Sobre los mecanismos psíquicos de los fenómenos
histéricos (1893)
Charcot (Histeria Traumática): Un trauma
para devenir histérico tiene que ser grave, que conecte con una representación
de un peligro mortal, pero no debe cesar la actividad psíquica. Debe tener una
relación con una parte del cuerpo. En el ataque se repite la escena del
accidente. La parálisis histérica también puede ser efecto de sugestión verbal
por medio de hipnosis. Para que una escena produzca una parálisis el enfermo
debe estar en un estado mental hipnoide, similar al de la sugestión traumática.
Para estudiar la histeria no traumática es
necesario poner a los enfermos en estado hipnótico, y preguntar por el origen
de los síntomas. Tras los fenómenos histéricos se esconde una vivencia teñida
de afecto, que determina unívocamente el síntoma. Si se equipara esta vivencia
teñida de afecto con la traumática, se arriba a la conclusión que existe una
total analogía entre la parálisis traumática y la histeria no traumática.
Casos: Anna O. (contractura en el brazo), Emmy
von N. (chasquido de la lengua). A menudo una ocasión sola no alcanza para
fijar un síntoma, pero si se presenta varias veces con un cierto afecto, luego
se fija y permanece. La determinación de un síntoma por el trauma psíquico consiste
en una referencia simbólica de éste. Por ejemplo, en el caso Cäcilie, que sus
dolores de cabeza se produjeron cuando su abuela la “penetró” con la mirada.
Existe un propósito de expresar el estado psíquico por uno corporal, y la
lengua ofrece los puentes.
Toda histérica es traumática en el sentido de trauma
psíquico. Y se pueden estudiar los fenómenos histéricos
siguiendo el mismo esquema de la histeria traumática.
Si se consigue llevar al enfermo hasta un
recuerdo bien vívido, queda gobernado por un afecto y si se lo constriñe a
expresarlo en palabras, a la vez que produce un afecto violento, vuelve a
aparecerle muy acusado aquel fenómeno de los dolores y el síntoma desaparece
(cuando cesa la causa, cesa el efecto). Permite vivenciar la escena por segunda
vez, y completar la reacción, aligerándose del afecto de la representación que
estaba estrangulado. Este es el método catártico.
El recuerdo ha conservado su pleno afecto. Si
un ser humano experimenta una impresión psíquica, se acrecienta en su sistema
nervioso una suma de excitación, por vía sensorial, y su
empequeñecimiento se produce por vías motrices. La reacción adecuada es
descargar cuanto le fue cargado, es decir la acción. Si la reacción está
totalmente interceptada, el recuerdo conserva su afecto, y este padecer es una
mortificación tolerado en silencio. Toda vez que el afecto no se pudo
abreaccionar, él puede convertirse en trauma psíquico. Ya sea que la ofensa se
tramite por representaciones contrastantes evocadas en su interior o no, el
afecto adherido es susceptible al desgaste y sucumba al olvido con el paso del
tiempo. En el histérico, en cambio, hay unas impresiones que no se despojaron
de afecto, y ocupan una posición excepcional frente al desgaste. El histérico
padece de unos traumas psíquicos incompletamente tramitados o abreaccionados.
Las condiciones bajo las cuales los recuerdos
devienen patógenos son: representaciones tales que el trauma fue grande, y el
sistema nervioso no pudo tramitarlo; el contenido imposibilita o simplemente la
persona rehúsa la reacción. Otro grupo de casos son ínfimas pero cobran alta
significatividad por sobrevenir en momentos de una predisposición
patológicamente acrecentada (autohipnosis), en el que no puede dar trámite
asociativo a la representación. Hay una conciencia doble que inclina a la
disociación y al surgimiento de estados anormales de conciencia.
Neuropsicosis de defensa (1894)
I. Enlace
inteligible entre el mecanismo psicológico entre fobias, representaciones
obsesivas y la histeria. Son de defensa por el intento de reprimir una
representación inconciliable.
El complejo sintomático
de la histeria, justifica el supuesto de una escisión de la conciencia con
formación de grupos psíquicos separados.
-Janet: la escisión de
conciencia es un rasgo primario de la alteración histérica, debido a la endeblez
innata de la aptitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del campo de
conciencia.
-Breuer: condición de la histeria es el
advenimiento de estados hipnoides, oníricos, aptitud limitada para la
asociación, la escisión de conciencia es secundaria, adquirida. Se produce en
virtud de que las representaciones que afloran están segregadas del comercio
asociativo con el resto del contenido de conciencia.
Esta es una de las formas de histeria en las
que la escisión de conciencia no es primaria. Las otras son:
-Histerias de defensa: La escisión del contenido de conciencia es la
consecuencia de un acto voluntario del enfermo;
-Histerias de retención puras: se interceptó la reacción frente al estímulo
traumático, y luego serán tramitados por abreacción.
Histerias de defensa:
Sobrevino un caso de inconciliabilidad en su
vida de representaciones, una vivencia que despertó un afecto tan penoso que
decidió olvidarla, no pudiendo solucionar la contradicción que le oponía. Nacen
del vivenciar sexual, e intentan ahuyentarlo o sofocarlo. Ese olvidó no se
logró y llevó a diversas reacciones patológicas que provocaron una histeria,
representación obsesiva o psicosis alucinatoria. También se necesita una predisposición
patológica.
El camino de la sofocación al síntoma trascurre
en la tarea del Yo defensor de tratar como no acontecida la representación
inconciliable, pero como la huella mnémica y el afecto están ahí, no se los
puede extirpar, una solución es convertir esta representación intensa en una
débil, arrancándole el afecto. En la histeria el modo de volver inocua la
representación inconciliable es trasponer a o corporal la suma de excitación (conversión).
Puede ser total o parcial y sobrevendrá en aquella inervación que mantenga
un nexo con la vivencia traumática.
El Yo queda exento de contradicción, pero queda un símbolo mnémico, que habita
la conciencia, sea como una inervación motriz irresoluble o como una sensación
alucinatoria, y permanecerá hasta que sobrevenga una conversión en sentido
inverso. La Huella Mnémica de la representación reprimida no ha sido
sepultada sino que forma el núcleo de un grupo psíquico segundo. Una vez
formado en un momento traumático ese núcleo para una escisión histérica, su
engrosamiento se produce en otros momentos traumáticos auxiliares, toda vez que
una impresión de la misma clase aporte un nuevo afecto a la representación
debilitada, y se enlace psíquicamente.
La excitación esforzada por una vía falsa al
cuerpo consigue volver hasta la representación de vez en cuando y constriñe a
la persona a su procesamiento asociativo o a su trámite en ataques histéricos.
El método catártico consiste en volver a guiar la
excitación de lo corporal a lo psíquico, mediante un trabajo de pensamiento
reequilibrar la contradicción y descargarla por medio del habla.
La hipnosis ensancha la conciencia y vuelve
accesible el grupo psíquico escindido.
El factor característico de la histeria es la aptitud
para la conversión; solo lleva a la histeria en caso de inconciliabilidad
psíquica o almacenamiento de la excitación.
II. Si no tiene capacidad convertidora, y para defenderse de una
representación inconciliable se divorcia de su afecto, el monto de afecto
permanece en el ámbito psíquico. La representación debilitada queda segregada
de toda asociación dentro de la conciencia, aunque permanece dentro de ésta,
pero su afecto se adhiere a otras representaciones no inconciliables, que en
virtud de este enlace falso devienen obsesivas. La fuente del afecto de un
enlace falso es la vida sexual, que conlleve las mas abundantes ocasiones para
la emergencia de representaciones inconciliables. En general apareció una vez
que el empeño voluntario de ahuyentarlo hubo alcanzado su propósito. Entonces
la representación se divorcia de su afecto y se enlaza con otra representación
en sí no inconciliable, (enlace falso). Los caminos por lo que se consigue son
físicos. El afecto de la representación obsesiva aparece dislocado,
trasportado, y se puede ensayar la retraducción a lo sexual. El
enlace falso es otra representación que sea compatible con un afecto de esa
cualidad o tenga ciertos vínculos a raíz de los cuales parezca utilizable como
su subrogado. La representación inconciliable fue excluida de la conciencia, y
constituyen el núcleo de un grupo psíquico segundo.
La neurastenia a diferencia de las neurosis
obsesivas, no presenta un mecanismo psíquico.
III. Hipótesis auxiliar: en las funciones psíquicas vale distinguir un monto de
afecto o suma de excitación que tiene todas las propiedades de una cantidad,
que es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento, y descarga, y
difunde por las huellas mnémicas de las representaciones como una carga
eléctrica por la superficie de los cuerpos.
La Proton Pseudos Histérica (“Emma”)[1] (1895)
La compulsión histérica es un proceso
primario, y la fuerza que mueve este proceso es la defensa del Yo. Sucede
en el ámbito sexual.
Emma salió de una tienda presa de un afecto de
terror, y se despiertan los pensamientos que se reían de su vestido, y uno le
gustó sexualmente. Sin embargo, los recuerdos despertados no explican ni la
compulsión ni el determinismo del síntoma.
Hay un segundo recuerdo, que tuvo en el
momento de la Escena I. Siendo una niña fue dos veces a una pastelería y
el encargado le pellizcó los genitales. Se reprochó haber ido una segunda vez.
La escena I se entiende por la escena II. La conexión asociativa entre ambas es
la risa, que en la escena I le recordaba inconscientemente a la del
pastelero de la escena II. El recuerdo despierta un desprendimiento sexual,
que se traspone en angustia, y en miedo a que repitan el atentado. Devienen
consiente el desprendimiento sexual (el empleado le ha gustado), el vestido y
la risa. Los enlaces falsos son: que se ríen de su vestido, y que un
empleado le ha gustado. El material que ha devenido conciente es: el vestido,
la risa, los empleados y el placer sexual. El atentado y el pastelero quedan
inconscientes. No ingresa en la conciencia el eslabón de interés, sino un
símbolo de éste, el vestido. El desprendimiento se anuda al recuerdo del
atentado, sin embargo, no surgió en la vivencia. El recuerdo despierta un
afecto que la vivencia no despierta, porque la alteración de la pubertad
posibilita otra comprensión de lo recordado. El recuerdo solo con efecto
retardado ha devenido trauma.
Estudios sobre la Histeria (1895)
Caso Cäcilie: Neuralgia facial como síntoma
histérico por simbolización. Cuando se reconstruyen escenas anteriores, se
encuentra el primer ataque de neuralgia, en el que se vislumbra una conversión
por simultaneidad. Fue una visión dolida a raíz de la cual emergió un reproche
que la movió a refrenar (esforzar hacia atrás) otra serie de pensamientos. La
neuralgia era el signo de una excitación psíquica, que fue despertada por eco
asociativo desde la vida de los pensamientos por conversión simbolizadora. La
simbolización busca de los dolores que estén presentes, uno conveniente y
persistente. También están presentes la sugestión y la conversión. La sensación
despierta la representación como interpretación de ésta, y la representación
crea la sensación como simbolización. La histeria reestablece para sus
inervaciones más intensas el sentido originario de la palabra, cuyas
sensaciones pertenecen a la expresión de las emociones.
Tenía una singular forma de presentimiento, que
era un vislumbre de lo que estaba listo en lo inconsciente y la conciencia
procesa la representación que afloraba como repentina y ocurrencia.
Para Janet la histeria es una enfermedad de endebles,
en la que se produce una escisión de la psique. La escisión sobreviene porque
su actividad psíquica está dividida y el pensar conciente dispone sólo de una
parte de la capacidad operativa.
Estudios sobre
la Histeria: Elizabeth Von R. (1895)
Presenta zonas histerógenas donde al
estimularse, se despiertan pensamientos que se encuentran escondidos detrás de
ese dolor, asociados a esa parte del cuerpo. El método consistiría en la
remoción del material patógeno estrato por estrato. Prestando atención a baches
entre los eslabones de la cadena de causaciones del relato, y aplicando la
exploración hipnótica para llegar cada vez más profundo.
La señorita Von R. sufrió una serie de
padecimientos que la llevaron a contraer una histeria. Un caso de inconciliabilidad
provocó los primeros dolores: haber abandonado a su padre enfermo toda una
tarde por estar con su enamorado. Como resultado del conflicto psíquico la
representación erótica fue reprimida de la asociación, y el afecto fue aplicado
para animar un dolor presente: conversión con el fin de la defensa. El nexo de
la zona histerógena es que era el lugar donde su padre descansaba la pierna
cuando renovaba las vendas. Las piernas comenzaban a intervenir en la
conversación: durante la terapia, mientras despertaba el recuerdo, el dolor
volvía, estaba en apogeo cuando estaba por declarar lo esencial, y desaparecía
después. El dolor era removido por la palabra (abreacción). Le había quitado cierto quantum de dolor, y cuando
hubiera dicho todo sanaría. Cada nueva ocasión psíquica de sensaciones dolidas
se enlazaba con un diverso lugar del área dolorosa de las piernas, por
asociación. Se estaba frente a una multiplicidad de síntomas similares que
parecían fusionados en uno sólo. Cada escena había dejado tras de sí una huella
pues producía una investidura permanente, que se acumulaba. Buscaba una
expresión simbólica para sus pensamientos, que lo hallaba en un incremento de
los dolores. La defensa era frente a una representación: ahora que la hermana
estaba muerta el cuñado estaba libre, y logró ahorrarse la dolorosa certidumbre
de lo que sentía creándose unos dolores corporales, y cuando esto podía
imponérsele, había generado los dolores por conversión. La resistencia a la reproducción de escenas de eficacia traumática era
la misma energía que había esforzado fuera de la asociación a la representación
inconciliable. Para Elizabeth, la
representación de sus deberes hacia el padre entraban en conflicto con el
contenido de su ansiar erótico.
El grupo de
representaciones se mantenía aislado de la asociación con el afecto por dos
motivos: los dolores se generaron al mismo tiempo que se formó el grupo
psíquico separado (motivo = resistencia), y la enferma oponía resistencia al
intento de asociación entre éste y sus restantes contenidos de conciencia
(mecanismo = conversión).
Histeria de
retención: el cuidado de un enfermo lleva a sofocar la propia emoción y
almacenarlos en su interior. Si el enfermo cura pueden desvalorizarse, pero si
muere, sólo es valioso lo referido al difunto, y entonces les toca el turno a
esas impresiones que aguardaban tramitación, momento en el cuál estalla la
histeria.
Los dolores no se
generaban mientras la enferma vivenciaba las impresiones del primer período
sino con efecto retardado, cuando la enferma reprodujo esas impresiones en sus
pensamientos. Una nueva vivencia despierta recuerdo de parecidos contenidos
previos, y luego se forman símbolos mnémicos. La conversión es por sumación de
los traumas, y puede ocurrir por vivencia fresca o recuerdos. Lo que hace de
ese afecto no tramitado factor
traumático es la cuantía de esa tensión, que crece
por adición de ocasiones semejantes más allá de lo tolerable.
El determinismo del
síntoma (dolor en las piernas) no es creado sino tomado, aprovechado y aumentado
por la neurosis, un dolor preexistente de base orgánica. Estaba presente en la
conciencia en el momento del trauma, y se enlazaba con el contenido de
representaciones a reprimir. Para que se forme síntoma histérico debe haber un
enlace asociativo entre el dolor físico y el afecto psíquico.
El empalidecimiento
o pérdida de afecto de un recuerdo depende de si se ha reaccionado
enérgicamente o no. Si no se descarga el afecto por sofocación, éste queda
estrangulado, y permanece conectado con el recuerdo. La reacción es catártica
si
fue adecuada. Con la palabra puede ser abreaccionado; también puede ser
tramitado puesto en asociación con otras representaciones que lo contradicen o
rectifican. En el caso de la histeria los recuerdos conservan su afecto, éstos
están ausentes de la memoria. Es por esto que el método catártico
es capaz de eliminar cualquier síntoma histérico, el cual es impotente, por
cierto, frente a la neurastenia y las neurosis de angustia. Éste no influye
sobre las causas, y no puede impedir que surjan síntomas nuevos en el lugar de
los abreaccionados. Éste no pierde valor por ser sintomático y no causal, ya
que el Yo fortalecido está más preparado para tramitar este afecto.
Histeria de defensa:
una representación conciente queda excluida de ésta y se forma un grupo
psíquico separado. Se produce el conflicto que lleva a su exclusión y el
enfermo no presta más atención a ésta. Estos momentos son traumáticos: en ellos ha
sobrevenido la conversión, que dieron por resultado la escisión de conciencia y
síntomas histéricos. Para la histeria de defensa debe existir uno de estos
momentos. En el caso Von R. fueron múltiples éstos momentos, posibilitados por
que una vivencia semejante aporta nueva excitación al grupo psíquico divorciado
y cancela el éxito de la conversión, al verse el Yo precisado a ocuparse de
ésta representación y establecer una nueva conversión.
Histeria hipnoide:
la representación no fue nunca conciente.
14 Conferencia: El cumplimiento de deseo
15 Conferencia: Incertezas y críticas
Sobre las perturbaciones psicógenas de la visión (1910)
Sobre la psicoterapia de la Histeria (1895)
El método psicoterapéutico cancela la acción
eficiente de la representación originariamente no abreaccionada porque permite
a su afecto estrangulado el decurso a través del decir, y la lleva hasta su
rectificación asociativa al introducirla en la conciencia normal (en estado de
hipnosis ligera) o al cancelarla por sugestión médica.
La hipnosis demostró no ser efectiva porque no
todos eran hipnotizables, y había que encontrar aquello que caracterizaba a la
histeria. En la neurastenia no hay mecanismo psíquico. La neurosis obsesiva,
tajantemente separada de ésta, posee una etiología semejante a la histérica, y
una vasta posibilidad de reducirla mediante psicoterapia. También separados de
la neurastenia están las neurosis de angustia, y poseen una
etiología diversa. Sobrevienen por una acumulación de una tensión psíquica
sexual, que si bien no tiene un mecanismo psíquico, influye sobre la vida
psíquica. Junto a la neurastenia y a la neurosis de angustia se le suma
la hipocondría como neurosis actual (etiología puramente física). Las mas de
las veces la neurosis son mixtas, las neurosis obsesivas y la histeria se
suelen combinar en una neurosis de angustia. Y se presentan juntas porque sus
factores etiológicos se contaminan. Es importante en la terapia separar las
partes histéricas de la neurosis de angustia y la neurastenia, porque puede
darse una expresión precisa al valor terapéutico del método catártico, el cual
es impotente frente a estas dos últimas. Otra barrera es que no influye
sobre las causas por lo tanto no puede impedir nuevos síntomas. La génesis
de las neurosis está las más de las veces sobredeterminada. La
eliminación de los productos de la enfermedad ejercen un efecto curativo al
prestar apoyo al yo normal empeñado en la defensa y precaverlo del
avasallamiento, limitando la neoproducción de síntomas patológicos. Fortalece
al sistema nervioso del enfermo en su capacidad de resistencia. El grupo
psíquico escindido desempeña el papel del provocador del cual surge una
cristalización en el lugar donde está predispuesto a producirse.
El método de Breuer (hipnosis) era necesario
para ensanchar la memoria y hallar los recuerdos patógenos ausentes en la
conciencia, pero había pacientes no hipnotizables, porque se rehusaban a éste
método. La forma de sortear la hipnosis y acceder a estos recuerdos fue por un
esfuerzo conciente de los pacientes de recordar, y la persuasión del médico. A
esto le agrega la presión en la frente (hipnosis reforzada). De ésta
forma disocia la atención del enfermo de su acción conciente, su voluntad. El paciente
tenía que superar una fuerza que contrariaba el devenir conciente de las
representaciones patógenas. Esta es la misma fuerza que cooperó en la génesis
del síntoma. Tales representaciones eran de naturaleza penosa, aptas para
provocar vergüenza, reproche, dolor psíquico, menoscabo, inconciliable con
las representaciones ya reunidas, que provocó la repulsión. Esa defensa que
expulsó de la conciencia la representación, se presentaba cuando intentaba
dirigir la atención hacia ella, y se mostraba como resistencia. La
representación se volvió patógena justamente por la represión.
La representación patógena está en las
cercanías y se la puede alcanzar mediante asociaciones, solo se necesita
remover algunos obstáculos, que son la voluntad de la persona. El recuerdo que
aflora es un eslabón dentro de la cadena asociativa, en cuyo término se
encuentra la representación buscada.
Para que el método de la presión funcione, el
enfermo tiene que exteriorizar todo cuanto se le venga a la mente sin juzgarlo.
La resistencia se esconde tras excusas, y lo más interesante suele estar
disfrazado de banal. Cuando hablan con menosprecio de una ocurrencia, o
desmienten su existencia, es signo de defensa lograda: tornó débil una
representación fuerte, le arrancó el afecto. Las imágenes también
permanecen mientras tengan algo que decir. Con éste procedimiento uno tiene la
dirección por la cuál investigar. El enfermo sólo se libera de síntomas
histéricos reproduciendo las impresiones patológicas causadoras y declarándolas
bajo una exteriorización de afecto, y el analista debe moverlo a ello.
La hipnosis mostró estar llena de resistencias,
lo mismo que el análisis en pacientes en estado de vigilia, y tuvo los mismos
efectos que se encontraron por medio de la sugestión.
Histeria de defensa: se genera por la represión
desde la fuerza motriz de la defensa de una representación inconciliable. La
representación reprimida se vuelve una huella mnémica debilitada, y el afecto
inerva una zona del cuerpo (conversión de la excitación). En virtud de la
represión la representación se vuelve patógena.
Histeria hipnoide: la representación deviene patógena porque ésta,
concebida en un particular estado psíquico, permanece fuera del yo. Ninguna
fuerza la apartó del yo, y en estado sonámbulo puede introducírsela en la
conciencia. No hay resistencia. En la práctica el estado hipnoide debía su
segregación a la circunstancia de imperar un grupo psíquico escindido por vía
de defensa. Por lo tanto ambos casos de histeria coinciden en sus raíces.
La más de las veces no se tiene un síntoma
único, y tampoco se puede esperar un recuerdo traumático y una representación
patógena, sino varios. El material psíquico se compone de un
núcleo de recuerdos (vivencias o ilaciones de pensamientos), y una muchedumbre
de material mnémico (en torno al núcleo, que es preciso reelaborar), y
posee una triple estratificación: ordenamiento lineal cronológico (con
la secuencia de su génesis invertida en la reproducción); concéntrico en
torno al núcleo patógeno (estratos de resistencia creciente hacia el núcleo
y zonas de igual alteración de conciencia; los estratos periféricos contienen
recuerdos concientes, y más cerca del núcleo inconscientes), ambos dos de
carácter morfológico; y según el contenido del pensamiento (enlace por
los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo, por una línea quebrada). Posee un
carácter dinámico, se corresponde a un sistema de líneas ramificadas y
convergentes en puntos nodales, que desde ahí vuelven a devanarse, y en
el núcleo desembocan varios hilos de trayectorias separadas o que muestran
conexiones laterales. Esto muestra el sobredeterminismo de los síntomas.
Puede ser que en el material patógeno haya en
juego más de un núcleo, por ejemplo cuando hay un segundo estallido histérico
con su propia etiología pero enlazado con el primero. El núcleo patógeno no se
puede extirpar del Yo pues sus estratos más externos traspasan hacia los
sectores del Yo normal al cual también pertenecen. Los estratos internos se
enajenan del Yo más y más sin que la frontera de lo patógeno comience
visiblemente. No se comporta como un cuerpo extraño sino como una infiltración
por la resistencia. La terapia consiste en disolver la resistencia y facilitar
el camino por un ámbito antes bloqueado.
El estrechamiento de conciencia se lleva a cabo
por el intento de reprimir un recuerdo el cual le genera resistencias al
enfermo. La reelaboración tropieza con dificultades, y el paso a la conciencia
se obstruye. Este material patógeno se filtrará y alcanzará la conciencia como
descompuesta en fragmentos. La terapia tiene que recomponer la
organización conjeturada. Avanzar directamente hacia el núcleo es infructuoso.
Primero hay que mantenerse en la periferia del producto psíquico patógeno,
superando leves resistencias mediante el método de la presión, para avanzar un
breve trecho; luego el enfermo empieza a colaborar por sí solo, siguiendo este
camino, y aportando material que será importante más adelante, aunque ahora se
presente inconexo (ensanchamiento periférico). Para adentrarse más hay que
adueñarse de un tramo del hilo lógico. Los relatos del enfermo poseen lagunas y
enlaces falsos, el nexo está roto, y por detrás de éstos puntos débiles se
puede acceder a los estratos más hondos, facilitado por el procedimiento de la presión.
Todo elemento que surge en análisis, como
imágenes mnémicas, son pertinentes, o indispensables como elementos de
trasmisión puesto que sólo a través de ellos pasa la asociación entre dos
recuerdos importantes. Una reminiscencia no retorna si ya fue tramitada. El
síntoma retorna con más fuerza cuando se entrometió en la región de la
organización patógena que contiene la etiología de éste, y desciende tras una
declaración del recuerdo. Si no se puede llevar a cabo se produce el síntoma
que reemplaza la acción psíquica (de acuerdo a la teoría de la conversión). Una
serie ininterrumpida lleva desde los restos mnémicos (de vivencias y actos de
pensamientos llenos de afectos), hasta los símbolos mnémicos (los síntomas).
Respecto al fracaso del procedimiento de la
presión puede ser que no haya nada para recoger, que haya una resistencia, o
que el nexo entre el paciente y el analista esté perturbado. Éste obstáculo
sobreviene en tres casos:
-Enajenación personal: se siente menospreciada
o desconfía del médico o el tratamiento; se resuelve por esclarecimiento
-Miedo al acostumbramiento: dependencia
-Enlace falso: transferencia de las
representaciones penosas al médico. Primero aflora en la conciencia el
contenido del deseo sin los recuerdos colaterales (contextuales), y en virtud a
la compulsión de asociar, se toma al analista como sujeto del deseo; despierta
el mismo afecto que en su momento ese deseo. Éste es un síntoma neoproducido
y hay que tratarlo como un síntoma antiguo. Para la paciente el trabajo sigue
siendo superar el afecto penoso por tal representación, y es indiferente si el
tema es el pasado o el reciente.
Manuscrito K (1986)
Neurosis de Defensa:
Son aberraciones patológicas de estados
afectivos normales: del conflicto (histeria), del reproche (neurosis obsesiva),
de la afrenta (paranoia), del duelo (amencia alucinatoria aguda). Conducen a un
daño permanente del Yo. La ocasión tiene que cumplir dos condiciones: ser
sexual e infantil.
Hay una tendencia defensiva normal,
desinclinación a guiar la energía psíquica de modo que genere displacer. La ley de constancia rige los mecanismos
psíquicos. Pero no se puede volver contra percepciones, sino solo contra
recuerdos y representaciones cognitivas. Es nociva cuando el recuerdo actual es
mayor al desencadenado originariamente. Este es el caso de las representaciones
sexuales. Entre la vivencia y el recuerdo se interpola la pubertad, que
acrecienta el efecto de la reanudación.
El displacer que surge de una estimulación
sexual prematura no es producto de los diques psíquicos, ya que con una libido
alta no se siente asco, moral o vergüenza. En la vida sexual existe una Fuente
Independiente de Desprendimiento de Displacer.
Pasos de la neurosis de Represión:
1.
Vivencia
sexual prematura, traumática, por reprimir.
2.
Síntoma
Primario: se despierta su recuerdo y se reprime... Síntoma Egocintónico.
3.
Estado de
defensa semejante a la salud.
4.
Retorno de
las representaciones reprimidas; nuevo síntomas Yoicos (enfermedad)... Síntoma
Egodistónico.
5.
Avasallamiento
o curación.
Lo que hace la diferencia en cada neurosis es
como retorna lo reprimido o la modalidad del síntoma.
Neurosis Obsesiva:
Vivencia primaria provista de placer: activa
(Varón), pasiva (Mujer), que recordada ocasiona la desligazón de displacer, y
genera un reproche conciente. Ambos (recuerdo y reproche) son reprimidos, y en
la conciencia se forma un síntoma contrario: escrupulosidad de la conciencia
moral.
Antes de la vivencia primaria se descubrió una
vivencia enteramente pasiva, y es el encuentro de esta vivencia con la
placentera lo que agrega displacer al recuerdo placentero y permite la
represión. La vivencia pasiva al ser tan temprana no puede impedir la génesis
de la vivencia placentera (displacerà placer à represión). Lo determinante sería la cronología en relación la una
con la otra y con el momento de la madurez sexual.
El retorno de lo reprimido es el reproche
inalterado, conciencia de culpa carente de contenido. Se liga a un contenido
desfigurado según el tiempo y el contenido (sustituto). La representación
obsesiva es un producto de compromiso, correcto según afecto (reproche) y
categoría, falso por el tiempo y análogo.
El Yo conciente se contrapone a la
representación obsesiva ayudada por el síntoma contrario, pero puede ocurrir un
avasallamiento del Yo por la representación obsesiva. Se producen síntomas
nuevos de defensa secundaria. Por lo tanto hay tres clases de síntomas:
- Primario de la defensa: escrupulosidad de la
conciencia moral.
- De compromiso de la enfermedad:
representaciones o afectos obsesivos.
- Secundario de la defensa: obsesión
caviladora, obsesión de guardar o mirar, beber (dipsomanía), ceremonial, etc.
Cuando se es conciente del reproche, suele ser
solamente el último eslabón de una cadena asociativa, el primer eslabón está reprimido,
y la obsesión se arroja sobre eslabones intermedios. La fuerza displacentera
que despierta los reproches reprimidos son estados de libido actual
insatisfecha. La tensión sexual cotidiana puede mudárseles en reproche o
síntomas defensivos.
Para la curación hay que reelaborar
representaciones intermedias de compromiso, que se vuelven obsesivas, deshacer
las sustituciones y mudanzas, y volver al reproche primario y su vivencia.
Histeria:
Presupone la vivencia primaria displacentera
pasiva. Empieza con un avasallamiento del Yo, el aumento de la tensión es tan
grande que el Yo no le ofrece resistencia, se ve precisado a consentir una
exteriorización de la descarga.
La represión y la formación de síntomas
defensivos sobreviene tras el recuerdo, y se mezcla el avasallamiento con la
defensa (síntoma y ataque). La represión acontece con formación de una
representación fronteriza entre el Yo conciente y el recuerdo traumático. El
resultado es el desplazamiento de la atención a lo largo de la serie de representación
coligada por simultaneidad. Cuando se exterioriza en el cuerpo, esta zona pasa
a ser una representación fronteriza y un símbolo de lo reprimido.
Etiología de la Histeria (1896)
I. La histeria es un efecto retardado de larga permanencia de la emoción
que una vez sobrevino. Los síntomas de la histeria derivan su determinismo de
vivencias de eficacia traumática que el enfermo ha tenido como símbolos
mnémicos de las cuales ellos son reproducidos en su vida psíquica. La terapia
consta de orientar la atención del enfermo desde el síntoma hasta la escena en
la cual se engendró, y a raíz de la reproducción de la escena traumática,
se rectifica el efecto retardado del decurso psíquico. La escena para ser
traumática debe cumplir dos condiciones: que posea la pertinente idoneidad
determinadora y fuerza traumática.
La vivencia debe justificar la cualidad de
trauma, y poseer la intensidad para provocar un trauma. La escena que lleva el
análisis muchas veces no cumple con las dos condiciones. Para Breuer una
vivencia inofensiva puede ser traumática si el enfermo se encuentra en un
estado hipnoide.
Tras la primera escena se esconde una segunda,
de la cual esta es sólo un eslabón dentro del encadenamiento asociativo. Y esta
situación se repite intercalando muchas escenas ineficaces como unas
transiciones necesarias hasta que finalmente alcanza una escena satisfactoria.
Una escena carente de una de éstas características despierta el recuerdo de
otra que posee la característica que le falta a ésta. Las escenas traumáticas
no formas nexos simples sino ramificados a modo de un árbol genealógico, pues a
raíz de cada vivencia entran en rigor dos o más vivencias tempranas. Ningún
síntoma histérico puede surgir de una vivencia real sola, sino que todas las
veces el recuerdo de vivencias anteriores, despertado por vías asociativas,
coopera en la causación del síntoma. Los síntomas histéricos sólo pueden
generarse por cooperación de recuerdos inconscientes presentes en ese momento.
Si se parte de un caso que ofrece varios
síntomas, por medio del análisis se llega a partir de cada uno a una serie de
vivencias cuyos recuerdos están recíprocamente encadenados en la asociación.
Una misma escena puede ser evocada varias veces dentro de una misma cadena, de
modo que posee nexos múltiples por enlace directo o como eslabón intermedio.
Las cadenas asociativas entran en recíprocos vínculos, y pueden despertar
recuerdos de otras cadenas, que fundamenta otro síntoma. Aquella vivencia que
pertenece a ambos es un punto nodal y pueden desencadenar dos síntomas
distintos que aparecen simultáneamente. Siempre estas vivencias son del ámbito
sexual. Luego que las cadenas mnémicas han convergido se llega a un período que
es la pubertad, sin embargo éstos son heterogéneos y de valor dispar, y no son
propicios para la causación de la histeria. El determinismo de los síntomas hay
que buscarlos en escenas anteriores de la niñez temprana, anterior al
desarrollo de la vida sexual. Unos influjos nocivos que afectan al órgano en
proceso de desarrollo causan efectos más serios y duraderos que los que
generarían en edad madura. Estas vivencias son uniformes y sustantivas, y
explican lo que la herencia no logra explicar. Estas vivencias sólo podrían
exteriorizar un efecto psíquico a través de sus huellas mnémicas, que va de la
mano del hecho que los síntomas histéricos sólo pueden nacer con la
cooperación de recuerdos.
II. Estas vivencias, empero, son infantiles, de contenido sexual pero más
uniformes que las escenas de la pubertad; el despertar sexual fue por medio de
experiencias sexuales en el propio cuerpo, de un comercio sexual. Se pueden
descubrir los factores determinadores. Estas vivencias son rememoradas como
algo ajeno, inconciliable, y produce disgusto, por lo que se tiende a querer
olvidar y negar. Las escenas infantiles suelen ser por su contenido unos
irrecusables complementos para la ensambladura asociativa y lógica de la
neurosis, y tras su inserción el proceso se vuelve evidente. Son los traumas de
los cuales arrancan la reacción histérica frente a unas vivencias de la
pubertad como el desarrollo de síntomas histéricos.
En la etiología de la neurosis tienen tanto
peso las condiciones cuantitativas como las cualitativas; es preciso que sean
rebasados ciertos valores del umbral. La representación inconciliable pone en
movimiento la defensa del yo (conflicto psíquico), lo cual provoca la
represión, esfuerza hacia lo inconsciente el recuerdo penoso y crea un síntoma
histérico. Esto se logro sólo cuando están presentes unas escenas sexuales
infantiles como recuerdos inconscientes y la representación que se ha de
reprimir puede entrar en un nexo lógico o asociativo con ella. La condición
psicológica de éstas para devenir histeria es que estén presentes como recuerdos
inconscientes (los síntomas histéricos son retoños de recuerdos de eficacia
inconsciente). Son una predisposición y sólo cobran eficacia patógena cuando
son despertadas en la pubertad como recuerdos inconscientes. La segunda
dentición forma una frontera, traspuesta la cual su causación es imposible.
En el ámbito sexual una imagen mnémica
produce una fuerza que no estaba presente en la impresión real.
III. Una escena debe su fuerza determinadora a escenas tempranas, y como
síntoma se escoge aquella representación cuyo realce es el efecto conjugado de
varios factores, evocada simultáneamente: los síntomas son sobredeterminados.
Se ve presente una irritabilidad anormal, despropósito entre estímulo psíquico
y reacción. La reacción histérica hipertrófica es exagerada sólo en
apariencia, ya que es proporcional al estímulo excitador que son los
motivos inconscientes. Hay zonas histerógenas que despiertan un recuerdo
capaz de desencadenar un ataque, sin embargo en general se hacen enlaces falsos
entre la vivencia conciente y la reacción. En los histéricos todas las
excitaciones cooperan con su efecto porque en ellos hay una incapacidad de
tramitar estímulos psíquicos (imposibilidad de mudar una impresión actual en un
recuerdo despotenciado). El papel etiológico de las vivencias sexuales
infantiles rige también para representaciones obsesivas, paranoia y otras
psicosis (neurosis de defensa).
Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis
de defensa (1896)
I. La etiología de la histeria son vivencias de eficiencia traumática,
y estos traumas se refieren a la vida sexual. Es preciso que estos traumas
correspondan a la niñez temprana, y su contenido tiene que consistir en una
irritación de los genitales. Todas las vivencias posteriores a la pubertad
despiertan la huella mnémica de esos traumas de la infancia, que desprende
afecto y conduce a la represión.
Lo sexual tiene tal poder represivo, porque la
excitación somática se traspone en psíquica. Si la vivencia cae en la época de
la inmadurez sexual, y el recuerdo es despertado durante la madurez ejerce un
efecto excitador mayor que el que produjo la vivencia, pues la pubertad ha
acrecentado inconmensurablemente la capacidad de reacción del aparato. La vida
sexual ofrece la única ocasión para esta inversión.
Los traumas infantiles producen efectos retardados
como vivencias frescas, pero los producen inconscientemente. Las neurosis de
defensa son producto de influjos nocivos sexuales que sobrevinieron antes del
ingreso en la madurez sexual, o sea, consecuencia de las huellas mnémicas
psíquicas de estas noxas.
II. En
la neurosis obsesiva al igual que en la histeria una vivencia sexual de la
primera infancia posee la misma significatividad, pero en este caso hay una
participación placentera (actividad sexual). Sin embargo siempre hay un
trasfondo histérico, producto de una vivencia pasiva anterior a la activa. Que
se genere una neurosis obsesiva o histeria depende de las constelaciones
temporales del desarrollo de la libido. Las representaciones obsesivas son
siempre reproches mudados que retornan de la represión, referidas a una acción
sexual realizada con placer en la infancia.
Períodos:
1. Inmoralidad infantil: vivencias de seducción
sexual, que posibilitan la represión, y después las acciones de agresión sexual
contra el otro sexo, que mas tarde aparecen como acciones-reproches.
2. Maduración sexual: al recuerdo de aquellas
acciones placenteras se anuda un reproche, y el nexo con la vivencia inicial de
pasividad posibilita reprimir ese reproche y sustituirlo por un síntoma
defensivo primario.
3. Defensa lograda: aparente salud.
4. Retorno de lo reprimido: enfermedad, fracaso
de la defensa. Lo que deviene conciente son formaciones de compromiso entre
las representaciones reprimidas y las represoras.
Psicopatología de la vida cotidiana:
Recuerdos de infancia y recuerdos encubridores
(1900)
Entre los más tempranos recuerdos infantiles se
encuentran los detalles más indiferentes, y no se encuentra huella de
impresiones importantes. La memoria practica una selección, siguiendo
principios diversos en la infancia que en la adultez. Los recuerdos
indiferentes son producto de un proceso de desplazamiento (descentramiento);
son el sustituto en la reproducción mnémica de otras impresiones de
efectiva sustantividad cuyo recuerdo se puede desarrollar mediante análisis,
sorteando resistencias. Deben sus conservaciones por vínculo asociativo de
su contenido con otro reprimido, por lo tanto es encubridor. El
desplazamiento puede ser: atrasador (el recuerdo encubridor es
anterior), adelantadores (posterior), y simultáneo.
La relación entre el olvido de nombres propios
con recordar fallido y la formación de recuerdos encubridores es: en el primer
caso es un fracaso manifiesto de la función mnémica (olvidar), en el segundo
parece un logro mnémico (retener); en el primero la perturbación es momentánea,
en el segundo se trata de una posesión duradera; y tienen en común que en ambos
es un desacierto en el recordar, la memoria reproduce un sustituto por
desplazamiento de una asociación superficial. En el fracaso de la función
reproductora se discierne una tendencia a favorecer un recuerdo y olvidar otro.
La amnesia infantil proporciona la clave para
entender aquellas amnesias que causan los síntomas neuróticos. Los recuerdos
conservados suelen ser falsos en tiempo y espacio o incompletas. Estos factores
no pueden ser una simple infidelidad de la memoria. Intensos poderes de la
vida posterior han modelado la capacidad de recordar vivencias infantiles.
Los recuerdos infantiles al igual que los
sueños son de carácter visual aún en personas sin memoria visual, se ve a uno
desde una tercera posición, y además se tiene más atención puesta sobre uno
mismo que sobre el exterior. No poseemos la huella real y efectiva sino una
posterior elaboración, que sufrió los influjos de múltiples poderes psíquicos. Todos
los recuerdos infantiles son encubridores.
El
olvido de los nombres propios (1900)
Es un fracaso de una función psíquica (el
recordar). No solo se produce el olvido sino un recuerdo falso. El proceso destinado a reproducir el nombre que se
busca se ha desplazado obedeciendo
ciertas leyes, y el sustituto que
acude a la memoria en su lugar está ligado por un nexo.
Caso Signorelli:
El olvido es una perturbación del nuevo tema
que emergía por el precedente: habían estado hablando acerca de costumbres de
los turcos que vivían en Bosnia y Herzegovina. Ante una enfermedad mortal ellos dicen “Herr (señor), no hay nada más que decir”. Había sacado la atención
de otra anécdota referida a la sexualidad.
Estos pensamientos, a su vez, habrían llevado al recuerdo de una noticia
que había recibido en su residencia en Trafoi,
de la muerte de un paciente. La
reminiscencia de esto se procuró una acción eficiente, al escabullirse el
nombre Trafoi en uno de los sustitutos “Boltraffio”. Había reprimido estos
recuerdos, pero lograron ponerse en conexión
asociativa con el nombre Signorelli, de suerte que erró la meta,
olvidándolo contra su voluntad, cuando hubiera querido olvidar lo otro adrede.
Los nombres sustitutivos remiten tanto a lo que quería olvidar como a lo que
quería recordar, a modo de compromiso.
Los temas reprimidos (muerte y sexualidad)
están ligados con Bosnia, Herzegovina y Trafoi.
Elli (un fragmento del nombre) retorna inmodificado en Boticelli.
El otro, que se encadena a Her (señor) y Herzegovina, es reprimido. Su
sustituto se produjo por desplazamiento a lo largo de la conexión de nombres.
Los nombres recibieron trato similar a los jeroglíficos (rebus). Las Huellas
mnémicas son predisposiciones que crearon la posibilidad de que el elemento
reprimido se apodere vía asociativa del nombre buscado y lo arrastre a la
represión. El elemento sofocado (Signorelli) busca prevalecer en alguna otra
parte.
Por lo tanto las condiciones
para el olvido son: cierta predisposición (huellas mnémicas), sofocación poco
antes, la asociación o nexo entre el nombre y el elemento previamente sofocado.
Cinco conferencias sobre psicoanálisis (1909)
Janet intentó penetrar en los mecanismos
psíquicos de la histeria, y la define como endeblez innata de la síntesis
psíquica por una alteración degenerativa del sistema nervioso. Son incapaces de
cohesionar la diversidad de los procesos anímicos.
Breuer utilizaba la hipnosis para anoticiar
aquellos nexos patógenos que no surgían en la vigilia.
Freud utiliza la persuasión, y con la mano en
la cabeza les asegura que recordarán las escenas patógenas reprimidas. Si bien
no era apropiado, se pudo concluir que los recuerdos estaban, y había que
sortear una fuerza que los constreñía a permanecer inconscientes, una resistencia.
Cancelarla es necesario para el restablecimiento. Las mismas fuerzas son
las que en su momento produjeron ese olvido y esforzaron fuera de la conciencia
las vivencias patógenas, o represión (esfuerzo de desalojo).
En todas esas vivencias había estado en juego
el afloramiento de una moción de deseo en oposición con los demás deseos del
individuo, probando ser inconciliable con las exigencias éticas y
estéticas de la personalidad. Tras un breve conflicto la representación
sucumbió a la represión, el cual le ahorraba displacer a la personalidad
anímica, protegiéndola.
Caso: Elizabeth Von R: la representación
inconciliable es “ahora que mi hermana ha muerto puedo casarme con mi cuñado”.
La enfermedad deriva de un conflicto psíquico de fuerzas anímicas en lucha. Un
afán del Yo de defenderse de recuerdos penosos. En realidad en ellos la
represión han fracasado, ya que la moción de deseo reprimida perdura en lo
inconsciente, al asecho de la oportunidad de ser activada, y envía a la
conciencia una formación sustitutiva, desfigurada e irreconocible, de lo
reprimido a la que se anudan las sensaciones de displacer que tenía antes de la
represión. Esa formación sustitutiva es el síntoma. El enfermo debe ser
movido a aceptar el deseo y guiarlo a una meta superior (o sublimación), y así
lograr el gobierno conciente.
Carta 52 (1896)
Nuestro mecanismo psíquico se ha generado por
estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de
huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción. La memoria preexiste de
múltiples formas, registrada en diversas variedades de signos. Las neuronas
reciben percepciones que se anuda a
la conciencia sin conservar huella
alguna. Conciencia y memoria se excluyen
entre si. La primera trascripción es insusceptible de conciencia y se graba
por simultaneidad. La segunda trascripción es en el inconsciente, ordenada por otros nexos. Las huellas Icc son
recuerdos de conceptos. La tercera trascripción es la preconsciente, ligada a representaciones palabra del Yo. Por último
las investiduras pueden devenir concientes
de acuerdo con ciertas reglas, posteriormente, anudada a la reanimación
alucinatoria de representaciones-palabra, de modo que neurona-conciencia es
igual a neurona-percepción y en sí carece de memoria.
En las psiconeurosis no se produce la
traducción para ciertos materiales.
Hay una tendencia a la nivelación cuantitativa:
cada reescritura posterior inhibe la anterior y desvía de ella el proceso
excitatorio.
La denegación de la traducción es la represión producto del desprendimiento
de displacer que se generaría por una traducción. Hay también una defensa normal entre trascripciones de
la misma variedad, y una patológica contra
una huella todavía no traducida de una fase anterior. Que la defensa termine en
represión no depende de la magnitud del desprendimiento de displacer, ya que un
suceso que despierta cierto displacer cuanto más a menudo se lo despierte más
inhibirá el displacer durante la trascripción-recuerdo. Pero si el recuerdo al
despertar desprende mayor displacer que el suceso, el recuerdo se comporta como
algo actual y no es inhibible en la
fase posterior. Las magnitudes de excitación que ellos desprenden crecen por sí
solas con el tiempo como el desarrollo sexual.
Un placer no inhibible constituye una
compulsión; un displacer no inhibible produce represión.
Hay tres grupos de psiconeurosis sexuales:
histeria, neurosis obsesiva, y paranoia. Los recuerdos reprimidos fueron
actuales en la histeria, entre la edad de 1 ½ año a 4, pero como no hay
represión hasta esta edad, los períodos del desarrollo psíquico y las fases
sexuales no coinciden.
Otra consecuencia de las vivencias sexuales
prematuras es la perversión, cuya condición es que la defensa no sobrevenga
antes de que el aparato se haya completado. Ambas vivencias sexuales como
actuales produjeron placer pero como recordadas displacer. Las zonas erógenas son partes del cuerpo que
reciben un desprendimiento sexual.
La
interpretación de los sueños- Capítulo V (1900)
Hay en el sueño eslabones intermedios que son
representaciones que tiene el soñante sobre una persona o cosa.
Lo que diferencia el contenido manifiesto
de los pensamientos latentes en que en el primero se cumplió un trabajo
de condensación. La cuota de condensación es indeterminable.
Aquellos pensamientos que se generaron en el
análisis están de alguna forma conectados con los pensamientos oníricos.
Sueño: 3 por 1 florín y 50 kreuzer. 3 son los
meses que la novia es más joven que ella, 1 florín y 5 kreuzer son 100 veces
menos que 150 florines que recibió su cuñada de obsequio de su marido. El
teatro estaba vacío en alusión a una situación bochornosa con su marido, en la
que no habría necesitado apurarse tanto. Lo absurdo en el sueño es que dos
personas hayan tomado tres asientos. El análisis es: “fue un disparate casarme
tan joven, habría conseguido uno 100 veces mejor, tres hombres podría haber
conseguido”. El reducir 150 florines equivale al menosprecio por el marido, los
3 meses mas joven reproducen el disparate de casarse.
La interpretación de los sueños- Capítulo VI:
El trabajo del sueño (1900)
Relaciones entre
pensamientos latentes y contenido manifiesto y proceso de transformación: el
contenido del sueño se aparece como una transferencia de los pensamientos del
sueño a otro modo de expresión, parecido al jeroglífico, cada uno de cuyos
signos ha de transferirse al lenguaje de los pensamientos del sueño,
reemplazando cada figura por una sílaba o palabra. La combinación ya no carece de
sentido.
A.
El trabajo de
condensación:
Entre uno y otro hubo un
trabajo de condensación, en el que el pensamiento latente es mucho mayor. La
cuota de condensación es indeterminable, siempre se puede seguir interpretando.
Las conexiones que se hacen durante el análisis son contactos laterales
posibilitados por vías más profundas, que ya estaban ligados en los
pensamientos latentes de algún modo.
Una de las formas en que
se condensa es vía omisión. El sueño
no es una proyección punto por punto sino un reflejo incompleto.
B.
El trabajo de
desplazamiento:
Los elementos esenciales
en el contenido manifiesto no lo son en los pensamientos latentes y viceversa.
El sueño está descentrado y se ordena en torno a elementos que no son los
principales. La valencia psíquica o intensidad (interés que posee un elemento)
no es conservada en la formación de sueños. No llega al sueño lo más importante
sino lo que está contenido en los pensamientos de manera múltiple,
sobredeterminado. Generalmente estos son elementos superficiales que están
lejos del núcleo del sueño y establecen una conexión entre ambos elementos. La
sobredeterminación no es un factor primario sino un resultado secundario de un
poder psíquico que despoja de su intensidad a los elementos de gran valencia, y
procura a los de ínfimo valor de nuevas valencias para que alcancen el
contenido. El desplazamiento es uno de los medios para alcanzar la
desfiguración.
Por lo tanto hay dos
condiciones que deben satisfacer los elementos para llegar al sueño: la sobredeterminación y haberse sustraído de
la censura de la resistencia.
C.
Los medios de
figuración del sueño
El deseo desde los
pensamientos oníricos esenciales hasta convertirse en el deseo del sueño
recorre un largo camino: primero son los retoños de los pensamientos oníricos;
luego están los pensamientos que conectan a éstos elementos inesenciales que se
volvieron importantes a causa del desplazamiento; en un tercer momento están
las asociaciones e ilaciones de pensamiento por el cual el trabajo de
interpretación vuelve del contenido manifiesto a éste segundo grupo de
pensamientos. Los pensamientos esenciales son ilaciones de pensamientos que
parten de distintos centros pero tienen varios puntos de contacto.
El sueño no dispone modo
alguno de figurar las relaciones lógicas entre los pensamientos oníricos tales
como las preposiciones, ya que el material del que está formado no permite la
expresión de éstas. Si se logra encontrar alguna es parte de los restos diurnos
y no tiene nada que ver con el sentido del sueño.
Al igual que la pintura
el sueño se las ingenia para figurar ciertas relaciones del material onírico.
El sueño refleja una conexión lógica como
simultaneidad. Da un nexo entre los fragmentos de pensamientos unificándolo
en una síntesis. Toda vez que muestra dos elementos como vecinos atestigua que
sus correspondientes pensamientos latentes mantienen un nexo. Para figurar relaciones causales la causa aparece
como un sueño prólogo y la consecuencia el sueño principal; o una figura se
muda a otra mostrando el nexo causal. En ambos casos la causación es figurada
por una sucesión. La condición se figura por simultaneidad (“si...” es igual
que “cuando”). En el caso de exclusiones (o
esto o lo otro) suele recoger en una trama sus dos términos. El sueño realiza
todas las posibilidades, reemplaza la alternativa por una conjunción “y”.
Respecto a la oposición y contradicción suele
unificarlos en un idéntico elemento (en antiguas lenguas Egipcias, Semíticas e
Indogermánicas también se utilizaba la misma palabra para designar un par de
opuestos). Muchas veces el sentido superficial es uno y el profundo es su
opuesto. También se puede invertir o mudar en el contrario un fragmento ya
configurado del contenido onírico. La relación de semejanza es figurada por una unidad, identificación en el caso que
esté ya formada en el material onírico o formación mixta si se crea nueva. El no se suele representar como una
imposibilidad de hacer algo o por un movimiento inhibido. El sueño dentro del
sueño representa la realidad que se rechaza y el sueño original que se continúa
cuando se despierta del segundo sueño es el deseo. El trabajo del sueño usa al
soñar como una forma de repulsa y da testimonio de que el sueño es cumplimiento
de deseo.
La identificación se
emplea con personas, la formación mixta cuando el material son cosas o
personas. En la identificación sólo una persona enlazada con otra/s por algo en
común se figura. En la formación mixta la figura posee rasgos de cada uno, sin
embargo cada rasgo es particular de la persona. Cuando la formación de una de
éstas falla, aparece meramente presente en el sueño sin participar.
La formación mixta sirve
para figurar algo común a dos personas, figurar una comunidad desplazada o una
comunidad desea (que una persona sea otra o que un lugar sea otro). Lo común a
los elementos del producto mixto son los pensamientos oníricos.
A veces una persona
extraña aparece, ese es el Yo que se oculta en él por identificación. Aquella
persona que siente lo que el durmiente siente es el Yo.
Respecto a la intensidad
psíquica, generalmente los elementos más intensos latentes por causa de la
censura casi nunca son acogidos en el contenido onírico. En el contenido
latente y el sueño manifiesto ocurre una subversión de los valores
psíquicos. La intensidad es determinada por dos factores: se figuran con
mayor intensidad aquellos elementos por los cuales se expresa el cumplimiento
de deseo, y son también los más determinados, de ellos parten la mayoría de las
ilaciones de pensamiento.
La forma del sueño se
usa para figurar el contenido oculto. Así si es borroso puede ser que el
soñante tenga dudas sobre cierto elemento.
Todos los sueños de una
misma noche pertenecen a una misma totalidad. Su división también tiene
sentido.
La angustia es un impulso libidinoso que parte de lo inconsciente y es
inhibido por el preconsciente.
D.
El miramiento
por la figurabilidad
El material onírico
despojado de sus relaciones sufre un desplazamiento de intensidad entre sus
elementos que fuerza una subversión de los valores psíquicos mediante
sustituciones de materiales vecinos que sirven a la condensación ya que recogen
dos elementos en uno. Otra forma de desplazamiento es la permutación de la
expresión lingüística. En ambos casos se desplaza a lo largo de una cadena
asociativa, en esferas diversas. En el primer caso se sustituye un elemento por
otro, en el segundo permutan las palabras que lo expresan por las que expresan
a otro elemento.
En este segundo caso el
desplazamiento se consuma primero trocando una expresión incolora y abstracta
por otra figural y concreta, que es susceptible de figuración. Esto además
facilita la condensación mediante una construcción léxica que sirve de
expresión a varios pensamientos.
Además del
desplazamiento y la condensación está la figurabilidad que consta las más de
las veces de imágenes visuales. El trabajo del sueño utiliza las vías que ya
encuentra facilitadas en el inconsciente, prefiere aquellas trasmudaciones del
material reprimido que en calidad de chiste y alusión tienen permitido el
devenir consciente. Suelen utilizar lo cotidiano y lo trivial para esconder los
símbolos sexuales. El sueño se sirve de las simbolizaciones ya contenidas en el
pensamiento inconsciente debido a que satisfacen mejor los requerimientos de la
formación del sueño por su figurabilidad y por estar exentas de censura.
La interpretación de los sueños- Capítulo VII:
Sobre la psicología de los procesos oníricos
(1900)
Caso: “Padre ¿no ves que me quemo?” El padre
que había asistido a su hijo hasta su muerte se duerme en la habitación vecina
a la de él, y sueña que su hijo prolifera dichas palabras. El padre se
despierta y ve un resplandor en la habitación: era el cadáver de su hijo que se
quemaba. El durmiente percibió esto y lo elaboró en su sueño. El contenido del
sueño está sobredeterminado, el dicho del niño se compone de dichos
pronunciados en vida y enlazados con sucesos importantes del padre. El sueño
es siempre cumplimiento de deseo. En él, el niño está vivo; y además
prolongó el dormir del padre.
a. El olvido de los sueños:
Primero está la infidelidad de nuestra memoria;
luego que lo recordamos de manera infiel y falseada; el intento de reproducir
el sueño es la elaboración secundaria; tal desfiguración es un fragmento
de la elaboración a que son sometidos los pensamientos oníricos a consecuencia
de la censura del sueño. Así como el sueño no es arbitrario, tampoco lo es las
alteraciones que éste presenta en su redacción. Mantienen enlace asociativo con
el contenido en cuyo lugar se ponen y nos sirven para indicarnos el camino
hacia ese contenido que puede ser el sustituto de otro. Entre los pensamientos
oníricos y el sueño sobrevino una subversión de los valores psíquicos, hay una
resistencia a la irrupción de los pensamientos oníricos en la conciencia. La desfiguración
onírica solo fue posible por sustracción de valor, y al agregarle la duda
se trata de un genuino retoño, perturbado por la resistencia psíquica. Todo
lo que perturba la prosecución del trabajo es una resistencia. También el
olvido se explica por la censura psíquica. Esta está presente cuando el
soñante cambia su discurso en algún punto, o cuando tiene un vago recuerdo. A
medida que se sortean resistencias, surgen contenidos de sueños que fueron
olvidados. El sueño mudó pensamientos abstractos, apoderándose de contenidos
concientes con una relación laxa (alegórica) con aquel, que le ofreció menos
dificultad a la figuración. Para el análisis se tiene en contra los poderes
psíquicos responsables de la desfiguración del sueño. El sueño tiene un ombligo
donde se asientan pensamientos que no se dejan desenredar, lo no conocido; y de
él se eleva el deseo del sueño.
El sueño no habría convenido de haber reinado
la resistencia que hay durante el día; ésta perdió una parte de su poder por la
noche. Si bien no fue cancelada por la desfiguración onírica, se ve disminuida
y cuando el individuo despierta está forzada a eliminar aquello que debió
admitir. El estado de dormir posibilita la formación del sueño por cuanto
rebaja la censura endopsíquica.
A cada representación es posible anudar algo
por vía asociativa, y en el discurrir de un pensamiento sin meta alguna se
llega a los pensamientos oníricos por medio de pensamientos intermedios.
Tomando otro elemento y siguiendo la cadena, se interrumpen ambos en el mismo
lugar: éste es un punto nodal. Debido a las sorprendentes conexiones con
otros elementos oníricos que se establecen y el esclarecimiento se puede hablar
de conexiones psíquicas preexistentes.
Solo podemos renunciar a representaciones-meta
conocidas, y así surgen otras ignoradas que son inconscientes, y que determinan
las representaciones involuntarias. Las representaciones sin metas, carentes de
sentido y libre de encadenamiento por asociación son inconcebibles. Las
representaciones meta pueden ser inconscientes. Las representaciones están
unidas por asociación superficial (consonancia, ambigüedad, coincidencia, juego
palabras, etc), por los enlaces de pensamientos que nos llevan desde el
contenido del sueño hasta los pensamientos intermedios, y hasta los pensamientos
oníricos. Siempre que hay enlace superficial hay otro mas profundo y
correcto sometido a la resistencia de la censura.
La censura se dirige a la trabazón de dos
pensamientos que entran a la conciencia sucesivamente, se nos ocurre un enlace
superficial entre ambos; ambos atraen a la censura por su contenido, ambos
aparecen sustituidos y solo reflejan una conexión real. Se produjo un desplazamiento
desde una asociación normal a otra superficial.
Por lo tanto abandonando las
representaciones-meta concientes se entrega a unas ocultas, y las asociaciones
superficiales son un sustituto por desplazamiento de otras sofocadas.
b. La regresión:
La fuerza impulsora de los sueños son deseos
por cumplir, pero la censura psíquica deforma por medio de la figurabilidad,
condensación y desplazamiento. Tienen la característica de ser presentes,
omitir el quizás u ojalá. Además el contenido de las representaciones se muda
en imágenes como las alucinaciones. El escenario de los sueños no es otro
que el de la vida de representaciones de la vigilia. Hay una localidad
psíquica o topos, compuesta por elementos llamados instancias o
sistemas. No hay un ordenamiento espacial sino una secuencia fija entre
ellos. A raíz de ciertos procesos los sistemas son recorridos por la excitación
dentro de una determinada serie temporal. Este aparato tiene una
dirección, parte de estímulos (internos o externos), y termina en inervaciones
(transmisión de energía a los nervios o un sistema eferente, para descargar
energía). Hay un extremo sensorial y uno motor. En el sensorial se encuentra un
sistema que recibe las percepciones, y en el motor otro que abre las esclusas
de la motilidad. El aparato psíquico de reflejos es de la siguiente manera:
En el aparato surge una primera diferenciación
en el polo Perceptivo: de las percepciones queda en el aparato una huella
mnémica que tiene la función de la memoria. Es una alteración permanente
sobrevenida en los sistemas. Un sistema recibe los estímulos y está abierto
a nuevas diferenciaciones pero nada conserva de ellos; otro traspone la
excitación momentánea a huellas permanentes.
De las percepciones conservamos más que su
contenido, también se enlazan entre sí en la memoria, con el encuentro en la
simultaneidad que en su momento tuvieron. Por lo tanto se graban por asociación.
El sistema P no tiene memoria, y no puede conservar las huellas para la
asociación sino no podría desempeñar su tarea. La base de la asociación son los
sistemas mnémicos. Desde uno de los elementos Mn, la excitación se traslada
a un segundo Mn’. Hay varios elementos dentro de los cuales la misma excitación
propagada por los elementos P experimenta una fijación. El primero de estos
sistemas Mn contendrá la fijación de la asociación por simultaneidad y
los más lejanos se fijan por otras relaciones, como semejanza.
Los recuerdos son inconscientes (susceptibles
de conciencia), y desde ahí despliegan su efectos. Nuestro carácter son las
huellas mnémicas de nuestras impresiones, y las de la juventud casi no devienen
concientes. Cuando devienen concientes no muestran cualidad sensorial alguna. En
los sistemas memoria y cualidad para la conciencia se excluyen entre sí. La
conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica.
En el sueño hay dos instancias: la criticadora
que mantiene relaciones más estrechas con la conciencia que la criticada, se
sitúa entre ésta última y la conciencia como una pantalla. La criticadora guía
nuestra vida de vigilia y decide sobre nuestro obrar conciente. El criticador
se sitúa en el sistema motor. Al último de los sistemas situados en el extremo
motor se lo llama Preconsciente, que puede alcanzar la conciencia y
posee la llave de la movilidad voluntaria. Al sistema que está detrás se lo
llama inconsciente que sólo puede alcanzar la conciencia tras
modificaciones por medio del Preconsciente. El sueño recibe el envión para su
formación en el inconsciente, con pensamientos oníricos que pertenecen
al Preconsciente. La fuerza impulsora del sueño es aportada por el deseo
onírico del inconsciente, es el punto de partida.
El carácter alucinatorio del sueño se explica
porque la excitación toma un camino de reflujo. En lugar de propagarse
hacia el extremo motor lo hace hacia el perceptivo, tiene carácter regrediente,
(desde un acto complejo de representación hasta el material en bruto de las
huellas mnémicas). En la vigilia ésta no llega más allá de las imágenes
mnémicas, no puede producir imágenes perceptivas. Durante el sueño las
intensidades adheridas a las representaciones son trasferidas íntegramente de
una a otra por obra del trabajo del sueño (condensación). Esta modificación
posibilita que el sistema P se invista hasta la plena vivacidad sensorial en la
dirección inversa partiendo de los pensamientos.
La regresión significa que la representación
vuelve a mudarse en imagen sensorial de la que una vez partió.
Esto también explica que en el sueño las
relaciones lógicas se pierdan, ya que no están presentes en los primeros
esquemas Mn, sino en otros posteriores, por lo tanto en la regresión quedan
despojados de expresión excepto por imágenes perceptivas. La ensambladura de
los pensamientos oníricos es resuelta, por la regresión, en su material en
bruto. Lo que posibilita el camino regrediente de la excitación es la clausura
del mundo exterior.
En otros casos de alucinaciones en estado de
vigilia, las imágenes poseen relación con recuerdos sofocados de la infancia o
fantasías.
La mudanza de los pensamientos en imágenes es
consecuencia de la atracción que sobre el pensamiento inconsciente que lucha
por expresarse ejerce el recuerdo. El sueño puede ser un sustituto de la
escena infantil alterado por transferencia a lo reciente. Se refresca una
excitación visual que alguna vez fue actual y ahora es recuerdo.
Esta regresión es un efecto de la resistencia
que se opone a la penetración del pensamiento en la conciencia por vía normal,
y la atracción de los recuerdos que subsisten con vivacidad sensorial. La
represión es repulsión (por la censura de la conciencia) y atracción (por el
inconsciente). Le facilita también el cese de la corriente progrediente que
parte de los órganos sensoriales. Permite una total investidura alucinatoria de
los sistemas perceptivos. La figurabilidad es producto de la atracción
selectiva de las escenas visualmente recordadas y con las cuales los
pensamientos oníricos entran en contacto.
3 modos de regresión: tópica (esquema de
los sistemas); temporal (retrogresión a formaciones psíquicas antiguas);
formal (modos de expresión y figuración primitivos sustituyen a los
actuales).
El sueño es una regresión a la condición más
temprana del soñante, una reanimación de su infancia, de las mociones
pulsionales que lo gobernaban, y los modos de expresión que disponía.
c. Acerca del cumplimiento de deseo:
En aquellos sueños en que el cumplimiento de
deseo no es tan claro, actuó la censura onírica. Los deseos surgen: del
Preconsciente (una insatisfacción durante el día que quedó pendiente);
Preconsciente reprimido, esforzado al inconsciente (no tramitado pero también
sofocado); inconsciente (sin relación con la vida diurna, se ponen en
movimiento desde lo sofocado); mociones actuales que se despiertan durante la
noche.
El deseo conciente solo deviene excitador si
logra despertar otro deseo paralelo, inconsciente, mediante el cual se refuerza.
Estos están siempre alertas a
expresarse cuando se pueden aliar y transferir su mayor intensidad a una menor.
El deseo del sueño es un deseo infantil. En el niño, en quien todavía la
barrera entre Icc y Cc no es tan clara, los deseos son aquellos incumplidos, no
reprimidos de la vigilia.
Cuando dormimos las investiduras de nuestros
pensamientos de vigilia no cesan por completo, debido a problemas,
preocupaciones, etc. Mantenemos procesos anímicos en el Pcc. Éstas pueden ser:
incompletas, no tramitadas, rechazadas, despertadas del Icc durante el día, o
impresiones indiferentes. El sistema Pcc que también regula la motilidad, queda
paralizado. La excitación nocturna dentro de éste debe tomar el camino de las
excitaciones de deseo Icc, acompañarlas en sus rodeos. Los restos diurnos Pcc
aprovechan su contenido para abrirse paso a la Cc durante la noche y llegan a
dominar el contenido del sueño. El pensamiento diurno tuvo que procurarse el
anudamiento con un deseo infantil inconsciente. El deseo inconsciente le da la
fuerza, y el pensamiento diurno la representación.
Los sueños de angustia tienen dos formas
de manifestarse: o se sustituyen por afectos contrarios y se sofoca lo penoso,
por medio del trabajo del sueño, o las representaciones penosas alcanzan el
contenido manifiesto del sueño. Estos últimos también son cumplimiento de
deseo, que provocaría pena en el soñante y se anudaron a restos diurnos para
poder manifestarse. En el primer caso deseo Cc e Icc coinciden, en el segundo
lo reprimido y lo Cc divergen. También el deseo puede equilibrar lo penoso y el
tono afectivo es indiferente. Sin embargo el Yo puede reaccionar frente a la
satisfacción procurada del deseo reprimido y aún ponga fin el sueño
mediante la angustia.
Los sueños de displacer pueden ser punitorios,
el deseo es de castigo a causa de una moción de deseo reprimida. En estos el
deseo es del Yo. Los restos diurnos en estos casos expresan
satisfacciones no permitidas, y el deseo punitorio reacciona contra él. (En más
allá se cambia al Yo por el Superyo).
El sueño da expresión directa a lo que primero
quiso desmentir, aunque la tendencia al cumplimiento de deseo se hace notable a
través de desfiguraciones.
El pensamiento onírico desempeña para el sueño
el papel del empresario, que tiene la idea y el empuje, pero necesita de un
capitalista que le costee el gasto, y éste es el deseo Icc. Otras veces el
capitalista es el empresario, cuando el deseo crea al sueño. Hay sueños
sostenidos por más de un deseo onírico.
La cantidad, o energía psíquica se administra
de la siguiente manera: hay un centro con una particular intensidad, que es la
figuración directa del cumplimiento de deseo; la intensidad psíquica de los
elementos incluidos en los pensamientos oníricos fue sustituido por la
intensidad sensorial de los elementos del contenido del sueño. Los elementos
cercanos al cumplimiento de deseo son retoños de pensamientos penosos, pero
conectados al elemento central, que recibieron una intensidad tan grande que se
volvieron capaces de figuración. La fuerza figurante del cumplimiento del deseo
difunde por una esfera de nexos cuyos elementos son elevados a la figuración.
Restos diurnos: La representación Icc solo
puede acceder al Pcc por conexión con un elemento allí presente, que
generalmente es uno indiferente, y le transfiere su intensidad. Esto es la transferencia. Puede dejarla intacta o
imponerle una modificación por obra del contenido de la representación que le
trasfiere, en cuyo caso la intensidad es menor. Surgen en el sueño como
sustitutos, y no tienen que temer la censura de la resistencia. Lo reprimido
exige un material libre de asociaciones: las indiferentes no ofrecieron ocasión
a extensas conexiones, y las recientes porque no tuvieron tiempo aún. Los
restos diurnos toman del Icc la fuerza pulsionante y ofrecen a éste el apoyo
para adherir la transferencia.
Desarrollo del aparato psíquico:
Ø Punto 0: Principio de constancia. Afán de
mantenerse exento de estímulos, descargar por vía motriz las excitaciones desde
afuera (Esquema del arco reflejo).
Ø Punto 1: Apremio de la vida. Esta función queda
perturbada por las grandes necesidades corporales. La excitación buscará un
drenaje en la motilidad, que no corresponde a una cancelación de la situación,
pues la excitación parte de una necesidad interna y es una fuerza constante.
Ø Punto 2: Experiencia de la vivencia de
satisfacción. Solo puede sobrevenir un cambio cuando por un camino se cancela
el estímulo interno, con los cuidados ajenos. Aparece la percepción (aquello que cancela el estímulo) cuya imagen mnémica queda asociada a la
huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad. La
próxima vez que sobrevenga la necesidad se suscitará una moción psíquica que
querrá investir de nuevo la imagen anémica de aquella percepción y reproducirla,
restablecer la satisfacción primera. Esta
moción es el deseo, la reaparición de
la percepción el cumplimento, desde la excitación hasta la investidura de la
percepción. En un momento primitivo del aparato el desear terminaba en
alucinar, apuntando a una identidad
perceptiva (algo perceptivamente idéntico a la vivencia de satisfacción), o
sea repetir esa percepción enlazada con al satisfacción de la necesidad.
Ø Punto 3: Amarga experiencia vital. El
establecimiento de la identidad perceptiva por la corta vía regrediente no
tiene la misma consecuencia que se asocia con la investidura de la percepción
desde afuera, la satisfacción no sobreviene. Para que la investidura interior
tuviera el mismo valor que la exterior debería ser mantenida permanentemente.
Se hace necesario un examen de la realidad, detener la regresión y desde la
imagen mnémica buscar otro camino que lleve a establecer desde el mundo
exterior la identidad. La inhibición y el desvío de la excitación son el
cometido del segundo sistema que gobierna la motilidad (para fines recordados
de antemano). El camino desde la imagen mnémica hasta el establecimiento de la
identidad perceptiva por medio del mundo exterior es un rodeo para el cumplimiento de deseo. El pensar sustituye el deseo
alucinatorio y evidencia que el sueño es
cumplimiento de deseo porque solo un deseo puede impulsar a trabajar nuestro
aparato anímico.
El sueño que cumple sus deseos desde el corto
camino regrediente conservó un testimonio del modo de trabajo primario de nuestro aparato, que se
abandonó por inadecuado. El soñar es un rebrote de la vida infantil del alma ya
superada. La censura entre el Pcc y el Icc es el guardián de nuestra salud
mental. Cuando el guardan se entrega al reposo cierra la puerta a la motilidad,
son permitidas cuantas mociones de lo Icc quieran aparecer, y son inofensivas
porque no ponen en funcionamiento el aparato motor.
El sueño es autorizado a expresar un deseo Icc
tras desfiguraciones, en tanto el Pcc expresa su deseo de dormir, produciendo
en el aparato alteraciones en la investidura que le son posibles. El deseo de
dormir presta su apoyo al deseo Icc.
El Icc conoce la única meta de cumplir deseos,
y la única fuerza de las mociones de deseos.
d. El
despertar por el sueño. La función del sueño. El sueño de angustia:
El deseo Icc es facilitado por transferencia a
los restos diurnos Pcc y deformado por la censura onírica. Cuando intenta
penetrar el Pcc éste ha bajado sus propias excitaciones, entonces el proceso
onírico emprende el camino regrediente, obedeciendo a la atracción que ejercen
grupos mnémicos que existen solo como investiduras visuales, cobrando figurabilidad. El primer tramo es desde
las escenas Icc al Pcc, y el segundo desde la censura a las percepciones. Ahora
logra ser notado por la conciencia, la cual es excitada de dos partes: desde el
sistema de la percepción, y desde las trasposiciones de placer-displacer en el
interior del aparato, los cuales regulan el curso de los procesos de
investidura. La conciencia es un órgano sensorial que aprehende cualidades
psíquicas. El sistema Pcc requería cualidades propias para posibilitar
operaciones más finas de identificación de displacer, por lo que enlazó los
procesos Pcc con el sistema mnémico. Ahora pasa a ser un estímulo para la
conciencia, que tiene dos superficies sensoriales: una perceptiva y otra de los
procesos de pensamiento Pcc. El estado de dormir vuelve más inexitable la
superficie volcada al Pcc que la de los sistemas P. El Pcc duerme, y el sueño
cuando deviene percepción puede excitar a la conciencia y dirigir una parte de
la energía de investidura en el Pcc en calidad de atención. En estos casos
despierta, pone en actividad una parte de la fuerza en reposo del Pcc.
Experimenta la elaboración secundaria, trata
al sueño como a cualquier contenido perceptivo, lo somete a las mismas
representaciones-expectativa. Este tercer tramo es de dirección progrediente.
La mayoría de los sueños trabajan con
intensidades psíquicas pequeñas, pues aguardan el despertar. En algunos el
deseo puede perturbar el dormir, que es el cumplimiento del deseo Pcc. Los
deseos Icc están siempre alertas; son caminos siempre transitables cada vez que
la excitación se sirve de ellos. Son indestructibles, y fáciles de revivir con
toda su intensidad de no ser tramitados y olvidados. El Pcc consuma el trabajo
secundario de palidecer los recuerdos y debilitarlos afectivamente. El
Psicoanálisis emprende el trabajo de someter el Icc al imperio del Pcc. Cada
proceso de excitación Icc puede ser descargada por vía motriz o someterse a la
ligación del Pcc, lo cual ocurre en el proceso onírico. La investidura que
desde el Pcc establece una transacción con el sueño perceptivo liga la
excitación Icc y lo vuelve inocuo. Si bien el sueño puede no ser adecuado a
fines, dentro del juego de fuerzas de la vida anímica se adueñó de una función:
traer bajo el imperio Pcc la excitación Icc y preservar el sueño. Así, se
perfila como un compromiso, salvo en
los sueños que despiertan, al ser el deseo Icc demasiado para el Pcc, y éste
termina sofocando su deseo de dormir.
Los sueños de angustia pueden generar placer en
un sistema y displacer en otro. En su origen el afecto pudo haber sido
placentero, pero producto de la represión tomó una tinte displacentera. La
represión tiene por finalidad evitar el displacer, y sin embargo, tiene
displacer por resultado. Las condiciones para que se produzca la angustia son
que haya devenido la represión y que las mociones de deseo cobren fuerza
suficiente.
e. El
proceso primario y secundario. La represión.
Los pensamientos que surgen durante el sueño se
engendraron durante el día, y fueron pasados inadvertidos: son Pcc. Desde una
representación meta, una cantidad de energía de investidura se desplaza a lo
largo de las vías asociativas. Una ilación de pensamientos que no fue estimada
no posee carga de investidura, y si fue sofocada, ésta fue extraída. Una
ilación de pensamientos con meta puede atraer la atención de la conciencia y
recibir una sobreinvestidura. En el Pcc hay representaciones meta que provienen
de deseos Icc que pueden apropiarse de la excitación dentro del círculo de
pensamientos librados a sí mismos, establecer una conexión con éstos y
transferirles la energía. La ilación de pensamiento fue arrastrada al Icc. Son
pensamientos que encontraron investidura desde el deseo Icc. Otros pueden ser
pensamientos previamente encadenados a los deseos Icc. A partir de allí los
pensamientos sufren trasmudaciones en formaciones psicopatológicas:
·
Condensación:
las intensidades de las representaciones se descargan en su monto y traspasan
de una representación a otra, proveyendo una representación de un itinerario de
pensamientos. Permite alcanzar las intensidades para irrumpir perceptivamente.
·
Mediante
la transferencia de las intensidades se forman representaciones intermedias, de compromiso, formaciones mixtas,
por condensación.
·
Las
representaciones que se trasfieren sus intensidades mantienen las relaciones
mas laxas y se enlazan mediante variedades de la asociación que nuestro
pensamiento desprecia, que se utiliza para el chiste.
·
Pensamientos
que se contradicen no se cancelas, subsisten y se componen como
condensados.
Todo el acento se pone en hacer que la energía
invistiente se vuelva móvil y susceptible de descarga.
En la formación de sueños participan dos procesos
psíquicos de naturaleza diferente: uno crea pensamientos oníricos de perfecta
corrección, otro crea sueños extraños, incorrectos. Este es el genuino trabajo
del sueño, a través de la condensación, formaciones de compromiso, asociaciones
superficiales, encubrimiento de las contradicciones y por vía de la regresión.
Esa elaboración anormal sólo ocurre cuando éste último ha devenido la
transferencia de un deseo inconsciente que proviene de lo infantil reprimido.
El sistema Icc tiene la finalidad de la libre
descarga de la excitación, el Pcc en cambio tiene que inhibirlo, mudarlo en
investidura para ser afín a la satisfacción de la necesidad.
Vivencia de terror: sobre el aparato primitivo
actúa un estímulo fuente de excitación dolorosa. Sobrevendrán exteriorizaciones
motrices que buscarán sustraer al aparato de la percepción (movimiento de
huida). No quedará inclinación a reinvertir la percepción, más bien la
inclinación a abandonar de nuevo la imagen anémica tan pronto como se evoque de
algún modo. El recuerdo no posee cualidad suficiente para excitar a la
conciencia y atraer una investidura nueva. Este extrañamiento del aparato
respecto del recuerdo es el primer ejemplo de represión psíquica (esfuerzo de desalojo). A consecuencia del
principio de placer, el sistema Icc es incapaz de incluir algo desagradable en
la trama de pensamientos. No puede hacer otra cosa que desear. El Pcc también
está regido por el principio de placer, pero inviste el recuerdo displacentero
para inhibir el drenaje desde él, que llevaría al displacer. El Pcc sólo puede investir una
representación si está en condiciones de inhibir el desarrollo de displacer que
parte de ella.
Al proceso que ocurre en el primer sistema se
llama proceso primario, y a aquel que
ocurre en el segundo por la inhibición impuesta proceso secundario. En el Icc hay energía móvil o libre, y en el
Pcc ligada. El proceso primario apunta a la identidad
de percepción; el secundario a la identidad
de pensamiento, pensar como un todo, que equivale a un rodeo desde el
recuerdo de satisfacción que se toma como representación meta, hasta la
investidura idéntica del recuerdo a través de las vías que conectan
representaciones.
Los sueños displacenteros son producto de la
represión. Los deseos Icc que provocan una contradicción al trabajo secundario,
son sustraídos de las investiduras Pcc, y reprimidos. Pero si éstos son
reanimados este último refuerza la oposición mediante una contrainvestidura y
trae como consecuencia la irrupción de los pensamientos de transferencia mediante
un síntoma de compromiso. Éstos buscan satisfacción, quedan a merced del
proceso primario, sólo apuntan a la descarga motriz.
Sobre el sueño (1901)
VII.
El miramiento por la comprensibilidad: Es la elaboración interpretadora. El trabajo del sueño
es el trasporte de los pensamientos oníricos al contenido manifiesto de
diversas maneras, y una de las actividades que realiza es ordenar los elementos
de tal forma que conformen una trama, recibe una fachada y una primera
interpretación provisional. Para abordar el análisis hay que desembarazarse de
ésta interpretación. Es un trabajo posterior a la formación del sueño, que
apuntándolo en lo ya sabido lo aprehende de acuerdo a
representaciones-expectativa (como la actividad psíquica normal a cualquier
contenido perceptivo), lo ordena en el momento de la percepción bajo la premisa
de su comprensibilidad, y cuando no lo puede enhebrar con algo familiar puede
falsearlo. En algunos sueños esta actividad falla, pero otros que
experimentaron esta elaboración por la actividad psíquica análoga a la normal
se pueden llamar bien compuestos. En
muchos sueños la fachada nos muestra directamente su núcleo genuino desfigurado
por mezcla con otro material, o sea, repeticiones y refundiciones de escenas
infantiles.
VIII. La figurabilidad es característica esencial
del sueño. Toda una serie de fenómenos de la vida cotidiana como los olvidos,
los deslices del habla, el trastocar las cosas, deben su génesis a un mecanismo
psíquico análogo al del sueño. El núcleo de éstos es el desplazamiento.
Los pensamientos a los que llego mediante
análisis suenan ajenos y desagradables. Estos estaban presentes en la vida
anímica pero se encontraban en una situación psicológica particular a
consecuencia de la cual no pudieron advenir conscientes: esto es reprimidos. La insusceptibilidad de conciencia es la responsable de que sean
oscuros y desconocidos, y que permitió que sobrevenga la desfiguración onírica.
Conferencias de introducción al psicoanálisis:
El sueño, Parte II (1916)
Conferencia 7: Contenido Manifiesto del sueño y
Pensamientos Oníricos Latentes
El sueño es un sustituto como lo es la
tendencia de la operación fallida, cuyo saber es inaccesible. La técnica se
basa en hacerlo emerger mediante asociación libre. Los elementos oníricos
y representaciones sustitutivas adquiridas post análisis son concientes, los
elementos ocultos son inconscientes (por el momento). Lo inconsciente surge por
sí solo con el análisis, no hay que buscar que sea pertinente. El sueño
recordado no es lo genuino, sino lo desfigurado, y nos ayudará a acercarnos a
éste. Mediante la selección del resultado de la asociación se perturba el
análisis. Algunas de las objeciones al análisis son: es trivial, es un
disparate, no viene al caso, o es penoso para comunicar. Éstas son resistencias,
que varían cuantitativamente, y cuanto mayor es ésta, mayores las
desfiguraciones y la distancia desde el sustituto hasta lo inconsciente.
El contenido manifiesto del sueño es lo
que el sueño cuenta, y los pensamientos latentes aquello oculto a lo
cual debemos llegar persiguiendo las ocurrencias. El primero generalmente es un
fragmento del segundo. Un modo de la desfiguración es la sustitución por un
fragmento o una alusión. También se expresa por medio de analogías
lingüísticas. El primero no es tanto una desfiguración como una figuración de
él, su expresión en imágenes concretas que toman como punto de partida la
literalidad de ciertas palabras. Olvidamos la imagen de la que surgió
originalmente la palabra y no la reconocemos en su sustitución. Lo principal de
los pensamientos inconscientes falta en el contenido manifiesto. El sentido del
sueño es también figurado (Ej.: “disparate” por casarse temprano es
representado por “disparate” de 3 por un florín y 50 kreuzer). Un elemento manifiesto
puede subrogar varios latentes y uno latente puede estar sustituido por varios
manifiestos.
Conferencia 9: La censura onírica
Los sueños son eliminaciones de estímulos
psíquicos perturbadores del dormir por la vía de la satisfacción alucinada.
La desfiguración onírica es aquello que
nos hace aparecer ajeno e incomprensible el sueño. Es la obra del trabajo del
sueño. El sueño sofoca el contenido chocante y lo hace inaudible, lo deja
vacío, lo omite. Además la censura onírica participa en la desfiguración
desplazando el acento psíquico modificando el material oscureciéndolo y
reagrupándolo como el elemento “absurdo” en el sueño de los 3 por un florín y
50 kreuzer (absurdo casarse tan temprano, absurdo procurarse entradas al teatro
tan pronto, absurdo apresurarse a comprar la joya).
La censura onírica es también la resistencia al
análisis del sueño (alcanzar desde el elemento onírico el inconsciente). La
resistencia es solo la objetivación (volver objetivo) de la censura. No
solo produce la desfiguración sino la mantiene y produce el rechazo a la
interpretación. Es distinta en cada elemento y se aplica en contra de aquellos
elementos de naturaleza repudiable, chocante en el aspecto ético, estético o
social. La libido (ansias de placer) tiene como preferencia los objetos
prohibidos. La desfiguración es proporcional a la rigidez con que se presentan
las exigencias de la censura y al grado de perversión de los deseos
(incestuosos). Los neuróticos sueñan lo que los perversos hacen.
La desfiguración onírica es una consecuencia de
la censura ejercida por tendencias admitidas del yo en contra de mociones de
deseo que se agitan en nosotros cuando dormimos. Los deseos oníricos son
inconscientes, y sólo por la interpretación nos enteramos de ellos.
Conferencia 11: El trabajo del sueño
El trabajo de interpretación se basa en hacer
evocar ocurrencias al soñante hasta penetrar desde el substituto al genuino, y
sustituir los símbolos por su significado, o sea, del sueño manifiesto al
latente. La relación entre los elementos oníricos y lo genuino son de la parte
al todo, la alusión, la referencia simbólica y la figuración plástica de
palabras. Intenta cancelar el trabajo del sueño.
El trabajo del sueño traspone el sueño latente
en manifiesto a través de la desfiguración onírica. Las operaciones a través de
las cuales lo realiza son:
-Condensación: el sueño manifiesto tiene
menos contenido que el latente y es una suerte de traducción. Ciertos elementos
se omiten, no se traspasan o elementos que tienen algo en común se aúnan en el
sueño, como formaciones mixtas. Esta es una técnica que también se usa en el
chiste. Si al sueño le faltan las relaciones de comunidad requeridas para
formarlas él las crea deliberadamente, por ejemplo escogiendo la expresión
literal para un pensamiento. El trabajo del sueño es como una traducción que
combina elementos (como pictogramas). La relación entre elementos latentes y
manifiestos no es de uno y uno, sino que en uno hay varios del otro y
viceversa.
-Desplazamiento: es obra de la censura
onírica, se exterioriza en que un elemento latente no es sustituido por un
componente propio sino que hace alusión a otro; y el acento psíquico se
traspasa de un elemento a otro no importante. En la vigilia la alusión tiene
que ser fácilmente comprensible y mantener una relación con lo genuino. El
chiste usa también ésta técnica pero tiene que enlazarse con el contenido
original. La censura hace inhallable el camino de regresa de la alusión a lo
genuino.
-Transposición en imágenes: dificulta la
representación de palabras abstractas y pierde las relaciones conceptuales.
El disparate y lo absurdo de los sueños tiene
significado, porque es producto de una crítica contenida en los pensamientos
oníricos. Las oposiciones y contradicciones son tratadas de igual modo que las
concordancias y expresadas por idéntico elemento manifiesto. Un elemento puede
significarse a sí mismo, a su opuesto o a ambos, no hay figuración del no. Hay
inversiones de las relaciones y las situaciones, inversión de las secuencias de
hechos, el orden de los elementos. El material primero de los elementos
oníricos eran las imágenes mnémicas, que más tarde se conecto con las palabras
y se ligaron en pensamientos. El trabajo del sueño les aplica un tratamiento
regresivo revirtiendo su evolución y dejar de lado todo lo que se les añadió.
-Elaboración secundaria:
a partir de los resultado inmediatos del trabajo del sueño produce un todo más
o menos entramado ordenando el material e intercalándolo, haciéndolo
inteligible.
Lo que el sueño incluye
como juicios, críticas, asombros y razonamientos no son operaciones del trabajo
del sueño, son fragmentos de los pensamientos oníricos.
El sueño se propone
eliminar, mediante un cumplimiento de deseo, un estímulo anímico perturbador
del dormir. Todos los sueños son sueños de niños, trabajan con el material
infantil, incluso los desfigurados. En éstos el cumplimiento de deseo no es
evidente, son deseos prohibidos, rechazados por la censura, y su presencia fue
la causa de la desfiguración. Consideraciones respecto al sueño de angustia:
-Puede ser que el
trabajo del sueño no logre crear un cumplimiento de deseo, de modo que una
parte del afecto penoso quede pendiente y aflore. Esos pensamientos eran más
penosos entonces que el sueño conformado. Los afectos suelen ser muy
resistentes y difíciles de cambiar.
-El soñante desestima y
censura sus deseos, no le gustan. Un cumplimiento puede no brindar placer, y
entra en escena en la forma de angustia. El
soñante es una sumatoria de dos personas, por lo que el cumplimiento de deseo
de uno signifique displacer para el otro cuando no están de acuerdo. Muchas
veces es el cumplimiento de un deseo no disfrazado, y la angustia reemplazó a
la censura. El sueño de angustia es el cumplimiento franco de un deseo
reprimido, y la angustia es el indicio de que el deseo reprimido fue más fuerte
que la censura. La angustia es frente a éstos deseos sofrenados. El sueño de
angustia suele despertar, generalmente antes de cumplir el deseo. En este caso
no cumple su cometido de preservar el dormir. El deseo puede cobrar una
hiperintensidad y también la censura aplica distinta intensidad a los distintos
elementos. Ésta durante la noche se rebaja con el cometido de dormir, y permite
a los deseos prohibidos agitarse.
- Por la vía de un
cumplimiento de deseo se puede producir una punición. La angustia es el opuesto
directo del deseo; y los opuestos coinciden en el inconsciente. El castigo es
además, el cumplimiento de deseo de la otra instancia: la censuradora. La
ecuación cita: cumplimento de deseo-angustia-castigo.
Los sueños pueden
parecer designios, reflexiones, etc., pero son sólo los pensamientos oníricos
trasmudados en el sueño, que pertenecen a los pensamientos latentes del día.
Los pensamientos
latentes son el material del que se vale el trabajo del sueño para confeccionar
el sueño manifiesto, y es inconsciente. Los sueños agregan algo que no
pertenece a los pensamientos latentes del día, y es el deseo, que es también
inconsciente. Entonces un sueño no puede ser una advertencia, por ejemplo, sino
que es ésta con un deseo inconsciente, remodelado para el cumplimiento de éste.
El cumplimiento de deseo es constante, los restos diurnos cambian, pudiendo ser
también un deseo del día. El trabajo de interpretación tiene que prescindir de
todo cuanto sirve a la figuración del cumplimiento de deseo y recobrar los
pensamientos oníricos latentes.
Sueño del teatro:
-Apresuradamente: platea vacía.
-# 3: Hombre- comprarse un marido a cambio de la dote (uno 10 veces
mejor)
-Casarse: ir al teatro
-Casarse temprano: comprar las entradas demasiado pronto.
-Deseo de ver, curiosidad de conocer el sexo: ir al teatro.
Generalmente este es un deseo infantil de espiar a los padres, que en la medida
en que continúa presente más tarde, es una moción
pulsional cuyas raíces llegan a la infancia.
-Estar sentada en el teatro: el deseo competitivo de conocer lo que
la otra no pudo antes, se enlaza con el hecho de que en el sueño ella pudo
entrar y la amiga no, y suple la molestia de haberse casado apresuradamente.
Los restos diurnos son inconscientes, y enteramente comprensibles.
Pueden ser una moción anímica o una operación intelectual. Los pensamientos
latentes a diferencia son aquello que averiguamos con el análisis, siendo sólo
una parte los restos diurnos. A los restos se le suma una moción de deseo
intensa y reprimida que ha posibilitado la formación del sueño.
El deseo inconsciente es
como el capitalista: presta la energía psíquica para la formación del sueño. Los
restos diurnos son el empresario: decide acerca del uso de ese gasto.
Los restos diurnos no
son inconscientes de la misma forma que el deseo: son preconscientes. Los
deseos pertenecen al inconsciente infantil, provisto de mecanismos
particulares.
1. Sentido de la
interpretación de los elementos: ¿un
elemento debe entenderse en su sentido genuino o simbólico? Nunca se puede
saber ya que los opuestos suelen fundirse en el sueño. Queda al criterio del
soñante entenderlo literalmente, simbólicamente o por su contrario. El trabajo
del sueño traduce los pensamientos oníricos en una escritura figural que trae
aparejado ambigüedades. A diferencia de las lenguas antiguas que están hechas
para la comunicación, a partir de ciertos recursos, el sueño no quiere decir
nada a nadie, se empeña en hacerse incomprensible.
2. Interpretación
rebuscada: con el auxilio del desplazamiento la censura onírica crea
formaciones sustitutivas o “alusiones”. Los elementos originales tienen que
permanecer ocultos, y esto produce un enlace remoto y extraño con sus
sustitutos. Al igual que el chiste un elemento preconsciente es abandonado a
los mecanismos del inconsciente (condensación y desplazamiento) y surge en un
nuevo elemento desfigurado.
El mecanismo del trabajo
del sueño y del deseo inconsciente está sustraído a cualquier influencia
externa, no se puede determinar qué soñará, sí sobre qué soñará.
La
técnica del chiste (1905)
Un mismo pensamiento puede ser expresado de
distintas maneras. En el chiste es una forma peculiar no utilizada fuera de
este contexto. La técnica está en el texto de su expresión, lo cómico no puede
hallarse en el significado literal. En primer lugar se produce una abreviación: una parte o frase se
pierde, dejando un sustituto a partir
del cual se puede reconstruir, como un indicio. Una palabra se trasmuda en
otra, de éste producto léxico depende su carácter chistoso.
En el ejemplo, de la palabra familiar, combinada con la palabra millonario, se forma familionar como un producto mixto de
ambos. La segunda frase desaparece dejando su componente más importante que se
fusiona con el elemento también esencial de la primera. Se puede resumir la
técnica del chiste como condensación con
formación sustitutiva (en el ejemplo una palabra mixta). Ésta provista de
sentido en el contexto es la portadora del efecto de placer.
La brevedad del chiste es consecuencia de la
formación sustitutiva por el proceso de condensación. Esta abreviación y
formación sustitutiva comparte con el trabajo del sueño.
En otros chistes la técnica radica en que una
palabra aparece en acepción doble, una
vez como un todo y otra dividida en sus sílabas que trasmite otro sentido (Ej.:
“Rousseau” y “Roux-sot” que quiere decir pelirrojo y torpe). Otra técnica
similar es la acepción múltiple del mismo material, en que las palabras se usan
una vez sin cambio y la otra con una leve modificación. Estas técnicas son el
doble sentido o el juego de palabras. La acepción múltiple del mismo material
es un caso de condensación; el juego de palabras es condensación sin formación
sustitutiva.
Existen otros tipos de chistes, en los que una
palabra puede significar dos cosas diferentes. Se puede tomar en el sentido
pleno o vacío. En el chiste del baño, “tomar un baño” significa bañarse, pero
si se centra en la palabra “tomar” el sentido cambia. En este caso se puede
hablar de un desplazamiento del acento
psíquico de la palabra baño a tomar. El chiste por desplazamiento depende
de la ilación de pensamientos. La diferencia entre el doble sentido y el chiste
por desplazamiento es que en el primero una palabra da lugar a dos
significados, en el segundo, el sentido de los pensamientos se desvía o
desplaza. En general se produce entre un dicho y una respuesta.
Tres ensayos
de teoría sexual (1905)
Capitulo
1:
4. La
pulsión sexual en los neuróticos: La única fuente enérgica constante en la neurosis es la pulsión sexual.
La vida sexual de las personas afectadas se expresa exclusivamente en los
síntomas. Los síntomas son la práctica sexual de los enfermos.
Los síntomas son el sustituto de procesos
anímicos investidos de afecto, deseos, aspiraciones y en virtud de la represión
se les ha denegado el acceso a su tramitación en una actividad psíquica
susceptible de conciencia. Estas formaciones de pensamiento aspiran a una
expresión o descarga, que en la histeria se produce por conversión somática. Se
encontró en la histeria una cuota de represión sexual que rebasa la media, un
aumento de las resistencias a la pulsión sexual como vergüenza, asco y moral, y
una huida a todo examen intelectual del problema sexual. Otro factor
constitucional de la histeria es el despliegue hiperpotente de la pulsión
sexual, que es desautorizado. Entonces el síntoma surge como intento de escape mudando las
aspiraciones libidinosas en síntomas. Los
síntomas son una expresión convertida de pulsiones perversas, se forman a
expensas de una sexualidad anormal. La neurosis es el negativo de la
perversión. Las fantasías que los perversos tienen concientemente, coinciden
hasta en los detalles en las fantasías inconscientes de los neuróticos. En la
vida anímica inconsciente de los neuróticos se encuentran mociones de
inversión, fijación de la libido en personas del mismo sexo. Las pulsiones
parciales se presentan en pares de opuestos, como promotoras de nuevas metas
sexuales: pulsión de ver/exhibir, crueldad activa/pasiva, y la mudanza de amor
en odio. Toda perversión activa es acompañada con su contraparte pasiva.
5.
Pulsiones parciales y zonas erógenas: La pulsión no sexual proveniente de fuentes motrices de
impulso, poseen una contribución de un órgano que recibe estímulos que debe
designarse como zona erógena. Su
excitación confiere a la pulsión el carácter sexual.
La pulsión
es el representante psíquico de una
fuente de estímulos intrasomático en continuo fluir, en cambio el estímulo es producido por excitaciones
singulares provenientes de fuera. La pulsión
está en el borde entre los somático y
lo anímico. No posee cualidad sino que ha de considerarse como una medida de exigencia de trabajo para la vida
anímica. Lo que la distingue y le da propiedades específicas a cada una es
su relación con sus fuentes somáticas
y con sus metas. La fuente es un proceso excitatorio en el
interior de un órgano y su meta inmediata
es la cancelación de ese estímulo de órgano. En la histeria es donde más
resalta la significaciones de las zonas erógenas como subrogados de los
genitales.
Capítulo
2:
La Ontogénesis es más influyente sobre la vida
sexual del adulto que la Filogénesis. Hay una amnesia infantil semejante a la
de los neuróticos, producto de la represión. En la histérica, el individuo
posee huellas mnémicas que se han sustraído de la conciencia y atraen por
asociación aquello sobre lo que actúan las fuerzas represoras. Sin amnesia
infantil no habría amnesia histérica. La represión actúa empujando de un lado y
atrayendo de otro.
El neonato trae consigo gérmenes de mociones
sexuales que se desarrollan por un tiempo pero luego se sofocan. Durante el
período de latencia se edifican los diques
psíquicos o poderes anímicos que serán inhibiciones en el camino de la
pulsión sexual (asco, vergüenza, estética y moral). Las mociones sexuales
infantiles son desviadas del uso sexual y aplicadas a otros fines,
(sublimación); así se adquieren los logros culturales. Las mociones sexuales
serían inaplicables pues las funciones sexuales están diferidas, lo cual
constituye el carácter principal del período de latencia. Son en sí perversas,
parten de zonas erógenas y se sustentan en pulsiones que provocarían displacer,
por lo tanto suscitan fuerzas contrarias que construyen los diques psíquicos
para sofocarlo (sublimación por formación reactiva).
El chupeteo
consiste en un contacto de succión con la boca, repetido rítmicamente que no
tiene por fin la nutrición. Cualquier objeto puede ser tomado para la acción.
También al mismo tiempo emerge la pulsión de prensión, mediante un tironeo
rítmico de una parte de la otra persona. Éste lleva a la satisfacción sexual,
por lo tanto es una exteriorización
sexual. La pulsión en el chupeteo es autoerótica:
se satisface en el propio cuerpo. La acción se rige por la búsqueda de
placer, ya vivenciado y ahora recordado (del pecho materno). Los labios se
comportan como una zona erógena, y la estimulación fue la leche. Al comienzo se
asoció a la satisfacción del hambre, por lo tanto el placer sexual se apuntala
en las funciones de autoconservación, y
más tarde se independiza de ellas. La necesidad sexual se divorcia de la
necesidad de alimento, y busca una parte de sí mismo porque es más cómodo, se
independiza y se procura una segunda zona erógena de menor valor. De acuerdo al
grado de fijación que haya en el valor erógeno de los labios será la necesidad
de chupeteo. Las tres características de la exteriorización sexual infantil
son: apuntalamiento en una de las funciones importantes para la vida, no conoce
un objeto sexual pues es autoerótica, y su meta sexual está bajo el imperio de
la zona erógena.
Una zona
erógena es un sector de piel o mucosa en el que estimulaciones rítimas de
ciertas clases provocaran placer. La propiedad erógena puede adherir ciertas
partes, si bien hay zonas predestinadas. La cualidad del estímulo es más
importante que la complexión de las partes del cuerpo. El neonato escoge un
sector y pasa a ser el preferido. Cuando tropieza con uno predestinado,
desplaza su elección. Las zonas erógenas e histerógenas exhiben los mismos
caracteres. En estos una zona puede ser dotada de la excitabilidad de los
genitales.
La meta
sexual es producir la satisfacción mediante la estimulación de la zona.
Esta satisfacción tiene que haberse vivenciado antes. La necesidad de traduce
por un sentimiento de tensión y una sensación de estímulo condicionado
centralmente, y proyectada a la zona erógena periférica. La meta pretende
sustituir la sensación de estímulo por aquel estímulo externo que la cancela.
La zona
anal apuntala su necesidad en la función de defecación. Las excitaciones
sexuales de la zona anal experimental transmudaciones y conservan durante toda
la vida una considerable participación en la excitabilidad genital. El niño
conserva la función cuando él lo desee, procura que no se le escape la ganancia
de placer que produce la defecación. Las heces son una parte de su cuerpo,
representan el primer regalo por el
que puede expresar su obediencia o desafío. Una de las teorías sexuales
infantiles que dice que el niño al nacer es defecado: transmuda su significado
(el de las heces) al de hijo.
La activación genital se produce por ciertas
excitaciones accidentales en el cuidado, y despierta la necesidad de repetirlo.
Mediante el onanismo lactante se establece el futuro primado de esta zona
erógena.
La segunda fase de la masturbación infantil es
el re-despertar de la pulsión sexual en la zona genital. Todos los detalles de
esta segunda activación dejan huellas inconscientes en la memoria que
determinarán su carácter o neurosis. También está relacionada con la amnesia
infantil.
La disposición del niño es perversa polimorfa; es llevado a practicar todas las trasgresiones
posibles ya que no se han formado los diques psíquicos. La pulsión sexual
infantil no muestra necesidad de objeto sexual alguno. Aparecen independientes
respecto de las zonas erógenas, y más tarde entran en contacto con la vida
genital. La pulsión de ver está muy presente en los niños; cuando es reprimida
puede ser una potente fuerza impulsora a la formación de síntomas. También se
desarrollan los componentes crueles de la pulsión sexual, que emergen en una
época pregenital. La pulsión de saber es una manera sublimada de apoderamiento
con pulsión de ver. La llegada de un hermanito despierta el enigma de la
procedencia de los niños.
En casos patológicos estas fases son activadas
posteriormente. Las organizaciones en las cuales los genitales no han alcanzado
su papel hegemónico son pregenitales. En la zona oral la actividad sexual sigue
ligada a la nutrición, la meta sexual es la incorporación del objeto. En el
chupeteo se resignó el objeto ajeno por uno propio. En la fase sádico-anal la
vida sexual se dividió en opuestos activo-pasivo, y la actividad se produce por
la pulsión de apoderamiento. El hecho que los pares de opuestos pulsionales
estén plasmados en un grado similar es la ambivalencia.
Las pulsiones parciales singulares que aspiran
a conseguir placer cada una por su cuenta, se unifican en un placer al servicio
de la reproducción, y síntesis bajo una única zona erógena. Esto forma una
organización para el logro de la meta sexual en el objeto ajeno. El primado al
servicio de la reproducción es la última fase por la que atraviesa la
organización sexual.
Los
dos tiempos de la elección de objeto: el primero es en la infancia,
y el período de latencia lo detiene. Se caracteriza por la naturaleza infantil
de las metas sexuales. El segundo sobreviene con la pubertad y determina la conformación definitiva de la vida sexual.
Los objetos infantiles o bien se los conserva o se los renueva. Demuestran ser
inaplicables como consecuencia del desarrollo de la represión. Sus metas
sexuales han experimentado un atemperamiento y figuran la corriente tierna de
la vida sexual. La elección de objeto en la pubertad tiene que renunciar a los
objetos infantiles y reiniciar una corriente sensual. Cuando la corriente
infantil no se encuentra con la corriente tierna no puede alcanzarse la
unificación de los anhelos en un solo objeto.
Fuentes
de las pulsiones parciales:
Los orígenes de la pulsión pueden encontrarse en una satisfacción vivenciada a
raíz de otros procesos orgánicos, por una estimulación de la zona erógena y como
expresión de algunas pulsiones parciales. Una excitación es la mecánica, por
medio de sacudimientos rítmicos. La excitación puede ser en la piel, en los
nervios vestibulares y en las partes profundas del cuerpo. También hay un
enlace entre juego violento, actividad muscular y excitación sexual. Los
procesos afectivos así como el trabajo intelectual pueden provocar también una
concomitante excitación.
Las fuentes no tienen la misma intensidad en
todos los individuos. Las vías de influencia son recíprocas: si una zona es
afectada (tanto la sexualidad como la fuente), se afectarán la contraparte
recíprocamente. Esos mismos caminos por los cuales las perturbaciones sexuales
desbordan sobre las restantes funciones del cuerpo, puede ser utilizado
inversamente para atraerlas a otras metas no sexuales o sublimarlas.
Teorías
sexuales infantiles: El niño
no sabe de la diferencia de sexos, y presupone que todos tienen pene. (Premisa
universal). La mujer poseía un pene pero lo perdió por castración. La mujer es
presa de la envidia del pene y culmina en el deseo de ser un varón. Otra de las
teorías es que los niños son paridos por la defecación. Tienen una concepción
sádica del comercio sexual. Estas teorías son reflejos de la propia
constitución sexual del niño. Los esfuerzos son generalmente infructuosos y
terminan en una renuncia que deja como secuela un deterioro permanente de la
pulsión de saber. Las investigaciones son autónomas y establecen un
extrañamiento respecto de las personas que anteriormente gozaban de su plena
confianza.
Capítulo
3: La metamorfosis de la pubertad
Cuando la primera satisfacción sexual estaba
conectada con la nutrición, el objeto era el pecho materno. Lo perdió cuando
pudo formarse la representación de la persona a la que pertenecía el pecho.
Después la satisfacción pasa a ser autoerótica, y superado el período de
latencia se la restablece relación originaria. El hallazgo de objeto es un
reencuentro: del objeto por apuntalamiento, al narcisito, que busca al yo
propio y lo reencuentra en otros.
El niño aprende a amar a todo aquel que remedia
su desvalimiento. El trato del niño con quien lo cuida es una fuente constante
de estimulación sexual, y más aún porque la madre dirige sentimientos que
brotan de su vida sexual.
La angustia infantil es la expresión de la
añoranza de la persona amada, tienen miedo de la oscuridad porque no la
perciben, y sólo atienden a ésta aquellos niños de pulsión sexual hipertrófica.
Tan pronto el niño no puede satisfacer su libido la muda en angustia.
Cuando la ternura ha evitado despertar la
pulsión antes que estén dadas las condiciones corporales de la pubertad, la
pulsión puede conducir al niño hasta la elección de objeto madura. En virtud
del diferimento de la maduración sexual se ha erigido la barrera del incesto que prohíbe la elección de la madre como objeto
(barrera erigida por herencia orgánica con el fin de establecer unidades
sociales superiores).
La elección de objeto se consuma primero en la
esfera representativa, o sea, de la fantasía.
Las fantasías prosiguen la investigación sexual abandonada en la infancia,
aunque se extiende hasta el período de latencia. Puede ser parcial o totalmente
inconsciente. Establecen la forma en que los componentes libidinales reprimidos
hallan su satisfacción. Son a su vez estímulo diurno o restos sobre los que se
amoldan los sueños. El complejo de Edipo
(complejo nuclear de las neurosis), es pieza esencial del contenido de las
fantasías. En él culmina la sexualidad infantil. A partir de estas fantasías,
vuelven a emerger las inclinaciones infantiles con un refuerzo somático, o sea,
la moción sexual hacia el progenitor del sexo opuesto. Contemporáneo a la
desestimación de éstas fantasías surge el desasimiento de la autoridad de los
progenitores.
Ni siquiera quienes evitaron la fijación
incestuosa de la libido se sustraen completamente a su influencia, ya que la
elección de objeto se puede apuntalar en éstos modelos, incluso el
enamoramiento compulsivo.
Mis tesis
sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis (1905)
La neurastenia así como la neurosis de angustia
evidencian vínculos con el deterioro sexual: en la neurastenia masturbación y
en la neurosis coitus interruptus o excitación frustránea (que tienen en común
la insuficiente descarga de la libido producida. Respecto a la histeria son
efectos persistentes de traumas psíquicos. Éstos se referían a vivencias de la
vida sexual infantil. La histeria es la expresión de un comportamiento
particular de la función sexual del individuo. Sin embargo hay que poder
distinguir entre los espejismos mnémicos y las huellas de los hechos reales.
Muchas fantasías de seducción no son sino intentos por defenderse del recuerdo
de la propia práctica sexual onanista. Estas fantasías, casi siempre producidas
en la pubertad, son más importantes y frecuentes que verdaderas situaciones
traumáticas, y se trasponen en síntomas. Trauma sexual infantil se sustituye
por infantilismo de la sexualidad.
A su vez el supuesto “accidentalismo” como la
elección de la neurosis a partir de la pasividad o actividad de la conducta
sexual, también caen por tierra.
La teoría afirmaba que la vivencia al resultar
intolerante para el yo provocaba un esfuerzo defensivo que es el causante de la
escisión psíquica de la histeria, que arrojaba de la conciencia la vivencia
pero desplegaba su eficacia desde el inconsciente y regresaba a través de los
síntomas. La enfermedad era un fracaso de la defensa. Más adelante la
comparación con los casos normales, introdujo una modificación: defensa por
represión. Es decir, no importa las excitaciones que hubiera experimentado sino
si su reacción a éstas fue con o sin represión. Los histéricos entonces poseían
una cuota de represión sexual, y el síntoma era una formación de compromiso
entre la libido y la represión.
En tres ensayos se puntualizó que la disposición sexual constitucional del
niño es perversa polimorfa. La norma
es fruto de la represión de ciertas pulsiones parciales, y componentes de las
disposiciones infantiles y subordinación de las restantes bajo el primado de
las zonas genitales al servicio de la reproducción. Las perversiones son
perturbaciones de ésta síntesis obra del desarrollo hiperpotente de algunas
pulsiones parciales. Y las neurosis son una represión excesiva de las
aspiraciones libidinosas.
La neurosis es el negativo de la perversión, ya
que en el primero son las pulsiones perversas reprimidas las formadoras de los
síntomas. Los síntomas son la práctica sexual de los enfermos. Lo invariable es
lo infantil y sexual; lo variable es lo accidental. El valor dado a éste factor
es reemplazado por la importancia de lo constitucional, y la defensa
psicológica por la represión sexual orgánica. La naturaleza de las enfermedades
mencionadas reside en la perturbación de los procesos sexuales, que signan la
formación y empleo de la libido genésica. En las neurosis actuales (neurastenia
y neurosis de angustia) se puede observar los efectos somáticos y en las
restantes psiconeurosis los efectos psíquicos de las perturbaciones sexuales.
Por lo tanto pertenece a la etiología de las neurosis todo lo que pueda dañar a
los procesos que sirven a la función sexual. En general se requiere una
multiplicidad de factores etiológicos para comprender la neurosis.
El
esclarecimiento sexual del niño (1907)
El recién nacido trae al mundo ciertas
sensaciones sexuales, que se inician con un período de autoerotismo, que por
excitación de diversas partes de la piel y el quehacer de ciertas pulsiones
biológicas, coeditado por estados afectivos, es producido un cierto monto de placer.
La pubertad sólo procura el primado de los genitales entre las otras zonas y
fuentes de placer, y al erotismo entrar al servicio de la función reproductora.
Entre las operaciones psíquicas de la vida amorosa se encuentra la ternura, la
entrega, los celos. Su apetito de saber sexual se exterioriza tempranamente.
Hans: Le pregunta a la madre si posee “hace
pipí”, y lo adjudica a la vaca, a la locomotora… luego agrega que el perro y el
caballo lo tienen, pero la mesa y el sillón no. Cuando ve a su hermanita dice
que es todavía chiquito pero que se le agrandará (evidencia de la Premisa
Universal del Pene).
El creador
Literario y el fantaseo (1908)
Todo niño que juega se comporta como un poeta
porque crea un mundo propio, a partir de su mundo. Lo toma muy en serio, lo
inviste afectivamente. Apuntala sus objetos y situaciones imaginados en cosas
palpables, lo que lo diferencia de la mera fantasía. Lo opuesto al juego es la
realidad efectiva.
Lo mismo hace el poeta: crea un mundo, lo dota
de grandes montos de afecto y lo separa de la realidad. Muchas cosas que de ser
reales no depararían goce pueden serlo en el juego de fantasía y poesía.
El hombre deja de jugar, pero como no puede
renunciar a un placer que conoció, lo permutó por un sustituto: el fantaseo. El
adulto esconde sus fantasías. El jugar del niño estaba dirigido por deseos: de
ser grande y adulto. Al adulto su fantasear lo avergüenza por infantil. Los
neuróticos se ven forzados a admitir sus fantasías.
El dichoso no fantasea: lo hace el insatisfecho.
Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de la fantasía, y cada una es
cumplimiento de deseo. Son deseos ambiciosos que sirven a la exaltación de la
personalidad o son deseos eróticos.
La fantasía oscila entre tres tiempos: se anuda
a una impresión actual que fue capaz de despertar los grandes deseos; se
remonta al recuerdo de una vivencia infantil en la que aquel deseo se cumplía;
y crea una situación referida al futuro que se figura como el cumplimiento de
ese deseo.
El hecho que las fantasías se vuelvan
hiperpotentes crea las condiciones para la caída en una neurosis. Las fantasías
son los estadios previos más inmediatos de los síntomas patológicos que se
quejan los enfermos.
Respecto a los poetas, todas las obras tienen
un héroe situado en el centro de interés, y para quien el poeta procura por
todos los medios ganar la simpatía del público. Ese sentimiento heroico es la
marca reveladora que muestra la invulnerabilidad narcisista, del héroe de todos
los sueños diurnos y novelas. Las personas se separan en los buenos (que sirven
al héroe) y los malos (sus rivales), renunciando a la riqueza de matices de la
realidad. El poeta escinde su yo, en yoes parciales, para personificarse en
varios héroes las corrientes que entran en conflicto en su vida anímica. Tanto
la creación poética como los sueños diurnos son continuación y sustituto de los
antiguos juegos del niño.
Las fantasías de otros, que se intentan
esconder, no deparan placer alguno, de hecho nos escandalizarían. En cambio, si
el poeta juega ante el público, sentimos un elevado placer. En la técnica que
supera el escándalo reside el ars poética: atemperando el carácter del sueño
diurno mediante variaciones y encubrimientos, y mediante el placer estético con
el que configura las fantasías. A esa ganancia de placer que se ofrece para
posibilitar el desprendimiento de un placer mayor, se llama la prima de
incentivación o placer previo. El goce genuino de la obra proviene de la
liberación de tensiones, que permita gozar las propias fantasías.
Sobre las
teorías sexuales Infantiles (1908)
Los neuróticos enferman a raíz de los mismos
complejos con que luchan los sanos. Los sanos dominan los complejos, mientras
que los neuróticos consiguen sofocarlos al precio de formaciones sustitutivas.
Los que luego serán neuróticos traen hartas veces en su constitución una
pulsión sexual particularmente intensa y una inclinación a su madurez temprana.
La necesidad de los niños de saber nace de las pulsiones que los gobiernan.
Bajo la llegada de un hermanito se pregunta de
donde vienen los niños. La pregunta misma es producto del apremio de la vida. Tarde o temprano demandará una respuesta a sus
padres, que suele ser evasiva. Esto alimenta la desconfianza hacia los adultos,
vivenciando el primer conflicto psíquico,
entre las opiniones de predilección pulsional, y la autoridad de los
grandes. Este conflicto produce una escisión
psíquica: una de las opiniones deviene la dominante (aquella que lo lleva a
ser bueno, pero también a dejar de reflexionar); la otra es reprimida y pasa al
inconsciente. Queda constituido el complejo
nuclear de las neurosis.
Lo que las teorías tienen de correcto y
acertado se explica por su proveniencia de los componentes de la pulsión
sexual, provenientes de las necesidades de la constitución psicosexual.
1. La primera teoría consiste en atribuir a
todos los seres (animados e inanimados) un pene. El pene es el principal objeto
sexual autoerótico, zona erógena rectora. Al ver la falta en la hermana piensa:
ya va a crecerle. Si la representación de la mujer con pene se fija, el
individuo se hace homosexual. El niño gobernado por la excitación del pene se
ha procurado placer estimulándolo, pero los padres lo amenazan con la
castración. Los genitales de la mujer recuerdan aquella amenaza y despiertan en
el homosexual horror.
El clítoris se comporta como un pene, se
convierte en sede de excitaciones. La niña desarrolla un gran interés por el
pene que pronto se convierte en envidia.
Para el niño la cavidad que acoge el pene es
impensable, ya que la madre posee pene también. Cuando está por descubrir la
verdad se interrumpe la investigación. Este primer fracaso ejercerá un efecto
paralizante.
2. La ignorancia de la vagina posibilita la
segunda teoría: que los hijos son evacuados como un excremento (heces=hijo).
También el hombre puede tener hijos al igual que la mujer. Esta inclinación
activa su erotismo anal todavía vivaz.
3. Si son testigos del comercio sexual entre
los padres desarrollan la concepción sádica del coito.
4. Estar casado es no tener vergüenza de orinar
en presencia del otro, o mostrarse la cola.
Estas teorías nacen de la mezcla de
percepciones casuales con sus propias pulsiones teñidas de placer.
Cinco
conferencias sobre psicoanálisis (1909)
Conferencia
4:
El análisis siempre se remonta a la infancia
donde se produjeron los sucesos que comandaron la posterior contracción de la
enfermedad. Solo las vivencias de la infancia explican la susceptibilidad para
posteriores traumas. Las mociones de deseo reprimidas prestaron su poder a la
formación de síntomas.
El niño tiene sus pulsiones y quehaceres
sexuales desde el comienzo. Obedece a la ganancia de sensaciones placenteras.
La principal fuente de placer proviene de la excitación de ciertos lugares del
cuerpo. En un principio la satisfacción es autoerótica, como en el chupeteo o
el onanismo. Luego se exteriorizan los quehaceres pulsionales que tienen a otro
como objeto. Estas pulsiones se presentan en pares de opuestos: activas y
pasivas (el placer de infligir dolor y su pasivo; el placer de ver y exhibir).
Otros caen bajo el punto de vista de la elección de objeto, cuyo asunto
principal es una persona ajena que debe su originario valor a unos miramientos
de la pulsión de autoconservación. Estas pulsiones experimentan una síntesis:
las pulsiones singulares se subordinan al imperio de la zona genital, y la
elección de objeto esfuerza hacia atrás el autoerotismo. Pero no todos los
componentes pulsionales se les permite participar de esta conformación: se
imponen represiones de ciertas pulsiones y se establecen los diques psíquicos
que las mantienen a modo de guardianes.
El desarrollo puede ser inhibido, retardado o
discurrir incompletamente. Si pulsiones quedaron independientes se produce una
perversión. La predisposición a las neurosis deriva de un deterioro en el
desarrollo sexual. En las neurosis se rastrean los mismos componentes
pulsionales pero que no solo han sido inhibidos sino también reprimidos, y
pudieron afirmarse en lo inconsciente. Una exteriorización hiperintensa de estas
pulsiones en épocas muy tempranas lleva a una fijación que constituye un punto
débil. Si la función sexual tropieza con obstáculos se abrirán brechas en la
represión por los lugares en los que hubo fijaciones infantiles.
El niño toma a un miembro de la pareja parental
como objeto de sus deseos eróticos. El complejo es prontamente reprimido pero
sigue ejerciendo efectos desde lo inconsciente. Al deseo incestuoso se le
contrapone la barrera del incesto. Durante la época en que es gobernado por el
complejo no reprimido aún, su actividad intelectual está al servicio de los
intereses sexuales. Empieza a investigar y alcanza ciertas teorías sexuales infantiles. Más adelante deberá suspender su
trabajo por infructuoso, pero las teorías serán determinantes para la
conformación de carácter y contenido de su eventual neurosis. La libido debe
desasirse de sus padres, tomarlos como arquetipos y dirigirse a personas
ajenas.
A propósito de
un caso de neurosis: El gran temor obsesivo (1909)
El paciente cuenta el relato de una tortura
oriental que le contaron en el ejèrcito. En su rostro se ve una expresión que
se puede calificar como de “horror ante su placer ignorado”. Le acude una
representación (deseo o temor encubierta por la censura) de que es a su dama a
quien se refiere el castigo. También se le vino a la cabeza que el castigo era
aplicado a su padre difunto.
Simultáneamente con la idea aparece la sanción:
la medida de defensa que tiene que seguir para que una fantasía de ésta no se
cumpla.
Al día siguiente de escuchado el relato el
capitán le alcanza un paquete y le dice que un teniente pagó el reembolso y
tiene que pagarle a él. En ese momento se le plasmó una sanción: no devolver el
dinero, de lo contrario sucedería lo de la fantasía. En lucha contra esta sanción
se elevó un mandamiento: “debes devolver el dinero al teniente”. Pero al
enterarse que no fue él quien le pagó, le vino a la mente la fantasía de darle
el dinero al teniente, que éste se lo de a la recepcionista de la estafeta
postal y ésta al teniente que efectivamente había pagado. Por un lado pensaba
que querría ahorrarse la incomodidad de pedirle al teniente ese servicio y
parecer loco, y por otro lado lo era cumplir su juramento porque quería
procurarse paz frente a las representaciones obsesivas.
El paciente supo desde un principio que era un
error devolver el dinero al teniente ya que la empleada de la estafeta era
quien había pagado, pero lo mismo se hizo el juramento que por fuerza se le
convirtió en un martirio.
Experiencias y ejemplos extraídos de la
práctica analítica (1913)
Pies abochornados: La paciente informa de un
joven que arrojó una mirada de desprecio a sus pies. Recuerda que cuando era
niña observaba a su hermano orinar, y presa de la envidia (del pene) de no
poderlo hacer como él, un día trató de emparejársele, pero se mojó los zapatos,
y su hermano se burló de ella. Esa experiencia comandó su posterior conducta.
Pulsiones y
destinos de pulsión (1915)
El estímulo es una excitación aportada a un
tejido desde afuera que es descargado mediante una acción acorde a fin. La
pulsión es un estímulo para lo psíquico aunque hay otros estímulos psíquicos.
La pulsión proviene del interior del organismo, opera diversamente y se
requieren diferentes acciones para eliminarlo. El estímulo opera de un solo
golpe, se lo puede despachar mediante una única acción. La pulsión es una
fuerza constante, la huida de nada puede valer. Es más bien una necesidad, y la
cancela la satisfacción. Ésta se
alcanza mediante una modificación apropiada a la meta de la fuente interior. El
principio de constancia en el ser humano trabaja mediante el sistema nervioso,
que debe librarse de los estímulos y conservarse exento de ellos. Los estímulos
pulsionales no pueden tramitarse por este mecanismo. Lo mueve a actividades
complejas que modifican el mundo exterior. Son las causantes del desarrollo del
sistema nervioso y probablemente hayan nacido como modificaciones de la
sustancia viva por estímulos.
El aparato psíquico está sometido al principio
del placer, a sensaciones de la serie placer-displacer, que reflejan el modo en
que se cumple el dominio de los estímulos: el displacer un incremento del
estímulo y el placer una disminución.
La pulsión es un representante psíquico de los estímulos del interior del cuerpo.
Los términos de la pulsión son: Esfuerzo (drang) su motor, suma de
fuerza o medida de exigencia que representa; meta (ziel) que en todos los casos es la satisfacción cancelando la
estimulación. La meta en sí es invariable pero los caminos que llevan a ella pueden
variar, habiendo metas más próximas, o meta inhibida para ciertas pulsiones; objeto (objekt) es aquello por lo cual
se puede alcanzar la meta y es lo más variable en la pulsión, no estando
enlazado con ella sino que se coordina por ser apto para alcanzar la
satisfacción. Un lazo muy íntimo con éste puede derivar en fijación de la
pulsión al objeto; y por último la fuente
(quelle) como proceso somático interior a un órgano cuyo estímulo es
representado por la pulsión.
Todas las pulsiones son cualitativamente de la
misma índole, y deben su efecto a las magnitudes de excitación.
Hay dos grupos primordiales de pulsiones: las yoicas o de autoconservación, y las
pulsiones sexuales. Las pulsiones
sexuales son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas, primero son
independientes y luego se reúnen, la meta es el logro del placer de órgano y
más adelante entran al servicio de la función de reproducción. Al principio se
apuntalan en las de conservación, y lo mismo en el hallazgo de objeto. Una
parte de ellas continúan asociadas y les proveen componentes libidinosos.
Los
destinos de la pulsión son: el
trastorno en lo contrario (cambio de meta), la vuelta hacia la propia persona
(cambio objeto), la represión y la sublimación. El retorno a lo contrario puede
ser de activo a pasivo o en cuanto al contenido. En el primer caso solo atañe a
la meta, en el segundo el cambio de amor en odio. La vuelta hacia la propia
persona mantiene inalterada la meta. El sadismo es una acción violenta hacia
otro objeto; en el masoquismo el objeto es la propia persona, y hay un pasaje
de pulsión activa en pasiva. Se busca nuevamente el objeto en otro, pero ahora
activo. La satisfacción del masoquismo se alcanza a través del sadismo
originario. Con respecto a la mudanza en su contrario, el amor tiene varios
opuestos: no solo odio, sino también ser amado, ser indiferente y amarse
(narcisista).
La vida anímica está gobernada por tres
polaridades: sujeto-objeto, placer-displacer, activo-pasivo. En el caso en que
el yo se encuentra investido por pulsiones y es capaz de satisfacerlas por sí
mismo se llama narcisismo, y la posibilidad de satisfacción es autoerótica. El
mundo es indiferente, el yo sujeto coincide con lo placentero, y si amor es en
relación con sus fuentes de placer, entonces sólo se ama a sí mismo.
El amor se instala en la esfera del puro
vínculo de placer del yo con el objeto, y se fija en los objetos sexuales y
aquellos que satisfacen sus pulsiones sexuales. Solo se puede hablar de amor
cuando se aplica al vínculo con su objeto bajo el primado de los genitales al
servicio de la reproducción. Primero es narcisista, después pasa a los objetos
que se incorporaron al yo ampliado, y cuando se cumplió la síntesis de las
pulsiones, coincide con la aspiración sexual total. Una modalidad es la
incorporación, supresión de la distancia con el objeto (ambivalente). En la
etapa anal es intento de apoderamiento, indiferente al daño del mismo. Es
apenas diferenciable al odio. Sólo se puede hablar de oposición al odio con el
establecimiento de la organización genital.
El odio se aplica a los objetos que perturban
su satisfacción sexual y de conservación. Tienen orígenes diversos y han
recorrido su propio desarrollo antes de que se constituyeran como opuestos bajo
la influencia de la relación placer-displacer. Es mas antiguo que el amor,
brota de la repulsa del yo narcisista por el mundo exterior provocador de
displacer. Más vinculado con la autoconservación. Cuando las pulsiones yoicas
gobiernan las sexuales (como en la etapa anal) prestan a la meta pulsional los
caracteres del odio.
El odio-amor ambivalente proviene de etapas no
superadas previas al amor, y de reacciones repulsivas desde las pulsiones
yoicas.
La polaridad que media entre actividad y
pasividad es biológica; entre yo y el mundo es real, y entre placer displacer
es económica.
Conferencias
20-21-22-23 (1916)
20°
conferencia: La vida sexual de los seres humanos
Como ya fue dicho anteriormente uno puede
enfermar de neurosis por frustración de la satisfacción sexual normal, donde la
necesidad se lanza por los caminos anormales de la excitación sexual (flujo
colateral). Las mociones perversas aparecen más fuertes de lo que habrían
lucido si la satisfacción sexual no hubiera tropezado con ningún impedimento
real. En otros casos las perversiones son el modo normal de vida sexual del
individuo. Por lo tanto si puede surgir en personas normales, tiene que haber
preexistido en ellas de forma latente.
Todas las inclinaciones perversas arraigan en
la infancia; los niños tienen la disposición constitucional a ellas. La
sexualidad perversa es la sexualidad infantil aumentada y descompuesta en sus
mociones singulares.
Al igual que el hambre, la libido está destinada a nombrar la fuerza en la cual se exterioriza
la pulsión, pero en este caso la sexual (en el caso del hambre la nutrición).
Las primeras mociones sexuales del lactante se apuntalan en las funciones de
autoconservación. Luego quiere repetir la acción de recepción de alimento sin
pedir que se le vuelva a dar, ya que no está bajo la pulsión de hambre, sino
que chupetea porque en sí le da satisfacción. Aprende a separarlo de la
condición de alimento, y solo queda su ganancia de placer. La excitación de la
boca es la zona erógena, y responsable del placer sexual alcanzado. El mamar el
pecho satisface las dos grandes necesidades vitales; es el punto de partida de
toda vida sexual, el modelo inalcanzado de toda satisfacción sexual posterior.
El pecho es el primer objeto de la pulsión sexual, importante para todo
hallazgo posterior de objeto. Pero es resignado y sustituido por una parte de
su propio cuerpo, y en las exploraciones de su propio cuerpo descubre sus zonas
genitales excitables, con lo cual halla el camino del chupeteo al onanismo. Los
dos caracteres de la sexualidad infantil son la apuntalación en la satisfacción
de las grandes necesidades orgánicas y el carácter autoerótico, busca y
encuentra sus objetos en el cuerpo propio. Lo mismo sucede con la excreción.
Pero el mundo exterior se le aparece como un poder inhibidor de sus aspiraciones
de placer, ya que debe expeler sus excrementos cuando los otros lo determinan.
Se le declara que todo lo relacionado a la función es indecente. Por primera
vez debe intercambiar placer por dignidad social. Sus heces las aprecia y le es
difícil separarse, y son el primer regalo para aquellas personas a quienes
quiere. Translada con el tiempo esa estima al regalo y al dinero.
La vida sexual del niño es perversa, porque le
falta lo que convierte a la sexualidad en la función de la reproducción, al
igual que en la perversión. La práctica sexual perversa ha renunciado a la
reproducción y persigue la ganancia de placer como meta autónoma.
La vida sexual del niño se agota en la práctica
de una serie de pulsiones parciales que, independientemente una de otra, buscan
ganar placer en parte en el cuerpo propio, en parte ya en el objeto exterior.
Pronto aparecen los genitales. La investigación sexual de los niños es
característica e importante para la sintomatología de las neurosis. El niño
atribuye a ambos sexos los mismos genitales: el falo. Si descubre la vagina, desmiente el testimonio. Más tarde
siente el temor ante la posibilidad de perderlo, y se suman las amenazas por el
onanismo. Cae bajo el imperio del complejo de castración. La niña envidia al
varón la pertenencia del pene y desarrolla el deseo de ser hombre. El clítoris
desempeña el papel del pene por ser portador de excitabilidad y ser zona de
satisfacción autoerótica. El interés del niño se dirige a saber de donde vienen
los bebés, impulsado por la llegada de un nuevo niño. La sensación de que los
adultos le mienten hace que se sienta solo y desarrolle su autonomía. Su falta
de desarrollo de su constitución sexual le impide arribar al conocimiento.
Primero supone que los niños son excretados, más adelante incluye al padre pero
no sabe que rol cumple. Puede desarrollar la teoría del coito sádico:
sometimiento y violencia.
21°
conferencia: Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales
Lo característico de la perversión es que tanto
la trasgresión de la meta sexual, como la sustitución de los genitales o la
variación del objeto se consuman de manera exclusiva, dejando de lado el acto
sexual al servicio de la reproducción. La sexualidad perversa está notablemente
centrada: todas las acciones presionan hacia una meta y una pulsión parcial
tiene la primacía. La sexualidad infantil, en cambio, carece de centramiento y
organización: las pulsiones parciales tienen iguales derechos y cada una
persigue por cuenta propia el logro de placer. El placer que gana el infante es
placer de órgano.
Entre el sexto y el octavo año se inicia el
período de latencia, en el que se detiene el desarrollo sexual. La sexualidad
del niño difiere con la del adulto en la falta de una organización fija bajo el
primado de los genitales, los rasgos perversos y la menor intensidad. Antes de
que se instale el primado de los genitales hay una organización pregenital, en
la que se instala en primer plano las pulsiones sádicas y anales. La oposición
es activa y pasiva, que es precursora de la polaridad sexual. La sexualidad
pasa por varios estadios, pero el punto de viraje de ese desarrollo es la
subordinación de las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales, y
con este el sometimiento de la sexualidad a la función de reproducción. Antes
hay una vida sexual descompaginada, una práctica autónoma de las diversas
pulsiones parciales que aspiran a un placer de órgano.
Algunos componentes de la pulsión sexual tienen
desde el principio un objeto y lo retienen (apoderamiento y pulsión de ver);
otros anudadas a ciertas zonas del cuerpo, lo tienen sólo al comienzo mientras
se apuntalan a las pulsiones de conservación, y lo resignan, volviéndose
autónomos los componentes eróticos. Se abandona el objeto y se sustituye con un
lugar del cuerpo propio. La pulsión se vuelve autoerótica. El resto del
desarrollo tiene como meta abandonar el autoerotismo, permutar de nuevo el
objeto por uno ajeno, y unificar los diferentes objetos de las pulsiones por un
objeto único, que sea un objeto total parecido al propio. Un cierto número de
pulsiones autoeróticas se deben relegar por inutilizables.
Antes de que advenga el período de latencia el
objeto hallado es la madre, el primer objeto de amor (el aspecto anímico de las
aspiraciones sexuales es privilegiado frente al aspecto sensual). Para esta
época ya ha empezado a trabajar la represión, que sustrae de su saber el
conocimiento de una parte de sus metas sexuales. A esta elección de la madre
como objeto de amor se anuda el complejo de Edipo. La primera elección de
objeto es incestuosa. En la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus
exigencias en toda su fuerza, los viejos objetos familiares e incestuosos son
retomados e investidos (cargados de energía) libidinosamente. Como esas
premisas se volvieron insoportables, se deben mantener alejados de la
conciencia. Desde esa época debe desasirse de sus padres, para convertirse en
miembro de la comunidad social. Debe a su vez, reconciliarse con el padre. Esos
deseos libidinosos deben ser empleados en la elección de un objeto de amor
ajeno y real. El neurótico no alcanza esta solución: el hijo permanece sometido
a la autoridad del padre, y no está en condiciones de transferir su libido
sexual a un objeto ajeno. En ese sentido el complejo de Edipo es el núcleo de
las neurosis.
Los sueños son también colocaciones de la
libido e investiduras de objeto de la primera infancia, hace tiempo resignadas
concientemente. Los neuróticos muestran de forma ampliada lo que el análisis de
sueños de sanos también revela.
22° conferencia:
Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión.
La función libidinal recorre un largo camino de
desarrollo hasta poder entrar al servicio de la reproducción. Los dos grandes
peligros son la inhibición y la regresión. Dada la tenencia de los
procesos biológicos a la variación, no todas las fases preparatorias trascurren
de igual manera. Partes quedarán retrasadas o inhibidas. Respecto de cada
aspiración sexual separada, partes de ellas quedan retrasadas en estadios
anteriores de desarrollo, por más que otras puedan haber alcanzado la meta
última. Una demora de una aspiración parcial en una etapa anterior se llama fijación (de la pulsión).
También partes que ya han avanzado pueden
revertir, en un movimiento de retroceso, hasta una de las etapas anteriores.
Esto es la regresión. La aspiración
se verá impelida a la regresión cuando el ejercicio de su función (el logro de
la meta) tropiece con fuertes obstáculos externos en el nivel superior.
Mientras más fuertes sean las fijaciones en la vía evolutiva, más la función
esquivará las dificultades externas mediante la regresión hasta aquellas
fijaciones, y la función mostrará una resistencia menor frente a los obstáculos
externos. La regresión puede ser de dos tipos: retroceso a los primeros objetos
investidos por la libido, (incestuosa); y retroceso de toda la organización
sexual a estadios anteriores.
La regresión no tiene nada que ver con la
represión (que es un concepto tópico dinámico: un acto Prcc se vuelve Icc, o
uno Icc no se le admite el paso al Prcc ya que es rechazado por la censura). La
regresión es un concepto descriptivo. Es un factor psíquico-orgánico.
En la histeria se produce una represión. Las
pulsiones se han unificado, pero chocan con resistencias del sistema Prcc. La
organización genital rige para el Icc pero no para el Prcc. En cambio en la
neurosis obsesiva se ve una clara regresión al estadio sádico anal y en cuanto
al objeto. También la represión participa en el mecanismo de estas neurosis, ya
que de no ser así daría una perversión.
La neurosis surge cuando se les quita la
posibilidad de satisfacer la libido y los síntomas son justamente el sustituto
de la satisfacción frustrada. Sin embargo hay una proclividad al desplazamiento
de la necesidad, de modo que las mociones pulsionales se pueden reemplazar unas
a otras, tomando sobre sí la intensidad. Esto contrarrestra el efecto patógeno
de la frustración. Uno de los procesos es que la aspiración sexual abandona su
meta y adopta otra que se relaciona con la resignada, pero es de carácter
social. Esto es la sublimación.
Si las medidas no son suficientes, conserva su
poder patógeno, el grado de libido insatisfecha se fija, las restricciones caen
sobre la movilidad de la libido, y deja fijaciones a fases anteriores de la
organización y del hallazgo de objeto. La fijación libidinal es el factor
interno (predisponerte) y la frustración el factor externo (accidental). Estas
series son complementarias: tanto el factor constitucional como las
circunstancias son importantes para la causación de la neurosis.
Por la frustración de los deseos la libido se
ve obligada a buscar satisfacción en otros objetos y caminos, pero éstos
despiertan enojo en una parte del Yo, de modo que se produce un conflicto
psíquico. Los rodeos son los caminos de la formación de síntomas, los síntomas
son la satisfacción nueva o sustitutiva que se hizo necesaria por la
frustración. Las aspiraciones rechazadas se vieron obligadas a sortear el veto
a través de ciertas desfiguraciones. La otra parte en el conflicto patógeno son
las pulsiones yoicas. Ambas pulsiones
son heredadas filogenéticamente, y es vuelto a adquirir en el desarrollo
ontogenético. Donde la libido fue fijada, puede admitirla y volverse infantil;
o rechazarla y reprimirla.
El poder que ha forzado su desarrollo es la
frustración de la realidad o el apremio
de la vida. Las pulsiones yoicas aprenden temprano a plegarse a él, y
enderezar su evolución según los señalamientos de la realidad. Las pulsiones
sexuales son más difíciles de educar. El placer se liga con la reducción de los
volúmenes de estímulo que obran en el interior del aparato. El mayor placer que
experimenta el hombre es en la consumación del acto sexual. En tales procesos
están en juego los destinos de cantidades de excitación (factores económicos).
Tanto pulsiones sexuales como yoicas aspiran a la ganancia de placer, pero
éstas últimas sustituyen el principio de placer por el de realidad, bajo el
influjo del apremio de la vida. Pospone la ganancia de placer, soporta un poco
de displacer y resigna por completo determinadas fuentes de placer. El yo es
educado, y aspira a ganar un placer asegurado por el miramiento a la realidad.
Las pulsiones sexuales se suman tardíamente a este tramo del desarrollo.
23°
conferencia: Los caminos de la formación de síntoma
Los síntomas consumen mucha energía. Son el
resultado de un conflicto en torno de una nueva modalidad de la satisfacción
pulsional. El síntoma es una formación de compromiso entre las dos fuerzas. Una
de éstas es la libido insatisfecha rechazada por la realidad que tiene que
buscar nuevos caminos para su satisfacción. Si la realidad permanece
inexorable, se ve precisada a emprender el camino de la regresión y aspirar a
satisfacerse dentro de una de las organizaciones ya superadas o mediante uno de
los objetos que ya resignó. La libido es cautivada por la fijación que ella ha
dejado tras sí en esos lugares de desarrollo. Pero si el yo no presta acuerdo a
estas regresiones la libido es atajada, y escapa donde halle un drenaje para su
investidura. Tiene que sustraerse del yo. Le permiten tal escapatoria
fijaciones de las cuales el yo en su momento se había protegido mediante
represión. Al sustraerse del yo, renuncia a la educación adquirida. Bajo la
doble presión de la frustración interna y externa se vuelve rebelde. Las
representaciones que inviste son Icc y se sustraen a las leyes de éste
(condensación y desplazamiento). Se forman constelaciones similares al sueño.
La subrogación (el representante psíquico de la libido) tiene que contar con el
poder del yo Prcc. La contradicción que se había levantado con el Yo Cc la
persigue y como contrainvestidura
(fuerza que actúa en el sentido contrario a la energía pulsional) y la fuerza a
escoger una expresión que también sea expresión de ella. El síntoma se engendra
como retoño de cumplimiento de deseo libidinoso inconsciente desfigurado de
múltiples formas. Es una ambigüedad cuyos dos significados se contradicen. El
Prcc se afana por oponérsele a la moción de deseo Icc.
La escapatoria de la libido bajo las
condiciones del conflicto es posibilitada por la preexistencia de fijaciones.
La investidura regresiva lleva a sortear la represión y a una descarga que
respete las condiciones de compromiso. Por los rodeos la libido ha logrado una
satisfacción real.
En la neurosis histérica la libido halla las
fijaciones en las prácticas y vivencias de la sexualidad infantil, en los
afanes parciales abandonados, y en los objetos resignados de la niñez. En él se
manifestaron por primera vez las orientaciones pulsionales que el niño traía
consigo en su disposición innata; en virtud de las influencias externas se le
despertaron otras pulsiones. El hecho de que sobrevengan en una etapa de
inmadurez confiere gravedad y posibilita el efecto traumático.
La fijación libidinal del adulto tiene dos
factores: la disposición heredada innata y la predisposición adquirida en la
primera infancia. Pero las vivencias infantiles cobran importancia por la
regresión. También las vivencias infantiles tienen un efecto de atracción sobre
la libido, ya que quedó adherida con ciertos montos en ellas.
Los síntomas crean entonces un sustituto para
la satisfacción frustrada por medio de una regresión de la libido a estadios
anteriores de la elección de objeto u organización. En este período la libido
no echaba de menos la satisfacción. El síntoma repite de algún modo aquella
modalidad de satisfacción desfigurada por la censura que nace del conflicto y
mezclada con elementos que provienen de la ocasión que llevó a contraer la
enfermedad. La persona siente la satisfacción como un sufrimiento, provoca su
resistencia. Además casi siempre prescinden del objeto y resignan el vínculo
con la realidad. Reemplaza una modificación del mundo por una modificación del
cuerpo. Además cooperaron la condensación y el desplazamiento.
No siempre las escenas infantiles en las que se
fijan la libido son verdaderas. Esto es porque los recuerdos infantiles poseen
realidad psíquica por oposición a la realidad material. En el mundo de la neurosis la realidad psíquica es la decisiva. El
niño muchas veces se compone la fantasía sobre la base de indicios, o sobre una
insatisfacción de la pulsión de ver o saber que se representa en otra
observación análoga. Por la fantasía de seducción muchas veces el niño encubre
el período autoerótico de su quehacer sexual. El resultado es el mismo
corresponda mayor o menor participación de la fantasía o la realidad. La
necesidad de crear tales fantasías proviene de las pulsiones. Hay fantasías primordiales que son un legado
filogenético.
El yo es educado para obedecer al principio de
realidad por influencia del apremio de la vida. Tiene que renunciar transitoria
o permanentemente a ciertos objetos y metas. Pero se reserva una actividad que
se concede todas esas fuentes de placer resignadas que se emancipan al examen de la realidad (juzgar si algo es
real o no). Las aspiraciones alcanzan así la forma de representación de
cumplimiento. En la fantasía el hombre sigue gozando de la libertad respecto de
la compulsión exterior. Estos sueños diurnos son el modelo y núcleo de los
sueños nocturnos, que son desfigurados y experimentan libertad plena por la
liberación que las mociones pulsionales. Muchas veces las fantasías diurnas son
Icc. Son retoños de aquellas escenas que la libido inviste regresivamente. Los
objetos y orientaciones que la libido había resignado son retenidos aún en las
fantasías. Estas son toleradas por el Yo mientras cumplan una condición cuantitativa. Pero se elevan y
desarrollan un esfuerzo orientado hacia la realidad. Entonces son sometidas a
la represión por parte del Yo y atraídas por el Icc. Desde las fantasías Icc la
libido vuelve a migrar hasta sus orígenes, en sus puntos de fijación. La
retirada de la libido a la fantasía es un estado intermedio de formación de
síntomas. Se lo denomina introversión. Significa
un extrañamiento de la libido respecto a las posibilidades de satisfacción real
y la sobreinvestidura de las fantasías.
El carácter cualitativo de las condiciones
etiológicas (dinámico) no alcanza, hay que incluir el económico. El conflicto estalla cuando se alcanzó ciertas
intensidades de investiduras, por más que preexistieran las condiciones de
contenido. Interesa el monto de libido no aplicada que una persona pueda
conservar y la cuantía de la fracción de su libido que es capaz de sublimar.
La ceguera histérica es
una de las perturbaciones psicógenas típicas de la visión. En la histeria nace
por autosugestión. Los ciegos histéricos lo son sólo para la conciencia, en lo
inconsciente son videntes. En los enfermos predispuestos a la histeria está
presente una inclinación a disociar a consecuencia de lo cual muchos procesos
inconscientes no se continúan hasta lo conciente. Para la escuela francesa los
histéricos enceguecen por la disociación entre procesos concientes e
inconscientes en el acto de ver; su representación de no ver es la expresión
del estado psíquico, no la causa.
Desde el psicoanálisis
la vida anímica es un juego de fuerzas que se promueven y se inhiben las unas a
las otras. Cuando un cierto grupo de representaciones permanece en lo
inconsciente, no infiere una incapacidad constitucional para la síntesis, sino
que asevera que una revuelta activa de otros grupos de representaciones ha
causado el aislamiento y la condición de inconsciente de aquel grupo. Se llama represión
(esfuerzo de desalojo) al proceso que depara ese destino a uno de los
grupos. El fracaso de la represión es la condición previa de la formación de
síntoma.
Las representaciones han
entrado en una oposición con otras mas intensas del Yo, y por eso cayeron en la
represión. Cada pulsión busca imponerse animando las representaciones adecuadas
a su meta. Esas pulsiones entran en conflicto de intereses, y las oposiciones
entre las representaciones son la expresión de las luchas entre las pulsiones
singulares. Hay una inequívoca oposición entre las pulsiones que sirven a la
sexualidad y las que tienen por meta la autoconservación (yoicas).
En el desarrollo
psicogénico de las pulsiones, éstas comienzan siendo numerosas pulsiones
parciales que adhieren a las excitaciones de regiones del cuerpo. Atraviesan un
complicado proceso de desarrollo antes de poder subordinarse a las metas de la
reproducción. Libido designa a la energía de las pulsiones sexuales. La cultura
nace a expensas de las pulsiones sexuales parciales, que tienen que ser
sofocadas, limitadas y guiadas hacia metas superiores. En las neurosis el Yo se
siente amenazado por las exigencias de las pulsiones sexuales y se defiende de ellas
mediante unas represiones que no siempre alcanzan el éxito deseado, sino que
tienen por consecuencia formaciones sustitutivas de lo reprimido y penosas
formaciones reactivas del yo.
Los mismos órganos y
sistemas de órganos están al servicio tanto de las pulsiones sexuales como de
las yoicas. No se puede servir a dos amos al mismo tiempo. Mientras más íntimo
sea el vínculo en que un órgano dotado de esa doble función entre con una de
las grandes pulsiones, tanto más se rehusará a la otra. Cuando las dos
funciones básicas están en discordia, desde el yo se mantiene una represión
contra la pulsión sexual parcial respectiva, y produce consecuencias
patológicas. Si la pulsión sexual parcial que se sirve del ver se ha atraído a
causa de las hipertróficas exigencias, la contradefensa de las pulsiones yoicas
produce que las representaciones se reprimen y queda perturbado el vínculo del
ojo y del ver con el yo y la conciencia. El órgano se pone por entero a
disposición de la pulsión sexual reprimida. La pulsión reprimida, coartada de
un ulterior despliegue psíquico, acrecienta su imperio sobre el órgano que la
sirve. La pérdida del imperio conciente sobre el órgano es la formación
sustitutiva de la represión fracasada.
Sobre
la dinámica de la transferencia (1912)
Todo ser humano por efecto conjugado de sus
disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una
especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, y las pulsiones
que satisfará, así como las metas que habrá de fijarse. Disposición y azar
determinan el destino del hombre. Esto da por resultado un clisé que se repite de manera regular en la trayectoria de la vida,
en la medida en que lo consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza
de los objetos de amor asequibles. Solo un sector de esas emociones ha
recorrido el pleno desarrollo psíquico: ese sector está vuelto hacia la
realidad objetiva, disponible para la personalidad conciente. Otra parte de las
mociones libidinosas ha sido demorada en el desarrollo, está apartada de la
personalidad conciente y la realidad objetiva, y sólo tuvo permitido
desplegarse en la fantasía o ha permanecido por entero en lo inconsciente. Y si
la necesidad de amor de alguien no está satisfecha de manera exhaustiva por la
realidad, se verá precisado a volcarse con unas nuevas
representaciones-expectativa libidinosas hacia cada nueva persona que aparezca.
Es normal que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien
que está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. Esa investidura
se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés, insertará al médico en
una de las series psíquicas que ha formado. No solo las
representaciones-expectativa concientes han producido la transferencia, sino
también las rezagadas o inconscientes.
La
transferencia se hace intensa en neuróticos bajo análisis; y es la más
fuerte resistencia al tratamiento, así como la portadora del efecto salutífero,
como condición del éxito. Cuando las asociaciones libres fallan, se deniegan
verdaderamente, es porque está bajo el impero de una ocurrencia relativa al
analista.
La más poderosa palanca del éxito se muda en el medio más potente de resistencia.
Este proceso no es característico del psicoanálisis sino de la neurosis.
Una condición previa de toda psiconeurosis es
la introversión de la libido:
disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la
realidad, y en esa medida aumenta el sector de ella entrañada de la realidad
objetiva, inconsciente. La libido se ha internado por el camino de la regresión
y reanima los imagos infantiles. Todas las fuerzas que causaron la regresión se
elevan como resistencias al trabajo para conservar ese estado. La introversión
se produjo por una frustración de la satisfacción exterior. La libido
disponible había estado bajo la atracción de las partes de complejos
inconscientes. Para liberarla es preciso vencer la atracción de lo
inconsciente, cancelar la represión (esfuerzo de desalojo) de las pulsiones
inconscientes y sus producciones. Cada acto del paciente se forma como
compromiso entre las fuerzas cuya meta es la salud y las reprimidas.
Si se persigue un complejo patógeno desde su
subrogación conciente (síntoma) hasta su raíz inconsciente, hay una zona donde
la resistencia se hace nítida y la ocurrencia que surja aparece como un claro
compromiso entre sus requerimientos y los del trabajo de investigación. En este
punto sobreviene la transferencia: algo del material del complejo es
transferido sobre el psicoanalista, esa transferencia da una ocurrencia
inmediata y se anuncia mediante una resistencia (ej: detención de las
ocurrencias). Siempre que se aproxima a un complejo patógeno, primero se
adelanta hasta la conciencia la parte susceptible de transferencia, y es
defendida.
En la cura analítica la transferencia se
presenta como el arma más poderosa de la resistencia, y la intensidad será
efecto de ésta última.
Hay dos tipos de transferencias: una positiva,
de sentimientos tiernos, y una negativa de sentimientos hostiles. La positiva puede
ser amistosa (susceptible de conciencia) y erótica (inconsciente). La
transferencia que puede resultar como resistencia de la cura es la negativa, o
una positiva de mociones eróticas reprimidas. El otro componente, el conciente,
es el portador del éxito.
La ambivalencia de las orientaciones del
sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para poner
sus transferencias al servicio de la resistencia. El enfermo actúa sus pasiones
sin atender a la situación objetiva real. El médico quiere constreñirlo a
insertar esas mociones en la trama del tratamiento (lucha entre intelecto y
vida pulsional, discernir y actuar). La transferencia brinda el servicio de
volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los
pacientes.
Sobre la iniciación del
tratamiento (1913)
No se debe ceder frente al paciente que niega sus
ocurrencias: esto es producto de la resistencia. Pueden confesar que se guardó
algo, ha hecho a un lado ciertos pensamientos, o lo atareó la imagen de la
habitación donde se encuentra. Todo lo que se anuda a la situación presente
corresponde a una transferencia sobre el médico, la que prueba ser apta para la
resistencia. Desde ésta se encuentra con rapidez el acceso al material
patógeno. También los primeros síntomas o acciones casuales merecen un interés
particular. Puede que la sesión se divida en una parte inhibida y una cordial,
y lo utilizará como material.
Mientras que las ocurrencias y comunicaciones afluyan sin
detención, no hay que hablar de la transferencia. Sólo se hablará de ella
cuando sea resistencia para la cura.
A su vez solo se
comunicará al paciente el significado de tal o cual ocurrencia una vez que se
haya establecido una transferencia operativa, un rapport. No hará más que crear
mayores resistencias cuanto mayores aciertos tenga. El paciente sólo con el
tiempo lo introducirá en una de los imagos de aquellas personas de quienes
estuvo acostumbrado a recibir amor. No vale de nada informar al paciente sobre
sucesos de su vida, ya que esto no asegura que los recordará y sortearán las
resistencias al acceso conciente. El enfermo sabe sobre la vivencia reprimida
en su pensar, pero le falta la conexión con aquel lugar donde se halla de algún
modo el recuerdo reprimido. Solo puede producirse un cambio si el proceso
conciente de pensar avanza hasta ese lugar y vence las resistencias de la
represión.
El motor más directo de
la terapia es el padecer del paciente y el deseo que ahí se engendra de sanar.
Es mucho lo que se debita de la magnitud de esta fuerza pulsional, pero ésta,
de la cual cada mejoría trae aparejada su disminución, tiene que conservarse
hasta el final. Por sí sola es incapaz de eliminar la enfermedad: no conoce los
caminos que se deben recorren y no suministra los montos de energía necesarios
contra las resistencias. El tratamiento analítico remedia ambos déficit. Las
magnitudes de afecto se suplen movilizando las energías aprontadas para la
transferencia y mediante las comunicaciones muestra al enfermo los caminos para
guiar esas energías.
La
predisposición a la neurosis obsesiva (1913)
Para la contracción de
neurosis hay causas constituciones y accidentales. Las predisposiciones
dependen del recorrido que hayan hecho las funciones psíquicas hasta alcanzar
el estado característico de la persona normal. Toda vez que un fragmento de
función quede en el estadio anterior se produce un lugar de fijación a los
cuales la función puede regresar en caso de que se contraiga enfermedad por una
perturbación exterior. Nuestras predisposiciones son inhibiciones del
desarrollo.
La secuencia temporal
con que las afecciones irrumpen la vida corresponden al orden: histeria,
neurosis obsesiva, paranoia, demencia precoz. Las formas patológicas histéricas
se observan en la primera infancia; la neurosis obsesiva muestra sus síntomas
en el segundo período de la infancia; las otras psiconeurosis (parafrenia)
aparecen después de la pubertad. Éstas últimas, caracterizadas por manía de
grandeza, extrañamiento del mundo de los objetos y dificultad de transferencia,
se producen por fijación en un estadio de desarrollo libidinal anterior al
establecimiento de la elección de objeto, en la fase del autoerotismo y del
narcisimo.
La primera fase del
desarrollo de la función libidinosa es la del autoerotismo, en la cual
pulsiones parciales singulares buscan su satisfacción de placer en el cuerpo
propio, y luego la síntesis de todas las pulsiones parciales en la elección de
objeto, bajo el primado de los genitales, al servicio de la reproducción. En
medio hay un estadio de narcisismo en que la elección de objeto coincide con el
yo. Previo a la plasmación final, las pulsiones parciales se reúnen en la
elección de objeto ajeno, pero aún no está instituido el primado de las zonas
genitales. Las pulsiones parciales que gobiernan la organización pregenital de
la vida sexual son anal-eróticas y sádicas. Las pulsiones parciales asumen en
la neurosis la subrogación de las genitales.
En el caso analizado, la
paciente comenzó con fantasías sádicas de paliza que fueron sofocadas, y luego
vino un período de latencia que pasó por un desarrollo moral de alto vuelo.
Posteriormente la primera gran frustración, desvalorización de la vida genital,
hizo caer su vida sexual en el estadio infantil del sadismo. En este caso la
predisposición a la neurosis obsesiva es revelada por el estadio de desarrollo
más alto y luego es activada por regresión. En otros casos la organización
sexual que contiene la predisposición nunca vuelve a ser superada del todo una
vez que se estableció.
En la elección
pregenital del objeto la oposición masculino-femenina introducida por la
función de reproducción, no había estado aún presente. Hay, en cambio,
oposición entre aspiraciones de meta pasiva y activa, que más tarde se suelda
con la oposición entre los sexos. La actividad es sufragada por la pulsión de
apoderamiento (sadismo) al servicio de la función sexual. La corriente pasiva
es alimentada por el erotismo anal.
En las formaciones de
carácter sustituye la represión por unas formaciones reactivas y sublimaciones.
También la ratificación de la organización sádico-anal cuando se resignan las
funciones genitales produce una mudanza de carácter por la regresión de la vida
sexual al estadio pregenital. No solo es su precursora (de la fase genital)
sino su sucesora y relevo una vez que éstos han cumplido su función.
La pulsión de saber es
un brote sublimado, elevado a lo intelectual, de la pulsión de apoderamiento.
La predisposición
histórico-genética a una neurosis sólo queda completa cuando toma en cuenta la
fase del desarrollo yoico en que sobrevino la fijación a la vez que la
libidinal. Un apresuramiento del desarrollo yoico constreñiría una elección de
objeto mientras que la pulsión sexual no ha alcanzado todavía su plasmación
última. Dejaría como secuela una fijación en el estadio del orden sexual
pregenital.
La histeria tiene un
vínculo íntimo con la última fase del desarrollo libidinal, que se singulariza
por el primado de los genitales y la introducción de la función reproductora.
Esta adquisición sucumbe a la represión, supone una regresión al nivel bajo el
imperio de la sexualidad masculina que fue reprimida cuando elevó a la vagina a
la condición de zona erógena dominante en detrimento del clítoris como órgano
rector. En la histeria sobreviene una reactivación de la sexualidad masculina y
una lucha defensiva contra esta producto de las pulsiones yoicas.
Introducción
al Narcisismo (1914)
I. Narcisismo:
un individuo total retiene su libido en el interior del yo y no desembolsa nada
de ella en investidura de objeto. Da a su cuerpo propio un trato parecido al
que daría al cuerpo de un objeto sexual, hasta alcanzar la satisfacción plena.
Puede cobrar el significado de una perversión que ha absorbido toda la vida
sexual de la persona. Sin embargo una colocación de la libido narcisista es
parte del desarrollo sexual regular. Es un complemento libidinoso del egoísmo
inherente a la pulsión de autoconservación.
El destino de la libido sustraída de los
objetos fue conducido al yo, y surgió una conducta narcisista. Este narcisismo,
que nace por replegamiento de las investiduras de objeto es secundario, que se
edifica sobre la base del primario.
Este último presupone una originaria
investidura libidinal del Yo, cedida después a los objetos. Hay una oposición
entre libido Yoica y libido de Objeto. Cuánto más gasta una,
más se empobrece la otra. En el enamoramiento se desarrolla la segunda,
resignando la personalidad a favor de la investidura de objeto, y el opuesto
está en la fantasía de los paranoicos. Al comienzo éstas están juntas en el
estado del narcisismo y son indiscernibles y sólo con la investidura de objeto
se vuelve posible diferenciar una energía sexual (libido) de una energía de las
pulsiones Yoicas.
No está presente desde el comienzo una unidad
comparable al Yo: debe desarrollarse. Las pulsiones autoeróticas son iniciales,
por tanto debe agregarse una nueva acción para que se constituya el narcisismo.
La separación entre libido Yoica y libido de
objeto es la insoslayable prolongación de la división entre pulsiones sexuales
y pulsiones Yoicas. La separación de las pulsiones sexuales respecto de las
Yoicas no hace más que reflejar la doble función del individuo: que es fin para
sí mismo y eslabón dentro de una cadena de la cual es tributario contra su voluntad,
portador mortal de una sustancia inmortal
II. Tanto en casos de enfermedad, como en la
hipocondría o incluso cuando se duerme, cuando los genitales se encuentran en
estado de excitación toda la investidura del mundo externo es introvertida
hacia el Yo. La actividad por la cual un lugar del cuerpo envía a la vida
anímica estímulos de excitación sexual es la erogenidad. Algunas zonas del
cuerpo (zonas erógenas) pueden subrogar a los genitales y comportarse de manera
análoga a ellos.
Al comienzo la libido yoica quedó ocultada tras
la libido de objeto, ya que las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas
se apuntalan en funciones vitales de autoconservación. Las pulsiones sexuales
se apuntalan en la satisfacción de las pulsiones yoicas, y más tarde se
independizan. Las personas encargadas de la nutrición y el cuidado devienen los
primeros objetos sexuales. El niño elige sus objetos tomándolos de vivencias de
satisfacción. Pero en algunos casos no eligen su posterior objeto de amor según
el modelo de la madre, sino según la propia persona. Se buscan a sí mismos como
objeto, exhiben el tipo de elección de objeto narcisista. El narcisismo
primario puede expresarse de manera predominante en su elección de objeto.
Se ama, entonces: según el tipo narcisista a lo
que uno es, a lo que fue, a lo que querría ser, a la persona que fue parte de
si mismo (hijo); y según el tipo de apuntalamiento a la mujer nutricia, o al
padre protector.
III. El narcisismo originario está expuesto al
peligro del complejo de castración
(angustia por el pene en el varón, envidia del pene en la niña).
Mociones pulsionales libidinosas sucumben a la
represión cuando entran en conflicto con representaciones éticas y morales. La
represión parte del Yo, del Ideal por
el cual mide su yo actual. La formación del ideal sería la condición de la
represión de parte del Yo. Sobre el ideal
del yo recae el amor de sí mismo. El narcisismo aparece desplazado a esta
nueva formación que posee todas las perfecciones valiosas. Como en el ámbito de
la libido, el hombre es incapaz de renunciar a la satisfacción una vez gozada,
no quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y proyecta su
ideal como un sustituto del narcisismo perdido en la que él fue su propio yo ideal.
La sublimación es el proceso que atañe a la
libido de objeto y consiste en que la pulsión se lanza a otra meta distante de
la satisfacción sexual. La idealización es
un proceso que envuelve al objeto, sin variar de naturaleza, que es
engrandecido y realzado psíquicamente. Es posible tanto en el campo de la
libido Yoica como la de Objeto. La sublimación ocurre con la libido; la
idealización con el objeto.
La formación del ideal aumenta las exigencias
del yo y es el más fuerte favorecedor de la represión. En cambio la sublimación
es la vía de escape que permite cumplir la exigencia sin dar lugar a la
represión.
Hay una instancia psíquica cuyo cometido es
asegurarse la satisfacción narcisista proveniente del ideal del Yo, observando
al Yo actual y midiéndolo con el ideal (Superyo). Es característico de nuestra
conciencia moral.
La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la
conciencia moral, partió de la influencia crítica de los padres. Grandes montos
de libido homosexual fueron convocados para su formación, y encuentran
satisfacción en éste. Todo lo que uno posee y ha alcanzado cada resto del
primitivo sentimiento de omnipotencia corroborado por la experiencia,
contribuye a incrementar el sentimiento de sí. El sentimiento de sí depende de
la libido narcisista. El ser amado constituye la meta y la satisfacción en la
elección de objeto narcisista. La investidura libidinal de objetos no eleva el
sentimiento de sí, la dependencia con el ser amado tiene el efecto contrario:
lo rebaja. El que ama ha sacrificado un fragmento de su narcisismo y solo puede
restituirlo por el ser amado.
Las relaciones del sentimiento de si con el
erotismo pueden exponerse:
-según que las investiduras amorosas sean acordes con el yo: el amor es otra
función del Yo. El amar rebaja la autoestima, y el ser amado, hallar un objeto
de amor, poseer al objeto, vuelven a elevarla.
-según que hayan experimentado una represión: la investidura de amor es
sentida como grave reducción del yo, la satisfacción de amor es imposible y el
re-enriquecimiento del yo sólo se vuelve posible por el retiro de la libido de
los objetos. El retroceso de la libido de objeto al yo, su mudanza en
narcisismo vuelve a establecer un amor dichoso de cuando libido objeto y yoica
eran la misma cosa.
El desarrollo del Yo consiste en un
distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra una intensa
aspiración a recobrarlo. Acontece mediante el desplazamiento de la libido a un
ideal del yo impuesto desde afuera y la satisfacción se obtiene mediante el
cumplimiento de ese ideal.
El Yo ha emitido las investiduras libidinosas
de objeto, se empobrece a favor de éstas y se enriquece por satisfacciones de
objeto y cumplimiento del ideal.
Una parte del sentimiento de sí es primario, el
residuo del narcisismo infantil; otra parte brota el cumplimiento del ideal del
yo; una tercera de la satisfacción libidinal de Objeto.
El ideal
del yo impuso difíciles condiciones a la satisfacción libidinal con los
objetos. Donde no se ha desarrollado un ideal la aspiración sexual ingresa inmodificada
en la persona como perversión.
El enamoramiento es un desborde de la libido
yoica sobre el objeto. Cancela las represiones y restablece las perversiones.
Eleva el objeto sexual a ideal sexual: se idealiza lo que cumple la condición
de amor infantil.
Donde la satisfacción narcisista tropieza con
impedimentos reales, el ideal sexual puede ser usado como satisfacción
sustitutiva. Se ama siguiendo el tipo de la elección narcisista de objeto, lo
que uno fue o lo que no tiene o le falta para alcanzar el ideal del yo. La
insatisfacción por el incumplimiento del ideal libera libido homosexual que se
muda en conciencia de culpa, (angustia social).
Puntualizaciones
sobre el amor de transferencia (1915)
La paciente durante la transferencia positiva,
cambia la escena, de la terapia al analista, se declara sana. Pero toda cuanto
estorbe proseguir la cura puede ser la exteriorización de una resistencia. La
paciente ya no intelige nada, parece absorta en su enamoramiento y todo esto
surge en un punto en que debía recordar un fragmento penoso y reprimido de su
autobiografía. La resistencia se sirve de éste para inhibir la prosecución de
la cura. La resistencia como agente provocador acrecienta el enamoramiento ya
presente, invocando la acción eficaz de la represión.
Uno llama lo reprimido a la conciencia para
resolverlo, no para volver a reprimirlo. Hay que dejar subsistir en el enfermo
necesidad y añoranza, y guardarse de apaciguarlas.
Si cede ante la necesidad de amor del paciente,
este último habría conseguido aquello a
lo cual aspiran todos los enfermos en análisis: actuar, repetir en la vida
aquello que sólo deben recordar, reproducir como material psíquico. Ella
sacaría a relucir todas las inhibiciones y reacciones patológicas de su vida, y
concluiría en arrepentimiento y refuerzo de su inclinación represora. Por otro
lado pondría término a la posibilidad de influir mediante tratamiento
analítico. Consentir una apetencia amorosa es tan funesto como sofocarla. Debe
guardarse de desviar la transferencia y ahuyentarla, y al mismo tiempo de
corresponderle.
Pero también puede ocurrir que la paciente se
muestre recalcitrante e indócil; haya arrojado todo interés por el tratamiento
y no tenga respeto alguno por el médico.
El amor no conlleva ningún rasgo nuevo que
brote de la situación presente, sino que se compone por entero de repeticiones y calco de reacciones
anteriores, incluso infantiles. La meta a partir de la transferencia será
descubrir la elección infantil de objeto y las fantasías urdidas.
La resistencia no crea al enamoramiento, lo
encuentra y se sirve de él exagerándolo. Éste consta de reediciones de rasgos
antiguos y repite reacciones infantiles. Ese es el carácter esencial de todo
enamoramiento: repetir modelos infantiles. Esto constituye su carácter
compulsivo. El amor de transferencia permite discernir con más nitidez su
dependencia a estos modelos, se muestra menos flexible y modificable. La
diferencia con el amor normal es que es provocado por la situación analítica,
es empujado por las resistencias, y carece en alto grado del miramiento por la
realidad objetiva, es menos prudente y cuidadoso, más ciego.
Puntualizaciones psicoanalíticas descritas
autobiográficamente:
Caso Schreber (1911)
III.
Acerca del mecanismo paranoico:
El carácter paranoico reside en que para
defenderse de una fantasía de deseo homosexual se reacciona con un delirio de
persecución.
En la historia evolutiva de la libido se
atraviesan estadios desde el autoerotismo al amor de objeto. El narcisismo
consiste en que el individuo sintetiza en una unidad sus pulsiones sexuales de
actividad autoerótica. Para ganar un objeto de amor se toma primero a sí mismo
de objeto antes de pasar a un ajeno. Muchas personas demoran en esta fase y
dejan mucho pendiente para fases ulteriores. La continuación de ese camino
lleva a elegir un objeto con genitales parecidos, o sea, a través de la
elección homosexual de objeto se alcanza la heterosexualidad. Tras alcanzar una
elección de objeto heterosexual las aspiraciones homosexuales son esforzadas a
apartarse de la meta sexual y conducidas a nuevas aplicaciones. Se conjugan con
pulsiones yoicas, apuntalándose en ellas, para constituir las pulsiones
sociales, la amistad, el sentido comunitario, el amor universal.
Cada estadio de desarrollo de la psicosexualidad
ofrece una posibilidad de fijación, un lugar de predisposición. Personas con
libido fijada en el narcisismo están expuestas a que grandes influjos
libidinales encuentre decurso sometiendo las pulsiones sublimadas a la
sexualización. Todo cuanto provoque una corriente retrocedente de la libido
(regresión) puede llevar a la defensa de la sexualización de sus investiduras
pulsionales sociales. La investidura libidinal es el interés desde fuentes
eróticas.
En la paranoia se forma una contradicción: de
“yo lo amo” se muda en “yo lo odio” (producto de una formación del
inconsciente); la percepción interna es sustituida por una externa, mediante
proyección, de “él me odia”. El sentimiento inconsciente aparece como una
consecuencia de la percepción exterior.
Lo característico de esta forma patológica son
dos mecanismos: la formación de síntoma y la represión. En la formación de
síntoma de la paranoia es característica la proyección.
La percepción interna es sofocada y como sustituto de ella adviene a la
conciencia su contenido desfigurado como una percepción externa.
La modalidad del proceso represivo se entrama
de manera más íntima que la modalidad de la formación de síntoma con la
historia del desarrollo de la libido. El proceso se desarrolla en tres fases:
1. La fijación
es precursora y condiciona la represión. Se produce cuando una pulsión no
recorre el desarrollo como previsto, y a consecuencia de esa inhibición del
desarrollo permanece en un estadio infantil. La corriente libidinosa se
comporta respecto de las posteriores formaciones psíquicas de forma reprimida
(en el Icc). En tales fijaciones reside la predisposición a enfermar. El
desasimiento de la libido es el mecanismo esencial de la represión.
2. La represión
propiamente dicha parte del Yo, de los sistemas susceptibles de conciencia
y puede ser descripta como un esfuerzo de dar caza. Es un proceso activo,
mientras que la fijación es un retardo pasivo. A la represión sucumben los
retoños psíquicos de las pulsiones que se retrazaron primariamente, cuando por
su fortalecimiento llegan a un conflicto con el Yo o con aquellas aspiraciones
contra las que se eleva una repugnancia. No traería una represión si no se
enlazaran éstas últimas con las ya reprimidas. Toda vez que ello sucede ejercen
un efecto de igual sentido tanto la repulsión de los sistemas Cc como la
atracción del Icc. El proceso de la represión consiste en un desasimiento de la
libido de personas y cosas antes amadas. El proceso que hace ruido, es el de
restablecimiento y reconducción de la libido que deshace la represión, que en
la paranoia se lleva a cabo mediante la proyección. Lo cancelado adentro
retorna afuera.
3. Retorno
de lo reprimido, o fracaso de la represión, que produce una irrupción desde
el lugar de la fijación y tiene por contenido una regresión del desarrollo
libidinal hasta ese lugar.
La fijación tiene diversas facetas
correspondientes a los estadios de desarrollo de la libido. Mediante el
desasimiento de la libido produce una liberación de ésta que se conserva libre
flotando dentro de la psique; en la histeria se muda en inervaciones
corporales; en la paranoia la libido sustraída del objeto se vuelca al Yo, lo
magnifica, se vuelve al estadio narcisista en que el único objeto era el Yo.
Los paranoicos llevan una fijación en el narcisismo, y la regresión
característica se produce desde la homosexualidad sublimada hasta el
narcisismo.
Pulsión es concepto fronterizo de lo somático y lo
anímico, es el representante psíquico de poderes orgánicos y se separan entre
pulsiones yoicas y sexuales.
Nota sobre el
concepto de lo inconsciente (1912)
Una representación puede
estar presente en la conciencia o desaparecer de ella, reaflorar intacta
después de un intervalo, y hacerlo desde el recuerdo, no como consecuencia de
una nueva percepción sensorial. En éste caso la representación estuvo presente
de forma latente.
Conciente es aquello de
lo que nos percatamos y las latentes son las inconscientes. Una representación
inconsciente es una de la que no nos percatamos a pesar de que estamos
dispuestos a admitir su existencia.
En la hipnosis una orden
impartida deviene eficiente como acción, sin recuerdo del contexto o de la
orden misma. La orden fue trasferida a la acción tan pronto como la conciencia
se percató de su existencia. El estímulo real es la orden, que no devino
conciente sino que fue su retoño: la idea de la acción. La orden permaneció
inconsciente y por eso fue eficiente.
La vida anímica del
histérico rebosa de esas ideas eficientes e inconscientes. De ellos provienen los
síntomas. Cuando ejecuta las convulsiones y gestos de su ataque, no representa
las acciones que realiza, sino que reproduce una escena de su vida cuyo
recuerdo era inconscientemente eficiente durante su ataque. Un pensamiento
latente equivale a la prueba directa brindada por la conciencia. Por lo tanto
hay pensamientos latentes muy fuertes, sin embargo algunos no penetran en la
conciencia. Los del primer grupo son preconscientes,
los de la neurosis son inconscientes.
Este término no solo designa pensamientos latentes, sino que poseen un
carácter dinámico, aquellos que a pesar de su intensidad y acción eficiente se
mantienen alejados de la conciencia.
Hay un preconsciente
eficiente, y un inconsciente eficiente alejado de la conciencia. Para éste
último poder penetrar en la conciencia, se necesita un esfuerzo que venza la
defensa que intenta repulsarlo de ésta; esta defensa se expresa como resistencia al material inconsciente que
quiere penetrar. La defensa no se levanta frente a las representaciones preconscientes.
Todo acto psíquico
empieza siendo inconsciente, y puede permanecer tal o bien avanzar
desarrollándose hasta la conciencia según que tropiece o no con resistencias.
El distingo entre actividad preconsciente e inconsciente aparece cuando la
defensa ha entrado en juego.
En el sueño, un
itinerario de pensamientos fue despertado por la actividad mental del día y
retenido capacidad eficiente; ha escapado a la disminución de interés. Durante
la noche consiguen hallar la conexión con uno de los deseos inconscientes que
han estado presentes desde la infancia pero de forma reprimida y excluidos de
la conciencia. Este apoyo inconsciente le presta la fuerza para devenir
nuevamente eficientes y aflorar bajo la forma de sueños. Los pensamientos han
experimentado una desfiguración; han investido la conciencia; un fragmento de
lo inconsciente ha aflorado en la conciencia que de ordinario hubiera sido
imposible. Los pensamientos preconscientes son los restos diurnos; y el
material inconsciente los pensamientos oníricos latentes. Los restos diurnos
que posiblemente fueron concientes de día, son asimilados por las tendencias
inconscientes, rebajados a ésta cualidad (icc) y sometidos a las leyes que
rigen en este sistema. El inconsciente representa tanto un carácter de ciertos
procesos psíquicos (descriptivo), como también el sistema de actividad psíquica
que abarca éstos procesos.
Tótem
y tabú: Capitulo IV
“El
retorno del totemismo en la infancia” (1913)
5. El clan mata y devora a su animal totémico;
los miembros del linaje se disfrazan asemejándose a él. Ejecutan una acción
prohibida que legitiman con la participación de todos. El animal es llorado y
lamentado compulsivamente, arrancado por el miedo a una amenazadora represalia,
para sacarse de encima la responsabilidad de la muerte. A ese duelo continua un
festejo, desencadenamiento pulsional y la licencia de todas las satisfacciones.
Una fiesta es un exceso permitido, la violación de una prohibición. Los
miembros se santifican mediante la comida, se refuerzan en su identificación
con él. El animal totémico es el sustituto
del padre. La actitud ambivalente es característica del complejo paterno.
En la horda primordial (el estado primordial de
la sociedad humana) hay un padre violento que se reserva todas las hembras y
expulsa a los hijos varones cuando crecen. Un día los hermanos expulsados se
aliaron, mataron y devoraron al padre y pusieron fin a la horda paterna. Unidos
osaron hacer y llevaron a cabo lo que individualmente les habría sido
imposible. El violento padre primordial era el arquetipo envidiado y temido de
cada uno de los hermanos. En el acto de la devoración consumaban la
identificación con él apropiándose de su fuerza. El banquete totémico, la
primera fiesta de la humanidad, sería la repetición y celebración recordatoria
de aquella hazaña memorable sobre la cual se fundaron las organizaciones
sociales, las limitaciones éticas y la religión. Los hermanos estaban
gobernados por los mismos sentimientos ambivalentes del complejo paterno en los
niños y neuróticos. Odiaban al padre que representaba un obstáculo para su
necesidad de poder y exigencias sexuales, pero lo amaban y admiraban al mismo
tiempo. Tras eliminarlo y satisfacer su odio e imponer su deseo de
identificarse con él, se suscitaron mociones tiernas avasalladas. Esto produjo
arrepentimiento y nació la conciencia de culpa. El muerto se volvió más fuerte
de lo que fue en vida. Lo que él había impedido con su existencia, ellos mismos
se lo prohibieron psíquicamente como obediencia
de efecto retardado. Declararon prohibida la muerte del sustituto del
padre, el tótem, y renunciaron a las mujeres liberadas. Desde la conciencia de
culpa del hijo crearon los tabúes fundamentales del totemismo que coincidieron
con los dos deseos reprimidos del complejo de Edipo: Muerte e Incesto. El
incesto tiene, además, un valor práctico: la necesidad sexual provoca
desavenencias entre los varones. Si se habían unido para avasallar al padre,
eran rivales entre sí respecto de las mujeres. Cada uno habría querido tenerlas
a todas para sí, y se habría venido a pique la nueva organización. Si los
hermanos querían vivir juntos no les quedó otra alternativa que erigir la
prohibición del incesto con la cual renunciaban a las mujeres con tal de salvar
la organización que los había hecho fuertes. El otro tabú que ampara la vida
del animal totémico erigía un contrato con el difunto que prometía amparo y
providencia a cambio de honrar su vida, no repetir la hazaña en virtud de la
cual había perecido. La religión totemista nace de la conciencia de culpa de
los hijos varones como un intento de apaciguar al padre mediante la obediencia
de efecto retardado. Este rasgo es conservado por la religión al igual que el
totemismo, que continúa la ambivalencia paterna. No sólo abarca las exteriorizaciones
del arrepentimiento y los intentos de reconciliación sino que también recuerda
el triunfo sobre el padre. Durante la fiesta se levantan las restricciones de
la obediencia de efecto retardado y es obligatorio renovar el crimen del
parricidio. La horda paterna es remplazada por el clan de hermanos (no
repetirás el crimen con un hermano). La sociedad descansa en la culpa por el
crimen; la religión en la conciencia de culpa.
6. El padre queda subrogado como Dios y como
animal totémico. El animal fue la primera forma de sustitución del padre, y
Dios una forma posterior en que el padre recuperaba su figura humana. Esto fue
posible por la añoranza del padre, cuando a través del tiempo el vínculo
cambió. Los hermanos se habían unido para el parricidio con el deseo de devenir
igual al padre (en el banquete lo expresan por la incorporación de su
sustituto). Pero tuvo que permanecer incumplido por los lazos fraternos. Con el
tiempo crece la añoranza, y nace un ideal cuyo contenido es la plenitud de
poder así como el apronte a sometérsele. Un individuo que se destaque reanimará
estos sentimientos y el antiguo ideal del padre, y será proclamado Dios. Al
introducir divinidades paternas, la sociedad sin padre se trasmudó en un
régimen patriarcal. La familia restauró la antigua horda primordial y devolvió
al padre un fragmento de sus anteriores derechos, pero la distancia con el
padre primordial fue lo suficientemente grande para asegurar su permanencia,
añoranza y perduración. En la escena sacrificial ante el Dios, el padre se
encuentra doblemente en el animal de sacrificio y en Dios que tienen dos
significados: la actitud ambivalente hacia el padre, la escena del
avasallamiento se convierte en material de una figuración de su triunfo. Dios
mata al animal que le está consagrado que es él mismo. Tampoco en el desarrollo
de las religiones se extinguieron los dos factores pulsionales: la conciencia
de culpa y su desafío.
Conferencia
28: La terapia analítica (1916)
La terapia hipnótica usa la sugestión para
prohibir los síntomas, refuerza la represión, deja intactos los procesos que
han llevado a la formación de síntoma; la terapia analítica llega hasta los
conflictos de donde nacen los síntomas, se sirve de la sugestión para modificar
el desenlace de ellos; impone un difícil trabajo para cancelar las resistencias
internas. Se trabaja con la transferencia resolviendo lo que se contrapone. La
superación de los conflictos se logra si se le han dado las
representaciones-expectativa que coinciden con su realidad interior. La transferencia
es objeto de tratamiento, es descompuesta en su manifestación. El éxito del
tratamiento se produce por superación de las resistencias.
Teoría de la libido: el neurótico es incapaz de
gozar y producir porque la libido no está dirigida a objetos reales, y porque
tiene que gastar gran parte de la energía en mantener la libido reprimida y
defenderse de ella. La terapia consiste en desasir la libido de sus
provisionales ligaduras sustraídas al Yo para ponerla al servicio de él. La
libido del neurótico está ligada a los síntomas, que le procuran la
satisfacción sustitutiva. Por eso es necesario resolverlos; para esto hay que
remontarse hasta su génesis, renovar el conflicto del que surgieron, llevarlo a
otro desenlace con el auxilio de fuerzas no disponibles en ese momento, pero no
en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión sino en
transferencia, creando versiones nuevas del viejo conflicto. La transferencia
es el campo de batalla en el que se reencuentran las fuerzas que combaten. Toda
la libido converge en la relación con el médico, los síntomas quedan despojados
de libido. La transferencia aparece en lugar de la enfermedad. En lugar de los
objetos libidinales irreales, aparece un único objeto fantaseado: el médico.
Cuando la libido vuelve a desasirse del objeto provisional no puede volver
atrás a sus primeros objetos, sino que queda a disposición del Yo. Se libró
batalla con la repugnancia del Yo hacia ciertas orientaciones de la libido
(inclinación a reprimir.
Hay dos fases en el tratamiento: de los
síntomas a la transferencia, y librar a éste nuevo objeto de la libido, para
eliminar la represión, de suerte que no pueda sustraerse más la libido del Yo.
Bajo la influencia de la sugestión se produce un cambio en el Yo; el Yo es engrosado
por lo inconsciente que se hace conciente, se reconcilia con la libido, se le
concede alguna satisfacción y se reduce el horror ante sus reclamos por la
posibilidad de neutralizar un monto de ella por sublimación.
Los límites están en la falta de movilidad de
la libido que no quiere abandonar sus objetos, y en la rigidez del narcisismo,
que no permite que la transferencia sobrepase cierta frontera.
Los sueños, así como los actos fallidos y
ocurrencias libres sirven para colegir el sentido de los síntomas y descubrir
la colocación de la libido. Nos muestran los deseos que cayeron bajo la
represión y los objetos a los cuales quedó aferrada la libido sustraída al Yo.
El sano también ha realizado represiones y hace
un cierto gasto para mantenerlas, su Icc oculta mociones reprimidas, investidas
de energía y una parte de su libido no está disponible para su Yo. La persona
sana es virtualmente neurótica. La diferencia entre salud y neurosis se
circunscribe a lo práctico, y se define por el resultado, si le ha quedado a la
persona capacidad para gozar y producir; el sano puede poseer innumerables
formaciones de síntoma, aunque mínimas y carentes de importancia práctica. La
diferencia es de índole cuantitativa, los montos de energía que han quedado
libres y ligados por represión.
Sobre
las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal (1917)
Avaricia, minuciosidad y terquedad provienen de
las fuentes pulsionales anales de la organización pregenital, en que sadismo y
erotismo anal desempeñan papeles rectores. El destino de las mociones
anal-eróticas, ya perdida su significatividad para la vida sexual tras el
establecimiento de la organización genital definitiva, es la permanencia en el
inconsciente tras la represión. Pueden ser sublimadas o traspuestas en
cualidades de carácter, y otra parte ser acogida en la nueva conformación de la
sexualidad regida por el primado de los genitales.
En las elucidaciones inconscientes
(ocurrencias, fantasías y síntomas), los conceptos de heces, dinero, regalo,
hijo y pene son permutados entre sí. Son tratados en el inconsciente como
equivalentes entre sí. La mujer puede reactivar un deseo infantil (la envidia
del pene) y lo hace portador de síntomas neuróticos. Otras mujeres no registran
el deseo del pene, pero sí un deseo de hijo. El varón es aceptado como un
apéndice del pene.
El hijo es considerado como algo que se
desprende del cuerpo; así un monto de investidura libidinosa aplicado al
contenido del intestino puede extenderse al niño. Las heces son el primer
regalo, una parte del cuerpo del que el lactante solo se separa a instancias de
la persona amada y con la que testimonia su ternura. Se presenta una primera
decisión entre la actitud narcisista y la del amor de objeto. O las entrega
obediente, o las retiene para la satisfacción autoerótica. También se habla de
recibir el “regalo de un hijo”.
Cuando el interés por las heces retrocede de
manera normal, la analogía orgánica entre éstas y el pene se transfiere a este
último. Cuando el niño se entera de la falta de pene en la mujer, es discernido
como algo separable del cuerpo, y entra en analogía con las heces (primer trazo
de lo corporal al que se debió renunciar).
La represión
(1915)
Una moción pulsional
puede chocar con resistencias que quieran hacerla inoperante. Al ser una
pulsión la huída es inoperante porque
no puede escapar de sí mismo. Una etapa previa al juicio (que más tarde será un
recurso contra la moción pulsional) es la represión, algo intermedio entre la
huida y el juicio adverso. Es uno de los destinos de la pulsión. Es
posibilitado porque el logro de la meta pulsional depare displacer en lugar de
placer. Pero las pulsiones siempre deparan placer. Tiene que haber un proceso
por el cual el placer de la satisfacción depare displacer. La satisfacción que
sería placentera, entraría en conflicto o sería inconciliable con otras
exigencias y designios. Sería placer para
un sistema y displacer para otro. La condición para la represión es que el motivo de displacer cobre un poder mayor
que el placer de la satisfacción.
La represión no es un
mecanismo de defensa presente desde el origen; no puede engendrarse antes que
se haya establecido una separación entre actividad conciente e inconsciente del
alma, y su esencia consiste en rechazar
algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella. La represión funda el
Icc.
Hay una represión primordial que consiste en que
la representación del representante de la pulsión[2] se le deniega
la admisión en lo conciente. Se establece una fijación, el representante queda
inmutable y la pulsión sigue ligada a él.
La segunda etapa es la represión propiamente dicha, que recae
sobre los retoños psíquicos de la representación del representante de la
pulsión reprimida o pensamientos que han entrado en asociación con él. Tales
representaciones experimental el mismo destino que lo reprimido primordial. La
represión secundaria es un esfuerzo de desalojo post-represión. Ejerce igual
efecto la repulsión desde la conciencia sobre lo que ha de reprimirse como la
atracción desde lo reprimido primordial sobre aquello con lo cual se puede
poner en conexión. Esto reprimido anterior está dispuesto a recoger lo repelido
por lo conciente. La represión no impide al representante de la pulsión seguir
existiendo en lo Icc y producir retoños, anudar conexiones etc. La represión
sólo perturba el vínculo con lo conciente.
Si los retoños de lo
reprimido primordial se ha alejado lo suficiente de éste, sea por las
desfiguraciones o por el número de eslabones intermedios, tiene expedito el
acceso a lo conciente. Las ocurrencias que el análisis hace surgir son una
traducción conciente de la representación del representante reprimida. Los
síntomas son retoños de lo reprimido que se han procurado el acceso a la
conciencia mediante esta formación distanciado de lo primordial. Cada uno de
los retoños puede tener su destino particular. Lo mismo que consigue la desfiguración lo
produce la alteración en el juego de las fuerzas psíquicas de placer-displacer.
La represión es móvil; exige un gasto de fuerza constante,
que si cesara peligraría su resultado. Lo reprimido ejerce una presión continua
en dirección a lo conciente, a raíz de lo cual el equilibrio tiene que
mantenerse por medio de una contrapresión. El mantenimiento de la represión
supone un dispendio continuo de fuerza, y su cancelación un ahorro.
La moción pulsional
puede estar inactiva (escasamente investida con energía psíquica), o investida
en grados variables y activa. Su activación pondrá en movimiento los rodeos
para acceder a la conciencia. Los retoños representantes de una energía baja
generalmente no son reprimidos, aunque su contenido sea idóneo para presentar
un conflicto psíquico, ya que el factor cuantitativo es el decisivo. Tan pronto
esa representación se refuerce, el conflicto deviene actual y la activación lo
lleva a la represión. Un aumento de la investidura enérgica actúa en el mismo
sentido que el acercamiento respecto de lo Icc y la disminución del
distanciamiento o la desfiguración. Las tendencias represoras pueden ser
sustituidas por un debilitamiento de lo desagradable.
La representación del
representante de la pulsión es un grupo de representaciones investidas desde la
pulsión con un monto de energía psíquica o libido. Junto a la representación
interviene algo que representa a la pulsión y puede experimentar un destino
diferente de la representación: el monto
de afecto. Corresponde a la pulsión en la medida que se ha desasido de la
representación y ha encontrado una expresión proporcionada a su cantidad en
afectos. La represión tiene un destino para la representación y otro para la
energía pulsional que adhiere a ésta.
El destino general de la
representación representante de la pulsión es desaparecer de la conciencia o
seguir coartada si nunca devino conciente; el factor cuantitativo tiene tres
destinos posibles: sofocación completa; salir a la luz como un afecto coloreado
cualitativamente; o mudarse en angustia.
La represión tenía el propósito de evitar el displacer. Si no ha logrado
impedir la producción de angustia entonces el proceso represivo ha fracasado.
Una represión crea una formación sustitutiva de representante:
el síntoma. Éste es un indicio de un retorno de lo reprimido, y debe su génesis
a un proceso diverso de la represión, pero que convergen. Existen diversos mecanismos
de formación sustitutiva; los mecanismos de la represión tienen en común la sustracción de investidura enérgica
(libido).
En la fobia la
representación fue sustituida vía desplazamiento por otro objeto, y el monto de
afecto se ha transpuesto en angustia. En la histeria de conversión el monto de
afecto se ha hecho desaparecer completamente, o bien una dosis de sensaciones
se anuda a los síntomas y se produce algún desprendimiento de angustia. El
contenido produce como formación sustitutiva una inervación hiperintensa
somática ya sea como inhibición o excitación sensorial o motriz. El lugar se
revela como una porción de la representación que ha atraído hacia sí, por
condensación, la investidura. La neurosis obsesiva produce una formación
sustitutiva en la alteración del yo como escrúpulos de conciencia extremos. La
representación se muda en algo indiferente y conciente, y el modo de afecto en
la mayor parte de los casos aparece en angustia, de la cual se huye como en el
caso de la fobia.
Lo inconsciente
(1915)
II.
La multivocidad de lo inconsciente y el punto de vista tópico:
Todo lo reprimido es inconsciente pero no todo
lo inconsciente es reprimido. Lo inconsciente abarca actos latentes por ahora
(preconsciente), pero que lo son de forma descriptiva; procesos reprimidos que
de devenir conscientes contrastarían conflictivamente con lo consciente
(dinámico).
Un acto psíquico atraviesa por dos fases entre
las cuales se encuentra la censura. En la primera fase es inconsciente y
pertenece al sistema Icc; si es rechazado por la censura se le deniega el
pasaje a la segunda fase; y si pasa pertenece al sistema Cc. Pero no es
conciente sino susceptible de conciencia (preconsciente). Este sistema
participa de las propiedades del sistema Cc. Se distingue de la concepción
descriptiva por la naturaleza dinámica de
los procesos anímicos, y tiene en cuenta la tópica
psíquica indicando el sistema dentro del cual se consuma el acto.
Hay dos
teorías respecto a los procesos que discurren en el aparato:
1. Que la fase Cc de la representación
significa una retranscripción de la representación, que se produce en la nueva
localidad psíquica, manteniéndose la originaria inconsciente. (Supuesto
tópico).
2. La transposición consiste en un cambio de
estado del mismo material, meramente funcional, en la misma localidad.
(Supuesto funcional).
Con el primer supuesto se enlaza un divorcio
tópico entre ambos sistemas y la posibilidad de que una representación esté
presente al mismo tiempo en dos lugares del aparato, y aún que se traslade
regularmente de un lugar a otro si no está inhibido por la censura. La
cancelación de la represión sobreviene cuando la representación conciente tras
vencer las resistencias, se pone en conexión con la huella mnémica
inconsciente. Pero la identidad entre la
comunicación y el recuerdo reprimido es aparente.
III.
Sentimientos inconscientes:
Además de representaciones conscientes e
inconscientes, la misma caracterización no se puede dar a las mociones pulsionales, ya que una pulsión
no puede ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo su representante (la
representación). También sólo puede estar representada en el Icc por su
representación. La pulsión se adhiere a una representación.
Un sentimiento para ser sentido debe ser
conciente, entonces la posibilidad de una condición inconsciente falla por
entero a sentimientos o afectos.
Puede ocurrir que una moción de afecto sea
percibida erradamente. Por represión de su representante fue compelida a
enlazarse con otra representación y la conciencia la tiene exteriorizada a
ésta. Llamamos inconsciente a la moción afectiva originaria aunque su afecto
nunca lo fue porque solo su representación fue reprimida. Los destinos del
afecto pueden ser: persistir como tal, ser mudado en un monto de afecto
cualitativamente diverso, o ser sofocado. La meta genuina de la represión es la
sofocación del monto de afecto. Tras la represión la representación sigue
existiendo en el interior del Icc como formación real, y el afecto le
corresponde la posibilidad de planteo a la que no se le permite desplegarse. No
hay afectos inconscientes como hay representaciones inconscientes. Dentro del
sistema Icc hay formaciones de afecto que al igual que otras pueden venir
concientes. Las representaciones son investiduras de huellas mnémicas mientras
que los afectos son procesos de descarga cuyas exteriorizaciones se perciben
como sensaciones.
Puede discernirse una pugna permanente de los
sistemas Cc e Icc en torno al primado sobre la afectividad y se deslindan
esferas de influencia. El desprendimiento de afecto proviene del Icc, en cuyo
caso tiene un carácter de angustia, por la cual son trocados los afectos
reprimidos. La moción pulsional tiene que aguardar hasta encontrar una
representación sustitutiva en la Cc, y desde el sustituto se desarrolla el
afecto, cuya naturaleza determina el carácter cualitativo del afecto. La
represión produce un divorcio entre el afecto y su representación a raíz de lo
cual ambos van al encuentro de sus destinos separados.
IV.
Tópica y dinámica de la represión:
La represión se lleva a cabo en la frontera
entre los sistemas Icc y Prcc. Se trata de una sustracción de investidura. La representación reprimida conserva su
investidura ya que sigue produciendo efectos en el Icc. A la representación se
le sustrae la investidura Prcc, y puede quedar desinvestida o recibir
investidura del Icc, o conservar la investidura Icc que ya poseía. Por lo tanto
hay: sustracción de investidura Prcc, sustitución de la Prcc por la Icc, o
conservación de investidura Icc. El supuesto funcional superó al tópico, al
afirmar no una retranscripción, sino una mudanza de investidura, un cambio de
estado. La sustracción de libido no explica que la representación intente
penetrar al sistema Prcc, y una nueva sustracción de libido tendría que llevarse
a cabo. Tampoco se trata de la represión primordial que es puramente
inconsciente, y no ha recibido investidura Prcc (por lo tanto no puede ser
sustraída).
Tiene que haber otro proceso que mantenga la
represión y cuide a la represión primordial de su producción y permanencia: la contrainvestidura que protege al sistema
Prcc contra el asedio de la representación inconsciente. Representa el gasto
permanente de energía de una represión primordial, y garantiza su permanencia.
En la represión primordial es el único mecanismo; en la secundaria se suma a la
sustracción de investidura. Y posiblemente la investidura sustraída de la
representación se aplique a la contrainvestidura. Investidura es lo mismo que
libido al tratarse de destinos de la pulsión sexual.
En la histeria
de angustia se trata de una moción de amor que demandaba transponerse al
Prcc, pero la investidura Prcc se le retiró y la Icc fue descargada como angustia. La investidura Prcc fue
volcada a una representación sustitutiva que se entramó por vía asociativa con
la representación rechazada, y se sustrajo de la represión por su
distanciamiento (sustituto por desplazamiento). La representación sustituta es
para la conciencia una contrainvestidura asegurándolo contra la emergencia de
la representación reprimida. Es de donde arranca el desprendimiento de afecto
(en la fobia cuando ve al animal). Es el lugar de transmisión desde el Icc al
interior del Cc y es una fuente autónoma de desprendimiento de angustia. La
contrainvestidura del sistema Cc ha llevado a la formación sustitutiva. Todo el
entorno asociado de la representación sustitutiva es investido con una
sensibilidad particular, y cualquier excitación dará un desarrollo de angustia,
que es aprovechado como señal para inhibirse mediante la huida de la
percepción. Este mecanismo no sirve contra la moción pulsional que alcanza a la
percepción sustitutiva con su conexión con la representación reprimida. Solo
empiezan a producir efectos cuando el sustituto ha tomado sobre sí la
subrogación de lo reprimido. Cada acrecimiento de la moción pulsional, la
muralla protectora que rodea a la representación debe ser trasladada un tramo
más allá. Esa construcción es la fobia.
V.
Las propiedades particulares del sistema Icc:
El núcleo del Icc consiste en mociones de
deseo, o representantes de la pulsión que quieren descargar su investidura.
Cuando pulsiones de metas distintas son activadas al mismo tiempo, confluyen en
una formación de meta intermedia, en un compromiso.
Dentro del Icc no existe la negación; esto es
introducido por la censura como sustituto de la represión. En el Icc hay
contenidos investidos con más o menos intensidad.
Prevalece una movilidad mucho mayor de las
intensidades de investidura. El proceso de desplazamiento permite a una
representación entregar a otra toda su investidura, y la condensación tomar
sobre sí la investidura de muchas otras. En cambio dentro del Prcc rige el
proceso secundario.
Los procesos del Icc son atemporales, no están
ordenados ni se modifican por el transcurso del tiempo. La temporalidad es una
forma de trabajo de la conciencia.
No conocen un miramiento por la realidad. Están
sometidos al principio de placer, su destino depende de la fuerza que posean y
que cumplan con la regulación placer-displacer.
El sistema Prcc presenta una inhibición de la
proclividad a la descarga. Cuando el proceso traspasa de una representación a
otra la primera tiene gran parte de su investidura. Desplazamiento y
condensación son muy limitados en el Prcc. La energía de investidura puede
estar ligada o móvil y proclive de descarga, característico del Icc.
Al Prcc compete también un comercio entre los
contenidos de las representaciones a fin de que se influyan unas a otras, el
ordenamiento temporal de ellas, la censura, el examen de realidad y el
principio de realidad. La memoria consciente depende del Prcc, que se
diferencia de las huellas mnémicas en que se fijan las vivencias del Icc, y que
corresponden a una trascripción particular.
VI.
Comercio entre los dos sistemas:
El Icc es susceptible de desarrollo y coopera
con el Prcc. Se continúa en los retoños, es asequible a las vicisitudes de la
vida, influye sobre el Prcc y está también sometido a las influencias de éste.
Hay retoños que cualitativamente, por su alto
grado de organización, pertenecen al Prcc, pero se encuentran en el Icc y son
insusceptibles de conciencia. Su origen es decisivo para su destino. Son las
formaciones de fantasía, que se individualizaron como etapas previas en la
formación del sueño y del síntoma, que permanecen reprimidas. Otros retoños de
alta organización son las formaciones sustitutivas, pero a diferencia logran
irrumpir en la conciencia merced a una relación favorable.
Un sector del Prcc proviene del Icc, y sucumbe
a la censura antes del devenir conciente. Otro sector es susceptible de
conciencia sin censura. Esto supone a la censura no entre el Prcc y el Icc,
sino entre el Prcc y la Cc, echando por tierra el supuesto de una renovación
continuada de las transcripciones.
Los retoños del Icc devienen conscientes como
formaciones sustitutivas y síntomas tras grandes desfiguraciones aunque
conservan ciertos caracteres.
Lo Icc es rechazado por la censura con el Prcc
pero sus retoños pueden sortearla; cuando estos ganan intensidad el Prcc pueden
ser rechazados y reconocidos y vuelven a reprimirse en la frontera de censura
con el Cc; la primer censura es contra el Icc y la segunda contra los retoños.
El devenir consciente es más que un mero acto de percepción, es una
sobreinvestidura. En las raíces de la actividad pulsional los sistemas se
comunican entre sí de la manera más amplia. Una parte de los procesos ahí
excitados pasan por el Icc, y en la Cc alcanzan la conformación psíquica más
alta; otra parte es retenida como Icc. El Icc es alcanzado también por las
vivencias que provienen desde la percepción exterior.
El contenido del Prcc proviene de la vida
pulsional y de la percepción.
VII.
El discernimiento de lo inconsciente:
El sustituto del síntoma no se produce por
referencia a la cosa, sino a la palabra, por la semejanza a la expresión
lingüística. Toda vez que ambas, palabra y cosa, no coinciden, la formación
sustitutiva mantiene la investidura de la representación-palabra
(significante), pero no así la representación-cosa (significado). Estos son los
dos la representación objeto está formado de ambas representaciones. Las
representaciones-cosa consisten en la investidura de las huellas mnémicas
derivadas de las imágenes mnémicas de las cosas. Esta es la diferencia entre
representaciones Icc y Prcc: no son diversas transcripciones de la misma cosa
en lugares distintos, sino que la representación Cc abarca la representación
cosa más la correspondiente representación palabra; la Icc es la representación
cosa sola. El sistema Icc contiene las investiduras de cosa de los objetos, que
son las investiduras de objeto primeras y genuinas. El sistema Prcc nace cuando
esa representación cosa es sobreinvestida por el enlace con su correspondiente
representación palabra. Esto posibilita una organización psíquica más alta y el
relevo del proceso primario por el secundario. La represión rehúsa la
traducción en palabras de la representación rechazada. La representación no
aprehendida en palabras, o el acto psíquico no sobreinvestido queda en el
interior del Icc.
Las representaciones objeto provienen de la
percepción, pero no pueden devenir concientes por medio de sus restos, primero
porque pensar se desenvuelve dentro de sistema tan distanciado de los restos de
percepción originarios que no conserva nada de sus cualidad, necesita un
refuerzo de cualidades nuevas; y también que mediante el enlace con palabras
pueden proveerse de cualidad investiduras que no pudieron llevarse cualidad
alguna de las percepciones porque correspondían a meras relaciones de las
representaciones objeto. El enlace con la representación palabra, entonces,
posibilita pero no determina el devenir conciente.
Conferencia N° 6: Premisas y técnica de la
interpretación (1916)
Para interpretar los sueños hay que
descomponerlos en sus elementos (a diferencia del desliz del habla que no posee
tantos elementos) e indagar al soñante por cada uno de ellos por separado. Se
debe abandonar a la asociación libre reteniendo una representación de partida.
Las ocurrencias azarosas no son del todo libres, quedan ligadas desde el
momento en que emergen. De igual modo ciertas melodías que se nos ocurren
resultan condicionadas por un itinerario de pensamiento al que pertenecen,
anudadas por su texto u origen.
Además de la ligazón con una representación de
partida, hay una segunda dependencia: respecto del círculo de pensamiento y de
interés de alto contenido afectivo, de complejos inconscientes.
Las ocurrencias libres están determinadas, no
son arbitrarias. El complejo del sujeto que creó los elementos del sueño (como
retoños), determina a su vez las ocurrencias que siguen anudándose durante el
análisis.
En el olvido de nombres reconozco al sustituto
como el no genuino, mientras que en el elemento onírico esto ocurre mediante un
análisis. Si dirijo mi atención a los sustitutos y hago que acudan ocurrencias
se llega al nombre olvidado y descubro que los primeros estaban determinados
por éste. Lo que es posible en el caso del olvido de nombres tiene que poder
lograrse en la interpretación de los sueños: volver accesible lo genuino
retenido, mediante asociaciones anudadas a partir de un sustituto.
Recordar,
repetir y reelaborar (1914)
El médico pone en descubierto resistencias
desconocidas del enfermo, el paciente narra situaciones y nexos olvidados, con
el objeto de llenar las lagunas del recuerdo y vencer las resistencias de la
represión. El olvido de impresiones, escenas y vivencia se produce por un
bloqueo; el olvido experimenta otra restricción al apreciarse los recuerdos
encubridores. Los recuerdos encubridores son a las vivencias infantiles como el
contenido manifiesto del sueño a los pensamientos latentes. El convencimiento
que el enfermo llega durante la terapia es de otra índole: se recuerda algo que
nunca pudo ser olvidado porque nunca se lo advirtió, no fue conciente. Muchas
vivencias infantiles que lograron expresarse con efecto retardado no poseen un
recuerdo susceptible de ser despertado.
El analizado en general no recuerda nada de lo olvidado, sino que lo actúa. No lo reproduce como un recuerdo sino como acción, lo repite, sin saberlo. Durante el
tratamiento no logra recordar, pero escenifica distintas situaciones de su
vida. Esta compulsión de repetición
es su manera de recordar. La transferencia misma es sólo una pieza de
repetición. La transferencia no ocurre solo con el médico sino en otros ámbitos
también. La compulsión de repetir le
sustituye el impulso de recordar. Mientras mayor sea la resistencia, más será
sustituido el recordar por el actuar. Las resistencias comandan la secuencia de
lo que repetirá. Repite todo cuanto desde las fuentes de lo reprimido se ha
abierto paso hasta su ser manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables,
sus rasgos patológicos de carácter. Durante el tratamiento repite todos sus
síntomas. El hacer repetir durante la técnica psicoanalítica equivale a
convocar un fragmento de la vida real, que puede ser peligroso. Este es el
empeoramiento durante la cura. Desde la introducción al tratamiento el enfermo
cambia su actitud frente a la enfermedad: es preparado para la reconciliación
con eso reprimido que se exterioriza en los síntomas. Al progresar la cura
pueden conseguir la repetición mociones pulsionales nuevas, más profundas, que
no se habían abierto paso.
Para el médico el recordar reproduciendo
psíquicamente sigue siendo la meta, aunque la repetición en acto no lo permita.
Cuando la ligazón transferencial se ha vuelto viable, el tratamiento logra
impedir al enfermo todas las acciones de repetición y permite usarlo como
material terapéutico. El manejo de la transferencia es el principal recurso
para transformar la compulsión de repetición en un motivo para recordar. Esa
compulsión se vuelve inocua, y aprovechable; tiene permitido desplegarse con
libertad escenificando todo pulsional patógeno. Sustituye la neurosis ordinaria
a neurosis de transferencia, una enfermedad artificial y asequible, de la que
es curado por análisis. Es también un fragmento del vivenciar real pero
posibilitado por unas condiciones favorables y es provisional.
Es preciso que una vez expuesta la resistencia,
el enfermo se enfrasque en ella para reelaborarla,
vencerla prosiguiendo el trabajo obedeciendo a la regla analítica. Sólo en
el apogeo de la resistencia se descubren las mociones pulsionales reprimidas
que la alimentan y de cuya existencia el paciente se convence. La reelaboración
es la pieza de trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente
similar a la abreacción del tratamiento hipnótico.
Pegan
a un niño (1919)
I. La fantasía se halla anudada a una
satisfacción onanista de carácter compulsivo. Cuando el niño co-presencia como
otro es azotado, puede convocar aquellas fantasías presentes en la vida
anímica. La representación-fantasía “un niño es azotado” es investido con
elevado placer y desemboca en un acto de satisfacción autoerótica.
II. Una fantasía así que emerge a raíz de ocasiones
casuales y se retiene para la satisfacción autoerótica es un rasgo primario de
perversión. Uno de los componentes de la función sexual se anticipa a los otros
y se vuelve autónomo fijándose y sustrayéndose del desarrollo. Puede caer bajo
la represión, ser sustituida por una formación reactiva, ser sublimada o
convertirse en perversión.
III. Esta fantasía presenta una historia evolutiva
en cuyo desarrollo cambia su vínculo con la persona fantaseadora, su objeto,
contenido y significado.
1° fase: el niño azotado es otro, casi siempre
un hermanito. El que pega no es el fantaseador sino un adulto indeterminado.
Más adelante se vuelve reconocible como el padre. El padre pega al niño que yo odio.
2° fase: sigue pegando el padre, pero el niño
deviene el fantaseador mismo, la fantasía se ha teñido de placer. Yo soy azotado por el padre. Posee un
carácter masoquista. No ha existido realmente, no es recordada ni puede devenir
conciente, es una construcción del análisis.
3° fase: la persona que pega es indeterminada o
es investida por un subrogante del padre. La persona propia del niño no aparece
en la fantasía, y ahora son muchos niños.
IV. La niña está fijada tiernamente al padre y
posee una actitud de odio y competencia hacia la madre. Los otros hijos son con
quienes debe compartir el amor de los padres. Ser azotado significa una
destitución del amor y una humillación. Que el padre le pegue significa que no
lo ama a él, sino “sólo a mí”. En la primera fase satisface los celos y la
dependencia. En esta prematura elección de objeto del amor incestuoso, la vida
sexual del niño alcanza el estadio de la organización genital. No falta en el
niño el deseo de tener un hijo con la madre y en la niña el de recibir un hijo
del padre. Estos enamoramientos son reprimidos a raíz de desengaños como
afrentas, nacimientos indeseados, o desde adentro a consecuencia de la falta de
un cumplimiento demasiado tiempo anhelado. Sucumben porque su tiempo ha
expirado. Al mismo tiempo aparece una conciencia de culpa anudada a los deseos
incestuosos. La fantasía era “mi padre me ama sólo a mí pues al otro niño le
pega”. La conciencia de culpa produce una inversión, la fantasía de la segunda
fase en la que es uno azotado por el padre, y deviene masoquista. Es siempre la
conciencia de culpa la que deviene el sadismo en masoquismo. Pero además se
suma una regresión a la organización sádico-anal de la vida sexual. Cuando la
represión afecta la organización recién alcanzada no solo el amor incestuoso
deviene inconsciente sino también la organización experimenta un rebajamiento
regresivo. El padre me ama se transforma en el padre me pega. El ser azotado es
una conjunción entre conciencia de culpa y erotismo: no sólo es un castigo sino
su sustituto regresivo y recibe a partir de esta fuente su excitación
libidinosa que se descargará en actos onanistas. La fantasía de la tercera fase
es una sustitución de fantasías inconscientes, que retorna al sadismo. En la
frase “El padre pega a otro niño, sólo me ama a mí” la primer parte posee el
acento y la segunda es reprimida. Solo la forma de la fantasía es sádica, la
satisfacción es masoquista al sustituir los niños por la persona propia. Ha
tomado sobre sí la investidura libidinosa reprimida y la conciencia de culpa
adhiere al contenido.
V. La perversión es parte del proceso de
desarrollo normal del niño; se refiere al amor incestuoso, al complejo de Edipo
que al ser quebrantado permanece como una secuela heredera de su carga
libidinosa y poseedora de su conciencia de culpa.
El complejo de Edipo es el núcleo de la
neurosis y la sexualidad infantil, que culmina en él, es la condición efectiva,
cuyos restos son secuelas para la posterior enfermedad. La fantasía de paliza y
otras fijaciones perversas son las cicatrices del complejo tras su expiración
como el complejo de inferioridad corresponde a la cicatriz narcisista.
El masoquismo no es una exteriorización
pulsional primaria sino una reversión del sadismo hacia el Yo, por regresión
del objeto al Yo. Pulsiones de meta pasiva son dadas desde el comienzo, pero al
masoquismo además de esto hay que agregarle el carácter de displacer. El
sadismo se muda en masoquismo bajo el influjo de la conciencia de culpa durante
la represión. Los efectos de ésta son: vuelve inconsciente el resultado de la
organización genital; le provoca la regresión al estadio sádico-anal (gracias a
la endeblez de la organización genital); muda su sadismo en el masoquismo
pasivo, narcisista, porque a la conciencia de culpa le escandaliza tanto el
sadismo como la elección incestuosa de objeto.
VI. En la niña la segunda fase surge por represión
y regresión del deseo incestuoso de ser amado por el padre. Entre la segunda y
la tercera cambian de vía su sexo, por un deseo a ser varoncito. En el niño la
madre remplaza al padre, y la segunda fase podría devenir conciente. La
fantasía susceptible de conciencia cuyo contenido es ser azotado por la madre
no es primaria, sino lo es ser azotado por el padre. La fantasía notoria de ser
azotado por la madre corresponde a la tercera fase. El ser azotado es un ser
amado en el sentido genital el cual se degrada vía regresión. Entonces la
fantasía inconsciente no es “Soy azotado por el padre” sino “Soy amado por el
padre” que ha sido transmudada en la fantasía conciente “Soy azotado por la
madre”. La fantasía en el varón es al comienzo pasiva nacida de una actitud
femenina hacia el padre. En ambos niña y niño la fantasía de paliza deriva de
la ligazón incestuosa con el padre.
En la niña la fantasía masoquista inconsciente
(fase 2) parte de la postura edípica normal, en el niño (fase 1) de la
trastornada. En la niña hay una fase anterior en que la acción recae sobre a
quien se odia por celos lo cual falta en el varón. En el paso a la fantasía
conciente la niña (la fase 3) retiene al padre y cambia a la persona azotada;
el varón (fase 2) cambia la persona del padre a la madre y sigue siendo él
mismo el azotado. En la niña la situación originariamente masoquista (fase 2)
es sustituida por una sádica tras la represión; en el varón sigue siendo
masoquista. Se sustrae de su homosexualidad reprimiendo y refundiendo la
fantasía inconsciente. La niña se fantasea varón sin volverse varonilmente
activa y sólo presencia el acto como espectadora.
Todo lo reprimido y sustituido sigue siendo
inconsciente y eficaz; la regresión modifica las constelaciones inconscientes
de modo que no se conservaría la fantasía pasiva de ser amado por el padre,
sino la masoquista, de ser azotado por él. El muchacho se siente mujer en su
fantasía conciente y dota a las mujeres azotadoras propiedades masculinas; la
niña ha resignado su sexo no se suelta del padre y puesto que ha devenido
muchacho, hace que sean ellos los azotados.
Psicología
de las masas y análisis del Yo (1921)
VII:
La identificación: Es la más
temprana exteriorización de ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un
papel en la prehistoria del complejo de Edipo: el varoncito manifiesta un
interés hacia su padre, toma al padre como su ideal o modelo. Al mismo tiempo
emprende una investidura de objeto sexual de la madre apuntalada en las
necesidades básicas. Ambos lazos confluyen en el Complejo de Edipo. El padre le
significa un estorbo, su identificación con él cobra un tinte hostil y quiere
sustituirlo. La identificación es ambivalente: puede tornarse tierna o querer
eliminarlo. Es un retoño de la fase oral en la que el objeto anhelado se
incorpora por devoración y se aniquila.
El Complejo puede sufrir una inversión y
tomarse a la madre como objeto para el cual la identificación es precursora; en
un caso es lo que el niño quisiera ser, en el segundo lo que quisiera tener. La
diferencia radica en que la ligazón recaiga en el sujeto o en el objeto.
La identificación es parcial porque solo toma
rasgos. Puede ser: por identificación de la persona no amada (ej. en la
histeria, si el amor de objeto es hacia el padre y la identificación hostil
hacia la madre, puede heredar su tos, en la voluntad de sustituirla, su síntoma
expresa el amor de objeto por el padre y la conciencia de culpa) o de la
persona amada (la identificación reemplaza la elección de objeto, el Yo toma
sobre sí las propiedades del objeto). Hay otra identificación en la que
prescinde de relación con la persona copiada: se basa en el poder o querer
ponerse en la misma situación, y bajo la conciencia de culpa aceptan el
sufrimiento emparejado.
-La identificación es la forma más originaria
de ligazón afectiva con un objeto;
-Sustituye una ligazón libidinosa de objeto por
la vía regresiva mediante introyección del objeto en el Yo;
-Puede nacer a raíz de cualquier comunidad que
llegue a percibirse en una persona que no es objeto de las pulsiones sexuales.
En nuestro Yo hay una instancia que se separa
del resto del Yo y puede entrar en conflicto con él, es el ideal del Yo, que se encarga de la auto-observación, la conciencia
moral, la censura onírica e influencia en la represión. Es la herencia del
narcisismo en que el Yo se contentaba a sí mismo, pero que toma las influencias
del medio.
La
organización genital infantil (1923)
En la niñez se produce la elección de objeto
que en conjunto con las aspiraciones sexuales se dirigen a una persona única y
pretenden alcanzar su meta. La unificación de las pulsiones parciales, su
subordinación al primado de los genitales y al servicio de la reproducción no
se produce en la infancia sino después de la pubertad. Sin embargo el apogeo de
los genitales y el quehacer genital cobran una significatividad dominante. Esta
organización genital infantil a diferencia del adulto posee una particularidad:
sólo desempeña un papel el genital masculino o falo. Es una zona excitable, ocupa su interés, y más tarde se
exteriorizará como un esfuerzo de investigación, como curiosidad sexual. En el
curso de las indagaciones descubre que no es un patrimonio común de todos los
seres semejantes a él; frente a las primeras impresiones de falta de pene, la
desconocen, piensan que ya crecerá hasta arribar a la conclusión de que estuvo
pero fue removido. La falta de pene es resultado de una castración y se produce
un temor a la pérdida propia. Las primeras pérdidas produjeron daños
narcisistas: a raíz de la pérdida del pecho materno, de la deposición de las
heces, de la separación del vientre de la madre. Pero sólo se puede hablar de
castración cuando representa una pérdida de los genitales.
La castración es a modo de castigo, y sólo las
personas despreciables del sexo femenino (culpables de las mismas mociones
prohibidas en que él incurrió) habrían perdido el genital. Pero las personas
respetables, como su madre, lo siguen conservando.
Cuando aborda los problemas de la génesis y el
nacimiento de los niños la madre perderá el pene y se edificarán teorías
destinadas a explicar el trueque del pene a cambio de un hijo (como la teoría
de la cloaca). Nunca se descubren los genitales femeninos.
La elección de objeto introduce la primera
oposición sujeto-objeto. En el estadio sádico-anal la oposición es
activo-pasivo; en la fálica la oposición es falo-castrado; sólo con la
culminación del desarrollo en la pubertad la polaridad sexual coincide con
masculino-femenino. Lo masculino es el sujeto, la actividad y el pene; lo
femenino el objeto, la pasividad.
El
sepultamiento del complejo de Edipo (1924)
El complejo de Edipo sucumbe a la represión y
es seguido por el período de latencia. Se viene a pique a raíz de las dolorosas
desilusiones acontecidas. La niña quiere ser objeto de amor del padre, pero
vivirá una reprimenda por parte de él. El varón considera a la madre su
propiedad, pero experimenta como la madre le quita amor y cuidados para
dárselos a un recién nacido. Estos acontecimientos, la falta de satisfacción
esperada, son inevitables. Así, el Complejo de Edipo caería a causa de una imposibilidad interna (desde un punto de
vista ontogenético).
También cae por llegado el tiempo de su
disolución. Es un fenómeno heredado y tiene que desvanecerse cuando llega la
fase evolutiva siguiente (desde el punto de vista filogenético)
La fase fálica, contemporánea al Complejo de
Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino
que es relevada por el período de latencia. Cuando el niño vuelca su interés
sobre el miembro genital masculino, lo deja translucir por su vasta ocupación
manual en ellos, pero hace la experiencia de que los adultos no están de
acuerdo con ese obrar. Sobreviene la amenaza de que se le arrebatará. Primero
el niño no presta obediencia a la amenaza; hay dos experiencias por las que se
prepara para la pérdida de partes muy apreciadas de su cuerpo: el retiro del
pecho materno y la separación del contenido del intestino. Solo tras hacer una
nueva experiencia empieza el niño a contar con la posibilidad de la castración:
la observación de los genitales femeninos. La falta de pene ha vuelto
representable la pérdida de propio pene y la amenaza de castración
posteriormente.
La sexualidad del niño se puede ver en la
actitud edípica hacia sus progenitores; la masturbación es sólo la descarga
genital de la excitación sexual perteneciente al complejo. El complejo de Edipo
ofrece dos posibilidades de satisfacción: una activa, situándose en el lugar
del padre (a raíz de lo cual es sentido como un obstáculo); y una pasiva:
sustituir a la madre y hacerse amar por el padre. La intelección de que la
mujer es castrada puso fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas
del complejo. Ambas conllevan a la pérdida del pene: la masculina en calidad de
castigo, y la femenina como premisa. Si la satisfacción amorosa
cuesta el pene, estallará un conflicto entre el interés narcisista y la
investidura libidinosa de los objetos parentales. El Yo del niño entonces, se
extraña del Complejo de Edipo. Las investiduras de objeto son resignadas y
sustituidas por identificación. La autoridad del padre, introyectada en el Yo,
forma el núcleo del Superyo, que toma prestada su severidad, perpetúa la
prohibición del incesto y asegura al Yo contra el retorno de la investidura
libidinosa de objeto. Las aspiraciones libidinosas son desexualizadas y
sublimadas, son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. Se inicia
el período de latencia que interrumpe el desarrollo sexual del niño. El
extrañamiento del Yo respecto del Complejo de Edipo es producto de la
represión, pero equivale a la destrucción del complejo. Si esto último no se
logra, el complejo subsistirá en el inconsciente y más tarde exteriorizará su
efecto patógeno.
En la niña el clítoris se comporta como un
pene, pero es demasiado corto y se siente inferior. Tiene la esperanza de que
crezca. La niña no comprende su falta sino
que lo explica mediante el supuesto de que poseyó un miembro igualmente grande
y lo perdió por castración. La niña acepta su castración, como un hecho
consumado, mientras que el niño tiene miedo frente a la posibilidad de su
consumación. La muchacha se desliza a lo largo de la ecuación simbólica, del
pene al hijo. Su Complejo de Edipo culmina con el deseo de recibir como regalo
un hijo del padre. Ambos deseos, de poseer un pene y recibir un hijo,
permanecen en el Icc, donde se conservan con fuerte investidura y preparan la
posterior sexualidad.
El
problema económico del masoquismo (1924)
El dolor y el placer dejan de evitarse y se
constituyen en metas. El Principio de Nirvana tiene el propósito de reducir a
cero las sumas de excitación. Placer y displacer no corresponde a aumento y disminución
de una cantidad o “tensión de estímulo”. No depende del factor cuantitativo
sino de un carácter de él cualitativo. El principio de Nirvana, súbdito de la
pulsión de muerte, experimentó una modificación por la cual devino principio de
placer. Esta modificación fue la pulsión de vida que se conquistó un lugar
junto a la pulsión de muerte en la regulación de los procesos vitales. El
principio de Nirvana expresa la tendencia de la pulsión de muerte cuya meta es
conducir la inquietud de la vida a la estabilidad de lo inorgánico; el
principio de placer, el guardián de la vida, subroga la exigencia de la de la
libido, y su modificación, el principio de realidad, el influjo del mundo
exterior.
El masoquismo
se expresa de tres formas: como condición de excitación sexual (erógeno), como
expresión de la naturaleza femenina, y como norma de la conducta de vida
(moral). En el primero, el placer de recibir dolor, se encuentra el fundamento
de las otras dos formas. La tercera es un sentimiento inconsciente de culpa.
En el masoquismo femenino las escenificaciones
de los perversos responden a fantasías de personas masoquistas que desembocan
en el acto onanista o figuran la satisfacción sexual por sí solos. El
masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño, desvalido y dependiente.
Ponen a la persona en una situación femenina: castrado, poseído sexualmente o
parir.
Se basa en el masoquismo primario, erógeno, el
placer de recibir dolor. La excitación sexual se genera como efecto colateral a
raíz de una serie de procesos internos para lo cual basta que la intensidad
rebase ciertos límites cuantitativos. La excitación de dolor y displacer
tendrían esa consecuencia. En el ser vivo la libido se enfrenta con la pulsión
de destrucción que querría desagregarlo y llevarlo a la condición de
estabilidad inorgánica. La tarea de la libido es volver inocua esta pulsión
desviándola (con ayuda de la musculatura) hacia fuera hacia los objetos del
mundo. Un sector de esta pulsión se pone al servicio de la función sexual: es
el sadismo. Otro sector no obedece este traslado, permanece en el interior y es
ligado libidinosamente con la ayuda de la coexcitación sexual: el masoquismo
erógeno originario.
Se produce una mezcla y una combinación de
proporciones variables entre las dos pulsiones. Se encuentran contaminadas. A
una mezcla puede corresponderle una desmezcla.
La pulsión de muerte en el interior del
organismo (el sadismo primordial) es idéntica al masoquismo. Después que su
parte primordial fue trasladada afuera, en el interior permanece el genuino
masoquismo erógeno, que devino un componente de la libido pero tiene como
objeto al ser propio. Es un testigo de la ligazón entre Eros y Thánatos. El
sadismo proyectado puede ser introyectado y producir un masoquismo secundario
que se añade al originario.
El masoquismo erógeno acompaña a la libido en
sus fases de desarrollo: la angustia de ser devorado por el padre (o animal
totémico) proviene de la organización oral; el deseo de ser golpeado por él de
la sádico-anal; la castración interviene en el contenido de las fantasías
masoquistas como sedimento del estadio fálico; las situaciones de ser poseído
sexualmente y parir derivan de la organización genital.
En el masoquismo moral no importa quien
infrinja el padecimiento; son los casos de reacción terapéutica negativa por
sentimiento inconsciente de culpa. Este sentimiento es una necesidad de castigo
cuya satisfacción es el rubro más fuerte de la ganancia de la enfermedad. El
Superyo tiene la función de la conciencia moral, el sentimiento de culpa
expresa una tensión entre el Yo y el Superyo. El Yo reacciona con angustia de
la conciencia moral ante la percepción que no está a la altura de los reclamos
de su Superyo. Él posee el arquetipo a que puede aspirar el Yo. El Superyo es
subrogado tanto del Ello como del mundo exterior. Debe su génesis a los
primeros objetos de las mociones libidinosas del Ello: la pareja parental. Ésta
fue introyecta en el Yo a raíz de lo cual el vínculo fue desexualizado y se
superó el Complejo de Edipo. El Superyo conservó caracteres esenciales de las
personas introyectadas: su poder, severidad, inclinación a la vigilancia y
castigo. La severidad resulta acrecentada por la desmezcla de pulsiones que
acompaña la introducción en el Yo. Ahora el Superyo, la conciencia moral, se
vuelve duro, cruel. El Superyo es el sustituto del Complejo de Edipo; deviene
representante del mundo exterior y arquetipo para el querer alcanzar del Yo.
Las personas aquejadas por una inhibición moral
poseen un sadismo acrecentado del Superyo que somete al Yo; en el masoquismo
moral es un genuino masoquismo del Yo que pide castigo. En ambos casos se
satisface mediante castigos.
El masoquismo moral es el testimonio de la
mezcla pulsional; su peligro se debe a que desciende de la pulsión de muerte,
que se ha sustraído a su vuelta hacia fuera. Tiene el valor de un componente
erótico, por lo que la autodestrucción se produciría con satisfacción
libidinosa.
Algunas
consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925)
En el varoncito el niño retiene el objeto de la
madre desde el período lactante, toma al padre como rival, que se sepulta por
la angustia de castración y el interés narcisista por los genitales. El
complejo es doble, activo y pasivo acorde con la disposición bisexual. También
quiere sustituir a la madre (actitud femenina). Anterior al complejo hay una
identificación tierna hacia al padre; también en la prehistoria Edípica hay
onanismo, cuya sofocación activa el Complejo de Castración. Este onanismo
descarga la excitación sexual Edípica.
Inicialmente fue la madre para ambos el primer
objeto; pero la niña debe resignarla como objeto. La ligazón con el padre y el
deseo de tener un hijo con él fue la fuerza pulsional del onanismo infantil. El
Complejo de Edipo tiene en la niña una larga prehistoria, una formación
secundaria. El niño descubre la zona genital dispensadora de placer durante el
chupeteo. La niña nota, en la fase fálica, el pene de un niño, y lo supone como
el correspondiente superior de su órgano y cae víctima de la envidia de pene.
El niño primero desmiente su percepción, más tarde cobra influencia la amenaza
de castración, que volverá significativa su observación: su recuerdo lo mueve
afectivamente y lo somete a la creencia en la efectividad de la amenaza. Dos
reacciones resultarán: horror frente a la criatura mutilada, o menosprecio
triunfalista hacia ella. La niña ha visto el pene, sabe que no lo tiene y
quiere tenerlo. Se bifurca el Complejo de
Masculinidad de la mujer. Puede provocar la esperanza de recibir uno o la
desmentida, se rehúsa a aceptar la castración, se afirma en que posee un pene y
se comporta como un varón.
Con la admisión de la herida narcisista se
establece un sentimiento de inferioridad. Intenta explicarlo como castigo
personal, y empieza a sentir un menosprecio por el varón.
Aunque la envidia del pene haya renunciado a su
objeto no cesa de existir: pervive en el rasgo de carácter de los celos, y en
la primera fase de pegan a un niño en que otro niño, del que se tiene celos
debe ser golpeado.
Otra consecuencia es el aflojamiento de los
vínculos tiernos con el objeto madre a quien se responsabiliza de la falta de
pene. Además la madre ama más al niño que posee pene.
La masturbación clitorídea sería una actitud
masculina, y el despliegue de la feminidad tendría por condición la remoción de
ésta forma de satisfacción. Tras la envidia de pene se produce una
contracorriente opuesta al onanismo que es un preanuncio de aquella oleada
represiva que en la pubertad eliminará gran parte de la sexualidad masculina
para dejar espacio a la feminidad. Esta sublevación temprana contra el onanismo
fálico es producto de la afrenta narcisista enlazada con la envidia del pene,
que reza: es mejor dejar de competir con el varón. El conocimiento de la diferencia
anatómica la esfuerza a apartarse de la masculinidad. La libido se desliza a lo
largo de la ecuación simbólica pene = hijo, resigna el deseo del pene para
reemplazarlo por el deseo de un hijo y toma al padre como objeto de amor. La
madre pasa a ser objeto de los celos. En la niña el Complejo de Edipo es una
formación secundaria, las repercusiones del Complejo de Castración le preceden
y lo preparan.
En cambio en el niño el Complejo de Castración
es posterior, y produce el derrumbe del Complejo de Edipo. El Complejo de
Castración produce efectos inhibidores y limitadores de la masculinidad, y
promotores de la feminidad. En la niña la castración es consumada, en el niño
es mera amenaza.
En el niño bajo la amenaza de castración, el
Complejo de Edipo resigna sus investiduras, las desexualiza y sublima en parte.
Sus objetos son incorporados al Yo como Superyo quien es su heredero. El pene
debe su investidura narcisista alta a su significación orgánica para la
supervivencia de la especie.
En la niña falta el motivo para la demolición
del complejo. Puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represión o sus
efectos penetrar en la vida anímica normal para la mujer.
Conferencia
N° 33: La feminidad (1933)
La feminidad es una predilección por metas
femeninas. Hay un vínculo entre feminidad y vida pulsional. La propia
constitución le proscribe a la mujer sofocar su agresividad, favorece que se
plasmen mociones masoquistas, susceptibles de ligar eróticamente tendencias
destructivas vueltas hacia sí mismo. La niña es menos agresiva, necesita más
ternura y es más dependiente y dócil. Se la puede educar más rápidamente para
el gobierno de las excreciones, lo cual es la primera concesión que da la vida
pulsional infantil. El desarrollo en las primeras etapas se recorre de forma
similar en ambos, hasta en la etapa fálica en que el onanismo que se manifiesta
en el niño en el pene a partir de sus representaciones de comercio sexual, en
la niña se conjuga en el clítoris. Ninguno de los dos conoce la vagina. Con la
vuelta hacia la feminidad el clítoris debe ceder en todo o en parte a la vagina
su sensibilidad.
El primer objeto de amor en el varón es la
madre quien lo sigue siendo. Para la niña empieza siendo la madre, ya que las
primeras investiduras de objeto se producen por apuntalamiento en la
satisfacción de las grandes necesidades vitales. En la situación Edípica es el
padre quien ha devenido objeto de amor para la niña y a partir de él encuentra
el camino hacia la elección definitiva de objeto. La niña debe trocar de zona erógena y objeto mientras que el varoncito
mantiene ambos.
La niña pasa de una fase masculina a una
femenina. Los vinculos libidinosos con la madre atraviesan por tres etapas o
fases y cobran los caracteres de cada una de ellas: deseos orales, sádico-anales,
y fálicos (ligazón-madre preedípica).
Subrogan tanto mociones activas como pasivas. Son ambivalentes, tanto de
naturaleza tierna como hostil-agresiva. Los síntomas histéricos derivan de
fantasías, no de episodios reales. La fantasía de seducción por el padre es la
expresión del complejo en la mujer. En la prehistoria la seductora es la madre,
quien, menester del cuidado corporal, provocó sensaciones placenteras en los
genitales.
El destino es que está ligazón con la madre se
vaya a pique y de sitio a la ligazón con el padre. El extrañamiento de la madre
se produce con hostilidad, y acaba en odio. Una parte de él se supera y otra
permanece. Se reprocha haber suministrado poca leche (falta de amor); el ansia
del niño es insaciable, y nunca se consoló por la pérdida del pecho. Se le
reprocha el hermanito, al cual se le dio el alimento que se le sacó a él. Se
siente destronado, arroja un odio celoso sobre el hermano y desarrolla hacia la
madre infiel una desobediencia e involuciona sobre el gobierno de las
excreciones. El niño exige exclusividad, no admite ser compartido. Una fuente
de la hostilidad lo proporcionan los múltiples deseos sexuales, variables de
acuerdo con la fase libidinal, que no son satisfechos. Pero estos factores
ocurren en ambos niño y niña, sin producir la misma enajenación en el niño con
la madre. Cuando la madre prohíbe el quehacer placentero de los genitales (en
la etapa fálica), y el niño erige el Complejo de Castración, la diferencia
anatómica entre los sexos se imprime en consecuencias psíquicas. La niña hace
responsable a la madre de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio.
En el varón el Complejo de Castración surge por
la visión de los genitales femeninos, y darse cuenta que el miembro no es
necesario en el cuerpo. Empieza a creer en las amenazas, y cae bajo el influjo
de la angustia de castración. En la
niña se inicia por la visión de los genitales del varón, se siente perjudicada,
le gustaría tener algo así, cae presa de la envidia
del pene que deja huellas imborrables en su desarrollo y en la formación de
su carácter. Se aferra al deseo de tener algo así, y conserva este deseo en lo
inconsciente, reteniendo una considerable investidura enérgica. El deseo de
obtener el pene anhelado puede llevar a una neurosis.
A partir del descubrimiento de su castración,
la niña pasa por tres posibles consecuencias: inhibición sexual o a la
neurosis; alteración de carácter en un complejo de masculinidad; o feminidad
normal. En la inhibición la niña relaciona su placer sexual con la excitación
del clítoris (subrogado del pene); ve estropearse el goce por la envidia del
pene. La comparación con el varón, es una afrenta a su amor propio, renuncia a
la satisfacción masturbatoria, desestima su amor por la madre y reprime gran
parte de sus aspiraciones sexuales. Su amor era hacia la madre fálica; con el
descubrimiento de la madre castrada la abandona como objeto de amor y
prevalecen sus motivos de hostilidad. El onanismo es el poder ejecutivo de la
sexualidad infantil. Cuando la envidia del pene despierta un impulso contrario
al onanismo clitorídeo, y éste no quiere ceder, se entabla una lucha, en el que
la niña asume el papel de la madre y expresa su descontento con el clítoris
inferior en la repulsa a la satisfacción obtenida por él. Con el abandono de la
satisfacción del clítoris, se renuncia a una porción de actividad. Prevalece la
pasividad, la vuelta hacia el padre se consuma con ayuda de mociones
pulsionales pasivas. El deseo con que la niña se vuelve hacia el padre es el
deseo del pene que la madre le ha denegado y lo espera de él. La situación
femenina se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del
hijo siguiendo la antigua equivalencia simbólica. El antiguo deseo masculino de
poseer un pene se transluce a través de la feminidad consumada. Con la
transferencia al deseo hijo-pene del padre, la niña ingresa en la situación
Edípica. La madre deviene rival que recibe del padre lo que la niña anhela de
él.
En el niño la amenaza de castración constriñe a
resignar a la madre y la actitud con el padre como rival, y bajo el peligro a
perder el pene, el Complejo de Edipo es abandonado. Se instaura como heredero
un severo Superyo. En la niña el Complejo de castración prepara para la
situación Edípica, la envidia del pene sustituye la ligazón con la madre por el
padre. La niña permanece en él por un tiempo, y se va sola del mismo.
La segunda consecuencia tras el descubrimiento
de la castración es un Complejo de Masculinidad. La niña se rehúsa a
reconocerlo, carga más su masculinidad, mantiene su quehacer clitorídeo, y
busca refugio en la identificación con la madre fálica o el padre. Se evita la
oleada de pasividad que inaugura el giro hacia la feminidad. La elección de
objeto es homosexual. Durante el Complejo de Edipo toma a su padre, pero luego
regresa a su anterior complejo de masculinidad en virtud de desilusiones con el
padre.
La vida sexual está gobernada por la polaridad
masculino-femenina. La libido, la fuerza pulsional de la vida sexual, es una
sola que entra al servicio de la función sexual tanto masculina como femenina.
Es activa, pero también subroga aspiraciones de meta pasiva.
En la feminidad normal, se puede ver un alto
grado de narcisismo, que influye en la elección de objeto; de hecho, la
necesidad de ser amada es más intensa que la de amar. La vergüenza busca
ocultar el defecto de los genitales. La elección de objeto sigue el ideal
narcisista del varón que había deseado devenir. Si permaneció dentro de la
ligazón padre, elige según el tipo paterno. La hostilidad que en la vuelta
desde la madre hacia el padre permanece con la madre, alcanza la ligazón
positiva y desborda sobre el nuevo objeto. El marido entra en posesión de la
herencia materna. En el nacimiento del hijo puede revivirse una identificación
con la madre, y atraer la libido disponible, de suerte que la compulsión de
repetición reproduzca un matrimonio desdichado. Si el hijo es varón, la
satisfacción es irrestricta ya que transfiere la ambición que debió sofocar,
esperar de él la satisfacción de todo aquello que le quedó de su complejo de
masculinidad.
La identificación con la madre es de dos tipos:
preedípico, que consiste en la ligazón tierna con la madre, y el posterior
derivado del Complejo de Edipo, que quiere eliminarla para sustituirla junto al
padre. La preedípica es decisiva para la adquisición de las cualidades con que
cumplirá su papel en la función sexual.
Análisis
terminable e interminable (1937)
II. Hay dos condiciones para dar por concluido el
análisis: que el paciente no padezca más a causa de sus síntomas y haya
superado sus angustias y sus inhibiciones; y que el analista juzgue haber hecho
conciente en el enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido tanto de lo
incomprensible, eliminado de la resistencia interior, que no quepa temer que se
repitan los procesos patológicos.
Para que la perturbación no retorne ni se
sustituya por otra, el Yo no tenía que estar alterado. La etiología de las
perturbaciones neuróticas es mixta: son pulsiones hiperintensas (factor
constitucional) y es efecto de traumas prematuros (factor accidental). En el
caso de predominio traumático el análisis conseguirá, merced al fortalecimiento
del Yo, sustituir la decisión deficiente de la edad temprana por la correcta
tramitación. La intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración
perjudicial del Yo, adquirida en la lucha defensiva, son los factores
desfavorables para el análisis y capaces de prolongar su duración.
III. El factor constitucional es de intensidad de
las pulsiones. Domeñamiento de la pulsión se utiliza para enunciar que la
mezcla de la libido con la pulsión de muerte torna inocua a ésta. La
tramitación duradera de una exigencia pulsional o domeñamiento quiere decir que
la pulsión es admitida en su totalidad dentro de la armonía del Yo, no sigue
más su camino propio hacia la satisfacción. Para domeñar o tramitar
duraderamente una exigencia pulsional, la intensidad cumple un papel
primordial, como por ejemplo en la pubertad y menopausia, en que emergen
refuerzos de ciertas pulsiones y pueden desencadenar una neurosis. El
domeñamiento fracasa con el refuerzo, las represiones se alzan. El mismo
refuerzo lo pueden provocar influjos accidentales.
En el sano toda decisión de un conflicto
pulsional vale sólo para una determinada intensidad de la pulsión, en relación
con la robustez pulsional y robustez del Yo. Si el Yo se relaja las pulsiones
dominarán y pueden aspirar a sus satisfacciones sustitutivas por caminos
anormales. La salud depende de proporciones de fuerzas entre las instancias del
aparato anímico.
Todas las represiones acontecen en la primera
infancia como medidas de defensa. En años posteriores no se consuman
represiones nuevas pero se conservan las antiguas para gobernar las pulsiones.
Las represiones infantiles no se pueden mantener frente a un acrecentamiento de
la intensidad de las pulsiones. Los conflictos nuevos son tramitados por
post-represión. El análisis hace que el Yo maduro emprenda una revisión de las
represiones: algunas serán liquidadas, otras reconocidas, pero se las edificará
de nuevo sobre un material más sólido. Estos nuevos diques tienen una
consistencia diversa y no cederán fácilmente al acrecentamiento pulsional.
El desarrollo siempre arrastra estratos
anteriores; la evolución libidinal produce sustituciones de estadios cuya
transmudación no acontece de modo integral, fragmentos de la organización
anterior persisten junto a la más reciente. Por eso en la plasmación definitiva
pueden conservarse restos de las fijaciones anteriores. Igual ocurre en el
trabajo analítico: sectores del mecanismo antiguo permanece intocado. El factor
cuantitativo de la intensidad pulsional se contrapone a los empeños defensivos
del Yo; el resultado final del trabajo analítico dependerá de la proporción
relativa entre las fuerzas de las instancias en recíproca lucha.
V. Para el éxito del tratamiento son decisivos
los influjos de la etiología traumática, la intensidad de las pulsiones que es
preciso gobernar y la alteración del Yo. Respecto del Yo, la situación
analítica consiste en aliarse a él con el fin de someter sectores no gobernados
de su Ello e integrarlos en la síntesis del Yo. Tiene que ser un Yo normal,
pero en la práctica, éste se asemeja al del psicótico en alguna cosa. El monto
de aproximación y distanciamiento de estos extremos designa la medida de alteración del Yo. Los grados de
alteración son originarios o adquiridos. Si se adquirió fue en el curso del
desarrollo. Desde el comienzo el Yo tiene que procurar el cumplimiento de su
tarea: mediar entre el Yo y el mundo externo al servicio del principio de
placer. Si adopta una actitud defensiva tanto con el mundo externo como con su
Ello, y a tratar sus exigencias como peligros externos, es que comprendió que
la satisfacción pulsional llevaría a conflictos con el mundo exterior. Más tarde
se agregará un tercer factor (el Superyo). Para cumplir su tarea y evitar el
peligro, la angustia y el displacer, se vale de mecanismos de defensa, de los cuales represión (esfuerzo de
desalojo y suplantación) es uno de ellos. Contra el peligro interno no hay
huída posible, entonces los mecanismos de defensa están condenados a falsificar
la percepción interna y posibilitarnos una noticia deficiente y desfigurada de
nuestro Ello. Los mecanismos sirven para apartar peligros pero el precio es
demasiado alto, el gasto dinámico que se requiere así como las limitaciones del
Yo que conllevan demuestran ser unos pesados lastres para la economía psíquica.
Y no son resignados después de socorrer al Yo en los años difíciles. Estos
mecanismos se fijan en el interior del Yo, devienen modos regulares de
carácter, que se repiten frente a situaciones parecidas. Pasan a ser
infantilismos, se afanan en conservarse cuando ha pasado su idoneidad. El Yo
fortalecido se sigue defendiendo de peligros que no existen en la realidad
objetiva, y se ve forzado a rebuscar situaciones de la realidad para justificar
sus modos defensivos. Los mecanismos mediante una enajenación del mundo
exterior, ganan más y más terreno, y debilitando el Yo favorecen el estallido
de la neurosis.
El análisis tiene que lidiar entonces no sólo
con el Ello, hacerlo conciente, sino con el Yo, corregirlo. Los mecanismos
retornan en la cura como resistencia, porque es tratada como un nuevo peligro.
El efecto terapéutico se liga con el hacer conciente lo reprimido. Estas
resistencias son inconscientes, están segregadas dentro del Yo. Durante el
trabajo con las resistencias el Yo no deja que afloren los retoños de lo
reprimido. Bajo la reescenificación de los conflictos defensivos se producen
mociones de displacer que pueden provocar una transferencia negativa y cancelar
el análisis. Hay una resistencia a la
puesta en descubierto de las resistencias. No solo son resistencias contra el
hacer concientes los contenidos del Ello, sino contra la cura. Al efecto que en
el interior del Yo tiene el defender es la alteración del Yo. El análisis puede
costear sólo unos volúmenes determinados de energía.
VIII. En la mujer la envidia del pene, y en el
hombre la revuelta contra su actitud pasiva, femenina, conducta frente al Complejo
de Castración o “protesta masculina” son características del análisis. Ésta
desautorización de la feminidad empieza en la niñez con la represión de la
actitud pasiva, ya que presupone la castración; también en la mujer el querer
alcanzar la masculinidad es acorde con el Yo en la etapa fálica, pero luego
sucumbe a la represión. Grandes sectores del complejo son transmudados para
contribuir a la edificación de la feminidad, del deseo del pene al deseo del
hijo. Pero muchas veces el deseo de masculinidad se conserva en lo Icc y
produce efectos. Lo que sucumbe a la represión es lo del sexo contrario. El
hombre puede desatar una transferencia negativa; la mujer puede caer bajo grave
depresión.
La
escisión del Yo en el proceso defensivo (1940)
El Yo del niño se encuentra al servicio de una
poderosa exigencia pulsional que está habituado a satisfacer, hasta que es
aterrorizado por una vivencia que le enseña que proseguir con esa satisfacción
le traería un peligro real difícil de soportar. Se produce un conflicto entre
la exigencia de la pulsión y el veto de la realidad objetiva. Responde al
conflicto con dos reacciones contrapuestas: rechaza la realidad objetiva con
ayuda de ciertos mecanismos y no se deja prohibir nada; y al mismo tiempo
reconoce el peligro de la realidad objetiva, asume la angustia y busca
defenderse de él. Esto produjo una desgarradura del Yo. Las dos reacciones
contrapuestas subsistirán como núcleo de una escisión del Yo.
El niño frente a la ausencia de genital de la
niña piensa que crecerá; no puede pensar que no lo tiene porque la repugnancia
sería demasiado grande. Pero cuando percibe una amenaza por su actividad
onanista despierta el recuerdo de la niña, y empieza a creen en la realidad
objetiva del peligro de castración. Entonces se crea un sustituto del pene,
desmintiendo la realidad objetiva pero salvando su propio pene. Produce un
desplazamiento de valor, transfiriendo el significado del pene a otra parte del
cuerpo de la niña, auxiliado por la regresión. Ese tratamiento de la realidad
objetiva le permite seguir masturbándose, pero desarrolla un síntoma que prueba
que ha reconocido el peligro: crea un fetiche por desplazamiento, y aflora una
angustia ante el castigo del padre. Con ayuda de la regresión aparece como
angustia a ser devorado por el padre.
La
negación (1925)
La negación en la terapia tiene el efecto
contrario; cuando se pide lo más inverosímil el paciente nombre lo más
correcto. Un contenido de representación o pensamiento reprimido puede irrumpir
en la conciencia a condición de que se deje negar.
Es una cancelación de la represión, pero no una aceptación de lo reprimido.
Hay una aceptación intelectual, se permite al contenido acceder a la
conciencia. Negar algo significa aceptar algo que preferiría reprimir, el
juicio adverso es el sustituto intelectual de la represión. Por medio del
símbolo de la negación el pensar se libera de las restricciones de la represión
y se enriquece con contenidos indispensables para su operación.
El juicio tiene que atribuir o desatribuir una
propiedad a una cosa, (si algo percibido debe ser acogido en el interior del
yo) y admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad,
(si algo presente como representación dentro del Yo puede ser reencontrado en
la percepción). Lo no real es interior, lo real está afuera. No solo es
importante que un objeto de satisfacción posea la propiedad buena, y merezca
ser acogida en el Yo, sino que se encuentre en el mundo exterior y pueda
apoderarse de él.
Todas las representaciones provienen de
percepciones, son repeticiones de éstas, por lo que su existencia acredita la
realidad de lo representado. La oposición entre objetivo y subjetivo se
establece porque el pensar posee la capacidad de volver a hacer presente,
reproducir la representación por lo que no hace falta que el objeto siga
estando. El fin del examen de realidad es reencontrar un objeto con la
representación, convencerse que todavía está ahí. Además no siempre la
reproducción de la percepción en la representación se repite con fidelidad. El
examen de realidad controla el alcance de las desfiguraciones. Pero para el
examen de la realidad tienen que haberse perdido objetos que procuraron una
satisfacción objetiva.
El juzgar es la acción intelectual que elige la
acción motriz, conduce del pensar al actuar. En el extremo sensorial a raíz de
las percepciones el Yo envía al sistema P pequeños volúmenes de investidura por
los que toma muestra de los estímulos externos para volver a retirarse tras
cada uno de estos avances. El juzgar es el ulterior desarrollo de la inclusión
dentro del Yo o la expulsión de él que originariamente se rigieron por el
principio de placer. Su polaridad corresponde a la oposición de los dos grupos
pulsionales: la afirmación como sustituto de la unión pertenece al Eros, y la
negación, sucesora de la expulsión, a la pulsión de muerte. La función del
juicio se posibilita por la creación del símbolo de la negación que permite una
independencia respecto de las consecuencias de la represión y de la compulsión
del principio de placer. Además en el Icc no hay símbolo ni representación para
el no y el reconocimiento del Icc por parte del Yo se exprese en una fórmula
negativa.
Conferencia
29: Revisión de la doctrina de los sueños (1932)
También los sueños punitorios son cumplimientos
de deseo, pero no de las mociones pulsionales, sino de la instancia
criticadora, censuradora y punitoria de la vida anímica (Superyo) de quien
depende la censura onírica. Las personas que han vivido un trauma psíquico se
ven remitidas por el sueño con harta regularidad a aquella situación. También
las primeras vivencias sexuales del niño están enlazadas con impresiones
dolorosas de angustia, prohibición, desengaño y castigo a los cuales aduce el
sueño, por lo tanto su carácter displacentero choca con el presupuesto de que
el sueño es cumplimiento de deseo. Esas mismas vivencias van adheridos los
deseos pulsionales incumplidos, imperecederos, que a lo largo de la vida donan
la energía a la formación de sueños y en su violenta pulsión aflorante esfuerzan
hacia la superficie también material de episodios sentidos como penosos. El
trabajo del sueño se empeña en desmentir el displacer mediante desfiguración.
En la neurosis traumática los sueños desembocan
en angustia. En este caso falla la
función del sueño. El sueño es un intento
de cumplimiento de deseo. Bajo ciertas circunstancias como la fijación inconsciente a un trauma (no
ligado) debe resignar su tarea.
Conferencia
32: Angustia y vida pulsional (1933)
La angustia es un estado afectivo, determinadas
sensaciones de la serie placer-displacer con las correspondientes inervaciones
de descarga y su percepción. El nacimiento es el evento que deja tras sí esa
huella afectiva. La primera angustia es por los cambios en la actividad del
corazón y los pulmones: es tóxica. La angustia realista se produce frente al
peligro real, un daño esperado de afuera, está al servicio de la
autoconservación; la neurótica en cambio es enteramente enigmática, carente de
fin. La angustia realista produce un estado de atención sensorial incrementada
y tensión motriz que se llama apronte
angustiado. A partir de ese estado se desarrolla la reacción de angustia. O
bien el desarrollo de angustia, la repetición de la antigua vivencia
traumática, se limita a una señal para desembocar en la huida, o lo antiguo
prevalece, toda reacción se agota en el desarrollo de angustia y el estado
afectivo resultará paralizante y desacorde con el fin.
La angustia neurótica puede ser: un estado de
angustia libremente flotante, pronta a enlazarse de manera pasajera con cada
nueva posibilidad que emerja (angustia expectante); ligada firmemente a
determinados contenidos de representación en las fobias; y la angustia
histérica que acompaña a síntomas o emerge de manera independiente como ataque
o estado prolongado.
La expectativa angustiada tiene un nexo con la
economía de la libido en la vida sexual. Se provoca una excitación pero no se
satisface, en reemplazo de esta libido desviada de su aplicación emerge la
angustia. La angustia neurótica se genera por transmudación directa de la
libido producto de la represión de la representación que es desfigurada hasta
volverse irreconocible, y cuyo monto de afecto es mudado en ésta.
Angustia y síntoma ambos se subrogan y relevan
entre sí. En la fobia inicia su historia patológica con un ataque de angustia,
que repite frente al mismo objeto del cual crea una inhibición, una limitación
funcional del Yo, y por esa vía se ahorra el ataque de angustia. En el síntoma,
a su vez, si impide al enfermo manifestarse (ej. su ceremonial), cae en un
estado de angustia del cual su síntoma lo protegía.
Aquello a lo cual se tiene miedo en la angustia
neurótica es a la propia libido. A diferencia de la angustia real el peligro es
interno, y no se discierne concientemente.
En las fobias un peligro interior se traspone a
uno exterior. De ésta forma cree poder defenderse mejor mediante la huida. En
la fobia sobreviene un desplazamiento.
La angustia se genera porque la libido se ha
vuelto inaplicable.
El Yo es el único almácigo de la angustia, y
cada una corresponde a los tres vasallajes del yo: respecto del mundo exterior
(realista), del Ello (neurótica), y del Superyo (conciencia moral).
La función de la angustia señal indica una
situación de peligro. En la histeria de angustia se trata de la represión
típica de las mociones de deseo provenientes del complejo de Edipo: la
investidura libidinosa del objeto madre se muda en angustia por la represión y
se presenta como anudada al sustituto padre. No es la represión la que crea la
angustia, sino ésta la que se muda en represión. El varoncito siente angustia
ante una exigencia de su libido, ante el amor de su madre, pero ese
enamoramiento le aparece como un peligro interno del que debe sustraerse
mediante la renuncia a ese objeto, porque provoca un peligro externo. El
peligro real, externo, es la amenaza de
castración, la pérdida de su miembro. En el curso de su fase fálica, en la
época de onanismo, el castigo encuentra refuerzo filogenético. La angustia de
castración es uno de los motores de la represión. En la mujer aparece la
angustia a la pérdida del amor que se continúa a la angustia del lactante.
Repiten en el fondo la angustia de nacimiento (la castración es también la
imposibilidad de reunificación con la madre o su sustituto). A cada fase le
corresponde una condición de angustia: peligro del desvalimiento psíquico,
peligro de la pérdida de objeto de amor, la heteronomía de la primera infancia,
el peligro de la castración, y la angustia al superyo. Con el tiempo las
situaciones peligrosas son desvalorizadas por el fortalecimiento del yo, pero
sólo de forma incompleta. Los neuróticos permanecen infantiles en su conducta
hacia el peligro y no han superado condiciones de angustia anticuadas.
El Yo nota que la satisfacción de una exigencia
pulsional emergente convocaría una de las situaciones peligrosas, esa
investidura debe ser sofocada y entonces pone en marcha a la represión cuando
no se siente suficientemente fuerte. Cuando puede desempeñar esa tarea lo hace
incluyendo la moción pulsional en su organización, incurriendo a una técnica
idéntica al pensar normal: con pequeños volúmenes de investidura dirige una
investidura tentativa, logra anticipar la satisfacción de la moción pulsional
dudosa y reproducir la sensación de displacer que corresponde al inicio de la
situación de peligro temida. Se pone en juego el principio de placer-displacer
que lleva a cabo la represión de la moción pulsional peligrosa (suscita el
automatismo placer-displacer). Puede suceder que el ataque de angustia se
desarrolle plenamente y el yo se retire de la excitación chocante, o en vez de
salir al encuentro con una investidura tentativa, lo hace con una contrainvestidura que se conjuga con la
energía de la moción reprimida para la formación de síntomas, o es acogida en
el Yo como formación reactiva. El principio de placer-displacer rige los
procesos en el interior del Ello provocando alteraciones profundas en la moción
pulsional. En muchos casos la moción pulsional reprimida retiene su investidura
libidinal, otras veces su libido es conducida por otras vías, cuando el
Complejo de Edipo es destruido dentro del Ello, bajo el influjo del mismo
conflicto que fue iniciado por la señal de angustia.
El Yo es endeble frente al Ello, se empeña en
llevar a cabo sus órdenes. Ese Yo es parte del Ello mejor organizada, orientada
hacia la realidad. El Yo influye sobre los procesos del Ello cuando por medio
de la señal de angustia pone en actividad el principio placer-displacer.
Inmediatamente vuelve a mostrar su endeblez, renunciando mediante la represión
a un fragmento de su organización, consintiendo que la moción pulsional
reprimida permanezca sustraída a su influjo de manera duradera.
La angustia neurótica se ha mudado en angustia
realista. Pero no es el daño de la persona de forma objetiva, porque es a nivel
anímico; lo esencial en el nacimiento como en cualquier otra situación de
peligro es que provoque en el vivenciar anímico un estado de excitación de
elevada tensión que sea sentido como displacer y del cual uno no pueda
enseñorearse por vía de descarga. Se llama factor
traumático a un estado así, en que fracasan los empeños del principio de
placer, y a través de la serie angustia neurótica- angustia realista- situación
de peligro se llega a la conclusión que la
angustia es la emergencia de un factor traumático que no puede ser tramitado
según la norma del principio de placer. El principio de placer no nos
resguarda de daños objetivos, sino sólo de nuestra economía psíquica, y éste
está lejos de la pulsión de autoconservación. Sin embargo solo la magnitud de
la suma de excitación convierte a una impresión en factor traumático, paraliza
la operación del principio de placer y confiere su significatividad a la
situación de peligro. Por lo tanto las represiones originarias nacen
directamente a raíz del encuentro del Yo con una exigencia libidinal
hipertrófica proveniente de factores traumáticos, y crean la angustia como algo
nuevo. En “inhibición…” la angustia era la descarga directa del exceso de
libido; ahora la angustia es la reacción frente a exigencias libidinales
consecuencia directa del factor traumático (lo no ligado) y como la señal de
que amenaza la repetición de un factor así.
(Resumen
de las pulsiones). El
individuo sirve a dos propósitos: la autoconservación y la de la especie. Posee
pulsiones Yoicas (todas las que tienen que ver con la conservación y el
engrandecimiento de la persona) y las sexuales (aquellas que exigían la vida
sexual infantil y perversa). El Yo es el poder limitante, represor y las
aspiraciones sexuales lo reprimido, cuya energía es la libido.
La pulsión se distingue del estímulo en que
proviene de fuentes de estímulo dentro del cuerpo, actúa con una fuerza
constante y la persona no puede huirle. La pulsión posee fuente, objeto y meta.
La fuente es un estado de excitación corporal; la meta la cancelación de la
excitación; y en el camino entre la fuente y la meta la pulsión adquiere
eficacia psíquica. Es cierto monto de energía que esfuerza en determinada
dirección. Las metas pulsionales pueden ser activas o pasivas. La meta puede
alcanzarse en el cuerpo propio o en un objeto externo. Mociones pulsionales de
una fuente pueden acoplarse a las de otra y compartir su destino, una
satisfacción puede ser sustituida por otra. También el vínculo con la meta y el
objeto pueden variar: pueden permutarse por otros, siendo el vínculo con el
objeto el más fácil de aflojar. La modificación de la meta y el cambio de vía
de objeto en la que interviene nuestra valoración social es la sublimación. Hay
pulsiones de meta inhibida, que se detienen en el camino hacia la satisfacción,
de suerte que sobrevienen una investidura de objeto y una aspiración continua.
Las pulsiones sexuales son plásticas, capaces
de cambiar de vía sus metas, admiten subrogaciones dejándose sustituir una
satisfacción pulsional por otra. Las pulsiones de autoconservación en cambio no
admiten diferimiento, son imperativas.
La función sexual se produce por un desarrollo
de un gran número de pulsiones parciales provenientes de distintas fuentes somáticas
que con independencia recíproca pugnan por alcanzar una satisfacción y la
hallan en el placer de órgano. No todas estas pulsiones serán acogidas en la
organización definitiva de la función sexual; muchas serán dejadas de lado por
inutilizables, mediante represión; algunas serán desviadas de su meta y
aplicadas como refuerzo de otras mociones; otras sirven para la producción de
un placer previo. Hay varias fases de la organización provisional, pregenitales
(oral, sádico-anal, fálica) y la genital, cuando la organización sexual
definitiva se ha llevado a cabo, que se establece tras la pubertad y en la cual
los genitales femeninos hallan el reconocimiento que los masculinos habían
conseguido antes. En la fase sádico-anal hay dos estadios: en el anterior reinan
las tendencias destructivas de aniquilar y perder, y en el posterior de guardar
y poseer. En mitad de éstas emerge el miramiento hacia el objeto como precursor
de una posterior investidura de amor. También la fase oral posee subestadios:
el primero es la incorporación oral y falta toda ambivalencia en el vínculo con
el pecho; en el segundo relacionado con el morder (sádico-oral) muestra la
ambivalencia. Mucho de las configuraciones se han conservado posteriormente y
se ha procurado una subrogación duradera en la economía libidinal y en el
carácter de la persona.
El ano corresponde embriológicamente a la boca
que ha migrado hacia abajo; el interés pulsional de la caca traspasa a objetos
que pueden darse como regalo (la caca es el primer regalo del que se desprende
por amor a su cuidadora). De manera análoga al cambio de vía del significado en
el lenguaje, el interés por la caca se transpone en el aprecio al oro y el
dinero, y también hace su contribución a la investidura afectiva del hijo y del
pene. De acuerdo a la teoría de la cloaca, el hijo nace como un fragmento de
caca, la defecación es el arquetipo del acto de nacimiento. El pene le aparece
al niño como algo separable del cuerpo (cuando toma noticia que no todos lo
poseen) y lo sitúa en analogía con el excremento (primer fragmento de
corporeidad al que debió renunciar). Son tratados como equivalentes, subrogados
mediante símbolos comunes. En la niña el deseo de tener un pene se transmuda en
deseo de tener un hijo. También influyen en la formación de carácter, en que
orden ahorro, terquedad son consecuencia de que el erotismo anal no haya sido
elaborado hasta su acabamiento.
El yo es reservorio de libido, del que parten
las investiduras libidinosas de los objetos y regresan, mientras gran parte
permanece continuamente dentro del yo. Sin cesar se trasmuda libido yoica en
libido de objeto y viceversa. Por lo tanto no son de diferente naturaleza, por
tanto libido puede designarse a la energía psíquica en general.
Las pulsiones sexuales (Eros) se oponen a las
pulsiones de agresión, cuya meta es la destrucción. Sadismo es cuando la
satisfacción sexual se anuda a la condición de que el objeto sexual padezca
dolores, maltratos y humillaciones, y masoquismo cuando la necesidad consiste
en ser uno mismo ese objeto maltratado. Ciertos ingredientes son acogidos en la
sexualidad normal y son perversiones cuando refrenan a las otras metas sexuales
y las reemplazan por las propias metas. En ambos estamos ante mezcla entre
ambas clases de pulsión, del Eros con la agresiva. Las pulsiones eróticas
introducirán la diversidad de sus metas sexuales, y las otras consentirán
aminoraciones de su tendencia (agresiva). Las mezclas pueden descomponerse, y
tales desmezclan tendrán las más graves consecuencias para la función.
El masoquismo, además de su meta sexual, es una
aspiración que tiene por meta la destrucción de sí mismo. El Ello incluye
originariamente todas las mociones pulsionales, por lo tanto el masoquismo es
más antiguo que el sadismo, que es la pulsión de destrucción vuelto hacia
fuera. Las pulsiones muestran unos afanes por reproducir un estado anterior; en
el momento en que uno de estos estados ya alcanzados sufre una perturbación,
nace una pulsión a recrearlo y produce fenómenos como la compulsión de
repetición. Expresa la naturaleza
conservadora de las pulsiones. En el ámbito anímico vivencias infantiles se
repiten en sueños y reacciones, y especialmente en la transferencia,
contrariando al principio de placer. Esta se impone más allá del principio de placer. Si alguna vez la vida surgió de
la materia inanimada, tiene que haber nacido una pulsión que quisiera volver a
cancelarla reproduciendo el estado inorgánico. Esta es la autodestrucción, o pulsión de muerte que contrarían el afán
de las pulsiones de vida (de aglomerar cada vez más sustancia viva en unidades
mayores) sino que reconducen a lo vivo al estado inorgánico. De la acción
eficaz conjugada y contraria de ambas surgen los fenómenos de la vida. Por lo
tanto la pulsión de muerte se pone al servicio del Eros y vuelta hacia fuera se
expresa como agresión.
La necesidad inconsciente de castigo que
acompaña toda neurosis se comporta como un fragmento de la conciencia moral, y
corresponde a una porción de agresión interiorizada y asumida por el Superyo.
Una parte de la agresión vuelta hacia el mundo exterior regresa y es ligada por
el Superyo y vuelta sobre el Yo como sentimiento
inconsciente de culpa; otra parte permanece muda como pulsión de
destrucción libre en el Yo y el Ello.
En la institución primera del Superyo se empleó
aquel fragmento de agresión hacia los padres que el niño no pudo descargar a
consecuencia de su fijación de amor, así como de las dificultades externas.
Aquellas personas en que este sentimiento es muy potente tendrán una reacción
terapéutica negativa: la solución de un síntoma produce un refuerzo momentáneo
del mismo y del padecimiento.
Nuestra cultura se ha edificado a expensas de
las aspiraciones sexuales inhibidas, reprimidas y utilizadas para nuevas metas
(sublimadas). Pero también las pulsiones de agresión dificultan la convivencia
y amenazan la perduración de la sociedad; que limite su agresión es el mayor
sacrificio que se pide.
Más allá del
principio de placer (1920)
I. El decurso de los procesos anímicos es regulado
en parte por el principio de placer. Lo pone en marcha una tensión
displacentera y adopta tal orientación que su resultado coincide con una
disminución de aquella. La exposición metapsicológica tiene en cuenta el papel económico. Placer y displacer dependen
de la cantidad de excitación presente en la vida anímica y no ligada. El
aparato se afana por mantener lo más bajo posible la cantidad de excitación
presente en él. El principio de placer es el modo de trabajo primario del aparato anímico y se deriva
del principio de constancia. Sin embargo existen también fuerzas que contrarían
este principio.
Una de las inhibiciones el principio de realidad que pospone la satisfacción tolerando el
displacer. Otra fuente de desprendimiento de displacer surge de los conflictos
y escisiones producidos en el aparato, por medio de la represión de ciertas
pulsiones que se les cohíbe la satisfacción. Si consiguen procurarse una
satisfacción por ciertos rodeos, es sentido por el aparato como displacer. El
principio de placer sufre otra ruptura en el momento en que las pulsiones ganan
un placer en obediencia a ese principio. Todo displacer neurótico es un placer
que no puede ser sentido como tal.
II. La neurosis traumática sobreviene tras
conmociones mecánicas u accidentes que aparejaron riesgo de muerte. La
causación se sitúa en el factor sorpresa: el terror.
La angustia
designa un estado de expectativa frente al peligro y preparación para él.
El miedo requiere
un objeto determinado.
El terror
se produce cuando se corre un peligro sin estar preparado.
En la angustia
hay algo que protege contra el terror. La vida onírica de la neurosis
traumática reconduce al enfermo una y otra vez a la situación de su accidente
de la cual despierta con renovado terror. El enfermo está fijado psíquicamente
al trauma. La función del sueño resultó afectada y desviada de sus propósitos.
En el juego del fort-da, el niño arroja lejos
de sí un juguete con un fuerte y prolongado “o-o-o-o” (fort = se fue). Cuando
jugaba con un carretel, lo atraía hacia sí tirando del piolín mientras decía “da” (acá está). La más de las veces
sólo se observaba el juego del fort. El juego se entramaba con su renuncia
pulsional de admitir la partida de la madre. La repetición iba conectada a una
ganancia de placer de otra índole. Presupone la existencia de tendencias
situadas más allá del principio de placer, originarias e independientes.
III. En la cura psicoanalítica el enfermo se ve
forzado a repetir lo reprimido como
vivencia presente, en vez de recordarlo. Esta
reproducción tiene siempre un fragmento del complejo de Edipo que se juega en
el terreno de la transferencia. En éste momento la anterior neurosis se
sustituyó por una neurosis de transferencia. Lo reprimido no ofrece resistencia
alguna a la cura. La resistencia proviene de los mismos estratos de la vida
psíquica que llevaron a la represión. El yo coherente se opone a lo reprimido.
En el primero, de modo inconsciente, se encuentra el núcleo del yo. La resistencia parte del Yo, y la compulsión a la repetición se adscribe a
lo reprimido inconsciente. La resistencia del Yo está al servicio del principio
de placer. Quiere ahorrar el displacer que produciría la liberación de lo
reprimido. La compulsión de repetición hace revivenciar operaciones de mociones
pulsionales reprimidas que provocan displacer al Yo. La compulsión a la
repetición devuelve, además de vivencias que puede hacer sentir placer para un
sistema, otras que bajo ningún punto de vista puede producir placer.
El florecimiento temprano de la vida sexual
infantil estaba destinado a sepultarse porque sus deseos eran inconciliables
con la realidad. La pérdida de amor y el fracaso dejaron un daño permanente del
sentimiento de sí, como cicatriz narcisista, que provocará más adelante un
sentimiento de inferioridad. La investigación sexual así como el vínculo
establecido con el progenitor sucumbieron al desengaño. Los neuróticos repiten
en la transferencia todas estas ocasiones indeseadas y dolorosas reanimándolas.
Las pulsiones que estaban destinadas a conducir a la satisfacción llevaron a
displacer; y más allá de eso se la repite compulsivamente. Este eterno retorno
de lo igual se instaura más allá del principio de placer. A esto se adhieren
los sueños traumáticos y el juego del fort-da.
IV. La conciencia es sólo una función de los
procesos anímicos. Brinda percepciones de excitación que provienen del
exterior, y sensaciones del interior. El Prcc está vuelto hacia el mundo
externo y envuelve los otros sistemas psíquicos. Todos los procesos
excitatorios de los otros sistemas dejan como secuela huellas permanentes que
son la base de la memoria. Los más permanentes son los dejados por un proceso
que nunca llegó a la conciencia. Si permanecieran siempre concientes pronto
reducirían la aptitud de este sistema para la recepción de nuevas excitaciones.
Para un sistema es inconciliable el devenir-conciente y dejar como secuela una
huella mnémica. En el sistema Cc el proceso excitatorio deviene conciente pero
no le deja suela; todas las huellas se producen a raíz de la propagación de la
excitación a los sistemas internos contiguos. La conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica. En la Cc a
diferencia de los otros sistemas psíquicos, el proceso de excitación no deja
tras sí una alteración permanente en sus elementos sino que se agota en el
devenir conciente. Esto es porque el sistema Cc está en constante contacto con
el mundo exterior.
La superficie o corteza en contacto con el
mundo sirve como órgano receptor de estímulo. Por el incesante embate de los
estímulos externos sobre la superficie de la vesícula, la sustancia de ésta se
alteró hasta una cierta profundidad, de modo que el proceso excitatorio
discurriese de distinta manera en los estratos más profundos. La corteza ofrece
las condiciones favorables para la recepción de estímulos y no es susceptible
de ulterior modificación. El paso de la excitación ya no puede imprimir ninguna
alteración permanente a sus elementos. En el avance de un elemento al otro la
excitación tiene que vencer una resistencia, y la reducción de ésta es un
proceso de facilitación, que crea la huella permanente. En la Cc no subsisten
resistencias de pasaje de esa índole entre un elemento y otro. La energía de
investidura quiescente (ligada) no es
conducida en la Cc sino la móvil (libre)
susceptible de descarga.
Esta vesícula flota en medio de mundo cargado
de energías y sería aniquilada si no estuviera provista de una protección antiestímulo. La superficie
más externa se vuelve inorgánica, y opera apartando estímulos como una
membrana. Las energías externas se propagan con una fracción de su intensidad.
Los estratos contiguos que continúan vivos pueden recibir los volúmenes de
estímulos filtrados. El estrato externo al morir preservó a los otros de sufrir
tal destino. La tarea de protegerse es más importante que la de recibirlos. El
organismo está dotado de una reserva enérgica propia, y en su interior se
despliegan formas particulares de trasformación de la energía, y debe
preservarlas del influjo nivelador de las energías hipergrandes. Estos estratos
se internaron en lo profundo del cuerpo, pero parte quedó atrás en los órganos
sensoriales, que tienen dispositivos destinados a recibir acciones
estimuladoras específicas, y mecanismos preventivos para una ulterior
protección contra volúmenes de estímulo y apartamento de variedades inadecuadas
tomando solo pizcas del mundo exterior.
Los procesos anímicos inconscientes son
atemporales. El tiempo no altera nada en ellos, no pueden representarse
temporalmente y su ordenamiento no es temporal. Nuestra representación del
tiempo corresponde al modo de trabajo del sistema Prcc.
El sistema Cc o estrato cortical sensitivo
recibe también excitaciones desde adentro, pero la protección desde adentro es
imposible, y recibe excitaciones desde los estragos más profundos de manera
directa. Esto determina la prevalencia de sensaciones de placer-displacer por
sobre los estímulos externos, y la orientación de la conducta respecto de las
excitaciones internas que produzcan una multiplicación de displacer demasiado
grande. Se tenderá a tratarlas como si obrasen desde afuera a fin de poder
aplicarles el medio defensivo. Este es el origen de la proyección.
Las excitaciones externas que poseen fuerza
suficiente para perforar la protección son traumáticas.
Un trauma provocará una perturbación en la economía energética del
organismo y pondrá en acción la defensa. El principio de placer quedará
abolido; el aparato quedó avasallado por grandes volúmenes de estímulo que
penetraron, y la tarea es dominar el estímulo ligando psíquicamente los volúmenes
de estímulo a fin de conducirlos a su tramitación.
Donde la protección fue perforada, afluyen
continuas excitaciones al aparato, y es movilizada la energía de investidura a fin de crear en el entorno del punto de
intrusión una investidura energética de nivel correspondiente. Se produce una contrainvestidura que empobrece los
otros sistemas, rebajando cualquier otra operación psíquica. Un sistema de
elevada investidura es capaz de recibir nuevos aportes de energía y
trasmudarlos en investidura ligada. Cuanta mayor energía quiescente posea,
mayor será su fuerza ligadora.
Hay dos formas de energía, una investidura en
libre fluir que esfuerza en pos de su descarga, y una quiescente de los
elementos del sistema. La ligazón consiste en un pasaje de libre fluir al
estado quiescente.
La neurosis traumática es resultado de la
ruptura de la protección antiestímulo del órgano anímico. El terror es producto
de la falta de apronte angustiado que conlleva la sobreinvestidura de los
sistemas que reciben el estímulo. A falta de éste los sistemas no están en
buena situación para ligar los volúmenes de excitación sobrevivientes. El
apronte angustiado constituye la última trinchera de la protección. Los sueños
que reconducen al enfermo a la situación no están al servicio del cumplimiento
de deseo, contribuyen a otra tarea: buscan recuperar el dominio sobre el
estímulo por medio de un desarrollo de angustia cuya omisión causó la neurosis.
Esta función es independiente y más originaria que el propósito de ganar placer.
Los sueños de angustia son una excepción al cumplimiento de deseo. Obedecen a
la compulsión de repetición que se
apoya en el deseo de convocar lo olvidado y reprimido. Hubo un tiempo anterior
a la tendencia del sueño al cumplimiento de deseo.
En los casos de herida física, la conmoción
mecánica al ser una de las fuentes de excitación sexual y los dolores al ser un
poderoso influjo sobre la distribución de la libido, liberan el quantum de
excitación sexual cuya acción traumática es debida a la falta de apronte
angustiado, y ligarían el exceso de excitación al reclamar una sobreinvestidura
narcisista del órgano doliente.
V. Las excitaciones que ingresan al aparato sin
el resguardo de la protección, adquieren la mayor importancia económica y dan
ocasión a perturbaciones. Las fuentes de esa excitación interna son las
pulsiones: los representantes de todas las fuerzas eficaces del interior del
cuerpo que se transfieren al aparato anímico. Las mociones pulsionales obedecen
al proceso libremente móvil que esfuerza en pos de la descarga. En el
inconsciente las investiduras pueden trasferirse, desplazarse y condensarse.
Estos procesos que ocurren en el inconsciente son el proceso primario, y el que
rige la vida de vigilia el secundario, que posee investidura ligada. La tarea
de los estratos superiores (Prcc-Cc) es ligar las excitaciones de las pulsiones
del proceso primario. El fracaso de la ligazón produce una perturbación análoga
a la neurosis traumática. Solo tras una ligazón se produce el imperio del
principio de placer con su modificación en el principio de realidad. En el
juego infantil se repite la vivencia displacentera. Además el niño repite
activamente para dominar lo que vivió pasivamente; pero exigirá la identidad de
la impresión. El reencuentro de la identidad por la repetición constituye una
fuente de placer. En el analizado, en cambio, la compulsión a la repetición de
la transferencia se sitúa en todos los sentidos más allá del principio de
placer. Las huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias infantiles subsisten
en estado libre, y son insusceptibles del proceso secundario. Esta condición es
esencial para formar, adhiriéndose a los restos diurnos, una fantasía de deseo
figurada en el sueño.
La compulsión a la repetición es un carácter
universal de las pulsiones. La pulsión
es un esfuerzo, inherente a lo vivo, de reproducción de un estado anterior que
lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas. Las
pulsiones tienen una naturaleza conservadora. Todas las pulsiones quieren reproducir
algo anterior, dirigidas a la regresión, al restablecimiento de lo anterior. La
meta es un estado antiguo, inicial que lo vivo abandonó y al que aspira a
regresar por todos los rodeos de la evolución. La meta de la vida es la muerte,
lo inanimado estuvo antes que lo vivo.
En algún momento por intervención de fuerzas se
suscitó en la materia inanimada las propiedades de la vida. La tensión generada
pugnó por nivelarse: así nació la primera pulsión, de regresar a lo inanimado.
Hasta que decisivos influjos externos se alteraron de tal modo que forzaron a
la sustancia aún sobreviviente a desviarse respecto del camino vital originario
y dar rodeos más complicados antes de alcanzar la meta. Estos rodeos son
retenidos por las pulsiones conservadores, que luchan contra influencias que
podrían ayudar al organismo a alcanzar su meta vital por el camino más corto.
Son pulsiones parciales destinadas a asegurar el camino hacia a la muerte y
alejar otras posibilidades de regreso a lo inorgánico que no sean las inmanentes.
Las pulsiones sexuales son conservadoras en el mismo sentido que las otras en
cuanto espejan estados anteriores de la sustancia viva, son resistentes a
injerencias externas, y conservan la vida por lapsos más largos. Las pulsiones
que llevan a la muerte buscan el camino más corto; las sexuales llegadas a
cierto punto, se lanzan hacia atrás para volver a retomar el camino y prolongar
la duración del trayecto. Tanto el progreso evolutivo como involutivo es
resultado de fuerzas externas que esfuerzan a la adaptación, y las pulsiones
intentan conservar la alteración impuesta. Un mayor perfeccionamiento se
alcanza como resultado de la represión de las pulsiones sobre lo cual se
edifica lo más valioso que hay en la cultura humana. La pulsión aspira a su plena
satisfacción, que consiste en la vivencia primaria de satisfacción; toda
sublimación o formación sustitutiva es insuficiente para cancelar su tensión y
la diferencia entre la satisfacción hallada y la pretendida engendra el factor
pulsionante. El camino a la satisfacción es obstruido por las resistencias;
entonces no queda más que avanzar por la otra dirección.
VI. Las pulsiones Yoicas (de muerte) provienen de
la animación de la materia inanimada y quieren restablecer la condición
originaria; las sexuales reproducen estados primitivos del ser, pero la meta es
la fusión de dos células sexuales germinales diferenciadas. Si esta unión no se
produce la célula germinal muere. Sólo bajo ésta condición puede prolongar la
vida. Desde el punto de vista biológico, el soma o cuerpo es mortal, pero las
células germinales son potentia, inmortales en cuanto son capaces de
desarrollarse en un nuevo soma. Hay un componente pronunciado hacia la muerte,
excepto el material genésico y hereditario. Desde el psicoanálisis este
material corresponde a las pulsiones sexuales que aspiran a la renovación de la
vida y la realizan.
Una parte de las pulsiones Yoicas que hasta
ahora eran tratadas como opuestas a las sexuales, tienen también una parte
libidinosa que se ha tomado por objeto al yo propio. Estas pulsiones de
autoconservación narcisista debieron computarse entre las pulsiones sexuales
libidinosas. Las pulsiones sexuales entonces son yoicas y de objeto,
contrapuestas a las pulsiones de muerte. La pulsión sexual es el Eros que
conserva y une, y tiende a la cohesión. La unión genésica produce un efecto
fortalecedor y rejuvenecedor. El proceso vital del individuo lleva a la
nivelación de tensiones (a la muerte), mientras que la unión con una sustancia
viva o un individuo diferente aumenta estas tensiones, introduce nuevas
diferencias vitales. La tendencia dominante de la vida anímica es la de rebajar
la tensión interna de estímulo. La reproducción produjo una ventaja que fue
mantenida durante la evolución; las pulsiones que quieren producir la unión
sexual repetirían algo que una vez ocurrió por casualidad y se afianzó por ser
ventajoso. El Eros procura esforzar las partes de las sustancia viva hacia
otras y cohesionarlas. Las pulsiones sexuales son parte de este Eros vueltos hacia
el objeto. Actúa desde el comienzo de la vida y entra en oposición a la pulsión
de muerte.
La afirmación del carácter regresivo de las
pulsiones descansa, también, en la compulsión a la repetición.
VII. Una de las tareas más tempranas e importantes
del aparato es ligar las mociones pulsionales que le llegan, sustituir el
proceso primario que gobierna en ellas por el secundario. La ligazón es un acto
preparatorio que introduce el principio de placer. El principio de placer es
una tendencia que está al servicio de la función de mantener el aparato exento
de excitación, y mantener en el mínimo el monto de excitación. La función
participa en la aspiración de volver hacia lo inorgánico. El acto sexual trae
aparejado una momentánea extinción de una excitación extrema. La ligazón
acomoda la excitación para luego tramitarla hacia la descarga.
Los procesos no ligados provocan sensaciones
más intensas que los ligados. Los primarios son más tempranos. Las pulsiones de
vida aportan tensiones cuya tramitación es sentida como placer, mientras que
las pulsiones de muerte parecen realizar su trabajo en forma inadvertida.
El
Yo y el Ello (1923)
I.
Conciencia e Inconsciente: La
conciencia es una cualidad de lo psíquico que puede añadirse a otras cualidades
o faltar. La conciencia es una expresión descriptiva que invoca la percepción
más inmediata y segura. Un elemento psíquico, (ej. una representación) no es
conciente de forma duradera. El estado de la conciencia pasa con rapidez y
puede volver a serlo bajo ciertas condiciones. Mientras tanto estuvo latente,
fue susceptible de conciencia. Ha sido inconsciente desde el punto de vista
descriptivo.
Desde el punto de vista dinámico, puede haber
representaciones que no puedan ser concientes porque cierta fuerza se resista a
ello. La represión (esfuerzo de desalojo)
es el estado en que estas representaciones se encontraban antes de hacerse
concientes y la resistencia es la
fuerza que produjo y mantuvo la represión.
Hay dos modelos de Inconsciente: lo latente,
susceptible de conciencia, y lo reprimido, insusceptible de conciencia. La
primera es preconsciente y el segundo
es inconsciente. El Prcc está mucho
más cerca de la Cc que el Icc. En el sentido descriptivo hay dos clases de Icc,
en el dinámico solo uno.
La conciencia depende del Yo; él gobierna los
accesos a la motilidad, a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior.
Es la instancia anímica que ejerce un control sobre los procesos parciales, y
que por la noche aplica la censura onírica. De él parten las represiones, que
se contraponen al Yo y produce resistencias. Hay en el Yo algo inconsciente que
se comporta como lo reprimido, exterioriza efectos sin devenir conciente. Hay
una oposición entre el Yo coherente y lo reprimido escindido de él. Esta
concepción estructural confirma que
todo lo reprimido es Icc, pero lo Icc no coincide con lo reprimido. Una parte
del Yo es Icc, no latente (no Prcc), es un tercer Icc, no reprimido.
II.
El Yo y el Ello: La conciencia
es la superficie del aparato anímico, es el primero desde el mundo exterior,
espacialmente. Son Cc todas las percepciones que nos vienen de afuera
(sensoriales) y de adentro sensaciones y sentimientos. La diferencia entre una
representación Icc y Prcc es que la primera se consuma en algún material
desconocido, y la Prcc se añade a la conexión con representaciones-palabra.
Estas representaciones-palabra son restos
mnémicos, fueron percepción y pueden devenir de nuevo concientes. Los
restos son contenidos en sistemas contiguos al Prcc, por lo cual sus
investiduras fácilmente pueden transmitirse hacia delante. En el caso de
reanimación de un recuerdo la investidura se conserva en el sistema mnémico,
mientras que en la alucinación o la percepción nace cuando la investidura
desborda desde la huella mnémica sobre el elemento P y lo traspasa enteramente.
Lo que quiere devenir conciente tiene que trasponerse en percepciones
exteriores, a través de las huellas mnémicas.
Los restos de palabras provienen de
percepciones acústicas a través de lo cual es dado un origen sensorial para el
Prcc. La palabra es el resto mnémico de la palabra oída.
La manera de hacer Prcc lo Icc es
restableciendo mediante el análisis, aquellos eslabones intermedios de
palabras.
Las sensaciones displacenteras esfuerzan a la
alteración y a la descarga, y el placer, en cambio se produce por la
disminución de la investidura energética. Lo que deviene conciente como placer
y displacer es un otro cuantitativo-cualitativo. Eso otro que se comporta como
una moción reprimida puede desplegar fuerzas pulsionantes sin que el Yo note la
compulsión. Sólo una resistencia a la compulsión, un retardo de la reacción de
descarga hace conciente eso otro. También sensaciones y sentimientos sólo
devienen concientes si alcanzan al sistema P. Las representaciones Icc
necesitan eslabones de conexión Prcc, en cambio las sensaciones Icc no, ya que
afloran directamente a la conciencia. Por mediación de las representaciones
palabra los procesos internos de pensamiento se convierten en percepciones. A
raíz de una sobreinvestidura del pensar los pensamientos devienen percibidos
real y efectivamente como si fueran externos.
El Yo se ve a partir del sistema P, primero
pasa por el Prcc, que se apuntala en los restos mnémicos, pero es además Icc.
Esto otro en que se continúa el Yo y se comporta como Icc es Ello. El individuo
es un Ello desconocido e inconsciente sobre lo cual se asienta el Yo, desde el
sistema P, como si fuera su núcleo. El Yo no envuelve al Ello por completo sino
en la extensión en que el sistema P forma su superficie. El Yo no está
tajantemente separado del Ello, confluye hacia abajo con él. Pero también lo
reprimido confluye con el Ello, es una parte de él. El Yo lleva además un
casquete auditivo que se le asienta transversalmente.
El Yo es la parte del Ello alterada por la
influencia directa del mundo exterior, con mediación de sistema P. Se empeña
por hacer valer sobre el Ello el influjo del mundo externo, y reemplazar el
principio de placer por el de realidad. La percepción es para el Yo como la
pulsión para el Ello. Al Yo se le asigna el acceso a la motilidad. Toma las
fuerzas del Ello, al que suele cumplir sus deseos haciéndolos pasar como la
voluntad propia. Es una proyección psíquica de la superficie del cuerpo, además
de representar la superficie del aparato.
La autocrítica y la conciencia moral son
inconscientes y exteriorizan sus efectos. El sentimiento inconsciente de culpa
desempeña un papel económico en un gran número de neurosis y levanta los más
poderosos obstáculos para la curación.
III.
El Yo y el Superyo: En la fase
oral es imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación. Las
investiduras de objeto parten del Ello, el Yo recibe noticia de ellas y busca
satisfacerlas o defenderse mediante la represión. El Ello sólo resigna sus
objetos mediante una erección del objeto en el Yo; introyectándolo e
identificándose con él. El carácter del Yo es una sedimentación de las
investiduras de objeto resignadas.
Otro punto de vista enuncia que esta
transposición de elección erótica de objeto en una alteración del Yo permite a
éste dominar al Ello y profundizar sus vínculos con el Ello. Cuando el Yo cobra
los rasgos del objeto se impone al Ello como objeto de amor; transpone libido
de objeto en libido narcisista, resignando las metas sexuales y sublimando las
mociones pulsionales. El Ello es el gran reservorio de la libido. La libido que
afluye al Yo a través de las identificaciones produce el narcisismo secundario.
Los efectos de las primeras identificaciones
serán universales y duraderos. La identificación con el padre de la prehistoria personal es una
identificación inmediata y directa anterior a cualquier investidura de objeto.
Las elecciones de objeto del primer período sexual tienen su desenlace en la
identificación primaria, responsable de la conformación del Superyo. Dos
factores intervienen: la disposición triangular Edípica y la bisexualidad
constitucional del individuo.
La identificación
primaria es la de los progenitores de la prehistoria personal, del complejo
de Edipo, la identificación secundaria
es la investidura de objetos en la que el Yo toma los rasgos de ellos para ser
tomado por objeto de sí mismo.
El niño desarrolla una investidura de objeto
hacia la madre, apuntalado en el pecho como ejemplo arquetípico de elección de
objeto. Del padre se apodera por identificación. Por refuerzo de los deseos
sexuales hacia la madre y la percepción del obstáculo que representa el padre,
nace el complejo: la identificación con el padre se vuelve hostil, se trueca en
el deseo de eliminarlo y sustituirlo. La relación se vuelve ambivalente. Con la
caída del complejo se resigna la investidura de objeto de la madre: se
reemplaza por una identificación con la madre o un refuerzo de la
identificación-padre.
En la niña más que en el varón las
identificaciones introducen en el Yo al objeto resignado: cuando renuncia al
padre retoma y destaca su masculinidad y se identifica con el padre que es el
objeto perdido. Depende de que sus disposiciones masculinas posean intensidad
suficiente.
Por lo tanto el desenlace de la situación
Edípica depende de la intensidad de las disposiciones sexuales. Otro de los
modos en que la bisexualidad interviene en el destino del complejo, es en caso
de duplicación del mismo: el niño tiene Edipo positivo y negativo al mismo
tiempo, posee una actitud ambivalente hacia el padre y una elección tierna
hacia la madre, pero simultáneamente se comporta como niña, mostrando una
actitud femenina hacia el padre y una hostil hacia la madre. Esto dificulta
penetrar en las constelaciones de las elecciones de objeto e identificación
primarias. El Edipo Completo culmina cuando las cuatro aspiraciones se
desdoblan de tal manera de que surge una identificación padre y madre; la
identificación padre retendrá el objeto madre del complejo positivo y el padre
del complejo invertido; y lo mismo la identificación madre. Estas
identificaciones que son alteraciones del Yo se enfrentan al otro contenido del
Yo como Superyo. No es un residuo de las primeras elecciones de objeto del Ello,
sino que son una formación reactiva frente a ellas. Su vínculo con el Yo no es
sólo una advertencia (ser como el padre) sino es también una prohibición (no
puede ser como el padre = debe resignar a su madre como objeto de amor). Debe
su génesis a la represión del Complejo de Edipo. El padre fue el obstáculo para
la realización de los deseos y el Yo se fortaleció de la represión erigiendo
sobre sí el mismo obstáculo: al padre. Toma prestada del padre su fuerza,
conserva su carácter en el Superyo y cuanto más intenso fue el complejo y más
rápido se produjo su represión, tanto más riguroso devendrá el Superyo como sentimiento inconsciente de culpa del Yo.
La génesis del Superyo es el resultado de dos
factores biológicos: el desvalimiento y la dependencia del ser humano durante
su infancia, y el Complejo de Edipo. El Superyo es la representación del
representante de nuestro vínculo parental. Es la herencia del Complejo de Edipo, expresión de las más potentes
mociones y los más importantes destinos libidinales del Ello. Mediante su
institución el Yo se apodera del complejo y se somete al Ello. El Yo representa
el mundo exterior; el Superyo es el abogado del mundo interior: del Ello. La
tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del Yo es
sentida como sentimiento de culpa.
La diferenciación entre Yo y Ello es la
expresión necesaria del influjo del mundo exterior. El Superyo se genera por
aquellas vivencias que llevaron al totemismo. Las vivencias del Yo parecen
perderse, pero si se repiten con frecuencia e intensidad en muchos individuos
se transponen en vivencias del Ello cuyas impresiones son conservadas por
herencia. El Ello albergo los restos de innumerables existencias-yo y cuando el
Yo extrae del Ello la fuerza para su Superyo, saca plasmaciones yoicas más
antiguas.
IV.
Las dos clases de pulsiones:
El Yo se encuentra bajo la influencia de la percepción; el Ello bajo las
pulsiones; pero el Yo está sometido a la acción de las pulsiones lo mismo que
el Ello, del que no es más que un sector modificado.
Hay dos tipos de pulsiones: las sexuales o
Eros, formadas por las pulsiones sexuales no inhibidas, las sublimadas y de
meta inhibida, y las pulsiones de autoconservación; y la pulsión de muerte,
encargada de reconducir al ser vivo al estado inerte. El Eros persigue la meta
de complicar la vida mediante la reunión, la síntesis de la sustancia viva
dispersada en partículas para conservarla.
Ambas se comportan de manera conservadora en
sentido estricto, pues aspiran a restablecer
un estado perturbado por la génesis de la vida. La vida sería un compromiso
entre dos aspiraciones: la causa de que continúe la vida y la pugna hacia la
muerte. Con cada una de estas clases de pulsiones se coordinaría un proceso
fisiológico particular: anabolismo y catabolismo. En cada fragmento estarían
activas ambas en una mezcla desigual. Como consecuencia de la unión de los
organismos elementales en seres pluricelulares se consiguió neutralizar la
pulsión de muerte de las células singulares y desviar hacia el mundo exterior
las mociones destructivas por mediación de la musculatura. La pulsión de muerte
se exteriorizaría como pulsión de destrucción dirigida al mundo exterior y a
otros seres vivos. La pulsión de destrucción es sincronizada a fines de la
descarga al servicio del Eros. La esencia de una regresión libidinal estriba en
una desmezcla de pulsiones y a la inversa, el progreso tiene por condición un
suplemento de componentes eróticos.
En la vida anímica hay una energía desplazable
que puede agregarse a una moción erótica o destructiva y elevar su investidura.
En las pulsiones sexuales parciales, es posible comprobar algunos procesos
similares: se comunican entre sí, una puede donar su intensidad a otra que
proviene de otra fuente; la satisfacción de una puede sustituir la de la otra.
Esta energía activa tanto en el Yo como en el Ello proviene del acopio
libidinal narcisista, o sea, Eros desexualizada. Esta libido trabaja al
servicio del principio de placer para facilitar ciertas descargas. Esta energía
de desplazamiento es libido desexualizada o sublimada, pues seguiría
perseverando con el propósito del Eros de unir y ligar.
Al principio toda libido está acumulada en el
Ello, en tanto el Yo está formándose. El Ello envía una parte de esta libido a
investiduras eróticas de objeto luego de lo cual el Yo fortalecido procura
apoderarse de esta libido de objeto e imponerse al Ello como objeto de amor. El
narcisismo del Yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.
Las mociones pulsiones se revelan como retoños
del Eros. Las pulsiones de muerte son esencialmente mudas y casi todo el
alboroto de la vida parte del Eros. Las pulsiones de destrucción dirigidas
hacia afuera han sido desviadas del sí mismo propio por la mediación del Eros.
V.
Los vasallajes del Yo: El Yo
se forma desde identificaciones que toman el relevo de investiduras del Ello
resignadas. Las primeras de estas identificaciones se contraponen como Superyo.
El Superyo es el heredero del Complejo de Edipo y conserva su carácter
originario: su capacidad para contraponerse al Yo y dominarlo. Es el monumento
recordatorio de la endeblez y dependencia en que el Yo se encontró. Al
descender de las primeras investiduras de objeto del Ello lo pone en relación
con las adquisiciones filogenéticas de éste y lo convierte en reencarnación de
anteriores formaciones yoicas. Se sumerge en el Ello por lo que se distancia
del Yo.
En la clínica se produce en algunos casos una reacción terapéutica negativa en la que
el paciente refuerza sus síntomas frente a una mejoría en el tratamiento. No
prevalece la voluntad de curar sino la necesidad de estar enfermos. Esta
resistencia a la cura es más poderosa que otros como la inaccesibilidad
narcisista, la actitud negativa frente al médico o la ganancia de la
enfermedad. Se trata de un sentimiento de culpa que halla su satisfacción en la
enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer. Ese sentimiento de
culpa es mudo para el enfermo.
En la neurosis obsesiva el sentimiento de culpa
es hiperexpreso, y el Yo se revuelve frente a ellos y produce formaciones
reactivas. El Superyo está influido por el Ello Icc.
En la melancolía el Superyo ha arrastrado la
conciencia pero el Yo se confiesa culpable y se somete al castigo. El objeto al
que se dirige la cólera ha sido acogido en el Yo por identificación. En ambos
casos el sentimiento de culpa es conciente.
En la histeria el sentimiento de culpa
permanece Icc, el Yo se defiende de la percepción penosa con que lo amenaza la
crítica del Superyo, y lo reprime. En este caso se vale de la misma arma que
está al servicio del Superyo, contra su amo. Mantiene lejos el material a que
se refiere su sentimiento de culpa.
El Superyo proviene también de lo oído y es una
parte del Yo accesible a la conciencia desde representaciones palabra Prcc
(conceptos, abstracciones); pero la energía de investidura le es aportada por
las fuentes del Ello.
La conservación del objeto garantiza la
seguridad del Yo. En la neurosis obsesiva la regresión a la organización
pregenital hace posible que los impulsos de amor se traspongan en impulsos de
agresión hacia el objeto. La pulsión de destrucción queda liberada y quiere
aniquilar al objeto. El Yo se revuelve contra estas tendencias con formaciones
reactivas y medidas precautorias, y permanecen en el Ello. El Superyo se
comporta como si el Yo fuera responsable de ellas. El Yo desvalido se defiende
contra el Ello agresivo y el Superyo castigador. Consigue inhibir las acciones
más groseras de ambos, y el resultado es un automartirio y al final, una
martirización sistemática del objeto. El Ello es totalmente amoral, el Yo se
empeña en ser moral y el Superyo es hipermoral, incluso cruel. Cuanto más se
empeñe el ser humano en limitar su agresión, más severo se torna su Superyo. La
explicación se halla en que el Superyo es sublimación, identificación con el
arquetipo paterno que fue desexualizado; se produjo una desmezcla pulsional, el
componente erótico no tiene fuerza para ligar la destrucción y ésta se libera
como agresión de la que toma su fuerza y crueldad. También la desmezcla se
puede producir por regresión (como en la neurosis obsesiva).
Las pulsiones de muerte se tornan inofensivas
por mezcla con componentes eróticos, se desvían hacia fuera como agresión y en
buena parte prosiguen su trabajo sin obstáculos.
El Yo, entonces, está encargado de establecer
el ordenamiento temporal de los procesos anímicos y someterlos al examen de la
realidad; aplaza las descargas motrices y gobierna los accesos a la motilidad
por medio del pensamiento; se enriquece desde afuera y desde el Ello al cual
sustrae libido, transforma las investiduras de objeto del Ello en
conformaciones del Yo; con ayuda del Superyo se nutre de las experiencias de la
prehistoria almacenadas en el Ello.
Sufre la amenaza de tres clases de peligros: del
mundo exterior, de la libido del Ello y de la severidad del Superyo. El Yo
pretende mediar entre el mundo y el Ello, hacer que el Ello obedezca al mundo y
que el mundo cumpla los deseos de él. Es el auxiliador del Ello, pero también
es su siervo.
Hay dos caminos por el que el contenido del
Ello puede penetrar en el Yo: uno es el directo, el otro a través del Superyo.
Mediante su trabajo de identificación y
sublimación, presta auxilio a las pulsiones de muerte para dominar a la libido,
pero cae en el peligro de sucumbir a ellas. A fin de prestar ese auxilio, él
mismo tuvo que llenarse con libido, y devenir subrogado del Eros. Pero como la
sublimación tiene por consecuencia una desmezcla pulsional y liberación de
Thánatos sobre el Superyo, su lucha contra la libido lo expone al peligro del
maltrato y de la muerte.
El Yo es el almácigo de la angustia; desarrolla el reflejo de huida retirando su propia
investidura de la percepción amenazadora o del proceso del Ello. Frente al
Superyo el Yo produce la angustia de la conciencia moral. El núcleo en torno al
cual se deposita esta angustia es la angustia de castración.
Inhibición,
síntoma y angustia (1926)
V. (Neurosis obsesiva). En la histeria de
conversión no se presenta la angustia, los síntomas más frecuentes son procesos
de investidura permanentes o intermitentes. Sustituyen a un decurso excitatorio
perturbado concentrando toda la energía en ese fragmento.
En la neurosis obsesiva los síntomas son o bien
prohibiciones, medidas precautorias, penitencias, o satisfacciones sustitutivas
con disfraz simbólico. También la inclinación a la síntesis puede provocar
satisfacción en la prohibición. Se asiste aquí a una lucha continuada contra lo
reprimido, y el yo y el superyo participan en la formación de síntoma. La situación
inicial de la neurosis obsesiva así como de la histeria es la defensa contra
las exigencias libidinosas del complejo de Edipo. Cuando el Yo da comienzo a
sus intentos defensivos se propone como meta rechazar la organización fálica
hacia el estadio anterior sádico-anal. Entonces el estadio fálico se ha
alcanzado en el momento del giro hacia la neurosis obsesiva.
La regresión se puede explicar por una
desmezcla de pulsiones, en la segregación de los componentes eróticos que al
comienzo de la fase genital se habían sumado a las investiduras destructivas de
la fase fálica. La regresión es el primer éxito del Yo en la lucha defensiva
contra la exigencia de la libido. El complejo de castración es el motor de la
defensa y ésta cae sobre las aspiraciones del complejo de Edipo. La represión
es sólo uno de los mecanismos de que se vale la defensa. En el período de
latencia, que se caracteriza por el sepultamiento del complejo de Edipo, se
consolida el Superyo y se levantan las barreras éticas del Yo. En la neurosis
obsesiva se le agrega la degradación regresiva de la libido, el Superyo se
vuelve particularmente severo, el Yo desarrolla en obediencia al Superyo
elevadas formaciones reactivas de la conciencia moral, la compasión, la
limpieza. Se proscribe la tentación a continuar con el onanismo de la primera
infancia que se apuntala en representaciones regresivas (sádico-anales); todo
onanismo sofocado fuerza en la forma de acciones obsesivas una aproximación
cada vez mayor a su satisfacción.
Junto a la represión y la regresión un nuevo
mecanismo de defensa son las formaciones reactivas dentro del Yo, que son
exageraciones de la formación normal del carácter. El Superyo no puede
sustraerse de la regresión y desmezcla de pulsiones del Ello.
En el período de latencia la defensa contra la
tentación onanista es la tarea principal que produce una serie de síntomas que
se repiten y presentan el carácter de un ceremonial. La libido se coloca en los
desempeños que están destinados a ejecutarse automáticamente: lavarse,
vestirse, la locomoción, la inclinación a la repetición. La sublimación de
componentes de erotismo anal desempeña un papel en la neurosis.
En la pubertad la organización genital se
reinstala con gran fuerza, se vuelven a despertar las mociones agresivas iniciales
y un sector de las nuevas mociones libidinosas se ve precisado a marchar por
las vías que prefiguró la regresión, y a emerger en condición de propósitos
agresivos y destructivos. La lucha contra la sexualidad continúa bajo banderas
éticas, el yo se revuelve contra mociones crueles y violentas provenientes del
Ello, (en realidad lucha contra deseos eróticos); el Superyo hipersevero se
afirma en la sofocación de la sexualidad. Lo que defiende ha devenido mas
intolerante; aquello de lo que se defiende más insoportable, todo producto de
la regresión libidinal.
La representación obsesiva desagradable deviene
conciente, pero antes ha atravesado la represión, y ha emergido desfigurado,
como un sustituto de una imprecisión onírica o vuelto irreconocible mediante un
absurdo disfraz. La represión elimina el carácter afectivo y la agresión
aparece como un mero contenido de pensamiento. El Superyo se comporta como si
la moción agresiva le fuera notoria en su verdadero texto y con pleno carácter
de afecto. El Yo debe registrar un sentimiento de culpa y asumir una
responsabilidad que no puede explicarse. Por medio de la represión el Yo se ha
clausurado frente al Ello en tanto permanece accesible a los influjos que
parten del Superyo. Pero también hay neurosis obsesivas sin sentimiento de
culpa, se ahorra percibirlo mediante otra serie de síntomas, acciones de
penitencia, etc. Tales síntomas significan al mismo tiempo satisfacciones de
mociones pulsionales masoquista reforzadas por la regresión.
La tendencia general de la formación de síntoma
es entonces la satisfacción sustitutiva a expensas de la denegación. El Yo cada
vez más limitado, paralizado en su voluntad, se ve obligado a satisfacer sus
síntomas.
VII. Caso del pequeño Hans: En las zoofobias el Yo
procede contra una investidura de objeto libidinosa del Ello (del complejo de
Edipo positivo o negativo) porque ceder a ella procura la castración. La
corriente tierna (hacia la madre) es erótica, la agresiva (hacia el padre)
depende de la pulsión de destrucción. En las neurosis el Yo se defiende de las
exigencias libidinosas. Tras la formación de la fobia la ligazón con la madre
ha sido reprimida y la formación sintomática es una sustitución en torno de la
moción agresiva.
En el desarrollo libidinal el sadismo es un
subrogado de la pulsión de agresividad. Las pulsiones vienen siempre ligadas en
diversas proporciones de mezcla. La investidura sádica de objeto también es
libidinosa y la moción agresiva puede ser sujeto de represión del mismo modo
que la libidinosa erótica.
Tan pronto como se discierne peligro a la
castración el Yo da la señal de angustia e inhibe el proceso de investidura
amenazador del Ello a través de la instancia placer-displacer. Al mismo tiempo
se produce la fobia. La angustia de castración recibe otro objeto y una
expresión desfigurada (ej: ser mordido por el lobo en vez de ser castrado por
el padre). La formación sustitutiva esquiva un conflicto de ambivalencia (el
padre es un objeto amado y temido), y suspende el desarrollo de la angustia ya que
en la fobia es facultativa: sólo
emerge cuando su objeto es percibido. Impone al Yo una limitación, produce una
inhibición. El peligro pulsional lo es porque conlleva un auténtico peligro
exterior: la castración. La fobia sustituyó un peligro exterior por otro, nada
cambió económicamente. A diferencia de la angustia realista el contenido de la
angustia permanece inconsciente y solo deviene conciente la desfiguración.
En la agarofobia le quita su carácter peligroso
mediante una regresión temporal y emerge como la condición bajo la cual omite
la angustia: si una persona de su confianza lo acompaña como cuando niño.
La fobia se establece después que se vivencia
en un circunstancia un primer ataque de angustia y reaparece cuando no se puede
observar la condición protectora. En la neurosis el peligro es al castigo del
Superyo eco del castigo de castración (interiorizado). El Superyo es el padre
apersonal; la angustia se ha transmudado en angustia social o de la conciencia
moral del cual el Yo se sustrae cumpliendo ciertos preceptos. La angustia es la
reacción frente a la situación de peligro y el Yo se la ahorra evitando la
situación. Los síntomas son creados para evitar la situación de peligro que es
señalada mediante el desarrollo de angustia.
En el inconsciente no hay nada que pueda dar
contenido a nuestro concepto de la aniquilación de la vida. La castración
representa además la separación de las heces y el destete. La angustia de
muerte es análoga a esta, el Yo reacciona por haber sido abandonado por el Superyo
protector. A raíz de las vivencias que llevan a la neurosis traumática es
quebrada la protección contra los estímulos exteriores y en el aparato ingresan
volúmenes hipertróficos de excitación: no se limita a una señal-afecto sino que
es también producido a partir de las condiciones económicas de la situación. La
angustia como señal afecto de peligro es hacia la pérdida; la primera pérdida
es el nacimiento, la separación de la madre (castración
de la madre de acuerdo a la ecuación hijo = pene). Pero sin embargo la
madre es aún ignorada como objeto, ergo, el nacimiento no es vivenciado
subjetivamente como separación. Además la separación se siente como dolor y
duelo, no como angustia.
VIII. En el estado de angustia se reproduce una
vivencia que reunió las condiciones para un incremento del estímulo como el
señalado y para la descarga por determinadas vías; el nacimiento es una
vivencia arquetípica, sin embargo existe angustia sin el arquetipo del
nacimiento. La angustia es una reacción frente al peligro que se suscitará
cuando se presente un estado semejante. En la situación originaria la reacción
fue justificada. En el nacimiento la inervación dirigida a los órganos de la
respiración prepara la actividad pulmonar. Este acuerdo a fines falta en las posteriores
reproducciones, de manera que reacciones con los viejos modelos. En cambio para
prevenir el peligro es acorde con los fines.
En el nacimiento el peligro no es psíquico; el
feto nota una perturbación en su libido narcisista; grandes sumas de excitación
irrumpen y producen displacer. Muchos órganos se conquistan elevadas
investiduras. Las fobias más tempranas no admiten reconducción al acto del
nacimiento. El apronte angustiado surge más tarde y se mantiene durante el
desarrollo anímico. En el niño la angustia se produce cuando la imagen mnémica
de la persona añorada es investida intensivamente, al principio de forma
alucinatoria. La reacción es frente a la ausencia del objeto (en la castración
el objeto es el falo, y en la angustia primordial la separación de la madre)
porque sabe por experiencia que satisface sus necesidades; la situación
peligrosa es el aumento de la tensión de necesidad frente a la cual es
impotente. La insatisfacción en que las magnitudes de estímulo alcanzan un
nivel displacentero establece una analogía con la vivencia de nacimiento, la
repetición de la situación de peligro. La perturbación económica por el
incremento de magnitudes de estímulo en espera de tramitación, en caso del
lactante que solo puede ser descargada por la madre. El niño sólo guarda de su
nacimiento esta caracterización del peligro. La situación peligrosa que
recuerda al nacimiento, al ser resuelta por un objeto exterior, se desplaza de
la situación económica a su condición, la pérdida de objeto. Ahora el peligro
es la ausencia de la madre, y da la señal de angustia tan pronto ella se
ausenta, antes que sobrevenga la situación económica temida. La angustia es
entonces una señal para evitar la situación de peligro. En la castración la
alta estima narcisista por el pene se basa en la garantía de la reunión con la
madre con el coito, sustituyendo al órgano por su propia persona. La privación
de éste produce una nueva separación, y un nuevo desvalimiento a una tensión
displacentera de la necesidad. La angustia del Superyo se puede explicar por
angustia a la falta de amor de aquel, la exclusión de la horda, y la angustia
de muerte (siendo el Superyo representante del destino).
La angustia es un estado afectivo que sólo
puede registrarla el Yo producto de procesos devenidos en el Ello que pueden
ser que active una de las situaciones peligrosas para el Yo (condicionamientos
a partir de la situación de peligro primera), o que en él (Ello) se produzca
una situación análoga al trauma de nacimiento y la angustia sobreviene automáticamente.
El desarrollo Yoico recibe cierta condición de
angustia de acuerdo a la fase en la que se encuentre: en la etapa oral el
desvalimiento; en la anal la pérdida de objeto; en la fálica la castración y en
el período de latencia la angustia frente al Superyo.
XI.
“Adenda”
A. Modificación
de opiniones anteriores
a.
Resistencia
y contrainvestidura: la represión reclama un gasto permanente, sino la moción
reprimida que recibe aflujos continuos desde sus fuentes retomaría el mismo
camino que tuvo que desalojar y debería repetirse indefinidamente. La
naturaleza de la pulsión exige asegurar al Yo su acción defensiva mediante un
gasto continuo: resistencia. La contrainvestidura, necesaria para la
resistencia, presupone una alteración del Yo como formación reactiva en el interior del mismo, por refuerzo a la
actitud opuesta a la orientación pulsional que ha de reprimirse. Estas son
exageraciones de rasgos de carácter.
En la histeria hay un cierto grado de
alteración del Yo que resuelve la ambivalencia (amor-odio). No muestran la
naturaleza general de rasgos de carácter sino que se limitan a relaciones muy
especiales; retiene un objeto. La moción pulsional reprimida puede ser
investida nuevamente desde adentro por refuerzo de la pulsión y desde afuera
por la percepción del objeto deseable para la pulsión. La contrainvestidura se
dirige preferentemente hacia fuera para evitar situaciones en que la percepción
puede emerger.
En las fobias hay un nexo mayor entre represión
y contrainvestidura externa, y regresión y contrainvestidura interna
(alteración del Yo por formación reactiva).
La resistencia la opera el Yo por sus
contrainvestiduras. La reelaboración es el empeño en deshacer las represiones
una vez formado el designio de resignar sus resistencias. Tras cancelar las
resistencias es preciso superar la compulsión de repetición, la atracción de
los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido. Ese factor
es una resistencia del Ello.
Hay cinco clases de resistencias: las Yoicas
que son la represión, la transferencia (que consigue reanimar la
represión mediante acciones hacia el analista) y la ganancia de la enfermedad (integración del síntoma en el Yo); del
Ello la reelaboración; y del Superyo
la consciencia de culpa o necesidad de
castigo.
b.
Angustia
por transmudación de libido: La vieja concepción de la angustia rezaba que ésta
era provocada por el Yo bajo las condiciones del displacer; en términos
económicos, la libido desautorizada o no aplicaba hallaba una descarga directa.
La angustia era una repetición del trauma de nacimiento, y cada nuevo afecto de
angustia es una forma de abreaccionarlo. Pero el nacimiento no se presenta en
realidad como un trauma para el feto, sino que es un arquetipo de las
situaciones posteriores de peligro. La angustia de nacimiento sería el
arquetipo de un afecto que debía compartir los destinos de otros afectos.
Habría una angustia involuntaria, automática, en situaciones análogas a las
originarias como reacción inadecuada a fines; o el Yo adquiriría poder sobre él
y lo reproduciría como una alerta frente al peligro para convocar la
intervención del mecanismo placer-displacer, como acción acorde a fines, de
acuerdo a las necesidades.
c.
Represión
y defensa: La defensa es la
designación general del que el Yo se vale en sus conflictos que llevan a la
neurosis para proteger al Yo frente a exigencias pulsionales, y la represión es solo uno de los métodos de
defensa.
B. Complemento
sobre la angustia
La angustia
es expectativa, angustia ante algo indeterminado
y ausente. Cuando halla un objeto
no es angustia sino miedo.
Peligro realista es uno que anoticiamos y la
angustia realista la sentimos frente a ésta clase de peligro. La angustia
neurótica lo es ante un peligro del que no tenemos noticia, un peligro
neurótico: un peligro pulsional. En
el peligro realista hay dos reacciones: una afectiva
(estallido de angustia) y una protectora,
lo mismo que con el peligro pulsional. Lo significativo frente a la
situación de peligro es nuestro desvalimiento
frente a él, material de ese peligro real o psíquico en el caso pulsional.
Una situación de desvalimiento vivenciada es traumática. Las situaciones traumáticas se prevén; en la situación de peligro se contiene la
condición de esa expectativa. En ella se da la señal de angustia. Se anticipa
(por analogía o expectativa) y se comporta como si estuviera ahí, cuando
todavía se está a tiempo. La angustia es expectativa del trauma y repetición
amenguada de él. La expectativa del trauma corresponde a la situación de
peligro, y la repetición amengada a la situación traumática con ausencia de
objeto.
La situación de peligro es la situación de
desvalimiento discernida y esperada; la angustia es la reacción originaria
frente al desvalimiento en el trauma. El Yo lo repite, lo reproduce activamente
para guiar de manera autónoma su decurso, al igual que le niño que reproduce en
el juego situaciones penosas transformándolas de pasivas a activas y dominar
psíquicamente sus impresiones. El Yo se defiende del peligro pulsional del
mismo modo que del peligro real externo, pero en el primer caso desemboca en la
neurosis a consecuencia de una imperfección del aparato anímico. A su vez la
exigencia pulsional es peligrosa porque conlleva un peligro externo. También un
peligro externo tiene que enlazarse con una situación interna vivenciada de
desvalimiento. En el nexo con esta vivencia traumática de desvalimiento
coinciden peligro externo e interno.
C. Angustia,
dolor y duelo
El lactante siente angustia frente al peligro
de pérdida de objeto (cuando la madre se ausenta). La situación en que extraña
a la madre es no peligrosa sino traumática.
Se vuelve tal al registrar una necesidad que la madre debe satisfacer.
Cuando esa necesidad no es actual se muda en situación de peligro. La primera
condición de angustia que el Yo introduce es la pérdida de la percepción (equiparada a la pérdida de objeto). Más
tarde aprende que el objeto permanece pero puede hacerse malo, entonces el
nuevo peligro y nueva condición de angustia será la pérdida de amor. La situación traumática de la ausencia de la madre
diverge en un punto de la situación traumática de nacimiento ya que no existía
objeto que pudiera extrañarse. La angustia era la única reacción posible.
Repetidas satisfacciones crearon el objeto de la madre que en caso de
despertarse la necesidad es investido creando una añoranza. El dolor es una
reacción frente a la pérdida de objeto, la angustia
lo es frente al peligro que esa pérdida conlleva y se desplazamiento al
peligro de la pérdida en sí.
El dolor nace
cuando un estímulo perfora la protección antiestímulo y actúa como un estímulo
pulsional continuo frente al cual no hay reacción motriz adecuada. A raíz del
dolor se genera una investidura elevada narcisista
en el lugar doliente del cuerpo. La intensa investidura de añoranza en continuo
crecimiento crea las mismas condiciones económicas que la investidura de dolor
del lugar lastimado. El paso del dolor corporal al anímico corresponde a la
mudanza de investidura narcisista en investidura de objeto. La representación-objeto que recibe una
elevada investidura de la necesidad desempeña el lugar del cuerpo investido por
incrementos de estímulo.
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