LACAN:
Considera que el analista
paga por sostener su función. Paga con
su palabra y con su propia persona,
porque la transferencia lo desposee de ella.
Los pacientes demandan la
felicidad y esta demanda es política y no psicoanalítica. A diferencia de Aristóteles, quien tiene una disciplina de la felicidad, el Psicoanálisis no posee tal cosa.
Un analista se ofrece a
recibir esta demanda, pero solo se
ofrece. ¿Qué tendría el analista para
ofrecer? Nada diferente. Lo único que tiene para ofrecer es el deseo
advertido, ya que es imposible reducir
la distancia con la cosa y así llegar a la felicidad. No hay ningún objeto que dé esa
satisfacción. Se trata de sostener la
ilusión para relanzar el deseo y que los pacientes no se queden pegados a los
objetos de la infancia.
Lacan plantea que la demanda
de felicidad está ligada a ser el falo.
El analista está advertido de que no lo es.
Todos los síntomas intentan
transgredir las limitaciones impuestas al goce e ir más allá, accediendo directamente a la cosa. La felicidad no es posible. Para Lacan no es un objeto perdido, sino un agujero que motoriza el deseo.
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