La actitud de Freud hacia la
filosofía osciló entre el respeto y el rechazo que le obligaba a establecer una
distancia prudente pues la especulación de la metafísica le causaba
desconfianza. Freud, no abandona totalmente el espíritu de las luces y cuando lo
hace es muy a pesar suyo. La intención de inteligibilidad y búsqueda de
argumentaciones claras y convincentes es una marca distintiva de sus
comunicaciones. A lo largo de toda su obra y buscó repetidamente se aceptaran
sus argumentos. La pretensión de que el psicoanálisis sea una ciencia será
siempre como un mosquito molesto que persigue su escritura, afortunadamente
contra este empuje, tiene su pesimismo, su gusto por la fantasía y el mito que
le acerca muy a su pesar a la filosofía. Ésta es la disyuntiva actual en la
formación del psicoanalista, y que ocupa toda la polémica actual sobre su
currícula. Quizá debiéramos rescatar aquí a Bergson y recordar que la filosofía
no puede ser absorbida por la ciencia que tiene problemas y procedimientos
distintos, amén de que los límites al conocimiento científico topan con el
estudio del hombre.
Y el psicoanálisis, en mi
humilde opinión, está más cerca de ser una filosofía que una ciencia. No una
simple filosofía reflexiva, sino un método activo para comprender el
sufrimiento humano y el espíritu que lo anima, que no es otro que el Tánatos.
El final de un análisis sería precisamente la posibilidad de domeñar este
principio fatal y autodestructivo, más que aprovechar todas las capacidades
propias del ser humano, como lo quisiera una psicología de pasillo y de
autosuperación, se trata de evitar llevar al éxito total al Principio de Placer
y a la realización del deseo tal cual, y jugarse incluso por la inhibición del
impulso.
Julio Ortega Bobadilla
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