haberla dotado de un genital correcto, vale decir, de haberla parido mujer.
Repasemos toda la serie de las motivaciones que el análisis descubre para el extrañamiento respecto de la madre: omitió dotar a la niñita con el único genital correcto, la nutrió de manera insuficiente, la forzó a compartir con otro el amor materno, no cumplió todas las expectativas de amor y, por último, incitó primero el quehacer sexual propio y luego lo prohibió; tras esa ojeada panorámica, nos parece que esos motivos son insuficientes para justificar la final hostilidad. La ligazón-madre tiene que irse a pique {al fundamento} justamente porque es la primera y es intensísima, algo parecido a lo que puede observarse sobre el primer matrimonio de mujeres jóvenes enamoradas con la máxima intensidad.
En las primeras fases de la vida amorosa es evidente que la ambivalencia constituye la regla. La intensa ligazón de la niña pequeña con su madre debió de haber sido muy ambivalente, y justamente por esa ambivalencia, con la cooperación de otros factores, habrá sido esforzada a extrañarse de ella, vale decir: el proceso es, también aquí, consecuencia de un carácter universal de la sexualidad infantil.
¿Cómo puede en tal caso el varoncito conservar incólume su ligazón-madre, que por cierto no es menos intensa? Con igual rapidez acude la respuesta: Porque le resulta posible tramitar su ambivalencia hacia la madre colocando en el padre todos sus sentimientos hostiles. Pero, en primer lugar, no debe darse esta respuesta antes de estudiar a fondo la fase preedípica del varón; y en segundo lugar, probablemente lo más cauto sea confesar que uno todavía no penetra bien estos procesos, de los que se acaba de tomar conocimiento.

III

Las metas sexuales de la niña junto a la madre son de naturaleza tanto activa como pasiva, y están comandadas por las fases libidinales que atraviesan los niños. Una impresión recibida pasivamente provoca en el niño la tendencia a una reacción activa. Intenta hacer lo mismo que antes le hicieron o que hicieron con él. El juego infantil es puesto al servicio de este propósito de complementar una vivencia pasiva mediante una acción y cancelarla de ese modo. Se muestra de manera inequívoca una rebeldía contra la pasividad y una predilección por el papel activo.
Las primeras vivencias sexuales y de tinte sexual del niño junto a la madre son desde luego de naturaleza pasiva. Es amamantado, alimentado, limpiado, vestido por ella, que le indica todos sus desempeños. Una parte de la libido del niño permanece adherida a estas experiencias y goza de las satisfacciones conexas; otra parte se ensaya en su re-vuelta {Umwendung} a la actividad.
En el juego con la muñeca, donde ella misma figura a la madre como la muñeca al nene. La preferencia de la niña -a diferencia del varón- por el juego de la muñeca suele concebirse como signo del temprano despertar de la feminidad.
La actividad sexual de la niña hacia la madre, tan sorprendente, se exterioriza siguiendo la secuencia de aspiraciones orales, sádicas y, por fin, hasta fálicas dirigidas a aquella. Hallamos los deseos agresivos orales y sádicos en la forma a que los constriñó una represión prematura: como angustia de ser asesinada por la madre, a su vez justificatoria del deseo de que la madre muera, cuando este deviene conciente.
En el estadio sádico-anal la intensa estimulación pasiva de la zona intestinal es respondida por un estallido de placer de agredir, que se da a conocer de manera directa como furia o, a consecuencia de su sofocación, como angustia. Esta reacción parece agotarse en años posteriores.
Entre las mociones pasivas de la fase fálica, se destaca que por regla general la niña inculpa a la madre como seductora, ya que por fuerza debió registrar las primeras sensaciones genitales, o al menos las más intensas, a raíz de los manejos de la limpieza y el cuidado del cuerpo realizados por la madre (o la persona encargada de la crianza, que la subrogue). El hecho de que de ese modo la madre inevitablemente despierta en su hija la fase fálica es el responsable de que en las fantasías de años posteriores el padre aparezca tan regularmente como el seductor sexual. Al tiempo que se cumple el extrañamiento respecto de la madre, se trasfiere al padre la introducción en la vida sexual.
En la fase fálica sobrevienen por último intensas mociones activas de deseo dirigidas a la madre. El quehacer sexual de esta época culmina en la masturbación en el clítoris.
El extrañamiento respecto de la madre es un paso en extremo sustantivo en la vía de desarrollo de la niña; es algo más que un meto cambio de vía del objeto. Al par que sobreviene se observa un fuerte descenso de las aspiraciones sexuales activas y un ascenso de las pasivas. Es cierto que las aspiraciones activas fueron afectadas con mayor intensidad por la frustración {denegación}, demostraron ser completamente inviables y por eso la libido las abandona con mayor facilidad, pero tampoco faltaron desengaños del lado de las aspiraciones pasivas. Con el extrañamiento respecto de la madre a menudo se suspende también la masturbación clitorídea, y hartas veces la represión de la masculinidad anterior infiere un daño permanente a buena parte de su querer-alcanzar sexual. El tránsito al objeto-padre se cumple con ayuda de las aspiraciones pasivas en la medida en que estas han escapado al ímpetu subvirtiente {Umsturz}. Ahora queda expedito para la niña el camino hacía el desarrollo de la feminidad, en tanto no lo angosten los restos de la ligazón-madre preedípica superada.
Hallamos en acción las mismas fuerzas libidinosas que en el varoncito, y pudimos convencernos de que, en ambos casos, durante cierto tiempo se transita por idénticos caminos y se llega a iguales resultados.
Luego, factores biológicos desvían a esas fuerzas de sus metas iniciales y guían por las sendas de la feminidad aún a aspiraciones activas, masculinas en todo sentido.