Jacques
Lacan, entrevistado.
Las claves del Psicoanálisis
Esta
entrevista fue hecha por Madeleine Chapsal y se publicó el día 31 de Mayo de
1957 en L’Express
Todo el mundo conoce el nombre de Freud, pues afectó más
o menos a todo el conocimiento y a sus prácticas en el hombre, y éste no ha
podido hablar de sí mismo como antes y después de Freud. Su pensamiento se
ofrece a la reflexión y a la enseñanza de los recursos que se asemejan a una
noticia recién descubierta. Hallazgo que bien supo trabajar más tarde el Dr.
Lacan junto a sus otros colegas en París, fundando la “Sociedad Francesa de
Psicoanálisis”, el profesor Daniel Lagache, la profesora Juliette Favez-Boutonnier
y Francaise Dolto.
-[Madeleine Chapsal]: Un
psicoanalista es muy intimidante. Se tiene el sentimiento de que él podría
maniobrarlo a usted a su antojo…, que él sabe más que usted mismo sobre el
motivo de sus actos.
-[Jaques Lacan] :
Usted no exagera. ¿Cree usted que este efecto es particular al psicoanálisis?
Un economista, para muchos, es tan misterioso como un analista. En nuestro
tiempo, es el personaje del experto quien intimida.
Para
la Psicología, aunque ella fuera una ciencia, cada uno creía tener su entrada
en ella por el interior.
Pero
he aquí que con el psicoanálisis se tiene el sentimiento de perder ese
privilegio, el analista sería capaz de ver alguna cosa más secreta en lo que, a
usted, le parece lo más claro. Ahí está usted desnudo, al descubierto, bajo un
ojo advertido, y sin saber bien lo que usted le muestra.
El otro sujeto
- [Madeleine Chapsal] Hay
aquí una especie de terrorismo, uno se siente violentamente arrancado de sí
mismo…
- [Jaques Lacan] El
psicoanálisis, en el orden del hombre, tiene en efecto todos los caracteres de
subversión y de escándalo que pudo tener, en el orden cósmico, el
descubrimiento copernicano del mundo: ¡la tierra, lugar de habitación del
hombre, no es más el centro del mundo!
¡Y
bien! El psicoanálisis le anuncia que usted no es más el centro de usted mismo,
ya que había allí un otro sujeto, el inconsciente.
Es
una novedad que no ha sido de entrada bien aceptada. ¡Ese supuesto
irracionalismo del cual se ha pretendido disfrazar a Freud!
Pero
es exactamente lo contrario: no solamente Freud racionalizó lo que hasta
entonces había resistido a la racionalización, sino que incluso él mostró en
acción una razón razonante como tal, quiero decir en acto de razonar y de
funcionar como lógica, sin que el sujeto lo sepa; esto en el campo mismo
clásicamente reservado a la sin-razón, digamos el campo de la pasión.
Es
esto lo que no se le perdonó. Se habría admitido aún que introdujera la noción
de fuerzas sexuales que se apoderan bruscamente del sujeto sin prevenir y fuera
de toda lógica; pero que la sexualidad sea el lugar de una palabra, que la
neurosis sea una enfermedad que hable, he aquí una cosa bizarra y hasta algunos
discípulos prefieren que se hable de otra cosa.
No
hay que ver en el analista un “ingeniero de las almas”; no es un físico, no
procede estableciendo relaciones de causa a efecto: su ciencia es una lectura,
una lectura del sentido.
Sin
duda es por ello que, sin saber bien lo que se oculta detrás de las puertas de
su consultorio, se tiene la tendencia a tomarlo por un brujo, y aún un poco más
grande que los otros.
- [Madeleine Chapsal] Y
quién ha descubierto esos secretos terribles…
- [Jaques Lacan]
Conviene precisar todavía, de qué orden son esos secretos. No son los secretos
de la naturaleza tales como las ciencias físicas o biológicas los han podido
descubrir. Si el psicoanálisis aclara los hechos de la sexualidad, no es
atacándolos en su realidad ni en la experiencia biológica.
Articulado y descifrable
- [Madeleine Chapsal] Pero
Freud ha descubierto, a la manera en que se descubre un continente desconocido,
un nuevo dominio del psiquismo, que se llama “inconsciente”, ¿no es cierto?
¡Freud es Cristóbal Colón!
- [Jaques Lacan]
Saber que hay toda una parte de las funciones que no está al alcance de la
conciencia ¡no se esperó a Freud para eso!
Si
usted insiste en una comparación, Freud sería más bien ¡Champollion! La
experiencia freudiana no es del nivel de la organización de los instintos o de
las fuerzas vitales. Esa experiencia no los descubre sino ejerciéndose, si
puedo decirlo, a una segunda potencia.
No
es de efectos instintivos a su primera potencia que trata Freud. Lo que es
analizable lo es porque ya está articulado en lo que hace la singularidad de la
historia del sujeto. Si el sujeto puede reconocerse allí, es en la medida en
que el psicoanálisis permite la “transferencia” de esta articulación.
Dicho
de otra manera, cuando el sujeto “reprime”, eso no quiere decir que rehúse
tomar conciencia de algo que sería un instinto -pongamos por ejemplo un
instinto sexual que quisiera manifestarse bajo forma homosexual- no, el sujeto
no reprime su homosexualidad, reprime la palabra donde esta homosexualidad
juega un papel de significante.
Usted
ve, no es algo vago, confuso, lo que es reprimido; no es una especie de
necesidad, de tendencia, que habría de ser articulada (y que no se articularía
por estar reprimida), es un discurso ya articulado, ya formulado en un
lenguaje. Todo está allí.
- [Madeleine Chapsal]
Usted dice que el sujeto reprime un discurso articulado en un lenguaje. Sin
embargo no es eso lo que se siente cuando uno se encuentra frente a una persona
que tiene dificultades psicológicas, un tímido por ejemplo, o un obsesivo. Su
conducta parece sobre todo absurda, incoherente; y si se adivina que en rigor
ella puede significar algo, sería algo impreciso, bien por debajo del nivel del
lenguaje. ¡Y uno mismo, en la medida en que se siente conducido por fuerzas
oscuras, que se adivina “neuróticas”, ellas se manifiestan justamente por
movimientos irracionales, acompañadas de confusión, de angustia!.
- [Jaques Lacan]
Síntomas, cuando usted cree reconocerlos, no le parecen irracionales más que
porque usted los toma aislados, y usted quiere interpretarlos directamente.
Vea
los jeroglíficos egipcios: mientras se buscó cuál era el sentido directo de los
buitres, de los pollos, de los hombres de pie, sentados, o moviéndose, la
escritura permaneció indescifrable. Es que por sólo el pequeño signo “buitre” no
quiere decir nada; él no encuentra su valor significante más que tomado en el
conjunto del sistema al cual pertenece.
¡Y
bien! los fenómenos con los que nos vemos en el análisis son de ese orden, son
de un orden lenguajero.
El
psicoanalista no es un explorador de continentes desconocidos o de grandes
fondos, es un lingüista: él aprende a descifrar la escritura que está allí,
bajo sus ojos, ofrecida a la mirada de todos. Pero que permanece indescifrable
mientras que de ella no se conocen las leyes, la clave.
La represión de una verdad
- [Madeleine Chapsal]
usted dice que esta escritura está “ofrecida a la mirada de todos”. Sin
embargo, si Freud ha dicho algo nuevo, es que en el dominio psíquico se está
enfermo porque se disimula, se esconde una parte de sí mismo, se “reprime”.
Pero
los jeroglíficos no estaban reprimidos, estaban inscriptos sobre la piedra. ¿Su
comparación no puede, por lo tanto, ser total?
- [Jaques Lacan] Al
contrario, hay que tomarla literalmente: eso que, en el análisis del psiquismo,
hay que descifrar, está todo el tiempo allí, presente desde el comienzo. usted
habla de la represión olvidando una cosa, es que, para Freud, y tal como él lo
formuló, la represión era inseparable de un fenómeno llamado “el retorno de lo
reprimido”.
Allí
donde eso ha sido reprimido, algo continúa funcionando, algo continúa hablando,
gracias a lo cual el resto puede centrarse, designar el lugar de la represión y
de la enfermedad, decir “está ahí”.
Esta
noción es difícil de comprender porque cuando se habla de “represión” se
imagina inmediatamente una presión – una presión vesical por ejemplo- es decir
una masa vaga, indefinible, que apoya todo su peso contra una puerta que rehúsa
abrirse.
Pero
en psicoanálisis la represión no es la represión de una cosa, es la represión
de una verdad.
¿Qué
es lo que pasa cuando se quiere reprimir una verdad? Toda la historia de la
tiranía está allí para daros la respuesta: ella se expresa en otra parte, en
otro registro, en lenguaje cifrado, clandestino.
¡Y
bien!. Eso es exactamente lo que no se produce con la conciencia: la verdad,
persistirá pero traspuesta a otro lenguaje, en lenguaje neurótico.
De
tal modo que ya no se es más capaz de decir en ese momento cuál es el sujeto
que habla, sino que “eso” habla, que “eso” continúa hablando; y lo que pasa es
descifrable enteramente a la manera en que es descifrable una escritura
perdida, es decir no sin dificultad.
La
verdad no ha sido anulada, ella no cayó en un abismo, ella está ofrecida, presente,
pero vuelta “inconsciente”.
El
sujeto que ha reprimido la verdad no gobierna más, él no está más en el centro
de su discurso: las cosas continúan funcionando solas y el discurso continúa
articulándose, pero más allá del sujeto. Y este lugar, este más allá del
sujeto, es estrictamente lo que se llama el inconsciente.
Usted
ve bien que lo que se ha perdido no es la verdad, es la clave del nuevo
lenguaje en el cual ella se expresa en lo sucesivo. Es allí donde interviene el
psicoanálisis.
La hamaca
- [Madeleine Chapsal] ¿No
será esta su interpretación de usted? No parece que sea la interpretación de
Freud.
- [Jaques Lacan] Lea
“La interpretación de los sueños”, lea la “Psicopatología de la vida
cotidiana”, lea “El chiste y su relación con el inconsciente”, es suficiente
con abrir estas obras no importa en qué página para encontrar eso de lo que yo
le hablo.
El
término “censura”, por ejemplo, ¿por qué Freud lo eligió inmediatamente, al
mismo nivel de la interpretación de los sueños, para designar la instancia
refrenante, la fuerza que reprime?. La censura, nosotros sabemos bien lo que
es, es Anastasia, es una presión que se ejerce con un par de tijeras. ¿Y sobre
qué?. No sobre cualquier cosa que sucede en el aire, sino sobre lo que se
imprime, sobre un discurso expresado en un lenguaje.
Sí,
el método lingüístico está presente en todas las páginas de Freud, todo el
tiempo se libra concretamente a referencias, analogías, aproximaciones
lingüísticas…
Y
después, al fin y al cabo, en psicoanálisis, usted no pide más que una cosa al
paciente, no más que una sola cosa: hablar. Si el psicoanálisis existe, si
tiene efectos, ¡es de todos modos en el orden de la declaración de la palabra!.
Ahora
bien, para Freud, para mí, el lenguaje humano no surge en los seres como
resurgiría una fuente.
Vea
cómo se nos presenta todos los días el aprendizaje por la experiencia en el
niño: él pone su dedo sobre la sartén, él se quema. A partir de allí, se
pretende, a partir de su encuentro con lo caliente y lo frío, con el peligro,
no le queda más que deducir, poner el andamiaje de la totalidad de la
civilización.
Es
un absurdo: a partir del hecho de que él se quema, es puesto frente a algo
mucho más importante que el descubrimiento de lo caliente y de lo frío. En
efecto, que él se quema, y siempre se encuentra alguien que le hace, sobre eso,
todo un discurso.
El
niño tiene que hacer mucho más esfuerzo para entrar en ese discurso en el cual
se lo sumerge, que para habituarse a evitar la sartén. En otros términos, el
hombre que nace a la existencia tiene que vérselas de entrada con el lenguaje:
es un hecho. Aún él está tomado allí desde antes de su nacimiento, ¿no tiene un
estado civil? Sí, el niño que ha de nacer, ya está, de cabo a rabo, rodeado por
esta hamaca de lenguaje que lo recibe y al mismo tiempo lo aprisiona.
En claro, en cada caso
- [Madeleine Chapsal] Lo
que hace difícil aceptar la asimilación de los síntomas neuróticos, de la
neurosis, a un lenguaje, perfectamente articulado, es que no se ve a quién se
dirige. No está hecho para nadie puesto que el enfermo, sobre todo el enfermo,
no lo comprende, ¡y hace falta un especialista para descifrarlo!. Los
jeroglíficos se volvieron quizás incompresibles, pero en el tiempo en que se
los empleaba estaban hechos para comunicar ciertas cosas a alguien.
Ahora
bien, ¿qué es este lenguaje neurótico que no es sólo una lengua muerta, no sólo
una lengua privada, ya que es para él mismo, ininteligible?
Y
después un lenguaje, es alguna cosa de la cual alguno se sirve. Y aquel – el lenguaje
neurótico – es sufrido. Vea usted el obsesivo, él querría cazar una idea fija,
salir del engranaje.
- [Jaques Lacan]
Esas son justamente las paradojas que son el objeto del descubrimiento. Si este
lenguaje, sin embargo, no se dirigiera a un Otro, no podría ser entendido
gracias a un otro en el psicoanálisis. Para el resto, hace falta reconocer de
entrada lo que es y para ello situarlo bien en un caso; eso exigiría un largo
desarrollo; de otro modo, es un lío donde no se puede comprender nada.
Pero
es allí, asimismo, que es eso de lo que yo le hablo puede mostrarse en claro:
cómo el discurso reprimido del inconsciente se traduce en el registro del
síntoma.
Y
usted se apercibirá hasta qué punto es preciso. Usted hablaba del obsesivo: vea
esta observación de Freud, que se encuentra en los “Cinco psicoanálisis”,
intitulada “El hombre de las ratas”.
El
hombre de las ratas era un gran obsesivo. Un hombre todavía joven, de formación
universitaria, que va a encontrarse con Freud a Viena, para decirle que sufre
de obsesiones: son tanto inquietudes muy vivas por las personas que le son
queridas, tanto el deseo de actos impulsivos, como cortarse la garganta, o
entonces se forman en él interdicciones que conciernen a cosas insignificantes.
El hombre de las ratas
- [Madeleine Chapsal] ¿Y
sobre el plano de la sexualidad?
- [Jaques Lacan] ¡He
aquí un error de término!. Obsesión, eso no quiere decir automáticamente
obsesión sexual, ni aún obsesión de esto o aquello en particular: estar
obsesionado, significa encontrarse tomado en un mecanismo, en un engranaje cada
vez más exigente y sin fin.
Ya
sea que vaya a realizar un acto, cumplir con un deber, una angustia especial
traba al obsesivo: ¿lo logrará?. Enseguida, hecha la cosa, experimenta una
necesidad torturante de ir a verificar, pero no se atreve, por temor de pasar
por loco, porque al mismo tiempo sabe muy bien que lo ha logrado…
Helo
aquí empeñado en circuitos cada vez más grandes de verificaciones, de
precauciones, de justificaciones. Tomado como está en un remolino interior, el
estado de apaciguamiento, de satisfacción, se le ha vuelto imposible.
Aún
el gran obsesivo no tiene, sin embargo, nada de delirante. No hay ninguna
convicción en el obsesivo, sino esta especie de necesidad, completamente ambigua,
que lo deja tan desgraciado, tan dolorido, tan desamparado, de tener que ceder
ante una insistencia que viene de él mismo y que no se explica.
La
neurosis obsesiva está extendida y puede pasar desapercibida si no se está
especialmente advertido de los pequeños signos que siempre la traducen. Estos
enfermos se mantienen aún muy bien en su posición social, mientras que su vida
está minada, devastada por el sufrimiento y el desarrollo de su neurosis.
Yo
conocí personas que tenían funciones importantes, y no solamente honorarias,
directoriales, personas que tenían responsabilidades tan vastas y extensas como
usted pueda suponerlo, y que las asumían ampliamente, pero que no menos, eran,
de la mañana a la noche, presa de sus obsesiones.
Así
estaba “el hombre de las ratas”, enloquecido, atrapado en un retoño de síntomas
que lo lleva a consultar a Freud desde los alrededores de Viena, donde
participaba en maniobras como oficial de reserva, y pedirle su consejo en una
historia inverosímil de reembolso al correo del envío de un par de anteojos a
propósito de la cual se pierde hasta no poder decir más.
Si
se sigue literalmente hasta sus dudas el escenario instituido por el síntoma en
cuatro personas, se reencuentra rasgo por rasgo, traspuestos en un vasto
simulacro, sin que el sujeto lo suponga, las historias que han conducido hasta
el matrimonio del cual el sujeto es el fruto.
- [Madeleine Chapsal]
¿Qué historias?
- [Jaques Lacan] Una
deuda fraudulenta de su padre que, por añadidura, militar entonces, es
degradado de su rango por una felonía, un préstamo que le permite cubrir la
deuda, la cuestión que permanece oscura de la restitución al amigo que vino en
su ayuda, en fin, un amor traicionado por el casamiento que le dio una
“posición”.
Durante
toda su infancia, el hombre de las ratas había oído hablar de esta historia –
de uno en términos jocosos, de otro con palabras veladas. Lo que es
sorprendente, es que no se trata de un acontecimiento particular, o traumático,
que haría retorno de lo reprimido; se trata de la constelación dramática que ha
presidido a su nacimiento, de la prehistoria, si puede decirse, de su
individuo; descendida de un pasado legendario. Esta prehistoria reaparece por
medio de síntomas que la han vehiculizado bajo una forma irreconocible, para
anudarse finalmente en un mito representado, del cual el sujeto reproduce la
figura sin tener la menor idea.
Ya
que ella es traspuesta allí como una lengua o una escritura puede ser
traspuesta en otra lengua o en otros signos; ella es escrita allí sin que sus
enlaces sean modificados; o aún como en geometría una figura es transformada de
la esfera en un plano, lo que no quiere evidentemente decir que toda figura se
transforme en no importa cuál.
- [Madeleine Chapsal] ¿Y
una vez que esta historia ha sido puesta a la luz del día?
- [Jaques Lacan]
Entienda bien: yo no he dicho que la cura de la neurosis se cumple sólo después
de haber visto eso. Usted piensa bien que en la observación del “hombre de las
ratas”, hay otra cosa que yo no puedo desarrollar aquí.
Si
fuera suficiente que hubiera una prehistoria en el origen de una conciencia,
todo el mundo sería neurótico. Está ligado a la manera en que el sujeto toma
las cosas, las admite o las reprime. ¿Y por qué algunos reprimen determinadas
cosas?
En
fin, tómese usted el trabajo de leer “el hombre de las ratas” con esta llave
que lo atraviesa de parte a parte: trasposición en otro lenguaje figurativo y
completamente inapercibido para el sujeto, de algo que no se comprende más que
en términos de discurso.
Saber de eso más y mejor
- [Madeleine Chapsal]
Puede ser que la verdad reprimida se articule como usted lo dice, como un
discurso con efectos devastadores. Sólo que cuando un enfermo viene a usted, no
es alguien que está en busca de su verdad. Es alguien que sufre horriblemente y
quiere ser aliviado. Si yo recuerdo bien la historia del “hombre de las ratas”,
había allí también un fantasma de ratas…
- [Jaques Lacan]
Dicho de otra manera, “mientras usted se ocupa de la verdad, hay allí un hombre
que sufre…”
¡Con
todo, antes de servirse de un instrumento, hace falta saber lo que es, cómo
está fabricado!. El psicoanálisis es un instrumento terriblemente eficaz; y
como además es un instrumento de gran prestigio, se lo puede comprometer a
hacer cosas que de ningún modo está destinado a hacer, y por otra parte,
haciéndolo así no pude sino degradárselo.
Hace
falta entonces partir de lo esencial: ¿qué es esta técnica, a qué se aplica, de
qué orden son sus efectos, los efectos que ella desencadena por su aplicación
pura y simple?.
¡Y
bien!. Los fenómenos de los que se trata en el análisis, y al nivel propio de
los instintos, son los efectos de los registros de un lenguaje: el
reconocimiento hablado de elementos mayores de la historia del sujeto, historia
que ha sido cortada, interrumpida, que ha caído en los fondos del discurso.
En
cuanto a los efectos que deben definirse como perteneciendo al análisis, los
efectos analíticos – como se dice efectos mecánicos o efectos eléctricos – los
efectos analíticos son efectos del orden de ese retorno del discurso reprimido.
Y yo
puedo decirle que en el momento en que ha puesto usted al sujeto sobre un diván
y aún si usted le ha explicado la regla analítica de la manera más sumaria, el
sujeto ya está introducido en la dimensión de buscar su verdad.
Sí,
del sólo hecho de tener que hablar como él se encuentra constreñido a hacerlo,
frente a un otro, el silencio de un otro – un silencio que no está hecho ni de
aprobación ni de desaprobación, sino de atención – lo siente como una espera, y
que esta espera es la espera de la verdad.
Y
también él se siente allí empujado por el prejuicio del que hablábamos hace un
momento: por creer que el otro, el experto, el psicoanalista, sabe sobre usted
mismo lo que usted mismo no sabe, la presencia de la verdad se encuentra
fortificada, ella está ahí en estado de implícita.
El
enfermo sufre pero él se da cuenta de que la vía hacia la cual volverse en fin
para superar, apaciguar sus dificultades, es del orden de la verdad: saber de
eso más y saber mejor.
- [Madeleine Chapsal]
¿Entonces el hombre sería un ser de lenguaje? . ¿Sería esta la nueva
representación del hombre que se debería a Freud, el hombre es alguien que
habla?
- [Jaques Lacan] El
lenguaje ¿es la esencia del hombre?. No es una pregunta de la que yo me desinterese,
y tampoco detesto que quienes se interesen en lo que yo digo, se interesen en
ella por otra parte, pero es de otro orden, y, como yo lo digo a veces, es la
pieza lateral.
Yo
no me pregunto “quién habla”, yo intento plantear las preguntas de otra manera,
de una manera más formulable, yo me pregunto “de dónde habla eso”. En otros
términos, si yo intenté elaborar algo, no es una metafísica sino una teoría de
la intersubjetividad. Desde Freud, el centro del hombre no está más allí donde
se lo creía, hace falta reconstruir sobre eso.
- [Madeleine Chapsal] Si
es hablar lo que es importante, buscar su verdad por la vía de la palabra y de
la declaración, ¿el análisis no se sustituye de una cierta manera a la
confesión?.
- [Jaques Lacan] Yo
no estoy autorizado para hablarle de las cosas religiosas, pero yo me había
dejado decir que la confesión es un sacramento y que no está hecha para
satisfacer ninguna especie de necesidad de confidencia… La respuesta, aún de
consuelo, alentadora, incluso directiva del sacerdote no pretende constituir la
eficacia de la absolución.
- [Madeleine Chapsal]
Desde el punto de vista del dogma, usted tiene sin duda razón. Sólo que la
confesión se combina, y desde un tiempo que no cubre toda la era cristiana, con
lo que se llama la dirección de la conciencia. ¿Acaso no se cae allí en el
dominio del psicoanálisis?. ¿Hacer confesar los actos y las intenciones, guiar
un espíritu que busca su verdad?.
- [Jaques Lacan] La
dirección de conciencia ha sido, y por espirituales, juzgada muy diversamente,
se ha podido ver en ella incluso, en ciertos casos, la fuente de toda clase de
prácticas abusivas. En otros términos, es asunto de los religiosos saber cómo
ellos mismos la sitúan y cuál es el alcance que le dan.
Pero
me parece que ninguna dirección de conciencia puede inquietarse por una técnica
que tiene como fin la revelación de la verdad. Me sucedió ver a religiosos que
son dignos de ese nombre, tomar partido en asuntos muy espinosos donde se
hallaba comprometido lo que se llama el honor de las familias, y los he visto
siempre decidir que mantener la verdad bajo la medida es en sí mismo un acto de
consecuencias devastadoras.
Y
luego todos los directores de conciencia les dirán que la plaga de su
existencia son los obsesivos y los escrupulosos, ellos no saben literalmente
por qué extremo tomarlos: cuanto más los calman, más eso rebota, cuantas más
razones les dan, más la gente vuelve a plantearles preguntas absurdas…
Entre
tanto, la verdad analítica no es algo tan secreto ni tan misterioso que no
pueda verse, en personas dotadas para la dirección de conciencia, surgir
espontáneamente la percepción de lo que ella es. He conocido entre los
religiosos gente que había captado que una penitente que venía a fatigarlos con
obsesiones de impureza tenía bruscamente la necesidad de ser llevada a otro
nivel: ¿se conducía ella con justicia con su criada o con sus niños?. Y por
este recuerdo brutal, obtenían efectos totalmente sorprendentes.
Según
mi opinión, los directores de conciencia no pueden llegar a desdecir al
psicoanálisis: a lo sumo, pueden obtener de él ciertas apreciaciones que les
serán útiles…
Inversión inquietante
- [Madeleine Chapsal]
Puede ser, pero el psicoanálisis, ¿está suficientemente bien visto?. En los
medios religiosos se haría de él más bien una ciencia del diablo.
- [Jaques Lacan] Yo
creo que los tiempos han cambiado. Sin duda después de que Freud hubo inventado
el psicoanálisis, éste permaneció durante mucho tiempo como una ciencia
escandalosa y subversiva. No se trataba de saber si se creía en ella o no, se
la combatía violentamente con el pretexto de que personas psicoanalizadas se
desenfrenarían, se abandonarían a todos sus deseos, se entregarían a cualquier
cosa…
Hoy
en día, admitido o no en tanto que ciencia, el psicoanálisis entró en nuestras
costumbres y las posiciones se han invertido: ¡es cuando alguien no se conduce
normalmente, cuando actúa de una manera juzgada “escandalosa” por su medio, que
se habla de enviarlo al psicoanalista!.
Todo
esto entra en lo que yo llamaré, no con el término demasiado técnico de
“resistencia al análisis”, sino “objeción masiva”.
El
temor de perder su originalidad, de ser reducido al nivel común, no es menos
frecuente. Hace falta decir que sobre esta noción de “adaptación” se ha
producido en estos últimos tiempos una doctrina cuya naturaleza engendra
confusión y, a partir de allí, inquietud.
Se
ha escrito que el análisis tiene como finalidad adaptar al sujeto, de ningún
modo al medio exterior, digamos a su vida o a sus verdaderas necesidades; eso
significa claramente que la sanción de un análisis sería que uno se ha vuelto
padre perfecto, esposo modelo, ciudadano ideal, en fin, que uno es alguien que
no discute más nada.
Lo
que es totalmente falso, tan falso como el primer prejuicio que veía en el
psicoanálisis un medio de liberarse de toda sujeción.
- [Madeleine Chapsal] ¿No
piensa usted que lo que la gente teme más que nada, lo que la hace oponerse al
psicoanálisis antes inclusive de saber si cree en él o no en tanto que ciencia,
es la idea de que corre el peligro de ser desposeída de una parte de sí misma,
modificada?
- [Jaques Lacan]
Esta inquietud es totalmente legítima, en el nivel en donde ella surge. ¡Decir
que no habría, después de un análisis, modificación de la personalidad, sería
verdaderamente divertido!. Sería difícil sostener al mismo tiempo que se pueden
obtener resultados por el análisis y que se puede no obtenerlos, es decir, que
la personalidad permanecerá siempre intacta. Sólo que la noción de personalidad
merece ser esclarecida, incluso reinterpretada.
Reinstalación del sujeto
- [Madeleine Chapsal] En
el fondo de la diferencia entre el psicoanálisis y las diversas técnicas
psicológicas, es que el psicoanálisis no se contenta con guiar, con intervenir
más o menos ciegamente, él cura…
- [Jaques Lacan] Se
cura lo que es curable. No se va a curar el daltonismo o la idiocia, aunque al
fin y al cabo pueda decirse que el daltonismo y la idiocia tienen que ver con
lo “psíquico”.
¿Conoce
usted la fórmula de Freud “allí donde eso estaba yo debo ser”?. Hace falta que
el sujeto pueda reinstalarse en su lugar, este lugar en donde él no estaba,
reemplazado por esta palabra anónima, que se llama ello.
- [Madeleine Chapsal] En
la perspectiva freudiana, ¿hay que pensar en atender a cantidades de personas
que no están consideradas enfermas? . Dicho de otra manera, ¿Habría interés en
psicoanalizar a todo el mundo?
- [Jaques Lacan]
Poseer un inconsciente no es un privilegio de los neuróticos. Hay quienes no
están manifiestamente abrumados por un excesivo peso de sufrimiento
parasitario, que no están demasiado obstruidos por la presencia de otro sujeto,
en el interior de sí mismos, que inclusive se las arreglan bastante bien con
ese otro sujeto, y que sin embargo no perderían nada con conocerlo.
Porque,
en suma, en el hecho de ser psicoanalizado, no se trata de ninguna otra cosa
sino de conocer su historia.
- [Madeleine Chapsal] ¿Es
que esto sigue siendo cierto para los creadores?
- [Jaques Lacan] Es
una cuestión interesante la de saber si hay para ellos interés en cortar camino
o en cubrir de un cierto velo esta palabra que los ataca desde afuera (es la
misma, al fin y al cabo, la que viene a perturbar al sujeto en la neurosis y en
la inspiración creadora).
¿Hay
interés de ir muy rápido por la vía del análisis hacia la verdad de la historia
del sujeto, o a dejar hacer como Goethe una obra que no es más que un inmenso
psicoanálisis?
Ya
que en Goethe es manifiesto: su obra toda entera es la revelación de la palabra
del otro sujeto. El llevó las cosas tan lejos como se puede hacerlo cuando se
es un hombre de genio.
¿Habría
él escrito la misma obra si se lo hubiera psicoanalizado?. Según mi opinión la
obra hubiera sido seguramente otra, pero yo no creo que se hubiera perdido con
ello.
- [Madeleine Chapsal] Y
para los hombres que no son creadores, pero que tienen pesadas
responsabilidades, relaciones con el poder, ¿piensa usted que se debería
instituir el psicoanálisis obligatorio?
- [Jaques Lacan] Se
debería, en efecto, no poder dudar un solo instante si un señor es presidente
del consejo, es seguramente que se ha hecho analizar a una edad normal, es
decir joven… Pero la juventud se prolonga a veces muy lejos.
Un grito de alarma
- [Madeleine Chapsal]
¡Cuidado!. ¿Qué es lo que se podría objetar al señor Guy Mollet si hubiera sido
analizado? ¿si él pudiera hacer valer que ha sido inmunizado, cuando sus
contradictores no lo han hecho?
- [Jaques Lacan] ¡Yo
no tomaré partido sobre el tema de saber si el Sr. Guy Mollet haría o no la
política que él hace, si él fuera analizado! que no se me haga decir que yo
pienso que el análisis universal es la fuente de resolución de todas las
antinomias, que si se analizara a todos los seres humanos no habría más
guerras, más lucha de clases, yo digo formalmente lo contrario. Todo lo que se
puede pensar es que los dramas serían quizá menos confusos.
Vea
usted el error, es lo que yo le decía hace un momento: querer servirse de un
instrumento antes de saber cómo está hecho. Ahora bien, en las actividades que
son por el momento comprendidas en el mundo bajo el término “psicoanálisis”, se
tiende más y más a recubrir, desconocer, enmascarar el orden primero en el que
Freud aportó la chispa.
El
esfuerzo de la gran masa de la escuela psicoanalítica ha sido lo que yo llamo
una tentativa de reducción: ponerse en el bolsillo lo que había de más molesto
de la teoría de Freud. De año en año se ve acentuarse esta degradación, hasta
llegar a veces, como en los Estados Unidos, a formulaciones en franca
contradicción con la inspiración freudiana.
No
es porque el psicoanálisis sigue siendo discutido, que el analista debe
intentar volver más aceptable su observación, repintándola con colores
diversamente abigarrados, de analogías prestadas más o menos legítimamente de
dominios científicos vecinos.
- [Madeleine Chapsal] Es
muy desmoralizador lo que usted dice, para los posibles analizados…
- [Jaques Lacan] Si
yo lo inquieto tanto mejor. Desde el punto de vista del público, lo que yo
considero como más deseable, es lanzar un grito de alarma y que tenga, en el
terreno científico, una significación muy precisa: que sea un llamado, una
exigencia primera concerniente a la formación del analista.
Un psicoanalista formado
- [Madeleine Chapsal] ¿Es
que no es acaso ya una formación muy larga y muy seria?
- [Jaques Lacan] A
la enseñanza del psicoanálisis, tal como ella está hoy constituida -estudios de
medicina y después un psicoanálisis, análisis dicho didáctico, hecho por un
analista calificado- le falta algo esencial, sin lo cual yo niego que se pueda
ser un psicoanalista verdaderamente formado: el aprendizaje de disciplinas
lingúísticas e históricas, de la historia de las religiones, etc.. Para cercar
su pensamiento en lo concerniente a esta formación, Freud reanima ese viejo
término que me complazco en retomar, el de “universitas literarum”.
Los
estudios médicos son evidentemente insuficientes para entender lo que dice el
analizado, es decir por ejemplo para distinguir en su discurso el alcance de
los símbolos, la presencia de los mitos, o simplemente para captar el sentido
de lo que él dice, como se capta o no se capta el sentido de un texto.
Por
lo menos, al presente, un estudio serio de los textos y de la doctrina
freudiana se hace posible por el asilo que le da, en la Clínica de las
enfermedades mentales y del encéfalo de la Facultad, el profesor Jean Delay.
- [Madeleine Chapsal] En
las manos de personas insuficientemente competentes, ¿piensa usted que el
psicoanálisis tal como fue inventado por Freud corre el peligro de perderse?
- [Jaques Lacan] Actualmente,
el psicoanálisis está por volverse ciertamente una mitología cada vez más
confusa. Se pueden mencionar algunos signos – borramiento del Complejo de
Edipo, acento puesto sobre los mecanismos preedípicos, sobre la frustración,
sustitución del término angustia por el de miedo. Lo que no quiere decir que el
freudismo, la primera luz freudiana, no continúe caminando por todas partes. De
ello se ven manifestaciones absolutamente claras en toda clase de ciencias
humanas.
Pienso
en particular en lo que me decía recientemente mi amigo Claude Lévi-Strauss,
del homenaje finalmente rendido por los etnólogos al Complejo de Edipo, como a
una profunda creación mítica nacida en nuestra época.
Es
algo sorprendente, sobrecogedor, que Sigmund Freud, un hombre completamente
solo, haya llegado a librar un cierto número de efectos que no habían sido
hasta entonces jamás aislados, y a introducirlos en una red coordenada,
inventando así a la vez una ciencia y el dominio de aplicación de esta ciencia.
Pero
en relación a esta obra genial que ha sido la de Freud, atravesando su siglo
como un trazo de fuego, el trabajo está muy atrasado. Lo digo con toda mi
convicción. Y no se comenzará a retomarlo más que cuando haya suficiente gente
formada para hacer lo que necesita todo trabajo científico, todo trabajo
técnico, todo trabajo donde el genio puede abrir un surco, pero donde enseguida
hace falta un ejército de obreros para cosechar
Traducción:
Marco Mauas.
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