El problema del objeto.
El abordaje del objeto
sexual presenta una dificultad de orden interno. cita significativa sobre el
objeto: la propia noción de relación de objeto no es en absoluto destacada, ni
cultivada, ni ocupa el primer plano de la cuestión. “Freud—El objeto de la
pulsión es
Aquel a través del cual el
instinto puede alcanzar su objetivo. Es lo más variable que tiene el instinto,”
Se trata de su satisfacción en la medida en que, la meta llegue a su propio
Apaciguamiento (que la
pulsión quede satisfecha).
Articular la concepción del
objeto:
la noción del objeto es
siempre la de un objeto vuelto a encontrarse a partir de una determinación
primitiva, de tal forma que la recuperación, el reencuentro, nunca es
satisfactorio. relación entre el objeto y la frustración:Introduce la cuestión
de lo real, se habla de satisfacción, de gratificación, beneficios adaptados,
adecuados, a cada una de las etapas del desarrollo del joven sujeto, cuya
saturación más o menos completa o, por el contrario, su carencia se considera
un elemento esencial. Se trata de condiciones reales.
¿Qué hay de la castración?
La castración está vinculada
con un orden simbólico (objeto imaginario: el falo).
La frustración:La
frustración, no es la negación de un objeto de satisfacción en el sentido puro
y simple. Satisfacción quiere decir satisfacción de una necesidad, no tengo
necesidad de insistir en este punto.
La noción de frustración, es
remitida a la primera edad de la vida (traumas, fijaciones, impresiones,
provenientes de experiencias preedípicas). Modela la experiencia del sujeto y
prepara ciertas inflexiones que decidirán la vertiente hacia la que el complejo
habrá de inclinarse (dirección que podrá ser atípica o heterotípica). La
frustración: conjunto de impresiones reales, vividas por el sujeto en un
período del desarrollo en el que su relación con el objeto real se centra
habitualmente en la imago del seno materno, en relación con la cual se formarán
en él las primeras vertientes y se inscribirán sus primeras fijaciones (Estamos
pues ante un sujeto que se encuentra en una posición de deseo con respecto al
seno como objeto real).
La frustración es el centro
cuando se trata de situar las relaciones primitivas del niño.
Hay desde el origen en la
frustración dos vertientes:
-objeto real: un objeto
puede empezar a ejercer su influencia en las relaciones del sujeto mucho antes
de que haya sido percibido como objeto. Sólo en función de una periodicidad en
la que pueden aparecer agujeros y carencias, podrá establecerse cierta forma de
relación del sujeto que no requiere en absoluto admitir distinción de un yo y
un no yo. (por ejemplo en la posición autoerótica, en la que no hay
constitución del otro).
El agente (En este caso, el
agente es la madre)
La madre es algo distinto
que el objeto primitivo. Aparece a partir de esos primeros juegos, juegos que
consisten en tomar un objeto indiferente en sí mismo y sin ninguna clase de
valor biológico (Fort-Da).
Este par presencia-ausencia,
está vinculada a la primera constitución del agente de la frustración, que en
el origen es la madre. Podemos escribir como S(M) el símbolo de la frustración.
La presencia-ausencia está,
articulada en el registro de la llamada. La llamada al objeto materno se
produce cuando se halla ausente—y cuando está presente, es rechazado, en el
mismo registro que la llamada, o sea mediante una vocalización.
Esta escansión de la llamada
nos da un esbozo del orden simbólico, también ofrecerá precisamente al sujeto
la posibilidad de establecer una relación con un objeto real, es decir, ofrece
al sujeto la posibilidad de conectar la relación real con una relación
simbólica.
¿Qué ocurre si la madre, ya
no responde a la llamada del sujeto?
Cae. Si antes estaba
inscrita en la estructuración simbólica que hacía de ella un objeto
presente-ausente en función de la llamada, ahora se convierte en real (la
ausencia es real y no simbólica), esto, es el esbozo de la estructuración de
toda la realidad en lo sucesivo.
Correlativamente, se produce
un vuelco en la posición del objeto. En cuanto la madre se convierte en una
potencia y como tal en real, de ella depende el niño para su acceso a los
objetos.
Estos objetos, que hasta
entonces eran pura y simplemente objetos de satisfacción, se convierten en
objetos de don (símbolo de amor de la madre). Entonces, pueden entrar en la
connotación presencia-ausencia, como dependientes de ese objeto real que de
ahora en adelante es la potencia materna. Los objetos reales (literalmente), se
pueden tomar, poseer.
La noción de no yo, se
introduce por la imagen del otro o por lo que se puede poseer, entonces, los
objetos que el niño quiere conservar junto a él, ya sonla marca del valor de
esa potencia (la madre) que puede no responder.
Entonces, la madre se ha
convertido en real y el objeto en simbólico. El objeto vale como testimonio del
don proveniente de la potencia materna. El objeto tiene desde ese momento dos
órdenes de propiedades de satisfacción: satisface una necesidad, pero también
simboliza una potencia favorable.
Para Lacan, la madre es
omnipotente, no el niño. En este momento, en el cual la madre pasa a la
realidad, puede dar cualquier cosa. Lo que afecta a la omnipotencia materna son
las carencias y las decepciones.
(Para Freud, diremos que el
niño, como real, ocupa para la madre la función simbólica de su necesidad
imaginaria).
¿En qué momento puede el
niño darse cuenta de que lo amado no es él sino cierta imagen?
Cuando el niño capta la diferencia
de los sexos, el tener noción de que a la madre le falta ese falo, que ella
misma es deseante, será para el sujeto lo más decisivo.
El niño capta en el esta
imagen fálica, y desde ahí, interviene lo que es propiamente la relación
narcisista.
Clase 11: El falo y la madre
insaciable.
La frustración de una
necesidad acarrea modificaciones diversas, más o menos soportables para el
organismo, pero no engendra el mantenimiento del deseo. O el individuo sucumbe,
o el deseo se modifica, o declina. No se impone ninguna coherencia entre la
frustración y la permanencia del deseo, o su insistencia,
La frustración—y no
cualquier frustración, sino la utilizable en nuestra dialéctica (relación
primitiva del niño con su madre) —sólo es concebible como la negación de un
don, en la medida en que el don es símbolo del amor.
El carácter fundamental de
la relación de amor, no supone estar frente a un objeto, sino frente a un ser.
El niño no distingue por ejemplo, el amor y el deseo. Quiere decir que de
entrada se encuentra sumergido en un orden simbólico. Ocurren algunas cosas que
sólo son concebibles si el orden simbólico está ya presente.
El don implica todo el ciclo
del intercambio en el que se introduce el sujeto. EL don surge más allá de la
relación objetal, supone todo el orden del intercambio en el que ya ha entrado
el niño. No hay don que no esté constituido por el acto que previamente lo
había anulado o revocado. Sobre este fondo, como signo de amor, primero anulado
para reaparecer luego como pura presencia, el don se da o no se da al llamar.
Hablo de la llamada porque
éste es el primer plano, el primer tiempo, de la palabra.
Les decía que la llamada es
esencial en la palabra. La llamada no puede sostenerse ya aisladamente (como lo
demuestra la imagen freudiana del niño con su Fort-Da). La llamada exige
enfrentarse con su opuesto. Llamar lo localiza. Si la llamada es fundamental,
fundadora en el orden simbólico, es en la medida en que lo reclamado puede ser
rehusado.
El don se manifiesta al
llamar. La llamada se hace oír cuando el objeto no está. Cuando está, el objeto
se manifiesta como signo del don.
Toda satisfacción implica la
frustración.
La satisfacción aquí no es
más que sucedáneo, compensación (el niño aplasta lo que tiene de decepcionante
el juego simbólico mediante la incautación oral del objeto real de
satisfacción, en este caso el pecho) Lo que lo adormece de esta satisfacción es
precisamente su decepción, su frustración, el rechazo que puede haber
experimentado.
La dolorosa dialéctica del
objeto, a la vez presente y siempre ausente, en la que el niño se ejercita, es
en el fondo, de la relación del sujeto, con el par presencia-ausencia, relación
con la presencia sobre fondo de ausencia, con la ausencia como constitutiva de
la presencia. EL niño aplasta con la satisfacción la insatisfacción fundamental
de esta relación. Despista con la incautación oral. Ahoga lo que resulta de la
relación fundamentalmente simbólica.
¿Qué ocurre en el momento en
que interviene la satisfacción de la necesidad y sustituye a la satisfacción
simbólica?
La satisfacción de la
necesidad sufre una transformación. ¿Cual? el objeto real adquiere entonces el
valor de símbolo, podría decirles que, se ha convertido en símbolo o casi, pero
sólo sería un puro y simple juego de manos. Lo que adquiere carácter y valor
simbólico , es la actividad, el modo de aprehensión, que deja al niño en
posesión del objeto.
(PULSIONES)
Así, la oralidad se
convierte en lo que es. Como forma instintiva del hombre, es portadora de una
libido conservadora del cuerpo propio, pero no es sólo esto. ¿Es libido de la
conservación o libido sexual? Por supuesto, aspira a la conservación del
individuo, pero precisamente, como ha entrado en la dialéctica de la
sustitución de la exigencia de amor por la satisfacción, es en verdad una
actividad erotizada. Es libido en el sentido propio, y libido sexual.
¿Qué ocurre si el niño no
mama del pecho de su madre, sino que es alimentado con biberón? Precisamente a
esta objeción responde lo que acabo de estructurarles. En cuanto entra en la
dialéctica de la frustración el objeto real no es en sí mismo indiferente, pero
no tiene ninguna necesidad de ser específico. Aunque no sea el pecho de la
madre, no por ello perderá nada del lugar que le corresponde en la dialéctica
sexual, cuyo resultado es la erotización de la zona oral. Lo que desempeña aquí
el papel esencial no es el objeto, sino el hecho de que la actividad ha
adquirido una función erotizada en el plano del deseo, el cual se ordena en el
orden simbólico.
Puede que jugando este papel
no haya ningún objeto real en absoluto. Se trata únicamente de lo que da lugar
a una satisfacción sustitutiva de la saturación simbólica. Sólo esto puede
explicar la verdadera función de un síntoma como el de la anorexia mental.
La anorexia mental no es un
no comer, sino un no comer nada. Insisto—eso significa comer nada. Nada, es
precisamente algo que existe en el plano simbólico, el niño come nada, algo muy
distinto que una negación de la actividad. La madre de quien depende, hace uso
de esa ausencia. Gracias a esta nada, consigue que ella dependa de él.
Cuando se introduce en lo
real el vuelco simbólico de la actividad sustitutiva, la madre, hasta ese
momento sujeto de la exigencia simbólica, simplemente el lugar donde podía
manifestarse la presencia o la ausencia, se convierte en un ser real. En
efecto, como la madre puede rehusar eternamente, lo puede literalmente todo.
Se presenta de entrada como
la omnipotencia del ser real de quien depende, de forma absoluta y sin recurso
posible, el don o el no don.Les estoy diciendo que la madre es primordialmente
omnipotente (pero no contiene todo).
¿Cómo es posible que todos
los objetos fantasmáticos primitivos se encuentren reunidos en el inmenso
continente del cuerpo materno?
sólo es posible a través de
una proyección retroactiva de toda la gama de objetos imaginarios en el seno
del cuerpo materno. Sí que están ahí es porque la madre constituye un campo
virtual de nadificación simbólica, que dará a todos los objetos venideros, cada
uno en su momento, todo su valor simbólico.En este punto, el niño se encuentra
frente a la omnipotencia materno.
(ESTADIO DEL ESPEJO Y
AGRESIVIDAD)
Para que la omnipotencia
real engendre en el sujeto un estado depresivo, es necesario además que pueda
reflexionar sobre sí mismo y sobre el contraste de su impotencia. La
experiencia clínica permite situar este punto alrededor de ese sexto mes,
cuando se produce el fenómeno del estadio del espejo.
Como yo mismo enseñé, cuando
el sujeto capta la totalidad de su propio cuerpo en su reflexión especular,
experimenta más bien un sentimiento de triunfo. A esto, que es una
reconstrucción, no le falta confirmación en la experiencia, y el carácter
jubiloso de este encuentro es indudable. Pero conviene no confundir aquí dos
cosas.
Por una parte, está la
experiencia del dominio, que dará a la relación del niño con su propio, que
quedará siempre ahí. Por otra parte, está el encuentro con la realidad del amo.
Como la forma del dominio la obtiene el sujeto bajo la forma de una totalidad
alienada de sí mismo, pero vinculada con él y dependiente de él, hay júbilo,
pero es muy distinto cuando, una vez recibida ya esta forma, se encuentra con
la realidad del amo. Así, el momento de su triunfo es también el heraldo de su
derrota. Cuando se encuentra en presencia de esa totalidad bajo la forma del
cuerpo materno, se ve obligado a constatar que ella no le obedece. Cuando entra
en juego la estructura especular refleja del estadio del espejo, la
omnipotencia materna sólo se refleja entonces en posición netamente depresiva,
y entonces hay en el niño sentimiento de impotencia.
(ej: anorexia mental) , La
experiencia nos muestra, y con razón, que la resistencia a la omnipotencia no
se elabora en el plano de la acción bajo la forma del negativismo, sino en el
del objeto, que se nos ha revelado bajo el signo de la nada. Con este objeto
anulado, en cuanto simbólico, el niño pone trabas a su dependencia, y
precisamente alimentándose de nada. Aquí invierte su relación de dependencia,
haciéndose por este medio, él, que depende de esa omnipotencia ávida de hacerle
vivir, su amo. Así es ella quien depende por su deseo, ella quien está a su
merced, a merced de las manifestaciones de su capricho, a merced de su
omnipotencia, la de él.
La intencionalidad de amor
constituye muy precozmente, antes de cualquier más allá del objeto, una
estructuración fundamentalmente simbólica,imposible de concebir sin plantear
que el propio orden simbólico esta ya instituido y presente.
(FORD-DA)
Tal vez debiéramos recordar,
que la teoría de la comunicación existe. Así, nos recuerda que cuando un niño
grita, se produce una situación total que incluye a la madre, al grito, al
niño. En consecuencia, estamos en plena teoría de la comunicación—el niño grita
y la madre recibe su grito como una señal, una señal de la necesidad. Si
partimos de ahí, tal vez consiguieramos reorganizar nuestra experiencia.
Se trata del grito en la medida
en que reclama una respuesta, que llama, diría yo, sobre un fondo de respuesta.
EL grito se produce en un estado de cosas en el cual no sólo el lenguaje ya
está instituido para el niño, sino que este nada en un medio de lenguaje y se
apodera de sus primeras migajas, las articula, como par de alternancia.
EL Fort-Da es aquí esencial.
EL grito que tenemos en cuenta en la frustración se inserta en un mundo
sincrónico de gritos organizado como sistema simbólico. Los gritos están ya
virtualmente organizados en un sistema simbólico.
No hay más que ver la
necesidad esencial que tiene el niño de recibir esos gritos modelados y
articulados llamados palabras, así como su interés por el propio sistema del
lenguaje. EL don tipo es precisamente el don de la palabra, porque en efecto el
don es aquí, por así decirlo, igual en su principio. Desde el origen, el niño
se nutre de palabras tanto como de pan, y muere por ellas.
(ESTADIO DEL ESPEJO)
En efecto, todas las
relaciones con el cuerpo propio establecidas a través de la relación especular,
todas las pertenencias del cuerpo, entran en juego y quedan transformadas por
su advenimiento al significante. Que los excrementos se conviertan, en objeto
preferente del don no ha de sorprendernos, ya que evidentemente es en el
material a su disposición en relación con su cuerpo donde el niño puede
encontrar lo real adecuado para alimentar lo simbólico.
(SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO
DE EDIPO)
Ahora se trata de ver cómo,
en la dialéctica de la frustración, se introduce el falo.
Es un hecho. Si no
descubriéramos en los fenómenos el predominio, la preeminencia del falo en toda
la dialéctica imaginaria que preside las aventuras, los avatares y también los
fracasos y los desfallecimientos del desarrollo genital, no habría ningún problema,
en efecto.
Como advierte Freud, si
según él, a la mujer le cuesta mucho más que al chico hacer entrar la realidad
de lo que ocurre del lado del útero o la vagina en una dialéctica del deseo que
le resulte satisfactoria, es en efecto porque ha de pasar por algo con lo que
tiene una relación completamente distinta que el hombre, algo que le falta, es
decir el falo. Pero la razón que explica porque es así, nunca debe deducirse de
nada originado en una disposición fisiológica cualquiera. Hay que partir de la
existencia de un falo imaginario.
EL falo imaginario es el eje
de toda una serie de hechos que exigen postularlo.
A la madre le falta el falo,
que precisamente porque le falta, desea, y que sólo puede estar satisfecha en
la medida en que algo se lo proporciona.
Tal vez ya estamos algo
preparados para admitir que la falta es aquí el principal deseo, si admitimos
que esta es igualmente la característica del orden simbólico.
Si la situación se presenta
así es porque el falo imaginario desempeña un papel significante de primer
orden. El significante no lo va inventando cada sujeto deacuerdo con su sexo o
sus disposiciones. EL significante existe. Es indudable que el papel del falo
como significante es subyacente.
Al fin y al cabo, ya sabemos
que esa falta de la que hablamos en la mujer no es una falta real. Todos
sabemos que ellas pueden tener algún falo, los tienen y además los producen,
hacen niños, hacen falóforos.
(COMPLEJO DE CASTRACION)
En la pretendida exigencia
de la madre fálica, ¿qué papel desempeña el falo?
En un artículo sobre el
complejo de castración en las mujeres, nos da un ejemplo de una pequeña de dos
años que se dirige al armario de los cigarros después de la comida. EL primero
se lo da a papá, el segundo a mamá, que no fuma, y se mete el tercero entre las
piernas.
El tercer gesto de la niña
indica que ese objeto simbólico le falta. Lo que manifiesta así es la falta.
Pero de la misma forma, se lo da también en primer lugar a aquel a quien no le
falta, señalando claramente en que puede ella desearlo, a saber, como demuestra
la experiencia, para satisfacer a aquella a quien le falta.
Verán que para la niña no se
trata tan sólo de que le falte el falo a ella, sino de dárselo a su madre, o de
darle un equivalente, como si fuera un niño.
Es una idea mucho más simple
que todo lo que les proponen habitualmente. Se trata del falo y de saber cómo
capta el niño, de forma más o menos consciente, que a su omnipotente madre le
falta fundamentalmente algo, y la cuestión es porque vía le dará ese objeto que
le falta y que a él mismo le falta siempre. No lo olvidemos, en efecto, el falo
del niño no es mucho más valeroso que el de la niña.
(NARCISISMO)
Hay que tener presente la
importancia de este descubrimiento que el niño hace sobre sí mismo, para
comprender el valor exacto de sus tentativas de seducción ante la madre, de las
que tanto se habla. Están profundamente marcadas por el conflicto narcisista.
En esta ocasión se producen siempre las primeras lesiones narcisistas. A fin de
cuentas, mucho más que de la simple pulsión o agresión sexual, el hecho es que
el niño quiere hacer creer que es un macho o un portador del falo, cuando sólo
lo es a medias.
En todo el periodo
preedipíco, el falo es fundamental como significante, fundamental en ese
imaginario de la madre que se trata de alcanzar, porque el yo del niño se apoya
en la omnipotencia de la madre.
La etapa crucial se sitúa
justo antes del Edipo, entre la relación primera de la frustración primitiva, y
el Edipo. En esta etapa, el niño se introduce en la dialéctica intersubjetiva
del señuelo. Para satisfacer lo que no puede ser satisfecho, a saber, el deseo
de la madre, que es insaciable, el niño, por la vía que sea, toma el camino de
hacerse el mismo objeto falaz. Este deseo que no puede ser saciado, es cuestión
de engañarlo. Porque el niño le muestra a la madre algo que él no es.
Al hacerse objeto para
engañar, el niño se compromete con respecto al otro en una posición en la cual
la relación intersubjetiva está enteramente constituida.
El sujeto supone en el otro
el deseo. Lo que se trata de satisfacer es un deseo en segundo grado, y como es
un deseo que no puede ser satisfecho, sólo se le puede engañar.
Esa madre insaciable,
insatisfecha, a cuyo alrededor se construye toda la ascensión del niño por el
camino del narcisismo, es alguien real, ella está ahí, y como todos los seres
insaciables, busca qué devorar.
He aquí el gran peligro que
nos revelan sus fantasmas, ser devorado. Lo encontramos en el origen y lo
encontramos nuevamente en este rodeo, y proporciona la forma esencial bajo la
cual se presenta la fobia.