domingo, 17 de marzo de 2013

Resumen de S. Freud (1910) Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre (Contribuciones a la psicología del amor, 1). Incluído en Obras Completas Tomo 11. Buenos Aires: Amorrortu, 1996.


La elección masculina de objeto se caracteriza por una serie de condiciones de amor:

Tercero perjudicado: la elección recae sobre una mujer que pertenece a otro hombre, ya sea en calidad de marido, prometido o amigo. Esta condición satisface mociones agonales, hostiles al hombre a quien se le arrebataba la mujer amada.
Amor por mujeres fáciles: la elección recae sobre mujeres cuya conducta sexual tenga mala fama, y se puede desconfiar de su fidelidad, dejando de lado a la mujer casta e insospechable, por no presentar atractivo. En esta condición juega un papel fundamental el tema de los celos, ya que a partir de ellos la mujer adquiere valor pleno, y al albergar este sentimiento, la pasión logra alcanzar su cima.

Conducta del amante hacia el objeto de su elección:

En la vida amorosa normal, el valor de la mujer está regido por su integridad sexual, y el rasgo de liviandad lo rebaja. Los amantes de este tipo, parecen desviarse de la normalidad considerando a este tipo de mujeres como objetos amorosos de supremo valor, siendo éstas, las únicas personas a quienes pueden amar. Durante la vida de este tipo de amantes, se repiten varias veces pasiones de similares características, donde los objetos de amor pueden sustituirse entre sí, conformando una larga serie.
Los amantes de este tipo presentan una tendencia a rescatar a la amada. El hombre está convencido de que ella lo necesita, y su rescate consiste en el no abandono.

Los rasgos descritos (que la amada no sea libre, su liviandad, el alto valor que se le confiere, la necesidad de sentir celos, los sucesivos relevos dentro de una larga serie, y el propósito de rescatarla) no pueden derivarse de una única fuente. Esa elección de objeto, tiene el mismo origen psíquico que en la vida amorosa de las personas normales; brotando de la fijación infantil de la ternura a la madre y constituyen uno de los desenlaces de esa fijación. En la vida amorosa normal se observan muy pocos rasgos que dejen traslucir el arquetipo materno de la elección de objeto, ya que el desasimiento de la libido respecto de la madre se ha consumado con relativa rapidez. En cambio, en este tipo la libido se ha demorado tanto tiempo junto a la madre, aún después de sobrevenida la pubertad, que los objetos de amor elegidos llevan el sello de los caracteres maternos y todos devienen unos subrogados de la madre fácilmente reconocibles.

Se debe tornar verosímil que los rasgos característicos de nuestro tipo. Surgen efectivamente de la constelación materna. Esto puede observarse claramente en la primera condición (tercero perjudicado). En ella, se observa que la madre pertenece al padre, y este es un hecho inseparable del ser de aquella. En este caso el tercero perjudicado es el padre. La amada es única e insustituible, ya que nadie posee más de una madre.

En nuestro tipo todos los objetos de amor están destinados a ser principalmente unos subrogados de la madre, volviéndose comprensible la formación de series. El psicoanálisis nos enseña que lo insustituible eficaz dentro de lo inconsciente a menudo se anuncia mediante el relevo sucesivo en una serie interminable., y tal, justamente porque en cada subrogado se echa de menos la satisfacción ansiada.

La segunda condición de amor, la de liviandad del objeto elegido, parece contrariar enérgicamente una derivación del complejo materno. En el pensamiento conciente del adulto la madre aparece como una personalidad de pureza moral inatacable, y nada resulta tan penoso como dudar de ese carácter de la madre. Ese nexo de la oposición entre la “madre” y “la mujer fácil” nos llevará a explorar la historia de desarrollo y el nexo inconsciente de esos dos complejos. Ya es sabido que en el inconsciente a menudo coincide en una misma cosa lo que en la conciencia se presenta escindido en dos polos opuestos. La indagación nos remite a los años de la pubertad del varoncito, cuando recibe por primera vez la noticia más completa de las relaciones sexuales entre sus padres. Al revelarse este secreto, destruyen la autoridad de los adultos, que resulta inconciliable con el descubrimiento de su quehacer sexual.

El muchacho toma conocimiento de que existen mujeres que ejercen el acto sexual a cambio de una paga, y por eso son objeto de universal desprecio. Este muchacho, al descubrir la sexualidad entre sus padres sostiene que la diferencia entre la madre y la prostituta no es tan grande, ya que ambas hacen lo mismo. Esas comunicaciones de esclarecimiento le han despertado huellas mnémicas de sus impresiones y deseos de la primera infancia y, a partir de ellas, han vuelto a poner en actividad ciertas mociones anímicas. Cae bajo el complejo de Edipo, donde empieza a anhelar a su propia madre y a odiar al padre como un competidor que estorba ese deseo. El joven no perdona a su madre y considera como infidelidad que no le haya regalado a él, sino al padre, el comercio sexual. Estas mociones, cuando no pasan rápido, no tienen otra salida que desfogarse en fantasías que giran alrededor de la actividad sexual de la madre, y la tensión provocada se soluciona a través del onanismo.

El tipo de vida amorosa masculina descrito lleva en sí huellas de esta historia de desarrollo y puede comprenderse como una fijación a las fantasías de la pubertad del muchacho, las que más tarde hallan una salida hacia la realidad de la vida.

En realidad, el motivo del “rescate” tiene su significado y su historia propios, y es un retoño autónomo del complejo materno o, mejor dicho, parental. Al enterarse el niño de que debe la vida a sus padres, de que la madre le ha regalado la vida, en él se aúnan mociones tiernas con las de una manía de grandeza en pugna por la autonomía, para generar el deseo de devolver ese regalo a los padres, compensárselo por uno de igual valor. El muchacho fantasea con rescatar al padre de un peligro mortal, quedando de ésta manera a mano con él. En el caso de la madre, se hace más difícil sustituir por algo de igual valor este singular regalo (la vida). Rescatar a la madre, desde el inconsciente, cobra el significado de “obsequiarle o hacerle un hijo”, un hijo como uno es. Es decir, el hijo se muestra agradecido deseando tener un hijo de la madre, un hijo igual a él mismo; vale decir: en la fantasía de rescate se identifica plenamente con el padre. Este deseo de ser su propio padre satisface toda una serie de pulsiones: tiernas, de agradecimiento, concupiscentes, desafiantes, de autonomía. Y en ese cambio de significado tampoco se perdió el factor del peligro; ya que el acto del nacimiento es el peligro del que uno fue rescatado por esfuerzo de la madre. El nacimiento, es el primer peligro mortal para el individuo, y se constituye en arquetipo de todos los peligros posteriores ante los cuales sentimos angustia.

De acuerdo con las leyes válidas para la expresión de pensamientos inconscientes, “rescatar” puede cambiar de significado según lo fantasee una mujer o un hombre. Puede significar tanto hacer un hijo = procurarle el nacimiento” (en el hombre) como parir un hijo (en la mujer).

Es a causa de todos estos vínculos del motivo de rescate con el complejo parental que la tendencia a rescatar a la amada constituye un rasgo esencial del tipo amoroso. 

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