Se
ha hablado de una mitología del psicoanálisis. ¿Qué opina usted de ello?
Son muy fuertes los mitos
que los psicoanalistas creían que debían reverenciar para hacerse admitir en la
buena sociedad desde hace algún tiempo, desde la época misma en la que yo
comencé la labor de disolver esos mitos.
Esto no significa que tales
mitos no fueran vivos. La tradición lo prueba. Los mitos provienen de una
cierta economía del placer. Pero van más allá. Lo que se llama Universidad, se
encarga de ellos, su papel es conservar esos mitos.
Me dirán ustedes que el
mismo Freud parece sacrificarse a los mitos. Es cierto, se sacrificó a ellos;
en su tiempo él no podía hacer otra cosa si quería ser admitido.
¿Es
usted el “portavoz” de Freud? ¿Su escuela es freudiana?
Yo he partido de Freud para
enfrentarme con aquellos que decían asumir el psicoanálisis en nombre de Freud
y que extraían provecho con esa práctica.
Me vi obligado a decirles
que su práctica psicoanalítica o era un engaño o se limitaba a fundamentarse en
un juego efectista de palabras. Yo opinaba que “si con sus pacientes –antes los
llamaban así, lo único que pueden intercambiar son palabras, al menos
establezcan ustedes mismos las reglas”.
La función de la palabra
sólo puede explicarse al definir el campo del lenguaje. Esos dos términos son
el título de un discurso que pronuncié en Roma, en 1953, y del que surge mi
escuela después de muchas dificultades.
Mi escuela efectivamente es
freudiana, y eso no debe extrañar, ya que demostré claramente que los
testimonios aportados por Freud de la existencia del inconsciente, de los
sueños, de los lapsus y ocurrencias ingeniosas, sólo son interpretables sobre
el texto de lo que se dice a través de la palabra del propio interesado. Este
es un hecho patente en las tres obras que Freud ha escrito sobre cada uno de
esos temas y que constituyen el punto de partida de su “pensamiento”.
Mi escuela debe, por tanto,
entenderse freudiana en el sentido de fundada en Freud. Hoy, París, es el único
lugar en el que hay analistas que, sin desdeñar las prácticas de la medicina,
saben que ésta no les sirve de nada.
La fundación de mi Escuela
tenía, entre otros, el objetivo de clarificar posiciones son la pretendida
internacional psicoanalítica, cuyos problemas se debaten en un ambiente
sórdido.
Según
usted, “el psicoanálisis nos asegura que existe bajo el término inconsciente
algo calificable, accesible y capaz de ser objetivado”. ¿Qué es, pues, el
inconsciente?
Ante todo, conviene aclarar
que el inconsciente no es una aspiración del alma, ni un recuerdo de la
infancia, ni una regresión del “desarrollo psíquico”. Considerarlo así sería lo
mismo que reducirlo a los mitos clásicos de que se nutre la psicología
universitaria.
A primera vista el nombre
parece no estar mal escogido. El inconsciente es lo no-sabido (in-su) de un
saber, es decir, un saber que no tiene sujeto, un sujeto que sepa.
A partir de ahí podemos
clarificar su nombre: el instinto. Es con este nombre que desde siempre se
designa un conocimiento cuya evidencia choca con la realidad animal. Un animal
que sabe picar a su presa en el lugar exacto del cuerpo para paralizarla,
¿conoce la anatomía de ésta? No nos atrevemos a creerlo. ¿Por qué? ¿Por qué no
puede conocer la anatomía del adversario? ¿Por qué los animales saben ocultar
una cría que no pueden cuidar para protegerla el tiempo necesario para que se
desarrolle?
Ahí es donde se funda la
interpretación del instinto que los psicoanalistas falsean en todas las lenguas,
al traducir lo que Freud designó con la palabra Trieb (impulso, pulsión), que
en inglés se traduce bastante bien por drive (cosa que se deriva), y en francés
por dérive, lo cual es una solución transitoria y desesperada hasta que se
logre dar a la palabra su acuñación ideal. Yo prefiero dejar que la descubran
los que me leen. En ocasiones la designo como lalengua, y nótese que reúno las
dos partes en una. Esa manera de escribirla es la clave personal para designar
lo que es el objeto de la lingüística. Uno entre muchos otros.
El conocimiento de lo que
hay en el inconsciente es un conocimiento que se articula de uno o de varios
lalengua. Es un saber que le ex-siste al individuo, es decir que le concierne
aunque no lo sepa.
El concepto inconsciente (Freud
dudó de su nombre) está lejos de expresar la verdad. El inconsciente sólo es
saber, saber articulado en una forma lingüística.
El ser parlante se embrutece
con la idea de instinto al atribuirlo a los seres que no saben hablar, a los
animales, según él.
¿Qué
es lo que Freud no capto en su labor de análisis?
No abusemos del genio de
Freud. Incluso el genio necesita el favor del cielo para aparecer.
La ciencia descendió del
cielo, eso es tangible en la historia. Incluso es la única objeción que se le
puede hacer. La bestia humana es de la Tierra como observaba Pascal, y esas
maravillas que ahora debe a la ciencia y que reverencia muy pronto se dará
cuenta de que no hacen más que estorbar. Sin embargo, tendrá que acostumbrarse.
Lo que quizás Freud no
consideró es que la ciencia tiene sus límites: esa es su principal debilidad.
Su esperanza en la “sexología” es cómica, cuando precisamente su experiencia le
demostraba que el saber del inconsciente es lo que el ser parlante inventa...
para satisfacer los “deberes” de su reproducción, quizá.
Le era necesario inventar
ese inconsciente, para contestar al malestar de su cultura, provocado por el
advenimiento de la neurosis como tal.
Antes, nunca se habló de
nada parecido. Todos se bañaban en la “verdad” del pecado original.
El amor, el verdadero amor,
tenía que estar en otra parte, fuera del sexo. Podría decirse que se escondía
por doquier. Sólo se hablaba de una “divina comedia”, pero a condición de que
las mujeres estuvieran lo más lejos posible.
Todo ello constata el hecho
de que no se quería saber nada del inconsciente. Se le temía. Apriorismo justo,
ya que el inconsciente no tenía nada que hacer en ese coloquio del amor loco.
¡Y ese es nuestro destino,
tener que inventar el inconsciente! Y subrayo: nosotros los inventamos. Lo que
hemos “descubierto” (no inventado) es únicamente su lugar, que está allí desde
siempre, de eso no cabe duda alguna, pero sin explorar.
¿Cuál
es el fruto de sus cursos sobre el sujeto y qué es lo que aporta a las teoría
freudianas?
Indudablemente no se puede
decir que Freud haya agotado el tema, pero completarlo es difícil. De momento,
los cursos que he dado sobre el tema se limitan a desvelar el problema, para
sólo para que el sueño prosiga mejor, concretamente el sueño de los que querían
revolucionar el mundo, ya que creen en él.
De hecho, mi discurso es la
única oportunidad de que el psicoanálisis vuelva a funcionar. Quiero decir que
sólo a fuerza de atestiguar la verdad, tal como se presenta en la confesión que
se le ofrece a cada uno por la experiencia analítica, el analista lograr hacer
salir de su discurso una invención de saber, capaz de proporcionar un
resultado, un fruto que sea un placer para todos y también para esas no-todas
que son las mujeres en su acceso al hecho patente de que el ser parlante es el
único en autorizarse en la elección de su sexo.
Es de ahí de donde partió
Freud escuchando a las histéricas: cada una de ellas quería que el hombre
ex-sista, a título de “por-lo-menos-uno”.
Entrevista realizada por: Mª
JOSÉ RAGUÉ.
Jacques Lacan estuvo en
Barcelona al menos en dos ocasiones. La primera a raíz del Congreso
Internacional de Psicoterapia, celebrado en esta ciudad durante la primera
semana de septiembre de 1958. Dentro de la sección del mismo dedicada al
Psicoanálisis Lacan interviene con una exposición titulada “La Psychanalyse
vrai et (la) fausse”[1]; la segunda ocasión para la inauguración del curso
1972-1973 de la Asociación catalana de psiquiatría, invitado por el Dr. Ramón
Sarró, amigo de Lacan, y por el Dr. José Luis Martí Tusquets, presidente en
aquel entonces de la Asociación y asimismo amigo de Lacan. Lacan intervino con
una conferencia: “Du discours psychanalytique comme accés au réel”, que resultó
del todo incomprensible para un público que no conocía a Lacan, y de la que
salvo unas notas del Dr. Ramón Sarró en la primera página de los Écrits que le
había regalado y dedicado Lacan (“A mon cher cher ami Ramon”) [obsérvese el
witz de Lacan con chercheur] y algunas notas del Dr. Tusquets inéditas.
Juan Bauzá y Mª José Muñoz
[1] El texto de la misma fue
publicado en francés y en una traducción española de Toni Vicens, bajo el
título: “El psicoanálisis verdadero y el falso” en la revista Freudiana, 1992,
nº 4/5, pp. 11-21 (en francés) y 23-34 (en español). Asimismo fue publicada en
L’âne, 1992, nº 51, pp. 10-11. Finalmente fue recopilada por J.-A. Miller en
Autres écrits, Ed. du Seuil, Paris, 2001, pp. 165-174.
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