lunes, 3 de mayo de 2021

 

Sobre los mecanismos psíquicos de los fenómenos histéricos (1893)

 

Charcot (Histeria Traumática): Un trauma para devenir histérico tiene que ser grave, que conecte con una representación de un peligro mortal, pero no debe cesar la actividad psíquica. Debe tener una relación con una parte del cuerpo. En el ataque se repite la escena del accidente. La parálisis histérica también puede ser efecto de sugestión verbal por medio de hipnosis. Para que una escena produzca una parálisis el enfermo debe estar en un estado mental hipnoide, similar al de la sugestión traumática.

Para estudiar la histeria no traumática es necesario poner a los enfermos en estado hipnótico, y preguntar por el origen de los síntomas. Tras los fenómenos histéricos se esconde una vivencia teñida de afecto, que determina unívocamente el síntoma. Si se equipara esta vivencia teñida de afecto con la traumática, se arriba a la conclusión que existe una total analogía entre la parálisis traumática y la histeria no traumática.

Casos: Anna O. (contractura en el brazo), Emmy von N. (chasquido de la lengua). A menudo una ocasión sola no alcanza para fijar un síntoma, pero si se presenta varias veces con un cierto afecto, luego se fija y permanece. La determinación de un síntoma por el trauma psíquico consiste en una referencia simbólica de éste. Por ejemplo, en el caso Cäcilie, que sus dolores de cabeza se produjeron cuando su abuela la “penetró” con la mirada. Existe un propósito de expresar el estado psíquico por uno corporal, y la lengua ofrece los puentes.

Toda histérica es traumática en el sentido de trauma psíquico. Y se pueden estudiar los fenómenos histéricos siguiendo el mismo esquema de la histeria traumática.

Si se consigue llevar al enfermo hasta un recuerdo bien vívido, queda gobernado por un afecto y si se lo constriñe a expresarlo en palabras, a la vez que produce un afecto violento, vuelve a aparecerle muy acusado aquel fenómeno de los dolores y el síntoma desaparece (cuando cesa la causa, cesa el efecto). Permite vivenciar la escena por segunda vez, y completar la reacción, aligerándose del afecto de la representación que estaba estrangulado. Este es el método catártico.

El recuerdo ha conservado su pleno afecto. Si un ser humano experimenta una impresión psíquica, se acrecienta en su sistema nervioso una suma de excitación, por vía sensorial, y su empequeñecimiento se produce por vías motrices. La reacción adecuada es descargar cuanto le fue cargado, es decir la acción. Si la reacción está totalmente interceptada, el recuerdo conserva su afecto, y este padecer es una mortificación tolerado en silencio. Toda vez que el afecto no se pudo abreaccionar, él puede convertirse en trauma psíquico. Ya sea que la ofensa se tramite por representaciones contrastantes evocadas en su interior o no, el afecto adherido es susceptible al desgaste y sucumba al olvido con el paso del tiempo. En el histérico, en cambio, hay unas impresiones que no se despojaron de afecto, y ocupan una posición excepcional frente al desgaste. El histérico padece de unos traumas psíquicos incompletamente tramitados o abreaccionados.

Las condiciones bajo las cuales los recuerdos devienen patógenos son: representaciones tales que el trauma fue grande, y el sistema nervioso no pudo tramitarlo; el contenido imposibilita o simplemente la persona rehúsa la reacción. Otro grupo de casos son ínfimas pero cobran alta significatividad por sobrevenir en momentos de una predisposición patológicamente acrecentada (autohipnosis), en el que no puede dar trámite asociativo a la representación. Hay una conciencia doble que inclina a la disociación y al surgimiento de estados anormales de conciencia.

 

Neuropsicosis de defensa (1894)

 

I. Enlace inteligible entre el mecanismo psicológico entre fobias, representaciones obsesivas y la histeria. Son de defensa por el intento de reprimir una representación inconciliable.

El complejo sintomático de la histeria, justifica el supuesto de una escisión de la conciencia con formación de grupos psíquicos separados.

-Janet: la escisión de conciencia es un rasgo primario de la alteración histérica, debido a la endeblez innata de la aptitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del campo de conciencia.

-Breuer: condición de la histeria es el advenimiento de estados hipnoides, oníricos, aptitud limitada para la asociación, la escisión de conciencia es secundaria, adquirida. Se produce en virtud de que las representaciones que afloran están segregadas del comercio asociativo con el resto del contenido de conciencia.

Esta es una de las formas de histeria en las que la escisión de conciencia no es primaria. Las otras son:

-Histerias de defensa: La escisión del contenido de conciencia es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo;

-Histerias de retención puras: se interceptó la reacción frente al estímulo traumático, y luego serán tramitados por abreacción.

Histerias de defensa:

Sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vida de representaciones, una vivencia que despertó un afecto tan penoso que decidió olvidarla, no pudiendo solucionar la contradicción que le oponía. Nacen del vivenciar sexual, e intentan ahuyentarlo o sofocarlo. Ese olvidó no se logró y llevó a diversas reacciones patológicas que provocaron una histeria, representación obsesiva o psicosis alucinatoria. También se necesita una predisposición patológica.

El camino de la sofocación al síntoma trascurre en la tarea del Yo defensor de tratar como no acontecida la representación inconciliable, pero como la huella mnémica y el afecto están ahí, no se los puede extirpar, una solución es convertir esta representación intensa en una débil, arrancándole el afecto. En la histeria el modo de volver inocua la representación inconciliable es trasponer a o corporal la suma de excitación (conversión). Puede ser total o parcial y sobrevendrá en aquella inervación que mantenga un nexo con la vivencia traumática. El Yo queda exento de contradicción, pero queda un símbolo mnémico, que habita la conciencia, sea como una inervación motriz irresoluble o como una sensación alucinatoria, y permanecerá hasta que sobrevenga una conversión en sentido inverso. La Huella Mnémica de la representación reprimida no ha sido sepultada sino que forma el núcleo de un grupo psíquico segundo. Una vez formado en un momento traumático ese núcleo para una escisión histérica, su engrosamiento se produce en otros momentos traumáticos auxiliares, toda vez que una impresión de la misma clase aporte un nuevo afecto a la representación debilitada, y se enlace psíquicamente.

La excitación esforzada por una vía falsa al cuerpo consigue volver hasta la representación de vez en cuando y constriñe a la persona a su procesamiento asociativo o a su trámite en ataques histéricos. El método catártico consiste en volver a guiar la excitación de lo corporal a lo psíquico, mediante un trabajo de pensamiento reequilibrar la contradicción y descargarla por medio del habla.

La hipnosis ensancha la conciencia y vuelve accesible el grupo psíquico escindido.

El factor característico de la histeria es la aptitud para la conversión; solo lleva a la histeria en caso de inconciliabilidad psíquica o almacenamiento de la excitación.

 

II. Si no tiene capacidad convertidora, y para defenderse de una representación inconciliable se divorcia de su afecto, el monto de afecto permanece en el ámbito psíquico. La representación debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia, aunque permanece dentro de ésta, pero su afecto se adhiere a otras representaciones no inconciliables, que en virtud de este enlace falso devienen obsesivas. La fuente del afecto de un enlace falso es la vida sexual, que conlleve las mas abundantes ocasiones para la emergencia de representaciones inconciliables. En general apareció una vez que el empeño voluntario de ahuyentarlo hubo alcanzado su propósito. Entonces la representación se divorcia de su afecto y se enlaza con otra representación en sí no inconciliable, (enlace falso). Los caminos por lo que se consigue son físicos. El afecto de la representación obsesiva aparece dislocado, trasportado, y se puede ensayar la retraducción a lo sexual. El enlace falso es otra representación que sea compatible con un afecto de esa cualidad o tenga ciertos vínculos a raíz de los cuales parezca utilizable como su subrogado. La representación inconciliable fue excluida de la conciencia, y constituyen el núcleo de un grupo psíquico segundo.

La neurastenia a diferencia de las neurosis obsesivas, no presenta un mecanismo psíquico.

III. Hipótesis auxiliar: en las funciones psíquicas vale distinguir un monto de afecto o suma de excitación que tiene todas las propiedades de una cantidad, que es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento, y descarga, y difunde por las huellas mnémicas de las representaciones como una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos.

 

La Proton Pseudos Histérica (“Emma”)[1] (1895)

 

La compulsión histérica es un proceso primario, y la fuerza que mueve este proceso es la defensa del Yo. Sucede en el ámbito sexual.

Emma salió de una tienda presa de un afecto de terror, y se despiertan los pensamientos que se reían de su vestido, y uno le gustó sexualmente. Sin embargo, los recuerdos despertados no explican ni la compulsión ni el determinismo del síntoma.

Hay un segundo recuerdo, que tuvo en el momento de la Escena I. Siendo una niña fue dos veces a una pastelería y el encargado le pellizcó los genitales. Se reprochó haber ido una segunda vez. La escena I se entiende por la escena II. La conexión asociativa entre ambas es la risa, que en la escena I le recordaba inconscientemente a la del pastelero de la escena II. El recuerdo despierta un desprendimiento sexual, que se traspone en angustia, y en miedo a que repitan el atentado. Devienen consiente el desprendimiento sexual (el empleado le ha gustado), el vestido y la risa. Los enlaces falsos son: que se ríen de su vestido, y que un empleado le ha gustado. El material que ha devenido conciente es: el vestido, la risa, los empleados y el placer sexual. El atentado y el pastelero quedan inconscientes. No ingresa en la conciencia el eslabón de interés, sino un símbolo de éste, el vestido. El desprendimiento se anuda al recuerdo del atentado, sin embargo, no surgió en la vivencia. El recuerdo despierta un afecto que la vivencia no despierta, porque la alteración de la pubertad posibilita otra comprensión de lo recordado. El recuerdo solo con efecto retardado ha devenido trauma.

 

Estudios sobre la Histeria (1895)

 

Caso Cäcilie: Neuralgia facial como síntoma histérico por simbolización. Cuando se reconstruyen escenas anteriores, se encuentra el primer ataque de neuralgia, en el que se vislumbra una conversión por simultaneidad. Fue una visión dolida a raíz de la cual emergió un reproche que la movió a refrenar (esforzar hacia atrás) otra serie de pensamientos. La neuralgia era el signo de una excitación psíquica, que fue despertada por eco asociativo desde la vida de los pensamientos por conversión simbolizadora. La simbolización busca de los dolores que estén presentes, uno conveniente y persistente. También están presentes la sugestión y la conversión. La sensación despierta la representación como interpretación de ésta, y la representación crea la sensación como simbolización. La histeria reestablece para sus inervaciones más intensas el sentido originario de la palabra, cuyas sensaciones pertenecen a la expresión de las emociones.

Tenía una singular forma de presentimiento, que era un vislumbre de lo que estaba listo en lo inconsciente y la conciencia procesa la representación que afloraba como repentina y ocurrencia.

Para Janet la histeria es una enfermedad de endebles, en la que se produce una escisión de la psique. La escisión sobreviene porque su actividad psíquica está dividida y el pensar conciente dispone sólo de una parte de la capacidad operativa.

 

 

Estudios sobre la Histeria: Elizabeth Von R. (1895)

 

Presenta zonas histerógenas donde al estimularse, se despiertan pensamientos que se encuentran escondidos detrás de ese dolor, asociados a esa parte del cuerpo. El método consistiría en la remoción del material patógeno estrato por estrato. Prestando atención a baches entre los eslabones de la cadena de causaciones del relato, y aplicando la exploración hipnótica para llegar cada vez más profundo.

La señorita Von R. sufrió una serie de padecimientos que la llevaron a contraer una histeria. Un caso de inconciliabilidad provocó los primeros dolores: haber abandonado a su padre enfermo toda una tarde por estar con su enamorado. Como resultado del conflicto psíquico la representación erótica fue reprimida de la asociación, y el afecto fue aplicado para animar un dolor presente: conversión con el fin de la defensa. El nexo de la zona histerógena es que era el lugar donde su padre descansaba la pierna cuando renovaba las vendas. Las piernas comenzaban a intervenir en la conversación: durante la terapia, mientras despertaba el recuerdo, el dolor volvía, estaba en apogeo cuando estaba por declarar lo esencial, y desaparecía después. El dolor era removido por la palabra (abreacción). Le había quitado cierto quantum de dolor, y cuando hubiera dicho todo sanaría. Cada nueva ocasión psíquica de sensaciones dolidas se enlazaba con un diverso lugar del área dolorosa de las piernas, por asociación. Se estaba frente a una multiplicidad de síntomas similares que parecían fusionados en uno sólo. Cada escena había dejado tras de sí una huella pues producía una investidura permanente, que se acumulaba. Buscaba una expresión simbólica para sus pensamientos, que lo hallaba en un incremento de los dolores. La defensa era frente a una representación: ahora que la hermana estaba muerta el cuñado estaba libre, y logró ahorrarse la dolorosa certidumbre de lo que sentía creándose unos dolores corporales, y cuando esto podía imponérsele, había generado los dolores por conversión. La resistencia a la reproducción de escenas de eficacia traumática era la misma energía que había esforzado fuera de la asociación a la representación inconciliable. Para Elizabeth, la representación de sus deberes hacia el padre entraban en conflicto con el contenido de su ansiar erótico.

El grupo de representaciones se mantenía aislado de la asociación con el afecto por dos motivos: los dolores se generaron al mismo tiempo que se formó el grupo psíquico separado (motivo = resistencia), y la enferma oponía resistencia al intento de asociación entre éste y sus restantes contenidos de conciencia (mecanismo = conversión).

Histeria de retención: el cuidado de un enfermo lleva a sofocar la propia emoción y almacenarlos en su interior. Si el enfermo cura pueden desvalorizarse, pero si muere, sólo es valioso lo referido al difunto, y entonces les toca el turno a esas impresiones que aguardaban tramitación, momento en el cuál estalla la histeria.

Los dolores no se generaban mientras la enferma vivenciaba las impresiones del primer período sino con efecto retardado, cuando la enferma reprodujo esas impresiones en sus pensamientos. Una nueva vivencia despierta recuerdo de parecidos contenidos previos, y luego se forman símbolos mnémicos. La conversión es por sumación de los traumas, y puede ocurrir por vivencia fresca o recuerdos. Lo que hace de ese afecto no tramitado factor traumático es la cuantía de esa tensión, que crece por adición de ocasiones semejantes más allá de lo tolerable.

El determinismo del síntoma (dolor en las piernas) no es creado sino tomado, aprovechado y aumentado por la neurosis, un dolor preexistente de base orgánica. Estaba presente en la conciencia en el momento del trauma, y se enlazaba con el contenido de representaciones a reprimir. Para que se forme síntoma histérico debe haber un enlace asociativo entre el dolor físico y el afecto psíquico.

El empalidecimiento o pérdida de afecto de un recuerdo depende de si se ha reaccionado enérgicamente o no. Si no se descarga el afecto por sofocación, éste queda estrangulado, y permanece conectado con el recuerdo. La reacción es catártica si fue adecuada. Con la palabra puede ser abreaccionado; también puede ser tramitado puesto en asociación con otras representaciones que lo contradicen o rectifican. En el caso de la histeria los recuerdos conservan su afecto, éstos están ausentes de la memoria. Es por esto que el método catártico es capaz de eliminar cualquier síntoma histérico, el cual es impotente, por cierto, frente a la neurastenia y las neurosis de angustia. Éste no influye sobre las causas, y no puede impedir que surjan síntomas nuevos en el lugar de los abreaccionados. Éste no pierde valor por ser sintomático y no causal, ya que el Yo fortalecido está más preparado para tramitar este afecto.

Histeria de defensa: una representación conciente queda excluida de ésta y se forma un grupo psíquico separado. Se produce el conflicto que lleva a su exclusión y el enfermo no presta más atención a ésta. Estos momentos son traumáticos: en ellos ha sobrevenido la conversión, que dieron por resultado la escisión de conciencia y síntomas histéricos. Para la histeria de defensa debe existir uno de estos momentos. En el caso Von R. fueron múltiples éstos momentos, posibilitados por que una vivencia semejante aporta nueva excitación al grupo psíquico divorciado y cancela el éxito de la conversión, al verse el Yo precisado a ocuparse de ésta representación y establecer una nueva conversión.

Histeria hipnoide: la representación no fue nunca conciente.

 

 

 

 

 

 


Sobre la psicoterapia de la Histeria (1895)

 

El método psicoterapéutico cancela la acción eficiente de la representación originariamente no abreaccionada porque permite a su afecto estrangulado el decurso a través del decir, y la lleva hasta su rectificación asociativa al introducirla en la conciencia normal (en estado de hipnosis ligera) o al cancelarla por sugestión médica.

La hipnosis demostró no ser efectiva porque no todos eran hipnotizables, y había que encontrar aquello que caracterizaba a la histeria. En la neurastenia no hay mecanismo psíquico. La neurosis obsesiva, tajantemente separada de ésta, posee una etiología semejante a la histérica, y una vasta posibilidad de reducirla mediante psicoterapia. También separados de la neurastenia están las neurosis de angustia, y poseen una etiología diversa. Sobrevienen por una acumulación de una tensión psíquica sexual, que si bien no tiene un mecanismo psíquico, influye sobre la vida psíquica. Junto a la neurastenia y a la neurosis de angustia se le suma la hipocondría como neurosis actual (etiología puramente física). Las mas de las veces la neurosis son mixtas, las neurosis obsesivas y la histeria se suelen combinar en una neurosis de angustia. Y se presentan juntas porque sus factores etiológicos se contaminan. Es importante en la terapia separar las partes histéricas de la neurosis de angustia y la neurastenia, porque puede darse una expresión precisa al valor terapéutico del método catártico, el cual es impotente frente a estas dos últimas. Otra barrera es que no influye sobre las causas por lo tanto no puede impedir nuevos síntomas. La génesis de las neurosis está las más de las veces sobredeterminada. La eliminación de los productos de la enfermedad ejercen un efecto curativo al prestar apoyo al yo normal empeñado en la defensa y precaverlo del avasallamiento, limitando la neoproducción de síntomas patológicos. Fortalece al sistema nervioso del enfermo en su capacidad de resistencia. El grupo psíquico escindido desempeña el papel del provocador del cual surge una cristalización en el lugar donde está predispuesto a producirse.

El método de Breuer (hipnosis) era necesario para ensanchar la memoria y hallar los recuerdos patógenos ausentes en la conciencia, pero había pacientes no hipnotizables, porque se rehusaban a éste método. La forma de sortear la hipnosis y acceder a estos recuerdos fue por un esfuerzo conciente de los pacientes de recordar, y la persuasión del médico. A esto le agrega la presión en la frente (hipnosis reforzada). De ésta forma disocia la atención del enfermo de su acción conciente, su voluntad. El paciente tenía que superar una fuerza que contrariaba el devenir conciente de las representaciones patógenas. Esta es la misma fuerza que cooperó en la génesis del síntoma. Tales representaciones eran de naturaleza penosa, aptas para provocar vergüenza, reproche, dolor psíquico, menoscabo, inconciliable con las representaciones ya reunidas, que provocó la repulsión. Esa defensa que expulsó de la conciencia la representación, se presentaba cuando intentaba dirigir la atención hacia ella, y se mostraba como resistencia. La representación se volvió patógena justamente por la represión.

 


    

 

 

 

 

La representación patógena está en las cercanías y se la puede alcanzar mediante asociaciones, solo se necesita remover algunos obstáculos, que son la voluntad de la persona. El recuerdo que aflora es un eslabón dentro de la cadena asociativa, en cuyo término se encuentra la representación buscada.

Para que el método de la presión funcione, el enfermo tiene que exteriorizar todo cuanto se le venga a la mente sin juzgarlo. La resistencia se esconde tras excusas, y lo más interesante suele estar disfrazado de banal. Cuando hablan con menosprecio de una ocurrencia, o desmienten su existencia, es signo de defensa lograda: tornó débil una representación fuerte, le arrancó el afecto. Las imágenes también permanecen mientras tengan algo que decir. Con éste procedimiento uno tiene la dirección por la cuál investigar. El enfermo sólo se libera de síntomas histéricos reproduciendo las impresiones patológicas causadoras y declarándolas bajo una exteriorización de afecto, y el analista debe moverlo a ello.

La hipnosis mostró estar llena de resistencias, lo mismo que el análisis en pacientes en estado de vigilia, y tuvo los mismos efectos que se encontraron por medio de la sugestión.

Histeria de defensa: se genera por la represión desde la fuerza motriz de la defensa de una representación inconciliable. La representación reprimida se vuelve una huella mnémica debilitada, y el afecto inerva una zona del cuerpo (conversión de la excitación). En virtud de la represión la representación se vuelve patógena.

Histeria hipnoide: la representación deviene patógena porque ésta, concebida en un particular estado psíquico, permanece fuera del yo. Ninguna fuerza la apartó del yo, y en estado sonámbulo puede introducírsela en la conciencia. No hay resistencia. En la práctica el estado hipnoide debía su segregación a la circunstancia de imperar un grupo psíquico escindido por vía de defensa. Por lo tanto ambos casos de histeria coinciden en sus raíces.

La más de las veces no se tiene un síntoma único, y tampoco se puede esperar un recuerdo traumático y una representación patógena, sino varios. El material psíquico se compone de un núcleo de recuerdos (vivencias o ilaciones de pensamientos), y una muchedumbre de material mnémico (en torno al núcleo, que es preciso reelaborar), y posee una triple estratificación: ordenamiento lineal cronológico (con la secuencia de su génesis invertida en la reproducción); concéntrico en torno al núcleo patógeno (estratos de resistencia creciente hacia el núcleo y zonas de igual alteración de conciencia; los estratos periféricos contienen recuerdos concientes, y más cerca del núcleo inconscientes), ambos dos de carácter morfológico; y según el contenido del pensamiento (enlace por los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo, por una línea quebrada). Posee un carácter dinámico, se corresponde a un sistema de líneas ramificadas y convergentes en puntos nodales, que desde ahí vuelven a devanarse, y en el núcleo desembocan varios hilos de trayectorias separadas o que muestran conexiones laterales. Esto muestra el sobredeterminismo de los síntomas.

Puede ser que en el material patógeno haya en juego más de un núcleo, por ejemplo cuando hay un segundo estallido histérico con su propia etiología pero enlazado con el primero. El núcleo patógeno no se puede extirpar del Yo pues sus estratos más externos traspasan hacia los sectores del Yo normal al cual también pertenecen. Los estratos internos se enajenan del Yo más y más sin que la frontera de lo patógeno comience visiblemente. No se comporta como un cuerpo extraño sino como una infiltración por la resistencia. La terapia consiste en disolver la resistencia y facilitar el camino por un ámbito antes bloqueado.

El estrechamiento de conciencia se lleva a cabo por el intento de reprimir un recuerdo el cual le genera resistencias al enfermo. La reelaboración tropieza con dificultades, y el paso a la conciencia se obstruye. Este material patógeno se filtrará y alcanzará la conciencia como descompuesta en fragmentos. La terapia tiene que recomponer la organización conjeturada. Avanzar directamente hacia el núcleo es infructuoso. Primero hay que mantenerse en la periferia del producto psíquico patógeno, superando leves resistencias mediante el método de la presión, para avanzar un breve trecho; luego el enfermo empieza a colaborar por sí solo, siguiendo este camino, y aportando material que será importante más adelante, aunque ahora se presente inconexo (ensanchamiento periférico). Para adentrarse más hay que adueñarse de un tramo del hilo lógico. Los relatos del enfermo poseen lagunas y enlaces falsos, el nexo está roto, y por detrás de éstos puntos débiles se puede acceder a los estratos más hondos, facilitado por el procedimiento de la presión.

Todo elemento que surge en análisis, como imágenes mnémicas, son pertinentes, o indispensables como elementos de trasmisión puesto que sólo a través de ellos pasa la asociación entre dos recuerdos importantes. Una reminiscencia no retorna si ya fue tramitada. El síntoma retorna con más fuerza cuando se entrometió en la región de la organización patógena que contiene la etiología de éste, y desciende tras una declaración del recuerdo. Si no se puede llevar a cabo se produce el síntoma que reemplaza la acción psíquica (de acuerdo a la teoría de la conversión). Una serie ininterrumpida lleva desde los restos mnémicos (de vivencias y actos de pensamientos llenos de afectos), hasta los símbolos mnémicos (los síntomas).

Respecto al fracaso del procedimiento de la presión puede ser que no haya nada para recoger, que haya una resistencia, o que el nexo entre el paciente y el analista esté perturbado. Éste obstáculo sobreviene en tres casos:

-Enajenación personal: se siente menospreciada o desconfía del médico o el tratamiento; se resuelve por esclarecimiento

-Miedo al acostumbramiento: dependencia

-Enlace falso: transferencia de las representaciones penosas al médico. Primero aflora en la conciencia el contenido del deseo sin los recuerdos colaterales (contextuales), y en virtud a la compulsión de asociar, se toma al analista como sujeto del deseo; despierta el mismo afecto que en su momento ese deseo. Éste es un síntoma neoproducido y hay que tratarlo como un síntoma antiguo. Para la paciente el trabajo sigue siendo superar el afecto penoso por tal representación, y es indiferente si el tema es el pasado o el reciente.

 

Manuscrito K (1986)

 

Neurosis de Defensa:

Son aberraciones patológicas de estados afectivos normales: del conflicto (histeria), del reproche (neurosis obsesiva), de la afrenta (paranoia), del duelo (amencia alucinatoria aguda). Conducen a un daño permanente del Yo. La ocasión tiene que cumplir dos condiciones: ser sexual e infantil.

Hay una tendencia defensiva normal, desinclinación a guiar la energía psíquica de modo que genere displacer. La ley de constancia rige los mecanismos psíquicos. Pero no se puede volver contra percepciones, sino solo contra recuerdos y representaciones cognitivas. Es nociva cuando el recuerdo actual es mayor al desencadenado originariamente. Este es el caso de las representaciones sexuales. Entre la vivencia y el recuerdo se interpola la pubertad, que acrecienta el efecto de la reanudación.

El displacer que surge de una estimulación sexual prematura no es producto de los diques psíquicos, ya que con una libido alta no se siente asco, moral o vergüenza. En la vida sexual existe una Fuente Independiente de Desprendimiento de Displacer.

Pasos de la neurosis de Represión:

1.     Vivencia sexual prematura, traumática, por reprimir.

2.     Síntoma Primario: se despierta su recuerdo y se reprime... Síntoma Egocintónico.

3.     Estado de defensa semejante a la salud.

4.     Retorno de las representaciones reprimidas; nuevo síntomas Yoicos (enfermedad)... Síntoma Egodistónico.

5.     Avasallamiento o curación.

Lo que hace la diferencia en cada neurosis es como retorna lo reprimido o la modalidad del síntoma.

Neurosis Obsesiva:

Vivencia primaria provista de placer: activa (Varón), pasiva (Mujer), que recordada ocasiona la desligazón de displacer, y genera un reproche conciente. Ambos (recuerdo y reproche) son reprimidos, y en la conciencia se forma un síntoma contrario: escrupulosidad de la conciencia moral.

Antes de la vivencia primaria se descubrió una vivencia enteramente pasiva, y es el encuentro de esta vivencia con la placentera lo que agrega displacer al recuerdo placentero y permite la represión. La vivencia pasiva al ser tan temprana no puede impedir la génesis de la vivencia placentera (displacerà placer à represión). Lo determinante sería la cronología en relación la una con la otra y con el momento de la madurez sexual.

El retorno de lo reprimido es el reproche inalterado, conciencia de culpa carente de contenido. Se liga a un contenido desfigurado según el tiempo y el contenido (sustituto). La representación obsesiva es un producto de compromiso, correcto según afecto (reproche) y categoría, falso por el tiempo y análogo.

El Yo conciente se contrapone a la representación obsesiva ayudada por el síntoma contrario, pero puede ocurrir un avasallamiento del Yo por la representación obsesiva. Se producen síntomas nuevos de defensa secundaria. Por lo tanto hay tres clases de síntomas:

- Primario de la defensa: escrupulosidad de la conciencia moral.

- De compromiso de la enfermedad: representaciones o afectos obsesivos.

- Secundario de la defensa: obsesión caviladora, obsesión de guardar o mirar, beber (dipsomanía), ceremonial, etc.

Cuando se es conciente del reproche, suele ser solamente el último eslabón de una cadena asociativa, el primer eslabón está reprimido, y la obsesión se arroja sobre eslabones intermedios. La fuerza displacentera que despierta los reproches reprimidos son estados de libido actual insatisfecha. La tensión sexual cotidiana puede mudárseles en reproche o síntomas defensivos.

Para la curación hay que reelaborar representaciones intermedias de compromiso, que se vuelven obsesivas, deshacer las sustituciones y mudanzas, y volver al reproche primario y su vivencia.

 

Histeria:

Presupone la vivencia primaria displacentera pasiva. Empieza con un avasallamiento del Yo, el aumento de la tensión es tan grande que el Yo no le ofrece resistencia, se ve precisado a consentir una exteriorización de la descarga.

La represión y la formación de síntomas defensivos sobreviene tras el recuerdo, y se mezcla el avasallamiento con la defensa (síntoma y ataque). La represión acontece con formación de una representación fronteriza entre el Yo conciente y el recuerdo traumático. El resultado es el desplazamiento de la atención a lo largo de la serie de representación coligada por simultaneidad. Cuando se exterioriza en el cuerpo, esta zona pasa a ser una representación fronteriza y un símbolo de lo reprimido.

 

Etiología de la Histeria (1896)

 

I. La histeria es un efecto retardado de larga permanencia de la emoción que una vez sobrevino. Los síntomas de la histeria derivan su determinismo de vivencias de eficacia traumática que el enfermo ha tenido como símbolos mnémicos de las cuales ellos son reproducidos en su vida psíquica. La terapia consta de orientar la atención del enfermo desde el síntoma hasta la escena en la cual se engendró, y a raíz de la reproducción de la escena traumática, se rectifica el efecto retardado del decurso psíquico. La escena para ser traumática debe cumplir dos condiciones: que posea la pertinente idoneidad determinadora y fuerza traumática.

La vivencia debe justificar la cualidad de trauma, y poseer la intensidad para provocar un trauma. La escena que lleva el análisis muchas veces no cumple con las dos condiciones. Para Breuer una vivencia inofensiva puede ser traumática si el enfermo se encuentra en un estado hipnoide.

Tras la primera escena se esconde una segunda, de la cual esta es sólo un eslabón dentro del encadenamiento asociativo. Y esta situación se repite intercalando muchas escenas ineficaces como unas transiciones necesarias hasta que finalmente alcanza una escena satisfactoria. Una escena carente de una de éstas características despierta el recuerdo de otra que posee la característica que le falta a ésta. Las escenas traumáticas no formas nexos simples sino ramificados a modo de un árbol genealógico, pues a raíz de cada vivencia entran en rigor dos o más vivencias tempranas. Ningún síntoma histérico puede surgir de una vivencia real sola, sino que todas las veces el recuerdo de vivencias anteriores, despertado por vías asociativas, coopera en la causación del síntoma. Los síntomas histéricos sólo pueden generarse por cooperación de recuerdos inconscientes presentes en ese momento.

Si se parte de un caso que ofrece varios síntomas, por medio del análisis se llega a partir de cada uno a una serie de vivencias cuyos recuerdos están recíprocamente encadenados en la asociación. Una misma escena puede ser evocada varias veces dentro de una misma cadena, de modo que posee nexos múltiples por enlace directo o como eslabón intermedio. Las cadenas asociativas entran en recíprocos vínculos, y pueden despertar recuerdos de otras cadenas, que fundamenta otro síntoma. Aquella vivencia que pertenece a ambos es un punto nodal y pueden desencadenar dos síntomas distintos que aparecen simultáneamente. Siempre estas vivencias son del ámbito sexual. Luego que las cadenas mnémicas han convergido se llega a un período que es la pubertad, sin embargo éstos son heterogéneos y de valor dispar, y no son propicios para la causación de la histeria. El determinismo de los síntomas hay que buscarlos en escenas anteriores de la niñez temprana, anterior al desarrollo de la vida sexual. Unos influjos nocivos que afectan al órgano en proceso de desarrollo causan efectos más serios y duraderos que los que generarían en edad madura. Estas vivencias son uniformes y sustantivas, y explican lo que la herencia no logra explicar. Estas vivencias sólo podrían exteriorizar un efecto psíquico a través de sus huellas mnémicas, que va de la mano del hecho que los síntomas histéricos sólo pueden nacer con la cooperación de recuerdos.

II. Estas vivencias, empero, son infantiles, de contenido sexual pero más uniformes que las escenas de la pubertad; el despertar sexual fue por medio de experiencias sexuales en el propio cuerpo, de un comercio sexual. Se pueden descubrir los factores determinadores. Estas vivencias son rememoradas como algo ajeno, inconciliable, y produce disgusto, por lo que se tiende a querer olvidar y negar. Las escenas infantiles suelen ser por su contenido unos irrecusables complementos para la ensambladura asociativa y lógica de la neurosis, y tras su inserción el proceso se vuelve evidente. Son los traumas de los cuales arrancan la reacción histérica frente a unas vivencias de la pubertad como el desarrollo de síntomas histéricos.

En la etiología de la neurosis tienen tanto peso las condiciones cuantitativas como las cualitativas; es preciso que sean rebasados ciertos valores del umbral. La representación inconciliable pone en movimiento la defensa del yo (conflicto psíquico), lo cual provoca la represión, esfuerza hacia lo inconsciente el recuerdo penoso y crea un síntoma histérico. Esto se logro sólo cuando están presentes unas escenas sexuales infantiles como recuerdos inconscientes y la representación que se ha de reprimir puede entrar en un nexo lógico o asociativo con ella. La condición psicológica de éstas para devenir histeria es que estén presentes como recuerdos inconscientes (los síntomas histéricos son retoños de recuerdos de eficacia inconsciente). Son una predisposición y sólo cobran eficacia patógena cuando son despertadas en la pubertad como recuerdos inconscientes. La segunda dentición forma una frontera, traspuesta la cual su causación es imposible.

En el ámbito sexual una imagen mnémica produce una fuerza que no estaba presente en la impresión real.

III. Una escena debe su fuerza determinadora a escenas tempranas, y como síntoma se escoge aquella representación cuyo realce es el efecto conjugado de varios factores, evocada simultáneamente: los síntomas son sobredeterminados. Se ve presente una irritabilidad anormal, despropósito entre estímulo psíquico y reacción. La reacción histérica hipertrófica es exagerada sólo en apariencia, ya que es proporcional al estímulo excitador que son los motivos inconscientes. Hay zonas histerógenas que despiertan un recuerdo capaz de desencadenar un ataque, sin embargo en general se hacen enlaces falsos entre la vivencia conciente y la reacción. En los histéricos todas las excitaciones cooperan con su efecto porque en ellos hay una incapacidad de tramitar estímulos psíquicos (imposibilidad de mudar una impresión actual en un recuerdo despotenciado). El papel etiológico de las vivencias sexuales infantiles rige también para representaciones obsesivas, paranoia y otras psicosis (neurosis de defensa).

 

Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis de defensa (1896)

 

I. La etiología de la histeria son vivencias de eficiencia traumática, y estos traumas se refieren a la vida sexual. Es preciso que estos traumas correspondan a la niñez temprana, y su contenido tiene que consistir en una irritación de los genitales. Todas las vivencias posteriores a la pubertad despiertan la huella mnémica de esos traumas de la infancia, que desprende afecto y conduce a la represión.

Lo sexual tiene tal poder represivo, porque la excitación somática se traspone en psíquica. Si la vivencia cae en la época de la inmadurez sexual, y el recuerdo es despertado durante la madurez ejerce un efecto excitador mayor que el que produjo la vivencia, pues la pubertad ha acrecentado inconmensurablemente la capacidad de reacción del aparato. La vida sexual ofrece la única ocasión para esta inversión.

Los traumas infantiles producen efectos retardados como vivencias frescas, pero los producen inconscientemente. Las neurosis de defensa son producto de influjos nocivos sexuales que sobrevinieron antes del ingreso en la madurez sexual, o sea, consecuencia de las huellas mnémicas psíquicas de estas noxas.

 II. En la neurosis obsesiva al igual que en la histeria una vivencia sexual de la primera infancia posee la misma significatividad, pero en este caso hay una participación placentera (actividad sexual). Sin embargo siempre hay un trasfondo histérico, producto de una vivencia pasiva anterior a la activa. Que se genere una neurosis obsesiva o histeria depende de las constelaciones temporales del desarrollo de la libido. Las representaciones obsesivas son siempre reproches mudados que retornan de la represión, referidas a una acción sexual realizada con placer en la infancia.

Períodos:

1. Inmoralidad infantil: vivencias de seducción sexual, que posibilitan la represión, y después las acciones de agresión sexual contra el otro sexo, que mas tarde aparecen como acciones-reproches.

2. Maduración sexual: al recuerdo de aquellas acciones placenteras se anuda un reproche, y el nexo con la vivencia inicial de pasividad posibilita reprimir ese reproche y sustituirlo por un síntoma defensivo primario.

3. Defensa lograda: aparente salud.

4. Retorno de lo reprimido: enfermedad, fracaso de la defensa. Lo que deviene conciente son formaciones de compromiso entre las representaciones reprimidas y las represoras.

 

Psicopatología de la vida cotidiana:

Recuerdos de infancia y recuerdos encubridores (1900)

 

Entre los más tempranos recuerdos infantiles se encuentran los detalles más indiferentes, y no se encuentra huella de impresiones importantes. La memoria practica una selección, siguiendo principios diversos en la infancia que en la adultez. Los recuerdos indiferentes son producto de un proceso de desplazamiento (descentramiento); son el sustituto en la reproducción mnémica de otras impresiones de efectiva sustantividad cuyo recuerdo se puede desarrollar mediante análisis, sorteando resistencias. Deben sus conservaciones por vínculo asociativo de su contenido con otro reprimido, por lo tanto es encubridor. El desplazamiento puede ser: atrasador (el recuerdo encubridor es anterior), adelantadores (posterior), y simultáneo.

La relación entre el olvido de nombres propios con recordar fallido y la formación de recuerdos encubridores es: en el primer caso es un fracaso manifiesto de la función mnémica (olvidar), en el segundo parece un logro mnémico (retener); en el primero la perturbación es momentánea, en el segundo se trata de una posesión duradera; y tienen en común que en ambos es un desacierto en el recordar, la memoria reproduce un sustituto por desplazamiento de una asociación superficial. En el fracaso de la función reproductora se discierne una tendencia a favorecer un recuerdo y olvidar otro.

La amnesia infantil proporciona la clave para entender aquellas amnesias que causan los síntomas neuróticos. Los recuerdos conservados suelen ser falsos en tiempo y espacio o incompletas. Estos factores no pueden ser una simple infidelidad de la memoria. Intensos poderes de la vida posterior han modelado la capacidad de recordar vivencias infantiles.

Los recuerdos infantiles al igual que los sueños son de carácter visual aún en personas sin memoria visual, se ve a uno desde una tercera posición, y además se tiene más atención puesta sobre uno mismo que sobre el exterior. No poseemos la huella real y efectiva sino una posterior elaboración, que sufrió los influjos de múltiples poderes psíquicos. Todos los recuerdos infantiles son encubridores.

 

El olvido de los nombres propios (1900)

 

Es un fracaso de una función psíquica (el recordar). No solo se produce el olvido sino un recuerdo falso. El proceso destinado a reproducir el nombre que se busca se ha desplazado obedeciendo ciertas leyes, y el sustituto que acude a la memoria en su lugar está ligado por un nexo.

Caso Signorelli:

El olvido es una perturbación del nuevo tema que emergía por el precedente: habían estado hablando acerca de costumbres de los turcos que vivían en Bosnia y Herzegovina. Ante una enfermedad mortal ellos dicen “Herr (señor), no hay nada más que decir”. Había sacado la atención de otra anécdota referida a la sexualidad. Estos pensamientos, a su vez, habrían llevado al recuerdo de una noticia que había recibido en su residencia en Trafoi, de la muerte de un paciente. La reminiscencia de esto se procuró una acción eficiente, al escabullirse el nombre Trafoi en uno de los sustitutos “Boltraffio”. Había reprimido estos recuerdos, pero lograron ponerse en conexión asociativa con el nombre Signorelli, de suerte que erró la meta, olvidándolo contra su voluntad, cuando hubiera querido olvidar lo otro adrede. Los nombres sustitutivos remiten tanto a lo que quería olvidar como a lo que quería recordar, a modo de compromiso.

Los temas reprimidos (muerte y sexualidad) están ligados con Bosnia, Herzegovina y Trafoi.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Elli (un fragmento del nombre) retorna inmodificado en Boticelli. El otro, que se encadena a Her (señor) y Herzegovina, es reprimido. Su sustituto se produjo por desplazamiento a lo largo de la conexión de nombres. Los nombres recibieron trato similar a los jeroglíficos (rebus). Las Huellas mnémicas son predisposiciones que crearon la posibilidad de que el elemento reprimido se apodere vía asociativa del nombre buscado y lo arrastre a la represión. El elemento sofocado (Signorelli) busca prevalecer en alguna otra parte.

Por lo tanto las condiciones para el olvido son: cierta predisposición (huellas mnémicas), sofocación poco antes, la asociación o nexo entre el nombre y el elemento previamente sofocado.

 

Cinco conferencias sobre psicoanálisis (1909)

 

Janet intentó penetrar en los mecanismos psíquicos de la histeria, y la define como endeblez innata de la síntesis psíquica por una alteración degenerativa del sistema nervioso. Son incapaces de cohesionar la diversidad de los procesos anímicos.

Breuer utilizaba la hipnosis para anoticiar aquellos nexos patógenos que no surgían en la vigilia.

Freud utiliza la persuasión, y con la mano en la cabeza les asegura que recordarán las escenas patógenas reprimidas. Si bien no era apropiado, se pudo concluir que los recuerdos estaban, y había que sortear una fuerza que los constreñía a permanecer inconscientes, una resistencia. Cancelarla es necesario para el restablecimiento. Las mismas fuerzas son las que en su momento produjeron ese olvido y esforzaron fuera de la conciencia las vivencias patógenas, o represión (esfuerzo de desalojo).

En todas esas vivencias había estado en juego el afloramiento de una moción de deseo en oposición con los demás deseos del individuo, probando ser inconciliable con las exigencias éticas y estéticas de la personalidad. Tras un breve conflicto la representación sucumbió a la represión, el cual le ahorraba displacer a la personalidad anímica, protegiéndola.

Caso: Elizabeth Von R: la representación inconciliable es “ahora que mi hermana ha muerto puedo casarme con mi cuñado”. La enfermedad deriva de un conflicto psíquico de fuerzas anímicas en lucha. Un afán del Yo de defenderse de recuerdos penosos. En realidad en ellos la represión han fracasado, ya que la moción de deseo reprimida perdura en lo inconsciente, al asecho de la oportunidad de ser activada, y envía a la conciencia una formación sustitutiva, desfigurada e irreconocible, de lo reprimido a la que se anudan las sensaciones de displacer que tenía antes de la represión. Esa formación sustitutiva es el síntoma. El enfermo debe ser movido a aceptar el deseo y guiarlo a una meta superior (o sublimación), y así lograr el gobierno conciente.

 

Carta 52 (1896)

 

Nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción. La memoria preexiste de múltiples formas, registrada en diversas variedades de signos. Las neuronas reciben percepciones que se anuda a la conciencia sin conservar huella alguna. Conciencia y memoria se excluyen entre si. La primera trascripción es insusceptible de conciencia y se graba por simultaneidad. La segunda trascripción es en el inconsciente, ordenada por otros nexos. Las huellas Icc son recuerdos de conceptos. La tercera trascripción es la preconsciente, ligada a representaciones palabra del Yo. Por último las investiduras pueden devenir concientes de acuerdo con ciertas reglas, posteriormente, anudada a la reanimación alucinatoria de representaciones-palabra, de modo que neurona-conciencia es igual a neurona-percepción y en sí carece de memoria.

En las psiconeurosis no se produce la traducción para ciertos materiales.

Hay una tendencia a la nivelación cuantitativa: cada reescritura posterior inhibe la anterior y desvía de ella el proceso excitatorio.

La denegación de la traducción es la represión producto del desprendimiento de displacer que se generaría por una traducción. Hay también una defensa normal entre trascripciones de la misma variedad, y una patológica contra una huella todavía no traducida de una fase anterior. Que la defensa termine en represión no depende de la magnitud del desprendimiento de displacer, ya que un suceso que despierta cierto displacer cuanto más a menudo se lo despierte más inhibirá el displacer durante la trascripción-recuerdo. Pero si el recuerdo al despertar desprende mayor displacer que el suceso, el recuerdo se comporta como algo actual y no es inhibible en la fase posterior. Las magnitudes de excitación que ellos desprenden crecen por sí solas con el tiempo como el desarrollo sexual.

Un placer no inhibible constituye una compulsión; un displacer no inhibible produce represión.

Hay tres grupos de psiconeurosis sexuales: histeria, neurosis obsesiva, y paranoia. Los recuerdos reprimidos fueron actuales en la histeria, entre la edad de 1 ½ año a 4, pero como no hay represión hasta esta edad, los períodos del desarrollo psíquico y las fases sexuales no coinciden.

Otra consecuencia de las vivencias sexuales prematuras es la perversión, cuya condición es que la defensa no sobrevenga antes de que el aparato se haya completado. Ambas vivencias sexuales como actuales produjeron placer pero como recordadas displacer. Las zonas erógenas son partes del cuerpo que reciben un desprendimiento sexual.

 

La interpretación de los sueños- Capítulo V (1900)

 

Hay en el sueño eslabones intermedios que son representaciones que tiene el soñante sobre una persona o cosa.

Lo que diferencia el contenido manifiesto de los pensamientos latentes en que en el primero se cumplió un trabajo de condensación. La cuota de condensación es indeterminable.

Aquellos pensamientos que se generaron en el análisis están de alguna forma conectados con los pensamientos oníricos.

Sueño: 3 por 1 florín y 50 kreuzer. 3 son los meses que la novia es más joven que ella, 1 florín y 5 kreuzer son 100 veces menos que 150 florines que recibió su cuñada de obsequio de su marido. El teatro estaba vacío en alusión a una situación bochornosa con su marido, en la que no habría necesitado apurarse tanto. Lo absurdo en el sueño es que dos personas hayan tomado tres asientos. El análisis es: “fue un disparate casarme tan joven, habría conseguido uno 100 veces mejor, tres hombres podría haber conseguido”. El reducir 150 florines equivale al menosprecio por el marido, los 3 meses mas joven reproducen el disparate de casarse.

 

La interpretación de los sueños- Capítulo VI:

El trabajo del sueño (1900)

 

Relaciones entre pensamientos latentes y contenido manifiesto y proceso de transformación: el contenido del sueño se aparece como una transferencia de los pensamientos del sueño a otro modo de expresión, parecido al jeroglífico, cada uno de cuyos signos ha de transferirse al lenguaje de los pensamientos del sueño, reemplazando cada figura por una sílaba o palabra. La combinación ya no carece de sentido.

A.     El trabajo de condensación:

Entre uno y otro hubo un trabajo de condensación, en el que el pensamiento latente es mucho mayor. La cuota de condensación es indeterminable, siempre se puede seguir interpretando. Las conexiones que se hacen durante el análisis son contactos laterales posibilitados por vías más profundas, que ya estaban ligados en los pensamientos latentes de algún modo.

Una de las formas en que se condensa es vía omisión. El sueño no es una proyección punto por punto sino un reflejo incompleto.

B.    El trabajo de desplazamiento:

Los elementos esenciales en el contenido manifiesto no lo son en los pensamientos latentes y viceversa. El sueño está descentrado y se ordena en torno a elementos que no son los principales. La valencia psíquica o intensidad (interés que posee un elemento) no es conservada en la formación de sueños. No llega al sueño lo más importante sino lo que está contenido en los pensamientos de manera múltiple, sobredeterminado. Generalmente estos son elementos superficiales que están lejos del núcleo del sueño y establecen una conexión entre ambos elementos. La sobredeterminación no es un factor primario sino un resultado secundario de un poder psíquico que despoja de su intensidad a los elementos de gran valencia, y procura a los de ínfimo valor de nuevas valencias para que alcancen el contenido. El desplazamiento es uno de los medios para alcanzar la desfiguración.

Por lo tanto hay dos condiciones que deben satisfacer los elementos para llegar al sueño: la sobredeterminación y haberse sustraído de la censura de la resistencia.

C.    Los medios de figuración del sueño

El deseo desde los pensamientos oníricos esenciales hasta convertirse en el deseo del sueño recorre un largo camino: primero son los retoños de los pensamientos oníricos; luego están los pensamientos que conectan a éstos elementos inesenciales que se volvieron importantes a causa del desplazamiento; en un tercer momento están las asociaciones e ilaciones de pensamiento por el cual el trabajo de interpretación vuelve del contenido manifiesto a éste segundo grupo de pensamientos. Los pensamientos esenciales son ilaciones de pensamientos que parten de distintos centros pero tienen varios puntos de contacto.

El sueño no dispone modo alguno de figurar las relaciones lógicas entre los pensamientos oníricos tales como las preposiciones, ya que el material del que está formado no permite la expresión de éstas. Si se logra encontrar alguna es parte de los restos diurnos y no tiene nada que ver con el sentido del sueño.

Al igual que la pintura el sueño se las ingenia para figurar ciertas relaciones del material onírico. El sueño refleja una conexión lógica como simultaneidad. Da un nexo entre los fragmentos de pensamientos unificándolo en una síntesis. Toda vez que muestra dos elementos como vecinos atestigua que sus correspondientes pensamientos latentes mantienen un nexo. Para figurar relaciones causales la causa aparece como un sueño prólogo y la consecuencia el sueño principal; o una figura se muda a otra mostrando el nexo causal. En ambos casos la causación es figurada por una sucesión. La condición se figura por simultaneidad (“si...” es igual que “cuando”). En el caso de exclusiones (o esto o lo otro) suele recoger en una trama sus dos términos. El sueño realiza todas las posibilidades, reemplaza la alternativa por una conjunción “y”. Respecto a la oposición y contradicción suele unificarlos en un idéntico elemento (en antiguas lenguas Egipcias, Semíticas e Indogermánicas también se utilizaba la misma palabra para designar un par de opuestos). Muchas veces el sentido superficial es uno y el profundo es su opuesto. También se puede invertir o mudar en el contrario un fragmento ya configurado del contenido onírico. La relación de semejanza es figurada por una unidad, identificación en el caso que esté ya formada en el material onírico o formación mixta si se crea nueva. El no se suele representar como una imposibilidad de hacer algo o por un movimiento inhibido. El sueño dentro del sueño representa la realidad que se rechaza y el sueño original que se continúa cuando se despierta del segundo sueño es el deseo. El trabajo del sueño usa al soñar como una forma de repulsa y da testimonio de que el sueño es cumplimiento de deseo.

La identificación se emplea con personas, la formación mixta cuando el material son cosas o personas. En la identificación sólo una persona enlazada con otra/s por algo en común se figura. En la formación mixta la figura posee rasgos de cada uno, sin embargo cada rasgo es particular de la persona. Cuando la formación de una de éstas falla, aparece meramente presente en el sueño sin participar.

La formación mixta sirve para figurar algo común a dos personas, figurar una comunidad desplazada o una comunidad desea (que una persona sea otra o que un lugar sea otro). Lo común a los elementos del producto mixto son los pensamientos oníricos.

A veces una persona extraña aparece, ese es el Yo que se oculta en él por identificación. Aquella persona que siente lo que el durmiente siente es el Yo.

Respecto a la intensidad psíquica, generalmente los elementos más intensos latentes por causa de la censura casi nunca son acogidos en el contenido onírico. En el contenido latente y el sueño manifiesto ocurre una subversión de los valores psíquicos. La intensidad es determinada por dos factores: se figuran con mayor intensidad aquellos elementos por los cuales se expresa el cumplimiento de deseo, y son también los más determinados, de ellos parten la mayoría de las ilaciones de pensamiento.

La forma del sueño se usa para figurar el contenido oculto. Así si es borroso puede ser que el soñante tenga dudas sobre cierto elemento.

Todos los sueños de una misma noche pertenecen a una misma totalidad. Su división también tiene sentido.

La angustia es un impulso libidinoso que parte de lo inconsciente y es inhibido por el preconsciente.

D.    El miramiento por la figurabilidad

El material onírico despojado de sus relaciones sufre un desplazamiento de intensidad entre sus elementos que fuerza una subversión de los valores psíquicos mediante sustituciones de materiales vecinos que sirven a la condensación ya que recogen dos elementos en uno. Otra forma de desplazamiento es la permutación de la expresión lingüística. En ambos casos se desplaza a lo largo de una cadena asociativa, en esferas diversas. En el primer caso se sustituye un elemento por otro, en el segundo permutan las palabras que lo expresan por las que expresan a otro elemento.

En este segundo caso el desplazamiento se consuma primero trocando una expresión incolora y abstracta por otra figural y concreta, que es susceptible de figuración. Esto además facilita la condensación mediante una construcción léxica que sirve de expresión a varios pensamientos.

Además del desplazamiento y la condensación está la figurabilidad que consta las más de las veces de imágenes visuales. El trabajo del sueño utiliza las vías que ya encuentra facilitadas en el inconsciente, prefiere aquellas trasmudaciones del material reprimido que en calidad de chiste y alusión tienen permitido el devenir consciente. Suelen utilizar lo cotidiano y lo trivial para esconder los símbolos sexuales. El sueño se sirve de las simbolizaciones ya contenidas en el pensamiento inconsciente debido a que satisfacen mejor los requerimientos de la formación del sueño por su figurabilidad y por estar exentas de censura.

 

La interpretación de los sueños- Capítulo VII:

Sobre la psicología de los procesos oníricos (1900)

 

Caso: “Padre ¿no ves que me quemo?” El padre que había asistido a su hijo hasta su muerte se duerme en la habitación vecina a la de él, y sueña que su hijo prolifera dichas palabras. El padre se despierta y ve un resplandor en la habitación: era el cadáver de su hijo que se quemaba. El durmiente percibió esto y lo elaboró en su sueño. El contenido del sueño está sobredeterminado, el dicho del niño se compone de dichos pronunciados en vida y enlazados con sucesos importantes del padre. El sueño es siempre cumplimiento de deseo. En él, el niño está vivo; y además prolongó el dormir del padre. 

a. El olvido de los sueños:

Primero está la infidelidad de nuestra memoria; luego que lo recordamos de manera infiel y falseada; el intento de reproducir el sueño es la elaboración secundaria; tal desfiguración es un fragmento de la elaboración a que son sometidos los pensamientos oníricos a consecuencia de la censura del sueño. Así como el sueño no es arbitrario, tampoco lo es las alteraciones que éste presenta en su redacción. Mantienen enlace asociativo con el contenido en cuyo lugar se ponen y nos sirven para indicarnos el camino hacia ese contenido que puede ser el sustituto de otro. Entre los pensamientos oníricos y el sueño sobrevino una subversión de los valores psíquicos, hay una resistencia a la irrupción de los pensamientos oníricos en la conciencia. La desfiguración onírica solo fue posible por sustracción de valor, y al agregarle la duda se trata de un genuino retoño, perturbado por la resistencia psíquica. Todo lo que perturba la prosecución del trabajo es una resistencia. También el olvido se explica por la censura psíquica. Esta está presente cuando el soñante cambia su discurso en algún punto, o cuando tiene un vago recuerdo. A medida que se sortean resistencias, surgen contenidos de sueños que fueron olvidados. El sueño mudó pensamientos abstractos, apoderándose de contenidos concientes con una relación laxa (alegórica) con aquel, que le ofreció menos dificultad a la figuración. Para el análisis se tiene en contra los poderes psíquicos responsables de la desfiguración del sueño. El sueño tiene un ombligo donde se asientan pensamientos que no se dejan desenredar, lo no conocido; y de él se eleva el deseo del sueño.

El sueño no habría convenido de haber reinado la resistencia que hay durante el día; ésta perdió una parte de su poder por la noche. Si bien no fue cancelada por la desfiguración onírica, se ve disminuida y cuando el individuo despierta está forzada a eliminar aquello que debió admitir. El estado de dormir posibilita la formación del sueño por cuanto rebaja la censura endopsíquica.

A cada representación es posible anudar algo por vía asociativa, y en el discurrir de un pensamiento sin meta alguna se llega a los pensamientos oníricos por medio de pensamientos intermedios. Tomando otro elemento y siguiendo la cadena, se interrumpen ambos en el mismo lugar: éste es un punto nodal. Debido a las sorprendentes conexiones con otros elementos oníricos que se establecen y el esclarecimiento se puede hablar de conexiones psíquicas preexistentes.

Solo podemos renunciar a representaciones-meta conocidas, y así surgen otras ignoradas que son inconscientes, y que determinan las representaciones involuntarias. Las representaciones sin metas, carentes de sentido y libre de encadenamiento por asociación son inconcebibles. Las representaciones meta pueden ser inconscientes. Las representaciones están unidas por asociación superficial (consonancia, ambigüedad, coincidencia, juego palabras, etc), por los enlaces de pensamientos que nos llevan desde el contenido del sueño hasta los pensamientos intermedios, y hasta los pensamientos oníricos. Siempre que hay enlace superficial hay otro mas profundo y correcto sometido a la resistencia de la censura.

La censura se dirige a la trabazón de dos pensamientos que entran a la conciencia sucesivamente, se nos ocurre un enlace superficial entre ambos; ambos atraen a la censura por su contenido, ambos aparecen sustituidos y solo reflejan una conexión real. Se produjo un desplazamiento desde una asociación normal a otra superficial.

Por lo tanto abandonando las representaciones-meta concientes se entrega a unas ocultas, y las asociaciones superficiales son un sustituto por desplazamiento de otras sofocadas.

b. La regresión:

La fuerza impulsora de los sueños son deseos por cumplir, pero la censura psíquica deforma por medio de la figurabilidad, condensación y desplazamiento. Tienen la característica de ser presentes, omitir el quizás u ojalá. Además el contenido de las representaciones se muda en imágenes como las alucinaciones. El escenario de los sueños no es otro que el de la vida de representaciones de la vigilia. Hay una localidad psíquica o topos, compuesta por elementos llamados instancias o sistemas. No hay un ordenamiento espacial sino una secuencia fija entre ellos. A raíz de ciertos procesos los sistemas son recorridos por la excitación dentro de una determinada serie temporal. Este aparato tiene una dirección, parte de estímulos (internos o externos), y termina en inervaciones (transmisión de energía a los nervios o un sistema eferente, para descargar energía). Hay un extremo sensorial y uno motor. En el sensorial se encuentra un sistema que recibe las percepciones, y en el motor otro que abre las esclusas de la motilidad. El aparato psíquico de reflejos es de la siguiente manera:

 

 

 

 

 

 

 

 


En el aparato surge una primera diferenciación en el polo Perceptivo: de las percepciones queda en el aparato una huella mnémica que tiene la función de la memoria. Es una alteración permanente sobrevenida en los sistemas. Un sistema recibe los estímulos y está abierto a nuevas diferenciaciones pero nada conserva de ellos; otro traspone la excitación momentánea a huellas permanentes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


De las percepciones conservamos más que su contenido, también se enlazan entre sí en la memoria, con el encuentro en la simultaneidad que en su momento tuvieron. Por lo tanto se graban por asociación. El sistema P no tiene memoria, y no puede conservar las huellas para la asociación sino no podría desempeñar su tarea. La base de la asociación son los sistemas mnémicos. Desde uno de los elementos Mn, la excitación se traslada a un segundo Mn’. Hay varios elementos dentro de los cuales la misma excitación propagada por los elementos P experimenta una fijación. El primero de estos sistemas Mn contendrá la fijación de la asociación por simultaneidad y los más lejanos se fijan por otras relaciones, como semejanza.

Los recuerdos son inconscientes (susceptibles de conciencia), y desde ahí despliegan su efectos. Nuestro carácter son las huellas mnémicas de nuestras impresiones, y las de la juventud casi no devienen concientes. Cuando devienen concientes no muestran cualidad sensorial alguna. En los sistemas memoria y cualidad para la conciencia se excluyen entre sí. La conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica.

En el sueño hay dos instancias: la criticadora que mantiene relaciones más estrechas con la conciencia que la criticada, se sitúa entre ésta última y la conciencia como una pantalla. La criticadora guía nuestra vida de vigilia y decide sobre nuestro obrar conciente. El criticador se sitúa en el sistema motor. Al último de los sistemas situados en el extremo motor se lo llama Preconsciente, que puede alcanzar la conciencia y posee la llave de la movilidad voluntaria. Al sistema que está detrás se lo llama inconsciente que sólo puede alcanzar la conciencia tras modificaciones por medio del Preconsciente. El sueño recibe el envión para su formación en el inconsciente, con pensamientos oníricos que pertenecen al Preconsciente. La fuerza impulsora del sueño es aportada por el deseo onírico del inconsciente, es el punto de partida.

 

 

 

 

 

 

 

 


El carácter alucinatorio del sueño se explica porque la excitación toma un camino de reflujo. En lugar de propagarse hacia el extremo motor lo hace hacia el perceptivo, tiene carácter regrediente, (desde un acto complejo de representación hasta el material en bruto de las huellas mnémicas). En la vigilia ésta no llega más allá de las imágenes mnémicas, no puede producir imágenes perceptivas. Durante el sueño las intensidades adheridas a las representaciones son trasferidas íntegramente de una a otra por obra del trabajo del sueño (condensación). Esta modificación posibilita que el sistema P se invista hasta la plena vivacidad sensorial en la dirección inversa partiendo de los pensamientos.

La regresión significa que la representación vuelve a mudarse en imagen sensorial de la que una vez partió.

Esto también explica que en el sueño las relaciones lógicas se pierdan, ya que no están presentes en los primeros esquemas Mn, sino en otros posteriores, por lo tanto en la regresión quedan despojados de expresión excepto por imágenes perceptivas. La ensambladura de los pensamientos oníricos es resuelta, por la regresión, en su material en bruto. Lo que posibilita el camino regrediente de la excitación es la clausura del mundo exterior.

En otros casos de alucinaciones en estado de vigilia, las imágenes poseen relación con recuerdos sofocados de la infancia o fantasías.

La mudanza de los pensamientos en imágenes es consecuencia de la atracción que sobre el pensamiento inconsciente que lucha por expresarse ejerce el recuerdo. El sueño puede ser un sustituto de la escena infantil alterado por transferencia a lo reciente. Se refresca una excitación visual que alguna vez fue actual y ahora es recuerdo.

Esta regresión es un efecto de la resistencia que se opone a la penetración del pensamiento en la conciencia por vía normal, y la atracción de los recuerdos que subsisten con vivacidad sensorial. La represión es repulsión (por la censura de la conciencia) y atracción (por el inconsciente). Le facilita también el cese de la corriente progrediente que parte de los órganos sensoriales. Permite una total investidura alucinatoria de los sistemas perceptivos. La figurabilidad es producto de la atracción selectiva de las escenas visualmente recordadas y con las cuales los pensamientos oníricos entran en contacto.

3 modos de regresión: tópica (esquema de los sistemas); temporal (retrogresión a formaciones psíquicas antiguas); formal (modos de expresión y figuración primitivos sustituyen a los actuales).

El sueño es una regresión a la condición más temprana del soñante, una reanimación de su infancia, de las mociones pulsionales que lo gobernaban, y los modos de expresión que disponía.

c. Acerca del cumplimiento de deseo:

En aquellos sueños en que el cumplimiento de deseo no es tan claro, actuó la censura onírica. Los deseos surgen: del Preconsciente (una insatisfacción durante el día que quedó pendiente); Preconsciente reprimido, esforzado al inconsciente (no tramitado pero también sofocado); inconsciente (sin relación con la vida diurna, se ponen en movimiento desde lo sofocado); mociones actuales que se despiertan durante la noche. 

El deseo conciente solo deviene excitador si logra despertar otro deseo paralelo, inconsciente, mediante el cual se refuerza. Estos están siempre alertas a expresarse cuando se pueden aliar y transferir su mayor intensidad a una menor. El deseo del sueño es un deseo infantil. En el niño, en quien todavía la barrera entre Icc y Cc no es tan clara, los deseos son aquellos incumplidos, no reprimidos de la vigilia.

Cuando dormimos las investiduras de nuestros pensamientos de vigilia no cesan por completo, debido a problemas, preocupaciones, etc. Mantenemos procesos anímicos en el Pcc. Éstas pueden ser: incompletas, no tramitadas, rechazadas, despertadas del Icc durante el día, o impresiones indiferentes. El sistema Pcc que también regula la motilidad, queda paralizado. La excitación nocturna dentro de éste debe tomar el camino de las excitaciones de deseo Icc, acompañarlas en sus rodeos. Los restos diurnos Pcc aprovechan su contenido para abrirse paso a la Cc durante la noche y llegan a dominar el contenido del sueño. El pensamiento diurno tuvo que procurarse el anudamiento con un deseo infantil inconsciente. El deseo inconsciente le da la fuerza, y el pensamiento diurno la representación.

Los sueños de angustia tienen dos formas de manifestarse: o se sustituyen por afectos contrarios y se sofoca lo penoso, por medio del trabajo del sueño, o las representaciones penosas alcanzan el contenido manifiesto del sueño. Estos últimos también son cumplimiento de deseo, que provocaría pena en el soñante y se anudaron a restos diurnos para poder manifestarse. En el primer caso deseo Cc e Icc coinciden, en el segundo lo reprimido y lo Cc divergen. También el deseo puede equilibrar lo penoso y el tono afectivo es indiferente. Sin embargo el Yo puede reaccionar frente a la satisfacción procurada del deseo reprimido y aún ponga fin el sueño mediante la angustia.

Los sueños de displacer pueden ser punitorios, el deseo es de castigo a causa de una moción de deseo reprimida. En estos el deseo es del Yo. Los restos diurnos en estos casos expresan satisfacciones no permitidas, y el deseo punitorio reacciona contra él. (En más allá se cambia al Yo por el Superyo).

El sueño da expresión directa a lo que primero quiso desmentir, aunque la tendencia al cumplimiento de deseo se hace notable a través de desfiguraciones.

El pensamiento onírico desempeña para el sueño el papel del empresario, que tiene la idea y el empuje, pero necesita de un capitalista que le costee el gasto, y éste es el deseo Icc. Otras veces el capitalista es el empresario, cuando el deseo crea al sueño. Hay sueños sostenidos por más de un deseo onírico.

La cantidad, o energía psíquica se administra de la siguiente manera: hay un centro con una particular intensidad, que es la figuración directa del cumplimiento de deseo; la intensidad psíquica de los elementos incluidos en los pensamientos oníricos fue sustituido por la intensidad sensorial de los elementos del contenido del sueño. Los elementos cercanos al cumplimiento de deseo son retoños de pensamientos penosos, pero conectados al elemento central, que recibieron una intensidad tan grande que se volvieron capaces de figuración. La fuerza figurante del cumplimiento del deseo difunde por una esfera de nexos cuyos elementos son elevados a la figuración.

Restos diurnos: La representación Icc solo puede acceder al Pcc por conexión con un elemento allí presente, que generalmente es uno indiferente, y le transfiere su intensidad. Esto es la transferencia. Puede dejarla intacta o imponerle una modificación por obra del contenido de la representación que le trasfiere, en cuyo caso la intensidad es menor. Surgen en el sueño como sustitutos, y no tienen que temer la censura de la resistencia. Lo reprimido exige un material libre de asociaciones: las indiferentes no ofrecieron ocasión a extensas conexiones, y las recientes porque no tuvieron tiempo aún. Los restos diurnos toman del Icc la fuerza pulsionante y ofrecen a éste el apoyo para adherir la transferencia.

Desarrollo del aparato psíquico:

Ø  Punto 0: Principio de constancia. Afán de mantenerse exento de estímulos, descargar por vía motriz las excitaciones desde afuera (Esquema del arco reflejo).

Ø  Punto 1: Apremio de la vida. Esta función queda perturbada por las grandes necesidades corporales. La excitación buscará un drenaje en la motilidad, que no corresponde a una cancelación de la situación, pues la excitación parte de una necesidad interna y es una fuerza constante.

Ø  Punto 2: Experiencia de la vivencia de satisfacción. Solo puede sobrevenir un cambio cuando por un camino se cancela el estímulo interno, con los cuidados ajenos. Aparece la percepción (aquello que cancela el estímulo) cuya imagen mnémica queda asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad. La próxima vez que sobrevenga la necesidad se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo la imagen anémica de aquella percepción y reproducirla, restablecer la satisfacción primera. Esta moción es el deseo, la reaparición de la percepción el cumplimento, desde la excitación hasta la investidura de la percepción. En un momento primitivo del aparato el desear terminaba en alucinar, apuntando a una identidad perceptiva (algo perceptivamente idéntico a la vivencia de satisfacción), o sea repetir esa percepción enlazada con al satisfacción de la necesidad.

Ø  Punto 3: Amarga experiencia vital. El establecimiento de la identidad perceptiva por la corta vía regrediente no tiene la misma consecuencia que se asocia con la investidura de la percepción desde afuera, la satisfacción no sobreviene. Para que la investidura interior tuviera el mismo valor que la exterior debería ser mantenida permanentemente. Se hace necesario un examen de la realidad, detener la regresión y desde la imagen mnémica buscar otro camino que lleve a establecer desde el mundo exterior la identidad. La inhibición y el desvío de la excitación son el cometido del segundo sistema que gobierna la motilidad (para fines recordados de antemano). El camino desde la imagen mnémica hasta el establecimiento de la identidad perceptiva por medio del mundo exterior es un rodeo para el cumplimiento de deseo. El pensar sustituye el deseo alucinatorio y evidencia que el sueño es cumplimiento de deseo porque solo un deseo puede impulsar a trabajar nuestro aparato anímico.

El sueño que cumple sus deseos desde el corto camino regrediente conservó un testimonio del modo de trabajo primario de nuestro aparato, que se abandonó por inadecuado. El soñar es un rebrote de la vida infantil del alma ya superada. La censura entre el Pcc y el Icc es el guardián de nuestra salud mental. Cuando el guardan se entrega al reposo cierra la puerta a la motilidad, son permitidas cuantas mociones de lo Icc quieran aparecer, y son inofensivas porque no ponen en funcionamiento el aparato motor.

El sueño es autorizado a expresar un deseo Icc tras desfiguraciones, en tanto el Pcc expresa su deseo de dormir, produciendo en el aparato alteraciones en la investidura que le son posibles. El deseo de dormir presta su apoyo al deseo Icc.

El Icc conoce la única meta de cumplir deseos, y la única fuerza de las mociones de deseos.

d. El despertar por el sueño. La función del sueño. El sueño de angustia:

El deseo Icc es facilitado por transferencia a los restos diurnos Pcc y deformado por la censura onírica. Cuando intenta penetrar el Pcc éste ha bajado sus propias excitaciones, entonces el proceso onírico emprende el camino regrediente, obedeciendo a la atracción que ejercen grupos mnémicos que existen solo como investiduras visuales, cobrando figurabilidad. El primer tramo es desde las escenas Icc al Pcc, y el segundo desde la censura a las percepciones. Ahora logra ser notado por la conciencia, la cual es excitada de dos partes: desde el sistema de la percepción, y desde las trasposiciones de placer-displacer en el interior del aparato, los cuales regulan el curso de los procesos de investidura. La conciencia es un órgano sensorial que aprehende cualidades psíquicas. El sistema Pcc requería cualidades propias para posibilitar operaciones más finas de identificación de displacer, por lo que enlazó los procesos Pcc con el sistema mnémico. Ahora pasa a ser un estímulo para la conciencia, que tiene dos superficies sensoriales: una perceptiva y otra de los procesos de pensamiento Pcc. El estado de dormir vuelve más inexitable la superficie volcada al Pcc que la de los sistemas P. El Pcc duerme, y el sueño cuando deviene percepción puede excitar a la conciencia y dirigir una parte de la energía de investidura en el Pcc en calidad de atención. En estos casos despierta, pone en actividad una parte de la fuerza en reposo del Pcc. Experimenta la elaboración secundaria, trata al sueño como a cualquier contenido perceptivo, lo somete a las mismas representaciones-expectativa. Este tercer tramo es de dirección progrediente.

La mayoría de los sueños trabajan con intensidades psíquicas pequeñas, pues aguardan el despertar. En algunos el deseo puede perturbar el dormir, que es el cumplimiento del deseo Pcc. Los deseos Icc están siempre alertas; son caminos siempre transitables cada vez que la excitación se sirve de ellos. Son indestructibles, y fáciles de revivir con toda su intensidad de no ser tramitados y olvidados. El Pcc consuma el trabajo secundario de palidecer los recuerdos y debilitarlos afectivamente. El Psicoanálisis emprende el trabajo de someter el Icc al imperio del Pcc. Cada proceso de excitación Icc puede ser descargada por vía motriz o someterse a la ligación del Pcc, lo cual ocurre en el proceso onírico. La investidura que desde el Pcc establece una transacción con el sueño perceptivo liga la excitación Icc y lo vuelve inocuo. Si bien el sueño puede no ser adecuado a fines, dentro del juego de fuerzas de la vida anímica se adueñó de una función: traer bajo el imperio Pcc la excitación Icc y preservar el sueño. Así, se perfila como un compromiso, salvo en los sueños que despiertan, al ser el deseo Icc demasiado para el Pcc, y éste termina sofocando su deseo de dormir.

Los sueños de angustia pueden generar placer en un sistema y displacer en otro. En su origen el afecto pudo haber sido placentero, pero producto de la represión tomó una tinte displacentera. La represión tiene por finalidad evitar el displacer, y sin embargo, tiene displacer por resultado. Las condiciones para que se produzca la angustia son que haya devenido la represión y que las mociones de deseo cobren fuerza suficiente.

e. El proceso primario y secundario. La represión.

Los pensamientos que surgen durante el sueño se engendraron durante el día, y fueron pasados inadvertidos: son Pcc. Desde una representación meta, una cantidad de energía de investidura se desplaza a lo largo de las vías asociativas. Una ilación de pensamientos que no fue estimada no posee carga de investidura, y si fue sofocada, ésta fue extraída. Una ilación de pensamientos con meta puede atraer la atención de la conciencia y recibir una sobreinvestidura. En el Pcc hay representaciones meta que provienen de deseos Icc que pueden apropiarse de la excitación dentro del círculo de pensamientos librados a sí mismos, establecer una conexión con éstos y transferirles la energía. La ilación de pensamiento fue arrastrada al Icc. Son pensamientos que encontraron investidura desde el deseo Icc. Otros pueden ser pensamientos previamente encadenados a los deseos Icc. A partir de allí los pensamientos sufren trasmudaciones en formaciones psicopatológicas:

·         Condensación: las intensidades de las representaciones se descargan en su monto y traspasan de una representación a otra, proveyendo una representación de un itinerario de pensamientos. Permite alcanzar las intensidades para irrumpir perceptivamente.

·         Mediante la transferencia de las intensidades se forman representaciones intermedias, de compromiso, formaciones mixtas, por condensación.

·         Las representaciones que se trasfieren sus intensidades mantienen las relaciones mas laxas y se enlazan mediante variedades de la asociación que nuestro pensamiento desprecia, que se utiliza para el chiste.

·         Pensamientos que se contradicen no se cancelas, subsisten y se componen como condensados. 

Todo el acento se pone en hacer que la energía invistiente se vuelva móvil y susceptible de descarga.

En la formación de sueños participan dos procesos psíquicos de naturaleza diferente: uno crea pensamientos oníricos de perfecta corrección, otro crea sueños extraños, incorrectos. Este es el genuino trabajo del sueño, a través de la condensación, formaciones de compromiso, asociaciones superficiales, encubrimiento de las contradicciones y por vía de la regresión. Esa elaboración anormal sólo ocurre cuando éste último ha devenido la transferencia de un deseo inconsciente que proviene de lo infantil reprimido.

El sistema Icc tiene la finalidad de la libre descarga de la excitación, el Pcc en cambio tiene que inhibirlo, mudarlo en investidura para ser afín a la satisfacción de la necesidad.

Vivencia de terror: sobre el aparato primitivo actúa un estímulo fuente de excitación dolorosa. Sobrevendrán exteriorizaciones motrices que buscarán sustraer al aparato de la percepción (movimiento de huida). No quedará inclinación a reinvertir la percepción, más bien la inclinación a abandonar de nuevo la imagen anémica tan pronto como se evoque de algún modo. El recuerdo no posee cualidad suficiente para excitar a la conciencia y atraer una investidura nueva. Este extrañamiento del aparato respecto del recuerdo es el primer ejemplo de represión psíquica (esfuerzo de desalojo). A consecuencia del principio de placer, el sistema Icc es incapaz de incluir algo desagradable en la trama de pensamientos. No puede hacer otra cosa que desear. El Pcc también está regido por el principio de placer, pero inviste el recuerdo displacentero para inhibir el drenaje desde él, que llevaría al displacer. El Pcc sólo puede investir una representación si está en condiciones de inhibir el desarrollo de displacer que parte de ella.

Al proceso que ocurre en el primer sistema se llama proceso primario, y a aquel que ocurre en el segundo por la inhibición impuesta proceso secundario. En el Icc hay energía móvil o libre, y en el Pcc ligada. El proceso primario apunta a la identidad de percepción; el secundario a la identidad de pensamiento, pensar como un todo, que equivale a un rodeo desde el recuerdo de satisfacción que se toma como representación meta, hasta la investidura idéntica del recuerdo a través de las vías que conectan representaciones.

Los sueños displacenteros son producto de la represión. Los deseos Icc que provocan una contradicción al trabajo secundario, son sustraídos de las investiduras Pcc, y reprimidos. Pero si éstos son reanimados este último refuerza la oposición mediante una contrainvestidura y trae como consecuencia la irrupción de los pensamientos de transferencia mediante un síntoma de compromiso. Éstos buscan satisfacción, quedan a merced del proceso primario, sólo apuntan a la descarga motriz.

 

Sobre el sueño (1901)

 

VII. El miramiento por la comprensibilidad: Es la elaboración interpretadora. El trabajo del sueño es el trasporte de los pensamientos oníricos al contenido manifiesto de diversas maneras, y una de las actividades que realiza es ordenar los elementos de tal forma que conformen una trama, recibe una fachada y una primera interpretación provisional. Para abordar el análisis hay que desembarazarse de ésta interpretación. Es un trabajo posterior a la formación del sueño, que apuntándolo en lo ya sabido lo aprehende de acuerdo a representaciones-expectativa (como la actividad psíquica normal a cualquier contenido perceptivo), lo ordena en el momento de la percepción bajo la premisa de su comprensibilidad, y cuando no lo puede enhebrar con algo familiar puede falsearlo. En algunos sueños esta actividad falla, pero otros que experimentaron esta elaboración por la actividad psíquica análoga a la normal se pueden llamar bien compuestos. En muchos sueños la fachada nos muestra directamente su núcleo genuino desfigurado por mezcla con otro material, o sea, repeticiones y refundiciones de escenas infantiles.

VIII. La figurabilidad es característica esencial del sueño. Toda una serie de fenómenos de la vida cotidiana como los olvidos, los deslices del habla, el trastocar las cosas, deben su génesis a un mecanismo psíquico análogo al del sueño. El núcleo de éstos es el desplazamiento.

Los pensamientos a los que llego mediante análisis suenan ajenos y desagradables. Estos estaban presentes en la vida anímica pero se encontraban en una situación psicológica particular a consecuencia de la cual no pudieron advenir conscientes: esto es reprimidos. La insusceptibilidad de conciencia es la responsable de que sean oscuros y desconocidos, y que permitió que sobrevenga la desfiguración onírica.

 

 

Conferencias de introducción al psicoanálisis: El sueño, Parte II (1916)

 

Conferencia 7: Contenido Manifiesto del sueño y Pensamientos Oníricos Latentes

El sueño es un sustituto como lo es la tendencia de la operación fallida, cuyo saber es inaccesible. La técnica se basa en hacerlo emerger mediante asociación libre. Los elementos oníricos y representaciones sustitutivas adquiridas post análisis son concientes, los elementos ocultos son inconscientes (por el momento). Lo inconsciente surge por sí solo con el análisis, no hay que buscar que sea pertinente. El sueño recordado no es lo genuino, sino lo desfigurado, y nos ayudará a acercarnos a éste. Mediante la selección del resultado de la asociación se perturba el análisis. Algunas de las objeciones al análisis son: es trivial, es un disparate, no viene al caso, o es penoso para comunicar. Éstas son resistencias, que varían cuantitativamente, y cuanto mayor es ésta, mayores las desfiguraciones y la distancia desde el sustituto hasta lo inconsciente.

El contenido manifiesto del sueño es lo que el sueño cuenta, y los pensamientos latentes aquello oculto a lo cual debemos llegar persiguiendo las ocurrencias. El primero generalmente es un fragmento del segundo. Un modo de la desfiguración es la sustitución por un fragmento o una alusión. También se expresa por medio de analogías lingüísticas. El primero no es tanto una desfiguración como una figuración de él, su expresión en imágenes concretas que toman como punto de partida la literalidad de ciertas palabras. Olvidamos la imagen de la que surgió originalmente la palabra y no la reconocemos en su sustitución. Lo principal de los pensamientos inconscientes falta en el contenido manifiesto. El sentido del sueño es también figurado (Ej.: “disparate” por casarse temprano es representado por “disparate” de 3 por un florín y 50 kreuzer). Un elemento manifiesto puede subrogar varios latentes y uno latente puede estar sustituido por varios manifiestos.

 

Conferencia 9: La censura onírica

Los sueños son eliminaciones de estímulos psíquicos perturbadores del dormir por la vía de la satisfacción alucinada.

La desfiguración onírica es aquello que nos hace aparecer ajeno e incomprensible el sueño. Es la obra del trabajo del sueño. El sueño sofoca el contenido chocante y lo hace inaudible, lo deja vacío, lo omite. Además la censura onírica participa en la desfiguración desplazando el acento psíquico modificando el material oscureciéndolo y reagrupándolo como el elemento “absurdo” en el sueño de los 3 por un florín y 50 kreuzer (absurdo casarse tan temprano, absurdo procurarse entradas al teatro tan pronto, absurdo apresurarse a comprar la joya).

La censura onírica es también la resistencia al análisis del sueño (alcanzar desde el elemento onírico el inconsciente). La resistencia es solo la objetivación (volver objetivo) de la censura. No solo produce la desfiguración sino la mantiene y produce el rechazo a la interpretación. Es distinta en cada elemento y se aplica en contra de aquellos elementos de naturaleza repudiable, chocante en el aspecto ético, estético o social. La libido (ansias de placer) tiene como preferencia los objetos prohibidos. La desfiguración es proporcional a la rigidez con que se presentan las exigencias de la censura y al grado de perversión de los deseos (incestuosos). Los neuróticos sueñan lo que los perversos hacen.

La desfiguración onírica es una consecuencia de la censura ejercida por tendencias admitidas del yo en contra de mociones de deseo que se agitan en nosotros cuando dormimos. Los deseos oníricos son inconscientes, y sólo por la interpretación nos enteramos de ellos.

 

Conferencia 11: El trabajo del sueño

El trabajo de interpretación se basa en hacer evocar ocurrencias al soñante hasta penetrar desde el substituto al genuino, y sustituir los símbolos por su significado, o sea, del sueño manifiesto al latente. La relación entre los elementos oníricos y lo genuino son de la parte al todo, la alusión, la referencia simbólica y la figuración plástica de palabras. Intenta cancelar el trabajo del sueño.

El trabajo del sueño traspone el sueño latente en manifiesto a través de la desfiguración onírica. Las operaciones a través de las cuales lo realiza son:

-Condensación: el sueño manifiesto tiene menos contenido que el latente y es una suerte de traducción. Ciertos elementos se omiten, no se traspasan o elementos que tienen algo en común se aúnan en el sueño, como formaciones mixtas. Esta es una técnica que también se usa en el chiste. Si al sueño le faltan las relaciones de comunidad requeridas para formarlas él las crea deliberadamente, por ejemplo escogiendo la expresión literal para un pensamiento. El trabajo del sueño es como una traducción que combina elementos (como pictogramas). La relación entre elementos latentes y manifiestos no es de uno y uno, sino que en uno hay varios del otro y viceversa.

-Desplazamiento: es obra de la censura onírica, se exterioriza en que un elemento latente no es sustituido por un componente propio sino que hace alusión a otro; y el acento psíquico se traspasa de un elemento a otro no importante. En la vigilia la alusión tiene que ser fácilmente comprensible y mantener una relación con lo genuino. El chiste usa también ésta técnica pero tiene que enlazarse con el contenido original. La censura hace inhallable el camino de regresa de la alusión a lo genuino.

-Transposición en imágenes: dificulta la representación de palabras abstractas y pierde las relaciones conceptuales.

El disparate y lo absurdo de los sueños tiene significado, porque es producto de una crítica contenida en los pensamientos oníricos. Las oposiciones y contradicciones son tratadas de igual modo que las concordancias y expresadas por idéntico elemento manifiesto. Un elemento puede significarse a sí mismo, a su opuesto o a ambos, no hay figuración del no. Hay inversiones de las relaciones y las situaciones, inversión de las secuencias de hechos, el orden de los elementos. El material primero de los elementos oníricos eran las imágenes mnémicas, que más tarde se conecto con las palabras y se ligaron en pensamientos. El trabajo del sueño les aplica un tratamiento regresivo revirtiendo su evolución y dejar de lado todo lo que se les añadió.  

 

 

 

 


-Elaboración secundaria: a partir de los resultado inmediatos del trabajo del sueño produce un todo más o menos entramado ordenando el material e intercalándolo, haciéndolo inteligible.

Lo que el sueño incluye como juicios, críticas, asombros y razonamientos no son operaciones del trabajo del sueño, son fragmentos de los pensamientos oníricos.

14 Conferencia: El cumplimiento de deseo

El sueño se propone eliminar, mediante un cumplimiento de deseo, un estímulo anímico perturbador del dormir. Todos los sueños son sueños de niños, trabajan con el material infantil, incluso los desfigurados. En éstos el cumplimiento de deseo no es evidente, son deseos prohibidos, rechazados por la censura, y su presencia fue la causa de la desfiguración. Consideraciones respecto al sueño de angustia:

-Puede ser que el trabajo del sueño no logre crear un cumplimiento de deseo, de modo que una parte del afecto penoso quede pendiente y aflore. Esos pensamientos eran más penosos entonces que el sueño conformado. Los afectos suelen ser muy resistentes y difíciles de cambiar.

-El soñante desestima y censura sus deseos, no le gustan. Un cumplimiento puede no brindar placer, y entra en escena en la forma de angustia. El soñante es una sumatoria de dos personas, por lo que el cumplimiento de deseo de uno signifique displacer para el otro cuando no están de acuerdo. Muchas veces es el cumplimiento de un deseo no disfrazado, y la angustia reemplazó a la censura. El sueño de angustia es el cumplimiento franco de un deseo reprimido, y la angustia es el indicio de que el deseo reprimido fue más fuerte que la censura. La angustia es frente a éstos deseos sofrenados. El sueño de angustia suele despertar, generalmente antes de cumplir el deseo. En este caso no cumple su cometido de preservar el dormir. El deseo puede cobrar una hiperintensidad y también la censura aplica distinta intensidad a los distintos elementos. Ésta durante la noche se rebaja con el cometido de dormir, y permite a los deseos prohibidos agitarse.

- Por la vía de un cumplimiento de deseo se puede producir una punición. La angustia es el opuesto directo del deseo; y los opuestos coinciden en el inconsciente. El castigo es además, el cumplimiento de deseo de la otra instancia: la censuradora. La ecuación cita: cumplimento de deseo-angustia-castigo.

Los sueños pueden parecer designios, reflexiones, etc., pero son sólo los pensamientos oníricos trasmudados en el sueño, que pertenecen a los pensamientos latentes del día.

Los pensamientos latentes son el material del que se vale el trabajo del sueño para confeccionar el sueño manifiesto, y es inconsciente. Los sueños agregan algo que no pertenece a los pensamientos latentes del día, y es el deseo, que es también inconsciente. Entonces un sueño no puede ser una advertencia, por ejemplo, sino que es ésta con un deseo inconsciente, remodelado para el cumplimiento de éste. El cumplimiento de deseo es constante, los restos diurnos cambian, pudiendo ser también un deseo del día. El trabajo de interpretación tiene que prescindir de todo cuanto sirve a la figuración del cumplimiento de deseo y recobrar los pensamientos oníricos latentes.

 

Sueño del teatro:

-Apresuradamente: platea vacía.

-# 3: Hombre- comprarse un marido a cambio de la dote (uno 10 veces mejor)

-Casarse: ir al teatro

-Casarse temprano: comprar las entradas demasiado pronto.

-Deseo de ver, curiosidad de conocer el sexo: ir al teatro. Generalmente este es un deseo infantil de espiar a los padres, que en la medida en que continúa presente más tarde, es una moción pulsional cuyas raíces llegan a la infancia.

-Estar sentada en el teatro: el deseo competitivo de conocer lo que la otra no pudo antes, se enlaza con el hecho de que en el sueño ella pudo entrar y la amiga no, y suple la molestia de haberse casado apresuradamente.

 

Los restos diurnos son inconscientes, y enteramente comprensibles. Pueden ser una moción anímica o una operación intelectual. Los pensamientos latentes a diferencia son aquello que averiguamos con el análisis, siendo sólo una parte los restos diurnos. A los restos se le suma una moción de deseo intensa y reprimida que ha posibilitado la formación del sueño.

El deseo inconsciente es como el capitalista: presta la energía psíquica para la formación del sueño. Los restos diurnos son el empresario: decide acerca del uso de ese gasto.

Los restos diurnos no son inconscientes de la misma forma que el deseo: son preconscientes. Los deseos pertenecen al inconsciente infantil, provisto de mecanismos particulares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


15 Conferencia: Incertezas y críticas

1. Sentido de la interpretación de los elementos: ¿un elemento debe entenderse en su sentido genuino o simbólico? Nunca se puede saber ya que los opuestos suelen fundirse en el sueño. Queda al criterio del soñante entenderlo literalmente, simbólicamente o por su contrario. El trabajo del sueño traduce los pensamientos oníricos en una escritura figural que trae aparejado ambigüedades. A diferencia de las lenguas antiguas que están hechas para la comunicación, a partir de ciertos recursos, el sueño no quiere decir nada a nadie, se empeña en hacerse incomprensible.

2. Interpretación rebuscada: con el auxilio del desplazamiento la censura onírica crea formaciones sustitutivas o “alusiones”. Los elementos originales tienen que permanecer ocultos, y esto produce un enlace remoto y extraño con sus sustitutos. Al igual que el chiste un elemento preconsciente es abandonado a los mecanismos del inconsciente (condensación y desplazamiento) y surge en un nuevo elemento desfigurado.

El mecanismo del trabajo del sueño y del deseo inconsciente está sustraído a cualquier influencia externa, no se puede determinar qué soñará, sí sobre qué soñará.

 

La técnica del chiste (1905)

 

Un mismo pensamiento puede ser expresado de distintas maneras. En el chiste es una forma peculiar no utilizada fuera de este contexto. La técnica está en el texto de su expresión, lo cómico no puede hallarse en el significado literal. En primer lugar se produce una abreviación: una parte o frase se pierde, dejando un sustituto a partir del cual se puede reconstruir, como un indicio. Una palabra se trasmuda en otra, de éste producto léxico depende su carácter chistoso.

En el ejemplo, de la palabra familiar, combinada con la palabra millonario, se forma familionar como un producto mixto de ambos. La segunda frase desaparece dejando su componente más importante que se fusiona con el elemento también esencial de la primera. Se puede resumir la técnica del chiste como condensación con formación sustitutiva (en el ejemplo una palabra mixta). Ésta provista de sentido en el contexto es la portadora del efecto de placer.

La brevedad del chiste es consecuencia de la formación sustitutiva por el proceso de condensación. Esta abreviación y formación sustitutiva comparte con el trabajo del sueño.

En otros chistes la técnica radica en que una palabra aparece en acepción doble, una vez como un todo y otra dividida en sus sílabas que trasmite otro sentido (Ej.: “Rousseau” y “Roux-sot” que quiere decir pelirrojo y torpe). Otra técnica similar es la acepción múltiple del mismo material, en que las palabras se usan una vez sin cambio y la otra con una leve modificación. Estas técnicas son el doble sentido o el juego de palabras. La acepción múltiple del mismo material es un caso de condensación; el juego de palabras es condensación sin formación sustitutiva.

Existen otros tipos de chistes, en los que una palabra puede significar dos cosas diferentes. Se puede tomar en el sentido pleno o vacío. En el chiste del baño, “tomar un baño” significa bañarse, pero si se centra en la palabra “tomar” el sentido cambia. En este caso se puede hablar de un desplazamiento del acento psíquico de la palabra baño a tomar. El chiste por desplazamiento depende de la ilación de pensamientos. La diferencia entre el doble sentido y el chiste por desplazamiento es que en el primero una palabra da lugar a dos significados, en el segundo, el sentido de los pensamientos se desvía o desplaza. En general se produce entre un dicho y una respuesta. 

 

Tres ensayos de teoría sexual (1905)

 

Capitulo 1:

4. La pulsión sexual en los neuróticos: La única fuente enérgica constante en la neurosis es la pulsión sexual. La vida sexual de las personas afectadas se expresa exclusivamente en los síntomas. Los síntomas son la práctica sexual de los enfermos.

Los síntomas son el sustituto de procesos anímicos investidos de afecto, deseos, aspiraciones y en virtud de la represión se les ha denegado el acceso a su tramitación en una actividad psíquica susceptible de conciencia. Estas formaciones de pensamiento aspiran a una expresión o descarga, que en la histeria se produce por conversión somática. Se encontró en la histeria una cuota de represión sexual que rebasa la media, un aumento de las resistencias a la pulsión sexual como vergüenza, asco y moral, y una huida a todo examen intelectual del problema sexual. Otro factor constitucional de la histeria es el despliegue hiperpotente de la pulsión sexual, que es desautorizado. Entonces el síntoma surge como intento de escape mudando las aspiraciones libidinosas en síntomas. Los síntomas son una expresión convertida de pulsiones perversas, se forman a expensas de una sexualidad anormal. La neurosis es el negativo de la perversión. Las fantasías que los perversos tienen concientemente, coinciden hasta en los detalles en las fantasías inconscientes de los neuróticos. En la vida anímica inconsciente de los neuróticos se encuentran mociones de inversión, fijación de la libido en personas del mismo sexo. Las pulsiones parciales se presentan en pares de opuestos, como promotoras de nuevas metas sexuales: pulsión de ver/exhibir, crueldad activa/pasiva, y la mudanza de amor en odio. Toda perversión activa es acompañada con su contraparte pasiva.

5. Pulsiones parciales y zonas erógenas: La pulsión no sexual proveniente de fuentes motrices de impulso, poseen una contribución de un órgano que recibe estímulos que debe designarse como zona erógena. Su excitación confiere a la pulsión el carácter sexual.

La pulsión es el representante psíquico de una fuente de estímulos intrasomático en continuo fluir, en cambio el estímulo es producido por excitaciones singulares provenientes de fuera. La pulsión está en el borde entre los somático y lo anímico. No posee cualidad sino que ha de considerarse como una medida de exigencia de trabajo para la vida anímica. Lo que la distingue y le da propiedades específicas a cada una es su relación con sus fuentes somáticas y con sus metas. La fuente es un proceso excitatorio en el interior de un órgano y su meta inmediata es la cancelación de ese estímulo de órgano. En la histeria es donde más resalta la significaciones de las zonas erógenas como subrogados de los genitales.

Capítulo 2:

La Ontogénesis es más influyente sobre la vida sexual del adulto que la Filogénesis. Hay una amnesia infantil semejante a la de los neuróticos, producto de la represión. En la histérica, el individuo posee huellas mnémicas que se han sustraído de la conciencia y atraen por asociación aquello sobre lo que actúan las fuerzas represoras. Sin amnesia infantil no habría amnesia histérica. La represión actúa empujando de un lado y atrayendo de otro.

El neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que se desarrollan por un tiempo pero luego se sofocan. Durante el período de latencia se edifican los diques psíquicos o poderes anímicos que serán inhibiciones en el camino de la pulsión sexual (asco, vergüenza, estética y moral). Las mociones sexuales infantiles son desviadas del uso sexual y aplicadas a otros fines, (sublimación); así se adquieren los logros culturales. Las mociones sexuales serían inaplicables pues las funciones sexuales están diferidas, lo cual constituye el carácter principal del período de latencia. Son en sí perversas, parten de zonas erógenas y se sustentan en pulsiones que provocarían displacer, por lo tanto suscitan fuerzas contrarias que construyen los diques psíquicos para sofocarlo (sublimación por formación reactiva).

El chupeteo consiste en un contacto de succión con la boca, repetido rítmicamente que no tiene por fin la nutrición. Cualquier objeto puede ser tomado para la acción. También al mismo tiempo emerge la pulsión de prensión, mediante un tironeo rítmico de una parte de la otra persona. Éste lleva a la satisfacción sexual, por lo tanto es una exteriorización sexual. La pulsión en el chupeteo es autoerótica: se satisface en el propio cuerpo. La acción se rige por la búsqueda de placer, ya vivenciado y ahora recordado (del pecho materno). Los labios se comportan como una zona erógena, y la estimulación fue la leche. Al comienzo se asoció a la satisfacción del hambre, por lo tanto el placer sexual se apuntala en las funciones de autoconservación, y más tarde se independiza de ellas. La necesidad sexual se divorcia de la necesidad de alimento, y busca una parte de sí mismo porque es más cómodo, se independiza y se procura una segunda zona erógena de menor valor. De acuerdo al grado de fijación que haya en el valor erógeno de los labios será la necesidad de chupeteo. Las tres características de la exteriorización sexual infantil son: apuntalamiento en una de las funciones importantes para la vida, no conoce un objeto sexual pues es autoerótica, y su meta sexual está bajo el imperio de la zona erógena.

Una zona erógena es un sector de piel o mucosa en el que estimulaciones rítimas de ciertas clases provocaran placer. La propiedad erógena puede adherir ciertas partes, si bien hay zonas predestinadas. La cualidad del estímulo es más importante que la complexión de las partes del cuerpo. El neonato escoge un sector y pasa a ser el preferido. Cuando tropieza con uno predestinado, desplaza su elección. Las zonas erógenas e histerógenas exhiben los mismos caracteres. En estos una zona puede ser dotada de la excitabilidad de los genitales.

La meta sexual es producir la satisfacción mediante la estimulación de la zona. Esta satisfacción tiene que haberse vivenciado antes. La necesidad de traduce por un sentimiento de tensión y una sensación de estímulo condicionado centralmente, y proyectada a la zona erógena periférica. La meta pretende sustituir la sensación de estímulo por aquel estímulo externo que la cancela.

La zona anal apuntala su necesidad en la función de defecación. Las excitaciones sexuales de la zona anal experimental transmudaciones y conservan durante toda la vida una considerable participación en la excitabilidad genital. El niño conserva la función cuando él lo desee, procura que no se le escape la ganancia de placer que produce la defecación. Las heces son una parte de su cuerpo, representan el primer regalo por el que puede expresar su obediencia o desafío. Una de las teorías sexuales infantiles que dice que el niño al nacer es defecado: transmuda su significado (el de las heces) al de hijo.

La activación genital se produce por ciertas excitaciones accidentales en el cuidado, y despierta la necesidad de repetirlo. Mediante el onanismo lactante se establece el futuro primado de esta zona erógena.

La segunda fase de la masturbación infantil es el re-despertar de la pulsión sexual en la zona genital. Todos los detalles de esta segunda activación dejan huellas inconscientes en la memoria que determinarán su carácter o neurosis. También está relacionada con la amnesia infantil.

La disposición del niño es perversa polimorfa; es llevado a practicar todas las trasgresiones posibles ya que no se han formado los diques psíquicos. La pulsión sexual infantil no muestra necesidad de objeto sexual alguno. Aparecen independientes respecto de las zonas erógenas, y más tarde entran en contacto con la vida genital. La pulsión de ver está muy presente en los niños; cuando es reprimida puede ser una potente fuerza impulsora a la formación de síntomas. También se desarrollan los componentes crueles de la pulsión sexual, que emergen en una época pregenital. La pulsión de saber es una manera sublimada de apoderamiento con pulsión de ver. La llegada de un hermanito despierta el enigma de la procedencia de los niños.

En casos patológicos estas fases son activadas posteriormente. Las organizaciones en las cuales los genitales no han alcanzado su papel hegemónico son pregenitales. En la zona oral la actividad sexual sigue ligada a la nutrición, la meta sexual es la incorporación del objeto. En el chupeteo se resignó el objeto ajeno por uno propio. En la fase sádico-anal la vida sexual se dividió en opuestos activo-pasivo, y la actividad se produce por la pulsión de apoderamiento. El hecho que los pares de opuestos pulsionales estén plasmados en un grado similar es la ambivalencia.

Las pulsiones parciales singulares que aspiran a conseguir placer cada una por su cuenta, se unifican en un placer al servicio de la reproducción, y síntesis bajo una única zona erógena. Esto forma una organización para el logro de la meta sexual en el objeto ajeno. El primado al servicio de la reproducción es la última fase por la que atraviesa la organización sexual.

Los dos tiempos de la elección de objeto: el primero es en la infancia, y el período de latencia lo detiene. Se caracteriza por la naturaleza infantil de las metas sexuales. El segundo sobreviene con la pubertad y determina la conformación definitiva de la vida sexual. Los objetos infantiles o bien se los conserva o se los renueva. Demuestran ser inaplicables como consecuencia del desarrollo de la represión. Sus metas sexuales han experimentado un atemperamiento y figuran la corriente tierna de la vida sexual. La elección de objeto en la pubertad tiene que renunciar a los objetos infantiles y reiniciar una corriente sensual. Cuando la corriente infantil no se encuentra con la corriente tierna no puede alcanzarse la unificación de los anhelos en un solo objeto.

Fuentes de las pulsiones parciales: Los orígenes de la pulsión pueden encontrarse en una satisfacción vivenciada a raíz de otros procesos orgánicos, por una estimulación de la zona erógena y como expresión de algunas pulsiones parciales. Una excitación es la mecánica, por medio de sacudimientos rítmicos. La excitación puede ser en la piel, en los nervios vestibulares y en las partes profundas del cuerpo. También hay un enlace entre juego violento, actividad muscular y excitación sexual. Los procesos afectivos así como el trabajo intelectual pueden provocar también una concomitante excitación.

Las fuentes no tienen la misma intensidad en todos los individuos. Las vías de influencia son recíprocas: si una zona es afectada (tanto la sexualidad como la fuente), se afectarán la contraparte recíprocamente. Esos mismos caminos por los cuales las perturbaciones sexuales desbordan sobre las restantes funciones del cuerpo, puede ser utilizado inversamente para atraerlas a otras metas no sexuales o sublimarlas.

Teorías sexuales infantiles: El niño no sabe de la diferencia de sexos, y presupone que todos tienen pene. (Premisa universal). La mujer poseía un pene pero lo perdió por castración. La mujer es presa de la envidia del pene y culmina en el deseo de ser un varón. Otra de las teorías es que los niños son paridos por la defecación. Tienen una concepción sádica del comercio sexual. Estas teorías son reflejos de la propia constitución sexual del niño. Los esfuerzos son generalmente infructuosos y terminan en una renuncia que deja como secuela un deterioro permanente de la pulsión de saber. Las investigaciones son autónomas y establecen un extrañamiento respecto de las personas que anteriormente gozaban de su plena confianza.

Capítulo 3: La metamorfosis de la pubertad

Cuando la primera satisfacción sexual estaba conectada con la nutrición, el objeto era el pecho materno. Lo perdió cuando pudo formarse la representación de la persona a la que pertenecía el pecho. Después la satisfacción pasa a ser autoerótica, y superado el período de latencia se la restablece relación originaria. El hallazgo de objeto es un reencuentro: del objeto por apuntalamiento, al narcisito, que busca al yo propio y lo reencuentra en otros.

El niño aprende a amar a todo aquel que remedia su desvalimiento. El trato del niño con quien lo cuida es una fuente constante de estimulación sexual, y más aún porque la madre dirige sentimientos que brotan de su vida sexual.

La angustia infantil es la expresión de la añoranza de la persona amada, tienen miedo de la oscuridad porque no la perciben, y sólo atienden a ésta aquellos niños de pulsión sexual hipertrófica. Tan pronto el niño no puede satisfacer su libido la muda en angustia.

Cuando la ternura ha evitado despertar la pulsión antes que estén dadas las condiciones corporales de la pubertad, la pulsión puede conducir al niño hasta la elección de objeto madura. En virtud del diferimento de la maduración sexual se ha erigido la barrera del incesto que prohíbe la elección de la madre como objeto (barrera erigida por herencia orgánica con el fin de establecer unidades sociales superiores).

La elección de objeto se consuma primero en la esfera representativa, o sea, de la fantasía. Las fantasías prosiguen la investigación sexual abandonada en la infancia, aunque se extiende hasta el período de latencia. Puede ser parcial o totalmente inconsciente. Establecen la forma en que los componentes libidinales reprimidos hallan su satisfacción. Son a su vez estímulo diurno o restos sobre los que se amoldan los sueños. El complejo de Edipo (complejo nuclear de las neurosis), es pieza esencial del contenido de las fantasías. En él culmina la sexualidad infantil. A partir de estas fantasías, vuelven a emerger las inclinaciones infantiles con un refuerzo somático, o sea, la moción sexual hacia el progenitor del sexo opuesto. Contemporáneo a la desestimación de éstas fantasías surge el desasimiento de la autoridad de los progenitores.

Ni siquiera quienes evitaron la fijación incestuosa de la libido se sustraen completamente a su influencia, ya que la elección de objeto se puede apuntalar en éstos modelos, incluso el enamoramiento compulsivo.

 

Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis (1905)

 

La neurastenia así como la neurosis de angustia evidencian vínculos con el deterioro sexual: en la neurastenia masturbación y en la neurosis coitus interruptus o excitación frustránea (que tienen en común la insuficiente descarga de la libido producida. Respecto a la histeria son efectos persistentes de traumas psíquicos. Éstos se referían a vivencias de la vida sexual infantil. La histeria es la expresión de un comportamiento particular de la función sexual del individuo. Sin embargo hay que poder distinguir entre los espejismos mnémicos y las huellas de los hechos reales. Muchas fantasías de seducción no son sino intentos por defenderse del recuerdo de la propia práctica sexual onanista. Estas fantasías, casi siempre producidas en la pubertad, son más importantes y frecuentes que verdaderas situaciones traumáticas, y se trasponen en síntomas. Trauma sexual infantil se sustituye por infantilismo de la sexualidad.

A su vez el supuesto “accidentalismo” como la elección de la neurosis a partir de la pasividad o actividad de la conducta sexual, también caen por tierra.

La teoría afirmaba que la vivencia al resultar intolerante para el yo provocaba un esfuerzo defensivo que es el causante de la escisión psíquica de la histeria, que arrojaba de la conciencia la vivencia pero desplegaba su eficacia desde el inconsciente y regresaba a través de los síntomas. La enfermedad era un fracaso de la defensa. Más adelante la comparación con los casos normales, introdujo una modificación: defensa por represión. Es decir, no importa las excitaciones que hubiera experimentado sino si su reacción a éstas fue con o sin represión. Los histéricos entonces poseían una cuota de represión sexual, y el síntoma era una formación de compromiso entre la libido y la represión.

En tres ensayos se puntualizó que la disposición sexual constitucional del niño es perversa polimorfa. La norma es fruto de la represión de ciertas pulsiones parciales, y componentes de las disposiciones infantiles y subordinación de las restantes bajo el primado de las zonas genitales al servicio de la reproducción. Las perversiones son perturbaciones de ésta síntesis obra del desarrollo hiperpotente de algunas pulsiones parciales. Y las neurosis son una represión excesiva de las aspiraciones libidinosas.

La neurosis es el negativo de la perversión, ya que en el primero son las pulsiones perversas reprimidas las formadoras de los síntomas. Los síntomas son la práctica sexual de los enfermos. Lo invariable es lo infantil y sexual; lo variable es lo accidental. El valor dado a éste factor es reemplazado por la importancia de lo constitucional, y la defensa psicológica por la represión sexual orgánica. La naturaleza de las enfermedades mencionadas reside en la perturbación de los procesos sexuales, que signan la formación y empleo de la libido genésica. En las neurosis actuales (neurastenia y neurosis de angustia) se puede observar los efectos somáticos y en las restantes psiconeurosis los efectos psíquicos de las perturbaciones sexuales. Por lo tanto pertenece a la etiología de las neurosis todo lo que pueda dañar a los procesos que sirven a la función sexual. En general se requiere una multiplicidad de factores etiológicos para comprender la neurosis.

 

El esclarecimiento sexual del niño (1907)

 

El recién nacido trae al mundo ciertas sensaciones sexuales, que se inician con un período de autoerotismo, que por excitación de diversas partes de la piel y el quehacer de ciertas pulsiones biológicas, coeditado por estados afectivos, es producido un cierto monto de placer. La pubertad sólo procura el primado de los genitales entre las otras zonas y fuentes de placer, y al erotismo entrar al servicio de la función reproductora. Entre las operaciones psíquicas de la vida amorosa se encuentra la ternura, la entrega, los celos. Su apetito de saber sexual se exterioriza tempranamente.

Hans: Le pregunta a la madre si posee “hace pipí”, y lo adjudica a la vaca, a la locomotora… luego agrega que el perro y el caballo lo tienen, pero la mesa y el sillón no. Cuando ve a su hermanita dice que es todavía chiquito pero que se le agrandará (evidencia de la Premisa Universal del Pene).

 

El creador Literario y el fantaseo (1908)

 

Todo niño que juega se comporta como un poeta porque crea un mundo propio, a partir de su mundo. Lo toma muy en serio, lo inviste afectivamente. Apuntala sus objetos y situaciones imaginados en cosas palpables, lo que lo diferencia de la mera fantasía. Lo opuesto al juego es la realidad efectiva.

Lo mismo hace el poeta: crea un mundo, lo dota de grandes montos de afecto y lo separa de la realidad. Muchas cosas que de ser reales no depararían goce pueden serlo en el juego de fantasía y poesía.

El hombre deja de jugar, pero como no puede renunciar a un placer que conoció, lo permutó por un sustituto: el fantaseo. El adulto esconde sus fantasías. El jugar del niño estaba dirigido por deseos: de ser grande y adulto. Al adulto su fantasear lo avergüenza por infantil. Los neuróticos se ven forzados a admitir sus fantasías.

El dichoso no fantasea: lo hace el insatisfecho. Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de la fantasía, y cada una es cumplimiento de deseo. Son deseos ambiciosos que sirven a la exaltación de la personalidad o son deseos eróticos.

La fantasía oscila entre tres tiempos: se anuda a una impresión actual que fue capaz de despertar los grandes deseos; se remonta al recuerdo de una vivencia infantil en la que aquel deseo se cumplía; y crea una situación referida al futuro que se figura como el cumplimiento de ese deseo.

El hecho que las fantasías se vuelvan hiperpotentes crea las condiciones para la caída en una neurosis. Las fantasías son los estadios previos más inmediatos de los síntomas patológicos que se quejan los enfermos.

Respecto a los poetas, todas las obras tienen un héroe situado en el centro de interés, y para quien el poeta procura por todos los medios ganar la simpatía del público. Ese sentimiento heroico es la marca reveladora que muestra la invulnerabilidad narcisista, del héroe de todos los sueños diurnos y novelas. Las personas se separan en los buenos (que sirven al héroe) y los malos (sus rivales), renunciando a la riqueza de matices de la realidad. El poeta escinde su yo, en yoes parciales, para personificarse en varios héroes las corrientes que entran en conflicto en su vida anímica. Tanto la creación poética como los sueños diurnos son continuación y sustituto de los antiguos juegos del niño.

Las fantasías de otros, que se intentan esconder, no deparan placer alguno, de hecho nos escandalizarían. En cambio, si el poeta juega ante el público, sentimos un elevado placer. En la técnica que supera el escándalo reside el ars poética: atemperando el carácter del sueño diurno mediante variaciones y encubrimientos, y mediante el placer estético con el que configura las fantasías. A esa ganancia de placer que se ofrece para posibilitar el desprendimiento de un placer mayor, se llama la prima de incentivación o placer previo. El goce genuino de la obra proviene de la liberación de tensiones, que permita gozar las propias fantasías.

 

Sobre las teorías sexuales Infantiles (1908)

 

Los neuróticos enferman a raíz de los mismos complejos con que luchan los sanos. Los sanos dominan los complejos, mientras que los neuróticos consiguen sofocarlos al precio de formaciones sustitutivas. Los que luego serán neuróticos traen hartas veces en su constitución una pulsión sexual particularmente intensa y una inclinación a su madurez temprana. La necesidad de los niños de saber nace de las pulsiones que los gobiernan.

Bajo la llegada de un hermanito se pregunta de donde vienen los niños. La pregunta misma es producto del apremio de la vida. Tarde o temprano demandará una respuesta a sus padres, que suele ser evasiva. Esto alimenta la desconfianza hacia los adultos, vivenciando el primer conflicto psíquico, entre las opiniones de predilección pulsional, y la autoridad de los grandes. Este conflicto produce una escisión psíquica: una de las opiniones deviene la dominante (aquella que lo lleva a ser bueno, pero también a dejar de reflexionar); la otra es reprimida y pasa al inconsciente. Queda constituido el complejo nuclear de las neurosis.

Lo que las teorías tienen de correcto y acertado se explica por su proveniencia de los componentes de la pulsión sexual, provenientes de las necesidades de la constitución psicosexual.

1. La primera teoría consiste en atribuir a todos los seres (animados e inanimados) un pene. El pene es el principal objeto sexual autoerótico, zona erógena rectora. Al ver la falta en la hermana piensa: ya va a crecerle. Si la representación de la mujer con pene se fija, el individuo se hace homosexual. El niño gobernado por la excitación del pene se ha procurado placer estimulándolo, pero los padres lo amenazan con la castración. Los genitales de la mujer recuerdan aquella amenaza y despiertan en el homosexual horror.

El clítoris se comporta como un pene, se convierte en sede de excitaciones. La niña desarrolla un gran interés por el pene que pronto se convierte en envidia.

Para el niño la cavidad que acoge el pene es impensable, ya que la madre posee pene también. Cuando está por descubrir la verdad se interrumpe la investigación. Este primer fracaso ejercerá un efecto paralizante.

2. La ignorancia de la vagina posibilita la segunda teoría: que los hijos son evacuados como un excremento (heces=hijo). También el hombre puede tener hijos al igual que la mujer. Esta inclinación activa su erotismo anal todavía vivaz.

3. Si son testigos del comercio sexual entre los padres desarrollan la concepción sádica del coito.

4. Estar casado es no tener vergüenza de orinar en presencia del otro, o mostrarse la cola.

Estas teorías nacen de la mezcla de percepciones casuales con sus propias pulsiones teñidas de placer.

 

Cinco conferencias sobre psicoanálisis (1909)

 

Conferencia 4:

El análisis siempre se remonta a la infancia donde se produjeron los sucesos que comandaron la posterior contracción de la enfermedad. Solo las vivencias de la infancia explican la susceptibilidad para posteriores traumas. Las mociones de deseo reprimidas prestaron su poder a la formación de síntomas.

El niño tiene sus pulsiones y quehaceres sexuales desde el comienzo. Obedece a la ganancia de sensaciones placenteras. La principal fuente de placer proviene de la excitación de ciertos lugares del cuerpo. En un principio la satisfacción es autoerótica, como en el chupeteo o el onanismo. Luego se exteriorizan los quehaceres pulsionales que tienen a otro como objeto. Estas pulsiones se presentan en pares de opuestos: activas y pasivas (el placer de infligir dolor y su pasivo; el placer de ver y exhibir). Otros caen bajo el punto de vista de la elección de objeto, cuyo asunto principal es una persona ajena que debe su originario valor a unos miramientos de la pulsión de autoconservación. Estas pulsiones experimentan una síntesis: las pulsiones singulares se subordinan al imperio de la zona genital, y la elección de objeto esfuerza hacia atrás el autoerotismo. Pero no todos los componentes pulsionales se les permite participar de esta conformación: se imponen represiones de ciertas pulsiones y se establecen los diques psíquicos que las mantienen a modo de guardianes.

El desarrollo puede ser inhibido, retardado o discurrir incompletamente. Si pulsiones quedaron independientes se produce una perversión. La predisposición a las neurosis deriva de un deterioro en el desarrollo sexual. En las neurosis se rastrean los mismos componentes pulsionales pero que no solo han sido inhibidos sino también reprimidos, y pudieron afirmarse en lo inconsciente. Una exteriorización hiperintensa de estas pulsiones en épocas muy tempranas lleva a una fijación que constituye un punto débil. Si la función sexual tropieza con obstáculos se abrirán brechas en la represión por los lugares en los que hubo fijaciones infantiles.

El niño toma a un miembro de la pareja parental como objeto de sus deseos eróticos. El complejo es prontamente reprimido pero sigue ejerciendo efectos desde lo inconsciente. Al deseo incestuoso se le contrapone la barrera del incesto. Durante la época en que es gobernado por el complejo no reprimido aún, su actividad intelectual está al servicio de los intereses sexuales. Empieza a investigar y alcanza ciertas teorías sexuales infantiles. Más adelante deberá suspender su trabajo por infructuoso, pero las teorías serán determinantes para la conformación de carácter y contenido de su eventual neurosis. La libido debe desasirse de sus padres, tomarlos como arquetipos y dirigirse a personas ajenas.

 

 

A propósito de un caso de neurosis: El gran temor obsesivo (1909)

 

El paciente cuenta el relato de una tortura oriental que le contaron en el ejèrcito. En su rostro se ve una expresión que se puede calificar como de “horror ante su placer ignorado”. Le acude una representación (deseo o temor encubierta por la censura) de que es a su dama a quien se refiere el castigo. También se le vino a la cabeza que el castigo era aplicado a su padre difunto.

Simultáneamente con la idea aparece la sanción: la medida de defensa que tiene que seguir para que una fantasía de ésta no se cumpla.

Al día siguiente de escuchado el relato el capitán le alcanza un paquete y le dice que un teniente pagó el reembolso y tiene que pagarle a él. En ese momento se le plasmó una sanción: no devolver el dinero, de lo contrario sucedería lo de la fantasía. En lucha contra esta sanción se elevó un mandamiento: “debes devolver el dinero al teniente”. Pero al enterarse que no fue él quien le pagó, le vino a la mente la fantasía de darle el dinero al teniente, que éste se lo de a la recepcionista de la estafeta postal y ésta al teniente que efectivamente había pagado. Por un lado pensaba que querría ahorrarse la incomodidad de pedirle al teniente ese servicio y parecer loco, y por otro lado lo era cumplir su juramento porque quería procurarse paz frente a las representaciones obsesivas.

El paciente supo desde un principio que era un error devolver el dinero al teniente ya que la empleada de la estafeta era quien había pagado, pero lo mismo se hizo el juramento que por fuerza se le convirtió en un martirio.

 

Experiencias y ejemplos extraídos de la práctica analítica (1913)

 

Pies abochornados: La paciente informa de un joven que arrojó una mirada de desprecio a sus pies. Recuerda que cuando era niña observaba a su hermano orinar, y presa de la envidia (del pene) de no poderlo hacer como él, un día trató de emparejársele, pero se mojó los zapatos, y su hermano se burló de ella. Esa experiencia comandó su posterior conducta.

 

Pulsiones y destinos de pulsión (1915)

 

El estímulo es una excitación aportada a un tejido desde afuera que es descargado mediante una acción acorde a fin. La pulsión es un estímulo para lo psíquico aunque hay otros estímulos psíquicos. La pulsión proviene del interior del organismo, opera diversamente y se requieren diferentes acciones para eliminarlo. El estímulo opera de un solo golpe, se lo puede despachar mediante una única acción. La pulsión es una fuerza constante, la huida de nada puede valer. Es más bien una necesidad, y la cancela la satisfacción. Ésta se alcanza mediante una modificación apropiada a la meta de la fuente interior. El principio de constancia en el ser humano trabaja mediante el sistema nervioso, que debe librarse de los estímulos y conservarse exento de ellos. Los estímulos pulsionales no pueden tramitarse por este mecanismo. Lo mueve a actividades complejas que modifican el mundo exterior. Son las causantes del desarrollo del sistema nervioso y probablemente hayan nacido como modificaciones de la sustancia viva por estímulos.

El aparato psíquico está sometido al principio del placer, a sensaciones de la serie placer-displacer, que reflejan el modo en que se cumple el dominio de los estímulos: el displacer un incremento del estímulo y el placer una disminución.

La pulsión es un representante psíquico de los estímulos del interior del cuerpo.

Los términos de la pulsión son: Esfuerzo (drang) su motor, suma de fuerza o medida de exigencia que representa; meta (ziel) que en todos los casos es la satisfacción cancelando la estimulación. La meta en sí es invariable pero los caminos que llevan a ella pueden variar, habiendo metas más próximas, o meta inhibida para ciertas pulsiones; objeto (objekt) es aquello por lo cual se puede alcanzar la meta y es lo más variable en la pulsión, no estando enlazado con ella sino que se coordina por ser apto para alcanzar la satisfacción. Un lazo muy íntimo con éste puede derivar en fijación de la pulsión al objeto; y por último la fuente (quelle) como proceso somático interior a un órgano cuyo estímulo es representado por la pulsión.

Todas las pulsiones son cualitativamente de la misma índole, y deben su efecto a las magnitudes de excitación.

Hay dos grupos primordiales de pulsiones: las yoicas o de autoconservación, y las pulsiones sexuales. Las pulsiones sexuales son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas, primero son independientes y luego se reúnen, la meta es el logro del placer de órgano y más adelante entran al servicio de la función de reproducción. Al principio se apuntalan en las de conservación, y lo mismo en el hallazgo de objeto. Una parte de ellas continúan asociadas y les proveen componentes libidinosos.

Los destinos de la pulsión son: el trastorno en lo contrario (cambio de meta), la vuelta hacia la propia persona (cambio objeto), la represión y la sublimación. El retorno a lo contrario puede ser de activo a pasivo o en cuanto al contenido. En el primer caso solo atañe a la meta, en el segundo el cambio de amor en odio. La vuelta hacia la propia persona mantiene inalterada la meta. El sadismo es una acción violenta hacia otro objeto; en el masoquismo el objeto es la propia persona, y hay un pasaje de pulsión activa en pasiva. Se busca nuevamente el objeto en otro, pero ahora activo. La satisfacción del masoquismo se alcanza a través del sadismo originario. Con respecto a la mudanza en su contrario, el amor tiene varios opuestos: no solo odio, sino también ser amado, ser indiferente y amarse (narcisista).

La vida anímica está gobernada por tres polaridades: sujeto-objeto, placer-displacer, activo-pasivo. En el caso en que el yo se encuentra investido por pulsiones y es capaz de satisfacerlas por sí mismo se llama narcisismo, y la posibilidad de satisfacción es autoerótica. El mundo es indiferente, el yo sujeto coincide con lo placentero, y si amor es en relación con sus fuentes de placer, entonces sólo se ama a sí mismo.

El amor se instala en la esfera del puro vínculo de placer del yo con el objeto, y se fija en los objetos sexuales y aquellos que satisfacen sus pulsiones sexuales. Solo se puede hablar de amor cuando se aplica al vínculo con su objeto bajo el primado de los genitales al servicio de la reproducción. Primero es narcisista, después pasa a los objetos que se incorporaron al yo ampliado, y cuando se cumplió la síntesis de las pulsiones, coincide con la aspiración sexual total. Una modalidad es la incorporación, supresión de la distancia con el objeto (ambivalente). En la etapa anal es intento de apoderamiento, indiferente al daño del mismo. Es apenas diferenciable al odio. Sólo se puede hablar de oposición al odio con el establecimiento de la organización genital.

El odio se aplica a los objetos que perturban su satisfacción sexual y de conservación. Tienen orígenes diversos y han recorrido su propio desarrollo antes de que se constituyeran como opuestos bajo la influencia de la relación placer-displacer. Es mas antiguo que el amor, brota de la repulsa del yo narcisista por el mundo exterior provocador de displacer. Más vinculado con la autoconservación. Cuando las pulsiones yoicas gobiernan las sexuales (como en la etapa anal) prestan a la meta pulsional los caracteres del odio.

El odio-amor ambivalente proviene de etapas no superadas previas al amor, y de reacciones repulsivas desde las pulsiones yoicas.

La polaridad que media entre actividad y pasividad es biológica; entre yo y el mundo es real, y entre placer displacer es económica.

 

Conferencias 20-21-22-23 (1916)

 

20° conferencia: La vida sexual de los seres humanos

Como ya fue dicho anteriormente uno puede enfermar de neurosis por frustración de la satisfacción sexual normal, donde la necesidad se lanza por los caminos anormales de la excitación sexual (flujo colateral). Las mociones perversas aparecen más fuertes de lo que habrían lucido si la satisfacción sexual no hubiera tropezado con ningún impedimento real. En otros casos las perversiones son el modo normal de vida sexual del individuo. Por lo tanto si puede surgir en personas normales, tiene que haber preexistido en ellas de forma latente.

Todas las inclinaciones perversas arraigan en la infancia; los niños tienen la disposición constitucional a ellas. La sexualidad perversa es la sexualidad infantil aumentada y descompuesta en sus mociones singulares.

Al igual que el hambre, la libido está destinada a nombrar la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión, pero en este caso la sexual (en el caso del hambre la nutrición). Las primeras mociones sexuales del lactante se apuntalan en las funciones de autoconservación. Luego quiere repetir la acción de recepción de alimento sin pedir que se le vuelva a dar, ya que no está bajo la pulsión de hambre, sino que chupetea porque en sí le da satisfacción. Aprende a separarlo de la condición de alimento, y solo queda su ganancia de placer. La excitación de la boca es la zona erógena, y responsable del placer sexual alcanzado. El mamar el pecho satisface las dos grandes necesidades vitales; es el punto de partida de toda vida sexual, el modelo inalcanzado de toda satisfacción sexual posterior. El pecho es el primer objeto de la pulsión sexual, importante para todo hallazgo posterior de objeto. Pero es resignado y sustituido por una parte de su propio cuerpo, y en las exploraciones de su propio cuerpo descubre sus zonas genitales excitables, con lo cual halla el camino del chupeteo al onanismo. Los dos caracteres de la sexualidad infantil son la apuntalación en la satisfacción de las grandes necesidades orgánicas y el carácter autoerótico, busca y encuentra sus objetos en el cuerpo propio. Lo mismo sucede con la excreción. Pero el mundo exterior se le aparece como un poder inhibidor de sus aspiraciones de placer, ya que debe expeler sus excrementos cuando los otros lo determinan. Se le declara que todo lo relacionado a la función es indecente. Por primera vez debe intercambiar placer por dignidad social. Sus heces las aprecia y le es difícil separarse, y son el primer regalo para aquellas personas a quienes quiere. Translada con el tiempo esa estima al regalo y al dinero.

La vida sexual del niño es perversa, porque le falta lo que convierte a la sexualidad en la función de la reproducción, al igual que en la perversión. La práctica sexual perversa ha renunciado a la reproducción y persigue la ganancia de placer como meta autónoma.

La vida sexual del niño se agota en la práctica de una serie de pulsiones parciales que, independientemente una de otra, buscan ganar placer en parte en el cuerpo propio, en parte ya en el objeto exterior. Pronto aparecen los genitales. La investigación sexual de los niños es característica e importante para la sintomatología de las neurosis. El niño atribuye a ambos sexos los mismos genitales: el falo. Si descubre la vagina, desmiente el testimonio. Más tarde siente el temor ante la posibilidad de perderlo, y se suman las amenazas por el onanismo. Cae bajo el imperio del complejo de castración. La niña envidia al varón la pertenencia del pene y desarrolla el deseo de ser hombre. El clítoris desempeña el papel del pene por ser portador de excitabilidad y ser zona de satisfacción autoerótica. El interés del niño se dirige a saber de donde vienen los bebés, impulsado por la llegada de un nuevo niño. La sensación de que los adultos le mienten hace que se sienta solo y desarrolle su autonomía. Su falta de desarrollo de su constitución sexual le impide arribar al conocimiento. Primero supone que los niños son excretados, más adelante incluye al padre pero no sabe que rol cumple. Puede desarrollar la teoría del coito sádico: sometimiento y violencia.

 

21° conferencia: Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales

Lo característico de la perversión es que tanto la trasgresión de la meta sexual, como la sustitución de los genitales o la variación del objeto se consuman de manera exclusiva, dejando de lado el acto sexual al servicio de la reproducción. La sexualidad perversa está notablemente centrada: todas las acciones presionan hacia una meta y una pulsión parcial tiene la primacía. La sexualidad infantil, en cambio, carece de centramiento y organización: las pulsiones parciales tienen iguales derechos y cada una persigue por cuenta propia el logro de placer. El placer que gana el infante es placer de órgano.

Entre el sexto y el octavo año se inicia el período de latencia, en el que se detiene el desarrollo sexual. La sexualidad del niño difiere con la del adulto en la falta de una organización fija bajo el primado de los genitales, los rasgos perversos y la menor intensidad. Antes de que se instale el primado de los genitales hay una organización pregenital, en la que se instala en primer plano las pulsiones sádicas y anales. La oposición es activa y pasiva, que es precursora de la polaridad sexual. La sexualidad pasa por varios estadios, pero el punto de viraje de ese desarrollo es la subordinación de las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales, y con este el sometimiento de la sexualidad a la función de reproducción. Antes hay una vida sexual descompaginada, una práctica autónoma de las diversas pulsiones parciales que aspiran a un placer de órgano.

Algunos componentes de la pulsión sexual tienen desde el principio un objeto y lo retienen (apoderamiento y pulsión de ver); otros anudadas a ciertas zonas del cuerpo, lo tienen sólo al comienzo mientras se apuntalan a las pulsiones de conservación, y lo resignan, volviéndose autónomos los componentes eróticos. Se abandona el objeto y se sustituye con un lugar del cuerpo propio. La pulsión se vuelve autoerótica. El resto del desarrollo tiene como meta abandonar el autoerotismo, permutar de nuevo el objeto por uno ajeno, y unificar los diferentes objetos de las pulsiones por un objeto único, que sea un objeto total parecido al propio. Un cierto número de pulsiones autoeróticas se deben relegar por inutilizables.

Antes de que advenga el período de latencia el objeto hallado es la madre, el primer objeto de amor (el aspecto anímico de las aspiraciones sexuales es privilegiado frente al aspecto sensual). Para esta época ya ha empezado a trabajar la represión, que sustrae de su saber el conocimiento de una parte de sus metas sexuales. A esta elección de la madre como objeto de amor se anuda el complejo de Edipo. La primera elección de objeto es incestuosa. En la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus exigencias en toda su fuerza, los viejos objetos familiares e incestuosos son retomados e investidos (cargados de energía) libidinosamente. Como esas premisas se volvieron insoportables, se deben mantener alejados de la conciencia. Desde esa época debe desasirse de sus padres, para convertirse en miembro de la comunidad social. Debe a su vez, reconciliarse con el padre. Esos deseos libidinosos deben ser empleados en la elección de un objeto de amor ajeno y real. El neurótico no alcanza esta solución: el hijo permanece sometido a la autoridad del padre, y no está en condiciones de transferir su libido sexual a un objeto ajeno. En ese sentido el complejo de Edipo es el núcleo de las neurosis.

Los sueños son también colocaciones de la libido e investiduras de objeto de la primera infancia, hace tiempo resignadas concientemente. Los neuróticos muestran de forma ampliada lo que el análisis de sueños de sanos también revela.

 

22° conferencia: Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión.

La función libidinal recorre un largo camino de desarrollo hasta poder entrar al servicio de la reproducción. Los dos grandes peligros son la inhibición y la regresión. Dada la tenencia de los procesos biológicos a la variación, no todas las fases preparatorias trascurren de igual manera. Partes quedarán retrasadas o inhibidas. Respecto de cada aspiración sexual separada, partes de ellas quedan retrasadas en estadios anteriores de desarrollo, por más que otras puedan haber alcanzado la meta última. Una demora de una aspiración parcial en una etapa anterior se llama fijación (de la pulsión).

También partes que ya han avanzado pueden revertir, en un movimiento de retroceso, hasta una de las etapas anteriores. Esto es la regresión. La aspiración se verá impelida a la regresión cuando el ejercicio de su función (el logro de la meta) tropiece con fuertes obstáculos externos en el nivel superior. Mientras más fuertes sean las fijaciones en la vía evolutiva, más la función esquivará las dificultades externas mediante la regresión hasta aquellas fijaciones, y la función mostrará una resistencia menor frente a los obstáculos externos. La regresión puede ser de dos tipos: retroceso a los primeros objetos investidos por la libido, (incestuosa); y retroceso de toda la organización sexual a estadios anteriores.

La regresión no tiene nada que ver con la represión (que es un concepto tópico dinámico: un acto Prcc se vuelve Icc, o uno Icc no se le admite el paso al Prcc ya que es rechazado por la censura). La regresión es un concepto descriptivo. Es un factor psíquico-orgánico.

En la histeria se produce una represión. Las pulsiones se han unificado, pero chocan con resistencias del sistema Prcc. La organización genital rige para el Icc pero no para el Prcc. En cambio en la neurosis obsesiva se ve una clara regresión al estadio sádico anal y en cuanto al objeto. También la represión participa en el mecanismo de estas neurosis, ya que de no ser así daría una perversión.

La neurosis surge cuando se les quita la posibilidad de satisfacer la libido y los síntomas son justamente el sustituto de la satisfacción frustrada. Sin embargo hay una proclividad al desplazamiento de la necesidad, de modo que las mociones pulsionales se pueden reemplazar unas a otras, tomando sobre sí la intensidad. Esto contrarrestra el efecto patógeno de la frustración. Uno de los procesos es que la aspiración sexual abandona su meta y adopta otra que se relaciona con la resignada, pero es de carácter social. Esto es la sublimación.

Si las medidas no son suficientes, conserva su poder patógeno, el grado de libido insatisfecha se fija, las restricciones caen sobre la movilidad de la libido, y deja fijaciones a fases anteriores de la organización y del hallazgo de objeto. La fijación libidinal es el factor interno (predisponerte) y la frustración el factor externo (accidental). Estas series son complementarias: tanto el factor constitucional como las circunstancias son importantes para la causación de la neurosis.

Por la frustración de los deseos la libido se ve obligada a buscar satisfacción en otros objetos y caminos, pero éstos despiertan enojo en una parte del Yo, de modo que se produce un conflicto psíquico. Los rodeos son los caminos de la formación de síntomas, los síntomas son la satisfacción nueva o sustitutiva que se hizo necesaria por la frustración. Las aspiraciones rechazadas se vieron obligadas a sortear el veto a través de ciertas desfiguraciones. La otra parte en el conflicto patógeno son las pulsiones yoicas. Ambas pulsiones son heredadas filogenéticamente, y es vuelto a adquirir en el desarrollo ontogenético. Donde la libido fue fijada, puede admitirla y volverse infantil; o rechazarla y reprimirla.

El poder que ha forzado su desarrollo es la frustración de la realidad o el apremio de la vida. Las pulsiones yoicas aprenden temprano a plegarse a él, y enderezar su evolución según los señalamientos de la realidad. Las pulsiones sexuales son más difíciles de educar. El placer se liga con la reducción de los volúmenes de estímulo que obran en el interior del aparato. El mayor placer que experimenta el hombre es en la consumación del acto sexual. En tales procesos están en juego los destinos de cantidades de excitación (factores económicos). Tanto pulsiones sexuales como yoicas aspiran a la ganancia de placer, pero éstas últimas sustituyen el principio de placer por el de realidad, bajo el influjo del apremio de la vida. Pospone la ganancia de placer, soporta un poco de displacer y resigna por completo determinadas fuentes de placer. El yo es educado, y aspira a ganar un placer asegurado por el miramiento a la realidad. Las pulsiones sexuales se suman tardíamente a este tramo del desarrollo.

 

23° conferencia: Los caminos de la formación de síntoma

Los síntomas consumen mucha energía. Son el resultado de un conflicto en torno de una nueva modalidad de la satisfacción pulsional. El síntoma es una formación de compromiso entre las dos fuerzas. Una de éstas es la libido insatisfecha rechazada por la realidad que tiene que buscar nuevos caminos para su satisfacción. Si la realidad permanece inexorable, se ve precisada a emprender el camino de la regresión y aspirar a satisfacerse dentro de una de las organizaciones ya superadas o mediante uno de los objetos que ya resignó. La libido es cautivada por la fijación que ella ha dejado tras sí en esos lugares de desarrollo. Pero si el yo no presta acuerdo a estas regresiones la libido es atajada, y escapa donde halle un drenaje para su investidura. Tiene que sustraerse del yo. Le permiten tal escapatoria fijaciones de las cuales el yo en su momento se había protegido mediante represión. Al sustraerse del yo, renuncia a la educación adquirida. Bajo la doble presión de la frustración interna y externa se vuelve rebelde. Las representaciones que inviste son Icc y se sustraen a las leyes de éste (condensación y desplazamiento). Se forman constelaciones similares al sueño. La subrogación (el representante psíquico de la libido) tiene que contar con el poder del yo Prcc. La contradicción que se había levantado con el Yo Cc la persigue y como contrainvestidura (fuerza que actúa en el sentido contrario a la energía pulsional) y la fuerza a escoger una expresión que también sea expresión de ella. El síntoma se engendra como retoño de cumplimiento de deseo libidinoso inconsciente desfigurado de múltiples formas. Es una ambigüedad cuyos dos significados se contradicen. El Prcc se afana por oponérsele a la moción de deseo Icc.

La escapatoria de la libido bajo las condiciones del conflicto es posibilitada por la preexistencia de fijaciones. La investidura regresiva lleva a sortear la represión y a una descarga que respete las condiciones de compromiso. Por los rodeos la libido ha logrado una satisfacción real.

En la neurosis histérica la libido halla las fijaciones en las prácticas y vivencias de la sexualidad infantil, en los afanes parciales abandonados, y en los objetos resignados de la niñez. En él se manifestaron por primera vez las orientaciones pulsionales que el niño traía consigo en su disposición innata; en virtud de las influencias externas se le despertaron otras pulsiones. El hecho de que sobrevengan en una etapa de inmadurez confiere gravedad y posibilita el efecto traumático.

La fijación libidinal del adulto tiene dos factores: la disposición heredada innata y la predisposición adquirida en la primera infancia. Pero las vivencias infantiles cobran importancia por la regresión. También las vivencias infantiles tienen un efecto de atracción sobre la libido, ya que quedó adherida con ciertos montos en ellas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Los síntomas crean entonces un sustituto para la satisfacción frustrada por medio de una regresión de la libido a estadios anteriores de la elección de objeto u organización. En este período la libido no echaba de menos la satisfacción. El síntoma repite de algún modo aquella modalidad de satisfacción desfigurada por la censura que nace del conflicto y mezclada con elementos que provienen de la ocasión que llevó a contraer la enfermedad. La persona siente la satisfacción como un sufrimiento, provoca su resistencia. Además casi siempre prescinden del objeto y resignan el vínculo con la realidad. Reemplaza una modificación del mundo por una modificación del cuerpo. Además cooperaron la condensación y el desplazamiento.

No siempre las escenas infantiles en las que se fijan la libido son verdaderas. Esto es porque los recuerdos infantiles poseen realidad psíquica por oposición a la realidad material. En el mundo de la neurosis la realidad psíquica es la decisiva. El niño muchas veces se compone la fantasía sobre la base de indicios, o sobre una insatisfacción de la pulsión de ver o saber que se representa en otra observación análoga. Por la fantasía de seducción muchas veces el niño encubre el período autoerótico de su quehacer sexual. El resultado es el mismo corresponda mayor o menor participación de la fantasía o la realidad. La necesidad de crear tales fantasías proviene de las pulsiones. Hay fantasías primordiales que son un legado filogenético.

El yo es educado para obedecer al principio de realidad por influencia del apremio de la vida. Tiene que renunciar transitoria o permanentemente a ciertos objetos y metas. Pero se reserva una actividad que se concede todas esas fuentes de placer resignadas que se emancipan al examen de la realidad (juzgar si algo es real o no). Las aspiraciones alcanzan así la forma de representación de cumplimiento. En la fantasía el hombre sigue gozando de la libertad respecto de la compulsión exterior. Estos sueños diurnos son el modelo y núcleo de los sueños nocturnos, que son desfigurados y experimentan libertad plena por la liberación que las mociones pulsionales. Muchas veces las fantasías diurnas son Icc. Son retoños de aquellas escenas que la libido inviste regresivamente. Los objetos y orientaciones que la libido había resignado son retenidos aún en las fantasías. Estas son toleradas por el Yo mientras cumplan una condición cuantitativa. Pero se elevan y desarrollan un esfuerzo orientado hacia la realidad. Entonces son sometidas a la represión por parte del Yo y atraídas por el Icc. Desde las fantasías Icc la libido vuelve a migrar hasta sus orígenes, en sus puntos de fijación. La retirada de la libido a la fantasía es un estado intermedio de formación de síntomas. Se lo denomina introversión. Significa un extrañamiento de la libido respecto a las posibilidades de satisfacción real y la sobreinvestidura de las fantasías.

El carácter cualitativo de las condiciones etiológicas (dinámico) no alcanza, hay que incluir el económico. El conflicto estalla cuando se alcanzó ciertas intensidades de investiduras, por más que preexistieran las condiciones de contenido. Interesa el monto de libido no aplicada que una persona pueda conservar y la cuantía de la fracción de su libido que es capaz de sublimar.

 

Sobre las perturbaciones psicógenas de la visión (1910)

 

La ceguera histérica es una de las perturbaciones psicógenas típicas de la visión. En la histeria nace por autosugestión. Los ciegos histéricos lo son sólo para la conciencia, en lo inconsciente son videntes. En los enfermos predispuestos a la histeria está presente una inclinación a disociar a consecuencia de lo cual muchos procesos inconscientes no se continúan hasta lo conciente. Para la escuela francesa los histéricos enceguecen por la disociación entre procesos concientes e inconscientes en el acto de ver; su representación de no ver es la expresión del estado psíquico, no la causa.

Desde el psicoanálisis la vida anímica es un juego de fuerzas que se promueven y se inhiben las unas a las otras. Cuando un cierto grupo de representaciones permanece en lo inconsciente, no infiere una incapacidad constitucional para la síntesis, sino que asevera que una revuelta activa de otros grupos de representaciones ha causado el aislamiento y la condición de inconsciente de aquel grupo. Se llama represión (esfuerzo de desalojo) al proceso que depara ese destino a uno de los grupos. El fracaso de la represión es la condición previa de la formación de síntoma.

Las representaciones han entrado en una oposición con otras mas intensas del Yo, y por eso cayeron en la represión. Cada pulsión busca imponerse animando las representaciones adecuadas a su meta. Esas pulsiones entran en conflicto de intereses, y las oposiciones entre las representaciones son la expresión de las luchas entre las pulsiones singulares. Hay una inequívoca oposición entre las pulsiones que sirven a la sexualidad y las que tienen por meta la autoconservación (yoicas).

En el desarrollo psicogénico de las pulsiones, éstas comienzan siendo numerosas pulsiones parciales que adhieren a las excitaciones de regiones del cuerpo. Atraviesan un complicado proceso de desarrollo antes de poder subordinarse a las metas de la reproducción. Libido designa a la energía de las pulsiones sexuales. La cultura nace a expensas de las pulsiones sexuales parciales, que tienen que ser sofocadas, limitadas y guiadas hacia metas superiores. En las neurosis el Yo se siente amenazado por las exigencias de las pulsiones sexuales y se defiende de ellas mediante unas represiones que no siempre alcanzan el éxito deseado, sino que tienen por consecuencia formaciones sustitutivas de lo reprimido y penosas formaciones reactivas del yo.

Los mismos órganos y sistemas de órganos están al servicio tanto de las pulsiones sexuales como de las yoicas. No se puede servir a dos amos al mismo tiempo. Mientras más íntimo sea el vínculo en que un órgano dotado de esa doble función entre con una de las grandes pulsiones, tanto más se rehusará a la otra. Cuando las dos funciones básicas están en discordia, desde el yo se mantiene una represión contra la pulsión sexual parcial respectiva, y produce consecuencias patológicas. Si la pulsión sexual parcial que se sirve del ver se ha atraído a causa de las hipertróficas exigencias, la contradefensa de las pulsiones yoicas produce que las representaciones se reprimen y queda perturbado el vínculo del ojo y del ver con el yo y la conciencia. El órgano se pone por entero a disposición de la pulsión sexual reprimida. La pulsión reprimida, coartada de un ulterior despliegue psíquico, acrecienta su imperio sobre el órgano que la sirve. La pérdida del imperio conciente sobre el órgano es la formación sustitutiva de la represión fracasada.

 

Sobre la dinámica de la transferencia (1912)

 

Todo ser humano por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, y las pulsiones que satisfará, así como las metas que habrá de fijarse. Disposición y azar determinan el destino del hombre. Esto da por resultado un clisé que se repite de manera regular en la trayectoria de la vida, en la medida en que lo consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor asequibles. Solo un sector de esas emociones ha recorrido el pleno desarrollo psíquico: ese sector está vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad conciente. Otra parte de las mociones libidinosas ha sido demorada en el desarrollo, está apartada de la personalidad conciente y la realidad objetiva, y sólo tuvo permitido desplegarse en la fantasía o ha permanecido por entero en lo inconsciente. Y si la necesidad de amor de alguien no está satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, se verá precisado a volcarse con unas nuevas representaciones-expectativa libidinosas hacia cada nueva persona que aparezca. Es normal que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. Esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés, insertará al médico en una de las series psíquicas                 que ha formado. No solo las representaciones-expectativa concientes han producido la transferencia, sino también las rezagadas o inconscientes.

La transferencia se hace intensa en neuróticos bajo análisis; y es la más fuerte resistencia al tratamiento, así como la portadora del efecto salutífero, como condición del éxito. Cuando las asociaciones libres fallan, se deniegan verdaderamente, es porque está bajo el impero de una ocurrencia relativa al analista.

La más poderosa palanca del éxito se muda en el medio más potente de resistencia. Este proceso no es característico del psicoanálisis sino de la neurosis.

Una condición previa de toda psiconeurosis es la introversión de la libido: disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la realidad, y en esa medida aumenta el sector de ella entrañada de la realidad objetiva, inconsciente. La libido se ha internado por el camino de la regresión y reanima los imagos infantiles. Todas las fuerzas que causaron la regresión se elevan como resistencias al trabajo para conservar ese estado. La introversión se produjo por una frustración de la satisfacción exterior. La libido disponible había estado bajo la atracción de las partes de complejos inconscientes. Para liberarla es preciso vencer la atracción de lo inconsciente, cancelar la represión (esfuerzo de desalojo) de las pulsiones inconscientes y sus producciones. Cada acto del paciente se forma como compromiso entre las fuerzas cuya meta es la salud y las reprimidas.

Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación conciente (síntoma) hasta su raíz inconsciente, hay una zona donde la resistencia se hace nítida y la ocurrencia que surja aparece como un claro compromiso entre sus requerimientos y los del trabajo de investigación. En este punto sobreviene la transferencia: algo del material del complejo es transferido sobre el psicoanalista, esa transferencia da una ocurrencia inmediata y se anuncia mediante una resistencia (ej: detención de las ocurrencias). Siempre que se aproxima a un complejo patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte susceptible de transferencia, y es defendida.

En la cura analítica la transferencia se presenta como el arma más poderosa de la resistencia, y la intensidad será efecto de ésta última.

Hay dos tipos de transferencias: una positiva, de sentimientos tiernos, y una negativa de sentimientos hostiles. La positiva puede ser amistosa (susceptible de conciencia) y erótica (inconsciente). La transferencia que puede resultar como resistencia de la cura es la negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas. El otro componente, el conciente, es el portador del éxito.

La ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para poner sus transferencias al servicio de la resistencia. El enfermo actúa sus pasiones sin atender a la situación objetiva real. El médico quiere constreñirlo a insertar esas mociones en la trama del tratamiento (lucha entre intelecto y vida pulsional, discernir y actuar). La transferencia brinda el servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes.

 

Sobre la iniciación del tratamiento (1913)

 

No se debe ceder frente al paciente que niega sus ocurrencias: esto es producto de la resistencia. Pueden confesar que se guardó algo, ha hecho a un lado ciertos pensamientos, o lo atareó la imagen de la habitación donde se encuentra. Todo lo que se anuda a la situación presente corresponde a una transferencia sobre el médico, la que prueba ser apta para la resistencia. Desde ésta se encuentra con rapidez el acceso al material patógeno. También los primeros síntomas o acciones casuales merecen un interés particular. Puede que la sesión se divida en una parte inhibida y una cordial, y lo utilizará como material.

Mientras que las ocurrencias y comunicaciones afluyan sin detención, no hay que hablar de la transferencia. Sólo se hablará de ella cuando sea resistencia para la cura.

A su vez solo se comunicará al paciente el significado de tal o cual ocurrencia una vez que se haya establecido una transferencia operativa, un rapport. No hará más que crear mayores resistencias cuanto mayores aciertos tenga. El paciente sólo con el tiempo lo introducirá en una de los imagos de aquellas personas de quienes estuvo acostumbrado a recibir amor. No vale de nada informar al paciente sobre sucesos de su vida, ya que esto no asegura que los recordará y sortearán las resistencias al acceso conciente. El enfermo sabe sobre la vivencia reprimida en su pensar, pero le falta la conexión con aquel lugar donde se halla de algún modo el recuerdo reprimido. Solo puede producirse un cambio si el proceso conciente de pensar avanza hasta ese lugar y vence las resistencias de la represión.

El motor más directo de la terapia es el padecer del paciente y el deseo que ahí se engendra de sanar. Es mucho lo que se debita de la magnitud de esta fuerza pulsional, pero ésta, de la cual cada mejoría trae aparejada su disminución, tiene que conservarse hasta el final. Por sí sola es incapaz de eliminar la enfermedad: no conoce los caminos que se deben recorren y no suministra los montos de energía necesarios contra las resistencias. El tratamiento analítico remedia ambos déficit. Las magnitudes de afecto se suplen movilizando las energías aprontadas para la transferencia y mediante las comunicaciones muestra al enfermo los caminos para guiar esas energías.

 

La predisposición a la neurosis obsesiva (1913)

 

Para la contracción de neurosis hay causas constituciones y accidentales. Las predisposiciones dependen del recorrido que hayan hecho las funciones psíquicas hasta alcanzar el estado característico de la persona normal. Toda vez que un fragmento de función quede en el estadio anterior se produce un lugar de fijación a los cuales la función puede regresar en caso de que se contraiga enfermedad por una perturbación exterior. Nuestras predisposiciones son inhibiciones del desarrollo.

La secuencia temporal con que las afecciones irrumpen la vida corresponden al orden: histeria, neurosis obsesiva, paranoia, demencia precoz. Las formas patológicas histéricas se observan en la primera infancia; la neurosis obsesiva muestra sus síntomas en el segundo período de la infancia; las otras psiconeurosis (parafrenia) aparecen después de la pubertad. Éstas últimas, caracterizadas por manía de grandeza, extrañamiento del mundo de los objetos y dificultad de transferencia, se producen por fijación en un estadio de desarrollo libidinal anterior al establecimiento de la elección de objeto, en la fase del autoerotismo y del narcisimo.

La primera fase del desarrollo de la función libidinosa es la del autoerotismo, en la cual pulsiones parciales singulares buscan su satisfacción de placer en el cuerpo propio, y luego la síntesis de todas las pulsiones parciales en la elección de objeto, bajo el primado de los genitales, al servicio de la reproducción. En medio hay un estadio de narcisismo en que la elección de objeto coincide con el yo. Previo a la plasmación final, las pulsiones parciales se reúnen en la elección de objeto ajeno, pero aún no está instituido el primado de las zonas genitales. Las pulsiones parciales que gobiernan la organización pregenital de la vida sexual son anal-eróticas y sádicas. Las pulsiones parciales asumen en la neurosis la subrogación de las genitales.

En el caso analizado, la paciente comenzó con fantasías sádicas de paliza que fueron sofocadas, y luego vino un período de latencia que pasó por un desarrollo moral de alto vuelo. Posteriormente la primera gran frustración, desvalorización de la vida genital, hizo caer su vida sexual en el estadio infantil del sadismo. En este caso la predisposición a la neurosis obsesiva es revelada por el estadio de desarrollo más alto y luego es activada por regresión. En otros casos la organización sexual que contiene la predisposición nunca vuelve a ser superada del todo una vez que se estableció.

En la elección pregenital del objeto la oposición masculino-femenina introducida por la función de reproducción, no había estado aún presente. Hay, en cambio, oposición entre aspiraciones de meta pasiva y activa, que más tarde se suelda con la oposición entre los sexos. La actividad es sufragada por la pulsión de apoderamiento (sadismo) al servicio de la función sexual. La corriente pasiva es alimentada por el erotismo anal.

En las formaciones de carácter sustituye la represión por unas formaciones reactivas y sublimaciones. También la ratificación de la organización sádico-anal cuando se resignan las funciones genitales produce una mudanza de carácter por la regresión de la vida sexual al estadio pregenital. No solo es su precursora (de la fase genital) sino su sucesora y relevo una vez que éstos han cumplido su función.

La pulsión de saber es un brote sublimado, elevado a lo intelectual, de la pulsión de apoderamiento.

La predisposición histórico-genética a una neurosis sólo queda completa cuando toma en cuenta la fase del desarrollo yoico en que sobrevino la fijación a la vez que la libidinal. Un apresuramiento del desarrollo yoico constreñiría una elección de objeto mientras que la pulsión sexual no ha alcanzado todavía su plasmación última. Dejaría como secuela una fijación en el estadio del orden sexual pregenital.

La histeria tiene un vínculo íntimo con la última fase del desarrollo libidinal, que se singulariza por el primado de los genitales y la introducción de la función reproductora. Esta adquisición sucumbe a la represión, supone una regresión al nivel bajo el imperio de la sexualidad masculina que fue reprimida cuando elevó a la vagina a la condición de zona erógena dominante en detrimento del clítoris como órgano rector. En la histeria sobreviene una reactivación de la sexualidad masculina y una lucha defensiva contra esta producto de las pulsiones yoicas.

 

Introducción al Narcisismo (1914)

 

I. Narcisismo: un individuo total retiene su libido en el interior del yo y no desembolsa nada de ella en investidura de objeto. Da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual, hasta alcanzar la satisfacción plena. Puede cobrar el significado de una perversión que ha absorbido toda la vida sexual de la persona. Sin embargo una colocación de la libido narcisista es parte del desarrollo sexual regular. Es un complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación.

El destino de la libido sustraída de los objetos fue conducido al yo, y surgió una conducta narcisista. Este narcisismo, que nace por replegamiento de las investiduras de objeto es secundario, que se edifica sobre la base del primario.

Este último presupone una originaria investidura libidinal del Yo, cedida después a los objetos. Hay una oposición entre libido Yoica y libido de Objeto. Cuánto más gasta una, más se empobrece la otra. En el enamoramiento se desarrolla la segunda, resignando la personalidad a favor de la investidura de objeto, y el opuesto está en la fantasía de los paranoicos. Al comienzo éstas están juntas en el estado del narcisismo y son indiscernibles y sólo con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual (libido) de una energía de las pulsiones Yoicas.

No está presente desde el comienzo una unidad comparable al Yo: debe desarrollarse. Las pulsiones autoeróticas son iniciales, por tanto debe agregarse una nueva acción para que se constituya el narcisismo.

La separación entre libido Yoica y libido de objeto es la insoslayable prolongación de la división entre pulsiones sexuales y pulsiones Yoicas. La separación de las pulsiones sexuales respecto de las Yoicas no hace más que reflejar la doble función del individuo: que es fin para sí mismo y eslabón dentro de una cadena de la cual es tributario contra su voluntad, portador mortal de una sustancia inmortal

II. Tanto en casos de enfermedad, como en la hipocondría o incluso cuando se duerme, cuando los genitales se encuentran en estado de excitación toda la investidura del mundo externo es introvertida hacia el Yo. La actividad por la cual un lugar del cuerpo envía a la vida anímica estímulos de excitación sexual es la erogenidad. Algunas zonas del cuerpo (zonas erógenas) pueden subrogar a los genitales y comportarse de manera análoga a ellos.

Al comienzo la libido yoica quedó ocultada tras la libido de objeto, ya que las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas se apuntalan en funciones vitales de autoconservación. Las pulsiones sexuales se apuntalan en la satisfacción de las pulsiones yoicas, y más tarde se independizan. Las personas encargadas de la nutrición y el cuidado devienen los primeros objetos sexuales. El niño elige sus objetos tomándolos de vivencias de satisfacción. Pero en algunos casos no eligen su posterior objeto de amor según el modelo de la madre, sino según la propia persona. Se buscan a sí mismos como objeto, exhiben el tipo de elección de objeto narcisista. El narcisismo primario puede expresarse de manera predominante en su elección de objeto.

Se ama, entonces: según el tipo narcisista a lo que uno es, a lo que fue, a lo que querría ser, a la persona que fue parte de si mismo (hijo); y según el tipo de apuntalamiento a la mujer nutricia, o al padre protector.

III. El narcisismo originario está expuesto al peligro del complejo de castración (angustia por el pene en el varón, envidia del pene en la niña).

Mociones pulsionales libidinosas sucumben a la represión cuando entran en conflicto con representaciones éticas y morales. La represión parte del Yo, del Ideal por el cual mide su yo actual. La formación del ideal sería la condición de la represión de parte del Yo. Sobre el ideal del yo recae el amor de sí mismo. El narcisismo aparece desplazado a esta nueva formación que posee todas las perfecciones valiosas. Como en el ámbito de la libido, el hombre es incapaz de renunciar a la satisfacción una vez gozada, no quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y proyecta su ideal como un sustituto del narcisismo perdido en la que él fue su propio yo ideal.

La sublimación es el proceso que atañe a la libido de objeto y consiste en que la pulsión se lanza a otra meta distante de la satisfacción sexual. La idealización es un proceso que envuelve al objeto, sin variar de naturaleza, que es engrandecido y realzado psíquicamente. Es posible tanto en el campo de la libido Yoica como la de Objeto. La sublimación ocurre con la libido; la idealización con el objeto.

La formación del ideal aumenta las exigencias del yo y es el más fuerte favorecedor de la represión. En cambio la sublimación es la vía de escape que permite cumplir la exigencia sin dar lugar a la represión.

Hay una instancia psíquica cuyo cometido es asegurarse la satisfacción narcisista proveniente del ideal del Yo, observando al Yo actual y midiéndolo con el ideal (Superyo). Es característico de nuestra conciencia moral.

La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la conciencia moral, partió de la influencia crítica de los padres. Grandes montos de libido homosexual fueron convocados para su formación, y encuentran satisfacción en éste. Todo lo que uno posee y ha alcanzado cada resto del primitivo sentimiento de omnipotencia corroborado por la experiencia, contribuye a incrementar el sentimiento de sí. El sentimiento de sí depende de la libido narcisista. El ser amado constituye la meta y la satisfacción en la elección de objeto narcisista. La investidura libidinal de objetos no eleva el sentimiento de sí, la dependencia con el ser amado tiene el efecto contrario: lo rebaja. El que ama ha sacrificado un fragmento de su narcisismo y solo puede restituirlo por el ser amado.

Las relaciones del sentimiento de si con el erotismo pueden exponerse:

-según que las investiduras amorosas sean acordes con el yo: el amor es otra función del Yo. El amar rebaja la autoestima, y el ser amado, hallar un objeto de amor, poseer al objeto, vuelven a elevarla.

-según que hayan experimentado una represión: la investidura de amor es sentida como grave reducción del yo, la satisfacción de amor es imposible y el re-enriquecimiento del yo sólo se vuelve posible por el retiro de la libido de los objetos. El retroceso de la libido de objeto al yo, su mudanza en narcisismo vuelve a establecer un amor dichoso de cuando libido objeto y yoica eran la misma cosa.

El desarrollo del Yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra una intensa aspiración a recobrarlo. Acontece mediante el desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde afuera y la satisfacción se obtiene mediante el cumplimiento de ese ideal.

El Yo ha emitido las investiduras libidinosas de objeto, se empobrece a favor de éstas y se enriquece por satisfacciones de objeto y cumplimiento del ideal.

Una parte del sentimiento de sí es primario, el residuo del narcisismo infantil; otra parte brota el cumplimiento del ideal del yo; una tercera de la satisfacción libidinal de Objeto.

El ideal del yo impuso difíciles condiciones a la satisfacción libidinal con los objetos. Donde no se ha desarrollado un ideal la aspiración sexual ingresa inmodificada en la persona como perversión.

El enamoramiento es un desborde de la libido yoica sobre el objeto. Cancela las represiones y restablece las perversiones. Eleva el objeto sexual a ideal sexual: se idealiza lo que cumple la condición de amor infantil.

Donde la satisfacción narcisista tropieza con impedimentos reales, el ideal sexual puede ser usado como satisfacción sustitutiva. Se ama siguiendo el tipo de la elección narcisista de objeto, lo que uno fue o lo que no tiene o le falta para alcanzar el ideal del yo. La insatisfacción por el incumplimiento del ideal libera libido homosexual que se muda en conciencia de culpa, (angustia social).

 

Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (1915)

 

La paciente durante la transferencia positiva, cambia la escena, de la terapia al analista, se declara sana. Pero toda cuanto estorbe proseguir la cura puede ser la exteriorización de una resistencia. La paciente ya no intelige nada, parece absorta en su enamoramiento y todo esto surge en un punto en que debía recordar un fragmento penoso y reprimido de su autobiografía. La resistencia se sirve de éste para inhibir la prosecución de la cura. La resistencia como agente provocador acrecienta el enamoramiento ya presente, invocando la acción eficaz de la represión.

Uno llama lo reprimido a la conciencia para resolverlo, no para volver a reprimirlo. Hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza, y guardarse de apaciguarlas.

Si cede ante la necesidad de amor del paciente, este último habría conseguido aquello  a lo cual aspiran todos los enfermos en análisis: actuar, repetir en la vida aquello que sólo deben recordar, reproducir como material psíquico. Ella sacaría a relucir todas las inhibiciones y reacciones patológicas de su vida, y concluiría en arrepentimiento y refuerzo de su inclinación represora. Por otro lado pondría término a la posibilidad de influir mediante tratamiento analítico. Consentir una apetencia amorosa es tan funesto como sofocarla. Debe guardarse de desviar la transferencia y ahuyentarla, y al mismo tiempo de corresponderle.

Pero también puede ocurrir que la paciente se muestre recalcitrante e indócil; haya arrojado todo interés por el tratamiento y no tenga respeto alguno por el médico.

El amor no conlleva ningún rasgo nuevo que brote de la situación presente, sino que se compone por entero de repeticiones y calco de reacciones anteriores, incluso infantiles. La meta a partir de la transferencia será descubrir la elección infantil de objeto y las fantasías urdidas.

La resistencia no crea al enamoramiento, lo encuentra y se sirve de él exagerándolo. Éste consta de reediciones de rasgos antiguos y repite reacciones infantiles. Ese es el carácter esencial de todo enamoramiento: repetir modelos infantiles. Esto constituye su carácter compulsivo. El amor de transferencia permite discernir con más nitidez su dependencia a estos modelos, se muestra menos flexible y modificable. La diferencia con el amor normal es que es provocado por la situación analítica, es empujado por las resistencias, y carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva, es menos prudente y cuidadoso, más ciego.

 

Puntualizaciones psicoanalíticas descritas autobiográficamente:

Caso Schreber (1911)

 

III. Acerca del mecanismo paranoico:

El carácter paranoico reside en que para defenderse de una fantasía de deseo homosexual se reacciona con un delirio de persecución.

En la historia evolutiva de la libido se atraviesan estadios desde el autoerotismo al amor de objeto. El narcisismo consiste en que el individuo sintetiza en una unidad sus pulsiones sexuales de actividad autoerótica. Para ganar un objeto de amor se toma primero a sí mismo de objeto antes de pasar a un ajeno. Muchas personas demoran en esta fase y dejan mucho pendiente para fases ulteriores. La continuación de ese camino lleva a elegir un objeto con genitales parecidos, o sea, a través de la elección homosexual de objeto se alcanza la heterosexualidad. Tras alcanzar una elección de objeto heterosexual las aspiraciones homosexuales son esforzadas a apartarse de la meta sexual y conducidas a nuevas aplicaciones. Se conjugan con pulsiones yoicas, apuntalándose en ellas, para constituir las pulsiones sociales, la amistad, el sentido comunitario, el amor universal.

Cada estadio de desarrollo de la psicosexualidad ofrece una posibilidad de fijación, un lugar de predisposición. Personas con libido fijada en el narcisismo están expuestas a que grandes influjos libidinales encuentre decurso sometiendo las pulsiones sublimadas a la sexualización. Todo cuanto provoque una corriente retrocedente de la libido (regresión) puede llevar a la defensa de la sexualización de sus investiduras pulsionales sociales. La investidura libidinal es el interés desde fuentes eróticas.

En la paranoia se forma una contradicción: de “yo lo amo” se muda en “yo lo odio” (producto de una formación del inconsciente); la percepción interna es sustituida por una externa, mediante proyección, de “él me odia”. El sentimiento inconsciente aparece como una consecuencia de la percepción exterior.

Lo característico de esta forma patológica son dos mecanismos: la formación de síntoma y la represión. En la formación de síntoma de la paranoia es característica la proyección. La percepción interna es sofocada y como sustituto de ella adviene a la conciencia su contenido desfigurado como una percepción externa.

La modalidad del proceso represivo se entrama de manera más íntima que la modalidad de la formación de síntoma con la historia del desarrollo de la libido. El proceso se desarrolla en tres fases:

1. La fijación es precursora y condiciona la represión. Se produce cuando una pulsión no recorre el desarrollo como previsto, y a consecuencia de esa inhibición del desarrollo permanece en un estadio infantil. La corriente libidinosa se comporta respecto de las posteriores formaciones psíquicas de forma reprimida (en el Icc). En tales fijaciones reside la predisposición a enfermar. El desasimiento de la libido es el mecanismo esencial de la represión.

2. La represión propiamente dicha parte del Yo, de los sistemas susceptibles de conciencia y puede ser descripta como un esfuerzo de dar caza. Es un proceso activo, mientras que la fijación es un retardo pasivo. A la represión sucumben los retoños psíquicos de las pulsiones que se retrazaron primariamente, cuando por su fortalecimiento llegan a un conflicto con el Yo o con aquellas aspiraciones contra las que se eleva una repugnancia. No traería una represión si no se enlazaran éstas últimas con las ya reprimidas. Toda vez que ello sucede ejercen un efecto de igual sentido tanto la repulsión de los sistemas Cc como la atracción del Icc. El proceso de la represión consiste en un desasimiento de la libido de personas y cosas antes amadas. El proceso que hace ruido, es el de restablecimiento y reconducción de la libido que deshace la represión, que en la paranoia se lleva a cabo mediante la proyección. Lo cancelado adentro retorna afuera.

3. Retorno de lo reprimido, o fracaso de la represión, que produce una irrupción desde el lugar de la fijación y tiene por contenido una regresión del desarrollo libidinal hasta ese lugar.

La fijación tiene diversas facetas correspondientes a los estadios de desarrollo de la libido. Mediante el desasimiento de la libido produce una liberación de ésta que se conserva libre flotando dentro de la psique; en la histeria se muda en inervaciones corporales; en la paranoia la libido sustraída del objeto se vuelca al Yo, lo magnifica, se vuelve al estadio narcisista en que el único objeto era el Yo. Los paranoicos llevan una fijación en el narcisismo, y la regresión característica se produce desde la homosexualidad sublimada hasta el narcisismo.

Pulsión es concepto fronterizo de lo somático y lo anímico, es el representante psíquico de poderes orgánicos y se separan entre pulsiones yoicas y sexuales.

 

Nota sobre el concepto de lo inconsciente (1912)

 

Una representación puede estar presente en la conciencia o desaparecer de ella, reaflorar intacta después de un intervalo, y hacerlo desde el recuerdo, no como consecuencia de una nueva percepción sensorial. En éste caso la representación estuvo presente de forma latente.

Conciente es aquello de lo que nos percatamos y las latentes son las inconscientes. Una representación inconsciente es una de la que no nos percatamos a pesar de que estamos dispuestos a admitir su existencia.

En la hipnosis una orden impartida deviene eficiente como acción, sin recuerdo del contexto o de la orden misma. La orden fue trasferida a la acción tan pronto como la conciencia se percató de su existencia. El estímulo real es la orden, que no devino conciente sino que fue su retoño: la idea de la acción. La orden permaneció inconsciente y por eso fue eficiente.

La vida anímica del histérico rebosa de esas ideas eficientes e inconscientes. De ellos provienen los síntomas. Cuando ejecuta las convulsiones y gestos de su ataque, no representa las acciones que realiza, sino que reproduce una escena de su vida cuyo recuerdo era inconscientemente eficiente durante su ataque. Un pensamiento latente equivale a la prueba directa brindada por la conciencia. Por lo tanto hay pensamientos latentes muy fuertes, sin embargo algunos no penetran en la conciencia. Los del primer grupo son preconscientes, los de la neurosis son inconscientes. Este término no solo designa pensamientos latentes, sino que poseen un carácter dinámico, aquellos que a pesar de su intensidad y acción eficiente se mantienen alejados de la conciencia.

Hay un preconsciente eficiente, y un inconsciente eficiente alejado de la conciencia. Para éste último poder penetrar en la conciencia, se necesita un esfuerzo que venza la defensa que intenta repulsarlo de ésta; esta defensa se expresa como resistencia al material inconsciente que quiere penetrar. La defensa no se levanta frente a las representaciones preconscientes.

Todo acto psíquico empieza siendo inconsciente, y puede permanecer tal o bien avanzar desarrollándose hasta la conciencia según que tropiece o no con resistencias. El distingo entre actividad preconsciente e inconsciente aparece cuando la defensa ha entrado en juego.

En el sueño, un itinerario de pensamientos fue despertado por la actividad mental del día y retenido capacidad eficiente; ha escapado a la disminución de interés. Durante la noche consiguen hallar la conexión con uno de los deseos inconscientes que han estado presentes desde la infancia pero de forma reprimida y excluidos de la conciencia. Este apoyo inconsciente le presta la fuerza para devenir nuevamente eficientes y aflorar bajo la forma de sueños. Los pensamientos han experimentado una desfiguración; han investido la conciencia; un fragmento de lo inconsciente ha aflorado en la conciencia que de ordinario hubiera sido imposible. Los pensamientos preconscientes son los restos diurnos; y el material inconsciente los pensamientos oníricos latentes. Los restos diurnos que posiblemente fueron concientes de día, son asimilados por las tendencias inconscientes, rebajados a ésta cualidad (icc) y sometidos a las leyes que rigen en este sistema. El inconsciente representa tanto un carácter de ciertos procesos psíquicos (descriptivo), como también el sistema de actividad psíquica que abarca éstos procesos.

 

 

Tótem y tabú: Capitulo IV

“El retorno del totemismo en la infancia” (1913)

 

5. El clan mata y devora a su animal totémico; los miembros del linaje se disfrazan asemejándose a él. Ejecutan una acción prohibida que legitiman con la participación de todos. El animal es llorado y lamentado compulsivamente, arrancado por el miedo a una amenazadora represalia, para sacarse de encima la responsabilidad de la muerte. A ese duelo continua un festejo, desencadenamiento pulsional y la licencia de todas las satisfacciones. Una fiesta es un exceso permitido, la violación de una prohibición. Los miembros se santifican mediante la comida, se refuerzan en su identificación con él. El animal totémico es el sustituto del padre. La actitud ambivalente es característica del complejo paterno.

En la horda primordial (el estado primordial de la sociedad humana) hay un padre violento que se reserva todas las hembras y expulsa a los hijos varones cuando crecen. Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre y pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo lo que individualmente les habría sido imposible. El violento padre primordial era el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los hermanos. En el acto de la devoración consumaban la identificación con él apropiándose de su fuerza. El banquete totémico, la primera fiesta de la humanidad, sería la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable sobre la cual se fundaron las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión. Los hermanos estaban gobernados por los mismos sentimientos ambivalentes del complejo paterno en los niños y neuróticos. Odiaban al padre que representaba un obstáculo para su necesidad de poder y exigencias sexuales, pero lo amaban y admiraban al mismo tiempo. Tras eliminarlo y satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él, se suscitaron mociones tiernas avasalladas. Esto produjo arrepentimiento y nació la conciencia de culpa. El muerto se volvió más fuerte de lo que fue en vida. Lo que él había impedido con su existencia, ellos mismos se lo prohibieron psíquicamente como obediencia de efecto retardado. Declararon prohibida la muerte del sustituto del padre, el tótem, y renunciaron a las mujeres liberadas. Desde la conciencia de culpa del hijo crearon los tabúes fundamentales del totemismo que coincidieron con los dos deseos reprimidos del complejo de Edipo: Muerte e Incesto. El incesto tiene, además, un valor práctico: la necesidad sexual provoca desavenencias entre los varones. Si se habían unido para avasallar al padre, eran rivales entre sí respecto de las mujeres. Cada uno habría querido tenerlas a todas para sí, y se habría venido a pique la nueva organización. Si los hermanos querían vivir juntos no les quedó otra alternativa que erigir la prohibición del incesto con la cual renunciaban a las mujeres con tal de salvar la organización que los había hecho fuertes. El otro tabú que ampara la vida del animal totémico erigía un contrato con el difunto que prometía amparo y providencia a cambio de honrar su vida, no repetir la hazaña en virtud de la cual había perecido. La religión totemista nace de la conciencia de culpa de los hijos varones como un intento de apaciguar al padre mediante la obediencia de efecto retardado. Este rasgo es conservado por la religión al igual que el totemismo, que continúa la ambivalencia paterna. No sólo abarca las exteriorizaciones del arrepentimiento y los intentos de reconciliación sino que también recuerda el triunfo sobre el padre. Durante la fiesta se levantan las restricciones de la obediencia de efecto retardado y es obligatorio renovar el crimen del parricidio. La horda paterna es remplazada por el clan de hermanos (no repetirás el crimen con un hermano). La sociedad descansa en la culpa por el crimen; la religión en la conciencia de culpa.

6. El padre queda subrogado como Dios y como animal totémico. El animal fue la primera forma de sustitución del padre, y Dios una forma posterior en que el padre recuperaba su figura humana. Esto fue posible por la añoranza del padre, cuando a través del tiempo el vínculo cambió. Los hermanos se habían unido para el parricidio con el deseo de devenir igual al padre (en el banquete lo expresan por la incorporación de su sustituto). Pero tuvo que permanecer incumplido por los lazos fraternos. Con el tiempo crece la añoranza, y nace un ideal cuyo contenido es la plenitud de poder así como el apronte a sometérsele. Un individuo que se destaque reanimará estos sentimientos y el antiguo ideal del padre, y será proclamado Dios. Al introducir divinidades paternas, la sociedad sin padre se trasmudó en un régimen patriarcal. La familia restauró la antigua horda primordial y devolvió al padre un fragmento de sus anteriores derechos, pero la distancia con el padre primordial fue lo suficientemente grande para asegurar su permanencia, añoranza y perduración. En la escena sacrificial ante el Dios, el padre se encuentra doblemente en el animal de sacrificio y en Dios que tienen dos significados: la actitud ambivalente hacia el padre, la escena del avasallamiento se convierte en material de una figuración de su triunfo. Dios mata al animal que le está consagrado que es él mismo. Tampoco en el desarrollo de las religiones se extinguieron los dos factores pulsionales: la conciencia de culpa y su desafío. 

 

Conferencia 28: La terapia analítica (1916)

 

La terapia hipnótica usa la sugestión para prohibir los síntomas, refuerza la represión, deja intactos los procesos que han llevado a la formación de síntoma; la terapia analítica llega hasta los conflictos de donde nacen los síntomas, se sirve de la sugestión para modificar el desenlace de ellos; impone un difícil trabajo para cancelar las resistencias internas. Se trabaja con la transferencia resolviendo lo que se contrapone. La superación de los conflictos se logra si se le han dado las representaciones-expectativa que coinciden con su realidad interior. La transferencia es objeto de tratamiento, es descompuesta en su manifestación. El éxito del tratamiento se produce por superación de las resistencias.

Teoría de la libido: el neurótico es incapaz de gozar y producir porque la libido no está dirigida a objetos reales, y porque tiene que gastar gran parte de la energía en mantener la libido reprimida y defenderse de ella. La terapia consiste en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al Yo para ponerla al servicio de él. La libido del neurótico está ligada a los síntomas, que le procuran la satisfacción sustitutiva. Por eso es necesario resolverlos; para esto hay que remontarse hasta su génesis, renovar el conflicto del que surgieron, llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas no disponibles en ese momento, pero no en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión sino en transferencia, creando versiones nuevas del viejo conflicto. La transferencia es el campo de batalla en el que se reencuentran las fuerzas que combaten. Toda la libido converge en la relación con el médico, los síntomas quedan despojados de libido. La transferencia aparece en lugar de la enfermedad. En lugar de los objetos libidinales irreales, aparece un único objeto fantaseado: el médico. Cuando la libido vuelve a desasirse del objeto provisional no puede volver atrás a sus primeros objetos, sino que queda a disposición del Yo. Se libró batalla con la repugnancia del Yo hacia ciertas orientaciones de la libido (inclinación a reprimir.

Hay dos fases en el tratamiento: de los síntomas a la transferencia, y librar a éste nuevo objeto de la libido, para eliminar la represión, de suerte que no pueda sustraerse más la libido del Yo. Bajo la influencia de la sugestión se produce un cambio en el Yo; el Yo es engrosado por lo inconsciente que se hace conciente, se reconcilia con la libido, se le concede alguna satisfacción y se reduce el horror ante sus reclamos por la posibilidad de neutralizar un monto de ella por sublimación.

Los límites están en la falta de movilidad de la libido que no quiere abandonar sus objetos, y en la rigidez del narcisismo, que no permite que la transferencia sobrepase cierta frontera.

Los sueños, así como los actos fallidos y ocurrencias libres sirven para colegir el sentido de los síntomas y descubrir la colocación de la libido. Nos muestran los deseos que cayeron bajo la represión y los objetos a los cuales quedó aferrada la libido sustraída al Yo.

El sano también ha realizado represiones y hace un cierto gasto para mantenerlas, su Icc oculta mociones reprimidas, investidas de energía y una parte de su libido no está disponible para su Yo. La persona sana es virtualmente neurótica. La diferencia entre salud y neurosis se circunscribe a lo práctico, y se define por el resultado, si le ha quedado a la persona capacidad para gozar y producir; el sano puede poseer innumerables formaciones de síntoma, aunque mínimas y carentes de importancia práctica. La diferencia es de índole cuantitativa, los montos de energía que han quedado libres y ligados por represión.

 

Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal (1917)

 

Avaricia, minuciosidad y terquedad provienen de las fuentes pulsionales anales de la organización pregenital, en que sadismo y erotismo anal desempeñan papeles rectores. El destino de las mociones anal-eróticas, ya perdida su significatividad para la vida sexual tras el establecimiento de la organización genital definitiva, es la permanencia en el inconsciente tras la represión. Pueden ser sublimadas o traspuestas en cualidades de carácter, y otra parte ser acogida en la nueva conformación de la sexualidad regida por el primado de los genitales.

En las elucidaciones inconscientes (ocurrencias, fantasías y síntomas), los conceptos de heces, dinero, regalo, hijo y pene son permutados entre sí. Son tratados en el inconsciente como equivalentes entre sí. La mujer puede reactivar un deseo infantil (la envidia del pene) y lo hace portador de síntomas neuróticos. Otras mujeres no registran el deseo del pene, pero sí un deseo de hijo. El varón es aceptado como un apéndice del pene.

El hijo es considerado como algo que se desprende del cuerpo; así un monto de investidura libidinosa aplicado al contenido del intestino puede extenderse al niño. Las heces son el primer regalo, una parte del cuerpo del que el lactante solo se separa a instancias de la persona amada y con la que testimonia su ternura. Se presenta una primera decisión entre la actitud narcisista y la del amor de objeto. O las entrega obediente, o las retiene para la satisfacción autoerótica. También se habla de recibir el “regalo de un hijo”.

Cuando el interés por las heces retrocede de manera normal, la analogía orgánica entre éstas y el pene se transfiere a este último. Cuando el niño se entera de la falta de pene en la mujer, es discernido como algo separable del cuerpo, y entra en analogía con las heces (primer trazo de lo corporal al que se debió renunciar).

 

La represión (1915)

 

Una moción pulsional puede chocar con resistencias que quieran hacerla inoperante. Al ser una pulsión la huída es inoperante porque no puede escapar de sí mismo. Una etapa previa al juicio (que más tarde será un recurso contra la moción pulsional) es la represión, algo intermedio entre la huida y el juicio adverso. Es uno de los destinos de la pulsión. Es posibilitado porque el logro de la meta pulsional depare displacer en lugar de placer. Pero las pulsiones siempre deparan placer. Tiene que haber un proceso por el cual el placer de la satisfacción depare displacer. La satisfacción que sería placentera, entraría en conflicto o sería inconciliable con otras exigencias y designios. Sería placer para un sistema y displacer para otro. La condición para la represión es que el motivo de displacer cobre un poder mayor que el placer de la satisfacción.

La represión no es un mecanismo de defensa presente desde el origen; no puede engendrarse antes que se haya establecido una separación entre actividad conciente e inconsciente del alma, y su esencia consiste en rechazar algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella. La represión funda el Icc.

Hay una represión primordial que consiste en que la representación del representante de la pulsión[2] se le deniega la admisión en lo conciente. Se establece una fijación, el representante queda inmutable y la pulsión sigue ligada a él.

La segunda etapa es la represión propiamente dicha, que recae sobre los retoños psíquicos de la representación del representante de la pulsión reprimida o pensamientos que han entrado en asociación con él. Tales representaciones experimental el mismo destino que lo reprimido primordial. La represión secundaria es un esfuerzo de desalojo post-represión. Ejerce igual efecto la repulsión desde la conciencia sobre lo que ha de reprimirse como la atracción desde lo reprimido primordial sobre aquello con lo cual se puede poner en conexión. Esto reprimido anterior está dispuesto a recoger lo repelido por lo conciente. La represión no impide al representante de la pulsión seguir existiendo en lo Icc y producir retoños, anudar conexiones etc. La represión sólo perturba el vínculo con lo conciente.

Si los retoños de lo reprimido primordial se ha alejado lo suficiente de éste, sea por las desfiguraciones o por el número de eslabones intermedios, tiene expedito el acceso a lo conciente. Las ocurrencias que el análisis hace surgir son una traducción conciente de la representación del representante reprimida. Los síntomas son retoños de lo reprimido que se han procurado el acceso a la conciencia mediante esta formación distanciado de lo primordial. Cada uno de los retoños puede tener su destino particular. Lo  mismo que consigue la desfiguración lo produce la alteración en el juego de las fuerzas psíquicas de placer-displacer.

La represión es móvil; exige un gasto de fuerza constante, que si cesara peligraría su resultado. Lo reprimido ejerce una presión continua en dirección a lo conciente, a raíz de lo cual el equilibrio tiene que mantenerse por medio de una contrapresión. El mantenimiento de la represión supone un dispendio continuo de fuerza, y su cancelación un ahorro.

La moción pulsional puede estar inactiva (escasamente investida con energía psíquica), o investida en grados variables y activa. Su activación pondrá en movimiento los rodeos para acceder a la conciencia. Los retoños representantes de una energía baja generalmente no son reprimidos, aunque su contenido sea idóneo para presentar un conflicto psíquico, ya que el factor cuantitativo es el decisivo. Tan pronto esa representación se refuerce, el conflicto deviene actual y la activación lo lleva a la represión. Un aumento de la investidura enérgica actúa en el mismo sentido que el acercamiento respecto de lo Icc y la disminución del distanciamiento o la desfiguración. Las tendencias represoras pueden ser sustituidas por un debilitamiento de lo desagradable.

 

 

 


La representación del representante de la pulsión es un grupo de representaciones investidas desde la pulsión con un monto de energía psíquica o libido. Junto a la representación interviene algo que representa a la pulsión y puede experimentar un destino diferente de la representación: el monto de afecto. Corresponde a la pulsión en la medida que se ha desasido de la representación y ha encontrado una expresión proporcionada a su cantidad en afectos. La represión tiene un destino para la representación y otro para la energía pulsional que adhiere a ésta.

El destino general de la representación representante de la pulsión es desaparecer de la conciencia o seguir coartada si nunca devino conciente; el factor cuantitativo tiene tres destinos posibles: sofocación completa; salir a la luz como un afecto coloreado cualitativamente; o mudarse en angustia. La represión tenía el propósito de evitar el displacer. Si no ha logrado impedir la producción de angustia entonces el proceso represivo ha fracasado.

Una represión crea una formación sustitutiva de representante: el síntoma. Éste es un indicio de un retorno de lo reprimido, y debe su génesis a un proceso diverso de la represión, pero que convergen. Existen diversos mecanismos de formación sustitutiva; los mecanismos de la represión tienen en común la sustracción de investidura enérgica (libido).

En la fobia la representación fue sustituida vía desplazamiento por otro objeto, y el monto de afecto se ha transpuesto en angustia. En la histeria de conversión el monto de afecto se ha hecho desaparecer completamente, o bien una dosis de sensaciones se anuda a los síntomas y se produce algún desprendimiento de angustia. El contenido produce como formación sustitutiva una inervación hiperintensa somática ya sea como inhibición o excitación sensorial o motriz. El lugar se revela como una porción de la representación que ha atraído hacia sí, por condensación, la investidura. La neurosis obsesiva produce una formación sustitutiva en la alteración del yo como escrúpulos de conciencia extremos. La representación se muda en algo indiferente y conciente, y el modo de afecto en la mayor parte de los casos aparece en angustia, de la cual se huye como en el caso de la fobia.

 

Lo inconsciente (1915)

 

II. La multivocidad de lo inconsciente y el punto de vista tópico:

Todo lo reprimido es inconsciente pero no todo lo inconsciente es reprimido. Lo inconsciente abarca actos latentes por ahora (preconsciente), pero que lo son de forma descriptiva; procesos reprimidos que de devenir conscientes contrastarían conflictivamente con lo consciente (dinámico).

Un acto psíquico atraviesa por dos fases entre las cuales se encuentra la censura. En la primera fase es inconsciente y pertenece al sistema Icc; si es rechazado por la censura se le deniega el pasaje a la segunda fase; y si pasa pertenece al sistema Cc. Pero no es conciente sino susceptible de conciencia (preconsciente). Este sistema participa de las propiedades del sistema Cc. Se distingue de la concepción descriptiva por la naturaleza dinámica de los procesos anímicos, y tiene en cuenta la tópica psíquica indicando el sistema dentro del cual se consuma el acto.

Hay dos teorías respecto a los procesos que discurren en el aparato:

1. Que la fase Cc de la representación significa una retranscripción de la representación, que se produce en la nueva localidad psíquica, manteniéndose la originaria inconsciente. (Supuesto tópico).

2. La transposición consiste en un cambio de estado del mismo material, meramente funcional, en la misma localidad. (Supuesto funcional).

Con el primer supuesto se enlaza un divorcio tópico entre ambos sistemas y la posibilidad de que una representación esté presente al mismo tiempo en dos lugares del aparato, y aún que se traslade regularmente de un lugar a otro si no está inhibido por la censura. La cancelación de la represión sobreviene cuando la representación conciente tras vencer las resistencias, se pone en conexión con la huella mnémica inconsciente.  Pero la identidad entre la comunicación y el recuerdo reprimido es aparente.

III. Sentimientos inconscientes:

Además de representaciones conscientes e inconscientes, la misma caracterización no se puede dar a las mociones pulsionales, ya que una pulsión no puede ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo su representante (la representación). También sólo puede estar representada en el Icc por su representación. La pulsión se adhiere a una representación.

Un sentimiento para ser sentido debe ser conciente, entonces la posibilidad de una condición inconsciente falla por entero a sentimientos o afectos.

Puede ocurrir que una moción de afecto sea percibida erradamente. Por represión de su representante fue compelida a enlazarse con otra representación y la conciencia la tiene exteriorizada a ésta. Llamamos inconsciente a la moción afectiva originaria aunque su afecto nunca lo fue porque solo su representación fue reprimida. Los destinos del afecto pueden ser: persistir como tal, ser mudado en un monto de afecto cualitativamente diverso, o ser sofocado. La meta genuina de la represión es la sofocación del monto de afecto. Tras la represión la representación sigue existiendo en el interior del Icc como formación real, y el afecto le corresponde la posibilidad de planteo a la que no se le permite desplegarse. No hay afectos inconscientes como hay representaciones inconscientes. Dentro del sistema Icc hay formaciones de afecto que al igual que otras pueden venir concientes. Las representaciones son investiduras de huellas mnémicas mientras que los afectos son procesos de descarga cuyas exteriorizaciones se perciben como sensaciones.

Puede discernirse una pugna permanente de los sistemas Cc e Icc en torno al primado sobre la afectividad y se deslindan esferas de influencia. El desprendimiento de afecto proviene del Icc, en cuyo caso tiene un carácter de angustia, por la cual son trocados los afectos reprimidos. La moción pulsional tiene que aguardar hasta encontrar una representación sustitutiva en la Cc, y desde el sustituto se desarrolla el afecto, cuya naturaleza determina el carácter cualitativo del afecto. La represión produce un divorcio entre el afecto y su representación a raíz de lo cual ambos van al encuentro de sus destinos separados.

IV. Tópica y dinámica de la represión:

La represión se lleva a cabo en la frontera entre los sistemas Icc y Prcc. Se trata de una sustracción de investidura. La representación reprimida conserva su investidura ya que sigue produciendo efectos en el Icc. A la representación se le sustrae la investidura Prcc, y puede quedar desinvestida o recibir investidura del Icc, o conservar la investidura Icc que ya poseía. Por lo tanto hay: sustracción de investidura Prcc, sustitución de la Prcc por la Icc, o conservación de investidura Icc. El supuesto funcional superó al tópico, al afirmar no una retranscripción, sino una mudanza de investidura, un cambio de estado. La sustracción de libido no explica que la representación intente penetrar al sistema Prcc, y una nueva sustracción de libido tendría que llevarse a cabo. Tampoco se trata de la represión primordial que es puramente inconsciente, y no ha recibido investidura Prcc (por lo tanto no puede ser sustraída).

Tiene que haber otro proceso que mantenga la represión y cuide a la represión primordial de su producción y permanencia: la contrainvestidura que protege al sistema Prcc contra el asedio de la representación inconsciente. Representa el gasto permanente de energía de una represión primordial, y garantiza su permanencia. En la represión primordial es el único mecanismo; en la secundaria se suma a la sustracción de investidura. Y posiblemente la investidura sustraída de la representación se aplique a la contrainvestidura. Investidura es lo mismo que libido al tratarse de destinos de la pulsión sexual.

En la histeria de angustia se trata de una moción de amor que demandaba transponerse al Prcc, pero la investidura Prcc se le retiró y la Icc fue descargada como angustia. La investidura Prcc fue volcada a una representación sustitutiva que se entramó por vía asociativa con la representación rechazada, y se sustrajo de la represión por su distanciamiento (sustituto por desplazamiento). La representación sustituta es para la conciencia una contrainvestidura asegurándolo contra la emergencia de la representación reprimida. Es de donde arranca el desprendimiento de afecto (en la fobia cuando ve al animal). Es el lugar de transmisión desde el Icc al interior del Cc y es una fuente autónoma de desprendimiento de angustia. La contrainvestidura del sistema Cc ha llevado a la formación sustitutiva. Todo el entorno asociado de la representación sustitutiva es investido con una sensibilidad particular, y cualquier excitación dará un desarrollo de angustia, que es aprovechado como señal para inhibirse mediante la huida de la percepción. Este mecanismo no sirve contra la moción pulsional que alcanza a la percepción sustitutiva con su conexión con la representación reprimida. Solo empiezan a producir efectos cuando el sustituto ha tomado sobre sí la subrogación de lo reprimido. Cada acrecimiento de la moción pulsional, la muralla protectora que rodea a la representación debe ser trasladada un tramo más allá. Esa construcción es la fobia.

V. Las propiedades particulares del sistema Icc:

El núcleo del Icc consiste en mociones de deseo, o representantes de la pulsión que quieren descargar su investidura. Cuando pulsiones de metas distintas son activadas al mismo tiempo, confluyen en una formación de meta intermedia, en un compromiso.

Dentro del Icc no existe la negación; esto es introducido por la censura como sustituto de la represión. En el Icc hay contenidos investidos con más o menos intensidad.

Prevalece una movilidad mucho mayor de las intensidades de investidura. El proceso de desplazamiento permite a una representación entregar a otra toda su investidura, y la condensación tomar sobre sí la investidura de muchas otras. En cambio dentro del Prcc rige el proceso secundario.

Los procesos del Icc son atemporales, no están ordenados ni se modifican por el transcurso del tiempo. La temporalidad es una forma de trabajo de la conciencia.

No conocen un miramiento por la realidad. Están sometidos al principio de placer, su destino depende de la fuerza que posean y que cumplan con la regulación placer-displacer.

 

 

 

 

 

 

 


El sistema Prcc presenta una inhibición de la proclividad a la descarga. Cuando el proceso traspasa de una representación a otra la primera tiene gran parte de su investidura. Desplazamiento y condensación son muy limitados en el Prcc. La energía de investidura puede estar ligada o móvil y proclive de descarga, característico del Icc.

Al Prcc compete también un comercio entre los contenidos de las representaciones a fin de que se influyan unas a otras, el ordenamiento temporal de ellas, la censura, el examen de realidad y el principio de realidad. La memoria consciente depende del Prcc, que se diferencia de las huellas mnémicas en que se fijan las vivencias del Icc, y que corresponden a una trascripción particular.

VI. Comercio entre los dos sistemas:

El Icc es susceptible de desarrollo y coopera con el Prcc. Se continúa en los retoños, es asequible a las vicisitudes de la vida, influye sobre el Prcc y está también sometido a las influencias de éste.

Hay retoños que cualitativamente, por su alto grado de organización, pertenecen al Prcc, pero se encuentran en el Icc y son insusceptibles de conciencia. Su origen es decisivo para su destino. Son las formaciones de fantasía, que se individualizaron como etapas previas en la formación del sueño y del síntoma, que permanecen reprimidas. Otros retoños de alta organización son las formaciones sustitutivas, pero a diferencia logran irrumpir en la conciencia merced a una relación favorable.

Un sector del Prcc proviene del Icc, y sucumbe a la censura antes del devenir conciente. Otro sector es susceptible de conciencia sin censura. Esto supone a la censura no entre el Prcc y el Icc, sino entre el Prcc y la Cc, echando por tierra el supuesto de una renovación continuada de las transcripciones.

Los retoños del Icc devienen conscientes como formaciones sustitutivas y síntomas tras grandes desfiguraciones aunque conservan ciertos caracteres.

Lo Icc es rechazado por la censura con el Prcc pero sus retoños pueden sortearla; cuando estos ganan intensidad el Prcc pueden ser rechazados y reconocidos y vuelven a reprimirse en la frontera de censura con el Cc; la primer censura es contra el Icc y la segunda contra los retoños. El devenir consciente es más que un mero acto de percepción, es una sobreinvestidura. En las raíces de la actividad pulsional los sistemas se comunican entre sí de la manera más amplia. Una parte de los procesos ahí excitados pasan por el Icc, y en la Cc alcanzan la conformación psíquica más alta; otra parte es retenida como Icc. El Icc es alcanzado también por las vivencias que provienen desde la percepción exterior.

El contenido del Prcc proviene de la vida pulsional y de la percepción.

VII. El discernimiento de lo inconsciente:

El sustituto del síntoma no se produce por referencia a la cosa, sino a la palabra, por la semejanza a la expresión lingüística. Toda vez que ambas, palabra y cosa, no coinciden, la formación sustitutiva mantiene la investidura de la representación-palabra (significante), pero no así la representación-cosa (significado). Estos son los dos la representación objeto está formado de ambas representaciones. Las representaciones-cosa consisten en la investidura de las huellas mnémicas derivadas de las imágenes mnémicas de las cosas. Esta es la diferencia entre representaciones Icc y Prcc: no son diversas transcripciones de la misma cosa en lugares distintos, sino que la representación Cc abarca la representación cosa más la correspondiente representación palabra; la Icc es la representación cosa sola. El sistema Icc contiene las investiduras de cosa de los objetos, que son las investiduras de objeto primeras y genuinas. El sistema Prcc nace cuando esa representación cosa es sobreinvestida por el enlace con su correspondiente representación palabra. Esto posibilita una organización psíquica más alta y el relevo del proceso primario por el secundario. La represión rehúsa la traducción en palabras de la representación rechazada. La representación no aprehendida en palabras, o el acto psíquico no sobreinvestido queda en el interior del Icc.

Las representaciones objeto provienen de la percepción, pero no pueden devenir concientes por medio de sus restos, primero porque pensar se desenvuelve dentro de sistema tan distanciado de los restos de percepción originarios que no conserva nada de sus cualidad, necesita un refuerzo de cualidades nuevas; y también que mediante el enlace con palabras pueden proveerse de cualidad investiduras que no pudieron llevarse cualidad alguna de las percepciones porque correspondían a meras relaciones de las representaciones objeto. El enlace con la representación palabra, entonces, posibilita pero no determina el devenir conciente.

 

Conferencia N° 6: Premisas y técnica de la interpretación (1916)

 

Para interpretar los sueños hay que descomponerlos en sus elementos (a diferencia del desliz del habla que no posee tantos elementos) e indagar al soñante por cada uno de ellos por separado. Se debe abandonar a la asociación libre reteniendo una representación de partida. Las ocurrencias azarosas no son del todo libres, quedan ligadas desde el momento en que emergen. De igual modo ciertas melodías que se nos ocurren resultan condicionadas por un itinerario de pensamiento al que pertenecen, anudadas por su texto u origen.

Además de la ligazón con una representación de partida, hay una segunda dependencia: respecto del círculo de pensamiento y de interés de alto contenido afectivo, de complejos inconscientes.

Las ocurrencias libres están determinadas, no son arbitrarias. El complejo del sujeto que creó los elementos del sueño (como retoños), determina a su vez las ocurrencias que siguen anudándose durante el análisis.

En el olvido de nombres reconozco al sustituto como el no genuino, mientras que en el elemento onírico esto ocurre mediante un análisis. Si dirijo mi atención a los sustitutos y hago que acudan ocurrencias se llega al nombre olvidado y descubro que los primeros estaban determinados por éste. Lo que es posible en el caso del olvido de nombres tiene que poder lograrse en la interpretación de los sueños: volver accesible lo genuino retenido, mediante asociaciones anudadas a partir de un sustituto.

 

Recordar, repetir y reelaborar (1914)

 

El médico pone en descubierto resistencias desconocidas del enfermo, el paciente narra situaciones y nexos olvidados, con el objeto de llenar las lagunas del recuerdo y vencer las resistencias de la represión. El olvido de impresiones, escenas y vivencia se produce por un bloqueo; el olvido experimenta otra restricción al apreciarse los recuerdos encubridores. Los recuerdos encubridores son a las vivencias infantiles como el contenido manifiesto del sueño a los pensamientos latentes. El convencimiento que el enfermo llega durante la terapia es de otra índole: se recuerda algo que nunca pudo ser olvidado porque nunca se lo advirtió, no fue conciente. Muchas vivencias infantiles que lograron expresarse con efecto retardado no poseen un recuerdo susceptible de ser despertado.

El analizado en general no recuerda nada de lo olvidado, sino que lo actúa. No lo reproduce como un recuerdo sino como acción, lo repite, sin saberlo. Durante el tratamiento no logra recordar, pero escenifica distintas situaciones de su vida. Esta compulsión de repetición es su manera de recordar. La transferencia misma es sólo una pieza de repetición. La transferencia no ocurre solo con el médico sino en otros ámbitos también. La compulsión de repetir le sustituye el impulso de recordar. Mientras mayor sea la resistencia, más será sustituido el recordar por el actuar. Las resistencias comandan la secuencia de lo que repetirá. Repite todo cuanto desde las fuentes de lo reprimido se ha abierto paso hasta su ser manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter. Durante el tratamiento repite todos sus síntomas. El hacer repetir durante la técnica psicoanalítica equivale a convocar un fragmento de la vida real, que puede ser peligroso. Este es el empeoramiento durante la cura. Desde la introducción al tratamiento el enfermo cambia su actitud frente a la enfermedad: es preparado para la reconciliación con eso reprimido que se exterioriza en los síntomas. Al progresar la cura pueden conseguir la repetición mociones pulsionales nuevas, más profundas, que no se habían abierto paso.

Para el médico el recordar reproduciendo psíquicamente sigue siendo la meta, aunque la repetición en acto no lo permita. Cuando la ligazón transferencial se ha vuelto viable, el tratamiento logra impedir al enfermo todas las acciones de repetición y permite usarlo como material terapéutico. El manejo de la transferencia es el principal recurso para transformar la compulsión de repetición en un motivo para recordar. Esa compulsión se vuelve inocua, y aprovechable; tiene permitido desplegarse con libertad escenificando todo pulsional patógeno. Sustituye la neurosis ordinaria a neurosis de transferencia, una enfermedad artificial y asequible, de la que es curado por análisis. Es también un fragmento del vivenciar real pero posibilitado por unas condiciones favorables y es provisional.

Es preciso que una vez expuesta la resistencia, el enfermo se enfrasque en ella para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo obedeciendo a la regla analítica. Sólo en el apogeo de la resistencia se descubren las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia el paciente se convence. La reelaboración es la pieza de trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente similar a la abreacción del tratamiento hipnótico.

 

Pegan a un niño (1919)

 

I. La fantasía se halla anudada a una satisfacción onanista de carácter compulsivo. Cuando el niño co-presencia como otro es azotado, puede convocar aquellas fantasías presentes en la vida anímica. La representación-fantasía “un niño es azotado” es investido con elevado placer y desemboca en un acto de satisfacción autoerótica.

II. Una fantasía así que emerge a raíz de ocasiones casuales y se retiene para la satisfacción autoerótica es un rasgo primario de perversión. Uno de los componentes de la función sexual se anticipa a los otros y se vuelve autónomo fijándose y sustrayéndose del desarrollo. Puede caer bajo la represión, ser sustituida por una formación reactiva, ser sublimada o convertirse en perversión.

III. Esta fantasía presenta una historia evolutiva en cuyo desarrollo cambia su vínculo con la persona fantaseadora, su objeto, contenido y significado.

1° fase: el niño azotado es otro, casi siempre un hermanito. El que pega no es el fantaseador sino un adulto indeterminado. Más adelante se vuelve reconocible como el padre. El padre pega al niño que yo odio.

2° fase: sigue pegando el padre, pero el niño deviene el fantaseador mismo, la fantasía se ha teñido de placer. Yo soy azotado por el padre. Posee un carácter masoquista. No ha existido realmente, no es recordada ni puede devenir conciente, es una construcción del análisis.

3° fase: la persona que pega es indeterminada o es investida por un subrogante del padre. La persona propia del niño no aparece en la fantasía, y ahora son muchos niños.

IV. La niña está fijada tiernamente al padre y posee una actitud de odio y competencia hacia la madre. Los otros hijos son con quienes debe compartir el amor de los padres. Ser azotado significa una destitución del amor y una humillación. Que el padre le pegue significa que no lo ama a él, sino “sólo a mí”. En la primera fase satisface los celos y la dependencia. En esta prematura elección de objeto del amor incestuoso, la vida sexual del niño alcanza el estadio de la organización genital. No falta en el niño el deseo de tener un hijo con la madre y en la niña el de recibir un hijo del padre. Estos enamoramientos son reprimidos a raíz de desengaños como afrentas, nacimientos indeseados, o desde adentro a consecuencia de la falta de un cumplimiento demasiado tiempo anhelado. Sucumben porque su tiempo ha expirado. Al mismo tiempo aparece una conciencia de culpa anudada a los deseos incestuosos. La fantasía era “mi padre me ama sólo a mí pues al otro niño le pega”. La conciencia de culpa produce una inversión, la fantasía de la segunda fase en la que es uno azotado por el padre, y deviene masoquista. Es siempre la conciencia de culpa la que deviene el sadismo en masoquismo. Pero además se suma una regresión a la organización sádico-anal de la vida sexual. Cuando la represión afecta la organización recién alcanzada no solo el amor incestuoso deviene inconsciente sino también la organización experimenta un rebajamiento regresivo. El padre me ama se transforma en el padre me pega. El ser azotado es una conjunción entre conciencia de culpa y erotismo: no sólo es un castigo sino su sustituto regresivo y recibe a partir de esta fuente su excitación libidinosa que se descargará en actos onanistas. La fantasía de la tercera fase es una sustitución de fantasías inconscientes, que retorna al sadismo. En la frase “El padre pega a otro niño, sólo me ama a mí” la primer parte posee el acento y la segunda es reprimida. Solo la forma de la fantasía es sádica, la satisfacción es masoquista al sustituir los niños por la persona propia. Ha tomado sobre sí la investidura libidinosa reprimida y la conciencia de culpa adhiere al contenido.

V. La perversión es parte del proceso de desarrollo normal del niño; se refiere al amor incestuoso, al complejo de Edipo que al ser quebrantado permanece como una secuela heredera de su carga libidinosa y poseedora de su conciencia de culpa.

El complejo de Edipo es el núcleo de la neurosis y la sexualidad infantil, que culmina en él, es la condición efectiva, cuyos restos son secuelas para la posterior enfermedad. La fantasía de paliza y otras fijaciones perversas son las cicatrices del complejo tras su expiración como el complejo de inferioridad corresponde a la cicatriz narcisista.

El masoquismo no es una exteriorización pulsional primaria sino una reversión del sadismo hacia el Yo, por regresión del objeto al Yo. Pulsiones de meta pasiva son dadas desde el comienzo, pero al masoquismo además de esto hay que agregarle el carácter de displacer. El sadismo se muda en masoquismo bajo el influjo de la conciencia de culpa durante la represión. Los efectos de ésta son: vuelve inconsciente el resultado de la organización genital; le provoca la regresión al estadio sádico-anal (gracias a la endeblez de la organización genital); muda su sadismo en el masoquismo pasivo, narcisista, porque a la conciencia de culpa le escandaliza tanto el sadismo como la elección incestuosa de objeto.

VI. En la niña la segunda fase surge por represión y regresión del deseo incestuoso de ser amado por el padre. Entre la segunda y la tercera cambian de vía su sexo, por un deseo a ser varoncito. En el niño la madre remplaza al padre, y la segunda fase podría devenir conciente. La fantasía susceptible de conciencia cuyo contenido es ser azotado por la madre no es primaria, sino lo es ser azotado por el padre. La fantasía notoria de ser azotado por la madre corresponde a la tercera fase. El ser azotado es un ser amado en el sentido genital el cual se degrada vía regresión. Entonces la fantasía inconsciente no es “Soy azotado por el padre” sino “Soy amado por el padre” que ha sido transmudada en la fantasía conciente “Soy azotado por la madre”. La fantasía en el varón es al comienzo pasiva nacida de una actitud femenina hacia el padre. En ambos niña y niño la fantasía de paliza deriva de la ligazón incestuosa con el padre.

En la niña la fantasía masoquista inconsciente (fase 2) parte de la postura edípica normal, en el niño (fase 1) de la trastornada. En la niña hay una fase anterior en que la acción recae sobre a quien se odia por celos lo cual falta en el varón. En el paso a la fantasía conciente la niña (la fase 3) retiene al padre y cambia a la persona azotada; el varón (fase 2) cambia la persona del padre a la madre y sigue siendo él mismo el azotado. En la niña la situación originariamente masoquista (fase 2) es sustituida por una sádica tras la represión; en el varón sigue siendo masoquista. Se sustrae de su homosexualidad reprimiendo y refundiendo la fantasía inconsciente. La niña se fantasea varón sin volverse varonilmente activa y sólo presencia el acto como espectadora.

Todo lo reprimido y sustituido sigue siendo inconsciente y eficaz; la regresión modifica las constelaciones inconscientes de modo que no se conservaría la fantasía pasiva de ser amado por el padre, sino la masoquista, de ser azotado por él. El muchacho se siente mujer en su fantasía conciente y dota a las mujeres azotadoras propiedades masculinas; la niña ha resignado su sexo no se suelta del padre y puesto que ha devenido muchacho, hace que sean ellos los azotados.

 

Psicología de las masas y análisis del Yo (1921)

 

VII: La identificación: Es la más temprana exteriorización de ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo: el varoncito manifiesta un interés hacia su padre, toma al padre como su ideal o modelo. Al mismo tiempo emprende una investidura de objeto sexual de la madre apuntalada en las necesidades básicas. Ambos lazos confluyen en el Complejo de Edipo. El padre le significa un estorbo, su identificación con él cobra un tinte hostil y quiere sustituirlo. La identificación es ambivalente: puede tornarse tierna o querer eliminarlo. Es un retoño de la fase oral en la que el objeto anhelado se incorpora por devoración y se aniquila.

El Complejo puede sufrir una inversión y tomarse a la madre como objeto para el cual la identificación es precursora; en un caso es lo que el niño quisiera ser, en el segundo lo que quisiera tener. La diferencia radica en que la ligazón recaiga en el sujeto o en el objeto.

La identificación es parcial porque solo toma rasgos. Puede ser: por identificación de la persona no amada (ej. en la histeria, si el amor de objeto es hacia el padre y la identificación hostil hacia la madre, puede heredar su tos, en la voluntad de sustituirla, su síntoma expresa el amor de objeto por el padre y la conciencia de culpa) o de la persona amada (la identificación reemplaza la elección de objeto, el Yo toma sobre sí las propiedades del objeto). Hay otra identificación en la que prescinde de relación con la persona copiada: se basa en el poder o querer ponerse en la misma situación, y bajo la conciencia de culpa aceptan el sufrimiento emparejado.

-La identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto;

-Sustituye una ligazón libidinosa de objeto por la vía regresiva mediante introyección del objeto en el Yo;

-Puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no es objeto de las pulsiones sexuales.

 

 

 

 

En nuestro Yo hay una instancia que se separa del resto del Yo y puede entrar en conflicto con él, es el ideal del Yo, que se encarga de la auto-observación, la conciencia moral, la censura onírica e influencia en la represión. Es la herencia del narcisismo en que el Yo se contentaba a sí mismo, pero que toma las influencias del medio.

 

La organización genital infantil (1923)

 

En la niñez se produce la elección de objeto que en conjunto con las aspiraciones sexuales se dirigen a una persona única y pretenden alcanzar su meta. La unificación de las pulsiones parciales, su subordinación al primado de los genitales y al servicio de la reproducción no se produce en la infancia sino después de la pubertad. Sin embargo el apogeo de los genitales y el quehacer genital cobran una significatividad dominante. Esta organización genital infantil a diferencia del adulto posee una particularidad: sólo desempeña un papel el genital masculino o falo. Es una zona excitable, ocupa su interés, y más tarde se exteriorizará como un esfuerzo de investigación, como curiosidad sexual. En el curso de las indagaciones descubre que no es un patrimonio común de todos los seres semejantes a él; frente a las primeras impresiones de falta de pene, la desconocen, piensan que ya crecerá hasta arribar a la conclusión de que estuvo pero fue removido. La falta de pene es resultado de una castración y se produce un temor a la pérdida propia. Las primeras pérdidas produjeron daños narcisistas: a raíz de la pérdida del pecho materno, de la deposición de las heces, de la separación del vientre de la madre. Pero sólo se puede hablar de castración cuando representa una pérdida de los genitales.

La castración es a modo de castigo, y sólo las personas despreciables del sexo femenino (culpables de las mismas mociones prohibidas en que él incurrió) habrían perdido el genital. Pero las personas respetables, como su madre, lo siguen conservando.

Cuando aborda los problemas de la génesis y el nacimiento de los niños la madre perderá el pene y se edificarán teorías destinadas a explicar el trueque del pene a cambio de un hijo (como la teoría de la cloaca). Nunca se descubren los genitales femeninos.

La elección de objeto introduce la primera oposición sujeto-objeto. En el estadio sádico-anal la oposición es activo-pasivo; en la fálica la oposición es falo-castrado; sólo con la culminación del desarrollo en la pubertad la polaridad sexual coincide con masculino-femenino. Lo masculino es el sujeto, la actividad y el pene; lo femenino el objeto, la pasividad.

 

El sepultamiento del complejo de Edipo (1924)

 

El complejo de Edipo sucumbe a la represión y es seguido por el período de latencia. Se viene a pique a raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas. La niña quiere ser objeto de amor del padre, pero vivirá una reprimenda por parte de él. El varón considera a la madre su propiedad, pero experimenta como la madre le quita amor y cuidados para dárselos a un recién nacido. Estos acontecimientos, la falta de satisfacción esperada, son inevitables. Así, el Complejo de Edipo caería a causa de una imposibilidad interna (desde un punto de vista ontogenético). 

También cae por llegado el tiempo de su disolución. Es un fenómeno heredado y tiene que desvanecerse cuando llega la fase evolutiva siguiente (desde el punto de vista filogenético)

La fase fálica, contemporánea al Complejo de Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que es relevada por el período de latencia. Cuando el niño vuelca su interés sobre el miembro genital masculino, lo deja translucir por su vasta ocupación manual en ellos, pero hace la experiencia de que los adultos no están de acuerdo con ese obrar. Sobreviene la amenaza de que se le arrebatará. Primero el niño no presta obediencia a la amenaza; hay dos experiencias por las que se prepara para la pérdida de partes muy apreciadas de su cuerpo: el retiro del pecho materno y la separación del contenido del intestino. Solo tras hacer una nueva experiencia empieza el niño a contar con la posibilidad de la castración: la observación de los genitales femeninos. La falta de pene ha vuelto representable la pérdida de propio pene y la amenaza de castración posteriormente.

La sexualidad del niño se puede ver en la actitud edípica hacia sus progenitores; la masturbación es sólo la descarga genital de la excitación sexual perteneciente al complejo. El complejo de Edipo ofrece dos posibilidades de satisfacción: una activa, situándose en el lugar del padre (a raíz de lo cual es sentido como un obstáculo); y una pasiva: sustituir a la madre y hacerse amar por el padre. La intelección de que la mujer es castrada puso fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo. Ambas conllevan a la pérdida del pene: la masculina en calidad de castigo, y la femenina como premisa. Si la satisfacción amorosa cuesta el pene, estallará un conflicto entre el interés narcisista y la investidura libidinosa de los objetos parentales. El Yo del niño entonces, se extraña del Complejo de Edipo. Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad del padre, introyectada en el Yo, forma el núcleo del Superyo, que toma prestada su severidad, perpetúa la prohibición del incesto y asegura al Yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Las aspiraciones libidinosas son desexualizadas y sublimadas, son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. Se inicia el período de latencia que interrumpe el desarrollo sexual del niño. El extrañamiento del Yo respecto del Complejo de Edipo es producto de la represión, pero equivale a la destrucción del complejo. Si esto último no se logra, el complejo subsistirá en el inconsciente y más tarde exteriorizará su efecto patógeno.

En la niña el clítoris se comporta como un pene, pero es demasiado corto y se siente inferior. Tiene la esperanza de que crezca. La niña no comprende su falta sino que lo explica mediante el supuesto de que poseyó un miembro igualmente grande y lo perdió por castración. La niña acepta su castración, como un hecho consumado, mientras que el niño tiene miedo frente a la posibilidad de su consumación. La muchacha se desliza a lo largo de la ecuación simbólica, del pene al hijo. Su Complejo de Edipo culmina con el deseo de recibir como regalo un hijo del padre. Ambos deseos, de poseer un pene y recibir un hijo, permanecen en el Icc, donde se conservan con fuerte investidura y preparan la posterior sexualidad.

 

El problema económico del masoquismo (1924)

 

El dolor y el placer dejan de evitarse y se constituyen en metas. El Principio de Nirvana tiene el propósito de reducir a cero las sumas de excitación. Placer y displacer no corresponde a aumento y disminución de una cantidad o “tensión de estímulo”. No depende del factor cuantitativo sino de un carácter de él cualitativo. El principio de Nirvana, súbdito de la pulsión de muerte, experimentó una modificación por la cual devino principio de placer. Esta modificación fue la pulsión de vida que se conquistó un lugar junto a la pulsión de muerte en la regulación de los procesos vitales. El principio de Nirvana expresa la tendencia de la pulsión de muerte cuya meta es conducir la inquietud de la vida a la estabilidad de lo inorgánico; el principio de placer, el guardián de la vida, subroga la exigencia de la de la libido, y su modificación, el principio de realidad, el influjo del mundo exterior.

El masoquismo se expresa de tres formas: como condición de excitación sexual (erógeno), como expresión de la naturaleza femenina, y como norma de la conducta de vida (moral). En el primero, el placer de recibir dolor, se encuentra el fundamento de las otras dos formas. La tercera es un sentimiento inconsciente de culpa.

En el masoquismo femenino las escenificaciones de los perversos responden a fantasías de personas masoquistas que desembocan en el acto onanista o figuran la satisfacción sexual por sí solos. El masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño, desvalido y dependiente. Ponen a la persona en una situación femenina: castrado, poseído sexualmente o parir.

Se basa en el masoquismo primario, erógeno, el placer de recibir dolor. La excitación sexual se genera como efecto colateral a raíz de una serie de procesos internos para lo cual basta que la intensidad rebase ciertos límites cuantitativos. La excitación de dolor y displacer tendrían esa consecuencia. En el ser vivo la libido se enfrenta con la pulsión de destrucción que querría desagregarlo y llevarlo a la condición de estabilidad inorgánica. La tarea de la libido es volver inocua esta pulsión desviándola (con ayuda de la musculatura) hacia fuera hacia los objetos del mundo. Un sector de esta pulsión se pone al servicio de la función sexual: es el sadismo. Otro sector no obedece este traslado, permanece en el interior y es ligado libidinosamente con la ayuda de la coexcitación sexual: el masoquismo erógeno originario.

Se produce una mezcla y una combinación de proporciones variables entre las dos pulsiones. Se encuentran contaminadas. A una mezcla puede corresponderle una desmezcla.

La pulsión de muerte en el interior del organismo (el sadismo primordial) es idéntica al masoquismo. Después que su parte primordial fue trasladada afuera, en el interior permanece el genuino masoquismo erógeno, que devino un componente de la libido pero tiene como objeto al ser propio. Es un testigo de la ligazón entre Eros y Thánatos. El sadismo proyectado puede ser introyectado y producir un masoquismo secundario que se añade al originario.

El masoquismo erógeno acompaña a la libido en sus fases de desarrollo: la angustia de ser devorado por el padre (o animal totémico) proviene de la organización oral; el deseo de ser golpeado por él de la sádico-anal; la castración interviene en el contenido de las fantasías masoquistas como sedimento del estadio fálico; las situaciones de ser poseído sexualmente y parir derivan de la organización genital.

En el masoquismo moral no importa quien infrinja el padecimiento; son los casos de reacción terapéutica negativa por sentimiento inconsciente de culpa. Este sentimiento es una necesidad de castigo cuya satisfacción es el rubro más fuerte de la ganancia de la enfermedad. El Superyo tiene la función de la conciencia moral, el sentimiento de culpa expresa una tensión entre el Yo y el Superyo. El Yo reacciona con angustia de la conciencia moral ante la percepción que no está a la altura de los reclamos de su Superyo. Él posee el arquetipo a que puede aspirar el Yo. El Superyo es subrogado tanto del Ello como del mundo exterior. Debe su génesis a los primeros objetos de las mociones libidinosas del Ello: la pareja parental. Ésta fue introyecta en el Yo a raíz de lo cual el vínculo fue desexualizado y se superó el Complejo de Edipo. El Superyo conservó caracteres esenciales de las personas introyectadas: su poder, severidad, inclinación a la vigilancia y castigo. La severidad resulta acrecentada por la desmezcla de pulsiones que acompaña la introducción en el Yo. Ahora el Superyo, la conciencia moral, se vuelve duro, cruel. El Superyo es el sustituto del Complejo de Edipo; deviene representante del mundo exterior y arquetipo para el querer alcanzar del Yo.

Las personas aquejadas por una inhibición moral poseen un sadismo acrecentado del Superyo que somete al Yo; en el masoquismo moral es un genuino masoquismo del Yo que pide castigo. En ambos casos se satisface mediante castigos.

El masoquismo moral es el testimonio de la mezcla pulsional; su peligro se debe a que desciende de la pulsión de muerte, que se ha sustraído a su vuelta hacia fuera. Tiene el valor de un componente erótico, por lo que la autodestrucción se produciría con satisfacción libidinosa.

 

Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925)

 

En el varoncito el niño retiene el objeto de la madre desde el período lactante, toma al padre como rival, que se sepulta por la angustia de castración y el interés narcisista por los genitales. El complejo es doble, activo y pasivo acorde con la disposición bisexual. También quiere sustituir a la madre (actitud femenina). Anterior al complejo hay una identificación tierna hacia al padre; también en la prehistoria Edípica hay onanismo, cuya sofocación activa el Complejo de Castración. Este onanismo descarga la excitación sexual Edípica.

Inicialmente fue la madre para ambos el primer objeto; pero la niña debe resignarla como objeto. La ligazón con el padre y el deseo de tener un hijo con él fue la fuerza pulsional del onanismo infantil. El Complejo de Edipo tiene en la niña una larga prehistoria, una formación secundaria. El niño descubre la zona genital dispensadora de placer durante el chupeteo. La niña nota, en la fase fálica, el pene de un niño, y lo supone como el correspondiente superior de su órgano y cae víctima de la envidia de pene. El niño primero desmiente su percepción, más tarde cobra influencia la amenaza de castración, que volverá significativa su observación: su recuerdo lo mueve afectivamente y lo somete a la creencia en la efectividad de la amenaza. Dos reacciones resultarán: horror frente a la criatura mutilada, o menosprecio triunfalista hacia ella. La niña ha visto el pene, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. Se bifurca el Complejo de Masculinidad de la mujer. Puede provocar la esperanza de recibir uno o la desmentida, se rehúsa a aceptar la castración, se afirma en que posee un pene y se comporta como un varón.

Con la admisión de la herida narcisista se establece un sentimiento de inferioridad. Intenta explicarlo como castigo personal, y empieza a sentir un menosprecio por el varón.

Aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto no cesa de existir: pervive en el rasgo de carácter de los celos, y en la primera fase de pegan a un niño en que otro niño, del que se tiene celos debe ser golpeado.

Otra consecuencia es el aflojamiento de los vínculos tiernos con el objeto madre a quien se responsabiliza de la falta de pene. Además la madre ama más al niño que posee pene.

La masturbación clitorídea sería una actitud masculina, y el despliegue de la feminidad tendría por condición la remoción de ésta forma de satisfacción. Tras la envidia de pene se produce una contracorriente opuesta al onanismo que es un preanuncio de aquella oleada represiva que en la pubertad eliminará gran parte de la sexualidad masculina para dejar espacio a la feminidad. Esta sublevación temprana contra el onanismo fálico es producto de la afrenta narcisista enlazada con la envidia del pene, que reza: es mejor dejar de competir con el varón. El conocimiento de la diferencia anatómica la esfuerza a apartarse de la masculinidad. La libido se desliza a lo largo de la ecuación simbólica pene = hijo, resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo de un hijo y toma al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de los celos. En la niña el Complejo de Edipo es una formación secundaria, las repercusiones del Complejo de Castración le preceden y lo preparan.

En cambio en el niño el Complejo de Castración es posterior, y produce el derrumbe del Complejo de Edipo. El Complejo de Castración produce efectos inhibidores y limitadores de la masculinidad, y promotores de la feminidad. En la niña la castración es consumada, en el niño es mera amenaza.

En el niño bajo la amenaza de castración, el Complejo de Edipo resigna sus investiduras, las desexualiza y sublima en parte. Sus objetos son incorporados al Yo como Superyo quien es su heredero. El pene debe su investidura narcisista alta a su significación orgánica para la supervivencia de la especie.

En la niña falta el motivo para la demolición del complejo. Puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represión o sus efectos penetrar en la vida anímica normal para la mujer.

 

Conferencia N° 33: La feminidad (1933)

 

La feminidad es una predilección por metas femeninas. Hay un vínculo entre feminidad y vida pulsional. La propia constitución le proscribe a la mujer sofocar su agresividad, favorece que se plasmen mociones masoquistas, susceptibles de ligar eróticamente tendencias destructivas vueltas hacia sí mismo. La niña es menos agresiva, necesita más ternura y es más dependiente y dócil. Se la puede educar más rápidamente para el gobierno de las excreciones, lo cual es la primera concesión que da la vida pulsional infantil. El desarrollo en las primeras etapas se recorre de forma similar en ambos, hasta en la etapa fálica en que el onanismo que se manifiesta en el niño en el pene a partir de sus representaciones de comercio sexual, en la niña se conjuga en el clítoris. Ninguno de los dos conoce la vagina. Con la vuelta hacia la feminidad el clítoris debe ceder en todo o en parte a la vagina su sensibilidad.

El primer objeto de amor en el varón es la madre quien lo sigue siendo. Para la niña empieza siendo la madre, ya que las primeras investiduras de objeto se producen por apuntalamiento en la satisfacción de las grandes necesidades vitales. En la situación Edípica es el padre quien ha devenido objeto de amor para la niña y a partir de él encuentra el camino hacia la elección definitiva de objeto. La niña debe trocar de zona erógena y objeto mientras que el varoncito mantiene ambos.

La niña pasa de una fase masculina a una femenina. Los vinculos libidinosos con la madre atraviesan por tres etapas o fases y cobran los caracteres de cada una de ellas: deseos orales, sádico-anales, y fálicos (ligazón-madre preedípica). Subrogan tanto mociones activas como pasivas. Son ambivalentes, tanto de naturaleza tierna como hostil-agresiva. Los síntomas histéricos derivan de fantasías, no de episodios reales. La fantasía de seducción por el padre es la expresión del complejo en la mujer. En la prehistoria la seductora es la madre, quien, menester del cuidado corporal, provocó sensaciones placenteras en los genitales.

El destino es que está ligazón con la madre se vaya a pique y de sitio a la ligazón con el padre. El extrañamiento de la madre se produce con hostilidad, y acaba en odio. Una parte de él se supera y otra permanece. Se reprocha haber suministrado poca leche (falta de amor); el ansia del niño es insaciable, y nunca se consoló por la pérdida del pecho. Se le reprocha el hermanito, al cual se le dio el alimento que se le sacó a él. Se siente destronado, arroja un odio celoso sobre el hermano y desarrolla hacia la madre infiel una desobediencia e involuciona sobre el gobierno de las excreciones. El niño exige exclusividad, no admite ser compartido. Una fuente de la hostilidad lo proporcionan los múltiples deseos sexuales, variables de acuerdo con la fase libidinal, que no son satisfechos. Pero estos factores ocurren en ambos niño y niña, sin producir la misma enajenación en el niño con la madre. Cuando la madre prohíbe el quehacer placentero de los genitales (en la etapa fálica), y el niño erige el Complejo de Castración, la diferencia anatómica entre los sexos se imprime en consecuencias psíquicas. La niña hace responsable a la madre de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio.

En el varón el Complejo de Castración surge por la visión de los genitales femeninos, y darse cuenta que el miembro no es necesario en el cuerpo. Empieza a creer en las amenazas, y cae bajo el influjo de la angustia de castración. En la niña se inicia por la visión de los genitales del varón, se siente perjudicada, le gustaría tener algo así, cae presa de la envidia del pene que deja huellas imborrables en su desarrollo y en la formación de su carácter. Se aferra al deseo de tener algo así, y conserva este deseo en lo inconsciente, reteniendo una considerable investidura enérgica. El deseo de obtener el pene anhelado puede llevar a una neurosis.

A partir del descubrimiento de su castración, la niña pasa por tres posibles consecuencias: inhibición sexual o a la neurosis; alteración de carácter en un complejo de masculinidad; o feminidad normal. En la inhibición la niña relaciona su placer sexual con la excitación del clítoris (subrogado del pene); ve estropearse el goce por la envidia del pene. La comparación con el varón, es una afrenta a su amor propio, renuncia a la satisfacción masturbatoria, desestima su amor por la madre y reprime gran parte de sus aspiraciones sexuales. Su amor era hacia la madre fálica; con el descubrimiento de la madre castrada la abandona como objeto de amor y prevalecen sus motivos de hostilidad. El onanismo es el poder ejecutivo de la sexualidad infantil. Cuando la envidia del pene despierta un impulso contrario al onanismo clitorídeo, y éste no quiere ceder, se entabla una lucha, en el que la niña asume el papel de la madre y expresa su descontento con el clítoris inferior en la repulsa a la satisfacción obtenida por él. Con el abandono de la satisfacción del clítoris, se renuncia a una porción de actividad. Prevalece la pasividad, la vuelta hacia el padre se consuma con ayuda de mociones pulsionales pasivas. El deseo con que la niña se vuelve hacia el padre es el deseo del pene que la madre le ha denegado y lo espera de él. La situación femenina se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del hijo siguiendo la antigua equivalencia simbólica. El antiguo deseo masculino de poseer un pene se transluce a través de la feminidad consumada. Con la transferencia al deseo hijo-pene del padre, la niña ingresa en la situación Edípica. La madre deviene rival que recibe del padre lo que la niña anhela de él.

En el niño la amenaza de castración constriñe a resignar a la madre y la actitud con el padre como rival, y bajo el peligro a perder el pene, el Complejo de Edipo es abandonado. Se instaura como heredero un severo Superyo. En la niña el Complejo de castración prepara para la situación Edípica, la envidia del pene sustituye la ligazón con la madre por el padre. La niña permanece en él por un tiempo, y se va sola del mismo.

La segunda consecuencia tras el descubrimiento de la castración es un Complejo de Masculinidad. La niña se rehúsa a reconocerlo, carga más su masculinidad, mantiene su quehacer clitorídeo, y busca refugio en la identificación con la madre fálica o el padre. Se evita la oleada de pasividad que inaugura el giro hacia la feminidad. La elección de objeto es homosexual. Durante el Complejo de Edipo toma a su padre, pero luego regresa a su anterior complejo de masculinidad en virtud de desilusiones con el padre.

La vida sexual está gobernada por la polaridad masculino-femenina. La libido, la fuerza pulsional de la vida sexual, es una sola que entra al servicio de la función sexual tanto masculina como femenina. Es activa, pero también subroga aspiraciones de meta pasiva.

En la feminidad normal, se puede ver un alto grado de narcisismo, que influye en la elección de objeto; de hecho, la necesidad de ser amada es más intensa que la de amar. La vergüenza busca ocultar el defecto de los genitales. La elección de objeto sigue el ideal narcisista del varón que había deseado devenir. Si permaneció dentro de la ligazón padre, elige según el tipo paterno. La hostilidad que en la vuelta desde la madre hacia el padre permanece con la madre, alcanza la ligazón positiva y desborda sobre el nuevo objeto. El marido entra en posesión de la herencia materna. En el nacimiento del hijo puede revivirse una identificación con la madre, y atraer la libido disponible, de suerte que la compulsión de repetición reproduzca un matrimonio desdichado. Si el hijo es varón, la satisfacción es irrestricta ya que transfiere la ambición que debió sofocar, esperar de él la satisfacción de todo aquello que le quedó de su complejo de masculinidad.

La identificación con la madre es de dos tipos: preedípico, que consiste en la ligazón tierna con la madre, y el posterior derivado del Complejo de Edipo, que quiere eliminarla para sustituirla junto al padre. La preedípica es decisiva para la adquisición de las cualidades con que cumplirá su papel en la función sexual.

 

Análisis terminable e interminable (1937)

 

II. Hay dos condiciones para dar por concluido el análisis: que el paciente no padezca más a causa de sus síntomas y haya superado sus angustias y sus inhibiciones; y que el analista juzgue haber hecho conciente en el enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido tanto de lo incomprensible, eliminado de la resistencia interior, que no quepa temer que se repitan los procesos patológicos.

Para que la perturbación no retorne ni se sustituya por otra, el Yo no tenía que estar alterado. La etiología de las perturbaciones neuróticas es mixta: son pulsiones hiperintensas (factor constitucional) y es efecto de traumas prematuros (factor accidental). En el caso de predominio traumático el análisis conseguirá, merced al fortalecimiento del Yo, sustituir la decisión deficiente de la edad temprana por la correcta tramitación. La intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración perjudicial del Yo, adquirida en la lucha defensiva, son los factores desfavorables para el análisis y capaces de prolongar su duración.

III. El factor constitucional es de intensidad de las pulsiones. Domeñamiento de la pulsión se utiliza para enunciar que la mezcla de la libido con la pulsión de muerte torna inocua a ésta. La tramitación duradera de una exigencia pulsional o domeñamiento quiere decir que la pulsión es admitida en su totalidad dentro de la armonía del Yo, no sigue más su camino propio hacia la satisfacción. Para domeñar o tramitar duraderamente una exigencia pulsional, la intensidad cumple un papel primordial, como por ejemplo en la pubertad y menopausia, en que emergen refuerzos de ciertas pulsiones y pueden desencadenar una neurosis. El domeñamiento fracasa con el refuerzo, las represiones se alzan. El mismo refuerzo lo pueden provocar influjos accidentales.

En el sano toda decisión de un conflicto pulsional vale sólo para una determinada intensidad de la pulsión, en relación con la robustez pulsional y robustez del Yo. Si el Yo se relaja las pulsiones dominarán y pueden aspirar a sus satisfacciones sustitutivas por caminos anormales. La salud depende de proporciones de fuerzas entre las instancias del aparato anímico.

Todas las represiones acontecen en la primera infancia como medidas de defensa. En años posteriores no se consuman represiones nuevas pero se conservan las antiguas para gobernar las pulsiones. Las represiones infantiles no se pueden mantener frente a un acrecentamiento de la intensidad de las pulsiones. Los conflictos nuevos son tramitados por post-represión. El análisis hace que el Yo maduro emprenda una revisión de las represiones: algunas serán liquidadas, otras reconocidas, pero se las edificará de nuevo sobre un material más sólido. Estos nuevos diques tienen una consistencia diversa y no cederán fácilmente al acrecentamiento pulsional.

El desarrollo siempre arrastra estratos anteriores; la evolución libidinal produce sustituciones de estadios cuya transmudación no acontece de modo integral, fragmentos de la organización anterior persisten junto a la más reciente. Por eso en la plasmación definitiva pueden conservarse restos de las fijaciones anteriores. Igual ocurre en el trabajo analítico: sectores del mecanismo antiguo permanece intocado. El factor cuantitativo de la intensidad pulsional se contrapone a los empeños defensivos del Yo; el resultado final del trabajo analítico dependerá de la proporción relativa entre las fuerzas de las instancias en recíproca lucha.

V. Para el éxito del tratamiento son decisivos los influjos de la etiología traumática, la intensidad de las pulsiones que es preciso gobernar y la alteración del Yo. Respecto del Yo, la situación analítica consiste en aliarse a él con el fin de someter sectores no gobernados de su Ello e integrarlos en la síntesis del Yo. Tiene que ser un Yo normal, pero en la práctica, éste se asemeja al del psicótico en alguna cosa. El monto de aproximación y distanciamiento de estos extremos designa la medida de alteración del Yo. Los grados de alteración son originarios o adquiridos. Si se adquirió fue en el curso del desarrollo. Desde el comienzo el Yo tiene que procurar el cumplimiento de su tarea: mediar entre el Yo y el mundo externo al servicio del principio de placer. Si adopta una actitud defensiva tanto con el mundo externo como con su Ello, y a tratar sus exigencias como peligros externos, es que comprendió que la satisfacción pulsional llevaría a conflictos con el mundo exterior. Más tarde se agregará un tercer factor (el Superyo). Para cumplir su tarea y evitar el peligro, la angustia y el displacer, se vale de mecanismos de defensa, de los cuales represión (esfuerzo de desalojo y suplantación) es uno de ellos. Contra el peligro interno no hay huída posible, entonces los mecanismos de defensa están condenados a falsificar la percepción interna y posibilitarnos una noticia deficiente y desfigurada de nuestro Ello. Los mecanismos sirven para apartar peligros pero el precio es demasiado alto, el gasto dinámico que se requiere así como las limitaciones del Yo que conllevan demuestran ser unos pesados lastres para la economía psíquica. Y no son resignados después de socorrer al Yo en los años difíciles. Estos mecanismos se fijan en el interior del Yo, devienen modos regulares de carácter, que se repiten frente a situaciones parecidas. Pasan a ser infantilismos, se afanan en conservarse cuando ha pasado su idoneidad. El Yo fortalecido se sigue defendiendo de peligros que no existen en la realidad objetiva, y se ve forzado a rebuscar situaciones de la realidad para justificar sus modos defensivos. Los mecanismos mediante una enajenación del mundo exterior, ganan más y más terreno, y debilitando el Yo favorecen el estallido de la neurosis.

El análisis tiene que lidiar entonces no sólo con el Ello, hacerlo conciente, sino con el Yo, corregirlo. Los mecanismos retornan en la cura como resistencia, porque es tratada como un nuevo peligro. El efecto terapéutico se liga con el hacer conciente lo reprimido. Estas resistencias son inconscientes, están segregadas dentro del Yo. Durante el trabajo con las resistencias el Yo no deja que afloren los retoños de lo reprimido. Bajo la reescenificación de los conflictos defensivos se producen mociones de displacer que pueden provocar una transferencia negativa y cancelar el análisis.  Hay una resistencia a la puesta en descubierto de las resistencias. No solo son resistencias contra el hacer concientes los contenidos del Ello, sino contra la cura. Al efecto que en el interior del Yo tiene el defender es la alteración del Yo. El análisis puede costear sólo unos volúmenes determinados de energía.

VIII. En la mujer la envidia del pene, y en el hombre la revuelta contra su actitud pasiva, femenina, conducta frente al Complejo de Castración o “protesta masculina” son características del análisis. Ésta desautorización de la feminidad empieza en la niñez con la represión de la actitud pasiva, ya que presupone la castración; también en la mujer el querer alcanzar la masculinidad es acorde con el Yo en la etapa fálica, pero luego sucumbe a la represión. Grandes sectores del complejo son transmudados para contribuir a la edificación de la feminidad, del deseo del pene al deseo del hijo. Pero muchas veces el deseo de masculinidad se conserva en lo Icc y produce efectos. Lo que sucumbe a la represión es lo del sexo contrario. El hombre puede desatar una transferencia negativa; la mujer puede caer bajo grave depresión.

 

La escisión del Yo en el proceso defensivo (1940)

 

El Yo del niño se encuentra al servicio de una poderosa exigencia pulsional que está habituado a satisfacer, hasta que es aterrorizado por una vivencia que le enseña que proseguir con esa satisfacción le traería un peligro real difícil de soportar. Se produce un conflicto entre la exigencia de la pulsión y el veto de la realidad objetiva. Responde al conflicto con dos reacciones contrapuestas: rechaza la realidad objetiva con ayuda de ciertos mecanismos y no se deja prohibir nada; y al mismo tiempo reconoce el peligro de la realidad objetiva, asume la angustia y busca defenderse de él. Esto produjo una desgarradura del Yo. Las dos reacciones contrapuestas subsistirán como núcleo de una escisión del Yo.

El niño frente a la ausencia de genital de la niña piensa que crecerá; no puede pensar que no lo tiene porque la repugnancia sería demasiado grande. Pero cuando percibe una amenaza por su actividad onanista despierta el recuerdo de la niña, y empieza a creen en la realidad objetiva del peligro de castración. Entonces se crea un sustituto del pene, desmintiendo la realidad objetiva pero salvando su propio pene. Produce un desplazamiento de valor, transfiriendo el significado del pene a otra parte del cuerpo de la niña, auxiliado por la regresión. Ese tratamiento de la realidad objetiva le permite seguir masturbándose, pero desarrolla un síntoma que prueba que ha reconocido el peligro: crea un fetiche por desplazamiento, y aflora una angustia ante el castigo del padre. Con ayuda de la regresión aparece como angustia a ser devorado por el padre.

 

La negación (1925)

 

La negación en la terapia tiene el efecto contrario; cuando se pide lo más inverosímil el paciente nombre lo más correcto. Un contenido de representación o pensamiento reprimido puede irrumpir en la conciencia a condición de que se deje negar. Es una cancelación de la represión, pero no una aceptación de lo reprimido. Hay una aceptación intelectual, se permite al contenido acceder a la conciencia. Negar algo significa aceptar algo que preferiría reprimir, el juicio adverso es el sustituto intelectual de la represión. Por medio del símbolo de la negación el pensar se libera de las restricciones de la represión y se enriquece con contenidos indispensables para su operación.

El juicio tiene que atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa, (si algo percibido debe ser acogido en el interior del yo) y admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad, (si algo presente como representación dentro del Yo puede ser reencontrado en la percepción). Lo no real es interior, lo real está afuera. No solo es importante que un objeto de satisfacción posea la propiedad buena, y merezca ser acogida en el Yo, sino que se encuentre en el mundo exterior y pueda apoderarse de él.

Todas las representaciones provienen de percepciones, son repeticiones de éstas, por lo que su existencia acredita la realidad de lo representado. La oposición entre objetivo y subjetivo se establece porque el pensar posee la capacidad de volver a hacer presente, reproducir la representación por lo que no hace falta que el objeto siga estando. El fin del examen de realidad es reencontrar un objeto con la representación, convencerse que todavía está ahí. Además no siempre la reproducción de la percepción en la representación se repite con fidelidad. El examen de realidad controla el alcance de las desfiguraciones. Pero para el examen de la realidad tienen que haberse perdido objetos que procuraron una satisfacción objetiva.

El juzgar es la acción intelectual que elige la acción motriz, conduce del pensar al actuar. En el extremo sensorial a raíz de las percepciones el Yo envía al sistema P pequeños volúmenes de investidura por los que toma muestra de los estímulos externos para volver a retirarse tras cada uno de estos avances. El juzgar es el ulterior desarrollo de la inclusión dentro del Yo o la expulsión de él que originariamente se rigieron por el principio de placer. Su polaridad corresponde a la oposición de los dos grupos pulsionales: la afirmación como sustituto de la unión pertenece al Eros, y la negación, sucesora de la expulsión, a la pulsión de muerte. La función del juicio se posibilita por la creación del símbolo de la negación que permite una independencia respecto de las consecuencias de la represión y de la compulsión del principio de placer. Además en el Icc no hay símbolo ni representación para el no y el reconocimiento del Icc por parte del Yo se exprese en una fórmula negativa.

 

Conferencia 29: Revisión de la doctrina de los sueños (1932)

 

También los sueños punitorios son cumplimientos de deseo, pero no de las mociones pulsionales, sino de la instancia criticadora, censuradora y punitoria de la vida anímica (Superyo) de quien depende la censura onírica. Las personas que han vivido un trauma psíquico se ven remitidas por el sueño con harta regularidad a aquella situación. También las primeras vivencias sexuales del niño están enlazadas con impresiones dolorosas de angustia, prohibición, desengaño y castigo a los cuales aduce el sueño, por lo tanto su carácter displacentero choca con el presupuesto de que el sueño es cumplimiento de deseo. Esas mismas vivencias van adheridos los deseos pulsionales incumplidos, imperecederos, que a lo largo de la vida donan la energía a la formación de sueños y en su violenta pulsión aflorante esfuerzan hacia la superficie también material de episodios sentidos como penosos. El trabajo del sueño se empeña en desmentir el displacer mediante desfiguración.

En la neurosis traumática los sueños desembocan en angustia. En este caso falla la función del sueño. El sueño es un intento de cumplimiento de deseo. Bajo ciertas circunstancias como la fijación inconsciente a un trauma (no ligado) debe resignar su tarea.

 

Conferencia 32: Angustia y vida pulsional (1933)

 

La angustia es un estado afectivo, determinadas sensaciones de la serie placer-displacer con las correspondientes inervaciones de descarga y su percepción. El nacimiento es el evento que deja tras sí esa huella afectiva. La primera angustia es por los cambios en la actividad del corazón y los pulmones: es tóxica. La angustia realista se produce frente al peligro real, un daño esperado de afuera, está al servicio de la autoconservación; la neurótica en cambio es enteramente enigmática, carente de fin. La angustia realista produce un estado de atención sensorial incrementada y tensión motriz que se llama apronte angustiado. A partir de ese estado se desarrolla la reacción de angustia. O bien el desarrollo de angustia, la repetición de la antigua vivencia traumática, se limita a una señal para desembocar en la huida, o lo antiguo prevalece, toda reacción se agota en el desarrollo de angustia y el estado afectivo resultará paralizante y desacorde con el fin.

La angustia neurótica puede ser: un estado de angustia libremente flotante, pronta a enlazarse de manera pasajera con cada nueva posibilidad que emerja (angustia expectante); ligada firmemente a determinados contenidos de representación en las fobias; y la angustia histérica que acompaña a síntomas o emerge de manera independiente como ataque o estado prolongado.

La expectativa angustiada tiene un nexo con la economía de la libido en la vida sexual. Se provoca una excitación pero no se satisface, en reemplazo de esta libido desviada de su aplicación emerge la angustia. La angustia neurótica se genera por transmudación directa de la libido producto de la represión de la representación que es desfigurada hasta volverse irreconocible, y cuyo monto de afecto es mudado en ésta.

Angustia y síntoma ambos se subrogan y relevan entre sí. En la fobia inicia su historia patológica con un ataque de angustia, que repite frente al mismo objeto del cual crea una inhibición, una limitación funcional del Yo, y por esa vía se ahorra el ataque de angustia. En el síntoma, a su vez, si impide al enfermo manifestarse (ej. su ceremonial), cae en un estado de angustia del cual su síntoma lo protegía.

Aquello a lo cual se tiene miedo en la angustia neurótica es a la propia libido. A diferencia de la angustia real el peligro es interno, y no se discierne concientemente.

En las fobias un peligro interior se traspone a uno exterior. De ésta forma cree poder defenderse mejor mediante la huida. En la fobia sobreviene un desplazamiento.

La angustia se genera porque la libido se ha vuelto inaplicable.

El Yo es el único almácigo de la angustia, y cada una corresponde a los tres vasallajes del yo: respecto del mundo exterior (realista), del Ello (neurótica), y del Superyo (conciencia moral).

La función de la angustia señal indica una situación de peligro. En la histeria de angustia se trata de la represión típica de las mociones de deseo provenientes del complejo de Edipo: la investidura libidinosa del objeto madre se muda en angustia por la represión y se presenta como anudada al sustituto padre. No es la represión la que crea la angustia, sino ésta la que se muda en represión. El varoncito siente angustia ante una exigencia de su libido, ante el amor de su madre, pero ese enamoramiento le aparece como un peligro interno del que debe sustraerse mediante la renuncia a ese objeto, porque provoca un peligro externo. El peligro real, externo, es la amenaza de castración, la pérdida de su miembro. En el curso de su fase fálica, en la época de onanismo, el castigo encuentra refuerzo filogenético. La angustia de castración es uno de los motores de la represión. En la mujer aparece la angustia a la pérdida del amor que se continúa a la angustia del lactante. Repiten en el fondo la angustia de nacimiento (la castración es también la imposibilidad de reunificación con la madre o su sustituto). A cada fase le corresponde una condición de angustia: peligro del desvalimiento psíquico, peligro de la pérdida de objeto de amor, la heteronomía de la primera infancia, el peligro de la castración, y la angustia al superyo. Con el tiempo las situaciones peligrosas son desvalorizadas por el fortalecimiento del yo, pero sólo de forma incompleta. Los neuróticos permanecen infantiles en su conducta hacia el peligro y no han superado condiciones de angustia anticuadas.

El Yo nota que la satisfacción de una exigencia pulsional emergente convocaría una de las situaciones peligrosas, esa investidura debe ser sofocada y entonces pone en marcha a la represión cuando no se siente suficientemente fuerte. Cuando puede desempeñar esa tarea lo hace incluyendo la moción pulsional en su organización, incurriendo a una técnica idéntica al pensar normal: con pequeños volúmenes de investidura dirige una investidura tentativa, logra anticipar la satisfacción de la moción pulsional dudosa y reproducir la sensación de displacer que corresponde al inicio de la situación de peligro temida. Se pone en juego el principio de placer-displacer que lleva a cabo la represión de la moción pulsional peligrosa (suscita el automatismo placer-displacer). Puede suceder que el ataque de angustia se desarrolle plenamente y el yo se retire de la excitación chocante, o en vez de salir al encuentro con una investidura tentativa, lo hace con una contrainvestidura que se conjuga con la energía de la moción reprimida para la formación de síntomas, o es acogida en el Yo como formación reactiva. El principio de placer-displacer rige los procesos en el interior del Ello provocando alteraciones profundas en la moción pulsional. En muchos casos la moción pulsional reprimida retiene su investidura libidinal, otras veces su libido es conducida por otras vías, cuando el Complejo de Edipo es destruido dentro del Ello, bajo el influjo del mismo conflicto que fue iniciado por la señal de angustia.

El Yo es endeble frente al Ello, se empeña en llevar a cabo sus órdenes. Ese Yo es parte del Ello mejor organizada, orientada hacia la realidad. El Yo influye sobre los procesos del Ello cuando por medio de la señal de angustia pone en actividad el principio placer-displacer. Inmediatamente vuelve a mostrar su endeblez, renunciando mediante la represión a un fragmento de su organización, consintiendo que la moción pulsional reprimida permanezca sustraída a su influjo de manera duradera.

La angustia neurótica se ha mudado en angustia realista. Pero no es el daño de la persona de forma objetiva, porque es a nivel anímico; lo esencial en el nacimiento como en cualquier otra situación de peligro es que provoque en el vivenciar anímico un estado de excitación de elevada tensión que sea sentido como displacer y del cual uno no pueda enseñorearse por vía de descarga. Se llama factor traumático a un estado así, en que fracasan los empeños del principio de placer, y a través de la serie angustia neurótica- angustia realista- situación de peligro se llega a la conclusión que la angustia es la emergencia de un factor traumático que no puede ser tramitado según la norma del principio de placer. El principio de placer no nos resguarda de daños objetivos, sino sólo de nuestra economía psíquica, y éste está lejos de la pulsión de autoconservación. Sin embargo solo la magnitud de la suma de excitación convierte a una impresión en factor traumático, paraliza la operación del principio de placer y confiere su significatividad a la situación de peligro. Por lo tanto las represiones originarias nacen directamente a raíz del encuentro del Yo con una exigencia libidinal hipertrófica proveniente de factores traumáticos, y crean la angustia como algo nuevo. En “inhibición…” la angustia era la descarga directa del exceso de libido; ahora la angustia es la reacción frente a exigencias libidinales consecuencia directa del factor traumático (lo no ligado) y como la señal de que amenaza la repetición de un factor así.

 

(Resumen de las pulsiones). El individuo sirve a dos propósitos: la autoconservación y la de la especie. Posee pulsiones Yoicas (todas las que tienen que ver con la conservación y el engrandecimiento de la persona) y las sexuales (aquellas que exigían la vida sexual infantil y perversa). El Yo es el poder limitante, represor y las aspiraciones sexuales lo reprimido, cuya energía es la libido.

La pulsión se distingue del estímulo en que proviene de fuentes de estímulo dentro del cuerpo, actúa con una fuerza constante y la persona no puede huirle. La pulsión posee fuente, objeto y meta. La fuente es un estado de excitación corporal; la meta la cancelación de la excitación; y en el camino entre la fuente y la meta la pulsión adquiere eficacia psíquica. Es cierto monto de energía que esfuerza en determinada dirección. Las metas pulsionales pueden ser activas o pasivas. La meta puede alcanzarse en el cuerpo propio o en un objeto externo. Mociones pulsionales de una fuente pueden acoplarse a las de otra y compartir su destino, una satisfacción puede ser sustituida por otra. También el vínculo con la meta y el objeto pueden variar: pueden permutarse por otros, siendo el vínculo con el objeto el más fácil de aflojar. La modificación de la meta y el cambio de vía de objeto en la que interviene nuestra valoración social es la sublimación. Hay pulsiones de meta inhibida, que se detienen en el camino hacia la satisfacción, de suerte que sobrevienen una investidura de objeto y una aspiración continua.

Las pulsiones sexuales son plásticas, capaces de cambiar de vía sus metas, admiten subrogaciones dejándose sustituir una satisfacción pulsional por otra. Las pulsiones de autoconservación en cambio no admiten diferimiento, son imperativas.

La función sexual se produce por un desarrollo de un gran número de pulsiones parciales provenientes de distintas fuentes somáticas que con independencia recíproca pugnan por alcanzar una satisfacción y la hallan en el placer de órgano. No todas estas pulsiones serán acogidas en la organización definitiva de la función sexual; muchas serán dejadas de lado por inutilizables, mediante represión; algunas serán desviadas de su meta y aplicadas como refuerzo de otras mociones; otras sirven para la producción de un placer previo. Hay varias fases de la organización provisional, pregenitales (oral, sádico-anal, fálica) y la genital, cuando la organización sexual definitiva se ha llevado a cabo, que se establece tras la pubertad y en la cual los genitales femeninos hallan el reconocimiento que los masculinos habían conseguido antes. En la fase sádico-anal hay dos estadios: en el anterior reinan las tendencias destructivas de aniquilar y perder, y en el posterior de guardar y poseer. En mitad de éstas emerge el miramiento hacia el objeto como precursor de una posterior investidura de amor. También la fase oral posee subestadios: el primero es la incorporación oral y falta toda ambivalencia en el vínculo con el pecho; en el segundo relacionado con el morder (sádico-oral) muestra la ambivalencia. Mucho de las configuraciones se han conservado posteriormente y se ha procurado una subrogación duradera en la economía libidinal y en el carácter de la persona.

El ano corresponde embriológicamente a la boca que ha migrado hacia abajo; el interés pulsional de la caca traspasa a objetos que pueden darse como regalo (la caca es el primer regalo del que se desprende por amor a su cuidadora). De manera análoga al cambio de vía del significado en el lenguaje, el interés por la caca se transpone en el aprecio al oro y el dinero, y también hace su contribución a la investidura afectiva del hijo y del pene. De acuerdo a la teoría de la cloaca, el hijo nace como un fragmento de caca, la defecación es el arquetipo del acto de nacimiento. El pene le aparece al niño como algo separable del cuerpo (cuando toma noticia que no todos lo poseen) y lo sitúa en analogía con el excremento (primer fragmento de corporeidad al que debió renunciar). Son tratados como equivalentes, subrogados mediante símbolos comunes. En la niña el deseo de tener un pene se transmuda en deseo de tener un hijo. También influyen en la formación de carácter, en que orden ahorro, terquedad son consecuencia de que el erotismo anal no haya sido elaborado hasta su acabamiento.

El yo es reservorio de libido, del que parten las investiduras libidinosas de los objetos y regresan, mientras gran parte permanece continuamente dentro del yo. Sin cesar se trasmuda libido yoica en libido de objeto y viceversa. Por lo tanto no son de diferente naturaleza, por tanto libido puede designarse a la energía psíquica en general.

Las pulsiones sexuales (Eros) se oponen a las pulsiones de agresión, cuya meta es la destrucción. Sadismo es cuando la satisfacción sexual se anuda a la condición de que el objeto sexual padezca dolores, maltratos y humillaciones, y masoquismo cuando la necesidad consiste en ser uno mismo ese objeto maltratado. Ciertos ingredientes son acogidos en la sexualidad normal y son perversiones cuando refrenan a las otras metas sexuales y las reemplazan por las propias metas. En ambos estamos ante mezcla entre ambas clases de pulsión, del Eros con la agresiva. Las pulsiones eróticas introducirán la diversidad de sus metas sexuales, y las otras consentirán aminoraciones de su tendencia (agresiva). Las mezclas pueden descomponerse, y tales desmezclan tendrán las más graves consecuencias para la función.

El masoquismo, además de su meta sexual, es una aspiración que tiene por meta la destrucción de sí mismo. El Ello incluye originariamente todas las mociones pulsionales, por lo tanto el masoquismo es más antiguo que el sadismo, que es la pulsión de destrucción vuelto hacia fuera. Las pulsiones muestran unos afanes por reproducir un estado anterior; en el momento en que uno de estos estados ya alcanzados sufre una perturbación, nace una pulsión a recrearlo y produce fenómenos como la compulsión de repetición. Expresa la naturaleza conservadora de las pulsiones. En el ámbito anímico vivencias infantiles se repiten en sueños y reacciones, y especialmente en la transferencia, contrariando al principio de placer. Esta se impone más allá del principio de placer. Si alguna vez la vida surgió de la materia inanimada, tiene que haber nacido una pulsión que quisiera volver a cancelarla reproduciendo el estado inorgánico. Esta es la autodestrucción, o pulsión de muerte que contrarían el afán de las pulsiones de vida (de aglomerar cada vez más sustancia viva en unidades mayores) sino que reconducen a lo vivo al estado inorgánico. De la acción eficaz conjugada y contraria de ambas surgen los fenómenos de la vida. Por lo tanto la pulsión de muerte se pone al servicio del Eros y vuelta hacia fuera se expresa como agresión.

La necesidad inconsciente de castigo que acompaña toda neurosis se comporta como un fragmento de la conciencia moral, y corresponde a una porción de agresión interiorizada y asumida por el Superyo. Una parte de la agresión vuelta hacia el mundo exterior regresa y es ligada por el Superyo y vuelta sobre el Yo como sentimiento inconsciente de culpa; otra parte permanece muda como pulsión de destrucción libre en el Yo y el Ello.

En la institución primera del Superyo se empleó aquel fragmento de agresión hacia los padres que el niño no pudo descargar a consecuencia de su fijación de amor, así como de las dificultades externas. Aquellas personas en que este sentimiento es muy potente tendrán una reacción terapéutica negativa: la solución de un síntoma produce un refuerzo momentáneo del mismo y del padecimiento.

Nuestra cultura se ha edificado a expensas de las aspiraciones sexuales inhibidas, reprimidas y utilizadas para nuevas metas (sublimadas). Pero también las pulsiones de agresión dificultan la convivencia y amenazan la perduración de la sociedad; que limite su agresión es el mayor sacrificio que se pide.

 

Más allá del principio de placer (1920)

 

I. El decurso de los procesos anímicos es regulado en parte por el principio de placer. Lo pone en marcha una tensión displacentera y adopta tal orientación que su resultado coincide con una disminución de aquella. La exposición metapsicológica tiene en cuenta el papel económico. Placer y displacer dependen de la cantidad de excitación presente en la vida anímica y no ligada. El aparato se afana por mantener lo más bajo posible la cantidad de excitación presente en él. El principio de placer es el modo de trabajo primario del aparato anímico y se deriva del principio de constancia. Sin embargo existen también fuerzas que contrarían este principio.

Una de las inhibiciones el principio de realidad que pospone la satisfacción tolerando el displacer. Otra fuente de desprendimiento de displacer surge de los conflictos y escisiones producidos en el aparato, por medio de la represión de ciertas pulsiones que se les cohíbe la satisfacción. Si consiguen procurarse una satisfacción por ciertos rodeos, es sentido por el aparato como displacer. El principio de placer sufre otra ruptura en el momento en que las pulsiones ganan un placer en obediencia a ese principio. Todo displacer neurótico es un placer que no puede ser sentido como tal.

II. La neurosis traumática sobreviene tras conmociones mecánicas u accidentes que aparejaron riesgo de muerte. La causación se sitúa en el factor sorpresa: el terror.

La angustia designa un estado de expectativa frente al peligro y preparación para él.

El miedo requiere un objeto determinado.

El terror se produce cuando se corre un peligro sin estar preparado.

En la angustia hay algo que protege contra el terror. La vida onírica de la neurosis traumática reconduce al enfermo una y otra vez a la situación de su accidente de la cual despierta con renovado terror. El enfermo está fijado psíquicamente al trauma. La función del sueño resultó afectada y desviada de sus propósitos.

En el juego del fort-da, el niño arroja lejos de sí un juguete con un fuerte y prolongado “o-o-o-o” (fort = se fue). Cuando jugaba con un carretel, lo atraía hacia sí tirando del piolín mientras  decía “da” (acá está). La más de las veces sólo se observaba el juego del fort. El juego se entramaba con su renuncia pulsional de admitir la partida de la madre. La repetición iba conectada a una ganancia de placer de otra índole. Presupone la existencia de tendencias situadas más allá del principio de placer, originarias e independientes.

III. En la cura psicoanalítica el enfermo se ve forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo. Esta reproducción tiene siempre un fragmento del complejo de Edipo que se juega en el terreno de la transferencia. En éste momento la anterior neurosis se sustituyó por una neurosis de transferencia. Lo reprimido no ofrece resistencia alguna a la cura. La resistencia proviene de los mismos estratos de la vida psíquica que llevaron a la represión. El yo coherente se opone a lo reprimido. En el primero, de modo inconsciente, se encuentra el núcleo del yo. La resistencia parte del Yo, y la compulsión a la repetición se adscribe a lo reprimido inconsciente. La resistencia del Yo está al servicio del principio de placer. Quiere ahorrar el displacer que produciría la liberación de lo reprimido. La compulsión de repetición hace revivenciar operaciones de mociones pulsionales reprimidas que provocan displacer al Yo. La compulsión a la repetición devuelve, además de vivencias que puede hacer sentir placer para un sistema, otras que bajo ningún punto de vista puede producir placer.

El florecimiento temprano de la vida sexual infantil estaba destinado a sepultarse porque sus deseos eran inconciliables con la realidad. La pérdida de amor y el fracaso dejaron un daño permanente del sentimiento de sí, como cicatriz narcisista, que provocará más adelante un sentimiento de inferioridad. La investigación sexual así como el vínculo establecido con el progenitor sucumbieron al desengaño. Los neuróticos repiten en la transferencia todas estas ocasiones indeseadas y dolorosas reanimándolas. Las pulsiones que estaban destinadas a conducir a la satisfacción llevaron a displacer; y más allá de eso se la repite compulsivamente. Este eterno retorno de lo igual se instaura más allá del principio de placer. A esto se adhieren los sueños traumáticos y el juego del fort-da.

IV. La conciencia es sólo una función de los procesos anímicos. Brinda percepciones de excitación que provienen del exterior, y sensaciones del interior. El Prcc está vuelto hacia el mundo externo y envuelve los otros sistemas psíquicos. Todos los procesos excitatorios de los otros sistemas dejan como secuela huellas permanentes que son la base de la memoria. Los más permanentes son los dejados por un proceso que nunca llegó a la conciencia. Si permanecieran siempre concientes pronto reducirían la aptitud de este sistema para la recepción de nuevas excitaciones. Para un sistema es inconciliable el devenir-conciente y dejar como secuela una huella mnémica. En el sistema Cc el proceso excitatorio deviene conciente pero no le deja suela; todas las huellas se producen a raíz de la propagación de la excitación a los sistemas internos contiguos. La conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica. En la Cc a diferencia de los otros sistemas psíquicos, el proceso de excitación no deja tras sí una alteración permanente en sus elementos sino que se agota en el devenir conciente. Esto es porque el sistema Cc está en constante contacto con el mundo exterior.

La superficie o corteza en contacto con el mundo sirve como órgano receptor de estímulo. Por el incesante embate de los estímulos externos sobre la superficie de la vesícula, la sustancia de ésta se alteró hasta una cierta profundidad, de modo que el proceso excitatorio discurriese de distinta manera en los estratos más profundos. La corteza ofrece las condiciones favorables para la recepción de estímulos y no es susceptible de ulterior modificación. El paso de la excitación ya no puede imprimir ninguna alteración permanente a sus elementos. En el avance de un elemento al otro la excitación tiene que vencer una resistencia, y la reducción de ésta es un proceso de facilitación, que crea la huella permanente. En la Cc no subsisten resistencias de pasaje de esa índole entre un elemento y otro. La energía de investidura quiescente (ligada) no es conducida en la Cc sino la móvil (libre) susceptible de descarga.

Esta vesícula flota en medio de mundo cargado de energías y sería aniquilada si no estuviera provista de una protección antiestímulo. La superficie más externa se vuelve inorgánica, y opera apartando estímulos como una membrana. Las energías externas se propagan con una fracción de su intensidad. Los estratos contiguos que continúan vivos pueden recibir los volúmenes de estímulos filtrados. El estrato externo al morir preservó a los otros de sufrir tal destino. La tarea de protegerse es más importante que la de recibirlos. El organismo está dotado de una reserva enérgica propia, y en su interior se despliegan formas particulares de trasformación de la energía, y debe preservarlas del influjo nivelador de las energías hipergrandes. Estos estratos se internaron en lo profundo del cuerpo, pero parte quedó atrás en los órganos sensoriales, que tienen dispositivos destinados a recibir acciones estimuladoras específicas, y mecanismos preventivos para una ulterior protección contra volúmenes de estímulo y apartamento de variedades inadecuadas tomando solo pizcas del mundo exterior.

Los procesos anímicos inconscientes son atemporales. El tiempo no altera nada en ellos, no pueden representarse temporalmente y su ordenamiento no es temporal. Nuestra representación del tiempo corresponde al modo de trabajo del sistema Prcc.

El sistema Cc o estrato cortical sensitivo recibe también excitaciones desde adentro, pero la protección desde adentro es imposible, y recibe excitaciones desde los estragos más profundos de manera directa. Esto determina la prevalencia de sensaciones de placer-displacer por sobre los estímulos externos, y la orientación de la conducta respecto de las excitaciones internas que produzcan una multiplicación de displacer demasiado grande. Se tenderá a tratarlas como si obrasen desde afuera a fin de poder aplicarles el medio defensivo. Este es el origen de la proyección.

Las excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protección son traumáticas. Un trauma provocará una perturbación en la economía energética del organismo y pondrá en acción la defensa. El principio de placer quedará abolido; el aparato quedó avasallado por grandes volúmenes de estímulo que penetraron, y la tarea es dominar el estímulo ligando psíquicamente los volúmenes de estímulo a fin de conducirlos a su tramitación.

Donde la protección fue perforada, afluyen continuas excitaciones al aparato, y es movilizada la energía de investidura a fin de crear en el entorno del punto de intrusión una investidura energética de nivel correspondiente. Se produce una contrainvestidura que empobrece los otros sistemas, rebajando cualquier otra operación psíquica. Un sistema de elevada investidura es capaz de recibir nuevos aportes de energía y trasmudarlos en investidura ligada. Cuanta mayor energía quiescente posea, mayor será su fuerza ligadora.

Hay dos formas de energía, una investidura en libre fluir que esfuerza en pos de su descarga, y una quiescente de los elementos del sistema. La ligazón consiste en un pasaje de libre fluir al estado quiescente.

La neurosis traumática es resultado de la ruptura de la protección antiestímulo del órgano anímico. El terror es producto de la falta de apronte angustiado que conlleva la sobreinvestidura de los sistemas que reciben el estímulo. A falta de éste los sistemas no están en buena situación para ligar los volúmenes de excitación sobrevivientes. El apronte angustiado constituye la última trinchera de la protección. Los sueños que reconducen al enfermo a la situación no están al servicio del cumplimiento de deseo, contribuyen a otra tarea: buscan recuperar el dominio sobre el estímulo por medio de un desarrollo de angustia cuya omisión causó la neurosis. Esta función es independiente y más originaria que el propósito de ganar placer. Los sueños de angustia son una excepción al cumplimiento de deseo. Obedecen a la compulsión de repetición que se apoya en el deseo de convocar lo olvidado y reprimido. Hubo un tiempo anterior a la tendencia del sueño al cumplimiento de deseo.

En los casos de herida física, la conmoción mecánica al ser una de las fuentes de excitación sexual y los dolores al ser un poderoso influjo sobre la distribución de la libido, liberan el quantum de excitación sexual cuya acción traumática es debida a la falta de apronte angustiado, y ligarían el exceso de excitación al reclamar una sobreinvestidura narcisista del órgano doliente.

V. Las excitaciones que ingresan al aparato sin el resguardo de la protección, adquieren la mayor importancia económica y dan ocasión a perturbaciones. Las fuentes de esa excitación interna son las pulsiones: los representantes de todas las fuerzas eficaces del interior del cuerpo que se transfieren al aparato anímico. Las mociones pulsionales obedecen al proceso libremente móvil que esfuerza en pos de la descarga. En el inconsciente las investiduras pueden trasferirse, desplazarse y condensarse. Estos procesos que ocurren en el inconsciente son el proceso primario, y el que rige la vida de vigilia el secundario, que posee investidura ligada. La tarea de los estratos superiores (Prcc-Cc) es ligar las excitaciones de las pulsiones del proceso primario. El fracaso de la ligazón produce una perturbación análoga a la neurosis traumática. Solo tras una ligazón se produce el imperio del principio de placer con su modificación en el principio de realidad. En el juego infantil se repite la vivencia displacentera. Además el niño repite activamente para dominar lo que vivió pasivamente; pero exigirá la identidad de la impresión. El reencuentro de la identidad por la repetición constituye una fuente de placer. En el analizado, en cambio, la compulsión a la repetición de la transferencia se sitúa en todos los sentidos más allá del principio de placer. Las huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias infantiles subsisten en estado libre, y son insusceptibles del proceso secundario. Esta condición es esencial para formar, adhiriéndose a los restos diurnos, una fantasía de deseo figurada en el sueño.

La compulsión a la repetición es un carácter universal de las pulsiones. La pulsión es un esfuerzo, inherente a lo vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas. Las pulsiones tienen una naturaleza conservadora. Todas las pulsiones quieren reproducir algo anterior, dirigidas a la regresión, al restablecimiento de lo anterior. La meta es un estado antiguo, inicial que lo vivo abandonó y al que aspira a regresar por todos los rodeos de la evolución. La meta de la vida es la muerte, lo inanimado estuvo antes que lo vivo.

En algún momento por intervención de fuerzas se suscitó en la materia inanimada las propiedades de la vida. La tensión generada pugnó por nivelarse: así nació la primera pulsión, de regresar a lo inanimado. Hasta que decisivos influjos externos se alteraron de tal modo que forzaron a la sustancia aún sobreviviente a desviarse respecto del camino vital originario y dar rodeos más complicados antes de alcanzar la meta. Estos rodeos son retenidos por las pulsiones conservadores, que luchan contra influencias que podrían ayudar al organismo a alcanzar su meta vital por el camino más corto. Son pulsiones parciales destinadas a asegurar el camino hacia a la muerte y alejar otras posibilidades de regreso a lo inorgánico que no sean las inmanentes. Las pulsiones sexuales son conservadoras en el mismo sentido que las otras en cuanto espejan estados anteriores de la sustancia viva, son resistentes a injerencias externas, y conservan la vida por lapsos más largos. Las pulsiones que llevan a la muerte buscan el camino más corto; las sexuales llegadas a cierto punto, se lanzan hacia atrás para volver a retomar el camino y prolongar la duración del trayecto. Tanto el progreso evolutivo como involutivo es resultado de fuerzas externas que esfuerzan a la adaptación, y las pulsiones intentan conservar la alteración impuesta. Un mayor perfeccionamiento se alcanza como resultado de la represión de las pulsiones sobre lo cual se edifica lo más valioso que hay en la cultura humana. La pulsión aspira a su plena satisfacción, que consiste en la vivencia primaria de satisfacción; toda sublimación o formación sustitutiva es insuficiente para cancelar su tensión y la diferencia entre la satisfacción hallada y la pretendida engendra el factor pulsionante. El camino a la satisfacción es obstruido por las resistencias; entonces no queda más que avanzar por la otra dirección.

VI. Las pulsiones Yoicas (de muerte) provienen de la animación de la materia inanimada y quieren restablecer la condición originaria; las sexuales reproducen estados primitivos del ser, pero la meta es la fusión de dos células sexuales germinales diferenciadas. Si esta unión no se produce la célula germinal muere. Sólo bajo ésta condición puede prolongar la vida. Desde el punto de vista biológico, el soma o cuerpo es mortal, pero las células germinales son potentia, inmortales en cuanto son capaces de desarrollarse en un nuevo soma. Hay un componente pronunciado hacia la muerte, excepto el material genésico y hereditario. Desde el psicoanálisis este material corresponde a las pulsiones sexuales que aspiran a la renovación de la vida y la realizan.

Una parte de las pulsiones Yoicas que hasta ahora eran tratadas como opuestas a las sexuales, tienen también una parte libidinosa que se ha tomado por objeto al yo propio. Estas pulsiones de autoconservación narcisista debieron computarse entre las pulsiones sexuales libidinosas. Las pulsiones sexuales entonces son yoicas y de objeto, contrapuestas a las pulsiones de muerte. La pulsión sexual es el Eros que conserva y une, y tiende a la cohesión. La unión genésica produce un efecto fortalecedor y rejuvenecedor. El proceso vital del individuo lleva a la nivelación de tensiones (a la muerte), mientras que la unión con una sustancia viva o un individuo diferente aumenta estas tensiones, introduce nuevas diferencias vitales. La tendencia dominante de la vida anímica es la de rebajar la tensión interna de estímulo. La reproducción produjo una ventaja que fue mantenida durante la evolución; las pulsiones que quieren producir la unión sexual repetirían algo que una vez ocurrió por casualidad y se afianzó por ser ventajoso. El Eros procura esforzar las partes de las sustancia viva hacia otras y cohesionarlas. Las pulsiones sexuales son parte de este Eros vueltos hacia el objeto. Actúa desde el comienzo de la vida y entra en oposición a la pulsión de muerte.

La afirmación del carácter regresivo de las pulsiones descansa, también, en la compulsión a la repetición. 

VII. Una de las tareas más tempranas e importantes del aparato es ligar las mociones pulsionales que le llegan, sustituir el proceso primario que gobierna en ellas por el secundario. La ligazón es un acto preparatorio que introduce el principio de placer. El principio de placer es una tendencia que está al servicio de la función de mantener el aparato exento de excitación, y mantener en el mínimo el monto de excitación. La función participa en la aspiración de volver hacia lo inorgánico. El acto sexual trae aparejado una momentánea extinción de una excitación extrema. La ligazón acomoda la excitación para luego tramitarla hacia la descarga.

Los procesos no ligados provocan sensaciones más intensas que los ligados. Los primarios son más tempranos. Las pulsiones de vida aportan tensiones cuya tramitación es sentida como placer, mientras que las pulsiones de muerte parecen realizar su trabajo en forma inadvertida.

El Yo y el Ello (1923)

 

I. Conciencia e Inconsciente: La conciencia es una cualidad de lo psíquico que puede añadirse a otras cualidades o faltar. La conciencia es una expresión descriptiva que invoca la percepción más inmediata y segura. Un elemento psíquico, (ej. una representación) no es conciente de forma duradera. El estado de la conciencia pasa con rapidez y puede volver a serlo bajo ciertas condiciones. Mientras tanto estuvo latente, fue susceptible de conciencia. Ha sido inconsciente desde el punto de vista descriptivo.

Desde el punto de vista dinámico, puede haber representaciones que no puedan ser concientes porque cierta fuerza se resista a ello. La represión (esfuerzo de desalojo) es el estado en que estas representaciones se encontraban antes de hacerse concientes y la resistencia es la fuerza que produjo y mantuvo la represión.

Hay dos modelos de Inconsciente: lo latente, susceptible de conciencia, y lo reprimido, insusceptible de conciencia. La primera es preconsciente y el segundo es inconsciente. El Prcc está mucho más cerca de la Cc que el Icc. En el sentido descriptivo hay dos clases de Icc, en el dinámico solo uno.

La conciencia depende del Yo; él gobierna los accesos a la motilidad, a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior. Es la instancia anímica que ejerce un control sobre los procesos parciales, y que por la noche aplica la censura onírica. De él parten las represiones, que se contraponen al Yo y produce resistencias. Hay en el Yo algo inconsciente que se comporta como lo reprimido, exterioriza efectos sin devenir conciente. Hay una oposición entre el Yo coherente y lo reprimido escindido de él. Esta concepción estructural confirma que todo lo reprimido es Icc, pero lo Icc no coincide con lo reprimido. Una parte del Yo es Icc, no latente (no Prcc), es un tercer Icc, no reprimido.

 

 

 

 

 

 

 

 


II. El Yo y el Ello: La conciencia es la superficie del aparato anímico, es el primero desde el mundo exterior, espacialmente. Son Cc todas las percepciones que nos vienen de afuera (sensoriales) y de adentro sensaciones y sentimientos. La diferencia entre una representación Icc y Prcc es que la primera se consuma en algún material desconocido, y la Prcc se añade a la conexión con representaciones-palabra. Estas representaciones-palabra son restos mnémicos, fueron percepción y pueden devenir de nuevo concientes. Los restos son contenidos en sistemas contiguos al Prcc, por lo cual sus investiduras fácilmente pueden transmitirse hacia delante. En el caso de reanimación de un recuerdo la investidura se conserva en el sistema mnémico, mientras que en la alucinación o la percepción nace cuando la investidura desborda desde la huella mnémica sobre el elemento P y lo traspasa enteramente. Lo que quiere devenir conciente tiene que trasponerse en percepciones exteriores, a través de las huellas mnémicas.

Los restos de palabras provienen de percepciones acústicas a través de lo cual es dado un origen sensorial para el Prcc. La palabra es el resto mnémico de la palabra oída.

La manera de hacer Prcc lo Icc es restableciendo mediante el análisis, aquellos eslabones intermedios de palabras.

Las sensaciones displacenteras esfuerzan a la alteración y a la descarga, y el placer, en cambio se produce por la disminución de la investidura energética. Lo que deviene conciente como placer y displacer es un otro cuantitativo-cualitativo. Eso otro que se comporta como una moción reprimida puede desplegar fuerzas pulsionantes sin que el Yo note la compulsión. Sólo una resistencia a la compulsión, un retardo de la reacción de descarga hace conciente eso otro. También sensaciones y sentimientos sólo devienen concientes si alcanzan al sistema P. Las representaciones Icc necesitan eslabones de conexión Prcc, en cambio las sensaciones Icc no, ya que afloran directamente a la conciencia. Por mediación de las representaciones palabra los procesos internos de pensamiento se convierten en percepciones. A raíz de una sobreinvestidura del pensar los pensamientos devienen percibidos real y efectivamente como si fueran externos.

El Yo se ve a partir del sistema P, primero pasa por el Prcc, que se apuntala en los restos mnémicos, pero es además Icc. Esto otro en que se continúa el Yo y se comporta como Icc es Ello. El individuo es un Ello desconocido e inconsciente sobre lo cual se asienta el Yo, desde el sistema P, como si fuera su núcleo. El Yo no envuelve al Ello por completo sino en la extensión en que el sistema P forma su superficie. El Yo no está tajantemente separado del Ello, confluye hacia abajo con él. Pero también lo reprimido confluye con el Ello, es una parte de él. El Yo lleva además un casquete auditivo que se le asienta transversalmente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


El Yo es la parte del Ello alterada por la influencia directa del mundo exterior, con mediación de sistema P. Se empeña por hacer valer sobre el Ello el influjo del mundo externo, y reemplazar el principio de placer por el de realidad. La percepción es para el Yo como la pulsión para el Ello. Al Yo se le asigna el acceso a la motilidad. Toma las fuerzas del Ello, al que suele cumplir sus deseos haciéndolos pasar como la voluntad propia. Es una proyección psíquica de la superficie del cuerpo, además de representar la superficie del aparato.

La autocrítica y la conciencia moral son inconscientes y exteriorizan sus efectos. El sentimiento inconsciente de culpa desempeña un papel económico en un gran número de neurosis y levanta los más poderosos obstáculos para la curación.

III. El Yo y el Superyo: En la fase oral es imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación. Las investiduras de objeto parten del Ello, el Yo recibe noticia de ellas y busca satisfacerlas o defenderse mediante la represión. El Ello sólo resigna sus objetos mediante una erección del objeto en el Yo; introyectándolo e identificándose con él. El carácter del Yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas.

Otro punto de vista enuncia que esta transposición de elección erótica de objeto en una alteración del Yo permite a éste dominar al Ello y profundizar sus vínculos con el Ello. Cuando el Yo cobra los rasgos del objeto se impone al Ello como objeto de amor; transpone libido de objeto en libido narcisista, resignando las metas sexuales y sublimando las mociones pulsionales. El Ello es el gran reservorio de la libido. La libido que afluye al Yo a través de las identificaciones produce el narcisismo secundario.

Los efectos de las primeras identificaciones serán universales y duraderos. La identificación con el padre de la prehistoria personal es una identificación inmediata y directa anterior a cualquier investidura de objeto. Las elecciones de objeto del primer período sexual tienen su desenlace en la identificación primaria, responsable de la conformación del Superyo. Dos factores intervienen: la disposición triangular Edípica y la bisexualidad constitucional del individuo.

La identificación primaria es la de los progenitores de la prehistoria personal, del complejo de Edipo, la identificación secundaria es la investidura de objetos en la que el Yo toma los rasgos de ellos para ser tomado por objeto de sí mismo.

El niño desarrolla una investidura de objeto hacia la madre, apuntalado en el pecho como ejemplo arquetípico de elección de objeto. Del padre se apodera por identificación. Por refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre y la percepción del obstáculo que representa el padre, nace el complejo: la identificación con el padre se vuelve hostil, se trueca en el deseo de eliminarlo y sustituirlo. La relación se vuelve ambivalente. Con la caída del complejo se resigna la investidura de objeto de la madre: se reemplaza por una identificación con la madre o un refuerzo de la identificación-padre.

En la niña más que en el varón las identificaciones introducen en el Yo al objeto resignado: cuando renuncia al padre retoma y destaca su masculinidad y se identifica con el padre que es el objeto perdido. Depende de que sus disposiciones masculinas posean intensidad suficiente.

Por lo tanto el desenlace de la situación Edípica depende de la intensidad de las disposiciones sexuales. Otro de los modos en que la bisexualidad interviene en el destino del complejo, es en caso de duplicación del mismo: el niño tiene Edipo positivo y negativo al mismo tiempo, posee una actitud ambivalente hacia el padre y una elección tierna hacia la madre, pero simultáneamente se comporta como niña, mostrando una actitud femenina hacia el padre y una hostil hacia la madre. Esto dificulta penetrar en las constelaciones de las elecciones de objeto e identificación primarias. El Edipo Completo culmina cuando las cuatro aspiraciones se desdoblan de tal manera de que surge una identificación padre y madre; la identificación padre retendrá el objeto madre del complejo positivo y el padre del complejo invertido; y lo mismo la identificación madre. Estas identificaciones que son alteraciones del Yo se enfrentan al otro contenido del Yo como Superyo. No es un residuo de las primeras elecciones de objeto del Ello, sino que son una formación reactiva frente a ellas. Su vínculo con el Yo no es sólo una advertencia (ser como el padre) sino es también una prohibición (no puede ser como el padre = debe resignar a su madre como objeto de amor). Debe su génesis a la represión del Complejo de Edipo. El padre fue el obstáculo para la realización de los deseos y el Yo se fortaleció de la represión erigiendo sobre sí el mismo obstáculo: al padre. Toma prestada del padre su fuerza, conserva su carácter en el Superyo y cuanto más intenso fue el complejo y más rápido se produjo su represión, tanto más riguroso devendrá el Superyo como sentimiento inconsciente de culpa del Yo.

La génesis del Superyo es el resultado de dos factores biológicos: el desvalimiento y la dependencia del ser humano durante su infancia, y el Complejo de Edipo. El Superyo es la representación del representante de nuestro vínculo parental. Es la herencia del Complejo de Edipo, expresión de las más potentes mociones y los más importantes destinos libidinales del Ello. Mediante su institución el Yo se apodera del complejo y se somete al Ello. El Yo representa el mundo exterior; el Superyo es el abogado del mundo interior: del Ello. La tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del Yo es sentida como sentimiento de culpa.

La diferenciación entre Yo y Ello es la expresión necesaria del influjo del mundo exterior. El Superyo se genera por aquellas vivencias que llevaron al totemismo. Las vivencias del Yo parecen perderse, pero si se repiten con frecuencia e intensidad en muchos individuos se transponen en vivencias del Ello cuyas impresiones son conservadas por herencia. El Ello albergo los restos de innumerables existencias-yo y cuando el Yo extrae del Ello la fuerza para su Superyo, saca plasmaciones yoicas más antiguas.

IV. Las dos clases de pulsiones: El Yo se encuentra bajo la influencia de la percepción; el Ello bajo las pulsiones; pero el Yo está sometido a la acción de las pulsiones lo mismo que el Ello, del que no es más que un sector modificado.

Hay dos tipos de pulsiones: las sexuales o Eros, formadas por las pulsiones sexuales no inhibidas, las sublimadas y de meta inhibida, y las pulsiones de autoconservación; y la pulsión de muerte, encargada de reconducir al ser vivo al estado inerte. El Eros persigue la meta de complicar la vida mediante la reunión, la síntesis de la sustancia viva dispersada en partículas para conservarla.

Ambas se comportan de manera conservadora en sentido estricto, pues aspiran a restablecer un estado perturbado por la génesis de la vida. La vida sería un compromiso entre dos aspiraciones: la causa de que continúe la vida y la pugna hacia la muerte. Con cada una de estas clases de pulsiones se coordinaría un proceso fisiológico particular: anabolismo y catabolismo. En cada fragmento estarían activas ambas en una mezcla desigual. Como consecuencia de la unión de los organismos elementales en seres pluricelulares se consiguió neutralizar la pulsión de muerte de las células singulares y desviar hacia el mundo exterior las mociones destructivas por mediación de la musculatura. La pulsión de muerte se exteriorizaría como pulsión de destrucción dirigida al mundo exterior y a otros seres vivos. La pulsión de destrucción es sincronizada a fines de la descarga al servicio del Eros. La esencia de una regresión libidinal estriba en una desmezcla de pulsiones y a la inversa, el progreso tiene por condición un suplemento de componentes eróticos.

En la vida anímica hay una energía desplazable que puede agregarse a una moción erótica o destructiva y elevar su investidura. En las pulsiones sexuales parciales, es posible comprobar algunos procesos similares: se comunican entre sí, una puede donar su intensidad a otra que proviene de otra fuente; la satisfacción de una puede sustituir la de la otra. Esta energía activa tanto en el Yo como en el Ello proviene del acopio libidinal narcisista, o sea, Eros desexualizada. Esta libido trabaja al servicio del principio de placer para facilitar ciertas descargas. Esta energía de desplazamiento es libido desexualizada o sublimada, pues seguiría perseverando con el propósito del Eros de unir y ligar.

Al principio toda libido está acumulada en el Ello, en tanto el Yo está formándose. El Ello envía una parte de esta libido a investiduras eróticas de objeto luego de lo cual el Yo fortalecido procura apoderarse de esta libido de objeto e imponerse al Ello como objeto de amor. El narcisismo del Yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.

Las mociones pulsiones se revelan como retoños del Eros. Las pulsiones de muerte son esencialmente mudas y casi todo el alboroto de la vida parte del Eros. Las pulsiones de destrucción dirigidas hacia afuera han sido desviadas del sí mismo propio por la mediación del Eros.

V. Los vasallajes del Yo: El Yo se forma desde identificaciones que toman el relevo de investiduras del Ello resignadas. Las primeras de estas identificaciones se contraponen como Superyo. El Superyo es el heredero del Complejo de Edipo y conserva su carácter originario: su capacidad para contraponerse al Yo y dominarlo. Es el monumento recordatorio de la endeblez y dependencia en que el Yo se encontró. Al descender de las primeras investiduras de objeto del Ello lo pone en relación con las adquisiciones filogenéticas de éste y lo convierte en reencarnación de anteriores formaciones yoicas. Se sumerge en el Ello por lo que se distancia del Yo.

En la clínica se produce en algunos casos una reacción terapéutica negativa en la que el paciente refuerza sus síntomas frente a una mejoría en el tratamiento. No prevalece la voluntad de curar sino la necesidad de estar enfermos. Esta resistencia a la cura es más poderosa que otros como la inaccesibilidad narcisista, la actitud negativa frente al médico o la ganancia de la enfermedad. Se trata de un sentimiento de culpa que halla su satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer. Ese sentimiento de culpa es mudo para el enfermo.

En la neurosis obsesiva el sentimiento de culpa es hiperexpreso, y el Yo se revuelve frente a ellos y produce formaciones reactivas. El Superyo está influido por el Ello Icc.

En la melancolía el Superyo ha arrastrado la conciencia pero el Yo se confiesa culpable y se somete al castigo. El objeto al que se dirige la cólera ha sido acogido en el Yo por identificación. En ambos casos el sentimiento de culpa es conciente.

En la histeria el sentimiento de culpa permanece Icc, el Yo se defiende de la percepción penosa con que lo amenaza la crítica del Superyo, y lo reprime. En este caso se vale de la misma arma que está al servicio del Superyo, contra su amo. Mantiene lejos el material a que se refiere su sentimiento de culpa.

El Superyo proviene también de lo oído y es una parte del Yo accesible a la conciencia desde representaciones palabra Prcc (conceptos, abstracciones); pero la energía de investidura le es aportada por las fuentes del Ello.

La conservación del objeto garantiza la seguridad del Yo. En la neurosis obsesiva la regresión a la organización pregenital hace posible que los impulsos de amor se traspongan en impulsos de agresión hacia el objeto. La pulsión de destrucción queda liberada y quiere aniquilar al objeto. El Yo se revuelve contra estas tendencias con formaciones reactivas y medidas precautorias, y permanecen en el Ello. El Superyo se comporta como si el Yo fuera responsable de ellas. El Yo desvalido se defiende contra el Ello agresivo y el Superyo castigador. Consigue inhibir las acciones más groseras de ambos, y el resultado es un automartirio y al final, una martirización sistemática del objeto. El Ello es totalmente amoral, el Yo se empeña en ser moral y el Superyo es hipermoral, incluso cruel. Cuanto más se empeñe el ser humano en limitar su agresión, más severo se torna su Superyo. La explicación se halla en que el Superyo es sublimación, identificación con el arquetipo paterno que fue desexualizado; se produjo una desmezcla pulsional, el componente erótico no tiene fuerza para ligar la destrucción y ésta se libera como agresión de la que toma su fuerza y crueldad. También la desmezcla se puede producir por regresión (como en la neurosis obsesiva).

Las pulsiones de muerte se tornan inofensivas por mezcla con componentes eróticos, se desvían hacia fuera como agresión y en buena parte prosiguen su trabajo sin obstáculos.

El Yo, entonces, está encargado de establecer el ordenamiento temporal de los procesos anímicos y someterlos al examen de la realidad; aplaza las descargas motrices y gobierna los accesos a la motilidad por medio del pensamiento; se enriquece desde afuera y desde el Ello al cual sustrae libido, transforma las investiduras de objeto del Ello en conformaciones del Yo; con ayuda del Superyo se nutre de las experiencias de la prehistoria almacenadas en el Ello.

Sufre la amenaza de tres clases de peligros: del mundo exterior, de la libido del Ello y de la severidad del Superyo. El Yo pretende mediar entre el mundo y el Ello, hacer que el Ello obedezca al mundo y que el mundo cumpla los deseos de él. Es el auxiliador del Ello, pero también es su siervo.

Hay dos caminos por el que el contenido del Ello puede penetrar en el Yo: uno es el directo, el otro a través del Superyo.

Mediante su trabajo de identificación y sublimación, presta auxilio a las pulsiones de muerte para dominar a la libido, pero cae en el peligro de sucumbir a ellas. A fin de prestar ese auxilio, él mismo tuvo que llenarse con libido, y devenir subrogado del Eros. Pero como la sublimación tiene por consecuencia una desmezcla pulsional y liberación de Thánatos sobre el Superyo, su lucha contra la libido lo expone al peligro del maltrato y de la muerte.

El Yo es el almácigo de la angustia; desarrolla el reflejo de huida retirando su propia investidura de la percepción amenazadora o del proceso del Ello. Frente al Superyo el Yo produce la angustia de la conciencia moral. El núcleo en torno al cual se deposita esta angustia es la angustia de castración.

 

Inhibición, síntoma y angustia (1926)

 

V. (Neurosis obsesiva). En la histeria de conversión no se presenta la angustia, los síntomas más frecuentes son procesos de investidura permanentes o intermitentes. Sustituyen a un decurso excitatorio perturbado concentrando toda la energía en ese fragmento.

En la neurosis obsesiva los síntomas son o bien prohibiciones, medidas precautorias, penitencias, o satisfacciones sustitutivas con disfraz simbólico. También la inclinación a la síntesis puede provocar satisfacción en la prohibición. Se asiste aquí a una lucha continuada contra lo reprimido, y el yo y el superyo participan en la formación de síntoma. La situación inicial de la neurosis obsesiva así como de la histeria es la defensa contra las exigencias libidinosas del complejo de Edipo. Cuando el Yo da comienzo a sus intentos defensivos se propone como meta rechazar la organización fálica hacia el estadio anterior sádico-anal. Entonces el estadio fálico se ha alcanzado en el momento del giro hacia la neurosis obsesiva.

La regresión se puede explicar por una desmezcla de pulsiones, en la segregación de los componentes eróticos que al comienzo de la fase genital se habían sumado a las investiduras destructivas de la fase fálica. La regresión es el primer éxito del Yo en la lucha defensiva contra la exigencia de la libido. El complejo de castración es el motor de la defensa y ésta cae sobre las aspiraciones del complejo de Edipo. La represión es sólo uno de los mecanismos de que se vale la defensa. En el período de latencia, que se caracteriza por el sepultamiento del complejo de Edipo, se consolida el Superyo y se levantan las barreras éticas del Yo. En la neurosis obsesiva se le agrega la degradación regresiva de la libido, el Superyo se vuelve particularmente severo, el Yo desarrolla en obediencia al Superyo elevadas formaciones reactivas de la conciencia moral, la compasión, la limpieza. Se proscribe la tentación a continuar con el onanismo de la primera infancia que se apuntala en representaciones regresivas (sádico-anales); todo onanismo sofocado fuerza en la forma de acciones obsesivas una aproximación cada vez mayor a su satisfacción.

Junto a la represión y la regresión un nuevo mecanismo de defensa son las formaciones reactivas dentro del Yo, que son exageraciones de la formación normal del carácter. El Superyo no puede sustraerse de la regresión y desmezcla de pulsiones del Ello.

En el período de latencia la defensa contra la tentación onanista es la tarea principal que produce una serie de síntomas que se repiten y presentan el carácter de un ceremonial. La libido se coloca en los desempeños que están destinados a ejecutarse automáticamente: lavarse, vestirse, la locomoción, la inclinación a la repetición. La sublimación de componentes de erotismo anal desempeña un papel en la neurosis.

En la pubertad la organización genital se reinstala con gran fuerza, se vuelven a despertar las mociones agresivas iniciales y un sector de las nuevas mociones libidinosas se ve precisado a marchar por las vías que prefiguró la regresión, y a emerger en condición de propósitos agresivos y destructivos. La lucha contra la sexualidad continúa bajo banderas éticas, el yo se revuelve contra mociones crueles y violentas provenientes del Ello, (en realidad lucha contra deseos eróticos); el Superyo hipersevero se afirma en la sofocación de la sexualidad. Lo que defiende ha devenido mas intolerante; aquello de lo que se defiende más insoportable, todo producto de la regresión libidinal.

La representación obsesiva desagradable deviene conciente, pero antes ha atravesado la represión, y ha emergido desfigurado, como un sustituto de una imprecisión onírica o vuelto irreconocible mediante un absurdo disfraz. La represión elimina el carácter afectivo y la agresión aparece como un mero contenido de pensamiento. El Superyo se comporta como si la moción agresiva le fuera notoria en su verdadero texto y con pleno carácter de afecto. El Yo debe registrar un sentimiento de culpa y asumir una responsabilidad que no puede explicarse. Por medio de la represión el Yo se ha clausurado frente al Ello en tanto permanece accesible a los influjos que parten del Superyo. Pero también hay neurosis obsesivas sin sentimiento de culpa, se ahorra percibirlo mediante otra serie de síntomas, acciones de penitencia, etc. Tales síntomas significan al mismo tiempo satisfacciones de mociones pulsionales masoquista reforzadas por la regresión.

La tendencia general de la formación de síntoma es entonces la satisfacción sustitutiva a expensas de la denegación. El Yo cada vez más limitado, paralizado en su voluntad, se ve obligado a satisfacer sus síntomas.

VII. Caso del pequeño Hans: En las zoofobias el Yo procede contra una investidura de objeto libidinosa del Ello (del complejo de Edipo positivo o negativo) porque ceder a ella procura la castración. La corriente tierna (hacia la madre) es erótica, la agresiva (hacia el padre) depende de la pulsión de destrucción. En las neurosis el Yo se defiende de las exigencias libidinosas. Tras la formación de la fobia la ligazón con la madre ha sido reprimida y la formación sintomática es una sustitución en torno de la moción agresiva.

En el desarrollo libidinal el sadismo es un subrogado de la pulsión de agresividad. Las pulsiones vienen siempre ligadas en diversas proporciones de mezcla. La investidura sádica de objeto también es libidinosa y la moción agresiva puede ser sujeto de represión del mismo modo que la libidinosa erótica.

Tan pronto como se discierne peligro a la castración el Yo da la señal de angustia e inhibe el proceso de investidura amenazador del Ello a través de la instancia placer-displacer. Al mismo tiempo se produce la fobia. La angustia de castración recibe otro objeto y una expresión desfigurada (ej: ser mordido por el lobo en vez de ser castrado por el padre). La formación sustitutiva esquiva un conflicto de ambivalencia (el padre es un objeto amado y temido), y suspende el desarrollo de la angustia ya que en la fobia es facultativa: sólo emerge cuando su objeto es percibido. Impone al Yo una limitación, produce una inhibición. El peligro pulsional lo es porque conlleva un auténtico peligro exterior: la castración. La fobia sustituyó un peligro exterior por otro, nada cambió económicamente. A diferencia de la angustia realista el contenido de la angustia permanece inconsciente y solo deviene conciente la desfiguración.

En la agarofobia le quita su carácter peligroso mediante una regresión temporal y emerge como la condición bajo la cual omite la angustia: si una persona de su confianza lo acompaña como cuando niño.

La fobia se establece después que se vivencia en un circunstancia un primer ataque de angustia y reaparece cuando no se puede observar la condición protectora. En la neurosis el peligro es al castigo del Superyo eco del castigo de castración (interiorizado). El Superyo es el padre apersonal; la angustia se ha transmudado en angustia social o de la conciencia moral del cual el Yo se sustrae cumpliendo ciertos preceptos. La angustia es la reacción frente a la situación de peligro y el Yo se la ahorra evitando la situación. Los síntomas son creados para evitar la situación de peligro que es señalada mediante el desarrollo de angustia.

En el inconsciente no hay nada que pueda dar contenido a nuestro concepto de la aniquilación de la vida. La castración representa además la separación de las heces y el destete. La angustia de muerte es análoga a esta, el Yo reacciona por haber sido abandonado por el Superyo protector. A raíz de las vivencias que llevan a la neurosis traumática es quebrada la protección contra los estímulos exteriores y en el aparato ingresan volúmenes hipertróficos de excitación: no se limita a una señal-afecto sino que es también producido a partir de las condiciones económicas de la situación. La angustia como señal afecto de peligro es hacia la pérdida; la primera pérdida es el nacimiento, la separación de la madre (castración de la madre de acuerdo a la ecuación hijo = pene). Pero sin embargo la madre es aún ignorada como objeto, ergo, el nacimiento no es vivenciado subjetivamente como separación. Además la separación se siente como dolor y duelo, no como angustia.

VIII. En el estado de angustia se reproduce una vivencia que reunió las condiciones para un incremento del estímulo como el señalado y para la descarga por determinadas vías; el nacimiento es una vivencia arquetípica, sin embargo existe angustia sin el arquetipo del nacimiento. La angustia es una reacción frente al peligro que se suscitará cuando se presente un estado semejante. En la situación originaria la reacción fue justificada. En el nacimiento la inervación dirigida a los órganos de la respiración prepara la actividad pulmonar. Este acuerdo a fines falta en las posteriores reproducciones, de manera que reacciones con los viejos modelos. En cambio para prevenir el peligro es acorde con los fines.

En el nacimiento el peligro no es psíquico; el feto nota una perturbación en su libido narcisista; grandes sumas de excitación irrumpen y producen displacer. Muchos órganos se conquistan elevadas investiduras. Las fobias más tempranas no admiten reconducción al acto del nacimiento. El apronte angustiado surge más tarde y se mantiene durante el desarrollo anímico. En el niño la angustia se produce cuando la imagen mnémica de la persona añorada es investida intensivamente, al principio de forma alucinatoria. La reacción es frente a la ausencia del objeto (en la castración el objeto es el falo, y en la angustia primordial la separación de la madre) porque sabe por experiencia que satisface sus necesidades; la situación peligrosa es el aumento de la tensión de necesidad frente a la cual es impotente. La insatisfacción en que las magnitudes de estímulo alcanzan un nivel displacentero establece una analogía con la vivencia de nacimiento, la repetición de la situación de peligro. La perturbación económica por el incremento de magnitudes de estímulo en espera de tramitación, en caso del lactante que solo puede ser descargada por la madre. El niño sólo guarda de su nacimiento esta caracterización del peligro. La situación peligrosa que recuerda al nacimiento, al ser resuelta por un objeto exterior, se desplaza de la situación económica a su condición, la pérdida de objeto. Ahora el peligro es la ausencia de la madre, y da la señal de angustia tan pronto ella se ausenta, antes que sobrevenga la situación económica temida. La angustia es entonces una señal para evitar la situación de peligro. En la castración la alta estima narcisista por el pene se basa en la garantía de la reunión con la madre con el coito, sustituyendo al órgano por su propia persona. La privación de éste produce una nueva separación, y un nuevo desvalimiento a una tensión displacentera de la necesidad. La angustia del Superyo se puede explicar por angustia a la falta de amor de aquel, la exclusión de la horda, y la angustia de muerte (siendo el Superyo representante del destino).

La angustia es un estado afectivo que sólo puede registrarla el Yo producto de procesos devenidos en el Ello que pueden ser que active una de las situaciones peligrosas para el Yo (condicionamientos a partir de la situación de peligro primera), o que en él (Ello) se produzca una situación análoga al trauma de nacimiento y la angustia sobreviene automáticamente.

El desarrollo Yoico recibe cierta condición de angustia de acuerdo a la fase en la que se encuentre: en la etapa oral el desvalimiento; en la anal la pérdida de objeto; en la fálica la castración y en el período de latencia la angustia frente al Superyo.

XI. “Adenda”

A.     Modificación de opiniones anteriores

a.         Resistencia y contrainvestidura: la represión reclama un gasto permanente, sino la moción reprimida que recibe aflujos continuos desde sus fuentes retomaría el mismo camino que tuvo que desalojar y debería repetirse indefinidamente. La naturaleza de la pulsión exige asegurar al Yo su acción defensiva mediante un gasto continuo: resistencia. La contrainvestidura, necesaria para la resistencia, presupone una alteración del Yo como formación reactiva en el interior del mismo, por refuerzo a la actitud opuesta a la orientación pulsional que ha de reprimirse. Estas son exageraciones de rasgos de carácter.

En la histeria hay un cierto grado de alteración del Yo que resuelve la ambivalencia (amor-odio). No muestran la naturaleza general de rasgos de carácter sino que se limitan a relaciones muy especiales; retiene un objeto. La moción pulsional reprimida puede ser investida nuevamente desde adentro por refuerzo de la pulsión y desde afuera por la percepción del objeto deseable para la pulsión. La contrainvestidura se dirige preferentemente hacia fuera para evitar situaciones en que la percepción puede emerger.

En las fobias hay un nexo mayor entre represión y contrainvestidura externa, y regresión y contrainvestidura interna (alteración del Yo por formación reactiva).

La resistencia la opera el Yo por sus contrainvestiduras. La reelaboración es el empeño en deshacer las represiones una vez formado el designio de resignar sus resistencias. Tras cancelar las resistencias es preciso superar la compulsión de repetición, la atracción de los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido. Ese factor es una resistencia del Ello.

Hay cinco clases de resistencias: las Yoicas que son la represión, la transferencia (que consigue reanimar la represión mediante acciones hacia el analista) y la ganancia de la enfermedad (integración del síntoma en el Yo); del Ello la reelaboración; y del Superyo la consciencia de culpa o necesidad de castigo.

b.         Angustia por transmudación de libido: La vieja concepción de la angustia rezaba que ésta era provocada por el Yo bajo las condiciones del displacer; en términos económicos, la libido desautorizada o no aplicaba hallaba una descarga directa. La angustia era una repetición del trauma de nacimiento, y cada nuevo afecto de angustia es una forma de abreaccionarlo. Pero el nacimiento no se presenta en realidad como un trauma para el feto, sino que es un arquetipo de las situaciones posteriores de peligro. La angustia de nacimiento sería el arquetipo de un afecto que debía compartir los destinos de otros afectos. Habría una angustia involuntaria, automática, en situaciones análogas a las originarias como reacción inadecuada a fines; o el Yo adquiriría poder sobre él y lo reproduciría como una alerta frente al peligro para convocar la intervención del mecanismo placer-displacer, como acción acorde a fines, de acuerdo a las necesidades.

c.         Represión y defensa: La defensa es la designación general del que el Yo se vale en sus conflictos que llevan a la neurosis para proteger al Yo frente a exigencias pulsionales, y la represión es solo uno de los métodos de defensa.

B.    Complemento sobre la angustia

La angustia es expectativa, angustia ante algo indeterminado y ausente. Cuando halla un objeto no es angustia sino miedo.

Peligro realista es uno que anoticiamos y la angustia realista la sentimos frente a ésta clase de peligro. La angustia neurótica lo es ante un peligro del que no tenemos noticia, un peligro neurótico: un peligro pulsional. En el peligro realista hay dos reacciones: una afectiva (estallido de angustia) y una protectora, lo mismo que con el peligro pulsional. Lo significativo frente a la situación de peligro es nuestro desvalimiento frente a él, material de ese peligro real o psíquico en el caso pulsional. Una situación de desvalimiento vivenciada es traumática. Las situaciones traumáticas se prevén; en la situación de peligro se contiene la condición de esa expectativa. En ella se da la señal de angustia. Se anticipa (por analogía o expectativa) y se comporta como si estuviera ahí, cuando todavía se está a tiempo. La angustia es expectativa del trauma y repetición amenguada de él. La expectativa del trauma corresponde a la situación de peligro, y la repetición amengada a la situación traumática con ausencia de objeto.

La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida y esperada; la angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma. El Yo lo repite, lo reproduce activamente para guiar de manera autónoma su decurso, al igual que le niño que reproduce en el juego situaciones penosas transformándolas de pasivas a activas y dominar psíquicamente sus impresiones. El Yo se defiende del peligro pulsional del mismo modo que del peligro real externo, pero en el primer caso desemboca en la neurosis a consecuencia de una imperfección del aparato anímico. A su vez la exigencia pulsional es peligrosa porque conlleva un peligro externo. También un peligro externo tiene que enlazarse con una situación interna vivenciada de desvalimiento. En el nexo con esta vivencia traumática de desvalimiento coinciden peligro externo e interno.

C.    Angustia, dolor y duelo

El lactante siente angustia frente al peligro de pérdida de objeto (cuando la madre se ausenta). La situación en que extraña a la madre es no peligrosa sino traumática. Se vuelve tal al registrar una necesidad que la madre debe satisfacer. Cuando esa necesidad no es actual se muda en situación de peligro. La primera condición de angustia que el Yo introduce es la pérdida de la percepción (equiparada a la pérdida de objeto). Más tarde aprende que el objeto permanece pero puede hacerse malo, entonces el nuevo peligro y nueva condición de angustia será la pérdida de amor. La situación traumática de la ausencia de la madre diverge en un punto de la situación traumática de nacimiento ya que no existía objeto que pudiera extrañarse. La angustia era la única reacción posible. Repetidas satisfacciones crearon el objeto de la madre que en caso de despertarse la necesidad es investido creando una añoranza. El dolor es una reacción frente a la pérdida de objeto, la angustia lo es frente al peligro que esa pérdida conlleva y se desplazamiento al peligro de la pérdida en sí.

El dolor nace cuando un estímulo perfora la protección antiestímulo y actúa como un estímulo pulsional continuo frente al cual no hay reacción motriz adecuada. A raíz del dolor se genera una investidura elevada narcisista en el lugar doliente del cuerpo. La intensa investidura de añoranza en continuo crecimiento crea las mismas condiciones económicas que la investidura de dolor del lugar lastimado. El paso del dolor corporal al anímico corresponde a la mudanza de investidura narcisista en investidura de objeto. La representación-objeto que recibe una elevada investidura de la necesidad desempeña el lugar del cuerpo investido por incrementos de estímulo.

 

 



[1] Proton Pseudos: premisa mayor falsa que da una conclusión falsa.

[2] Representación del representante de la pulsión: Representación

  Representante de la pulsión: monto de afecto