Solo la religión puede
responder al interrogante sobre la finalidad de la vida; la idea de adjudicar
un objeto a la vida humana no puede existir sino en función de un sistema
religioso.
¿Qué fines y que propósitos
de vida expresan los hombres en su propia conducta; que esperan de la vida y
que pretenden alcanzar con ella? Decididamente aspiran a la felicidad, quieren
llegar a ser felices y no dejar de serlo. Esta aspiración tiene dos fases: un
fin positivo y otro negativo; por un lado evitar el dolor y el displacer, y por
el otro experimentar intensas sensaciones placenteras. De acuerdo con esta
dualidad, la actividad humana se despliega en dos sentidos, según trate de
alcanzar uno u otro de aquellos fines.
Quien fija el objetivo vital
es el programa del principio de placer. Toda persistencia de una situación
anhelada por el principio de placer solo proporciona una sensación de tibio
bienestar, pues nuestra disposición no nos permite gozar intensamente, sino el
contraste, pero solo en muy escasa medida lo estable. Así, nuestras facultades
de felicidad están ya limitadas en principio por nuestra propia constitución.
En cambio, nos es mas fácil experimentar la desgracia. El sufrimiento nos
amenaza por tres lados: * desde el propio cuerpo, * desde el mundo exterior, y *
desde las relaciones con otros seres humanos, y quizás sea este ultimo el mas
doloroso.
Bajo la presión de tales
posibilidades de sufrimiento, el hombre suele rebajar sus pretensiones de
felicidad, y puede estimarse feliz por el solo hecho de haber escapado a la
desgracia. La finalidad de evitar el sufrimiento relega a segundo plano a la de
lograr el placer. Las tentativas destinadas a alcanzarlo pueden llevarnos por
caminos muy distintos:
I.
La satisfacción ilimitada de todas las
necesidades se nos impone como norma de conducta más tentadora, pero significa
preferir el placer a la prudencia, y al practicarla se hacen sentir las
consecuencias.
Los otros métodos, que
persiguen ante todo la evitacion del sufrimiento, se diferencian según la
fuente de displacer a la que conceden máxima atención.
II.
El aislamiento voluntario, el alejamiento de
los demás, es el método de protección mas inmediato contra el sufrimiento
susceptible de originarse en las relaciones humanas; y es claro que la
felicidad alcanzable por tal camino no puede ser sino la de la quietud.
Contra el temible mundo
exterior solo puede uno defenderse mediante una forma cualquiera de
alejamiento.
III.
Otro camino mejor es pasar al ataque contra
la naturaleza y someterla a la voluntad del hombre, empleando la técnica
dirigida por la ciencia; así se trabaja con todos por el bienestar de todos.
Pero los mas interesantes
preventivos del sufrimiento son los que tratan de influir sobre nuestro propio
organismo, ya que en ultima instancia todo sufrimiento no es mas que una
sensación, solo existe en tanto lo sentimos, y únicamente lo sentimos en virtud
de ciertas disposiciones de nuestro organismo.
IV.
El más crudo y también el más efectivo, es el
químico: la intoxicación. Existen ciertas sustancias extrañas al organismo cuya
presencia en la sangre o tejidos nos proporciona directamente sensaciones
placenteras, modificando también las condiciones de nuestra sensibilidad,
impidiéndonos percibir estímulos desagradables. Pero en nuestro propio quimismo
deben existir sustancias que cumplen un fin análogo, ya que el estado
patológico de la manía, por ejemplo, produce semejante conducta, similar a la
embriaguez, sin incorporación de droga alguna.
V.
satisfacción de los instintos, precisamente
porque implica tal felicidad, se convierte en causa de intenso sufrimiento
cuando el mundo exterior nos priva de ella, negándonos la satisfacción de
nuestras necesidades. Por consiguiente, influir sobre estos impulsos
instintivos evitaría buena parte del sufrimiento; pero esta forma de evitar el
dolor ya no actúa sobre el aparato sensitivo, sino que trata de dominar las
mismas fuentes internas de nuestras necesidades.
VI.
Otra técnica para evitar el sufrimiento
recurre a los desplazamientos de la libido previstos en nuestro aparato psíquico.
El problema consiste en reorientar los fines instintivos, de manera tal que
eluden la frustración el mundo exterior. La sublimación de los instintos
contribuye a ello. El punto débil de este método reside en que su aplicabilidad
no es general, pues presupone disposiciones y aptitudes peculiares.
VII.
La tendencia a independizarse del mundo
exterior, buscando las satisfacciones en los procesos internos psíquicos se
denota con mayor intensidad en este procedimiento: la satisfacción se obtiene
en ilusiones que son reconocidas como tales, sin que su discrepancia con el
mundo real impida gozarlas. Estas ilusiones proceden del terreno de la
imaginación, y a la cabeza de estas satisfacciones imaginativas se encuentra el
goce de la obra de arte.
VIII. Más
enérgica y radical es la acción de este procedimiento: el que ve en la realidad
al único enemigo, fuente de todo sufrimiento, y con quien es preciso romper
toda relación si se pretende ser feliz en algún sentido. Pero también se puede
ir mas lejos, empeñándose en transformarlo, construyendo en su lugar un nuevo
mundo en el cual queden eliminados los rasgos más intolerables.
IX.
Existe un método que también persigue la
independencia del destino y con esta intención traslada la satisfacción a los
procesos psíquicos internos, utilizando la desplazabilidad de la libido, pero
sin apartarse del mundo exterior, sino aferrándose a sus objetos y hallando la
felicidad en la vinculación afectiva con estos. Pero al hacerlo, no se conforma
con eludir el sufrimiento, sino que se concentra en el anhelo primordial y
apasionado del cumplimiento positivo de la felicidad → me refiero a aquella
orientación de la vida que hace del amor el centro de todas las cosas, que
deriva toda satisfacción del amar y ser amado. El punto débil de esta técnica
es demasiado evidente: jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como
cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos
perdido el objeto amado o su amor.
El designio de ser felices
que nos impone el principio de placer es irrealizable, pero no por ello se
debe, ni se puede, abandonar los esfuerzos por acercarse a su realización.
Podemos adoptar muy distintos caminos, anteponiendo el aspecto positivo o el negativo
de dicho fin, pero ninguno de estos recursos nos permitirá alcanzar cuanto
anhelamos. Cada uno debe buscar por si mismo la manera en que pueda ser feliz,
y su elección del camino a seguir será influida por diversos factores. Todo
depende de la suma de satisfacción real que pueda esperar del mundo exterior y
de la medida en que se incline a independizarse de este; también de la fuerza
que se atribuya a si mismo para modificarlo según sus deseos.
X.
La ultima técnica de vida que le queda y que
le ofrece por lo menos satisfacciones sustitutivas es la fuga a la neurosis.
Quien vea fracasar en edad
madura sus esfuerzos por alcanzar la felicidad, aun hallara consuelo en el
placer de la intoxicación crónica o bien emprenderá la desesperada tentativa de
rebelión que es la psicosis.
La religión viene a
perturbar este libre juego de elección al imponer a todos por igual su camino
único para alcanzar la felicidad y evitar el sufrimiento. Su técnica consiste
en reducir el valor de la vida y en deformar delirantemente la imagen del mundo
real, medidas que tienen por condición previa la intimidación de la
inteligencia.
Hay muchos caminos que
pueden llevar a la felicidad, pero ninguno que permita alcanzarla con
seguridad. Tampoco la religión puede cumplir sus promesas, pues el creyente,
obligado a invocar en última instancia los designios de Dios, confiesa con ello
que en el sufrimiento solo le queda la sumisión incondicional como ultimo
consuelo y fuente de goce.
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