La
elección masculina de objeto se caracteriza por una serie de condiciones de
amor:
Tercero
perjudicado: la elección recae sobre una mujer que pertenece a otro hombre, ya
sea en calidad de marido, prometido o amigo. Esta condición satisface mociones
agonales, hostiles al hombre a quien se le arrebataba la mujer amada.
Amor
por mujeres fáciles: la elección recae sobre mujeres cuya conducta sexual tenga
mala fama, y se puede desconfiar de su fidelidad, dejando de lado a la mujer
casta e insospechable, por no presentar atractivo. En esta condición juega un
papel fundamental el tema de los celos, ya que a partir de ellos la mujer
adquiere valor pleno, y al albergar este sentimiento, la pasión logra alcanzar
su cima.
Conducta
del amante hacia el objeto de su elección:
En
la vida amorosa normal, el valor de la mujer está regido por su integridad
sexual, y el rasgo de liviandad lo rebaja. Los amantes de este tipo, parecen
desviarse de la normalidad considerando a este tipo de mujeres como objetos
amorosos de supremo valor, siendo éstas, las únicas personas a quienes pueden
amar. Durante la vida de este tipo de amantes, se repiten varias veces pasiones
de similares características, donde los objetos de amor pueden sustituirse
entre sí, conformando una larga serie.
Los
amantes de este tipo presentan una tendencia a rescatar a la amada. El hombre
está convencido de que ella lo necesita, y su rescate consiste en el no abandono.
Los
rasgos descritos (que la amada no sea libre, su liviandad, el alto valor que se
le confiere, la necesidad de sentir celos, los sucesivos relevos dentro de una
larga serie, y el propósito de rescatarla) no pueden derivarse de una única
fuente. Esa elección de objeto, tiene el mismo origen psíquico que en la vida
amorosa de las personas normales; brotando de la fijación infantil de la
ternura a la madre y constituyen uno de los desenlaces de esa fijación. En la
vida amorosa normal se observan muy pocos rasgos que dejen traslucir el
arquetipo materno de la elección de objeto, ya que el desasimiento de la libido
respecto de la madre se ha consumado con relativa rapidez. En cambio, en este
tipo la libido se ha demorado tanto tiempo junto a la madre, aún después de
sobrevenida la pubertad, que los objetos de amor elegidos llevan el sello de
los caracteres maternos y todos devienen unos subrogados de la madre fácilmente
reconocibles.
Se
debe tornar verosímil que los rasgos característicos de nuestro tipo. Surgen
efectivamente de la constelación materna. Esto puede observarse claramente en
la primera condición (tercero perjudicado). En ella, se observa que la madre
pertenece al padre, y este es un hecho inseparable del ser de aquella. En este
caso el tercero perjudicado es el padre. La amada es única e insustituible, ya
que nadie posee más de una madre.
En
nuestro tipo todos los objetos de amor están destinados a ser principalmente
unos subrogados de la madre, volviéndose comprensible la formación de series.
El psicoanálisis nos enseña que lo insustituible eficaz dentro de lo
inconsciente a menudo se anuncia mediante el relevo sucesivo en una serie
interminable., y tal, justamente porque en cada subrogado se echa de menos la
satisfacción ansiada.
La
segunda condición de amor, la de liviandad del objeto elegido, parece
contrariar enérgicamente una derivación del complejo materno. En el pensamiento
conciente del adulto la madre aparece como una personalidad de pureza moral
inatacable, y nada resulta tan penoso como dudar de ese carácter de la madre.
Ese nexo de la oposición entre la “madre” y “la mujer fácil” nos llevará a
explorar la historia de desarrollo y el nexo inconsciente de esos dos
complejos. Ya es sabido que en el inconsciente a menudo coincide en una misma
cosa lo que en la conciencia se presenta escindido en dos polos opuestos. La
indagación nos remite a los años de la pubertad del varoncito, cuando recibe
por primera vez la noticia más completa de las relaciones sexuales entre sus
padres. Al revelarse este secreto, destruyen la autoridad de los adultos, que
resulta inconciliable con el descubrimiento de su quehacer sexual.
El
muchacho toma conocimiento de que existen mujeres que ejercen el acto sexual a
cambio de una paga, y por eso son objeto de universal desprecio. Este muchacho,
al descubrir la sexualidad entre sus padres sostiene que la diferencia entre la
madre y la prostituta no es tan grande, ya que ambas hacen lo mismo. Esas
comunicaciones de esclarecimiento le han despertado huellas mnémicas de sus
impresiones y deseos de la primera infancia y, a partir de ellas, han vuelto a
poner en actividad ciertas mociones anímicas. Cae bajo el complejo de Edipo,
donde empieza a anhelar a su propia madre y a odiar al padre como un competidor
que estorba ese deseo. El joven no perdona a su madre y considera como
infidelidad que no le haya regalado a él, sino al padre, el comercio sexual.
Estas mociones, cuando no pasan rápido, no tienen otra salida que desfogarse en
fantasías que giran alrededor de la actividad sexual de la madre, y la tensión
provocada se soluciona a través del onanismo.
El
tipo de vida amorosa masculina descrito lleva en sí huellas de esta historia de
desarrollo y puede comprenderse como una fijación a las fantasías de la
pubertad del muchacho, las que más tarde hallan una salida hacia la realidad de
la vida.
En
realidad, el motivo del “rescate” tiene su significado y su historia propios, y
es un retoño autónomo del complejo materno o, mejor dicho, parental. Al
enterarse el niño de que debe la vida a sus padres, de que la madre le ha
regalado la vida, en él se aúnan mociones tiernas con las de una manía de
grandeza en pugna por la autonomía, para generar el deseo de devolver ese
regalo a los padres, compensárselo por uno de igual valor. El muchacho fantasea
con rescatar al padre de un peligro mortal, quedando de ésta manera a mano con
él. En el caso de la madre, se hace más difícil sustituir por algo de igual
valor este singular regalo (la vida). Rescatar a la madre, desde el inconsciente,
cobra el significado de “obsequiarle o hacerle un hijo”, un hijo como uno es.
Es decir, el hijo se muestra agradecido deseando tener un hijo de la madre, un
hijo igual a él mismo; vale decir: en la fantasía de rescate se identifica
plenamente con el padre. Este deseo de ser su propio padre satisface toda una
serie de pulsiones: tiernas, de agradecimiento, concupiscentes, desafiantes, de
autonomía. Y en ese cambio de significado tampoco se perdió el factor del
peligro; ya que el acto del nacimiento es el peligro del que uno fue rescatado
por esfuerzo de la madre. El nacimiento, es el primer peligro mortal para el
individuo, y se constituye en arquetipo de todos los peligros posteriores ante
los cuales sentimos angustia.
De
acuerdo con las leyes válidas para la expresión de pensamientos inconscientes,
“rescatar” puede cambiar de significado según lo fantasee una mujer o un
hombre. Puede significar tanto hacer un hijo = procurarle el nacimiento” (en el
hombre) como parir un hijo (en la mujer).
No hay comentarios:
Publicar un comentario